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IDEAS › ANÁLISIS
JUAN DÍAZ-FAES
Esa es, a grandes rasgos, la Red que tenemos ahora. Y a esa Red no le
sucede nada. Al contrario; funciona extraordinariamente bien. Solo que
después le pasaron varias cosas. Primero, la liberación del mercado de las
comunicaciones la sacó del gueto universitario y la llevó a los hogares —y
después, a los bolsillos— de miles de millones de personas. Después se
pegó la gran torta puntocom. La burbuja estalló tras media década de
“exuberancia irracional” en la que la nueva economía se tragó miles de
millones de dólares y dejó oficinas vacías, programadores en el paro y
servidores baratos. Las plataformas digitales encontraron un modo de
llenar el vacío con contenido gratis de los propios usuarios. Lo llamaron
inteligencia colectiva. Buscando maneras de implementar el servicio,
Google encontró sin quererlo un nuevo y valioso activo: los datos que
generaban esos propios usuarios cuando abrían sus navegadores y
buscaban cosas. Facebook contrató a la artífice del nuevo modelo de
negocio, Sheryl Sandberg, y las dos empresas inauguraron la era de la
vigilancia. Su lógica basada en la extracción masiva y deliberada de datos
de miles de millones de personas se extendió por la Red hasta colonizarla
casi por completo. Cuando Edward Snowden reveló sus verdaderas
capacidades, ya estaba fuertemente arraigada. Había encontrado aliados
en las agencias de marketing político, los hackers mercenarios y los
regímenes autoritarios que los contratan para sembrar el caos y distribuir
¿Qué clase de red podría sobrevivir a una guerra nuclear? Paul Baran encontró
la respuesta: aquella cuya supervivencia no depende de un solo punto de la
estructura y cuya carga se distribuye de manera equitativa por todos los nodos
que la forman. Su famoso diagrama presenta las tres topografías de red: una
centralizada con forma de estrella, donde todas las comunicaciones pasan por
un solo punto; otra descentralizada compuesta de constelaciones, y una tercera
red distribuida de nodos interconectados en una estructura no jerárquica. Si
repartes el control entre todos los usuarios, no solo reduces el poder que puede
ejercer cada uno, sino que también repartes la vulnerabilidad del sistema. Esta
es la clase de red, concluyó Baran, capaz de resistir un invierno nuclear, una
catástrofe meteorológica y lo que haga falta.
posible la Red. No solo no ha quedado obsoleto, sino todo lo contrario: está más
vigente que nunca.
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