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Formación, circulación y práctica del “saber militar” en el Río de la Plata del siglo XIX

Un recorrido prosopográfico

Leonardo Canciani
CESAL-UNCPBA

En las últimas décadas, la temática de las fuerzas militares y milicianas en relación con la
constitución de un orden republicano –monárquico en el caso de Brasil– y el proceso de for-
mación y consolidación de los Estados nacionales en Iberoamérica ha generado una multipli-
cidad de investigaciones, abordajes y perspectivas que contribuyeron a complejizar y estable-
cer rasgos característicos del mismo en los diferentes países o regiones del continente.

Una de las perspectivas que ha crecido mucho en los últimos años es la que estudia las
guerras en relación con la construcción de los Estados nacionales. El continente americano
durante el siglo XIX fue atravesado por las destructivas guerras de independencia, por un sin-
número de conflictos militares y/o guerras civiles que enfrentaron a diversas facciones en
pugna al interior de los países, como así también por guerras de ocupación contra países euro-
peos y por grandes conflagraciones internacionales entre Estados americanos que modificaron
las fronteras en el continente (guerras de México y Estados Unidos, de la Triple Alianza y del
Pacífico). Los libros de John Keegan, The face of the Battle (1976) e Historia de la guerra
(1995), en los cuales realiza un estudio de la guerra desde la perspectiva de los soldados y un
recorrido sobre la cultura de la guerra a lo largo de la historia de la humanidad, respectiva-
mente, y de Charles Tilly, Coerción, capital y los Estados europeos (1992), que apunta a re-
flexionar sobre el rol de la guerra como motor de la formación y consolidación de los Estados
en Europa, representaron un incentivo para expandir los estudios de ese tipo a las problemáti-
cas y coyunturas propias de América Latina. En este sentido, se destacan los aportes de dife-
rentes historiadores que descubrieron en las denominadas “fuerzas de guerra” y en la guerra
misma ámbitos propicios para avanzar en sus objetos de estudio.1

1
No podemos dejar de mencionar aquí los libros de Miguel Á. Centeno, Blood and Debt: War and Nation-State
in Latin America, Pennsylvania, Pennsylvania State University Press, 2002; Clément Thibaud, Repúblicas en
armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia y Venezuela, Bogotá, Institut
Français d’Études Andines, 2003; Luc Capdevila, Una guerra total: Paraguay 1864-1870. Ensayo de historia de
tiempo presente, Asunción-Buenos Aires, CEADUC-Editorial SB, 2010; Thomas Whigham, La Guerra de la
Triple Alianza, volúmenes I, II y III, Asunción, Taurus, 2010-2012; John Keegan, Secesión. La guerra civil
americana, Madrid, Turner Publicaciones, 2011; Carmen Mc Evoy, Guerreros civilizadores. Política, sociedad y
cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2011; Alejan-

1
Asimismo, no han sido menos importantes los aportes que la historiografía luso-brasileña
ha generado en referencia a los estudios sobre las fuerzas militares y milicianas, al punto de
haber rotulado a esta corriente con la denominación de “nova história militar”. Los trabajos
que significaron un puntapié para la expansión de esta clase de abordajes fueron los de Hen-
drik Kraay “Repensando o recrutamento militar no Brasil imperial” (1999) y los libros de
António Hespanha, Nova História Militar de Portugal (2004), que busca entrelazar la historia
militar portuguesa y la historia de la formación del Estado portugués moderno a partir de nue-
vas metodologías de abordaje; y de Celso Castro, Vítor Izecksohn y Hendrik Kraay, Nova
História Militar Brasileira (2004), en el cual se reúnen artículos que ofrecen nuevas propues-
tas de investigación destinadas a comprender la interacción de las fuerzas armadas y la socie-
dad brasileña a lo largo de su historia. Desde ese entonces, la historiografía brasileña no ha
parado de crecer en la producción de textos e investigaciones referidas a la temática.2

La militarización permanente a la estuvo sujeta la población rioplatense desde las inva-


siones inglesas hasta el último cuarto del siglo XIX, sea por las guerras de independencia o

dro Rabinovich, La société guerrière. Pratiques, discours et valeurs militaires dans le Rio de la Plata, 1806-
1852, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2013; Juan Ortiz Escamilla (comp.), Guerra y gobierno. Los
pueblos y la independencia de México, 1808-1825, México, El Colegio de México, 2014 y Fuerzas militares en
Iberoamérica, siglos XVIII y XIX, México, Colegio de México/Colegio de Michoacán/Universidad Veracruzana,
2005; William Sater, Tragedia andina. La lucha en la Guerra del Pacífico (1879-1884), Santiago, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana, 2016 [2007]; Peter Guardino, La marcha fúnebre. Una historia de la gue-
rra entre México y Estados Unidos, México, UNAM, 2018 y los aportes reunidos en los libros compilados por
Juan C. Garavaglia, Juan Pro Ruiz y Eduardo Zimmermann (eds.), Las fuerzas de guerra en la construcción del
Estado. América Latina, siglo XIX, Rosario, Prohistoria Ediciones/SBLA-Universitat Pompeu Fabra, 2012; Fe-
derico Lorenz, Guerras de la historia argentina, Buenos Aires, Ariel, 2015; Juan C. Garavaglia y Raúl Fradkin,
A 150 años de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2016 y de
Carmen Mc Evoy y Alejandro Rabinovich (eds.), Tiempo de guerra. Estado, nación y conflicto armado en el
Perú, siglos XVII-XIX, Lima, IEP, 2018.
2
Algunos de los más renombrados son los libros de José I. Ribeiro, Quando o serviço os chamava. Milicianos e
Guardas Nacionais no Rio Grande do Sul (1825-1845), Santa Maria, Editora UFSM, 2005; André Fertig, Clien-
telismo político em tempos belicosos. A Guarda Nacional da Província de São Pedro do Rio Grande do Sul na
defesa do Império do Brasil (1850-1873), Santa Maria, Editora UFSM, 2010; Hendrik Kraay, Política racial,
Estado e Forças Armadas na época da Independência. Bahia, 1790-1850, São Paulo, Hucitec, 2011; Miquéias
Mugge, Prontos a contribuir. Guardas nacionais, hierarquias sociais e cidadania. Província do Rio Grande do
Sul – Século XIX, São Leopoldo, Oikos/Editora Unisinos, 2012; y los organizados por Paulo Possamai, Gente de
guerra e fronteira: estudos de história militar do Rio Grande do Sul, Pelotas, Editora da UFPel, 2010; Conquis-
tar y defender: Portugal Países Baixos e Brasil. Estudos de história militar na Idade Moderna, São Leopoldo,
Oikos Editora, 2012 y Miquéias Mugge y Adriano Comissoli, Homens e Armas. Recrutamento militar no Brasil.
Século XIX, São Leopoldo, Oikos Editora, 2011. A ellos, debemos agregar tesis de maestría y doctorado que se
defendieron en distintas universidades brasileñas, como las de Flávio H. Dias Saldanha, O império da ordem:
Guarda Nacional, coronéis e burocratas em Minas Gerais na segunda metade do século XIX, 1850-1873, tesis
de doctorado, Franca, Universidade Estadual Paulista “Júlio De Mesquita Filho”, 2009; José I. Ribeiro, “De tão
longe para sustentar a honra nacional”: Estado e Nação nas trajetórias dos militares do Exército Imperial
brasileiro na Guerra dos Farrapos, tesis de doctorado, Rio de Janeiro, UFRJ, 2009; Aline Goldoni, Embate e
negociação. O recrutamento da Guarda Nacional fluminense durante a Guerra do Paraguai, tesis de maestria,
Rio de Janeiro, UFRJ, 2010; Marcos Luft, “Essa guerra desgraçada”. Recrutamento militar para a Guerra da
Cisplatina (1825-1828), tesis de maestría inédita, Porto Alegre, UFRGS, 2013 y Miquéias Mugge, Senhores da
Guerra. Elites militares no Sul do Império do Brasil (Comandantes Superiores da Guarda Nacional – 1845-
1873), tesis de doctorado inédita, Río de Janeiro, UFRJ, 2016; ente otras.

2
por las civiles que enfrentaban a defensores de distintos proyectos de organización estatal,
demandó de la formación de ejércitos y de cuerpos de oficiales para responder a las exigen-
cias de las armas. En este contexto, la incorporación de mercenarios extranjeros, exiliados
políticos y camaradas de armas de la región constituyeron una variable que se mantuvo hasta
bien entrado el siglo XIX. Al respecto, Mario Etchechury Barrera es uno de los especialistas
que ha estudiado la circulación transnacional de militares y políticos por el Río de la Plata en
las décadas centrales del siglo XIX, por lo que sus investigaciones constituyen un excelente
estímulo y una referencia obligada. A través de un análisis cuantitativo, abordó las vías de
inserción de los opositores argentinos a Juan Manuel de Rosas en las fuerzas de guerra y en
las agrupaciones políticas de Montevideo entre 1838 y 1846, así como el modo en que ese
proceso derivó lentamente en la construcción de dos oficialidades rioplatenses segmentadas
(argentina y oriental).3 Estudió los intentos de los gobiernos de Montevideo y del Imperio de
Brasil para enrolar voluntarios y fuerzas mercenarias en Europa durante los años finales de la
“Guerra Grande” (1839-1851), con el fin de emplearlos en el conflicto armado que llevaban
contra el gobierno de la Confederación rosista.4 Y también analizó la formación e incorpora-
ción de contingentes de mercenarios europeos y de unidades de paraguayos residentes en Ar-
gentina a los ejércitos de ese país y de Uruguay que combatieron de forma conjunta con Brasil
en la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay.5

En este trabajo, pretendemos reconstruir la formación y experiencia transnacional de los


militares6 argentinos y orientales que circularon por los territorios meridionales de América
del Sud –Provincias Unidas/Argentina, Banda Oriental/Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Chile

3
Mario Etchechury Barrera, “De compañeros de armas a ‘suizos vendidos’. Las alternativas de la emigración
político-militar argentina en el Estado Oriental del Uruguay (1838-1846)”, Quinto Sol, Vol. 23, N° 1, 2019, pp.
1-21. DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v23i1.1694
4
Mario Etchechury Barrera, “Regularizar la guerra, disciplinar la sociedad. Una nota sobre el reclutamiento de
fuerzas de guerra mercenarias durante la última etapa de la ‘Guerra Grande’, 1848-1852”, en Juan C. Garavaglia,
Juan Pro Ruiz y Eduardo Zimmermann (eds.), Las fuerzas de guerra en la construcción del Estado. América
Latina, siglo XIX, Rosario, Prohistoria Ediciones/SBLA-Universitat Pompeu Fabra, 2012, pp. 288-318.
5
Mario Etchechury Barrera, “Legionarios, enganchados, cautivos. Apuntes para una investigación sobre las
formas de reclutamiento transnacional durante la Guerra del Paraguay (1864-1870)”, en Juan C. Garavaglia y
Raúl Fradkin, A 150 años de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, Buenos Aires, Prometeo Libros,
2016, pp. 133-160.
6
Con respecto al término militares, debemos aclarar que no existe un único perfil profesional de los individuos
que estudiamos con ese rótulo y solo una parte de ellos pueden considerarse como profesionales. Mientras que
algunos solo se dedicaron a la carrera de las armas –especialmente en el campo de batalla y destacándose en las
acciones de guerra, ya que el Colegio Militar en Argentina se creó recién en 1869–, otros se abocaron, además de
revistar en las filas del Ejército, a otro tipo de actividades vinculadas con la política, la intelectualidad, la explo-
tación ganadera, el comercio y diversas funciones administrativas y de gobierno, lo que se corresponde con las
características que definieron a la oficialidad de los ejércitos americanos de gran parte del siglo XIX. Ver Cuadro
del Apéndice.

3
o Paraguay– durante el siglo XIX. Nos concentramos en una muestra de veinte oficiales de
alto rango que comparten la característica de haberse radicado en algún momento de sus ca-
rreras en la provincia de Buenos Aires al servicio de la defensa y expansión de su frontera con
las poblaciones indígenas ocupando el cargo de jefe o subjefe de frontera o estando al mando
de alguna expedición militar entre 1852 y 1880.7 Para realizar este estudio tomamos como
punto de partida la guerra contra el Imperio de Brasil (1825-1828) y de finalización la revolu-
ción de 1880, que enfrentó a las fuerzas bonaerenses del gobernador Carlos Tejedor con las
del Estado nacional argentino que respondían al presidente Nicolás Avellaneda, hecho de ar-
mas que puso fin a la disputa que había enfrentado a los grupos políticos porteños y del inte-
rior por la forma que adquiriría el Estado nacional y que definió a la ciudad de Buenos Aires
como capital federal de la República Argentina.

Tal vez, la forma más pertinente para iniciar este tipo de exploraciones es a través de un
abordaje de tipo prosopográfico –también denominado método de las biografías colectivas–,
en tanto estrategia de estudio para aproximarse a los individuos que integraron un actor colec-
tivo, sea político, social, económico y, en este caso, militar. Para Christopher Charle, el prin-
cipio de la prosopografía es simple: definir una población a partir de uno o varios criterios y
establecer, a partir de ella, un cuestionario biográfico, cuyos diferentes criterios y variables
servirán para la descripción de su dinámica social, según el conjunto de actores que se anali-
ce.8 Asimismo, de acuerdo con Marcela Ferrari, la prosopografía permite describir los perfiles
emergentes del conjunto y analizar las relaciones entre los individuos del mismo o de diferen-
tes campos, o entre los individuos y otros actores colectivos. El objetivo es contribuir a expli-
car al actor colectivo como una configuración social, siempre cambiante y de fronteras lábiles,
que actúa dentro de una sociedad en un tiempo determinado. Retomando las ideas de Jacques
Revel, sostiene que esta técnica ubica en el centro a los actores, ya que facilita el descubri-
miento, a través de las trayectorias reales, de sus comportamientos y sus prácticas y los sitúa
en medio de configuraciones sociales. En tal sentido, abre la posibilidad de tratar a los indivi-
duos de manera relacional, a partir de su vinculación con otros espacios y no sólo con aquel

7
Estudiamos los siguientes militares: Juan Susviela (1802-1867), Julián Martínez (1807-1868), Cruz Gorordo
(1809-1879), Matías Ramos Mejía (1810-1885), Laureano Díaz (1811-1870), Manuel Sanabria (1818-1890),
Martiniano Charras (1820-1894), Bartolomé Mitre (1821-1906), José Benito Machado (1823-1909), Emilio
Mitre (1824-1893), Nicolás Ocampo (1824-1889), Julio de Vedia (1826-1892), Ignacio Rivas (1827-1880), Ál-
varo Barros (1827-1892), Julián Murga (1829-1883), Francisco Borges (1835-1874), Salvador Maldonado
(1839-1891), Nicolás Levalle (1840-1902), Conrado Villegas (1841-1884) y Daniel Cerri (1841-1914).
8
Christopher Charle, “A prosopografia ou biografia coletiva: balanço e perspectivas”, en Flávio Heinz (org.),
Por outra história das elites, Rio de Janeiro, Editora FGV, 2006, pp. 41-53.

4
por el cual han sido seleccionados.9

Para realizar el trabajo, recurrimos, principalmente, a dos fuentes de información. Por un


lado, los legajos personales de los militares estudiados que se encuentran custodiados en el
Archivo General del Ejército (AGE). A través de ellos, se puede acceder a la foja de servicios
de cada uno de los hombres que integraron los ejércitos argentinos desde inicios del siglo XIX
y, de acuerdo a la extensión de los legajos –que puede superar los doscientos folios o constar
sólo de 5 papeles sueltos–, a otro tipo de documentación que involucra a esos protagonistas.
El principal problema de esta documentación es que la foja de servicios de aquellos hombres
que iniciaron sus carreras en fuerzas que no correspondían al “Ejército argentino” comienzan
a ser sistematizadas a partir de su incorporación a este último, por lo que debemos reconstruir
esa información recurriendo a otro tipo de fuente, como por ejemplo los dos diccionarios bio-
gráficos más completos de los que disponemos hasta el momento para el estudio de los milita-
res argentinos decimonónicos: Biografías argentinas y sudamericanas, de Jacinto Yaben (5
tomos) y Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), de Vicente Cutolo (7 tomos),
como así también a otra bibliografía más específica para cada uno de los casos analizados que
enumeramos en la lista presentada al final del trabajo.

* * *

Los militares que estudiamos nacieron durante diferentes décadas. Algunos lo hicieron
durante los años de la guerra de independencia y sus prolegómenos, la mayor parte de ellos en
la década de 1820 y el resto durante las décadas de 1830 y los años iniciales de la siguiente.
La mayoría nació en el actual territorio argentino, aunque tres hombres lo hicieron en Uru-
guay (Rivas, Borges y Villegas) y dos de Italia (Cerri y Levalle), migrando con sus padres al
país desde muy pequeños. Esta división entre argentinos y orientales que hicimos en el estu-
dio debe tomarse con ciertos resguardos. Argentina y Uruguay no existieron como naciones
totalmente diferenciadas ni siquiera después de la independencia formal de la segunda en
1828, ya que fueron cobrando forma hacia mediados del siglo XIX y la definición de sus terri-
torios solo terminaría de cristalizarse ya avanzada la segunda mitad de dicha centuria.10 Asi-
mismo, existieron oficiales de origen oriental que –revistando en el Ejército argentino– hicie-
ron la mayor parte de sus carreras militares y políticas más vinculadas a la Argentina que
Uruguay, como se advierte en algunos de los casos aquí estudiados y de otros muy renombra-

9
Marcela Ferrari, “Prosopografía e historia política. Algunas reflexiones”, Antíteses, Vol. 3, N° 5, 2010, pp.
529-550. Disponible en http://www.uel.br/revistas/uel/index.php/antiteses/article/view/3469/4923
10
Eduardo Míguez, Bartolomé Mitre. Entre la Nación y la Historia, Buenos Aires, Edhasa, 2018, p. 23.

5
dos que no analizamos como Juan Gelly y Obes, Wenceslao Paunero y José M. Arredondo,
entre otros.

A su vez, pudimos registrar en poco menos de la mitad de los casos examinados en la


muestra la procedencia de familias con trayectoria militar o que fueran hijos de padres que se
habían desempeñado como oficiales y/o jefes de las fuerzas españolas y/o rioplatenses en la
región. En estos casos, los aspirantes ingresaron como cadetes en las fuerzas milicianas o de
Línea gozando de ciertos privilegios, al ocupar espacios distinguidos en la fuerza o promocio-
nar rápidamente a los puestos de la oficialidad. Julián Martínez nació el 9 de enero de 1807 en
la ciudad de Buenos Aires y fue hijo del brigadier general Enrique Martínez. Este último ofi-
ció de ministro de Guerra de los gobernadores de Buenos Aires Manuel Dorrego y Juan Ra-
món González Balcarce y tuvo una extensa y reconocida trayectoria militar en el ejército es-
pañol, de los Andes y de las Provincias Unidas que enfrentaron a Brasil en la guerra de 1825-
1828, como así también en las disputas civiles del Río de la Plata. Cruz Gorordo nació el 1 de
mayo de 1809 en la ciudad de Córdoba, en el seno de una familia de militares. Sus progenito-
res fueron el alférez Pedro Gorordo y Agustina Echeverría, hermana del guerrero de la inde-
pendencia Juan G. Echeverría. Manuel Sanabria nació el 12 de septiembre de 1818 en Buenos
Aires. Su padre fue Manuel Sanabria, quien se desempeñó como teniente de la 2ª compañía
del 2° batallón del Regimiento de Patricios y subteniente de la Legión Patricia de Buenos Ai-
res durante la década de 1810. Los hermanos Bartolomé y Emilio Mitre, nacidos en 1821 y
1824, respectivamente, eran hijos de Ambrosio Mitre que, si bien desarrolló una carrera buro-
crática en la administración colonial y republicana en el Río de la Plata (Provincias Unidas y,
sobre todo, Banda Oriental), ofició de comandante militar de la frontera sur de Mendoza a
inicios del siglo XIX y trabajó en la Comisaria de Guerra y en el Parque de Artillería entre
finales de la década de 1810 e inicios de la 1820. Julio de Vedia nació el 26 de enero de 1826
en la ciudad de Buenos Aires. Era hijo de Nicolás de Vedia, reconocido militar del Río de la
Plata, que al servicio de la corona española luchó en los enfrentamientos contra los portugue-
ses; luego apoyó la causa revolucionaria, interviniendo activamente en las guerras de inde-
pendencia, así como en las luchas civiles de las décadas siguientes en Buenos Aires y el Esta-
do Oriental, donde también ocupó cargos administrativos de Gobierno y Guerra. Álvaro Ba-
rros nació el 18 de marzo de 1827 en la ciudad de Buenos Aires. Era hijo del coronel Álvaro
Barros (padre), que se inició como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo y peleó
en el sitio de Montevideo con José María de Alvear y Juan Lavalle, y de Manuela García Fe-
rreyra, hija del coronel Pedro A. García, quien tuvo una destacada participación militar y bu-

6
rocrática al servicio del gobierno español, revolucionario y de Buenos Aires. Martiniano Cha-
rras nació en el pueblo de Salto (provincia de Buenos Aires), el 16 de octubre de 1820. Su tío
paterno, Martín Charras, llegó a desempeñarse como comandante de un regimiento de campa-
ña rosista.

En razón de haber nacido la mayor parte de ellos después de 1810, no tuvieron participa-
ción directa en las guerras de la independencia y su iniciación en la carrera de las armas en el
Río de la Plata debió esperar por algunos años más. Por lo tanto, los comienzos estuvieron
vinculados a las disputas ideológicas y materiales en torno a la organización y consolidación
de los Estados provincial y nacional. Juan Susviela es el hombre de quien tenemos el primer
registro de haber intervenido en algún evento de armas. En 1818, ingresó en clase de cadete a
la Compañía de Fijos del Regimiento de Blandengues. Estuvo presente en los enfrentamientos
que se produjeron en Buenos Aires en el contexto de la denominada “anarquía del año 1820”,
luego de la desintegración del Congreso y del Directorio con la derrota de las fuerzas guber-
nistas en la batalla de “Cepeda” (1/2/1820). En su caso, integró las fuerzas que luchaban en
favor de la llegada al poder del ex Director Supremo de las Provincias Unidas, Carlos María
de Alvear.

Por su parte, Laureano Díaz y Julián Martínez tuvieron su bautismo de fuego en la guerra
contra Brasil (1825-1828). Díaz comenzó su actividad militar en 1826, enlistándose como
soldado del Ejército de las Provincias Unidas. Realizó dicha campaña, estando presente en la
batalla de “Ituzaingó” (20/02/1827), en clase de soldado del Regimiento N° 16 de caballería
de Línea. Una vez finalizado el conflicto, regresó al país con el ejército y permaneció bajo las
órdenes del general Lavalle. Por su parte, Martínez había ingresado a los 14 años de edad co-
mo cadete en el Batallón Fijo de Buenos Aires, el 10 de agosto de 1821, y cinco años después,
ascendió a subteniente del Batallón de Cazadores. Al estallar la guerra con Brasil, el 3 de ju-
nio de ese año fue destinado a la 1ª compañía del 1er escuadrón de dicho cuerpo y el 23 de
julio partió a la Banda Oriental. Pocos días después, el 7 de agosto, ascendió a teniente 2°.
Con ese rango, participó en la batalla de “Ituzaingó” y, por su comportamiento en la misma,
fue ascendido a teniente 1°. Al finalizar la guerra, en 1828 fue promovido a ayudante mayor y
a capitán. Juan Susviela, al estallar la guerra con Brasil, se incorporó al Regimiento N° 3 de
caballería de Línea, cuerpo en el cual fue ascendido a teniente 2° y 1° de la 2ª compañía del
2° escuadrón. Asistió a la batalla de “Ituzaingó” y por su comportamiento fue promovido a
ayudante mayor en el Regimiento N° 3 de caballería de Línea. También combatió en “Cama-
cuá” y en “Potreros del Padre Filiberto”, “Las Cañas” y con la escuadrilla de la Laguna Me-

7
rim, donde permaneció hasta que finalizó la guerra. El 10 de abril de 1828 ascendió a capitán.

De regreso a las Provincias Unidas, luego de la firma del tratado de paz que llevó a la
independencia de la Banda Oriental en 1828, el 1 de diciembre de ese año Lavalle encabezó
un levantamiento militar contra el gobernador federal de Buenos Aires, Manuel Dorrego, que
derivó en su derrocamiento y fusilamiento en Navarro, pocos días más tarde. Dentro las fuer-
zas decembristas venía Laureano Díaz, que acompañaría todas las campañas militares que
llevaría a cabo el general unitario hasta su muerte. En esta ocasión, con 18 años, inició su his-
toria militar Matías Ramos Mejía, auxiliando desde la estancia “Miraflores” (por entonces
propiedad de su madre), a las fuerzas que operaban contra Rosas en la campaña bonaerense.
Asimismo, sirvió como voluntario en el cuerpo de caballería “Húsares de la Guardia”, com-
puestos por jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, lo que le valió su migración forzada a Uru-
guay en 1831, durante el primer gobierno de Rosas, donde se unió al ejército de Lavalle.

Por su parte, las fuerzas unitarias en el interior del país también se lanzaron a la búsqueda
del poder una vez finalizada la guerra con Brasil. Después del fusilamiento de Dorrego, el
general José María Paz invadió la provincia de Córdoba al frente de unos 1000 hombres que
formaban parte del ya inexistente Ejército que las Provincias Unidas montaron para luchar
contra el Imperio. Su propósito era derrocar al gobernador federal Juan B. Bustos, quien acu-
dió en busca del apoyo del caudillo federal riojano Facundo Quiroga. A las fuerzas de Paz que
pasaron por Buenos Aires se incorporó Julián Martínez, combatiendo en las batallas de “San
Roque” (22/04/1829) y la “Tablada” (23/06/1829). En este contexto, Cruz Gorordo comenzó
su carrera militar, cuando ingresó, como alférez, a las fuerzas unitarias de Paz. Participó de la
batalla de la “Tablada” y en la campaña que finalizó con la de “Oncativo” (25/02/1830). Es-
tuvo presente en la defensa de Río Cuarto contra el avance de Quiroga. En 1831, cayó prisio-
nero de los federales y al ser liberado se unió a las fuerzas de Lavalle que luchaba contra Ro-
sas.

No obstante, un grupo considerable de los hombres que estudiamos se incorporaron como


milicianos, voluntarios o cadetes en las diversas fuerzas antirosistas o unitarias que operaban
en distintos lugares del Río de la Plata hacia finales de la década de 1830 o inicios de la de
1840. Uno de los protagonistas que dirigió fuerzas antirosistas fue Juan Lavalle, quien debía
invadir la provincia de Buenos Aires por el norte a la vez que en el sur estallaba el levanta-
miento de los estancieros, también denominado de los “Libres del Sur”, a finales de octubre
de 1839. En su lugar, llevó a cabo un largo periplo perseguido por las fuerzas rosistas de Ma-
nuel Oribe que culminó con su muerte en Jujuy, en 1841. En esa campaña, se incorporó Ma-

8
nuel Sanabria como voluntario en el ejército el 12 de julio de 1839, alistándose como soldado
de la 2ª compañía del Escuadrón “Cullen”. Con ese cuerpo, participó de los combates de
“Yeruá” (22/09/1839) y “Don Cristóbal” (10/04/1840). El 5 de marzo de 1840, ascendió a
teniente 1° de la Legión Velazco. Aquí también se produjo la iniciación militar de Martiniano
Charras, quien estuvo presente en varios enfrentamientos contra las fuerzas rosistas que co-
mandaban Vicente González, Ángel Pacheco y Jacinto Andrada. En la clase de alférez de un
regimiento de caballería, Charras asistió al combate de “Quebracho Herrado” (28/11/1840),
donde cayó prisionero de los federales. Además, las fuerzas de Lavalle estuvieron integradas
por militares que aquí analizamos y ya tenían historial en otros combates, como Laureano
Díaz, Cruz Gorordo y Matías Ramos Mejía.

Asimismo, por esos años, el jefe unitario José María Paz organizó un Ejército en la pro-
vincia de Corrientes para enfrentar el dominio rosista en la Confederación. A dichas fuerzas
se sumaron jóvenes que ya habían intervenido en las guerras civiles, como Charras, y tuvo su
primera participación en los eventos de armas Nicolás Ocampo, que se alistó como soldado
distinguido, participó en la batalla de “Caaguazú” (28/11/1841) y acompañó a Paz durante el
sitio de Montevideo, hasta mediados de 1844, cuando se pasó a las filas contrarias.

Finalmente, un grupo considerable de los individuos que examinamos aquí comenzaron


su carrera militar en el Ejército del general Fructuoso Rivera que luchaba en la Banda Oriental
contra el dirigente de Partido Blanco y aliado de Rosas, Manuel Oribe, durante la llamada
“Guerra Grande”, que se extendió entre 1839 y 1851. Bartolomé Mitre inició su carrera en la
Academia Militar de Montevideo en 1837, donde se instruyó en el arma de artillería. Desde
entonces estuvo vinculado a Rivera y luchó bajo sus órdenes en algunos enfrentamientos con
las fuerzas de Oribe, como “Cagancha” (29/12/1839) y “Arroyo Grande” (6/12/1842). Emilio
Mitre inició su carrera en Montevideo, en 1839, a la edad de 15 años, formando parte de la
Legión Argentina. Al año siguiente fue dado de alta como soldado distinguido del cuerpo de
artillería de esa plaza, desarrolló toda su carrera allí y en esa arma hasta su incorporación al
Ejército Grande, en 1851, y regreso a Argentina, en 1852. Julio de Vedia se alistó desde muy
joven bajo las órdenes de Rivera y tuvo su bautismo de fuego en la batalla de “Sauce Grande”
(6/12/1842). Luego, durante el sitio de la ciudad de Montevideo, formó parte de su defensa,
revistando en el Escuadrón de Artillería Ligera, que mandaba Bartolomé Mitre. Permaneció
en Uruguay hasta 1855, cuando se instaló en Buenos Aires y se incorporó al Ejército local.
Ignacio Rivas pasó los primeros años de su carrera militar en la Banda Oriental. En 1843,
ingresó como cadete del Batallón Libertad que defendía la ciudad de Montevideo del sitio

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puesto por las fuerzas de Oribe. En 1851, se incorporó como sargento mayor en el Batallón
“Constitucional” del Ejército Grande, que derrotó a Rosas en la batalla de “Caseros”, y a par-
tir de febrero de 1852, pasó a revistar en el Ejército Argentino. José Benito Machado se alistó
como voluntario de la Guardia Nacional de Montevideo en 1843, en la compañía de Granade-
ros del batallón “Legión Argentina”, y participó de la defensa de la ciudad y el conflicto
oriental hasta el año siguiente, cuando derrotados por las fuerzas de Urquiza, migró a la, por
entonces, República Rio-Grandense (1835-1845). Asimismo, en las fuerzas orientales de Ri-
vera revistaban veteranos de las guerras civiles que venimos siguiendo como Cruz Gorordo,
Julián Martínez, Juan Susviela, Manuel Sanabria y Martiniano Charras.

Ahora bien, detengámonos en los años previos a la batalla de “Caseros” (3/02/1852), los
que van de 1844 a 1851, para ver dónde estaban y qué hacían los militares que estudiamos. En
1844, el general José María Paz se había exiliado en Río Grande del Sur, luego de abandonar
su puesto en la defensa de Montevideo. Desde allí regreso a Corrientes, donde el nuevo go-
bernador, Joaquín Madariaga, lo nombró Director de la Guerra contra Rosas. Su plan princi-
pal era atacar Entre Ríos, que estaba desguarnecida por la ausencia del gobernador Justo J. de
Urquiza, aunque derivó en la organización del “Ejército Aliado” para defender el territorio
correntino ante la invasión que hiciera el gobernador entrerriano. En esta campaña se alistó a
los 15 años de edad Julián Murga, que había nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1829.
Martiniano Charras fue otro de los que se incorporó a las fuerzas que Paz organizaba en Co-
rrientes. Con la disolución de su ejército, Paz se exilió en Paraguay y, luego, retornó a Brasil,
al igual que Fructuoso Rivera después del combate de “India Muerta” (27/03/1845). Este país
recibió a otros emigrados argentinos a mediados de la década de 1840, como el propio Julián
Murga, Nicolás Ocampo, Cruz Gorordo y Benito Machado, los cuales permanecieron allí du-
rante los últimos años del rosismo y algunos regresaron para formar parte del Ejército que
Urquiza organizó para enfrentarse a Rosas luego de su “pronunciamiento”, en 1851.

Uruguay durante la “Guerra Grande” es otro país en donde podemos ubicar a los hombres
que estudiamos durante la segunda mitad de la década de 1840. Allí se encontraban Julián
Martínez –al mando de un batallón de Artillería de Montevideo durante el sitio de Oribe–,
Juan Susviela, Emilio Mitre, Ignacio Rivas, Julio de Vedia, Manuel Sanabria y Cruz Gorordo.
También residían allí Francisco Borges y Álvaro Barros. El primero nació en la capital orien-
tal en 1835 y se incorporó el 15 de junio de 1850 como cadete en uno de los cuerpos de arti-
llería que la defendían del sitio de Manuel Oribe. El segundo había nacido el 18 de marzo de
1827 en la ciudad de Buenos Aires y migrado con su padre por la oposición de éste al rosis-

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mo. De él no hemos registrado referencias de que haya tomado parte en alguno de los enfren-
tamiento previos a “Caseros”, del cual si participó en clase de alférez. Todos ellos regresaron
a Buenos Aires con el “Ejército Grande” que derrotó a Rosas en dicha batalla o más tarde, una
vez finalizado el régimen del gobernador federal. Las excepciones fueron de Vedia y Borges,
quienes se quedaron en la República Oriental continuando con sus carreras hasta que se insta-
laron en Buenos Aires en 1855 y se pusieron al servicio del Ejército del Estado secesionista.

Asimismo, existieron militares que siguieron otros caminos algo alejados al Río de la
Plata. Laureano Díaz emigró a Perú y prestó servicio de armas al general Ramón Castilla, una
vez derrotado y asesinado Lavalle (1841). Por su parte, Matías Ramos Mejía migró a Bolivia
que, por entonces, era presidida por su primo hermano el general José Ballivián, quien lo
nombró 2° comandante del Escuadrón de Granaderos de su propia escolta y permaneció allí
hasta 1845, cuando obtuvo su retiro, y en marzo de 1846 regresó a Montevideo. Finalmente,
Bartolomé Mitre entre 1847 y 1851 osciló entre sus estadías en Bolivia, Chile y, por breves
momentos, Perú. En Bolivia estuvo al servicio del presidente Ballivián, que además de parien-
te de Ramos Mejía y era cuñado de Wenceslao Paunero –amigo de Mitre–, y en Chile tuvo un
rol importante en la prensa e intervino políticamente en favor de los liberales, al punto tal de
haber sido acusado de participar en la revolución de 1851, que derivó en su exilio en Perú.
Como la mayor parte de los casos aquí examinados, regresó al Río de la Plata en 1851 para
sumarse a las fuerzas que organizaba Urquiza para derrotar a Rosas.

Hacia mediados de la década de 1850, los hombres hasta aquí analizados se encontraban
continuando sus carreras militares en el territorio bonaerense. Sin dudas, quien más se destacó
fue Bartolomé Mitre, pues ejerció distintas funciones de gobierno. Se inició como comandan-
te de la Guardia Nacional porteña durante el sitio impuesto por las fuerzas federales de la
campaña bajo el liderazgo de Hilario Lagos (1852-1853), estuvo al frente de una expedición
militar a la frontera sur contra los indígenas (1855) y ocupó diversos ministerios hasta llegar a
la gobernación de la provincia el 3 de mayo de 1860. Durante la década que se extendió hasta
el combate de “Pavón” (17/09/1861), algunos de los militares que seguimos ascendieron en el
escalafón militar en el Ejército de Línea y en la Guardia Nacional de Buenos Aires, algunos
de ellos fueron designados jefes de regimientos y de frontera, como Díaz, Gorordo, Martínez,
Ramos Mejía, Susviela, Rivas, Emilio Mitre, Machado, de Vedia, Murga y Sanabria. Asi-
mismo, algunos de ellos lucharon junto a Mitre en los combates de “Cepeda” (23/10/1859) y
“Pavón”.

Fue en este contexto que los militares más jóvenes que estudiamos se iniciaron en la ca-

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rrera de las armas. Salvador Maldonado había nacido en Buenos Aires en 1839 y se incorporó
el 2 de febrero de 1857 al Regimiento N° 3 de caballería de Línea “Dragones de Buenos Ai-
res”, que servía en la frontera. Nicolás Levalle y Daniel Cerri habían nacido en Italia en 1840
y 1841, respectivamente. Se incorporaron como aspirante a la Academia Militar de Buenos
Aires en 1857 –el primero– y como soldado voluntario de la Legión Italiana de Bahía Blanca
para resguardar la frontera sur de la provincia de Buenos Aires en 1858 –el segundo–. Final-
mente, Conrado Villegas había nacido el 3 de febrero de 1841 en el Tala (Canelones, Uru-
guay) e inició su carrera militar el 20 de agosto de 1862, como aspirante del Escuadrón de
Artillería de Buenos Aires.

Sin embargo, el hecho de que los militares que vivieron en otros países hasta 1852 se ha-
yan instalado en Argentina a partir de entonces no nos amerita a decir que desarrollaron sus
carreras al interior de las fronteras del país. En 1863, con la invasión del general oriental Ve-
nancio Flores al territorio uruguayo desde Argentina, que había servido en el Ejército de Bue-
nos Aires bajo las órdenes de Bartolomé Mitre, se inició un nuevo conflicto político en el Río
de la Plata que derivaría en la conflagración más grande y letal de América Latina: la Guerra
de la Triple Alianza contra Paraguay, que llevaron adelante los gobiernos de Brasil, Argentina
y Uruguay entre 1864 y 1870. Si bien en los momentos iniciales de la guerra los militares
argentinos lucharon en territorio correntino, a partir de abril de 1866 la contienda se desarrolló
por completo en tierras paraguayas. Este fue el momento para que los hombres aquí estudia-
dos pudieran poner en práctica en Paraguay el “saber militar” que habían adquirido, sea como
jefes, comandantes, oficiales y soldados en los años previos a la dicha campaña.

Bartolomé Mitre, que entre 1862 y 1868 fue presidente de la Nación, ocupó el cargo de
Comandante en Jefe del Ejército Aliado de la Triple Alianza hasta que tuvo que regresar al
país de forma definitiva a inicios de 1868 para asumir la presidencia a causa de la muerte del
vicepresidente Marcos Paz. En 1867 había tenido que bajar momentáneamente a Rosario para
supervisar las fuerzas argentinas que debieron enfrentar los levantamientos federales y de
resistencia a la guerra en el interior del país. Estas fuerzas fueron integradas por Cruz Goror-
do, Julián Martínez, Martiniano Charras, Salvador Maldonado y Nicolás Levalle. Otros de los
que sirvieron en Paraguay bajo la bandera del Ejército argentino fueron Ignacio Rivas, Emilio
Mitre, Julio de Vedia, Nicolás Ocampo, Francisco Borges, Nicolás Levalle –todos ellos como
oficiales de alto rango y al mando de cuerpos del ejército– Salvador Maldonado, Conrado
Villegas y Daniel Cerri.

Por su parte, Laureano Díaz, Benito Machado, Julián Murga, Álvaro Barros, Manuel Sa-

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nabria y Martiano Charras no estuvieron en Paraguay y quedaron en servicio en Argentina al
resguardo de la frontera bonaerense. Bartolomé Mitre representa un caso especial, ya que por
su condición de presidente y líder de uno de los tres partidos políticos más populares del país,
que lo diferencia de todos los demás casos analizados, tuvo una circularidad regional mayor
que los otros militares. En 1872, fue comisionado por el presidente –y rival político– Domin-
go F. Sarmiento para llevar a cabo las negociaciones diplomáticas con Brasil que debían re-
solver las diferencias entre estos países por la definición de los límites territoriales con Para-
guay después de la guerra y, al mismo tiempo, evitar que se active de hipótesis de conflicto –
siempre latente– con el Imperio.

De regreso a la Argentina, la mayor parte de los militares que continuaron en la Plana


Mayor Activa del Ejército intervinieron en la represión de los dos primeros levantamientos de
Ricardo López Jordán (1870-1871 y 1873), en la revolución mitrista de 1874, tanto en favor
(Bartolomé Mitre, Rivas, Machado, Borges, Ramos Mejía, Ocampo, Murga y Charras) como
en su contra (Gorordo, Levalle, Villegas, Barros, Sanabria y Maldonado), y en la revolución
de 1880 que enfrentó a las milicias y Guardias Nacionales de Buenos Aires contra el Ejército
que respondía al gobierno nacional. Si bien algunos de ellos ya habían fallecido después de
varios años de servicio militar,11 otros intervinieron en defensa de las autoridades constitucio-
nales del Estado nacional (Levalle, Villegas, Barros, Maldonado y Cerri) o en favor de la re-
volución (de Vedia, Murga, Sanabria, Charras, Ocampo y Machado). Este último, en particu-
lar, una vez derrotada la revolución, siguió el mismo camino que había tomado en 1840 y
1875, la emigración, nuevamente a Montevideo, para volver, recién, en 1882. Al año siguien-
te, los militares que se habían sublevado al gobierno nacional fueron reincorporados a la Pla-
na Mayor del Ejército.

* * *

En este trabajo reconstruimos la formación y experiencia transnacional de los militares


argentinos y orientales que circularon por los territorios meridionales de América del Sud
durante el siglo XIX. Para hacerlo factible, recortamos el estudio prosopográfico a un grupo
de veinte hombres que en algún momento de sus carreras ejercieron la comandancia de la
frontera bonaerense entre 1852 y 1880, situación que en algunos casos significó el cargo mili-
tar de mayor jerarquía al que accedieron y para otros solo un momento de paso que representó
un “trampolín” hacia puestos de mayor prestigio e influencia en el Ejército y en el Estado.

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Juan Susviela (1867), Julián Martínez (1868), Laureano Díaz (1870), Francisco Borges (1874), Cruz Gorordo
(1879) e Ignacio Rivas (1880).

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La formación militar de los hombres que aquí estudiamos estuvo marcada por los conflic-
tos políticos y militares internos y/o internacionales que constituyeron una variable común en
la totalidad los países latinoamericanos del sur del continente. El inicio en la carrera de las
armas se produjo en diferentes momentos y espacios: enfrentamientos entre unitarios y fede-
rales a la caída del régimen centralista del Directorio; guerra contra el Imperio de Brasil por la
Banda Oriental; conflictos interprovinciales y guerras civiles en los años previos a la consoli-
dación del rosismo en la Confederación Argentina y una vez llegado Rosas al poder en Bue-
nos Aires, ya sea el país con los generales José M. Paz y Juan Lavalle, como en Uruguay bajo
las órdenes de Fructuoso Rivera o de otros líderes orientales; y en los conflictos entre porte-
ños y la Confederación urquicista que se produjeron en la década que siguió a “Caseros”.

Más allá de ello, estos militares compartieron la característica de haber residido de forma
forzada o a elección en países diferentes a los de su nacimiento. Solo una pequeña parte de los
casos analizados migraron de Europa a la Argentina desde niños con sus familias a buscar
posibilidades de progreso que en el “Viejo Mundo” difícilmente podrían conseguir. Otros
sufrieron en algún momento de sus carreras los trances amargos del exilio forzado por su fer-
viente oposición a los regímenes políticos que gobernaban sus países de origen, siendo Uru-
guay, la República Rio-Grandense/Brasil, Chile, Bolivia, Perú y Paraguay los destinos que
con frecuencia podían seguirse. Los restantes decidieron migrar por haber construido una se-
rie de redes políticas y militares, de amistad, de lealtad y/o familiares que los llevaron a dejar
sus “patrias” de nacimiento y adoptar el uniforme militar de un país vecino, como fue el caso
de algunos de los oficiales orientales que sirvieron en el Ejército argentino. Asimismo, una
vez al servicio del Ejército, se les encomendaron misiones militares en distintos destinos del
país o en Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza. Estos factores llevaron a que mu-
chos de estos hombres tuvieran dificultades para radicarse en algún lugar de la Argentina y se
transformaron en personas itinerantes que circularon en servicio por distintas regiones del país
y de Sudamérica, forjando una formación militar muy alejada de las modernas Academias o
Escuelas de Guerra y Marina y, por el contrario, definidas por el arrojo y la decisión –a veces
desobedeciendo a sus superiores– en el campo de batalla.

A partir de ello, se fue construyendo un perfil y una historia común a la cual se recurrió
para definir lealtades políticas partidarias en la política y en el Ejército. Si tomamos como
ejemplo el liderazgo que reconoció en Bartolomé Mitre una parte considerable de los hombres
que estudiamos aquí, podemos afirmar que el destino de este último y sus subalternos leales
estuvo marcado por la lucha que llevaron adelante contra el dominio del rosismo en el Río de

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la Plata. Estos hombres rechazaban el liderazgo político de Rosas y, por lo tanto, integraron
diversos ejércitos que enfrentaban a sus fuerzas en distintos lugares de la región rioplatense.
Si bien no nos propusimos identificar en las vinculaciones directas entre Mitre, los exiliados y
los oficiales orientales la pertenencia a una causa política-militar común –reflejada en su rol
de milicianos, soldados y oficiales de las fuerzas de Rivera, Paz y Lavalle–, si podemos afir-
mar que la lucha armada compartida en la capital uruguaya, el litoral, Rio Grande del Sul y
Bolivia representó un punto de partida desde el cual se generaron, entre estos actores, víncu-
los y lazos duraderos.

A inicios de la década de 1850, con la victoria del Ejército Grande en la batalla de “Case-
ros”, la mayor parte de estos hombres regresaron al territorio bonaerense y se instalaron allí,
con el fin de desarrollar sus carreras políticas y militares. Bartolomé Mitre comandó la Guar-
dia Nacional porteña y ocupó diversos ministerios hasta llegar a la gobernación de la provin-
cia en 1860 y, de su mano, los oficiales ascendieron en el escalafón militar en el Ejército de
Línea y la Guardia Nacional de Buenos Aires, algunos de ellos fueron designados jefes de
regimientos y de frontera y una parte luchó junto a Mitre en los combates de “Cepeda” y “Pa-
vón”. Fue en esta década cuando los vínculos entre estos individuos en algunos casos se for-
maron, en otros se definieron y en los demás se consolidaron. Finalmente, durante la presi-
dencia de Mitre (1862-1868) se consolidó la red egocentrada en su figura. En esta coyuntura,
algunos mantuvieron la jefatura militar de la frontera bonaerense y otros lo acompañaron a la
Guerra de la Triple Alianza, ejerciendo altísimas posiciones de mando en el Ejército Aliado.

En definitiva, podemos concluir que la adquisición de un “saber militar” en los oficiales


que estudiamos, entendido –para estos casos– como la pericia derivada de la experiencia en el
campo de batalla y en el mando de hombres, estuvo determinada por su migración/circulación
por distintos lugares de Sudamérica, siendo los territorios que integran la cuenca del Río de la
Plata los más determinantes. La formación y la práctica/experticia del “saber militar” en la
Sudamérica del siglo XIX independiente no se vieron afectadas por los límites formales inter-
nacionales que los Estados nacionales en construcción intentaban definir de forma muy traba-
josa y, en ocasiones, a través de conflictos armados, al finalizar las guerras de independencia
con España. Para el caso argentino, brasileño y uruguayo, esta situación llegará a su fin a me-
diados de la década de 1870, con el último levantamiento de López Jordán en Entre Ríos; sin
embargo, los militares de Chile, Perú, Bolivia y Paraguay seguirán luchando en suelos y ma-
res ajenos, poniendo en práctica su “saber militar” más allá de sus fronteras hasta finales del
siglo XIX (Guerra del Pacífico) e, incluso, en la década de 1930 (Guerra del Chaco).

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Fuentes utilizadas

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pp. 795-797 - Cutolo, tomo VII, p. 249.

Julián Martínez: AGE, legajo del general Julián Martínez, N° 7.713 - Yaben, tomo III, pp.
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862 - Cutolo, tomo III, pp. 406-407 - Colección de Leyes y decretos militares,
tomo II, p. 603.

Matías Ramos Mejía: AGE, legajo del coronel Matías Ramos Mejía, N° 10.713 - Yaben, tomo
IV, pp. 893-896 - Cutolo, tomo VI, pp. 55-56 - Enrique Ramos Mejía, Los Ra-
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Laureano Díaz: AGE, legajo del coronel Laureano Díaz, N° 3.843 - Yaben, tomo II, pp. 252-
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Manuel Sanabria: Yaben, tomo V, pp. 479-483 - Cutolo, tomo VI, pp. 591-592 - Colección de
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Eduardo Míguez, Bartolomé Mitre. Entre la Nación y la Historia, Buenos Ai-
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Nicolás Ocampo: AGE, legajo del coronel Nicolás Ocampo, N° 9.104 - Yaben, tomo IV, pp.
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Julio de Vedia: AGE, legajo del general Julio de Vedia, N° 13.434 - Yaben, tomo V, pp.
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16
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Salvador Maldonado: AGE, legajo del coronel Salvador Maldonado, N° 7.398 - Yaben, tomo
III, pp. 581-584 - Cutolo, tomo IV, pp. 360.

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Daniel Cerri: AGE, legajo del general Daniel Cerri, N° 3.036 - Yaben, tomo I, pp. 890-893 -
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17
Cuadro. Perfiles sociográficos de los militares estudiados

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