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CAPITULO 4 Capítulo 4

Ética y Universidad

Docencia Universitaria. Módulo VI

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4.1 La Universidad en un mundo cambiante
La Universidad, en el mundo de hoy, asume un nuevo desafío
y pues, José Martí lo resume de la siguiente manera y con
suma precisión, “Como quién quita un manto y se pone otro, es
necesario poner de lado la universidad antigua, y alzar la nueva”.
Dentro de este contexto, la universidad moderna tendrá que ser
la abanderada de los nuevos cambios e innovaciones que se dan
en un mundo tan vertiginoso como el de hoy en día.

Cabe indicar que en la Declaración mundial sobre la educación


superior en el siglo XXI: Visión y acción del 9 de octubre de 1998
se propuso las misiones y funciones de la Educación Superior;
los 17 artículos de ésta recogieron las ideas más importantes
las cuales fundamentan la nueva visión de la Educación en los
escenarios Internacional, Nacional y de Instituciones.

De otro lado, se torna indispensable ver a la Universidad como


un ente generador del potencial humano el cual se requiere para
poder transformar y desarrollo la sociedad. En este sentido, la
enorme demanda y diversificación la cual se presenta en los
circunstancias actuales en la Enseñanza Superior, es producto
de la toma de conciencia de la gran importancia que posee esta
Educación para el desarrollo de las personas en los diversos
escenarios de la vida; ello provoca que las instituciones posean
el gran compromiso de elaborar programas los cuales promuevan
la creatividad y la solución de los diferentes problemas que
puedan surgir.

Pues bien, en la Comisión Internacional de la Educación para el


siglo XXI que dirigió Jacques Delors representó que la Educación
no solo significa aprender a conocer, aprender a hacer o aprender
a ser, sino que es también aprender a vivir en conjunto y aprender
a construir la sociedad del futuro.
La enorme demanda y
Hoy en día, la naturaleza cambiante del conocimiento y el nivel de
diversificación la cual se presenta
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dificultad que poseen los problemas para solucionarse, hacen que


en los circunstancias actuales en la
la definición de disciplina -con la cual se había estado haciendo
Enseñanza Superior, es producto
de la toma de conciencia de la un análisis de los problemas- sea indispensable cambiarlos y
gran importancia que posee esta surjan nuevas definiciones como las de interdisciplinariedad,
Educación para el desarrollo de las multidisciplinariedad y transdiciplinariedad, las cuales tienen
personas en los diversos escenarios como propósito una mejor solución de los problemas que se
de la vida. encuentran en permanente transformación.

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Ello precisa de una serie de trabajo en equipos, contando con la presencia de especialistas de
diversas ramas del saber, que tengan la capacidad de analizar los múltiples factores asociados a
un problema. En ese sentido, los profesionales tendrán que estar muy bien preparados para poder
trabajar en equipos los cuales les posibilite desarrollar ideas, debatirlas y tomar las decisiones
que sean las más atinadas y apropiadas.

Tal como lo propone Yarce en su artículo “Calidad total en la Educación” uno de los modos de
hacerle frente al futuro es implantar la Calidad, en la que el servicio tiene que ser lo más perfecto
que se pueda, mientras que la entrega de un producto con características de excelencia: La
persona formada.

4.2 La formación de Valores en el contexto universitario


Tanto la Educación como también la formación de valores empiezan en la base del ejemplo;
sin embargo, tales no se pueden reducir a los buenos ejemplos y el modelo del docente, pues
la formación de valores constituye un proceso progresivo, en el que se hace indispensable
tratar de encontrar qué valores y por qué vías tienen que formarse, desarrollarse, consolidarse
y potenciarse en distintos momentos de la vida, de acuerdo a las necesidades las cuales van
surgiendo en la formación del profesional.

De otro lado, Fernando González Rey sostiene en su publicación “Los valores y su significación
en desarrollo de la persona” lo siguiente:

“A diferencia de otras formas de información aprendidas, los valores no se fijan por un proceso
de comprensión; por lo tanto; no son la expresión directa de un discurso que resulta asimilado,
sino el resultado de una experiencia individual, a partir de las situaciones y contradicciones
que la persona presenta en el proceso de socialización del que se derivan necesidades que se
convierten en valores, a través de las formas individuales en que son asumidas y desarrolladas
dentro del propio proceso”.

A partir de ello, la Educación en Valores tendrá que estar inmerso dentro del programa de cada
una de las disciplinas.

Entonces, para poder conseguir niveles mayores en la formación integral de los alumnos mediante
el desarrollo, con calidad y eficiencia del proceso pedagógico educativo, es indispensable encontrar
nuevas vías y métodos los cuales hagan posible poder materializar la responsabilidad del docente
de desarrollar las diversas capacidades indispensables para la formación de un profesional con la
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suficiente capacidad tanto crítica como creativa la cual precisa el ejercicio de la profesión dentro
del mundo tan vertiginoso y cambiante en el cual vivimos en estos días.

Ello significa, contar con conocimientos tanto técnicos como tecnológicos, además de información
de avanzada para afrontar los apremiantes y urgentes desafíos que presenta la sociedad.

De otra parte, el formar valores es tan importante como el mismo contenido el cual se imparte
en cada asignatura, se trata -en consecuencia- que el sistema de conocimientos y habilidades
posean tácitamente los valores los cuales se necesitan formar.
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La estrategia para formar valores tiene que permanecer reflejada en los objetivos de la disciplina
y cada asignatura, no de modo aislado; tal como sucede en ciertos casos, se formulan propósitos
educativos e instructivos, sino como unidad dialéctica y partiendo de la forma en la cual se
trabajen los objetivos instructivos conseguir el cumplimiento de las metas (propósitos) educativos
(valores y convicciones).

En los objetivos instructivos se encuentran factores los cuales ayudarán a la consecución de los
objetivos educativos, o sea, a los valores los cuales se quieren formar.

Para Freire (en Ojalvo M. Victoria 2002:1), formar es mucho más que solo desarrollar destrezas
y conocimientos. La formación debe basarse en una responsabilidad ética de los docentes en su
práctica educativa, expresada tanto en las interacciones que el docente tiene con sus alumnos,
como en los contenidos que les transmite, los cuales, en ningún caso, son amorales o anómicos
dentro de una sociedad que busca determinados fines.

Hablamos de formar individuos capaces de reflexionar autónomamente y dirigir sus vidas hacia el
bien propio y el de la sociedad en la que conviven y sobre la cual van a tener un rol determinante
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como profesionales. En tal sentido, resulta parte sustancial de esta formación ética que en el
proceso formativo se propicie un clima en el cual tanto docentes como alumnos aprendan a
escucharse el uno al otro, sin prejuicios y respetando sus diferencias.

En las reflexiones expresadas hasta ahora, el docente juega un papel importante por su
responsabilidad en la formación de un nuevo ciudadano con visión crítica y comprometido con
los demás y con su entorno. El docente como gerente educativo debe tener pleno conocimiento
de su contribución a que los hombres alcancen una mayor conciencia de la misión que cumplen

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en el mundo. Por tanto, debe fomentar el aprendizaje de valores como el respeto a los derechos
humanos, la democracia, la tolerancia, la solidaridad y la búsqueda del bien común, haciendo
confluir la adquisición de conocimientos y la formación responsable de la ciudadanía, en
compromiso con el bienestar social.

4.3 La Profesión como actividad comunitaria


Es oportuno decir que las profesiones son expresiones de la “actividad humana cooperativa”,
mejor dicho, las prácticas profesionales son comunitarias. Esto por lo menos en tres sentidos.

1. El profesional comparte con otros profesionales un lenguaje común, un método y


hasta un modo de ser. Donde la transferencia y la renovación del conocimiento especializado,
se lleva a cabo al interior de comunidades profesionales. Es por ello que resulta poco común
(por decirlo de alguna forma), cuando un profesional sociólogo, dicta cursos de especialidad
para administradores. Ello sólo se admite cuando el sociólogo también tiene formación de
administrador.

2. La comunidad profesional se convierte en el referente del individuo profesional, en


virtud a que le da identidad y pertenencia. Lo expresado guarda relación con la identidad
de una persona, pues así como tenemos identidad religiosa, nacional, política, también
tenemos identidad profesional.

3. Porque la comunidad de profesionales hace suya la tarea de realizar la finalidad


de dicha práctica. Expresado de otra forma, las profesiones sirven a la sociedad para
realizar bienes específicos, pero lo hacen de forma institucionalizada. Por tal motivo, los
profesionales forman corporaciones, colegios profesionales. Sin embargo, esto expone
ventajas y desventajas. Los colegios profesionales sirven para autorizar y fiscalizar la práctica
profesional, procurando que llegue a dar un servicio de calidad. Además, vigila que dicha
actividad sea ejercida por personas que hayan pasado por un previo periodo de formación,
especialmente si son actividades con gran responsabilidad social. Por ello es que los colegios
profesionales son las instancias que autorizan el ejercicio profesional.

En el encubrimiento de aquellas actividades ilícitas incurridas por los profesionales. Se busca


salvar el cuerpo, el colegio, protegiendo a individuos profesionales incompetentes o inmorales
o negligentes, dejando de considerarse los “mínimos niveles de calidad profesional” (Vielva).
De igual modo se manifiesta en la exigencia o defensa de privilegios corporativos, relegando
la “solidaridad universal” por la “solidaridad grupal”. Tal y como señala Cortina, la “elevada
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misión” que justifica privilegios a determinadas profesiones sólo tiene sentido dentro de una
visión gremial de la sociedad, muy típica de la edad media. Sin embargo, en una sociedad
con estado de derecho que por principio defiende la igualdad de la ley para todos los grupos
sociales, dicha actitud resulta anacrónica. En cualquier caso, el corporativismo pierde el
sentido de la comunidad de profesionales.

Por último, el ejercicio de las profesiones puede hacer que se amolden a las instituciones
públicas o privadas, solo respetando las normas y procedimientos de la institución y caen
en la rutina a tal punto que dejan de tener en cuenta la misión que tienen. Es lo que se ha
llamado “burocratismo”. 29
En palabras de Cortina:

“Frente al ethos burocrático de quien se atiene al mínimo legal, pide el ethos profesional la
excelencia, porque su compromiso fundamental no es el que les liga a la burocracia, sino a las
personas concretas, a las personas de carne y hueso, cuyo beneficio da sentido a cualquier
actividad e institución social”.

4.4 La Ética del Docente Universitario


En el momento que se hace referencia a la formación pedagógica y
disciplinar (ámbito de su profesión: Ingeniero, Administrador, Publicista,
entre otros) del docente universitario, por lo general, el foco de atención
se centra en la formación en el desarrollo de competencias pedagógicas e
investigativas, sin embargo, poco (o casi nada) se habla de la preparación
ética, fundamental para un profesional de éxito.

Se da por hecho que el profesor universitario sabe interpretar y explicar


lo que es moral y se actúa consecuentemente. En realidad, se requiere
poder comprender que la actitud sine qua non la cual encierra la actividad
pedagógica constituye una actitud ética.

Ahora bien, la tarea de un profesor universitario no está limitada a solo transferir los conocimientos
de la profesión que tenga; de lo contrario, tiene que tener un pleno dominio de los procesos
pedagógicos, psicológicos y socioafectivos para la formación de profesionales con competencias
intelectuales y morales los cuales impulsen una sociedad que sea mucho más justa.

Así, la Ética del Educador exige en primer lugar realizar la función o bien interno de la actividad
docente, lo cual requiere que uno tenga vocación, requisito de toda acción virtuosa. Si uno ama
lo que hace es porque se ha entregado plenamente a la realización de la finalidad de la actividad,
entonces buscará los medios necesarios para despertar la motivación, para dar aquello que
considera importante de enseñar, tendrá la capacidad de dialogar y aprender continuamente. La
Ética del Educador no significa que él tenga que cumplir preceptos externos al acto mismo de
educar, no significa que aparte de realizar su tarea e ducativa deba cumplir con otros deberes; la
Ética del Educador consiste principalmente en el buen cumplimiento de la acción comprometida,
teniendo en el horizonte su finalidad personal, cuya realización implica el encuentro con seres
humanos con toda su historia personal, compleja y valiosa.
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De otra parte, Murray sostiene que el docente pondrá esfuerzo y talento en la optimización
de la Docencia en caso que la excelencia en tal ayude considerablemente a la autoestima y
reputación del docente. Ello quiere decir que la Docencia Universitaria tiene que lograr una
integral identificación como profesión de un elevado nivel. Dicha situación, a pesar que facilita
actitudes éticas, la ausencia de tal no justifica actitudes las cuales infrinjan el valor trascendente
del profesor universitario, el mismo que es educar o formar personas.

Se desprende de esta definición que se pueden mencionar ciertas actitudes éticas las cuales el
profesor universitario tiene que observar:
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• Humildad por aprender.

• Respetar la libertad de pensamiento de sus alumnos.

• Comprometerse con su trabajo pedagógico.

• Preparación permanente con apertura al cambio e innovación.

• Justicia en la evaluación de los aprendizajes de sus alumnos, ello significa coherencia en


las metas de aprendizaje definidas y los criterios de evaluación (elementos cognitivos).

La Ética Pedagógica considerará el modo de trato el cual ejercerá el docente universitario con
sus respectivos alumnos para producir así una comunidad de aprendices la cual promueva a
profesores y alumnos a batallar -con total creatividad- en el logro de un mundo abarrotado de
paz y amor.

Tal como lo indicara Fernando Rielo “El afecto, el amor, la aceptación y la decisión que el educador
comparte con su educando son las características infalibles que pueden llevar la formación
integral, no solo del educando, sino también del educador, al mejor puerto seguro”.

En este sentido, la profesión educativa está caracterizada por enfocarse en la humanidad del
alumno. En consecuencia, la dimensión ética se vuelve un elemento fundamental a su ejercicio.
Respecto a ello, Francisco Altarejos sostiene lo siguiente: “Se requiere también, y sobre todo, un
saber ético que haga bueno al que trabaja; que conforme al profesional bueno, para conseguir
así un buen profesional”.

De los tantos exponentes que existen en cuanto al tema que se está abordando, Cortina A. y
Conill J. son uno de los más prolíficos, modernos e interesados investigadores en el ámbito de
la ética aplicada, los dos docentes son titulares de la Universidad de Valencia, España.

Uno de sus textos desarrolla el tema de la ética de las profesiones y mencionan al docente
Augusto Hortal, quien enseña la materia de Ética y Filosofía en la Universidad Pontificia Comillas
de Madrid, cuyos más importantes conceptos se muestran a continuación:

Uno de los conceptos que más resalta, es la idea de que la pedagogía constituye una actividad
ocupacional la cual posee -por lo menos- en determinado grado, la totalidad de las características
las cuales definen una cierta profesión, aquí alguna de ellas:
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• Presta un servicio concreto a la sociedad.

• Constituye una actividad designada y realizada por un grupo de individuos los cuales se
dedican a ella de manera estable y consiguen de ella su medio de vida.

• Los profesionales acceden a la Pedagogía luego de un extenso proceso de capacitación,


requisito totalmente necesario para estar acreditados y poder ejercerla.

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Frente a este contexto, cabe recordar que a cada tipo de sociedad le atañe un modo de concebir
el saber, al cambio de tal concepto corresponde un cambio en el perfil del profesor y, por lo
tanto, en el perfil del estudiante.

• ¿Somos totalmente conscientes de la responsabilidad de los profesores universitarios en


la formación de egresados en el ámbito educativo?

• ¿Las reformas curriculares van paralelamente con los cambios que se han propuesto?

• ¿La burocracia estorba o hace difícil el desarrollo de nuevos planes, haciendo antiguos los
planes previos a su implementación?

A casi 20 años del informe Delors, cabe hacernos la siguiente interrogante: ¿Se han abordado
los objetivos de la educación desde sus primeros niveles, “aprender a conocer”, “aprender a
aprender”, “aprender a vivir juntos” y “aprender a ser”?

Para lo cual, se requiere de docentes los cuales impulsen procesos de aprendizaje, actitudes
las cuales beneficien el acceso a la vida adulta en circunstancias de equidad y competitividad.

Así pues, además del colegio, es indispensable también la universidad. En esta línea, es importante
recordar que no se puede cuidar la salud careciendo de médicos, tener técnica sin técnicos,
estar informados careciendo de periodistas. Efectivamente, los mencionados, para llegar a ser
profesionales, se deben labrar un camino en los salones de clases, conjuntamente con otros
profesionales: Los docentes. Por lo tanto, el ejercicio profesional, posee una gran responsabilidad,
a pesar que los profesores solamente tengan la obligación de enseñar, no pueden llevarlo a cabo
sin implicarse como seres humanos en la formación de sus estudiantes.

En tal sentido, enseñar constituye un aspecto fundamental de la labor pedagógica, educar significa,
siempre, enseñar a vivir. ¿Y no constituye el arte de vivir una de los significados de la Ética?, el
arte del buen vivir.

Spencer, en conformidad con Hortal, delineó de acuerdo a sus propias palabras, las coordenadas
éticas de la labor pedagógica, situándolas en tres principios elementales:

1. Principio de Beneficencia: Sostiene que un profesional ético es quien hace el bien en su


profesión, llevando a cabo correctamente su profesión. En este contexto, toda ética profesional
posee su aliciente en los bienes intrínsecos los cuales se plantean llevar a cabo.
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Pues, el bien intrínseco de la profesión pedagógica es que sus estudiantes logren aprender.
Cabe indicar que la enseñanza no es para el bien del profesor, sino que es para el bien
del alumno, éste constituye el principio de beneficencia. En tanto, el ejercicio -éticamente
responsable de la tarea docente- lleva consigo por lo menos estas responsabilidades: Enseñar,
asumiendo a la enseñanza como la herramienta apropiada para ayudar a aprender. Asimismo,
enseñar significa el haber aprendido aquello que se enseña, además de estar al día de la
materia la cual se imparte. Según García, “el docente no tiene que saber mucho, pero aquello
que sabe, debe saberlo bien”. Del mismo modo, enseñar quiere decir saber enseñar y ello
significa hacerse lograr entender, producir en el alumno el deseo por aprender.
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¿Hay conciencias de ello, se pone en práctica y se discute con los futuros profesores en
formación, quienes actualmente se encuentran en los salones de clase? ¿Qué tan actualizados
se encuentran los profesores universitarios en los nuevos métodos de enseñanza y tecnologías
de información? Finalmente, posee la enorme (y necesaria) responsabilidad de evaluar a sus
alumnos con total justicia.

2. Principio de Autonomía: El principio 1 (el anterior) posee una carencia de simetría, así, el
docente universitario tiene que saber decirle no a modos de actuación los cuales simbolizan una
utilización indebida de su posición, impidiendo -de esa manera- abusos contrarios en relación
de la dignidad de la persona, de la cual la totalidad de los seres humanos son miembros.

De otro lado, la posición de superioridad en edad, experiencia o saber, no podrá ser útil -por
ejemplo- para tratar de ejercer una influencia de tipo ideológico, ni menos cualquier modo
de explotación, manipulación, injusticias o maltratos.

Ahora bien, el Principio de Autonomía establece que el propósito último de la enseñanza es


que el alumno pueda practicar por si solo su autonomía a cabalidad de sus derechos y con
total consciencia de sus responsabilidades. Dicho principio se articula dentro del escenario
de la docencia a través del diálogo y la colaboración entre el docente y los estudiantes.

3. Principio de Justicia: Los profesores, al igual que cualquier otro profesional, tienen que
accionar dentro del marco de sus respectivas competencias, es decir, lo que les compete;
por eso, uno de los primeros deberes de justicia sostiene que cada uno cumpla con su
correspondiente deber, con aquello que se espera que haga sin que haya una extralimitación.

Por tal motivo, no es suficiente con enseñar bien (Principio de Beneficencia) y respetar a los
seres humanos (Principio de Autonomía), sino que se debe trabajar desde la totalidad de las
profesiones, principalmente desde los salones de clase a favor de la Justicia.

De esta manera, la Ética Profesional no luce completa y además se manifiesta distorsionada,


ello en caso que no se enmarque en la perspectiva de una ética social desde donde discernir
en qué favorece o puede favorecer el propio accionar profesional a optimizar la justicia social.

Así pues, la Ética Profesional de los Docentes puede y tiene que ser el punto focal desde el que
fortalecer tanto la autoestima como la calidad profesional y humana de lo que hacemos y la
estima social por el servicio que se ha prestado.
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Cabe indicar que no únicamente se desarrollan determinadas actividades sino que se es una
unidad por la que no es posible separar el tipo de persona que somos del tipo de ciudadano,
compañero, vecino o profesor y en el caso que nos ocupa buen docente y docente bueno,
porque además de contar con calificaciones pedagógicas y andragógicas, se requiere también
una determinada ejemplaridad.

Se debe tener conocimiento que no se puede ser una buena persona si es que no se ejerce
correctamente, de manera muy competente y sobre todo, honestamente la profesión la cual
se posee.

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4.5 Perfil del Docente Universitario
Un ente universitario es, de cierta manera, lo que son sus directivos
y docentes. Sin embargo, ni unos ni otros están en estado "puro"
o ideal; pues, se hacen y se seleccionan dentro de un proceso
pausado y en algunas ocasiones dolorosos.

De otro lado, se cuenta con la ventaja de que hay modelos,


antiguos y actuales, los cuales se aproximan a este ideal, tan
complejo por cierto. Los mismos son los que animan a caminar,
continuando penosamente, sin embargo con total entusiasmo sus huellas.

En caso que una universidad consiga garantizar la excelencia de sus profesores, tiene asegurada,
en gran proporción, su excelencia como entidad de educación universitaria.

Actitudes fundamentales del Buen Docente

Tratando de acercarnos al ideal del pedagogo auténtico, puede encontrarse que se precisa de
una serie de condiciones, las cuales enumeramos de forma tentativa:

• Estima de su condición de Educador

Se desea aquí, en primer lugar, que el profesor valore y estime su propia condición, como
una considerable función social, además de asumir su tarea no por necesidad (o porque no
pueda realizar otra cosa) sino por mera vocación. Desafortunadamente el ejercicio de dicha
profesión en el Perú no tiene un elevado status social, mucho menos un apropiado salario,
salario que sí es justo en otros países.

No obstante, se la puede considerar como misión, ingrata y dura permanentemente, sin


embargo -igualmente- cuenta con sus satisfacciones y realizaciones plenificantes. Tales, por lo
general, no son inmediatas, sino que maduran a lo largo de los años y se cosechan al ver que
los esfuerzos que se hacen, cuajan en nuevas generaciones de seres humanos correctamente
formados, líderes benéficos de la sociedad.

• Sincero aprecio por la juventud de hoy y por el alumno concreto

Únicamente sobre tal base, podrá trabajarse en la educación superior de la juventud. De


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tal aprecio surge -con mucha facilidad- el contacto directo y personal con los estudiantes
universitarios. Aquí, el diálogo entre el docente y el estudiante es clave, pues alimenta el
aprecio y respeto recíproco.

• Excelencia académica y competencia profesional

Constituye aquella aplicación del muy antiguo proverbio latino: "Nemo dat quod non habet"
(Nadie puede dar lo que no tiene). En caso que se desee trasmitir la ciencia, la cultura amplia,
la especialización, el profesor deberá estar imbuido de las mismas.

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De otra parte, el atractivo del prestigio personal hace posible poder influir -de forma positiva-
en los universitarios y servir así de modelo de identificación para los profesionales del mañana.
Ello abarca, en el profesor, el universo de su firme formación profesional; abarca, el extenso
abanico de sus competencias tanto culturales como psicológicas.

• Educación permanente

El profesor tiene que estar actualizándose con frecuencia, en cuanto a sus actitudes personales,
de los contenidos de los cursos los cuales enseña y de los métodos pedagógicos de los cuales
hace uso. En ese sentido, nuestra misión precisa de una permanente prontitud para renovarnos
y adaptarnos, más aún en el momento que el cambio se da con tanta rapidez.

• Capacidad para comunicar el saber y los saberes

No son suficientes los conocimientos, ni tampoco el ser célebre y distinguido en su respectiva


profesión o en las ciencias, o en las técnicas de su especialización. Al respecto, es preciso
citar a James Keller, quien sostiene lo siguiente: "El mundo no sólo necesita buenas ideas,
sino gente capaz de expresarlas".

Todos pueden mencionar nombres de técnicos enormemente sagaces y lúcidos, de buenos


profesionales, estudiosos notables, reales "libros de ciencia"; sin embargo, desafortunadamente
sin la capacidad de que un grupo de estudiantes universitarios pueda entenderlos o, por lo
menos, influir en la formación de su personalidad.

Tanta ciencia, sin embargo, carencia para poder transmitirla. Frente a esta situación, lo que
se debe de hacer es aprender o comunicar la ciencia y la técnica, si se desea ser profesores
universitarios. Un excelente docente, moderno y actualizado, debe contar con una serie de
aportes invaluables de la psicología y de las ciencias educativas.

Funciones del Buen Docente

Un excelente docente es quien consigue desarrollar las capacidades intelectuales de sus


estudiantes y formarlos de manera científica; para lo cual, se vuelve indispensable una correcta
ejecución de los procesos educativos que enseguida se incidan:

• Formar la inteligencia más que la memoria de sus alumnos

Labrar la memoria continúa siendo una tarea fundamental para poder tener “cerca nuestro” un
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gran conjunto de cosas las cuales se necesitan para la vida del día a día, para la investigación
científica o sino para el ejercicio profesional. Así pues, dentro de determinados límites y
con las correspondientes matizaciones, impuestas por la moderna psicología, mantiene aún
un cierto valor el viejo proverbio de Cicerón: "Memoria excolendo augetur" (la memoria se
acrecienta con el ejercicio).

En este sentido, una memoria la cual nunca se ejercita, será muy complicado que pueda
rendir resultados. No obstante, por el exceso de memorismo y enciclopedismo en el cual se
cayó en años anteriores, se debe continuar teniendo sumo cuidado de no caer otra vez en
aquello que Paolo Freiré denominó "la educación bancaria". 35
Dicho en otras palabras, en asumir la cabeza del estudiante como si fuera una cuenta bancaria
en la cual el docente deposita información, la cual exigirá en su debido momento en forma
-probablemente- implacable, tal como puede exigir el dinero que depositó en su número de
cuenta. Asimismo, no se puede olvidar que, con los cambios tecnológicos en informática,
los estudiantes pueden entrar -cada vez con mayor facilidad- a bancos de datos y redes las
cuales les proporcionan casi la totalidad del material de información que requieren para sus
tareas, análisis y trabajos de investigación. En este escenario, existe menos necesidad de
recargarles su propia memoria biológica.

Se les debe insistir en que comiencen a detectar y descargar información de los más importantes
portales del actual Word Wide Web, cada día más cerca de ellos.

Conjuntamente con los conocimientos, las informaciones y las técnicas (mantienen, en todo
momento, su importancia), un buen docente intenta formar el intelecto del alumno. Es decir,
trata de encontrar la forma de impulsar la capacidad de raciocinio del alumno, estimular
sus capacidades críticas para poder tener un juicio de los hechos, teorías, fundamentos,
conceptos, doctrinas, sistemas.

Ello puede conseguirse sin la necesidad de crear mentalidades escépticas o agnósticas,


menos aún personalidades cínicas, con cierta inclinación a repetir con autosuficiencia el ya
muy conocido proverbio de Pilatos: "¿Y qué es la verdad?".

Un correcto profesor impulsa en su discente el espíritu investigativo, el hábito de la lectura, le


acuña la capacidad de crítica sana, objetiva y madura; en tal sentido, los hábitos de trabajo
intelectual, la motivación para continuar estudiando y aprendiendo a lo largo de toda la vida,
no por lograr una buena calificación y aprobar una asignatura, sino para elevar los propios
conocimientos, para volverse un ser humano más competente y, consecuentemente, de
mayor utilidad a la sociedad.

Sin embargo, para que tales cualidades estén en los alumnos universitarios, el docente las debe
tener; deben ser -para estos- modelos de identificación. Al respecto, George Harvey, estratega
de basquet de Brooklyn, les dijo a sus jugadores que debían de leer un libro semanalmente
si es que querían seguir en el equipo. Pues, uno de los jugadores dijo después: "George hizo
que muchos de nosotros fuéramos a la universidad".

• Facilitar el desarrollo de habilidades y destrezas


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No se tiene que caer en practicismos y utilitarismos. Sin embargo, jamás se insistirá


debidamente en la importancia de la práctica, las tareas de campo, los ejercicios y talleres,
la aplicación de los conocimientos, ya desde los primeros ciclos de la universidad.

Un buen maestro –al margen de ser notable en conducir el proceso de enseñanza aprendizaje
de su propia área- es quien contribuye igualmente a formar la personalidad del estudiante
universitario en cuanto a los temas intelectuales, culturales, artísticos, deportivos, éticos y
religiosos; en las áreas de la salud física y mental; en la maduración de la personalidad; en
la actitud de servicio a la sociedad en la que vivimos. Personalidad total la cual tendrá que
caracterizar al egresado.
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Dicho compromiso del profesor universitario para contribuir con la formación de personas
capaces de hacer historia (Puebla # 274), lo conduce a la práctica el docente:

i. Primero que todo, por la integridad de su propia conducta y desempeño, que lo constituye
en modelo de identificación para sus alumnos.

ii. Segundo, a través de la colaboración y apoyo que desde su diferente área (matemáticas,
disciplinas de la salud, diseño, economía, ingenierías, computación...) preste a la labor
intencional de tipo humanístico, ético y social de las varias Facultades y Escuelas.

iii. Tercero, a través de la colaboración y apoyo a toda el área de Extensión de la Universidad,


que precisamente prevé y organiza actividades culturales, deportivas, recreativas, altruistas
y de todo tipo (por fuera del sector académico), con miras a una mejor educación y
formación integral de los universitarios.

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