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directa e inmediatamente sin necesidad de ningún acto legislativo posterior. Así la estipulación de un
tratado se considera ejecutable por sí misma (self-executing) cuando es susceptible de una aplicación
inmediata y directa sin que sea necesaria una acción jurídica complementaria para su implantación o
exigibilidad. De esta manera, como señala Loretta Ortiz Ahlf, se considera que hay auto ejecutividad
cuando la disposición o norma respectiva ha sido redactada de tal forma que de ella surge una regla
que los tribunales y órganos judiciales internos puedan aplicarla en cualquier caso concreto de su
conocimiento. De esta manera y siguiendo a César Sepúlveda los tratados auto ejecutivos self-
executing serán aquellos que en su cuerpo contienen normas que pueden recibirse como leyes
internas sin necesidad de que se dicten otras normas para transformarlas en ordenamientos
domésticos. Se aplican directamente como derecho local, sin necesidad de legislación
complementaria.
Esto ocurre, según señala Michel Virally, ya que algunos sistemas constitucionales exigen que antes
de poder aplicar como derecho interno cualquier disposición de un tratado (aun cuando éste ya haya
sido ratificado con la aprobación del Poder Legislativo) debe ser incorporado al derecho interno
mediante la correspondiente legislación. Éste es un sistema dualista en el que los tribunales del
ordenamiento jurídico interno solo aplican la legislación interna aprobada para poner en vigor el
tratado y no el tratado mismo, y pueden hacerlo únicamente en tanto dicha legislación esté vigente.
Esta es la situación en el Reino Unido por lo menos formalmente.
La doctrina judicial distingue entre tratados que son directamente aplicables como derecho y tratados
que no son directamente aplicables, y cuando una Corte sostiene que un Tratado es del grupo non-
sef executing está actuando de un modo nacionalista en “protección” del sistema legal doméstico
frente a la influencia de las normas jurídicas de carácter internacional. Generalmente la doctrina
judicial ha permitido cierta discrecionalidad para determinar que tratados son self-executing y cuales
non-sef executing. Ello ha hecho que las cortes o tribunales nacionales ejerciten a menudo su
discrecionalidad en el sentido de considerar a muchos tratados en la categoría de no directamente
aplicables (non-sef executing); sin embargo, las cortes o tribunales transnacionales o internacionales
se han inclinado en catalogar a la mayoría de los tratados dentro de la categoría de aplicables
directamente (sef executing). Esto ha ocurrido sobre todo en los tratados de derechos humanos, los
cuales se consideran que crean derechos en favor de las personas, que pueden ser directamente
reclamables ante sus órganos jurisdiccionales como cualquier ley local. De esta manera, como dice
Alejandro Saiz Arnaiz, tienden a desdibujarse en cierto grado y en el ámbito de los derechos
fundamentales, las diferencias entre los acuerdos self-executing y los que no lo son.
Otros Aspectos
Así, siguiendo a Thomas Buergenthal, los tratados o normas determinadas como no autoejecutables
(non-sef executing) no pueden sin otras medidas legislativas o ejecutivas adicionales a la aprobación
o ratificación del tratado, dar lugar al surgimiento a derechos legales u obligaciones reclamables ante
los tribunales domésticos. Se trata de disposiciones, según señala Rojas Amandi, que se dirigen
expresamente a los Estados, obligándolos a adoptar determinadas medidas previas a su aplicación,
precisamente por no ser posible sin ellas su aplicación directa e inmediata por parte de los órganos
internos del Estado(jueces y administración pública).
En suma, lo verdaderamente importante para catalogar a un tratado o a una norma como non-sef
executing es que no sea posible su aplicación inmediata por carecer de las características necesarias
a juicio del órgano aplicador como son la voluntad de los autores y el carácter completo de la norma
Es preciso señalar que el carácter ejecutivo o no de las normas contenidas en los tratados tendrá que
ser determinado de forma casuística, dependiendo de las normas contenidas en ellos, pero en todo
caso se ha señalado que desde el punto de vista del derecho internacional la falta de cumplimiento
de tales normas sean ejecutivas o no ejecutivas genera responsabilidad para el Estado que es parte
de un tratado. Tal ha sido básicamente la regla establecida por la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados contenida bajo el principio “Pacta Sunt Servanda” establecido en el art. 26
que determina que “todo tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplidas por ellas de buena
fe”, el cual se reafirma con el artículo 27 que determina que “una parte no podrá invocar las
disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado” (salvo lo
dispuesto en el artículo 46 dela propia Convención). Esto quiere decir que, aunque un Estado
determinen o poder aplicar por parte de sus tribunales una norma de carácter no autoaplicativa, ello
no implica que el Estado no tenga la obligación de legislar en un determinado sentido (el del tratado)
y que el no hacerlo le acarrea una responsabilidad internacional.
Desarrollo
Es preciso señalar, como bien dice Humberto Nogueira Alcalá, que los tratados de derechos humanos
por su propia naturaleza se consideran como normas de tipo self-executing (autoejecutivas)
obligando a que los jueces nacionales los apliquen de manera directa realizando un control de
convencionalidad, lo cual implica que el derecho vigente y vinculante no sólo es el que proviene de
fuentes internas, sino también el que proviene de fuentes internacionales. Por tanto, los derechos de
tales normas deben ser asegurados y garantizados a través de la función jurisdiccional doméstica, de
tal suerte que no hacerlo implica responsabilidad al Estado por dicho incumplimiento.
De esta manera, si bien cada Estado parte de un tratado puede elegir de cierta forma, como hacer
efectivos los derechos humanos en su ámbito interno, lo que no puede hacer de ningún modo es no
cumplir con ellos y no aplicarlos, aduciendo que tales derechos no pueden ser ejercidos por hacer
falta alguna norma nacional.
Esta teoría representada por HANS KELSEN Y WELZEN sostiene que hay un sistema normativo universal o
en consecuencia un único sistema jurídico.
Esta unidad del ordenamiento jurídico conlleva la prevalencia del Derecho Internacional, que delega en los
órganos nacionales la facultad para dictar el ordenamiento nacional. Según KELSEN, las normas jurídicas
derivan su validez y su fuerza obligatoria de otras normas superiores desde el punto de vista jerárquico hasta
llegar a la norma fundamental.
HANS KELSEN señala que "la construcción dualista, llevada a sus últimas consecuencias, origina a hacer de lo
que llamamos derecho internacional una especie de moral o de derecho natural, y no un verdadero derecho". Para
este autor es igualmente claro que las "reglas de derecho interno pueden aplicarse y se aplican de hecho a las
relaciones entre Estados, como inversamente las de derecho internacional (se aplican) a las relaciones entre Estado
y sujetos". Esto lleva a KELSEN a concluir que la afirmación de que "el derecho interno y el derecho internacional
constituyen dos sistemas de reglas independientes pero simultáneamente válidos es insostenible"
En otros tópicos KELSEN señala que “No existe ninguna materia que, por su sola naturaleza, caiga en forma
exclusiva dentro de la jurisdicción doméstica del Estado, materias que por su sola naturaleza no pudieran ser
reguladas por una norma general o especial de derecho internacional. El derecho internacional puede regular
todas las materias, incluso aquellas que normalmente son reguladas por el derecho nacional solamente y
consideradas, por lo tanto, como materias “domésticas”; por ejemplo, cuestiones constitucionales tales como la
forma de gobierno, la adquisición y pérdida de la nacionalidad, problemas laborales, todos el campo de las
políticas sociales, los problemas religiosos, cuestiones de inmigración y aranceles, problemas de derecho penal
y de procedimiento penal, problemas de derecho civil y de procedimiento civil
“En caso de conflicto entre una norma establecida de derecho internacional y una ley más reciente del derecho
internacional, los órganos del Estado no necesariamente deben considerar a la ley como norma válida. Es
perfectamente posible que los tribunales estén facultados para rechazar la aplicación de la ley, del mismo modo
que ellos a veces tienen competencia para rechazar la aplicación de una ley inconstitucional. Y lo mismo puede
decirse en el caso en el caso de conflicto entre una ley y un tratado posterior. Podría ser que según la constitución
del Estado respectivo, el tratado, y no la ley, deba ser aplicado. La pregunta sobre si en caso de conflicto entre
el derecho nacional y el derecho internacional, uno o el otro deben primar sólo se puede responder sobre la base
del derecho nacional respectivo; la respuesta no se puede deducir de la relación que se asume que existe entre
el derecho internacional y el derecho nacional. En la medida que, de acuerdo al derecho nacional positivo, no
se excluya que en caso de conflicto entre este derecho y el derecho internacional sea el primero el que deba
considerarse como válido, tenemos que asumir aquí, que los órganos del Estado estarían obligados a aplicar el
derecho nacional, aún cuando éste fuera contrario al derecho internacional ”
Por último, solamente falta situar a los derechos en el ámbito de la ética pública,
presentándose como instrumentos que poseen un sentido procedimental al favorecer el
logro de diferentes metas sociales, orientadas al bienestar de la ciudadanía. Un ejemplo
son los principios rectores de nuestra Constitución.
En líneas generales el modelo dualista defiende una concepción de los derechos que
puede ser descrita desde dos perspectivas:
1. Una finalista en la que los derechos son la traducción normativa de los valores de dignidad,
libertad e igualdad.
2. Otra funcional. Aquí los derechos asumen una cualidad legitimadora del Poder, formando un
conjunto de reglas fundamentales que establecen la forma de organización política. En el caso
nacional, nuestras reglas justificarían el poder existente al estar en una Constitución ratificada
por el pueblo.
Así pues el modelo dualista concibe los derechos como instrumentos éticos y
jurídicos, subrayando su dimensión histórica y presentándolos como forma
de legitimación del Poder.
Para hablar de derechos fundamentales se hace necesario estar en presencia de figuras
que posean una justificación ética y que además estén incorporadas al Ordenamiento
jurídico.
Siguiendo este punto, una posición iusnaturalista sobre los derechos implica la no
distinción entre problemas justifica torios y conceptuales. En efecto, consideran que
derechos gozan de una justificación ética independientemente de su incorporación a un
Ordenamiento jurídico concreto.
El iusnaturalismo se caracteriza por la defensa de dos tesis: una de carácter ético, que
se traduce en la posibilidad de defender y conocer postulados moralmente correctos y
otra de carácter jurídico, consistente en la afirmación de que la validez de las normas
jurídicas depende de su conformidad con esos postulados morales. Así, lo que sirve para
diferenciar entre distintos tipos de iusnaturalismo, no es la tesis jurídica sino el origen y
la justificación de los postulados morales. Dicho de manera llana: la validez de una
norma jurídica solamente depende de una serie de postulados morales. Estos
postulados morales se agrupan entorno a la idea de Justicia. Resolviendo el
silogismo nos queda que un derecho será válido si es justo.
Una posición positivista sobre los derechos implica, en cambio, no prestar atención a la
cuestión sobre su justificación a la hora de elaborar un concepto. Para esta posición los
derechos fundamentales son los así denominados por un Ordenamiento jurídico
concreto. Ello no implica que todo positivismo desatienda o deje a un lado los referentes
éticos de los derechos.
Una vez situadas ambas posiciones, llega el momento de hablar de la posición que toma
el Dualismo. El modelo dualista no excluye ninguna de las dos teorías, sino que las
combina. Y es aquí donde radica uno de sus principales problemas, ya que ha de resolver
si las exigencias de justificación moral y la necesidad de incorporación al Ordenamiento
jurídico están en planos igualmente importantes o si prima alguno de ellos.
Un defensor de la teoría dualista mantendrá que no basta con la justificación ética sino
que es necesaria la incorporación de la pretensión a Derecho, siendo necesario una
incorporación al ordenamiento. Concluimos pues que:
Ahora bien, el proceso para conformar nuestra Sistema Jurídico Mexicano, inicia con la Independencia
de México, cuando en octubre de 1814 se publica el Decreto Constitucional para la Libertad de las
Américas, si bien …
Durante este periodo el País se ve envuelto en una lucha desgastante hasta que se logra restablecer
la Republica.
Por último nuestra actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 4 de
febrero de 1917, concebida antes de finalizar la Revolución Mexicana.
Los fundamentos o principios de nuestra Constitución, los cuales definen la estructura política y
protegen y hacen efectiva, lo que de ella emanan, son los siguientes:
Derechos Humanos.- En el art. 1º Constitucional, queda establecido que en los Estados Unidos
Mexicanos, las personas gozarán de los derechos humanos establecidos en la misma, pero también
de todos los que se establezcan en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea
parte.
Considerando que los derechos hombre son ideas generales y abstractas, las garantías vienen a
individualizar y concretarlas. En nuestra Constitución se divide las garantías individuales en tres
grandes partes: los derechos de igualdad, libertad y seguridad.
También establece las garantías sociales, las cuales establecen las obligaciones del estado hacia los
grupos sociales, asegurando una existencia biológica con dignidad.