Está en la página 1de 3

LAURA LA FARMACEUTICA Y GREGORIO

Una historia que alguien contaba acerca de algo que sucedió en


Madrid, quizás, no hace mucho tiempo.

Sucedió que en una farmacia de un céntrico barrio, la de Laura


Bustos, entró una tarde un hombre de buen aspecto, bien vestido y
de unos 45 años, que comenzó a dar mirando al suelo, como si
buscara algo. Cuando le tocó su turno, en voz baja comentó:
atienda, atienda, que yo no tengo prisa.

Mientras, Laura se sintió observada cuando ella no miraba hacia él


y en una ocasión se cruzaron las miradas. Rápidamente él, volvió a
bajar la cabeza para seguir mirando las baldosas.

-Puedo ayudarle, -dijo la farmacéutica una vez habían sido


atendidos todos los clientes. ¿Le duele el cuello quizás?

-No, no...Gracias... ¿Tendría Ud. aspirinas?

-¡Claro que sí! ¿Le pongo una caja?

-No, no, deme 10, por favor...

-Ahora mismo...

-Mejor póngame 20 cajas.

-Tantas no tengo; tendría que pedírselas para mañana.

-Perfecto, ¿Se las pago ahora?

-No es necesario; desde las 10 de la mañana puede recogerlas.

-Si no le importa vendré por la tarde....

Y Gregorio Galán regresó al día siguiente, y al otro y al otro... Todos


los días, y en cada ocasión pidiendo jarabes, vitaminas, dentífricos,
cepillos,... y todo tipo de pastillas, grageas y píldoras,... lo que fuere
pero cada día la misma operación: mirar hacia el suelo, intentar
observar a Laura cuando ella estaba atendiendo...y llevarse una
bolsa con productos.

1
Posteriormente, a los dos meses, Laura comenzó a recibir,
diariamente, docenas de ramos y cestas de flores, algo que le
causaba una gran extrañeza, máxime al mantenerse en el
anonimato la persona que las enviaba.

Así trascurrieron tres años sin cambio alguno en los sucesos y en el


comportamiento de Gregorio. Y muchos días, al tener que poner en
la puerta de la calle el “botánico” que recibía, entraban personas
preguntando si la farmacia también era floristería.

Entonces tomo la determinación de solicitar los servicios de un


detective privado para que descubriera al autor de los envíos
florales.

El día que lo supo, esperó a Gregorio que siempre se acercaba a


última hora, le dijo que esperara de atender al último cliente y luego,
cerrando la farmacia y quitándose la bata, se acercó a él con gesto
cariñoso y extrañado al mismo tiempo.

- Gregorio, ya sé que ha sido Ud. el que durante todo este tiempo


me ha enviado la flores, el mismo que viene todas las tardes a
verme, porque así lo siento.

Creo que, tras tres años, y siendo adultos, hemos de hablarnos de


tú y que me hables con cierta intimidad y confianza acerca de cuál
ha sido tu propósito. Ven acércate, dame un abrazo y permite que
te de un beso.....

-¡No, no,...no podría incumplir mi promesa...!

-¿Qué promesa, Gregorio?

-Mira, yo tengo un hermano que se enamoró y sigue enamorado de


Usted. Laura. Él como es tímido, me hizo prometerle que yo sería
su emisario y conseguiría hablar con Ud. para que, al menos,
consintiera conocerlo el día y en el lugar que le parezca... Mire aquí
tengo una foto suya... y quizás lo recuerde de alguna vez que vino
a comprar juanolas...

2
No se sabe que es lo que Laura le dijo, lo cierto es que se oyó
abrirse y cerrarse rápidamente el cierre metálico tras la salida de
Gregorio, cabizbajo y tritón.

Nada se supo del tema, hasta que un año más tarde un observador
se dio cuenta que una farmacia del Barrio de Salamanca se estaba
transformando pues a diario aparecían en su puerta docenas de
cestas y ramos de flores....

También podría gustarte