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DOCENCIA VI. Cap 4. Etica y Universidad
DOCENCIA VI. Cap 4. Etica y Universidad
Ética y Universidad
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4.1 La Universidad en un mundo cambiante
La Universidad, en el mundo de hoy, asume un nuevo desafío
y pues, José Martí lo resume de la siguiente manera y con
suma precisión, “Como quién quita un manto y se pone otro, es
necesario poner de lado la universidad antigua, y alzar la nueva”.
Dentro de este contexto, la universidad moderna tendrá que ser
la abanderada de los nuevos cambios e innovaciones que se dan
en un mundo tan vertiginoso como el de hoy en día.
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Ello precisa de una serie de trabajo en equipos, contando con la presencia de especialistas de
diversas ramas del saber, que tengan la capacidad de analizar los múltiples factores asociados a
un problema. En ese sentido, los profesionales tendrán que estar muy bien preparados para poder
trabajar en equipos los cuales les posibilite desarrollar ideas, debatirlas y tomar las decisiones
que sean las más atinadas y apropiadas.
Tal como lo propone Yarce en su artículo “Calidad total en la Educación” uno de los modos de
hacerle frente al futuro es implantar la Calidad, en la que el servicio tiene que ser lo más perfecto
que se pueda, mientras que la entrega de un producto con características de excelencia: La
persona formada.
De otro lado, Fernando González Rey sostiene en su publicación “Los valores y su significación
en desarrollo de la persona” lo siguiente:
“A diferencia de otras formas de información aprendidas, los valores no se fijan por un proceso
de comprensión; por lo tanto; no son la expresión directa de un discurso que resulta asimilado,
sino el resultado de una experiencia individual, a partir de las situaciones y contradicciones
que la persona presenta en el proceso de socialización del que se derivan necesidades que se
convierten en valores, a través de las formas individuales en que son asumidas y desarrolladas
dentro del propio proceso”.
A partir de ello, la Educación en Valores tendrá que estar inmerso dentro del programa de cada
una de las disciplinas.
Entonces, para poder conseguir niveles mayores en la formación integral de los alumnos mediante
el desarrollo, con calidad y eficiencia del proceso pedagógico educativo, es indispensable encontrar
nuevas vías y métodos los cuales hagan posible poder materializar la responsabilidad del docente
de desarrollar las diversas capacidades indispensables para la formación de un profesional con la
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suficiente capacidad tanto crítica como creativa la cual precisa el ejercicio de la profesión dentro
del mundo tan vertiginoso y cambiante en el cual vivimos en estos días.
Ello significa, contar con conocimientos tanto técnicos como tecnológicos, además de información
de avanzada para afrontar los apremiantes y urgentes desafíos que presenta la sociedad.
De otra parte, el formar valores es tan importante como el mismo contenido el cual se imparte
en cada asignatura, se trata -en consecuencia- que el sistema de conocimientos y habilidades
posean tácitamente los valores los cuales se necesitan formar.
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La estrategia para formar valores tiene que permanecer reflejada en los objetivos de la disciplina
y cada asignatura, no de modo aislado; tal como sucede en ciertos casos, se formulan propósitos
educativos e instructivos, sino como unidad dialéctica y partiendo de la forma en la cual se
trabajen los objetivos instructivos conseguir el cumplimiento de las metas (propósitos) educativos
(valores y convicciones).
En los objetivos instructivos se encuentran factores los cuales ayudarán a la consecución de los
objetivos educativos, o sea, a los valores los cuales se quieren formar.
Para Freire (en Ojalvo M. Victoria 2002:1), formar es mucho más que solo desarrollar destrezas
y conocimientos. La formación debe basarse en una responsabilidad ética de los docentes en su
práctica educativa, expresada tanto en las interacciones que el docente tiene con sus alumnos,
como en los contenidos que les transmite, los cuales, en ningún caso, son amorales o anómicos
dentro de una sociedad que busca determinados fines.
Hablamos de formar individuos capaces de reflexionar autónomamente y dirigir sus vidas hacia el
bien propio y el de la sociedad en la que conviven y sobre la cual van a tener un rol determinante
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como profesionales. En tal sentido, resulta parte sustancial de esta formación ética que en el
proceso formativo se propicie un clima en el cual tanto docentes como alumnos aprendan a
escucharse el uno al otro, sin prejuicios y respetando sus diferencias.
En las reflexiones expresadas hasta ahora, el docente juega un papel importante por su
responsabilidad en la formación de un nuevo ciudadano con visión crítica y comprometido con
los demás y con su entorno. El docente como gerente educativo debe tener pleno conocimiento
de su contribución a que los hombres alcancen una mayor conciencia de la misión que cumplen
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en el mundo. Por tanto, debe fomentar el aprendizaje de valores como el respeto a los derechos
humanos, la democracia, la tolerancia, la solidaridad y la búsqueda del bien común, haciendo
confluir la adquisición de conocimientos y la formación responsable de la ciudadanía, en
compromiso con el bienestar social.
misión” que justifica privilegios a determinadas profesiones sólo tiene sentido dentro de una
visión gremial de la sociedad, muy típica de la edad media. Sin embargo, en una sociedad
con estado de derecho que por principio defiende la igualdad de la ley para todos los grupos
sociales, dicha actitud resulta anacrónica. En cualquier caso, el corporativismo pierde el
sentido de la comunidad de profesionales.
Por último, el ejercicio de las profesiones puede hacer que se amolden a las instituciones
públicas o privadas, solo respetando las normas y procedimientos de la institución y caen
en la rutina a tal punto que dejan de tener en cuenta la misión que tienen. Es lo que se ha
llamado “burocratismo”. 29
En palabras de Cortina:
“Frente al ethos burocrático de quien se atiene al mínimo legal, pide el ethos profesional la
excelencia, porque su compromiso fundamental no es el que les liga a la burocracia, sino a las
personas concretas, a las personas de carne y hueso, cuyo beneficio da sentido a cualquier
actividad e institución social”.
Ahora bien, la tarea de un profesor universitario no está limitada a solo transferir los conocimientos
de la profesión que tenga; de lo contrario, tiene que tener un pleno dominio de los procesos
pedagógicos, psicológicos y socioafectivos para la formación de profesionales con competencias
intelectuales y morales los cuales impulsen una sociedad que sea mucho más justa.
Así, la Ética del Educador exige en primer lugar realizar la función o bien interno de la actividad
docente, lo cual requiere que uno tenga vocación, requisito de toda acción virtuosa. Si uno ama
lo que hace es porque se ha entregado plenamente a la realización de la finalidad de la actividad,
entonces buscará los medios necesarios para despertar la motivación, para dar aquello que
considera importante de enseñar, tendrá la capacidad de dialogar y aprender continuamente. La
Ética del Educador no significa que él tenga que cumplir preceptos externos al acto mismo de
educar, no significa que aparte de realizar su tarea e ducativa deba cumplir con otros deberes; la
Ética del Educador consiste principalmente en el buen cumplimiento de la acción comprometida,
teniendo en el horizonte su finalidad personal, cuya realización implica el encuentro con seres
humanos con toda su historia personal, compleja y valiosa.
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De otra parte, Murray sostiene que el docente pondrá esfuerzo y talento en la optimización
de la Docencia en caso que la excelencia en tal ayude considerablemente a la autoestima y
reputación del docente. Ello quiere decir que la Docencia Universitaria tiene que lograr una
integral identificación como profesión de un elevado nivel. Dicha situación, a pesar que facilita
actitudes éticas, la ausencia de tal no justifica actitudes las cuales infrinjan el valor trascendente
del profesor universitario, el mismo que es educar o formar personas.
Se desprende de esta definición que se pueden mencionar ciertas actitudes éticas las cuales el
profesor universitario tiene que observar:
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• Humildad por aprender.
La Ética Pedagógica considerará el modo de trato el cual ejercerá el docente universitario con
sus respectivos alumnos para producir así una comunidad de aprendices la cual promueva a
profesores y alumnos a batallar -con total creatividad- en el logro de un mundo abarrotado de
paz y amor.
Tal como lo indicara Fernando Rielo “El afecto, el amor, la aceptación y la decisión que el educador
comparte con su educando son las características infalibles que pueden llevar la formación
integral, no solo del educando, sino también del educador, al mejor puerto seguro”.
En este sentido, la profesión educativa está caracterizada por enfocarse en la humanidad del
alumno. En consecuencia, la dimensión ética se vuelve un elemento fundamental a su ejercicio.
Respecto a ello, Francisco Altarejos sostiene lo siguiente: “Se requiere también, y sobre todo, un
saber ético que haga bueno al que trabaja; que conforme al profesional bueno, para conseguir
así un buen profesional”.
De los tantos exponentes que existen en cuanto al tema que se está abordando, Cortina A. y
Conill J. son uno de los más prolíficos, modernos e interesados investigadores en el ámbito de
la ética aplicada, los dos docentes son titulares de la Universidad de Valencia, España.
Uno de sus textos desarrolla el tema de la ética de las profesiones y mencionan al docente
Augusto Hortal, quien enseña la materia de Ética y Filosofía en la Universidad Pontificia Comillas
de Madrid, cuyos más importantes conceptos se muestran a continuación:
Uno de los conceptos que más resalta, es la idea de que la pedagogía constituye una actividad
ocupacional la cual posee -por lo menos- en determinado grado, la totalidad de las características
las cuales definen una cierta profesión, aquí alguna de ellas:
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• Constituye una actividad designada y realizada por un grupo de individuos los cuales se
dedican a ella de manera estable y consiguen de ella su medio de vida.
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Frente a este contexto, cabe recordar que a cada tipo de sociedad le atañe un modo de concebir
el saber, al cambio de tal concepto corresponde un cambio en el perfil del profesor y, por lo
tanto, en el perfil del estudiante.
• ¿Las reformas curriculares van paralelamente con los cambios que se han propuesto?
• ¿La burocracia estorba o hace difícil el desarrollo de nuevos planes, haciendo antiguos los
planes previos a su implementación?
A casi 20 años del informe Delors, cabe hacernos la siguiente interrogante: ¿Se han abordado
los objetivos de la educación desde sus primeros niveles, “aprender a conocer”, “aprender a
aprender”, “aprender a vivir juntos” y “aprender a ser”?
Para lo cual, se requiere de docentes los cuales impulsen procesos de aprendizaje, actitudes
las cuales beneficien el acceso a la vida adulta en circunstancias de equidad y competitividad.
Así pues, además del colegio, es indispensable también la universidad. En esta línea, es importante
recordar que no se puede cuidar la salud careciendo de médicos, tener técnica sin técnicos,
estar informados careciendo de periodistas. Efectivamente, los mencionados, para llegar a ser
profesionales, se deben labrar un camino en los salones de clases, conjuntamente con otros
profesionales: Los docentes. Por lo tanto, el ejercicio profesional, posee una gran responsabilidad,
a pesar que los profesores solamente tengan la obligación de enseñar, no pueden llevarlo a cabo
sin implicarse como seres humanos en la formación de sus estudiantes.
En tal sentido, enseñar constituye un aspecto fundamental de la labor pedagógica, educar significa,
siempre, enseñar a vivir. ¿Y no constituye el arte de vivir una de los significados de la Ética?, el
arte del buen vivir.
Spencer, en conformidad con Hortal, delineó de acuerdo a sus propias palabras, las coordenadas
éticas de la labor pedagógica, situándolas en tres principios elementales:
Pues, el bien intrínseco de la profesión pedagógica es que sus estudiantes logren aprender.
Cabe indicar que la enseñanza no es para el bien del profesor, sino que es para el bien
del alumno, éste constituye el principio de beneficencia. En tanto, el ejercicio -éticamente
responsable de la tarea docente- lleva consigo por lo menos estas responsabilidades: Enseñar,
asumiendo a la enseñanza como la herramienta apropiada para ayudar a aprender. Asimismo,
enseñar significa el haber aprendido aquello que se enseña, además de estar al día de la
materia la cual se imparte. Según García, “el docente no tiene que saber mucho, pero aquello
que sabe, debe saberlo bien”. Del mismo modo, enseñar quiere decir saber enseñar y ello
significa hacerse lograr entender, producir en el alumno el deseo por aprender.
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¿Hay conciencias de ello, se pone en práctica y se discute con los futuros profesores en
formación, quienes actualmente se encuentran en los salones de clase? ¿Qué tan actualizados
se encuentran los profesores universitarios en los nuevos métodos de enseñanza y tecnologías
de información? Finalmente, posee la enorme (y necesaria) responsabilidad de evaluar a sus
alumnos con total justicia.
2. Principio de Autonomía: El principio 1 (el anterior) posee una carencia de simetría, así, el
docente universitario tiene que saber decirle no a modos de actuación los cuales simbolizan una
utilización indebida de su posición, impidiendo -de esa manera- abusos contrarios en relación
de la dignidad de la persona, de la cual la totalidad de los seres humanos son miembros.
De otro lado, la posición de superioridad en edad, experiencia o saber, no podrá ser útil -por
ejemplo- para tratar de ejercer una influencia de tipo ideológico, ni menos cualquier modo
de explotación, manipulación, injusticias o maltratos.
3. Principio de Justicia: Los profesores, al igual que cualquier otro profesional, tienen que
accionar dentro del marco de sus respectivas competencias, es decir, lo que les compete;
por eso, uno de los primeros deberes de justicia sostiene que cada uno cumpla con su
correspondiente deber, con aquello que se espera que haga sin que haya una extralimitación.
Por tal motivo, no es suficiente con enseñar bien (Principio de Beneficencia) y respetar a los
seres humanos (Principio de Autonomía), sino que se debe trabajar desde la totalidad de las
profesiones, principalmente desde los salones de clase a favor de la Justicia.
Así pues, la Ética Profesional de los Docentes puede y tiene que ser el punto focal desde el que
fortalecer tanto la autoestima como la calidad profesional y humana de lo que hacemos y la
estima social por el servicio que se ha prestado.
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Cabe indicar que no únicamente se desarrollan determinadas actividades sino que se es una
unidad por la que no es posible separar el tipo de persona que somos del tipo de ciudadano,
compañero, vecino o profesor y en el caso que nos ocupa buen docente y docente bueno,
porque además de contar con calificaciones pedagógicas y andragógicas, se requiere también
una determinada ejemplaridad.
Se debe tener conocimiento que no se puede ser una buena persona si es que no se ejerce
correctamente, de manera muy competente y sobre todo, honestamente la profesión la cual
se posee.
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4.5 Perfil del Docente Universitario
Un ente universitario es, de cierta manera, lo que son sus directivos
y docentes. Sin embargo, ni unos ni otros están en estado "puro"
o ideal; pues, se hacen y se seleccionan dentro de un proceso
pausado y en algunas ocasiones dolorosos.
En caso que una universidad consiga garantizar la excelencia de sus profesores, tiene asegurada,
en gran proporción, su excelencia como entidad de educación universitaria.
Tratando de acercarnos al ideal del pedagogo auténtico, puede encontrarse que se precisa de
una serie de condiciones, las cuales enumeramos de forma tentativa:
Se desea aquí, en primer lugar, que el profesor valore y estime su propia condición, como
una considerable función social, además de asumir su tarea no por necesidad (o porque no
pueda realizar otra cosa) sino por mera vocación. Desafortunadamente el ejercicio de dicha
profesión en el Perú no tiene un elevado status social, mucho menos un apropiado salario,
salario que sí es justo en otros países.
tal aprecio surge -con mucha facilidad- el contacto directo y personal con los estudiantes
universitarios. Aquí, el diálogo entre el docente y el estudiante es clave, pues alimenta el
aprecio y respeto recíproco.
Constituye aquella aplicación del muy antiguo proverbio latino: "Nemo dat quod non habet"
(Nadie puede dar lo que no tiene). En caso que se desee trasmitir la ciencia, la cultura amplia,
la especialización, el profesor deberá estar imbuido de las mismas.
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De otra parte, el atractivo del prestigio personal hace posible poder influir -de forma positiva-
en los universitarios y servir así de modelo de identificación para los profesionales del mañana.
Ello abarca, en el profesor, el universo de su firme formación profesional; abarca, el extenso
abanico de sus competencias tanto culturales como psicológicas.
• Educación permanente
El profesor tiene que estar actualizándose con frecuencia, en cuanto a sus actitudes personales,
de los contenidos de los cursos los cuales enseña y de los métodos pedagógicos de los cuales
hace uso. En ese sentido, nuestra misión precisa de una permanente prontitud para renovarnos
y adaptarnos, más aún en el momento que el cambio se da con tanta rapidez.
Tanta ciencia, sin embargo, carencia para poder transmitirla. Frente a esta situación, lo que
se debe de hacer es aprender o comunicar la ciencia y la técnica, si se desea ser profesores
universitarios. Un excelente docente, moderno y actualizado, debe contar con una serie de
aportes invaluables de la psicología y de las ciencias educativas.
Labrar la memoria continúa siendo una tarea fundamental para poder tener “cerca nuestro” un
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gran conjunto de cosas las cuales se necesitan para la vida del día a día, para la investigación
científica o sino para el ejercicio profesional. Así pues, dentro de determinados límites y
con las correspondientes matizaciones, impuestas por la moderna psicología, mantiene aún
un cierto valor el viejo proverbio de Cicerón: "Memoria excolendo augetur" (la memoria se
acrecienta con el ejercicio).
En este sentido, una memoria la cual nunca se ejercita, será muy complicado que pueda
rendir resultados. No obstante, por el exceso de memorismo y enciclopedismo en el cual se
cayó en años anteriores, se debe continuar teniendo sumo cuidado de no caer otra vez en
aquello que Paolo Freiré denominó "la educación bancaria". 35
Dicho en otras palabras, en asumir la cabeza del estudiante como si fuera una cuenta bancaria
en la cual el docente deposita información, la cual exigirá en su debido momento en forma
-probablemente- implacable, tal como puede exigir el dinero que depositó en su número de
cuenta. Asimismo, no se puede olvidar que, con los cambios tecnológicos en informática,
los estudiantes pueden entrar -cada vez con mayor facilidad- a bancos de datos y redes las
cuales les proporcionan casi la totalidad del material de información que requieren para sus
tareas, análisis y trabajos de investigación. En este escenario, existe menos necesidad de
recargarles su propia memoria biológica.
Se les debe insistir en que comiencen a detectar y descargar información de los más importantes
portales del actual Word Wide Web, cada día más cerca de ellos.
Conjuntamente con los conocimientos, las informaciones y las técnicas (mantienen, en todo
momento, su importancia), un buen docente intenta formar el intelecto del alumno. Es decir,
trata de encontrar la forma de impulsar la capacidad de raciocinio del alumno, estimular
sus capacidades críticas para poder tener un juicio de los hechos, teorías, fundamentos,
conceptos, doctrinas, sistemas.
Sin embargo, para que tales cualidades estén en los alumnos universitarios, el docente las debe
tener; deben ser -para estos- modelos de identificación. Al respecto, George Harvey, estratega
de basquet de Brooklyn, les dijo a sus jugadores que debían de leer un libro semanalmente
si es que querían seguir en el equipo. Pues, uno de los jugadores dijo después: "George hizo
que muchos de nosotros fuéramos a la universidad".
Un buen maestro –al margen de ser notable en conducir el proceso de enseñanza aprendizaje
de su propia área- es quien contribuye igualmente a formar la personalidad del estudiante
universitario en cuanto a los temas intelectuales, culturales, artísticos, deportivos, éticos y
religiosos; en las áreas de la salud física y mental; en la maduración de la personalidad; en
la actitud de servicio a la sociedad en la que vivimos. Personalidad total la cual tendrá que
caracterizar al egresado.
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Dicho compromiso del profesor universitario para contribuir con la formación de personas
capaces de hacer historia (Puebla # 274), lo conduce a la práctica el docente:
i. Primero que todo, por la integridad de su propia conducta y desempeño, que lo constituye
en modelo de identificación para sus alumnos.
ii. Segundo, a través de la colaboración y apoyo que desde su diferente área (matemáticas,
disciplinas de la salud, diseño, economía, ingenierías, computación...) preste a la labor
intencional de tipo humanístico, ético y social de las varias Facultades y Escuelas.
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