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EL SISTEMA POLÍTICO PERUANO: SU PRINCIPAL NOTA CARACTERÍSTICA Y DOS OMITIDAS

PROPUESTAS DE REFORMA

INTRODUCCIÓN

Desde la caída del régimen fujimorista en el 2001, se sostuvo de forma reiterada que la
inestabilidad y baja institucionalización de nuestro sistema político eran consecuencia de su
carácter «cerrado» y su propensión a dificultar la participación política.

Es necesario definir con claridad las reales características de nuestro sistema político como
primer paso para plantear reformas que fortalezcan el régimen democrático y, a su vez,
permitan sentar bases sólidas para la construcción de un sistema político cohesionado,
estable, dinámico y duradero como sustrato indispensable de todo desarrollo integral y
continuado.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL SISTEMA POLÍTICO PERUANO

Hoy en día es pacífico afirmar que en el Perú se han articulado tres sistemas de partidos a lo
largo de la historia republicana: en 1871-1919 (2), en 1931-1962 (3) y en 1980-1992.

Entre 1871 y 1919 aparecieron los primeros partidos políticos peruanos. El militarismo ingresó
a una crisis que posibilitó la aparición de grupos políticos que toman el interés ya no sólo de
influir, sino de llegar al poder. La participación política seguía restringida, tanto de jure como
de facto, a los sectores de la elite dominante. Sin embargo, se observó una primera
competencia partidaria -digamos semicompetencia-, que posibilitó incluso el triunfo del grupo
opositor, el Partido Civil, que llegó al poder en 1872. Pese a ser el partido más importante,
cuatro años después apoyó la transferencia del poder al general Mariano Ignacio Prado, sin
presentar candidato propio. Este sistema restringido fue abruptamente cortado por la guerra
con Chile y la posterior aparición del llamado segundo militarismo. A la caída de este último
reapareció el Partido Civil, en competencia con otros partidos menores (Demócrata, Nacional,
etcétera). Al interior de un sistema de democracia restringida, en sucesivas elecciones, logró
mantenerse o influir sobre el poder salvo el paréntesis del gobierno de Billinghurst, entre 1895
y 1919. Haciendo la salvedad de que tenemos por delante básicamente partidos de electores y
de notables, más bien clientelistas, siguiendo el esquema de Hermet podríamos considerar
este período como de elecciones pluripartidistas excluyentistas . Son elecciones competitivas
de hecho pero no de derecho. Con todas las reservas del caso, podríamos decir que el sistema
de partidos que se articuló es el del partido hegemónico-pragmático, situado alrededor del
Partido Civil que terminará, en las elecciones de 1919, con el triunfo del opositor Augusto B.
Leguía.

se creó el Registro Electoral permanente; y se instauró el sistema de representación


mayoritario con participación de las minorías. La primera competencia libre se desarrolló, en
1931, con cuatro candidaturas presidenciales y algunos partidos más para el parlamento. El
rechazo a sus resultados, el levantamiento aprista, el asesinato del presidente Sánchez Cerro y
la posterior ilegalización del Apra y el PCP, condujeron nuevamente a la instauración de un
régimen autoritario, semicompetitivo y de pluralismo restringido a nivel del Parlamento. Hubo
elecciones parlamentarias en 1936 (anuladas por el probable triunfo opositor con apoyo
aprista) y en 1939. Los partidos políticos presentes en el escenario volvieron a ser los partidos
de electores. Los partidos de notables, que con el leguísmo habían entrado en una seria crisis,
no pudieron sobrevivir.

En 1955, se había ampliado la participación política al otorgar el derecho a voto para las
mujeres, que pudieron participar activamente en las elecciones del año siguiente. Estas
elecciones fueron parcialmente competitivas, ya que aún se mantenían las restricciones antes
señaladas. En todo el período tenemos un sistema que pasa de ser semicompetitivo entre
1956 a 1962, a ser competitivo. a partir de 1963. El sistema político sigue siendo formalmente
democrático, pues aún se mantenían algunas restricciones a nivel de la participación política
ciudadana. En relación al sistema de partidos en 1956, podemos señalar que era de un
pluralismo moderado, con una competencia centrípeta. En contraste, en 1963, cuatro partidos
importantes, agrupados polarmente en dos, uno en el ejecutivo y otro en el legislativo,
configuraron un sistema multipartidista polarizado que, como ya se dijo, desembocó en un
golpe de Estado.

Desde 1978 se desarrolló una secuencia electoral como nunca antes en la historia política
peruana. Sus resultados produjeron tres gobiernos democráticos consecutivos, dos cartas
constitucionales67 y numerosos gobiernos locales y regionales, generando activamente poder
político. Las elecciones, de esta manera, se convirtieron en origen de poder y canalización de
sus resultados.

«El interés por una reforma política parte de un diagnóstico equivocado: que estaríamos ante
un sistema político cerrado y que esta característica sería expresión de la naturaleza
autoritaria del régimen fujimorista, por lo que correspondería su ampliación»

errores graves en el análisis politológico del régimen fujimorista de los noventa

en primer lugar, el diagnóstico equivocado que otorga al fujimorismo el carácter autoritario


clásico cuando en realidad se trató de un «autoritarismo competitivo», en el que la nota
«autoritaria» no se encuentra en la ausencia de participación ciudadana, sino en la afectación
de las condiciones de la competencia política debido al propósito de consolidar la hegemonía
de las agrupaciones fujimoristas. Esto, como es lógico, implicó la alteración de los contrapesos
sociales y políticos efectivos y, por ende, supuso la pérdida de la lógica de equilibrios y
controles propios de la democracia, pero sin que ello significara la inexistencia de participación
o competencia políticas.

En segundo lugar, Su declarado propósito de debilitar a los partidos «tradicionales», tal y


como se puede corroborar con los siguientes datos:
i) la existencia de una legislación que permitió la postulación de candidatos y listas
independientes durante los años ochenta y noventa ;
ii) ii) la conformación de un Congreso elegido con base en el «distrito único
electoral»,
iii) la consagración constitucional de dos (2) tipos de organizaciones para viabilizar la
participación política de la ciudadanía (los partidos y movimientos)
iv) la exigencia de un número mínimo de firmas de adherentes para la inscripción de
partidos políticos, lo cual permitió una considerable participación de
organizaciones partidarias en las elecciones presidenciales y congresales que bien
puede considerarse excesiva

En tercer y último lugar, se imputa a la Constitución de 1993 un supuesto carácter autoritario


y dictatorial, fundamentalmente debido a la consagración de lo siguiente: la reelección
presidencial inmediata .

En consecuencia, el carácter «autoritario» del régimen fujimorista es asimilado indebidamente


y se asigna al Texto Fundamental aprobado en esos años, cuando lo cierto es que la
Constitución de 1993 no tiene un espíritu «antidemocrático» sino «antipartidario» que buscó
erradicar el monopolio participativo de los partidos políticos, conforme ya hemos advertido.

Lo señalado es tan cierto, que, inclusive desde la caída del régimen fujimorista en el 2001,
pasamos de una dinámica autoritaria a una democrática y equilibrada sin mayor dificultad,
pese a que no hubo cambios institucionales trascendentes.

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