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El Comité de Basilea fue creado por los Gobernadores de los Bancos Centrales de los países del
Grupo de los Diez en1974. Actualmente está compuesto por representantes de los Bancos
Centrales de Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Luxemburgo, Países Bajos,
España, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos.
El Banco de España es miembro de pleno derecho desde el año 2001. A sus reuniones
plenarias, que se celebran cuatro veces al año, asisten también representantes de la autoridad
nacional supervisora cuando esta función no recae en el Banco Central respectivo.
Objetivos de Basilea II Como consecuencia de los déficits citados se hacía necesario un nuevo
marco regulatorio que permitiera a las entidades de crédito una adecuada gestión y control de
los riesgos asumidos. En este contexto el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea comenzó a
elaborar en 1999 el acuerdo de Basilea II. Tres son los objetivos que, añadidos a los que
motivaron Basilea I, inspiran el nuevo acuerdo. En primer lugar con este nuevo texto se busca
dotar de una mayor sensibilidad al riesgo a las exigencias de capital requeridas a las entidades
de crédito, en segundo lugar y como consecuencia del incremento en la complejidad del
negocio bancario, se persigue disponer de diferentes metodologías y sistemas de medición
para determinar el capital regulatorio por riesgo de crédito y por riesgo operativo que mejor se
adecuen a la situación de cada entidad de crédito en concreto y, finalmente, en tercer lugar, se
trata de fomentar las mejores prácticas de los bancos en cuanto a las técnicas que desarrollen
para gestionar los riesgos que asumen mediante unas menores exigencias de capital.
En este nuevo acuerdo se asume que para lograr una adecuada gestión de los riesgos y para
mantener unos recursos propios suficientes en función de los riesgos asumidos por una
entidad bancaria, no basta con establecer unas exigencias mínimas de capital que deban
cumplir las entidades, sino que es necesario el desarrollo de herramientas y metodologías de
gestión de riesgos por parte de cada entidad, así como la supervisión y control de dichas
herramientas.
Para conseguir los objetivos planteados el acuerdo de Basilea II se estructura en torno a tres
pilares básicos. El primero hace referencia a las exigencias de capital, concretamente a la
determinación del ratio mínimo de capital, el segundo pilar recoge los aspectos clave del
proceso de supervisión de la adecuación del capital que mantienen las entidades y el tercer
pilar promueve una mayor disciplina de mercado median-te un incremento en la transparencia
informativa de las entidades bancarias
En la tabla 1 podemos observar los elementos que han permanecido sin modificarse, los que
han cambiado y los que se han introducido como novedad en el nuevo Acuerdo de Basilea II
con respecto al anterior Acuerdo de 1988.Podemos observar que las exigencias de mantener
como capital mínimo un 8% de sus activos ponderados por el riesgo, así como el tratamiento
del riesgo de mercado que asumen las entidades bancarias, incorporado al acuerdo de Basilea I
mediante una modificación producida en 1996,se mantienen inalterados. En el ratio de capital
mínimo (ver Tabla 2) se mantiene el numerador y el 8% mínimo exigido, pero se modifica la
ponderación de los activos, que ya no es tan genérica como en el acuerdo de 1988, y se tienen
en cuenta las calificaciones de empresas de rating así como modelos internos elaborados en el
propio banco.
Con Basilea II, las entidades bancarias pueden elegir entre dos alternativas diferentes para la
evaluación del riesgo de crédito. En primer lugar nos encontramos con el método estándar que
se basa en el método aplicable bajo Basilea I para la evaluación del riesgo de crédito,
mejorando el sistema de ponderaciones de los activos mediante las agencias de calificación de
rating autorizadas por el organismo supervisor, (ver Tabla 2), haciéndolo menos genérico.
Recordemos que ese se convirtió en uno de los principales problemas del anterior acuerdo.
Así, con Basilea II se amplían las categorías de exposiciones a riesgo de crédito y se establecen
pon-de raciones fijas entre los diferentes activos, relacionadas con el nivel de riesgo que
agencias de calificación, externas e independientes, asignan a dichos activos.
En segundo lugar nos encontramos con los métodos basados en calificaciones internas IRB
(Internals Ratings-Based), que tienen un doble enfoque: enfoque básico y enfoque avanzado.
En este caso son los propios bancos los que determinan la medición de los principales factores
de riesgo, mediante la aplicación de los métodos que ellos mismos han desarrollado. Los
factores de riesgo considerados son los siguientes: probabilidad de impago, pérdida en caso de
impago o severidad, exposición en el momento de impago y vencimiento. Los procedimientos
que desarrolla cada entidad para la medición de sus factores de riesgo deben ser aprobados
por el organismo supervisor.
No todos los elementos necesarios para el cálculo de los recursos propios son desarrollados
por el propio banco, ya que las fórmulas que relacionan los factores de riesgo con el nivel de
capital las ofrecen los supervisores.
Los enfoques básico y avanzado se diferencian en la cantidad de factores de riesgo que vienen
determinados desde la entidad bancaria. En el enfoque básico la propia entidad determina
sólo la probabilidad de impago, mientras que en el enfoque avanzado, es la entidad la que
determina todos los factores de riesgo.
Riesgo de Mercado:
Las exigencias de capital por el riesgo de mercado en el que incurre una entidad bancaria, no
sufren modificaciones con respecto a Basilea I. Se permiten dos metodologías para la
evaluación y determinación de este tipo de riesgo. En primer lugar, aplicando el método
estándar, las exigencias de capi-tal por este riesgo se determinan de forma individual para
Cada uno de los elementos que intervienen en el riesgo de mercado. En segundo lugar, están
los modelos de valoración internos, modelos de medición desarrollados por cada entidad que
tratan conjuntamente todos los elementos que inter-vienen en el riesgo de mercado. Es
necesaria la autorización del organismo supervisor correspondiente, para la aplicación de estos
modelos.
Riesgo Operativo:
Finalmente el riesgo operativo es una novedad de Basilea II, puesto que en Basilea I no se tenía
en cuenta. El riesgo operativo se define como la pérdida que pudiera producirse como
consecuencia de fallos en los procesos internos, personal o sistemas o como resultado de
acontecimientos externos. Incluye el riesgo legal, pero no el estratégico o el de reputación.
Basilea II propone tres alternativas para el trata-miento de este riesgo. En primer lugar se
encuentra el método del indicador básico que consiste en aplicar un porcentaje fijo sobre los
ingresos brutos promedio de los últimos tres años.
En segundo lugar, el método estándar divide la actividad del banco en ocho líneas de negocios
y se aplica un coeficiente a cada una de esas líneas para determinar los requerimientos de
capital de cada una. Estos métodos, menos sofisticados que los métodos avanzados de
medición interna AMA(Advanced Measurement Approaches), son recomendables para las
entidades bancarias con menores riesgos de este tipo. Los métodos de medición avanzada
interna AMA consisten en la determinación del capital mínimo requerido por riesgo operativo,
mediante la aplicación de metodologías desarrolladas internamente por cada entidad, y que
tienen en cuenta tanto elementos cuantitativos como elementos cualitativos. Estos métodos
desarrollados internamente deben será autorizados por el organismo supervisor para su
aplicación.
Un nivel de recursos propios adecuado a los riesgos a los que está expuesta una entidad
bancaria implica algo más que cumplir con el ratio mínimo de capital. Hay que tener en cuenta
que nos encontramos en un mundo dinámico donde las tecnologías avanzan cada día más
rápido y la innovación financiera crea productos cada vez más complejos. Así como Basilea I se
quedó obsoleto para una adecuada medición y gestión del riesgo por parte de las entidades
bancarias, lo mismo podría ocurrir con Basilea II, si este acuerdo se limitase a modificar el ratio
de capital mínimo (Pilar 1). Por ello es necesario que el organismo supervisor cuente con un
papel destacado, de tal manera que oriente y evalúe la idoneidad de los métodos
desarrollados por los bancos en la ges-tión de sus riesgos, e intervenga cuando así lo estime
necesario. Hay tres importantes aspectos a ser tratados dentro de este segundo pilar: los
riesgos que se consideran en el primer pilar pero que no se cubren por completo, aquellos
factor es que no tiene en cuenta el pilar 1, y los elementos externos al banco como por
ejemplo los efectos del ciclo económico. De este modo, el Pilar 2 se ha estructurado en torno a
cuatro principios básicos y otras cuestiones específicas. El Principio1 plantea que los bancos
deben contar con un proceso para evaluar la suficiencia de su capital total en función de su
per-fil de riesgo y con una estrategia para mantener sus niveles de capital. El Principio 2 recoge
que los supervisores deben examinar las estrategias y evaluaciones internas de los bancos
relacionadas con la suficiencia de capital, así como la capacidad de éstos para vigilar y
garantizar el cumplimiento delos coeficientes de capital regulador. Las autoridades
supervisoras deberán intervenir cuando no queden satisfechas con el resultado de este
proceso. El Principio 3 dice que los supervisores esperarán que los bancos operen por encima
de los coeficientes mínimos de capital regulador y serán capaces de exigirles que mantengan
Capital por encima de este mínimo. Y el Principio 4 argumenta que los supervisores tratarán de
intervenir con prontitud a fin de evitar que el capital descienda por debajo de los niveles
mínimos que exigen las características de riesgo del banco. Asimismo, deberán demandar la
inmediata adopción de medidas correctoras si el capital no se mantiene en el nivel requerido o
no se recupera ese nivel. En cuanto a las cuestiones específicas a considerar en el pro-ceso de
examen supervisor, nos encontramos con algunos riesgos básicos que no están tratados de
forma directa en el primer pilar, y con evaluaciones que el organismo supervisor debe llevar a
cabo para garantizar que determinados aspectos del Pilar 2 funcionen correctamente.