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DISCURSO DE GRADUACIÓN: NAZARETH SILVA

Hoy nos reunimos para celebrar el logro de una meta: Ser profesionales en
las diversas carreras que ésta, nuestra Casa de Estudio, nos brindó la oportunidad
de realizar. Profesiones que elegimos por diversas razones, cada cual tendrá muy
claras las suyas, sin embargo, lo más importante es lo que representan en
nuestras vidas: una oportunidad de desarrollarnos a nivel personal, humano y
social, pues a fin de cuentas, para eso nos preparamos: para ofrecer un servicio
en pro de aportar desde nuestra vocación lo mejor que podamos para construir
nuestra sociedad, nuestro país.

Es difícil concretar en un discurso 2 años de vivencias, y más aún cuando


son 3 cedes, pues para cada uno la experiencia fue distinta. Les pido que
recordemos un poco y hagamos honor a ese sustito de inscribirse y que todo salga
bien, a esa oración por quedar con buenos compañeros de clases, a esa
incertidumbre de que los profesores sean buenos, a esos chistes contados en
clase, a los enojos porque algo no salió como queríamos, al temor ante cada
evaluación y la satisfacción que genera el saber que ya terminaste la carrera.

En el mismo hilo de recuerdos, pensemos en nuestros profes; los hubo de


distintos tipos: esos que con su carácter nos exigían porque sabían que podíamos
dar más, los que siempre andaban sonrientes y nos motivaban con su actitud
positiva, e incluso con los que no nos llevábamos tan bien pero que se ganaron
nuestro respeto. Les pido honores para ellos porque sé, que al igual que nosotros,
hacían grandes esfuerzos por estar allí para brindar lo mejor de sí.

De la misma manera, recordemos a nuestros compañeros, que en muchos


casos se convirtieron en grandes amigos e incluso en hermanos, con quienes
llegamos a compartir desde el material de estudio hasta la comida y quienes hoy
se convierten en nuestros colegas.

En función de esto, ante todo quiero agradecer a Dios, a nuestra casa de


estudio y sus autoridades, profesores, personal administrativo y de mantenimiento,
a nuestras familias y amigos. Este agradecimiento es por las oportunidades, la
compañía, el apoyo y la motivación brindada a lo largo de este periodo de
preparación académica que, vale resaltar tuvo sus altibajos, y que hoy con
muchas emociones encontradas podemos decir: ¡Lo Logramos!

Gracias también por darme esta oportunidad única de representar a mis


compañeros de promoción, con quienes creo tener en común mucho más que la
casa de estudio -a pesar de no conocerlos a todos-, pues considero que
compartimos valores como la entereza, firmeza, perseverancia y hasta la
terquedad de no rendirnos ante las dificultades que conlleva la situación actual de
nuestro país.

Por ello quiero resaltar en estas breves palabras los valores que considero
que destacan a esta promoción:

Vocación y Dedicación: han sido, son y siempre deben ser la primera


fortaleza para despertar nuestra voluntad, inspiración y motivación para trabajar,
seguir preparándonos y ejercer nuestras profesiones con amor.

Esfuerzo y Resiliencia: que vimos reflejados en la superación de cada


obstáculo que se nos presentó para asistir a clases, en nuestro compañerismo y
solidaridad en las cotidianidades, y se han transformado en el motor que nos
ayuda a dar lo mejor de nosotros ante cada reto que tengamos a lo largo de
nuestro ejercicio profesional y de nuestra experiencia de vida.

Ante esto, cito las palabras del reconocido actor Johnny Deep “la Grandeza
solo se consigue con esfuerzo, trabajo y mucha voluntad”.

Servicio y Compromiso: porque a lo largo de nuestra carrera tuvimos que


ver distintas realidades, entre ellas la necesidad que muchas personas tienen de
una mano amiga, de un rostro amable e incluso de un poco de humanidad, algo
que no debemos olvidar pues debemos tener presente que toda vocación evoca
compromiso y todo compromiso requiere de servicio, como decía la Madre Teresa
de Calcuta: “quien no vive para servir, no sirve para vivir” y esto implica que la
preparación y el estudio comprometen en el servicio a la sociedad, así como a dar
ejemplo de ciudadanía, de humanidad y sentido de pertenencia con un país que
nos ha dado todo. Aunque esto suene crudo, es lo que nos ayuda a mantenernos
centrados, a tener sueños recordando siempre de dónde venimos y el deber que
asumimos con nuestro entorno.

Habiendo recordado nuestras vivencias y teniendo presente nuestros


valores, les invito a que no perdamos nuestra esencia, a que marquemos la
diferencia y transformemos nuestros entornos, para esto solo se necesita un
requisito: Actitud.

Vivimos en un país que actualmente tiene una realidad bastante complicada,


ninguno de nosotros escapa de ella, muchos de nuestros amigos y familiares han
emigrado en búsqueda de otros horizontes e incluso algunos nos lo habremos
planteado, pero Dios y la vida han decidido reunirnos hoy aquí y eso debe
significar algo para nosotros y es que nuestro país reclama y necesita
profesionales… ¡Y aquí estamos! Cada uno con sus conocimientos y habilidades,
mas, el sello de distinción será la Actitud con la que enfrentemos todos los retos
que exige el marcar la diferencia. En relación con esta idea, me gustaría que
presten atención a esta breve historia:

Zanahoria, Huevo y Café

Una joven se quejaba de la vida y se lamentaba de que las cosas no le salían


bien. No sabía qué hacer para seguir adelante, cada vez estaba más desanimada,
cansada de luchar sin obtener ningún resultado… Parecía que cuando
solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, cocinero, la llevó un día a su lugar de trabajo. Allí tomó tres ollas con
agua y las colocó en el fuego. Pronto el agua empezó a hervir.
En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de
café.

Sin decir una palabra, dejó hervir estos ingredientes bajo la atenta mirada de su
hija.
A los 20 minutos el padre apagó el fuego. Sacó los huevos y los colocó en un
recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café
en un tazón.
-Hija mía, ¿qué ves?
- Zanahorias, Huevos y café- fue su respuesta.
El hombre la invitó a acercarse un poco más para que tocara las zanahorias. Así lo
hizo la joven y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Observó que estaba duro.
Luego le pidió que probara el café, ella sonrió mientras disfrutaba de su exquisito
sabor.

-¿Qué significa todo esto, padre?-preguntó sorprendida

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua
hirviendo!

Pero habían reaccionado de manera diferente.


La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua
hirviendo se había hecho blanda y fácil de deshacer.

Los huevos habían llegado al agua con fragilidad y después de estar en el


agua hirviendo, se habían endurecido.

Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de estar en agua
hirviendo, ¡habían cambiado el agua!

-¿Cuál de los tres elementos eres tú? Cuando la adversidad llama a tu puerta,
¿cómo respondes?- le preguntó a su hija.
-¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero te vuelves débil y pierdes tu fortaleza
frente al dolor?
-¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, pero después de una
fatalidad se ha vuelto duro e inflexible?
-¿O eres un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le
causa dolor.
Cuando el agua llega al punto máximo de ebullición el café alcanza su mejor
sabor y aroma y no sólo eso, sino que ¡mejora su alrededor!

-…breve pausa…-

Luego de escuchar esta historia solo debemos pensar: ¿Qué somos Zanahoria,
huevos o café? Porque no se trata de lo que nos ocurre sino de cómo
reaccionamos ante ello y es nuestra decisión la actitud con la que enfrentamos la
vida, bien sea en este país o en otro, con dificultades o sin ellas; somos libres de
lo que queremos mostrar al mundo y el mensaje esencial de este discurso es que
mostremos Nuestra Mejor Versión, porque La Actitud es una Pequeña cosa que
marca una Gran diferencia.

¡FELICIDADES A TODOS Y MUCHAS GRACIAS!

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