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1

Nada os
2
Staff
Infinity Dreams
Moderadora de Traducción:
Jazly*

Traductores:
Allison Marielaoac
Carla Retamal Meme pistols
Darksoul18 Thelovestory
Jane Wendy Johanna

3
Loly WendyC
Lu_Rodriguez

Moderadora de Corrección:
DaraNicole

Correctores:
DaraNicole
Ivonne
Lu_Rodriguez
Marieta16
Mayelie
Midnight Dreams
Moderadora de Traducción:
Mariela

Traductores:
America_12 Mary Haynes
Daniel NataliCQ
Emmie Nessied
Jane Rachell
Keren_m Tris 17

4
Majo Valen<33
Mariela

Moderadora de Corrección:
Emmie

Correctores:
DeniisRodriguez Mariela
Emmie NataliCQ
Esperanza Pagan

Revisoras:
Emmie y Mariela

Diseño:
Yeeis.M
Índice
Prologo Capítulo 14
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 21
Capítulo 8 Capítulo 22
Capítulo 9 Capítulo 23
Capítulo 10 Capítulo 24 5
Capítulo 11 Capítulo 25
Capítulo 12 Capítulo 26
Capítulo 13
Sinopsis
Aleena Moore está contenta con su vida. Ella tiene metas, sueños y una suave
sonrisa. Pero también tiene un secreto guardado en su interior.

Jared Holt cree que no merece amar o ser amado. Él destruye todo lo que toca.
Atormentado por el error que destrozó su vida, huye del recuerdo de ese dolor.

Jared no sabe por qué está obligado a regresar, pero se siente atraído de nuevo, al
lugar en donde todo comenzó. El lugar exacto donde eso acabó. Cuando se encuentra
con su mejor amigo de la infancia, Christopher, el hermano mayor de Aleena, está de
acuerdo en compartir el apartamento con ambos mientras busca un lugar propio.

Aleena ya no es la niña que Jared recuerda y evoca sentimientos en él que nunca 6


quiso volver a sentir. Aterrorizado de destruirla, lucha por mantenerla alejada. Pero su
toque es algo que no puede resistir, el toque que selló su destino.

Sus pasados están entrelazados y su futuro es incierto. Las únicas verdades que
conocen son los secretos que susurran por las noches.
Prólogo
Líneas discontinuas se desdibujan hasta convertirse en una línea continua. Mis huesos vibran
por los miles de kilómetros que he pasado a caballo en el asiento de cuero, los músculos de mi
brazo derecho gritando por las horas que mi mano se ha bloqueado en el acelerador.

Pero no me detengo. No puedo, y no sé por qué. Algo en mi interior me impulsa hacia


adelante. Aro por delante.

El aire caliente explota en mi cara y mi pelo se revuelca en un caos incontrolable.

Muerdo una risa amarga.

Caos sin control. Eso es exactamente cómo me describieron.

El desierto cielo continúa para siempre, un océano de azul profundo. La ciudad se levanta
como un faro en la distancia. Porque me siento atraída. 7
¿Qué estoy haciendo?

Aquí no hay nada para mí. Lo sé. Ya he destruido todo. Yo destruyo todo lo que toco.

Todavía no puedo hacer nada, excepto continuar.


Capítulo 1
Aleena
E
staba apoyada en mi cama con el cuaderno de dibujo en equilibrio sobre
mis rodillas dobladas. Megan estaba haciendo su mejor esfuerzo para no
reírse desde donde estaba sentada con las piernas cruzadas en el extremo
de la cama, rebotando.

—No te muevas —demandé, mordiéndome el labio inferior mientras trataba de


conseguir su boca correctamente. El sombreado era difícil, y yo quería hacerlo
perfecto. Megan tenía la más genuina sonrisa que cualquier persona que he conocido.

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Me negué a estropearlo.

—Pero tengo que hacer pis —se quejó. Ella se balanceó un poco más. No podía
mantenerlo más, y ella lanzó esa risa histérica mientras rodaba por el borde de mi
cama—. Ya vuelvo.

Con un gemido, tiré mi cuaderno de dibujo a la cama. —Eres un dolor en mi culo,


Megan —la llamé mientras ella corría por mi puerta y todo el pasillo hasta el cuarto de
baño. Se había levantado a orinar por lo menos tres veces en la última hora. La chica
no podía quedarse quieta para salvar su vida.

—Es por eso que me amas tanto —gritó ella.

La puerta del baño se cerró detrás suyo, y tomé de vuelta el cuaderno para
estudiarlo.

La cara impactante de Megan me miró, sonriendo, su normalmente largo cabello


rubio trazado en tonos de carbón, sus ojos azules muy abiertos y negros.

Ella había sido mi mejor amiga desde que se había mudado aquí desde Rhode
Island durante nuestro segundo año de la escuela secundaria, hace casi cinco años. Me
encantaba dibujar porque ella era tan diferente del modelo típico que se ofrecía a sí
misma. Era bajita, apenas por debajo del metro sesenta, llevaba bien sus curvas, y tenía
un rostro único. Fue de alguna manera a la vez dulce y curiosa, esta expresión
constante que me hizo pensar en la inocencia tratando de trabajar por sí misma.

Ella aún vivía con sus padres en el mismo barrio donde yo había crecido, a sólo dos
calles más allá de mi antigua casa, donde mis padres y hermano menor todavía vivían.
Frecuentaba mucho por aquí en el apartamento que había compartido con mi hermano
mayor, Christopher, ya que me gradué de la escuela secundaria hace dos años.
Christopher y yo fuimos a la Universidad de Arizona, y nuestro apartamento estaba
cerca del campus. Yo iba a la escuela para ser enfermera, pero Dios, a veces deseaba
poder hacer algo con mi arte. Sabía que era absurdo, que había pocas posibilidades de
que algo iba a salir de ahí. Eso no significaba que yo no lo quiera.

Ella estaba sonriendo cuando volvió menos de dos minutos después.

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—¿Te sientes mejor?

—Oh, sí. —Escalando sobre la cama, se arrastró hacia adelante para robar un
vistazo.

Escondí el cuaderno contra mi pecho.

—Déjame ver. —Alargó la mano y trató de agarrarlo.

Negué con la cabeza y lo sostuve cerca. —Ya conoces las reglas.

—Lo sé, lo sé. —Ella se echó hacia atrás. Nadie nunca llegó a ver. Nadie excepto
yo.

Desde el suelo, el teléfono de Megan sonó en su bolso. Se inclinó para sacarlo.


Cuando ella se volvió, la emoción había transformado su expresión. —Es él —articuló
cuando aceptó la llamada y se lo llevó a la oreja—. ¿Hola?

Volviendo a mi bosquejo, traté de no sonreír mientras la escuchaba hablar con Sam.


Ella había estado persiguiendo a ese tipo durante el último mes, desde que se había
colgado por él en una fiesta que nuestro amigo Calista había lanzado en mayo para
celebrar el final del semestre pasado. Un beso y ella se enganchó. Yo no estaba tan
segura de que él sentía lo mismo.

—Sí... podemos ir... bien, nos vemos allí.

Dejó caer su teléfono a la cama y gritó.

Oh Dios. Megan no chilla. Ella estaba en problemas.

—Parece que tienes una cita esta noche —murmuré, mi atención estaba en el
movimiento de mi mano.

—Yo no, nosotras —respondió ella—. Sam tiene una fiesta esta noche, y él quiere
que vayamos. No puedo creer que me llamó en realidad —dijo, obviamente, hablando
consigo misma—. Dos semanas y no hubo noticias de él. Estaba empezando a pensar
que me iba a abandonar.

¿A partir de?

Así que tal vez era un poco protectora con mi mejor amiga. 10
Salté de la cama y caminé hasta mi armario, fui a través hasta que encontré la
pequeña falda negra que había escondido en la parte trasera. Tiré de ella de la percha y
se lo lancé. —Aquí... lleva esto. Se verá mucho mejor en ti que en mí. Sabes que
fueron esas piernas que hicieron tropezar a Sam en primer lugar. Creo que el tipo
literalmente tropezó —le señalé—. Y es mejor hacer que él trabaje por ellas.

—Oh, definitivamente va a tener que trabajar para ellas. Me conoces mejor que eso.
—Megan levantó la falda para inspeccionarla—. Esto es muy lindo. —Levantó la
mirada con una sonrisa—. Tal vez deberías llevarlo. Sabes que Gabe va a estar allí. —
Lo último lo dijo con esa voz cantarina que sólo utiliza porque sabía que molestaba el
infierno fuera de mí.

—Pssh —resoplé en voz baja, y ella se rió porque de toda la gente sabía que Gabe
no era realmente atractivo. Gabe era mi tipo de novio. Por tipo, me refería a que era
un hombre que no me dejaría sola o acepte un no por respuesta. Pero era
insoportablemente lindo y dulce en una especie de chico de al lado y yo no sabía muy
bien cómo cortarle sin herir sus sentimientos.

Y él estaba a salvo.

Ella bajó la falda. —Realmente deberías dejar de encadenar a ese tipo. Es un poco
triste. —Se puso seria, sus ojos azules sobrios mientras ella me miraba desde la cama.

Lancé un par de pantalones cortos en mi cama. —No estoy encadenándolo, Megan.


Él es el que se está encadenado a mí.

—Lo que sea, Aly. Tú sigue diciéndote eso. Siempre lo haces.

Pude ver la preocupación pasando sobre sus ojos, casi podía escuchar el argumento
pasando a través de los labios, leyéndolo.

—Simplemente no lo hagas, ¿está bien? —dije.

Ella parpadeó un par de veces, como si hacer eso sería borrar cualquier imagen que
vio en su mente. —A veces no te entiendo, Aly. 11

***
La fiesta era apacible, sólo unas pocas personas que salen un jueves a la casa de
Sam compartido con un par de otros chicos. La mayoría de nosotros estábamos en la
parte trasera, sentados alrededor de la piscina bebiendo cerveza. Las luces del patio
estaban apagadas, la zona fundida en un resplandor silenciado por las luces brillando a
través del banco de ventanas dentro de la casa de Sam. Megan estaba acurrucada con
él en una tumbona en el otro extremo de la piscina, sus voces silenciadas y relajadas.
Detrás de mí las llamas subían y crujían de un pozo de fuego en el suelo, y algunas
personas se sentaron alrededor de las sillas que lo rodeaban.

Echándome hacia atrás con mis manos, me mojé los pies en la piscina. Agua
ondulada a lo largo de la superficie, los bordes iluminados por encima de las sombras
mientras eran bañados a través de la piscina. Incluso a las once de la noche, todavía
estaba caliente. El verano en Phoenix era mi favorito. Siempre lo había sido. El calor
irradiaba por el hormigón y pavimento, apretada desde el cielo. Insectos trinaban y
pájaros susurraban a través de los árboles. Amaba que pudiera estar en el centro de la
ciudad y todavía se sentía como si estuviera en el desierto. Pacífico. No había otra
manera de describirlo.

No me sorprendí cuando Gabe se sentó a mi lado. Charlamos un poco durante toda


la noche, pero en su mayor parte, lo había evitado. Estaba sin camisa y sólo llevaba un
traje de baño de color blanco. —¿Quieres venir conmigo? —preguntó, inclinando la
cabeza hacia la piscina en invitación.

—Nah, estoy bien —dije, a pesar de que la idea del agua fresca era increíblemente
atractiva.

Inclinando la cabeza hacia atrás para tener una mejor vista de mí, casi sonrió. Las

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hebras de su cabello castaño claro cayeron a un lado, y sus ojos de color marrón oscuro
nadaron con algo que me hubiera gustado no verlo. —Tú te lo pierdes —dijo.

Me reí en voz baja y sacudí la cabeza. Era tan obvio.

—Lo soy, ¿eh?

Un lado de su boca se torció. —Sí, lo eres.

—Bien —le dije.

¿Qué puede lastimar?

O la pregunta más apropiada sería: ¿Por qué duele? Era una estupidez. Infantil.
Pero no sé cómo dejarlo ir.

Obligándome a ponerme de pie, me quité la camiseta y salí de los pantalones cortos


que había usado sobre mi bikini verde.

La expresión de Gabe se levantó con reconocimiento lento.

Avergonzada, me di la vuelta y salté. Mi cuerpo se hundió hasta el fondo de la


piscina. Flotaba, sin peso, la longitud de mi pelo negro tendido y en deriva. Estaba
fresco, vigorizante. El agua tapaba las voces y el ruido de todos los demás, y por unos
segundos, me deleitaba con la soledad. Cuando mis pulmones apretaron, me propulsé
hacia la superficie. Aspiré una gran bocanada de aire mientras retiraba el pelo de mi
cara.

Gabe ya estaba hasta la cintura en la piscina, sonriéndome. —Tienes que ser la


chica más hermosa que he visto nunca, Aly —murmuró mientras se inclinaba hacia
delante.

Luces de interior fundieron su rostro en sombras, pero podía ver la belleza en su


silueta. Y yo quería quererlo, quería conseguir de alguna manera la parte de mí que
había regalado aquella noche hace tanto tiempo.

No dije nada, sólo me quedé mirando a Gabe mientras avanzaba poco a poco. No
lo detuve cuando sus manos encontraron mis caderas y no detuve su beso.
Se sentía bien.

13
Pero siempre habrá algo que falte.
Capítulo 2
Jared
odo había cambiado incluso cuando todo parecía seguir igual. Ruedo

T por la calle, buscando. Por qué, no lo sabía. En los seis años que he
estado fuera, la ciudad se ha expandido más allá de sus fronteras, sin
embargo el viejo vecindario parece como si hubiera estado congelado en el tiempo,
como una instantánea que vi desde lejos. Una fotografía que había estado borrando.
Me empujé dentro de la sucia calle principal, directamente a través de la calle donde
había crecido. Todos los recuerdos que ni siquiera importaban los había
experimentado aquí. Eran sólo eso. Recuerdos. Apoyé mi bota en el suelo para
sostener mi moto mientras simplemente miraba. Coches pasaron volando, mi visión 14
borrosa en los destellos del metal.
¿Qué mierda estaba pensando? ¿Ésta era una buena idea? Porque no era
seguramente una maldita buena idea.
He estado de vuelta en la ciudad por casi una semana. Me había tomado tanto
tiempo tomar el valor para llegar cerca del antiguo vecindario. Tal vez solamente me
quería torturar a mí mismo para hacerme pagar un poco más, aunque no se pudieran
hacer modificaciones. Ya había tratado de pagar el precio, pero el destino ni siquiera
me lo permitía.
Como si estuviera anclado al pasado, no podía forzarme a irme. Casi pude vernos
jugando en el medio de la tranquila calle, ocultándonos, persiguiéndonos, riendo,
corriendo a través de los terrenos baldíos que estaban detrás en el vecindario. Si me
esforzaba lo suficiente, podía escuchar la voz de mi mamá mientras se asomaba por la
puerta principal y me llamaba para cenar, podía ver a mi padre dirigiéndose al camino
de entrada al terminar su jornada laboral, podía imaginar el rostro de mi pequeña
hermana presionado contra la ventana mientras esperaba que yo regresara a casa.
Todo esto era un eco de lo que yo había destruido.
Mi pecho se apretó, y apreté el agarre contra el manubrio mientras la ira rugió. La
agresión encrespó, enrolló mis músculos y cerré los ojos con fuerza. Un gruñido se
levantó en mi garganta, lo mordí de regreso y lo sostuve. Mis ojos se abrieron mientras
acelero y salgo disparado por la calle. Conduje a través de coches y me empuje hacia
adelante. No tenía idea de dónde iba a terminar, porque no había lugar al que
perteneciera.
Solamente rodé.

***
Horas más tarde, me senté con mis codos apoyados en la barra, y mis botas
enganchadas sobre el reposapiés del banco. Tomé un largo trago de mi cerveza,
mirando a Lily desde donde ella me miraba a mí con una sonrisa tímida desde detrás 15
de la barra. La chica había tenido el descaro de darme su tarjeta, y hemos sido muy
buenos amigos desde entonces.
Por lo menos esperaba que lo fuéramos. Una leve sonrisa se levantó en un lado de
su boca antes de que negara con la cabeza y se diera vuelta para inclinarse y reponer
algunas cervezas, dándome una perfecta visión de su pequeño y apretado trasero.
El líquido helado se deslizó por mi garganta, y di un suspiro de satisfacción. Había
olvidado cuán jodidamente caliente era el verano en Phoenix.
Cuando sentí como si hubiera viajado por todas las calles de la ciudad, me dirigí al
estacionamiento del pequeño bar. Estaba famélico y necesitaba en extremo una
cerveza. El lugar estaba bastante lleno, con tipos que parecían estar buscando un
respiro después de un largo día de trabajo, para relajarse y ver el partido, mezclados
con algunos grupos de estudiantes universitarios, y algunos pocos hombres como yo.
Lily desapareció dentro de la cocina y regresó con mi hamburguesa. La puso
delante de mí. Se inclinó sobre la barra en sus antebrazos. Mechones de su grueso
cabello rubio cayeron a un lado cuando inclinó la cabeza. —Entonces, ¿vas a pedir mi
número o solamente me mirarás toda la noche?
Levanté mi ceja mientras tomaba otro trago de mi cerveza. —Me imaginé que sólo
tenía que esperar aquí hasta que te desocuparas. —No era de los que seguía todo el
procedimiento o coqueteaba con chicas con pretensiones.
Ella rió con una pizca de incredulidad. —Estás bastante seguro de ti mismo por ahí,
¿eh?
Me encogí de hombros cuando pasé mi mano por mi cerveza. No lo era,
verdaderamente. Simplemente no me importaba. Si ella me invitaba a su casa, genial.
Pero no iba a estar herido si no lo hacía. Encontraría a alguien más. Siempre lo hacía.
Líneas surcaron su frente mientras dirigía su atención a mis manos, y extendió su
mano en un intento de trazar mis nudillos.
Mi corazón se aceleró, mis manos se hicieron puños mientras las llevaba hacia
atrás, mi mandíbula apretándose en alerta mientras levantaba mi barbilla.
Ella frunció el ceño cuando levantó la vista y encontró la expresión en mi rostro. Se
echó para atrás antes de mostrar cómo se estremecía por la sacudida de confusión que 16
sintió de mi reacción. —¿Quieres otra cerveza?
—Eso estaría bien —dije con mi tono duro. Siempre era lo mismo. Ellas siempre
queriendo jodidamente tocar, saber, escarbar. No iba ahí. Nunca.
Ella asintió y se dio la vuelta alejándose.
Con un codo a cada lado de mi plato, envolví mis manos alrededor de la enorme
hamburguesa y la acerqué para tomar una mordida. Supo como el cielo. Suprimí un
gemido. Habían pasado demasiadas horas desde que había tenido algo de comer. Eché
una papa en mi boca y fui a tomar otra mordida cuando en mi periferia sentí a alguien
pararse junto a mí. Él comenzó a pasarme, pero dudó otra vez antes de detenerse. Por
la esquina de mi ojo, me mantuve observándolo. Todo lo que podía ver eran sus
manos abriéndose y cerrándose a sus costados, como si estuviera tratando de tomar
una decisión sobre algo. No lo reconozco, sólo estoy enfocándome en esta
jodidamente deliciosa hamburguesa y esperando que el tipo tuviera algo de sentido
común y se alejara antes de obtener su culo pateado.
Él se acerco más a la barra y movió su cabeza hacia mí para verme. —¿Jared?
Mi cabeza se levantó para mirar a este tipo que era jodidamente alto, y aunque era
más largo que la mierda, estaba bastante claro que podría ir por un round o dos. Su
cabello negro era salvaje y dirigido a todos lados, y sus ojos verde oscuro estaban muy
abiertos por la sorpresa. Se dejó caer en el taburete a mi lado, observándome como si
fuera una especie de aparición.
Estaba bastante seguro que estábamos teniendo el mismo efecto el uno sobre el otro.
Por un minuto cada músculo de mi cuerpo estuvo congelado, mi boca abierta, antes de
que la impresión se disipara. Luego me reí, cogí una servilleta, me limpié la boca y giré
mi taburete hacia él. —Bien, mierda, pero si este es Christopher Moore. ¿Cómo
demonios estás, hombre?
Miles de recuerdos se empujaron hacia el frente de mi mente. Pude verlos todos ahí
también, parpadeando a través de su rostro.
Christopher y yo habíamos sido tan espesos como la sangre. Había sido mi mejor
amigo y el hermano que nunca tuve.
Una sonrisa estalló en su rostro y negó con la cabeza. —Estoy bien... realmente
bien. —Parpadeó como si todavía no pudiera creer que yo estuviera allí—. ¿Cómo has 17
estado? —Su tono cambió, se volvió pesado mientras se apoyaba con un codo en la
barra, frente a mí. Su atención fue de mi cara a mis manos inquietas en mi regazo y de
vuelta a mi cara otra vez. Él se echó hacia atrás, con el ceño juntándose—. ¿Dónde has
estado, Jared? Quiero decir... no he oído de ti en años. ¿Por qué...? —Pasó su mano
por su cabello, incapaz de completar la pregunta, su voz apagándose.
¿Qué demonios se suponía que debía decir? Christopher me había escrito todas esas
cartas de mierda diciéndome que nada era mi culpa, que todo estaría bien, que él lo
entendía, pero él no entendía nada. ¿Cómo podría? Yo era el único que estaba en mi
celda por la noche con las imágenes de lo que había hecho quemando en mi mente.
Cuando cerraba mis ojos, era lo único que veía. Y era en su mayoría definitivamente
mi culpa. Nunca contesté ninguna de sus cartas, nunca llamé, nunca le permití a nadie
saber a dónde había ido una vez que me dieron de alta. No necesitaba que Christopher
o alguien más me alimentara con mentiras, para tratar de convencerme algún día de
que sanaría o alguna maldita basura como esa. Tal vez mi corazón late, pero morí el
día que ella lo hizo.
Entrené mi voz para que sonara casual. —He estado trabajando en New Jersey por
los últimos pocos años. Fui capaz de ahorrar algo de dinero, así que ha estado bien.
Él presionó sus labios juntos. —¿Y cuándo regresaste? —preguntó, aunque escuché
la pregunta. ¿Por qué regresaste? Estuve feliz de que no lo preguntara porque
jodidamente no lo sabía.
—Cerca de una semana.
Lily apareció frente a nosotros con una cerveza fresca y empezó a limpiar el
mostrador. Su mirada se posó en Christopher. —¿Puedo ofrecerte algo?
—No, gracias, estoy bien. —Él movió su mano hacia ella y se volvió hacia mí—.
¿Dónde te estás quedando?
Tomé un sorbo de mi cerveza. —Me estuve quedando en este motel de mierda
mientras busco un apartamento... por la ciudad.
Por un segundo trabajó su boca en consideración. Soltó un suspiro y ladeó la cabeza
hacia un lado. —¿Por qué no te vienes a quedar conmigo por un tiempo? Sería genial
para ponernos al día. Tiene que absorberte estar viviendo en un motel.
—Nah, hombre, no podría imponerme así. 18
—No te estás imponiendo. Eres como de la familia.
Internamente me encogí por su afirmación. Sí, quizás había sido como de la familia
una vez. Ya no más.
Christopher se estiró, agarró mi cerveza, y drenó la mitad de esta. Sofoqué una
carcajada. El chico no había cambiado del todo. Christopher era famoso por tomar
prestadas las cosas. Si estaba extrañando algo, sabía dónde encontrarlo.
—Ayudarte a ti mismo —murmuré mientras agité mi mano hacia mi cerveza, y él
sólo sonrió.
—De cualquier forma... —Inclinó la botella en mi dirección como si estuviera
pensando, trabajando en algo—. Tengo un lugar que comparto con Aly. Está a sólo
unas pocas millas de distancia. Vas a tener que dormir en el sofá, pero tiene que ser
mejor que vivir fuera en un motel. Esto es realmente genial... —Él asintió con la
cabeza como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de que no era una idea
realmente mala—. Me alegro de que hayas vuelto. Será bueno para ponerse al día... —
divagó antes de desacelerar. Debe haber leído la sorpresa en mi cara.
¿Aly es su compañera de cuarto?
—Nuestros padres y Augustyn todavía viven en el viejo vecindario, pero cuando
Aly decidió ir a la Universidad de Arizona, pensamos que sería genial si ella vivía
conmigo desde que vamos a la misma escuela. Se mudó hace un par de años... justo
después de graduarse de la preparatoria —añadió, como para aclarar mi confusión.
En todo caso, creció.
Él sólo se rió. —Jared... ella tiene veinte años.
Traté de arreglarlo en mi cabeza, la niña de pelo negro que nos había seguido
alrededor como si fuéramos las mejores cosas en el mundo mientras nos burlábamos
de ella sin descanso. Aún así hubiera matado por ella. Una sonrisa luchó por liberarse
cuando pensé en sus rodillas huesudas y dientes de conejo. En el momento en que ella
tenía doce años, era tan alta y desgarbada que apenas podía pararse en sus torpes pies.
La última vez que vi a la hermana de Christopher, ella debe haber tenido unos catorce
años, pero ese año fue sólo un borrón. Ni siquiera podía imaginarla a esa edad.
Sonreí levemente y negué con la cabeza. —¿No me digas?
—Hombre, te has ido por seis años. ¿Qué esperabas? ¿Volver aquí y que todo estaría 19
igual?
No sabía qué esperar.
Christopher me dejó ir con una fácil sonrisa. —Es verdaderamente bueno tenerte de
vuelta, Jared. —Se levantó y tiró un billete de veinte sobre la barra, después me palmeó
la espalda—. Gracias por la cerveza. Ahora ve a juntar tu mierda. Estarás regresando a
mi casa.

***
Christopher me dio su dirección, y conduje a través del centro al motel para agarrar
las pocas cosas que tenía, después me encaminé de regreso. Debía ser cerca de
medianoche. El tráfico estaba tranquilo, y el viaje me tomó menos de diez minutos. Su
departamento estaba en Tempe justo cerca de la universidad. Giré directo dentro de su
camino de entrada y arriba hacia el portón, después ingresé el código que Christopher
me había dado. La puerta se deslizó abriéndose, permitiéndome entrar al gran
complejo. Grandes edificios de tres pisos estaban situados alrededor de la propiedad, y
aceras rodeadas de césped recortado y arbustos pequeños alineados a las orillas. No me
impresioné por las mierdas materiales, y no era como si fuera la colina ni nada, pero
era miles de veces mejor que el hoyo donde me había estado quedando desde que
llegué a la ciudad hace una semana.
Por qué dejé a Christopher hablarme acerca de venir aquí, no estaba seguro. Había
venido a Phoenix sin intenciones, sin expectativas, sólo con unas pocas pertenencias
que pude atar en mi espalda y esta extraña necesidad en la boca de mi estómago.
No entendí el regocijo, pero tuve que admitir, fue bueno ver su cara.
Tenía algo de dinero ahorrado del trabajo de construcción que de alguna manera
había obtenido en New Jersey. Había sido un supervisor y hecho buen dinero. Nadie
me conocía desde Adam ahí, y mis registros fueron sellados desde que había sido un
menor de edad cuando todo se había ido abajo. El día que tuve dieciocho, me dieron
de alta, había hecho mi camino en auto-stop a través del país, poniendo tanta distancia 20
entre este lugar y yo mismo como pude.
Gracioso cómo terminé aquí de vuelta después de correr tan lejos.
Tendría que encontrar un trabajo pronto. No estaría corto de dinero por un rato,
pero necesitaba algún tipo de empleo para poner en mi aplicación si quería tener mi
propio lugar. No podría quedarme con Christopher por siempre.
Realmente, estando de acuerdo en venir aquí del todo era un choque de trenes
esperando a suceder.
Él me odiará antes de que me haya ido.
Lo apuesto.
Rodeando alrededor de la parte posterior del complejo, estacioné mi moto en uno
de los lugares para visitantes en frente de su edificio. Levanté mi mochila más arriba en
mi espalda y metí mis manos en los bolsillos de mis jeans mientras deambulaba por las
escaleras al rellano del segundo piso. Ahí había sólo dos puertas. El apartamento 2602
estaba a la izquierda. Llamé a la puerta de metal.
Dos segundos más tarde, Christopher abrió. Aire frio golpeó mi cara por el aire
acondicionado, y me dio la bienvenida mientras Christopher abría más la puerta para
dejarme entrar. —Vamos, entra.
—Esto está seriamente frío para ti —dije mientras entraba y observaba mi alrededor.
Era una gran habitación abierta, el área de la sala de estar a la izquierda y la cocina
con una pequeña mesa redonda a la derecha. Ambas estaban separadas por una barra
baja con tres taburetes asentados en frente de esta. El sillón estaba a la mitad de la sala
de estar. Detrás de este, una gran puerta corrediza de cristal que da a un pequeño
balcón.
Christopher hizo un gesto hacia el sillón. —Siéntete como en casa. Aly y yo somos
muy casuales por aquí. No estoy haciendo mucho este verano sino sentarme sobre mi
culo porque creo que mi último año va a ser brutal, y Aly está trabajando en un
pequeño restaurante mientras está fuera de clases por el verano.
—¿Ah sí? ¿Qué estás estudiando? —pregunté. Christopher nunca había sido mucho
del tipo estudioso. Me sentí mal pensando siquiera que estaba sorprendido de cuán
lejos había llegado en la escuela. 21
Él se encogió de hombros. —Solamente obteniendo una licenciatura en
administración de empresas. No tengo ni idea de qué quiero hacer con ella, pero
mierda, mis padres ahorraron todo ese dinero para que yo pudiera ir a la universidad.
Pensé que era mejor hacerlo bien.
—Eso es grandioso. Estoy seguro que pensarás en algo.
—Gracias, hombre. Eso espero. —Se veía como si no estuviera tan seguro. Pasó
una mano por su desordenado cabello y dejó escapar el aire de sus pulmones—.
Escucha, déjame agarrar una sabana y una almohada para ti.
Se dirigió hacia el pasillo, golpeando su dedo índice en la primera puerta a la
derecha. —Ésta es la habitación de Aly. Obviamente, fuera del límite. —Estiró la
cabeza hacia atrás—. Ella es un poco privada y mantiene mucho para sí misma.
Ustedes dos probablemente no se encontrarán mucho uno al otro desde que ella está
trabajando mucho mientras está fuera de clases por el verano.
Él tocó la puerta de la izquierda. —Éste es el baño de Aly. No creo que le importe si
lo usas. —Lo dice como si esto realmente no importara tanto, pero no puedo imaginar
a una chica queriendo compartir su baño con un chico que realmente no conoce.
—Mi cuarto está al final del pasillo. Ahí hay un baño, también, si lo necesitas.
—Gracias, hombre. —Dejé caer mi mochila en el suelo al lado del enorme sillón de
piel negro. Está en frente a un gran mueble negro para la televisión con una pantalla
plana asentada encima de este. Hay controles para una consola de videojuegos dentro
del cajón con los cables saliendo fuera.
Incliné mi cabeza hacia eso. —¿Todavía juegas?
De cierto modo quería reír porque solía tener que arrastrar su tonto culo para jugar,
montar bicicleta o cualquier cosa en el infierno que yo quisiera hacer porque
Christopher siempre tenía su nariz en un videojuego. Él había sido un chico escuálido.
Cuando estábamos creciendo, pateé un culo o dos en su nombre. Nadie se había
metido con él después de eso.
Odiaba pelear entonces, odiaba incluso la vista de la más pequeña cantidad de
sangre. Pero lo hice por él. 22
Después de que todo cayó, pelear fue mucho de todo lo que hice. Cuando la presión
se construye, el enojo, necesita ser liberado. Pelear sirvió como la perfecta salida, la
forma en que la adrenalina se disparaba, la forma en que crecía hasta romperme, luego
corría a través de mis músculos y se escurría libre desde mis venas, drenando todo
hasta que no sentía nada.
Esas fueron las únicas noches en las que pude dormir. Ellos probablemente me
dejarían afuera antes si no estuvieran constantemente tirándome a algún chico quien se
interpusiera en mi camino. Por supuesto, idiotas para vencer en el reformatorio no
estaban en poco abastecimiento. La población ahí era sólo una constante cadena de
punks quienes se merecían obtener sus culos pateados de cualquier forma.
Christopher se rió mientras abría un armario en el pasillo. —Nah, ya no juego
tanto, pero es genial para relajarse de vez en cuando. —Me tiró una manta y una
almohada—. Eres bienvenido a quedarte tanto tiempo como quieras. Puse una llave de
repuesto en la mesa de café. —Apuntó a la llave plateada antes de que su mano
ondeara en dirección hacia la cocina—. Aly y yo compartimos la comida. Sólo
asegúrate de contribuir o lo que sea cuando ella vaya a la tienda.
—Sí, por supuesto. —Dejé caer la manta y la almohada en el sillón, me senté y
desaté mis botas para quitármelas. Se acercaba la medianoche, y me sentía perdido,
desgastado, pero dudé que pudiera dormir mucho esta noche. La ansiedad era mi
constante compañía, y había crecido desde que había vuelto a la ciudad. Una
inquietud retumbó en algún lugar dentro de mí, la misma sensación que me había
instado a ir a mi moto y salir a la calle hace un poco más de una semana. Incluso no
había tomado una decisión consciente de venir.
Los últimos cuatro años desde que había salido del reformatorio me había enfocado,
pero sin ninguna meta. Me mostraba todos los días en el trabajo, trabajaba duro,
luchaba un poco, y follaba un montón. Una patética sustitución de vida, pero era todo
lo que tenía, Y no tenía intención de cambiarlo nunca.
Entonces, hace nueve días me levanté en la mañana, tomé mi moto y simplemente
me fui.
Christopher sacó su celular del bolsillo. —Le voy a avisar a Aly que estás aquí. No 23
la quiero volviéndose loca porque hay un chico extraño durmiendo en el sofá.
Asintiendo, me incliné y abrí la cremallera de mi mochila. —Gracias otra vez. Voy
a tomar una ducha y dar por terminada la noche.
—Suena bien. Las toallas limpias están en el armario del pasillo —titubeó
Christopher al final del pasillo, y finalmente dijo—: Me alegro que regresaras, Jared.
Mi mandíbula se apretó, pero me levanté en su dirección. —Sí, yo también.
La ducha se sentía increíble. Me sentí un poco mal de tener mi culo desnudo
rodeado de toda la mierda de chicas de Aly, como si yo fuera un mirón involuntario,
pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Tomé un envase de jabón líquido
para el cuerpo y vertí un poco en la palma de mi mano. Coco. Me enjaboné por
encima de mi cuerpo con mis manos y el olor se precipitó en mi cara. Maldita sea, olía
bien.
Moviendo mi cabeza, me resistí a la urgencia de reír porque toda esta cosa era loca.
Me sequé con la toalla, me puse unos bóxers y jeans limpios.
Vagando a la sala principal, froté la toalla a través de mi cabello húmedo y miré
hacia el microondas. Ya eran las doce y cuarenta.
Está bien, entonces no era realmente tan tarde, pero ¿era extraño que Aly todavía
estuviera fuera? Si yo fuera Christopher, no estaría seguro de cómo manejar esto, una
hermana fuera a altas horas de la noche. Si lo pensaba no podría dormir ahora...
El rostro de mi pequeña hermana me golpeó antes de que pudiera detenerlo. Dios.
No había visto a Courtney desde que ella tenía nueve años. No desde el día en que ella
se fue a vivir con mis abuelos, tres semanas después de que yo destruyera nuestra
familia.
En los meses que siguieron, mis abuelos también habían querido que me fuera con
ellos, como si tal vez me sacarían de la casa donde mi padre bebía en aquellos días, o
pudieran salvarme del espiral descendente en el que yo estaba. Pero me negué. No
había algo que ellos pudieran haber hecho para ayudarme.
Yo era mucho mayor que Courtney así que realmente no la había conocido tan
bien. Me preguntaba cómo se vería ahora, cómo era, si ella era feliz o si yo había
arruinado su vida, también. 24
Apagué todas las luces excepto por la que brillaba del microondas, extendí la fina
manta sobre el sillón, y me dejé caer sobre ella.
Era tan cómodo como se veía.
Poniendo la almohada debajo de mi cabeza, me quede viendo al oscuro techo. Aire
frío fue echado continuamente de las rendijas de la ventilación, manteniendo el calor
sofocante en el exterior. Todo se sentía increíblemente tranquilo y silencioso. Apenas
podía escuchar el pasar de los coches silenciados en la calle principal y el suave
zumbido de los insectos en los arbustos afuera.
Los minutos pasaron mientras yacía solo con mis pensamientos. El tiempo en la
noche era el peor, cuando los recuerdos eran tan vívidos, las imágenes tan gráficas que
estaba seguro que si sólo pudiera llegar lo suficientemente lejos, podía detenerlo.
Cambiarlo.
Arreglarlo.
Habría hecho cualquier cosa para tener esa oportunidad.
Cuando ya no pude soportarlo, dejé que mis ojos se cerraran. Empezaron como
parpadeos, pequeños destellos en el tiempo. Mi corazón se aceleró mientras que el
malestar que mantuve a raya durante todo el día se arremolinó a través de mis venas y
latió en mis oídos. Surgieron nauseas y envolví mi brazo sobre mis ojos, los apreté
fuertemente, deseando por cualquier cosa que lo pudiera borrar. El calor me quemaba
de adentro hacia afuera, y empecé a sudar en la frente y detrás de mi cuello.
El dolor me golpeó mientras todo se encerraba dentro.
Y todo lo que quería era morir.

25
Capítulo 3
Aleena
E
l agua fresca rodeó mi cintura mientras me abrí paso hacia los escalones.
Salí, el calor de la noche era un manto de confort mientras emergía de la
piscina. Gabe se arrastró detrás de mí.
Tomé una toalla de la pila que estaba asentada en la orilla de la piscina. Mi cabello
estaba empapado, pegado contra los lados de mi cara y aferrándose a mi espalda. Froté
la toalla contra mi cara y a través de mi cabello.
En la hamaca, Megan estaba perdida en Sam, una maraña de extremidades y
susurros.
Un resoplido suave escapó de mi nariz. Ella estaba haciéndolo trabajar, todo bien. 26
Aunque no podía culparla. Nunca la había visto ver a alguien de la manera en que lo
estaba haciendo esta noche. Solamente esperaba que él no se convirtiera en un
completo idiota.
Miré de regreso a Gabe. Esperé que Sam y Gabe fueran diferentes porque estaba
segura de que él no era ni de cerca un idiota. Gabe me ofreció una pequeña sonrisa
mientras agarraba una toalla para sí mismo, una afirmación silenciosa de mi
percepción.
Me di cuenta que esta noche había sido agradable, que me sentí bien, y tal vez pasar
tiempo con Gabe realmente no me lastimaría tanto del todo. Le sonreí de vuelta.
Me giré lejos, riendo con algunos pocos de nuestros amigos quienes habían decidido
que era lo suficientemente tarde y que habían tenido suficiente de bebida para quitarse
toda su ropa y saltar a la piscina.
Me alegro de salir antes de terminar en una parte de eso.
Megan rozó como una sombra en la oscuridad, su voz ronca. —Oye, Aly, creo que
alguien ha estado tratando de llamarte. Tu teléfono está parpadeando como cada cinco
segundos. —Ella se estiró para cogerlo de la pequeña mesa donde lo había dejado, lo
mantuvo mientras la luz de fondo brilló, el timbre silenciado—. Oh, mira, parece que
es Christopher llamando —dijo, extendiéndolo hacia mí.
Descalza, caminé de puntitas hacia donde Megan todavía estaba enroscada con
Sam. La luz de fondo se desvaneció mientras lo tomé de su mano. Corrí mi dedo sobre
la pantalla y vi que tenía tres llamadas perdidas de él.
—Extraño —murmuré mientras mis nervios picaban.
—¿Todo bien? —preguntó Megan.
Levanté mis hombros mientras marcaba. —No sé. Él trato de llamarme tres veces.
—Christopher nunca me revisa.
A través de los años, las cosas han cambiado tanto entre nosotros. Cuando éramos
más chicos, Christopher había hecho su mejor esfuerzo por deshacerse de mí mientras
yo hacia lo mejor para mantenerme con él y sus amigos. Gracioso, fue idea suya que
me mudara con él una vez que me gradué de la preparatoria. Desde entonces, nosotros
hemos crecido realmente cerca. Nos vemos tan parecidos, sus ojos verdes tan brillantes
como los míos, aunque su cabello es un tono más oscuro que el mío; tan negro que casi 27
es azul. Él es alto, bien formado en los lugares correctos y delgado en los demás
lugares. Me reía ante cuántas cabezas hacía voltear. Cuando nos mudamos, había
necesitado algo de tiempo para acostumbrarme a la constante fila de chicas que tenía
desfilando dentro y fuera de su habitación. Al final, todo se redujo a respetar la
privacidad uno del otro. Habíamos trabajado en eso. Él hacia sus cosas mientras yo
hacía las mías.
Caminé hacia afuera en una tranquila esquina del patio. Un temor lento se filtraba
sobre mí mientras marcaba el teléfono. Sostuve la toalla más cerca de mi cuerpo como
si fuera un manto de protección. La llamada timbró dos veces antes de que Christopher
contestara.
—Hola —salió rápido—. ¿Todo está bien?
—Sí... —dijo, su voz apagada con distintivo alivio cuando habló—. Sólo tenía que
encontrarte antes de que llegues a casa.
El pequeño pánico que se había acumulado en mi pecho se calmó, curiosidad
tomando su lugar. —Oh... bien. ¿Qué pasa?
Él vaciló, luego prácticamente rogó mientras susurraba—: Y por favor no te vayas a
enojar. ¿Está bien? Porque realmente necesito que estés de acuerdo con esto.
Sentí el ceño fruncido en mi frente. Casi pude verlo cambiando incómodamente
mientras se sentaba en la orilla de su cama. El ambiente de su conversación estaba
completamente fuera del carácter de mi hermano. —¿Qué está pasando, Christopher?
Dejó salir el aire. —¿Te acuerdas de Jared Holt?
El nombre fue suficiente para golpear el aire fuera de mis pulmones.
¿Lo recordaba?
Cuando miraba hacia atrás ahora, me preguntaba cómo era posible para un corazón
ser roto a los catorce años. Pero mi corazón lo estaba, porque se rompió por él. Aún
así había algo que mi joven mente nunca podría comprender completamente. Mis
sentimientos por Jared me habían perseguido, dejando este ahuecado lugar muy dentro
de mí. Me había aferrado a ese remanente de dolor por tanto tiempo, hasta que se
desvaneció, transformó y convirtió este misterio que habitó en lo más profundo de mi
mente. Una sombra de un recuerdo.
La mención de su nombre lo encendió, tornándolo en luz y volviéndolo a la vida 28
nuevamente.
Me tragué el nudo que se alojó en mi garganta, aunque todavía me atraganté con las
palabras. —Por supuesto que lo recuerdo. ¿Por qué?
—Él regresó, Aly. —Como si no notara el silencio de conmoción, continuó—: Cash
y yo estábamos en The Vine tomando un par de cervezas, y él estaba ahí, justo sentado
en el bar como si hubiera estado ahí todo este tiempo. —Pude escuchar la tristeza
rodeando la voz de Christopher.
Y pude recordar al chico, su cabello tan rubio que casi era blanco, sus ojos azul
glacial, de alguna manera cálidos, bailando con alegría, desahogo y travesura, sus
labios rojos estirados en una sonrisa burlona.
Luego todo lo que veo es su dolor.
—¿Él está bien? —susurro.
—No lo sé, Aly. ¿Cómo puede estarlo? —Christopher soltó un suspiro de derrota—.
Él es... diferente. Pero está aquí, y eso es todo lo que importa en este momento. Quiero
decir... está aquí, en nuestro apartamento. Se ha estado quedando en algún motel viejo,
y le dije que se podría quedar aquí hasta que encuentre un lugar. —Christopher se
detuvo, dudando—. Y Dios, Aly, espero no estar cometiendo un error al invitarlo aquí.
Él ha estado en muchos problemas y no quiero ir buscando por más de estos, pero
viéndolo esta noche... todo lo que pude pensar fue en todos los buenos momentos que
pasamos juntos cuando éramos niños. Es mi mejor amigo. No importa lo que haya
hecho, nunca nada va a cambiar eso. Sólo no podía dejar que desapareciera
nuevamente. Ya le dije que necesitabas tu espacio y que no fuera por ahí molestándote.
Realmente siento no haberte preguntado antes. —Con eso dejó de hablar, un silencio
expectante flotando en el espacio entre nosotros mientras me pedía permiso, para que
esto estuviera bien.
No sabía si esto lo estaba. Miles “qué pasaría”, miedos y mariposas tomaron vuelo
en mi estómago.
Pero aún si no estaba bien, no había un posible camino para decir no.
—Sí... está bien. No importa que se quede con nosotros por un tiempo. —Mordí mi
labio y parpadeé mientras lo dije, tratando de sostener el burbujeo histérico en mi
pecho. 29
En distintivo contraste a mi pánico, la ansiedad de la voz de mi hermano lo
abandonó. —Gracias Aly. Te lo debo.
—No te preocupes por esto.
Claro que Christopher no tenía idea de lo que significaba para mí.
—¿Podemos no mencionarle esto a mamá y a papá? Sé que es nuestro lugar y todo,
pero no necesito a papá detrás de mi culo por esto. Sabes cómo se sentía acerca de
todo.
—Seguro —digo.
—Está bien. Hablamos más tarde, entonces.
—Hablamos más tarde —murmuré antes de que se cortara la llamada.
Regresé a la fiesta. Megan levantó la cabeza, sus cejas dibujadas. —¿Qué está
pasando?
Negué con la cabeza. —Nada. Christopher sólo quería decirme que un viejo amigo
está en la ciudad. —Y me encogí de hombros como si no tuviera un efecto en mí—. Él
va a estar quedándose con nosotros por un tiempo.
Megan disparó—: ¿En serio? ¿Quién?
—Solamente un viejo amigo que creció con nosotros. Jared Holt —dije con
indiferencia forzada.
Ella frunció el ceño. En todos estos años, era un nombre que nunca había, ni una
sola vez, salido de mi boca. —Se fue antes de que tú te mudaras aquí. —Agregué
porque ya podía ver las preguntas construyéndose en sus ojos.
Su ceño se profundizó, pero por ahora, lo dejó pasar. Sabía que iba a oír hablar de
ello más tarde.
Gabe llegó a mí, pero sutilmente me aparté. —Creo que será mejor volver a casa. —
Me puse mis pantalones cortos y mi playera sobre mi traje de baño húmedo.
—¿Ya estás lista para irnos, Megan? —pregunté mientras tomaba mis cosas y las
enterraba en mi bolso. Mis manos estaban temblando. Maldita sea. Deslicé mi bolso
sobre mi hombro mientras me levantaba.
Megan miró hacia Sam, que estaba trazando círculos perezosos a través del brazo
de ella.
—¿Quieres que te lleve más tarde a tu casa? —preguntó él mientras la miraba. 30
Ella cambió su atención hacia mí, disculpándose. —Creo que estaré aquí por un
rato más, ¿si eso está bien? —Ella mordió su labio inferior. Conocía esa expresión bien,
y escuche su silencioso por favor.
Le regresé una mirada de las mías, mis ojos suavizados, pero afilados. Ten cuidado.
El asentimiento de su cabeza fue casi imperceptible. —Te llamo mañana —
prometió.
Era loco que nos conociéramos tan bien, que pudiéramos leernos entre nosotras sin
decir una sola palabra, pero ella todavía no sabía absolutamente nada acerca de la cosa
que más me afectaba.
—Está bien, nos vemos después.
La mano de Gabe encontró mi codo. Todo sobre su toque era gentil. —Te llevaré
afuera.
No dije nada, solamente caminé silenciosamente a su lado, a través de la casa, y
afuera dentro de la quietud del durmiente vecindario. Pulsé el botón de cierre de mi
Toyota Corolla blanco, las luces amarillas brillaron y abrí la puerta. Gabe se sumergió
para besarme, y yo volteé mi mejilla.
Su aliento se caló sobre mi cara en una rabieta frustrada mientras él retrocedía una
fracción. —¿Qué pasa contigo, Aly? Un segundo estamos bien y al siguiente no me
dejas tocarte. —Se inclinó más cerca—. Siempre eres tan jodidamente caliente y fría.
¿No sientes volver ahí? ¿Cuán bien pudiéramos estar juntos?
Incliné mi cabeza para verlo arriba sobrepasándome. —Lo siento, Gabe —susurré
mientras negaba con mi cabeza. No quería herir sus sentimientos, pero tal vez Megan
estaba en lo cierto. Sólo lo estaba sobrellevando.
Su mano era cálida cuando la llevó a mi mejilla. —No me estoy rindiendo contigo.
—Su toque era tierno y dulce.
Dejó caer su mano para tomar la mía, y corrió su pulgar a través de los cantos
levantados que desfiguraban el exterior de mi pulgar izquierdo. Cerré los ojos con
fuerza y me obligué a dejar de tirarla lejos. Odiaba cuando hacía eso.
—Hablaré contigo más tarde, ¿está bien? —murmuré.
Salté dentro del asiento del conductor y encendí el motor, dejando a Gabe parado 31
en el medio de la calle mirándome. Aceleré la corta distancia de vuelta a mi
apartamento. Mi corazón retumbaba tan fuerte que lo sentí en mis oídos.
¿Cuántas veces había imaginado esto? ¿Verlo de nuevo? Sólo para saber que estaba
realmente bien. Así muchos de mis años secretamente se los había dado a él. Noches
gastadas con preocupación, plagadas de preguntas que no entendía. Verlo lo pondría
todo en paz.
Me gustaría finalmente ser capaz de dejarlo ir.
Conduje hacia la parte trasera del complejo de apartamentos y entré en mi plaza
cubierta. Me senté allí durante mucho tiempo, tratando de calmar mis acelerados
nervios.
Respirando hondo, salí de mi coche y cogí mi bolsa del asiento del pasajero. El
calor se precipitó sobre mi piel, mi pecho se contrajo. Con cada paso a través del
estacionamiento, mi aprensión se elevaba más, esta abrumadora necesidad de verlo
terminó con miedo agudo.
Finalmente encontré el valor para deslizar la llave en la cerradura. En silencio, me
acerqué a la puerta abierta de la habitación a oscuras. Una luz silenciosa se deslizó
fuera de la cocina. El aire en el interior se sentía tenso con lo desconocido. Mi ritmo
cardíaco aumentó a medida que me atreví a dar un paso más adentro y cerré la puerta.
Podía oírle, las respiraciones superficiales que exhalaba, esa tensión que irradiaba a
través del espacio cerrado. Por un momento me calmé. Imágenes de nosotros jugando
como niños corrían por mi mente, la forma en que me esperaría para alcanzarme, y
luego tirar de mi pelo cuando finalmente lo hiciera. “Apúrate, torpe, antes de que tu
hermano te haga ir a casa.” Los recuerdos de ese muchacho se dibujaron delante de mí.
Mis ojos se acostumbraron lentamente a la tenue luz. Su contorno apareció a la
vista, este irreconocible hombre extendido a todo lo largo del sofá, perdido en el sueño.
Su pecho descubierto subía y bajaba, hacía mucho esfuerzo para moverse, como si
estuviera luchando para conseguir que sus pulmones trabajen. Un brazo se arrojó sobre
su cara. Dormía en sus vaqueros, sus pies extendidos sobre el extremo del sofá.
Todo su cuerpo expuesto estaba marcado, cubierto en líneas, colores y diseños
indefinidos. Me acerqué hacia adelante. Una desconocida fascinación me atrajo, mis 32
dedos retorciéndose mientras luchaba contra la necesidad de sentir algo familiar en
este hombre que era completamente desconocido. Contuve la respiración mientras me
acercaba al sofá, moviéndome un poco hacia adelante, y permití que mi mirada se
desplazara a lo largo de su cuerpo.
Sus ojos se abrieron de golpe, y me quedé sin aliento mientras tropezaba hacia atrás.
Él se irguió, con ojos desorbitados mientras intentaba centrarse en mí. Se
suavizaron poco a poco mientras me reconocía, moviéndose mientras buscaban.
Incluso entonces, clavaron mi espalda a la pared.
Me quedé allí, sin aliento.
Cuando susurró, su voz atravesó algo dentro de mí—: ¿Aly?
Era una tonta si alguna vez pensé que podría dejarlo ir.
Parpadeé y traté de orientarme, obligándome a hablar. —Lo siento, no quise
despertarte.
No dijo nada, sólo me miraba con sus ojos llameando. Me inquiete y dejé caer mi
rostro bajo la intensidad de su mirada. Apretándome a mí misma contra la pared, me
deslicé lejos por el pasillo y empecé a buscar detrás de mí para encontrar el pomo de la
puerta. Empujé y me escape en el interior porque no tenía ni idea de qué hacer con
todos los pensamientos que se pasaron por mi mente.
Me puse de pie en medio de mi habitación, mirando de vuelta hacia la puerta
cerrada. Un débil resplandor de luz se deslizó por debajo.
Arrojando mi ropa y el traje húmedo, me puse un nuevo par de bragas, unos
pantalones cortos de dormir, y un camisón a juego. Me arrastré a mi cama, me dejé
caer sobre mi espalda, y me quedé mirando el techo.
Mi pulso se aceleró al pensar en él, al otro lado de mi puerta.
Jared Holt estaba aquí.
Un susurro de una sonrisa curvó mis labios. Él era real, ya no era un misterio
velado que había escondido en mi corazón. Él vivía. Respiraba.
Y Dios, si él no era la cosa más hermosa que había visto nunca.

*** 33
Cuando me desperté a la mañana siguiente, la difusa luz de la mañana se deslizó en
mi habitación a través de mis persianas. Estirándome, extendiendo mis dedos de los
pies y levantando los brazos sobre mi cabeza mientras bostezaba. Jared. Él era lo
primero en mi mente, y su solo nombre me hizo sonreír. Esta mañana, no había
necesidad de tener que convencerme para salir de mi cama. Un destello de emoción se
provocó en mi pecho al pensar en ver a Jared en plena luz del día, oyéndole hablar,
aprendiendo cómo era ahora. Me arrastré por el suelo. Abriendo la puerta, me asomé.
Una manta yacía arrugada en una pila en el sofá, y podía oír agua corriendo de un
grifo en el baño.
Fui de puntillas a la cocina y revolví el refrigerador para encontrar el contenedor del
zumo de naranja. Me puse de puntillas para coger un vaso del estante superior del
armario, lo llené hasta la mitad, y tomé un sorbo. Estaba frío, mientras se deslizaba por
mi garganta seca, y cerré los ojos mientras tragaba, escuchando de forma aguda cómo
la llave se cerraba y la puerta se abría con un chirrido. Una fiebre de nervios corrió a
través de mí, mis sentidos lamentándose cuando lo sentí emerger detrás de mí.
Todavía estaba tratando de reordenar las memorias del amigo de la infancia de mi
hermano, el que había imaginado como mío aunque sólo fuera una delirante niña
pequeña, con el hombre del que había captado un destello en su mirada mientras lo
miraba fijamente en la oscura noche anterior. Traté de hacer que todo se uniese, el
verdadero hombre que había sido el protagonista de las fantasías en mi mente durante
los últimos seis años, las imágenes que había conjurado de Jared mientras él crecía y
había preguntado y rezado para que un día nuestros caminos se cruzasen de nuevo.
Con sólo la visión que había tenido, sabía que mi imaginación ni siquiera había
empezado a acercarse.
Sus movimientos eran lentos mientras avanzaba alrededor de la barra y se
introducía en la cocina. Por un momento, nos quedamos en un incómodo silencio, la
tensión irradiando entre nosotros. Finalmente murmuró un suave—: Buenos días. —
Su voz era gruesa, ronca. Mi estómago se anudó en anticipación mientras el sonido se
deslizó a través de mi piel. 34
—Buenos días —susurré de vuelta. Tomé otro sorbo de jugo de naranja mientras me
armaba de valor. Entonces, finalmente reuní el coraje de mirar por encima de mi
hombro.
Y me quedé helada cuando tuve la oportunidad de finalmente verlo realmente.
Dios.
Destellos de recuerdos pasaron por mi visión, imágenes de un muchacho casi de
pelo blanco que había pasado tanto tiempo en mi casa cuando estábamos creciendo
que él bien podría haber vivido allí. La forma en que siempre se reía y la burla
constante situada en la punta de su lengua. Pero por encima de todo eso, él había
tenido el más grande corazón de cualquier persona que he conocido. Nunca pude
olvidar la forma en que sus afilados y helados ojos azules se las arreglaron para parecer
amable cuando me hablaba, o la forma en que se interesaba por todo lo que ocurría a
su alrededor, su curiosidad extendiéndose hasta las hojas de los árboles y hasta los
insectos que se arrastraban a lo largo del suelo.
Ahora...
Su cabello se había oscurecido un tono o dos, el rubio tocado por el menor de los
marrones. Estaba corto en los lados y la parte superior era apenas lo suficiente para
que pudiera pasar sus dedos ansiosamente a través de él mientras me devolvía la
mirada, mientras yo lo miraba en estado de shock. No era tan alto como Christopher,
pero suficientemente alto como para elevarse por encima de mí.
Mi mano se cerró alrededor de mi vaso mientras mis ojos se abrieron como platos.
Luego vagaron.
Barba incipiente cubría su mandíbula, la cual se apretaba firmemente mientras
trabajaba un lado de la boca, el nerviosismo rechinando en sus dientes. Olía a menta y
el más leve indicio de cigarrillos, esta combinación que era embriagadora y ni un poco
desagradable. No podía dejar de estudiarlo, de tomar cada centímetro de este hombre
que me sostuvo en la palma de su mano sin la menor conciencia de que lo hizo.
Entró en mi cocina sólo con pantalones vaqueros. Su cintura era estrecha, sus
hombros anchos. Sus músculos se definían cuando flexionaba sus brazos. La fuerza
ondulaba en ellos con el más mínimo movimiento, y los vaqueros se aferraban a los
huesos de la cadera que sobresalían por encima de la cintura del pantalón. Mi atención 35
se desvió por sus piernas donde estaba descalzo sobre el suelo de baldosas de la cocina.
Incluso sus pies eran sexys.
Parpadeé lejos el estupor. No. Las imágenes que mi mente había conjurado
definitivamente no le habían hecho justicia.
Pero ninguna de esas cosas era lo que realmente vi. En cambio mi atención fue a lo
que no había hecho plenamente anoche. Casi cada centímetro de su piel expuesta
estaba cubierto de tinta, estos diseños intrincados que sangraban y lloraban, enrollados
juntos para crear una alusión a la muerte. Todos ellos mezclados de manera que no
había diferencia entre ellos, sólo barridos de color y la insinuación borrosa de un
horror al siguiente. Las llamas lamían a lo largo de todo su brazo derecho, un par de
brillantes ojos azules mirando desde su profundidad, pareciendo mendigar como si
estuvieran eternamente condenados a este voraz incendio. Sus manos llamaron mi
atención, donde los diseños goteaban sobre sus muñecas y se filtraban en sus dedos.
Los nudillos de una mano tenían números que leían 1990. En los nudillos de la otra
estaba marcado 2006.
Enfermedad se enroscaba en mi estómago cuando me di cuenta de la importancia
de la declaración que hizo.
Este chico fue pintado en su dolor.
Tentativamente, arrastré mi mirada hacia su rostro. Esos ojos suaves ya no lo eran,
sino duros mientras me cubrían con un tipo completamente diferente de intensidad que
me había roto la noche anterior. Esta intensidad deliró con ira y alusión a la
decepción.
Levantó los brazos hacia los lados con las palmas hacia arriba, como si fuera algún
tipo de oferta, aunque una mueca transformó su hermoso rostro. —Ve por eso, Aly.
¿Quieres estar dentro de mí, también? Vamos a escucharlo.
Me giré por completo, así que estaba frente a él. En el mismo movimiento, tropecé
hacia atrás. El borde afilado de la mesa chocó con mi cadera mientras instintivamente
me alejaba de la agitación que se encrespaba a través de su cuerpo. —Yo no he dicho
nada —dije, las palabras tropezando caóticamente de mi boca.
Un intento de risa incrédula se le escapó, y negó con la cabeza mientras se alejaba,
las manos atadas en la parte posterior de la cabeza mientras parecía luchar con qué 36
decir. Se volvió diciendo—: Sí, bueno, no tienes que hacerlo. Lo entiendo. No necesito
tu maldita lástima, así que haznos un favor a ambos y finge como si no estuviera aquí,
¿De acuerdo?
Me sorprendió cerrando el espacio entre nosotros. Con la cabeza inclinada hacia un
lado mientras me atravesaba con la mirada entrecerrada. Podía sentir el ascenso y la
caída de su pecho mientras tenia respiraciones frenéticas. Mi espalda se inclinó sobre el
mostrador mientras silbaba en mi cara—: No necesito tu mierda, y te prometo, que no
necesitas la mía.
Soltó un gruñido amargo mientras se iba hacia atrás, luego se alejó.
Me quedé allí tratando de hacer que mi cabeza dejara de girar mientras él
desaparecía por el otro lado de la barra y salía a la sala de estar. Me dejó con el
corazón palpitante y una cortante sensación de desilusión.
Le oí revolver y cavar a través de sus cosas. Sólo alcancé una mirada de él mientras
se apresuraba hacia la puerta tirando de una camisa sobre su cabeza. Cerró la puerta
detrás de él.
Dios mío. ¿Qué demonios pasó?
Me volví y apreté mis manos en la mesa. Dejando caer mi cabeza, traté de pensar a
través de las secuelas de la tormenta que era Jared Holt. ¿Cómo habíamos pasado de
un murmurado buenos días a una guerra sin cuartel en tres segundos? Mi pulso se
aceleró, y empujé incluso las respiraciones, tratando de calmarme y al pánico que se
había acumulado en mis nervios.
La culpa tiró de mi conciencia, porque sabía que parte de todo era mi culpa, la
forma en que había devorado cada centímetro de su cuerpo como si estuviese en una
especie de exhibición. Mis pensamientos se habían disparado entre el deseo evidente y
el desamor, mezclado y fusionado en esta emoción gruesa que había llenado cada
grieta en mi pecho.
Pero, ¿qué esperaba? ¿Que no miraría? ¿Que podía estar delante de mí en nada más
que pantalones vaqueros y mis ojos no vagarían y lo examinarían?
—Mierda —dije en voz baja, tratando de calmar mi reacción hacia él. Pero no
podía evitar lo que me había hecho sentir. Una parte de mí quería arremeter contra él
por tratarme como si yo fuera nada, mientras que la parte más fuerte de mí quería 37
llegar y trazar las líneas que fueron grabadas a través de su cuerpo, sentirlas porque
sabía que en todas y cada una había una historia, que cada una proyecta un
sentimiento, simbolizaba un momento en el tiempo que significaba algo para él. Estaba
en lo cierto. Quería entrar en él.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. Cayeron, y las quité. ¿Era lástima lo que sentía?
¿Fue lástima la que había creado esta emoción que había nacido en mí esa noche,
lástima que había tejido en sí misma a través de mi corazón y lo dejó dolorido por él
todos estos años?
Tenía que creer que era más que eso.
Sacudiéndola fuera, encontré mi fuerza y mis pies. Fui al baño y abrí la perilla a lo
más caliente que tenía, dejando que el vapor llenara la habitación mientras trataba de
darle sentido a alguien a quien no conozco.
Pero por debajo de toda su armadura, lo conocía.
Debajo de la ira, reconocí al chico que había conocido hace mucho tiempo atrás.
Estaba bastante segura de que era Jared quien no se conocía a sí mismo.
Capítulo 4
Verano 1997

-V
amos, Christopher, sólo déjala venir. No lastimará a nadie.

Jared se puso de espaldas a ella al final de la acera. Aly se


quedó atrás por la puerta delantera, preguntándose por qué
Christopher la odiaba tanto. Ella siempre era muy agradable y
nunca decía nada cuando él hacía algo malo. No era su culpa tener sólo cinco años.

Christopher arrastró un palo gordo por la acera donde caminaba, en medio de la


calle frente a su casa. Resonó por las piedras. —Bien —dijo con un suspiro molesto—
. Pero si actúa como bebé, haré que se vaya a casa.
38
Jared la miró con una sonrisa. —Vamos, Aly —dijo antes de que se diera la vuelta.

Delante de ella, Jared se lanzó detrás de Christopher y golpeó su nuca. Jared rió y se
echó a correr. Christopher lo persiguió. —Vas a pagar por eso, Jared.

—Sólo si me puedes atrapar.

Aly no se preocupó demasiado. Christopher no estaba realmente loco. Siempre


actuaban así.

Ella los siguió, empujando sus pequeñas piernas tan rápido como pudieron
mantener el ritmo. Christopher y Jared se agacharon a través del agujero en la valla de
madera que bloqueaba el barrio de la tierra vacía detrás.

—Espérenme —gritó Aly, sintiendo una ligera punzada de miedo de quedarse sola.

Jared se asomó por el agujero. —No te preocupes, Aly Cat, no voy a dejarte atrás.
Capítulo 5
Jared
A
garré mi cabeza con mis manos, pateando a la nada mientras bramaba
dando vueltas en pequeños círculos en medio del estacionamiento,
tratando de darle sentido a lo que acababa de suceder arriba.

Aleena Moore era un maldito detonante.

No había estado preparado para ella. Solté un bufido mientras tiraba de mi cabello.
Como si pudiera haber hecho algo para prepararme contra ella.

En lo que se sintió como un pequeño milagro, me había quedado frito anoche, a la


deriva en los bordes del sueño mientras mi mente nadaba en un estado de ensoñación. 39
El dolor había llegado, pero menguaba mientras flotaba, la calma llegando a mí antes
de que mis ojos se hubieran abierto a la conciencia.

Y la chica de pie delante de mí era algún tipo de maldita visión.

Ondas de largo cabello casi negro caían alrededor de su cara, tan cerca que los
imaginé rozando mi pecho. Su barbilla era afilada y sus mejillas altas, sin embargo una
perceptible suavidad atraía a sus labios llenos.

Pero eran esos penetrantes ojos verdes que me habían atravesado, los que me habían
llevado directamente a sentarme.

Una vez que mi vista se ajustó, mis ojos habían recorrido las perfectas curvas de su
esbelto cuerpo. Usaba shorts y un pequeño top rojo sin mangas, las correas de traje de
baño se asomaban para enredarse alrededor de su cuello. Su suave piel olivácea parecía
oro en la luz tenue. La chica era toda piernas e innegablemente la cosa más sexy que
alguna vez hubiera visto. Pero todavía había algo en ella que la hacía parecer delicada
y suave.
Tomó unos pocos segundos que se me pasara el asombro, volver a mis sentidos y
darme cuenta de que era Aly. Me encontré a mi mismo susurrando mi confusión. —
¿Aly?

Entonces ella murmuró algún tipo de disculpa como si estuviera molestando cuando
yo era el que estaba acampando en su sofá. Ella trastabilló a su habitación, el agudo
chasquido de su puerta dejándome fuera, completamente incapaz de comprender que
la hermosa chica que había estado parada frente a mí era la misma que se había
aferrado a los faldones de mi camisa la mayor parte de mi vida.

Palmeé la parte de atrás de mi cuello y levanté mi rostro al sol. Incluso a las nueve
de la mañana el calor era abrazador, quemando mi piel. Mis párpados se cerraron para
proteger mis ojos de la luz cegadora, sacudí severamente mi cabeza.

Puto detonante.

Ella desencadenaba recuerdos, unos que no quería recordar. Recuerdos de cuando


era feliz y libre. Recuerdos que se burlaban de mí con lo que ya no podría tener.
40
Pero peor que eso era lo que ella había desencadenado en mi cuerpo. Podría decir
que fue por dejar a Lily en el bar después de que había planeado pasar la noche
sepultando mi agresión con ella, pero sería un mentiroso. Nadie había causado una
reacción en mí como lo había hecho Aly.

Anoche, había permanecido despierto por horas, combatiéndolo, reprendiéndome a


mí mismo por haber permitido a mi cerebro internarse en ese tipo de pensamientos
siquiera un segundo. Era la hermanita de Christopher por el amor de Dios. Y ella
había sido como una hermana pequeña para mí. Saqué mi diario, en un intento de
volcar mi disgusto en sus páginas, pero terminé escribiendo alguna mierda cursi sobre
la llamada de una sirena.

Cuando el amanecer finalmente se arrastró a la ventana esta mañana, yo había


salido al balcón para fumar y miré al sol salir lentamente. Para entonces, lo había
controlado, lo había atribuido a mi sorpresa sobre cómo el paso de los años la había
cambiado, al hecho de que Aly ya no era una niña.
Entonces el detonante me golpeó justo cuando me deslicé detrás de ella en la
cocina. Ondas desordenadas de cabello negro se derramaban en su espalda, usaba un
par de diminutos shorts de dormir que exponían sus largas piernas, y todo lo que podía
pensar era en apoyar su trasero en el borde del mostrador, mis manos en sus rodillas
mientras las separaba, mis palmas en sus muslos.

Una ola de culpabilidad me había inundado tan pronto como esa fantasía aparecía
en mi cabeza. Había susurrado un pesaroso “Buenos días”, sabiendo que tenía que
arreglar mi mierda porque no había una sola cosa más prohibida que la manera en la
que la estaba mirando.

Pero entonces ella me había mirado. No. No mirado. Mirado boquiabierta.

Juzgado.

Me había observado como si fuera algún tipo de espectáculo de bichos raros.

Eso fue el gatillo de una pistola diferente. Provocó la ira turbulenta que estaba
siempre latente y preparada en cada célula de mi cuerpo. El odio se había deslizado a 41
través de mis dientes apretados mientras la desataba en la chica, sin embargo, en
realidad no estaba dirigida hacia ella, para nada.

La única persona a la que odiaba era a mí mismo.

Aún así no tenía derecho a mirarme así. No vine aquí por su lástima, para que sus
ojos se resbalaran sobre mí como si entendiera, como si le importara. A nadie le
importaba. A la gente sólo le gustaba hacerse sentir mejor a sí misma con sus escasas
muestras de compasión.

Y aseguraba como el infierno que no me importaba.

Mis puños estaban apretados a mis costados.

Mierda.

Pero no podía eludir el persistente tirón muy en el fondo de mí. Odiaba verla de esa
manera, temblando y llegando a las lágrimas. Odiaba saber que yo lo había causado.
Yo la había asustado.
Pero era lo mejor. No estaba mintiendo cuando le dije que ella no necesitaba mi
mierda. Y después de la reacción que se las arregló para despertar en mi, yo más que
nadie no necesitaba la suya.

***
Me encorvé sobre el escritorio, llenando lo que se sentía como la centésima solicitud
en la que había trabajado hoy. La mayor parte del día había devorado la comida,
corriendo de una compañía de construcción a otra, persiguiendo empleos que no
existían en esta economía lame-culos. Prácticamente nadie estaba contratando gente y
me había pasado la mitad del día cuestionando mi cordura. ¿Quién diablos sólo deja su
hogar y un trabajo decente sin ningún plan? Idiotas como yo, esos.

42
Terminé la solicitud y me levanté.

―¿Terminaste? ―El propietario, Kenny Harrison, se sentó detrás de un amplio


escritorio en el otro extremo de la habitación, meciéndose en una mugrienta silla de
oficina hecha de tela.

―Si señor ―respondí mientras cruzaba la habitación, entregándole la solicitud. Por


supuesto esperaba una posición similar a la que había dejado en Nueva Jersey, pero
aceptaría cualquier cosa.

Escudriño mi información, levantando su rostro repentinamente hacia mí. ―¿Eres


de por aquí?

Solo asentí, no podía hablar.

―Mmm ―continuó—, tu solicitud parece buena. No tenemos mucho sucediendo


aquí ahora mismo, pero quizás podría ponerte en algún lado. Sin embargo, no vas a
estar muy cerca de hacer lo que hacías en tu anterior trabajo.

La decepción me golpeó, pero la sacudí. ―Está bien.


Kenny se rió. ―Desesperado, ¿eh?

Cambié mis pies de posición, sintiéndome incómodo y expuesto. Me forcé a


quedarme quieto. ―Podrías decir que sí.

―Entonces, está bien. ¿Por qué no vuelves el lunes en la mañana así puedes llenar
algo de papeleo y empezar enseguida?

―Gracias, señor Harrison.

―Llámame Kenny.

Sacudí su mano y empecé a retroceder, murmurando mis gracias una vez más antes
de dirigirme a su puerta.

Sabía que debía sentirme aliviado, agradecido, pero la única cosa que sentía era la
ansiedad que se había redoblado durante el día. La asentía zumbando debajo de la
superficie de mi piel. Salté en mi moto, me deslicé en la avenida, pisé el acelerador y
esperé escapar de ella. El aire caliente explotó en mi cara y azotaba mi cabello,
revolviendo más la agresión. Me precipite a toda velocidad entre los carros. Escapé.
43
Hoy la adrenalina de la velocidad no actuó. Sólo profundizo la ansiedad que
apretaba cada vez más mi pecho, haciendo difícil respirar mientras empujaba más duro
y rápido. A medida que el sol de la tarde empezó a ponerse, crucé el tráfico de la hora
punta y tomé la salida no muy lejos del apartamento de Christopher y Aly. Descubrí
que no podía volver, pero era incapaz de ir más lejos.

Terminé detrás de un edificio desierto con una botella de Jack. Suponía que si no
podía huir, esto lo ahogaría. Llevé la botella hacia mis labios, dándole la bienvenida a
la quemazón mientras se deslizaba por mi garganta y cubría mi estomago. La traje a
mi boca una y otra vez, dejé caer mi cabeza hacia atrás sobre el grueso estuco del viejo
edificio y escuché la noche comenzar a arrastrarse por las calles de la ciudad.

Nunca entendí por qué los sonidos llegan a ser inconfundibles de noche, por qué
podía oír la rotación de un motor estando a millas de distancia, el susurro de las aves
mientras se posaban en los árboles, el eco de una discusión sucediendo detrás de una
puerta cerrada en la calle. Todo penetraba y se colaba, infiltrándose en mi conciencia
como si cada sonido me perteneciera. Lo que algunos considerarían pacifico era
completamente abrumador para mí. Esta noche, esas viejas ansias me golpearon duro,
el intenso deseo por el entumecimiento completo, un alivio temporal. Solamente
deseaba que por una maldita noche pudiera dejar todo afuera. Drené el resto de la
botella. Mi cabeza giraba y apreté mis ojos fuertemente cerrados.

Pero nunca podría escapar de ello. Nunca podría ahogarlo.

Nunca olvidaría.

Mi mano se apretó alrededor del cuello de la botella y me tambaleé sobre mis pies.
Rugí mientras arrojaba la botella a través del estacionamiento. Se hizo añicos. El
vidrio explotó con un sonido metálico mientras se desparramaba por el piso. El sonido
avivó los recuerdos y todo lo que podía oír era el vidrio rompiéndose mientras llovía
sobre mí.

Giré y mi puño conectó con el edificio. La piel se desgarró de mis nudillos mientras
encontraba el borde afilado de la pared vacía. El tejido se emblanqueció y palideció
44
antes de que la sangre se filtrara a la superficie. Le di la bienvenida al frenesí que creó
dentro de mí.

Estrellé mis puños contra la pared de nuevo hasta que estuve jadeante y la sangre
goteaba libremente, lloraba en mi piel en la manera en la que debería haberlo hecho en
lugar de la suya. La ira se ondulaba en mi pecho y estalló por mi boca.

Debería haber sido yo.

Debería haber sido yo.

Exhausto, dejé caer mi frente presionando mis palmas contra la pared mientras
engullía bocanadas de aire. El calor corrió mi garganta y se expandió como fuego por
mis pulmones. Mi cabeza se sacudía y mi cuerpo temblaba mientras la agresividad
finalmente me atravesaba, me rompía y los efectos del alcohol me llevaban a mis
rodillas.

―Mierda ―gemí, mientras me dejaba caer pesadamente sobre mi estomago con mi


mejilla presionando el duro suelo.

Nunca debería haber venido aquí. Todo esto era demasiado, este lugar que hacía
eco de mi pasado y vibraba con familiaridad. Me rehusaba a sentirme cómodo en el.
Sobretodo peleaba contra el deseo de quedarme.

45
Capítulo 6
Aleena
onduje a través del viejo vecindario. Tenía una hora antes de ir a trabajar, y

C luego de que Jared se fue esta mañana, estaba apurada por llegar a casa. No
es como si nunca hubiera visitado o pasado mucho tiempo sin ver a mis
padres y mi hermano menor, Augustyn. Los veía de vez en cuando. Pero ahora mismo
sentía la necesidad de estar de vuelta en el viejo vecindario donde pasé mucho tiempo
con Jared cuando éramos jóvenes.

Crucé a la izquierda en la calle donde crecí. Era un vecindario viejo con muchas

46
familias. Sonreí, pensando en cuán callado había sido siempre a menos que
Christopher y Jared estuviesen causando algún tipo de escándalo en medio de la calle.

Maniobrando dentro de la carretera, estacioné en el garaje cerrado que enfrentaba la


modesta casa. Árboles maduros crecían altos en el jardín delantero. Mi mamá, Karen,
los había plantado cuando Christopher era sólo un bebe para recordarle a ella su hogar
en Idaho. Había conocido a papá cuando ella tenía sólo diecinueve, se casó con él
cuándo tenía veinte, y estaba esperando a Christopher cuando cumplió los veintiuno.
Ella decía que nunca lo pensaría dos veces en dejar su hogar atrás para ir con papá,
pero eso no significaba que no lo extrañara.

Ellos compraron esta casa cuando Christopher tenía nueve meses de edad.
Conocieron a Helene, la madre de Jared, el primer día que se mudaron. Mamá decía
que nunca olvidaría los ojos azules en el bebé de seis meses, que Helene había
sostenido sobre su cadera cuando tocó el timbre para darle la bienvenida a ellos al
vecindario. Mamá y Helene se habían enganchado la una con la otra, ese tipo de
rápidas amigas que se sentían como si se conocieran de toda la vida y todos sus hijos
hubieran crecido juntos literalmente.
Caminé por la acera y toqué el timbre una vez antes de entrar. La puerta chilló
mientras la abría. —¿Mama? —la llamé.

—¿Aly?

Seguí su voz, caminando dentro del vestíbulo y a través de la sala. Caminé por el
arco entrando en la cocina justo cuando ella gritaba—: Estoy en la cocina. —Su
atención estaba completamente volcada sobre la masa de galletas que ella estaba
colocando en cucharadas en pequeños montículos sobre una bandeja de horno.

Me escabullí por detrás de ella y le di un codazo en la cara.

Ella saltó y me reí cuando se dio la vuelta. —Oh Dios, Aly. ¿Tienes que hacer eso
todo el tiempo?

—Uh, sí, porque caes cada vez que lo hago.

Creo que la he hecho sobresaltarse nueve de cada diez veces, incluso después de que

47
le he advertido que yo estaba allí. Era una cosa tan nerviosa.

Ella se rió y me dio un abrazo. —Esta es una agradable sorpresa. No esperaba verte
hoy.

Me encogí de hombros. —Tuve un poco de tiempo extra, así que pensé en pasar por
aquí antes del comienzo de mi turno.

Se dio vuelta para deslizar la bandeja dentro del horno y pulsó unos cuantos
botones para ajustar el temporizador. Me apoyé en el mostrador. Ella se volvió con
una sonrisa suave. —Bueno, fue muy amable de tu parte tomar el tiempo para venir
hasta aquí. He estado pensando que tenemos que tener un día de compras madre e
hija. ¿Tal vez tomar el almuerzo?

Mamá y yo no nos parecemos mucho entre nosotras. Christopher y yo tomamos


todo de nuestro padre, a excepción de la altura que habíamos heredado de mamá, que
era sólo dos pulgadas más baja que mi papá. Ella había sido un golpe de gracia cuando
era más joven, y los años había sido buenos con ella. Siempre se había teñido el pelo
de todos los colores que puedas imaginar, y fue la primera en probar un nuevo
producto o un nuevo estilo. Mi pareja de compras en el crimen, ella sabía todas las
modas que venían antes de que llegaran. También sabía cuándo guardar algo porque
iba a venir de nuevo. Y yo la amaba con todo mi corazón.

—Sí, me gustaría un día de compras. —Entonces fruncí el ceño mientras que


finalmente me centraba en el lío que había explotado en la cocina—. ¿Y tú estás
horneando? ¿Por qué?

Ella rodó sus cálidos ojos marrones, aunque era tan sencilla como un rollo de ojo
podría ser. —Ugh... el equipo de fútbol de Aug está teniendo una venta de pasteles, y
él me inscribió por diez docenas de galletas. —Ella medio sonrió e inclinó la cabeza en
dirección a la sala—. Ellos ya comenzaron las pruebas para su último año... Parece
que tiene una muy buena oportunidad de hacer quarterback de primera cadena este
año.

—¿Está él en casa?

—Sí.
48
—Voy a decir hola muy rápido.

—Claro.

Me empujé lejos del mostrador y me dirigí por el pasillo. Llamé a su puerta.

—Entra.

Abrí la puerta abierta al igual Aug se incorporaba en su cama. Sacó los auriculares
de sus orejas y lanzó su revista a un lado. —Hola, Aly. —Él era todo sonrisas y
hoyuelos. De todos nosotros, él era el favorito y más querido de nuestra madre—.
¿Qué estás haciendo aquí?

—Sólo te extrañaba y pensé en pasar a saludar.

Empujó su gran cuerpo para ponerse de pie, su pelo castaño oscuro le caía sobre los
ojos. Su abrazo era cálido, y hundí mi cara en su pecho. —Es bueno verte —dijo.

—Bueno, si no estuvieras practicando todo el tiempo, tal vez tendrías tiempo para
tu hermana mayor.
—Sí, sí, sí. —Él se retiró con una sonrisa—. Entonces, ¿qué está pasando? ¿Algo
nuevo y emocionante en el mundo de Aly y Christopher?

Dudé por un segundo antes de decir—: Nah. Sólo trabajo y salidas con Megan un
poco.

La frente de Aug se elevó tan alta como su interés. —Megan, ¿eh?

Lo golpeé en el hombro. —Eres tan bruto, Aug. Ya te dije, Megan está totalmente
fuera de los límites.

Él se echó a reír mientras se alejaba y se dejaba caer en su cama. —Bueno, eso es


una lástima, porque me aburro con todas las chicas que conozco.

—¿Crees que porque se te han acabado todas las chicas de la escuela voy a juntar a
mi mejor amiga con mi hermanito? ¿Te golpeaste la cabeza durante la práctica?

Se dio la vuelta para poder verme, sus ojos juguetones. —¿Qué? Ella es caliente.

Tomé una pelota de fútbol del suelo y se la tiré. —Asco —articulé mientras salía por 49
la puerta. Él se reía cuando la cerré.

Hice una pausa cuando el pestillo hizo clic, de pie en el pasillo en silencio, mi mano
sin soltar la perilla de Aug ya que mis nervios se intensificaron. Eché un vistazo por el
pasillo hacia la cocina. Un batidor tintineando contra un recipiente de metal me
aseguró de que la atención mamá estaba ocupada. ¿Por qué me sentía como si
estuviera en una especie de misión secreta? No lo sabía. Pero lo hacía. Me deslicé
dentro de mi antigua habitación, en silencio cerrando la puerta detrás de mí.

Mamá había dejado todo igual en su mayoría, a excepción de la pila de cajas que
estaban contra una pared. Una colcha oscura cubría el diván que se alojaba bajo la
ventana, y mis paredes estaban llenas con fotos de mis amigos de la secundaria, mis
entradas de la fiesta de graduación, y los pequeños recuerdos que pensé que siempre
apreciaría. Curiosamente, yo no los apreciaba lo suficiente como para llevarlos a mi
nuevo apartamento.
Pasé mis dedos a lo largo de ellos, pensando en aquellos años en que Jared había
estado ausente. Gran parte de mi tiempo se había gastado aquí sola, imaginando el día
en que volvería a caminar de nuevo en mi vida.

Me mordí el labio, recordando la amargura que había alineado su cara esta mañana.
Resultó que su regreso era algo que no podía comprender, algo como truenos y caos.

Me arrodillé y enterré mi brazo profundamente entre el colchón y el cajón de la


cama. Mis dedos rozaron el libro, y yo maniobré con mi mano alrededor suyo para
sacarlo. Hundiéndome en mi trasero, apoyé mi espalda contra la cama. Me tomó un
par de segundos conseguir el valor para abrirlo. Mi abuela me lo había dado cuando yo
era joven, justo antes de que ella muriera. Me había dicho que lo guardara para algo
que significase lo más importante para mi corazón. La vieja carátula dura crujió
cuando levanté la tapa.

Su cara estaba en todas las páginas. Todos a excepción de lo que yo había dibujado

50
aquella noche.

Pasé mis dedos a lo largo de las líneas, estudiando lo que había visto entonces.
Aunque los años le habían endurecido, sus ojos no eran tan diferentes ahora de lo que
habían sido durante esos días.

Suspirando, guardé el libro en mi bolso y volví a la cocina. Me acerqué a mi mamá


por detrás y rodeé mis brazos alrededor de su cintura. —Te quiero, mamá.

Su expresión era tierna cuando ella me miró por encima del hombro. —Te quiero,
Aly. —Luego frunció el ceño—. ¿Está todo bien?

—Sí. —Sacudí mi cabeza mientras torcía mi boca—. Sólo he estado cansada.

Ella asintió con la cabeza, pero era más evaluándome que creyéndome. Me di
cuenta de que no creía lo que había dicho. Mamá me conocía lo suficientemente bien
como para ver cuando yo estaba mintiendo. —Sabes que estoy aquí, siempre que me
necesites.

—Lo sé, mamá. —La apreté otra vez antes de alejarme—. Tengo que correr.
Ella dejó escapar un suspiro de decepción. —Bien, entonces, deja tu vieja madre
aquí sola con tu apestoso hermano.

Me reí porque mamá nunca parecía envejecer.

Abrí la puerta. La voz de mamá me llamó—: Y déjame saber cuándo estás fuera del
trabajo la próxima vez, así podemos ir de compras.

—Lo haré —prometí antes de cerrar la puerta detrás de mí.

El sol se levantaba orgulloso en el centro del cielo, su calor empapándome en


cuestión de segundos. Caminé de vuelta hacia mi coche, pero pasé de él. Mi atención
se desvió a dos casas de distancia y al otro lado de la calle a la que había sido la de
Jared.

Tomando una rápida decisión, me di la vuelta y caminé por la acera, hasta el final,
donde la valla desvencijada seguía en pie. Llegaría tarde para el trabajo, pero hoy ellos
sólo iban a tener que esperar. Sudor se formaba en mi nuca, y tomé una respiración
mientras me agachaba e introducía a través del pequeño agujero de la valla que una 51
vez había parecido el centro de mi universo. Astillas de madera tiraron de mi camisa, y
me retorcí para poder pasar a través de ellas.

Por otro lado, me enderecé mientras un lento escalofrío se deslizaba por mi


columna vertebral. Las hierbas malas crecieron altas en toda la extensión del terreno
baldío. En la distancia, una valla se levantaba para encerrar otro barrio al sur del
nuestro, pero en medio había seis hectáreas de terreno deshabitado donde habíamos
pasado tantas horas de niños. Los senderos que nuestro paso había creado ya no eran
visibles. Los árboles que una vez habían albergado nuestros cuentos de hadas parecían
fuera de lugar, altos y llenos en el telón de fondo de este desierto estéril. Pegatinas se
adhirieron en mis piernas mientras caminaba a través de nuestro árbol. No había
estado aquí en muchos años.

Me puse de pie debajo de la madera, las pequeñas piezas de dos por cuatro que se
habían clavado en el tronco siguen ofreciendo su escape. Pisé en el más bajo y agarré
una rama mientras me alzaba a mí misma. Tentativamente tomé el siguiente paso, y el
nivel más bajo de nuestra fortaleza quedó a la vista.

Grité cuando di el tercer paso, pero me las arreglé para mantenerme arriba en una
rama sólida, tirando de mí misma hacia el resto del camino.

Me instalé en el tramo de la madera contrachapada que habíamos martillado con


tanto cuidado en la seguridad del árbol. Este pequeño fuerte había parecido tan masivo
cuando lo habíamos construido. Llevé mis rodillas a mi pecho y apoyé la cabeza
contra una de las grandes ramas que crecieron desde donde el tronco había
segmentado en cuatro.

Y cerré mis ojos.

52
Capítulo 7
Verano 1999
A
ly arrastró la pesada pieza de madera lo mejor que pudo. Jared la llamó
madera contrachapada, y que era su trabajo llevarla de la cerca al
árbol. Más temprano, su padre les había dicho que podían usar lo que
quisieran, siempre y cuando no hicieran un desastre y devolvieran sus herramientas.

—Y cuida a tu hermana pequeña, Christopher. —Había dicho cuando él y su madre


se fueron a hacer unos recados.

Aly se dio la vuelta, caminando hacia atrás mientras luchaba con la pieza plana de
madera. Era tan grande que apenas podía envolver sus manos alrededor de ella. Se
enterraba en sus palmas. Quería llorar porque dolía, pero no era una bebé. Ella tenía
53
siete años y sabía que tenía que actuar como tal. Tiró más fuerte, y rozó el
suelo. Resopló orgullosa cuando la dejó caer en la base del tronco. —Todo hecho —
dijo mientras se sacudía el polvo de las manos.

—Ya era hora —gritó Christopher desde algún lugar en el árbol, el fuerte golpe de
un martillo resonaba en sus oídos.

Ella saltó hacia atrás cuando Jared de repente cayó del árbol, aterrizando sobre sus
pies.

—Buen trabajo, Aly Cat. —Se inclinó y levantó el contrachapado sobre su cabeza,
balanceándolo en un hombro mientras volvía a subir al árbol—. Esta va a ser la
fortaleza más genial de la historia —le oyó decir.

—¿Puedo estar en el club, también? —dijo ella mientras intentaba subir de la misma
manera que Jared.
—No —contestó Christopher inmediatamente, mientras que Jared decía—:
Depende. Tienes que pasar la primera iniciación.

El estómago le dolió un poco. No creía ser lo suficientemente buena.

Subió hacia los sonidos por encima de ella, el suelo desapareciendo lentamente
abajo. Envolvió su mano alrededor de una rama y tiró. Se quebró y su pie resbaló.
Gritó mientras caía.

Cayó fuertemente al suelo. Luchó para recuperar el aliento, pero se había ido. El
corazón le dolía y eso hacía que le doliera la cabeza, y trató de gritar de
nuevo. Finalmente encontró un poco e inhaló el aire en sus pulmones. Lentamente se
sentó, su atención fue al dolor en su codo. La sangre manaba de un corte grande. Le
dolía mucho, y cerró los ojos porque no quería llorar.

—Aly, ¿estás bien? —La voz de Jared era frenética mientras sacudía sus hombros.

Lentamente abrió los ojos para encontrar a Christopher mirándola desde atrás de
Jared, con los ojos desorbitados por el miedo. Jared la sacudió de nuevo. —¿Estás 54
bien?

—Mi brazo. —No pudo evitar llorar por más tiempo. Las lágrimas cayeron en
abundancia por su cara sucia.

Jared miró hacia abajo y luego cerró los ojos. —Christopher, está sangrando
mucho.

—Oh hombre, oh hombre, te dije que no debíamos traerla. Ahora nos vamos a
meter en problemas.

Jared siguió centrado en Aly. —¿Puedes caminar a casa?

Aly vehementemente negó con la cabeza. Le dolía todo el cuerpo.

Jared la levantó en sus brazos, algo así como lo hizo con la madera, pero mucho
más suave. —Vamos, Aly. Vamos a curarte.

Se aferró a él mientras la llevaba a su casa. Respiraba raro y fuerte para el momento


en que cerró la tapa del inodoro y la depositó en él. Humedeció una toalla bajo el agua
y se arrodilló delante de ella. Estaba fría cuando él la apretó contra su brazo. Ella se
sacudió un poco, ya que picaba.

—No me gusta la sangre —murmuró mientras él limpiaba su brazo.

Christopher rebuscó en el armario de medicinas. —Toma. —Él empujó una caja de


vendajes hacia Jared.

Jared cuidadosamente desprendió el envoltorio y lo colocó en su corte.

Él dejó escapar un suspiro, y luego le sonrió mientras agitaba una mano por su
pelo. —¿Mejor?

Ella aspiró por la nariz y se secó los ojos con el dorso de la mano. —Mejor.

55
Capítulo 8
Aleena
E
sa noche, estaba en la cama, mirando las sombras mientras subían a lo
largo de mi techo, escuchando la paz fuera de mi ventana. Era tarde.
Esta noche había salido del trabajo después de las once, mis bolsillos
llenos de propinas por la ocupada tarde. La aprehensión había revoloteado en mi
estómago cuando regresé al apartamento. La noche había sido tranquila, los árboles
parecían congelados en el tiempo cuando salí de mi coche. El miedo había clamado a
través de mi pecho cuando pensaba que tal vez Jared había huido, regresando al
apartamento a la mitad del día mientras yo no estaba y empacando sus pertenencias,
dándole la espalda a las cosas a las que no quería hacer frente. 56
Pero cuando abrí la puerta al silencio del departamento, había encontrado la bolsa
de Jared todavía metida en la esquina de la habitación, y me había atacado un
profundo alivio que eclipsó los destellos de ira que había sentido durante todo el día.

No podía soportar dejar las cosas entre nosotros de la forma en que habían estado
esta mañana.

Después de una ducha para lavar la suciedad de la cocina grasienta, me metí en la


cama con mi cuaderno de dibujo y permití que mis pensamientos fueran a la deriva.
Había capturado imágenes, cada vez sintiendo que estaba cerca de tocar algo hermoso,
pero en cada trazo vi mi propia imperfección. Dibujé hasta que mis ojos se habían
hundido del agotamiento y finalmente dejé el cuaderno a un lado.

Pero no pude conciliar el sueño.

Pasaron las horas, y ahora miraba fijo.

Esperando.
Me levanté en los codos cuando oí la puerta del apartamento rechinar al abrirse.
Aguzando mi oído, escuchaba, tratando de discernir las pisadas. Eran amortiguadas,
pero incluso entonces, podía decir que eran demasiado pesadas para ser de
Christopher.

Sonidos apagados se derramaron en mi habitación. Salí de la cama, silenciando mis


pies mientras cruzaba la habitación. Poco a poco le di la vuelta la perilla, arrastrándose
con el leve crujido que dio, y con cuidado la abrí. De puntillas, me acerqué a lo largo
del pasillo.

—Joder —murmuró, el sonido tan silencioso que no lo habría escuchado en


absoluto si no hubiera tenido la espalda pegada a la pared, tratando de escuchar.

Desesperación llenaba el aire, una tensión que se deslizó por el suelo, me atraía
hacia adelante.

Él apareció a la vista cuando me asomé a la cocina. Todo estaba a oscuras salvo por
la luz brillante que provenía del congelador donde se encontraba de espaldas a mí.
Estaba buscando a tientas algo dentro. Sus movimientos parecían lentos, aunque
57
seguía sacudiendo su cabeza con estos movimientos agresivos, repulsión brotando de
él. Luchó con una cubitera azul barata, retorciéndolo sobre el fregadero. Los cubos de
hielo se dispararon en una ráfaga. La mitad repiquetearon en el fregadero y el resto
cayó al suelo. Sus hombros se hundieron mientras presionaba sus manos sobre el
mostrador para mantenerse de pie, con la cabeza gacha. —Mierda —murmuró en voz
baja.

Tentativamente, hice mi camino alrededor de la barra. Me acerqué a él,


empujándolo hacia atrás un paso. —Ven, deja que te ayude.

Se sacudió con sorpresa antes de que girara su cabeza más lejos y se movió a un
lado, de pie allí como un niño regañado. Ni siquiera me miraba.

Mi mirada recorrió el mostrador. Tenía una toalla, y cubos de hielo llenando la


parte inferior del fregadero.
—¿Estás herido? —le pregunté en voz baja, manteniendo mi voz plana, con la
atención puesta en colocar los cubos de hielo en la toalla para hacer una compresa.
Miré por encima del hombro para captar la expresión de horror en su rostro cuando
alzó la vista.

Me quedé inmóvil, con los ojos abiertos.

Ese bello rostro estaba sucio, y sus ojos eran dolorosamente tristes. El dolor me
retorcía en sus dedos, me retorcía por dentro. Lucía como la muerte absoluta. Su
camiseta blanca impresa estaba hecha jirones, manchada con tierra y aceite, colgando
de su cuerpo en ángulos extraños desde donde se había estirado y deformado. Ahogué
un grito de asombro cuando vi sus manos ensangrentadas. Heridas abiertas en cada
nudillo, la piel desgarrada llena de rocas y bordeadas de tierra.

Sus manos eran un completo desastre.

Apreté los ojos para cerrarlos mientras realización me golpeaba duro.

No eran sólo sus manos. Jared Holt era el desastre. 58


—Ven aquí —susurré, estirándome para tomar su mano.

Retrocedió. —Puedo cuidarme solo, Aly. Sólo regresa a la cama. —Esta vez, no
había ira en sus palabras, sólo derrota.

Negué con la cabeza. —¿Estás seguro, Jared? Porque no se ve de esa manera para
mí.

Parpadeó como si estuviera tratando de darle sentido a lo que acababa de decir.

—Ahora ven aquí y deja que te ayude. —Le ofrecí mi mano. Parecía reacio,
vacilante, indeciso, antes de que finalmente colocara su palma contra la mía. Un
escalofrío se deslizó a lo largo de mi piel. Por un segundo, me quedé quieta,
saboreando la ligera conexión. Levanté la mirada hacia él, y él me miraba como si tal
vez la sensación de mi piel le causara dolor.

—Vamos. —Lo guié hacia la sala de estar al sofá—. Siéntate.


De mala gana, obedeció, y se hundió en el borde del sofá. Un gemido pesado
retumbó en su pecho cuando lo hizo. Bajó la cabeza, con los dedos lesionados
agarrando la parte posterior de su cuello.

—Ya vuelvo. —Corrí a la cocina, recogí los trozos de hielo que se derretían en el
suelo, y los tiré en el fregadero. Agarré una toalla fresca y la pasé bajo un poco de agua
fría, escurriéndola antes de hacer mi camino de regreso. Levantó la vista hacia mí.
Toda la hostilidad beligerante de esta mañana había desaparecido. La vergüenza había
tomado su lugar.

Este era el chico que había encontrado en las páginas del cuaderno de bocetos que
había recuperado esta mañana.

Me arrodillé frente a él, mis movimientos lentos y calculados cuando extendí la


mano para tirar suavemente en uno de sus antebrazos, nunca apartando la mirada de
los embrujados ojos azules que me miraban. Una vez más se estremeció ante mi toque,

59
un fuerte chorro de aire salió de su nariz, antes de que se relajara y me permitiera llevar
su mano hacia su regazo.

Un poco de sangre todavía brotaba de las heridas, pero se había secado en su


mayoría. Puse la toalla en sus manos. —Toma, sostén esto y trata de detener la
hemorragia. Tenemos que limpiar esto para que no se infecte.

Estaba un poco sorprendida cuando estuvo de acuerdo con un tranquilo—: Está


bien.

Corrí al baño, donde me abrí paso en el gabinete bajo el fregadero por el botiquín de
primeros auxilios. Tomándome un segundo en el santuario del cuarto de baño, me
centré en calmar la oleada de sentimientos encendiendo mis sentidos de una manera
que no deberían. Era lo suficientemente inteligente como para reconocer cuándo
estaba en un terreno peligroso.

Todo en él era peligroso. Tan peligroso como hermoso.

Había sido testigo de primera mano de la destrucción que era Jared Holt.

Pero no había ninguna posibilidad de que me mantuviera alejada.


Me dirigí de nuevo hacia afuera y puse el kit a mi lado en el suelo.

—Deja que te ayude. —Tomé la toalla y comencé a secarle los nudillos, con la
esperanza de eliminar algo de la mugre—. Probablemente deberías de pasar esto bajo
un poco de agua y lavarlo con jabón.

—No es la gran cosa, Aly. —Su expresión era suave, pero llena de confesión. Como
si esto sucediera todo el tiempo.

—Espero que no hubiera alguien del otro lado de esto.

Jared rió suavemente, un sonido cálido que contradecía su duro exterior.

Me hizo sonreír.

—No... No esta vez, a menos que una mugrienta pared cuente.

—Supongo que no —le dije, arrodillada para tener una mejor visión. Arrugué la
nariz—. Dios, hueles como un contenedor de basura. —Bien podría haber tomado un
baño en alcohol. 60
—Bueno, tengo que oler mejor de lo que me siento. Bastante seguro de que mi
cabeza va a explotar.

—¿Y de quién es la culpa? —desafié, mirándolo.

Pensé que tal vez arremetería en mi contra. En su lugar, suspiró. —Mía, Aly.
Siempre es mía.

Su respuesta picó, e inmediatamente deseé poder tomar la acusación de vuelta.


Sabía lo que causaba los problemas que llevaba, la culpa que se imponía, la carga
constante que llevaba.

Luché contra el impulso de abrazarlo, me imaginé avanzando poco a poco hacia


adelante, susurrándole al oído que me gustaría compartirlos con él si me lo permitiera.

Mordiéndome el labio, me centré en limpiar una mano con la toalla lo mejor que
pude, evitando mirarlo a la cara. Pero podía sentir su mirada fija en mí, podía sentir el
poder de sus ojos, mientras me observaban. Mi corazón latiendo un poco más rápido.
—Casi termino con ésta —le dije, cediendo y mirándolo. Una suave sonrisa tocó un
solo lado de su boca. Rápidamente desvié la mirada. Vertí un poco de peróxido en una
bola de algodón y suavemente la corrí sobre sus heridas.

Silbó. —Mierda... eso arde.

Me encogí. —Lo siento.

Colocando un trozo de gasa cuadrado sobre los nudillos de su mano, la levanté para
envolver cinta médica alrededor de ella para mantener el vendaje en su lugar.

Suspiró mientras yo trabajaba. —Aly, escucha... —Su voz era tranquila y adquirió
un matiz de pesadumbre. El breve destello de suavidad con el que me había mirado
anoche se había transformado nuevamente sus ojos—. Realmente lo siento acerca de la
forma en que actué esta mañana.

Sabía que su disculpa era genuina, y tal vez debería haber dejado que se saliera con
la suya. Pero no quise. Lo que había hecho me dolió. Giré mi mandíbula mientras lo
miraba, frotando ciegamente la otra mano mientras la reclamaba. —¿Siempre eres un 61
idiota?

Esta vez su risa tranquila fue dura. —¿Qué esperabas que fuera, Aly?

—Diferente —le dije, inmovilizándolo totalmente con mis ojos.

—Pero no lo soy. —Su voz era amable, y estaba segura de que no le creí—. No te
estaba mintiendo esta mañana. Tú no necesitas mi mierda y yo no puedo manejar la
tuya.

Luché para darle sentido a la forma en que había cambiado las palabras y el toque
de desesperación que les había inyectado.

—Fuimos amigos una vez —le dije, recogiendo su otra mano para empezar a
limpiarla—. Por lo menos yo pensaba que lo éramos.

Sus párpados se cerraron por un momento muy largo. Cuando los abrió, se acercó
para pasar suavemente sus dedos por la cicatriz blanquecina apenas visible a lo largo
de mi antebrazo de cuando me caí del árbol. Sus dedos eran ásperos. Perfectos.
Mis labios se separaron mientras la piel de gallina se levantaba en mi piel. Me
estremecí, y él se apartó. Apretó los labios, con la cabeza inclinada hacia un lado
mientras se sentaba. —Sí, supongo que lo éramos.

—¿No tienes permitido tener uno ahora?

Se rió suavemente, un sonido de incredulidad mientras negaba con la cabeza.


Parecía como si estuviera agitándose a sí mismo. —Aly, me estás matando.

Fruncí el ceño. —No te entiendo, Jared. ¿Pensaste que podrías quedarte aquí y que
yo sólo te ignoraría? Me preocupo por ti.

—No digas eso —susurró, algo parecido al dolor destelló en sus ojos.

—Pero lo hago. Siempre lo he hecho.

Intentó apartarse, pero lo agarré con fuerza. —Amigos —enfaticé. Por lo menos, me
lo debía.

Con su mano libre, se rascó un lado de su cabeza, y una sonrisa burlona trabajó 62
lentamente el camino hacia su boca. —Bien, Aly, podemos ser amigos. ¿También tienes
una nota en la que tenga que marcar con una X? —Me dio un giro de ojos exagerados.

Pensé que tal vez se merecía un puñetazo en el brazo, exactamente igual al que le
había dado cuando se burló de mí porque se encontró la carta que le iba a dar a
Zachary Braggs en cuarto grado. Me reí un poco. —Eres un idiota.

Todo en él se suavizó cuando tiró de un mechón de mi pelo. —Pero no digas que no


te lo advertí. Estoy bastante seguro de que vas a arrepentirte de ser mi amiga.

—Estás completamente lleno de mierda, sabes. No me asustas ni por un segundo.


—Era mentira, por supuesto. Casi todos mis temores estaban envueltos en él.

Su rostro se ensombreció. —No estoy tratando de asustarte, Aly.

—Entonces no lo hagas.
Capítulo 9
Jared
ué demonios estaba haciendo?

¿Q Todo en esta situación estaba mal. Aly arrodillándose frente a mí.


Tocándome. Estaba cerca, demasiado cerca. Podía probar su aliento, y
seguía atrapando toques de ese jodido delicioso jabón corporal de coco que había
usado anoche. De alguna forma olía mil veces mejor en ella.
Estas necesidades me golpeaban constantemente, y no podía evitar imaginar cómo
sería enterrar mi nariz en el refugio detrás de su oreja, presionar mi boca en su
mandíbula, enredar mis manos en su cabello. Contra mi mejor juicio, el cual podía tan
fácilmente ser puesto en duda, de todas formas, me rendí. Tomé un poco. 63
Siempre fui muy bueno en tomar.
El mechón de cabello que tiré entre mis dedos era suave, como seda contra mi
encallecida piel. La acción debió ser lo suficientemente inocente. Recuerdo hacerlo
seguido cuando éramos niños, sólo un pequeño acto de afecto para hacerle saber que
estaba bien que estuviera ahí. Nunca hubo nada más que eso.
Pero lo sabía mejor ahora, sabía que atizaría la necesidad que sentía en el fondo de
mi estómago desde que la encontré apoyada contra esa pared anoche, desde que me
había vuelto medio loco en su cocina esta mañana, desde que tropecé en su
departamento como el pedazo de basura que era esta noche. De alguna forma, ella aún
me encontraba valioso, arrodillándose enfrente de mí como si mereciera incluso un
residuo de la atención que me daba ahora.
Con su cabeza gacha, atendió las heridas en mi otra mano. Permití a mi mirada
caer, trazar la cara que quería trazar con mis manos.
No pensé que alguna vez me sentiría intrigado por una chica antes de la forma en
que lo estoy ahora, nunca he querido meterme en la mente de alguien más para cavar
en sus pensamientos, para averiguar quién era. Por qué era. Los ojos verdes de Aly
eran fieros y suaves, su toque decidido y gentil. Era amable, y aun así no dudaba en
reclamarme mi mierda. Me hacía picar y retorcerme, me hacía querer correr y querer
quedarme.
Empezó a vendarme la otra mano, forjando este pequeña tregua entre nosotros,
constantemente absorbiéndome más profundo a un lugar que sabía que no debería ir.
Pero no podía detenerlo.
Había algo sobre estar solo con ella en el aislamiento de este departamento que me
gustaba, como si quizá estuviéramos compartiendo algún tipo de secreto que nadie
más podía tocar.
Una distorsionada sensación de seguridad.
Por sólo un pequeño momento, quería dejarme llevar por la ilusión.
La miré mientras trabajaba. Cada dos segundos, levantaba la vista hacia mí con esos
ojos que parecían saber más de lo que deberían.
Aly se acercó. Intenté retroceder sin que lo notara, pero tiró de mi mano. —¿Te
quedarías quieto? Eres peor que un niño de dos años —dijo. 64
¿Era completamente ajena a lo que me estaba haciendo? Cada vez que se movía, su
pecho roza mis rodillas, y maldición si no fuera la más grande tentación que he tenido
que padecer. ¿Sabía lo mucho que quería tocarla? ¿Tomar un poco más? ¿Tal vez
tomarlo todo? Mis pensamientos corrieron, y me pregunté lo que haría si me bajara del
sofá y la acostara en el suelo. ¿Me detendría? ¿O me permitiría alimentarme de su
compasión y su bondad? ¿Me dejaría destrozarla? ¿Destruirla? Porque era la única cosa
que sabía cómo hacer.
Aspiré aire y lo retuve. De ninguna jodida forma iba a ir allí. No con ella, incluso si
es la única chica quien alguna vez me ha hecho sentir como si tuviera que tenerla. La
primera que me ha hecho querer. Eso por sí mismo era una muy buena maldita razón
para alejarme de ella.
Eso y el hecho de que era Aly.
Mi Aly.
Se sentó de vuelta en sus piernas. Su sonrisa era suave cuando levantó su mirada
hacia mí. —¿Ves? No fue tan malo, ¿o sí?
—Gracias —dije honestamente, porque ha pasado un largo tiempo desde que
alguien me ha cuidado. Duele pensar en la última vez que alguien lo hizo.
—De nada. —Su voz era tranquila, y se sentó ahí, sólo viéndome, era mucho como
lo hicimos la noche anterior, aunque ahora las cosas parecían completamente
diferentes.
—Mejor ve a descansar. Es muy tarde —dije. Había estado tumbado en el duro piso
por horas mientras me permitía desembriagarme al punto donde pudiera al menos
regresar al departamento, y no había llegado arrastrándome por las escaleras hasta las
tres de la mañana.
—Sí, mejor tú también. —Sonaba un poco decepcionada.
Sus delicadas manos presionaron el sofá al lado de mis piernas cuando se apoyó
para ponerse de pie. Esta vez su cabello sí rozó contra mi pecho. Ambos nos
congelamos por el contacto y ella me miró, su cara a diez centímetros de la mía. Ella
se cernió ahí, sus ojos buscando.
Jodido detonante.
Humedecí mis labios y encontré mi voz, aunque estuviera pesada de presión. —Por 65
favor ve a tu cuarto, Aly.
Parpadeando, asintió antes de empujarse el resto del camino hacia arriba. Se detuvo
en su puerta, susurrando—: Buenas noches. —Y luego desapareció dentro de su
cuarto.
La noche siguiente del viernes me senté en la mesa redonda de la cocina enfrente de
Christopher, bebiendo una cerveza mientras conseguía que me patearan el trasero en el
póquer.
Me doblé y Christopher se inclinó en la mesa. Con su antebrazo, barrió las pilas de
monedas y billetes de un dólar a su lado. —Dinero fácil —dijo arrastrando las
palabras, burlándose de mí.
—Sí, porque eres un jodido tramposo. —Reí mientras inclinaba mi cerveza a mi
boca.
—No, hombre, sólo apestas... o tienes realmente mala suerte, una de las dos.
Ahora, mala suerte era algo en lo que definitivamente me sentía cómodo poniendo
dinero.
—¿Quieres otra ronda? —preguntó mientras empezó a barajar las cartas.
—Seguro. ¿Por qué no? —Arrojé mi apuesta inicial al centro de la mesa. No fue
como si tuviera mucho que perder—. Sabes que si ganas demasiado de mi dinero,
nunca vas a conseguir que quite mi trasero de tu sofá. —Claro, estaba bromeando.
Sólo he sido demasiado perezoso para empezar a buscar mi propio departamento en la
última semana. O tal vez era que sólo que me gustaba estar aquí, lo que realmente no
quería admitirme a mí mismo porque ponerme demasiado cómodo aquí era realmente
tonto.
Christopher empezó a repartir las cartas. —No, hombre, no sientas como si tuvieras
que salir corriendo y conseguir un departamento propio. Me gusta tenerte cerca. Este
verano apestó hasta que llegaste aquí.
—Podrías conseguir trabajo o algo. —Levanté una ceja sarcásticamente, imaginé
que me metería con él un poco desde que ha estado dándome mierda por todas mis
manos perdidas en la última hora.
—Ahora, ¿por qué iría y haría algo como eso? Sabes que no salgo de la cama antes
de mediodía. 66
Negué con la cabeza. —Amigo, eres tan perezoso.
Se rió de ello. —No, tenía un trabajo planificado al comienzo del verano, pero se
cayó. Después de eso, me imaginé que con todas las clases que tengo que terminar el
próximo año para graduarme, podría también ir y tomar un par de meses libres para
mí. —Encogió los hombros—. Tenía un poco de dinero extra ahorrado, así que no era
un gran problema.
—Como dije... perezoso.
—Eres todo un idiota —dijo a través de su risa mientras levantaba su mano y
organizaba sus cartas—. En serio, sin embargo, como te dije la semana pasada, eres
bienvenido para quedarte aquí tanto tiempo como quieras.
Tomé un sorbo de mi cerveza, estudié mis cartas. —¿Y qué sobre Aly? ¿No crees
que le moleste que me quede aquí?
Tal vez estaba cavando, buscando algunas pistas en esta chica de la que no podía
apartar mi mente.
Un suspiro inseguro salió de los pulmones de Christopher. —Aly está... —dudó
mientras parecía luchar para encontrar las palabras— ...bien. Y creo que está bien con
que estés aquí. Pero es diferente. Entiendes eso, ¿verdad? Confío en que no te meterás
con ella, pero debes saber que no es como las chicas que tú y yo buscamos. Solo sé
cuidadoso cerca de ella, ¿está bien? —añadió—. Es una buena chica. —Su voz tomó
un tono de profundo respeto.
Y entendí lo que estaba diciendo, la advertencia de mantenerme alejado de su
hermana, que no era lo suficientemente bueno para ella. Quiero decir, mierda, ya sabía
eso. No necesitaba decírmelo dos veces.
La cerradura en la puerta frontal repiqueteó, y Christopher y yo levantamos la vista
al mismo tiempo cuando la puerta se abrió, nuestra conversación haciendo un abrupto
alto cuando Aly entró a tientas. Ella sonrió. —Hola, chicos. —Pateó la puerta para
cerrarla detrás de ella mientras balanceaba una pila de cajas de comida para llevar en
sus manos—. Les compré la cena.
—Oh, genial —dijo Christopher.
Siempre era tan linda cuando salía de trabajar, toda desaliñada y exhausta, y un 67
poco sonrojada del esfuerzo de estar en sus pies corriendo alrededor de una cocina
caliente todo el día.
Ha sido una semana desde la noche que me cuidó. Esa vez, un tipo de
entendimiento se había levantado entre nosotros. Nos habíamos asentado en el fingido
confort de sonrisas casuales y comentarios amables. Me preguntaba cómo iba mi día y
yo le preguntaría por el de ella, pero lo manteníamos ligero. Pero debajo de la
superficie permanecía una tensión que nos acercaba fuertemente, y nos separaba al
mismo tiempo como si funcionara para aspirarnos. Lo sabía. Lo vi en sus ojos y lo
sentí en mis huesos. Sabía lo fácil que sería hundir mis dedos en su piel y en su mente.
Sabía cuán voluntariamente me dejaría tomar.
Y Dios, quería.
Seguí pensando qué pasaría, que la novedad desaparecería, y sólo vería a Aly.
Después de trabajar un par de noches atrás, volví al bar donde conocí a Christopher.
Sólo que esta vez me quedé y fui a casa con Lily, pensé que tal vez sería capaz de
borrar un poco de lo que estaba sintiendo.
Cuando vi a Aly la mañana siguiente, sentí culpa o alguna mierda, una emoción
con la que era familiar, pero esto... esto era diferente. Era jodido, incorrecto e
inapropiado, y quería rasgarlo de mi conciencia. No le debía nada a Aly, y tan seguro
como el infierno que ella no me debía nada. Pero no importaba lo fuerte que había
intentado convencerme de ese hecho, no podía quitarme el sentimiento de que había
hecho algo mal.
Christopher se puso de pie. —Déjame ayudarte con eso. —Plantó un beso rápido en
su frente—. Eres la mejor. He estado desarrollando un apetito voraz tomando todo el
dinero de alguien aquí.—Estiró su cabeza en mi dirección mientras tomaba las cajas de
las manos de Aly.
Sus ojos se abrieron con simulada preocupación. —Oh, Jared, por favor dime que
no estás cayendo en los juegos de Christopher. Sabes que nunca superó toda la cosa de
hacer trampa.
Me reí fuerte mientras golpeaba mi palma contra la mesa. —¡Lo sabía, idiota! —
Estiré mi cuerpo entero sobre la mesa para recuperar sus ganancias, abriendo mis
brazos ampliamente para arrastrar la pila de dinero de vuelta enfrente de mí—. Has 68
estado haciendo trampa todo este tiempo, ¿no es así?
—Oye, oye, no nos apresuremos. Aly tiene sus propios trucos, Jared. No dejes que
te engañe.
Su sonrisa era toda cálida con el fácil afecto que flotaba entre ellos dos. Era raro, ver
lo diferentes que eran y aun así tan iguales.
Ella lo golpeó en la nuca. —Cuídate.
Una corta risa titubeó en mi garganta y llevé mi botella a mi boca, pero me reí
abiertamente cuando Christopher me apuntó. —Ustedes dos no empiecen a aliarse
contra mí. Siempre fueron ustedes dos contra mí.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Aly, su ceja levantada a la defensiva.
—Ja. ¿Estás bromeando? No podía deshacerme de ti por cinco minutos cuando
éramos niños. ¿Y quieres saber por qué? —Levantó su barbilla en mi dirección—.
Porque este asno insistía en que fueras a todas partes con nosotros.
—¿Y yo era así de mala? —Aly intentó un puchero, lo que se veía absolutamente
ridículo en ella porque era francamente falsa. La chica era demasiado linda, demasiado
dulce. Como que quería estirar mi mano y suavizarla.
—Demonios sí, lo eras, sólo porque respirabas. —Le ofreció esta sonrisa burlona
que le ganó otro golpe en la nuca.
—Lo que sea, me amabas, y lo sabes.
Aly se echó a reír mientras desaparecía por el corredor hacia el baño. Él se dio la
vuelta en su silla, gritando por el corredor.
—Oye, Aly, ¿quieres unirte a nosotros para la siguiente mano?
—Seguro —respondió gritando desde lo que sonaba como su cuarto—. Pero
comamos primero. Me estoy muriendo de hambre.
Unos minutos después regresó. Había cambiado su ropa de trabajo por los mismos
shorts para dormir que escogía para tentarme constantemente noche tras noche.
Dios, la chica tenía las mejores piernas que he visto.
Estaba torciendo su largo cabello en una alta cola de caballo mientras caminaba
descalza en la cocina. La mezcla de su piel y la comida que había traído olían como el 69
cielo.
Abrió el refrigerador. —¿Alguno de ustedes quiere otra cerveza? —preguntó
mientras se doblaba para cavar en el refrigerador.
En mi cabeza me estaba gritando que cerrara mis ojos o mirara hacia arriba o hacia
abajo, sólo para ver jodidamente lejos.
No lo hice.
En vez de eso miré.
Una ola de lujuria torció mi estómago en el más apretado nudo, tan apretado que
tenía que luchar para conseguir un respiro en mis pulmones.
La voz de Christopher rompió mi trance. —Sí, tomaré una.
Rompo mi atención en su dirección, y unos ojos muy parecidos a los de Aly me
observaron en respuesta.
Dejé caer mi vista y murmuré—: Seguro, podría necesitar otra.
Aly se puso de pie y cerró la puerta con su cadera. Tenía tres cervezas entrelazadas
entre sus dedos, sus tapas presionadas juntas. Tal vez había algo inherentemente mal
conmigo, pero pensé que tenía que ser uno de los movimientos más sexys que había
visto.
Las puso en la mesa. —Una para ti. —Le pasó una a Christopher y sonrió mientras
deslizaba otra a través de la mesa hacia mí—. Y una para ti.
—Gracias —dije.
Giró y le quitó la tapa a la tercera y se dejó caer pesadamente en la silla mientras la
inclinaba hacia su boca.
—¿Día largo? —preguntó Christopher mientras le arqueaba una ceja.
—Oh, sí. —Dejó escapar una larga exhalación—. Estuve superocupada. —Un
pequeño encogimiento levantó sus hombros—. Hice buenas propinas, pero no podía
esperar a que mi turno terminara. —Empezó a abrir las pestañas de las cajas de comida
para llevar. Mi boca se hizo agua cuando fui golpeado por el intenso aroma de la
abundante salsa de carne roja y pasta.
Me puse de pie. —Espera, déjame traer algunos platos y tenedores.
Me lanzó una ligera sonrisa mientras pasaba. —Gracias, Jared.
—Sí, no hay problema. 70
Incluso aunque estaba a un metro de distancia, trastabillé hacia la cocina como si
fuera alguna clase de oasis en el desierto. Por un segundo, dejé caer mi cabeza
mientras presionaba mis manos en la encimera y llené mis pulmones con la más
profunda bocanada de aire que pude alcanzar.
Contrólate, Jared.
Me recompuse mientras reunía los platos y los tenedores. Caminé de regreso con
todo, me senté enfrente de Christopher y Aly, los únicos amigos verdaderos que he
tenido, y me forcé a relajarme.
Comimos todos juntos, como lo hacíamos todo el tiempo, como lo habíamos hecho
muchas veces antes. Nuestra conversación era ligera, y la comida era increíble.
Bebimos unas cuantas cervezas más y jugamos a las cartas. No podía recordar
haberme sentido tan bien.
Pero lo hice. Me sentí tan malditamente bien.
Desde el otro lado de la mesa, traté de reprimir mi diversión. Aly era obviamente un
peso ligero. Después de tres cervezas, su forma de hablar estaba empezando a dar
indicios de mascullar. —Necesito otra cerveza —anunció, secando las últimas gotas en
su botella, tambaleando un poco cuando se puso de pie. Ella como que se tambaleó
hacia la cocina.
Dios, era linda.
—Tráeme otra también, ¿lo harías? —gritó Christopher.
Apareció con dos.—No, pero Jared puede tener una. —Me guiñó al tiempo que la
deslizaba a través de la mesa hacia mí.
No pude evitar sonreír.
—Oh, no es genial, Aly, no es genial —se burló Christopher, presionando su mano
en su pecho—. Él siempre te gustó más que yo, ¿no es verdad, Aly Cat?
La boca de Aly hizo un puchero en defensa. —Oh Dios mío, no te atrevas,
Christopher. Ustedes dos estuvieron a punto de acomplejarme cuando era pequeña.
No puedo decirte cuánto tiempo me senté enfrente del espejo preocupándome de
verme como algún gato sarnoso. Un día mamá me encontró llorando, acurrucada en
una bola en mi cuarto. Le tomó, como, dos horas convencerme de que era por mi
nombre y no por cómo me veía. 71
Aly Cat.
Una sonrisa empujó mi boca, en mis pensamientos, y una ola de nostalgia me
golpeó, amenazando con hacerme caer. Me inundó con calor, y cosas que no quería
recordar. El miedo tensó mi garganta. Lo empujé abajo. Me iría pronto, antes de que
pudiera joderlo todo y dejarlos odiándome.
Me puse de pie y me acabé mi cerveza. —Voy a fumar.
Fui golpeado por un muro de aire sofocante cuando me escapé al exterior a través
de la puerta corrediza de cristal. Cerré mis ojos y me hundí en el suelo del balcón,
apoyando mi espalda contra la pared. El piso de concreto todavía estaba caliente
donde puse mis pies descalzos y doblé mis rodillas. Hundí mi cabeza hacia un lado
para encender el cigarrillo. Inhalé, sintiendo a mis pulmones expandirse, dándole la
bienvenida a la calma suave que latía a través de mis agitadas venas. Corrí mi mano
libre contra mi cabello.
Despreocupado.
Regresando aquí. Quedándome aquí. Todo eso.
Tomando otra inhalación, volteé hacia arriba mientras la puerta corrediza de cristal
se abría lentamente. La silueta de Aly emergió a la oscuridad, sus movimientos de
alguna forma más suaves de lo que eran dentro.
Justo al lado y enfrente de mí, ella se deslizó hacia abajo sobre el suelo. Lentamente
su rostro entró en foco. Ella haló una pierna hacia su pecho, exponiendo la piel de
debajo de su muslo. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, y la longitud de su cabello
negro cayó alrededor de un hombro, todo suave e inocente y un poco exasperante.
Esta chica era la mayor burla que había conocido o estaba completamente inconsciente
de lo perfecta que era.
Por un rato no dijimos nada, solamente escuchando los sonidos de la noche, y
permitiendo una presión construirse alrededor de nosotros. Descansé mis antebrazos
en mis rodillas y dejé que mis manos colgaran entre ellas. No la estaba viendo, pero
podía sentir cómo me miraba. Con la intensidad de la misma, pensé que ella seguiría
adelante y subiría dentro de mi cabeza, porque definitivamente se estaba metiendo
debajo de mi piel.
Mis nervios estallaron de una forma que no entendí. Nunca pensé haberme sentido 72
tan cómodamente incómodo, como si quisiera salir corriendo y hundirme en esto al
mismo tiempo. Tal vez finalmente me estaba deslizando en el borde de la cordura.
Dios sabía que me había estado dirigiendo ahí por un tiempo.
Sacudí mi cabeza hacia atrás y levanté mi cara hacia el cielo nocturno mientras llevé
el cigarrillo a mi boca nuevamente. Lo sostuve por un largo rato y luego lentamente
solté el aire. Humo se arremolinó sobre mi cabeza, estos jirones de la nada que estudié
mientras se evaporaron lentamente.
Finalmente ella habló—: ¿Estás bien?
Confusión retumbó a través de mí y dejé salir un ligero sonido de exasperación. —
No sé cómo estoy, Aly. Estar aquí es sólo... no sé... es difícil.
—No tiene que serlo. —Estudiándome, ella frunció el ceño—. Quiero decir, ¿por
qué regresaste?
Me encogí de hombros como si no hubiera alguna diferencia en el mundo. —
Realmente no lo sé. —Y seguro como la mierda que no iba a hablar con ella acerca de
esto, aún si lo hiciera.
Su voz vino baja, seria y sincera. —Sé que probablemente piensas en mí como la
niña que solías conocer, pero puedes hablarme, Jared.
Mi atención se redujo a su muslo, descansando ahí por un instante muy largo. Ella
creía que yo todavía pensaba en ella como esa niña pequeña, ¿eh? La risa de
incredulidad se me escapó. Tomé otra calada mientras negué con la cabeza. Mordí mi
labio mientras mis ojos encontraron su rostro. —No es así cómo pienso sobre ti, Aly.
—Ni siquiera cerca.
En la penumbra vi como sus ojos se suavizaron, llenos de algo que parecía
demasiado como afecto.
Bajé mi mirada, lejos, apagando el cigarrillo.
—Puedes confiar en mí —susurró.
Dejé que mis ojos se cerraran mientras entrelacé mis dedos vagamente. No dije
nada porque estaba muy seguro de que podía confiar en ella. Era en mí en quien no se
podía confiar.
Nos instalamos nuevamente en el silencio, otra vez encontré comodidad en la
incomodidad distinta. Pensé que tal vez ella tomó algunos también. 73
Había algo en el aire de verano en Phoenix. A pesar de que hacía calor en la noche,
era casi refrescante. ¿Cuántas veces habíamos estado afuera, jugando al escondite en la
oscuridad? ¿Cuánto habíamos reído?
Había estado a gusto entonces.
En la distancia lejana, en el pequeño punto en el horizonte, un destello de
relámpago surcó el cielo, esta tenue advertencia de que el monzón se acercaba. La
tormenta siempre parecía asomarse a lo lejos antes de envolver a la ciudad,
probándonos con promesas de indulto. En los pocos días en que realmente llovió, era
como un torrente de alivio golpeando fuertemente contra el suelo. El grueso olor a
lluvia se alzaría como si se encontrara con el seco, sucio y caliente pavimento mientras
los cielos se abrieran y lavaran el mundo de nuevo.
No me había permitido extrañar muchas cosas mientras estuve lejos, pero esto...
esto era una de ellas.
Ahora tengo que admitir que había extrañado a Christopher también.
Y la extrañé a ella.
Me levanté y sacudí mis pantalones, extendiendo una mano hacia ella. —Vamos,
Aly.
No dudó en aceptar mi mano. Su tímida sonrisa me dijo todo. A ella le gustaba
tocarme cada pedacito tanto como a mí me gustaba tocarla.
Joder.
Esto era demasiado malo.
Mis músculos se flexionaron a lo largo de mis brazos mientras tiraba de ella para
ponerla de pie, y sus pies vinieron a sostener su peso, aunque por unos pocos segundos
no la solté. Finalmente forcé una sonrisa casual y dejé caer su mano. Pretendiendo ser
el caballero que mi mamá siempre esperó que llegara a ser, deslicé la puerta abierta
para ella. —Después de ti, Aly Cat. —Por supuesto, no pude detener la pequeña
broma.
Ella me dio un golpe en el brazo al pasar. —¿Ves? Eres un imbécil.

74
***
La noche siguiente me senté en el lado opuesto a Aly en el sofá, quien estaba
enroscada en su lado. Esas largas piernas estaban dobladas, sus rodillas dobladas cerca
de su pecho, con la cabeza apoyada en una almohada que le había tomado tres
minutos situar en el reposabrazos. Las luces estaban apagadas, y la televisión
parpadeaba enfrente de nosotros.
Aly había llegado del trabajo hace una hora atrás. Había caminado a través de la
puerta viéndose exhausta, lo cual ella había confirmado al dejar caer el enorme bolso
que siempre usaba en el suelo con un suspiro exagerado seguido de un “Estoy
exhausta”.
Aparentemente era perceptivo.
Probablemente demasiado perceptivo porque no podía dejar de verla ahora. Mi lado
estaba presionado contra el reposabrazos del lado opuesto, tan lejos como debiera ir,
mientras mis ojos estaban constantemente atraídos por ella. Estaba relajada, y parecía
absorta en la serie de televisión, aunque estaba probablemente cerca de caer en el
sueño. Se mantuvo moviendo las piernas, excavando más profundamente dentro del
sillón, hundiéndose más en la comodidad.
¿En qué tan mal estado estaba que yo que realmente quise apropiarme de su
comodidad, también?
Sacudí mi cabeza y me forcé a volver mi vista de nuevo a la televisión.
Cerca de media hora después, la puerta se abrió detrás de nosotros, podía oír el
murmullo de voces justo fuera de la puerta. Era fácil distinguir a Christopher cuando
susurró—: Esta bien. Puedes pasar.
Christopher se deslizó por la puerta, llevando a esta morena hacia el pasillo de la
mano. Sus ojos se abrieron mientras ella echó una mirada hacia nuestra dirección;
entonces agachó la cabeza y estudió el suelo. Christopher ni siquiera se molestó con las
presentaciones.
En la última semana, el chico había tenido más chicas en este apartamento de las
que pudiera contar y él las sacaba justo tan rápido como las había metido. Quiero
decir, yo tenía muy mal record, o uno muy bueno, dependiendo del lado que lo vieras. 75
Pero había algo acerca de ésta que era diferente. Algo que me hizo sentir simpatía por
esta chica. Para él, parecía un juego, del tipo como el póquer que había colgado la
noche anterior. Engañoso.
Cuando Christopher cerró su puerta, Aly levantó su cabeza y me miró. —Debes de
estar bromeando.
Levanté una ceja hacia ella. —Amiga es una especie de puta, ¿no es así?
Ella acalló una risa dudosa. —Ni que lo digas. No tenía ni idea que tendría que
lidiar con esto todas las noches cuando me mudé aquí.
Tuve la urgencia de preguntarle sobre esto, para averiguar si estaba preocupada y si
Christopher era feliz o cuál era su jodido problema. Pero en su lugar mantuve mi boca
cerrada, me imaginé que estaba en una difícil posición para juzgar la conducta de
Christopher.
La película continuó, pero no hizo nada para ahogar las risas que emanaban de la
habitación de Christopher. Le subí al volumen, pero aun así eran distintas,
probablemente por mucho que lo quisiéramos, Aly y yo no podíamos dejar de
escuchar.
Finalmente Aly dejó salir un suspiro de frustración hacia el techo. —¿Quieres ver el
resto de la película en mi habitación? Siempre es más tranquilo allí.
—Suena bien para mí.
Aly apagó la televisión, abrazó su almohada contra su pecho, y se encaminó hacia
su habitación. Dejó la puerta abierta detrás de ella, una clara invitación.
Me paré dentro. Tan curioso cómo había estado, nunca estuve aquí antes. Estaba
oscuro, a pesar de la luz de luna que se filtraba a través de sus persianas abiertas. Una
cama bastante grande estaba colocada contra la esquina de una pared debajo de la
ventana, y directamente al otro lado de la habitación una televisión más pequeña se
asentó encima de la cómoda de seis cajones. Un gran espejo y tocador con una simple
silla de la cocina estaba asentado en el lado derecho de este. Llenando el espacio entre
su cama y el armario estaba un librero alto. Lomos y lomos de libros estaban
alineados. Una fila de grandes libros sin etiquetar llenaba la repisa inferior,
recordándome mucho el diario que había escondido en mi bolso en la otra habitación. 76
Contuve una sonrisa. Estos tuvieron que ser los cuadernos de dibujo de Aly.
La cama estaba enmarcada en madera de caoba, la base y respaldo tallada en una
pieza grande. Estaba destendida, el edredón marrón enredado y torcido con sábanas
negras. En realidad nada parecía encajar del todo bien, pero todo fluyó, esta eléctrica
sensación de tranquilidad viniendo sobre mí en el momento en que mis pies se hunden
dentro del suave acolchado de su alfombra.
Aly hizo señas hacia su cama. —Siéntete libre.
La miré. Conocía la trampa cuando veía una. Ninguna que Aly hubiera puesto,
pero otra cosa era que mis dedos se hundirían. Yaciendo junto a ella sería una muy
mala idea.
Dejé caer el edredón en el suelo alfombrado. —Estoy bien en el suelo. Necesito
estirarme un poco.
—Acomódate.
Ella saltó sobre su cama y encendió la película, ésta empezó nuevamente en el
mismo lugar donde la habíamos abandonado. Afortunadamente la mierda que estaba
sucediendo en la habitación continua estaba completamente ahogada, y solamente
éramos Aly, yo y esta tonta comedia que realmente no tenía nada que ofrecer nada
más que distracción de las carreras que normalmente sucedían en mi mente.
Eso y el timbre molesto que no se detenía en el teléfono celular de Aly cada diez
segundos.
La pantalla se iluminaba, ella escribía un mensaje, lo metía a su lado nuevamente, y
luego todo el asunto se repetía otra vez.
—¿Sabes que eso es real y jodidamente molesto, cierto?
Ella se levantó en su codo, viéndome confundida. —¿Qué?
—Tú teniendo conversación con alguien cuando se supone que debes estar viendo
una película conmigo.
Ella rodó sus ojos. —Estoy viendo la película contigo. —Su teléfono sonó
nuevamente. Esos ojos verdes se dilataron, y empezó a reír.
—¿Y quiénes son tan importantes que prefieres estar hablando con ellos en vez de
darme tu completa atención? —Realmente no entiendo por qué me estaba sintiendo
petulante, de mal humor y un poco enojado, pero mierda... ella era la que había 77
sugerido que viéramos una película, diciendo que sólo quería relajarse y descansar. Se
suponía que ella sería mía por la noche.
—¿Dándote mi completa atención, eh? Pensé que estábamos viendo una película.
No me perdí el hecho de que ella no estaba contestando mi pregunta. Era un chico.
Hijo de puta. No puedo decir si me estaba sintiendo protector o posesivo, porque
estaba viendo destellos de ambas, la inocente niña que siempre cuidé y la grandiosa
que estaba tendida en su cama. Y no tenía ni una jodida idea de si la que yacía en la
cama era inocente.
Dios. Ni siquiera tenía el estómago para soportarlo.
Pero mierda, ella tenía veinte años y yo no estaba delirando.
Sonó otra vez, y antes de darme cuenta lo que estaba haciendo, me levanté sobre
mis manos y rodillas. Gateando los pocos centímetros a través del suelo hacia su cama,
subí en esta. Agarré la estúpida cosa blanca que ella había enterrado entre las cubiertas.
La luz roja parpadeando molesta.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Fue atrapada con la guardia baja y su voz sonó
confundida y rasposa. De alguna forma me las arreglé para terminar enjaulándola, mis
piernas a ambos lados de las de ella, una mano plantada en la cama sobre su hombro y
la otra agarrando el teléfono. Su boca cayó abierta, sus ojos se abrieron en sorpresa. Yo
estaba tan cerca de ella que podía sentir su corazón desbocado, el ritmo constante y
duro. Algo dentro de mí me gritaba que me alejara porque sabía sin duda que no
debería de estar tan cerca de ella de esta forma, que no debería permitir que mi sangre
quemara, corriera, el repiqueteo mientras escuchaba la escalada de su ritmo cardiaco.
No debería gustarme su reacción hacia mí.
Pero lo hice.
—¿Quién es? —demandé.
—Es sólo Gabe.
—¿Y quién mierda es Gabe?
Ella pareció sacudirse a sí misma fuera del estupor en el que estaba, y emitió un
bufido de incredulidad. —¿Cuánto tienes, Jared, doce? Por favor. ¿Y quién demonios
eres tú para preguntar? —desafío mientras sacó su teléfono de mi mano. 78
Quería decirle, ver su boca y besarla todo al mismo tiempo. —Tu amigo, ¿recuerdas?
Y los amigos no dejan que los amigos se manden mensajes con pendejos. —O salgan
con ellos.
—Oh, ¿en verdad?
—Realmente.
Sus pechos empujaban mientras reía, y estaba seguro de que ella quería dar a
entender el dulce pequeño sonido fuera intimidante y desafiante. Ella empujó hasta
sentarse, cuadrando sus hombros.
Dios, verdaderamente quiero besarla.
—¿Y qué es lo que te hace pensar que Gabe es un pendejo? No sabes nada de él.
Incliné mi cabeza hacia el reloj que estaba al lado de su cama que indicaba la hora
pasaba de la apropiada. —Entonces, ¿qué es lo que quiere?
—Él me pidió que fuera y saliera con él.
—¿A la una de la madrugada? Eso es exactamente de lo que estoy hablando. ¿Qué
es lo que Christopher piensa de este tipo?
—Oh, por favor. ¿Christopher? ¿En verdad? Y por si no lo has notado, ya no soy
una niña.
Sí, jodidamente lo he notado.
—Bueno, no me gusta. —Obviamente su hermano no estaba cuidando de ella.
Nunca lo hizo. Ese siempre fue mi trabajo.
—¿No te gusta, eh?
—Nop. —Mis ojos revolotearon por su rostro, buscando algo. ¿Qué? No estaba
seguro. No me pertenece. Ni siquiera realmente la conozco. Pero quería.
Ella parpadeó varias veces, negando con la cabeza mientras inclinó una pequeña
sonrisa hacia mí. —Eres algo así como ridículo, Jared. Y no estaba planeando ir. Le
estaba diciendo que estaba ocupada.
Alivio tiró en mi pecho mientras extendí la mano y de nuevo tiré de un mechón de
su cabello, como si fuera una pequeña conexión entre nosotros, algo atándonos juntos.
Esta vez terminé a través de mis dedos, observando su rostro mientras lo hacía.
De repente todo se sentía denso y lento, como miel... mi boca, sus ojos, la tensión
de repente llenó el aire. Por un minuto, quise pretender que nunca había pasado nada, 79
que los años habían pasado y todavía estaba bien, y que tal vez Aly me vería de esa
forma. Pretender que tal vez valía la pena correr el riesgo. Justo entonces, pretender
parecía un buen lugar en el cual estar.
Vi el nudo en su garganta mientras tragaba. —¿Porqué no terminamos la película?
—susurró.
—Sí, esa es probablemente una buena idea.
Contra mi mejor juicio, que al parecer faltaba en toda mi capacidad esta noche, me
senté a su lado en la cama.
Ella rodó a su lado, metió su almohada bajo su cabeza, y se puso en ángulo para
poder ver la televisión. Me quedé detrás de ella, mi cabeza apoyada en mi mano. Di lo
mejor de mí al tratar de poner atención a lo que estaba sucediendo en la televisión. En
su lugar toda mi atención estaba dirigida hacia ella.
—Entonces supongo que probablemente necesito saber, ¿quién es este Gabe? —
pregunté finalmente porque de alguna forma sabía que no saberlo me comería vivo.
Sentí su encogimiento de hombros, y escuché una respiración suave pasar a través
de su boca en un suspiro. —No lo sé, Jared. Hemos estado en una especie de
viéndonos durante los últimos dos meses. Me cae bien, supongo.
Mi mandíbula se apretó. Esta vez no había duda de que eran celos.
No dije nada volviendo mi atención hacia la televisión. Por primera vez desde que
regresé, sinceramente lamenté mi decisión de venir. Era más fácil no saber qué era lo
que me estaba perdiendo.
Algo dentro de mí se retorció. El punto suave que siempre había sostenido por ella
ahora se sentía crudo. Odié su supongo, odié incluso que ella pudo por un segundo
conformarse por menos de lo que le daría realmente alegría. No había estado de vuelta
completamente, pero ya sabía que ella merecía alegría. Y aquí estaba yo, el jodido
enfermo quien deseaba ser lo suficientemente bueno para dárselo a ella.
Internamente me burlé.
Podría desear todo lo que quisiera, pero nunca cambiaría quien era.
Sólo tomó unos quince minutos para que Aly se quedara dormida. Sus suaves
respiraciones se nivelaron. Ella se movió y se giró sobre su espalda. Un brazo encontró 80
su camino hasta que colgó sobre su cabeza, su cuerpo se inclinó mientras estiraba sus
largas piernas, una ajustada al lado.
Supe que tenía que irme y encontrar mi lugar en el sofá a donde pertenecía.
Pero por un momento, lo tomé. Tomé su paz. Tomé su belleza.
Cuando ya no pude soportar acostarme a su lado por más tiempo, subí hacia el final
de la cama, apagué la televisión, y salí por la puerta.
Esta noche, me negué a dormir. No podía ir ahí. Sólo por una jodida noche, no
quise ver. Busqué en mi maleta y saqué mi diario, me senté en el sillón en el silencio
mortal. Escribí acerca de las cosas que no conocía pero deseaba poder tener.
Capítulo 10
Aleena
L
a siguiente noche, la luz de la luna bañaba mi habitación, que de lo
contrario estaría a oscuras. Esta noche la luna estaba alta, brillante, llena.
Había llegado a casa del trabajo a un apartamento vacío. Había algo en
una noche tranquila como esta que alimentó mi imaginación y me dio inspiración, a
pesar de que el producto en mi página no refleja lo que brillaba en el cielo. Mi mano se
agitaba en trazos rápidos. El papel se sentía grueso debajo de mi piel. Mojé mi labio
inferior, masticándolo un poco, luego levanté la cara para mirar por la ventana de mi
habitación de nuevo. No tenía la mejor vista en el mundo, sólo una parte del lote de
estacionamiento de abajo que estaba iluminado por farolas, aunque por lo menos 81
estaban lo suficientemente tenues que todavía podía ver un susurro de nubes estiradas
finamente a través del cielo. Contemplé la vista por un momento, antes de regresar mi
consideración de nuevo al cuaderno de dibujo que había equilibrado sobre mi regazo.

Todavía no sabía qué hacer con esto, qué hacer con él. La semana pasada había
dejado mi cabeza flotando. Era como si Jared y yo estuviéramos en este constante tira
y afloja que ninguno de los dos sabía cómo jugar, empujando y tirando, atrayendo y
repeliendo.

Leerlo parecía imposible. A veces me pareció verlo mirándome de la forma en que


lo veía yo a él, como si quizá él quisiera tocarme, para experimentar lo que yo siento
bajo su piel. Porque Dios, no había forma de describir lo mucho que quería sentirlo
bajo la mía.

Pero cada vez que pensaba que estábamos avanzando, él se enfría.


Fruncí el ceño mientras incliné el cuaderno. La compresión se establece mientras
oscurecí las líneas que constantemente se tiraban del borde de su perfecta boca.

No. No era frialdad en su expresión.

Era miedo.

Ante los débiles toques en mi puerta, mi cabeza se levantó. El cambio en mi ritmo


cardíaco fue inmediato. La sangre bombeó duro, obligando que mi pulso se aceleré.

Estabilizando mi voz, suavemente digo—: Adelante.

Lentamente, el pomo de la puerta giró, y la puerta se abrió una fracción. El rostro


que no podía sacar de mi mente se asomó a través de la rendija, un halo de luz desde el
pasillo perfilándolo. La aprehensión que había golpeado mi pulso dos segundos antes
se tranquilizó con facilidad con sólo el toque de su presencia.

—Hey —murmuró Jared, parpadeando mientras parecía ajustarse a la tenue luz.

—Hola. ¿Qué te traes entre manos? —Me moví para poder verlo mejor.
82
Sus ojos se estrecharon como si tratara escanear mi habitación, su atención
reduciéndose en mí, sentada con las piernas cruzadas en mi cama con el gran bloc de
dibujo en mi regazo.

Dejó caer su cabeza hacia un lado, y pude ver el destello de una sonrisa
retorciéndose en una esquina de sus labios, este atisbo de incertidumbre reteniéndolo.
—No puedo dormir... y... no sé. Pensé que tal vez estabas todavía despierta.

Acomodando mi cuaderno de dibujo cerrado, lo puse a un lado, inclinando mi


cabeza hacia él. —¿Y qué si no lo estaba? ¿Ibas sólo a despertarme? Es después de la
medianoche, lo sabes.

Era todo broma. Como si su interrupción pudiera incluso no ser bienvenida. Eso ya
tenía que ser obvio.

Lo quería aquí.
Una risita tímida retumbó en su garganta, y se cubrió la boca con la palma de la
mano, arrastrándola a lo largo de su mandíbula y por su barbilla. Cuando dejó caer la
mano, una pequeña sonrisa de remordimiento había surgido en su rostro, e incluso en
la tenue luz, pude ver la maldad en sus ojos. —Así que tal vez yo estaba pasando por el
pasillo y simplemente sucedió que escuche un susurro en tu habitación cuando puse mi
oído en tu puerta.

—¿En serio? —dije con toda la ofendida incredulidad que podía proyectarse en mi
voz—. ¿Estabas escuchando en mi puerta?

Se deslizó dentro y silenciosamente cerró la puerta detrás de él. —¿Qué? Estoy


jodidamente aburrido —dijo con un poco más de su aliento, completamente
desvergonzado—. Demándame.

Negué con la cabeza. —Tienes mucho valor, Jared Holt —dije en voz baja de modo
que él apenas podía oír. Mi ceja levantada mientras chupaba en mi labio inferior,
rastrillando mis dientes en él antes de dejarlo libre, fingida decepción en la punta de mi
lengua—. En algunos círculos, que admitas eso podría ganarte una reputación.
83
Él se echó a reír mientras atravesaba mi habitación. No me perdí la dureza en el
sonido. —Ya tengo una reputación, Aly.

Mi mirada fija en él mientras se movía hacia mí. Ni siquiera intente forzarme a


mirar hacia otro lado mientras él cruzaba la habitación.

Cualquier intento sería en vano.

Se había duchado, y su cabello rubio se había oscurecido cerca de un marrón y


estaba apartado de su cara. Los pantalones de dormir se asentaron bajo en su cintura,
la fuerza de su pecho cubierto por una apretada camiseta negra con cuello en V. Su
historia se asomó por encima de su escote, el vestigio de una distorsionada rosa
elevándose en el centro de su pecho. Bajo su camiseta sabía que era una rosa en plena
floración, los pétalos rojos comenzando a caer como lágrimas marchitas. Verdes y
azules zarcillos de humo y viñas se extendían en una rama retorcida alrededor de ella,
arrastrándose a lo largo de la parte expuesta de sus clavículas. Mi mirada recorrió la
tinta bajando por sus brazos a sus manos que estaban empuñadas mientras avanzaba
hacia mí.

Mi estómago se tensó.

Dios, parte de mí deseaba que no fuera tan hermoso. Tal vez entonces tendría la
oportunidad de mirar hacia otro lado, para proteger mi corazón, para salvarme de la
necesidad que él había construido en mí. Pero con cada paso que daba, sólo aumentó.

Todavía no podía entender lo que había sucedido la noche anterior mientras estaba
enviándole mensajes de texto a Gabe. La reacción de Jared había llegado a mí tan
rápidamente que me había dejado cegada y en un estado de torpe estupor que había
tomado unos segundos para pasar. No podría decir si él estaba jugando al imbécil
hermano sobreprotector o al estúpido novio posesivo.

De cualquier manera, había sido un movimiento idiota.

Pero tan rápido como su arrebato había llegado, se había ablandado, y yo había
sentido una tristeza saturándolo, tan fuerte que era tangible. Nos había envuelto
84
apretándonos, espesando el aire. Nunca nada había sido más duro que ese momento
en el que me había obligado a permanecer inmóvil y fingir que estaba interesada en la
película, cuando lo único que quería hacer era darme vuelta para poder ver su rostro,
para encontrar algo escrito allí que me pudiera ayudar a entender lo que él estaba
sintiendo. Mis palmas habían quemado con la necesidad de ser presionadas contra su
pecho o tal vez su cara, y mi cuerpo había picado por ver si tal vez él me sostendría de
la manera en que yo deseaba que lo hiciera.

Por encima de todo, yo había querido decirle. Tan mal que duele.

Pero en su lugar, me había obligado a fingir estar dormida.

Ahora, me moví más atrás contra la cabecera para hacer espacio para él.

Se sentó en el borde de mi cama.

—¿Así que no podías dormir? —le pregunté.


Esos pies descalzos estaban planos en mi alfombra, sus antebrazos apoyados en sus
rodillas. Ladeó la cabeza hacia arriba, giro pensativo sus labios carnosos mientras
arrastraba sus ojos en rendijas estrechas, estudiándome. Tengo la clara sensación de
que una decisión estaba siendo tomada. Finalmente habló, honestidad atada en sus
palabras. —No, no puedo dormir, Aly. Simplemente prefiero no hacerlo.

Tan simple como era, de alguna manera yo sabía que él estaba compartiendo una
astilla de los secretos que guardaba. Esta era la manera de Jared de abrirse a mí.

Traje mi cuaderno de dibujo de nuevo a mi regazo como una especie de manta de


seguridad, y atraje mis rodillas a mi pecho para que poder abrir mi último dibujo y
todavía mantenerlo oculto. Manteniendo mis ojos en la página, me arriesgué—: ¿Por
qué?

Mi atención se desvió hacia su rostro, disparando de nuevo al cuaderno de dibujo


con la misma rapidez. Instintivamente mis manos se pusieron a trabajar, y el sonido de
mis suaves golpes cubrió la leve molestia entre nosotros.
85
Jared suspiró, se movió, envolviendo sus dedos entre sus rodillas. Se quedó mirando
el suelo. —Porque cuando cierro los ojos, veo cosas que no quiero ver. —Una baja,
risa sin humor escapó de su boca—. Siempre están ahí, Aly, pero cuando cierro los
ojos… —soltó una respiración entrecortada—, las imágenes que veo están, como...
vívidas. —Frunció el ceño profundamente, como escudándose de ellas ahora—. Real.
Tan jodidamente real... como si estuvieran sucediendo en este momento y no hay nada
que pueda hacer para detenerlo.

Mi espíritu se agrietó como si yo estuviera compartiendo de alguna manera su


dolor. Tragué saliva, negándome a permitirme hablar porque sabía que en ese
momento lo que Jared realmente necesitaba era a alguien que lo escuchara.

Levantando su barbilla en mi dirección, Jared parecía contemplar mi lápiz, con la


cabeza balanceándose suavemente como absorbiendo el movimiento de los golpes de
mi mano. Lamí mis labios y continúe como si no estuviera clavada en la cama por su
penetrante mirada.
—Apuesto que lo que veo es tan real para mí como cualquiera de las imágenes que
mantienes ocultas en las páginas de esos libros lo son para ti.

Shock calmó mi mano, y mis ojos se alzaron hacia él.

Dolor envuelto alrededor de su rostro y profundizó las líneas que parecían estar
grabadas de forma permanente entre sus cejas. Estaba atrapada en ellas, y no podía
apartar la mirada.

Mi voz era suave. —Yo dibujo y a ti te gustaría que poder borrar.

Sus parpados cayeron cerrados, permanecieron así por un momento, apretando y


cerrando su mandíbula, antes de que él los abriera para mí. —Tú creas y yo destruyo.

Poco a poco sacudo mi cabeza, mis palabras roncas. —No es lo que quise decir.

Suspirando, él volvió su atención de nuevo a sus pies. —Eso no quiere decir que no
sea verdad.

El silencio se apodero de nosotros por unos pocos minutos, y yo podía sentir el


86
cambio, la manera en que él había escondido nuestras palabras en algún lugar dentro
de sí mismo, como si tal vez yo me hubiera ganado una muestra de su confianza.

Entonces él me miró con una sonrisa divertida, señalando con su barbilla mi


cuaderno de dibujo. —¿Puedo ver?

Sacudiendo mi cabeza, enterré una sonrisa mordiendo mi labio. —Deberías saberlo


mejor que eso, Jared.

Una risa ronca llenó mi habitación, y él se tumbó en mi cama. Los dedos de mis
pies presionados en el edredón justo a su lado. Y me encantó, me encantó que él
quisiera estar aquí conmigo, me encantó que lo que vi en él fuera amable.

Incluso si él no podía verlo por sí mismo.


Entrelazo sus dedos y los apoyó sobre su pecho, los incongruentes números
tatuados en sus nudillos engranados. Se quedó muy quieto, y parecía alejarse en sus
pensamientos.

Mantuve mi atención en mi página, hasta que sentí la intensidad de su mirada


ardiendo en mi frente, como si pudiera sentir una atracción. Una atracción hacia él.
Siempre la había tenido.

Cuando me volví hacia él, la sonrisa en su cara era algo que casi no reconocí porque
había pasado tanto tiempo desde que lo vi. Pero lo había hecho, hace mucho tiempo.
Había presenciado al despreocupado chico que significaba todo para mí.

Sus ojos azules bailaban mientras iban de mi cuaderno de dibujo a mi rostro. —


Solías volverme jodidamente loco porque no me dejabas ver lo que guardabas a
escondidas dentro de aquellos libros.

Di un grito ahogado cuando inesperadamente se movió. Se giró sobre sus rodillas


casi en cuclillas, con la barbilla metida y me observaba a escondidas por encima del 87
margen de mi libro. Depredador. Como si en cualquier momento fuera a saltar y
luchar conmigo. Mi respiración se aceleró. Estremeciéndome bajo la superficie de mi
piel, y ni siquiera me había tocado.

Mis manos se apretaron alrededor de los bordes de mi cuaderno de dibujo como un


tornillo.

—¿Y sabes qué, Ali? —Sus ojos se movían en todas direcciones, absorbiendo,
hablando en las líneas en mi rostro, mi boca, mis manos, agarré mi cuaderno en mi
pecho, antes de que se fijara firmemente en mí—. Todavía me vuelves jodidamente
loco.

Fuerza se agrupaba a lo largo de sus musculosos hombros, pero en sus movimientos


había una alegría, tan parecido a como lo recordaba. Un eco de nuestra infancia sonó
en mi oído, la manera en que se había molestado y me rogaba que lo dejara ver, pero
nunca me forzó hacer nada que yo no quisiera hacer.
Aquella vez fue porque estaba avergonzada y tenía miedo de que él pudiera burlarse
de mí. Yo no quería que él viera la inexperiencia en mis dibujos. Ahora era porque
sería como mostrar mi corazón abierto y exponer todo a lo que no estoy preparada
para que él vea.

Le asusta tanto como me asustaba a mí.

El shock me sorprendió cuando de repente me agarró por los tobillos y me arrastró


hacia abajo, obligándome a quedar acostada sobre la cama. El cuaderno de dibujo se
deslizó de mi regazo, y quedo boca abajo en las sábanas.

De repente yo estaba mirando hacia el hermoso rostro de Jared mientras se cernía


sobre mí. Se sentó a horcajadas en mi cintura, y yo no podía pensar, no podía respirar,
sólo podía sentir la sangre corriendo por mis venas y golpeando mis oídos.

Su nariz estaba a unos centímetros de la mía, sus manos apoyadas a ambos lados de
mi cabeza, pero él estaba en todas partes; en todas partes, hundiéndose en mi
conciencia y mi espíritu. 88
Entonces sonrió, todo lindo y petulante, y mis ojos se abrieron cuando la realidad
me golpeó. —Oh mi Dios, Jared Holt, ni te lo pienses. No te atrevas —le rogué en
susurros, con la voz afectada de deseo y un poco de miedo como una niña pequeña.

Él sabía exactamente cómo llegar a mí.

—¿Qué? —preguntó con fingida inocencia, antes de que sus dedos tocaran el centro
de mi pecho por mi esternón con su dedo índice. Tenía sus piernas ceñidas alrededor
de mí para mantener mis brazos clavados en la cama. Esta había sido la forma favorita
de Christopher y Jared para torturar.

Me resistí, tratando de echarlo de mi cuerpo, o tal vez estaba tratando de acercarlo;


No podría decirlo. —Jared... para... Oh Dios mío, eres como un tonto.

Hice un intento agitando los brazos. Sus muslos los sujetaron. Me sujetaron.

Oh Dios mío.
Se echó a reír, tranquilo y bajo. —Tú me has torturado por años. ¿No crees que es
justo que me pagues un poco?

Los golpecitos llegaron más duros, más rápidos, su toque ya no era el de los dedos
de un niño, sino que ahora era pesado y fuerte. Pero de alguna manera sentía lo
mismo.

¿Cuán intensamente había extrañado esto?

El tira y afloja. La tomadura de pelo y la burla.

Extrañaba a mi amigo.

Furiosamente, me retorcí. Las lágrimas se reunieron, deslizándose por los lados de


mi cara, y goteando en mi cabello antes de darme cuenta. Un bajo gemido se levantó
desde lo profundo de mi garganta y se mezcla con la risa tranquila que no podía
contener.

Una risa silenciosa cayó de la boca de Jared, tan espesa que era casi un jadeo, su 89
expresión tan suave, como si tal vez él estaba viendo exactamente lo mismo que yo.

Y pude sentir este cambio en el aire. Como si cada célula de su cuerpo cambió,
Jared se desaceleró, luego se calmó. Hipnotizada, vi como su lengua salió para
humedecer sus labios carnosos. Estaba hiperconsciente de cada centímetro de su
cuerpo que tacaba el mío, el fuego que se encendió bajo mi piel, como nuestros pechos
se alzaron y cayeron en sincronía. Él levantó una mano cautelosa, lanzando su
atención entre mis ojos y su intención. Una densa vacilación ponderó sus movimientos
antes de que pareciera ceder y corrió suavemente el dorso de sus dedos a lo largo del
sendero de lágrimas que se habían deslizado por mi sien.

Un suspiro fragmentado tartamudeó de mis labios cuando se separaron. Nunca


había sentido nada mejor que lo que encontré en el toque de Jared.

Su mirada capturó la mía antes de que sus dedos descendieran por mi mejilla,
precipitándose a lo largo de mi mandíbula, y escasamente miró mis labios. —Creciste
en mí, Aly —murmuró, las palabras ásperas, casi temerosas.
—Te fuiste por mucho tiempo —susurré contra los dedos que revoloteaban a lo
largo de mi labio inferior.

—Durante demasiado tiempo. —Él parecía parpadear lejos el pensamiento, como si


no quisiera creer la verdad que acababa de caer de su boca. Se dio la vuelta a su lado.
La intuición me hizo seguirlo, y me volví a reposar cara a cara con él. En silencio, me
quedé mirando al chico que me había mantenido como rehén en mi corazón y mi
mente durante mucho tiempo. Mi secreto.

¿Puede haber algo más surrealista que el hecho de que ahora yacía en mi cama?

El agradecimiento se extendió a través de mí en un torrente de alegría.

Sonriendo suavemente, él extendió la mano y presionó la yema de su pulgar en mi


barbilla. La idea era dulce, pero hizo cosas en mí que no entendí. Quiero decir, lo hizo.
Entendí el deseo, la necesidad abrumadora que se construyó en la boca de mi
estómago y anhelaba más. Pero esto era mucho más que eso.

—Apuesto lo que sea que lo que mantienes oculto en las páginas de esos libros es
90
absolutamente hermoso, Aly. —Tragó saliva, desviando su mirada hacia la pared del
fondo antes de dejarla caer para encontrarse con lo mía. Una palma tierna vino a
descansar al lado de mi cara. Acarició con el pulgar sobre el pómulo de mi mejilla—.
¿Cómo podría no serlo? Mírate... tienes que ser la criatura más hermosa que he visto
en mi vida.

Dolor reverberó en sus palabras. Sin embargo se envolvieron a mí alrededor como el


abrazo más cálido.

Mis dedos se aventuraron en su pecho, retorciéndose en su camisa. El fuerte latido


de su pulso tronó debajo de ellos. —Todo lo que amo está en las páginas de esos libros,
Jared.

La admisión sonaba como una confesión de mi corazón. Me di cuenta de que eso


era exactamente lo que era. En algún nivel yo quería que él supiera lo que él no estaba
dispuesto a escuchar.
***

La luz del sol cegó mis ojos. Los entrecerré y ajusté mis gafas de sol mientras me
acomodaba en mi silla y levanté mi cara a la intensidad del sol de verano. Estirando las
piernas hacia fuera delante de mí, me bañé en la comodidad filtrándose en mi piel.
Megan sorbió de su café helado a mi lado. —Estoy sudando como un perro aquí, Aly.

Le lancé una sonrisa. Su cabello rubio estaba todo revuelto y amontonado en un lío
en la parte superior de su cabeza mientras se abanicaba en la parte posterior de su
cuello. —Eres tan cobarde. —Levanté mi cara de nuevo al cielo—. ¿Alguna vez vas a
acostumbrarte al calor o estoy destinada a escuchar tus quejas sobre eso por el resto de
nuestras vidas?

—Um, sí, probablemente estarás escuchando mis quejas sobre lo mismo por el resto
de nuestras vidas. No habrá agitación de Rhode Island de mis huesos al igual que no
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hay agitación de Phoenix en los tuyos.

—Touché. —Sonreí, y ella se echó a reír antes de apoyar sus codos sobre la pequeña
mesa entre nosotras.

—Siento que no he quedado contigo en mucho tiempo. Te echo de menos —dijo.


Tomó otro sorbo desde su pajilla, y fui por el mío. Nos sentamos fuera en cafetería en
Mill, viendo a la gente mientras que deambulaban por la concurrida calle. Este fue el
primer día que habíamos tenido para nosotras desde la noche en que mi vida se había
inclinado sobre su eje.

Lanzada, en realidad. Ya no sabía dónde me encontraba.

Megan y yo habíamos compartido algunos textos, pero nuestros horarios de trabajo


parecían siempre en conflicto, y en realidad no habíamos conectado en las tres
semanas que habían pasado.
—Lo sé. Es ridículo, no he hablado contigo en mucho tiempo. —Mi ceja se movió
en cuestión cuando me volví hacia ella—. Así que, ¿cómo están las cosas con Sam?

Ella se encogió de hombros y se ocupó con su pajilla. Tristeza se tejió a través de su


suspiro. —Siempre me prometí a mí misma que nunca sería esa chica... la necesitada
que haría cualquier cosa para ganar ese poco de atención que un tipo está dispuesto a
darle. —Soltó una risa amarga. Era un poco enojada y muy decepcionada. Ella me
ofreció una sonrisa reveladora—. No hice que funcionara para él, Aly. —Ella dejó
escapar un suspiro—. Debería haberte escuchado. Ahora es como que estoy sentada
alrededor esperando por... algo... cualquier cosa. A veces parece como si él estuviera
totalmente dentro de mí, y al siguiente es como si no le importara que yo exista. —Ella
sacudió la cabeza al oírse ella misma—. Tan estúpida.

Giré hacia ella y me incliné sobre la mesa. No podía soportar esto viniendo de ella.
La culpa se retorció en mí, porque yo debería haberme dado cuenta de que algo estaba
pasando cuando recibí sus textos. Debería haber estado allí para ella.

Se mordió el labio. —Sabes que esta no soy yo, ¿verdad?


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—Megan. —Fruncí el ceño y me deslicé más de cerca—. No voy a juzgarte. Me
conoces mejor que eso. Nunca sabemos cómo van a resultar las cosas, y más
importante que eso, no podemos evitar lo que sentimos.

Ella asintió con la cabeza, pero las pequeñas sacudidas de su cabeza resonaron con
vergüenza. —Pero siempre has sido tan fuerte. Nunca te has permitido llegar a ser así
de vulnerable. Quiero decir, a veces me hace preocuparme por ti y me da miedo que
nunca vas a encontrar alguien a quien amar porque no vas a ponerte allí para ser
amada. Pero sobre todo, simplemente te admiro.

Otra punzada de culpabilidad. Siempre había sido vulnerable. Nunca he sido lo


suficientemente honesta como para permitir que ella lo viera. —Creo que he estado
aguardando por el chico correcto, Megan. Todos nos los encontramos en diferentes
momentos y en diferentes maneras.
Sólo he encontrado el mío cuando tenía catorce años. Un aleteo nadó a través de mí
ser, la sonrisa juvenil de Jared para siempre grabada en mi mente. Realmente, lo
conocía de toda mi vida. Lo encontré en casi todos los recuerdos que tenía.

Confusión arrugó la frente de Megan. —¿Cómo vamos a saber cuándo es correcto?

Apretando los labios, me arriesgué a lo que sabía como mi propia verdad. —Creo
que sólo lo sabremos.

Ella gimió y dejó caer su frente contra la mesa. —Pero esto se siente tan bien... y tan
completamente equivocado.

Una silenciosa risa se derramó de mi boca. —Lo tienes mal, Megan.

Ella me sonrió desde su lugar de descanso en la mesa. —Patética, ¿verdad?

—Nah. —Negué con la cabeza—. No vale la pena si no duele un poco.

Se levantó, asintiendo con la cabeza como si esas fueran las palabras más
importantes que jamás había dicho.
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O tal vez las más tontas.

—Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Has estado saliendo con Gabe?

Haciendo una pausa, busqué qué decir antes de que finalmente le contesté—: No.
He estado muy ocupada en el trabajo y en casa.

Con especulación levantó su ceja, y yo sabía las preguntas que venían. —Ocupada
en su casa, ¿eh? ¿Tiene esto algo que ver con este misterioso visitante que apareció
hace un par de semanas? ¿Uno del que nunca he oído hablar de antes? ¿Hmm? —dijo
esto en un tono sugerente. Luchó por una mirada de ofensa. Pensé que ella podría ser
demasiado inocentemente bella para que esto funcionara.

—No es más que un viejo amigo, Megan —le dije con la menor cantidad de la
actitud defensiva que podía inyectar en mi voz. No hay necesidad de levantar más
sospechas de las que ya tenía.
—¿Y no lo suficientemente importante que alguna vez pienses mencionármelo?

No. Era todo lo contrario. Él había sido tan importante que parecía imposible
pronunciar su nombre.

—No es eso, Megan —admití—. Realmente todos éramos muy buenos amigos
cuando éramos más jóvenes... Crecimos juntos. A pesar de que Christopher era su
mejor amigo, él era mi mejor amigo. ¿Sabes?

Busqué en su rostro preguntándome si ella podía entender. Su expresión me dijo


que tal vez lo hizo. La tristeza nubló mi tono. —En un día, lo perdió todo, Megan.

—¿Qué pasó?

—Hubo un accidente... —Negué con la cabeza—. Él nunca podría ver más allá de
lo que pasó y comenzó a hacer algunas decisiones realmente malas. Todos lo vimos
caerse y no podíamos hacer nada al respecto. Terminó siendo arrestado y enviado
lejos. —Levanté uno de los hombros con resignación—. Esa fue la última vez que lo
vi.
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—Así que él es el indicado —musitó.

—¿De qué estás hablando?

—Sólo porque guardas secretos, Aly, no quiere decir que no sé que los tienes.

No podía decir nada. De repente, tenía la garganta seca.

—Te preocupas mucho por él, ¿no?

—Sí —admití—. No tengo ni idea de cuánto tiempo se quedará, sé que he pasado


tanto tiempo con él como me sea posible. —No mencioné que iba a ser devastada
cuando él se fuera.

Desde que hemos visto esa película en un intento de ahogar a otro de las conquistas
de Christopher, Jared había logrado colarse en mi habitación cada noche. Dos
semanas habían pasado desde la noche después de la primera vez que me había
tocado, su mano en mi cara meciendo algo suelto dentro de mí. Cada noche había
llegado a mí, sus nudillos golpeando ligeramente contra mi puerta antes de que él
silenciosamente entrara en la penumbra de mi habitación. Él siempre llegaba cuando
era tarde, una hora o dos después de que le decía a Christopher que me iba a la cama.
Diría buenas noches, y luego permanecería despierta en mi habitación escuchando
como el apartamento lentamente cae en silencio. Era como si yo pudiera anticiparme
en el momento antes de que él llamara a mi puerta, una tensión sutil que llena el
espacio mientras esperaba. ¿Por qué sintió la necesidad de colarse en mi habitación, yo
realmente no lo sé. Cuál era su necesidad de entrometerse en mi habitación, no lo
sabía. Pero era como si él también lo tuviera. El tiempo que pasábamos juntos se sentía
como algo que era nuestro, un secreto compartido entre amigos como la confianza que
creció entre nosotros. Me gustaría contar con él tanto como lo hacía conmigo, y una
lenta confianza había comenzado a construirse entre nosotros.

Hablábamos por horas acerca de todo y nada. Me deslizo a lo largo de las orillas de
su tristeza, mojando mis dedos de los pies para probar el agua, pero sin sumergirme en
el torrente donde yo sabía que Jared continuó ahogarse. Continuamente tenía la boca
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seca, pidiendo que se abra, para hacer las preguntas que tan desesperadamente quería
saber.

Pero estaba asustada, no quería apagar esta llama débil que había sido encendida. Si
yo lo empujase más allá del lugar al que parecía cómodo llevarme, estaba segura de
que apagaría el fuego tan rápidamente como lo había golpeado.

Lo peor de todo fue lo mal que me dolía, y cada noche sólo crecía. Yo lo quería, más
que nada de lo que alguna vez había querido en mi vida. No ayudó que
constantemente sus dedos acariciaran a lo largo de mi rostro, tejiendo a través de mi
cabello mientras él hiere cada vez más mi confusión.

Pero nunca fue más allá de eso.

Megan inclinó la cabeza mientras excava un poco, un susurro de una sonrisa


amenazante en su boca. —¿Es caliente?
—Megan —le reprendí, antes de que me ría y sacuda la cabeza. Inclinando mis ojos
en dirección a ella, me di por vencida—. Increíblemente.

Me sentí realmente bien en admitirlo. Al diablo con levantar sospechas.

Ella resopló y se sentó en su silla. —No creo que jamás te haya visto enrojecer
antes, Aly Moore.

—No me estoy sonrojando —insistí, aunque podía sentir el calor en mis mejillas.
Maldita sea—. Sólo hace calor aquí.

—Claro que sí. —Su sonrisa torcida se profundizó antes de que ella lo suavizara en
una sonrisa—. Me alegro de que tu mejor amigo está de vuelta, Aly... incluso si él está
invadiendo mi territorio de mejor amiga —bromeó, aunque no había nada que
sugiriera celos en sus palabras.

No era difícil ver por qué se convirtió en la mía tan fácilmente.

Megan y yo nos separamos con un gran abrazo delante de nuestros coches. —Hasta 96
pronto —le dije antes de dejarme caer en el asiento del conductor de mi coche y me
dirigí a casa. La anticipación me impulsó hacia adelante. Volver a casa se había
convertido en lo que tenía más ganas de hacer.

¿Era ridículo que casi no podía esperar a ver a Jared de nuevo?

Quizás.

Pero al igual que le había dicho a Megan, no tenía ni idea de cuánto tiempo iba a
quedarse, cuánto tiempo tenía asumido.

Quería cada segundo que pudiera conseguir.

Avanzando a través de las verja de los apartamentos, me moví a través del complejo
y aparqué en mi espacio. Mis pasos eran ligeros mientras cruzaba la acera. El sol
estaba bajo en el horizonte, la promesa de la noche de la oscuridad que viene. Rayos
de color rosa estiran lejos en el cielo, las nubes pintadas de todos los colores de rosa,
azul y naranja. Los bordes de las nubes iluminadas como un aro en llamas de fuego
antes de ser tragados por la noche que se acerca.

Grandioso.

Corrí por las escaleras y entré en el apartamento. Christopher estaba en la cocina.


Preparando la cena. Busqué un punto muerto, desconcertada. Una lenta sonrisa se
deslizó por mi cara. ¿Qué estaba pasando aquí?

Jared estaba sentado en la barra, los tacones de sus botas enganchados en el


taburete, bebiendo de una cerveza. Dios, era hermoso.

Levantó la vista cuando entré, esta acogedora sonrisa cruzando su rostro que me
tocó a través de la habitación. —Hey —dijo.

Christopher me espió por encima de su hombro. —¡Aly! ¿Dónde has estado? Pensé
que estabas desocupada hoy.

Dejé caer mi bolso al suelo y tiré mis llaves encima de la misma. —Lo estaba. Sólo 97
salí con Megan esta tarde.

—Me estaba preocupando. Te estoy haciendo la cena.

Le disparé a Jared una mirada preocupada, entonces volví a Christopher. —Estás


haciendo la cena, ¿eh? ¿Debo preocuparme?

Él se echó a reír. —Nop. No hay razón para preocuparse. Me siento mal de que nos
estás alimentando todo el tiempo. Supuse que era mi turno. —Christopher se inclinó
para oler la olla—. Y esto va a ser jodidamente delicioso. Sólo espera. —Él me
sonrió—. Mira, no hay que preocuparse, hermanita.

Vagando en la cocina, tomé un refresco de la nevera. Cerré la puerta con mi cadera


y me recosté contra el frío metal. Jared se sentó justo enfrente de mí, algo jugando
alrededor de los bordes de su boca. Él negó con la cabeza antes de que levantara la
botella para vaciar el resto de su cerveza, exponiendo la parte inferior de su cuello
musculoso. No quería nada más que presionar mi boca allí.
Me pregunté qué pensaría si supiera de mis pensamientos, si viera lo que
continuamente jugaba en mi mente. ¿Lo quería tanto como yo lo hacía? ¿Pensaba en
mí cuando se iba de mi habitación para tomar su lugar en el sofá mientras yo estaba en
mi cama, deseando que compartiera conmigo su lugar?

Bajó la botella, mirándome por encima.

Tenía la esperanza de que lo hiciera.

Cuando me di cuenta de Christopher mirándome, dejé caer mi atención al suelo. Lo


que sea que él estuviera pensando, lo sacudió, y agarró algunos platos de la alacena. —
Está bien, esto está listo, los dos.

Caminé detrás de Christopher y envolví mis brazos alrededor de su cintura. —


Gracias. Esto fue realmente dulce de tu parte.

Me entregó un plato, sonriendo. —No te acostumbres a esto.

Cubrí mi corazón con mi mano. —No me atrevería. 98


Nos trasladamos a la mesa y comimos el guiso que Christopher había hecho, juntos
como la familia que una vez habíamos sido. Satisfacción revolvió en mis
profundidades. Eché un vistazo hacia Jared mientras tomaba un bocado, y ese mismo
lugar profundo dentro de mí se apretó.

Cuán mal mi corazón quería que se quede.

Mi instinto me advirtió que no lo haría.

Cuando terminamos, recogí los platos para lavarlos. Christopher agarró un par de
cervezas. Pasé. Los dos se trasladaron al sofá, Christopher encendió el televisor y
cambiaron a un juego.

Una vez que terminé con los platos, me fui a mi habitación, cogí un libro, y me
retiré fuera al balcón. Me acomodé en una silla. La pequeña lámpara ajustada en la
pared arrojaba luz tenue en las palabras encima de las páginas. Esta noche parecía
imposible centrarse en ellas. En su lugar vi el rayo aterrizar en la distancia, un cúmulo
de nubes que aumentaron alto y siniestras en el cielo nocturno, iluminado por los
brillantes destellos de luz. Nada puede compararse con la belleza de una tormenta del
desierto.

Me perdí en ella.

Salté cuando la puerta del balcón se abrió. Mi cabeza se dirigió hasta encontrar el
rostro sonriente de Jared.

—¿Qué haces aquí sola? —preguntó mientras salía al balcón.

—Simplemente relajándome. —Llevé mis pies sobre la silla y abracé mis rodillas a
mi pecho—. Es tan hermoso aquí afuera.

Jared se deslizó hacia abajo contra la pared de la manera que siempre lo hizo, con
las rodillas dobladas y los pies apoyados en el hormigón. Inclinó la cabeza hacia un
lado mientras encendía un cigarrillo. El humo se enroscó alrededor de su rostro,
arrojándolo en un halo velado. Aspiró profundamente mientras todo el peso pareciese
caer de sus hombros. Exhaló hacia el cielo, y habló en voz baja. —Está siempre fue mi
99
época favorita del año.

—Siempre ha sido la mía también. —Me abracé a mí misma un poco más


apretada—. Me encanta como puedo sentir la venida del monzón... construyéndose.

Un cómodo silencio nos enrolló juntos, como si los dos nos hubieramos perdido en
los recuerdos de los veranos que habíamos compartido mucho tiempo atrás. Habían
sido tan fáciles y buenos.

—¿Te acuerdas de esa tormenta eléctrica en que nos quedamos atrapados? —


preguntó antes de dar otra calada, inclinándose hacia delante para descansar sus
antebrazos en las rodillas—. ¿Cuando estábamos en el árbol fuerte y la tormenta llegó
muy cerca?

Vergüenza leve tiró de un lado de mi boca en una sonrisa. —Sí.


La risa de Jared era cálida, un ruido sordo desde lo más profundo de su ser. —Dios,
eras la jodida niña más linda que he conocido. Siempre tratando de actuar tan dura
para poder pasar el rato con nosotros. Pero al segundo que el rayo cayó en el campo,
quedaste congelada. —Él se rió entre dientes y el humo se filtró desde su boca abierta
mientras levantaba el rostro hacia el cielo nocturno.

Y pude verlo, el brillante destello de energía que crepitaba en el aire cuando el rayo
cayó a sólo un centenar de metros de distancia.

En silencio, Jared continuó—: Christopher salió pitando de allí, pero no importa lo


que dije, no había manera de bajarte de ese árbol. Dios, era probablemente el peor
lugar para estar en una tormenta eléctrica.

Mi voz se suavizó mientras flotaba a través de las ondas de su memoria. —Te


sentaste conmigo en ese árbol durante una hora mientras caía la lluvia sobre nosotros.
—Incluso allí, sus brazos habían sido cálidos mientras me abrigaba del frío. Una
comodidad. Y él me había prometido que nunca me dejaría atrás.
100
Calidez nadaba en la piscina de sus ojos azules. —Estuvimos en un gran problema
cuando finalmente llegamos a casa. Tu madre estuvo muy molesta conmigo. Dijo que
debí de haber sabido que no podías estar en esa tempestad. Mi madre me mando a la
mierda cuando tu madre me mando a casa… Debo de haber estado bajo tierra durante
una semana… —Sé calló, y dejó caer su cabeza, sus dedos retorciéndose con agitación.

Levanté mi rostro a su encuentro cuando finalmente me miró. —Y nunca dijiste que


fui yo quien te rogó para que te quedaras. —Dudé, y tome aliento, antes de decir—:
Eras mi mejor amigo, Jared.

Una sonrisa nostálgica surco su boca perfecta. Luego se sacudión y estampó su


cigarrillo—. Hace mucho calor aquí. Iré adentro.

Asentí con la cabeza ante su excusa. Supongo que el tiempo había mojado los dedos
de mis pies en las zonas más profundas.
—Está bien —murmuré, volviendo mi atención hacia el horizonte, cuando Jared se
puso de pie y se deslizó hacia el interior y sin una palabra de despedida.

Pasó una hora para que finalmente recoja mis cosas para ir adentro. Tiré de la
puerta de la corredera para encontrar a Jared y a Christopher en el sofá, viendo un
partido. La habitación estaba oscura excepto por las imágenes que salían de la
pantalla. Christopher parecía absorto en ello mientras que Jared parecía desinteresado.

No sabía lo que pasaba, pero una oleada de valentía me inundó. Me arriesgué. Pasé
cerca por el respaldo del sofá y tejí mis dedos temblorosos por el cabello de Jared. Era
suave. Tan suave. Él tembló ante mis caricias. Suprimí la imperiosa necesidad que
sentía de enterrar mi rostro en el paraíso del mismo, tal vez para presionar mí nariz en
su cuello e inhalar. Respirar en él. En cambio rodeo el sofá y digo—: Me voy a la
cama. Los veo a los dos en la mañana.

Christopher apenas se fijaba en mí y me lanzó un improvisado —Buenas Noches—,


ajeno a lo que se estaba construyendo entre Jared y yo.
101
—Buenas noches —susurró Jared, sus ojos detrás de mis pasos, bloqueando los
míos cuando me detuve a mirarlo desde la puerta de mi habitación. Su expresión me
dejó en claro que él era el más alejado de lo ajeno.

Le tomó una hora, pero finalmente oigo el golpeteo suave que me hacía cosquillas
en los oídos y mi pulso se intensificó antes de que la puerta se abriera. Una astilla de
luz se desangro en el interior desde el pasillo cuando Jared se coló en mi habitación a
oscuras.

Yací en mi cama, esperando.

Riéndose, Jared cruzó la habitación—. Christopher se fue. Dijo que tenía a una
chica a la cual prometió ver. No creo que sea lo suficientemente interesante para él.

Jared subió en la cama enseguida de mí. Él no dudó en girar su dedo a través de un


mechón de mi cabello como si perteneciera allí, no ocultó el movimiento contenido en
su respiración que empujaba en sus pulmones. Él se colocó tan cerca de mí, que estaba
segura de que podía contar los latidos atronadores de mí corazón.

—¿No te has dado cuenta de eso por ahora? —Aún así, le susurré. No estaba segura
del por qué.

Su risa gutural rebotó contra las paredes. —Sí…Podía de haberlo notado. ¿Qué pasa
con él de todos modos? ¿Es feliz? —Jared se volvió en una fracción, parpadeando
hacia el techo—. Es como si estuviese persiguiendo algo y que pareciera que no lo
pudiese encontrar.

—¿No estamos todos persiguiendo algo?

Líneas se profundizaron en la frente de Jared, el ceño fruncido estropeando su


rostro—. No lo sé, Aly.

Me moví un poco hacia adelante. En el pequeño espacio que nos separaba, yo


disfrutaba de la calidez que irradiaba de su cuerpo. Mis manos fueron a su lugar
seguro, en su pecho vestido con su camiseta. Todavía estaba demasiado temerosa de
102
tocar su piel desnuda.

—Creo que él es feliz, Jared, pero el cambió desde que te enviaron lejos.

Jared se puso rígido debajo de mí, porque por primera vez, salté. Estaba dispuesta a
sumergirme en las aguas peligrosas que sostenían a Jared. Había pisado en ellos por
mucho tiempo.

Con honestidad, abrí la boca. —Creo que fue el miedo… miedo a perder a alguien
que era muy importante para él. —Nunca me olvidaría de los ojos de Christopher
aquella noche, cuando nos encontrábamos cara a cara en nuestra sala, escuchando a
nuestra madre sollozando en su habitación. El verde vibrante había desaparecido de
sus ojos cuando Christopher había perdido la última parte de su infancia, su inocencia
reemplazada por el dolor. Atormentado. No había otra manera de describirlo. Cuando
pensaba en lo que había visto en sus ojos aquel día, a veces me preguntaba que había
visto en la mía.
—El terminó de romper con Samantha cerca una semana después. —Christopher
había salido con ella durante un año. Estaba bastante segura de que habían sido los
primeros de cada uno. Ella estaba devastada, pero Christopher parecía insensible ante
su dolor como si fuese algo más—. Salió con más chicas al azar. Ahora no puedo decir
de si es un hábito o sólo un juego o si está inconsciente de sí mismo a algo que él no
quiere sentir.

Los labios de Jared se propagaron en una línea delgada, como si algo que le
fastidiaba había sido confirmado.

—Todo esto significa nada para él —dije en voz baja, tímidamente jugueteando con
la camisa de Jared—. No me gusta que las chicas signifiquen tan poco… ni que el sexo
signifique tan poco para él. —Levanté mi cara y capturé su mirada. Mi boca se abrió y
se cerró mientras luchaba con lo que quería decir. Por mucho de que no quisiera
saberlo, no podía evitar preguntar—. ¿Qué pasa contigo? ¿Alguna vez te has
enamorado de alguien?

Jared inclinó su rostro, como si él no quisiera que yo viese sus confesiones


103
esperando allí. Él vaciló antes de hablar. —El sexo es como una lucha para mí, Aly. Es
una liberación, nada más. Uso a las chicas al igual como lo hace descaradamente
Christopher. Tal vez de manera diferente. No sé, pero al final, es lo mismo… no
significa nada.

Hice una mueca. Los celos no era una linda emoción. Pero me di duro. Yo había
crecido acostumbrada a este lugar que era nuestro, que se había vuelto fácil imaginar
que todo esto era algo que nosotros jamás habíamos conocido… sólo el silencio de mi
habitación y el ritmo constante de nuestros corazones.

En ella, nada más existía.

Pero Jared había conocido tanto, tanto dolor, tanta pérdida.

Conoció chicas y conoció lo que se siente al ser tocado.

¿Estaba mal que yo quisiera eso también?


Empujando más allá de nuestros límites dejé que mis dedos suban de su pecho sobre
uno de sus hombros. Masa muscular definida saltó en mis manos, me hacían señas
para que siguiera al igual que con seguridad ellos luchaban para resistir mi
exploración.

Contuve la respiración cuando llegué a la piel desnuda de su cuello. Cada


centímetro de mi piel encendido, las llamas lamiendo por mis venas y ardiendo en mi
estómago. Escalofríos corrieron por la superficie de mi piel.

¿Cómo era posible que una persona me pudiese afectar de esa manera?

Eché un vistazo a su rostro. Ojos azules turbulentos mirando hacia mí. En ellos
sentí una serie de emociones, una advertencia, una apelación. La ira y el afecto. Pero
por encima de todo, vi miedo.

Tentativamente, dejé caer mi mirada y vi como mis dedos bajaban por encima de su
hombro y remontaban firmemente en el tatuaje de su brazo izquierdo. Este brazo
estaba cubierto de negros y grises, formas retorcidas y rostros que gritaban sus 104
horrores. En el interior de su muñeca estaba escrito Para no olvidar.

Jared se estremeció como si el contacto le produjese dolor físico. Pero él no se


apartó, y soltó un suspiro entrecortado en mi rostro.

—¿Estabas asustado cuando te mandaron lejos? —La pregunta vino tan suavemente
que pensé sólo haberla pronunciado en mi cabeza.

Todavía aspirando todo el aire de la habitación.

Congelado, Jared se quedó quieto, un millón de emociones que desbordaban en su


silencio, hasta que finalmente habló—: Estaba enojado, Aly. —Él gruño a través de las
palabras—. No se suponía que no tenía que resultar así. Pensé que por fin había
encontrado una manera de pagar por lo que había hecho, y me las arreglé para tomar
eso, también.

Escalofríos se arrastraron a lo largo de la superficie de mi piel. Jared acababa de


confirmar mi mayor temor. Todos estos años me habían tratado de convencer de lo
contrario, que no había posibilidad de que Jared hubiese tratado de quitarse la vida.
Me pregunté a mi misma, ¿Cómo podía hacerlo? Estaba convencida de que acababa de
entenderlo mal porque me parecía imposible de creer.

¿Y saber que él había estado enojado porque había fallado?

La confusión y el dolor y el miedo saturaban mi espíritu porque no podía evitar


preocuparme que él pudiera intentarlo de nuevo.

Traté de tragar el nudo que se había encajado en medio de mi garganta. —Tal vez
resultó la forma en que se suponía que realmente debía ser.

Risas duras sacudieron su pecho. —Nada sale como se supone que debería de ser,
Aly. Incluso si lo hiciera, yo lo arruinaría. Es necesario recordar que te advertí que te
arrepentirías de hacer esto… Sus dedos se retorcieron profundamente en mi pelo y
pasó su otra mano hacia mi cuello. Apretó en destacar nuestra amistad, con tanta
fuerza que casi dolía. Pero mi corazón fue él que realmente dolía.

—¿Cómo puedes arrepentirte? —Llevé mis manos a su rostro, reteniéndolos allí,


105
cediendo ante la combustión lenta que chamuscaba mi piel—. Te extrañé, Jared.
Mucho. Ellos te llevaron, y pensé que nunca volvería a verte. ¿Sabes lo mucho que
dolió?

Pero sabía que en realidad él no tenía ninguna idea.

¿Cómo podía hacerlo?

—Pensé en ti todos los días —admití, acomodando mi cabeza más en la cama, más
lejos en su calor. Nos rodeamos a lo largo del borde de un abrazo, sus manos en mi
rostro, las mías en el suyo, la espacio entre nosotros era tan grande que no estaba
segura de que iba a ser capaz de cruzarlo. —¿Cómo te sentiste? —le pregunté,
levantando mi rostro en el suyo.

Hizo una pausa, su aliento palpitando en la habitación. —No sé, Aly. Es una
mierda, supongo. La gente siempre nos decía lo que podíamos o no hacer, a la vez que
lo llamaban Centro de rehabilitación. Había algunos buenos chicos allí, con quienes
acabamos de hacer algunas cosas estúpidas. Siempre tuve la esperanza de que tal vez
les hacía bien. La mayoría de nosotros ya no tenían esperanzas, sin embargo. No
importaba el castigo que teníamos, no había ninguna posibilidad de salir con un
resultado diferente.

Esperanza. Parpadeé, tratando de entenderlo, de dar sentido al tono de su voz. —


¿Tú sentías que eras así?

Tristeza se hinchó en la habitación, un grosor que me hizo tener piel de gallina.

—Me dejaron salir cuando cumplí dieciocho, Aly. Dieciocho. —Su voz se quebró—.
¿Qué mierda es eso? ¿Cómo si ya hubiese pagado mis deudas? ¿Cómo si pasar dos años
de mi patética existencia tras las rejas pudiera compensar lo que había hecho?

La ira corría en él, oleadas de cólera que azotaban y luchaban en contra de mí


espíritu. El cuerpo de Jared se sacudió, y yo podía sentir que él trataba de contenerlo,
manteniéndose. Su rostro se contrajo como si estuviese tratando de bloquearlo todo. —
¿Qué clase de mierda fue todo eso? Ella valía mucho más que eso. 106
—Jared…

En un abrir y cerrar, él se disparó de mi cama y se puso de pie.

Impresionada, me di la vuelta y revolviéndome sobre mis manos y mis rodillas


mientras me enfrentaba al hombre que estaba de pie en medio de mi habitación. La
agitación se dio a través de él, retorciendo sus músculos. Mis respiraciones se volvieron
pesadas y fuertes, mezclada con la hostilidad que se filtraba de los poros de Jared.

Sacudiendo ambas manos por su cabello, mirándome, con los ojos frenéticos. —
Simplemente no, Aly. —Él se tocó el pecho con una mano, y luego la dejó caer—. Por
favor, no digas que no significa nada. —Él cerró los ojos—. Por favor. Tú no, también.

Cuando abrió los ojos, las paredes se vinieron abajo, todo al descubierto para mí.

Devastación.

Era lo único que vi.


Mi corazón se retorció, el dolor cortándome hasta la médula, cortando el lugar
donde Jared había sido una fantasía en mi mente. No me había imaginado que él de
alguna manera todavía había sido todo y no lo había visto ahora, un lío de los pocos
pedazos destrozados de sí mismo que ahora se mantenía en la estela de su ruina.

—Jared —le susurré, mi mano revoloteando en su dirección, en silencio rogándole


para que la tomara. Viéndolo de esta manera me mataba. Me recordaba los meses en
que no podía hacer nada, solo ver como él se iba. Una parte de mí se había aferrado a
la esperanza de que él tiempo le hubiese curado algunas de esas piezas.

Ahora estaba segura de que no lo había hecho.

Tropezó de nuevo hacia la puerta, el reconocimiento parpadeando en sus ojos. —


No podrás arreglarme, Aly.

Hice una mueca y dejé caer mi mentón como si pudiera ocultar el lugar donde
intentó extraer mis pensamientos.

—Lo sé —dije en voz baja.


107
—Entonces no lo intentes.
Capítulo 11
Jared
M
ierda.
Me mantuve de pie con mi espalda hacia su puerta y traté de
perderme en la noche. Mis manos apretadas en mi cabello, y un grito
ahogado en mi garganta.
No podía respirar.
Porque no sabía cómo diablos hacerlo.
Estar en presencia de Aly había demostrado eso.
¿Cómo había permitido que esto se saliera completamente de control?
Aly. 108
Diablos. Maldito detonante.
Ella estaba llevándome lentamente a la locura. Demente. Constantemente
golpeándome contra una pared, no había ninguna posibilidad de superarlo, haciendo
su camino a través de mis pensamientos y mi mente, invadiendo lugares a los que no
podía permitirle a ella ir.
Aún así se las arregló para hundir sus dedos bajo mi piel.
Necesidad me golpea más duro de lo que había hecho en años.
La adicción era una mierda como esa. No importa cuántos años hayan pasado, no
me deja olvidar el escape temporal que me dio. El momento de euforia. El único lugar
donde podía olvidar. Bueno, tal vez no olvidar. Simplemente adormecer el lugar para
que no pudiera sentir.
Cruzando la habitación, quité mis pantalones para dormir y me puse los jeans que
había llevado antes. Metí mis pies en mis botas, agarré mis llaves de la mesa de café, y
salté escaleras abajo. Encendí mi motocicleta, el fuerte rugido del motor me trae a la
vida. Poder vibra bajo mis manos y pies. Le doy una patada para librarla del soporte,
retrocedo, y la pongo en marcha. Despacio, rodeo el complejo y salgo por una de las
puertas laterales.
Tan pronto como llego a la calle, vuelo. El calor arremete a mi cara. Latigazos de
aire caliente, aire enojado desgarran mi camisa y azotan mi pelo. No tenía idea de
adónde iba, sin destino.
La historia de mierda de mi vida.
Pero no podía quedarme ahí con sus dulces ojos y manos tiernas. No podía permitir
deslizarme en su falsa comodidad, para instalarme en su calor.
Dios, lo quería.
Lo ansiaba.
La deseaba.
Ella me estaba haciendo cosas que no podía permitir. Joder, incluso la dejé tocarme,
sus dedos como fuego mientras dibujaba a lo largo de las líneas que marcan mi piel
con mis pecados. Ella había trazado esas líneas como si las hubiera dibujado en las
páginas de uno de sus libros. Abrí mi boca y dejé escapar todo lo que nunca había
pronunciado en voz alta. 109
La dejé tomar un poco de lo que no estaba dispuesto a dar.
Pisé el acelerador hasta donde pude. La calle borrosa debajo de mí, y me sacudí con
la velocidad, con la ira.
Estúpido.
Ella admitió que había pensado en mí. Me extrañó.
En cierto nivel, la había extrañado también. Demasiado que admitir.
Pero fue en un nivel que ya no existía realmente, un lugar que hizo eco de la alegría
que alguna vez tuve y que pudo haber sido. Lo jodido era que ella habitaba ese espacio
como si estuviera hecha para eso.
No había necesidad de negarlo. Me preocupaba por ella. Pero no podía cuidarla de
la manera que ella quería que yo lo hiciera. No podía amarla como se merecía.
Me rehusé a amar a alguien otra vez.
Había terminado de destruir las cosas que eran importantes para mí. Duele
muchísimo cuando ya no están.
Risas resentidas salieron de mi boca torcida cuando me di cuenta de en donde
terminé.
Por supuesto. Justo enfrente del antiguo vecindario.
Impactante.
Me sentí atraído aquí con la misma fuerza como había sido atraído a Phoenix. Sólo
un dolor vacío que me llamó. Burlándose de mí. Llegué a un punto muerto, dejando
mi moto a un lado de la calle justo enfrente del lugar que había sido mi todo y donde
había tratado de terminar todo.
El campo que solía ser abierto. Había tenido sólo una valla de madera que separaba
del viejo barrio que limita a la derecha. La extensión de tierra vacante alguna vez había
parecido no tener fin, a pesar de que había otro barrio lejanamente a la izquierda. Pero
para nosotros, este campo vacío había sido nuestro refugio. Jugábamos aquí durante
horas como si fuese el único lugar que existía en el mundo.
Ahora una nueva cerca estaba en el frente de la calle, bloqueando el área. NO
PASAR era audazmente estampado en una señal negra. Indudablemente, esa señal fue
puesta ahí por mí. 110
Sólo miré, pegado a mi motocicleta, mis manos dobladas en el manubrio. Los
recuerdos me golpean como la peor golpiza que pudiera tener en mi vida,
aporreándome mientras ellos cayeron. Y jodidamente dolió porque muchos de ellos
eran buenos.
Mis labios se retorcieron en una sonrisa triste, era apenas capaz de llegar hasta
nuestro árbol en la distancia. Quería ir hacia él, pero no podía hacerme ir. Alguna vez
pareció tan alto, construido en una increíble hazaña que logramos con nuestras manos
y la imaginación de nuestras mentes.
Mucho tiempo pasamos ahí.
Ese lugar dentro de mí se expandió, empujó mientras luchaba por libertad contra
sus confines.
Mierda.
Apreté las palmas de mis manos en mis ojos como si haciendo eso de alguna
manera borrara las imágenes que giraban en mi cabeza. Por un segundo, sólo quería
olvidar. Pero esta era mi vida.
Enfrentaría a la muerte, cualquier día.
Pero me gustaría vivirla como penitencia por lo que había hecho.

111
Capítulo 12
Aleena
A
la mañana siguiente cuando me arrastré fuera de mi cama antes del
amanecer, su espacio en el sofá estaba vacío. Pero ya lo sabía. Lo oí salir
justo después de haber huido de mi habitación, y no lo había oído
regresar.
El sueño me había eludido toda la noche. Todo lo que podía hacer era preguntarme
dónde se había ido y preocuparme si estaba bien.
Lo había presionado muy duro. Demasiado rápido.
El trabajo pasó en un aspecto borroso. Mi visión parecía sangrar dentro y fuera, y
murmuraba mientras me acercaba a cada mesa, pasando por el día en un estado de 112
estupor.
Me mataba pensar que tal vez no volvería a ver a Jared. Que él se había ido. Un
dolor punzante rodó por mi espalda ante el pensamiento. Llegué a la pared para
apoyarme y apreté los ojos para cerrarlos.
Karina me toco ligeramente en la espalda, me di la vuelta y abrí los ojos a mi jefa.
Era mayor, y la parte superior de su cabeza sólo llegaba a mis hombros. Preocupación
había arrugado su rostro amable. —No te ves muy bien hoy, señorita Aly. ¿Te sientes
bien?
Sacudí mi cabeza. —Estoy un poco enferma del estómago. —No era una mentira.
Miró alrededor del comedor. Las pequeñas mesas de bistró llenando el espacio
estaban salpicadas de clientes. Pero no estaba extremadamente concurrido. Era tarde,
y los clientes se sentaban en la orilla de la ventana que daba a la calle, bebiendo de
cafés o disfrutando de un postre dulce. —Creo que podemos arreglárnoslas sin ti el
resto de la noche. ¿Por qué no vas a casa y descansas?
Acarició mi hombro, y le sonreí en agradecimiento. Siempre había sido una gran
jefa. Había abierto el restaurante años atrás y fue exitosa con sus propias manos.
Siempre trata a su personal como familia. —Gracias, Karina. Creo que se me pasará
para mañana.
Por pasar, me refiero a que estaría devastada o fuera de mi miseria. Pero cualquier
cosa que enfrente, sabía que tenía que volver a casa.
Fue un alivio que me envolvió cuando llegue al frente de nuestro edificio y vi la
moto de Jared en el extremo más alejado del estacionamiento.
Dejando mi auto en su lugar, me senté por un momento para ordenar mis
pensamientos. Cuando salí del auto, crucé el estacionamiento, mis piernas lentas
mientras tomaba las escaleras hasta el apartamento. Podía sentirlo, este malestar que
se había acumulado en el aire, construido, y atado a sí mismo a mi corazón.
Estaba confirmado cuando abrí la puerta un denso sentido de tensión en el interior.
Jared estaba aquí, pero instintivamente sabía que las cosas no eran las mismas. Estaba
sentado en el sofá viendo la televisión por sí mismo, pero apenas vio en mi dirección
mientras me paraba torpemente en medio de la habitación. Oí a Christopher arrastrar 113
los pies alrededor de su habitación. Unos pocos segundos después, salió de su
habitación y corrió por el pasillo.
—Oye, Jared, ¿tienes ganas de salir esta noche? —preguntó mientras pasó sus
manos a través de los enmarañados mechones de su cabello negro.
Jared miro hacia él con algo parecido a una mueca. —No, hombre, tuve un día
largo de trabajo hoy. Creo que voy a quedarme aquí y relajarme.
—Ah, eso está muy mal.
Christopher tomo sus llaves y su billetera en su bolsillo trasero. —¿Has tenido un
buen día en el trabajo, Aly? —preguntó con una sonrisa casual mientras recogía sus
cosas. No parecía darse cuenta del pozo de emoción que se había roto entre Jared y yo,
o cómo habían disminuido nuestros movimientos para coincidir con el peso de nuestro
pecho.
—Sí, estuvo bien —dije.
—Genial. Bueno, voy a salir de aquí. Llámame si me necesitas. —Luego cerró la
puerta detrás de él sin pensárselo dos veces.
Jared apenas me reconoció cuando le dije que iba a tomar una ducha, sólo forzó un
pequeño asentimiento mientras se volvía a la televisión en el mismo movimiento.
Abrí la ducha a lo más caliente que saliera. El vapor llenó el pequeño cuarto, el
chorro de agua hirviendo asaltó mi piel. El enrojecimiento se filtró a la superficie, y
deseé que la ducha caliente de alguna manera pudiera quemar las preguntas de mi
mente del mismo modo que quemaba la fatiga de mi cuerpo. Pero esas preguntas
permanecían cerradas firmemente en el chico sentado afuera en el sofá.
Envuelta en una toalla, abrí la puerta del baño y miré hacia el final del corto pasillo
a la sala de estar oscura. Flashes de la televisión alumbraba el extremo del sofá, y lo
podía sentir allí como sabía que él me podía sentir. Pero no percibí ningún
movimiento, ningún cambio en su presencia.
Por respeto, lo deje allí porque realmente no sabía qué decir. ¿Cómo iba a retirar lo
de anoche? Porque era mi corazón. Él era mi corazón. No lamentaba el hecho de que
lo había invitado a abrirse a mí. Sólo lamentaba la reacción que él había tenido.
En mi cuarto, tiré la toalla al piso y me puse en un par de pantalones cortos para
dormir y una camiseta, luego me acurruqué en mi lado de la cama para mirar por la 114
ventana abierta. A pesar de que había disminuido, la luna aún brillaba bastante para
iluminar mi habitación. Mi bloc de dibujo estaba en el suelo al lado de mi cama, pero
esta noche no me sentía con ganas de dibujar. Había sido siempre mi terapia, la
manera de dejar salir mis pensamientos, miedos y deseos. Una manera de mostrar mi
amor.
Pero esta noche me aferraba a esos pensamientos, dejándolos rodar alrededor de mi
cabeza mientras descansaba en mi lado en el suave resplandor de la luna. De espaldas
a la puerta, me quedé mirando por la ventana. En la monótona luz de la ciudad, sólo
podía distinguir las pocas estrellas brillantes. El tiempo pasó demasiado lento y
demasiado rápido porque anhelaba por él y estaba totalmente aterrorizada de lo que
escondía en su interior al mismo tiempo. Yo había caído hacía mucho tiempo, había
sostenido firmemente los restos de su memoria que él dejó a su paso.
Había sido tonto entonces, pero seguro, porque era sólo una ilusión. Me había
entregado a él cuándo él incluso nunca me había tenido en absoluto.
Ahora mis huesos temblaron con la realidad.
No sabía si vendría, y pasaron muchas horas antes de que lo hiciera.
Esta noche Jared no llamó a la puerta. Me tensé cuando la puerta crujió al abrirse,
escuché cómo en silencio la cerró detrás de él con un chasquido. No dijo nada
mientras avanzaba hasta estar detrás de mí. Sentí la vacilación en sus pasos, la pesada
respiración que expulsaba dentro y fuera de sus pulmones.
Por un segundo sólo se paró a mi lado, y podía sentir sus ojos quemando en mi
cuerpo. Luego la cama se sumergió detrás de mí.
Me calmé a mí misma mientras se acomodaba, y su peso se extendía sobre la
superficie de mi cama. La tensión irradiaba y se vertía fuera de él, tan espesa que mi
boca se volvió seca.
Él exhaló hacia el techo, su brazo pegado contra la longitud de mi columna. Me lo
podía imaginar acostado ahí, de espaldas, mirando hacia la nada. Esperando.
Esperando para qué, no estaba segura. No sabía lo que él quería. Todo lo que sabía era
que quería que él me quisiera.
No podía soportarlo más.
Despacio, me di la vuelta. Su brazo se clavó en mis costillas mientras rodé sobre él, 115
antes de colocarme en la seguridad de su lado. Esta noche borré el espacio físico que
siempre había estado entre nosotros, pero de alguna manera sabía que la distancia de
lo que yo quería, de lo que necesitaba, nunca había sido tan grande. Enterré mi nariz
en la coyuntura de su hombro y pecho, aspirándolo en el segundo que él cedió y me
llevó a sus brazos. Mi mano se curvó en el cuello de su camiseta, y la otra se enterró
debajo de su espalda.
Cada nervio de mi espalda se calentó, mis músculos tensionados mientras me
aferraba a él, mientras hice todo lo que pude para traerlo más cerca.
Nada nunca se había sentido mejor que estar en los brazos de Jared.
Nada.
Bajo mi brazo su corazón latía muy rápido, lentamente desenrollé mis dedos de su
camisa y deslicé mi palma hacia abajo hasta sentirlo latir por debajo de mi piel. Mi
estómago dio una voltereta y giró, agrupado con el deseo, la necesidad y el afecto que
había mantenido por él tanto tiempo.
Quería decirle lo mucho que significaba realmente para mí, pero sabía que decirlo
sólo lo forzaría a alejarse más.
Jared sostuvo su aliento, entonces trajo su mano derecha para colocarla encima de
la mía. Apretó mi palma más fuerte contra su pecho, como si él, también, no soportara
la idea de dejarme ir. Su voz era áspera, baja y tan increíblemente triste. —¿Qué es lo
que estamos haciendo, Aly?
—No lo sé —respondí con mi boca escondida en la tela de su camiseta. Me
encantaba la forma en la que olía, su camisa gruesa con el fresco aroma de ropa fresca,
mezclado con la esencia que siempre lo rodeaba, menta y cigarrillos. Era el aura del
hombre que cada segundo había aspirado mi espíritu más profundamente en él.
Los dedos en mi espalda encontraron su camino en mi cabello. Suavemente tiró,
como había hecho tantas veces antes, sólo que esta vez fue un puñado.
—Christopher esta en lo correcto, sabes. Siempre fuiste mi favorita. —Las palabras
salieron en un murmullo, su rostro centrado en el techo, aunque sus dedos calmados
permanecían en mi cuero cabelludo.
Un hormigueo se extendió a lo largo de mi cuello, luego se disparó por mi columna. 116
—No sabía lo que era —continúo con una suave veneración—. Supongo que me
gustó la forma en que nos seguías alrededor. Me gustaba que tú no pudieras seguir el
ritmo y que tuviera que cuidar de ti. Me gustaba defenderte. Protegerte. Me gustaba la
forma en la que me mirabas como si yo realmente importara. Me gustaba eso cuando
pienso atrás sobre ti y Christopher después de que me había ido, estuve pensando en
los buenos tiempos que tuve en mi vida. —Me apretó más cerca de él y presionó su
boca en la cima de mi cabeza.
—Pero no puedo tener esto, Aly.
Cambié para poner mi mejilla en su pecho. Tristeza se estrelló sobre mí en una ola.
Sabía que no había nada que pudiera decir que pudiera influir en él, que no había nada
para convencerlo de lo contrario. Ya me lo había prometido anoche. En cambio sólo
me aferre a él, diciéndole a través de mi toque lo mucho que significaba para mí y que
él merecía felicidad, también, aunque la encuentre conmigo o alguien más.
—Arruino cada maldita cosa que toco, Aly, y me niego a arruinarte. —Su agarre
aumentó—. Joder —gimió bajo su aliento, inclinando su rostro hacia el mío, un dolor
impresionante como un cerillo estaba en sus ojos—. Yo ni siquiera debería estar aquí
contigo. —El apretó mi espalda en énfasis—. Estando contigo como esto ha sido la
cosa más egoísta que he hecho en mucho tiempo. —Una respiración corta se filtró por
su nariz—. No puedo hacer esto contigo más... toda esta cosa de amigos. Puedo
sentirlo viniendo, Aly, que algo malo va a pasar y voy a hacerte daño, y me niego a
hacerlo.
—Nunca me lastimarías —le dije. Esta vez no pude mantenerme de refutar sus
palabras.
Una risa seca llenó mi habitación. —Tienes razón... porque nunca voy a dejar que
llegue tan lejos.
Dolor se cerró en un puño en mi pecho. Estaba equivocada. Podía lastimarme. Lo
estaba haciendo, lastimándome y lastimándose él mismo.
Pero supongo que lastimarse era lo que sabía cómo hacer mejor.
Cubrí su mano derecha con mis dedos, los levanté para que nuestras manos se
iluminaran con la poca luz. Mi piel se veía tan pálida contra la suya, su piel se
oscureció por el sol y sus dedos marcados con el año de su nacimiento: 1990. Vida. 117
Apreté su mano, deseando que él se aferrase a ella.
Llevó nuestras manos entrelazadas a su boca y presionó suaves besos a mis dedos.
Pasó sus labios a lo largo del dorso de mi mano, rozó las cicatrices fruncidas en la
parte exterior de mi pulgar. Un nudo se formó en mi garganta, y yo estaba luchando
por contener las lágrimas.
—Necesito irme, Aly.
El pánico me llenó, y luché por mantenerlo lejos. —Por favor —le suplique,
tratando de tirarle hacia abajo—.Sólo acuéstate conmigo. Sólo por esta noche.
Su suspiro fue pesado y lleno de tristeza. Pero con él se había rendido. Sus brazos se
apretaron a mi alrededor, y presionó sus labios en mi frente. Su cálido aliento se filtra
en mí, envolviéndome y encapsulándome, y me estremecí mientras me sentía completa
dentro de su abrazo.
Tal vez si me quedo aquí y nunca cierro los ojos, sería capaz de aferrarme a él para
siempre.
Y lo intenté. Pero, inevitablemente, mis ojos cayeron y se cerraron porque no había
un lugar más seguro, más cómodo que descansar en la seguridad de los brazos de
Jared.
En la mañana, me desperté en una cama vacía.
No esperaba nada diferente. Esto no quiere decir que no dolía. Durante unos
segundos, mantuve los ojos cerrados porque no me quería enfrentar a la barrera que
Jared había levantado entre nosotros anoche.
Rodando a mi lado, me llevé las sábanas conmigo mientras buscaba algún tipo de
comodidad. Algo se arrugó en mi almohada mientras me movía.
Levanté la cabeza. Un pequeño pedazo de papel de pergamino doblado sobre mi
almohada. Se formó un nudo en mi garganta, y me moví sobre mi estómago, mirando
a la pieza de papel tan descolorida, un lado estaba hecho jirones de donde había sido
arrancada de algún tipo de revista. Mis dedos temblaron cuando extendí la mano para
tomarlo. Poco a poco lo desplegué.
Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando vi la simple declaración por escrito en
una letra fuerte y cursiva. 118
Cuando la belleza duerme.
Volviendo sobre mi espalda, lo sostuve contra mi pecho, acariciando las palabras
que Jared no sabría cómo decirlas de otra forma.

***
Dos semanas habían pasado desde la última vez que Jared dejó mi habitación. Se
había vuelto distante. Retirado. Rara vez estaba en el apartamento. Le oía arrastrarse
dentro de la cama a altas horas de la noche y por lo general se había ido antes de que
me levantase, como si no pudiera soportar estar en cualquier parte de mi espacio.
Y le echaba de menos.
La parte más difícil fue en esos momentos cuando se encontraba en el apartamento
y le miraba.
Mirándome, como si me extrañara tanto como yo le extrañaba.
Con la misma rapidez, apartaba la mirada, bajando su mirada, y pretendiendo que
todas esas noches que había pasado acostado conmigo en el santuario de mi habitación
habían sido fantasías de mi imaginación.
Como si no tuvieran importancia.
Como si no hubieran cambiado quiénes éramos.
Pero no lo presioné. La última vez había fracasado. Entró en pánico y creó este
espacio insoportable entre nosotros.
De alguna manera sabía que si lo presionaba más, nunca volvería a verlo.
Suspirando, me obligué a salir de la cama. El agotamiento arrastraba mis pies. Un
sueño reparador había sido escaso para las últimas dos semanas. Siempre había esa
esperanza, este pequeño destello de anticipación de que podría volver, deslizarse
dentro de mi habitación, envolverme en sus brazos, y susurrarme que había cometido
un error.
Pero nunca lo hizo.
Esto no quiere decir que no pasara la mayoría de las noches despierta tratando de 119
querer que sucediera.
Ahora me deslicé por el pasillo. Aturdida, me calmé cuando encontré a Jared
sentado en silencio en la barra, bebiendo una taza de café.
Inmóvil, me di el gusto, de apreciar su belleza en un momento en que no tenía idea
de que estaba siendo observado. Llevaba un par de pantalones vaqueros y una
camiseta blanca con cuello en V delgada. Sus pies descalzos estaban apoyados en el
reposapiés, los codos pesados en la barra de mármol. Parecía consumido en sus
pensamientos, un millón de millas y un centenar de años de distancia. Su cabello era
rebelde, y parecía que no se había afeitado en por lo menos tres días, esta barba gruesa
copiando a su fuerte mandíbula.
Mis dedos se crisparon.
Quería llegar y pasarlos por el lado de su cara. Para susurrar su belleza contra su
oreja. Para decirle que vi lo bueno, que estaba vivo, tan transparente en sus palabras y
en sus ojos.
En cambio me escabullí y murmuré “Buenos días” al pasar.
Apenas podía discernir el estremecimiento sutil en sus músculos, pero estaba allí.
Lo había tomado por sorpresa.
Murmuró “Buenos días” en su taza de café.
Fui a la nevera, agarré el jugo de naranja, y me serví un vaso. Dándole la espalda le
hablé. Era difícil de hacer, pero no quería que este malestar se mantuviera entre
nosotros para siempre al comer. —Así que, ¿no tienes trabajo hoy?
Él gruñó. —Es cuatro... el jefe cerró sus puertas por el día de hoy.
El Cuatro de Julio.
Cierto.
Ni siquiera me había dado cuenta de la fecha.
Supongo que había estado obsesionada con algo más.
Me apoyé en el mostrador en el cual Jared me había acorralado todas esas semanas
atrás cuando por primera vez me había confrontado, y pensé en ese día. Era gracioso,
lo mucho que solía esperar este día festivo, los días densos con el calor del verano,
nuestra juerga dispersa en nuestro campo mientras jugamos con la luz del sol a lo lejos.
¿Cómo la emoción se construiría mientras el sol empezaba a ponerse, y nuestras 120
familias se reunían para dar la cara al cielo de la noche para presenciar la belleza de los
fuegos artificiales?
Siempre me había golpeado con un temor abrumador.
Me acordé de lo mucho que siempre golpeó a Jared, también.
Me quedé mirando al piso. A mi derecha, su presencia tiró de mi espíritu como si el
mío estuviera encadenado al suyo, una tensión que serpenteaba a través de mi
conciencia y congelaba el aire entre nosotros.
Ahora dudaba que pudiéramos escapar de ello alguna vez.
De repente Christopher rompió la rara burbuja en la habitación por velocidad con la
que paso por el pasillo.
—Buenos días —dijo mientras golpeaba a Jared en la espalda y caminaba alrededor
de la barra y dentro de la cocina. Me dio un beso rápido en la mejilla—. Y buenos días
a ti, hermanita.
—Buenos días —devolví, confundida por el niño-hombre sobre crecido casi
bailando en la cocina.
—¿Hay leche? —preguntó.
Me reí mientras Christopher excavaba en la nevera. Eran cerca de tres horas
demasiado pronto para que mi hermano mostrara su rostro.
—Debería de haber —dije, sonriendo a su espalda.
Se puso de pie y me dedicó una enorme sonrisa.
—¿Qué es lo que te tiene en tan buen humor esta mañana? —Me frunció el ceño en
cuestión.
—Es cuatro. ¿Por qué no iba a estar de un buen estado de ánimo? —Christopher
inclinó su barbilla en dirección a Jared—. No lo hemos pasado juntos en años, y
Timothy tiene su fiesta anual del Cuatro de Julio planeada. —Se encogió de
hombros—. Simplemente creo que va a ser muy atractivo pasar la noche con todo el
mundo.
Christopher había mencionado la fiesta en casa de Timothy hace varias semanas.
Yo había estado en unas cuantas fiestas en su casa. Siempre estaban llenas, plagadas de
tantos cuerpos que normalmente acababa en el patio trasero, tratando de coger un
soplo de aire fresco. 121
Por el rabillo de mi ojo, vi a Jared negando con la cabeza. —No, creo que voy a
pasar el rato aquí esta noche o tal vez iré a dar una vuelta en mi moto o algo así —dijo.
—¿Qué demonios estás hablando? No tienes opción. He estado esperando esta fiesta
durante toda la semana. Y ha sido tanto tiempo desde que estábamos todos juntos. —
Christopher se volvió hacia mí—. Tú todavía vienes, ¿no?
En realidad no era una pregunta. Sabía que él me obliga a ir incluso si pensaba en
dar marcha atrás. —Sí, voy a estar allí. ¿Te importa si invito a Megan? No he pasado el
rato mucho con ella últimamente.
—Claro, a Timothy no le va importar.
Asentí con la cabeza antes de que Christopher volviera su atención a Jared, dándole
una mirada que juró que no aceptaba un no por respuesta.
Jared casualmente tomó un sorbo de su taza. —Realmente no me hago a la idea de
la fiesta.
—¿En serio? —preguntó Christopher, completamente incrédulo—. ¿Recuerdas que
te recogí en un bar?
Jared sonrió y dejó caer la taza al mostrador, esa vieja alegría llenando sus ojos
cuando él se burló de mi hermano. —Me recogiste en un bar, ¿eh? —preguntó, la
pregunta llena de insinuaciones.
Ahí está mi amigo.
Me reí, y Christopher también lo hizo. —Vete a la mierda, hombre —le señaló—.
Vas a ir.
Jared se rió suavemente, luego se puso serio mientras me echaba una mirada. Sabía
que me estaba sintiendo, preguntándose si le quería allí o si ya me había hecho
suficiente daño como para que no quisiera estar en cualquier lugar a su alrededor.
Le ofrecí una sonrisa fácil, una que prometía que seguiría tomando lo que fuera que
me quisiera dar. Y lo haría. Podría ser su amiga. Pude poner todos estos sentimientos a
un lado, encerrarlos en ese lugar que siempre se había reservado para él. Podría fingir
que no me encantan sus caricias en mi cara, fingir que no había hablado de cosas que
sabía que sólo había hablado conmigo, pretender que este lazo que compartimos fue
sólo un invento de mi imaginación.
Había tenido éxito en ocultar mis sentimientos por tantos años. ¿Qué había 122
cambiado?
Resistí el impulso de voltearme los ojos a mí misma.
El cambio estaba causalmente sentado en la barra de mi apartamento, su expresión
vigilante pero dolorosamente tierna al mismo tiempo. ¿Podría alguno de nosotros
olvidar alguna vez la conexión que habíamos formado, uno tallado en esas horas
perfectas gastadas sólo en mi habitación?
No. No yo.
Pero podría fingir.
Resignado, Jared volvió a Christopher. —Está bien. Voy a ir.
Con cautela, echa una mirada hacia mí de nuevo, sus ojos vacilantes mientras
revoloteaban sobre mi cara. Luego dejó caer su mirada a su taza medio vacía.
¿Era una tontería que estuviera emocionada porque vendría? ¿Una tontería que este
fuera el primer cuatro de julio en el que tenía ganas, de todos los años que había estado
desaparecido, porque este día de fiesta siempre había sido la nuestra?
Me arriesgué a levantar mi rostro para encontrar su mirada baja, el cabello
dejándose caer para cubrir su rostro hermoso.
Sí, supuse que probablemente eso era.

123
Capítulo 13
4 de julio 2002
H
acía calor. El sol brillaba, quemando todo a su paso, el cielo tan brillante
que dolía levantar la mirada. Sudor perló el cuello de Aly, y apartó el
flequillo pegado a su frente. Por lo que parecía la millonésima vez, metió
la pala en la tierra endurecida, apenas haciendo mella.

—Si vamos a hacer algún salto, vamos a necesitar mucho más tierra que eso, Aly —
dijo Christopher, frunciendo el ceño ante su progreso.

—Pero es duro. —Tanto el trabajo, como el suelo. Aly se sentía sin aliento, y una
ampolla amenazaba la palma de su mano derecha. Había estado ayudando a Jared y a
Christopher a construir su estúpida pista de bicicletas todo el día y no creía que pudiera
124
trabajar más tiempo. Pero si no trabajaba, sabía que Christopher todavía trataría de
hacerla irse a casa. A pesar de que tenía diez años, él todavía estaba siempre tratando
de mandarla. La única diferencia era que ahora que había crecido, no lo escuchaba
todo el tiempo.

—¡Christopher, Aly, Jared! —La cabeza de su mamá se asomó por encima de la


cerca del patio trasero mientras les llamaba—. ¡Vengan a casa! Nos estamos
preparando para irnos.

Gracias a Dios.

Christopher dejó caer sus herramientas, saltó sobre la bicicleta de Jared, y disparó a
través de la gran cantidad de vías que acababan de hacer, riéndose de ellos por encima
del hombro, dejándolos atrás.
—¿Siempre tienes que ser un idiota, Christopher? —le gritó Jared, lanzando su pico
al suelo—. Maldita sea —juró, pateando el suelo. Luego su atención se dirigió hacia
ella—. A veces quiero golpear la cara de tu hermano.

Aly se mordió el labio y sintió que sus mejillas se ruborizaban. Jared iba a estar
castigado si su mamá le oyera hablar así. Pero Aly estaba demasiado cansada como
para recordárselo. Dejó caer las manos sobre sus rodillas, inclinándose mientras
trataba de recuperar el aliento.

—¿Estás cansada, Aly Cat? —preguntó Jared, su indignación por el saqueo de su


bicicleta favorita se desvaneció. Christopher y Jared nunca peleaban por mucho
tiempo. Su mamá dijo que deberían haber sido hermanos, por la forma en que estaban
luchando un segundo y eran mejores amigos al siguiente.

Ella dejó escapar el aire caliente de sus pulmones. —Creo que me voy a desmayar.
—Realmente no lo creía, pero le gustaba cómo lucía el rostro Jared cuando pensaba

125
que algo estaba mal con ella.

—Vamos, Aly. Sube en mi espalda. —Se inclinó para que pudiera subirse.

Ella no lo dudó. Saltó a su espalda, envolviendo sus piernas alrededor de su cintura


y sus brazos alrededor de su cuello.

Empujándola alrededor, Jared la levantó más alto; luego se rió y corrió a través del
campo, tomándola por las piernas mientras ella ferozmente se aferraba a su cuello. Ella
rebotó contra su espalda mientras corría.

—Agárrate fuerte, Aly Cat. —Jared bajó y dio vueltas, y él se echó a reír en voz alta
mientras se elevaban.

Para Aly, no había mejor sonido.

—No te atrevas a dejarme caer, Jared Holt —gritó Aly cerca de su oído mientras él
corría a través del gran terreno, agachándose para escaparse de una rama de un árbol
mientras pasaban.

—No voy a dejarte caer, niña tonta.


Pero en realidad, ella ya lo sabía. Jared nunca le haría daño.

Él la levantó otra vez, y Aly se sostuvo con más fuerza. Cuando estaban sólo ellos
dos de esta manera, su estómago se sentía chistoso, ligero, emocionado y un poco
asustado; y sabía que debía ser un verdadero secreto porque instintivamente sabía que
nadie más debería saber. Y menos aún, Jared.

No quería que él se riera de ella.

Él la dejó caer sobre sus pies en el agujero en la valla. —A que llego antes a tu casa
—retó Jared antes de echarse a correr.

Aly casi se mantuvo, el agotamiento de antes casi olvidado. Sus piernas habían
crecido mucho. Era casi tan alta como Christopher. Su madre dijo que no iba a durar,
que los chicos tenían su racha de crecimiento más tarde, y le había dicho a Christopher
que no se preocupara de que su hermana pequeña lo pasara.

Aly y Jared irrumpieron en la casa, cada uno trepando a ponerse al frente del otro.
La puerta principal golpeó contra la pared con un ruido fuerte. 126
—Oigan, ustedes dos —gritó la madre de Aly desde la cocina—, tranquilícense
antes de que rompan algo.

La madre de Jared, Helene, gritó aún más fuerte—: ¡Jared! ¿Qué te he dicho acerca
de jugar rudo en la casa? Eso es para el exterior.

Pero Helene estaba sonriendo cuando entraron en la cocina. Cariñosamente le


revolvió el pelo a Jared mientras pasaba, y luego se volvió de nuevo para apilar los
recipientes de los alimentos en una cesta para el picnic.

El caos gobernaba la cocina. El padre de Aly, Dave, arrastró sillas plegables desde el
patio trasero, mientras que sus mamás ponían todo lo que necesitaban en bolsas de
papel, gritándoles a los niños que arreglaran sus cosas. Jared, Christopher y Aug
rellenando sus bolsillos con petardos y bengalas.

Aly amaba el zumbido de emoción en el aire.

El Cuatro de Julio era uno de sus días preferidos.


—Jared, ¿crees que podrías ayudarme?—preguntó Helene mientras maniobraba la
canasta desde el mostrador y se la sostenía para que él la tomara.

—Claro, mamá. —Él se acercó a ella, le sonrió mientras tomaba las asas en sus
manos.

—¿Lo tienes? —le preguntó ella, sus manos, preparadas para ayudarle a conseguir
un mejor agarre si fuese necesario.

—Sí.

—Gracias, oso —dijo con una sonrisa amable. Se volvió a tomar a la pequeña
hermana de Jared, Courtney, de la mano y agarró una bolsa de papel con la otra.

El papá de Jared, Neil, levantó una hielera del suelo y la equilibró contra su
estómago. —¿Todo el mundo listo? Tenemos que irnos si es que vamos a conseguir un
buen lugar.

127
—Listo —dijeron todo el mundo casi al unísono.

Todos ellos salieron por la puerta principal y se amontonaron en la vieja camioneta


que la mamá de Aly conducía. Los niños estaban apretados en el asiento trasero, el
brazo de Jared apretado firmemente contra el de Aly.

—¿Estás emocionada? —le preguntó mientras la miraba.

Ella rebotó un poco, incapaz de contener lo emocionada que estaba. —Los fuegos
artificiales es mi parte favorita.

La sonrisa de Jared era suave. —La mía también, Aly Cat. La mía, también.
Capítulo 14
Jared
E
l crepúsculo extendió sus dedos a través del patio. Naranjas, rojos y
dorados se levantaron, desde el borde del lejano horizonte, rayos
brillantes rayando a través del cielo para entrar en conflicto con el azul
menguando mientras toda la luz se aspira del cielo. Algunas de las estrellas más
brillantes habían comenzado a dejar su huella por encima del entintado dosel.

Y hacía calor. Realmente un jodido calor insoportable.

Tiré de mi camiseta por el cuello, con la esperanza de encontrar algún tipo de


aligeramiento. Presioné una botella de cerveza fría en mi mejilla en busca de alivio. 128
Las voces eran demasiado fuertes y muy despreocupadas, la multitud riendo y
charlando. Un flujo constante de gente había llenado poco a poco el patio trasero de
Timothy más allá de su capacidad.

Yo mismo me había escondido en los rincones más lejanos del patio, ocultando mi
malestar en una botella de cerveza mientras hago todo lo posible por ignorar los
constantes impulsos que me empujan y punzan, advirtiéndome de que sería un buen
momento para huir. He desarrollado este perfecto radar, un sistema de alerta que me
dice cuándo agarrar mis cosas y salir.

Estaba a todo volumen ahora.

Con una dura sacudida en mi cabeza, corrí una mano a través de mi cabello y froté
los músculos tensos enroscados en la base de mi cuello. Si había algún posible lugar en
esta tierra donde pudiera sentirme confortable, esto definitivamente no lo era. Metido
en una fiesta llena de gente donde Aly y Christopher se habían llegado a conocer, con
sus amigos. Todo el mundo parecía conocerse y riéndose sin restricciones y hablaron
como si se conocieran desde hace años. Estas personas fueron todas las que se
reunieron después de que me había ido y había sido borrado de sus vidas.

Pero ¿cómo demonios podría decir que no? Quiero decir, traté de negarme, para
llegar con una aceptable excusa para convencer a Christopher que esto era una mala
idea. Pero él insistió.

Y la verdad era, que jodidamente la echaba de menos. Tanto que se había convertido
en este aplastante peso en mi pecho y una carga agobiante sobre mis hombros.

Nada era correcto. Pero estar sin ella sólo se sentía mal.

Las dos semanas que había pasado escondido detrás su puerta habían sido las dos
mejores de mi vida. Casi me había sentido como si yo le perteneciera.

Casi.

Ese era el problema, realmente. Estaba demasiado cómodo, me sentía muy a gusto, 129
había permitido muchas palabras imprudentes pasar por mi boca.

Peor aún me había vuelto demasiado acostumbrado a lo increíblemente bien que


ella se sentía yaciendo junto a mí.

Había llegado a quererlo. Necesitarlo. Y estaba mal. Fue la locura y la estupidez


todo en uno, el egoísmo en extremo. Pero yo la quería. Dios, yo la quería. Tan mal
que había ignorado mi conciencia y me colé en su habitación después de la noche,
sumergido en su comodidad, y tomado de la chica que era tan buena y amable. Aly me
había dado la bienvenida en su cama como si eso fuera exactamente donde se suponía
que debía estar.

Como ella confiaba en mí.

Me pregunté qué pensaría si pudiera meterse dentro de los rincones oscuros de mi


mente, si pudiera presenciar las fantasías de ella que me mantenía oculto de allí. Si ella
pudiera ver ahora lo depravado que realmente era. ¿Cómo podría yo estar allí a su lado
y fingir que era sólo su amigo, mientras escuchaba el acento gutural de su gruesa risa
e imaginando como sería tenerla expuesta, ¿teniendo todo esto? Enterrándome en
ella… su carne, dulce sudor y hasta la última gota de placer que sabía que iba a
encontrar en la ternura de sus caricias. Yo había ido tan lejos como para imaginar la
manera exacta de sus labios al separarse y la expresión que harían sus intensos ojos
verdes.

Negué con la cabeza para ahuyentar las visiones invadiendo mi mente.

Voy a destruirla.

Mis ojos recorrieron el patio, pasando sobre el grupo de amigos hormigueando en el


espacio. Agua derramada de la piscina, aumentando, y derramándose sobre el lado del
movimiento de los cuerpos que buscaban un refugio del calor. Todo el mundo vestía
trajes de baño o pantalones cortos y sandalias, y aquí yo sentado con mis jeans y botas.

No es que me importara lo que pensaran de mí. Christopher me había presentado a


casi todo el mundo, me pasaba por el patio mientras cantaba mis alabanzas. El chico 130
era genial, eso era seguro. Él podría tener sus propios problemas, pero sin duda tenía
mi apoyo. La mayor parte de la gente me miraba con indiferencia o leve interés. Unas
cuantas chicas se me habían acercado en la última hora que había estado sentado aquí
solo. Pero ninguna de ellas era la razón por la que estaba sometiéndome a este abuso.

La encontré bajo la sombra de un árbol. Ella estaba con la misma ropa que se había
puesto la primera noche que la había visto, una camiseta sin mangas de color rojo con
las cintas verdes de su bikini asomándose y envuelto alrededor de su cuello, la parte de
abajo cubierta en pantalón corto blanco. La chica era la perfección personificada. Cada
centímetro. Cada curva. Ella se estaba riendo y hablando con Megan, una de las
amigas que me había presentado antes.

Busqué el rostro de Aly. Con una casual simplicidad que había tomado mientras
disfrutaba de la puesta del sol. Tal vez eso es lo que más me atrajo de ella, el hecho de
que ella era genuina, carente de toda la mierda superficial que parecían tener muchas
de las chicas que se arrastraban al patio trasero. Pero ella también era divertida, fácil de
sonreír. Por no hablar de que era sin duda la chica más sexy que jamás hubiera visto.

Ella echó la cabeza hacia atrás mientras se reía, exponiendo su cuello cremoso.
Cabello oscuro cayendo sobre su hombro desnudo exquisito y rodó sobre su espalda.

La lujuria se acumuló a través de mi estómago y apretó el abismo de mi conciencia.

Dios.

Dejé caer mis ojos a las botas llenas de suciedad.

Ella había conseguido meterse bajo mi piel y ya no podía pensar con claridad. Si al
menos hubiera tenido la fuerza para poner un alto a esas noches torturándome porque
no me llevaban a ninguna parte buena… y rápido. Lo que debería hacer era acabar con
todo, empacar mis cosas y salir antes de dejar atrás la inevitable ruina. Era como si
pudiera sentirla construyéndose. Destrucción. Nunca pasaría los límites. Me seguía
dondequiera que iba. Pero las dos últimas semanas que existía a través de los días,
evitándola tanto como podía mientras deseaba nada más que estar cerca de ella, había
131
hecho lo imposible para irme.

Así que la había tomado desde lejos.

La observé en los momentos en que ella no sabía que yo estaba allí, trazando su
rostro con mis ojos en lugar de mis dedos, me odiaba a mí mismo un poco más.

Yo era la peor clase de cobarde porque me quedé cuando sabía que debía irme.

Risa gutural flotó a través del patio, un recordatorio inminente de su presencia. Con
mis codos sobre mis rodillas, apenas levanté la cabeza y robé otra mirada en su
dirección. Desde abajo de la protección de mi cabello, vi que charlaba con el grupo que
había aumentado a su alrededor.

Mi atención cambió mientras un tipo que nunca había visto antes llegó a través de
la gran puerta del patio. No tenía que mirar lejos cuando el pendejo se coló por detrás
de ella y la levantó sobre sus pies.
Liberando un pequeño chillido de sorpresa, ella sacudió sus pies descalzos en el
aire. Él se rió y le dijo algo al oído. El imbécil apenas la había vuelto a bajar cuando
él le dio la vuelta y la estaba asfixiando en sus malditos brazos.

Incontrolablemente, mis manos se flexionaron en puños, el afilado de mis de mis


dientes rechinando en mis oídos. Algo golpeó en mi pecho desatándose, y se trataba de
la sensación más jodidamente desagradable que jamás había experimentado.

¿Quién diablos es este tipo?

Por mi bien... o por el suyo... ella se soltó así misma, porque yo estaba condenado a
punto de perderlo.

Jodido Christopher, me había metido en esta mierda. Debí haberlo sabido mejor,
saber que Aly tenía una vida fuera de las horas que pasamos encerrados detrás de su
puerta.

Necesitando un respiro, me di la vuelta y traté de concentrarme en algo menos atroz


que la escena que se desarrollaba con Aly. Al otro lado del patio, me encontré con
132
Christopher alcanzando a su próximo objetivo, esta pequeña morena con enormes
tetas y su redondo culo. Una risa sutil rodó de mi lengua. Él era implacable. Vi como
él coqueteaba con ella, pasó el dedo debajo de su mandíbula, la hizo sonreír. Tuve que
admitirlo, el chico era bueno.

Pero una distracción sólo no podía durar tanto tiempo. Jugueteando con pereza en
los bordes de la tapa mi cerveza, finalmente me rendí y volví mi atención a Aly. El
pendejo se había acercado a ella, juntándose pareciendo como sí se pegara a como una
idea de último momento. Sus dedos se deslizaron alrededor de la espalda de ella.
Incluso desde la distancia, sabía que estaba sobando su costado.

Vacié el resto de mi cerveza. Ese sistema de alerta interno rugió. Parecía un buen
momento para hacer mi salida. Yo no estaba preparado para presenciar esta mierda.

Permaneciendo de pie, tiré mi botella en un cubo de basura que desborda y me giré


para salir. Me congelé en medio paso cuando vi que Aly hacía su camino a través de la
multitud, tomando el camino hacia mí. Había algo en su expresión, algo totalmente
triste, serio y demasiado sexy que me tenía todo con picazón e irritado. Mi mandíbula
se apretó mientras ella se acercaba, y como que quería arremeter contra ella por tener
la capacidad de hacer que esto me incomodara.

—Hey —dijo ella, deteniéndose a medio metro de mí, con la barbilla inclinada
hacia arriba, su rostro buscando el mío. La luz del porche refleja el esmeralda de sus
ojos. El malestar se mezclaba con el calor, y ella se movió en sus pies. Sabía que yo la
había estado observando—. ¿Qué estás haciendo ocultándote aquí? —Me esforcé para
parecer despreocupado y encogiéndome de hombros con indiferencia—. Nada. Sólo
quería despejarme.

Decepción brilló en sus ojos. —¿Qué? —Ella avanzó hacia adelante, invadiendo mis
sentidos con su suave esencia, de coco, fresco y chica abrumadoramente… todo lo que
había tratado de deshacer de mi cerebro durante las últimas dos semanas—. No puedes
irte ahora —argumentó—. Los fuegos artificiales van a empezar en unos diez minutos.
Jared —dijo ella, su voz inquieta—, yo tenía muchas ganas de verlos contigo. —Una 133
suave mano se movió y rozó mi lado, y ella casi susurró, sus labios carnosos se movían
lentamente mientras hablaba, como si fuera nuestro mayor secreto—. Son nuestros
favoritos. ¿Lo recuerdas?

Maldita sea.

Arranqué una mano moviéndola a través de mi cabello, miré por encima del
hombro a su grupo de amigos, los ojos del pendejo, quien miraba el culo de ella.

Ella debe haber visto la excusa que estaba tratando de trabajar en mi cabeza porque
de repente me apretó la mano. —Por favor, Jared. Sé que las cosas han sido raras entre
nosotros, pero tenía muchas ganas de pasar esta noche contigo. Incluso si es sólo por
los viejos tiempos. —El sonrojo coloreo sus mejillas, como si admitiera que le causaba
algún tipo de vergüenza. Pero aun así siguió adelante. —Significaría mucho para mí.

—Aly... —dije tranquilamente, justo bajando mi respiración.


—Por favor —susurró. Luego sonrió y dio un paso atrás—. Deja que te traiga otra
cerveza.

Ella no esperó por mi respuesta, por mi acuerdo de que me quedaría, porque ya


sabía que lo haría.

¿Había tenido siempre este tipo de poder en mí? Un brillo de su sonrisa y un roce de
su mano y ¿la chica se salió con la suya? Los recuerdos se arremolinaban en mi mente
como el torbellino que era ella, la pequeña niña que apenas tenía que mirarme y yo ya
sabía lo que quería o necesitaba. Mamá una vez me dijo que Aly me había envuelto
alrededor de su pequeño dedo. Se había equivocado. Aly me había sostenido en la
palma de su mano.

—Está bien —murmuré mientras ella se alejó. Cruzó el patio a una hielera que
permanecía al otro lado. Levantando la tapa, se inclinó y desapareció detrás de este.
Dejó caer su cerrándolo. Algo dentro de mí se agitaba cuando ella sonrió a través del
patio volviendo su rostro en mi dirección. Hizo estallar la tapa y la arrojó a la basura,
ella me hizo una seña para que me uniera a ella haciendo un tic con la cabeza.
134
Suspirando, cedi porque no tenía ni puta idea de cómo decirle a esta chica que no.
Poco a poco, crucé el espacio, nunca deje caer mi mirada mientras me acercaba, y
acepté la cerveza que tendió hacia mi ofreciéndomela. —Gracias —dije.

—De nada. —Ella se retorció fuera de su cabina y golpeó el cuello de la botella con
la mía. —Por los viejos tiempos.

Bajé mi respiración, me reí y le dije—: Por los viejos tiempos —a pesar de que había
una gran parte de mí que no compartía el sentimiento. Los viejos tiempos no me
habían hecho sentir así, como si quisiera envolverla y esconderla. Ellos no causaron
que mi sangre punzara en mis oídos y me daban ganas de quitar esa sonrisa petulante
de la cara del pendejo cuando la miró.

Bueno, tal vez eso no era del todo cierto.

Protegiéndola siempre ese era mi trabajo.


Pero ahora era claramente por diferentes razones.

Él había comenzado a hablar con alguien más, pero aun así se las arregló para
mantenerla en su línea de visión, un arrastre sutil de sus movimientos, cada
movimiento contado y calculado, como si evaluara cuando él iba a hacer
su movimiento.

Posesividad se alzó en una ola y se estrelló en mí ser.

Sí, tal vez Aly tenía razón. Yo no necesito ir a ninguna parte. Aquí estaba
exactamente donde se suponía que debía estar.

—Ven aquí, quiero que conozcas a algunos de mis otros amigos. —Aly me tomó de
la mano y me llevó al grupo de personas que habían estado antes con ella de pie.

Un escalofrío me recorrió con sólo ese toque.

La frente del pendejo subió a la línea del pelo cuando nos vio caminar hacia ellos,
de la mano. Aly me presentó a un par de nuevos amigos que habían llegado, un par 135
de chicas que eran obviamente demasiado coquetas y un tipo llamado Sam. Apenas les
reconocí porque no podía soportar la sensación de los ojos del pendejo itinerantes
sobre mí mientras me barría. Podía sentir considerarlo, incluyéndome en el mismo
soplo que me dejó, juzgando.

Nada me molesta más que las personas haciendo suposiciones que no tienen
derecho a hacer.

Aly se volvió hacia él e hizo un gesto entre nosotros. —Gabe, este es Jared. Fue uno
de mis mejores amigos en la infancia. —Vacilante, ella me miró—. Jared, Gabe.

Gabe. Por supuesto, el pendejo era Gabe. El mismo tipo que trató de conseguir que
“saliera” con él en medio de la noche. Qué apropiado.

Tendí mi mano en frente de mí. —Encantado de conocerte, Gabe.

La agito, apretando con fuerza. Una advertencia. —Igualmente —dijo, su voz


tensa.
Quería reírme. Tenía que estar bromeando conmigo. ¿Me estaba advirtiendo?

Mirándolo hacia abajo, aplasté su mano con mi agarre, silenciosamente


prometiéndole que haría cualquier cosa para mantener Aly segura. A salvo de él. A
salvo de mí. A salvo de cualquier persona que siquiera por un minuto pensó en jugar
con ella. Claramente, este idiota no la merecía más de lo que yo lo hice. Lo pude ver
allí, escrito por toda su cara santurrona y en sus ojos, el acto de chico bonito bien
jugado. Perfeccionado.

Inesperadamente, mi mano se cerró en la suya ante la idea de él con Aly nadando a


través en una de mis visiones como una película de terror de mierda que realmente no
quieres ver, pero no puedes apartar la mirada, la clase de terror donde hay sangre,
tripas, y nadie sale con vida. Cuando yo era un niño, siempre me daban pesadillas
hasta que la causa de mis pesadillas se hizo real y absolutamente insoportable.

Pensando en ella con él se sentía más o menos lo mismo.

Me aparté de él, y Aly tomó mi mano de nuevo. —Vamos, vamos a buscar un buen 136
lugar para ver los fuegos artificiales.

Con su voz, aleje las imágenes, me volví y sonreí tiernamente hacia ella, ignorando
al chico cuya mirada quemaba en la parte posterior de mi cabeza con su absoluto
odio.

En lugar de ello me he centre en sus palabras, que sonaba tan condenadamente


lindo, como solían ser, cuando corríamos por delante de nosotros mismos para
encontrar el mejor lugar en el parque. Solíamos estar tan cerca que sentíamos los
fuegos artificiales retumbar a través de nuestros cuerpos, y tuvimos que esquivar los
pequeños pedazos de cenizas de papel que volaban desde el cielo.

Ella me llevó a un sillón que estaba colocado a la intemperie en la hierba. Se aventó


a mi lado y sonrió. —Toma asiento.

Arqueando una ceja, le sonreí pero hice lo que me dijo. Me senté de lado con mis
pies en el suelo. Aly se posó en la hierba, e instintivamente mis rodillas se abrieron
para dejar espacio para ella. Anidándola entre mis piernas, se movió un poco para
descansar su cabeza en el interior de mi muslo. Entonces lanzó un suspiro entrecortado
como si ese fuera el único lugar en el que ella quería estar, murmurando—: Estoy tan
contenta de que estés aquí, Jared.

Deseo recorrió cada centímetro de mi piel y se agrupo en mi estómago. No había


nada que pudiera hacer para detenerlo, la manera en que estaba habituado a su
pequeño toque, al suave sonido que salía de su boca, al olor de su cabello que se había
convertido permanentemente arraigándose a mi mente.

La noche cayó aún más, recorriendo a través del cielo, y la oscuridad se profundizó
el silencio envolviéndonos a Aly y a mí encontrándonos. El calor no había bajado en lo
más mínimo, la calidez del día empezaba a disiparse en la sobrecarga de cúpula como
la tinta.

La mayoría en el patio se había tranquilizado y tomado sus lugares para observar el


cielo, anticipando el espectáculo que estaba a punto de comenzar. Todos los demás se
destiño en la oscuridad, y en ese instante sólo éramos nosotros dos.
137
Aly saltó con el primer boom. Que retumbó a lo largo de la superficie de la tierra,
vibrando por debajo de nosotros, y un largo silbido agrietándose antes de que explotó
el color en el cielo justo a la distancia.

Tranquilamente se quedó sin aliento, el camino que había hecho lo que parecía
como un millón de veces antes. Un recuerdo perfecto de ella como una niña de pronto
superó a mi mente. Las puntas de sus delicados dedos se movieron lentamente a su
boca mientras miraba con asombro.

Yo era incapaz de hacer nada sino colarse en el filamento en mis dedos en su


cabello, para atarme a mí mismo a ella, incluso si fuera sólo por este momento. A
pesar de que yo había sido él que me alejé de ella, en ese momento se sentía imposible
dejarla ir.
Rojos, azules y blancos corrían desde el cielo, iluminaron la oscuridad anterior,
aumentado en intensidad, luego cayeron ante la próxima ola que estalló en una
electrizante emoción.

Sangre tronó a través de mis venas. Había pasado tanto tiempo desde que había
sentido este acercamiento con alguien. Una parte de mí lo combatió, sabía que debía
alejarla. La parte dominante de mí sólo quería quedarse, aunque fuera por un poco
más de tiempo. Había estado solo durante tanto tiempo. ¿Estaba mal alejar esos
recuerdos, algo a que aferrarse cuando yo me filtraba en la nada?

Cambiando su peso, Aly se hundió más profundamente en mí. Su cuerpo ardía en el


mío; su cabeza presionada en mi muslo. Inclinó la cabeza hacia atrás y me miró con
ojos melancólicos, me miraba con bondad, con un anhelo de las cosas que habían sido
en el pasado, con la idea de lo que nunca podría ser.

Miré hacia ella.

Y yo sabía que estaba mal, que yo sólo estaba haciendo las cosas peor, prolongando 138
lo inevitable, pero en ese momento no me importaba.

Con una sonrisa pensativa besando su boca, antes de que ella se moviera más arriba.
Se acurrucó más cerca, su hombro caía por debajo de mi pierna para que su cuello se
acurrucara contra mi muslo. Su mano rozó mi rodilla y mi pierna antes de que ella
envolviese firmemente su brazo alrededor de mi pantorrilla. Su mano se apretó allí, y
mis dedos encontraron su camino a su nuca, retorciéndose en los finos cabellos y
haciéndole cosquillas en la piel. Un pequeño gemido escapó de su boca mientras
masajeaba mis dedos sobre la base de su cuero cabelludo, que corría hasta la parte
posterior de las orejas y hacia abajo de nuevo.

Como si esto no fuera agonizante, teniendo lo que quería más en mis manos y
sabiendo que ella estaba completamente fuera de mi alcance.

Intocable.
Pero en ese momento ella era mía. Así que me rendí, tomé un poco más, me incline
hacia delante, y enterré mi nariz en el delicioso maldito coco de su cabello. Respirado
la vida y la sustancia y todo lo que era Aly.

Quería recordar.

Sus dedos se cerraron en mi pierna, rogando justo tan desesperadamente que mi


cuerpo rogaba por la de ella, y me sentí excitado, atado. Me dolía, necesitaba y me
sentí como si fuera a perderme mi mente.

Los fuegos artificiales llenaron el cielo, este constante bombardeo que iluminaba la
noche. Los sentí más como se veían tejiéndose con la intensidad impactante que
irradia de Aly, un sentimiento que se aceleró a través de mis venas más rápido que
cualquier otro que jamás haya experimentado. El final de arriba volvió a la vida,
golpeó a través de mi sistema, poniendo mi piel en llamas.

Apreté mi agarre sobre ella, mi nariz detrás de su oreja, quería tomarlo todo.

—Aly —susurré de mi boca.


139
Escalofríos rodaron por su columna vertebral en una ola palpable.

Los fuegos artificiales reventando y agrietando, una rápida sucesión de auges y ríos
de fuego, y un estallido de aplausos se alzaron desde el patio lleno de gente.

Alguien a nuestro lado silbó y aplaudió, y por un segundo, sostuve Aly un poco más
apretada.

El último de los fuegos artificiales parpadeó anteriormente mientras la oscuridad


volvió a caer a través del cielo. Las luces del patio se encendieron. La gente movió sus
pies y empezaron a dispersarse con conversaciones a nuestro alrededor.

Eso fue todo lo que se necesitó para romper el hechizo bajo el que me tenía Aly. Me
senté de nuevo liberando sus dedos. Ella se enderezó, miró al frente como si hubiera
sido afectada tanto como yo lo había estado, mientras yo luchaba por recuperar cierta
compostura.
Porque por dentro estaba destrozado.

Tuve que contenerme a mí mismo de saltar cuando levanté la vista para encontrar a
Megan de pie delante de nosotros, extendiendo su mano para Aly. Preguntas corrieron
por el rostro de la chica, sus ojos se movían entre Aly y yo. Ella pareció vacilar antes
de hablar. —¿Quieres venir a nadar conmigo?

La confusión rodó de Aly en oleadas, una pesada vacilación en sus movimientos


antes de que finalmente aceptara la mano de su amiga. —Seguro.

Megan tiró de Aly mientras la ayudó a ponerse de pie, aunque la chica logró
mantener un ojo firmemente arraigado en mí.

Aly sacudió sus pantalones cortos, su expresión vigilaba cuando ella me miró. Pude
ver la pregunta que silenciosamente ella se preguntaba con sus ojos.

¿Qué fue eso?

Yo solamente parpadee bajo la tenue luz, porque tampoco yo sabía. Todo lo que 140
sabía era que me sentía como si algo estuviera siendo arrancado de mí cuando ella se
alejó.

Aly siguió a Megan hasta el borde de la piscina. Su amiga arrancó el vestido de


verano que llevaba sobre la cabeza, riendo mientras saltaba en la piscina. Ella se
balanceaba a la parte superior del agua. —Estas lista, ¿o qué? —llamó ella a Aly.

—Sí, sí... —La inquietud goteaba de la boca de Aly en una pequeña risita—. Sabes
que necesito un poco de tiempo para trabajar en esto.

Megan rió. —Eres como un bebé. Entra aquí.

Me sentí como un idiota porque no podía mirar hacia otro lado cuando los dedos de
Aly se movieron hasta el dobladillo de la parte superior de su playera y lentamente
levantó su cabeza para exponer la piel cremosa de su espalda, vi como ella se
desabrochó su pantalón corto y los dejó deslizarse al suelo. Salió de ellos y los empujo
con el pie a un lado.
Mierda.

Aly era... indescriptible. Con curvas, delgada y flexible, a la vez fuerte y delicada,
como esta pintura que no debería ser posible, una que se llevó tu aliento a medida que
la mirabas con asombro.

Metió los dedos de sus pies en el agua, sus largas piernas sumergiéndose lentamente
mientras bajaba las escaleras en la piscina. El agua se veía negra, reflejos de luz que
reflejaban las ondas. El cabello largo de Aly pareció justo tan negro mientras se
deslizaba en las profundidades del agua. Su voz era suave mientras hablaba con su
amiga, y Megan le salpicaba un poco. Aly la salpicó de vuelta.

Fue muy lindo, también, la manera en que las dos parecían entenderse. Aly había
hablado de ella varias veces, y fue genial conocer finalmente a la chica con la que Aly
parecía ser tan cariñosa.

Fue entonces cuando el pendejo hizo su movimiento. Él saltó y sumergió a Aly bajo
la superficie. Un segundo después, ella salió disparada desde debajo del agua, 141
quitándose el cabello de la cara.

—¡Gabe! —gritó ella. Le dio un puñetazo en el hombro y se echó a reír—. Eres un


idiota.

Él la empujó, luego tiró de la masa de pelo mojado pegado a su espalda, y yo podía


sentir lo que suponía su reclamo, moviéndose. Ella lo empujó de regreso.

La hostilidad hería a través de mí, cada músculo de mi cuerpo estirándose al


máximo.

El cabrón tenía unos diez segundos para dejarla antes de que arrancara su culo si no
dejaba de tocarla.

La peor parte fue la alegría en sus acciones, esta despreocupación que compartía
con él. “Es como que hemos estado viéndonos durante los últimos dos meses. Me cae bien,
supongo.” ¿Esto era a lo que ella se refería? ¿Su bien?
Ella salpicó alrededor con él y Megan, riéndose mientras me sentaba allí fumando.
Mis puños apretados. Tanto como quería sacarme los ojos, no podía apartar la
mirada.

¿Tenía ella alguna idea de lo que estaba haciéndome?

Yo sabía que yo era él que había empezado este juego, le había dicho todo lo que
estaba pasando entre nosotros teníamos que llegar a un término, a pesar de que fuera
lo que fuéramos nos etiquetaríamos como amigos. Los tontos caen en ese tipo de
trampas. Sabíamos que iba mucho más allá de la amistad, a pesar de que era la razón
por la que la amistad era tan sólida.

Bajo mi aliento, la risa burlona subió a mi garganta. ¿Quién era el tonto ahora? Yo,
sentado aquí sintiendo como que podría perder mi mente porque después de que el
infierno sólo sucedía entre nosotros durante los fuegos artificiales, mirándola con él
ahora se sentía como si hubiera estado lanzando puñetazos en mi estómago.

Pero ¿qué me debía ella a mí? 142


Mierda. Yo pase mis manos por mi pelo, quería gritar, reclamar que ella me
pertenecía porque nadie me conocía de la manera en que ella lo hizo. Era la única que
sabía cómo lograr entrar dentro de mí. Lo había logrado tan fácilmente. En ese
momento yo la odiaba por ello.

Gabe se sumergió bajo el agua y salió justo en frente de ella. Él se movió, la broma
se instaló a su lado mientras él se acercó a ella como si la conociera.

La ira atravesó mi interior, y temblando, dolía por der rienda suelta a la agresión en
el rostro del pendejo, porque no podía soportar verlo acercándose a ella. La lucha
había sido siempre una liberación. Pero esto era diferente. Esta fue una necesidad.

Los celos se agitaban y mis pies se movieron debajo de mí antes de que yo supiera
como detenerlos. Pero me detuve en el borde del patio cuando vi a Aly
murmurarle algo y desaparecer bajo el agua. Ella emergió ante los escalones y los
subió uno por uno. El agua goteaba por debajo de su largo cuerpo. Agarró sus cosas
del suelo y se envolvió en una toalla. Cautelosamente ella me miró con ojos tristes
antes de dirigirse adentro, como si tal vez hubiera alguna forma de que ella supiera que
acababa de pasar los últimos diez minutos torturándome.

Era jodidamente cruel, a pesar de que no había una posibilidad de que ella supiera
lo mucho que me afectó.

La observé retirarse a través de la puerta corredizas.

¿En que estaba pensando? ¿Al hacer esto? ¿Permití que mis pies se movieran? Pero
eran, mis pisadas pesadas mientras cruzaba la pequeña manta del césped y cruce a
través de los grupos de personas que se amontonaban en círculos por el patio.

Desde una distancia segura, yo la seguí dentro. Música sonaba desde la sala de
estar, las luces se apagaron, las habitaciones llenas de pared a pared con gente
amontonada, rostros, cuerpos y el movimiento en el que yo no quería formar parte.

Sólo quería a Aly.


143
La necesidad era cegadora, sin embargo era todo lo que podía ver.

Viendo su cabeza moverse a través de la multitud, la vi girarse y dirigirse a través de


un pasillo. Desapareció en una puerta de la derecha. La seguí y me detuve frente a la
puerta cerrada. Me paseé por la oscuridad, la agitación me hacía sentir algo que nunca
había experimentado antes. Yo sabía que era ella, que se las había arreglado para abrir
algo dentro de mí que nunca debió haber sido puesto en libertad. Detrás de la puerta,
el agua corrió y ropa crujió.

Todo lo que podía pensar era Aly al otro lado, su cuerpo mojado y esos ojos tristes.
En todo lo que podía concentrarme era la furia en mi corazón y la locura que ella
había lanzado con toda velocidad a través de mi mente.

La puerta se abrió, y Aly se enderezó con sorpresa cuando me vio allí. Una sonrisa
confundida alumbró su boca, y susurró—: Jare... —Antes de que mi nombre muriera
en sus labios cuando notó la expresión en mi cara. Ella se movió de un pie a otro,
parpadeando mientras la duda bailaba en el calor de sus ojos verdes.
Control escapaba de mí, dejándome en una completa pérdida mientras miraba
fijamente a la chica.

Y eso fue estúpido, tan jodidamente estúpido, codicioso, y egoísta, pero la tomé. La
levanté por la cintura, la hice girar y la pegué contra la pared con mis caderas.

Aly jadeó.

Y como había imaginado la primera vez hace un mes atrás, esas piernas perfectas
estando envueltas alrededor de mi cintura. Con mi nariz perdida en la dulzura debajo
de su mandíbula. Me aplasté contra ella, y gemí en voz alta, porque incluso a través de
nuestras ropas, nunca había sentido algo mejor que el cuerpo de Aly presionado al
mío.

Ella lloriqueo y entretejió sus dedos a través de mi cabello.

Dejé un rastro con las palmas de mis manos a lo largo de sus muslos, mi corazón
estaba latiendo tan malditamente fuerte que estaba seguro que iba a golpear a través de
mi pecho.
144
Mi boca buscó la suya, duro y demandante. Sus labios eran suaves y complacientes.
Profundicé el beso, porque sabía que este sería el único sabor de Aly que podría
conseguir. El deseo surgió, me inundó, y cada centímetro de mi cuerpo se endureció.
Me tense contra ella, retrocedió en busca de aire cuando susurré su nombre.

—Jared —cayó desde su boca. Sus ojos desorbitados, antes de que volviera, y
succionara mi labio inferior. Su dulce lengua salía para burlarse de mi piel.
Devolviéndole el beso, consumí su boca con la mía.

Ella apretó sus piernas alrededor de mi cintura, desesperación emanando de ella,


mientras luchaba para traerme más cerca, con hambre en sus ojos e impaciencia en su
toque. —Jared.... por favor. —Sus dedos presionando en mis hombros.

Mi cabeza daba vueltas y mi pulso estaba acelerado. Quería devorar cada


centímetro de ella. Sobreexcitado, mis sentidos estaban sobrecargados, abrumados;
todo se aceleró, se frenó y se amplificó
La realidad volvió, golpeándome.

No.

Arranqué mi boca de ella, jadeando, mis ojos se volvían frenéticos a medida que
recorrían su rostro.

Ella enterró sus dedos en mi piel, suplicando.

No.

Me acerque de nuevo, forzando a sus piernas a dejarse libres, la sostuve de su


cintura, sus rodillas débiles mientras luchaba para mantenerse en pie, cuando cayeron
al suelo.

La estabilicé antes de presionar mis manos en sus hombros y me obligara a mismo a


volver atrás.

Sus dedos revolotearon hasta tocar sus labios, al igual que lo habían hecho cuando
el primero de los fuegos artificiales había cubierto el cielo. —¿Jared? —Llegó baja, una
145
pregunta entrecortada susurrada en la penumbra de la sala sofocante.

—Mierda —murmuré, tropezando lejos de la chica que tenía tanto poder sobre mí,
la única que podía empujarme lejos de cada pensamiento racional.

No la merezco.

Nunca podría, no importa lo jodidamente mal que la necesitaba.

Dolor la envolvió apretadamente, igual de fuerte como ella envolvía sus brazos
protectoramente sobre su pecho.

¿Que había hecho?

Negué con la cabeza mientras me alejaba. —Lo siento mucho, Aly.


Volviéndome, pasé rápidamente por el pasillo, me abrí paso a través de la multitud
de cuerpos sudorosos, y emergí fuera de la puerta, jadeando en el aplazamiento del
espeso aire nocturno.

El dolor me golpeo con fuerza, con tanta claridad, como si mis ojos estuvieran
cerrados y me encontraba viviéndolo otra vez, el día en que todo se destruyó, tomó la
alegría de mi familia, el día en que ella había muerto y tomo mi alma con ella.

No puedo lograr tener esto.

A las 11:17 de la noche siguiente, puse la llave en la cerradura y gire el pomo. No


había vuelto al departamento anoche. Estar frente a ella después de lo que había
hecho, se sentía imposible, porque sabía que lo que tenía que hacer ahora. No había
otra forma de evitarlo. Lo había jodido todo, lo arruiné, de la forma en que siempre lo
hacía. Y hora era tiempo de pagar.

Un dolor profundo clamaba en mi pecho cuando entre por la puerta y en la luz


tenue del apartamento, la única iluminación filtrándose desde la pequeña luz debajo 146
del microonda en la cocina. Esta sería la última vez que entraría allí.

Y honestamente, eso me ponía malditamente triste porque en el último mes había


sentido como algo, como si no estuviera sólo viviendo, allí había algún tipo de
propósito para todo.

Solamente me había estado engañando a mí mismo, porque siempre había sabido


que esto llegaría.

Y por encima de todo, esto duele porque voy a extrañarla.

Enganche la puerta detrás de mí, me tomó el silencio de la habitación vacía. Al final


del pasillo, la puerta de Christopher estaba abierta, el cuarto vacío. El único sonido del
apartamento se filtraba desde las finas paredes del baño de Aly, el leve sonido de la
ducha diciéndome que ella estaba de pie debajo de una humeante caída de agua.

Froté el dolor en mi pecho. Sí. Iba a ser increíble lo mucho que iba a extrañarla.
No podía dejar de preguntarme que estaba pensando ella. ¿Se estaba haciendo daño
después de lo que le había hecho? ¿Después de dejarla de pie allí confundida? ¿Usada?
Porque es lo que había sido. ¿O no?

Me consumía la forma en que me hizo sentir, la manera en que ella llenaba este
jodido vacío en mi pecho como si perteneciera allí. Me engañaba a mí mismo,
pensando por unos segundos que eso estaba bien.

Pero esta era Aly. Mi Aly. Y la había usado porque la quería tan mal y porque
nunca sabido de algo que se sintiera tan bien. Su presencia era como un ungüento que
no entendía, consuelo en las noches insoportables.

Y así como el idiota que era, lo tomé.

Presioné mis manos en mis ojos. Mierda. Siempre esta jodidamente tomando.

La culpa me había carcomido toda la noche y día. No debía tocarla, no debía dejar
que ella me tocara. Ahora se detuvo en mi boca, y nado en mi espíritu. El recuerdo de
su beso.
147
Abrumador. Embriagante. Era demasiado.

La parte más enferma era que yo quería más. Había tenido que salir de este
apartamento, de esta ciudad, antes de que toda la mierda se derrumbara, antes de que
hiciera explosión y no quedara nada de nosotros.

La ducha rechino mientras era apagada, y los anillos de la cortina sonaron cuando
fueron apartados al lado.

Gracias a Dios Christopher se había ido. No estaba seguro si podría haber


manejado sentarme en el sofá a lado suyo, actuando como si todo fuera normal
después de que todo se hubiera ido a la mierda, después de que me prendí con su
hermana pequeña contra la pared, después de que mis manos habían estado en ella. Él
jodidamente me mataría si supiera lo que había pasado anoche, y tenía todo el derecho
de hacerlo. Deseé que lo hiciera. Me lo merecía.
Ahora le debía una disculpa a ella. Tratar de explicármelo un poco a mismo.

La parte más difícil era que parecía como si ninguna de mis razones o explicaciones
embonaran porque se sentía como que tal vez Aly y yo lo hicimos. Lancé un suspiro a
través de mis labios fruncidos y empujé ese peligroso pensamiento a un lado. Sin duda,
eso no era posible. Yo no estaba hecho para nada más que ruinas.

Me disculparía lo mejor que pudiera y le prometería tomar toda mi mierda;


entonces ella nunca tendría que ver mi culo disculpándose de nuevo.

Un crujido se escuchó de su cuarto de baño. Un cajón abierto y cerrado, una puerta


de armario se cerró de golpe. La imaginé estando de pie frente al espejo, secándose,
deslizándose en aquellos pantalones cortos para dormir que siempre usaba. ¿Qué tan
malo era lo que estaba esperando entonces? ¿Que yo quisiera nada más que ser mejor
para vivir a través de la vista de Aly, vestida así una vez más?

Ese fue la última cosa que tome conmigo, el recuerdo de su rostro amable mezclado
con ese cuerpo. Ambos combinados me hacían peligroso para ella al estar a su 148
alrededor, y estaba poniéndole un final a todo.

Me detuve fuera de la puerta del baño y apoye mi frente contra la madera, escuché
sus movimientos al otro lado, y quise que las cosas fueran diferente a como lo eran.

Lo que estaba preparando iba a doler peor que cualquier decisión consiente que
había tomado alguna vez.

Yo como que quería reír, porque de repente, estaba pensando en todas las frases que
había usado mientras estaba en el reformatorio, durante las sesiones en las que me
habían puesto porque allí era donde enviaban a todos los adictos. Había pensado en
toda esa mierda porque ellos no sabían nada sobre mí. Ellos habían hablado sobre la
abstinencia que habíamos experimentado, como iba a ser más fácil mientras
estuviéramos dentro y separados de todas las tentaciones de afuera. Nos habían
advertido una vez que saliéramos, teníamos que tener cuidado para mantenernos por
el buen camino, para mantener nuestras narices limpias y las provocaciones a raya.
Hace dos semanas atrás había tomado la decisión de mantener mi provocación
cerca. Aly era la más grande tentación que alguna vez había tenido, y había decidido
fingir que sacándome a mismo de su habitación sería suficiente. Como si estar
viéndola todos los días no iba a afectarme. Debería haber sabido que no lo lograría.

Fui asaltado por visiones de Aly puesta contra la pared por mis caderas, la
sensación de su cuerpo y el sabor de su piel.

Me había equivocado, con toda razón.

Caí.

Soltando el aire de mis pulmones, me di la vuelta, y cruce el pasillo, dejándome en


la quietud de su habitación. No sabía en qué demonios estaba pensando, sólo estaba
yendo sin su permiso, pero se sentía como que este adiós tenía que pasar aquí. En el
lugar donde ella me había afectado tan profundamente. Las luces estaban apagadas,
pero sus persianas estaban corridas, y las luces del aparcamiento se vertían por debajo
en el suelo. 149
Su cama estaba toda revuelta, las sabanas retorcidas y hechas un lio, la imaginé allí
anoche, tirado mientras ella se volteaba, durmiendo evadiéndola mientras ella me
deseaba.

Y sabía que ella lo había hecho. Lo había sentido en su toque. Ella me quería igual
de intensamente como yo la quería.

Aquellas sabanas lucían tan jodidamente tentadoras. Como un arrastrado, tuve el


deseo de envolverlas, y presionar en ella mi nariz, para respirar en todo lo que era de
Aly antes de que me marchara.

Si, sería aconsejable evitar su cama.

Tome la silla de debajo de su tocador y la giré para hacer frente a la habitación.


Entonces cuidadosamente me senté rígido, en una silla de madera. Me inquiete cuando
tome su espacio, tirando del dobladillo de mi camiseta. Todo aquí era tan claramente
Aly. Cómodo. Correcto.
Uno de sus cuadernos estaba tirado en el piso. Dios, tenía tantas ganas de saber que
había dentro de ellos, para estar un poco más cerca de lo que está dentro de su cabeza,
para atrapar un pedazo de su alma. Podría tan fácilmente cruzar la habitación y mirar
lo que había dentro, pero sabía que cualquier cosa que ella tuviese ahí sería tan
personal como las palabras que escribo en mis libros. Todavía estaba en shock por el
impulso que había tenido de darle a ella un vistazo del mío, las palabras que había
dejado en su almohada. Quería mostrarle incluso que cuando yo no podía sentir la
alegría, aun podía ver la belleza. Esa noche cuando me acosté despierto con ella
dormida en mis brazos, era todo lo que podía ver, la belleza en esa chica.

Rompí mi atención de su cuaderno porque no había ninguna posibilidad de que le


hubiera faltado el respeto a su privacidad así, dejé que mis ojos siguieran por sus
estantes, las imágenes en sus paredes, memorizando su espacio.

Como si pudiera incluso olvidarlo.

Agitación rebotó en mis rodillas, cada segundo que pasaba se hacía más
insoportable. No sabía que iba a decirle, pero me rehusé a ser un cobarde y desaparecer
150
sin una explicación. Incluso si decirle adiós iba a matarme.

Me quedé helado cuando escuche la puerta del baño abrirse al otro lado del pasillo.

Esto era todo.

El pomo de su habitación tintineo mientras era girado, tragué duramente cuando


Aly apareció en mi vista. Su mano estaba en la perilla de la puerta mientras era abierta
de golpe, su cuerpo en movimiento hasta que se tambaleó hacia atrás cuando me vio
sentado en las sombras. Su cabello estaba mojado, obviamente ella había corrido un
peine a través de este. El largo de él, caía en largas capas, que habían profundizado el
negro, errantes mechones rizados se aferraban a sus hombros. Ella estaba usando los
mismos diminutos pantalones cortos rosas y una camiseta a juego, la suavidad de sus
grandes pechos en la parte superior y la larga extensión de sus piernas al descubierto.

Al instante, estuve duro.


Mis rodillas se movieron con rapidez, mientras luchaba con el intenso impulso de
correr o tal vez tener una repetición de lo de anoche.

Puta provocación.

Me pase una mano temblorosa a través de mi cabello, mientras Aly permanecía


arraigada en la puerta. No podía decir si ella estaba cabreada, aliviada o confundida.
Unos afligidos ojos verdes se precipitaron a recorrer mi rostro, buscando algún tipo de
pista, y me pregunte qué tan mal la había herido anoche cuando me alejé de ella.

Mi mandíbula se apretó. Ella sólo me miraba fijamente.

¿Qué mierda se supone que iba a decir cuando ella estaba de pie allí mirándome así?
Cuando su pecho subía y bajaba en un pesado jadeo, sus ojos se abrieron con sorpresa,
su boca suelta con lo que parecía ser alivio.

—Jared —dijo finalmente en voz baja. Ella hizo que mi nombre sonara como una
declaración, tal vez incluso como una respuesta.
151
Ella se había preguntado si yo volvería y ahora estaba aquí. Y Dios, yo no me
quería ir.

Sus ojos se suavizaron, aunque su expresión seguía siendo intensa, y su barbilla


levantada mientras daba un paso hacia adelante y le puso seguro a la puerta. Ella llegó
detrás de ella y se volvió ciegamente hacia la cerradura. El pequeño chasquido sonó
ensordecedor en el silencio de la habitación, al igual que esta advertencia explícita de
que no habría posibilidad de salir corriendo esta noche.

Pero correr era exactamente lo que estaría haciendo.

Aly puso toda la fuerza de sus ojos en mí, su intensidad me fijaron a la dura silla de
madera.

Moviéndome por la incomodidad, busqué las palabras en una situación en la que yo


no quería hablar, porque en realidad lo único que quería hacer era quedarme. Me
incliné hacia delante para descansar mis antebrazos en mis piernas, entrelace los dedos
juntos, y dejé caer mi cabeza mientras yo reorganizaba mis pensamientos. Entonces
levanté la cara para encontrarme con los suyos y lentamente le susurré—: Lo siento
mucho, Aly.

—Te estás yendo —dijo ella, las palabras no eran tanto una pregunta, sino una
acusación.
Enderezándome, gemí y fregué ambas palmas de mis manos sobre mi cara, las dejé
caer en mi regazo y levanté la mirada hacia ella.

—¿Qué otra cosa puedo hacer? Lo siento mucho, Aly. Estoy tan jodidamente
arrepentido. No sé qué me pasó ayer por la noche... —Todo comenzó a fluir, un
torrente de palabras que no podían ser contenidas en mi boca. Tuve que sacarlos para
que yo pudiera salir. No me podía quedar encerrado aquí con ella, con su aroma y su
sonrisa y todo en lo que Aly era que se había convertido en la única cosa en este
mundo que yo quería.

—Quiero decir, se lo que malditamente hice. Estaba tan cabreado porque ese idiota
no paraba de tocarte. —Duramente me pasé la mano por la cabeza y la baje hasta mi
152
cuello, esperando que reprimir ese sentimiento que se levantó en mí otra vez, la
posesividad que sentía por ella como este veneno que tenía que expulsar de alguna
manera—. Me volvió jodidamente loco, y yo malditamente lo arruiné. Siento haberlo
arruinado, Aly, pero yo te advertí que lo haría. —Mi cabeza inclinada hacia un lado,
con los ojos apretados con énfasis mientras trato de hacerle entender—. Te dije que te
haría arrepentirte de esto. Sabía que esto iba a pasar.

Mis palabras murieron en mi lengua cuando la expresión de su rostro cambió en


algo que me hubiera gustado que no pudiera entender. Yo quería que ella se enojara,
enojarse conmigo es la forma en que debería ser, pero en cambio ella me miraba como
si hubiera estado buscando por ella durante el último mes. Sus ojos eran tiernos, pero
sus labios estaban entreabiertos, y algo así como la necesidad aumento y aspiro todo el
aire de la habitación.

Di una respiración entrecortada. —Aly...


No.

Apenas Negué con la cabeza.

Poco a poco empezó a acercarse, y yo me hundí más en la silla mientras más se


acercaba, mi rodilla rebotando más fuerte a medida que ella tímidamente estuvo frente
a mí. Sus movimientos eran lentos, hipnotizantes, y yo no podía dejar de ver esas
piernas. Mis ojos se clavaron en sus manos. Ella estaba frotando sus pulgares sobre las
puntas de los dedos, como si estuviera buscando algún tipo de fricción o tal vez en
busca de la confianza. Mi mirada se desvió a encontrarse con su cara. Un color que no
entendía había oscurecido sus ojos. No hubo miradas evasivas mientras cruzaba la
habitación, y mi cabeza seguía inclinada hacia atrás, encerrado en ella, perdido en este
lugar donde sabía que de ninguna manera debería malditamente de estar.

Se detuvo a un suspiro de mí.

Mis manos cayeron sueltas, colgando a mis lados.

Todo se hizo pesado. Mis dedos temblaron, y tuve que forzar el aire dentro y fuera
153
de mis pulmones.

Juro que realmente podía oír los latidos del corazón de Aly mientras ella se cernía
en la vacilación a una pulgada de distancia. Ella parpadeó con fuerza, se retorció antes
de que ella me mirarse con determinación. —Jared, no quiero que te vayas.

—Aly... yo... —¿Qué se supone que debía decir? Porque yo tampoco me quería ir.

Tenía que hacerlo.

Eliminando la última parte del espacio entre nosotros, Aly permitió al frente de sus
piernas tocar mis rodillas, y ella gimió como si el contacto le quemara. Ella vaciló,
antes de que llegara a rosar el dorso de su mano por mi cara, poniéndome a prueba.
Tentándome.

Dejé de respirar por completo cuando ella lentamente trepó a horcajadas sobre mi
regazo y me murmuró al oído—: Por favor... no me dejes.
Mierda.

Esto era malo, real y jodidamente malo. Y yo sabía que tenía que alejarla, hacerla
parar porque lo que estaba haciendo sólo nos estaba llevando un poco más cerca del
borde. Ella se aferró a la silla detrás de mí, su cuerpo caliente se presionó en el mío.
No había ninguna posibilidad de que ella no se sintiera lo mucho que la quería.

—¿Qué estás haciendo, Aly? —Mis manos fueron a sus esbeltas caderas, con la
intención de sacarla de mi regazo. En vez de eso mis dedos se clavaron en su suave
piel.

Un escalofrío corrió por mi espalda cuando ella se estremeció por encima de mí.

Mojando mis labios, traté de moverla hacia atrás, pero sólo logre rozarme aún más
contra ella. Su expresión era grave, pero suave, sus movimientos eran flojos pero
seguros. Buscó mi cara, sus ojos ardiendo como un camino que me dejó totalmente
expuesto. Y yo podía oler su aroma, y el recuerdo de como sabia ella, la forma en que
se sentía, abrumado hasta el último de mis sentidos. Ni siquiera tiene que moverse, y 154
ella ya me estaba tocando en todas partes.

Tragó saliva, y luego habló—: ¿Querías besarme anoche?

—Ayer por la noche fue un error, Aly. Yo…

Llevó sus manos a mi cara, y me mantuvo allí, obligándome a mirarla. —Yo no te


pregunte si fue un error. Te pregunté si querías hacerlo.

Un sonido de frustración abrió camino libre de mi garganta, y me moví de nuevo, lo


cual sólo hizo que ella se acercarse más. En ese momento yo sabía que no había una
maldita cosa que yo pudiera hacer porque nada más importaba en el mundo a
excepción de la forma en que ella se sentía presionada arriba pegada a mí. Mis dedos
se hundieron más en sus caderas, y estábamos nariz con nariz, las firmes manos de Aly
en mi cara. Me di cuenta de que nos estábamos moviendo, nuestros cuerpos
balanceándose sutilmente.
Me quejé. —He querido besarte cada segundo de cada día desde el momento en que
abrí mis ojos para encontrar que estabas de pie junto a mí, Aly. Pero sabes que no
podemos hacer esto. —Mi voz se quebró—. Yo no puedo llegar a tener esto. Ya te lo
dije... te mereces a alguien que te puede amar, alguien que va a ser bueno para ti, y
sabes que no ese no soy yo.

Tenía la esperanza de tal vez ella escucharía a la razón, pero en su lugar aplastó su
pecho contra el mío y bajó la cabeza hacia un lado. Su boca llego urgente contra mi
cuello, y me besó en un punto sensible en la mandíbula que casi me hizo saltar de mi
piel porque se sentía tan jodidamente bien. Y ella estaba chupando y moviéndose y
tocando y... joder.

Haciendo su camino hasta mi cuello, besó a lo largo de mi mandíbula, luego


levantó sus suaves labios a los míos mientras murmuraba—: Entonces dime que no me
quieres.

Placer sacudió todo mi cuerpo cuando ella movió contra mí. Un gruñido resonó
alrededor en mi pecho y retumbó hasta mi garganta. —Aly...
155
Y lo hizo de nuevo, sosteniéndome cerca como si estuviera colgando de la vida. —
Dije... dime que no me quieres.

—Sabes que eso sería una mentira. —Mis párpados se cerraron con la admisión, y
yo sabía que no debería decirlo, pero yo necesitaba que ella lo supiera—. Dios, te
quiero tan mal, Aly. Mucho.

Podía sentir el afecto en su tacto mientras lentamente deslizaba sus manos por mi
pecho y en mi estómago. Sus profundos ojos verdes nunca se liberaron de los míos
cuando ella se echó hacia atrás un poco para apoderarse de la parte inferior de su
camiseta. Poco a poco la deslizo hacia arriba, centímetro a centímetro insoportable. Y
me quedé congelado, todo a excepción de mis ojos que seguían sus movimientos
mientras absorbía la exuberante piel que ella expuso.
Aly no llevaba sujetador, y pensé que tal vez en alguna parte de mi subconsciente yo
ya sabía eso, pero esto... esto fue impactante, demasiado, y tome un fuerte aliento
porque no tenía ni idea de cómo iba a salir alguna vez de esto.

Yo no quería.

El cabello de Aly cayó en una maraña alrededor de sus hombros mientras ella
finalmente levantó la camiseta por encima de su cabeza y la dejó caer al suelo.

Y yo estaba temblando, mi cuerpo perdiendo todo el control mientras mi atención


se iba por completo entre su rostro y sus pechos llenos.

¿Qué demonios creía ella que me estaba haciendo? Esto era casi tan cruel como
hacerme observarla chapotear con el pendejo en esa maldita piscina anoche. Aunque
ni el tiempo había sido cualquier cosa cruel en sus movimientos, no era para burlarse,
y esta noche estaba claro que fue impulsada por la misma necesidad que daba vueltas
dentro de ella al igual que dentro de mí.

—Tócame —ordenó ella, su voz baja. Había algo en la demanda, una timidez
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oculta que sólo afirma la bondad que encontré en ella.

—Aly... maldita sea... tienes que parar.

—Por favor —rogó.

Mis dedos se hundieron más en sus caderas, y Aly se echó hacia atrás, con las
manos sobre mis hombros mientras ella se mostraba a mí. Esta chica era tan
increíblemente hermosa, su piel un color cremoso que parecía brillar en la penumbra.
Tan suave. Perfecta.

Mis dedos se movieron, lentamente se arrastrándose por sus costados, hundiéndose


en los piques débiles entre cada una de sus costillas. —Aleena —despacio se deslizó
una plegaria de mi boca.

Con mi tacto, la piel de gallina de alzó sobre la extensión de su piel y los capullos de
rosa de sus pechos se apretaron. Su cabeza aparece justo a un lado mientras que ella
tomaba un tembloroso aliento, su cabello oscuro cayendo sobre un hombro, un gemido
silencioso sale de sus temblorosos labios.

—Aly, yo... —La mire, incapaz de entender por qué alguien como ella quería
entregarse a alguien como yo.

—Shh —rogó—. No lo hagas, Jared. Te necesito... te quiero. No me importa nada


fuera de mi puerta. Aquí, sólo somos nosotros dos.

Dedos suaves rozaron por mi pecho y se burlaban bajo el dobladillo de mi


camiseta. Palmas calientes aplanadas sobre mi piel desnuda, y ella poco a poco las
movió hasta mi estómago, arrastrando mi camiseta con ella, presionando más fuerte al
pasar sobre mis costillas. Ella extendió sus dedos ampliamente mientras sus manos se
movían sobre mis hombros.

Negué con mi cabeza, pero que era inútil, así que la dejé tomar el control. En
entrega, levanté mis brazos para que pudiera tirar de la camiseta por encima de mi
cabeza. Ella la tiró al suelo sobre la de ella. 157
Aly se echó hacia atrás llevándome. Ella me había visto sin camisa antes. Quiero
decir, yo incluso dejé que me tocara. Pero nunca en mi vida me había sentido tan
expuesto como lo hice en ese momento. Sus dedos se suavizaron cuando trazaron a lo
largo del contorno de mis pecados, mientras acariciaba las marcas de todos los errores
que alguna vez había cometido, como si esta chica de alguna manera encontrara algún
tipo de belleza en ellos. Exploró, acariciado mi pecho, la espalda hasta mis lados, y
sobre mis hombros.

Ella debería de estar asqueada, porque yo lo estaba cada vez que me miraba en el
espejo.

Pero ella me miraba, me toca como si tal vez ella entendiera realmente, como si ella
no me estuviera complaciendo con algún tipo de fiesta de compasión de mierda. Ella
se inclinó y besó la rosa moribunda en el centro de mi pecho.

Un temblor recorrió mi cuerpo.


Yo sabía que no era fingido. Podía sentirlo. Aly me entendió.

Y otra vez yo estaba pensando que tal vez ella y yo encajábamos porque ella era
jodidamente perfecta, buena y todo tipo de belleza, y yo era corrupto e impuro y vil, y
sólo tal vez uniendo a dos personas tan contrarias significaba que de alguna manera
podíamos crear un todo.

Ese tipo de pensamiento, sin embargo, todo fue un engaño doloroso. Pero en ese
momento, no me importó una mierda. Yo estaría feliz de morir en este engaño.

—Eres tan bello —murmuró Aly cuando ella extendió la mano para tocar mi cara
con nada más que sinceridad en sus palabras, y yo sabía que ella estaría feliz de vivir
en esta ilusión, también.

Crucé los brazos alrededor de su cintura y la levanté mientras me levanté de la silla.


Ella enganchó sus piernas sobre mis caderas, encerrándose a mí, y yo la besaba
mientras caminé a su cama. Ella tomó mi cara entre sus manos, sonriendo contra mis
labios, besándome dura y suavemente y todo lo demás, y entonces ella estaba 158
presionando todos estos pequeños besos a mi barbilla y mejillas y nariz.

Algo que casi se sentía como la alegría se levantó desde el interior y empujó contra
mis costillas.

Otra desilusión, pero yo lo tomaría.

Porque en ese momento, tomarla se sentía bien.

Una de mis rodillas golpeó la cama, y me arrastré con ella todavía aferrada a mí. La
desenredé de mi cuello y la cintura y suavemente la puse en sus sábanas retorcidas. Me
puse en el borde de pie, mirando hacia abajo hacia una chica de la cual debería estar
corriendo en lugar de ir directo hacia ella.

Ella yacía allí usando nada más que sus pantalones cortos de pijama, con los pies
apoyados en el colchón con las rodillas dobladas y separadas. Su pecho desnudo
exhaló mientras miraba hacia mí mirándola fijamente. Una leve sonrisa curvó sus
labios mientras sus ojos seguían explorando cada centímetro de mi piel.
Por primera vez en muchos años, no me importó.

—Jared —dijo ella, su mano agitándose invitándome a seguir—. Por favor.

Me agaché para desatarme las botas, observándola mientras ella me observaba. Me


puse de pie y las quité. Poco a poco empecé a trabajar en los botones de mi bragueta.

Una parte de mí estaba rezando que ella me detuviese, que por fin había captado la
realidad y me viera exactamente como era. Pero el resto de mí gritó por ella. Era como
si pudiera sentir su espíritu se hundiéndose debajo de mi piel, deslizándose a través de
mis venas, agarrándose fuertemente.

Un pestañeo de miedo me heló la sangre.

No. Yo no podía a tener esto.

Aleje ese sentimiento fuera.

Empujando mis jeans hasta el suelo, los tiré a un lado y me quedé en el borde de su
cama en ropa interior mientras tomaba cada centímetro de la chica que tenía una
159
especie de loco capricho por mí.

Luz se filtró dentro desde la ventana sobre ella. Su estómago era plano y sus pechos
llenos, sus piernas tan jodidamente largas y delgadas y fuertes. Ella yacía ahí con sus
brazos extendidos hacia los lados, meciéndose un poco de lado a lado como si
estuviera justo tan impaciente por mí como yo lo estaba por ella. Los músculos en mi
pecho y brazos se movieron flexionados mientras yo lentamente subí en su cama. Le di
un codazo en sus rodillas para separarlas. Con una mano apoyé mi peso y me cerní
sobre ella mientras toqué su rostro y corrí mis dedos por su cabello.

—Mírate —dije mientras acuné su mejilla. Mi mirada corrió sobre todo su rostro, a
lo largo de su barbilla y su delicado cuello, hacia abajo a las curvas y las líneas por las
que me estaba muriendo por tocar—. Aly, eres increíblemente hermosa. ¿Lo sabes?
¿Tienes alguna idea de cuan perfecta eres?
Sonrojo destelló a lo largo de su piel. Levantó sus hombros y estrelló su pecho con
el mío mientras ella extendió sus manos por mi espalda, como un abrazo que me dio la
bienvenida en cuerpo y alma, y no me pude imaginar sintiéndome más cerca de nadie
hasta el segundo en el que ella cubrió mi boca con la suya. Este beso fue lento, sólo
una suave caricia de sus labios en los míos, un soplo suave de aire desde su nariz.

Ella se apartó. Significativamente, ella me miró. —No soy perfecta, Jared. Nadie lo
es.

Una sonrisa pensativa se formó en mi boca mientras ella me envolvió en una


bondad inmerecida. Quería disputar su demanda porque para mí, eso era lo que ella
era. Esta chica quien me había sacudido. Quería decirle que estaba equivocada porque
yo sabía que en el interior de ese corazón puro ella creía que ambos éramos justo lo
mismo.

Tal vez su alma ardía tan brillante que ella no podía ver la oscuridad en la mía.

Las puntas de sus dedos se arrastraron a lo largo de mi mandíbula e hirieron en los 160
cabellos en mi nuca.

Con una dura sacudida de mi cabeza, le hice la misma pregunta que me había
estado haciendo a mí mismo en el último mes. —¿Aly, qué estamos haciendo?

Ella apretó su agarre y a lo largo de mi mandíbula susurró—: Lo que se sienta bien.

Solté el aire de mis pulmones y cedí. Devoré su boca. Chupé su labio inferior entre
los míos. Su mandíbula se aflojó mientras ella sucumbía completamente a mi beso.
Colores brillaron detrás de mis ojos mientras permití que mi peso la cubriera, pecho a
pecho, aliento con aliento. La enjaulé, su pequeño cuerpo clavado debajo del mío
mientras nuestras bocas chocaron, imprudente, duro y exigente.

Calor cubriéndonos, llamas y fuego y necesidad. Nunca quise a nadie así, nunca
había dolido de esta manera enterrarme en alguien de esta forma. Quería perderme
allí, desaparecer por siempre en esta ilusión de felicidad.
Aly estaba jadeando cuando me aparté. Ella se quedó sin aliento y me agarró la
cabeza cuando me sumergí y tomé con mi boca el brote de color rosa de su pecho. —
Oh mi Dios… Jared —respiró ella, sus palabras disparando directo a través de mí.

Retorciéndose, ella gimió, y levanté mi peso sobre mis rodillas para así poder
arrastrar las palmas de mis manos por sus costados. Sus músculos saltaban y se
comprimían, y se arqueó mientas yo la chupé. Casi frenéticas, sus manos tiraban de mi
cabello.

Ralenticé, suavemente besé a lo largo de la parte inferior de su pecho, luego pase mi


nariz por este sobre su piel sensible. Sus manos se aflojaron y suspiró mientras masajeó
con sus dedos la parte posterior de mi cuero cabelludo. Mi beso viajo al valle de su
pecho, y tomé el otro seno en mi boca.

Sus manos se apretaron en mi cabello otra vez. Esta ocasión, Aly rogó—: Por
favor.

Mierda. 161
Y nuevamente estaba preguntando—: ¿Qué estamos haciendo? —Porque yo estaba
duro y esforzándome así como lo estaba Aly y todo esto parecía jodidamente loco.
Porque yo la deseaba. La deseaba más de lo que nunca había querido nada en mi vida,
esta necesidad consumidora que hizo que mi cabeza girara y latiera mi corazón.

Deslizando mis manos debajo de su espalda, las moví todo el camino hacia abajo
para acunar su perfecto culo y presionarla un poco más duro en mí.

Aly gimió, una encendida frenesís en las profundidades de sus ojos verdes. Ella se
meció contra mí, proponiéndose y fuerte. —Por favor.

Esa era toda la confirmación que necesité, y yo estaba tirando de esos pequeños
shorts y las bragas negras ocultas debajo de sus caderas, revelando cada centímetro de
esta hermosa chica. Mi pecho se sentía tan lleno, y mi estómago se tensó mientras los
bajé por sus muslos.

Tiré hacia atrás, me apoyé en mis rodillas y tiré sus shorts libres de sus piernas.
Totalmente expuesta, Aly me observó. Sombras danzaron en sus ojos, su expresión
tensa, y un ligero sonido salió de su boca mientras ella nerviosamente apretó sus
rodillas juntas. En eso, escuche tantas cosas, un quejido, un llanto, necesidad, y tal vez
algo que sonaba como miedo.

Acariciando su piel, lentamente abrí sus piernas separadas. Bajo mi toque, ella
temblaba, sus piernas temblando mientras se abrieron y su cuerpo desnudo fue
completamente expuesto para mí. Nunca antes había sido testigo de una vista tan
perfecta.

—Mierda… Aly… eres jodidamente grandiosa. Tal vez fue grosero, pero demonios,
lo era.

Vi como la lengua de Aly salió fuera para mojar sus labios, su cabello enredado
alrededor de su rostro. Ojos verdes miraban ansiosos hacia mí. Su expresión era ambas
intensa y tímida, cambiando con deseo, aprensión y lujuria.

Un poco de miedo me golpeó nuevamente. Apretando mis ojos cerrados, tragué 162
duro y luché por el control. Esto estaba mal. Tan mal. Sin embargo abrí mis ojos y dejé
a mis manos vagar hacia abajo por sus piernas, las palmas de mis manos firmes
mientras las recorrí en el interior de sus muslos. Me moví hacia adelante y capturé su
boca.

Aly enredó sus piernas alrededor de mi cintura.

Me froté contra ella, desvergonzado y descarado.

—Aly…

—Jared… te deseo. —El toque de Aly se volvió urgente, su beso voraz. Manos
desesperadas corrieron por mi espalda para agarrar mi culo—. Ámame, Jared, ámame.

Mi boca se abrió en un grito silencioso que enterré en el refugio de su cuello. Y


deseé haber podido. A pesar de que sabía que ella no quiso dar a entender eso, por un
fugaz momento, deseé poder amarla y que esta hermosa chica pudiera amarme.
Hambre desenfrenada se apoderó de nosotros en olas, sudor llenando nuestra piel
mientras nuestros cuerpos se aferraron el uno al otro.

Y me sentí impotente, consumido, duro.

Tan jodidamente duro.

Abrumado, me empujé de vuelta a mis rodillas y le di un beso a su suave vientre.


Aly aspiró una bocanada de aire y sus caderas se sacudieron en la cama. Entonces ella
entrelazó sus dedos en mi cabello y rogó mi nombre. Mis brazos enrollados debajo de
sus piernas dobladas, y la acerqué. Cambiando, me incliné hacia adelante y descansé
una mano en la cama enseguida de su cintura. Su pierna atrapada entre mi brazo y mi
lado, quemando mi piel.

Miré hacia ella. Aly viéndome con ojos caóticos mientras yo suavicé la mano
opuesta a lo largo de su estómago, por su muslo, y luego corrí el dorso de mis dedos
sobre la piel desnuda de su centro.

Aly se sacudió.
163
Sostuve mi respiración mientras deslicé dos dedos dentro de ella.

Ella abrió la boca y se retorció, y sus manos se hicieron puños en las sabanas a su
lado, Ella era caliente… tan jodidamente caliente… y tan jodidamente apretada. La
busqué, escuché el rápido desplome de palabras discordantes que susurraba de su boca.

La realización me golpeó como una inundación.

—¿Por qué diablos eres una virgen Aly?

Aly sólo levantó las caderas y me pidió más. —Por favor.

Continué buscándola, complaciéndola, presioné mi pulgar en su clítoris mientras


me tambaleé hacia adelante y cubrí su boca con la mía, demandando a través de mi
beso—: ¿por qué eres virgen?
La mano de Aly voló a mi cara, su agarré firme pero sus ojos sinceros mientras ella
me miraba. —Porque quería que importara.

—Mierda… Aly.

Chocando mi pecho contra el de ella, enrosque mi brazo por encima de la parte


superior de su cabeza y junté mi mejilla con la de ella.

Apuré a mi mano, mis dedos llenando con fuerza y rapidez.

Sus uñas cortaron dentro de la piel de mis hombros, hundiéndose lo


suficientemente profundo para hundirse en mi alma ennegrecida. Aly se tensó, su
rasposa respiración de sus pulmones y filtrando a traces de mi rostro. —Jared… yo
no… tan bueno.

Pude sentir el golpe, su placer mientras ella convulsionó totalmente alrededor de mi


mano. Afecto corriendo a través de mi pecho.

No. 164
Y ella todavía estaba rogando —Jared, por favor. —Levantándose a sí misma hacia
mí mientras ella trataba de llegar a mi ropa interior.

Me levanté de rodillas entre sus muslos, agarré sus manos, y las sujeté en la cama.
—De ninguna forma, Aly.

Debería ser un cabrón, debería tomar y tomar y tomar, pero ahí no había
oportunidad en el infierno que fuera a tomar eso.

Mis ojos buscaron los de ella, tratando de entender, tratando de hacerla entender.
—Tú dijiste que querías que importara.

Tristeza nubló sus rasgos. —¿Cómo podría no importar contigo?

Remordimiento torcido a través de mis entrañas porque sabía mejor que no debía
permitir este giro completamente fuera de control. Pero yo carecía de control, y era
Aly quien me sostuvo.
Y esto me importaría. A mí. Pero eso no haría la maldita diferencia en el mundo
porque nunca podría ser lo que ella necesitara. Nunca podría ser lo que ella se
mereciera.

Yo destruiría cualquier cosa que hubiésemos creado, la arruinaría, podría estropear


esta belleza.

Solté el control sobre sus manos. La tensión que me había estirado menguo, y mi
cuerpo se suavizó cuando apoyé los codos en la cama, entrecerrando sus hombros.
Quité el cabello de su frente. —Tú importas, Aly. Siempre has importado. Pero esto…
—Hice girar un mechón de su cabello con mi dedo—. Me mantengo advirtiéndote que
no podemos hacer esto, y sólo sigues empujándome más y más lejos. No sé que es lo
que piensas que quieres de mí… que piensas que puedo darte.

Aly frunció el ceño. —Sólo quiero que te quedes.

Ella lo hace sonar tan simple. Fácil.

Quedarse.
165
Quedarme aquí sería sólo otra transgresión adicionada a las otras incalculables.
Otra mancha. Otra marca. Rendición salió de mis pulmones en un profundo suspiro.

Ya lo había jodido todo de cualquier forma. Al final ¿Qué cambiaría quedarme un


poco más? Sin duda, cuando finalmente me vaya, iba a doler.

Deslice la palma de mi mano sobre la mejilla de su rostro confiado.

No sólo a mí, sino que iba a lastimar a Aly, también.

—Quédate —susurró nuevamente, levantando su barbilla para poner un tierno beso


en mi boca.

Rodé hacia un lado y la tomé conmigo. —Esto es loco.

Se movió más cerca y se pegó a mi lado. —Lo sé… pero me gusta.


Silenciosamente me reí a la sencillez que era insoportablemente compleja, y pasé mi
mano sobre la parte superior de su cabeza. —Lo haces ¿huh?

Sus dedos acariciaron sobre mi estómago sensible. —Sí, lo hago.

La apreté y giré mi boca a su oído. —No sexo, Aly. Has esperado por esto por
demasiado… no lo desperdicies. —Y mierda, si mi cuerpo no estuviera gritando
todavía por ella. Pero lo decía en serio.

—Está bien. —susurró seriamente, su mano arrastrándose a través de mi torso para


aplanar en mi pecho. Luego se levantó apoyándose en el codo, una nueva timidez
llevándola mientras masticaba en el interior del labio—. ¿Dejarás que te toque? —
preguntó mientras se movía a horcajadas sobre mis piernas y se sentó sobre sus
rodillas.

Ella no esperó una respuesta.

Un gemido lento encerrado en mi garganta cuando ella me liberó, y las vibraciones


meciéndome a mi núcleo cuando ella me tomó en su mano. Me disparé hasta
166
sentarme, agarré su cabeza en mis manos, y en capas en el pelo en mis dedos, la besó
con fuerza.

Esta chica. Esta chica.

—Aleena.

¿Por qué iba a querer a alguien como yo?

—Jared —suspiró. Su suave mano fue envuelta alrededor de mí, sus intensos ojos
verdes se clavaron en los míos mientras empezaba a moverse. Lentamente al principio,
casi vacilante—. ¿Esto está bien? —murmuró.

¿Bien? Esta chica sólo no tenía ni idea de lo que me hizo.

—Joder, Aly... eso se siente tan bien. Ni siquiera sabes.


Un susurro de una sonrisa bordeo su boca, su lengua que lanza hacia fuera a mojar
sus labios mientras ella apresuró el paso. Ella se echó hacia atrás una fracción de
hacerse espacio, trayendo su otra mano hasta anclar a mi cuello.

Estábamos de nariz a nariz, y el aire jadeó de su boca mezclada con la mía mientras
me aumentaba a un placer que no debería haber sido posible.

Gruñí, mi cuerpo jodidamente esforzándose, desesperado por más de su toque. —


Aly... mierda. —Placer se disparó a través de cada nervio de mi cuerpo mientras me
vine.

Y Aly me estaba besando, susurrando mi nombre mientras me guiaba a través de mi


liberación.

Yo la atraje en mis brazos y enterré mi cara en su pecho, aferrándome a ella. Porque


Dios, yo no quería dejarla ir.

Aly se deslizó de mi regazo y me jalo hacia su lado. Calor nado en sus ojos mientras
me miraba, dedos suaves cepillando a través de mi cabello. —Gracias…por esta
167
noche…por quedarte aquí conmigo.

Besé su frente, incapaz de entender a esta chica. —Eres hermosa, Aly.

Ella se acurrucó a mi lado y la sostuve más cerca, escuchando su respiración


mientras se reducían y uniformaban, sus latidos un constante tamborileo contra mis
costillas mientras ella se dejaba caer en el sueño. Me perdí en él, arrullado por él.
Finalmente me deje llevar y cerré mis ojos.

El sueño se burló a lo largo de los bordes de mi mente, una niebla oscura tomando fuerza.
Colores destellaron. En defensa, apreté mis ojos con más fuerza. Pero lo inevitable vino. Impotente
vi como rastros de sangre hicieron un camino torcido hacia abajo de un lado de su cara. Mi pecho
convulsionó y estaba seguro que era fuego el que pincho y chamusco mi carne.

—Jared —ella mascullo.


Quería llorar tan mal, pero ninguna lágrima vino, como si estuvieran bloqueadas dentro con el
miedo y el dolor.

Ella se veía tan triste. Tan triste y tan asustada.

Pero todavía ella se las arregló para sonreír.

Una mano suave vino a mi cara y se movió hacia abajo para ahuecar mi cuello. —
Shh —susurró Aly—. Despierta, Jared. Estas temblando. Está bien. Estoy aquí. Está
bien.

Mis ojos volaron abiertos para encontrar la oscuridad negra como el carbón de la
habitación de Aly. Sudor empapaba mi cuerpo, e irregulares respiraciones raspaban de
mis pulmones.

Aly me haló más cerca y puso un beso justo debajo de mi oreja. —Está bien.

La aplaste contra mi pecho, mi corazón frenético golpeando contra el de ella. No


estaba jodidamente bien. Nunca lo estaría. Pero sólo por un momento, quería 168
pretender que lo estaba.

Nos acostamos juntos, acurrucados como uno, y me dormí otra vez y dormí como
no lo ha hecho durante tanto, tanto tiempo.

Una tenue luz se filtraba por la ventana, y me desperté para encontrar a Aly
durmiendo en mis brazos. Su cabello estaba extendido a todo nuestro alrededor, el
largo esparcido detrás de ella y unos caprichosos pedazos escurridos a través de mi
pecho. Presioné mi nariz en su cabello y el inhalé. Uno de sus brazos estaba cubriendo
a través de mi pecho, su piel perfecta un llamativo contraste contra los colores
dañando la mía.

Lo puro y lo impuro.

Culpa se filtró todo el camino hasta mis huesos.

Besé su cabeza y me desenredé de su agarre. Haciendo una pausa en su puerta,


escuché al silencio en el otro lado, antes de salir afuera a la sala principal. La puerta de
Christopher estaba cerrada. ¿Quién sabía a qué hora el vendría la noche anterior? Yo
seguro no lo había escuchado.

Supongo que había estado por otra parte ocupado.

Me dejé caer en el sofá. Una maraña de emociones surgió a través de mí.


Principalmente era culpa, pero hirviendo a fuego lento por debajo era algo que se
sentía… bien.

Realmente bien.

Me resistí una sonrisa cuando pensé en Aly durmiéndose en mis brazos. Deseaba
volver con ella, para subir en la calidez de su cama y su espíritu, para hundirme y
nunca dejarla ir.

En su lugar tome mi cuaderno y un paquete de cigarrillos y me dirigí a la puerta


corrediza hacia el balcón. La mañana amenazaba en el horizonte y me deslicé al piso
de concreto. Encendiendo un cigarrillo, tomé una calada y lo tomé profundamente
dentro de mis pulmones, luego lo liberé hacia el cielo.
169
Sacudiendo mi cabeza, saqué mi cuaderno encima de mi regazo. Hojeé a través del
reverso. Las páginas eran gruesas, rasgadas, palabras garabateadas y descoloridas
juntas en un salvaje caos.

Excepto por las pocas páginas donde ella vivía, donde en mis palabras ella era más
que sólo una fantasía y yo la había traído a la vida. Me volví a ellos y me perdí a mi
mismo ahí.

Dos horas después me senté en el sofá junto a Christopher. Él estaba jugando uno
de los videojuegos que solíamos jugar años antes. Él se tambaleó desde su habitación
aproximadamente hace unos treinta minutos, mirando alrededor tan desaliñado como
yo me sentía. Era temprano, y no tenía idea de porque él estaba levantado desde que el
tipo tendía a dormir la mitad del día. Él había gruñido un “Buenos días” mientras se
desplomaba en el sofá y encendía la televisión en el mismo movimiento.
Después de lo que pasó la noche anterior, vergüenza estaba retorciendo mis dedos.
Hice lo mejor para actuar normal, pero ese tipo de decepción era difícil de manejar
porque lo que sucedió entre Aly y yo no era cualquier cosa menos normal.

Incluso si se sentía tan bien.

Froté una mano nerviosa a través de mi tensa mandíbula, escuchando como la


ducha en el cuarto de Aly surgía a la vida.

Dios, la chica era peligrosa. Hace un minuto la chica silenciosamente se había


deslizado cruzando el pasillo de su habitación, disparándome una tímida sonrisa
mientras pasaba. Carmesí tiño su rostro con un ridículo sonrojo, y su cabello era todo
un desastre porque mis dedos habían estado enredados en ella toda la noche. Ella
vestía la misma camiseta y pantalones que habían estado tirados en su piso.

Mi rodilla rebotó porque estaba pensando sobre Aly quitándoselos de su cuerpo


antes de meterse bajo la caliente cortina de agua en la ducha.

Cerrando mis ojos, luche por el control.


170
Era sábado, lo cual significaba no trabajo para mí, y no tenía idea que era lo que iba
a hacer con mi pobre trasero todo el día. Aly tenía que trabajar. ¿Qué tan patético era
que yo no quería que ella fuera?

La ducha se apagó, y unos pocos minutos después Aly emergió del baño envuelta
en una toalla. Ella se apresuró a su cuarto e hizo clic al cerrar la puerta detrás de ella.

Salí disparado del sofá y busqué el aislamiento del cuarto de baño. No pensé que
podría manejar sentándome con Christopher por más tiempo, aferrándome a ese
secreto que se sentía como un millones de toneladas sobre mis hombros. Gran parte de
mi quería gritarlo, para gritar que había tocado la belleza, que por unos minutos me
había sentido más que la nada que era mi vida. Años de aislamiento hacían eso a una
persona, y cuando las emociones eran liberadas, era difícil de mantenerlas contenidas.

Pero instintivamente sabía mantener la boca cerrada.


Cuando me fuera, no dejaría a Aly avergonzada, no podía soportar aclarar con la
enfermedad que estaba contaminándola. Este sería nuestro secreto, nuestra fantasía, y
sólo por un pequeño tiempo, Yo estaba dándome a eso.

Vapor lleno el pequeño espacio, y el espejo estaba cubierto, escondiéndome en la


neblina brumosa. Barrí con mi mano a través de la superficie y miré mi reflejo en el
espejo empañado.

Odia bailo a través de mis entrañas y latía por mis miembros.

¿Qué infiernos ella vio?

Cuando escuché la puerta de su habitación abrirse, rápidamente abrí la puerta de


baño, queriendo echar un vistazo de ella antes de que se fuera por el día. Aparentando
apatía, me detuve cuando salí hacia el pasillo.

Ella se paró junto a la barra, recogiendo sus cosas.

—¿Tienes que trabajar hoy, eh? —le pregunté. Como si no lo supiera ya. 171
Ella dejo caer su cara, viéndose toda tímida e inocente y perfecta, y luego metió su
cartera en su bolso. —Sí. Sólo estoy trabajando el turno del almuerzo corto, así que
voy a estar fuera un poco después de la una. —Recogiendo la masa de cabello oscuro
de su cuello, Aly lo torció en una cola de caballo—. No debería de ser tan malo —dijo.

Ella me miró con conocimiento en sus ojos, como si ella supiera exactamente lo que
yo estaba pensando, que yo no podía pararme a verla irse. Ella sabía que iba a estar
contando las horas antes de que regresara e incluso sabía cuánto odiaba absolutamente
el hecho de que lo sería. La cosa que me retorció todo fue que Aly se veía como si ella
se sintiera de la misma manera, como si estuviera muriendo por enterrar esos dedos en
mi piel.

Hice puño mi mano. Tomó todo lo que tuve para no empujarla contra la pared y
besarla sin sentido.
Considerando que Cristopher estaba sentado en el sofá jugando videojuegos, pensé
que era realmente una mierda de idea. Me senté y actué indiferente.

—Supongo que te veré más tarde —dijo Aly mientras levantaba su ridículo bolso
enorme sobre su hombro.

Apenas levante mi barbilla, despreocupado e indiferente. —Claro… maneja con


cuidado.

Ella se dio la vuelta, robo una mirada hacia mí, luego se volvió para irse. —Te veo
después del trabajo, Christopher.

Furiosamente pulsando en su control del videojuego. —Adiós —dijo él como si no


le molestara lo suficiente para notar que ella estaba allí.

Aly se alejó, su cola de cabello oscuro balanceándose a lo largo de su espalda. Ella


abrió la puerta y la luz del sol brillante estallo alrededor de su complexión mientras ella
salía en el día.
172
Me moví un poco hacia adelante hasta el final del pasillo. Me di cuenta de que
estaba parado ahí como un idiota, viendo el espacio que ella acababa de emprender
mientras ella cerraba de golpe la puerta detrás de ella.

Mierda.

—Sera mejor que te vigiles, hombre. —La advertencia goteaba bajo y lento de los
labios de Christopher, la dureza enrollada firmemente en las palabras.

Desconcertado, parpadeé con fuerza y volví mi atención a donde él estaba sentado


con su concentración totalmente en la televisión. Trague la piscina de saliva que se
reunía en la parte posterior de mi garganta. —¿De que estas hablando?

Una risa incrédula se filtró de Christopher, y lentamente sacudió la cabeza con


recelo. —¿Crees tú que no me he dado cuenta en la forma que has estado mirando a mi
hermanita? —El corto sus ojos hacia mí, escudriñándome en evidente disgusto, antes
de regresarlos a la televisión—. No estaba bromeando cuando dije que su cuarto estaba
fuera de límites. Yo sólo no pensaba que tendría que deletrearlo para ti.

Trate de frenar el pánico que martilleo en mi cerebro. La culpa me golpeó fuerte,


pero no lo suficientemente fuerte para mantenerme alejado de Aly. Mi cuerpo aun
ardía con el residuo de su toque. Nada iba a detenerme para volver por más.

Sólo un poco más.

Sacudí mi cabeza y forcé una mueca que podría sólo hablar de mi propio disgusto.
—Solamente somos amigos, Christopher. Siempre lo hemos sido. Tú sabes eso. —Las
palabras fueron empujadas por la fuerza de mi falsa repulsión, mezclado con el
solemne juramento—. Ella es como una hermana para mí. —Mi garganta quemó con
la mentira, y esta vez la culpa estaba consumiéndome.

¿Iba solamente a quedarme parado aquí y mentir a la cara a mi mejor amigo?

Él iba a odiarme antes de que yo me haya ido.


173
Él se volvió para enfrentarme totalmente, sus ojos verdes interrogativos.

En molestia, me inquieto.

Luego el despacio asintió. —Lo siento, hombre… Es sólo… Nosotros hemos


hablado de Aly siendo diferente al resto de esas chicas. No soporto la idea de alguien
jodiendo con ella.

Mi exhalación vino pesada. —Lo sé. —Ella era perfecta. Odié el pensamiento de
alguien estando con ella, también. Especialmente si era yo.
Capítulo 15
Aleena
A
legría reverberó a través de mí ser.
Intensa alegría consumida. Era la clase de alegría llena de aprensión y
duda sofocante. No estaba segura de que Jared estuviera cerca de
comprender lo que la noche anterior había significado para mí, como su
toque se había convertido en mi verdad.
Nunca antes había permitido que nadie me tocara de esa manera.
Ya sea física o emocionalmente.
Megan estaba en lo cierto. Yo no había sido capaz de verlo completamente. Cada
relación que había tenido, de una u otra forma, inconscientemente la saboteé. Yo
mismas me había mantenido fuera de alcance, evité cada avance, rechacé todas las
manos errantes. Tal vez en algún lugar dentro de mí me había estado guardando para
174
él, porque una parte de mí siempre había creído que un día regresaría.
O tal vez era sólo que había estado esperando por alguien que posiblemente podría
hacerme sentir de la forma en que él me había hecho sentir. Alguien que pudiera llenar
el espacio que Jared había dejado cuando fue tan brutalmente arrancado de mi vida.
Alguien que me importara lo suficiente para que pudiera encubrir la tristeza que sentía
por Jared, el dolor que parecía nunca disiparse. Pero nunca había habido nadie así
porque resultaba que había sido sólo Jared todo el tiempo. No había nadie más que
encaje.
Y fue sorprendente cuán lista estaba para entregarme a él.
Para que él me tomara.
Había llegado tan cerca de perderlo de nuevo. Había sentido sus intenciones en el
momento que lo encontré sentado en mi habitación a oscuras, y sabía que era todo o
nada. Y yo quería todo. Besarlo en la fiesta había sacudido mis cimientos. La noche
anterior lo había destrozado. Nunca sería la misma.
El afecto se amplió en ese profundo lugar donde lo había mantenido oculto todos
estos años. Ya no quería ocultarlo, aunque sabía que era exactamente lo que tenía que
hacer. Jared era… volátil… irracional... avergonzado. No por mí, sino de sí mismo.
Yo sabía que no había una posibilidad de que pudiera verse a sí mismo de la forma en
que yo lo veo. ¿Podría ser capaz alguna vez de convencerlo de que estaba equivocado?
Lo vi allí, atenuando la luz de sus ojos, la idea de que lo que sentía por mí de alguna
forma era inmerecido, impuro, algo vergonzoso, cultivado para la vergüenza.
Él ni siquiera podía admitir que lo que sentía era real. Pero yo podía sentirlo. Lo
sentí en cada roce de su mano. Lo encontré en las palabras que había dejado una vez
más para mí, palabras que él no tenía fuerza para decir. Fueron escritas en el mismo
tipo de papel desgastado que había dejado antes.
Un corazón quieto se acelera como la belleza adorna la falta.
Anoche quemaba por decirle, por abrir la boca y exponer todo. Por decirle que la
razón por la que he rechazado el contacto con alguien más fue porque él ya me había
tocado de una manera que lo une a mí. La intuición me retuvo, advirtiéndome que ya
lo había empujado casi tan lejos como él podía ir.
Ya no era esa niña delirante. Yo no podía arreglarlo, y sabía que nunca podría
borrar su dolor. Honestamente, no quería. Sólo tratando de minimizar lo que había
sufrido. Pero tal vez algún día él podría dejar de lado parte de la culpa. Si pudiera ser
liberado de culpa, podría empezar a sanar.
Quería ser parte de eso. Incluso si mi único propósito era darle una chispa de

175
esperanza.
El trabajo resultó ser sólo la distracción que necesitaba. La carrera del almuerzo
tenía el restaurante lleno de clientes, y mis manos se mantuvieron ocupadas con tareas
domésticas mientras mi mente se quedaba cerca de Jared. Pero picaba por estar de
vuelta en sus brazos.
Aún así me encontré conduciendo a casa de mis padres después de terminar mi
turno. No estaba muy segura de qué era, pero me sentía como que tenía que poner los
pies en tierra firme, conceder un sentido de certeza, antes de ofrecerme a mí misma a
respaldar la incertidumbre.
Toqué una vez antes de abrir la puerta. —¿Mamá? —llamé. No hubo respuesta, y
caminé por la silenciosa casa—. ¿Papá?
Por la puerta corrediza de cristal, alcancé a verlos. Estaban acurrucados juntos en
una de esas sillas de piscina para dos personas. Por un segundo, me quedé inmóvil,
observando. Usando trajes de baño y gafas de sol, tenían sus rostros vueltos hacia el
cielo abrazador del verano. Papá se sentaba más arriba, su brazo envuelto casualmente
alrededor de la cima de la cabeza de mamá, sus dedos inconscientemente jugando con
el cabello de ella.
Siempre habían sido naturales juntos. Cómodos. Incluso cuando peleaban.
Negué con la cabeza y abrí la puerta.
Mamá saltó y se alzó de la tumbona. Su mano cubrió su corazón. —Oh Dios mío,
Aly, me has asustado.
—Siempre te asusto, mamá. —Río entrando al patio trasero—. Acabas de saltar,
como, tres metros en el aire. —No es ninguna sorpresa.
Papá rio y tiró de su cabello. —¿Ves? Incluso Aly sabe que eres una pequeña cosa
nerviosa.
Mamá juguetonamente le dio un manotazo en el pecho. —No soy nerviosa. Estoy
vigilante. Hay una gran diferencia.
Papá se incorporó hasta quedar sentado. Levantó sus gafas de sol de sus ojos y pasó
una mano por su cara, y entonces se volvió a mí. —Así que, ¿cómo estás, cariño?
—Bien… realmente bien. ¿Cómo has estado tú?
—Oh, ya sabes, igual —respondió distraídamente, nunca llama mucho la atención a
él mismo.
Amaba a mi padre. Era el tipo que era ferozmente protector, que se pondría
voluntariamente delante de un tren en movimiento si eso significaba que podía librar a
alguien que le importaba de siquiera una onza de sufrimiento.
También significaba que nunca entendería respecto a Jared.
176
Blanco y negro. Bueno y malo. Incluso después de todo lo que Jared había tenido
que pasar, papá todavía vería a Jared como un niño punk que había llevado a su
familia a lo más bajo en medio de su dolor, en lugar de notar que era sólo un niño que
no podía encontrar salida del dolor. Una semana antes de que Jared hubiera sido
enviado lejos, papá de hecho prohibió a Christopher ver a Jared de nuevo. Pero no era
como si Jared hubiera estado intentando pasar el rato con Christopher. En ese
momento, él ya se había ido, mentalmente, emocionalmente. Sólo… ido.
Sin duda, papá vería ahora a Jared como una amenaza. Una para su familia. Una
para mí.
—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —Mamá maniobró fuera de la tumbona y
brincó en todo el concreto caliente con sus pies descalzos. Me abrazó al acercarse y me
sostuvo por los brazos, se echó hacia atrás para llevarme dentro. Me apretó en
énfasis—. Se siente como que no te he visto en mucho tiempo.
—Bueno, es por eso que estoy aquí —dije secamente, lanzándole una pequeña
sonrisa prometiendo que sólo estaba jugando alrededor, afecto brillando en mis ojos.
Yo la había extrañado, también.
Ella sonrió, y luego se ablandó mientras tocaba mi barbilla, preguntó en voz baja—:
¿Cómo está mi niña?
—Estoy bien.
Mamá sonrió e inclinó suavemente la cabeza. —Vamos, consigamos algo de beber
—Abrió la puerta—. ¿Quieres algo, Dave? —llamó a sus espaldas.
—No… estoy bien. —Papá se recostó en la tumbona, cruzando las manos sobre su
pecho.
Corrí hacia él y le di un beso en la mejilla. —Te quiero, papá.
—Yo también te quiero, cariño.
Salté al otro lado del patio y entré a la casa. Adentro, mamá estaba sirviendo dos
vasos de té helado y me dio uno.
—Gracias.
Ella tomó un sorbo de su té, mirándome por encima de su vaso. Me preparé para la
inquisición.
—Así que tú sólo apareces, ¿eh? ¿Después de que no te he visto en más de un mes y
luego de que nunca llamaras para que pudiéramos tener un día de compras? Creo que
algo pasa… y a juzgar por esa sonrisa que sigue arrastrándose por tu boca, me imagino
que es un chico. —Lo último lo cantó mientras movía los hombros.
Por mucho que intenté contenerlo, me dejé llevar por una pequeña risita tímida y
sentía el rubor al segundo encendiendo mis mejillas. A pesar de lo que Jared y yo
habíamos compartido anoche había sido increíblemente intenso, que había dejado esta
177
pesadez en lo más profundo de mi corazón, había otra parte de mí que se sintiera
ligera.
Tal vez como si acabara de experimentar mi primer beso.
Los ojos de mamá se agrandaron. Nunca había hablado de chicos con ella porque
nunca había habido nada que decir. Ninguno de ellos había importado a excepción del
único que escondí de ella. Pero mamá era todo sobre charla de chicas. La recordaba a
ella y Helene quedándose despiertas hasta altas horas de la noche, compartiendo una
botella de vino, mientras sólo hablaban y reían, perdidas ellas mismas en sus secretos y
sueños. Me preguntaba ahora cuánto echaba ella de menos esos días.
—¿Estoy en lo correcto? —pinchó mamá, las palabras burlándose, aunque ella me
miraba con una ternura lenta mientras me tomaba el pelo. Ella sabía que siempre había
sido privada sobre estas cosas, sólo porque nunca había tenido el valor suficiente para
decirle.
Yo había llegado tan cerca para decirle esa noche. Aterrorizada y temblando, había
llegado hasta la puerta de su dormitorio, lista para confiar en ella. Pero me había
congelado, paralizado, cuando escuche su llanto detrás de esta, la dura vibración de la
voz de papá, enojada reemplazando sus lágrimas. Después de más minutos de los que
podía contar, me volví para encontrar a Christopher mirándome con incredulidad,
como si todos estuviéramos a la deriva y nos hubiéramos dispersado para hacer frente
a las cosas que ninguno de nosotros podía manejar.
Nunca más había mencionado su nombre. Esa es la forma que todos lo manejamos
hasta el día en que regresó.
—¿No lo estás siempre? —Subí sobre el mostrador y balanceé mis piernas como
hice cuando era niña.
Líneas de diversión profundizaron las esquinas de los ojos de mamá. —No, no
siempre. La mayor parte del tiempo —añadió con un guiño—, pero no siempre. —Ella
se inclinó sobre el mostrador junto a mí—. Entonces, dime acerca de este chico que
hace que tus ojos verdes bailen.
Apreté ambos hombros en un encogimiento de hombros confuso y resoplé con mis
labios fruncidos. ¿Cómo podría Jared ser contenido de palabras simples? La miré, y de
nuevo pude sentir la admisión temblando en mis labios. —Él me da miedo, mamá.
Ella se quedó inmóvil, con sus manos drásticamente contra su vaso
temblorosamente lo dejo y se volvió hacia mí. —¿Qué quieres decir? ¿Él te asusta?
Aly…
—No, no de esa manera, mamá. —La corté, luchando por palabras—. Es que… me
duele que me importe tanto. —Eso siempre lo hacía y sentía bien el admitirlo en voz
alta. 178
Ella busca mi cara. —Oh Dios mío, Aly… ¿lo amas?
No le respondí.
—¿Cuánto tiempo has estado viéndolo? Yo no… ¿Quién es él? —Mamá parecía a la
deriva a través de sus pensamientos, como si le doliera que yo simplemente estuviera
diciéndole esto ahora.
La culpa me recorrió. Después de todos estos años, todavía lo mantenía en secreto.
—Ni siquiera sé que somos, mamá. Sólo me preocupo por él, demasiado, y cuando
estamos juntos yo… —Fruncí el ceño y parpadeé, entonces dejé que la verdad fluyera
libre—. Se siente como lo mejor que me ha pasado.
Ella se puso delante de mí y suavemente corrió un mechón de mi cabello a través de
dos de sus dedos, esta expresión melancólica en su rostro. —El amor es la mejor cosa
que nunca te ocurrirá, Aly.
Lentamente asentí mientras dejaba que sus palabras se sujeten. Mi voz estaba
áspera. —Gracias, mamá. No sabes lo mucho que necesitaba escuchar eso.
—Sabes que eso es para lo que estoy aquí —susurró. Luego se sacudió y dio un paso
atrás, con su voz regresando a la normalidad—. Así que, ¿cuándo conseguiré conocer a
este misterioso hombre? Oh, ¿por qué no lo traes para cenar? —preguntó, claramente
emocionada por la propuesta.
—No creo que estemos tan ahí todavía. Pero algún día. —Sólo podía esperar.
La duda picó una pequeña fisura en mi creencia. Jared no me había hecho ninguna
promesa. Y la verdad era que, yo ni siquiera sabía que éramos. Yo sólo tenía la
promesa de su toque, sólo sabía que me miraba de la misma forma en que yo lo
miraba. Eso fue lo que me mantuvo a flote, lo que me llenó de fe.
Mamá frunció el ceño y me miro seriamente. —Sé que eres grande, Aly, pero de
verdad me gustaría conocerlo.
Justo en ese momento una llave hizo temblar la cerradura en la puerta principal.
Mamá cogió su vaso de té mientras escuchábamos las fuertes pisadas de alguien
entrando en la casa.
¿Era terrible que le estuviera dando gracias a Dios por la interrupción? Pero no sabía
cuanta más información podría darle a mamá ahora antes de que todo se hiciera
evidente.
Augustyn entró en la cocina, sacándose una camiseta sudada por encima de su
cabeza. Llevaba pantalones cortos de baloncesto y tenis, su piel muy bronceada
brillaba con la humedad. A veces me preguntaba cómo mamá y papá habían criado un
deportista cuando Christopher y yo éramos todo lo contrario. 179
Él sonrió amplio. —¡Aly! Estaba emocionado por ver tu coche en el frente. ¿Cómo
estás?
—Lo estoy hacendó realmente bien. Sin embargo te he echado de menos —le dije
con toda honestidad.
Él no dudó en envolverme en un caliente abrazo sudoroso. —Lo sé. Yo también —
La voz de Aug era permanentemente áspera, gruesa como la de un hombre. Me hizo
sonreír.
—Así que, adivina lo que averigüe hoy —dijo mientras se apartó, sonriendo con
orgullo—. Estás mirando a nuestro mariscal de campo de primera serie. Ellos
anunciaron las selecciones hoy.
—¿En serio? —Salté del mostrador y lo abracé de nuevo—. Felicitaciones.
Mamá casi lo derribó. —¿Lo hiciste? Aug, estoy tan orgullosa de ti.
Yo estaba toda mesclada en sus abrazos y me sentí muy bien.
Cuando Augustyn tuvo su ración de caricias, abrazos y felicitaciones, él se retiró.
Mamá lo señaló. —Y apestas. Necesitas tomar una ducha.
Riendo. Él retrocedió. —Creo que sólo voy a darme un chapuzón. Papá está por ahí
de todos modos, y él me dijo que tenía que ser el primero en saberlo —Aug levantó la
barbilla en mi dirección—. Realmente fue bueno verte, Aly —Abrió la puerta corrediza
de cristal y me sonrió desde encima de su hombro—. Y dile a Megan que dije hola.
Mi boca se abrió con disgusto fingido, haciendo una mueca divertida con mis
labios. Bruto.
Él se rió y la puerta se cerró detrás de él.
Me volví de nuevo a mamá. —Creo que voy a volver a casa.
Decepción cruzó su rostro y ella resopló frustrada. —Está bien, pero honestamente,
Aly. No me dejes fuera, ¿de acuerdo?
Asentí, aunque no estaba segura de poder cumplir esa promesa. No era porque no
quisiera. Dios, Christopher me había pedido no hablar de que Jared se estaba
quedando con nosotros, y Jared definitivamente no quería que Christopher supiera
sobre nosotros. No estaba segura de que yo lo quisiera, tampoco. Estaba bastante
segura de que Christopher enloquecería. No hay duda de que papá perdería la cordura.
Y al saberlo su reacción sería sin lugar a dudas lanzar a Jared sobre el borde.
—Te quiero, mamá. —La abracé cerca de mí, su toque es tierno mientras frota mi
espalda baja.
180
—Yo también te quiero. —Ella se apartó y me cogió la cara—. Estoy feliz por tu…
quien quiera que sea.
Mordí mi labio mientras su nombre bailó en mi lengua. Me di cuenta de lo mucho
que quería que ella supiera. Trague saliva. —Te veré pronto.
—Bien —dijo ella.
Me dirigí a la puerta.
—Y ten cuidado —gritó detrás de mí.
Sacudiendo la cabeza sonreí y cerré la puerta detrás de mí.
Afuera, estaba húmedo, el cielo arriba emitía un azul brillante. Instantáneamente el
sudor se aferró a mi piel, y miré de reojo al sol cegador de Arizona. Espesas nubes
tumultuosas se reunían muy al sur, construidas y acumuladas a medida que se
extendían por el cielo y usurpaban lentamente sobre la ciudad.
El monzón estaba aquí.
Encendiendo mi coche, hice mi camino por la ciudad. Me deslice por la verja. La
ansiosa emoción causó un gran revuelo de mariposas que tomaron vuelo en mi
estómago cuando doble la esquina.
Jared rodó justo por delante de mí, y usó sus pies para apoyar su elegante moto en
el lugar que siempre estacionaba. Él se detuvo mirando hacia afuera. Sus botas estaban
ampliamente extendidas, equilibrando el metal entre sus piernas. Él llevaba sus
habituales jeans oscuros que cuelgan bajo y una camiseta negra que expone la historia
tejida por la fuerza de sus brazos. Los números en negrita esparcidos por sus nudillos
prominentes donde agarraba y flexionaba el manubrio. Ese rostro hermoso permanecía
estoico, casi duro, pero tenía el cabello salvaje, indomable donde había sido estropeado
por el viento.
Perdí mi aliento.
Ayer por la noche yo había dicho la verdad cuando extendí mi mano para tocarle la
cara, esta belleza áspera era algo absolutamente terrible y totalmente cautivadora.
Luché para sofocar mi reacción al verlo, recogí mis cosas y salí de mi coche. Jared
pasó la pierna por encima de su moto y sacó un par de bolsas de supermercado de las
bolsas de cuero colgando a cada lado del largo asiento.
—Hola Crucé el estacionamiento, acercándome a él. Estaba dudando seriamente
de mi capacidad de lucir genial cuando él se veía así. O cuando me miraba así.
Él se volvió justo cuando subí detrás de él, aproximando una mano a su cabello, el

181
cual me moría de ganas de hacerlo yo misma. Su sonrisa era lenta, y su mirada me
invadió, de pies a cabeza, y luego viajó de nuevo otra vez. —Oye —dijo con una
sonrisa que enarcó su boca.
¿Cómo diablos se supone que maneje esto? Porque todo lo que realmente quería
hacer era aplastarme a mí misma contra él, presionar mis labios en los suyos para saber
si se sentían tan bien como lo hacían anoche.
Ese lugar en lo más profundo de mi estómago revoloteó, seguro de que
definitivamente lo haría. Los recuerdos de su toque se estrellaron contra mí, haciendo
cosquillas a lo largo de mi carne, y no podía evitar sonrojarme cuando pensaba que no
podía esperar hasta que él lo hiciera de nuevo.
Su sonrisa creció justo con el enrojecimiento en mi cara.
Sí, el chico podía leer mi mente.
Me giré lejos y empecé a subir los escalones. Él estaba justo detrás de mí, su gruesa
presencia, consumiendo. Mi corazón dio un vuelco.
Yemas de dedos rosaron la piel sensible en mi nuca. Escalofríos corrieron por mi
espalda. Justo en la puerta, él presionó su pecho en mi espalda, se inclinó para rosar su
nariz a lo largo de mi mandíbula antes de susurrarme al oído—: Te fuiste por más
tiempo de lo que dijiste. ¿Estabas tratando de hacer que me preocupara por ti? —Su
voz salió con una rasposa acusación lenta y su mano subió a mi brazo para sostener la
parte superior de mi hombro—. Ya me vuelves loco cuando estoy cerca de ti —Acercó
sus dedos hasta el cuello de mi playera y burló en mi piel—. ¿Planeas volverme loco
cuando te vas, también?
Aspiré una respiración inestable. —Sólo pasé a ver a mis padres.
Su palma se deslizó hasta sostenerme en el cuello, la leve presión levantando mi
mandíbula. —Odié no saber dónde estabas… cuándo vendrías. —Su tono era duro, y
mi pulso tartamudeó. Jared me mantuvo allí, su nariz rozando a lo largo de la base de
mi cuello mientras me aspiraba—. No sé qué demonios estamos haciendo, Aly, pero
sea lo que sea, apenas puedo soportarlo.
Repentinamente dio un paso atrás, y yo me quedé allí sin aire. El deseo se arrastró a
lo largo de la superficie de mi piel y se hundió profundamente en mis huesos. Dios, no
sabía cómo manejar esto, el impulso de girarme y perderme en él.
Humedeciendo mis labios, trabajé mi rostro en una expresión neutra. Abrí la puerta
y entré. Christopher estaba allí, sentado en el sofá en el mismo lugar en que lo había
dejado esta mañana.
La voz de Jared me sorprendió desde atrás. —Mira con quien me encontré en la
planta baja.
Christopher cortó su atención de nuevo hacia nosotros, hizo un gesto de saludo. —
¿Cómo estuvo el trabajo?
182
Me obligué a actuar con normalidad y dejé caer mi bolso en el suelo junto a la
puerta. —Fue muy bien. Paré con mamá y papá para decirles hola después de que
terminé. Augustyn hizo primera serie. Debes darle una llamada.
—De ninguna forma —dijo Christopher, empujando hacia atrás el pelo que le había
caído en sus ojos—. Eso en serio es genial. Voy a darle una llamada. Maldita sea,
tengo que tener más tiempo para pasar el rato con él. —Había empezado a murmurar,
hablando sobre todo a sí mismo.
Sonreí mientras caminaba junto a él. —Lo sé, lo sé… tiene que ser tan difícil tallar
un par de horas de tu agotador horario de verano sin escuela o trabajo —bromeé.
Christopher puso los ojos en blanco. —Ja, ja.
Me dirigí a la sala. —Voy a cambiarme realmente rápido.
Cerrando la puerta detrás de mí, me paré en el refugio de me habitación. Mi
atención viajó a las sabanas revueltas de mi cama que se habían convertido como un
santuario, el lugar más seguro, donde Jared y yo éramos libres y nuestras bocas
murmuraban y nuestras manos se tocaban.
Y oré por la oscuridad, porque no podía esperar hasta que él me sostuviera allí de
nuevo.
Tiré de la apretada banda de goma y libere de mi cabello, lo dejé caer suelto, y me
cambié a unos pantalones cortos y una camiseta limpia. La alegría se extendió por
todo mi cuerpo, y me inspiró profundamente mientras me desprendía de todo el estrés
que había permitido construirse lentamente, permitido usurpar y corromper mis
pensamientos.
Al final, lo único que importaba era que él estaba aquí.
Pasamos la tarde relajados enfrente de la televisión. Me encantó la sensación de
que las cosas eran como se suponía que debían ser, sólo Jared, Christopher, y yo. Me
acosté en el suelo mientras los dos se sentaron en el sofá. Con frecuencia atrapaba a
Jared dándome miradas robadas, sus ojos suaves mientras acariciaban mi cuerpo. Era
como si se las arreglará para tocarme sin siquiera ponerme una mano encima. Me
estremecí y me abracé a mí misma, deseando que el tiempo pase, porque no podía
esperar a estar de vuelta en sus brazos.
La luna alumbraba el cielo, y una densa calma recorría la habitación mientras él día
decreció. Jared se hundió en el sofá, sus piernas extendiéndose más y más enfrente de
él. Sus pies descansaron a los lados de mi cabeza, flanqueándome, casual, pero con
una presencia que entibiaba mi alma. Bostecé y me acomodé en la comodidad de esto.
Christopher se puso de pie. —No puedo estar sentado aquí por más tiempo. Vamos
a jugar billar o algo así.
—Uh, Christopher me estoy quedando dormida —le dije frotándome los ojos con
183
las palmas de mis manos.
Él me señalo mientras caminaba por la sala. —Exactamente por eso mismo es que
vamos a salir de aquí. Son las nueves de la noche y mi trasero ha estado sentado todo
el día.
Cautelosamente incliné mi cabeza hacia atrás para mirar a Jared, y fruncí el ceño.
Él sonreía disimuladamente y luego me dio un empujoncito con su pie. —Levántate
perezosa. Vamos a salir.

***
Charlie’s era el lugar favorito de Christopher. Había un montón de mesas de billar,
las bebidas eran baratas, y una que otra banda tocaba casi todas las noches. Entré en el
concurrido estacionamiento y los tres salimos de mi coche. La elección de este lugar
era fácil de entender. El mayor atractivo para los delincuentes de la cuidad era que no
pedían sus identificaciones en la entrada al bar. Christopher había estado visitando este
lugar durante años y comenzó a traerme cuando me mudé con él.
Nos abrimos paso entre los grupos de personas que se juntaban en la entrada a trves
de las grandes puertas dobles. En el interior el ambiente estaba caluroso y la
iluminación baja. Viejos anuncios de bar neón brillaban de las paredes, y tablas de
madera cubrían el suelo sucio. Derecho al fondo había una gran barra con forma de
herradura, rodeada por al menos veinte taburetes. Tres o cuatro camareros atendían a
los clientes más ansiosos, las camareras corrían entre las altas, mesas redondas que
reclamaban el espacio directamente enfrente del bar. La música salía muy fuerte desde
los altavoces, y a la derecha había un pequeño escenario donde una banda preparaba el
equipo para tocar. Algunas parejas bailaban lento al lado del escenario, el otro costado
estaba repleto de mesas de billar. Luces vintage de vidrio se balanceaban de las vigas
encima de las mesas de billar, iluminando las tablas gastadas abajo. Al igual que el
estacionamiento afuera, el lugar estaba repleto.
Christopher le dio un codazo a Jared para llamar su atención. —Iré a buscar un par
de cervezas, ¿podrían conseguir una mesa?
—Claro.
Christopher levantó la barbilla hacia mí. —¿Quieres algo?
—¿Podrías traerme una Coca-cola? 184
No había tomado mucho de él para convencerme el ser la Conductora Designada.
Él sonrió, caminando en reversa. —Una Coca-cola será. —Se dio la vuelta y
desapareció entre la multitud.
La mirada de Jared lo siguió hasta que lo perdió de vista. Tan pronto como él lo
estaba, Jared tomó mi mano y la apretó mientras la dirigió hacia su boca. Un gemido
tenue vibró contra mi piel. Sus ojos azules eran todos cálidos cuando me miró. —He
estado muriendo por tocarte por horas, ¿tienes alguna idea de cuánto, Aly? —Él
presionó la palma de mi mano hacia su nariz. Cuando la jaló de vuelta, él se estaba
mordiendo completamente su labio inferior, algo como confundida duda deslizándose
a través de sus expresiones mientras sus ojos buscaba sobre mi rostro. De repente una
sonrisa apareció en su boca, y enredo mi mano en la suya y tiró—. Vamos,
encontremos una mesa.
Mi sonrisa era incontrolable mientras nos movimos a través de la multitud. Me
encantó este sentimiento, como si todo fuera algo natural y destinado a ser.
Encontramos una mesa de billar vacía en un extremo del bar. Cogió un taco y me
ayudó a hacer lo mismo, y lo observé mientras se inclinaba encima para acumular las
bolas. Él me sonrió de vuelta, todo astuto y arrogante.
Este lado de Jared era tan inesperado, este chico quien sonreía sin mayor esfuerzo,
como si por el momento su dolor hubiera sido suspendido y se le hubiera dado un
indulto. Me pregunto si es que él se había dado cuenta de la enorme alegría que
reflejaban sus ojos o si sólo estuviera condicionado a reconocer la desolación de su
corazón y mente.
Tuve la urgencia abrumadora de aproximarme a él por detrás, y pensé que era
sorprendente también. Quería recorrer mi mano por su espalda y sentir su fuerza que
ondulaba y se agrupaba debajo de la cubierta de su playera, para estar íntimamente
recordando lo que habíamos compartido la noche anterior. Yo era diferente con él.
Mejor y peor, demasiado confiada e ingenua. Jared me hizo desear cosas que jamás
deseé antes. Me confundía, me sentía tan vacía y llena a la vez. Casi completa.
Jared frunció el ceño como si se hubiera percatado de mis pensamientos. Auto-
consiente, dejé caer mi mirada y me distraje poniendo tiza en mi taco. La banda
comenzó a tocar, levantando el estruendo en el bar a niveles ensordecedores.
Christopher regreso con mi bebida y las cervezas.
—Aquí tienes hombre.
—Gracias. —Jared aceptó la suya y le quitó la tapa, y luego la chocó en dirección
de Christopher antes de tomar un largo trago. Se limpió la boca con la parte posterior
de su mano.

185
—Me voy a sentar fuera en el primer juego —les dije mientras me apoyaba contra
la pared bebiendo mi Coca-cola—, pero jugaré con el ganador.
Christopher tomó su taco y me sonrió —Bueno, suena como que estarás jugando
conmigo, entonces, hermanita.
Risas salieron de la boca de Jared, sus ojos azules brillaban de alegría. —Al parecer
te sientes bastante seguro ¿no es así Christopher? Yo diría que deberíamos apostar. —
Sacó un billete de veinte de su cartera y lo puso sobre la mesa.
—Oh, estás dentro. —Christopher saco un billete de su billetera.
Ellos jugaron mientras yo rondaba cerca. Nos reímos y los chicos bebieron. Jared
era bueno, pero Christopher lo era más. Ambos lucharon en este constante acoso,
lanzando bromas frívolamente bajo soplado e insultos sórdidos el uno al otro que
nadie tomó enserio.
Para el final del juego, Christopher le quitó un billete de veinte dólares del bolsillo a
Jared —Hey ¿Cuándo aprenderás? Ya sabes que siempre salgo ganando.
Jared se apoyó en la pared con una sonrisa fácil mientras di un paso para mi juego.
¿Qué tan bien se sentiría reclamar a este hermoso chico de forma pública, poder alzar
mis brazos y besarlo? Durante un momento me pregunté cómo reaccionaría él y sobre
todo Christopher.
Observé el cabello negro de Christopher y sus ojos verdes. Sin lugar a dudas aquel
pensamiento sería realmente una mala idea.
Alejé esos pensamientos y fingí seguridad al acercarme a mi hermano. —Estás en
serios problemas ahora —dije inclinando mi barbilla de modo desafiante. Contuve mi
risa mientras lo amenazaba. La única vez que le gané a Christopher fue porque él me
dejo hacerlo.
Él arqueo una ceja de manera divertida —¿En serio?
—En serio —le dije con un resuelto asentimiento.
Le tomó sólo cinco segundos llegar hasta mi para acabarme.
Jared arrastró un taburete alto y lo puso cerca de la pared para mí. —Aquí, sube así
podrás ver mejor como le pateo el trasero a tu hermano en este próximo partido. —Su
sonrisa era floja mientras hacía un gesto para que me sentara. Extendió la mano para
ayudarme a subir al taburete, supuse que las pocas cervezas que había tomado le
estaban haciendo efecto, su toque era suave y se demoró por demasiado tiempo. Su
mano agarró mi lado y su pulgar acarició a lo largo de mis costillas.
Esa simple muestra de afecto aceleró mi corazón. Porque con él, lo quería todo. No
hubo que disfrazar mi anhelo mientras lo miré hacia arriba, sus ojos tan suaves
mientras ellos veían hacia abajo a mí. Vi como tragó, la pesada sacudida de su
garganta; luego a regañadientes se volvió hacia Christopher. —Muy bien, mi amigo,

186
tiempo para mostrarte como se hace realmente.
Otra hora pasó, estaba sentada en el taburete balanceando mis piernas mientras los
observaba a ambos. Había estado silenciosa los últimos tres juegos, ya me habían
humillado lo suficiente para una noche. Christopher ganó otro juego mientras Jared
ganó dos. Bebieron algunas cervezas, sus risas y sus bromas se incrementaban, tanto
como solían ser. Una sensación de satisfacción pasaba por cada parte de mi ser.
Jared se había quedado y pensé que tal vez él estaba feliz.
Christopher estaba obviamente teniendo un buen momento. Probablemente un
poco demasiado de buen tiempo, ya que sus bromas pasaron la raya de lo gracioso a lo
odioso. Lo que sólo me hizo reír. Con su botella levantada en alto, se tomó la que
debía ser su séptima cerveza de la noche. Puso la botella en la pequeña mesa antes de
inclinarse para intentar un tiro saltando ridículamente. Buscó y golpeó la bola blanca
dentro del hoyo lateral.
—Ah, mierda —grito con una sonrisa mientras se tambaleaba hacia atrás. Golpeó a
un tipo tratando de tomar un trago en la mesa de atrás. Christopher se dio vuelta
extendiendo su mano para sostener al tipo con el que había chocado, una disculpa
salió de sus labios—. Oye lo siento hombre —la sonrisa de Christopher era amplia.
Pero el otro tipo estaba furioso. Su mano empuño su taco de billar y se burló en un
tono agresivo. —¿Qué mierda pasa pequeña verga?
Él tipo era más bajo que Christopher, pero más ancho de cuerpo y viejo. Tenía la
cabeza rapada o calva, no podía decirlo. Casi pude leer sus pensamientos en sus ojos
demasiado oscuros, la llama de la agresión mientras tomaba una decisión de tomarla
con mi hermano. Al tipo le gustaba. Hostilidad saliendo de su cuerpo, y él tomó un
masó hacia enfrente antagonistamente.
Mi corazón latió con fuerza y mis manos apretaron el borde del asiento del taburete.
Odiaba las peleas, odiaba cuando las noches que debían ser despreocupadas se volvían
malos recuerdos porque gente enferma preferirían lastimar a alguien que dejarlos ser.
Levantando ambas palmas de las manos, Christopher dio un paso atrás. Realización
había serenado su rostro. Esta vez su sonrisa fue obviamente forzada mientras trató de
tranquilizar la situación. —Oye, hombre, ya te dije que lo sentía. No tenía intención de
hacerte ningún daño.
Christopher la mayoría de las veces se llevaba bien con la gente. Era de esas
personas con las que querías pasar todo tu tiempo. Tenía un encanto que atraía a la
gente. Él lo sabía, también, lo utilizó para su ventaja para atraer a sus presas o para
calmar una situación cargada. Yo solamente lo había visto pelear un par de veces,
siempre como por obligación cuando no tenía otra salida. Y Christopher podía hacer
las cosas solo, no tenía dudas al respecto. Pero contra ese tipo no lo sabía.
Me baje del taburete e intente mantener el equilibrio. Me puse atrás de Christopher,
intenté alejarlo. Ninguno de nosotros tenía porque lidiar con esto esta noche, y yo sólo 187
quería ir a casa. Donde era seguro.
—Christopher —dije en voz baja mientras lentamente me acerqué a él, esperando
obtener su atención así podríamos salir de allí.
La boca de Jared estaba de repente calentando mi mejilla, su mano larga extendida
contra el lado opuesto de mi rostro mientras que él firmemente sostenía mi cabeza,
demandando mi atención. Susurró algo en mi oído—: Hazte para atrás, Aly. No te
quiero cerca de ese pendejo.
Luego me hizo hacia atrás de él, su brazo extendido hacia atrás para mantenerme
alejada. Dio un paso para estar tomar el lado de Christopher. Una clara declaración de
alianza. Jared rodó sus hombros, esto comprobando la energía vibrando a través de su
ser. Sus manos se apretaron y se cerraron, la agresión arrollando a través de los
músculos de sus brazos que ondulaban y se agrupaban debajo de los colores marcando
su piel.
El miedo revolvió mi estómago. Miedo del tipo viendo hacia abajo a mi hermano y
a Jared, miedo a la violencia rozando a través de la superficie de la piel de Jared,
doliendo por ser liberada. Pude sentirla, esta feroz rabia que emanaba del espíritu de
Jared, como si algo oscuro se hubiera desatado y liberado.
Volví mi atención de Christopher a Jared, detectando donde estaba el verdadero
peligro. Puse una mano en su espalda. —Jared por favor, vámonos —le suplique, tan
bajo que no estaba segura de si alguno de ellos pudo escucharme, su concentración
enteramente en el tipo que esbozó una sonrisa amenazadora.
Jared se estremeció y me ignoro. Empuñando sus manos mientras ladeó su cabeza
en clara provocación.
Habíamos llamado la atención. Un frenético murmullo de voces y ojos
descendieron hacia la escena, un susurro de mórbido interés mientras las personas
comenzaron a acercarse.
El pánico se instaló en mi pecho y estómago. Teníamos que salir de aquí.
Me deslicé entre Christopher y Jared, quedándome detrás, decidida a calmar la
malicia que había llenado el aire. Esta vez les hable más fuerte y tire de la camisa de
Christopher. —Jared… Christopher… vamos, vámonos ahora. Por favor.
El hombre hizo una mueca burlándose. Miro directamente a Jared —¿Por qué no le
dices a tu puta que cierre la boca?
Al escuchar esas palabras Jared explotó. Se movió más rápido de lo que he visto a
alguien moverse, tomó al hombre y lo inclinó hacia el suelo. Observe con horror como
Jared le dio un puñetazo al hombre en la cara. El puño conectó con un ruido sordo que
resonó en mis oídos. La sangre salió a borbotones, brotando de la nariz del hombre, ya
188
que corría profusamente por la cara y le goteaba de la barbilla.
Cuando vio la sangre, Jared pareció perder la noción completamente. Se abalanzó
sobre el tipo, los puños iban y venían, cada golpe era más salvaje que el anterior. El
hombre intento defenderse pero Jared era demasiado ágil y esquivo cada golpe que el
tipo intentaba darle.
Finalmente logrando levantarse, el tipo movió su taco de billar con un grito
atronador. Lo giró a través del aire mientras lo puso en ángulo hacia la cabeza de
Jared.
Jared se agachó. En el mismo movimiento, tomó un palo de billar de otro tipo.
Agarrándolo con ambas manos, lo sostuvo como arma horizontal mientras arremetió.
Jared estaba mostrando los dientes, y se estrelló en el pecho del tipo. Sé inclinó hacia
atrás sobre la mesa de billar, el palo sosteniéndolo hacia abajo por el pecho. El tipo
golpeaba, clavaba en el verde fieltro con sus piernas agitándose mientras luchaba por
encontrar apalancamiento en el suelo.
Jared se inclinó más cerca y gruño en su cara—: ¿Qué mierda has dicho? Dilo otra
vez hijo de puta. —Jared volvió a golpearlo—. Vamos dilo.
La multitud saltaba para encontrar una mejor vista de la pelea.
—Vete a la mierda —gimió el tipo. Jared lo tenía aferrado a él, hasta que el tipo le
escupió la cara.
Jared grito indignado y le dio una patada en la cabeza.
Luego me di cuenta que estaba gritándole, gritaba el nombre de Jared lo más fuerte
que pude. —Jared ¡Para! Oh Dios mío por favor detente.
Al parecer el miedo que transmitía mi voz hizo reaccionar a Christopher. Desde
atrás tiro el bastón de la mano de Jared. Este se dio la vuelta y alzo su puño, sus
salvajes ojos azules mientras redirigía hacia otro atacante.
Christopher reacciono lo suficientemente rápido para saltar hacia atrás, y el golpe
conecto en el aire. —Jared, vamos hombre, mírame. —Christopher se puso en frente
de Jared con las manos en sus hombros mientras Jared luchaba para liberarse—.
Vamos Jared este pendejo no vale la pena, te garantizo que los policías vienen en
camino. Tenemos que sacar a Aly de aquí.
Las personas comenzaron a dispersarse, justo cuando esos salvajes ojos azules se
clavaron en mí. Dolor arrugó su rostro, y alzó los puños ensangrentados en una
especie de rendición torturada.

Christopher tomó el mando y le tiro de una mano Vámonos, tenemos que salir
de aquí. —Me empujo a través de la gente hacia la puerta trasera del local. La gente
nos apretaba, tome la mano de Jared sosteniendo firmemente a Christopher mientras
189
nos llevaba a la salida.
Nos tropezamos en la puerta trasera, mucha gente se reunía al aire libre para fumar.
Un trueno apareció en el cielo, iluminando el cielo oscuro. El viento soplaba con
fuerza levantando la suciedad y el polvo. Encogiéndome, miré el cielo siniestro.
—Vamos, por aquí. —Christopher nos guio. Señaló hacia la derecha, luego apretó
más mi mano mientras corríamos por detrás de un centro comercial que desde hacía
mucho había sido cerrado por la noche.
Sostuve apretadamente mi agarré en la mano de Jared mientras lo arrastraba detrás
de mí. Me negué a soltarlo.
Christopher nos guió todo el camino. La tormenta aproximándose presionaba desde
arriba. Energía crujió a través de las nubes y aceleró a lo del suelo. Cayó un rayo y
eché una mirada furtiva por encima de mi hombro hacia Jared. Él mantenía su rostro
escondido mientras mantuvo sus ojos en sus pies, sus manos casi flojo donde quemaba
contra la mía.
Yo quería dejar de correr para tomarle el rostro y preguntarle si se encontraba bien.
En su lugar intentaba sólo mirar a Christopher, quien dirigía la carrera. Desesperada le
apreté la mano a Jared y lo tire más fuerte, esperando que al menos sintiera mi
preocupación. Su toque me dejo sin respuesta.
Disminuimos el ritmo cuando doblamos una esquina y nos escondimos en medio de
unos edificios. —Solo tomaremos un poco de aire Aly —Christopher me advirtió.
Llegamos a la acera, los faroles alumbraban nuestro camino. Jared soltó mi mano y
retrocedió dos pasos mientras yo avanzaba de la mano con mi hermano. Cuando
llegamos a un estacionamiento me acurruque a su lado.
Habíamos dado la vuelta completa.
Tres coches de policía se sentían a lo lejos. Luces rojas y azules destellaban. Nadie
nos siguió, al parecer toda la atención estaba aún dentro en el bar.
En silencio, avanzamos hasta mi coche que estaba estacionado en la oscuridad.
Toque el botón de mi llavero para que el seguro de mi auto se abriera, nos metimos al
auto, mi hermano en la parte delantera y Jared en la parte de atrás.
Silenciosamente, nos deslizamos hacia mi coche que se encontraba cerca de la
oscuridad, lámparas tenues de la parte frontal del bar proyectaba sombras a través de
todo el lote. Abrí los seguros de las puertas en mi control, y nos metimos en nuestros
asientos Christopher enfrente y Jared directamente detrás de mí en el asiento trasero.
No dijimos nada, simplemente dejamos que la tensión se quedara atrás mientras
busqué con la llave para encenderlo. Finalmente encontré la ranura y encendí el motor.
Temblando, retrocedí, puse el auto en marcha y poco a poco avanzamos por las calles.
190
En silencio esperamos por algo… porque alguien nos siguiera… por algunas
consecuencias por venir. Con cautela miré por el espejo retrovisor hacia la calle que se
encontraba vacía. Nadie nos siguió. Mis ojos vieron a Jared encogido con sus manos
ensangrentadas sobre su rostro.
Christopher se giró finalmente en su asiento y buscó en la distancia. Luego él se
quebró. —Santa mierda, hombre. —Su sonrisa estaba tan amplia y descuidado cuando
vio hacia Jared, su zumbido haciendo un resurgimiento mientras le golpeo a Jared en
la rodilla—. Eso fue jodidamente increíble, venciste la mierda de ese imbécil. En el
segundo de que dijo algo sobre Aly, supe que lo ibas a perder. —Él se rió mientras
corría una mano por su cabello despeinado—. Siempre fuiste así… dando la cara por
ella. Mierda… te apuesto que patearías mi culo si yo dijera algo malo sobre ella.
Él me dio una sonrisa sesgada, luego se volteó hacia Jared. —Eres como su ángel
guardián, o alguna mierda como esa. ¿Quién sabe qué hubiera pasado si no intervienes
esta noche? Mi culo de seguro habría terminado en la cárcel o habría estado en el lugar
de ese idiota. Amigo era enorme. —Christopher se rio, aligerando lo que había
ocurrido atrás en el bar. Christopher al parecer aún no se daba cuenta de la miseria de
Jared, a la inquietud que se mostraba a través de sus músculos, la ansiedad silenciando
su lengua.
Christopher encendió la radio del auto y canto una canción de pop horrible, su voz
alzándose y completamente fuera de tono. Déjaselo a mi hermano para olvidar
completamente lo que realmente estaba sucediendo.
Giré a la verja de nuestro complejo. Nuevamente levanté mi rostro para buscar el de
Jared a través del espejo. Podía sentirlo, a él preocupado con lo que él había estado
apenado mientras se sentó en silencio en mi asiento trasero. Castigándose a sí mismo
por sus acciones.
Lo protector, lo entiendo. Ciento por ciento. No podría nunca criticarlo por eso. Y
tal vez sólo nosotros dos lo reconocíamos; los dos que habíamos sentido su arder,
perder el control.
Me asusto, y sé que lo asustó a él también.
Atrapando sus ojos en el espejo, traté de decirle con una mirada que lo entendía.
Avergonzado el bajo su cabeza.
Nos estacionamos y apague el motor. Christopher y yo salimos del auto. Sentí como
si hubiera pasado un minuto completo antes de que finalmente la puerta trasera se
desenganchó, descansando ajar en el umbral. Con su mano en la manija, Jared parecía
dudar antes de que finalmente abrió completamente la puerta. Cuando Jared

191
lentamente paso la parte frontal del coche, Christopher le dio una palmada en el
hombro antes de dirigirse hacia el apartamento. Jared no dijo nada mientras ambos
hicimos nuestro camino hacia las escaleras. Caminando un par de pasos adelante de él,
me mantuve dando miradas hacia atrás, buscando por algo. Jared no me daba
respuestas. Y nuevamente yo estaba rogándole silenciosamente que no se fuera.
Todo lo que quería era que se quedara.
Entramos en el santuario del apartamento, y me encontré deseando que nunca lo
hubiésemos dejado.
Christopher estaba en la cocina, ruidoso mientras hurgaba en el refrigerador con la
misión de encontrar algo que comer. Justo dentro de la puerta, me detuve.
Agotamiento repentinamente peso sobre mis hombros, mientras la adrenalina anudo
mi estómago. Me dejó agitada e insegura.
Jared se apartó de mí y se dirigió a la sala. Vigilando, se detuvo y miro hacia atrás a
mí con algo que parecía disculpa, antes de desaparecer en el baño. La puerta
suavemente se cerró detrás de él, el click de la cerradura dejándome fuera.
Me retiré a mi habitación, diciendo —Buenas Noches. —Detrás de mí.
Era una invitación. Por favor ven.
Me cambié de mis jeans y camiseta a un pantalón de pijama y playera, torcí mi
cabello dentro de un amarré desastroso. Sentándome en mi cama, me incliné y saqué
mi cuaderno de dibujo del suelo hacia mi regazo. Le di vuelta hasta la última hoja en
la que había estado trabajando, dejé a mi mente recorrer mientras liberé mi mano.
Truenos retumbaron por encima, hizo temblar las paredes mientras el viento
golpeaba y silbaba a través de los árboles.
El lápiz corrió sobre la página, sombreando planos perfectos de su rostro,
oscureciendo sus ojos porque ahí había mucho dolor. Cada vez que pensaba que tal
vez estábamos menguando el dolor, sólo era expuesto cuan más profundo era.
Afuera de la habitación, escuche el agua correr en el baño. Lo imagine encorvado
sobre el lavabo mientras el trataba de lavar la noche de su conciencia. Sangre goteando
de sus nudillos, girando a través del agua, tiñendo de rosa antes de desvanecerse en el
desagüe. Pero yo sabía que a pesar de que estaba borrando las huellas físicas de la
lucha, Jared se colgaría de esto como otra cicatriz.
Mantuve robando miradas a mi puerta, esperando que él viniera.
Que viniera a mí.
Que me amara de la forma que lo hizo la noche anterior.
O tal vez sólo yaciera conmigo, aferrándose a mí mientras me aferraba a él.
Dos horas pasaron, y todavía no ha venido.
192
Quería ir a él. Confortarlo. Finalmente, cuando no lo pude soportar más, lo hice.
Me deslice de mi cama y caminé a través del piso. Tan silenciosamente como pude,
abrí mi puerta. Busque dentro del pasillo vacío. La oscuridad se filtraba por debajo de
la rendija de la puerta del baño. Salí. A mi derecha, la puerta de Christopher estaba
cerrada. El silencio flotaba espeso en el apartamento, y caminé de puntas dentro de la
sala principal. El sillón estaba vacío, sin evidencia de mantas o almohadas. Mi pulso se
aceleró con miedo, antes de que me diera cuenta de las llaves dejadas en una pila en la
mesa de café. Me deslice alrededor del sillón y presioné mi rostro en la puerta
corrediza de cristal.
El cielo nocturno era turbulento. Láminas de relámpagos de deslizaron a través de
los cielos, encendiendo el mundo en brillantes estallidos de luz antes de que tronara.
Furias del viento áspero golpearon las delgadas ramas de los árboles palo verde,
inclinándose torcidos. Frenética, busque en el balcón oscuro por evidencia de quien
siempre me había puesto desequilibrada, quien había establecido los estándares de mis
creencias porque había sido el que había logrado tocarme tan profundamente. El cielo
se iluminó. Busqué en el balcón con la luz transitoria.
Jared no estaba ahí.
Di dos pasos hacia atrás. Cerré en puños mis manos en frustración, mi atención
lanzada a través de toda la habitación vacía. Por un segundo, estudié la puerta
principal, antes de tragarme un nudo en mi garganta y encontrar el coraje para cruzar
la sala. Silenciosamente la abrí.
Alivió baño sobre mí cuando lo encontré sentado por sí mismo en el suelo con su
espalda apoyada contra la pared enseguida de la puerta. Ese alivio chocó con el dolor,
esta oleada de sentimientos que encumbró y se levantó.
Como compañero de la tormenta, Jared se meció en agitación mientras llevaba un
cigarro casi terminado a su boca. Su pecho desnudo se expandió mientras llenaba sus
pulmones. Humo se arremolinaba sobre su cabeza. Trozos de su rubio cabello
golpeaban con el viento, pegaban y se agitaban. Agresivamente estampó la colilla. Un
gruñido torcido salió de sus labios, y él curvo sus nudillos lacerados y los aplastó
contra sus sienes, como si él tuviera que hacer cualquier cosa para silenciar los
demonios susurrándole en su oído.
Sólo por esta noche, yo quería hacer que se fueran.
Sentí el momento en que registro mi presencia, la forma en que sus manos se
presionaron más fuerte contra su cabeza, sus movimientos rudos mientras él
severamente se estremeció. Su voz era ronca, apenas audible por encima del aullido del
viento. —Sólo… vuelve adentro.

193
Él me conocía mejor que eso. Sabía que no había oportunidad que me girara lejos,
justo como yo lo conocía lo suficientemente bien para saber que él trataría de alejarme.
Truenos se estrellaron, y excavé profundamente para encontrar el mismo coraje que
había descubierto en mí anoche. Arrastrando hacia adelante, me hinqué enfrente de él,
mis rodillas raspando en el piso de grueso concreto. Lentamente me metí entre sus
piernas, mis manos apoyadas en sus rodillas.
Jared sacudió su cabeza en la pared de estuco. Mantuvo sus ojos cerrados con
fuerza, protegiéndome del dolor que yo sabía que él albergaba ahí. —No deberías estar
aquí —forzó a través de sus dientes apretados.
—¿Por qué no, Jared? —demandé— ¿Por qué piensas que tienes que pasar por todo
tú solo?
Torturados ojos azules se abrieron ante mí. Ellos rozaron mi rostro, al igual que este
doloroso abrazo. —¿No lo ves, Aly? Esto es exactamente de lo que te advertí. Soy un
jodido desastre. —Extendiendo su mano y el tocó mi rostro, su cabeza inclinada hacia
un lado mientras el pasaba sus dedos por mi mejilla, buscando comprensión.
Llamas quemaron bajo su toque, avivando la devoción que eternamente he tenido
por él.
¿Creyó que de alguna forma él que estaba alejándome, advirtiéndome, cuando todo
lo que yo quería era más?
—Nunca quise que me vieras como esta noche —dijo—, pero era inevitable… todo
esto es… inevitable. Y aún así me quedo porque no sé cómo jodidamente alejarme de ti.
Anoche… —Pasó fuertemente una mano temblorosa por su cabello—. Mierda, Aly…
anoche fue lo más cercano que he estado de sentir algo real en tanto tiempo.
Con su admisión, calor inundó y se agrupó, llenándome completa. Mis manos
apretando sus rodillas, mis dedos excavando en su piel.
Quédate.
Una ráfaga feroz de viento empujó dentro del espacio, ondulando con energía,
revolviendo mi sangre, revolviendo mi corazón.
Quédate.
Inclinándome más cerca de su rostro, atrapé su mirada, hablé sobre la agitación de
la tormenta. —Nada de eso me importa, Jared. Y sólo fue una pelea. Estabas dando la
cara por Christopher. Estabas dando la cara por mí. ¿Qué está mal con eso?
Mi cabello golpeó alrededor de mi cara, y Jared enredó sus dedos en un bloqueo
inexplicable como si estuviera anclándose en mí.
Relámpago ilumino. Trueno retumbó.
Sorbí en un respiro, perdiéndome en su simple toque.
194
—Sabes que no fue sólo una pelea. —Jared negó con su cabeza, sus ojos
entrecerrándose severamente mientras él abría su boca en confesión—. Christopher
estaba en lo correcto cuando dijo que lo perdí. Lo perdí en el segundo en que ese
pendejo incluso vio hacia ti. Yo lo quería… —Titubeando, Jared dejó caer su mirada a
un lado, mojó sus labios, antes de sujetarme con toda la fuerza de su mirada—. Quería
lastimarlo… Quería destrozarlo. Sólo la idea de alguien andando contigo me vuelve
loco. —Él parpadeó, deslizando su dedo más apretado en mi cabello—. Me vuelves
jodidamente loco, Aly. Peligroso. Es como si todo lo que quisiera hacer es protegerte
incluso pienso que sé que voy a terminar lastimándote. Y Dios, me mata el pensar en
lastimarte.
Agarré su rostro entre manos urgentes. —Entonces no lo hagas.
Su boca colisionó con la mía, sus manos frenéticas mientras él posesivamente las
hundió en mi cabello. Besó y succionó, murmurando —Aly… —Mientras él jadeaba
en busca de aire. Se echó para atrás, mi cabello enroscado entre sus dedos mientras él
los extendió abiertamente. Sus ojos crecieron fervientes mientras él sostenía mi cabeza
entre sus manos—. Nena, no quiero que… Dios, no quiero hacerlo. —Me echó para
atrás, su boca enérgica mientras superaba la mía.
Presioné mi pecho contra el de él, sentí su corazón latir. Luché para encontrarme
con su beso, para sostener parte de esta angustia que se lo estaba comiendo vivo. Mis
dedos se enroscaron alrededor de su mandíbula antes de que envolviera mis brazos
alrededor de su cabeza. —Jared —rogué.
Unos pocos pinchazos dolor en mis rodillas mientras me levanté, luchando por
acercarnos, desesperada mientras mi cuerpo busca el suyo.
Sólo necesitaba sentir. Para conocer su corazón en su toque. Para que él conozca el
mío.
Jared me levantó en un solo movimiento. Mi espalda estaba de repente clavada en
la puerta, su cuerpo cubriendo el mío. Todo el aliento salió de mis pulmones. Gemí,
haciendo un movimiento frenético para acercarlo mientras me aferraba a sus anchos
hombros.
Jared tomó mi cara entre sus manos, me separa un poco para ver mis ojos. Moja sus
labios, el frenesí que había ardido entre nosotros abatiéndose en una combustión lenta.
Él vacila, titubea, antes de regresar a mí con un beso suave con la boca cerrada. Apoyó
su frente en la mía. —Aly, ¿podemos… sólo te acostarías conmigo? Sólo quiero
sentirte.
Mi exhalación es inestable, y yo me chupo el labio inferior de mi boca, asintiendo
contra él.
Cuidadosamente me baja sobre mis pies, rebusca la perilla, y nos dejó entrar al
silencio del apartamento a oscuras. Me llevó a mi habitación, silenciosamente cerró la 195
puerta, y puso el candado. Enfrente de mi cama, se quitó su camisa por la cabeza,
antes de que lentamente quitara la mía.
—Aleena, eres tan hermosa —dijo mientras sus ojos me recorrían a lo largo de mi
cuerpo.
Aleena.
Anoche cuando él había dicho mi nombre de esa forma, había robado mi aliento
mientras él lo murmuraba una y otra vez. Me hizo sentir hermosa. Me hizo sentir
amada, incluso cuando él no pudo admitir amarme era exactamente lo que estaba
haciendo.
Relampagueó al mismo tiempo en que el trueno se estrelló. Un torrente repentino
de lluvia violenta golpeó la ventana. Me estremecí, una oleada de escalofríos cubriendo
mi piel. Jared me alcanzó para acariciarme, ligeros dedos mientras hacían cosquillas a
lo largo de mi clavícula.
Nos dejó solamente en nuestra ropa interior antes de que el tomara mi mano y me
guiara a la cama. Él me atrajo a sus brazos rodeándome, su nariz enterrada en mi
cabello. La tormenta rugía a nuestro alrededor, así muy parecido al hombre quien me
sostenía en sus brazos. Violento. Impredecible.
Hermoso.
Horas después, escuché como la lluvia repiqueteaba suavemente contra los cristales
de las ventanas, y un trueno retumbó a lo lejos mientras la tormenta cedía su control
sobre la ciudad.
Durante mucho tiempo, sólo estuve tendida en la parte superior de este dulce
hombre quien estaba totalmente endurecido. Era difícil de conciliar los dos. Nos
habíamos dicho poco, sólo nos abrazamos en la paz de la tormenta pasajera. Después
de esta noche, sabía que era verdad lo que Jared necesitaba. Sólo ser sostenido. Su
corazón palpitaba de forma constante debajo de mi mejilla. Me tenía envuelta en sus
brazos, sus dedos jugando a lo largo de la piel de mi espalda desnuda. El solamente
miraba el techo, perdido en sus pensamientos.
Me acurruqué más cerca aunque no creí que pudiese alguna vez acercarlo lo
suficiente. Sus dedos encontraron su camino hacia mi cabello, masajeando la parte de
atrás de mi cuero cabelludo. Alegría me calentó mientras se extendía a través de mis
venas.
—Esto se siente tan bien. —La voz baja de Jared rompió el silencio.
Arrastre mis dedos por su pecho y en su hombro. —Tan bien.
No quería arruinar la paz en la que nos encontrábamos, pero la pregunta se había

196
asentado en silencio en la parte de atrás de mi cabeza desde aquella primera mañana
en la que me había enfrentado en la cocina y luego tropezó en el trastabilló en el
apartamento más tarde esa noche con los nudillos ensangrentados. Verlo esa noche en
el bar había empujado mi preocupación de regreso al frente de mi mente, donde se
había plegado fastidiándome. —¿Puedo preguntarte algo sin que te enfades? —
Tímidamente, tracé la rosa moribunda que descansaba sobre su corazón. Mantuve mi
cabeza baja porque no podía mirarlo a los ojos.
Sin humor, se rió entre dientes y jugando con mi cabello, levantando trozos gruesos
y dejando caer las ondas por mi espalda. —Eso suena como una pregunta capciosa,
Aly. Creo que la mejor pregunta sería si puedes preguntarlo sin molestarte. Porque no
voy a mentirte, no estoy seguro de que te guste la respuesta.
Tragué saliva. —No es algo como eso. Es solo algo que me he estado preguntando y
tú nunca has mencionado. —Está bien, me preocupaba. Jared tenía razón. No estaba
segura de cómo manejaría su respuesta.
—Está bien, entonces. —pinchó.
Hice una pausa, buscando alguna forma de enmarcar la cuestión sin sonar como si
le estuviese acusando de algo de lo cual realmente no sabía mucho. Porque no era una
acusación. Sólo necesitaba saber. —Escuché lo que ellos habían encontrado en tu
casillero cuando estabas expulsado… —Sabia que lo había visto. Mi corazón dio un
vuelco demasiado fuerte.
Jared suspiró con impaciencia, pero no parecía tan sorprendido o molesto por la
pregunta. —¿Quieres saber si aún las uso? ¿Si soy un adicto?
Me encogí ante la brusquedad de sus palabras.
Jared suspiró de nuevo, pero esta vez sonó como una disculpa. —Oye, mírame.
Me dio un empujoncito. Levanté la cabeza y puso una mano cálida en mi rostro.
Sinceros ojos azules encontrándose con los míos—. Sí Aly, soy un adicto porque
nunca voy a olvidar lo fácil que es caer en el olvido, y nunca voy a dejar de querer ir
allí. Hay días en los que pienso que voy a volverme loco porque tengo muchas ansias y
hay otros días cuando ni siquiera pienso en ello. Pero usarlas es el camino más fácil.
Traté esa ruta, y no paso mucho tiempo para darme cuenta de que esta vida no iba a
ser fácil. No las he usado desde la noche que me enviaron lejos. Aprendí entonces que
no tengo salvación.
—Jared…
—No, Aly. —Pasó su pulgar por mi mejilla—. ¿Crees que no puedo sentir esto?
¿Cuán desesperadamente quieres las cosas que no puedo darte? Ese es el porque me
pone enfermo que esté haciendo esto, porque ya te lo advertí… no puedes arreglarme,
y no puedes decir o hacer algo que vaya a cambiar mi opinión o llenar el vacío en mi
alma.
No había ira en sus palabras. Sólo tristeza. 197
Aumento su control sobre mi rostro y me acaricie más cerca de él, deseando poder
desaparecer dentro de él. Deseando poder llenar ese vacío.
—Sé eso. Sólo me preocupo por ti —susurré seriamente.
Una sonrisa nostálgica se estremeció alrededor de su boca, sus ojos se suavizaron y
sabía que se preocupaba por mí también.
—Sé que lo haces Aly —admitió antes de que sus ojos azules se apagaran—. Sólo se
cuidadosa en que no te importe demasiado.
Tire de su mano a mi rostro, besando a través de los números tatuados en los
nudillos y los nudillos desgarrados de su mano izquierda: 2006. Muerte
El año en que lo había perdido todo.
Recé para que de alguna manera él pudiese aprender a vivir de nuevo.

***
Al día siguiente, tenía que levantarme temprano porque estaba programada para
trabajar en los turnos del desayuno y del almuerzo. Jared se había deslizado de mi
cama en algún momento a primeras horas de la mañana, pero no sin dejarme otra
visión de sus pensamientos.
Los nauseabundos despojos de la belleza.
Sus palabras me tocaban y me entristecían.
Lo deje con una muestra de mí, un tierno beso que había colocado debajo de su
oreja. Él sonrió, sus ojos soñolientos parpadeando abiertos para mirarme mientras sus
palabras raspaban de su ronca garganta. —Hola preciosa.
Deje que se sintiera bien. Vivo. Como si tal vez Jared y yo nos habíamos topado
con algún tipo de entendimiento, tan inestable como era.
Soplé el flequillo de mi frente y comencé a teclear una orden de la computadora.
Los domingos siempre eran ocupados, lo que amaba ya que quería decir que el tiempo
pasaba rápido. Miré el reloj de la pared. Sólo media hora hasta poder ir hasta él.
—¿Cómo lo llevas Aly? —preguntó Karina, asomando la cabeza a través de la

198
puerta giratoria.
Le sonreí. —Estoy totalmente inmersa. Finalmente está bajando todo allí.
—Parece como que el ajetreo ha terminado. ¿Por qué no terminas con tu última
mesa y luego puedes irte de aquí?
—Gracias Karina.
—No hay problema. Déjame saber si necesitas algo.
—Seguro.
La puerta se cerró detrás de ella, y cambie mi atención de regreso a la computadora
y puse mi última orden del día.
Dos segundos después, la puerta giratoria se abrió de nuevo. Miré hacia un lado
para ver otra camarera, Clara, parada allí mirándome, una pregunta enmarcándose en
el juego de su boca.
Fruncí el ceño y metí la hoja de pedido de regreso a mi delantal.
Sospechosamente inclinó la cabeza hacia un lado. Estaba en sus treinta años, rubia
teñida, llevaba demasiado maquillaje, y era una de las trabajadoras más duras del
restaurant. Una vez me dijo que ser madre soltera te da una nueva ética de trabajo.
No podía evitarlo pero me gustaba ella.
—¿Qué? —pregunté, con una sonrisa tambaleándose en la esquina de mi boca.
Simplemente no podía evitarlo. La felicidad tenía su camino en eso.
Cogí dos vasos y comencé a llenarlas con hielo mientras la miraba.
Ella cambio su peso y cruzó los brazos sobre su pecho, su expresión brillando con
engreído humor. —Así que, Aly, mi amiga. —Ella dejo salir—, ¿Te importaría
explicarme porque hay un loco, caliente y aterrador chico preguntando por ti en el
podio de la anfitriona?
Mi mano se tensó sobre el vaso que estaba llenando.
Jared.
El calor inundo mi cara, extendiéndose hacia abajo atravesando mi corazón. Él
estaba aquí.
Riendo, ella se adelantó y comenzó a llenar vasos con hielo y té. Me golpeó con la
cadera. —Y debo suponer que por la mirada en tu rostro sabes exactamente de quien
estoy hablando.
Mordí mi labio sacudiendo la cabeza sin comprometerme. —Tal vez.
Rió entre dicientes pero levanto la barbilla para estudiar mi rostro. —Sólo sé
cuidadosa ¿está bien?
199
Agujas defensivas se erizaron a lo largo de mi cuello, y el calor quemando los
bordes de mis orejas. —No sabes nada sobre él. Y pensaba mejor de ti sobre estar
haciendo juicios a base de algunos tatuajes. —Las palabras salieron más duro de lo que
pensaba.
Ella se burló. —Vamos Aly, me conoces mejor que eso… No estaba hablando de
sus tatuajes. Estaba hablando de sus ojos —Dio un paso atrás mirándome
seriamente—. Y tienes razón. No lo conozco. No sé nada sobre él y sé que realmente
no es de mi incumbencia.
Su voz se suavizó. —Pero me agradas, y créeme, he estado allí antes. Sólo hay
algunos chicos quienes están tan rotos que nunca pueden domesticarse, y al final, ellos
terminan rompiéndote. —Viejas heridas arrugaron las esquinas de sus ojos—. No
quiero ver que eso te suceda a ti.
Sus palabras dolieron porque sonaban con verdad. Duda revoloteó en mi
conciencia, pero la empuje lejos. —Lo sé Clara, lo aprecio. Pero es…
Ella sólo sonrió a sabiendas y terminó el pensamiento que nunca sería tan valiente
de decir. —Pero ya es muy tarde.
Demasiado tarde había llegado hace demasiado tiempo. —Sí —admití suavemente.
Ella forzó un suave aliento de su nariz. —Bueno, entonces ¿Por qué no me dejas
tomar tu última mesa y sales de aquí?
—¿Estás segura?
Ella sacudió mi preocupación con un gesto de su mano. —Sip, me vendría bien el
dinero de todos modos.
Apreciación enfiló mi boca. —Gracias Clara.
—No te preocupes.
Le entregué las bebidas de mi mesa, cuando arreglo las suyas en una bandeja.
Cruzó la cocina y comenzó a retroceder hacia la puerta giratoria. Ella volvió su
atención de nuevo a mí, levantando una ceja en una observación juguetona. —Buen
Dios, Aly, no te culpo ni por un segundo. Yo estaría perdida también. ¿Y dijiste
algunos tatuajes? Diviértete memorizándolos.
Riendo, tiré el paño de cocina arrugado hacia ella. —Cállate —dije sin ofenderme,
porque las intenciones de Clara sólo eran buenas.
Por su puesto, memorizar la tinta de Jared era exactamente lo que tenía intención
de hacer, pero por razones completamente diferentes de las que ella supone. Quería
explorar cada uno de ellos, para conocer la historia tras de ellos, y comprender la
herida que lo había inspirado. Ella se agachó fuera del camino, sonriendo mientras
200
retrocedía más lejos fuera de la puerta. —Se cuidadosa —dijo en voz alta antes de que
la puerta giratoria se cerrara tras de ella.
Tirando de mi delantal, cogí mi bolso y me dirigí hacia el comedor, Jared estaba de
pie cerca de la pared justo en la entrada, sus manos metidas en los bolsillos mientras
movía los pies. Mi corazón se aceleró, tratando de mantenerse al día con la emoción
que sentí al verlo aquí. Me encantó que me hubiese buscado. Estaba tomando la
oportunidad de exponernos aquí y no sólo manteniéndonos a escondidas en mi
habitación.
Como si me sintiera, levantó la cabeza mientras me acercaba. Tímidamente, me
sonrió pasándose una mano por su cabello después de correrla de regreso a su cuello.
Estaba nervioso. Y no podía dejar de pensar que era la cosa más linda que lo había
visto hacer.
Estaba sonriendo mientras me acercaba a él. —Oye… ¿Qué haces aquí?
Su sonrisa se ensanchó, e hizo un gesto con la mano hacia el comedor. —
Simplemente no había almorzado aún y escuché que este era un buen sitio para comer.
—¿En serio? —dije, plantando mis pies en el suelo, dudosa.
Él se rió tímidamente, luego me alcanzó, su mano en la parte posterior de mi cabeza
mientras presionaba su mejilla con la mía, murmurando cerca de mí oído. —Te
extrañaba jodidamente, ¿de acuerdo?
Encontramos una mesa en la parte trasera, cerca de la curva de las ventanas que
daban a la calle, y cogió mi mano bajo la mesa, los círculos que trazaba con su pulgar
enviando pequeños disparos de alegría en mi espina dorsal. No hubo necesidad de
alejarlo cuando se movió y corrió a lo largo de las crestas de la cicatriz en la parte
exterior de mi mano izquierda.
Porque yo era suya.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó casualmente mientras corría sus dedos a lo largo la
piel que ha sanado.
Me encogí de hombros. —Solo me quemé.
Claire apareció en nuestra mesa, su sonrisa amplia mientras preguntaba que nos
gustaría.
Jared y yo ordenamos, comimos juntos Jared sonriendo fácilmente, sus palabras
amables y libres. Nos reímos. Y era natural. Exactamente la forma en la que se
suponía que fuera.
201
Capítulo 16
Enero 2006
A
ly odiaba la forma como se habían vuelto las cosas. Mientras ellos habían
crecido, también había crecido la distancia.

Había estado frío el par de semanas pasadas, demasiado frio para


encontrar escape en su campo vacío, no que ellos no estarían ahí afuera de cualquier
forma.

Su papá la llamaba un marimacho, por la forma en que ella siempre quería estar
afuera, jugando en la tierra y escalando árboles.

Pero realmente, ella sólo quería estar cerca de él. 202


Ella silenció sus pies mientras aplastó su espalda contra la pared y se deslizó más
abajo en el pasillo. Estaba mal, ella lo sabía, espiar a Jared y a Christopher mientras
hablaban en la habitación de su hermano, pero no sabía cómo detenerse. Cubriéndose
a sí misma de la conversación que estaba sucediendo al otro lado de la puerta parecía
imposible porque se sentía atraída. Como si tuviera que escuchar. Como si tuviera que
saber.

Aún ella nunca creyó que escuchar algo le pudiera causar tanto dolor.

Por años ella se había imaginado que teniendo trece años la podría hacer sentir
madura. Crecida. Se había estudiado a sí misma en el espejo mientras su cuerpo
comenzó a cambiar y pensaba que tal vez Jared comenzaría a notarla de la misma
forma en que ella lo notaba.

Pero ahora que ella estaba a sólo unos meses de cumplir catorce, la única cosa que
había sentido era como una estúpida niñita.
En el suelo alfombrado del pasillo, deslizó sus pies descalzos un poco más abajo,
viendo a la derecha hasta el exterior de la puerta de Christopher. Ansiedad retorció su
estómago dentro de pesados nudos que la hacían difícil respirar. O a lo mejor era el
dolor en su pecho que la hacía sentir como si se estuviera sofocando. No podía
precisar.

Sólo sabía que dolía.

Se tragó su dolor que se alojó en su garganta y trató de detener sus manos


temblorosas.

La puerta de Christopher estaba apenas entreabierta, pero podía distinguir la parte


posterior de la cabeza de su hermano, que estaba sentado en el suelo en medio de la
habitación. Hojas sueltas de la tarea y libros de texto estaban dispersos en frente de él.
Cada pocos segundos, Aly podía atrapar una mirada del rostro de Jared, cada vez que
Christopher se inclinó hacia un lado.

Ella inclinó su oído, manteniéndose oculta mientras ella se sometía a sí misma a sus
palabras silenciosas.
203
—Oh, hombre —dijo Christopher a través de una risa suprimida de envidia—. ¿En
la cama de sus padres? Amigo, eso es un desastre.

Jared se rió entre dientes como si toda la conversación fuera absurda. Aly lo vio
apretar sus manos contra su cara, y luego dejarlas caer en su regazo con un
encogimiento de hombros de un solo lado.

—Ni siquiera sé en qué estaba pensando. Fue raro, de todas formas… ni siquiera me
gusta.

—Ella es caliente, sin embargo —señaló Christopher.

Risa sugerente cayó de la boca de Jared. —Eso sí.

Esos nudos apretaron más en su estómago, y ella estaba segura que iba a vomitar.
—¿Qué sobre ti y Samantha? —preguntó Jared, reacomodándose mientras tomaba
un libro de texto en su regazo—. Esa chica se enrolla tan apretada que no sé cómo vas
a ser capaz de deshacer eso.

Christopher negó con su cabeza, su cabello negro rozando sus hombros. —Nah…
Samantha es genial. Quiere esperar hasta tener dieciséis… seis semanas. —Se rió casi
como si estuviera avergonzado y se frotó la parte posterior del cuello—. Me gusta
mucho. Quiero decir, como, mucho.

Christopher bajó su cabeza y Aly pudo ver la curiosa expresión de Jared.

—¿Sí? —preguntó completamente sin hacer el ridículo.

—Sí.

—Eso es genial, hombre. Quiero eso algún día. —Entonces una sonrisa rompió en
el rostro de Jared, amplia y engreída—. Sólo que no cuando tenga dieciséis.

204
Christopher arrugó un pedazo de papel y se lo arrojó a la cabeza. —Vete a la
mierda. —Se rió, sin restricciones—. Tú sólo no puedes soportar que tenga que
conducir tu lastimoso culo alrededor todo el tiempo y que tenga una novia
impresionante.

—Oye, hombre. Dos semanas y seré libre. —Jared levantó la vista con una sonrisa.

—Sí, y apuesto que en el segundo que obtengas el coche que tus padres te estarán
dando, tendrás a Kylie en el asiento trasero.

Aly se sintió triste, una tristeza que no sabía cómo tratar con ella. Era como si esta
dolencia se retorciera sobre su carne, presionándola abajo, se filtraba, agarrando. Ella
quiso raspar la sensación de su piel, purgarla de su mente.

Ella no era una de esas chicas. Ella nunca había sido capaz de entender las manadas
de chicas reunidas alrededor de las otras en el baño mientras una chica lloraba porque
el chico que le gustaba, ella no le gustaba de vuelta. Inevitablemente, a ella le gustaba
un chico diferente la siguiente semana y de pronto el mundo estaba bien.
No era como si Aly realmente pensara malamente de ellas. La mayoría de ellas eran
sus amigas. Sólo que nunca entendió el cambio, la distracción de un chico al siguiente
en cuestión de segundos, la atracción fugaz que nunca duraba. Porque el único chico
que siempre había querido había sido uno y el mismo. Ella se forzó una respiración
entrecortada de sus pulmones y trató de parpadear lejos los golpes en su cabeza.

Aly se congeló cuando Jared de pronto levantó su rostro y atrapó su mirada


mientras ella lo veía con la boca abierta a través de la cinta de la puerta.

Él pateó a Christopher en la suela de sus zapatos para obtener su atención. —


Shhh… —dijo entre dientes en señal de advertencia. Anunció la presencia de ella a
Christopher con una gesticulación de su barbilla—. Tu hermana pequeña está justo
allí.

Ella se hizo para atrás, temblando, odiando el habérselas arreglado para hacerse la
tonta.

—¿Aly? —Su mamá la llamó desde la sala.


205
Ella se apuró al final del pasillo antes de que se permitiera hablar.

—Estoy aquí.

Su mamá tanto sonrió como frunció el ceño. —Pensé que estabas corriendo a tu
habitación para ¿conseguir el dibujo? Helene se está muriendo por ver tu triunfo de
primer lugar.

La mamá de Jared, Helene, giró alrededor de su asiento, sonriendo a Aly desde el


otro lado de la habitación. —Sabía que lo lograrías, Aly, nena. —Sus ojos azules
brillaron con afecto cálido, su largo cabello rubio natural, tirado a un lado y fluyendo
por su esbelto hombro—. Nunca he visto a nadie que pueda dibujar como tú… desde
que eras una cosa pequeñita… siempre dibujando. —Sonrió con complicidad a la
mamá de Aly.

—Déjanos ver, cariño —dijo su mamá.


—No puedo encontrarlo —mintió Aly, cambiando su peso de un pie a otro. Ella
había estado muy ocupada espiando a Christopher y a Jared—. Déjame lo busco un
poco más.

Aly corrió a su habitación, cerró la puerta detrás de ella, y descansó su cabeza


contra esta mientras luchaba contra las lágrimas.

Jared había tenido sexo con alguna otra chica y ella nunca había a lo mucho
sostenido la mano de un chico.

Había estado esperando por él.

Ira tiró de los nudos de su estómago, tejiendo la tensión. Pisoteó a través de su


habitación, sabía que estaba actuando como bebé, como una de esas chicas estúpidas
de la escuela con un estúpido enamoramiento e incluso lagrimas estúpidas, pero ella
no podía detenerlas. Ellas fluyeron por su rostro. Sólo quería acurrucarse en su cama y
morir.

En lugar de eso, se levantó el dobladillo de su playera y lo uso para secarse sus ojos 206
duramente.

Él había prometido nunca dejarla atrás.

Pero lo hizo.

—Detente. Sólo detente —se reprendió por debajo de su aliento, tomando aire en
sus pulmones apretados—. Deja de ser una tonta, Aly. Él tiene casi dieciséis.

¿Qué esperaba ella? ¿Qué él realmente la quisiera?

Tuvo que juntar, olvidarse de esto, empujarlo a un lado.

Se dejó caer en sus rodillas y arrastró su portafolio de debajo de su cama,


recuperando el dibujo al carbón de gran tamaño que había sido galardonado con el
primer premio. Se había sentido orgullosa cuando le habían dado el listón, orgullosa
cuando le dieron su cheque para ponerlo en su cuenta de ahorros para la universidad.
Era un paisaje, la extensión de las montañas besando el horizonte mientras el sol se
hundía detrás de las montañas, distorsionado, como si los dos se estuvieran mezclando
uno dentro del otro.

Pero este arte no era su tesoro.

Sus tesoros eran los rostros que mantenía a salvo, amarrados en cuadernos de
dibujo que ella nunca enseñaba a otra persona.

Ahora sabía porque. Y había estado en lo correcto.

Jared se hubiera reído.

Ella se tragó su humillación y corrió de vuelta por el pasillo. Al borde de la sala, ella
desaceleró, sus movimientos vigilados mientras hizo su camino hacia Helene. La
mamá de Jared era tan hermosa… tan hermosa como su propio… pero diferente, la
mujer de alguna manera era ambas exótica y sencilla. Aly no estaba exactamente
segura como podía ser, pero ella había dibujado su rostro tantas veces que sabía que
era verdad. 207
Con manos temblorosas, le dio a Helene su ofrenda.

Helene gimió en silencio. —Esto es increíble, Aly. Absolutamente hermoso. —Ella


le sonrió, lágrimas reflectantes hirviendo en sus ojos—. Lo hiciste bien, niña. Muy
bien.

—Gracias —susurró Aly, sintiendo calor en sus mejillas y calidez en su pecho


mientras tomó de vuelta el dibujo en sus manos.

—¿Qué es eso?

Aly saltó cuando la voz que cazaba sus pensamientos llego directamente de detrás
de ella. Se sacudió para ver por encima de su hombro y estuvo cara a cara con el chico
que le robo el aliento. Su estómago le dolió nuevamente, pero en esta ocasión de
diferente manera. Su boca se secó, su mente completamente en blanco excepto por el
hecho de que él estaba parado a menos de un pie de distancia. —Nada —finalmente se
las arregló para que saliera.
—¿Nada?

Él le tocó el hombro, gentilmente pidiéndole voltear, y se apoderó de la parte


superior de la gran imagen que ella sostenía de la parte inferior. Por un momento
largo, él no dijo nada y sólo se quedó mirando al grueso papel separándolos, antes de
levantar su cara. —Aly, ¿dibujaste esto?

Ojos azules buscaron en su rostro, y dolió y escoció y calmó y otra vez, Aly quería
llorar. —Es sólo un estúpido proyecto de arte que tenía que hacer para la escuela.

—Eso terminó ganando el campeonato estatal —agrego rápidamente Helene—. Es


realmente hermoso, Jared ¿no es así?

Él no miro lejos de Aly. —Sí, lo es. —Admiración llenó su suave sonrisa—. ¿Este es
el tipo de cosas que mantienes en tus cuadernos de dibujo?

Aly tragó saliva y negó con su cabeza. —No —admitió con sus ojos casi
cerrándolos fuerte.

—¿Puedo ver alguno de los otros dibujos? —preguntó él.


208
Helene chasqueó con la lengua, su sonrisa ligera. —Jared, eso es tan malo como
preguntarle a una chica si puedes leer su diario. Deberías saberlo mejor.

Se tambaleó a través de una risa ahogada y retrocedió. —Supongo que sí.

Un temporizador sonó en la cocina. La mamá de Aly se levantó y desapareció a


través del arco. Ella asomó su cabeza un minuto después. —Todo bien, tiempo de la
cena. Ustedes niños lávense.

Augustyn y Courtney abandonaron las caricaturas que estaban viendo en la sala


familiar y corrieron por el pasillo.

Sus familias comían juntos la forma en que siempre lo hicieron, un revoltijo de


gente dispersas por habitaciones, sus padres cenaban en la mesa del comedor, Jared,
Christopher y Aly en el rincón, y los niños en los pequeños en los taburetes de la barra.

Tan pronto como la cena se había terminado, Jared y Christopher anunciaron su


partida.
—Ustedes dos tengan cuidado —ordenó la mamá de Aly, moviendo su dedo
apuntando a los dos.

—Por supuesto, mamá —prometió Christopher, moviendo sus llaves a su lado.

—No quiero escuchar ninguna excusa más acerca de llegar tarde al toque de queda,
Jared Zachary —advirtió Helene—. Debes estar en casa a tiempo esta noche.

Jared sólo sonrió y asintió con la cabeza, rápido para dirigirse a la puerta.

—Y sólo porque ya estas a punto de cumplir dieciséis años no quiere decir que eres
muy viejo como para darle un beso de despedida a tu mamá —llamó Helene.

Jared rió y corrió de vuelta a Helene. Mojó para besarla en su mejilla. —Nunca. Te
quiero, mamá.

—Adiós, oso —dijo ella nada más con afecto.

Aly se centró en su plato mientras Jared pasaba detrás de ella. Sintió un tirón de un
espeso mechón de su cabello. Sus ojos cayeron cerrados porque él no lo había hecho en 209
mucho tiempo. Tranquilo y suave, sus palabras vinieron detrás de ella. —Estoy
orgulloso de ti, Aly Cat.

El corazón de Aly se presionó en sus costillas.

Tal vez él no la había olvidado después de todo.


Capítulo 17
Jared

E
staba perdido. Muy profundo.

Ella abrazó mi espalda, su hermoso cuerpo se acomodaba a la


perfección junto al mío como si es donde debiera estar. Como si ella
fuera moldeada para mí.

El viento se envolvía a través de mi cabello, caliente, duro, el sol calentando desde


encima de la cabeza.

Las manos de Aly apretaron su agarre en mi estómago, y yo incrementé mi agarre


en el manubrio, apretando un poco más mientras nos llevaba al viaducto. El motor 210
emitió un sonido profundo cuando aumenté la velocidad.

No me había percatado que ya estábamos a inicios de Agosto, estos días atesorados


pasando más rápido de lo que quería. Habíamos estado así por tres semanas hasta
ahora, escabulléndonos cada segundo que podíamos tener el uno con el otro. Los días
de trabajo se hacían interminables, lo único que deseaba era volver a los confines de su
habitación, para estar de vuelta en sus brazos donde todo comodidad, seducción y
tormento. Mi perfecta sirena porque aunque sabía que pronto vendría la destrucción,
yo todavía me escondí en su habitación noche tras noche, aquel lugar donde
dormíamos acurrucados después de que yo había buscado el santuario en su toque. A
veces no hacíamos más que besarnos hambrientamente y sólo acostarnos con las
piernas entrelazarlas, en silencio y nariz con nariz, descansando juntos.

Pero sin importar que noche era- La quería. Cada jodida noche quería tomarla,
terminar por lo que nuestros cuerpos rogaban. Sólo tocarla nunca era suficiente.

Lo quería todo.
Mi torturador se acurrucó cerca mientras tomo la rampa de salida y comienzo a
dirigirnos hacia arriba a South Mountain.

La sonrisa que se levanta de un lado de mi boca es imparable. Toqué su mano con


la mía. —¿Estás bien ahí atrás? —grité mientras la moto rugía y atravesábamos una
curva.

—Perfecta —gritó Aly sobre el rugir del viento.

Nos llevé todo el camino a la cima y nos dirigí a uno de los estacionamientos. Aly
se bajó de la moto, con cuidado para evitar tocar el tubo de escape. Antes de dejarla
subir a mi moto por primera vez, yo había metido en su cabeza un millón de veces que
estaba más caliente que el infierno y le daría la quemadura de su vida incluso si rosaba
contra él.

Ella se desabrochó el casco blanco de su barbilla con el cual se veía adorable, me dio
una sonrisa mientras arreglaba su cabello.

Sí, yo jodidamente había comprado un casco para ella también. 211


Dios, lo tenía mal.

Tiré de ella para darle un beso rápido y enganché mi dedo debajo de su barbilla. Me
sonrió, cada vez que lo hacia la alegría invadía mi cuerpo.

Ese sentimiento tenía que ser la parte más aterradora de todo.

—Vamos, vamos a buscar un lugar para descansar. —Tomé su mano y con cuidado
comencé a guiarla por un camino estrecho. El sendero estaba lleno de rocas, árboles y
mucha vegetación. El cielo cocido a fuego lento con azul intenso, la temperatura así
que las ondas de alta temperatura se hundieron en el suelo lleno. Nos encaminamos a
un pequeño voladizo que mostraba sobre la extensión de la ciudad que parecía seguir
por siempre.

La acerqué a mí desde atrás y quedamos su espalda contra mi pecho. Deslicé mis


manos alrededor de su cintura, pase mi barbilla por su hombro y presioné mi mejilla
contra la de ella. La sostuve tan cerca como la pude tener.
Por lo que pareció por siempre, no dijimos nada, sólo observamos la belleza
yaciendo enfrente de nosotros.

—Es hermosa la vista desde aquí arriba —susurró mientras miraba hacia el
horizonte.

Acaricié su cuello, porque exactamente eso era ella.

—Gracias por traerme a este lugar. —Pasó sus dedos sobre mis nudillos, mis manos
extendidas acariciaron su estómago, atándola hacia mí.

Aly suspiró y se hundió más en mi agarre.

Parpadeé, intentando darle sentido a mis pensamientos, me costaba hablar algunas


cosas, tenía que sincerarme con ella. Ellas se asentaron en mi lengua por el mayor de
los tiempos, antes de dejarlas libres. —Mi papá me traía siempre aquí. —Mi voz se
quebró pero no podía dejar de hablar—. Un día al mes planificábamos una salida
padre e hijo, preparábamos el almuerzo e íbamos a un lugar genial… cazábamos,
íbamos al sendero o cualquier cosa que yo quisiera. Este era uno de mis lugares 212
favoritos.

¿Por qué mierda le estoy diciendo esto? ¿Y por qué me siento obligado de traerla
aquí? ¿De compartirlo? Pero lo hago.

—Recuerdo eso —dijo ella en voz baja. Ella soltó una risa melancólica—. Yo solía
odiar esos días. Christopher y yo correríamos y tocaríamos a tu puerta para preguntar
si podrías salir a jugar, y tu mamá nos decía que habías salido con tu padre. —Ella
dejó salir un ligero bufido—. Es curioso como vemos las cosas cuando somos niños. —
Ella se detvo antes de admitir rápidamente—, me hace realmente feliz saber lo mucho
saber que disfrutabas esos días junto a él Jared.

Mi pecho se apretó mientras las heridas se encendieron. La apreté más cerca e


intenté mantenerlos dentro con todas las otras mierdas que había dejado salir. Con los
recuerdos de lo que yo había arruinado.

—¿Algún día piensas buscarlo? ¿No quieres encontrar a tu hermana? ¿Visitarlos? —


preguntó ella.
Con sus palabras, los recuerdos sólo se golpeándose y surgió la ira.

—Le arruiné la vida a mi papá Aly, no quiere verme. —Ecos de esa última noche
inundaron mi mente. Las circunstancias habían sido un borrón bajo la mirada de las
drogas, el alcohol y el dolor, envolviendo y sesgando su rostro, pero no había error el
disgusto había estado escrito ahí—. Él no fue a la audiencia de mi condena… no fue a
hablar por mí. —No que esperaba que lo hiciera—. Él se mantuvo fuera y yo lo dejé
mandarme lejos, y ya no hay vuelta atrás.

Ella hizo una pausa y sus manos se enredaron con las mías. —¿Y si no es así Jared?

Me tragué el nudo que tenía en la garganta. —No lo estoy. —Yo sabía que debía
alejarla porque esta chica quien se las había arreglado para enterrar sus dedos dentro
de mi espiritú iba a terminar mientras justo el otro, una perfecta memoria de
torturarme a través del resto de mi vida sin importancia.

En su lugar me aferré a ella, la mantuve cerca de mi cuerpo porque no podía


detenerme de tomar de ella hasta el momento en que ella me fuera arrebatada.
213

***
La noche siguiente estaba ansioso. No había visto a Aly desde temprano en la
mañana cuando yo había salido de su cama para que ella se alistara para trabajar.
Cuando llegué al departamento, ella se había ido a su turno de comida y cena en el
café.

Christopher estaba tirado en el sofá a mi lado viendo televisión, usaba nada más que
un jeans, su pelo era como el de los rockeros de los años ochentas, él chico no hacia
ningún esfuerzo por mantenerse así. Me senté junto a él, pretendiendo estar haciendo
algo más que sentarme aquí esperando porque su hermana llegara a casa.

Yo sabía que necesitaba empezar a buscar mi propio apartamento. Estaba


empezando a sentirme como un perdedor durmiendo en su sillón, incluso pensé en
darle a Christopher la tercera parte de la renta. Pero sólo estaría mintiendo si ayudara
con mi dinero. Christopher no le importaría de una manera u otra. Él me dio la
bienvenida, dándome libertad cuando todo lo que yo he hecho fue darme la vuelta y
tomar ventaja de su generosidad, engañando a mi viejo amigo cuando yo le he
prometido que no había nada ocurriendo entre Aly y yo. Pero, ¿cómo podría admitirlo
en frente de él? Él ya había dejado claro que nunca estaría bien con eso. Quiero decir,
mierda, yo no estaba bien con eso. No era como si yo pudiera maldecir al chico por
querer proteger a su hermana pequeña.

Ha sido imposible de sacudirme la culpabilidad, también. Cada mañana yo he


estado estudiándolo, preguntándome cuando él finalmente mirará a través de mi
mierda. Escondido con Aly, cubriendo mi conciencia como un velo de vergüenza. Y
como el estúpido que yo era, yo aún me quedaba.

—Timonthy está teniendo otra fiesta esta noche, voy a pasar por allí un rato.
¿Quieres venir? —preguntó Christopher, confirmando mi suposición de que realmente
le gusta tenerme a su alrededor. 214
Yo miro hacia al reloj en el microondas. Eran pasadas las nueve. Aly estaría en casa
pronto.

—Nah, hombre. Tengo que estar listo a las seis para el trabajo en la mañana. Quizás
caminare a The Vine por un par de cervezas para relajarme, pero no puedo venir
tropezándome a las tres de la mañana de la manera que siempre lo haces. —Sonrío con
suficiencia mientras la culpa me apretaba. Esta era la misma excusa que usé la primera
mañana que me preguntó dónde había estado cuando llegó a casa y yo no estaba en el
sillón. Desde luego, mi moto había estado sentada en el estacionamiento como testigo
de mi culpa. Había dicho que no podría dormir entonces caminé a The Vine para
agarrar una cerveza cuando en realidad había estado encerrado en la habitación de
Aly.

Aly valía cada mentira si yo supiera que no la estaba destruyendo lentamente, si


hubiera siquiera una oportunidad de que lo que estuviera pasando detrás de esa puerta
no terminaría en ruinas.
—Dios, ¿siempre tienes que ser responsable todo el tiempo? Tú matas mi agitación
sólo con mirarte. —Christopher sonrió todo relajado e indiferente.

—Cállate. —La culpa gritó, pero yo sólo reí.

Una llave repiqueteó en la cerradura de la puerta principal.

La culpa se disipó y una emoción de excitación tomó su lugar. La he extrañado


como loco durante todo el día. Yo no sabía que era, pero no podía esperar a verla.

Giré la cabeza para ver su rostro apenas ella empujó la puerta. Colocó su pie contra
el final de la puerta para sostenerla abierta y sacar su llave de la cerradura,
sonriéndome. Su cabello estaba recogido en una cola de caballo, y los largos mechones
que caían libres enmarcaban su rostro, sus mejillas teñidas de rojo por un día de
trabajo. La bienvenida brilló en sus ojos.

El calor se desprendió debajo de mi piel, y mi corazón latió un poco más fuerte de


lo que quería. Dios, no es de extrañar que Christopher haya notado la manera como yo
la estaba mirando porque no podía parar la sonrisa que tenía en el rostro. 215
—Hola, chicos —dijo un poco sin aliento mientras daba un paso para entrar.
Empujó la puerta para cerrarla detrás de ella. Luego gritó cuando esta se detuvo por
una grande mano sosteniéndola abierta.

Aly giró mientras yo me paraba rápidamente. La agresión se disparó a través de mí.


Rápido y fuerte. Imaginaba la forma más rápida de llegar a ella saltando la parte
trasera del sofá, porque alguien estaba por ser golpeado en el trasero.

—Maldita sea. Gabe, me asustaste —gritó ella.

Las palabras de Aly me detuvieron.

Su mano presionada contra su pecho mientras ella expulsaba la sorpresa de sus


pulmones, mientras el idiota se paraba en la puerta sonriendo como si asustar hasta el
infierno a Aly había sido la luz de su día.

Quería romperle el rostro.

—Lo siento. —Se rió a carcajadas—. No te quería asustar así.


—Está bien. —Aly se sacudió como si así podría desprenderse del impacto de
miedo de su cuerpo—. Sólo que no te escuché venir detrás de mí.

Él presionó sus labios juntos, sus manos en sus bolsillos como si estuviera
impulsándose en sus pies. —Entonces, escucha, pensé que quizás ¿podríamos hablar
un poco? —Cautelosamente le echó un vistazo a la habitación, a Christopher y a mí.
Christopher estaba en la misma posición que yo estaba, una rodilla en el sofá y ambas
manos en lo bajo de la espalda como si él hubiese estado listo para impulsarse a sí
mismo hacia él, también, antes de que se diera cuenta de este imbécil de pie en la
puerta.

Gabe se movió de una forma que reflejaba incomodidad.

De acuerdo, estúpido, tú no eres bienvenido aquí.

Aly pareció dudar, mirándonos sobre su hombro, antes de hablar. —Sí, claro, desde
luego —divagó, levantando su mano a un punto de la pared. —Nosotros podemos ir a
mi habitación.
216
Bueno, eso sonó verdaderamente como una mala idea.

Yo miré a Cristopher por apoyo, pero el sólo había volteado y dejado caer su
perezoso trasero de vuelta al sofá con un suspiro de resignación.

Aly se dirigió hacia su habitación mientras el idiota se mantenía dos pasos detrás de
ella, usando la misma sonrisa petulante en su pomposo rostro, la cual yo estaría muy
feliz de borrar.

Ninguno de ellos dijo nada antes de que Aly cerrara de golpe la puerta tras ellos.

Mierda. Me quedé tirado allí en frente del sofá, moviendo mi pie, aun al borde.
¿Cómo mierda se supone que me sentaré aquí y no hacer nada mientras él tenía a Aly
detrás de una puerta cerrada?

—No sé qué es lo que ella ve en ese chico. Es un completo gilipollas —dijo


Christopher mientras el mecánicamente cambiaba los canales de televisión.

—¿Quizás nosotros deberíamos ir allí y mirar por si algo?


—Ellos han estado allí por cinco segundos, Jared. No vale la pena.

—No me gusta. Ese chico es un imbécil.

Incrédulo, Christopher se rió entre dientes. —¿Tú piensas que a mí me gusta? Sabes
que no puedo soportar el pensamiento de ella con algún chico, pero lo ha estado
viendo por, como, seis meses o algo así... por lo menos él ha estado alrededor por ese
tiempo. Y no es como si ella tuviera quince. No le puedo decir que no tiene permitido
tener chicos alrededor.

¿Entonces estaba bien que el imbécil esté en su habitación pero no yo?

Me quería reír de mí mismo. ¿Como si no supiera la respuesta a esa pregunta? Yo


he estado en la cárcel, he sido un adicto, y Gabe era el maldito chico lindo estudiante
de la universidad.

Pero yo lo odiaba, sabiendo que estaba allí con ella, odiaba que no supiera que
estaban comenzando a decir o que estaban comenzando a hacer.

Obligándome a sentarme. Enfoqué mis ojos en la televisión y mi oído en su


217
habitación, esperando poder por lo menos mantenerme clavado en el sofá y no echar a
correr a su puerta.

Quiero decir, confió en Aly con todo, incluso si no tengo nada que dar. La he
dejado tocarme, permitido que la punta de sus dedos memoricen mis pecados,
dejándola preguntar y cavar y sugerir cosas imposibles como reconciliarme con mi
papá.

Nosotros nunca hemos hablado sobre lo que significa esto, estas noches que eran
solo temporales. Pero siempre he imaginado que contaban. En aquellas nosotros
éramos algo. No podría comenzar a imaginarme estar con otra mujer mientras estaba
con Aly. No había posibilidad. Sólo la quería a ella. Creo que sólo he asumido lo
mismo de ella, y había cortado a este imbécil en el segundo en que había venido a mí,
el momento que ella se había desvestido ofreciéndose a mí.

Ansiedad hirvió por mi garganta.


Ningún sonido podía ser escuchado de su cuarto, algo de este apartamento que
generalmente veía como una ventaja, pero ahora lo detestaba. Gabe con ella allí era
suficiente para ponerme loco, suficiente para expulsar cualquier pensamiento racional
que pasaba por mí ya jodida mente.

Todo este tiempo ella ha permanecido inocente. Pura. No podría soportar el


pensamiento de ella con alguien más. O alguien tomándola, tocándola y amándola y
dándole todo lo que no podría, incluso yo sabía que era exactamente lo que ella
merecía. Exactamente lo que ella debería tener.

Eso sólo empeoró a medida que el tiempo pasaba. La violencia reprimida que
estaba manteniendo se movía rápido, y estaba rebotando en agitación, tratando de
continuar sentado en el sofá cuando todo lo que quería hacer era tirar la puerta abajo y
echar su trasero fuera del apartamento.

Christopher dejó caer el control sobre el sofá. —Voy a salir. ¿Estás seguro que no

218
quieres venir?

—No, estoy bien.

En este punto, él no podría sacarme de aquí.

Christopher inclinó su cabeza hacia el cuarto de Aly. —Encantado de que estés


aquí, de todas formas. Tú puedes mantener un ojo en ella.

—Sí, claro.

Christopher fue a su habitación para cambiarse, y asintió mientras dejaba la


habitación.

Me agité un poco más. El tiempo era lento, con el más insoportable ritmo. Continúe
mirando hacia la puerta. Estando dispuesto a que Gabe saliera.

Treinta minutos después, lo hizo. Su puerta lentamente se abrió y el imbécil


apareció. La expresión de chico bueno, estaba seguro sólo la reservaba para Aly,
cambió al segundo cuando atrapó mis ojos. Él alzo su mentón en un silencioso insulto,
me lanzó una sonrisa llena de arrogancia y auto-satisfacción mientras cerraba la
puerta.

La intensa necesidad de sacarlo completamente de aquí me envolvió. Quería


hacerlo pagar por mostrarse aquí. Por pensar por un momento que el pertenecía a su
lado.

Por ser suficientemente estúpido como para meterse conmigo.

Sólo me senté ahí, mirando maliciosamente al pequeño imbécil quien era


obviamente muy ignorante al creer que yo continuaría sentado aquí si continua
mirándome de esa manera.

Estaba apretando mis dientes, muriendo por soltar mi agresión con él, cuando se
giró y se dirigió hacia la puerta. Esto fue todo lo que tomo antes de que yo estuviera
con ella.

No toqué la puerta, sólo giré el pomo y me quedé en la débil luz de su habitación.


Esta noche, las persianas estaban cerradas. Delgadas líneas de la luz de la luna se 219
filtraban a través de la rejilla, y una pequeña lámpara enviaba un brillo dorado
subiendo por la pared detrás de la mesa de su vestidor. Esto dejaba el resto de la
habitación en sombras.

Con su espalada hacia mí, Aly se puso de pie como una silueta en frente de su
cama. Su ropa de trabajo estaba tirada a sus pies, y se había puesto esos mismos shorts
rosa que siempre usa, dándole forma a ese glorioso trasero, estaba en el medio ponerse
la playera sin mangas sobre su cabeza. Ondas de grueso cabello cayeron sobre su
espalda, todo desordenado y sexy. Mis dedos se retorcieron, porque demonios, yo
realmente quería tocarlo, pero me quede allí porque me di cuenta que no estaba de
ánimo para sucumbir.

Sobre su hombro, ella dio un vistazo hacia mí mientras ella se ajustaba el dobladillo
de su camisa. Incomodidad arrugó su rostro, el verde de sus ojos estaba apagado. —
Sólo estaba de camino a encontrarte —murmuró.
Tragando fuerte, me quedé mirándola fijamente a ella a través de la habitación, no
seguro de que hacer con la hostilidad aun ardiendo en mis venas. Me sentía al borde.
Trastornado. Pero esto se sintió completamente diferente que la enfermedad que
siempre oscurecería mi alma. Esto se sintió demasiado como la noche que había
perdido en el bar a la mención de su nombre.

Hijo de puta, mierda.

Me giré para cerrar con llave la puerta antes de voltear y mirar hacia ella, corriendo
una mano con agitación a través de mi cabello, tratando de reprimir la maldita locura
que ella incitaba en mí. —¿Qué estas tratando de hacerme? —Mi lengua se sintió
gruesa mientras luchaba a través de la confesión—. Yo no... Mierda, ni siquiera me
reconozco alrededor de ti. Aly. Yo pensé que perdería mi cabeza allí afuera, pensando
en ti aquí con él.

Aly lentamente volteó y dio un paso hacia delante. Con su cabeza inclinada hacia

220
abajo y hacia un lado ella echo un vistazo, como si quizás yo la hubiera irritado.

Eso estaba bien porque yo estaba un poquito irritado, también.

Líneas profundizaron entre sus ojos, incredulidad salió con las palabras que se
derramaron de su boca. —¿Pensaste por un segundo que lo he escogido sobre ti, Jared?
Él vino aquí a decirme que me extrañaba. Que quería estar conmigo y que haría lo que
sea para arreglar lo que sea que este mal entre nosotros. Pero todo el tiempo, la única
cosa que yo podría pensar eras tú en la otra habitación. Como la única cosa en el
mundo que yo quiero eres tú. ¿No entiendes eso?

Toda la agresión se rompió, como una liga que ha sido estirada muy fuerte,
chocando con la necesidad que ha hecho girar en mí. Crucé el cuarto en dos largos
pasos. Un segundo después, la tenía en mis brazos, alzando sus pies del suelo mientras
mi boca la sujetaba. Besándola, mi lengua exigiendo mientras la arrastraba a la cama.

Su sabana fue amontonada en un apilado desorden desde donde hemos dormido


enrollados la noche anterior, donde nos hemos besado y seducido y dejado a nosotros
jadeando y todavía en necesidad. Nuestro aroma todavía seguía en esta sabana,
sofocante y fuerte. Poco dispuestos a romper nuestro frenético beso, la empujé fuera
del camino con un brazo, el otro en su espalda mientras la acomodaba en su cama.

Se arqueó como si le doliera.

Sujeté su perfecto rostro entre firmes manos, mi agarre imponente como mi boca.
Consumido, presioné lo largo de mi cuerpo sobre ella, cubriéndola mientras mis
antebrazos caían en la cama sujetando mi peso.

Yo quería poseerla, tomarla.

Mierda.

Yo quería todo eso.

Aly gimió mientras sus dedos tiraban de mi cabello. Murmuraba con confianza en
mi boca entre nuestro desesperado intento de traer al otro más cerca, nuestras bocas
tan agitada como el latido de su corazón. —Eres tú, Jared... tú... solo tú.

Gruñendo, di marcha atrás, mis dedos extendiéndose sobre la parte posterior de su 221
cabeza mientras mi pulgar corría por su delicada mandíbula. Estábamos nariz con
nariz, y era incapaz de distinguir la bocanada de aire que ella tomó dentro de sus
pulmones desde los míos. Las palabras rasparon en mi boca. —¿Le dijiste que eres
mía? —Mis manos se apretaron, enfatizando la locura que ya creaba en mí—. ¿Le
dijiste que me pertenecías?

Esos verdes ojos se oscurecieron, dando a entender sus miedos, habló su deseo. —
¿Lo hago? —Vino como una súplica desde entre sus labios.

Mi corazón se deslizó, y el frenesí estaba aún retorciéndose en mi cuerpo.

Obviamente, era yo el que le pertenecía.

Yo moví mi pulgar a lo largo de su mandíbula, sonriéndole suavemente a la niña.


Sus ojos buscaron, suplicaron, todo lo relacionado con su perfección y amabilidad.

Mi pecho se apretó.

Joder. Yo estaba tan profundo.


—Aleena —susurré, antes de rosar mis labios con los suyos.

Una declaración.

Ella era la única que me había tocado en años, la única que me hizo sentir.

Inclinando su barbilla, encontró mis ojos, sus dedos suaves a medida que
revoloteaban por mi cara. —Tú —murmuró en voz baja.

Alisé la palma de mi mano por el rubor de su mejilla. Su boca se abrió mientras se


inclinaba ante mi tacto. Júbilo zumbó a lo largo de los límites de mi conciencia,
estremeciéndose, y se elevó. Este… este era nuestro engaño, donde quería vivir hasta el
día de mi muerte donde nada era real sino los secretos que le susurrábamos a la noche.

Cambié a mis manos y rodillas, doblando los codos mientras bajaba mis hombros
para besarla suavemente, lentamente. Porque quería que nunca terminara. Nuestras
lenguas se tocaron.

Y me deleité en esta fantasía.


222
Aly ahuecó mi cara, arañando levemente sus uñas a través del rastrojo recubriendo
mi mandíbula, su sonrisa cálida. Hormigueo propagándose y enrollándose, quemando
la necesidad sin fin por ella que parecía nunca desaparecer.

Manos suaves vagaban sobre mis hombros, por mi espalda, sin prisas, igual que sin
prisas como nuestro beso. Aspiré una respiración entrecortada cuando ella corrió sus
dos dedos índices justo debajo de la cintura de mis jeans, sumergiéndolos en los dos
hoyuelos asomándose justo por encima de las caderas.

Llamas quemaron en mi piel ya caliente.

Dios, esta chica me prendía en fuego. Inocente y dulce, y aun así la cosa más sexy
que había visto nunca.

—Aly, ¿qué estás haciendo? —advertí.


Ella sólo mordisqueó mi barbilla y coqueteó con el dobladilló de mi camisa, antes
de aplanar ambas palmas en la parte baja de mi espalda y ponerlas encima de mi piel,
tomando la camisa con ella mientras se iba.

Bajé mi peso a mis codos y agaché la cabeza para girar fuera de la camisa mientras
Aly la arrastraba sobre mi cabeza. Rió ligeramente cuando lo hizo. Había algo tan
puro en su sonrisa. Se me puso tambaleante, y la besé de nuevo, no podía parar.
Presioné mi pecho desnudo contra la delgada tela cubriendo sus pechos.

Mis palmas vagaron por sus costados. Tiré de la parte inferior de su camisa antes de
arquearme lo suficiente para deslizarla entre nosotros. Éramos una maraña de brazos
cuando la tiré al suelo, nuestras caras a un aliento de distancia.

En la penumbra, su cabello era negro, sus ojos de un verde profundo abrasador. Por
un momento, sólo la miré fijamente, rizando un mechón de su cabello alrededor de mi
dedo índice. Un vínculo. No lo consigo, por que aferrarme a ella de esta manera se

223
sentía como si estuviera en casa… incluso cuando casa era lo que yo había destruido
hace mucho tiempo.

Aly sólo miraba, su garganta moviéndose pesada mientras tragaba cualquier duda
que cruzara por su rosto. Dedos temblorosos se acercaron a acariciar mi labio inferior.
—Soy tuya, Jared. Tómame.

En el fondo, me golpeaba, una furia de nervios y necesidad y un espíritu roto que


por primera vez se sentía como si fuera casi todo. El miedo venció a un tamborileo
constante y se ató a mi corazón. Bailó con la culpa, la vergüenza de lo que ya sabía
estaba a punto de hacer.

Debido a que cada parte de mi sabía que esto estaba jodidamente mal.

Todo excepto la parte que la conocía, la quería, la parte que se estaba ahogando en
un deseo que gritaba más fuerte que cualquier látigo de miedo y dolor peor que
cualquier pizca de vergüenza.

La parte que sabía que lo único que importaba era Aly.

Mi Aly.
Me senté en mis rodillas mientras me inclinaba para trabajar en sus pantalones y
bragas por sus piernas delgadas. Las tiré detrás de mí en el suelo.

Aly humedeció sus labios, su pecho subía y bajaba con temblores espasmódicos, su
mirada intensa. —Jared, por favor, te necesito.

Lujuria se disparó a través de mí mientras miraba hacia abajo a ella totalmente


expuesta, acostada en la cama que se había convertido como un respiro de la tormenta
que gobernaba mi vida. Con ojos hambrientos, tracé la pendiente de su cuello, la curva
de sus pechos, la curva de sus caderas. Sus rodillas se doblaron, sus pies plantados, sus
brazos cubiertos sobre su cabeza donde su cabello se dispersaba, enmarcando se
perfecto rostro.

Sin duda, ella era la cosa más hermosa que jamás había visto. Pero esta noche,
mirándola se sentía diferente, sentía como que tal vez estaba mirando la vida. Otra
mentira. Una cuando detrás de su puerta, yo sería tan tonto como para creer.

Me levanté de la cama y me despojé del resto de mi ropa.


224
Una pequeña sonrisa se asomó en sólo un lado de su boca mientras me observaba.
Confianza que no merecía superó el miedo en su rostro.

Empujando sus rodillas separadas, subí de nuevo en la cama y me acomodé entre


sus muslos. La besé lentamente mientras mi cuerpo gritaba. Subí una mano y sostuve
su cara con la otra, mi pulgar acariciando de su mejilla, buscando sus ojos por
cualquier señal de que debía parar.

Su mandíbula estaba floja, su piel enrojecida. Aly arqueó la espalda, forzando su


pecho contra el mío, su cuello se extendió rogando por mi toque. Levantó la barbilla
como una súplica, ofreciéndose a mí. —Soy tuya —prometió de nuevo.

Necesidad cayó a través de mí, subió, y se precipitó. Gemí en su cuello y besé a lo


largo de su piel sensible. Mi nariz corría a lo largo del borde de su mandíbula mientras
la sostuve por la parte trasera de su cabeza. Mis dedos se perdieron en la masa de su
cabello. Le di un beso suave en el hueco debajo de su oreja, antes de volver a las curvas
de sus pechos, devorando su piel, un festín sobre lo puro, tomando lo bueno.
—Por favor —rogó mientras levantaba las caderas.

Tensándose, mi cuerpo rogaba, peleando con las dudas. Yo estaba en su centro,


frotando descaradamente contra su calor, nuestra piel desnuda mientras nos llevaba
más cerca de lo que nunca habíamos estado.

Mis brazos la enjaularon, dedos clavados en la piel de la base de su cuero cabelludo,


mi voz un poco más que un gruñido desigual. —Aly, ¿estás segura? Dijimos que no
íbamos a hacer esto.

Ella hundió su rostro en mi cuello y murmuró—: Todo lo que quiero es a ti.

Era el pensamiento de estar completamente perdido en ella el que me dejó sin


protestar. Habíamos pasado tantas noches como necios, fingiendo que no acabaríamos
en este mismo lugar. Esas noches sólo habían sido una probada del placer que sabía
que ahora estaba por venir.

Había visto esos paquetes de pastillas rosas en su baño una y mil veces. Y yo estaba
limpio. Había comprobado esa mierda luego de que empecé a dormir en su cama. 225
Ninguna posibilidad arriesgaría de contagiarle cualquier suciedad.

Mi estómago se tensó, y retrocedí hasta que estaba a punto en su centro. Apenas


presioné contra ella, deje su calor enviar escalofríos corriendo por mi columna
vertebral mientras veía su boca abrirse y sus ojos se oscurecieron exactamente como
me imaginaba que lo harían.

—Jared. —Aly tragó frenéticamente. Parecía estar agitanándose por tierra firme.
Las yemas de sus dedos se clavaron en los músculos agrupados de mis hombros que
estaban sostenidos apretados con moderación. Los nervios que corrían a través de su
piel eran palpables, levantados como piel de gallina, y se extendían como calor. Aly
estremeció una sonrisa y exhaló un suspiro tembloroso a través de mi cara—. Te
siento.

Mierda.

Estaba a punto de perder todo control. Me retiré antes de llevarla más profundo.
Las piernas de Aly temblaron y se apretaron en mis caderas.
Su rostro se frunció. —Auch.

Joder, me odiaba a mí mismo tan mal por hacer esto. Mis rodillas temblaban, mis
codos clavados en la cama mientras mis manos se cerraban en puños en su pelo.
Estaba tan apretada. Dolorosamente apretada. No podía malditamente respirar
mientras poco a poco la extendía.

La rompí.

Tomando lo que nunca debería haber sido mío.

—Aleena —lloriqueé.

Las lágrimas se reunieron en sus ojos y corrían por los lados de su cara,
arrastrándose a lo largo del pliegue de las orejas antes de desaparecer en su cabello.

—Joder, Aly, nena, lo siento mucho... lo siento jodidamente mucho.

Una sonrisa tembló en su boca. —No. —La ronquera recubrió su voz—. Quiero
esto. Te deseo. Es sólo que... todo esto... es perfecto. 226
Una capa de sudor brillaba sobre su frente, y mechones de pelo se aferraba a su
rostro humedecido. Lo quité, mirando hacia abajo a la chica que me había sacudido
por completo mientras miraba hacia mí. Sus expresivos ojos brillaban con afecto.

Nosotros sólo yacimos allí.

Unidos como uno.

Si yo creyera en las almas gemelas o algo de esa mierda, sabría que ella era la mía.
Podía sentirlo, esta conexión con ella, no podría compartirla con nadie más. Como si
encajáramos, este jodido rompecabezas sin sentido hasta que alineamos las piezas.
Pero no era posible. No tendría el final feliz, e incluso si lo hiciera, sólo lo arruinaría.
Al igual que sabía que la estaba arruinando ahora.

Me mantuve rígido, negándose a moverme mientras se ajustaba, mientras que la


conmoción de lo le había quitado, pasaba. Sus respiraciones irregulares se
desaceleraron y sus piernas aflojaron el agarre que tenía en mis caderas. Mis muslos
temblaron con el hilo flojo que sostenía mi control.
Sentí el momento en que se dejó ir. —Soy tuya —murmuró.

Y lo tomé. Mi cuerpo se tensó, empujando e implorando mientras que el de ella


aceptaba y daba. Me mecí dentro una y otra vez. Saboreando los pequeños jadeos que
forzaba desde el fondo de su garganta, la forma en que sus dedos se sentían mientras
cortaban en mi piel. Nuestros cuerpos ardían, el calor resbalando por nuestros
estómagos y acumulándose en el valle entre sus pechos mientras me movía con ella de
una manera que nunca había me había movido con nadie antes. Quiero decir, ¿con
cuántas otras chicas había estado? No tenía ni idea. Debido a que se olvidan
fácilmente. Pero esto... estar con Aly era diferente y sabía que nunca lo olvidaría.

—Joder, Aly, te sientes tan bien. —Tan bien. Perfecto. Casi como si fuera realmente
mía.

Con mis palabras, gimió, y me volqué en ella. El placer se anudada en la base de mi


columna vertebral y se extendía por la parte posterior de mis muslos. Latía y el éxtasis

227
golpeaba. Los espasmos sacudieron a través de mi cuerpo, cada nervio vivo. Con mi
cara enterrada en el hueco de su cuello, grité, su nombre en mi lengua, la única maldita
cosa que tenía sentido. Jadeando, busqué aire, oliendo el delicioso coco, el bien y a la
chica. La recogí, mi cara todavía oculta en su calor, la abrace a mí más cerca de lo que
nunca había hecho antes.

—Aly —susurré.

Mi Aly.

Enrollé un dedo en su cabello.

Me había rendido, perseguido por de su comodidad.

Ahora habría un infierno que pagar.


Capítulo 18
Aleena
ared me había hecho el amor. Completándome.

J Yacimos en nuestros lados, cara a cara, sus cálidas manos acunando el


lado de mi rostro. —Tú chica hermosa —murmuró, besándome
suavemente.

Emociones inundándome, llenando mi corazón y expandiendo mi pecho.

—¿Estás bien? —Jared movió hacia atrás su rostro para poder leer mis ojos.

228
Parpadeé y susurré—: Sí. —Porque era verdad. Estaba perfecta, tanto como él se
quedará.

***
Era noche de viernes, y me paré delante de la televisión en la sala, jugando Dance
Star. Risa burbujeó desde mi interior. Música sonaba desde las bocinas ubicadas
alrededor de la televisión. Yo estaba enfrente de esta, preguntándome porque no podía
hacer que mi pie se mantuviera con mi cerebro mientras miraba al personaje bailando
en la televisión y trataba de imitar sus pasos. Sostuve el control en mi mano izquierda.
El foquito brillante del sensor encima parecía como el perfecto micrófono parado. Sin
remordimiento, grité Dancing with Myself de Billy Idol dentro de dispositivo.

No podía sostener el tono. No para salvar mi vida.

Pero esta noche, sólo no me importaba.


Megan saltó girando enseguida de mí. Cabello rubio se azotaba peligrosamente
cerca de mi cara mientras ella movía su cabeza dado vueltas, completamente
excéntrica.

Christopher se sentó justo directamente detrás de ella en el sofá, y ella rebotó hacia
atrás para sacudir su trasero en su cara. —It’s your duty to shake your booty —canta
ella sobre mí en un intento infructuoso de ganar puntos manteniéndose en sintonía con
la canción, su pequeño marco meneándose del todo.

Sí. Ella y Christopher han estado haciendo tragos de tequila en la cocina.

Christopher cubre su cara con sus manos, riendo tan fuerte que cae hacia su lado en
el sofá. —Infierno bendito, ustedes dos apestan tanto.

Le enseñé la lengua, luego se volteó y se ciñó a la canción aún más fuerte cerca de la
cara de Megan, sostuvo el micrófono entre nosotros así ella podría cantar sola.
Renunciando a los movimientos coreográficos, ambas nos arrastramos en algunos
movimientos improvisados, desinhibidos y libres.
229
Riendo retomo las palabras tratando de cantar. Realmente nunca había conocido
alegría como esta. Siempre había sido feliz, pero nunca había conocido la intensa
satisfacción que venía con estar enamorada. Era algo que se filtraba hacia abajo dentro
de la medula de mis huesos e impregnó cada fibra de mi ser.

Ni una vez me lo había dicho, pero yo sabía que lo hacía. Lo sentí, incluso cuando
claramente fue algo imposible de verlo para Jared. Algo que no se reconocía a sí
mismo. Pero lo tomé a él por lo que él era, este chico hermosamente roto que merecía
mucho toque que le di mientras atesoré cada uno que me regresaba.

En lo que había llegado a su lado del sofá, se sentó cuidando una cerveza, sus
piernas estiradas casualmente frente a él. Ojos azules brillaban juguetonamente su
diversión mientras él nos veía bailar en medio de la sala de estar.

Casi un mes había pasado desde la primera vez que me había hecho el amor. Cada
día desde que había sido una exploración de manos y lenguas y cuerpos que no podían
conseguir suficiente.
La primera vez había sido abrumadora. Dolorosa. Ambos físicamente y
emocionalmente. Era como si algo había cambiado dentro de mí. Capturándome.
Cambiándome.

Emocionalmente, todavía sigue siendo lo mismo, esta intensidad que se extendió


como reguero de pólvora a través de mí, aunque ahora había llegado a desear ese
sentimiento.

Pero físicamente… sólo nunca había entendido que algo se pudiera sentir tan bien.

Oscilando hasta él, me sacudí de hombros y me bajé para llegar al nivel de su rostro.
Él se rió en voz baja mientras volvía la cabeza hacia un lado. Claramente, él estaba
demasiado avergonzado para continuar viéndome hacer el ridículo. Sus manos se
acercaron a frotar su barbilla cuando levantó su cara perfecta de vuelta a mí,
abordándome con esta sonrisa tímida que hizo que mi estómago se volteara. Algo
acerca de él que era tan increíblemente sexy que yo estaba cerca de cinco segundos de

230
revelarnos frente a Christopher.

Odiaba escondernos.

Todo lo que quería hacer era tomarlo por su cara y besarlo.

En lugar de esto me incline por tomarlo de la mano. —Ven, baila conmigo —grité
por encima de la televisión que se había vuelto demasiado ruidosa.

Sonrojo coloreó su rostro, y esa sonrisa se levantó de un lado. Se negó. —Sin


oportunidad en el infierno, Aly. No bailo.

Tiré un poco. —Por favor.

—Jamás —agregó, la palabra enfática, aunque sus ojos claros aún brillaron.

—¿Qué, esperan que Megan y yo nos paremos aquí y los entretengamos a ustedes
dos toda la noche? Vamos. Por favor. —Casi me quejé, tirando de sus brazos. Supongo
que probablemente había tenido demasiado de beber también—. Por favor. —Esta vez
apreté.
Él sólo se sentó allí sacudiendo con su cabeza con incredulidad, pero luego, él
parecía estar negando con su cabeza a sí mismo porque no podía creer que se estaba
uniendo. —Bien.

Jalándolo a sus pies. Destellé una sonrisa de victoria. Con su cerveza segura en una
mano, el sueltamente entrelazó sus dedos con los míos en la otra.

Bailé alrededor de él. Girando, riendo, cantando. Esa sonrisa estaba de vuelta en su
grandiosa cara, y él levantó sus manos sobre mi cabeza y me llevó a un giro. Sin
restricciones, Jared se rió y me hizo girar un poco más.

Esa intensa alegría envuelta en mí apretadamente.

Él estaba feliz. Podía verlo. Sentirlo. Dios, lo quería tan mal para él, por ese hombre
que me importa tan profundamente para tener la oportunidad de sanar. Sonreí hacia
él, no podía contener lo que sentía desde que estallaba desde mi rostro.

Moviéndose en medio de nosotros, Megan me dio un codazo a un lado y se robó mi


lugar. Jared tomó el turno girándola alrededor. Ella lo golpeó una vez con su cadera, 231
luego dejó caer la mano de él y caminó hacia mí.

Ella sabía lo que estaba pasando entre nosotros. Hacía un par de semanas,
finalmente le había confiado a ella que había dormido con él, admitiendo que él venía
entrando a mi cuarto cada noche. No era como si estuviera del todo sorprendida. Ella
dijo después de vernos a los dos juntos el cuatro de julio, ella no sabía cómo no había
pasado antes.

A pesar de que ella estaba borracha, se mantuvo consciente, sus ojos dirigidos hacia
mí antes de que rápidamente cambio a Christopher y de vuelta a mí.

Una advertencia.

Yo estaba siendo obvia.

Esta noche no sabía cómo cuidarme. ¿Cómo puede estar mal lo que tenemos Jared
y yo?
Aun así me eché hacia atrás y me volteé para tomar a Christopher por la mano, mi
loco hermano quien había tenido mucho de beber que apenas se podía sostener. Él no
estuvo tan renuente como Jared. Como si Christopher no dejaría de saltar a la
oportunidad de participar.

Jared se arrastró de vuelta al sofá, contento de ser el espectador de nuestra tontera.


El resto de nosotros bailamos y cantamos y bebimos hasta que la noche creció oscura.

Christopher finalmente dio por terminada la noche y se tambaleó de nuevo a su


habitación.

Susurré de mala gana un “Buenas Noches” a Jared antes de meterme en mi


habitación con Megan. Esta noche sería la primera noche que pasaría sin él en tanto
tiempo, pero había extrañado a mi amiga. Megan y yo acostumbrábamos hacer esto
todo el tiempo, ella pasando el tiempo aquí, quedándose toda la noche. Christopher se
había ganado un buen zape en la cabeza la primera vez que había bromeado acerca de

232
nosotras dos durmiendo juntas.

Ella se unió a mí en mi habitación y se deslizó a su lado de la cama con la espalda


recargada en la pared, su mejilla descansando en sus manos.

Hundiéndome en mi lado, le sonreí mientras metí mi almohada debajo de mi


cabeza. —Me alegro que vinieras esta noche. Eso fue muy divertido.

—Sí, realmente lo fue. —Ella mordió su labio. Ojos conocedores se dispararon a la


puerta, su voz suave—. ¿Lo amas, Aly?

Miré a mi mejor amiga, insegura del porque había mantenido este secreto por tanto
tiempo. Insegura de porque todavía lo hacía.

—Mucho —susurré. Sabía que sonó como si doliera porque, en realidad, lo hacía.

Ella parpadeó como tratando de averiguarlo. —Eres diferente con él.

Aparté la mirada, y luego volvió a ella. —¿Eso es bueno o malo?

Ella se encogió un poco, como si ella no quisiera contestar. —Ambos, creo. Tal vez
es sólo que te había visto apagada por tanto tiempo que es extraño verte así. Supongo
que me preocupa algo. —Sus ojos estaban muy abiertos y honestos—. Sólo quiero que
seas feliz, eso es todo.

—Soy feliz.

Ella asintió, a pesar que la preocupación arrugó su rostro. Ambas caímos en el


silencio, perdidas en los pensamientos.

El sueño la arrastró rápidamente. En poco tiempo, su suave ronquido llenó la


habitación.

Me quedé mirando al techo oscurecido y traté de encontrar el sueño. Debería haber


sabido que mis esfuerzos serían infructíferos.

Finalmente me levanté a mis pies y de puntitas en la habitación principal. Estaba


oscuro, las pesadas cortinas estaban corridas. Mis ojos se acostumbraron, y me dirigí al
lugar donde yo sabía que él estaría.

233
Respiraciones pesadas y cargadas llenaron la habitación, su ansiedad soplando a
través de él donde estaba yaciendo justo en la cúspide del sueño. Yo sabía porque lo
encontré allí cada noche, temblando, sacudiéndose, silencioso en su dolor.

Sólo quería quitárselo.

Lentamente, subí en el sofá, a horcajadas sobre él y su cadera. Se sacudió como en


estado de shock, los fuertes músculos de su estómago se estrecharon tensos mientras
levantaba su cabeza. Ásperas manos se clavaron en mis caderas.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz era toda ronca.

—Te extraño —dije.

Sentí la palma de su mano venir a mi cara. Sus dedos viajaron hacia arriba para
peinar mi cabello. —No deberías estar aquí afuera Aly.

Me incline hacia abajo, presionando mis manos a los cojines a ambos lados de su
rostro. —No estoy avergonzada de nosotros, Jared —susurré urgentemente hacia la
sombra que oscurecía su rostro.
Su mano apretó dentro de un mechón de mi cabello. —Deberías estarlo.

***

Vapor llenó el cuarto de baño el siguiente día mientras tomé mi ducha. Hojas de
agua caliente golpearon en mis hombros antes de que cayeran por mi espalda.
Riachuelos se reunieron como líneas delgadas que serpenteaban a lo largo de mis
piernas antes de arrastrarse a suelo de la ducha. Enjaboné mi gel de baño en mi
esponja y froté sobre mi piel, respirando en la frescura mientras el agua caliente
lentamente aclaró mi cabeza.

Megan se había ido hacia media hora antes.

Todos nos habíamos quedado dormidos, Megan y yo tropezando de la cama cerca 234
del mediodía. Jared había estado todavía dormido en el sofá, su cabello sobresaliendo
en todas direcciones cuando levantó su cabeza para echar una mirada furtiva frustrada
hacia nosotras cuando salimos de mi habitación. Su expresión de dolor no se acerca a
la que estaba segura Megan tendría que soportar todo el día. Ella se había despertado
con un gemido interminable, poniendo sus puños en sus ojos para bloquear la luz.

Le había preguntado que esperaba cuando se había bebido la mitad de su peso en


tequila la noche anterior.

Enjuague el jabón de mi cuerpo, cerré la ducha y ciegamente a tientas busque fuera


de la cortina por mi toalla. La presioné en mi cara donde absorbe mi suspiro de
satisfacción.

Había pocas cosas que se sentían mejor que una ducha caliente.

Rubor corrió por la superficie de mi piel a causa de los ecos de las caricias de Jared
que repentinamente flotaron en mi mente. Algunas veces no sabía que hacer acerca de
los pensamientos que tenía de él, la forma que me hacía sentir o las cosas que me hacía
desear.

Después de secarme, me frote loción en mis piernas y me vestí con unos pantalones
cortos y una playera. Limpié el empañado espejo y lentamente pasé el cepillo por mi
cabello. Hoy era el primer domingo en mucho tiempo que no tenía que trabajar, y sólo
estaba deseando pasar el día con Jared, en cualquier cantidad que pudiera ser.

Alguien tocó suavemente en la puerta, y después escuché a Christopher—: Oye,


Aly. Voy a correr rápidamente a la tienda. ¿Necesitas algo?

—Um… más jugo de naranja. Me acabo de tomar lo último —le grité en respuesta.

—Está bien. Claro. —Luego se había ido.

Treinta segundos después, hubo dos toques bajos en la puerta, los dos segundos que
los separaban como una súplica silenciosa. Eso fue todo lo que le tomó a mi corazón
para acelerarse. Busqué la cerradura y abrí. Jared de pie al otro lado de la puerta,
esperándome. 235
Él se había visto irritable esta mañana, y pensé que era porque había estado por su
cuenta. Pero ahora parecía nervioso. Atentamente arrastró su mirada a lo largo de mí,
sus movimientos pulsando con intensidad incontenible. Hambriento. Posesivo.

—Pensé que él nunca se iría.

Había algo en su tono que hizo que mi estómago se contrajera y envió mis nervios
se tambalearan. Negué en aprensión impaciente mientras él cruzó el umbral y cerró la
puerta detrás suyo.

—He estado muriendo para tenerte a solas toda la mañana —dijo, su voz profunda
mientras tragó saliva—. Te necesito, Aly, te necesito tan jodidamente mal.

Mariposas pululaban.

Ese poderoso cuerpo aplanado contra el mío, con una fuerte mano tomándome
firmemente por la parte posterior de la cabeza, y la otra amasando mi muslo, y luego
extendiéndose por mi culo mientras me jalaba rudamente en su contra.
Su boca apropiándose de la mía.

Decidido y feroz.

Debilitada, emití un suspiro entrecortado.

Jared me jaló hacia atrás, esos ojos azules quemando, fuego y hielo.

Sus manos rodeando mi cintura. Levantándome, él apoyo mi trasero en el borde del


mostrador del baño, gimiendo cuando él apretó su cuerpo contra el mío.

Me retorcí, incapaz de controlar lo que él me hizo.

Su garganta se balanceaba pesadamente, y me quitó mi playera. En el mismo


movimiento, tomó un paso atrás, agarrando el cuello de su camiseta y sacándola de su
cabeza. Fuerza onduló debajo de los colores que sangraban, esa rosa en el centro de su
pecho como este faro que llamó a casa.

Agarré desesperadamente el borde del mostrador, mi estómago flexionado mientras


luchaba por balancear mi peso, para equilibrar mis sentidos que Jared había lanzado a 236
toda marcha. Me miró descaradamente. Hormigueo propagándose en un incendio
lento y enrojecimiento floreció.

—Me vuelves loco —susurró con voz ronca mientras avanzó hacia adelante,
librándome de mi sujetador antes de que sus dedos salieran a trabajar en liberar el
botón de mis pantalones cortos. Mojando sus labios, los tiró abajo y lentamente los
arrastró fuera de mis piernas. Rozó sus manos de vuelta hacia arriba y en el interior de
mis muslos.

—Amo tus piernas, Aly. Podría pasar mi vida entera envuelto en ellas.

Y yo lo quería a él también, que pasara su vida conmigo, para vivir una de la que él
se creía indigno. Me pregunté si incluso se daría cuenta que había dicho, que su
corazón habló del por siempre sólo mientras su mente tan claramente se prometió que
pasaría. Que esto iba a terminar.

Mi espíritu se estrelló, inseguro de a cual aferrarse.


Me quedé mirándolo, no podía dejar de ver mientras sus ojos destellaban las luces
de espejo. Su belleza era tan fuerte, la perfección de su cuerpo a pesar de todos los
defectos internos.

Esas mariposas revoloteaban y giraban, cayeron alrededor de la parte más baja de


mi núcleo.

Torció sus dedos en mis bragas, y él las quitó lentamente. Mi pulso tartamudeó, mi
cuerpo adolorido, rogaba. Una vez más, le había tomado dos segundos a Jared
despojarme cada onza de control.

—Por favor —gemí.

Jared gruñó. Su rostro se contrajo, y calientes, agresivas manos agarraron mis


rodillas, forzándome a abrirlas. Luego su boca estaba en mí.

Sensaciones quemaron detrás de mis ojos. Desesperadamente, mis dedos se


lanzaron a su cabello, enrollándose y sosteniendo y agarrando. Cada pulgada de mi
cuerpo gemía. Y pensé que tal vez debería de estar avergonzada, que debería tratar de 237
contener los gritos ahogados que salían de mi boca. Pero no había lugar en mí donde
pudiera encontrar la vergüenza.

No con él.

Nuevamente rogué—: Por favor.

Me arqueé. Me deshice. El placer subió y corrió, hacia afuera para saturar cada
grieta en mi cuerpo. Aun así no fue suficiente. Nunca fue suficiente.

Busqué entre nosotros por la bragueta de sus jeans. Lo liberé de todas sus barreras,
empujándolos hacia debajo de sus caderas. Jared se retorció fuera de ellos y los pateó a
un lado.

Él me llenó en un empuje sólido.

Mi boca se abrió en un gemido silencioso, y mis uñas rastrillaron hacia abajo en su


espalda. Sus manos corrieron hasta la parte posterior de mis muslos, y él los envolvió
debajo para agarrarme por mis caderas, mis rodillas enganchadas sobre sus antebrazos.
—Hermosa —rozó de su garganta. Me tomó fuerte y rápido, luego, tortuosamente
lento, nunca apartando la mirada de mi rostro mientras tentó y burló, entonces me
trajo de vuelta al filo.

Nuestros cuerpos fijados y tensos, sostenidos y aferrados.

—Jared, por favor… no… sólo…

Él entendió mi ruego. Se apresuró mientras me llenaba una y otra vez.

—Aly, nena —gruñó.

Me golpeó en una ola impactante, este éxtasis cegador que rasgó a través de mi
núcleo y estalló como grito de dolor de mis labios.

—Mierda… Aly… —Ojos azul hielo centellaron como fuego salvaje cuando estrella
su pecho contra el mío, sus manos dejando mis caderas para agarrar el mostrador. Los
movimientos de Jared fueron duros y apresurados, su cuerpo sacudiéndose, sus

238
respiraciones cortas y desiguales.

Me incliné mientras él se vino.

En el espejo en la pared detrás de él, lo vi mientras luchaba por recuperar el aliento.


Su espalda flexionada debajo de las cicatrices que lloraban donde sangraban, el patrón
de la desesperación, y sabía que el podía verme en el espejo detrás de nosotros. A
través de los dos, nuestros ojos se encontraron, casi vacilantes, el reflejo como esta
ilusión de nosotros que éramos para siempre.

Infinitos.

Algo como tormento llenó sus ojos. Él enterró su nariz en mi cabello detrás de mi
oreja y me susurró su alabanza—: Aleena.

Y yo lo amé a él.

Lo amé con todo lo que yo tenía.

Nos quedamos así por el mayor de los tiempos, ninguno capaz de movernos,
nuestros cuerpos bloqueados. Las puntas de mis dedos se desviaron, rastrearon y
exploraron. Gentilmente sobre las llamas en su brazo derecho. Aquí, debajo del color,
la piel era demasiado suave, pero en los bordes que dieron origen a las crestas rugosas
que se sentían como costuras endurecidas.

Jared respiró irregularmente, luego lo soltó en un siseo lento mientras me arrastré


hasta los ojos torturados que se retorcían en el fuego. Los acaricié, mi voz suave. —
¿Esto es tú o ella? —Fue como si pudiera sentir cada nervio en su cuerpo arder, su
mente sólo registrando dolor.

—Yo, Aly. Soy yo. —El dolor sangraba de su boca en una amarga agonía—.
Debería haber sido yo. —Sus dedos se clavaron en mis costados—. Jodidamente traté
de hacer lo correcto. Lo intenté. —Lo último cayó como un soplo de derrota.

Quería sacudirlo, gritarle no, decirle que él estaba equivocado.

Quería decirle a él.

Él tomó mi rostro en sus manos y me besó, sus ojos apretados firmemente. Cuando
los abrió, él actuó como si lo que acababa de pasar entre nosotros no hubiera sucedido. 239
—Necesitas vestirte. Christopher va a llegar pronto. —Se inclinó y recogió mi ropa,
entregándomela con una sonrisa forzada—. Voy a tomar una ducha rápida.

Asentí, tragando hacia abajo las emociones que obstruían mi garganta. —Bien.

Se giró lejos y lo observé mientras entraba en la ducha, este hermoso hombre que
rompió mi corazón y lo rehízo.

Rápidamente me volví a vestir. Vacilante, me detuve, viendo hacia atrás donde se


mantuvo velado detrás de la cortina de la ducha. Había muchas cosas que necesitaba
decir, pero no sabía cómo sacarlas. No sabía si lo iban a lastimar o a curarlo, si correría
o se quedaría.

Me permití salir al apartamento, peinando a través de mi húmedo, cabello enredado


con mis dedos. Apenas tuve tiempo de llenar un vaso con agua antes de que
Christopher desbloqueara la puerta de enfrente.
Dios. ¿Qué estaba haciendo? ¿Escondiendo esto de mí hermano? ¿De mi familia?
¿Ocultándome lo que realmente quería de mi misma? ¿Pero cómo podría tenerlo de
cualquier otra forma?

—Oye —dijo Christopher mientras pateaba para abrir la puerta.

—¿Necesitas algo de ayuda? —pregunté, poniendo mi vaso abajo en el mostrador y


rodeando hacia donde él había dejado las bolsas en la puerta de enfrente.

—Sí, eso sería genial. Gracias.

Inclinándome hacia abajo, recogí unas pocas bolsas y me levanté.

Luego me congelé.

La sangre se drenó de mi rostro e inundó a través de mi pecho para exprimir mi


corazón. Se extendió completamente por mí, dejándome débil de mis rodillas. Mi
atención fija en las dos personas subiendo las escaleras.

—Oh, que bien, ambos están aquí. —Mamá estaba toda sonrisas cuando golpeó el 240
rellano. Augustyn arrastrándose dos pasos detrás de ella.

La tensión crispó los hombros de Christopher cuando registró la voz de ella, un tic
sutil de sus músculos mientras sus ojos se dispararon a mi rostro. Su pánico era tan
grueso como el mío.

Christopher rápidamente parpadeó, luego lentamente se puso de pie y volteó


alrededor.

—Mamá, Aug, hola, ¿Qué están haciendo aquí?

—Estábamos haciendo unas vueltas cerca y pensamos que tal vez podríamos
encontrarlos. Pensamos que tal vez que podríamos ir a tomar algo de comer juntos o
algo así. —Mamá no dudó en tomar a Christopher en un enorme abrazo—. Te he
extrañado. —Ella los meció un poco mientras ella apretó, luego se hizo para atrás para
abrazarme.

Aug y Christopher chocaron las manos y se palmearon la espalda entre ellos. —


Oye, hombre —dijo Christopher—. ¿Cómo está yendo la práctica?
—Bien… realmente bien. No puedo esperar para la temporada que de hecho
empieza la próxima semana.

Christopher se mantuvo echándome miradas mientras él hablaba, como pidiéndome


ayuda, evadiendo. Podía verlo rogando con sus ojos ¿Qué hacemos?

Era de papá de quien Christopher quería mantener esto, las noticias de que Jared
estaba de vuelta y quedándose con nosotros. Pero tampoco estaba segura de cómo
mamá podría reaccionar.

Una parte de mí sabía que ella necesitaba saber. Sólo que no estaba segura la forma
correcta para que ella lo averiguara. Había imaginado a Christopher llevándola hacia
un lado, haciéndole saber que Jared se estaba quedando con nosotros, que ella haría
preguntas y que querría verlo y ella lentamente facilitaría a papá la idea de él
regresando a la ciudad… en la idea de él estando de vuelta en nuestras vidas. Ninguno
de nosotros había hablado de él en muchos años que no tenía idea donde los

241
pensamientos de mi madre estaban o la forma en que se sentía.

Estaba mal. Lo habíamos traicionado en el silencio de nuestras palabras.

Pero nuestra mamá era amable. Sabía eso, y ahora tenía que confiar en que ella
entendería.

Christopher rasco su nuca e inclinó su cabeza.

—Escucha, mamá, yo necesito hablarte de algo.

Claramente, Christopher entendió también eso.

En el segundo en el que él dijo: Yo. Me di cuenta de que mi hermano iba a tomar la


responsabilidad de esto, como si él pensara que de alguna manera me coaccionó para
permitir que Jared se quedara. Chritopher aún pensaba que yo era la compañera reacia
de esta decepción, cuando la verdad, él era el que no tenía de que había permitido, sin
saberlo, que Jared se convirtiera en la persona más importante de mi vida.

Mamá frunció el ceño.


—¿Qué está mal? —Preocupada, ella giró sus ojos hacia mí, y luego de vuelta a
Christopher. Energía nerviosa instantáneamente la lastimó con fuerza. Ella cambió de
un pie a otro.

La ducha chilló mientras fue cerrada.

Mamá se detuvo. Volteó su atención dentro, sus cejas apretadas mientras ella vio
por el pasillo de nuestro apartamento hacia el baño.

Alguien usando nuestra ducha en sí mismo no era realmente un gran asunto. Pero
fue como si esto extrañamente se filtró sobre ella y de repente sintió la incomodidad
que irradiábamos Christopher y yo.

—¿Quién está aquí?

—Mamá…

Jared abrió la puerta y salió al pasillo vistiendo sólo jeans, frotando la toalla sobre

242
su cabeza, obviamente ajeno de en donde se estaba metiendo.

En el segundo en que sus ojos se encontrón con los de mi mamá, se detuvo en seco.

Mamá sólo se quedó ahí de pie, como perdida, echada hacia atrás en tiempo. Luego
un sollozó ahogado salió de su garganta y sus manos volaron para cubrir su boca.

—Jared, O mi Dios, Jared, ¿eres tú?

Lágrimas se filtraron por su rostro. Tomó unos pocos segundos para pasar antes de
que ella pareciera cerrarse de nuevo. Luego se lanzó a través de la habitación,
lanzando sus brazos alrededor de él, abrazándolo, mientras él permanecía inerte bajo
su toque. Ella se echó para atrás, frenética, mientras ella buscaba su rostro, sus manos
presionando en las mejillas de él como si ella estuviera asegurándose de que realmente
estaba allí.

—Eres tú… oh mi Dios… eres tú. Nunca pensé volverte a ver.

Y mamá estaba llorando, sosteniendo en él como si fuera a desaparecer.

Desde el otro lado de la habitación, atrapé la expresión en su rostro.


Y estaba segura de que lo haría.

243
Capítulo 19
Jared
río se deslizó a través de mis venas. Imágenes del rostro de ella me

F
Riendo.
golpearon como si estuviera encerrado en el tiempo. Una por una,
llamaron mi atención, dañando y golpearon mi mente, como una pena
eterna enviada a burlarse de mi espíritu.

Sonriendo.
Ella siempre estaba así sonriendo, riendo, amando.
Había sido hermosa.
Buena.
Y yo había erradicado esa luz. Pisotee una rosa.
244
Un aliento me estremeció como si dibujara en mis pulmones presionando contra
mis costillas. Fuego se enfrentó con el frío, y el dolor llenaba mis entrañas como agujas
picando a lo largo de mi piel. Siempre estaba arruinando lo bueno.
Ahora la madre de Aly, Karen Moore, se aferraba a mí como si acabara de ser
testigo de la resurrección de un muerto. Todo lo que podía hacer era quedarme allí
deseando una manera de desaparecer.
Apreté mis ojos, tratando de bloquear a todos.
Karen Moore era un severo recordatorio de ella, yo no sabía. Tal vez era porque
habían sido tan buenas amigas. Tal vez era porque ella había sido la otra madre en mi
vida cuando yo estaba creciendo. Tal vez era porque también estaba en muchos de los
recuerdos que atormentaban mis noches, riendo y sonriendo, también.
Como si la chica emitiera alguna fuerza de atracción, mis ojos buscaban a Aly. Ella
todavía estaba cerca de la puerta, su rostro estaba marcado con líneas de preocupación.
Llevaba esa expresión que decía que ella me entendía, que ella realmente entendía esta
mierda.
La buena.
Tal vez era ella. Tal vez era la manera en que ella había logrado despojarme de mis
muros y destruirlos.
Joder.
Dos cálidas manos presionan mis mejillas. Odiaba la forma en que se sentían,
acogedoras y como si estuvieran pidiendo perdón y toda esa mierda que nunca podría
ser, tal vez ella entendía, también y todo lo que podía hacer era intentar no alejarla.
Apreté los dientes, haciendo mi mejor esfuerzo para no perderme en mi mierda. Estaba
tambaleándome justo en el borde de ese maldito acantilado y cuando cayera, sabía que
iba llevar a la gente que me importaba abajo conmigo.
—Oh mi Dios, Jared, ¿dónde has estado? ¿Cuánto tiempo has estado aquí? ¿Por qué
no me dejaste saber? —Preguntas salieron de la boca de Karen con la misma rapidez,
que las lágrimas corrían por su rostro. Su atención saltó alrededor del apartamento, en
busca de pistas, antes de que ella volviera sus gentiles ojos marrones a mí, ojos que me
recordaban demasiadas cosas.
La culpa me golpeó, avivando la agitación que estaba siguiendo su camino
libremente. Ansiedad zumbaba a través de mi conciencia, apretando mi mandíbula,
hice puños con mis manos. Mi cabeza estaba tocando esa mierda. Ese sistema de alerta
estaba sonando más fuerte que nunca, gritándome que me alejara. Esta vez al parecer
estábamos de acuerdo, porque lo único que quería hacer era agarrar mis cosas e irme.
Christopher se rascó la parte posterior de la cabeza, de la misma manera en que
245
siempre lo hacía cuando lo ponían en su lugar. —Uh, sí, mamá, eso es lo que quería
hablar contigo. Me encontré con Jared hace unas noches, y lo invité a pasar el rato
aquí mientras que él estaba pasando por la ciudad.
Visita pasajera.
La mentira surgió tan fácilmente de él, rápidamente para cubrir que en realidad
había estado viviendo con ellos por cerca de tres meses. Él me advirtió con una mirada
que decía que estaba bien si lo corregía, pero él me estaba dando una salida. Podría
tomarla de cualquier manera. El hombre siempre ha cubierto mi espalda mientras yo
continuamente lo llenada de mentiras noche tras noche.
Casi escupí las palabras. —Sí... simplemente estaba de paso.
El rostro de Aly se arrugo, como si también podría haber pateado en su estómago
cuando no discutí la afirmación de Christopher. Sentía vergüenza por todos lados,
llenando de mierda hasta la última gota de aire de la habitación.
—¿Ah, sí? —dijo Karen mientras fruncía el ceño—. Bueno, me alegro de que estés
aquí. —Su gesto se suavizó, ella dio un paso atrás, como si tal vez ella se hubiera dado
cuenta del hecho de que estaba a punto de romperme. Se secó bajo sus ojos para
librarse de la evidencia de sus lágrimas. Dejo salir una sonrisa tensa de sus temblorosos
labios—. Ha sido demasiado tiempo. ¿Por cuánto tiempo te quedas?
Me sentía impotente, no podía hacer nada, pero eche una mirada furtiva en
dirección a Aly. Y por supuesto, me quedé atrapado allí. Ella llenaba mi línea de
visión como si fuera un salvavidas en el agua, fuera de mi alcance, mientras que poco a
poco me ahogaba.
Apenas podía hablar a través de esta maldita roca apretándome en la garganta.
No mucho. —le dije, y de alguna manera supe que era la verdad, porque podía
sentirla construyéndose. La destrucción.
No llegare a tener eso.
Porque me debía mi vida.

***
Me senté en el terreno baldío detrás del mismo edificio desierto en el que me
encontraba hace casi tres meses atrás la noche después de que me enfrenté por primera
vez a Aly en la cocina. Me dejé caer hacia atrás contra la pared de estuco gruesa, mi
cabeza colgaba de lado a lado. El alcohol empapaba mis sentidos, hundiéndome en
246
una pesadez sofocante, como si tal vez estuviera siendo enterrado vivo. Pero eso no
hacía nada para disminuir las imágenes, imágenes que se habían filtrado a través de mi
mente en una carrera interminable desde el segundo en que Karen Moore pasó por la
puerta.
Presioné fuertemente mis manos en mis ojos, desesperado por borrar las imágenes.
Colores parpadearon, veía un torrente de esa luz insoportablemente viva. Rugí en el
silencio.
Detonante de mierda.
Ambos.
Agarre la parte de atrás de mi cabeza con mis manos, hundí mi cara entre mis
rodillas mientras jadeaba en busca de aire. —Joder. —mi garganta se sentía rasposa.
¿Qué esperaba al venir aquí? Esto era lo que quería, ¿no? ¿Castigarme a mí mismo
un poco más? No había otra explicación para entender la mierda que me había hecho
volver a este lugar.
Sin quererlo, el rostro de Aly se iluminó como una bengala detrás de mis párpados.
Mis párpados me exigían que los abriera, pero la imagen estaba congelada no cediendo
el paso a lo que me destruía. La chica era como el alivio en ese segundo en medio de la
penitencia insufrible que sentía.
Dios, quería que fuera ella. Estaba a lo largo del borde de mi realidad, la idea de que
tal vez había algo más, porque, maldita sea... tal vez yo realmente quería estar allí.
Dejé mi cabeza moverse contra la pared y levanté mi cara a la neblina del cielo
nocturno.
Pero eso fue sólo una fantasía y no del tipo de cuentos de hadas.
No tenía el felices para siempre.
Aun así no quería dejar ir la idea. Necesitaba sentirla. Sólo por unos minutos más,
quería dejar que su toque llevara todo el dolor lejos.
Me levanté y me dirigí de nuevo hacia el apartamento.
Era tarde. La ciudad dormía, el denso silencio sólo era roto por el eco de los coches
de la autopista o cualquier coche al azar que pasaba a toda velocidad por la carretera.
En ese momento con Karen y Augustyn mientras estábamos en el apartamento
había sido un completo infierno. Aly había sugerido que todos nos pusiéramos al día
en lugar de salir, así que me senté en la mesa de la cocina con todos ellos. Había hecho
mi mejor esfuerzo al forzar mis sonrisas y lanzando una mierda de respuesta a todas
las estúpidas preguntas de Karen. Evidentemente, ella astutamente había formulado las
247
preguntas de las cosas que realmente quería saber. Todo el tiempo, estuve sentado allí
con ganas de correr. Si me hubiera quedado en los confines de los muros un segundo
más, no hay duda, de que finalmente habría llegado al borde.
Y lo que me hacía sentir peor era que todo el tiempo tenía a Aly ofreciéndome una
vez más el consuelo que tan libremente expresaba. Aunque esta vez, no estaba en sus
brazos, pero la forma en que sus ojos constantemente se apoderaban de mí, y el suave
toque de su mano que se aventuraba debajo de la mesa. Como diciéndome que estaba
bien y que entendía la miseria que su madre trajo con ella cuando entró por la puerta.
Pero como el idiota que era, me fui en el segundo en que Karen y Augustyn
finalmente dijeron sus adioses.
Sabía que Aly se moría por hablar conmigo, pero Christopher había estado allí, y
había poco que ella pudiera hacer, o poco que le podía decir, aunque su súplica
irradiaba en cada célula de su cuerpo.
Quédate.
Ella ya debería haber sabido que no podía.
Ahora, con mis hombros encorvados, metí las manos en mis bolsillos y me dirigí
hacia el apartamento que estaba a sólo una cuadra de distancia. La noche húmeda se
aferraba a mi piel. Las luces de la ciudad brillaban contra el cielo ennegrecido,
arrastrando los cielos demasiado cerca de la superficie de mí jodido mundo.
Antes de terminar detrás del edificio vacío, había pasado toda la tarde y la mayor
parte de la noche en The Vine. Una vez más, había sido tan tonto como para pensar
que había alguna manera de que pudiera ahogar el pasado fuera. Pero no importaba lo
que hiciera. Nunca podría correr más rápido que él. Nunca podía esconderme de él.
Podría luchar contra él todo lo que quisiese, pero nunca cambiaria quién era yo o lo
que había hecho.
Una incrédula risa sacudió mi seca garganta. Todas esas noches que había estado
mintiéndole a Christopher, diciéndole que había estado en The Vine, cuando en
realidad había estado encerrado en la habitación de Aly, perdido en su comodidad y su
tacto y deseando que todo fuera real. Si sólo no hubiera estado en el bar la primera
noche, nada de esto habría sucedido. Si sólo hubiera dicho no a Christopher.
Nunca debí haber venido. No a esta ciudad. No a su apartamento.
Y sin duda, nunca debería haber llegado a ella.
Ahora ella era la única cosa en esta miserable vida que quería. La única cosa que
nunca podría realmente tener.
Sin duda, era hora de irse. Para bien. Pero nunca diría que había sido un tonto, yo
sólo quería tomar un poco más. 248
Me levanté a mí mismo, escalé la imponente pared del apartamento, levanté mis
piernas por encima, y salté al otro lado. Gruñí cuando aterricé demasiado fuerte. Casi
todo el edificio permanecía en calma, levantó la cara al húmedo aire y contuve el
aliento mientras cruzaba el estacionamiento del edificio.
Podía sentirlo, la perturbación llenando el aire, una energía oscura cubriéndome,
exigiendo que cayera de nuevo en la nada donde pertenecía.
Pero malditamente no quería.
Escaleras arriba. Yo me permití entrar en el silencio del apartamento. La puerta de
la habitación de Christopher abierta. Sin preguntas, él estaba en la caza, haciendo lo
que el chico hacia mejor.
Silenciando mis pies, me arrastre a través de la sala. En su puerta, paré y traté de
darle sentido a lo que de verdad sentía.
Cuando la primera vez vine aquí, ira era todo lo que conocía.
Esta noche, sólo me sentía horriblemente triste.
Y yo sabía que era ella.
Esto era ella.
Le di vuelta al pomo y me escabullí en su habitación.
La noche se filtraba entre las rejillas de su ventana, sombras tocando secretos sobre
sus paredes. Aly acostada, tumbada sobre su cama, su cuerpo torcido suavemente a un
lado. Ella usaba esas pequeñas bragas de seda camiseta blanca que combina. La masa
negra de su grueso cabello estaba recogido arriba sobre su cabeza, las largas hebras
regadas todas a su alrededor.
Y su rostro…
Masajeé mi pecho.
Ella era muy hermosa dolía sólo mirarla. Tan malditamente sexy, perfecta y buena.
Como esta luz que brilla entre la oscuridad, alumbro algo en mí que había estado
muerto por mucho tiempo.
Bloqueando la puerta detrás de mí, silenciosamente cruce la habitación, cuidadoso
de no despertarla. Sólo la observaba mientras lentamente me desvestía y quedaba en
mi ropa interior.
Yo necesitaba sentirla.
Dios.
Yo necesitaba sentirla.
249
La cama se hundió mientras me acomodaba al lado de ella y la tomaba en mis
brazos. Alivio rompió a través de mí en forma de ondas, como si por unos pocos
segundos yo pudiera tomar un poco de aire.
Un contento susurro salió de sus labios, y su pecho encontró el camino hacia el mío.
—Jared —exhalo ella, el mundo fluyendo en su propio alivio. Amables dedos treparon
sobre mi costilla antes de fijarse en mi lado opuesto.
Inhalé profundamente, memorizando todo esto, la perfección que sostenía en mis
brazos. Ella me consumió en maneras que yo nunca debí dejarla. El mes pasado había
sido como un maldito sueño yo de alguna manera se me había estado dando la
oportunidad de vivir.
La apreté hacia mí y enterré mi nariz en su cabello.
Pero eso era todo.
Un sueño.
Yo no debo tener esto.
Aly se desplazó hacia su hombro y sinceros ojos verdes se abrieron a mí. —Estaba
preocupada a por ti. Su voz era ronca mientras ella buscaba mi rostro en la
penumbra de la habitación. Trate de llamarte.
Yo parpadeé fuerte, tratando de evitar todo esto, este dolor con el cual no sabía
lidiar. —Detesto que te preocupes por mí. —La mire fijamente, sabiendo que era a la
vez una mentira y pura verdad de Dios.
Aly se acurrucó en la curva de mi brazo. Era imposible no encontrar comodidad en
su calor. Por unos pocos segundos ella me sostuvo cerca, suaves dedos corriendo a lo
largo de mi pecho desnudo. Ella pareció dudar antes de que lentamente subiera a sus
manos y rodillas, enjaulándome. Se mantuvo allí, mirando hacia mí como si yo
significara demasiado, como que cuando ella me mira ve cosas que no debería de ver.
Quiero decir, mierda, ella, yo sabía que ella lo hacía. Yo lo sabía. Sabía que ella veía
cosas que en realidad no estaban ahí.
Sus ojos se quedaron fijos en los míos mientras ella poco a poco se echaba hacia
abajo, sus labios suaves mientras presionaba a la rosa en el centro de mi pecho. —Tú la
extrañas —susurró.
Yo jadeé por aire sus palabras golpeando desde mis pulmones. Mi corazón apretó
tan jodidamente fuerte, y luché por respirar bajo el dolor que machucaba mi pecho. El
recuerdo que yo había luchado por bloquear todo el día vino inundando todo, sin ser
reprimido. Aly había destruido todas las barreras por las que yo me había esforzado
tanto por mantener en su lugar, nivelándolo con el toque de su mano.
Un detonante Yo estaba impotente en su contra. 250
Y pensé que quizás yo debería estar disgustado con ella, diciendo algo tan
ridículamente obvio. Pero no lo estaba. Porque en sus palabras estaba todo lo que yo
mantenía escondido. No era lastima o algún jodido intento débil por simpatía que ni
siquiera empecé a querer.
Aly comprendía.
Encerrándola para mí, empuñe mis manos en su cabello y traje su rostro hacia al
mío porque necesitaba verla.
Yo la necesitaba. Cada maldito segundo de cada jodido día.
Miedo se elevó en una ráfaga de nervios. Mi boca estaba tan seca, pero las palabras
estaban hirviendo, que por años deseaban estar en libertad desde mi lengua. Yo no
podía quedarme callado y no decirle a Aly, porque yo solamente necesitaba que
alguien supiera. —Yo no tengo derecho a hacerlo, Aly, pero lo hago. Yo la extraño
mucho. Haría lo que sea… daría cualquier cosa… por tenerla devuelta.
Tristeza barrió sus rasgos, y yo detesté poner eso allí. ¿Cuántas veces le había
advertido que ella no necesitaba mi mierda? ¿Qué yo no tenía nada para dar y todo
para tomar? Yo jodidamente sólo tomaba y tomaba y tomaba.
Y aquí estaba otra vez, arruinando lo bueno.
¿Cuándo pararía alguna vez?
Aly fue hacia abajo y beso la rosa de nuevo. Yo apreté mis dientes, mis manos eran
como tornillos en su cabello mientras ella acariciaba la huella de mi pecado,
cubriéndolo todo con su nariz, su boca y su respiración, cayendo sobre mí lo que yo
nunca merecería.
Se levantó, lágrimas sin derramar brillaban en sus ojos. —Yo estoy aquí para ti,
Jared. Ya sabes eso, ¿no? Puedes hablar conmigo. Tú puedes decirme —murmuró ella
casi inmediatamente—. Por favor habla conmigo.
Yo apreté mis ojos cerrándolos. Imágenes destellaron.
Aly me cogió por el rostro, obligándome a mirar hacia ella. —Está bien… puedes
confiar en mí.
Yo no podía quitar mi vista de los ojos que me veían tan seriamente, como si de
verdad creyera que eso seria.
Porque eso no estaba jodidamente bien.
Ese era el problema con Aly. Con ella, yo siempre estaba pretendiendo algo que no
era. Pretendiendo que estaba bien sentir esto, pretendiendo que estaba bien

251
preocuparme tanto por ella. Que quizás algún día todo esto podría estar bien.
Y yo no podía jodidamente parar.
Ella puso sus labios sobre los míos. —Habla conmigo… por favor, Jared… Estoy
aquí.
La presione un poco fuerte, mi lengua corriendo a toda velocidad para mojar mis
labios, mi voz irregular. —Yo era muy imprudente, Aly… Tan jodidamente
imprudente. Sólo un estúpido chico punk.
Como los idiotas que yo constantemente golpeaba, desagradecido por todo lo que
me había sido dado.
Mecánico.
Vergonzoso.
Inolvidable.
Ese odio se ensanchaba, azotando mientras esto clamaba a través de mi espíritu.
Adentro profundo, el sistema de advertencia resonaba, una despiadada sirena que
no podría ser silenciada, esto estaba gritando hacia mí para que cerrara la boca antes
de que fuera demasiado tarde. Antes de no pudiera tomarlo de nuevo.
Pero con Aly, ya era demasiado tarde.
Mis ojos cayeron cerrados, y yo rechine las palabras. —Yo estaba tan emocionado
esa mañana. —Mi cuerpo se sacudía mientras yo liberaba los recuerdos que había
reprimido por tanto tiempo. Era impresionante como todavía podía recordar la forma
exacta como me sentía. Pero después de tantos años, esto estaba allí, como este
resplandor recordándome que no tenía oportunidad—. Yo pensé que estaba en la cima
del mundo.
Doble mi mentón para ver los ojos expectantes de Aly. Ellos sólo me observaban,
comprendiendo demasiado. Con una temblorosa mano, la busque y me fundí en ella,
serpenteando algo de su cabello en mis dedos. Dirigí mi atención a la emoción, sujeta a
esto, como si agarrando a Aly así de alguna manera evitaría que ella se escurriera lejos.
—La recuerdo viniendo detrás de mí mientras yo estaba de pie en el espejo
preparándome para el colegio esa mañana. Ella había envuelto sus brazos alrededor de
mi cintura y diciéndome que no importaba lo viejo que me hacía, yo siempre seria su
bebé. La semana entera antes de cumplir 16, cuando yo camina dentro de una
habitación, ella paraba lo que estaba haciendo para observarme. Su mirada iba a la
deriva sobre mí como si ella viera que algo se debilitaba. Sólo se mantenía diciendo
que no podía creer como el tiempo había pasado.
Y yo nunca sospeché que el tiempo estaba por acabar.
Mi tono se endureció. —Ella me recogió después del colegio en ese jodido coche
que mi padre me había prometido por mucho tiempo que yo conseguiría si sacaba 252
buenas notas y me mantenía fuera de problemas.
Saliva se retenía en la parte de atrás de mi garganta. Trague fuerte, se hicieron líneas
en mis cejas mientras yo me perdía en ese día.
—Ella me condujo hasta allí, contándome historias dúrate el camino completo.
Me encogí de dolor, al recordar como de suave, de dulce, su voz siempre había
sido—. Ella se mantuvo mirando los parabrisas hacia el cielo. Tenía esta mirada en su
rostro, Aly… casi como si estuviera un poco triste. Me dijo que ese día se sentía
exactamente a cuando yo había nacido. Que el cielo era azul y el aire era fresco.
Yo recuerdo eso claramente.
Yo estaba tan emocionada porque tú vinieras dijo ella, sus ojos rebosando de cariño.
Me mantuve pensando que tu estarías naciendo temprano porque yo estaba enorme. Ella se rio,
inclinando una sabia sonrisa hacia mí. Pero tu abuela me dijo que no me preocupara, que yo
iba a saber cuando ya era tiempo, tu padre y yo estábamos sentados cuando te sentí, y sabía que
te estaría conociendo ese día. Se siente como ayer.
Una irregular respiración estaba en mis pulmones. Los dedos de Aly temblaron a lo
largo de mi mandíbula, su toque me arrolló en medio del mal rasguñando mi espíritu,
surgiendo, apremiante.
—Ella me llevó a mi examen de conducción. Después caminé afuera del edificio
con mi licencia pensando que era lo más genial en el mundo.
Repugnancia creció debajo de la superficie de mi piel. Abrasador. Quemando.
Ennegreciéndose.
—Ella lanzó las llaves hacia mí, y ella dijo “Creo que esto te pertenece”. —Casi hice
una mueca. Nunca olvidare el orgullo que había llenado su voz.
Aly exhaló, temblando fuerte, su atención salto sobre mi rostro como si ella no
tuviera idea de adonde mirar y aun así continúe—: Cuando nosotros llegamos al
coche, ella me dijo que me quería invitar a comer… para celebrar… sólo nosotros dos.
Pero todo en lo que me preocupe fue en mí mismo, Aly. Todo lo que me preocupaba
era la fiesta que tu hermano tenía planeada para mí y la maldita chica que se suponía
que yo conocería allí. Yo le mentí… —La palabra se quebró y mi dedo se enredó más
apretadamente en su cabello.
Si sólo lo hubiera tomado con calma... si hubiera tomado una maldita hora y se la
hubiera dado a ella, entonces no lo hubiera tomado todo.
—Le dije que tenía un proyecto grande que debía presentar el lunes y tenía que ir a
la casa de esta chica para trabajar en él cuando sabía que iba a pasar la noche de fiesta

253
con mis amigos.
Podía sentirlo tan claramente, la forma en que mi pecho se había sentido tan
completo. Como si estuviera en control. Como si nada pudiera tocarme. Indestructible.
Nunca había pensado en mí mismo como un niño malo. Quiero decir, no era un
ángel, pero siempre había odiado cuando decepcionaba a mi mamá y a mi papá.
Pero había estado equivocado. Había sido egoísta. El peor tipo de tonto.
—Tenía prisa y ella me decía que redujera la velocidad. Casi estábamos en casa.
Sabía que tenía que parar... que el camión estaba demasiado cerca... pero sólo aceleré
el motor y giré a la izquierda a través de la intersección.
Un temblor bajó por la longitud del cuerpo de Aly y lágrimas silenciosas goteaba sin
control por su rostro. Agarrando su cara entre mis manos, la obligué a mirarme.
—Ella estaba gritando, Aly, jodidamente gritándome que parara y fui de todos
modos, porque todo lo que quería hacer era llegar a casa para que pudiera volver a
salir. —Mi garganta se sentía como la grava y avergonzado por la chica, sacudí el
horror de ese momento tan claro, tan vívido. Al igual que todas las noches, era como si
pudiera alcanzarlo y detenerlo. Pero nunca podría cambiar lo que había hecho.
—Ese camión nos golpeó tan duro —le dije, mi voz baja y áspera—. Todo era tan
ruidoso... Dios, Aly, era tan ruidoso.
Todavía podía oírlo, la perforación, el sonido de metal cortándose mientras todo mi
mundo se estaba desgarrado.
—Fue como si yo estuviera sin peso o algo así, pero todo era pesado al mismo
tiempo. Entonces estábamos sacudidos en este sofocante punto muerto. Estaba tan
tranquilo... demasiado tranquilo. —Inhale una respiración a través de mis dientes
apretados, reviviendo el dolor de ese momento—. Me dolió en todos lados y ni
siquiera podía entender por qué. Entonces la oí gemir —forcé las palabras hacia fuera
sobre el pánico que burbujeaba en mi garganta—. Pero era mi nombre, Aly...
jodidamente ella estaba diciendo mi nombre, jodidamente llorando por mí.
Mi corazón tronó y mis manos se contrajeron en el rostro de Aly. Sus lágrimas se
filtraban entre mis dedos. Colocó su mano sobre una de los mías, acercándome. —Está
bien —murmuró. Recorriendo mi mano hacia atrás, besó mis nudillos—. Está bien.
Y yo podía sentirlo, las lágrimas encerradas dentro que nunca podrían ser
derramadas, la bola de la tristeza no gastada que me había agobiado por toda esta
condenada vida. La agitación se acurrucó y envió una oleada de ira surgiendo a través
de mis venas. —Cuando miré hacia ella... —Mi voz tembló—. Me miraba con este
horror escandalizado, como si ella no supiera lo que había pasado más de lo que yo lo
hice. —Di una respiración vacilante—. Pero luego vi la sangre. Corriendo por un lado
de su cabeza y a través de su rostro... pero su blusa... estaba empapada. Dios, quería
alcanzarla desesperadamente, para ayudarla, pero no podía mover los brazos. Podía
oír las sirenas... que venían... pero ella estaba respirando extrañamente. Estaba tan
254
asustado, Aly... y quería llorar pero no podía...
Nunca podría olvidarlo, nunca podría superarlo, la forma en que había luchado
para hablar, mi nombre desigual en sus labios.
—Jared... —Se estremeció cuando trató de sonreír, su cara tan triste cuando me prometió—.
Va a estar bien.
—Va a estar bien —susurró Aly frenéticamente, liberándose para besar la rosa en mi
pecho, sus dedos se clavaban en mi piel, prometiendo de nuevo—: Todo irá bien.
La agarré por la parte exterior de sus hombros. —No está bien, Aly. ¿No entiendes
eso? Nunca va a estar bien. Maté a mi madre. Me senté allí y la vi morir.
—No, Jared…
La ira hizo estragos. La sacudí. —No.
Sabía que iba a hacer esto. Sabía que iba a tratar de convencerme de cosas que no
eran ciertas. —¿Qué quieres de mí, Aly? Te sigo diciendo que no tengo nada para ti.
No puedo ser lo que quieres que sea.
Aly negó con la cabeza. La humedad empapaba su rostro, pedazos de su cabello
pegándose a sus mejillas, sus ojos verdes desesperados. —Tú eres lo que quiero, Jared.
Eres todo. ¿No lo entiendes?
Mis dedos se clavaron en sus brazos. —No.
Empezó a llorar más duro, se atragantó con pequeños sonidos de hipo de su
garganta. Se aferró a mí, las lágrimas calientes goteaban sobre mi pecho mientras
luchaba para acercarse pero yo la rechacé.
—Te amo, Jared.
Y allí estaba.
Lo que nunca pude dar y lo que nunca podría recibir. La razón por la que debería
jodidamente haber corrido, esa primera noche cuando abrí los ojos para encontrar los
suyos verdes mirándome de vuelta. Porque lo había sentido entonces, el cambio en mi
mundo desperdiciado.
Tomé la vida de mi madre y ahora debía la mía. Una penitencia. Mi pago.
No llego a entender esto.
Mis manos se apretaron, las yemas de mis dedos enterrándose en su carne suave. —
No, no lo haces, Aly. Sientes algo que no es real. Tú y yo hemos estado agarrándonos
a algo que realmente no está allí.
255
Yo sabía que iba a hacer esto. Yo sabía que jodidamente iba a tomar y arruinar y
destruir. Lo pude ver claramente en su rostro.
—No, Jared, no... ¿No puedes sentir esto? —Ella luchó para liberar a mi mano y la
apretó sobre su corazón. Errático, su corazón latió bajo mi palma—. Lo sientes. Sé que
lo haces.
—Sólo déjalo, Aly. —Las palabras salieron de mi garganta como una súplica—.
Simplemente para.
Lo hice.
He arruinado lo bueno.
—Sí... lo hago... te amo. —Aly se atragantó con las palabras de nuevo, forzando la
mano más cerca de su corazón—. Sé que puedes sentirlo —Ella me miró, suplicando—
. Dime que me amas, también.
—No. —Yo quité mi mano y la agarré por las muñecas, restringiéndola—. No, Aly.
Te equivocas. Te lo advertí. Yo jodidamente te lo advertí.
Aly forcejeó, liberándose. Decidida, bajo mis brazos, su boca de vuelta en mi pecho
mientras ella rogaba en un susurro—: Tú no entiendes... Te amo, Jared. Oh, Dios mío,
te amo tanto... Por favor, dime que me amas. Por favor.
Y la dejé... Dejé que me sostuviera mientras sollozaba. El sonido de ello
constriñendo cada maldita célula en mi cuerpo, como si cada célula se apretara tanto
que no había nada que pudieran hacer, sino implosionar. Mi espalda se arqueó cuando
Aly me cubría por completo.
Porque quería. Quería amarla. Pero eso era imposible.
Yo no podría tener esto.
—Pará —le grite, tomándola de nuevo por los hombros. Negué con fuerza—. Sólo
jodidamente detente. —grité. Las palabras cayeron como una súplica viciosa de mi
boca porque no podía manejar un segundo más de esta tortura.
El estallido en la puerta de Aly llegó sin previo aviso. La habitación entera se
sacudió, el impacto vibró a lo largo de las paredes. Tardó poco para que la madera fina
comenzara a dividirse y estallar.
Aly se quedó sin aliento, y sus ojos se abrieron con miedo.

256
Con la segunda patada, se abrió, volando se golpeó contra la pared.
Yo todavía estaba sosteniéndola, atrapado debajo de su cuerpo con los dos sólo
usando nada más que nuestra ropa interior, cuando Christopher apareció en la puerta,
vibrando con hostilidad. Él me señaló. —Estás muerto, enfermo bastardo.
Se lanzó a través del cuarto, con el rostro contorsionado de rabia.
Aly gritaba, acostada sobre mí como escudo. —¡Christopher, no!
Su voz no penetró su ira. Él estaba gritando sus insultos, difamando mi nombre,
como si quedara algo para difamar. Cada palabra que decía era la verdad. —¿De
verdad crees que alguna vez serías lo suficientemente bueno para ella? ¿Para mi
hermanita? —Lo vi todo escrito allí, el disgusto que cubría su cara. El odio que yo ya
había sabido que sentiría.
Yo destruía todo lo que tocaba.
Y di la bienvenida a ello, deseé su asalto porque me merecía la paliza que me podía
dar.
Para lo que yo no estaba preparado era para Christopher tirara de Aly de encima de
mí y la empujara a un lado. La lanzó tan jodidamente fuerte, su ataque injustificado y
feroz como si él dirigiera algo de su odio hacia mí a ella. Como si de alguna manera no
sabía que ella era perfecta, esta chica que era la única cosa buena que yo conocía.
Aly voló de su cama. El golpe de su cráneo contra la estantería reverberó a través de
la habitación. Ella gritó, agarrándose la parte posterior de su cabeza con sus manos.
—¿Eres jodidamente estúpida, Aly? —Escupió las palabras hacia ella como si fuera
basura mientras ella yacía acurrucada de lado, llorando—. ¿Realmente estás
durmiendo con este pedazo de mierda?
Aly gimió. —Por favor, Christopher, no lo entiendes. —Su voz era áspera,
torturada. Su mano revoloteó hacia Christopher, una súplica silenciosa.
Las puntas de sus dedos estaban cubiertas de sangre.
La furia creció en mí como una tempestad. Mi visión se volvió de color rojo. Estaba
cegado por ella. Lo único que podía ver era lo que había hecho.
Él le hizo daño.
Levantándome, me lancé hacia él, embistiéndolo en el estómago con mi hombro. Él
gruñó y se tambaleó hacia atrás. Los gritos de Aly se elevaron desde de donde yacía,
una participante reacia en toda esta mierda, sus gritos burlándose de mis oídos.
Él le hizo daño.
Christopher se burló. —Vamos, pedazo de mierda.
Mi puño chocó contra carne blanda. El golpe resonó por toda la habitación mientras 257
el dolor explotó en mi mano. La sangre brotaba de su nariz y chorreaba en líneas hacia
abajo sobre su boca.
Las paredes se cerraron y el rojo brillaba.
Tanta sangre... tanta maldita sangre. No pude evitarlo. No pude evitarlo. La niña lloraba.
Mis puños aterrizaron una y otra vez, las respiraciones irregulares arrancadas de mis
pulmones, la piel se desgarró bajo la rabia que escapa de mis manos.
Él jodidamente le hizo daño.
Él le hizo daño.
Yo le hice daño.
—Jared, oh dios mío, por favor detente. —Ella había saltado en mi espalda,
rogando, tratando de arrastrarme lejos de su hermano, quien yacía desplomado en el
suelo, sus brazos escudando su rostro, mientras los golpes continuaban en la tierra con
incoherente violencia hacia su estómago, brazos y lados, cualquier jodida carne que
pude encontrar.
—¡Detente! —estaba ella gritando, y gritando, y finalmente sus suplicas se abrieron
paso—. Estas lastimándolo… detente. —Lo último que ella rogó en mi oído en un
débil susurro. Su aliento precipitándose a través de mi rostro, invadiendo mis sentidos,
haciéndose cargo.
Con horror, me tambaleé hacia atrás mis manos haciendo puños en mi cabello.
Y todo dolía. Mis manos. Mi corazón. Esta ennegrecida alma.
Aly lentamente se deslizó de mi espalda, nunca soltándose hasta pisar el suelo y se
envolvió alrededor de mi cintura. Hundió la cara en la parte baja de mi espalda.
Manos suplicantes bloqueando mi estómago, aferrándose a mí como si fuese más que
el pedazo de mierda que su hermano sabía que yo era. Como si yo fuese más que la
ruina.
Pero esto era la única cosa que sabía.
Miré hacia mi viejo amigo mientras se apoyaba en sus manos y rodillas, su cabeza
colgando. Sangre goteando constantemente de su cara al suelo. Tiró de su camisa y se
secó el rostro, su espalda palpitando mientras trataba de recuperar el aliento. Inclinó la
cabeza hacia arriba.
Él ya no parecía enfadado. Sólo parecía sentir pena por mí. —Sólo vete Jared. Sal
de aquí y no regreses.

258
Comencé a retroceder, levantando mis manos en señal de rendición. Porque ya
estaba realmente fuera.
Desde atrás, los brazos de Aly se apretaron. —No.
—Lo siento —murmuré en el desordenado aire girando a través de la habitación.
No sabía porque jodidamente me estaba disculpando. Supongo que ambos. Sin duda,
lo que había hecho a ambos estaba mal.
—Nnnnn… No. Jared, no. Por favor quédate. —Aly luchó para aferrarse a mí, pero
yo luchaba por alejarme de las manos desesperadas aferrándose a mis caderas. Me giré
para hacer frente a la chica que se había convertido en mi refugio. Un momento de
respiro en la vida que se convirtió en mi sentencia de muerte. Todo lo que nunca había
querido brilló hacia mí… Amor y el desamor y la creencia de lo que nunca podría ser.
—Lo siento —dije de nuevo. Porque realmente lo jodí. Junté sus manos y las apreté
entre las mías porque no quería dejarlas ir. Luego gentilmente las empujé a su
espalda—. Lo siento mucho, Aly, pero sabes que no puedo quedarme aquí.
Dejándola allí de pie, corrí fuera de la habitación principal y me puse un par de
pantalones vaqueros, una camiseta y mis botas. Me sentí roto y aliviado de que no me
siguiera.
Me tomó cinco segundos empacar mis cosas.
Las únicas cosas que me importaban las estaba dejando atrás.
Me colgué mi mochila sobre mi hombro y golpeé la puerta. Mis pies golpeando la
escalera de hormigón.
Estaba a mitad de camino cuando la voz fracturada de Aly me bombardeó desde
atrás. —Jared, no me dejes. Por favor… No me dejes.
El sonido rompió a través de mis oídos, dolor me laceró profundamente.
Jodidamente no podía pararme y escucharla llorar, especialmente sabiendo que yo lo
cause. Tentativamente, me atreví a mirar detrás de mí para encontrar a la chica que
sacudió algo perdido dentro de mí. Realmente había sido un tonto al pensar que ella
no me seguiría.
Ella había tenido el tiempo suficiente para ponerse un par de pantalones de pijamas.
Y ahora ella corría descalza por las escaleras, ese rostro perfecto manchado y rojo.
Angustiada.
Mierda.
¿Cómo se supone que lidiaría con esto? ¿Con ella? ¿Con lo que había hecho?
Lentamente, me giré, mis brazos extendidos a los lados con resignación mientras
Aly cerraba el espacio entre nosotros. Seguí caminando hacia atrás porque no había
nada más que pudiese hacer.
Ella había sido la única que logró manejarme, un toque de alegría en la insoportable 259
oscuridad.
Aire caliente soplaba a través del estacionamiento, y estaba bastante seguro de que
era jodidamente imposible respirar. Nunca debí haber venido aquí. Nunca debí tocarla.
Nunca debí tomar lo que nunca podría ser mío.
—Jared. —Aly estaba jadeando cuando se arrojó en mis brazos. Levantándola del
suelo, la abracé más cerca, tomando la comodidad de su calor una vez más. Enterré mi
nariz en su cabello, en el coco, el dulce y el bien y la chica quien por unos pocos
momentos inyectó algo más que dolor en mí destrozando mundo.
Su voz vino suavemente a mi oído. —Quédate.
El dolor golpeó mis costillas, presionando y empujando mientras la acercaba.
Lentamente, la bajé al suelo. Mis manos temblando mientras las subía para sostener su
rostro. Mis pulgares corrieron justo debajo de sus ojos, quitando sus lágrimas. Estaba
mirándome, sus ojos verdes nadando con la luz, con afecto, con la admisión que me
había golpeado como una piedra que había sido lanzada de su boca.
La besé suavemente, saboreando el último sabor de ella mientras la respiraba. Aly
me sujetaba por las muñecas, besándome de regreso, un gemido suave de su boca
susurrando tantas cosas. Ella inundó todos mis sentidos, su comodidad sólo ampliando
el dolor.
Retrocedí y me tragué el dolor. Mi asimiento apretando enfatizando mis palabras,
mi voz tensa con la promesa de ellos. —Voy a alejarme y a olvidarme de ti, Aly. Y tú
harás lo mismo. —La apreté, mis manos presionadas sus mejillas empapadas de
lágrimas—. Vas a olvidar todo sobre mí y encontrar la felicidad. Vas a encontrar a
alguien quien pueda amarte exactamente de manera en la que mereces ser amada. —
Me baje así podría encontrarme directamente con su rostro—. ¿Me escuchaste?
Aly negó frenéticamente con la cabeza —No.
Parpadeé fuertemente mientras retrocedía. —Lo harás. Aly. Prometo…que todo va a
estar bien.
—No, Jared, no.
Me aparté.
Aly sujetó su estómago, inclinándose por el medio.
Me giré, mis manos metidas en los bolsillos mientras me dirigía a mi moto.
Y podía jodidamente escuchar su llanto, rogándome que me quedara. —Jared, no.
Por favor no hagas esto. No me dejes. Te amo.
Me subí a la moto y pateé alrededor. El motor rugió fuerte, cubriendo sus llantos,
bloqueándola lejos. Dejé que mi moto retrocediera en la plaza de estacionamiento, y di
la vuelta. Desde el otro lado de la calle, encontré la cara rota de la chica que estaba
260
gritando mi nombre, implorándome a través de sus lágrimas. Christopher estaba
sosteniéndola desde atrás, negándose a dejarla ir.
Ella pateó con sus piernas, luchando por liberarse. Podía verla gritando una y otra
vez.
No me dejes. No me dejes.
Aceleré el motor, para ahogarla lejos.
Había pensado que era imposible odiarme a mí mismo más de lo que ya lo hacía.
Pero ahora me di cuenta, que ni siquiera había comenzado.
Clavado en el lugar, me perdí en el tormento que había infligido en esta chica,
deseando que algún tipo de milagro pudiese borrarlo. Que pudiera retirarlo.
Risa burlona quemando en mi lengua. Siempre estaba deseando poder retirarlo.
En vacilación, mis pies se mecían en el suelo, mi mano agarrando el acelerador.
Christopher se encontró con mi mirada, mirándome como si supiera exactamente lo
que estaba pensando, como si estuviese ofreciéndome algún tipo de jodido acuerdo. Él
cuidaría de ella si sólo me iba.
Aly siguió luchando, rogando y llorando. Una última vez, dejé mis ojos enfocarse
en ella. El motor rugió entonces cuando me burlé en el acelerador. Aly gritó mientras
lloraba. —¡Jared… no!
Y ahora iba a recordarla justo así, jodidamente rota, los despojos de mi ruina.
Porque eso era lo único que hacía.
Arruinar todo lo que tocaba.

261
Capítulo 20
Aleena
ared, no!

-¡J Como si estuviese distante, las palabras resonaron en mis


oídos. Como si no fuesen mías. Como si esta voz no podía
pertenecerme.

Debido a que esta voz dolía demasiado.

Vi su luz trasera desaparecer cuando dobló en la esquina, el trueno de su moto


sangrando en la noche.

La devastación me aplastó. Toda esperanza que tuve se astilló, fragmentos de ellas


262
mientras fueron arrancadas.

—Jared, no.

Esta vez fue un gemido, una afirmación del corazón que Jared se había llevado con
él cuándo me dio la espalda.

Una vez que me había prometido que lo llevaría conmigo de cualquier manera que
pudiese tenerlo. Que tomaría cualquier pieza que él ofreciera. Voluntariamente, asumí
el riesgo. En algún lugar dentro de mí, siempre supe que lo perdería.

Sólo no estaba preparada para lo que realmente sentiría.

—Jared… —susurré de nuevo.

Firme, Christopher me abrazaba por detrás.

Renuncié a mi pelea y colapse, agarrando mi estómago mientras trataba de


mantenerme a mí misma.
Pero Christopher ya lo hacía.

Su boca era insistente contra la parte posterior de mi cabeza mientras él soportaba


todo mi peso. —Shh… Aly… vamos, por favor deja de llorar —rogó.

Pero no podía hacer nada más que llorar por el hombre quien sólo había destrozado
algo tan verdadero, por el hombre quien retenía tanto odio hacia sí mismo que no
podía ver lo que teníamos realmente.

—Ven aquí. —Christopher lentamente me giró alrededor de sus brazos y me tiró


contra la seguridad de su pecho. Mis brazos estaban inmovilizados entre nosotros, mis
manos agarrando su camisa—. Está bien —prometió.

Lloré un poco más fuerte.

Christopher se puso rígido, con un brazo sosteniéndome fuerte alrededor de la


espalda mientras señalaba algún lugar detrás de mí. —¿Por qué no retroceden y se
meten en sus malditos asuntos? No hay nada que ver aquí.

Christopher murmuró cerca de mi oído—: Vamos, Aly, necesitamos llevarte arriba.


263
Creo que despertamos a todo el complejo, y ninguno de nosotros necesita lidiar con
esta mierda justo ahora.

Yo apenas era capaz de forzar un asentimiento.

Christopher envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me llevó hacia la


escalera. Me agarré de la barandilla, inclinada hacia un lado, tratando de mantenerme
bajo el dolor forzándome a caer. Mis pies se arrastraban mientras me tambaleaba en
las escaleras.

Christopher me sostuvo un poco más cerca. —Está bien, Aly… Vamos, puedes
hacerlo.

En el interior, el apartamento estaba demasiado tranquilo, haciendo eco de lo que


había perdido.

Cada parte de mí dolía, un dolor tan profundo que sentía en lugares que no sabía
que existían.
Él se había ido.

Nauseas revolvieron mi estómago. —Creo que voy a vomitar. —Corrí al baño y caí
en mis rodillas, purgando el desorden desgarrando mi interior.

Devastando.

Saqueando.

Arruinando.

El prometió que lo haría.

Deje caer mi cabeza, llorando hacia el suelo, el duro suelo cavando en mis rodillas.

Sabía que él lo haría.

Christopher me siguió y cerró con seguro la puerta tras de él. Rebuscó en el armario
inferior por una toallita y abrió el grifo, consiguiendo humedecerla.

Luego se arrodilló a mi lado. —Aquí. —Limpió mi boca y el sudor empapando mi


frente. Su rostro era un desorden de simpatía, ira y los restos de la violencia de Jared.
264
Sangre se había secado en rayas manchadas donde se había limpiado. Un lado de su
boca ya había comenzado a hincharse, y un moretón formándose en su ojo derecho.

Se levantó y enjuagó y luego extendió el paño frío de nuevo a mí.

—Gracias —murmuré en voz baja. En mi lugar, me deje caer todo el camino al frío
suelo.

Christopher se sentó al otro lado de la estrecha habitación, su cuerpo encorvado


contra la puerta cerrada con sus piernas yaciendo extendidas frente a él, mirándome,
su cuerpo tan golpeado como mi corazón.

—Lo siento —susurré, agarrando el paño hacia mi boca, buscando el consuelo


donde no podía ser encontrado.

Bajó la mirada y sacudió la cabeza, luego la levantó de nuevo, su mirada fijándome


con una porción de ira que había estimulado de su intrusión en mi habitación quince
minutos antes. —¿Por cuánto tiempo estuvo pasando, Aly?
Nadé en mi vergüenza. No por el hecho de Jared y yo, sino por mantenerlo
escondido de mí hermano. Sí, tenía veinte años, y Christopher no tenía ningún
derecho a decirme qué no podía hacer. Pero de la forma en que habíamos actuado
todo fue equivocado. —Un mes…

La respuesta no podía incluso penetrar en aire espeso porque creo que tanto
Christopher y yo sabíamos que no era cierto.

—Más tiempo, supongo —dije finalmente, mis dedos retorciendo el paño como si
eso me daba valor para hablar—. El comenzó a venir a mi habitación un par de
semanas después de que llegó aquí… pero al principio sólo hablábamos. —Esta tristeza
lentamente se filtraba a través de mis venas—. Con el tiempo creo que ambos nos
convertimos en algo con lo que sin esto no podíamos vivir.

No tenía idea de cómo iba a vivir sin él ahora.

Christopher tiró hacia arriba sus rodillas, apoyando los antebrazos en ellas. —¿Por
qué sólo no me dijiste? ¿No crees que hubiese entendido?
265
Fruncí el ceño. —¿Lo hubieses hecho? Porque no parecía de esa manera esta noche.

Gimiendo, lanzo un pesado suspiro al techo. —No lo sé, Aly… Quizás no lo haría.
Quizás me hubiese lanzado como lo hice esta noche. —Miró directamente hacia mí—.
De cualquier manera, manteniendo esto de mí estuvo mal. Los escuché peleando
cuando estaba caminando a través del pasillo… y mierda… sabía que algo estaba
sucediendo entre ustedes dos. Quiero decir, jodidamente le pregunté sin rodeos, Aly, y
él me juro que eran sólo amigos, diciendo que se preocupaba por ti y estaba mirando
por ti. Y aquí invité al idiota a nuestro apartamento, y él tomó ventaja de ti.

—Él no tomó ventaja de mí, Christopher. —Mi voz fortalecida mientras negaba la
afirmación de Christopher—. Lo amo.

Lo amaba demasiado.

Y él se había ido.
Un dolor agudo me apuñaló en el estómago, en el fondo, profundamente en
cualquier lugar en el que no había sentido antes. Me estremecí y jadeé.

—Sí, bueno, lo dejaste muy claro esta noche. —El sarcasmo se abría paso a través
de sus palabras, antes de parpadear, y su expresión llenándose con simpatía—.
Siempre lo hiciste ¿cierto? —No era una pregunta, sólo una constatación que
finalmente se aferró en su consciencia. Como desilusionado, Christopher se frotó la
cara golpeada, un sonido ahogado forzado desde su garganta. —Mierda… Soy un
idiota.

El remordimiento parecía golpearlo, y arrastró ambas manos por su cabello y habló


hacia el suelo. —Dios, Aly, no puedo creer que te herí de esa manera. Realmente lo
siento. No tenía derecho de reaccionar como lo hice. Sólo… lo perdí.

—Ninguno de nosotros estábamos pensando correctamente —susurré.

No había justificación para nada de lo que había sucedido esta noche, pero sabía
que él nunca me haría daño a propósito, y dolía demasiado como para estar enojada
con mi hermano. Yo ya había sido dejada al descubierto, cada lugar de mí en carne
266
viva. No podía lidiar con Christopher ahora. Estaba demasiado consumida por este
vacío insoportable, repentinamente prominente en medio de mí.

Suspiró y se centró en mí. —Sé que te preocupas por él, yo también lo hago, pero él
lo arruinó, Aly. Peligroso. Es mejor que se fuera. —Sacudió su cabeza—. Escuché lo
que dijiste… Lo que él dijo, y tú mereces algo mejor que eso.

Mi cuerpo se estremeció, retrocediendo ante las palabras.

Sabía que no debí decirlo, que el amor que mantenía por Jared sólo debía mostrarse
pero nunca decirse. Pero escucharlo hablar sobre su madre fue una de las cosas más
difíciles que tuve que hacer, escuchar el desprecio que salía de su boca, sintiendo la
culpa que albergaba tan cerca. Peor aún fue saber cómo la culpa lo había destruido
desde ese día. Quería tomarlo lejos, mostrarle que era digno de ser amado, que lo
amaba y siempre lo haría. Ni siquiera sé cómo lamento decirlo. Incluso con él ido, aún
necesitaba que él lo supiera. Para tener ese pedazo de mí con él que nunca podría dar a
nadie más, porque siempre le pertenecería a él.

—Realmente se ha ido, ¿no? —susurré.

La pena se apoderó de mí por el corazón.

—Sí, Aly, realmente se ha ido.

267
Capítulo 21
Febrero 3, 2006
A
ly cruzó los brazos sobre el pecho y levanto la cara hacia el cielo frío de
invierno. Rosas se esparcían atreves del azul profundo, el atardecer era
bastante frío. Tiro de su suéter para mantenerse caliente. Después de la
escuela había ido a la casa de Rebecca para pasar el rato, una de sus mejores amigas
que vivía en un vecindario cercano. Pero se suponía que debería estar en casa antes de
que oscureciera.
Su mochila rebotaba sobre sus hombros mientras se apresuraba. Girando a la
derecha en la calle donde su familia vivía, Aly cruzó corriendo la calle y subió a la
acera hasta la puerta principal. La abrió, apresurándose, el anuncio de su llegada
quedó suspendido en su lengua.

268
Entonces tropezó deteniéndose.
Su mano busco una pared para apoyarse, y un escalofrió muy diferente al que sintió
cuando estaba afuera corrió por su espalda como una ráfaga de hielo glacial. Se
estremeció y se arrastró hacia adelante, agudizo su oído a los sonidos procedentes de
su madre en la sala de estar.
Ella estaba llorando.
No.
No sólo llorando.
Aly sólo había oído llorar de esta forma a su madre una vez anteriormente y fue el
día en que la abuela de Aly murió.
Ella estaba sollozando.
Los gritos se deslizaban por el suelo, trepando por las paredes, hasta las orejas
perforadas de Aly. Miedo y pánico golpearon su corazón. Golpearon duro. Lo sintió a
lo largo de la pared, su espalda se presionó contra ella y cerró los ojos fuertemente
como si esto la protegiera de cualquier cosa que le hubieran hecho eso a su madre. Se
detuvo en el arco de la entrada de la sala de estar, reteniendo la respiración mientras se
arriesgaba a mirar a hurtadillas dentro de la habitación.
Su madre estaba en el suelo, de rodillas. Su padre se arrodillo al lado de ella,
frotando su espalda, tratando de calmarla. Pero su madre lloraba, completamente
inconsolable.
—Shh, Karen… Estoy aquí… Estoy aquí.
—Dave… —dijo su nombre como si él pudiera quitarle lo que la estaba lastimando.
En una especie de aturdimiento, Aly fue hasta el centro de la habitación y se quedó
boquiabierta al ver a su madre cayéndose a pedazos. Una bola de pavor se asentó en su
estómago prometiéndole que algo andaba muy, pero muy mal.
Su padre la vio. —Aly, cariño —dijo él, con voz al borde instantáneamente,
protectora, como si quisiera proteger a su hija de lo que estaba pasando, pero no estaba
dispuesto a dejar el lado de su esposa.
Con un corto suspiro, su madre levantó la cabeza. —Aly, bebé. —Lucho ella para
ponerse de pie, aunque sus hombros quedaron caídos y la espalda arqueada.
Durante un segundo se quedaron mirando el uno al otro, y luego Karen se precipito
hacia Aly, tomándola en sus brazos, lágrimas volviendo a caer en el cuello de Aly. —
Oh, Dios mío, mi bebé… mi bebé…

269
—¿Mamá, que está mal? —suplicó Aly. En ese momento ella sólo necesitaba que su
madre le dijera que todo estaba bien, de la forma en que siempre lo había hecho
cuando Aly era pequeña. Sólo la seguridad de sus palabras, hacía que todo estuviera
mejor.
Karen retrocedió y le tomó la cara entre sus manos. Su cabeza inclinada hacia un
lado, con los ojos marrones muy tristes.
Aly sabía que lo que su madre le estaba a punto de decir no le traería a ella ningún
tipo de consuelo. Ella arrastró los pies, y la roca en su estómago siguió su camino
hacia el suelo.
—Bebé… hubo un accidente… Helene... —su voz se desvaneció, aparentemente
incapaz de completar el pensamiento, su expresión llena de pena.
Aly sacudió la cabeza, tratando de darle sentido a la turbulenta corriente que salía
de la boca de su madre.
Los labios de Karen temblaron. —Helene… se ha ido. Bebé, ella se fue.
—¿Qué? —Confunción se filtró atreves de la conciencia de Aly. Ella no quería creer
el significado de las palabras de su madre—. ¿Qué quieres decir?
Su madre hizo una mueca y frunció los labios sombríamente.
Aly negó con la cabeza.
No.
¿Helene estaba muerta?
—Jared estaba conduciendo de regreso después de conseguir su licencia... dijeron
que él se estrelló de frente contra un camión.
Y Aly podía sentir la angustia de su madre, podía sentirla temblando en su toque.
Pero en ese momento, Aly estaba entumecida por la incredulidad. Parecía imposible.
—¿Jared está bien? —Finalmente pudo susurrar ella.
Su madre se contrajo, su labio palideció mientras lo mordía con fuerza. —Ellos no
saben si él va a lograrlo. —Las palabras sangraban de su boca, lento y seguro, llenas de
simpatía pero con el dolor marcado—. Él está en mal estado, Aly. Neil acaba de
llamar… está en el hospital. Tu padre y yo tenemos que ir.
—Voy con ustedes.
Su padre interfirió. —Quiero que te quedes aquí con Christopher. Se suponía que él
iba a pasar la noche en la casa de un amigo. Lo llamé y le conté lo que pasó. Él está en
camino a casa.
—No, papá, quiero ir.
—Creo que lo mejor es si te quedas aquí. Te llamaré cuando lleguemos allí para
hacerte saber lo que está pasando.
270
—Papá, por favor.
Él la abrazó, acariciándole la parte posterior de su cabeza con la mano, su tono
suplicante—: Quédate aquí, ¿de acuerdo, cariño? ¿Por mí? Tenemos que estar allí para
ayudar a Neil con Courtney… y Jared… Nosotros no sabemos con lo que nos vamos a
encontrar cuando lleguemos allí.
La dejó allí de pie, atónita, incapaz de absorber el golpe. Que la atraviesó como una
tormenta.
Amaba a Helene. Mucho. Familia… eso era lo que ella había sido. No importaba
que no estuvieran relacionados por la sangre. Helene había estado allí en cada
recuerdo que contaba.
Pero el pensamiento de no tener a Jared en su vida empujó a Aly contra la pared, su
pecho subiendo y bajando cuando el dolor finalmente golpeo.
—No —susurró—. Por favor, no.

***
—Hoy nos reunimos para celebrar la vida de Helene Rose Holt.
Un profundo sollozo lastimero rompió de la fila delante de Aly tan pronto como el
ministro comenzó a hablar. El padre de Jared, Neil, se sentó encorvado mientras
lloraba, y el padre de Neil puso una mano en su espalda. Las palabras del anciano eran
borrosas mientras le susurraba algo al oído a su hijo. Neil Holt se sacudió más fuerte y
lloro más.
Aly contuvo el aliento, incapaz de evitar las lágrimas que caían de sus ojos. Su
garganta se sentía apretada y su pecho tan vacío. Había estado llorando durante días, y
no sabía si alguna vez iba a parar.
A su lado, su madre le apretó la mano tan fuerte que le dolía, como si el dolor que
emanaba de Neil Holt, también fuera el de ella.
Aly la apretó de vuelta. Nada de esto se sentía real para ella. ¿Cómo podía serlo?
Parecía imposible que alguien pudiera ser arrancada sin previo aviso. Parecía salvaje y
cruel.
Una ráfaga de aire frío agito la superficie del suelo y susurro a través de los árboles
deshojados. Las ramas crujieron cuando se inclinaron, gimiendo, como si también
sintieran el vacío.
271
Frente a ella a la derecha, Courtney parpadeó hacia Aly con sus brillantes ojos
azules. Su abuela la sostuvo en su regazo, los brazos de Courtney envueltos alrededor
del cuello de la anciana mientras miraba a la multitud reunida, la niña de nueve años
se veía más aturdida y confundida que otra cosa.
Al otro lado de Aly, Christopher se sentó con los codos sobre las rodillas, con el
rostro oculto entre las manos. La mayor parte de la semana había permanecido
estoico, exteriormente inafectado por el horror que había caído sobre sus familias. Pero
Aly lo oía llorar por las noches, como si él ya no pudiera sostener su miseria un poco
más. Sólo que él no era capaz de mostrarle a nadie como verdaderamente se sentía.
Verlo así la había asustado.
Pero era Jared quien la aterrorizaba.
Los ojos lagañosos de Aly se posaron en la parte trasera de la cabeza de Jared, que
estaba sentado al lado izquierdo de su padre. Estaba inmóvil. Como una piedra.
Era como si no estuviera realmente allí. Su cuerpo sí, pero él no.
Habían esperado hacer el funeral hasta el día después de que él fuera dado de alta
del hospital. Había estado allí casi una semana recuperándose de las costillas rotas y un
pulmón perforado. Los médicos dijeron que había tenido suerte.
Aly se quedó mirando su rubia cabeza. Parecía blanco, rígido bajo el deslumbrante
cielo de invierno, hebras de cabello las movía el viento sin alegría, la agitación
incesante en completo desacuerdo con el chico que estaba sentado en estado de coma.
Sin vida.
El corazón de Aly dolió. Había estado doliéndole por días, pero verlo así la estaba
matando. Su madre le permitió irlo a visitar al hospital sólo una vez. Todo el tiempo
Jared fingió estar dormido, como si él no supiera que estaban allí. Pero Aly lo sabía…
Ella había visto el parpadeo de los parpados y la contracción de sus dedos.
Que esperaba del día de hoy, no lo sabía. Que llorara, supuso. Que ella podría ser
testigo de él lamentándose de la forma en que debería hacerlo porque Aly no podía
imaginar algo más horrible que la perdida de una madre. Ella quería alcanzarlo,
tocarlo, y decirle que estaba bien y que nadie podía culparlo por estar de duelo.
Ella quería decirle que él no tenía la culpa.
Pero él se sentó allí, mirando directamente hacia adelante, como si tuviera una
fascinación desinteresada con la gran lluvia de rosas rojas cubriendo la parte superior
del ataúd blanco. Entorno a este, fotografías fueron puestas en caballetes: una de Helen
cuando era niña, otra de ella en su toga y birrete, bailando con Neil en el día de su

272
boda, su rostro lleno de alegría mientras sostenía a su bebé recién nacido, la última era
de una reciente foto familiar de ellos cuatro. Pero la atención de Jared nunca cambio.
Tal vez era malo que Aly lo notara, que estuviese tan consciente de cada
movimiento que él hacía.
La hermana de Helene, Cindy, se levantó y lentamente se acercó al podio que había
sido establecido a la izquierda de la urna. Cindy sorbió y secó bajo sus ojos con un
pañuelo de papel. —Si estás aquí hoy es porque tuviste el gran honor de conocer a mi
hermanita Helene. Estoy segura que estarán de acuerdo conmigo de que ella era una
de las personas más amables y genuinas que nunca conocerás. —Un murmullo de
acuerdo recorrió la multitud—. Ella no podía caminar en una habitación sin hacer que
todos sonrieran sólo porque su alegría era tan contagiosa.
Humedeció sus labios y continuó. —Mi hermana era la definición de amabilidad.
Hermosa. Inolvidable. Ella se preocupaba profundamente por todos. Pero su familia
era la cosa más importante en su mundo. —Cindy miró directamente a la primera
línea—. Neil, Jared, Courtney… ella los amaba tanto. No quiero que se olviden de eso.
Voy a mantener esos recuerdos de ella cerca de mi corazón, y espero que ustedes sean
capaces de hacer lo mismo. —Cubrió su boca con la mano, sus ojos apretados. Apenas
podía seguir hablando—. Gracias, a todos por estar aquí, para celebrar la vida de mi
hermana. No me cabe duda de que ella está velando por nosotros ahora,
agradeciéndole a cada uno por estar aquí.
Dio un paso hacia abajo y el ministro tomó su lugar. Guiándolos en una oración.
Un sombrío y ultimo “Amen” rodó sobre la concurrencia.
El ataúd fue bajado lentamente al suelo.
La mamá de Aly gimió.
Esta vez Aly fue la primera en apretar la mano de su madre. Su mamá estaba
sufriendo, y ella quería que supiera que la entendía. Helene había sido su mejor amiga,
tan cercana a ella como una hermana. Aly nunca olvidaría la forma en que la cálida
sonrisa de Helene había llenado constantemente su casa, la cadencia de su voz
tranquila pero fuerte, la forma en la que sus ojos amables habían visto, amado y
animado.
Aly iba a extrañarla también.
Una vez que el ataúd fue bajado completamente, el ministro hizo el anuncio de que
todos podían acercarse a la tumba para dar sus últimos respetos. Después todos fueron
invitados a una recepción que tendría lugar en la casa Moore.
El abuelo de Jared ayudo a Neil a ponerse de pie, se quedó a su lado mientras se
movía pesadamente sobre el duro suelo. Tomó una sola rosa de tallo largo de una cesta
y la dejo caer en la tumba de su esposa. Por algunos minutos, él sólo estuvo de pie allí,
mirando, perdido en la desolación de la finalidad, de lo que nunca podría tomar de
regreso, nunca recuperar, nunca recobrar. 273
Trató de mantenerlo, pero un suave sollozo escapó de la garganta de Aly. Alcanzó a
ver el rostro de Neil cuando dio la vuelta. El hombre que siempre llevaba una sonrisa
afable, y ahora Aly se preguntaba si alguna vez sonreiría de nuevo.
El resto de la primera fila se puso de pie para presentar sus respetos, todos a
excepción de Jared, quien no hacía mucho mientras temblaba. Personas lloraban
mientras se acercaban a la tumba. Cada uno dejando caer una rosa en la parte superior
de la urna de Helene y diciendo un último adiós.
Aly siguió a su madre y su padre, tomando su propia rosa, y tirándola a la tumba
abierta de Helene. Con sus ojos fuertemente cerrados, murmuró hacia el suelo,
pensando que estaba hablando hacia los cielos. —Te extrañare mucho Helene.
Limpiando sus ojos, se hizo a un lado y miró mientras el mar de negro se abrió paso
por la tumba permanentemente marcada con la muerte de Helene.
Toda la multitud hizo su pase, antes de dispersarse en grupos donde las personas
lloraron abrazándose y consolándose mutuamente.
Aly no pudo dejar de notar aquellos quienes susurraban, aquellos quienes miraban
de reojo especulando sobre el chico que estaba sentado completamente solo, con la
mirada perdida hacia adelante en el lugar donde el ataúd de su madre descansaba antes
de ser bajada en la tierra. Ira se retorcía en las entrañas de Aly, queriendo arremeter
contra ellos, decirles que se detuvieran de juzgar porque no se acercaban a comprender
quien era Jared. Ninguno de ellos conocía la bondad del chico quien siempre pensaba
en todo el mundo, el que amaba a su madre y que estaba tan obviamente destruido.
Rompiendo desde el círculo de su familia, Aly hizo su camino de regreso a la cesta
de rosas de tallo largo, tomando una en su mano. Las pocas que se habían mantenido
en la parte inferior de la pila, los marchitos, pétalos rojos aplastados. Con cautela, hizo
su camino hacia Jared, buscando algún tipo de reconocimiento en sus ojos. Todavía
no había nada. Aly gentilmente coloco la rosa en su regazo y susurró—: Lo siento
mucho, Jared.
Su cabello ondeaba en la brisa, y Jared se quedó mirando al frente.

***
Dos meses habían pasado desde el accidente. Todo había cambiado.
Aly estaba en su habitación con la puerta cerrada, sentada con las piernas cruzadas

274
en la cama con su cuaderno de dibujo en su regazo. La pequeña lámpara en su mesa de
noche brillaba suavemente en las paredes de su habitación. Furiosamente su lápiz
rozaba el grueso papel con textura. Sombras saltando a la vida, su preocupación
inscrita en la página.
Tantas noches que pasó despierta preocupándose por Jared, completamente
impotente, mientras lo veía desvanecerse. Cuan mal deseaba de algún modo ayudarlo,
de hacerlo ver que era el único lastimándose así mismo, y que Helene nunca querría
esto para él.
Rumores habían comenzado a emerger, chorreando todo el camino desde la
secundaria hasta la escuela intermedia. Ellos aterrorizaban a Aly más que nada porque
ella vio su verdad. Lo vio en sus ojos cada vez que ellos dos pasaban, incluso cuando él
no parecía saber que ella estaba allí. Era como si vio a través de ella, como si él estaba
ausente. Ido.
Helene se había ido y ahora Jared lo estaba, también.
Aly calmó su lápiz cuando escuchó un suave golpe en su puerta. —Adelante.
Su madre asomo la cabeza. —¿Aun sigues despierta? Son más de las once, y tienes
escuela en la mañana.
Aly miró su cuaderno. —Lo siento mamá…yo sólo…
Suavemente, su madre sonrió. —Lo sé, dulzura. —Karen siguió el resto del camino
adentro. Sentándose en el borde de su cama, corrió una mano gentil por el cabello de
Aly—. ¿Estás haciéndolo bien?
—Creo que sí. —Mirando hacia su madre, preguntó—. ¿Y tú?
La madre de Aly frunció los labios, luego ofreció un pequeño, y tranquilizador
asentimiento. —Algunos días. Está mejorando. —Luego dio un beso en la frente de
Aly—. Descansa un poco. Es tarde.
—Está bien.
Karen cruzó hacia la puerta y miró de regreso a su hija. —Te amo, Aly.
—También te amo mamá.
Al día siguiente, Aly corrió hacia el sol brillante de la mañana con su mochila en el
hombro.
Si ella perdía el autobús, tendría que caminar a la escuela, y era la última cosa que
quería hacer desde que había pasado la mitad de la noche despierta. Incluso cuando su
madre le dijo que tuviera algo de descanso, no vino. Se sentía agitada, como si podía
sentir algo construyéndose, algo malo. No era una premonición. Era simplemente

275
obvio.
Aly se detuvo cuando vio al chico que no podía salir de su mente caminando
delante de ella en la acera opuesta, hacia la calle principal. La primavera había llegado,
el aire de la mañana fresco pero cálido, pero aun así Jared llevaba una pesada chaqueta
de cuero negra, su atención centrada por completo en sus botas mientras se comía el
camino en sus largas zancadas.
Corrió a través de la calle, cerrando el espacio entre ellos. —Jared, espera.
Ni siquiera la reconoció.
Ella lo llamo de nuevo. —Oye, Jared, espera.
Finalmente, vacilando antes de darse la vuelta, corriendo una mano nerviosa a
través de su cabello. Él reboto ansiosamente mientras la miraba. Atravesándola,
realmente. —Aly… —Alcanzó a decir.
Aly frunció el ceño, incapaz de apartar la mirada de sus pupilas, que habían
desaparecido, sus ojos azules demasiado amplios, hielo congelado.
Él apartó la mirada, y pasó la mano por su cabello de nuevo. —Hey —murmuró en
la distancia.
Aly se removió. —¿Cómo estás? —Ella se encogió. ¿Qué demonios estaba pensando
haciendo algo tan tonto? ¿Cómo creía que estaría él?
Jared se volvió hacia ella, sólo parpadeando, mirando a todas partes menos a su
rostro.
—Así que, uh, te extrañamos en la casa. —Aly aventuró, sintiéndose como una
idiota, completamente fuera de su elemento. ¿Pero no lo eran todos? Nada de esto era
su elemento. Todo estaba destrozado, y todo esto se había quedado en tierra
desconocida. —¿Por qué no vienes más alrededor? Sé que a Christopher le gustaría
verte.
A ella le gustaría verlo.
Ella necesitaba verlo.
Jared se estremeció. —Sólo he estado ocupado —dijo en el mismo momento que
miro tras de él, hacia la calle transitada—. Escucha, debo irme. Te veo alrededor.
El corazón de Aly se hundió. Se quedó mirando al chico que la consume caminar
lejos de ella, su cabeza colgando hacia el suelo mientras se agarraba el cabello en la
parte posterior de su cabeza.
Aly cerró sus ojos, deseando una manera de hacer mejor las cosas, a pesar de que
sabía que no había absolutamente nada que ella pudiese hacer.

276
Cuando los abrió, él se había ido.

***
Aly frunció el ceño cuando vio el auto de su padre estacionado en la calzada
después de que ella llegó de la escuela ese día. Nunca llegaba a casa antes de las cinco.
Entreabrió la puerta. Al segundo de hacerlo, sabía que algo estaba fuera de lugar,
podía sentir la tensión en el aire. Su casa había sido así últimamente, apagada,
emociones creciendo, luego menguando, desamor, vislumbrando la alegría, volviendo
a la insoportable tristeza. Habían diagnosticado a su madre con depresión relacionada
con la pena, le habían escrito algunas prescripciones para ayudarla a atravesar el
tiempo que dijeron pasaría. Habían algunos días cuando ella nunca salía de la cama,
pero como su madre le había dicho la noche anterior, ella estaba mejorando.
Últimamente Aly nunca sabía que clase de día iba a ser cuando ella caminaba a
través de la puerta.
Ahora de puntillas entró. Hoy no se encontró con el diluvio de tristeza. En su lugar
encontró ira.
Desde el vestíbulo, Aly escucho a su padre gritando acusaciones. —Ellos
encontraron heroína y píldoras robadas en su casillero, Chistopher… ¿Estás
diciéndome que no sabías nada de esto?
Temor se apoderó de Aly, su corazón sintiéndose como si iba a fallar mientras latía
al mismo tiempo.
No.
Aly se acercó más, recluyéndose hacia la pared para poder mirar al interior a lo que
estaba sucediendo en la cocina donde Christopher estaba sentado en un taburete en la
barra y su padre de pie cerniéndose sobre él.
—Papá, te lo prometo —dijo Christopher, su voz baja y suplicante—. No he hecho
nada de esas cosas. Sí, bebo un poco y se me ha subido algunas veces, pero no he
estado usándolas. Y no es como si Jared quiere tener algo que ver conmigo ahora, de
todos modos.
La confesión de Christopher no hizo nada por calmar a su padre. En su lugar rugió.
—No puedo creerte, Christopher. ¿Después de toda la confianza que pusimos en ti? Ve
a tu habitación. Estas castigado… Indefinidamente.
—Papá…
—Ve. 277
La silla de Christopher chirrió contra el suelo de baldosas, e irrumpió por el pasillo
hasta su habitación. El golpe de la puerta tembló a través de toda la casa.
—¿No crees que estás siendo un poco duro con él, Dave? —Karen alzó la vista
cuando habló. Aly pudo ver que estaba llorando otra vez—. Tiene dieciséis… Y los
últimos dos meses han sido realmente duros para todos. Necesitas ser un poco más
comprensivo.
—Lo que no puedo entender, Karen, es como Jared puede hacerle esto a su papá.
¿Después de todo? ¿Tiene alguna idea del infierno que le está causando a su familia?
¿Y ahora haciendo algo como esto? Dios mío, Karen, el chico tenia drogas suficientes
para llegar a la intención de vender. Sería mejor que agradeciera a sus estrellas de la
suerte que sólo consiguió ser expulsado y lo están culpando con posesión.
—Está herido, Dave.
—Eso es mierda, Karen. A ese chico no le importa nadie más que a sí mismo, y no
quiero a mis hijos en cualquier lugar cerca de él. No voy a hacerme a un lado y dejarlo
llevarse a mi familia también.
La mamá de Aly comenzó a llorar de nuevo. —Dave, por favor.
Su padre presionó las palmas de sus manos en las mejillas de su esposa e inclinó su
rostro hacia él. —Sólo estoy protegiendo a mi familia, Karen… eso es lo más
importante para mí. No me pidas comprometer eso.
Aly de deslizó hasta el suelo. Ya lo sabía… lo había visto claramente esta mañana.
No estaba sorprendida. No significaba que ella no estuviese aterrada por él, él no
estaba herido estaba asustado y roto.
Porque sabía que eso es exactamente lo que era Jared.

278
Capítulo 22
Jared
U
n zumbido llenó los confines de la pequeña habitación, la vibración de la
pistola de un peso opresivo. Luché por aire. Un resplandor iluminando
lentamente a lo largo de mi piel, la quemadura de la aguja dejando su
marca en mi pecho. Estaba jodidamente apretando mis dientes, mis manos apretadas
en puños, mi corazón acelerándose.

Siempre supe que ella sería otra marca. Otra cicatriz. Otro pecado para añadir a los
otros insuperables.

—¿Estás bien, hombre? —El artista de tatuaje se alejó del trabajo, mirándome con 279
retorcida preocupación, como si quizás yo soy el mayor cobarde que alguna vez pasó
por su puerta.

El chico me tenía clavado. Yo tenía dolor. Pero no el tipo de dolor que él me


preguntaba. Este dolor es el jodidamente más oscuro lugar de mi espíritu, donde lo
obsceno se junta con lo vil.

—Sip, perfecto —dejé salir, mis uñas clavándose en las palmas de mis manos.

El chico se limpió un poco de sangre y la tinta con una toalla de papel, luego se
inclinó cerca para colorear más. —Casi terminando aquí.

Asentí, pero era incapaz de decir nada mientras era sometido al abuso de los
recuerdos de su rostro infringido en mí ya derrotada mente. Ya era noviembre. Más de
dos meses habían pasado desde que la dejé rogando mi nombre, desde que
completamente dejé todo lo que perdí, desde que giré el golpe final.

La mentira más grande que alguna vez le dije a Aly.


Sí, me alejé, pero no había oportunidad en este mundo olvidado por Dios que
pudiese olvidarme de ella.

Esa chica era inolvidable.

Jodidamente perfecta. Demasiado brillante para verla completamente.

Así que había hecho lo mejor en bloquearla fuera. Los días se habían desdibujado y
desangrado, lentamente y acelerándose en una espiral interminable de luces de la
ciudad, drogas y alcohol. Había llenado mi cuerpo con todo lo que pude encontrar,
buscando por algo que se llevara el dolor de dejarla atrás. Pero no había ninguna altura
que pudiese llegar a la altura de esta baja. Nada estaba cerca de tocarlo. Nada
atenuándola o diluyéndola. Nada podría borrarlo. Era como este tipo de cáncer que se
comía y alimentaba, podrido y decaído.

Recuerdos de ella sólo habían intensificado el vacío que su toque de alguna manera
había llenado. Incluso aunque sólo fue por un tiempo, ella lo hizo, y quizás eso
aguijoneó la mayoría. Había sido lo suficientemente tonto de pensar en atesorar esos
recuerdos, como si iba a encontrar algún tipo de consuelo una vez que me hubiese ido.
280
Ahora daría todo por alejarlos. Porque no podía jodidamente soportar que ella pudiera
estar tan herida como yo.

No había un segundo que pasara en el que no pensara en ella, en el que no me


arrepintiera del hecho de que echara un vistazo, tocara y tomara, ni un segundo que
pasara sin desear que pudiese tomar un poco más.

Sí, yo era un sádico masoquista.

—Esto luce realmente genial. No estaba seguro de que esto se mezclaría con lo otro,
pero salió bien.

No dije nada, sólo tenso y apretando mis dientes mientras ella ardía en mí.

Cuando el chico terminó, lo limpió y lo cubrió—. Eso es todo. Saca eso y lávalo en
un par de horas.

—Sí, lo tengo.
Le pagué, dejando una propina considerable porque pensé que se lo merecía
después de tener que lidiar con mi inquieto culo todo el tiempo que estuve sentado en
la silla.

Una campanilla tintineó mientras salía hacia la acera. La noche yaciendo baja como
un telón de fondo en la espeluznante calle.

Vegas, nena.

Una oscura risa retumbó en lo profundo de mi garganta mientras metía los puños en
lo profundo de mis jeans. Personas congregándose aquí para buscar placeres, para
complacer y satisfacer. Pero esto… esto era lo que ellos no querían ver, lo que ellos no
querían reconocer, lo sórdido y los suburbios, la adicción y la pobreza que abundaba
las calles, escondidas de la vista.

¿Por qué demonios había venido aquí? No lo sé. Intenté regresar a Jersey, pero
terminé en el hotel de mierda en la calle Freemont. Era como si no podía físicamente
forzarme a llegar tan lejos, no podía soportar la idea de poner tanta distancia entre
nosotros que pareciese que nuestros mundos nunca se toparon.
281
Me burlé.

Ellos nunca lo hicieron.

Todo eso había sido la fantasía. Todo de la chica. Como si yo jamás hubiese sido
suficiente. Como si alguna vez podría quedarme.

La única realidad que quedaba era el botín de lo que había tomado.

Caminé por la acera, agachando la cabeza entre mis hombros encorvados, haciendo
mi mejor esfuerzo por evitar todas las miradas, las burlas, y las suplicas. Era imposible.
Voces pululaban, llenando mis oídos, alimentando este presentimiento que fríe hasta el
último de mis nervios. Estaba en el jodido borde. Lo sabía.

Si hubiese alguna manera de acabar con esto, lo haría. Pero el destino nunca fue mi
amigo. Sin duda, intervino una y otra vez condenándome a vivir esta vida.

Sólo no sabía cómo sobrevivir mientras pagaba esta deuda.


Me dirigí por la calle equivocada mientras bajaba cada noche. Cuando llegue aquí,
me tomó horas entender esta mierda. Todo lo que tenía que hacer era buscar la
correcta muerte final.

Esta noche, Keith estaba exactamente donde sabía que iba a encontrarlo.

Compre una bolsa, cerrando el veneno en mi puño, y metiéndolo de regreso en el


fondo de mi bolsillo. Jodidamente odiándome más de lo que ya lo hacía.

La salida fácil.

Sabía que no obtendría la salida fácil. Acepté eso el día que ellos me enviaron lejos.
No había escape de esta verdad. Incluso cuando tocaba el olvido, la realidad siempre
regresaba. Aún seguía intentando. Jodidamente trataba porque no podía hacer otra
cosa más que huir de las imagenes del rostro de Aly que constantemente asaltaba mi
mente. La parte enferma era cuan mal quería aferrarme a ellas, también, la manera en
la que ella de hecho me hacía sentir, como si estuviese casi con vida.

Corrí a través de la calle hacia el basurero que llamaba hogar. El letrero rojo de 282
VACANTE brillaba cerca del frente del grupo de indigentes, como este faro eterno de
la desgracia, porque no podía imaginar que un alma sea salvada de este lugar infernal.

Infierno.

Sin dudas, es donde me encontré a mí mismo.

Me permití entrar en la aislada habitación de hotel. Prendiendo el interruptor de


luz. Una opaca bombilla parpadeando a la vida en la esquina de la habitación,
iluminando el espacio vacío.

Nunca antes me había sentido tan solo.

Vagando en ella, dejé la puerta cerrarse detrás de mí, frotando una mano en mi
rostro y sobre mi quijada.

Miré alrededor.

Dios, la extrañaba más de lo que tenía derecho a hacer.


Lentamente, crucé la habitación. Resortes chirriando mientras me sentaba en el
borde de la desgastada cama. Agarrando la botella medio vacía de Jack del suelo por el
cuello, desenrosque la tapa y la llevé a mis labios. Dándole la bienvenida a la
quemadura. La quería. La levanté una y otra vez, tragando el combustible que
alimentaba esa continua ira.

Cuánto tiempo había pasado desde que me senté aquí, no lo sé. El tiempo ya no
importaba. El entumecimiento se arrastraba a lo largo de mis extremidades, no lo
suficiente para borrarlo, sólo lo suficiente para distorsionarlo, para nublar el jodido e
insoportable dolor que ataba juntos mi corazón y mi mente.

Mi cabeza daba vueltas y la bolsa quemaba en mi bolsillo.

Trepando en mis pies, me tropecé hacia el sucio lavabo de porcelana montado


contra la pared de fondo. Saqué mi playera sobre mi cabeza y trabajé en soltar el
vendaje desde mi pecho. Fuertemente, me incliné sobre el lavabo, mirándome en el

283
espejo, incapaz de apartar la mirada de los ojos mirando de regreso.

Enfermedad hervía en la boca de mi estómago, extendiéndose, arañando mis


entrañas, que parecía estar luchando por salir de este cuerpo, como ellos, también,
desearía por un escape. Saqué la bolsa de mi bolsillo. Sudor perlando mi frente, odio
lloviendo libre.

Apreté mi mano a su alrededor, sabiendo que eso no era droga, pero Aly tenía
poder sobre mí.

Detonante hijo de puta.

Quemando contra mi carne, y apretándola más fuerte, sentí la ansiedad


envolviéndome fuerte. Cada maldito día, era de esta forma. Era como el jodido
desastre porque no quería nada más que ser libre, pero no había libertad para el
condenado.

Y lo odiaba.

Yo odiaba.
Yo odiaba.

Golpeé mi puño en el espejo, rompiéndolo en mil pedazos. —¡Joder! —rugí, el


sonido rebotando en las paredes.

No quería esto.

El espejo llovió hacia abajo, pedazos de vidrio astillándose mientras caían,


estrellándose en el lavabo, sonando mientras se deslizaban por el suelo. La piel de mis
nudillos cedió, extendiéndose abierta. Sangre filtrándose hacia adelante. Y podía
sentirlo, el quiebre mientras finalmente me deslizaba en el borde en el que había estado
vacilando durante tanto tiempo. Mis puños encontraron la pared y los restos del espejo
una y otra vez como si podía golpear esta necesidad fuera de mí. La bolsa fue
aplastada con tanta fuerza en mi mano como si sólo la fuerza pudiera causar que se
desintegrara. Evaporarse. Dejar de existir.

O quizás lo haría.

No había dolor, sólo la furia que me había llevado durante los últimos seis años. 284
Y estaba jadeando, tambaleándome, respirando entrecortadamente.

Jodidamente perdido.

—Mierda. —agarré mi cabeza entre mis manos ensangrentadas y la bolsa cayó al


suelo, mis ojos frenéticos mientras se movían alrededor de los confines de la sofocante
habitación. Ese sentimiento de confinamiento sólo escalaba en la ansiedad que me
envolvía apretado, provocando la ira por dentro. Me ahogué, no podía respirar.

No podía hacer más esto.

Agarrando mi camisa del suelo, la arrastré por encima de mi cabeza, buscando a


tientas mis llaves, y corriendo hacia la noche. Esta noche la oscuridad era espesa, no
había luna en el cielo, sólo los ecos de la fiesta distante. Mi moto brillaba como este
símbolo flagrante de escape justo afuera de mi puerta. Le di una patada y volé desde el
estacionamiento, fijando el acelerador mientras tomaba la moto en el camino.
El aire frío golpeaba furiosamente mi rostro, el estruendo de mi moto vibrando en
mis oídos. Aceleré a través de las calles, perdiéndome en el frenesí, cediendo a la
necesidad de escapar incluso cuando sabía que nunca podría. No tenía idea de a dónde
estaba yendo porque no tenía un lugar al que ir. Esto... esto era mi culpa porque no
tenía derecho de estar en este mundo.

Las luces estrechándose alrededor de mí mientras me consumía el camino, y la


ciudad creciendo tenue mientras la dejaba atrás. Golpeé el desierto abierto, el
resplandor de mi faro ensanchándose a través del pavimento. Mi mano estaba
jodidamente temblando mientras aceleraba lo más lejos que iba.

Lo odiaba.

Dios, lo odiaba.

Me obligué a ser más rápido, esta rabia dentro de mí impulsándome hacia delante,
presionándome fuerte. No había nada para mí en esta ciudad.

No había nada para mí en ningún lugar. 285


Esa emoción inundaba mis bordes, pesado y fuerte, mi pecho apretado con esa
maldita roca que siempre se presentaba en la base de mi garganta. Me apoyé en las
curvas y le di la bienvenida al aire que arrojaba y azotaba, el frío que picaba, dando la
bienvenida a la ira y al odio, la ansiedad que eran mis constantes compañeros.

Eran lo único constante que conocía. Las únicas cosas con las que podía contar.

Grité en el viento de conducir, echando mi furia hacia la nada porque eso era
exactamente lo que era yo.

Más adelante, el camino se curvaba hacia la izquierda. Más agudo de lo que pensé.
Lo tomé fuerte, y sentí el temblor de la moto. Luche contra el bamboleo de los
manubrios, luchando por conquistar la inestabilidad que rodaba a través de la longitud
de la moto. Me enderecé y luché por enfocarme en la borrosa carretera. Parpadeé duro,
tratando de despejar la neblina de mi mente.

Una abrupta derecha vino rápido. Tan rápido.


—Joder —cayó en silencio de mi boca, tal vez como una súplica mientras volaba en
el giro. Me incliné y frene duro, todo temblando antes de sentir el neumático trasero
comenzar a patinar. Luego el neumático frontal fue atrapado.

Y estaba volando.

Sin peso.

Hace mucho tiempo que había perdido el control. Lo perdí en el momento que le
había dado en el descuido, cuando tomé la cosa más importante en este mundo y la
deje de un lado mientras me esforzaba por lo trivial.

La oscuridad me envolvió, destripándome, envolviéndome de adentro hacia afuera.


Y estaba tan tranquilo, nada más que el rostro de mi madre llenando la desolación y la
devastación de mi corazón y mi mente. Por un momento, pensé que tal vez pude
sentirla correr sus dedos a través de mi cabello, como siempre lo hacía cuando era un
niño pequeño, pensé que podía escuchar su suave, y gentil voz susurrando en mi oído,
pensando que la vi mirándome como si yo era la luz… cuando realmente ella era la
mía.
286
La extrañaba. Dios, la echaba de menos demasiado y dolía, y quería que ella
supiera el más grande error que alguna vez cometí.

Ella se movió y se desvaneció, dando paso a la chica. Y Aly estaba mirándome


exactamente de la misma manera, como si tal vez yo era su luz en la misma manera de
que ella sin saberlo se convirtió en la mía.

Mis ojos se abrieron como platos cuando sentí el suelo corriendo.

Fue Aly.

Aly.

Aleena.

Y por primera vez desde el día que cumplí dieciséis años, no quería morir.
Capítulo 23
Aleena
A
mar a alguien es una de las más grandes oportunidades que alguna vez
tomamos. Tal vez la parte más injusta de esto es que raramente es una
decisión consciente que hacemos. Es algo que florece lento o nos golpea
duro, algo que se agita y se acumula gradualmente, o algo que nos sorprende con su
intensidad repentina. Y a veces es algo que ha sido una parte de nosotros toda nuestra
vida.

Pero casi siempre, es inevitable.

Incluso si se me ha dado la opción, escogería siempre amarlo. A pesar de que él me


hubiese producido el dolor más grande, él me había dado mi mayor alegría.
287
Yo misma me había rodeado con sus pequeñas notas que se extienden en la cama,
las palabras que habían llegado directamente de su corazón, palabras que siempre
recordaré. Muchas de ellas hablaban de su vergüenza, palabras que dejó en claro que
nunca iba a creer que era digno del amor que fluía sin cesar de mí. Algunas eran
simplemente dulces. Las que hablaban de que el niño que una vez le había sonreído
con tanta libertad, que no podía reconocer la alegría que estaba oculto dentro de él.

En todas ellas era Jared. En todas ellas yo. En todas ellas… nosotros. Lo que
habíamos creado, la honestidad de lo que habíamos compartido.

Abracé mis rodillas a mi pecho mientras estudié sus regalos. Me mecí a mí misma,
buscando por la comodidad cuando no podía ser encontrada ninguna. Lo extrañé. Lo
extrañé tanto que algunos días pensé en que podría morir, mientras que otros que
forjaron a través de porque yo sabía que tenía que seguir adelante.

Tuve que ser fuerte porque no había otra opción.


Pero hoy me sentí débil.

Emociones intensas crecieron gruesas en la garganta, y me mantuve fuerte mientras


las lágrimas se deslizaron por mi cara.

Jared me había cambiado. Cambiado quien era y la dirección de mi vida.

Casi habían pasado tres meses desde que él se fue lejos. Acción de gracias estaba a
sólo una semana de distancia. Ni una sola palabra me había dirigido, ni una simple
indicación de a donde había ido, ninguna seguridad de que él estaba bien.

Como prometió, caminó lejos y se olvidó de mí.

Y eso me mató porque nunca lo podría olvidar. No se pudo porque él se había


grabado permanentemente a sí mismo en mí, dejó una parte de sí mismo para siempre
dentro de mí. Durante muchos años yo le amé, pero cuando él se había ido esta vez,
había tomado parte de mi cautiverio, también, una pieza que nunca se podría
recuperar, ya que siempre le pertenecería.

Miré hacia abajo a través de los ojos legañosos sobre las palabras que él me había
288
revelado.

En algún nivel, supuse que siempre perteneceríamos el uno al otro.

Las clases habían empezado y se pasa en una falta de definición, y yo todavía estaba
trabajando en el café. Realmente, sólo estaba a la deriva a través de los días.

Me preocupaba por él constantemente, porque sabía cuán profundo fue su dolor,


cómo fue consumido él por el dolor y la culpa. No lo quiero por ahí sufriendo solo.

Pero fue lo que él había elegido y ese fue el riesgo que había tomado, y ahora yo
también estaba sufriendo sola.

Christopher fue todavía el único en la familia en saber acerca de Jared y lo que él


significó para mí. Tan lejos como mi madre sabía, Jared realmente había estado
solamente de paso, y había estado unos pocos días y luego ido por su camino. Cuando
ella me había preguntado que estaba mal conmigo desde que él se había ido, le mentí y
usé el nombre de Gabe, dije que habíamos terminado, las palabras rancias mientras
fueron forzadas a salir de mi lengua. Diciéndolo se había sentido como algún tipo de
traición mortal porque Gabe nunca llegó cerca a hacerme sentir de la forma en que lo
hizo Jared. Pero por la misma razón, admitiendo lo que había pasado entre Jared y yo
sentí como que sería una traición aún mayor. Sabía que Jared tenía algún tipo de idea
de mierda que me estaba protegiendo manteniéndonos en secreto. Pero sabía que no
había esconder esto para siempre. Simplemente no estaba lista para decirle todavía.

Las cosas también habían cambiado entre Christopher y yo. Para mejor. Claro
después de que me había mudado con Christopher, nos habíamos vuelto realmente
cercanos. Pero ahora parecíamos darnos cuenta que no necesitábamos esconder nada
entre nosotros. Él se había convertido en mi mayor soporte. Supongo que era porque
incluso después de todo, Christopher realmente se preocupó de Jared, también, que él
realmente entendió.

Un día habremos de encontrar a Jared… dile… finalmente revela todo. Pero fue
realmente difícil seguir la pista de alguien quien no quiere ser encontrado.

Recogí sus notas y las metí de nuevo en su caja de recuerdos. Luego puse la caja al 289
lado de mis cuadernos de dibujo, ya que, como ellos, se habían convertido en mi
tesoro. Y finalmente caí en el resto intermitente que había llamado sueño desde que se
fue.

A la mañana siguiente, me dirigí al café a las seis para el turno del desayuno. Había
sido duro salir de la cama, la debilidad que había sentido la noche anterior sólo
seguiría dentro de hoy. Era loco porque podría pensar que sería más fácil, pero
solamente creció más fuerte cada día.

Debo ser fuerte, me recordé mientras me envolví mi delantal cómodamente alrededor


de mi cintura, até las correas largas anudándolas en la parte delantera. Me puse a
trabajar. Era sábado, y el lugar estaba lleno, las horas aparentemente más largas de lo
que se suponía que mi turno debía durar. Me sentía agotada, completamente
deshilachada en los bordes mientras corrí alrededor del piso del restaurante, luchando
para mantenerme al día con la demanda, mientras que mi cuerpo se inclinaba con la
tensión. Destellos del rubio mantienen infiltrando mi mente, parpadeos de su cara, mi
piel hormigueando con los vestigios de su toque.

Dejé caer mi cabeza mientras rellené una taza de café en la cocina. ¿Cómo puedo
seguir como esto? Su ausencia me cortó profundamente que dolía físicamente. Este
dolor me hizo temblar todo el camino hasta mis huesos.

Clara se facilitó detrás de mí, apretando mi hombro mientras me contemplaba con


preocupación evidente. —¿Cómo lo estás haciendo, dulzura?

La primera vez que me vio después de Jared se había ido, ella se lo había imaginado
inmediatamente. Dijo que no había confundido un corazón roto como el que yo
llevaba como una insignia visible. No hubo ocultamiento. Es curioso cómo ella me
advirtió que había estado allí antes y que no quería verme pasar por el mismo. Pero
terminé exactamente donde mismo.

Mordí mi labio inferior, mis cejas juntándose mientras me forcé a asentir con la
cabeza. —Ha sido un mal día, pero creo que estoy bien.
290
No lo estaba. Para nada. Pero tenía que creer que algún día lo estaría.

—Sabes que puedes sólo pedir si necesitas algo. Alguien con quien hablar o
cualquier cosa que necesites.

Significativamente, le sonreí. —Sí, lo hago. Gracias, Clara.

—Oye, nosotras las chicas tenemos que permanecer juntas, ¿no?

El resto de mi turno sábado arrastró. No podía esperar a que el día se acabe.

Finalmente, después de las tres, Karina me dijo que podía cortar.

Anduve con paso pesado a mi coche y me dejé caer en el asiento del conductor. Me
quedé allí sentada, mirando fijamente a la pared en blanco del restaurante que mi
coche enfrentó, mi vista borrosa por las lágrimas que estaba luchando constantemente,
como si acabaran de convertirse en una parte permanente de mí. Me sentí tan
desgastada, tan frágil, como si me fuera agrietar por el golpe más pequeño. Por encima
de todo eso, me sentí sola. Sabía que nunca había sido la intención de Jared, pero este
enorme pedazo de mí se sintió abandonado. Palpitó y dolía, pidiendo a gritos ser
llenado.

Limpiando mis ojos, encendí mi coche y lo saqué hacia la calle. En lugar de


dirigirme a casa, giré hacia la casa de mis padres porque no podía mantener el
pensamiento de estando por mí misma en el apartamento desolado, no estaba
dispuesta a entregarme totalmente a los recuerdos de Jared que habitan en ese lugar.

Aparqué en su camino de entrada y subí desde el coche. El barrio estaba tranquilo y


el aire era cálido, a pesar de que el verano abrasador finalmente había pasado.
Tragando profundamente, me empujé hacia adelante, preguntándome si pasando por
la puerta de mis padres sería el golpe de gracia, porque no sabía cómo seguir así nunca
más.

Me estaba astillando.

Rompiendo.

Ahora sólo era cuestión de mantener las piezas juntas. 291


Toqué una vez y empujé la puerta abierta. —¿Mamá? —llamé mientras metí mi
cabeza dentro.

—¿Aly? —No estaba sorprendida esta vez. Sonaba casi aliviada.

Me acerqué sólo justo mientras mi mamá volteó la esquina, viniendo a mi


encuentro. Echó un vistazo a mi cara y la de ella cayó. —Oh, Aly —aceleró mientras
se acercaba, no dudando en tirar de mí en sus brazos—. Ven aquí, cariño.

Su calidez corrió sobre mí, y hundí mi rostro en su cuello, no pude hacer nada sólo
dejarme ir. Mi dolor burbujeó y escapó mientras estos sollozos atroces, fuertes e
incontenibles. Una parte de mí tenía un instinto incontrolable para ocultar esto de ella,
porque lo había escondido durante tanto tiempo, pero ya no podía sostenerlo por más
tiempo.

—Shh… —murmuró ella, corriendo su mano a través de mi cabello mientras ella


lentamente me meció—. Shh.
Su consuelo sólo me hizo llorar más fuerte. —Mamá. —En su nombre estaba el
tormento que sentí, un alegato a ella para que de alguna forma me dijera que esto iba a
estar todo bien. Y ella no sabía nada de esto, no tenía idea por lo que realmente estaba
pasando. Pero la necesitaba.

—¿Por qué no vamos a la habitación familiar, nos sentamos y hablamos? —ofreció.

Asentí y ella cambió su agarre a mi cintura, dándome soporte mientras nos dirigió al
sillón. Nos bajó para sentarnos, negándose a soltarme. Me tomó más cerca y me
acurruqué a su lado. Me sostuvo como ella lo había hecho cuando era una niña
pequeña. Por mucho rato me meció y me dejó llorar en su playera mientras emitía
estos susurros suaves de aliento, prometiéndome que estaría bien. No sabía cómo
podría ser alguna vez. Estaba tan asustada. Tan asustada de hacer esto sola.

—¿Esto es sobre Gabe? —preguntó finalmente.

Lágrimas corrían y estriaban por mi cara, como si de algún modo expulsarlos


purgaran una parte de este dolor. Mi boca se abrió ancho como la confesión sangró
libre. —No, mamá, nunca se trató de Gabe. —Apreté mis ojos, sintiendo algo
292
desgarrado suelto dentro de mí.

Una pequeña respiración simpática se filtró desde su nariz, y me acarició con su


mano mi espalda. —No lo creo.

Supongo que siempre sabía cuándo yo estaba mintiendo.

—¿Están papá y Aug aquí? —pregunté porque realmente no creo que pueda
manejar tener una audiencia para ello.

—No, cariño, somos sólo nosotras dos. Tu papá condujo con él a uno de sus días de
campamento de entrenamiento. Puedes decirme cualquier cosa que necesites.

No estaba avergonzada. Pero aun así había cosas que sólo no estaba lista para
decirlas. Pero era tiempo de que finalmente dijera su nombre.
Rodé un poco así mi cabeza estaba en su hombro, viendo hacia afuera la ventana
sobre el patio donde estaba toda la paz y tranquilidad, contrastando el desorden de mi
corazón. Negué mientras llené mis pulmones de aire. —Era Jared, mamá.

Siempre fue Jared.

El aire entre nosotras cambió desde su suave simpatía a una impresionante tristeza.
Sólo su nombre fue suficiente para apretar mi corazón.

La voz de ella era áspera pero sabiendo. —Él no había estado sólo unos días en tu
apartamento, ¿lo hacía?

Lentamente, negué con mi cabeza, mojando mis labios mientras miré hacia arriba a
mi mamá en admisión. —No.

Los ojos de mi mamá llenos de consciencia, sus palabras llenas de significado. —


Entonces él es el indicado.

293
Él es el indicado. El único.

Descansé mi cabeza nuevamente sobre su hombro. —Lo amo tanto. Creo que lo
hago desde que era una niña… pero nunca imaginé que nada se pudiera sentir como
esto.

El silencio se hizo cargo de nosotras mientras nos sentamos juntas y dejamos a la


verdad hundirse.

—¿Estás molesta? —pregunté finalmente.

—¿Estoy molesta de que hayas caído enamorada de Jared o estoy molesta de que
me lo hayas ocultado?

Hice una mueca, sintiendo su frustración, la decepción, pero no hubo condena.

Finalmente suspiró. —Por supuesto no estoy molesta, Aly. Sólo no entiendo por
qué sentiste que debías ocultármelo. Por el amor de Dios, ¿Christopher y tú no
pensaron que yo querría saber que Jared estaba de vuelta en la cuidad? Me preocupé
por él por años, ¿y resulta que había estado escondido en tu apartamento?
Me miró seriamente. —Ese día cuando me detuve de pasada… era tan obvio que
algo estaba sucediendo entre ustedes dos… o al menos que ambos querían que lo
hubiera. Pero luego tú me mentiste sobre el otro chico. —Se encogió de hombros en
algo que parecía una derrota—. No lo entiendo. ¿Desde cuándo era una madre en la
que no podías confiar?

—Lo siento, mamá... pero ¿no te acuerdas como fue después de Jared fue enviado
lejos? Era como si a nadie se le permitió mencionarlo. Papá estaba tan enojado con él.
¿Crees que Christopher y yo no nos dimos cuenta que culpó Jared por finalmente
conducir Neil totalmente lejos? Y ninguno de nosotros sabíamos cuánto tiempo Jared
iba a quedarse. Al principio, él realmente estaba, se suponía por unos pocos días
mientras buscaba su propio lugar. Y entonces él solo se quedó.

Sin duda, por mí.

Ese lugar dentro de mí se estremeció y se hinchó, llorando, porque sin él, yo estaba

294
tan vacía. Era su marca, la impresión que había dejado detrás.

Tragué saliva alrededor de la pesadez en mi pecho antes de que continuara—: Todo


cambió cuando apareció en nuestro apartamento. Fue como este enamoramiento que
siempre tuve por él instantáneamente se convirtió en algo tan intensamente real.

Una parte de mí se dio cuenta que se volvió real la noche cuando fue mandado
lejos, cuando entendí el verdadero corazón partido por primera vez en mi vida a la
edad de catorce años. Pero tal vez nos tomó a los dos volviéndonos cara a cara como
adultos que lo llevaron a buen término. Tal vez tuvo nuestra conclusión para nosotros
romper completamente.

—Él se convirtió en mi mundo, mamá. Viviendo sin él ha sido la cosa más difícil
que yo haya tenido que hacer.

—No sé si alguna vez querré saber por cuánto estuvieron escondiendo esto de mí.
—Inquietándose, inclinó su cabeza, haciendo claro que ella realmente quería saber.

—Él estuvo ahí por tres meses.


Siempre escondiendo cosas de ella. Y todavía lo hago porque no sé cómo
vocalizarlo.

—Dios, Aly. —Lentamente negó con su cabeza, tristeza coloreando sus palabras—.
¿Y tengo que adivinar que él se fue muy rápido después de que lo encontré allí?

—Sí, todo calló después de esa noche. Él se culpa por todo eso. No cree que tenga
permitida su felicidad, así que la destruye en el segundo que siente el atisbo de ella.

Lo había sentido saboteándonos esa noche. Nos arruinó, sólo porque él creía que
debía hacerlo. —Todo lo que tomó fue yo diciéndole que lo amaba, y él se había ido.
—Pensé que debía ahorrarle a mi mamá todos los detalles de esa noche porque, al
final, eso era a todo lo que se reducía. Jared no creía que merecía ser amado.

El rostro de mi mamá se apretó cuando lanzó un suspiro de pesar. —Lo siento


mucho, Aly, siento que estés pasando por esto. Lo siento si alguna vez te di la
impresión y a Christopher de que no me preocupo por Jared o que deberíamos
olvidarnos de él. Traté de conseguirle ayuda. Lo vi desentrañar, pero cada vez que
trataba de intervenir, no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Traté de
295
convencer a Neil para ir el mismo y a Jared a terapia, pero él estaba tan envuelto en su
dolor que no podía ver nada más. Neil renunció a sí mismo... renunció a la vida. Sin
Helene, no creyó que tuviera nada.

Mamá cerró sus ojos como si estuviera escudándose a sí misma del dolor. Neil
nunca fue el mismo después de haber perdido a Helene. Nuestra familia también lo
había perdido a él.

—Eso fue cuando más inútil me he sentido en mi vida... viendo a Jared destruirse a
sí mismo sobre un accidente que cualquiera de nosotros podría haber causado —
continuó mi mamá, chupando en su labio inferior mientras se perdía en sus
pensamientos. Lanzó una respiración entrecortada—. Todos estos años me
preocupaba por él, rogando que estuviera a salvo. He intentado varias veces ponerme
en contacto con él después de haber sido puesto en libertad, pero nunca pude
encontrarlo. Supongo probablemente porque él no quiere ser encontrado. Todo lo que
podía hacer era esperar que se hubiera ido a algún lugar donde él sería capaz de
encontrar un poco de paz, incluso si él no podía estar aquí. Cuando lo vi en tu
apartamento, fue el mayor alivio que podría haber imaginado.

Mamá se encogió cuando me miró. —Pero tenía miedo por él, también, Aly. Una
mirada a él me dijo que estaba todavía atormentado... roto. Todas esas marcas que
cubren su cuerpo, gritando acerca de lo mal que estaba dentro. El miedo en sus ojos
cuando me vio allí de pie. —Su boca tembló, y dejó que su atención viajar la
habitación como si estuviera reuniendo a sí misma. Luego se volvió una suave sonrisa
en mí—. Pero había una luz en sus ojos que había desaparecido tras el accidente. —
Mamá enganchó su dedo bajo mi barbilla temblorosa—. Fuiste tú, Aly. ¿Crees que no
entendí la forma en que te miraba? ¿Cómo si tal vez ibas a salvarlo? ¿Al igual que tú
eras lo único que importaba en esa habitación? Y tú lo estuviste viendo de la misma
manera, también.

—Lo extraño tanto —susurré.

296
—Siempre había algo especial entre ustedes dos. —Sostuvo mi mirada por mucho
tiempo, antes de que me diera unas palmaditas en la rodilla—. Espera un segundo.
Quiero mostrarte algo.

Mamá se levantó del sofá, deambulaba por el pasillo, y regresó un par de minutos
más tarde. Se sentó a mi lado, me entregó la imagen que tenía en la mano. Por
supuesto que de inmediato trajo lágrimas a mis ojos, porque en los últimos tres meses
que realmente no había dejado de llorar, estas emociones me escurrían. Pero esto...
esto me calentó, tranquilizó y me rompió un poco más.

No había ninguna duda el niño, el pelo blanco rígido y radiante ojos azules. Estaba
sentado en el sofá, Helene justo a su lado mientras le ayudó a apoyar el bebé apoyado
en su regazo.

Suavemente, arrastré mis dedos sobre la imagen.

—Desde el momento en que te traje a casa, siempre fuiste su bebé. Correría delante
de Helene, llamándote. Apenas podía hablar, pero no había duda de que decía tu
nombre. —Una sonrisa nostálgica besó su boca—. Dios... él era solamente la cosa más
linda, Aly. Él siempre estaba mirando hacia fuera por ti, asegurándose de que no te
quedaras atrás.

Un pequeño sollozo se abrió camino hasta mi garganta. Apreté el puño a la boca,


tratando de mantenerlo dentro.

Debido a que me había... él me había dejado atrás. Me olvidó, dejándome


totalmente sola. Me dolió tanto. Y yo estaba tratando tan difícil de ver a mí en el otro
lado de la misma, para ser fuerte, porque sabía que habría un momento en el que me
gustaría atesorar lo que me había dado. No habría un momento en que ya no tenía
miedo y me sonreía cuando lo vi en destellos de lo que le había inyectado en mi vida.

Temblores rodaron a través de la longitud de mi cuerpo, sacudiendo mi núcleo,


porque lo único que quería para él era ser parte de ella.

Mamá llegó a tocar el recuerdo del rostro de su amiga. Su voz se convirtió en


estímulo lento. —Sabes, ella siempre decía que los dos terminarían juntos. Los miraba
jugando juntos y luego me daba esa mirada que decía te lo dije. —Risa caliente goteaba
de su boca, algo que sonaba tan esperanzador y muy triste—. No sabes lo feliz que la
297
haría saber que amas a su hijo de la manera que ella siempre esperó... lo feliz que me
hace saber que has encontrado a alguien para amar de esta manera.

Su afirmación me quemó el interior profundo. —Mamá, ¿cómo puedes decir eso? Se


ha ido. —Hice hincapié en la palabra porque me di cuenta de que era lo que realmente
se necesita para aceptar.

El dolor apretó mi espíritu.

Se había ido.

Mamá tomó mi mejilla. —Los corazones tienen una manera de encontrar su


camino a casa.

***
El martes por la noche conduje la corta distancia de nuevo al apartamento después
de que mis clases terminaron por el día. La luz del sol apenas se aferró al cielo.
Dorados ardieron en el horizonte y bailaron con el azul menguante. A través del
parabrisas, levanté mi cara a ella, golpeó con el intenso impulso de acurrucarse en mi
cama con mi cuaderno de dibujo, para liberar mi mano y ver su rostro.

Todo lo que quería era ver su rostro.

Terminé por el estacionamiento y aparqué en mi lugar. Respirando hondo, conseguí


mi bolso y salí del coche. Me sentía agotada. Fatigada. Siempre me sentí un poco
fuera, al igual que esta enfermedad global cargado mi cuerpo. Mis pies estaban
cargados de sueño mientras cruzaba el lote, más pesados mientras los estudié,
engatusando a dar el siguiente paso. Los llevé uno a la vez, aferrándose a la barandilla
de apoyo.

Todo el aliento me dejó cuando levanté mi cabeza, estaba sumida en el miedo y el


pánico y una explosión casi aterradora de alivio.
298
Debido a que los únicos ojos que quería ver estaban mirándome desde donde estaba
sentado en el escalón superior, los antebrazos apoyados en las rodillas, con los ojos
azules intensos hielo mirándome.

—Jared.
Capítulo 24
Jared
ios, verla tenía que ser la mejor sensación que jamás había

D
Aly.
experimentado. Con sólo la sugerencia de su rostro, ondas de vértigo de
alivio se estrellaron contra mí, llenando ese vacío ahuecado.

Inclinando una mano nerviosa por mi pelo, hice todo lo posible para permanecer
sentado mientras miraba hacia los ojos verdes que estaban bloqueados en mí.
Mechones de cabello oscuro se arremolinaban a su alrededor, revolviéndose por la
brisa fresca que había caído con la descendente noche. A medio paso de congelarse, se
aferró a la barandilla como si tal vez temiera que caería, como si el mundo acabara de
299
ser arrancado de debajo de sus pies.

Supongo que el mío tuvo el momento en que abrí mis ojos para encontrarla cernida
sobre mí como aquella primera noche que había dormido en su sofá.

Dios sabía que ella era la única que había logrado cambiarlo.

Una sonrisa sombría tiró de mi boca mientras algo profundamente pesado tiró de mi
corazón.

La chica era tan hermosa. Impresionante.

El aire parecía imposible de encontrar, mi pulso todo débil y estridente. Cada célula
de mi cuerpo me estaba gritando para levantarme, para tomarla en mis brazos, besarla
y abrazarla y asegurarme de que ella era real, porque me había pasado tantas noches
soñando con ella que no estaba más del todo seguro de lo que era real.
Con cautela, me puse en pie. Un tumulto de pensamientos se disparó por mi mente
mientras que de alguna manera me quedé en una pérdida completa de palabras. No
tenía idea de cómo iba a reaccionar a que yo esté aquí, no tenía idea de lo que ella
estaba pensando, no podía decir si estaba feliz o aliviada o enojada porque ella sólo
lucía jodidamente triste.

Quería borrar esa tristeza de su rostro y borrarlo de su corazón porque no había


duda de que yo era el que lo había escrito allí. La parte más egoísta de mi regreso era
que todavía no sabía si sabía cómo. Lo único que sabía era que ya no podía
permanecer lejos. Simplemente no era posible cuando ella era la única cosa que podía
ver.

—Aly —logré susurrar finalmente, su nombre la suma de todo el tumulto que cursa
a través de mí. Ella era todo lo que importaba.

Cinco pasos hacia abajo, se quedó allí, inmóvil, antes de que su cabeza lentamente

300
comenzara a sacudirse, sus labios temblaron mientras las lágrimas salían. Sus ojos
estaban fuertemente cerrados. Dejó caer su cara, su mano libre en un puño mientras
hablaba hacia los escalones de concreto. —Has vuelto.

Su voz dolía con incertidumbre y pérdida, nadando con agitación, haciendo eco de
la niña rota que había dejado de pie en medio del lote gritando mi nombre.

Y picó. Esta chica había estado doliendo tan mal como yo.

Pero ¿qué había esperado? ¿Que ella estuviera bien? ¿Que había habido una segunda
oportunidad de que avanzara como le prometí que ella haría?

Quiero decir, maldita sea, no había el poder negar lo que sentía en su toque.

Y no se podía negar ahora cómo la lastimé.

Líneas pliegan entre mis ojos. —¿Cómo no? —Mi mano se agitó en dirección a ella,
deseando poder hacer que todo puto centímetro de espacio separándonos,
desaparezca—. Te mentí, Aly. Esa noche... —Tragué duro mientras mi atención se
disparó al lugar donde la había dejado atrás antes de inclinarme de nuevo en ella—.
Me fui sabiendo que nunca podría olvidarte, pero rezando que de alguna manera
pudieras olvidarme. Y sé que no debería estar aquí. Sé que te di la oportunidad de
olvidar, pero, Aly... Te extraño.

La extrañaba. Dios, la echaba de menos.

Aly me miró a través del pelo cubriéndose la cara, la cara que estaba todo torcida en
pena, empapada de lágrimas y las cicatrices que había tallado en su espíritu.

—Aly…

Duramente, ella negó con la cabeza, un comando rápido para el silencio. No apartó
la mirada de mí mientras poco a poco empezó a subir las escaleras. Se acercó
lentamente hacia la izquierda, y me volví para dejarla pasar. Un miedo abrumador de
rechazo me dio un puñetazo en el estómago cuando me di cuenta de que era
demasiado tarde.

Hasta que ella me miró al pasar, su mirada implorante. Por favor.

301
En el rellano, Aly buscó a tientas sus llaves y abrió la puerta, dejándola abierta en
invitación mientras ella entraba. No se detuvo cuando ella tiró ese enorme bolso del
hombro y en el suelo, el acto corriendo en mí con todos estos recuerdos de los días que
había pasado a la espera de que caminase por esa puerta. Mierda. ¿Podría ser más
tonto? Porque aquí estaba yo, pidiendo lo mismo que había estado pidiendo antes,
buscando su consuelo cuando sabía que nunca podría ser algo que mereciera. ¿Qué
diablos pensaba que había cambiado? Pero algo lo hacía... lo sentía profundamente...
lo que sea que me había llamado la atención aquella noche en la carretera desierta en
Nevada, la noche que me di cuenta de que quería vivir. Que tenía un motivo para
vivir.

Porque quería vivir para ella.

Lo deseaba. Deseaba estar con ella. Y no quería jodidamente ocultarlo más.

Dudé en el umbral antes de entrar. En el interior, el apartamento era el mismo, pero


de alguna manera se sentía vacío, al igual que me había perdido mucho de lo que había
ocurrido detrás de esta puerta en los meses que había estado fuera.
En silencio, cerré con el pestillo.

Aly no me dio una mirada mientas desaparecía en su habitación. Me arrastré detrás,


sin saber qué esperar. En la puerta, me detuve. El ocaso invadía la habitación, la luz
natural se debilitaba como la última fue absorbida por la noche. Las sombras bailaban
y jugaban, se mofaban y se burlaban. Tanto había sido compartido entre nosotros aquí,
cosas que cambiaron vidas y corazones y realidades.

Aly estaba al pie de su cama, frente a la ventana, con los brazos cruzados sobre el
pecho, abrazándose a sí misma, como si estuviera luchando por no caer de rodillas.
Sus hombros se sacudieron, y yo sabía que estaba llorando mientras trataba de
mantener la compostura.

Rudamente, fregué mis manos sobre mi cara, porque me di cuenta de que quería ser
yo, quería ser el hombre que era lo suficientemente fuerte como para levantarla cuando
cayera. Pero era débil, un jodido inepto, y no sabía cómo hacerme el correcto cuando

302
todo dentro de mí estaba mal.

Todavía quería probar. Estaba decidido a intentarlo.

Al parecer, su puerta desde hace mucho tiempo había sido reparada, pero no el
daño que yo había hecho. La cerré haciendo clic detrás de mí. Caminé lentamente por
el suelo y giré su silla del tocador para enfrentar la habitación. Me instalé en ella, mis
codos encontrando mis rodillas, todo mi cuerpo encorvado en la sumisión.

Un silencio denso cubrió la habitación.

—Aly, dime lo que estás pensando —supliqué finalmente. Las palabras sonaron
como grava, mientras raspaban mi garganta—. Si quieres que me vaya, sólo dilo, y voy
a caminar por esa puerta, y te prometo que, esta vez nunca me verás de nuevo. —Tal
vez era demasiado tarde. Tal vez ella había avanzado. Dios, no podía soportar la idea
de mierda, el pensamiento de alguien más tocándola, la idea de otra persona amando a
mi chica. Esa misma vieja locura aumentó en mí. Cerré los ojos apretadamente,
tratando de moderarlo, de bloquearlo, porque no tenía derecho a reclamarla. Pero,
maldita sea si no quería.
La sentí moverse hacia mí, y mis párpados se abrieron, mi cara pellizcó cuando
levanté la mirada para acogerla. Con cautela se acercó con la cabeza gacha, sus
movimientos todo lentos e inseguros.

—¿Crees que no te quiero aquí? —Dolor abrumó su expresión—. ¿No crees lo que
te dije, Jared? ¿O crees que lo que pasó entre nosotros fue sólo un juego para mí? Quise
decir cada palabra. Me entregué a ti. —Ella golpeó su puño hacia fuera delante de ella,
cada golpe golpeando el aire con énfasis, antes de que lo dejara caer en el valle entre
sus pechos, justo sobre su corazón—. No he podido dormir en tres meses... tres meses...
porque lo único que podía hacer era preocuparme por ti.

Su labio inferior temblaba, y lo chupó entre sus dientes. —Mírate. Dios, Jared,
rompes mi corazón. ¿Qué te pasó? —Se acercó y pasó el dorso de la mano por las
contusiones desvaneciéndose en mi mejilla y agitó sus dedos sobre la piel arrugada
extendiéndose justo encima de la oreja izquierda. Mi pelo había crecido lo suficiente
como para cubrir apenas el resto de la cicatriz que serpenteaba alrededor de la parte
posterior de mi cabeza. 303
Había tenido suerte. Eso es lo que dijeron. ¿Cuántas veces había oído eso antes? Esta
vez, cuando me desperté en la UCI1, el médico me había concedido no andarse con
tonterías. Sin rodeos, él me había dicho—: Deberías estar muerto. —Y me había
mirado como si tal vez pensara que merecía estarlo.

—Yo sucedí. —Me senté más erguido, levantando la barbilla para que pudiera
mirarla a los ojos, porque no tenía defensa—. Siempre soy yo. Soy un jodido lío, Aly,
pero sin ti, soy un desastre. Yo... —Hice una mueca, cortando mi atención a las
sombras en su piso, antes de que reuniera el valor suficiente para mirar de nuevo hacia
ella—.Tú me haces mejor. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo aquí, pero esos tres
meses que pasé contigo fueron los mejores de mi vida. Me hiciste sentir cosas que
nunca he sentido antes.

Me hizo sentir cosas que nunca pensé que podía sentir, cosas que pensé que no se
me permitía sentir, cosas que insinuaban alegría y se deslizaban espesamente con

1
UCI: Unidad de Cuidados Intensivos.
afecto. Y estaba sintiendo ahora, todas estas emociones llegándome, un tira y afloja de
confusión y necesidad.

La exhalación de Aly era palpable a medida que avanzaba en mi cara, sus


movimientos tentativos mientras avanzaba poco a poco, con las piernas golpeando en
mis rodillas. Tal vez había algo evocador a la primera noche en que ella nos había
empujado sobre el borde, aquella intensa desesperación que había estado presente
cuando me pidió que me quedara. Pero esta noche, nada en sus intenciones parecía
seductora como lo habían sido entonces. En todo caso, ella parecía asustada.

Mierda. No pude detener mi pierna de rebotar mientras lentamente se metía en mi


regazo, sentándose a horcajadas, su calidez cubriéndome completamente.

Tomó todo lo que tenía no aplastarla contra mí.

Con suaves puntas de dedos a lo largo de mi mandíbula, ella inclinó la cabeza hacia
un lado. —No puedes entender cuánto te extrañé —susurró a través del tormento que
no parecía que dejarla ir.
304
Pero estaba equivocada. Puede que sea lo único que podía entender.

Temblando, tomé su cara entre mis manos, las yemas de mis dedos tejiendo en su
cabello. Ella levantó la mano para cubrirlas con las de ella.

—Jared —susurró. Las lágrimas corrían por su cara, calientes y rápidas.

—Lo siento mucho —le prometí—. Y sé que no puedo recobrar estos meses que he
estado fuera, pero quiero intentar... Quiero intentar hacer esto funcionar. Dios, Aly,
por favor dime qué quieres lo mismo.

Aly se atragantó, y otra vez, gimió mi nombre.

Frenético, busqué sus ojos, sintiendo el dolor que irradiaba de la superficie de su


piel. El miedo me recorrió, y de nuevo pensaba que tal vez era demasiado tarde, que le
había hecho demasiado daño, y ella se preparaba para alejarme.

Pero ella se aferraba a mí como si fuera a aferrarse a mí para siempre.

Me mojé los labios, temblando. —Nena... dime que está mal.


Aly miró hacia mí con temor abrumador mientras apartaba mis manos de su cara.
Durante unos segundos, dolorosos, las agarró entre nosotros. Las bajó y las colocó
través de su vientre. El calor de sus palmas sostuvo mis manos ahí, presionando,
presionando, diciendo.

Todo en el movimiento era severo, suplicante, sus mejillas empapadas con las
lágrimas que no dejaban de escapar de sus ojos.

Todos los músculos de mi cuerpo se pusieron rígidos. Mi mente recorrió todos los
escenarios, porque no había manera posible de aceptar su significado.

Pero ella no lo aclaraba, no se retractaba.

—No —salió de mi boca mientras me acercaba de nuevo en la silla, necesitando


espacio, mi cabeza temblando.

Sus dedos se clavaron en el dorso de sus manos mientras las apretaba con más
fuerza contra su estómago. —Sí. —Fue una declaración.

—No, Aly, no.


305
El pánico se extendió lentamente justo debajo de la superficie de mi piel. Cada
célula de mi cuerpo ardía con un resplandor insoportable, como fichas de dominó
cayendo una a una, incendiándose.

—¿Cómo? —¿Cómo pude haber hecho esto?

Ella apartó su rostro, luego lo giró de nuevo hacia mí. —No lo sé. Yo... metí la
pata.

¿Ella metió la pata? En silencio, la risa burlona me golpeó en el pecho.

Era yo quien metía la pata. Siempre lo hice.

Las paredes se cerraron y la habitación dio vueltas. La aparté de mi regazo.

Aly se tambaleó hacia atrás cuando la puse de pie. —Jared, por favor habla
conmigo.
Pero yo era quien se tambaleaba. Trastabillando. De pie, pasé mis manos por mi
pelo mientras comenzaba a salir de su habitación. ¿Cómo pude dejar que esto
sucediera?

No tendría que haberlo hecho.

—No hagas esto, Jared. Sé lo que estás pensando, y estás equivocado.

—Tengo que... tengo que irme. —Me dirigí a la puerta. Solamente necesitaba un
poco de aire. Porque no podía respirar.

—No te atrevas a dejarme, Jared. Por favor... no me hagas esto. —Sus palabras eran
entrecortadas y rápidas. Desde atrás, me agarró por la camisa, desesperada mientras
me acercaba a ella—. No voy a dejar que me hagas esto... No te dejaré hacer esto a
nosotros.

Me di la vuelta, tomándola de las muñecas, juntando sus manos entre nosotros


mientras nos acercaba pecho a pecho. Abiertos, ojos asustados me miraban, su perfecta
boca abierta en estado de shock. 306
—¿Crees que podría? Joder... Aly...

¿No lo entendía?

Tragué saliva, sobreexcitado, mientras miraba a la chica con la que me había


equivocado. No sabía cómo estar de acuerdo con esto porque nunca estuve más
asustado de algo en mi vida. Había quitado una vida, y no tenía derecho a darla. Pero
no me mantendría alejado de la única persona que tendría mi corazón.

Aumenté mi agarre. —Yo... por favor sólo dame un poco de tiempo.

Aly apretó sus labios en una fina línea, su frente se frunció mientras me estudiaba,
como si quisiera oponerse. En cambio, asintió rápidamente y dio un paso atrás. —Está
bien. —Tragó saliva y asintió de nuevo—. Pero antes de que te vayas, necesito que
sepas que te amo, Jared.

Lo sabía. Lo creía.
Y daría cualquier cosa por saber cómo devolverle ese amor, de la forma en que
debía ser amada, en su totalidad y sin toda esa mierda reteniéndome. Quería ser
suficiente. Mi espíritu se retorció. ¿Cómo iba a serlo?

Cuando me di la vuelta y salí por la puerta, Aly gimió como si estuviera herida,
pero no trató de detenerme.

Corrí hacia abajo. La noche me había tomado por sorpresa. Me subí a la chatarra de
moto pedazo que compré para llegar aquí. La encendí y el motor se sacudió. Salí,
tratando de ver a través de la ansiedad que se apoderó de mí, constriñendo mis
pulmones, aplastando mi corazón. Todo acerca de esto estaba mal... muy mal.

Al detenerme en la puerta, presioné mis manos en mis ojos, un fuerte gemido rasgó
el aire. Una emoción desconocida brotó con urgencia en la base de mi garganta,
mientras luchaba por la liberarse. Abrí mis ojos, tratando de aclarar mi visión mientras
volvía a la calle borrosa.

Sabía a dónde me dirigía.


307
Debido a que lo conocía bien.

El tráfico era pesado, las calles obstruidas. Quería gritar. Pasando la mano por mi
cabello, murmuré incoherencias, no seguro de poder soportarlo. Cuando por fin llegué
al otro lado de la ciudad, deslicé la motocicleta en el carril para girar a la izquierda. La
luz intermitente brilló, y yo vacilé. Tenía un dominio absoluto sobre el manillar
cuando llegué al lugar donde ocurrió todo, donde se desangró y nunca lloré. Esa
emoción guardada se enfrentaba con la ira, luchando, luchando por liberarse.

A un cuarto de milla de la calle, me detuve en el arcén. Levantando polvo mientras


frenaba, una tormenta de energía creciendo a mí alrededor. Tropecé fuera de la moto.
El barrio viejo estaba extrañamente tranquilo, luces brillando en las ventanas, árboles
susurrando en la brisa. Jadeante, busqué el campo que seguía desierto al lado que la
calle. Aspiré una bocanada y corrí atravesando de la calle. Empujando la punta de la
bota en la cerca de alambre, subí y giré mis piernas, saltando al otro lado.
Las malas hierbas crecían altas en el centro del campo. Di vuelta a la mitad y caí en
mis manos y rodillas. Recuerdos llegaron frenéticamente, un caos que se acercaba
demasiado y era demasiado libre. Aly como una niña... mi madre llamándome por mi
nombre. Ambos tiraban de mí, una guerra entre lo que necesitaba y esta deuda que
nunca sería capaz de pagar por completo. ¿Me había realmente engañado haciéndome
creer que si volvía aquí por fin podría escapar de ella? Pero cedí a este impulso, un
instinto que me impulsaba hacia adelante, prometiendo que las cosas serían diferentes.

Sí. Eran diferentes, de acuerdo.

Jadeé en busca de aire.

Me levanté sobre mis rodillas, mis manos apretadas a un lado de mi cabeza,


tratando de dar sentido a los millones de emociones diferentes que luchaban dentro de
mi corazón y mente.

—Mamá —le grité, deseando que pudiera oírme. Orando que pudiera—. Lo
siento... lo siento mucho. Lo intenté. Lo intenté, y no importa lo que haga, no puedo
hacer esto bien. Quiero hacer esto correctamente.
308
Me lancé hacia delante, agarrándome el estómago, sabiendo que iba a enloquecer.
Su rostro brilló ante mí, su voz tan suave.

—Mamá —murmuré en voz baja—, por favor dime lo que tengo que hacer.

Solo no sé qué más jodidamente hacer.

Encorvado, enterré mi cara en mis manos. Y sabía que no podía seguir así por más
tiempo. Algo tenía que dar. Lo intenté, y fallé. Estaba cansado de fracasar. Cansado de
hacer daño a la gente que me importaba.

En este lugar, la presencia de Aly me consumía. Impresiones de la niña que llegó a


poseerme me recorrieron, corrieron por el suelo duro, y flotaron en el aire.
Capítulo 25
Mayo 2006
ared cerró sus ojos mientras se dejaba caer en su cama. La calidez

J sorprendió a través de su sistema, un momento de euforia, un momento de


alivio. Él flotó, se levantó y cayó. Por sólo un poco de tiempo, no dolía
tanto.

Pero nunca duraba.

Se acurrucó en su costando, sosteniendo su estómago, tratando de desviar la oleada


de sentimientos que irrumpían de nuevo. Fuego corría por sus venas, una voz extraña
gritando desde el agujero ahuecado donde una vez había estado su alma. Jared abrió la
boca y forzó su cara sobre la almohada. Un grito silencioso rasgó de su garganta.
309
No podía seguir haciendo esto nunca más.

Jared se sentó. Se tambaleó. Recuperó el equilibrio y pasó una mano por su cabello
demasiado largo mientras frenéticamente miraba alrededor de la bruma de su
habitación. Tenía que ponerlo junto y descifrar esta mierda. No dejaba de pensar que
habría de llenarse a sí mismo con veneno que dormiría, que se caería y nunca
despertaría. Pero nunca fue lo suficientemente bueno y siempre era arrojado de nuevo
en este eterno infierno.

Jared abrió de golpe el último cajón de su escritorio y empujó las pocas fichas
preciosas de lo que había estado en su mochila, sin saber por qué no podía dejarlas
atrás, rematándolo con la botella de whisky barato que había extraído del gabinete de
su padre. Enterró su botín en su bolsillo delantero debajo de una camisa arrugada que
cogió del suelo.
No como si malditamente le importara. No iba a ser atrapado esta vez. Él había
visto a través. Habría de pagar y nunca más volvería a tener la oportunidad de destruir
lo bueno.

Colgándose su mochila sobre su hombro, Jared fue hacia la ventana y apartó las
cortinas. Con su pulso latiendo en sus oídos, lentamente la abrió. Se encogió cuando
ésta chilló. Se suponía que estaba castigado. Esa fue la solución de su padre. Castigarlo.
Jared había sido arrestado y expulsado de la escuela, y al parecer eso había sido un
castigo justo.

Jared se burlaba, apretando su agarre en el marco de la ventana. Dios, su padre no


tenía ni idea. ¿De verdad creía que castigarlo durante un mes y enviarlo a una escuela
nueva iba a arreglar las cosas? Realmente, él sabía que su papá no quería tratar con él o
con su mierda.

Jared no podía culparlo.

Le había arruinado su vida.


310
Noche tras noche, Jared se había acostado y escuchado a su padre llorar, el sonido
resonando a través del lugar estéril que una vez había sido su hogar. Courtney se había
ido. Dos semanas después del funeral, había sido enviada con sus abuelos porque su
padre había perdido la capacidad para cuidar de algo o de alguien. Se suponía que sólo
sería temporal. La intuición de Jared le decía que no lo era. Sólo esperaba que ella
hubiera escapado de todo esto, que su hermana se hubiera salvado.

El padre de Jared era sólo otra vida que había tomado.

Jared avanzó tranquilamente hacia su puerta, inclinó su oído en ella y escuchó a su


padre. La ansiedad se arrastró por su columna vertebral. No podía permitirse el lujo de
este lío. Un televisor distante zumbaba desde la sala de estar. El resto de la casa hacía
el eco del vacío cavernoso. Jared cruzó su habitación hacia su ventana y empujó el
marco de la pantalla hasta que se dobló y cedió. Conteniendo su respiración, se deslizó
sobre el alféizar y hacia la noche.
Agachado, corrió por el patio, jadeando cuando golpeó la pared del garaje de los
Ramírez, dos casas más abajo. Jared miró a través de la pequeña ventana. No había
luces brillando y su coche se había ido. Durante años había cortado su césped, y otras
tantas veces se había sentado en su cocina bebiendo de un vaso de limonada cuando la
señora Ramírez lo llamaba para tomar un descanso del sol. También sabía lo que
guardaban en el estudio.

Jared se pasó la mano por su pelo mientras se apretaba contra la pared, buscando
valor. Pero no había ningún valor. Sólo había dolor y la llamada palpitante de la deuda
que sabía que tenía que pagar.

Jared se empujó de la pared, dejó caer su mochila al suelo y tiró de la camisa del
bolsillo delantero. La envolvió al azar alrededor de su mano, apretando sus ojos
cerrados mientras inhalaba en el aire sofocante. Dio un puñetazo en la pequeña
ventana cuadrada de garaje.

311
El cristal se hizo añicos. Se estrelló mientras caía al suelo de cemento.

—Mierda —dijo en silencio entre dientes, sacudiéndose alrededor para mirar en la


oscuridad distante. Desde calle abajo, un perro ladró, pero nadie parecía agitarse o
notar su presencia.

Jared volvió a su tarea, haciendo una mueca mientras se desenrolla la camisa


ensangrentada de su mano. Suavemente gimió mientras hacía su mejor esfuerzo para
ignorar el dolor punzante. No tenía tiempo para distraerse.

Jared tiró el resto de las piezas irregulares de cristal de la ventana con su codo. Los
pocos que quedaban cayeron al suelo. Tomó su bolso del suelo y lo arrojó dentro.
Gruñendo, se acuñó a sí mismo a través del estrecho agujero.

En el interior, el garaje estaba oscuro. Sólo la tenue luz de la luna se derramaba a


través de la ventana que le había dado entrada. Cogió su mochila del suelo y se la echó
al hombro, haciendo su camino dentro de la casa. Una débil luz cenital iluminaba la
cocina y Jared cruzó rápidamente a través y hacia el pasillo.

Sabía exactamente a dónde iba.


Encendió la luz del estudio. Dos sillones gastados hacían frente a un viejo televisor
y fotos de la familia se alineaban en las paredes. Jared entrenó su atención hacia su
objetivo porque no podía mirar a todos esos rostros sonrientes, toda esa familia y la
alegría. No cuando había destruido la suya.

Contra la pared del fondo estaba un gabinete de armas antiguas. La madera sólida
pulida y detallada, los paneles de vidrio grabado. Alojados en el interior estaban las
armas del señor Ramírez, dos fusiles, una escopeta y un arma larga de mano. Se las
había mostrado a Jared una vez, le contó la historia detrás de cada una.

El miedo resbalaba como el hielo justo bajo la piel de Jared y su corazón latía en
forma errática mientras las miraba. No importaba que estuviera asustado. Su madre
había tenido miedo, también. Lo había visto. Lo sintió.

Jared avanzó poco a poco y giró la vieja cerradura rústica. Hizo clic y abrió, las
puertas cediendo al empuje. Jared tomó la pistola de su funda. Era tan pesado y fría.

312
Tragó saliva antes de rebuscar y encontrar las balas correctas, contuvo la respiración
mientras las cargaba. La metió en el bolsillo delantero de su mochila.

Jared se dirigía de vuelta a través de la cocina cuando escuchó el gemido del garaje
cerrándose y el golpe de una puerta de coche. Se quedó paralizado. Agarró su mochila
contra su pecho, sus ojos lanzándose alrededor de la habitación, en busca de un
escape.

Cinco segundos después, la puerta por donde había venido se abrió. Joe Ramírez se
quedó sin aliento, con los pies vacilantes por debajo de él.

—¿Jared? —dijo más en estado de shock que como pregunta. Parpadeó su estupor—
. ¿Qué estás haciendo aquí?

Jared rebuscó en el bolsillo delantero de su mochila y sacó el arma. Lo apuntó.

¿Qué estoy haciendo?... ¿qué estoy haciendo?... ¿qué estoy haciendo? Jared cantaba en su
cabeza. Malestar se arremolinaba en sus entrañas, presión construyéndose en su
cabeza.
—Vamos, Jared. Dame el arma. —El anciano lo miró con absoluta simpatía y una
punzada de miedo—. Sé que no quieres hacer esto. Te conozco.

Duramente, Jared negó con la cabeza, sin disposición para escuchar lo que decía
Joe, el arma temblando mientras la sostenía delante de él. —Sólo... sólo siéntese en esa
silla. —La lengua de Jared salió como una flecha para humedecer sus labios secos y
agrietados, ese vacío en sus venas gritando para ser llenado.

—Jared... —Joe dio un paso adelante, una mano apaciguadora extendiéndose


delante de él como si pudiera hacer algo para apaciguar la ansiedad que torcía a Jared
en dos.

—¡Siéntese! —gritó Jared, su propia voz algo que no reconoció.

Joe asintió lentamente y arrastró los pies a la silla de la cocina con sus manos
levantadas en señal de rendición. Se sentó, mirando a Jared con la lástima que odiaba.
Los movimientos del hombre eran deliberados mientras juntaba las manos en su
regazo. —No tienes que hacer esto, Jared.
313
Pero si tenía. Tenía que hacerlo, a pesar de que la participación de otra persona
nunca supuso que era una parte de esto. Jared odiaba asustar a este hombre que alguna
vez había sido amable con él. Sólo había sido dejado sin otra opción.

Manteniendo el arma apuntando en la dirección de Joe, Jared saqueó


frenéticamente los cajones en la cocina, dejándolos colgando de par en par cuando no
encontró lo que estaba buscando. Gimió en alivio cuando finalmente lo hizo. El gran
cajón estaba repleto de basura, plumas y cupones y basura aleatoria. Y un pequeño
cordel de cuerda.

Jared se acercó al hombre y subió detrás de la silla. —Deme sus manos.

Joe vaciló.

—¡Hágalo! —gritó Jared, dándole un golpe en la cara con el cañón de la pistola.

El anciano se rindió y dejó caer los brazos a los costados. Jared se agachó y
equilibró el arma en sus muslos. Sus respiraciones vinieron todas superficiales y
severas mientras comenzaba a envolver la cuerda alrededor de las muñecas de Joe,
asegurándolo firmemente a la base de la silla.

—Jared, por favor, no hagas esto —rogó.

Sudor rociaba el labio superior de Jared. Pasó el dorso de su mano sobre él.
Parpadeó con fuerza, tratando de despejar la niebla nublando su mente. Ciñó la cuerda
y Joe gritó.

Mierda.

—No voy a hacerte daño —prometió Jared a través de su agonía, odiando


malditamente cada segundo de lo que estaba haciendo. Pero no había nada más que
pudiera hacer.

Jared aflojó el nudo así al menos no rozaría.

—Sabes que esto no es lo que me preocupa —dijo Joe.

La risa sin humor liberó de espíritu ennegrecido de Jared, desde el nivel más 314
profundo donde yacía su corrupción. —No tiene que preocuparse por mí, viejo. Voy
exactamente a donde se supone que debería estar.

De pie, Jared tomó las llaves del coche del bolsillo de Joe y huyó hacia el garaje.
Golpeó su palma contra el interruptor para abrir la puerta del garaje. La puerta se
levantó lentamente mientras que Jared se sentaba en el asiento del conductor del sedán
de cuatro puertas de gran tamaño. Arrojó su mochila al asiento del pasajero y metió la
pistola debajo de ella.

Las náuseas le golpearon en el segundo que estuvo detrás del volante. Sus manos
estaban temblando incontrolablemente cuando forcejeó con las llaves. Finalmente
logró deslizar la llave en la ignición. Le dio la vuelta, tiró de la reversa y piso el
acelerador. Retrocedió hacia la calle, cambiando la marcha. El coche viró mientras
embestía el pedal.

Sólo tenía que salir de este barrio. Lejos de los recuerdos. Lejos de todo lo que
importaba.
No quería hacer esto aquí.

Pero esos recuerdos lo perseguían, lo atormentaba mientras vagaba sin rumbo por
las calles. ¿Dónde coño se suponía que iba a ir? Fregando su mano por su cara, Jared
intentó despertarse a sí mismo, para centrarse, para ver a través del aturdimiento
permanente que lo había tomado como rehén.

Durante horas condujo mientras la ansiedad aumentaba y giraba. La paranoia se


estaba estableciendo. Pronto vendrían en busca de él y tenía que hacer esto. Sus ojos
viajaron por las calles, en busca de un lugar para esconderse, pero nada se sentía bien.
Un grito ahogado se alojó en su garganta cuando se dio cuenta que estaba girando de
vuelta al barrio. Maldita atracción. Risa histérica se disparó de su boca. ¿Era esto una
especie de cruel broma de mal gusto?

Evitó la intersección porque no podía ir allí. Hizo un giro en U y luego una vuelta
rápida hacia la calle que bordea el barrio. Jared giró a la izquierda frente a la calle. El

315
coche rebotó y se sacudió cuando lo obligó a lo largo de la acera, los neumáticos
girando hasta que encontraron la tracción en la tierra. El campo estaba vacío, oscuro.
Hierbas altas crecían en el centro. Los faros cortaban sobre el campo, que iluminando
el lugar que siempre había significado mucho para él, donde había pasado sus días
jugando cuando era un niño, cuando las cosas estaban bien y la alegría no era una vaga
impresión del pasado.

Había amado aquí. Ahora tendría que destruirlo, como destruyó todo.

Afuera, en el centro del campo, apagó el motor. Hacía ruido y el ventilador


zumbaba. Jared apagó los faros.

Durante unos minutos, o tal vez horas, se sentó en la oscuridad, temblando,


meciéndose.

Pasando a través de la ansiedad, buscó a tientas la luz del techo. Un débil


resplandor se deslizó en el coche. Sólo necesitaba un golpe y entonces podría hacer
esto. Jared metió la mano en la bolsa, tomando la mitad de la botella de whisky que lo
llevaría al lugar donde podría levantar el nervio, tragó cinco pastillas cuando eso no
fue suficiente.

Odiaba esto. Lo odiaba.

La cuchara y la aguja y la bolsa.

Pero era todo lo que tenía.

Encontró su encendedor e hizo bola el pequeño pedazo de algodón entre sus dedos.
Jared nadaba. Su cabeza le daba vueltas, su mente confundida. Y todo era tan pesado
y tan ligero. Cálido.

Jared se dejó caer contra el asiento, desmadejado y durante unos segundos, lo dejó
pasar.

Pero nunca duraba mucho tiempo y estaba tan cansado... pero su mente no dejaría
de funcionar. Podía oír a su madre llorando y malditamente rogando, en las entrañas

316
de su cerebro.

Cogió la pistola de debajo de su bolsa y la estrelló en su boca. Sus dientes rasparon


el metal, el chirrido en sus oídos y a través de sus huesos. Sudor recubría su frente y se
deslizaba por la parte posterior de su cuello.

Puedo hacer esto.

Su dedo tembló en el gatillo.

Dolía. Dolía. Y estaba tan asustado.

Jared sacudió la pistola de su boca y golpeó su cabeza en el reposacabezas. —


Mierda —clamó.

La llevó a su sien, obligando a su dedo retroceder sobre el gatillo. Cerró los ojos,
rogando por ella. —Mamá... lo siento... lo siento mucho. —Su mano estaba
temblando. Temblando.

Jared no podía jodidamente dejar de temblar.


Otro puñado de pastillas, el resto de la botella; entumecimiento y fuego e
impotencia, se derramó en su camisa mientras apuraba lo último.

Podía hacer esto.

Pero quería ver su cara una vez más.

El entumecimiento le pesaba mientras buscaba en su bolsa. Se tambaleó hacia la


izquierda. Mierda. Tal vez había tomado demasiado. Pero estaba bien... estaba bien...
podía hacerlo. Podía hacerlo por ella.

Finalmente encontró su libro en su mochila. Las palabras llenaban la totalidad de la


revista desgastada, su odio y su vergüenza. Las instantáneas de una vida perfecta,
almacenada entre las viles páginas. Hojeó en la parte delantera, donde guardaba su
foto y la levantó para encontrar la ternura brillando en su rostro.

Nunca la volvería a ver.

317
Levantando su encendedor, la encendió y vio como la imagen se incendiaba. Se
derritió ante él, desapareció, al igual que había hecho cuando le robó su vida.

Estaba tan jodidamente cansado. Cansado de todo. El sueño revoloteaba en los


bordes de su conciencia. Estrelló su frente en el volante, palmeando la culata de la
pistola.

Podía hacer esto.

En primer lugar, quería verlo arder. Dejó la pistola sobre su regazo, encendió su
encendedor y dejar que saltara la llama y danzara a lo largo de la parte inferior de la
revista. La sostuvo en su mano, sintió el calor en el rostro. Sentía nada. Sentía todo.

Las llamas envolvieron la cabina y se estaba ahogando.

Cayendo.

Sofocando.

La bala no sería necesaria después de todo.

Susurró—: Lo siento... lo siento mucho.


Tal vez ahora haría las cosas bien.

Alguien estaba gritando, la voz perforaba a través de su rendición. Jared sólo quería
dormir. Manos buscaban el fuego. Arrastrando. Tirando. Rogando.

Aire.

Puños golpearon sobre su pecho.

Todo quemaba, sus pulmones y su piel.

No me dejes. Por favor, no me dejes. Te amo. Jared, quédate. Por favor. Quédate.

El vómito se acumuló y brotó de su boca.

La voz imploraba, prometiéndole que estaría bien.

Las sirenas sonaban y ella se había ido.

La oscuridad se cerró.

Y Jared supo que nunca sería. 318


Capítulo 26
Jared
O
h, mierda.

Me encorvé, agarrando mi estómago. Tropecé con la emoción


cortándome finamente. La realización estrelló contra mí, girando
mientras esta comodidad, confusión e inundando calidez. Estaba bastante seguro de
que mi corazón iba a golpear justo fuera de mi pecho.

Era ella.

Levanté mi cara hacia el cielo frío de la noche mientras el recuerdo que había sido
encerrado en algún lugar de mi mente estalla libre. 319
Era ella.

El mundo giró como mi realidad cambió. Durante años, maldije a este destino,
odiando la cadena perpetua que me habían dado. Siempre había pensado que había
vivido como un castigo. Un trastorno de preguntas lanzó a través de mi cerebro, todas
estas voces gritándome, porque ya no estaba seguro de que sobrevivir esa noche había
sido una pena.

Nada tenía sentido... excepto que era ella.

Aly.

Corrí de vuelta a través del lote y salté la valla. Tres segundos más tarde, tuve mi
motocicleta en la calle.

Habían pasado horas, el tiempo perdido en el período que mi verdad fue


encontrada. La noche había crecido profunda, y el tráfico se había aclarado desde hace
mucho tiempo. Corrí porque no podía soportar la jodida distancia que había puesto
entre nosotros.

Ya había terminado de lastimáarla.

Cuando me había despertado en el hospital hace tantos años, estaba tan cabreado
sabiendo que había fallado. La enfermera me dijo que tuve suerte de que de alguna
manera me salí de ese coche cuando lo hice. No había tenido suerte. Hubiera sabido
entonces que el destino había intervenido. Pero no de la manera que alguna vez
imaginé.

Era ella.

Volé por las calles, mis nervios traqueteando más alto con cada milla que puse
debajo de mí. Cuando por fin llegué al complejo, estaba tranquilo mientras acomodé
mi moto a través de la reja y aparqué en el punto que de alguna manera pensé como
mío. Salté por las escaleras y saqué la llave que Christopher me había confiado hace
tantos meses. Buscando a tientas, la deslicé en la cerradura. No me molesté en llamar.
De una forma u otra, tenía que llegar a ella.
320
Por un segundo fugaz, me pregunté qué haría Christopher si nos encontramos cara
a cara al otro lado. Amigo probablemente me mataría si me encontrará mostrando mi
cara por aquí. Lo tomaría como viniera porque ocultarme ya no era una opción.

Me eché a la penumbra silenciosa del apartamento. La puerta de Christopher estaba


completamente abierta, como había estado tantas veces antes. Sin lugar a dudas, el
tipo estaba al acecho.

Aly había sido dejada sola, otra vez.

Aire frustrado hinchó de mi nariz. Ya no quería que ella estuviera sola.

Luz se filtraba por debajo de su puerta. Me detuve frente a ella, jodidamente


temblando, porque la verdad era que estaba asustado. Era tan bueno para destruir,
pero ni idea cuando se trataba de reparar el desastre que había dejado en mi estela.
Golpeé un nudillo en la puerta, con el corazón latiendo todo áspero cuando puse la
mano en el pomo. No esperé una respuesta. Le di la vuelta y lentamente la abrí.
Y me quedé allí en la puerta, mirando a la chica mirando hacia mí. Débil luz se
deslizó hasta las paredes de la lámpara en su tocador. Tenía la cabeza ladeada en
estado de shock cuando se sentó en el borde de su cama enfrentando afuera, sentada
con las piernas cruzadas con un gran cuaderno de dibujo en equilibrio sobre su regazo.

Afecto corrió a través de mí y yo estaba empuñando mis manos, tratando de


mantener esta locura bajo control. La definición de Aly siempre había sido imposible.
Sexy como el infierno, inocente y dulce, deseosa e increíblemente ingenua.

Esta chica era mi perfección. Meses atrás, ese había sido lo primero que pensé
cuando me desperté en el sofá para encontrarla allí de pie. Nunca antes había habido
alguien que tuviera un efecto tan físico en mí. Quiero decir, joder, se había sentido
justo como haber sido impresionado. Debería haber sabido entonces ella no me había
sólo impactado con un tiro de lujuria. El deseo y la necesidad con la que ella me había
vuelto medio loco, había sido mucho mayor que eso.

321
Había sido verdad.

¿Estaba asustado de todo lo que representaba mi regreso?

Sí.

Porque esto era real.

No alguna jodida fantasía como me había convencido a creer.

Lentamente Aly deslizó el cuaderno de su regazo y sobre la cama. Ella parpadeó,


ojos verdes penetrantes mientras me miraba con incertidumbre. —Jared.

Con el sonido de mi nombre en sus labios, me rompí. En dos zancadas, crucé la


habitación y caí de rodillas frente a ella.

Me estaba rindiendo. Yo estaba listo para ella.

Un jadeo silencioso separó su boca cuando tomé su rostro entre mis manos. Sus
rodillas sobresalían un poco más de la cama, clavándose en mis costados como un
abrazo renuente. Su cabello caía por mis brazos en una ola en la que quería perderme
en cuando miré hacia ella. Pasé mis pulgares debajo de sus ojos, capturando las
lágrimas que caían.

Luché para tirar de un soplo en el pozo de mis pulmones y mi lengua salió para
humedecer mis labios. Eché la cabeza hacia un lado, atrapado en su mirada
inquebrantable. Devoción vertiéndose de ella. Incluso después de toda la mierda que
había hecho pasar.

—Tú me salvaste —le susurré, llevando su mano izquierda a mi boca. Besé a lo


largo de la cicatriz donde mi vida había hecho su marca. Pasé la nariz a lo largo de
ella, entonces presioné mi cara en su palma porque sólo necesitaba sentir.

Dios, yo necesitaba sentir.

Fue cálida y buena y la chica. Y joder... si no lo era todo.

Aly empezó a temblar mientras la conciencia se apoderó. Lentamente desenrolla sus


piernas, y me moví hacia atrás una fracción para que ella pudiera cubrir a lo largo de
mis costados. 322
—¿Cómo lo supiste? —le pregunté.

Sentí acelerar su pulso, y ella vaciló. —Jared... yo... —Ella parpadeó a través de
algo que parecía miedo.

—Nena, háblame —le empujé en voz baja.

Ella soltó un suspiro ponderado y deslizó ambas manos sobre la parte superior de
las mías, que se apoyaban en sus muslos. Yo le apreté en tranquilidad. —Nunca le dije
a nadie acerca de esa noche... tal vez porque me había afectado demasiado, no sé.
Quiero decir, traté de decirle a mi mamá, pero me imagino que era sólo miedo. —Ella
como que se encogió de hombros—. Toda esa semana después de que te expulsaron de
la escuela, yo había estado... —Ella frunció el ceño—, ...inestable. Todo estaba en muy
mal estado. Tu familia fue arruinada y la mía se estaba dividiendo en las bisagras. Me
sentí como si estuviera perdiendo cada persona que me importaba.

Me puse rígido. Yo destruyo todo lo que toco.


En aliento silencioso, Aly se estiró y alisó su pulgar para arriba la línea que marcó
mi frente, como si supiera exactamente lo que estaba pensando, como si me conociera.
Ella no dejó de hablar mientras lo hizo. —Había este nudo edificándose en mi
estómago. —Ella se estremeció—. Seguí recibiendo esta sensación abrumadora de que
algo realmente malo iba a suceder. Esa noche, no pude dormir. Mamá finalmente me
había hecho apagar mi luz un poco después de las once, ya que tenía la escuela en la
mañana, pero yo tenía una pequeña linterna que utilicé para poder dibujar en la noche.

Aly retrocedió e inclinó la barbilla hacia donde su cuaderno de dibujo se asentó


abierto completamente a su lado. Trazó sus dedos a lo largo de las líneas que había
forjado en la página.

Mi corazón tartamudeó con la imagen mirando hacia mí.

El dibujo era hermoso, al igual que la niña, sólo porque había sido prestado por su
mano. Pero era mi cara en la página, todos los planos y ángulos duros, mis brazos y el

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pecho al descubierto, su propia interpretación de mis pecados se arremolinaban y
sombreadas por mi piel. Y mis ojos... ella reconoció tanto en mí que yo no podía ver.

—Gente, Jared... eso es lo que tengo en mis libros. Sólo a los que amo. —Ella corrió
su dedo pulgar de la página inferior del cuaderno en la cima, levantándolos uno a uno
para exponerlos, imagen tras imagen de mí.

Una vez más estaba dando vueltas, porque, joder, era abrumador. Esta chica que
había nivelado mis paredes, la única que había entendido, la que vio bien, a pesar de
toda mi mierda, siempre me había visto.

Se volvió hacia mí, su voz suavizándose con precaución. —Después de que tu


madre murió, ya no pude dibujarla más. Era como si hubiera este bloque que no me
deja ver. Me rompió el corazón porque quería recordarla. Supongo que pensé que sería
de alguna manera mantenerla con vida, pero no vendría... hasta esa noche. —Aly
respiró temblorosa—. Pero todo fue mal, Jared. Podía sentirlo. Era como si estuviera
obligado a sacar su rostro, pero ella estaba llorando, y yo sabía que ella estaba llorando
por ti. Y seguí dibujando y dibujando y lo mismo se mantuvo saliendo hasta que yo
había trabajado a mí misma en un pánico total. Tuve que comprobar para asegurarme
de que estabas bien. Me escapé y corrí a través a tu casa. Se suponía que estabas
encerrado, por lo que pensé en asomarme a tu ventana para ver cómo estabas. Pero la
encontré abierta, y tu habitación estaba vacía.

Aly entrecerró los ojos, como si estuviera de vuelta en ese momento. —Dios... este
miedo se apoderó de mí. —Ella se centró de nuevo en mí—. En ese momento, supe
que algo andaba mal. Me metí en mi habitación, pero yo no podía quedarme quieta.
Acabé cogiendo mi cuaderno de dibujo y pensando que iría a dibujar en el fuerte. Tan
pronto como me introduje a mí misma a través del agujero en la cerca, vi el coche del
señor Ramírez. Yo sabía que eras tú. Justo empecé a correr. No tenía ni idea de lo que
estaba pasando, pero yo sabía que tenía que llegar a ti. Ni siquiera me detuve a pensar
antes de que yo arrancara la puerta abierta. Y había llamas. —Aly contuvo el labio
tembloroso—. No te movías. Pensé que estabas muerto, Jared, y nada me había hecho
tanto daño como eso. Te estaba gritando para que te despertaras, y te arrastré fuera.
Luego esa pistola se cayó al suelo contigo... y todas esas cosas que habían estado en tu
regazo. —Las palabras eran roncas, como si ella no quisiera reconocerlo.
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—Y lo supe... —Ella tomó mi cara—. Supe lo mal que estabas y me rompí,
también. Te golpeé en el pecho porque yo no sabía qué más hacer. Comenzaste a
vomitar, y fue entonces cuando oí detenerse a un coche de policía en la calle y brillar
su luz en el campo. Resultó que ya te estaban buscando. Fui una cobarde, Jared....
corrí porque tenía miedo y no sabía cómo procesar lo que vi. Me escondí en la
oscuridad en la parte posterior del campo, viéndolos trabajar sobre ti... observé que te
llevaban lejos. Lo siento mucho, te dejé allí. Siempre me arrepentiré de ello.

—¿Tú lo sientes? Joder, Aly... yo lo siento. —Y estoy jodidamente agradecido. Me


había dado cuenta de eso en esa carretera desierta en Las Vegas—. Me salvaste. Viviste
con eso mientras yo no estaba viviendo en absoluto.

—Todos estos meses he querido decirte, pero me daba miedo que te ahuyentaría.
Una vez que volviste, vi lo mucho resentías el hecho de que vivieras. —Ella bajó la
mirada y se retorció los dedos—. Intente tan duro mantenerte, pero te perdí de todos
modos.
Me acerqué más cerca de ella y la sostuve por la mandíbula, mi voz quebrándose. —
Estoy aquí. Nena, estoy aquí.

Aly gesticula una sonrisa, aferrándose a mis muñecas como si ella se aferrara a la
vida. —Siempre fuiste tú, Jared. Siempre. No puedo recordar un día en mi vida donde
no te amé.

Metí un mechón de pelo detrás de su oreja, luego deslice mis palmas hacia abajo
para ahuecar su cuello.

Un leve rubor se filtró a través de sus mejillas, y ella dejó caer su cara y se mordió el
labio. —Fuiste mi primer amor. —Ella se puso seria, su voz tensa como ojos verdes
sinceros se inclinaron hacia mí—. Y mi único amor. —Su garganta se balanceaba
mientras tragaba, casi dolorosamente—. He estado esperando por ti toda mi vida.

Sus palabras penetraron mi alma ennegrecida. Y jodidamente lo conseguí, esta


chica inocente que había tomado.

Siempre había sido mía. 325


Incliné mi cabeza para capturar su atención, para asegurarme que ella entendía. —
Estoy tan jodido, Aly, y siempre lo voy estar. Te he advertido que no me puedes
arreglar, y no puedes. Nunca voy a sobrevivir o escapar de esta mierda.

Todo lo que había dejado atrás eran piezas, e incluso esas estaban rotas. Pero esas
piezas le pertenecían a ella, y sólo tal vez podríamos encontrar una manera de hacer
una vida de ellas.

—No estaba mintiendo cuando dije que me haces mejor. Me haces querer ser mejor.
La verdad es, que no puedo correr de ti tampoco, Aly. No puedo estar sin ti nunca
más. Los últimos tres meses que pasé sin ti han sido los más oscuros que he tenido.

Poco a poco pasé las manos por la delicada piel de sus hombros. Piel de gallina se
levantó a su paso. Las arrastré hacia abajo, apretando sus manos, luego lleve mis
palmas para descansar en su estómago plano. Mi garganta se apretó y obligue a bajar
mi miedo.
—Pero no puedo ni siquiera empezar a imaginar lo que has tenido que pasar sin mí
aquí.

Aly cerró los ojos, lágrimas deslizándose libres. —Te necesité.

—Me pone enfermo el haberte dejado. —Emoción late en mi pecho, en los lugares
más profundos de mi espíritu, una caída de la confusión y el temor de lo que nunca
había pensado competía para ser liberados—. Estoy aterrorizado de esto, Aly. No sé
cómo hacer esto.

Una esperanzada, risa tenue sale suavemente por su boca. Sus dientes tiraron de su
labio inferior mientras dejaba caer su mirada a mis manos, y ella trazó sus dedos sobre
los números que arruinaron mis nudillos. —¿Crees que no lo estoy? Tampoco tengo ni
idea de cómo hacer esto. Pero sé que quiero hacerlo contigo.

Deslizando mis manos por la parte exterior de sus muslos hasta su cadera, la tiré al
borde de la cama, porque la necesitaba cerca. La traje al ras, y ella envolvió sus piernas
alrededor de mi cintura. Esos pequeños shorts de dormir se presionaron en mi
estómago, y excave los dedos en la carne flexible.
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—Aly —murmuré a través de un gemido, mi cara enterrada en su pecho. Levanté la
cabeza para colocar un suave beso bajo su mandíbula, respirándola, la vida y lo
bueno—. Te extrañé. —Me dolía. Había pasado mucho tiempo desde que me había
perdido en ella, demasiado tiempo sin su toque.

Dedos suaves jugaron en mi pelo, viajaron hasta mi cuello y hacia mi espalda de


nuevo. Escalofríos se arrastraron por mi espina dorsal. Necesitaba enrollarme y girar
con adoración. Joder, estaba tan en lo profundo. Pero ahora sabía que era el único
lugar donde quería estar.

Liberándome del piso, subí a la cama, arrastrándola hasta el medio de esta


conmigo. Aly se aferró a mí, con las piernas y los brazos y el cuerpo y el alma. Pasó la
nariz por la sensible piel detrás de mi oreja. —Te extrañé —murmuró—, tanto.

La acosté y me senté de nuevo para tomarla en mis manos agarrando sus rodillas.
Esas largas piernas estaban flexionadas, su espalda inclinada. Su cabello era un
desastre, ondeando alrededor del rostro que se había convertido en la única cosa que
podía ver.

—Eres tan hermosa, Aly.

Perfecta.

Pasé una mano por mi pelo en un intento de ponerme bajo control porque me
estaba muriendo por consumirla. Tal vez de la forma en que ella me consumía.

Totalmente.

Me obligué a ir despacio mientras me arrastraba entre sus piernas, apoyándome en


mis manos y rodillas. Miré directamente hacia abajo a la chica.

La boca de Aly se abrió.

Manteniéndome suspendido con una mano, sostuve un lado de su cara, mi pulgar


acariciando a lo largo de su piel enrojecida. —¿Qué ves en mí?

Por un momento, sólo me miró, la intensidad brotando de ella, antes de que me 327
atrajera para colocarnos pecho a pecho. Su respiración era como un susurro a través de
mi oído. —Veo belleza y dolor. Alegría y tristeza. Veo el bien y veo el mal... y lo amo
todo.

Respiré agitadamente.

Me agache y tape su boca con la mía. Meses de deseo reprimido corrieron por mi
pecho y se agruparon en mi estómago. Girando en el nudo más apretado. Su lengua
era toda vacilante, suave y lenta, enredándose con la mía mientras susurraba estas
pequeñas palabras sentí más de lo que oí, pronunciamientos del amor y el miedo que
venían directamente de su corazón. Succioné su labio superior en mi boca,
dirigiéndome al fondo, cayendo de nuevo. Y estaba quemado. Consumido.

Por ella.

Sin romper nuestro beso, encontré el dobladillo de su playera con mis manos. Poco
a poco la subí, mis palmas planas mientras viajaban por sus curvas. Me aparté lo
suficiente para levantarla por encima de su cabeza.
Una sonrisa pensativa curvó su boca mientras Aly tiraba de mi camisa liberándome.
Ojos hambrientos vagaron por mí, como si hubiera extrañado cada centímetro de mi
cuerpo tanto como extrañe el suyo.

Aly perdió el aliento cuando encontró la marca cubriendo mi corazón. Las puntas
de sus dedos revolotearon sobre mi piel. Ella inclinó su cabeza en alto hacia mí, su voz
áspera.

—¿Esta soy yo?

—Sí —murmuré—, nunca podría olvidarte, Aly. Nunca. Me poseíste tanto como el
resto de los pecados que recubren mi cuerpo. —Sostuve su mano más cerca, sobre los
conocedores ojos verdes que me miraran por siempre desde su lugar en mi pecho. Pero
ahora me di cuenta de que ella no estaba allí porque era un pecado. Ella estaba allí
porque me salvó.

Esta era la marca que su vida había dejado en la mía.

Echándose hacia atrás, enfilé sus pantalones cortos y bragas en sus caderas, 328
deslizándolos por sus piernas. Mi mirada recorrió su longitud, cada centímetro de esta
chica como un sueño. Palmeé sus rodillas, separándolas. Esta vez fue mi turno de
perder el aliento. Cada célula de mi cuerpo se tensó. —Joder —jadeé—. Eres tan
hermosa, Aly.

Este rubor lento comenzaba en su estómago, viajaba hasta su pecho, besaba sus
mejillas. —Te amo, Jared. Con todo de mí. Soy toda tuya.

Mi sangre bombea con fuerza y alegría saltaba en mí.

Verdadera alegría. No un indicio o sugerencia.

Esta alegría era real. Abrumadora. Algo tangible que Aly me había mostrado que
aún era posible de sentir.

Mis ojos se clavaron en los de ella mientras poco a poco me inclinaba hacia abajo.
Muy ligeramente la besé justo encima de su hueso de la pelvis donde nuestro niño
crecía. Otra marca que mi vida había hecho cuando creía que no estaba viviendo en
absoluto. Jirones de ansiedad se enrollaban, girando con mi espíritu. No sabía si
alguna vez podría ser suficiente. Pero Dios, lo iba a intentar.

Subí sobre ella, miré a la chica que lo cambió todo. La única que me había dado
otra oportunidad en la vida.

Suaves dedos acariciaron mi cara, ojos verdes intensos. —Quédate —susurró.

Enrolle mi brazo bajo su espalda y lo lleve hacia arriba para sostener su cabeza. El
otro viajaba por su hombro y por la longitud de su brazo. Entrelace mis dedos con los
suyos y lleve sus nudillos a mi boca. Roce mis labios sobre ellos. Nuestra carne tan
diferente, lo puro y lo impuro. Sin embargo, ahora sabía que encajábamos.

—No voy a ninguna parte.

Sofocante emoción retumbó en mi pecho, empujando y palpitando. Tragué fuerte,


mi pecho tan jodidamente apretado mientras me dejé finalmente sentir, sentir lo que
había estado luchando desde que entré por la puerta del apartamento de Aly hace seis
meses. 329
—Te amo, Aly. —Las palabras temblaban, pero sonaban con la verdad. Nuestra
verdad.

Nunca creí que llegaría a tener esto. Pero de alguna manera me encontré con ello.

Me asustaba tanto, pero había terminado de correr.

Enrolle un solo dedo a través de un mechón de su pelo oscuro. Un vínculo. Me


sentía como en casa.

Ya era hora de que construyera otra.


Sobre la autora

Ella encontró por primera vez un amor por la escritura durante sus días como un
joven madre y estudiante universitaria. Llenó los diarios que llevaba con cuentos y
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poemas utilizados como una salida emocional para las dificultades y alegrías que
encontró en la vida del día a día.

Años más tarde, compartió una historia corta que había estado trabajando en con
sus dos amigos más cercanos y, con su apoyo, esta historia se convirtió en su primera
novela larga. AL ahora pasa sus días escribiendo en el sur de Arizona, donde vive con
su esposo y sus tres hijos.
Traducido, corregido y
diseñado en…

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Realizado sin fines de lucro para promover la lectura. Apoyemos a los autores y
editoriales comprando el original.

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