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Cuento «Las tres piedras»: dinámica sobre

las Virtudes Teologales.


* * *

1.ª Parte: Cuento «Las tres piedras» que enseña a crecer, esperar y amar
Cuentan que el primer árabe que cruzó el desierto se encontró junto a una cueva
con un anciano de aspecto venerable que le preguntó:
— Joven, ¿A dónde vas?
— Quiero cruzar el desierto.
El anciano quedó pensativo un momento y añadió.
— Deseas algo difícil. Para cruzar el desierto te harán falta tres cosas. Toma estas
piedras. Este topacio es la fe, amarillo como las arenas del desierto, esta esmeralda
es la esperanza, verde como las hojas de las palmeras, y este rubí, es la caridad,
rojo como el sol de poniente. Anda siempre hacia el sur y encontrarás el oasis de
Náscara, donde vivirás feliz. Pero no pierdas ninguna de las piedras, si no, no
llegarás a tu destino.
El hombre se puso en camino y recorrió miles y miles de leguas a través de las
dunas amarillentas sobre su camello.
Un día le asaltó una duda:
— ¿No me habrá engañado el anciano? ¿Y si no existiera el oasis que me prometió
y el desierto no tuviera fin?.
Ya iba a volverse cuando notó que algo se le había caído sobre la arena. Era el
topacio. El joven se bajó para cogerlo y pensó:
— No, no. Tengo que confiar en la promesa del anciano. Seguiré mi Camino.
Pasaron muchos días. El sol, el viento, el frío de la noche le iban agotando. Sus
fuerzas desfallecían y ni una palmera ni una fuente se veían por el horizonte sin fin.
Ya iba a dejarse caer del camello para aguardar la muerte bajo su sombra, cuando
notó que se la caía algo al suelo. Era la esmeralda. El joven se bajo a recogerla y se
dijo:
— Tengo que ser fuerte, tal vez, un poco más allá estará el oasis. Si no sigo, moriré
sin remedio. Mientras tenga un soplo de vida seguiré.
Continúo el joven el camino, cuando encontró un pequeño charco de agua junto a
una palmera. Ya iba a lanzarse sobre el charco, cuando vio los ojos de su camello
suplicantes y tiernos como los de un hombre pidiendo, el agua. Pensó entonces que
debería tener piedad del animal desfallecido, pues él aún podía resistir, y dejó que
bebiera aquellos pocos sorbos.
Cuál no sería su asombro cuando el camello cayó muerto a sus pies. El agua estaba
corrompida. En el suelo notó el joven que brillaba el rubí y lo recogió, dando gracias
al cielo por haber recompensado su generosidad con el camello.
Al alzar la vista, vio a lo lejos unas palmeras. Era el oasis de Náscara. Al llegar,
encontró junto a una limpia fuente, al anciano de la cueva que le sonrió
alegremente.
— Has llegado a tu destino puesto que has conservado las tres piedras preciosas.
La fe, la esperanza y la caridad. ¡Ay de ti si hubieras perdido alguna, hubieras
perecido sin remedio!
El anciano después de darle agua fresca y dátiles, se despidió del joven diciéndole:
— Guarda siempre durante tu vida, junto a tu corazón, el topacio, la esmeralda y el
rubí. Así llegarás hasta el paraíso. Nunca los pierdas.

Experiencia humana
El hombre náufrago desde el nacimiento y errante en el desierto, tiene que hacer la
gran travesía, el recorrido de su vida. Otros la han realizado antes que él, pero
ahora no le acompañan.
Aunque están en su origen y le esperan en su destino, el recorrido lo tiene que
hacer él solo. No puede alejarse de su dama de compañía: La soledad. En ese
recorrido le pesa la falta de confianza, siente la tentación del abandono y tiene
tendencia a pensar sólo en él.
Tres virtudes humanas vienen en su ayuda: la fe en lo que hace y en sí mismo,
visión esperanzada del futuro en el que entronca su destino, y donación generosa
como actitud vital.

Para el diálogo
Quiero cruzar el desierto.
¿En qué se parece la vida de un hombre a la de quien quiere cruzar un desierto?.
A veces duramos en la vida, pero no vivimos, porque no lo elegimos. Poned
ejemplos.

 Deseas algo difícil.


 Las metas difíciles estimulan al hombre ¿O no?

El joven se puso en camino y recorrió miles de leguas....

 ¿Cómo ha sido nuestro camino?


 ¿Cómo ha sido el camino de toda la humanidad?
Tengo que confiar en la promesa del anciano.

 ¿En quién confía cada uno? ¿Y en qué?

El anciano ya había llegado.

 ¿Cómo lo hizo y por qué?

Seguiré mi camino... mientras tenga un soplo de vida, seguiré.

 ¿En qué situaciones hemos dicho lo mismo o nos gustaría decirlo?

Has llegado a tu destino, puesto que has conservado las tres piedras: la fe, la
esperanza y la caridad.

 ¿Cómo ha conservado cada uno esas tres virtudes en cuanto a virtudes humanas?

Guarda esas tres piedras. Así llegarás al paraíso.

 Ha llegado al oasis, pero tiene que seguir caminando hasta el paraíso, aquel que
estaba al principio y sólo encontraremos al final. ¿Qué piedras lleva cada uno en
ese camino?

Para la acción
Reescribid la historia, siendo cada uno el protagonista. Señalar cuándo se nos ha
caído y por qué cada piedra.
El joven se baja a recoger las piedras que se la van cayendo en vez de seguir
adelante sin ellas. Recordar situaciones en que nos ha sucedido lo mismo o en que
hemos abandonado las piedras.
Unid todo lo anterior a esta preciosa parábola que habla de compartir, de partir y
repartir el pan, la vida y la esperanza.

Parábola de la piedra/La sopa de piedras


En un pequeño pueblo una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había
llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de
comer. «Lo siento, dijo, pero ahora mismo no tengo nada en casa».
«No se preocupe, dijo amablemente el extraño, tengo una piedra de sopa en mi
cartera, si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría
la más exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande por favor.»
A la mujer le picó la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto
de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuándo el agua rompió a hervir, todo el
vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El
extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una pequeña cucharada con
verdadera delectación y exclamó:
— ¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.

— ¡Yo tengo patatas en mi cocina! gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de
regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas al puchero.
El extraño volvió a probar el brebaje. — ¡Excelente!, dijo, y añadió
pensativamente:
— Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido de lo más apetitoso....

Otra ama de casa salió zumbando y regreso con un pedazo de carne que el extraño
tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el
caldo, puso los ojos en blanco y dijo:
— ¡Ah, que sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto,
absolutamente perfecto...
Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de
cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño
probó nuevamente el guiso y con tono autoritario, dijo — La sal.
— Aquí la tiene, le dijo la dueña de la casa.

A continuación dio otra orden:— Platos para todo el mundo.


La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunas regresaron
trayendo incluso pan y frutas.
Luego se sentaron todas a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño
repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todas se sentían extrañamente
felices, mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida. En
medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la
milagrosa piedra de sopa, que ellas podrían usar siempre que quisieran hacer la
más deliciosa sopa del mundo.
* * *

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