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DINAMICA Y FACULTADES DE LA ACCION HUMANA

INTRODUCCION

Existen también en la persona actos tendenciales, aquellos por los


cuales nos sentimos impulsados hacia alguna realidad o atraídos por
ella, sea cosa o persona, o viceversa, experimentamos la repulsión o
la tendencia al alejamiento o a la fuga. Son las pulsiones del Eros y
el Tánatos de las que hablaba Freud. Separamos los actos
representativos de los tendenciales por razones metodológicas, pero
una vez más advertimos que unos y otros son actos de un único
sujeto, la persona, y que ésta, cuando actúa humanamente, toda ella
está en juego. Además, con frecuencia, unos y otros van fundidos
porque son complejos.

El estudio de los actos tendenciales es necesario porque la actividad


intelectiva humana no es, generalmente, desinteresada, no es la
actuación propia de un espectador remoto y pasivo sino que ella nos
prepara para la acción práctica, nos orienta en ella y así influye en
nuestro comportamiento, en el desarrollo de nuestra vida y posibilita
y actúa en la múltiple y enriquecedora intercomunicación entre las
personas.

Los filósofos griegos dieron preferencia de valor a la teoría sobre la


praxis, entendida la teoría como contemplación y conocimiento
racional, y la praxis o bien como acto de fabricación manual, o
también como actividad humana moral y política. También los
medievales daban preferencia a la vita contemplativa sobre la vita
activa.

En la filosofía moderna y, sobre todo, en la contemporánea ha habido


autores de todas las tendencias, pero aquí nos interesa sólo recordar
que algunas corrientes filosóficas han postpuesto lo racional para
defender un voluntarismo irracional y decisionista. Schopenhauer y
Nietzsche son los máximos exponentes de este voluntarismo, como
es sabido, pero también Marx daba preferencia a la praxis sobre el
conocimiento teórico y hacía de ella un criterio de verdad .

Sin caer en tales extremismos, algunos filósofos moderados han


hecho de la acción humana el punto de partida y la base de toda su
interpretación de la realidad porque «actuar es buscar el acuerdo
entre el conocer, el querer y el ser y contribuir a producirle y a
comprometerle. La acción es el doble movimiento que lleva el ser al
término al que tiende como a una perfección nueva y que reintegra la
causa final en la causa eficiente» .

Por lo dicho se ve la necesidad y la importancia de que estudiemos


la voluntad, ya que se considera como la facultad de toda acción
plenamente humana.
DINAMICA Y FACULTADES DE LA ACCION HUMANA

MARCO TEORICO

1. LA VOLUNTAD HUMANA COMO FACULTAD

las pulsiones instintivas que experimenta el


hombre, y es evidente que experimenta también
representaciones, emociones, afectos,
necesidades, atractivos, repugnancias, etc. y
que decide su acción entre todas estas
experiencia mezcladas o fundidas entre sí. El
psiquismo humano es un campo inmenso, muy
complicado y, a veces, caótico, para cuya
explicación se encuentran opiniones,
definiciones, ciencias y comentarios para todos
los gustos. La Psicología empírica general, la
Psicología genética, la Psicología clínica, la
Psicología profunda, la Antropología Cultural, la
Sociología, la Filosofía de la Religión, la Fenomenología y otras
ciencias se ocupan variadamente de esos actos que hemos llamado
tendenciales.

Ante la imposibilidad de realizar aquí un estudio detallado de todos


ellos, más propio de la Psicología empírica, nos vamos a detener
exclusivamente en el acto tendencial más radical y específico de la
persona que interviene continuamente en las decisiones humanas y
que está condicionado y condiciona, a su vez, todas las otras
tendencias y, lo que es más, da un último sentido a los actos
representativos al traducirlos a la acción. Es lo que
llamamos voluntad, aunque algunos psicólogos y filósofos modernos
quieran evitar ese nombre.

Los escolásticos siguiendo a Aristóteles y a santo Tomás definen la


voluntad como un rationalis appetitus. Esto debe entenderse así:
Existen en el hombre tendencias o apetitos sensitivos que tienen
como objetos adecuados los bienes materiales, pero existe además
en el hombre un apetito racional cuyo objeto material adecuado es el
bien en cuanto tal, por tanto, todo el bien. Racional significa que ese
apetito tiende a aquellos objetos que ha aprehendido por las
facultades superiores de la inteligencia o la razón. Naturalmente que
por ambas facultades puede aprehender también bienes materiales
que también serán objeto de la facultad volitiva; más aún, algunos
bienes materiales sólo podrá conocerlos por la inteligencia o la razón,
por las relaciones del pensamiento.

Para que cualquier apetito humano se sienta estimulado debe


preceder el conocimiento, según el sabido aforismo Nihil volitunn quin
praecognitum, no se puede querer más que lo que se conoce. Y el
conocimiento por excelencia en el hombre es el conocimiento
intelectivo y el racional.
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Por poner un ejemplo: en el trópico hervimos el agua antes de beberla


porque sabemos intelectualmente que si no se la hierve es peligrosa
para la salud. Los ejemplos están en la vida de cada día. Al apetito
sensitivo debe precederle un conocimiento sensitivo, si es que se da
un conocimiento humano que sea sólo sensitivo, que no parece por
lo que hemos dicho al hablar de cómo la inteligencia es sentiente y el
sentido es inteligente en el hombre. Pero prescindiendo ahora de esta
cuestión y del apetito sensitivo en cuanto tal, lo que podemos afirmar
con E. Coreth es que «entre conocimiento y voluntad existe
necesariamente una estricta correspondencia. La voluntad no es más
que una capacidad de aspiración o tendencia subordinada al
conocimiento reflexivo, transmitida por éste y acorde con su
esencia» 5. La tendencia y el apetito sensitivo ceden el paso a un acto
nuevo que es la volición, a una tendencia que sigue al conocimiento
intelectual o racional.

2. EL OBJETO DE LA VOLUNTAD

Ahora bien si, como hemos dicho, el objeto de las


facultades cognoscitivas superiores es el ser en
cuanto tal, todo ser, toda realidad, tenemos que
decir que el objeto formal de la voluntad es el bien
de manera ilimitada, el bien en cuanto bien, aquello
que la inteligencia aprehende como un bien para la
persona. La volición es un modo de estar en la
realidad, una opción por un bien real, estando
abiertos a toda la realidad, tal como la presentan la
inteligencia o la razón.

La persona humana, desde que alcanza un desarrollo cognoscitivo


suficiente, sabe que tiene que realizarse a sí misma en medio de
múltiples realidades y con ellas. Nos encontramos en la existencia sin
que sepamos cómo, y una existencia en un mundo que no hemos
elegido, en unas circunstancias que nos vienen dadas. En ellas y
entre ellas tenemos que optar y optamos volitivamente. «La vida –
dice Ortega y Gasset– es, pues, esencialmente tarea y problema
abierto: una maraña de problemas que hay que resolver, en cuya
trama procelosa, queramos o no, braceamos náufragos» . Repite en
muchos sitios: «La vida es quehacer». La voluntad es la facultad con
la que, guiados por la inteligencia y la razón, tenemos que decidir y
decidimos lo que queremos ser y cómo queremos ser en la vida. Es
la capacidad de dar un sentido o un significado a la propia actividad
y, a través de esa actividad, a la misma existencia. Con esto ya
apuntamos la dimensión más característica de la voluntad humana e
inseparable de ella: la libertad. Pero de la libertad hablaremos
enseguida. Ahora nos basta recordar que continuamente tenemos
que estar haciendo actos de voluntad y decisión que en último
término se expresan por los vocablos «quiero» y «no quiero».
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3. LOS VALORES

Todo lo dicho siendo verdadero en sí, puede


parecer demasiado abstracto y, por ello,
menos humano. Puede parecer también
demasiado objetivista y con menor atención
al sujeto personal. No basta saber qué es lo
mejor en sí sino qué y cómo vale para mí.
Podemos concretarlo más diciendo unas
palabra sobre la teoría de los valores tan
extendida en el último siglo, ya que la
llamada Filosofía de los valores da gran
importancia al sujeto y al fluir de la vida y la
Historia.

Dicha teoría de los valores se inició con Herman Lotze, Heinrich


Rickert, Franz Brentano en el siglo pasado y posteriormente, recibió
un fuerte impulso con la filosofía de Nietzsche, la de Max Scheler y la
de Nikolai Hartmann, por no citar sino a los más destacados. Pero se
ha elucubrado tanto sobre los valores, existen tantas teorías diversas
y fluctuantes que no es nada fácil alcanzar la precisión y menos la
unanimidad. Parece que lo que sí se puede afirmar, de manera
general, es lo siguiente: Valor es todo aquello que permite dar un
significado y una dignidad a la existencia humana, todo lo que
colabora a que la persona sea, cada vez, más plenamente persona,
en el sentido adecuado de esta palabra. Por ello, valor no es sólo el
bien-en-sí sino el bien-para-mí. El hombre es el centro, el lugar y el
fin de los valores. No es que no haya bienes en sí, que es evidente
que los hay ya que todo ser es bueno al menos para sí, y todo ser por
serlo vale, pero Ios bienes son realmente valores en tanto en cuanto
son valores para alguien. Si no hubiera un sujeto al que dicen relación
¿serían valores? Por ello se hace necesario considerar los valores no
sólo en su desnuda objetividad sino en su directa relación con la
persona, con la percepción y la estima del valor por el sujeto en sus
circunstancias históricas, sin por eso caer en el relativismo o en el
subjetivismo .

Los valores más que cosas son cualidades que hacen valiosas las
cosas. Son las cualidades que dan a las cosas una determinada
importancia. Muchas cosas no se nos presentan como neutras o
indiferentes para nosotros. Necesitamos conocer su importancia para
nosotros, es decir, su valor. Por lo demás, en la vida ordinaria nos
estamos moviendo continuamente impulsados por los valores. Si nos
interesa la adquisición de la ciencia, si admiramos la belleza de un
paisaje, si nos conmovemos por la generosidad o santidad de una
persona, si amamos a nuestros padres es porque aprehendemos en
esos objetos algo más que sólo el ser, aprehendemos el ser como un
valor con referencia a nuestra persona. Si pudiéramos prescindir del
valor, el mundo y la vida nos resultarían neutros e insípidos.
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4. La libertad humana

Estudiamos en este apartado uno


de los problemas más decisivos e
importantes de la Antropología
Filosófica, la libertad. Depende de
ella no sólo la realización y el
destino personal de cada uno,
sino también la realización y el
destino de la Historia humana.

El conocimiento humano alcanza su pleno sentido en el ejercicio de


la acción libre. Mientras que el animal se realiza en fuerza de
potencialidades biológicas, el hombre tiene que desarrollar sus
facultades y el proyecto de su vida con decisiones autónomas de las
que ciertamente sólo él es capaz. Si el conocimiento humano tiene
por objeto todo lo que es, si la voluntad humana puede apetecer todo
lo bueno, la última decisión del hombre ante el ser y ante el bien
depende de su libre elección. No está escrita ni determinada en
ningún sitio. Por estas autodeterminaciones es como la persona
realiza el sentido de su vida.

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