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Así pues, hallamos, por ejemplo, a la teoría del Big Bang respaldada por múltiples
científicos de renombre internacional como Albert Einstein, Stephen Hawking, Edwin Hubble,
George Lemaitre, etc. y la teoría de la deriva continental de Alfred Wegener, reconocido como
uno de los padres de la geología moderna. Ambas tesis desarrollan tanto el origen como la
estructuración o acondicionamiento de nuestro planeta a lo largo de la historia conviniendo
entonces en la descripción del funcionamiento de este sistema que conocemos como la Tierra
basándose en las peculiaridades de su nacimiento. En consecuencia, en pro de ampliar nuestro
entendimiento del entorno en el cual hacemos vida, sería conveniente profundizar en los
postulados de estas dos teorías:
Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez
relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas
estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol. El
Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de años. Miles y miles de estrellas nacen y mueren y
nuestro universo antes denso y caliente era ahora frio y estaba prácticamente vacío. Después de 9
mil millones de años en una galaxia majestuosa se formó un sistema solar donde uno de los
planetas se ha enfriado suficientemente como para que pueda surgir la vida, nuestra casa, el
planeta Tierra.
La edad de la Tierra se estima en unos 4.600 millones de años. Al principio era una masa
incandescente cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. El vapor de agua contenido
en la atmosfera se condenso y cayó en tormentas torrenciales y se crearon así los mares y
océanos. La composición química de la atmósfera y de los océanos era muy diferente de la actual:
no existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta y la atmósfera
soportaba una intensa actividad eléctrica. Estas condiciones fomentaron la formación en las aguas
de compuestos químicos cada vez más complejos y variados, compuestos orgánicos que
culminarían con la aparición de formas de vida. Así pues, la vida en la tierra surgió hace
unos 3.500 millones de años, iniciándose un proceso evolutivo de animales y plantas del que
tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y
plantas blandos (algas, gusanos) que no dejaron restos fósiles. Este primer periodo de la vida se
conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más fielmente
la evolución biológica a través de los fósiles. A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras
con particularidades geológicas propias hasta llegar a la actualidad cuando nos regimos por la era
cenozoica.
En su tesis original, propuso que los continentes se desplazaban sobre otra capa más
densa de la Tierra, que conformaba los fondos oceánicos y que se prolongaba bajo ellos, de la
misma forma en que se desplaza una alfombra. El movimiento se debe a que continuamente está
formándose nuevo material procedente del manto. Este material se crea en la corteza oceánica.
De esta forma, el nuevo material ejerce una fuerza sobre el ya existente y provoca el
desplazamiento de los continentes.
Pruebas paleo-magnéticas
La primera evidencia que reforzó su credibilidad fue la explicación del paleo magnetismo.
El campo magnético de la Tierra no siempre ha estado con la misma orientación. Cada cierto
tiempo se ha invertido. Lo que ahora es el polo sur magnético antes era el norte, y viceversa.
Esto se sabe gracias al estudio de rocas con alto contenido en metales, las cuales
usualmente adquieren una orientación hacia el polo magnético actual. Sin embargo, se han
encontrado rocas magnéticas cuyo polo norte apunta al polo sur. Por lo que, en la antigüedad,
debió ser al revés.
Este paleomagnetismo no pudo medirse hasta los años 1950. A pesar de haberse tomado
resultados muy débiles, el análisis de estas mediciones logró determinar dónde se encontraban los
continentes. Esto fue posible de conocer porque se mira la orientación y la edad de las rocas. De
esta forma, se pudo demostrar que todos los continentes estuvieron unidos alguna vez.
Pruebas biológicas
Otra de las pruebas que desconcertó a buena parte de la comunidad científica fueron las
biológicas. Tanto especies de animales como de plantas se encuentran en varios continentes. Es
impensable que las especies que no son migratorias puedan desplazarse de un continente a
otro, lo que sugiere que en un tiempo estuvieron en el mismo continente. Las especies fueron
dispersándose con el paso del tiempo, conforme los continentes se iban desplazando.
Pruebas geológicas
Aunque una vez que se separaron los continentes cada especie adquirió una nueva rama
en la evolución, existen especies con características iguales en distintos continentes. Ciertos
análisis revelan que distintas especies guardan un parecido genético a pesar de hacer vida a miles
de kilómetros de distancia. La diferencia entre ellas radica en que han ido evolucionando
individualmente con el paso del tiempo al encontrarse en nuevos escenarios. Un ejemplo de ello
es el caracol de jardín que se ha encontrado tanto en Norteamérica como en Eurasia.
Así pues, Wegener trató de blindar su teoría. Todos estos argumentos fueron bastante
convincentes ante la comunidad científica. Realmente había descubierto un gran hallazgo que
permitiría un gran avance en la ciencia.
Nuestro universo es algo que tardaremos años en entender y conocer. Posiblemente las
nuevas tecnologías nos ayuden a poder adentrarnos más a fondo a todo eso que está allí afuera.
Por ahora será un misterio el conocer si hay más galaxias como la nuestra, capaces de albergar
vida en su interior, de albergar seres inteligentes capaces de desarrollar civilizaciones, repartir
funciones, y aprender nuevos tópicos. El desarrollo del estudio del Universo ha sido una constante
en nuestra evolución histórica y la mayor parte de los países del mundo han hecho aportes
importantes. La majestuosidad del cielo nocturno nos ha atraído durante miles de años con la
esperanza final de que se nos revele una razón para nuestra existencia en este lugar. En nuestra
búsqueda hemos reunido incontables leyes, principios, teorías, paradojas y conexiones e incluso
extraordinarias leyendas mitológicas y códigos espirituales, entre los cuales buscamos un
significado de la vida.
En el actual trabajo presente ciertos estatutos formulados por eruditos que han sentado las
bases a lo largo de la historia para la comprensión tanto tanto del origen de nuestro planeta como
de su conformación y disposición actual. Ambas teorías convergen en la necesidad del ser humano
de adentrarse en la historia de su entorno y en el análisis de piezas geológicas que conducen a la
elaboración de conclusiones críticas y ciertas. En consecuencia, el punto de encuentro entre
ambas tesis radica precisamente en el estudio de las evidencias geológicas, físicas y químicas que
nos ha suministrado nuestro planeta a lo largo de nuestra existencia y que han fungido de cimiento
para la redacción no solo de los postulados descritos en este ensayo sino de miles de principios
que nos dan luz acerca de la estructuración de nuestro planeta.
El universo es increíble y enorme y sin duda es algo que se debe estudiar más a fondo.
Desde la creación de la galaxia y las teorías que la engloban hasta explosiones de estrellas para
la formación de agujeros negros, existen campos disponibles para que las mentes más brillantes
del presente y del futuro se adentren, para así, darle un sentido y una dirección a nuestra
existencia. La sabiduría que nos fue dejada por los grandes genios posee un carácter universal
porque fue inspirada en los mismos principios percibidos desde distintos ángulos y puntos
geográficos. Todos ellos honraron y fueron discípulos de la naturaleza.
Luego de redactar este trabajo, lo único que nos queda por hacer es formularnos las
siguientes interrogantes: ¿Qué pasa con lo que aún no hemos descubierto?, ¿Qué nos queda por
descubrir?, ¿Hasta qué punto es bueno saber tanto del espacio y el universo, lo que pone en
entredicho cada vez más a las religiones? Dejamos nuestras esperanzas en las generaciones
futuras, y su capacidad de responder estas preguntas y finalmente permitir que la humanidad entre
en un estado de conocimiento pleno del microcosmos y el macrocosmos.
Bibliografía
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