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Desde los albores de nuestra existencia en la Tierra, el ser humano ha gozado de la

curiosidad de cuestionarse constantemente sobre el origen del cosmos, su configuración y


funcionamiento. ¿De dónde venimos? ¿Cuál fue nuestro origen? ¿Cuándo surgió la Tierra?
¿Nuestro planeta fue siempre como lo conocemos actualmente? son tan solo algunas de las
interrogantes que han brotado producto del raciocinio humano por miles de años y que rara vez
encuentran una réplica plausible, categórica, concluyente y convincente que no abra espacio a
nuevas interpretaciones o percepciones.
A lo largo de la historia universal han sido múltiples las culturas que formularon
explicaciones e hipótesis en torno a esta temática. Desafortunadamente gran parte de estas
suposiciones se fundamentaron en mitos y creencias profundamente distanciadas del análisis
científico. En este sentido, las teorías cimentadas en el razonamiento lógico-analítico moderno
poseen un valor adicional debido a su carácter singular, único o particular.

Así pues, hallamos, por ejemplo, a la teoría del Big Bang respaldada por múltiples
científicos de renombre internacional como Albert Einstein, Stephen Hawking, Edwin Hubble,
George Lemaitre, etc. y la teoría de la deriva continental de Alfred Wegener, reconocido como
uno de los padres de la geología moderna. Ambas tesis desarrollan tanto el origen como la
estructuración o acondicionamiento de nuestro planeta a lo largo de la historia conviniendo
entonces en la descripción del funcionamiento de este sistema que conocemos como la Tierra
basándose en las peculiaridades de su nacimiento. En consecuencia, en pro de ampliar nuestro
entendimiento del entorno en el cual hacemos vida, sería conveniente profundizar en los
postulados de estas dos teorías:

Teoría del Big Bang


La teoría del Big Bang es el modelo cosmológico predominante para los períodos
conocidos más antiguos del universo y su posterior evolución a gran escala. Basada en las
investigaciones de Georges Lemaitre, Albert Einstein y especialmente Edwin Hubble, expone lo
siguiente: el Big Bang, (en español: el gran estallido), constituye el momento en que de la "nada"
emerge toda la materia, es decir, el origen del Universo. El siguiente resumen sintetiza, basado en
escritos del astrofísico británico Joseph Silk, la secuencia cronológica de los hechos acontecidos
en el Big Bang:

Para su mejor entendimiento retrocedamos en el tiempo cuando no había nada, en el


germen del cosmos hace aproximadamente 14 mil millones de años. Toda la energía del universo
se encontraba comprimida en un espacio muy pequeño donde nada existía, ni siquiera el tiempo,
aunque luego todo cambio, ya que se produjo una gran explosión llamada el Big Bang donde se
liberó toda la energía, la temperatura era extremadamente alta y el espacio se expandía a una
velocidad acelerada por lo que podemos decir que en una fracción de segundo se creó el universo.
Parte de esta energía se condensa, convirtiéndose en masa y se crean todas las partículas
fundamentales del universo llamadas quarks, electrones y neutrinos, partículas muy pequeñas que
se convertirán en todo lo que conocemos incluido el hombre. Sucesivamente se crea una partícula
y de ésta su antipartícula pero entre partículas y partículas éstas sufren una atracción mortal que
hace que se desaparezcan entre ellas. Una parte de la materia, sin embargo, sobrevive a este
proceso.
A medida que el universo se enfría, los quarks (constituyentes fundamentales de la
materia) se juntan en grupos de tres dando lugar a neutrones y protones y estos forman los
núcleos más sencillos. Luego al paso de miles y millones de años, el calor y la energía son tan
intensos que los electrones (partículas elementales estables cargadas negativamente que
constituyen uno de los componentes fundamentales del átomo) no pueden combinarse con estos
núcleos.
Avanzados 380 millones de años desde el Big Bang, el universo se había expandido y era
más frio. Ahora los electrones se vuelven los pequeños núcleos dando lugar a los primeros átomos
sencillos, a los de hidrógeno y helio y una vez creado los átomos, las partículas de luz ya se hacen
notar y el universo pasa de una total oscuridad a un lugar lleno de luz.
Transcurridos unos centenares de millones de años la fuerza de la gravedad hace que los
núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15
millones de grados, lo que permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión
luminosa de las estrellas, algunas de ellas extremadamente masivas por lo que agotan su
combustible, colapsan y explotan, pero de toda esta destrucción surgen los elementos pesados,
entre ellos, el carbono, nitrógeno, oxígeno e incluso el oro.

Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez
relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas
estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol. El
Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de años. Miles y miles de estrellas nacen y mueren y
nuestro universo antes denso y caliente era ahora frio y estaba prácticamente vacío. Después de 9
mil millones de años en una galaxia majestuosa se formó un sistema solar donde uno de los
planetas se ha enfriado suficientemente como para que pueda surgir la vida, nuestra casa, el
planeta Tierra.

La edad de la Tierra se estima en unos 4.600 millones de años. Al principio era una masa
incandescente cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. El vapor de agua contenido
en la atmosfera se condenso y cayó en tormentas torrenciales y se crearon así los mares y
océanos. La composición química de la atmósfera y de los océanos era muy diferente de la actual:
no existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta y la atmósfera
soportaba una intensa actividad eléctrica. Estas condiciones fomentaron la formación en las aguas
de compuestos químicos cada vez más complejos y variados, compuestos orgánicos que
culminarían con la aparición de formas de vida. Así pues, la vida en la tierra surgió hace
unos 3.500 millones de años, iniciándose un proceso evolutivo de animales y plantas del que
tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y
plantas blandos (algas, gusanos) que no dejaron restos fósiles. Este primer periodo de la vida se
conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más fielmente
la evolución biológica a través de los fósiles. A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras
con particularidades geológicas propias hasta llegar a la actualidad cuando nos regimos por la era
cenozoica.

Teoría de la deriva continental de Alfred Wegener

En toda la historia geológica de la Tierra, los continentes no han estado siempre en la


misma posición. Este postulado es el argumento principal de la teoría de la deriva continental
propuesta por el meteorólogo y geofísico alemán Alfred Wegener (1880-1930) en su libro “El origen
de los continentes y océanos”, quien la formuló basándose, entre otras cosas, en la manera en que
parecían encajar las formas de los continentes a cada lado del océano Atlántico,
como África y Sudamérica, singularidad de la cual ya se habían percatado anteriormente otros
personajes como el político estadounidense Benjamín Franklin, el filósofo ingles Francis Bacon y
otros.
También tuvo en cuenta la distribución de ciertas formaciones geológicas y el
registro fósil de los continentes septentrionales, que manifestaba que podían haber compartido
flora y fauna en tiempos geológicos anteriores. Con esos datos, Wegener calculó que el
conjunto de los continentes actuales estuvieron unidos en un pasado remoto de la Tierra,
formando un supercontinente, denominado Pangea, que significa «toda la tierra» en griego.
Este planteamiento fue inicialmente descartado por la mayoría de sus colegas, ya que su teoría
carecía de un mecanismo para explicar la deriva de los continentes.

En su tesis original, propuso que los continentes se desplazaban sobre otra capa más
densa de la Tierra, que conformaba los fondos oceánicos y que se prolongaba bajo ellos, de la
misma forma en que se desplaza una alfombra. El movimiento se debe a que continuamente está
formándose nuevo material procedente del manto. Este material se crea en la corteza oceánica.
De esta forma, el nuevo material ejerce una fuerza sobre el ya existente y provoca el
desplazamiento de los continentes.

Sin embargo, la enorme fuerza de fricción implicada motivó el rechazo de la explicación de


Wegener y la puesta en suspenso, como hipótesis interesante pero no probada, de la idea del
desplazamiento continental. En consecuencia, el científico germano se decidió a componer una
serie de pruebas y evidencias que sustentaran su teoría:

Pruebas paleo-magnéticas

La primera evidencia que reforzó su credibilidad fue la explicación del paleo magnetismo.
El campo magnético de la Tierra no siempre ha estado con la misma orientación. Cada cierto
tiempo se ha invertido. Lo que ahora es el polo sur magnético antes era el norte, y viceversa.

Esto se sabe gracias al estudio de rocas con alto contenido en metales, las cuales
usualmente adquieren una orientación hacia el polo magnético actual. Sin embargo, se han
encontrado rocas magnéticas cuyo polo norte apunta al polo sur. Por lo que, en la antigüedad,
debió ser al revés.

Este paleomagnetismo no pudo medirse hasta los años 1950. A pesar de haberse tomado
resultados muy débiles, el análisis de estas mediciones logró determinar dónde se encontraban los
continentes. Esto fue posible de conocer porque se mira la orientación y la edad de las rocas. De
esta forma, se pudo demostrar que todos los continentes estuvieron unidos alguna vez.

Pruebas biológicas

Otra de las pruebas que desconcertó a buena parte de la comunidad científica fueron las
biológicas. Tanto especies de animales como de plantas se encuentran en varios continentes. Es
impensable que las especies que no son migratorias puedan desplazarse de un continente a
otro, lo que sugiere que en un tiempo estuvieron en el mismo continente. Las especies fueron
dispersándose con el paso del tiempo, conforme los continentes se iban desplazando.

Un descubrimiento que impulsó estas pruebas, fue el hallazgo de fósiles de un mismo


helecho de hoja caduca en Sudamérica, Sudáfrica, Antártida, India y Australia. ¿Cómo puede estar
la misma especie de helecho de varios lugares distintos? Se llegó a la conclusión de que
convivieron en Pangea. También se encontraron fósiles de reptil Lystrosauros en Sudáfrica, India y
Antártida, y fósiles de Mesosauros en Brasil y Sudáfrica. Tanto la flora como la fauna pertenecían a
las mismas zonas en común que se fueron distanciando con el paso del tiempo. Cuando la
distancia entre continentes fue demasiado grande, cada especie se adaptó a las nuevas
situaciones.

Pruebas geológicas

Como se ha mencionado anteriormente, los bordes de las plataformas continentales de


África y América encajan a la perfección. Y es que una vez fueron uno. Además, no sólo tienen
en común la forma de puzle, sino la continuidad de las cadenas montañosas del continente
sudamericano en el africano. Hoy día el océano Atlántico es el encargado de separar estas
cadenas montañosas. En el oeste de África y el este de Sudamérica, por ejemplo, se encuentran
formaciones rocosas del mismo tipo y edad.

Pruebas paleo climáticas

El clima también ayudó a la interpretación de esta teoría. Se encontraron evidencias de un


mismo modelo erosivo en distintos continentes. En la actualidad, cada continente tiene su régimen
de lluvias, vientos, temperaturas, etc. Sin embargo, cuando todos los continentes formaban uno,
existía un clima unificado. Además, se han encontrado los mismos depósitos morrénicos en
Sudáfrica, Sudamérica, India y Australia.

Distribución actual de los seres vivos

Aunque una vez que se separaron los continentes cada especie adquirió una nueva rama
en la evolución, existen especies con características iguales en distintos continentes. Ciertos
análisis revelan que distintas especies guardan un parecido genético a pesar de hacer vida a miles
de kilómetros de distancia. La diferencia entre ellas radica en que han ido evolucionando
individualmente con el paso del tiempo al encontrarse en nuevos escenarios. Un ejemplo de ello
es el caracol de jardín que se ha encontrado tanto en Norteamérica como en Eurasia.

Así pues, Wegener trató de blindar su teoría. Todos estos argumentos fueron bastante
convincentes ante la comunidad científica. Realmente había descubierto un gran hallazgo que
permitiría un gran avance en la ciencia.

Nuestro universo es algo que tardaremos años en entender y conocer. Posiblemente las
nuevas tecnologías nos ayuden a poder adentrarnos más a fondo a todo eso que está allí afuera.
Por ahora será un misterio el conocer si hay más galaxias como la nuestra, capaces de albergar
vida en su interior, de albergar seres inteligentes capaces de desarrollar civilizaciones, repartir
funciones, y aprender nuevos tópicos. El desarrollo del estudio del Universo ha sido una constante
en nuestra evolución histórica y la mayor parte de los países del mundo han hecho aportes
importantes. La majestuosidad del cielo nocturno nos ha atraído durante miles de años con la
esperanza final de que se nos revele una razón para nuestra existencia en este lugar. En nuestra
búsqueda hemos reunido incontables leyes, principios, teorías, paradojas y conexiones e incluso
extraordinarias leyendas mitológicas y códigos espirituales, entre los cuales buscamos un
significado de la vida.

En el actual trabajo presente ciertos estatutos formulados por eruditos que han sentado las
bases a lo largo de la historia para la comprensión tanto tanto del origen de nuestro planeta como
de su conformación y disposición actual. Ambas teorías convergen en la necesidad del ser humano
de adentrarse en la historia de su entorno y en el análisis de piezas geológicas que conducen a la
elaboración de conclusiones críticas y ciertas. En consecuencia, el punto de encuentro entre
ambas tesis radica precisamente en el estudio de las evidencias geológicas, físicas y químicas que
nos ha suministrado nuestro planeta a lo largo de nuestra existencia y que han fungido de cimiento
para la redacción no solo de los postulados descritos en este ensayo sino de miles de principios
que nos dan luz acerca de la estructuración de nuestro planeta.

El universo es increíble y enorme y sin duda es algo que se debe estudiar más a fondo.
Desde la creación de la galaxia y las teorías que la engloban hasta explosiones de estrellas para
la formación de agujeros negros, existen campos disponibles para que las mentes más brillantes
del presente y del futuro se adentren, para así, darle un sentido y una dirección a nuestra
existencia. La sabiduría que nos fue dejada por los grandes genios posee un carácter universal
porque fue inspirada en los mismos principios percibidos desde distintos ángulos y puntos
geográficos. Todos ellos honraron y fueron discípulos de la naturaleza.

Luego de redactar este trabajo, lo único que nos queda por hacer es formularnos las
siguientes interrogantes: ¿Qué pasa con lo que aún no hemos descubierto?, ¿Qué nos queda por
descubrir?, ¿Hasta qué punto es bueno saber tanto del espacio y el universo, lo que pone en
entredicho cada vez más a las religiones? Dejamos nuestras esperanzas en las generaciones
futuras, y su capacidad de responder estas preguntas y finalmente permitir que la humanidad entre
en un estado de conocimiento pleno del microcosmos y el macrocosmos.
Bibliografía

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