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Gestión de cartera

¿Qué es la gestión de la cartera?


La gestión de la cartera es la organización de los activos financieros de un inversor para reducir el
riesgo y maximizar la rentabilidad. Esto implica tomar decisiones de inversión calculadas y utilizar
estrategias de negociación.
¿Dónde has oído hablar de la gestión de carteras?
Si cuentas con una cartera de inversiones, es probable que te hayan hablado de la importancia de su
gestión.
Hace poco, BNP Paribas fue noticia por recortar activos de riesgo de su cartera de préstamos por
valor de 3.000 millones de euros. Esto le ha valido al banco ser elegido Gestor de la Cartera de
Créditos del Año en los Risk Awards.
Lo que debes saber sobre la gestión de la cartera...
Hay cinco aspectos fundamentales que debes tener en cuenta para gestionar tu cartera de forma
eficaz:
Tolerancia al riesgo: normalmente, a mayor riesgo, mayor rentabilidad. Si asumes mucho riesgo es
posible que ganes mucho dinero o que lo pierdas, pero si evitas el riesgo absolutamente, no es muy
probable que ganes ni pierdas. La cartera ideal debería lograr un concienzudo equilibrio del riesgo
dependiendo de la tolerancia al mismo del inversor.
Medición del rendimiento: establecer referencias y medir el rendimiento de tu inversión te permite
realizar un seguimiento de los posibles errores y conocer la ratio riesgo/rentabilidad. Si utilizas un
gestor de cartera, recuerda tener en cuenta su estilo de inversión para gestionar el rendimiento de tu
cartera.
Asignación de activos: los distintos activos avanzan en direcciones diferentes y tienen distintos
niveles de estabilidad. Elegir una mezcla de activos puede ayudar a reducir el riesgo y maximizar la
rentabilidad ponderando la volatilidad e invirtiendo como corresponda.
Diversificación: la volatilidad de los mercados y el riesgo que implica invertir puede reducirse
haciéndolo en diversos valores, mercados y sectores diferentes. Así, si un mercado se desploma, no
perderás todo tu dinero.
Reestructuración: el precio de los valores en el mercado cambia con el tiempo, afectando a la
rentabilidad de tus inversiones y a la ponderación de las mismas en tu cartera. Reestructurar
habitualmente tu cartera te asegura que mantienes un buen equilibrio entre el riesgo y la
rentabilidad, al devolver la ponderación de los activos a su nivel inicial.
Gestión de carteras de inversión
Objetivos
El presente capitulo versará monográficamente sobre los distintos elementos relacionados con la
gestión de carteras, y ha sido concebido como vehículo para divulgar algunos conceptos, técnicas y
comportamientos a tener en cuenta antes de confiar nuestros capitales a terceros.
Por lo que el principal objetivo de este apartado, es el de llegar de manera especial al inversor final,
quien en un gran número de ocasiones será persuadido por vendedores de productos financieros
para que les otorgue la gestión de su cartera.
Muchas veces debido a la facilidad con que estos utilizan un gran número de variables y conceptos
difíciles de asimilar por el inversor final, dificultan una comprensión óptima de las características
principales de la inversión ofrecida, por lo que durante el desarrollo de este capítulo mostraremos
los principales puntos a tener en cuenta en el proceso de selección.
En ningún caso se abordarán en profundidad los aspectos técnicos necesarios para una gestión
profesional desde la vertiente gestora, puesto que para este fin se puede recurrir a una abundante
bibliografía existente en el mercado, a la cual el gestor habrá acudido ya en su proceso formativo.
A través del contenido desarrollado se podrán evaluar puntos clave para el inversor relacionados
con la rentabilidad, parámetros de riesgo, asset allocation, optimización de resultados a través de
variables estratégicas, distribución eficiente del peso de los distintos productos que componen la
cartera, efectuar coberturas sobre los distintos riesgos, implicaciones fiscales, etc.
Si la presente lectura finalmente consigue aportar algo de luz al inversor que facilite alguno de los
objetivos como, el poder maximizar la rentabilidad de sus ahorros, conocer los riesgos y como
reducirlos, conocer como valorar algunos
conceptos sobre las distintas formas de gestión o tener elementos para discernir como escoger de
manera eficiente a su gestor, habrá cumplido el fin perseguido por el autor.
Introduccion a los mercados de capitales
Los capitales precisan ser invertidos en cualquiera de sus formas para continuar generando riqueza,
si estos permanecen fuera de los circuitos financieros se van depreciando paulatinamente debido al
aumento de la inflación, además podrán verse afectados tanto por los cambios en la valoración de
las divisas, como por la fluctuación de los tipos de interés.
Por ello el inversor debe buscar siempre la mejor forma de alcanzar la apreciación de sus recursos
monetarios en el tiempo.
Una de las maneras para buscar dicha apreciación es la inversión en el plano empresarial a través de
sus múltiples variables, pero que en este capítulo será obviada por no corresponder con la temática
del mismo, sí valoraremos la otra más utilizada a nivel mundial, la de acudir a los mercados
cotizados para realizar inversiones sobre multitud de productos y subyacentes.
Esta última, genera unas posibilidades inmensas para revalorizar patrimonios, puesto que además de
poner a disposición del inversor múltiples productos acordes a las distintas necesidades existentes,
permitirá al gestor hábil, tanto invertir en activos con expectativas de revalorización, como
protegerse ante tipos de interés adversos o cubrirse ante los cambios en las cotizaciones de las
divisas contrarios a sus intereses.
Los mercados cotizados fueron concebidos como lugar para el intercambio de bienes a nivel global,
tanto si estos se precisan de forma física, como si tan solo se desea participar del trasiego
económico sobre los mismos, en cuyo caso solo acaba produciéndose un intercambio de capitales.
A ellos acuden por una parte las corporaciones que necesitan dinero para financiar sus proyectos y
por otra los inversores que disponiendo de liquidez están dispuestos a prestar su capital a cambio de
una rentabilidad.
En la renta variable, cuando un activo sale a cotizar lo hace principalmente buscando una
financiación favorable, puesto que el inversor aportará capital sin que la cotizada deba comprometer
remuneración alguna, a cambio cederá a este una participación en forma de acciones, las cuales
dependiendo de la evolución de la cotización en bolsa de la compañía podrá o no, recibir un posible
beneficio.
En cualquier caso el inversor asume ciertos riesgos, ya que si la cotización se devalúa respecto al
precio vigente en el momento de su aportación, no solo no recibirá beneficio sobre el capital
aportado sino que además perderá parte de su capital.
Una de las grandes cualidades que tiene la inversión en los mercados cotizados es que permiten
participar en cualquier momento y sin límite de cantidades en el trasiego económico sobre los
principales productos o compañías a nivel mun-dial, sabiendo que en cualquier momento y con
mucha facilidad podrán retornar a la liquidez, lo cual no es posible conseguir en las transacciones
económicas de carácter empresarial.
Las variables que pueden afectar a las cotizaciones son numerosas, ya que en el precio de las
mismas no solo se reflejan los resultados empresariales, sino que se ven afectadas por numerosos
parámetros intangibles, como las noticias y las expectativas sobre su evolución futura.
El gestor deberá prestar atención al mayor número posible de variables que puedan influenciar el
comportamiento de los precios, conocer y seguir de cerca la evolución de los distintos subyacentes
permite comprender dónde se está invirtiendo y ajustar los acontecimientos a la evolución técnica
de los valores.
Las bolsas de valores proporcionan la estructura necesaria para garantizar el cruce de operaciones
entre compradores y vendedores, facilitando el nexo de unión de ambas partes con total garantía, a
la vez que proveen información y servicios esenciales como la transmisión electrónica de los
precios en riguroso tiempo real, lo que facilita una participación rápida y efectiva desde cualquier
punto del planeta.
Uno de los requisitos necesarios para invertir en un producto o subyacente es que este tenga un alto
nivel de liquidez, ya que ello facilitará comprar o vender a un precio razonablemente próximo al
nivel deseado. De lo contrario pueden producirse excesos, especialmente cuando se desea salir de
un valor, ya que las horquillas pueden ampliarse en gran medida perjudicando de forma muy
considerable el buen resultado de la operación.
Igualmente, cuando los precios sufren una alta volatilidad se producen grandes fluctuaciones en la
cotización que elevan el grado de riesgo sobre dicho producto.
Tanto los bonos como las acciones salen a la luz pública a través de la emisión de títulos en Oferta
Pública, lo cual permite obtener los fondos iniciales entre los subscriptores, reduciendo el riesgo
soportado por el emisor, esta fase se produce en lo que se conoce como mercado primario y está
reservada solo a ciertos inter-mediarios.
Tras finalizar la colocación, los títulos pasaran a negociarse en el mercado secundario, donde la
cotización fluctuará atendiendo a la oferta y demanda, siendo el comprador quien presionará el
precio al alza y el vendedor a la baja, dependiendo de la disposición de ambos las horquillas de
precios podrán tender a separarse o contraerse. Una horquilla con poco diferencial entre el precio de
compra y el de venta nos indica una mayor liquidez en el mercado correspondiente.
Conocer los productos
Uno de los puntos a tener en cuenta para desarrollar una gestión correcta es la de conocer qué
productos tiene a su disposición el gestor para llevar a buen término su objetivo. Atendiendo al
perfil del inversor, sus preferencias, la aversión al riesgo, las necesidades puntuales de liquidez etc.,
la inversión deberá decantarse por seleccionar los más idóneos.
También deben valorarse aspectos fundamentales como si los productos permitirán acceder a un
mayor número de mercados, si sus costes operativos son más o menos gravosos, cuál es el grado de
liquidez que nos ofrecen y si el tratamiento fiscal es óptimo para sus intereses.
Hagamos un repaso de los productos más utilizados en el mundo de la gestión viendo algunas de
sus características principales, sobre todo buscando los beneficios o las desventajas que en ellos se
pueden encontrar. Debemos remarcar que en ningún caso se pretende abarcar todos los pormenores
de cada producto puesto que ello precisaría una gran profusión de detalles que quedan fuera del
alcance de este capítulo.
Renta fija
Las emisiones de renta fija son empréstitos del Estado (Deuda Pública) o de las empresas (Deuda
Privada) con el fin de obtener financiación.
Los productos principales emitidos en renta fija son los siguientes:
- Deuda pública: letras del tesoro, bonos y obligaciones del estado.
- Deuda Autonómica y de otros Organismos Públicos
- Renta fija privada: pagarés, bonos, obligaciones, convertibles y titulizaciones.
La inversión en productos de renta fija representa en mayor medida un peso muy significativo en las
carteras gestionadas, sobre todo cuando hablamos de patrimonios importantes, puesto que esta
ofrece un grado de seguridad para volúmenes de capital considerables que si tuvieran que estar
expuestos en renta variable en su totalidad, dificultaría un eficaz control del riesgo por parte del
gestor. De esta manera, toda vez decidida qué porción del capital se destina a este tipo de productos,
se asegura un rendimiento mínimo que el gestor buscará complementar con la gestión de la parte
destinada a renta variable.
Estas emisiones de deuda que emiten tanto los estados como las corporaciones empresariales, tienen
como finalidad buscar financiación a cambio de abonar un tipo de interés...

Gestión de cartera: 5 formas de invertir tu capital


Cualquier profesional que se dedique a las finanzas y a los negocios sabe que la gestión de
carteras es un elemento indispensable para la marcha de las empresas. El equilibrio entre lo que
ingresamos y lo que invertimos debe mantenerse para no poner en riesgo su continuidad y
su viabilidad financiera.
Sin embargo, pocas veces reparamos en aquellas situaciones en que un negocio cuenta con cierto
nivel de activos y tiene delante un panorama financiero favorable. ¿En qué invertir dichos activos?
¿Cómo sacarles el máximo provecho?

5 fórmulas para la gestión de carteras en la inversión


Desde tiempos inmemoriales, el principio básico de las inversiones de capital, sea cual sea su forma
o expresión, ha sido uno solo: hacer crecer el dinero lo que más podamos mientras disminuimos el
riesgo de quedarnos sin él.
Esto quiere decir básicamente que una inversión no tiene riesgos por sí misma. Su nivel de riesgo,
por el contrario, dependerá del trabajo que realicemos para gestionarla y del rendimiento que
podamos sacarle en las distintas etapas de la inversión.
De ahí que la gestión de carteras tenga un papel trascendental en cualquier proceso de este tipo,
pues sus responsables serán los encargados de valorar el proceso y, claro, elegir una de las muchas
opciones de inversión que existen:
1. Bolsa:
Es una opción idónea para aquellos negocios que deseen invertir a largo plazo o que no dependan
de la liquidez en su día a día. Inviertes en forma de dividendos y esperas a que las acciones suban y
arrojen beneficios. Básicamente se trata de comprar la participación en empresas o sociedades de
diverso tipo. Cuando los mercados están a la baja la rentabilidad es menor.
2. Deuda soberana:
Es una alternativa para inversiones a gran escala. Consiste en comprar la deuda de países a cambio
de un determinado interés, que será tu beneficio. Tiene la desventaja de que si el país en cuestión
quiebra, no cobras nada. Sin embargo, es una situación extrema que no pasa prácticamente nunca.
3. Deuda corporativa:
Similar a la deuda soberana, se aplica a nivel corporativo. Es una alternativa de inversión de alto
riesgo, pues la quiebra de empresas es más probable que la de países. Aun así, es una de las más
extendidas.
4. Efectivo:
Es quizá la forma de inversión más primitiva de todas las que existen. Es propia de economías
domésticas o de empresas pequeñas. Inviertes dinero en efectivo a cambio de ningún interés; el
dinero es la inversión en sí misma.
5. Cuenta:
Aunque también está considerada como una forma de inversión en liquidez, se diferencia del
efectivo en que no es la empresa o el negocio quien atesora los fondos. Dicha labor recae ahora en
una entidad financiera o crediticia, la cual paga un interés previamente fijado. Sin embargo,
conlleva el riesgo de que una mala gestión financiera de la entidad gestora suponga la pérdida de tu
capital.

Ten presente esto: las situaciones favorables en términos financieros no suponen que te
desentiendas de la gestión de cartera. Todo lo contrario, es cuando más debes hacer un trabajo
minucioso para controlar el riesgo de tus inversiones, sea cual sea la opción que hayas elegido para
ello.

CONSEJOS UTILES PARA LA GESTION DE CARTERAS DE INVERSION

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Con estos consejos solo pretendo dar una sencilla guía a aquellos inversores que deseen gestionar su
propio patrimonio financiero. No es ni mucho menos un manual exhaustivo, sino más bien unos
consejos para comenzar con buen pie.
Como se darán cuenta, la gestión de una cartera de inversiones es una tarea que no tiene nada de
fácil o sencilla y que necesita una gran dedicación. En mi opinión llegar a aprender los aspectos
teóricos o mecánicos sea quizá lo menos dificultoso, siendo el lado emocional o psicológico la parte
más difícil de dominar. La gestión de patrimonios no es una ciencia exacta y se compone de un 20%
conocimientos y otro 80% de psicología. A continuación comento de manera sencilla algunos
puntos a tener en cuenta:
1. Fijarse un horizonte temporal amplio, mínimo 5 años. Cuanto más tiempo se mantenga una
inversión más posibilidades hay de generar rentabilidad positiva.

2. Definir el riesgo que queremos o podemos asumir, entendiendo el riesgo como la volatilidad
que la valoración de nuestra cartera puede sufrir en el transcurso del tiempo. ¿Hay estomago
para aguantar rápidos descensos en la valoración?

3. Diversificar por tipo de activo, zona geográfica y estilo de gestión, en función del perfil
inversor de cada uno, modulando el riesgo de la cartera. La diversificación reduce los riesgos,
pero un exceso de diversificación tiende a neutralizar las rentabilidades. Con 10 / 12 posiciones
debería ser suficiente.

4. La distribución de la cartera es el aspecto más importante y lo que determinará la rentabilidad y


riesgo de la misma. La asignación a Renta Variable y sus zonas geográficas, Renta Fija, tanto
de corto como largo plazo, gobiernos o crédito así como zona geográfica, Retorno Absoluto y
Gestion Alternativa, han de estar distribuidas de forma que “el todo” de la cartera arroje el
riesgo y rentabilidad deseado.

5. Como materia prima para la construcción de carteras, en España se deben de utilizar los fondos
de inversión, tanto nacionales como extranjeros, de gestión activa o pasiva, ya que al ser
traspasables sin impacto fiscal, mejoran enormemente la rentabilidad a largo plazo.

6. Seleccionar en la medida de lo posible buenos gestores, con ranking alto en CityWire, que
aporten Alpha y tengan un buen track record. Hay que valorar sobre todo la consistencia de los
resultados a lo largo del tiempo y evitar elegir los fondos fijándose únicamente en los rankings
de rentabilidad. Elegir un fondo únicamente por ser el primero en rentabilidad ese año suele
dar lugar a decepciones.

7. Evitar perseguir las modas con respecto a una inversión o fondo estrella. No perseguir a los
mercados aumentando exposición a los mismos en momentos de euforia. Es mejor mantener
una cartera estable a lo largo del tiempo que ir tratando de anticipar giros en las tendencias de
los mercados.

8. No alinear totalmente la cartera según el consenso mayoritario. Cuando todo el mundo está
posicionado de la misma manera es muy difícil obtener rentabilidad. Alinearse con el
consenso no suele funcionar.

9. Tratar de permanecer flexible, con la mente abierta y escéptico ante lo que va afectando a
nuestra inversión. Cambiar nuestras apuestas de amplio consenso a otras apuestas menos
populares, suele dar resultados positivos.

10. Aprender de nuestros errores. Pensar “esta vez es diferente” suele salir caro en los
mercados. Con el tiempo uno aprende qué tácticas funcionan o no funcionan en los mercados.

11. Mantener bajo control nuestra respuesta emocional ante los desafíos de los mercados. Lo que
distingue a los gestores experimentados de los amateurs es el mayor control de las emociones,
lo cual les permite tomar ventaja en momentos difíciles.

12. Elegir un buen Banquero que haga por nosotros todo lo anterior. Mejor aún si se trata de un
Agente Financiero adscrito a una entidad de Banca Privada. Los Agentes Financieros cumplen
perfectamente con el principal objetivo de la directiva MiFid II, que es la protección del
inversor. El agente vive de su cliente y gestiona sus intereses como propios. Además aporta un
valor añadido a sus clientes frente a un banquero privado ya que, por norma general, gestiona
un número limitado de clientes y puede ofrecer por tanto una mayor dedicación y
personalización.

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