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Tercera edición
© 2013 Miguel Ángel Collado Yurrita, Gracia María Luchena Mozo y otros
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I.S.B.N.:
Depósito legal:
PRÓLOGO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
ABREVIATURAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
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I. INTRODUCCIÓN
Es típica la trilogía clasificatoria de los tributos en impuestos, tasas y
contribuciones especiales. Pero si algo debe quedar claro desde el principio
es la diferencia que existe entre tributo e impuesto, de manera que el uno
no es sinónimo del otro. Como veremos seguidamente, mientras que los
impuestos se incluyen en una categoría más amplia que son los tributos, no
puede decirse que los tributos se engloben dentro de los impuestos. Por
tanto, impuestos y tributos son categorías diferentes.
Pese a que el término «tributo» aparecía en nuestra Carta Magna —arts.
31, 133, 134 y 157 CE—, así como en otros textos normativos —LOFCA,
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Muchos han sido los conceptos que por parte de la doctrina, tanto patria
como extranjera, se han ofrecido del término «tributo». Siguiendo a GIAN-
NINI, los tributos tienen tres características esenciales, a saber: a) son debi-
dos a un ente público; b) tienen su fundamento en el poder de imperium del
Estado; y c) son establecidos con la finalidad de procurar los medios para
cubrir las necesidades financieras del mismo.
En la doctrina española, SAINZ DE BUJANDA define el tributo como «la
obligación de realizar una prestación pecuniaria en favor de un ente público para
subvenir a las necesidades de éste, que la ley hace nacer directamente por la realización
de ciertos hechos que la misma establece» (ID. 1962. Pág. 156).
Por su parte, el concepto que la LGT ofrece en el art. 2, apartado 1,
es el siguiente: «los tributos son los ingresos públicos que consisten en prestaciones
pecuniarias exigidas por una Administración pública como consecuencia de la rea-
lización del presupuesto de hecho al que la ley vincula el deber de contribuir, con el
fin primordial de obtener los recursos necesarios para el sostenimiento de los gastos
públicos».
En definitiva, estas definiciones lo que vienen a poner de manifiesto es
que el tributo, como categoría jurídica unitaria consolidada en nuestro orde-
namiento con un soporte científico, doctrinal y ahora legal casi unánime,
goza de unos caracteres comunes de los que participan las especies, cuales
son los impuestos, las tasas y las contribuciones especiales. Veamos cuales
son dichas notas.
a) Los tributos sólo pueden ser exigidos por un Ente público en base a
la competencia atribuida en tal sentido, lo que supone que son ingresos de
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carácter público regidos, por ende, por el Derecho Público pese a que la LGT
no destaque esta última nota. En efecto, su carácter de ingreso público de
Derecho Público es una nota definitoria del tributo que deriva del régimen
de garantías del crédito tributario a favor de la Administración tributaria
que la coloca en una situación de supremacía frente a los particulares (art.
75 LGT y art. 7 LGP).
b) Tienen carácter obligatorio, o lo que es lo mismo, tienen carácter
coactivo; esto es, son obligaciones que surgen independientemente de la
voluntad del deudor, por ministerio de la Ley, cuando se realiza el presu-
puesto de hecho contemplado por ella. Esto se encuentra en relación direc-
ta con la siguiente nota.
c) Es la Ley la que fija que realizados los hechos que ella contempla de
forma abstracta, surja esa obligación de dar. De aquí pueden derivarse, a su
vez, dos consecuencias: la primera implica que, si es la Ley la que determi-
na los hechos que llevados al mundo de la realidad hacen surgir la obligación
de pagar, todos los tributos dispondrán de una estructura común; estructu-
ra, que en el Ordenamiento Tributario recibe el nombre de hecho imponible
y que se concibe como aquél presupuesto de hecho tipificado en una norma
cuya realización supone el nacimiento de la obligación tributaria y, por
tanto, la obligación de llevar acabo el pago del tributo tal y como prevé el
art. 20 de la LGT. Esto, a su vez, encuentra conexión con uno de los grandes
principios que articulan y rigen del Derecho Financiero: el principio de
capacidad económica (art. 31.1 CE).
En efecto, si concebimos dicho principio como aquella aptitud económi-
ca por parte del sujeto pasivo para soportar una detracción pecuniaria de
carácter coactivo que permita contribuir al sostenimiento de los gastos
públicos, parece manifiesto que debe estar presente en cualquier categoría
de tributo. Cosa distinta —como veremos—, es que esta se module o que
su operatividad sea diferente dependiendo de la especie tributaria en la que
opere. Sin embargo, y pese a la transcendental importancia de dicho prin-
cipio que se erige en el auténtico cimiento del edifico fiscal (CALVO ORTEGA,
R. 2003. Pág. 16), la LGT sólo lo contempla de manera indirecta lo que le
ha merecido las críticas de la mayoría de la doctrina, pese a que la jurispru-
dencia constitucional ha sido constante en sus manifestaciones a la hora de
requerir la presencia inexcusable del principio de capacidad económica (STC
276/2000, FJ 4º; 193/2004, FJ 4º; Auto TC 71/2008).
Respecto a la segunda de las consecuencias, presupone la necesaria pre-
sencia de otro de los principios esenciales que inspiran nuestro Ordenamien-
to. Nos estamos refiriendo al principio de legalidad (art. 31.3 y 133.1 de la
CE). Es la Ley, y sólo la Ley, la que puede obligar a un sujeto a realizar una
prestación pecuniaria de carácter coactivo a favor de un ente público. Con
ello quiere significarse que se requiere de una Ley para incorporar al mun-
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tributo; esto es, alguna de las figuras que contempla el art. 2 de la LGT:
impuesto, tasa o contribución especial (SIMÓN ACOSTA, E., 1981. Pág. 604).
Por tanto, y siguiendo a CORTÉS DOMÍNGUEZ (1985. Pág. 174), no hay más
clases de tributos que esas tres. Cuestión distinta es que pueda ser encua-
drada en algunas de esas modalidades, para lo que habrá que estar a la
estructura de su hecho imponible.
En palabras del TC, si como afirmaba en la STC 182/1997, «los tributos,
desde la perspectiva constitucional son prestaciones patrimoniales coactivas que se
satisfacen, directa o indirectamente, a los entes públicos con la finalidad de contribuir
al sostenimiento de los gastos públicos» (FJ. 15º), no cabe duda de que, «con inde-
pendencia de la calificación formal que se les otorga» (STC 233/1999, FJ. 18), los
cánones por concesiones administrativas, «o lo que es igual, por ocupación del
dominio público portuario, constituyen prestaciones patrimoniales de carácter público
de naturaleza tributaria» (STC 63/2003, FJ. 5º).
Admitido dicho aserto, sin embargo, no puede ser aceptado como auten-
tica licencia al legislador que le permita a su antojo utilizar las categorías
tributarias establecidas en nuestra Norma codificadora sin un mínimo de
rigor técnico-jurídico corriéndose el riesgo de afectar el más elemental prin-
cipio de seguridad jurídica. Así parece ponerse de manifiesto con la errónea
afirmación, a nuestro juicio, del Tribunal Constitucional quién se pronuncia
sobre la irrelevancia de la calificación jurídica de la pretendida tasa del
Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas, para a renglón seguido
afirmar «la circunstancia de que la verdadera naturaleza de la denominada “tasa
por emisión de informes de auditoría” sea la de un impuesto no constituye, en prin-
cipio, en sí mismo, vicio alguno de inconstitucionalidad, porque el régimen jurídico que
se anuda a una u otra figura tributaria (tasa e impuesto) es sustancialmente el mis-
mo, en tanto que a ambas les resulta aplicable tanto la reserva de ley del art. 31.3
CE, que no está aquí en cuestión, como los principios tributarios del art. 31.1 CE»
(ATC 381/2005, FJ. 4º). Principios tributarios que, como demostraremos
más adelante, tienen un peso específico diverso en función de la figura a la
que se refieran, y que no hacen otra cosa que sumirnos en la perplejidad
ante tal pronunciamiento.
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Del tenor literal del precepto pueden deducirse que de las tres categorías,
es la que más modificaciones ha experimentado. Por un lado, se omiten los
elementos que hacían referencia a la capacidad contributiva; y por otro, se
suprime la referencia a la naturaleza jurídica o económica del hecho impo-
nible. Ambos cambios han sido considerados de forma positiva por la doc-
trina, aunque han criticado la permanencia de otras referencias que habían
sido estimadas poco afortunadas.
En efecto, de la descripción de impuestos que realiza la LGT llama pode-
rosamente la atención que se mantenga su definición como un tributo sin
contraprestación. Pues bien, el concepto que de contraprestación debe dedu-
cirse aquí no puede ser el que se maneja en las relaciones sinalagmáticas de
derecho privado habida cuenta que de no estamos ante un acuerdo de volun-
tades de las partes intervinientes, sino que el tributo es una obligación ex
lege y como tal queda lejos del ámbito de la autonomía de la voluntad de las
partes que queda suplida por el elemento de la coactividad. Con ello, lo que
en realidad quiere destacarse es que en los impuestos, a diferencia del resto
de tributos, está totalmente ausente cualquier actividad administrativa indi-
vidualizada que justifique su exacción.
Por tanto, y siguiendo a CORTÉS DOMÍNGUEZ, «en el impuesto, el aspecto
material del elemento objetivo no supone en ningún caso, una actividad administrativa;
es un hecho que se realiza con independencia de la voluntad administrativa que, en
modo alguno, colabora a la ejecución del hecho imponible; en la tasa, por el contrario,
aquél se concreta en una actividad de la Administración, promovida por el contribu-
yente; en la contribución especial, en fin, existe también una actividad administrativa,
surgida no como consecuencia de una petición del contribuyente, sino como corolario de
una decisión libérrima de la misma» (CORTÉS DOMÍNGUEZ, M. 1985. Pág. 177).
En lo que se refiere al requisito de la capacidad económica, debe decirse
que el hecho de que se mencione de forma exclusiva para los impuestos no
quiere decir que quede excluido o que esté ausente del resto de categorías
tributarias, más al contrario pues tanto el principio de capacidad económi-
ca como el principio de legalidad se erigen en ejes centrales y vertebradores
del sistema impositivo. Con ello quiere hacerse notar que la diferencia entre
las manifestaciones del tributo no está en el principio de capacidad econó-
mica pues habrá de estar presente en su regulación para que pueda decirse
de él que es constitucionalmente legítimo. La razón de esta mención podía
estar en la ausencia de un concepto de tributo que hacía atribuir respecto
de una de sus especies las características del género, sin embargo dicha
justificación ya no puede mantenerse tras la incorporación en la LGT de
una definición legal de tributo. Quizás pretenda ser, como apunta C ALVO
ORTEGA, un límite a la proliferación de impuestos extrafiscales.
Fijado el concepto de impuesto, estamos ya en condiciones de establecer
la clasificación de los mismos.
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2. Las tasas
La tasa es otra de las modalidades de tributos prevista en el art. 2.2.a)
de la LGT. Su regulación no se circunscribe únicamente a nuestra Norma
Común Reguladora, sino que ha sido objeto de desarrollo tanto en el
TRLRHL (R.D.Leg. 2/2004, de 5 de marzo) a nivel local, como en la LTPP
(Ley 8/1989, de 13 de abril, modificada por la Ley 25/1998, de 13 de julio,
de modificación del régimen legal de las Tasas Estatales y Locales y de
Reordenación de las Prestaciones Patrimoniales de Carácter Público) en el
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otro; otros autores (GONZÁLEZ GARCÍA, L AGO MONTERO) matizan esta ausen-
cia, de manera que si bien debe reconocerse que el principio de capacidad
económica debe estar presente por exigencia constitucional, dicha presencia
juega un papel diferente. Así, mientras que en el impuesto es elemento
necesario y suficiente, en la tasa es elemento necesario pero no suficiente
pues el punto de referencia para hacer surgir la obligación tributaria, el
elemento legitimador de la tasa, será la actividad administrativa referida a
un sujeto pasivo (STSJ del País Vasco de 28 de febrero de 1995 y STS de
20 de febrero de 1997) que debe cohonestarse con la idea de beneficio. Esta
circunstancia es la que la ha llevado a numerosos pronunciamientos del
Tribunal Supremo a determinar la imposibilidad de constituir hecho impo-
nible legitimador de una tasa municipal hipótesis como la aprobación de los
Proyectos de Urbanización o la tasa por inserción de anuncios en el Boletín
Oficial de la Provincia toda vez que la finalidad desborda el limitado ámbi-
to del beneficio particular que deber estar presente en el presupuesto de
hecho de las tasas (STS 11 de diciembre de 2008, FJ. 4º, STSJ de Madrid
de 14 de octubre de 2010, FJ. 2º).
Ahora bien, dicho elemento legitimador —la prestación del servicio admi-
nistrativo correspondiente—, no puede ser llevado a sus últimos extremos
de manera que se exija que sea realizado de forma efectiva, pues ello impli-
caría que su no uso equivaldría a la no realización del hecho imponible.
Evidentemente, lo esencial es que el servicio sea prestado, y ello con inde-
pendencia de que se haga o no uso bastando con que venga referido a él. A
la mera disponibilidad hace mención la Sentencia del TS de 28 de enero de
2010 cuando determina que «la propia naturaleza de las tasas y de muchos
de los servicios por los que se giran obligan a acudir a criterios necesaria-
mente genéricos y de "previsibilidad", a la "disponibilidad" del servicio y a
las correspondientes extrapolaciones y proyecciones, siempre con el infran-
queable límite de no exceder el importe de las tasas, en su conjunto, del
coste real o previsible del servicio o actividad (art. 24.2 TRLRHL)». En este
mismo sentido se expresan las Sentencia del TSJ Madrid de 9 de febrero y
17 de noviembre de 2010, así como el TSJ de Cataluña 7 de marzo de 2008,
18 de diciembre de 2009 y 25 de febrero de 2010.
Si para un sector doctrinal (SIMÓN ACOSTA o GONZÁLEZ GARCÍA) el fun-
damento de la tasa es el «principio de provocación de costes», en nuestra
opinión, ello no significa que su presupuesto de hecho pueda desconocer
absolutamente o contravenir el principio de capacidad económica. Así viene
a recogerlo el art. 8 de la LTPP cuando determina que «en la fijación de las
tasas se tendrá en cuenta, cuando lo permitan las características del tributo, la capa-
cidad económica de las personas que deben satisfacerlas». También se menciona,
aunque con menos rotundidad, en el art. 24.4 del TRLRHL, cuando fija que
«para la determinación de la cuantía de las tasas podrán tenerse en cuenta criterios
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Pues bien, tres son las notas que deben estar presentes:
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Dentro de este marco tiene cabida una figura peculiar que es la Asocia-
ción Administrativa de Contribuyentes. Fue la Ley de Régimen Local de
1955 y el Reglamento de Haciendas Locales de 1952 las normas que se
encargaban de establecer con más detalle los requisitos para su constitución
y funcionamiento, así como de las competencias a asumir. Actualmente, son
los arts. 36 y 37 TRLRHL los que regulan esta figura como una forma de
colaboración ciudadana. Dos son las posibilidades que se ofrecen a los ciu-
dadanos para constituirse en Asociación Administrativa de Contribuyentes:
una, la prevista en el apartado primero del art. 36, en la que a iniciativa
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según las normas aplicables a la entrada en vigor de esta ley» (Disposición tran-
sitoria de la LTPP).
Por su parte la actual LGT parece retroceder en el terreno conceptual y
práctico de la parafiscalidad cuando en su Disposición adicional primera
les reconoce naturaleza de tributo, remitiéndose en cuanto a su regulación
a su normativa específica, sin perjuicio del carácter supletorio de la LGT
lo que implica una quiebra de la pretendida generalidad de nuestra Norma
Común Reguladora.
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