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Las torturas más crueles de la Inquisición (desde su creación hasta

su abolición en España)
1-El potro

Tristemente, «el potro» fue una de las máquinas de tortura más


conocidas de la Edad Media. Su sencillez, su facilidad de construcción y,
finalmente, su efectividad a la hora de lograr que el reo confesase (o
dijese al pie de la letra lo que los inquisidores querían escuchar) hizo que
fuera una de las máquinas más famosas durante aquella época. Y no solo
en el ámbito religioso. «Se llamaba así al caballete o potro
triangular sobre el que se ponía a los acusados que no querían
confesar.

2-El aplasta pulgares

El aplasta pulgares era un instrumento metálico en el que se introducían


los dedos de las manos y los pies. A continuación, mediante un tornillo se
le daban varias vueltas hasta que los apéndices acaban totalmente
destrozados. Tenía un origen veneciano y la mayoría de los textos lo
definen como un utensilio sencillo, pero sumamente doloroso.
-El tormento del agua

El conocido como tormento del agua era uno de los más imaginativos. Su
utilidad era tal que, en la actualidad, algunas agencias de inteligencia lo
siguen utilizando. Contaba con varias versiones, pero la más básica
consistía en tumbar a la víctima sobre una mesa, atarle las manos y
los pies, taparle las fosas nasales (en la mayoría de los casos) y,
finalmente, introducirle una pieza de metal en la boca para evitar
que la cerrase bruscamente. A continuación, y tal y como señala Muñoz
en su obra, se le metían «ocho cuartos de líquido» por el gaznate. La
sensación de ahogamiento era insoportable y, en muchas ocasiones,
hacía que la víctima se quedase inconsciente. «La muerte usualmente
ocurría por distensión o ruptura del estómago», comenta el autor
español.

5-La garrucha

Esta tortura era conocida en la vieja Europa como «estrapada», aunque


en España fue importada como «la garrucha». Su funcionamiento, al
igual que el del potro, era bastante sencillo y no requería de un gran
equipamiento técnico, pero no por ello era menos dolorosa. La tortura
consistía, simple y llanamente, en atar las manos del preso por detrás de
su espalda. A continuación, se alzaba a la víctima varios metros del
suelo (tirando de sus muñecas) mediante un sistema de poleas. Una vez
en alto, llegaba el castigo. «Finalmente, se le dejaba caer. La longitud de
la cuerda estaba medida para que no se golpeara con el suelo, pero
la sacudida le dejaba descoyuntado», añade Martínez Fernández en su
obra. El descenso hacía que todo el peso del cuerpo de la víctima se
sustentase en los brazos, algo sumamente doloroso.
6-La cuna de Judas

La «cuna de Judas» era un artilugio que estaba formado por dos


elementos. El primero era un sistema de poleas que permitía alzar a
una persona en el aire. El segundo, una pequeña pirámide de
madera cuya punta estaba sumamente afilada. La tortura consistía en
levantar a la víctima en el aire y dejarla caer repetidamente y con fuerza
sobre la base del artefacto para que su ano, vagina o escrotose
desgarrasen. El verdugo, además, podía controlar el dolor que sufría el
afectado controlando la altura a la que se ubicaba el prisionero.
Una curiosa variante de la cuna de Judas se llevaba a cabo utilizando
agua y ubicando al afectado totalmente atado apoyado con varios
pesos en los pies sobre la pirámide. «Era un tratamiento frecuentemente
utilizado contra las mujeres acusadas de ser brujas. En el juicio por agua
contra las brujas, se suponía que el agua, siendo un elemento “inocente
y puro”, haría flotar a la víctima si era inocente, pero si era culpable,
entonces se hundiría. Lo cual evidentemente siempre sucedía, pues nadie
podía flotar en esa posición», determina Careaga en su obra.

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