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mueve el infierno tan temido. Este nuevo verso tiene fuerza, pero perjudica
la marcha del Soneto, porque falta el me mueve, que es el término dominante
y recurrente, el hilo que atraviesa y da unidad a las tres primeras estrofas.
En el verso 7: Muéveme el verte con crueldad herido, en lugar de Muéveme
el ver tu cuerpo tan herido. La variante es un endecasílabo con acentos en 1.ª,
4.ª y 8.ª, mientras que el verso tradicional, con acento en la 6.ª, es más suave y
melodioso. Las palabras con crueldad tienen fuerza, pero descriptiva; debería
ser tan cruelmente, pero no cabe en el verso. Por lo que tienen menos eficacia
que el tan herido, una expresión más enfática siendo más sencilla.
También se puede señalar en essa cruz del verso 6, en lugar de en una cruz.
El segundo sintagma es más corriente, pero el primero es también muy habitual
y su uso llega hasta nuestros días. Supone que el Soneto se está recitando
delante de un crucifijo. Por eso en una cruz es una expresión más universal y
preferible. Así, el Soneto se puede recitar pensando en el Calvario.
El verso 12 dice Nò me tienes que dar por que te quiera. El por que
separado podría tener un sentido final: para que te quiera, en lugar del causal
porque te quiera. Pero hay que descartarlo, pues la división del porque era
muy frecuente entonces, como se puede ver en el verso siguiente: Por que
si quanto espero, nò esperara, también separado y ciertamente causal.
Fijémonos también en el aun que, separado igualmente, del verso anterior.
El verso 13 dice Por que si quanto espero, nò esperara. Hoy se suele
decir Pues, aunque lo que espero no esperara, pero la primera expresión es
la corriente en los manuscritos antiguos, está cerca del original y es más clara
en la manifestación de la esperanza, mientras que lo que se dice hoy se debe
al pulimento anónimo que ha sufrido el Soneto a lo largo de los siglos.
János Nádasi (1657)
El manuscrito anterior no nos da la fecha del texto del Soneto que atribuye
a San Ignacio. El traslado al códice de las poesías se hizo, al parecer, en dos
etapas, en 1685 y 1729, y no sabemos de cuándo es el texto del Soneto que
tuvo a la vista el copista.
La primera atribución impresa y fechada al santo de Loyola se encuentra
en una obra que publicó en 1657 el jesuita húngaro János (Juan) Nádasi4:
Pretiosae occvpationes morientivm in Societate Iesv. Avtore Ioanne Nadasi
eivsd. Soc. Iesv. Romae, Typis Iacobi Antonij de Lazaris Varesij, Anno
MDCLVII. En España hay un ejemplar en esta Facultad de Teología S.J. de
Granada y en el Santuario de Loyola.
En el capítulo XLI y último de esta obra, dedicado a las oraciones para
4
En Verd 2007a se trata monográficamente sobre Nádasi y el No me mueve. Se puede
acudir a ese artículo para los detalles.
102 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
5
Pues esta obra de Nádasi tuvo una segunda edición en 1753 en su ciudad natal
(Tyrnavia en latín, Trnava en eslovaco, Nagyszombat en húngaro; hoy está en Eslovaquia,
pero entonces en el Reino de Hungría): Pretiosae occupationes morientium in Societate
Jesu. Authore Joanne Nadasi, ejusdem Soc. Jesu. Olim Romae, Nunc vero Tyrnaviae, Typis
Academicis Soc. Jesu, Anno MDCCLIII. Hay un ejemplar en la Universidad de Budapest, de
donde me mandaron unas fotocopias. En las p. 338-339 se reproduce la traducción latina del
Soneto español y la importante nota marginal con la semiatribución a San Ignacio.
6
Mazzocchi 1640, p. 9-10: musicalización del Soneto; con la atribución a San Francisco
Javier en el índice.
7
Se trata de una edición muy rara, que me localizaron en Roma, y de la que hay, al
parecer, un ejemplar sin portada en el Archivo del Santuario de Loyola. Sobre esta edición,
Verd 2007a, p. 19-21.
8
Diurnum Divini Amoris, sive divini amoris dies aureus In horas & occupationes varias
Ejusdem Divini Amoris nutu imperióque susceptas, distributus: et sanctorum Orationibus,
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 103
12
Verd 2008b, p. 131-136.
13
Que había localizado en Sanz Hermida 1997, p. 152, dentro del «Catálogo de las
obras» del convento.
14
Hay tres en la Biblioteca Nacional de Madrid, otro en la Biblioteca Pública del Estado
de Huesca y un quinto en la Universidad de Salamanca, con esta nota manuscrita, según me
comunican: «Es del Collegio de la Comp.ª de Jhs de Salamanca de la Libreria».
15
The National Union Catalog, t. 161, p. 3. Ejemplar que procede del legado que la
biblioteca de Boston recibió de George Ticknor (Whitney 1879, p. 180).
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 105
17
En realidad las dos primeras ediciones son un Compendio, ambas de Venecia 1680
y distintas. La tercera es una Vita (In Cuneo 1682). Pero además hay un Compendium en
latín, publicado en Viena en 1681, que consta en los ficheros de la Staatsbibliothek zu Berlin,
aunque con la nota de haberse perdido en la Segunda Guerra Mundial (al parecer expoliado
por los rusos). Más ampliamente sobre estas ediciones en Verd 2004, p. 122, nota 24.
18
En la página en blanco a la izquierda de la portada nos encontramos con un importante
texto manuscrito, en el que se dice: «Sant’Ignatio scolpite in l’alma mia / Con l’amor di
Giesv’ quel di Maria. L’autore di questo libro hà taciuto per humiltà il suo Nome, hauendolo
qui posto per Anagramma, et è il Prè [= Padre] Luigi Carnoli [tachado], della Compag.ª di
Giesù, quale per riuerenza di questo gran Santo, hà scritto tutta la pñte [= presente] Vita
ginocchioni».
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 107
19
Traducción del texto italiano: «Nunca se ha puesto en duda que S. Ignacio fuese el
autor de este Soneto, sino que tal ha sido la tradición durante más de un siglo, corroborada
por el tema [del soneto], que ha sido considerado como un sentimiento y una máxima muy
propios del Santo, que siempre lo enseñó así con mucho éxito. Además, como es bien sabido,
se dedicó desde muy joven a componer versos en ese idioma [el castellano]. Pues lo aprendió
con propiedad y pulcritud por medio de estudios hechos ex professo, como justamente aquí
se dice en su lugar. Y también por haber vivido largo tiempo en la Corte Real de Castilla,
donde florece esta lengua. Todo esto —conviene decirlo— lo ignoraba el que tradujo
este mismo Soneto al latín, y lo imprimió en Alemania, atribuyéndoselo a otro santo [San
Francisco Javier]. Del que no se sabe que nunca fuese aficionado a componer versos, o que
por educación o por estudio llegara a adquirir la lengua castellana, mientras que sí aprendió
bien, como aparece en sus cartas, la portuguesa, gracias a su trato prolongado con hombres
de esa nación. Pues la lengua materna de ambos [de Ignacio y del otro santo, Javier] era muy
distinta [de la castellana].» Sobre la lengua de uno y otro santo no estaba muy enterado el P.
Carnoli, como vamos a ver en seguida.
20
Schurhammer 1992, I, p. 13.
21
Está en prensa en la revista Príncipe de Viana un artículo del que esto escribe sobre
este asunto: El topónimo y la lengua del Castillo de Javier. Pero el P. Georg Schurhammer, el
máximo javierólogo de la historia, ya dice taxativamente: «El Castillo en que él creció [San
Francisco Javier] caía en terreno de habla castellana, a pesar de su nombre vasco. Es cierto
que se hablaba el castellano en toda la cuenca del Aragón hasta Tudela, y en las estaciones
romanas de Liédena y Lumbier, y en los once pueblos más hacia el norte, avanzada extrema
de esa lengua, cuyo recinto se llamaba por lo mismo El Romanzado» (Schurhammer 1992,
I, p. 37).
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 109
27
El texto tiene algunas formas arcaicas, como gisse, imperfecto de subjuntivo del verbo
arcaico gire ‘ir’. O ei en el último verso, que es egli ‘él’. Propongo esta traducción literal: «Señor,
no te amo porque has levantado en alto / el Cielo como meta de mis suspiros. / No te temo, porque
perpetuamente a los reos / condenas a lugares tenebrosos y tristes. // Te amo porque quisiste
morir por mí; / te amo porque eres Dulzura y Bondad. / Te temo porque temo mis culpas, / las
temo porque te desagradan. // Temo la Majestad, amo tu Amor. / Te amaría aunque quedase en
nada [aunque no existiera] el Cielo prometido; / aunque quedase en nada [aunque no existiera] el
Infierno, te temería. // ¿No tienes que darme una recompensa, para que de cerca [íntimamente] / el
[mi] corazón te siga amando y correspondiendo con mi amor? / Quita toda esperanza, que él [mi
corazón] te seguirá a ti mismo». La frase interrogativa quedaría mejor sin la interrogación, como
una oración asertiva, más conforme con el original, pero el texto impreso tiene una interrogación.
28
Opere spirituali del Padre Pietro Ansalone Della Compagnia di Gesù. Distribuite in
due Tomi, come nella seguente pagina si dimostra. Con un breve ragguaglio della sua Vita. [...]
112 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
—dice— una fuerte impresión y casi convicción moral de que hubo de tener alguna parte en
él». Y la solución que se le ocurre es que el autor del Soneto tomó la idea «de los versillos o
los afectos» que el apóstol escribía y repartía en su evangelización. Uriarte insiste en que el
metro del original javeriano sería de arte menor, «como cuartetas, quintillas y, aún más tal vez,
romances», que era el propio para su intento, y no un soneto (Uriarte 2005, p. 142, 144). El P.
Daniel Restrepo, S.J. (1871-1962), defendía en 1919 una teoría parecida: «la cantilena, pues,
que a mediados del siglo XVII la tradición atribuía a Javier, no era el soneto, sino una oración
rimada con más o menos arte, que contenía en substancia las ideas del soneto»; el soneto
provendría «de una cantata compuesta por San Javier» (Restrepo 1919, p. 62-63).
41
Ver una lista en Verd 2001, p. 3608. Después se ha descubierto más manuscritos, pero
siguen la misma tendencia.
42
Verd 2010.
120 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
43
Autobiografía, n. 6.
44
La defensa de Pamplona, la vela de armas en Montserrat, el Rey temporal, las
Dos banderas (Cristo es «el sumo capitán general de los buenos», EE, n. 138). El fin de la
Compañía: sub Crucis vexillo Deo militare, «militar por Dios bajo el estandarte de la Cruz».
La Carta de la perfección: «pues sois soldados suyos con título y sueldo en esta Compañía».
Los testimonios de su secretario el P. Polanco, Sumario, n. 3: «soldado hasta los 26 años,
cuando hizo mutación en su vida»; n. 4: aficionado a las «cosas de armas», etc.
45
El argumento de que no era un soldado profesional significa poco, pues los ejércitos
de entonces no eran como los de ahora; la Corona de Castilla no disponía de un ejército
permanente, y todos los ciudadanos tenían que estar dispuestos a tomar las armas. Y la
nobleza estaba ligada a la milicia: un capitán general o un almirante era un noble. Nadal,
Adhortationes colonienses, n. 4, p. 404, no lo puede decir más claro: «Erat igitur P. Ignatius
vir nobilis et militaris». Y el P. Polanco, De vita, p. 513, dice que, en Arévalo y Nájera
Íñigo se dedicó, como todos los jóvenes, al «aulici et militari studio». Otra vez el mismo
Nadal, Dialogi, p. 231, dice que, San Ignacio, educado ya en su casa conforme a su estado,
se dedicó, según la costumbre de la nobleza española, a buscar la gloria militar: «e more
nobilitatis hispanicae, totum se contulit […] ad militarem gloriam comparandam». Con lo que
no hacía sino seguir los pasos de los Loyola, que lucharon al servicio de sus reyes castellanos.
Unos de sus antepasados se distinguió en el asedio de Algeciras (1342-1344), su padre,
don Beltrán, militó por Isabel la Católica, en guerra con Portugal, y defendió Fuenterrabía,
asediada por los franceses, su primogénito, Juan Pérez de Loyola, sirvió como capitán de
la marina, el segundogénito Martín acudió en 1512 con el Duque de Alba a la conquista
de Navarra, su hermano Ochoa luchó en Flandes, su hermano Beltrán murió en las guerras
de Nápoles (García-Villoslada 1986, p. 33, 43-45, 50-54). ¿Es extraño que Íñigo quisiera
seguir el camino de su padre y de sus hermanos hasta abocar a la defensa de Pamplona?
Ya en la casa paterna, antes de ir a Castilla, «Íñigo, junto a sus padres y hermanos se había
ejercitado en todo género de armas y había tomado parte en los alardes que el señor de Loyola
estaba obligado a hacer, al frente de su hueste, todos los años por marzo, para estar listo
al llamamiento real» (Medina 1997, p. 42). Los que hoy quieren convertir a San Ignacio
en un burócrata o pendolista pueden leer a Medina 1992, p. 25-28; Medina 1997, p. 40-42.
Prescindiendo de la liturgia antigua, muy explícita al respecto, en el Propio de la Compañía de
Jesús para la Liturgia de las Horas (ed. de Roma 2000) se dice el 31 de julio: «Primero vivió
en la corte y después siguió la milicia».
46
Autobiografía, n. 21. «Soldado o Capitán de Cristo» son denominaciones que se le han
dado muchas veces.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 121
54
Plazaola 1997, p. 47-48.
55
Ribadeneira, Vida, 1965, p. 761, nota 39. Es una anécdota que se había suprimido en
la versión impresa de la Vida (lib. V, cap. II), pero que se ha rescatado del manuscrito en esta
edición de Monumenta.
56
García Villoslada 1986, p. 88-89.
57
Araoz, Censura (B), p. 937. En Censura (A), p. 726, se añade una interrogación:
«Músico [?]», pues difícilmente se puede leer y otros interpretan «Música».
58
Leturia 1940, p. 332: «el joven Loyola». Leturia 1941, p. 71 (Leturia 1949, p. 78):
«las mocedades de Íñigo».
59
Câmara, Memorial, n. 177
60
Ribadeneira, De actis, p. 337; Ribadeneira, Vida, 1965, lib. V, cap. V, n. 73 (p. 801).
61
Câmara, Memorial, n. 178.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 123
69
Texto tomado de la revista CIS, n. 54 (1987:1), p. 7. Sobre los Ejercicios Espirituales
como obra dramática según diversos especialistas, véase Verd 2010.
70
Verd 2008a, p. 493-496.
71
Polanco, Chronicon, p. 13.
72
Autobiografía, n. 3.
73
García Mateo 1993, p. 100-101.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 125
nobleza: no condesa, ni duquesa, mas era su estado más alto que ninguno
destas». O sea, o princesa o reina74. «Imaginando lo que debía de hacer en
servicio de una señora, los medios que tomaría para poder ir a la tierra donde
ella estaba, los motes, las palabras que le diría, los hechos de armas que
haría en su servicio»75. Probablemente se emplea aquí la palabra mote en
su acepción poética, como piensan importantes autores76. Pues, según el
diccionario académico de 2001, este género literario «era frecuente entre
damas y galanes de los siglos XVI y XVII […] con donaires y requiebros»,
lo que está en consonancia con el ambiente en que había vivido de joven.
Desde el punto de vista métrico, el mote canónico se define así:
«Texto de un solo verso que sirve de cabeza a una glosa. La
glosa del mote constaba regularmente de tres partes: el mote,
con un solo verso; una breve paráfrasis —una redondilla o una
quintilla— que terminaba con el verso del mote; y, finalmente,
una copla castellana o real que ampliaba el comentario y
concluía con el mismo verso indicado. […] También se puede
llamar mote a todo el poema.»77
Esta estructura corresponde a los motes primitivos, del siglo XV, con
autores como Jorge Manrique, Pedro de Cartagena, Soria, Quirós, Alonso
de Cardona, el Comendador Ávila, Serrano, Florencia Pinar, Puertocarrero,
etc.78 También se encuentran con ese título composiciones que no se ajustan
exactamente a dicha descripción, seguramente porque la terminología
métrica no estaba fijada y por la libertad del poeta. Pues había motes de
dos versos y más, como los de Cristóbal de Castillejo79. Uno de los de Jorge
Manrique (Ni miento ni m’arrepiento) tiene el mote solo al comienzo de la
74
Se ha especulado mucho sobre a quién se refería Íñigo de Loyola. Llanos y Torrigia
1941 defiende que era doña Leonor de Austria (1498-1558), entonces reina de Portugal (1519-
1521) y después de Francia (1530-1547). Pero Fita, Leturia (1936; Leturia 1949, p. 302-303,
en un apéndice que falta en la edición de 1941) y García Villoslada (1986, p. 126-129)
se inclinan por doña Catalina de Austria (1507-1578), que también llegaría a ser reina de
Portugal (1525-1557). Hay que recordar que las dos eran hermanas de Carlos V.
75
Autobiografía, n. 6.
76
Llanos y Torriglia 1941, p. 62-66; Larrañaga 1947, p. 126-130; Leturia 1949, p. 79
(añadido a las primeras ediciones); Sola 1956, p. 247-248; García Villoslada 1986, p. 163,
nota 11; García Mateo 1991, p. 94.
77
Domínguez Caparrós 1999, s.v.
78
Véanse sus motes y los de otros en Cancionero general 1511, fol. 99r, de 143v a 146v;
Cancionero general 1882, I, p. 399, 583-596. Foulché-Delbosc 1915, p. 251, 269, 270, 307-
309, 533-534, 577-578, 685-686, 755-756.
79
Cristóbal de Castillejo (que llama al mote letra) los tiene de dos versos: Castro 1854,
p. 127-129, 131-132; pero no se trata de una glosa sino de un mote, pues el dístico no se divide
126 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
mismo mote, hechas por distintos poetas como ocurre con el mote Yo sin vos,
sin mi, sin Dios87. Pongo como ejemplo una de estas versiones:
Yo sin vos, sin mí, sin Dios
Glosa de Cartagena
Ved qué puede hermosura
sin los favores de vos,
que por ella sin ventura
sin ventura estó [estoy] en tristura
yo sin vos, sin mí, sin Dios.
Sin vos, por nunca os vencer
con los servicios que muestro,
y sin mí porque soy vuestro
y sin Dios porque creer
quiero en vos por mi querer:
no diré mal de ventura,
mas a vos delante vos
quejarme he de hermosura,
pues por ella sin ventura,
sin ventura estó [estoy] en tristura
yo sin vos, sin mí, sin Dios.88
Es un mote de amor cortés. Y no me resisto a indicar la quintilla que le
hizo Lope de Vega en El castigo sin venganza, que glosó a su vez con otra
serie de quintillas:
En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos y sin Dios:
sin Dios, por lo que os deseo;
sin mí, porque estoy sin vos;
sin vos, porque no os poseo.
Lo he reproducido para que se vea el ambiente amatorio en el que se
movía el aspirante a poeta Ignacio de Loyola cuando se le pasaban las horas
pensando en los motes para la dama de sus pensamientos. Pues el asunto de
las glosas, hasta principios del siglo XVI (los años de San Ignacio) fue el
87
Por ejemplo, por Pedro de Cartagena y Jorge Manrique (Cancionero general 1511, fol.
143v; Cancionero general 1882, I, p. 584); Foulché-Delbosc 1915, p. 251, 533.
88
Ibidem.
128 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
97
Afirma que completa con una lectura directa las palabras que no alcanzaron a leer los
editores. Lo pone en plural porque se refiere a oraciones y música por músico (que veremos):
Leturia 1938, p. 64, nota 67 (Leturia 1941, p. 71, con la nota 68 de la p. 72; Leturia 1949,
p. 79 con su nota 68).
98
Araoz, Censura (B), p. 937, nota 13. En la nota Dalmases remite al P. Leturia (en su
segunda edición de El gentilhombre, 1949, p. 79), como si fuera el valedor de la resolución
de la difícil lectura.
99
Leturia 1938, p. 64, nota 67 (Leturia 1941, p. 72, nota 68; Leturia 1949, p. 79, nota 68).
100
Araoz escribía omnes con una o y una e, o una s, más una tilde.
101
Leturia 1957, II, p. 471. Se trata de una autopresentación anónima de su libro, que
apareció en La Civiltà Cattolica, 90 (1939, I) 538-547. Las cursivas están añadidas.
130 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
102
Leturia 1940, p. 332; reeditado en Leturia 1957, I, p. 327.
103
Leturia 1941, p. 72 (Leturia 1949, p. 79).
104
Sola 1956, p. 247.
105
Leturia 1957, II, p. 81. Es un artículo (Damas vascas en la formación y transformación
de Iñigo de Loyola) que se había publicado en un Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ybarra,
II (San Sebastián 1949), p. 7-24.
106
Menchaca 1804, p. 666-667.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 131
tra santi, in cornice con simboli degli evangelisti) sul front. Altra vignetta xilogr. (Sindone)
a c. A3r. Contiene anche: Laude di Giesu e Sonetto di Giulio Bonuncio». En la página web
del Archiginnasio de Bolonia se encabeza con estas palabras algo confusivas: Gli opuscoli di
Giulio Cesare Croce (escritor italiano, contador de cuentos, que se ayudaba de un violín, y
que vivió en 1550-1609). Pero me aclara la bibliotecaria que este opúsculo no es de Giulio
Cesare Croce, pero que llegó a la Biblioteca del Archiginnasio dentro de una colección de sus
obras, por lo que se digitalizó con todo el conjunto.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 133
112
Oratione devotissima di santo Ignatio martire al nome di Giesù... (In Ancona, F.
Salvioni, 1578). (También en Quondam 2005, p. 218, n. 105). La otra, con el mismo título
(dado incompleto) es de Orvieto, Colaldi, 1606. Estas dos ediciones constan también de 8 p.
sin numerar y contienen igualmente el soneto de Giulio Bonuncio.
113
Verd 2008a, p. 493-494, citando a Elizalde 1961, p. 54.
134 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
siempre en prosa”»114. Pero no todos los autores son tan negativos como
suele serlo en los aspectos del lenguaje ignaciano el P. Leturia115.
El P. García-Villoslada dice que «si Ignacio en su madurez no se
ruborizaba de decir que compuso poesías a San Pedro, quiere decir que no
estaba muy descontento de ellas, no serían tan malas como piensa Astráin»116.
Aunque conjetura que «serían indudablemente como aquellas de las que dice
Don Quijote, “que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu
que de primor” (I, 23)»117. Me parece un juicio equilibrado.
Más positivo es el juicio del P. González Olmedo, que algunos han
copiado o extractado118. Leamos algunos párrafos:
«Ríense algunos al oír que San Ignacio compuso un poema
al apóstol San Pedro. […] En ese poema habría seguramente
incorrecciones de lenguaje, versos ramplones, tal vez más cojos
que el autor, pero habría también rasgos felices, comparaciones
propias y un sentido amoroso de la naturaleza como el que se
revela en la última contemplación de los Ejercicios, que parece
un poemita prosificado, en el que hay una especie de redondilla
que no parece enteramente casual, y puede dar alguna idea de
lo que sería el poema de San Pedro. En el segundo, mirar cómo
Dios habita en las criaturas:
en los elementos dando el ser,
en las plantas vegetando,
en los animales sensando,
en los hombres dando entender […].
Él no hubiera podido escribir nunca una oda como las de Fray
Luis; pero sentía como él la poesía de la noche serena, “y la
mayor consolación que recibía en Loyola, era mirar el cielo y las
estrellas, lo cual hacía muchas veces y por mucho espacio, porque
con aquello sentía en sí muy grande esfuerzo para servir a Nuestro
Señor”. Él no hubiera podido escribir nunca una canción como
las de Rioja; pero sentía como el cantor de la Rosa y del Jazmín
el encanto de las flores, y dándoles suavemente con el bastón, les
decía “Callad, callad, que ya entiendo lo que me decís.» […] “Mil
114
Leturia 1941, p. 72 (Leturia 1949, p. 79).
115
Como se indica en Verd 2010, p. 148, 179.
116
García-Villoslada 1986, p. 93, nota 33.
117
Ib., p. 94.
118
Ib., p. 93, nota 33; Larrañaga 1947, p. 129-130.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 135
120
Autobigrafía, n. 28: «Tenía mucha devoción a la santísima Trinidad, y así hacía cada
día oración a las tres personas distintamente […] Y estando un día rezando en las gradas del
mesmo monasterio las Horas de nuestra Señora, se le empezó a elevar el entendimiento, como
que vía [veía] la santísima Trinidad en figura de tres teclas, y esto con tantas lágrimas y tantos
sollozos, que no se podía valer».
136 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
121
Véase la bibliografía, tan escueta e indirecta (porque desgraciadamente no hay más),
sobre la palabra Amor en San Ignacio en García Rodríguez 2007, p. 157. Iparraguirre 1972,
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 137
p. 11-27: «Amor». En Echarte 1996 sus entradas sobre la palabra Amor (y Temor, por lo del
amor puro). Los dos primeros escritos son una buena (y breve) exposición articulada de lo
que se dice bajo la palabra «amor» en los principales escritos ignacianos. El tercero es una
concordancia del mismo término. Pero esos son (valiosos) estudios académicos, y el amor a
Dios de San Ignacio se puede expresar sin esa palabra, como en buscar a Dios en todas las
cosas (ver Constituciones, n. 288), su ininterrumpida búsqueda de la voluntad de Dios, su
intención recta, su indiferencia, su despego de las consolaciones, su imitación de Cristo, el
impresionante tercer grado de humildad, su Diario espiritual, algunos de los textos que salen
en estas páginas, etc. Hay que rastrearlo «en vivo», en su propia vida: su amor a Dios, a Cristo,
a la Iglesia, su Esposa, a las almas, a los miembros de la Compañía. No podemos olvidar,
por ejemplo, su Epistolario con el saludo con que empiezan sus cartas: «La suma gracia y
amor eterno de Cristo nuestro Señor os salude y visite con sus santísimos dones y gracias
espirituales». Sus manifestaciones de amor a Dios sin que salga la palabra «amor». Es como
si escribiéramos un libro sobre el amor a Dios y a las almas de San Francisco Javier a partir
solo de esta palabra en sus cartas, cuando donde más reluce es en sus increíbles hechos. Creo
que un libro sobre el amor de Dios en San Ignacio es una tarea pendiente.
122
Nadal, Scholia, p. 78 (n. 288).
138 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
128
Ib., lib. V, cap. II, n. 42 (p. 773-775) .
129
Ib., p. 775.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 141
130
Ibidem.
131
Las valoraciones y las citas están en L. Hertling, s. v. «Amort», en el Dict. Sp., I, col.
530-531. Una monografía sobre Amort, la de Schaffner 1963
132
Heinrich Reusch, «Sedlmayr, Virgil», en Allgemeine Deutsche Biographie, t. 33, p.
528; Hurter ca. 1962, V/1, p. 18-19.
133
Idea divini amoris seu Expositio distincta primi maximi mandatis […] authore R. D.
Eusebio Amort, Canonico Regulari Lateranensi […] Augustae Vind. & Ratisbonae, Sumptibus
Strötter & Fesenmayr […] 1739. Esta obra la reeditó después dentro de otra: Disquisitiones
dogmaticae de controversiis in Theologia morali insignibus […] Venetiis […] 1745; en p.
121-226 (Schaffner 1963, p. 138).
134
Ya lo sintetiza en el primer capítulo, Ib., p. 1-4. Una exposición académica, en
Schaffner 1963, en el capítulo que le dedica a la Idea divini amoris, p. 104-120.
142 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
mihi est in coelo, & a te quid volui super terram, Deus cordis mei?135,
traducción imperfecta y oscura del hebreo, que queda así en la Neovulgata:
Quis enim mihi est in caelo? Et tecum nihil volui super terram. Cantera lo
traduce así literalmente: «¿Quién [sino Tú] hay para mí en los cielos?; y
junto a ti no hallo gusto en la tierra»; y la Biblia de la Conferencia Episcopal
Española, libremente pero con mayor claridad: «¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?». Pero Amort no da referencias136, y
en los escritos del santo no se encuentra este texto latino (según la base de
datos consultada), lo cual es natural porque San Ignacio hablaba con Dios
en español137. Pero creo que es posible la siguiente explicación. Según el
P. Ribadeneira, San Ignacio «hablando muchas vezes con Dios de lo más
íntimo del corazón dezía: “Señor ¿qué quiero yo o qué puedo querer fuera de
Vos”»138, y el editor de este texto de la Vida, el P. Cándido de Dalmases, pone
en una nota como paralelo: «Ps. 72,25», que es el texto de Amort. Como
ambas frases son de hechura distinta (aunque coincidentes en el fondo),
Dalmases puede haber tomado de alguna edición antigua el versículo del
salmo como equivalencia. De modo que en alguna obra en latín sobre San
Ignacio, se traduciría esta frase libremente usando el texto del Salmo; frase
que el santo decía «muchas veces» según Ribadeneira, lo que concuerda con
Amort. Es una hipótesis. Pero en cualquier caso está clara la equivalencia de
fondo entre el salmo y la frase del santo.
Por otra parte, es fácil mostrar que este sentimiento es muy propio de
San Ignacio, aun con más aproximación literal, contraponiendo el cielo y la
tierra: ¡Qué sucia me parece la tierra cuando miro el cielo!139. San Ignacio
se subía a la azotea de la casa y se pasaba las horas mirando el cielo mientras
le resbalaban silenciosamente las lágrimas por la cara, como hemos visto
135
Schaffner 1963, p. 111.
136
Se lo achaca Schaffner 1963, p. 111, nota 284.
137
Verd 2011, p. 198.
138
Ribadeneira, Vida, lib. V, cap. I, n. 9 (p. 743). Cursivas añadidas. Esta frase la recoge
en el 14 de junio Hevenesi 1919 [el original es de 1705], p. 166; Hevenesi 1881, p. 233.
139
Esta frase solo se ha conservado en latín. Hevenesi 1919, p. 88 (Martius 28): Heu,
quam sordet mihi terra, dum caelum aspicio!; que en Hevenesi 1881, p. 121 (Marzo, Día
diez [i. e., veinte] y ocho), se traduce así: ¡Ay, cuán soez me parece la tierra, cuando levanto
los ojos al cielo! En Hevenesi es una traducción del español al latín y en Muñoz de Zárate
es una retraducción del latín al español, por lo que San Ignacio la diría algo diferentemente
en nuestra lengua. Según la brevísima referencia que dan ambas ediciones de Hevenesi, esta
frase está tomada del historiador Daniello Bartoli, S.J. (1608-1685), probablemente de su obra
Della vita e dell’Istituto di S. Ignazio, fondatore della Compagnia di Giesù (Roma, 1650).
Hasta hace unos años esta frase estaba puesta junto a la ventana que daba a la terraza donde
san Ignacio se sentaba a contemplar el cielo estrellado. Y en latín. Lo que indica que no se
conocía en español, por lo que el manuscrito hispano del que la tomó Bartoli se ha perdido, a
no ser que la frase le llegara por transmisión oral y él la pusiera en latín.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 143
quem habuerunt sancti, fuerit tantùm amor interessatus, seu mixtus. Aduce
el himno O Deus, ego amo te, atribuido a San Francisco Javier, del que
prescindo, pues lo que nos interesa es que trae a colación varias veces a San
Ignacio, pero no con la frase que le atribuía Amort sino con la de Ribadeneira,
en la que decía el santo que prefería vivir más tiempo en la tierra con peligro
de su salvación, si así podía servir a Dios y a las almas144. Dice que este
texto estaba en el Breviario de su tiempo. Y deduce: Hic inclytus Fundator
amorem purae benevolentiae habuit sine respectu ad interesse proprium145.
En seguida le respondió Amort con unas Hallucinationes A. R. P. Virgilii
Sedlmayr146, en un tono no muy urbano, empezando por el título alucinatorio147.
Prescindiendo de lo que dice de Javier; según él el dicho de San Ignacio que
aduce Sedlmayr no prueba, pues se trataba solamente de una dilación en ir a
la bienaventuranza del cielo, lo que muestra que la deseaba (confirmando su
tesis de que el amor a Dios es mixto por la concupiscencia)148. Pero no tiene
razón, pues, aunque San Ignacio le mostró al final al P. Laínez que Dios no
podía dejar sin recompensa al que lo arriesgaba todo por él, de suyo estaba
dispuesto a arriesgarlo, y ya la dilación de la felicidad inconmensurable del
cielo por seguir sirviendo a Dios y las almas era un acto de amor purísimo.
En el mismo 1749 nos encontramos con la tercera parte de la controversia,
la Responsio apologetica contra Amort de Virgilio Sedlmayr149, defendiendo
el amor desinteresado de Ignacio y Javier. Dice que la respuesta de San
Ignacio estaba desligada de cualquier amor interesado y del pensamiento de
retrasar o desear su felicidad, y que lo que le espoleaba era su heroica sed de
la mayor gloria de Dios y la salvación del prójimo, aunque pusiera en peligro
su propia salvación.
Controversia que retomó Amort en diciembre de ese año con una
Responsio ad Responsionem Apologeticam150. Le dedica mucho espacio a San
Francisco Javier. De San Ignacio dice que si en aquel momento no ardiera en
un deseo vehementísimo de su salvación, no habría sido un acto muy heroico
144
Ib., p. 11-12, 53, 83, 95.
145
Ib., p. 53.
146
Hallucinationes A. R. P. Virgilii Sedlmayr […] circa Mandatum primum & maximum
ad solem expensae ab A. R. D. Eusebio Amort […] Augustae Vind. & Herbipoli. Typis &
sumptibus Martini Veith, Bibliopolae. 1749.
147
Así piensa Westermayr en el artículo dedicado a «Amort. Eusebius» en Kirchenlexikon,
t. 1, cols. 754-757; en col. 755.
148
Hallucinationes, p. 43.
149
Responsio apologetica ad Animadversiones A. R. D. Eusebii Amort […] contra
Reflexionem Criticam in Ideam Divini amoris circa mandatum primum & maximum de diligendo
Deo […], ab A. R. P. Virgilio Sedlmayr [...] Friburgi Brisgojae [sic], Sumptibus Joann. Ignatii
Wagner, Bibliop. Acad. 1749. Sobre San Ignacio, ver p. 36-37, 53, 56-57, 191, 281, 296.
150
Responsio ad Responsionem Apologeticam A. R. P. Virgilii Sedlmayr Benedictini
Wessofontani circa praeceptum diligendi Deum. Authore R. D. Eusebio Amort, Canonico
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 145
beneficios tan singulares en que nos previno, más que por temor
de penas ni esperanza de premios, aunque de esto deben también
ayudarse; y sean exhortados a menudo a buscar en todas las
cosas a Dios nuestro Señor, apartando, cuanto es posible, de sí
el amor de todas las criaturas, por ponerle en el Criador de ellas,
a Él en todas amando y a todas en Él, conforme a la su santísima
y divina voluntad.»155
Se habrá observado que, con el equilibrio teológico ya mencionado, San
Ignacio no excluye el temor y la esperanza, pero como una ayuda. Pues su
aspiración es otra, estimular al amor perfecto hacia Dios, que sintetiza en dos
rasgos. 1) Desinteresado: «siempre pretendiendo en ellas puramente el servir
y complacer a la divina Bondad por sí misma, y por el amor y beneficios tan
singulares en que nos previno, más que por temor de penas ni esperanza
de premios». 2) Amor total y, en su raíz, exclusivo, puesto que los demás
amores se canalizan a través del amor a Dios: «apartando, cuanto es posible,
de sí el amor de todas las criaturas, por ponerle en el Criador de ellas, a Él en
todas amando y a todas en Él, conforme a la su santísima y divina voluntad».
Pero la originalidad de este texto fue discutido, cuando en las primeras
décadas del siglo XX se produjeron muchas propuestas y polémicas sobre
el autor del Soneto, que después se fueron apagando. Resulta que, en estos
debates, el jesuita Daniel Restrepo, adujo el texto anterior, porque «enuncia en
las Constituciones de la Compañía las dos ideas fundamentales del pequeño
poema». Cree además, con evidente exageración, que «este sistema grandioso
de conceptos nadie lo formuló antes que el patriarca de Loyola». Pero no trae
este texto para defender la autoría de San Ignacio, sino la de San Francisco
Javier, dada la identidad de sentimientos que se daba entre uno y otro156.
Al P. Restrepo le contestó el agustino Eusebio Negrete al año siguiente. Le
parecía, creo que sin razón, que las palabras de San Ignacio no tienen relación
con las ideas del Soneto y que más bien nos alejan de él157. A las exagerada
suposición del P. Restrepo de que quizás nadie formuló estos conceptos tan
elevados antes de San Ignacio, responde justamente el P. Negrete con textos de
San Pablo y de San Agustín sobre el amor desinteresado. Y opina respecto a las
frases ignacianas: «Cuanto más las medito, menos originales, por no decir más
155
Constituciones de la Compañía de Jesús, p. III, c. 1, n. 26 [n. 288]. He actualizado
la ortografía.
156
Restrepo 1919, p. 63.
157
Negrete 1920, p. 179: «Hay en las palabras del glorioso Fundador un “mas que” y
un “aunque desto”, que, bien aquilatadas las cosas, más parecen alejarnos que aproximarnos
al amor puro, desinteresado y compasivo del soneto». (Las cursivas son del P. Negrete). Pero
ya hemos visto el sentido completo que ha de tener el amor puro en la doctrina ortodoxa de la
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 147
Iglesia. San Ignacio explicita esta doctrina, que está implícita en los condicionales del Soneto:
«si no hubiera cielo... si no hubiera infierno...». El sonetista sabe que hay cielo e infierno, y
que tenemos que desear el primero y temer el segundo. Habla en condicional y en su sano
juicio. El P. Negrete añade que San Ignacio no dice nada de la pasión y muerte de Cristo,
fundamentales en el Soneto. Pero ya conocemos su cristocentrismo y que el presente texto es
legislativo. Se trata del amor desinteresado a Dios.
158
Ib., p. 180. Las cursivas de esta nota y de la siguiente son del P. Negrete.
159
Ib., p. 183-184.
160
José Rodríguez Díez 1994; particularmente en las p. 448-461, sobre las constituciones
principales.
148 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
161
Regula beati Augustini vna cum expositione Hugonis de Sancto Victore. Al final:
Datum in urbe. M.D.VIII. calend. Nouembris.
162
Aramburu 1966. Ver p. 59.
163
Constitvtiones Ordinis Fratrum Eremitarum Sancti Avgvstini nvper recognitae, et
non nvlla alia, quavrum seriem seqvens pagina indicabit. Romae apud Antonium Bladum
Impressorem Cameralem. Anno Dñi. M. D. LI.
164
Rodríguez Díez 1994, p. 454.
165
Constitvtiones Ordinis Fratrum Eremitarum Sancti Avgvstini Nuper recognitae, &
in ampliorem formam ac ordinem redactae. Romae, Apud Haeredes Antonij Bladii, M. D.
LXXXI. En p. 22.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 149
del P. Polanco, después de decir que hay que amar a Dios por sí mismo más
que por el temor o la esperanza, dice así:
«Et crebro admoneantur ut in omnibus quaerant Deum exuentes
se, quantum fieri potest, amore omnium creaturarum, ut
affectum universum in ipsarum Creatorem conferant, Eum in
omnibus creaturis amando, et omnes in Eo, iuxta sanctissimam
ac divinam Ipsius voluntatem.» (n. 288).
El paralelismo de los dos textos está bastante claro, así como la
precedencia cronológica. Las siguientes constituciones agustinianas son las
de Fulgenzio Travalloni (Romae 1686) y repiten el texto anterior166.
El Diario Espiritual de San Ignacio
En su Diario espiritual San Ignacio tiene un texto de amor a Dios,
supremo y desinteresado, que es impresionante:
«Veniéndome en pensamiento, y si Dios me pusiese en el
infierno, se me representaban dos partes: la una, la pena que
padecería allí; la otra cómo su nombre se blasfema allí; cerca
la primera no podía sentir ni ver pena, y así me parecía y se me
representaba serme más molesto en oír blasfemar su santísimo
nombre.»167
Hay que tener en cuenta que este pensamiento le vino a San Ignacio
en la Misa y lo consignó en su Diario junto con los otros que le vinieron
ese día durante el santo sacrificio. En este texto se dan dos ideas. 1) Es un
pensamiento, dice, que le vino, pues San Ignacio no deseaba el infierno
naturalmente. Pero, en el supuesto de verse allí, sintió en la Misa que no
sentiría pena. Nos podemos preguntar por qué; y se puede responder que
simplemente porque amaba inmensamente a Dios y no le podía reprochar
nada168. Su amor tan inconmensurable a Dios sobrepujaría sus tormentos.
Parece superar la generosidad del Soneto: Aunque no hubiera infierno, te
166
Constitvtiones Ordinis F.F. Eremitarum Sancti Avgustini Recognitae, & in ampliorem
formam, ac ordinem redactae. Romae, Typis Haeredum Corbelletti. 1686. En p. 54.
167
Anotación del 7 de marzo de 1544 [n. 132]. La ortografía está actualizada.
168
Por ejemplo, en 1525 (en los primeros años de su conversión) estuvo en Barcelona
en casa de Inés Pascual, y, según el testimonio de su hijo Juan Pascual en el proceso de
canonización del santo, Íñigo se pasaba la noche en oración diciendo de rodillas, suspirando
y llorando: «Dios mio, y cuan infinitamente sois bueno, pues lo sois para sufrir a quien es tan
malo y perverso como yo» (Mon. Ign. Scripta, II, p. 90). O bien: «O, Señor, si los hombres os
conociesen, no os ofenderían, sino que os amarían» (Mon. Ign. Exercitia 1969, p. 23). En los
dos casos modernizo la ortografía.
150 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
169
Sobre él véase Granja 1979, que, en p. 146, nota 5, aclara que se ha encontrado su
partida de bautismo en Valladolid, por lo que no era peruano, como dicen Sommervogel y
otros; Elizalde, 1983, p. 189-208:«Valentín de Céspedes», y la reseña del mismo Elizalde en
el Dicc. Hist. C.J., I, p. 742.
170
Signatura T/19429. Tiene 50 páginas. Como era normal en la época, las comedias se
publicaban sueltas sin portada ni pie de imprenta. La primera edición no se conserva (Granja
1979, p. 156). También la editó Mesonero Romanos 1858, II (1859), p. 139-156.
171
Tomó como seudónimo el apellido de su madre, Antonia del Peso. Sommervogel 1890,
II, cols. 1012-1013; Uriarte 1904, III, n. 4179 (p. 299-300); Simón Díaz 1950, VIII, p. 460-462.
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 151
172
Mon. Ign. Scripta, II, p. 90.
173
Grossmann 1947, p. 450-453.
174
Como he dicho, probablemente de la obra de Daniello Bartoli, Della vita e
dell’Istituto di S. Ignazio, fondatore della Compagnia di Giesù (Roma, 1650).
152 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
175
Gabriel Hevenesi, Scintillae Ignatianae sive S. Ignatii de Loyola Apophtegmata
sacra per singulos anni dies distributa. Viennae Austriae, tipys Joannis Georgii Schlegel,
1705. Uso la edición de 1919, que tiene un pequeño cambio de título (verlo en la bibliografía).
176
Hevenesi 1919, p. 21.
177
Hevenesi 1881, p. 28.
178
En la edición de 1881 se remite a Bartoli.
179
Su descripción, en la bibliografía: Alberti 1707. De está edición hay en España
tres ejemplares: en esta Facultad de Teología de Granada, en el Santuario de Loyola y en la
biblioteca Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense (con un exlibris en la hoja de
guarda que dice: «De la libreria de la Casa del noviciado de la Comp.a de Jesus de Madrid»).
Se hicieron más ediciones en italiano, pero parece que menos que de su traducción española.
180
Ib., p. 134.
181
Con el título El mes de julio consagrado a la gloria de San Ignacio de Loyola…, o
bien Mes de San Ignacio… La primera traducción que he localizado es la quinta de México
1746. En Sommervogel 1890, col. 123, se señala una de Barcelona sin año de hacia 1750. El
traductor, según Uriarte 1905, I, p. 256, fue el P. Juan Francisco López (1699-1783) nacido en
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 153
Venezuela pero que entró en la provincia jesuítica de México. Sin embargo la traducción de las
ediciones hechas en España parece que son diferentes de las mexicanas, según Sommervogel,
ibidem, que dice que ha comparado una edición mexicana y otra española. También señala
una traducción al polaco.
182
Devocionarios titulados El devoto de San Ignacio (368 p.) y El devoto de San Ignacio
de Loyola, que contiene la Vida del Santo, el Mes, Novena, Octava, Septenario, Triduo y
último dia de cada mes (344 p), los dos en Madrid, Imp. de la V. de Aguado, 1876. Ambos
están en la Facultad de Teología de Granada, así como la edición de Madrid, El Apostolado
de la Prensa, 1950 (243 p.). Consta otra edición de La Bañeza (León), 1936 (220 p.). Pero
hay que advertir que el P. Giovanni Saverio Contino publicó con un título parecido Il devoto
del gran Patriarca S. Ignazio di Loyola, 3 vols. (Messina 1748-1749), reeditado y traducido
al español, pero, tras examinar varias ediciones italianas y españolas, se ha visto que no
contienen los «Detti di S. Ignazio».
183
No es una oración de una sola interpretación posible, como se pretende mostrar en
Verd 1986 y 2007b.
154 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno dellos que honores, y desear
más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido
por tal, que por sabio ni prudente en este mundo» (EE, n. 166). La palabra
«amor» no aparece, pero es un ejercicio de amor heroico y total a Cristo,
completamente puro y desinteresado.
3) En 1890 el Papa León XIII indulgenció la siguiente jaculatoria, diciendo
que San Ignacio la solía repetir: Domine mi, fac ut amem te, et ut praemium
amoris mei sit amare te magis in dies184. Es una frase de amor desinteresado,
pues el premio que se pide por amar a Dios es solamente amarle cada día más.
¿Es de San Ignacio?, ¿cuál es su tenor original? En una colección de
indulgencias en español se traduce así: Oh Señor mío, haced que os ame, y
que el premio de mi amor sea el amaros cada vez más185.
Preguntado un especialista de San Ignacio y editor de sus obras, me
contesta que la frase corresponde al pensamiento ignaciano, pero que, tal
como aparece citada, no le suena en los textos de o sobre San Ignacio, y que
debe de estar tomada de algún repertorio de frases ignacianas. Además de
los dos repertorios citados del húngaro Hevenesi y del italiano Alberti, hubo
otros, como el del francés Bouhours186. Hemos visto que las frases citadas
por estos autores están traducidas (al latín, al italiano, al francés) y además
retocadas para convertirlas en sentencias, por lo que nos falta su literalidad
original para poder buscarlas en las obras del santo. En la concesión de la
indulgencia por el Papa se dice que la ha pedido un círculo católico de Roma,
por tanto a partir de un texto en italiano.
IV. NOTAS FINALES
Esquema ignaciano del Soneto
Varios críticos extranjeros de la literatura española han defendido
que tras la fundación de la Compañía de Jesús se produjo en España, y a
partir de España en el extranjero, un tipo de poesía que sigue el formato
184
Se encuentra en un Rescriptum de la S. Congr. Indulgentiarum de 15 de marzo de
1890, publicado en Acta Sanctae Sedis, 22 (1889-1890) 565.
185
Santiago López de Rego, S.J., Indulgencias auténticas y su calendario, tomadas de
la «Raccolta» oficial, obra del R. P. Beringuer, S.J. y otros documentos declarados como
auténticos por la S. Congregación de Indulgencias, 2 vols. (Jerez de la Frontera 1905), I,
p. 165. En Franz Beringer, Les indulgences, leur nature et leur usage, quinzième édition,
approuvée para la S. Pénitencerie […] Traduction par l’abbé Ph. Mazoyer, quatrième édition
française, 2 vols. (Paris, Lethielleux, 1925), en I, p. 132, viene en traducción francesa. Lo
extraño es que esta jaculatoria, aprobada en latín, solo viene en italiano en el Enchiridion
indulgentiarum (Typis Polyglottis Vaticanis, 1950), p. 4.
186
Dominique Bouhours (1628-1702), Maximes de Saint Ignace, de la que he visto la
edición de París 1860, publicada anónimamente y preparada por el P. Auguste Carayon (1813-
1874). (Véase sobre ella Somervogel 1890, I, col. 1907, n. 211; II, col. 714, n. 4).
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 155
187
Louis L. Martz, The Poetry of Meditation. A Study in English religious literature of the
Seventeenth Century, Revised edition, Sixth printing (New Haven and London, Yale University
Press, 1971), [1.ª ed., con el mismo título, en New Haven, Yale University Press, 1954].
188
Spitzer 1953. El siguiente resumen de Spitzer lo he tomado de Verd 2001, p. 3609.
189
Spitzer 1953, p. 611.
190
Ibidem.
191
Ib., p. 611-612.
192
Ib., p. 617.
156 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
1975), 490.
195
Faivre 1828, II, p. 468
S. Ignacio y el soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» 157
San Francisco Javier, que además fueron mucho más numerosas. Aunque
sabemos que Íñigo de Loyola era aficionado a la poesía y que escribió
algunas, conociendo el estilo de sus obras y cartas, no parece verosímil que
pudiera escribir una pieza tan perfecta como el Soneto a Cristo crucificado.
El cual parece pertenecer al siglo siguiente, o, al menos, en él apareció por
primera vez. La afinidad de los sentimientos religiosos del santo con los del
Soneto es indudable, pero una cosa es el alma y otra la pluma.
Con todo, pienso que este estudio nos ha ayudado a conocer mejor al santo
y la historiografía del soneto religioso más importante de la lengua española.
Así como la relación tan estrecha que tuvo el Soneto con la Compañía de
Jesús, de modo que muchos estuvieron convencidos en los primeros siglos
de que su autor fue uno u otro de dos de sus fundadores.
Referencias bibliográficas
Alberti 1707 = Domenico Stanislao Alberti, S.I., Il mese di luglio consagrato alle
glorie di S. Ignazio, Fondatore della Compagnia di Giesù, proposto a’ divoti del
Santo, dal Padre Domenico Stanislao Alberti della medesima Compagnia. In
Palermo, per Tomaso Pignataro, 1707.
Allgemeine Deutsche Biographie = Allgemeine Deutsche Biographie, 56 vols.
(Leipzig, Duncker & Humblot, 1875-1912).
Aramburu 1966 = Ignacio Aramburu Cendoya, O.S.A., Las primitivas
Constituciones de los Agustinos (Ratisbonenses del año 1290) (Valladolid,
Archivo Agustiniano, 1966).
Araoz, Censura (A) = Antonio Araoz, Censura ignatianae Vitae Patris Ribadeneirae,
auctore P. Araozio. Lo que falta en este libro de la Vida de N. P. de santa
memoria, en Monumenta Ignatiana. Series quarta, Scripta de Sancto Ignatio de
Loyola, Societatis Jesu Fundatore: col. Monumenta Historica Societatis Iesu, t.
[25] (Matriti 1904), p. 725-730.
Araoz, Censura (B) = Antonio Araoz, Censura Patris Antonii de Araoz. Lo que falta
en este libro de la Vida de N. P. de santa memoria, nueva edición publicada en
Fontes narr., cit., IV (1965), p. 935-941. Como la letra de Araoz es superdifficilis
(ib., p. 935), el texto no es exactamente igual al de la transcripción de 1904.
Arellano 1952 = Tirso Arellano, S.J., El sentimiento poético en San Ignacio de
Loyola: Manresa, 24 (1952) 99-109.
Câmara, Memorial = Luís Gonçalves da Câmara, S.J., Memoriale. Lo cito por
Fontes narr., cit., I, p. 508-572. Existe una buena edición, realizada por Benigno
Hernández Montes, S.J., en Colección Manresa, t. 7 (Bilbao, Mensajero –
Santander, Sal Terrae, 1992).
Cancionero general 1511 = Cancionero general de muchos y diversos autores
[recopilado por Hernando del Castillo] (Valencia 1511), muy reeditado, del que
hay ediciones modernas, como la facsímil de Madrid 1958. Existe una edición
crítica en cinco volúmenes (Madrid, Castalia, 2004).
160 Gabriel María Verd Conradi, S.J.
Uriarte 1904 = J. [José] Eug. [Eugenio] de Uriarte, S.J., Catálogo razonado de obras
anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes á la
antigua Asistencia española, 5 vols. (Madrid 1904-1916).
Uriarte 2005 = José Eugenio de Uriarte, S.J., Apuntamientos y extractos para una
disertación sobre el soneto: «No me mueve, mi Dios, para quererte». Edición,
notas y comentarios de Gabriel María Verd Conradi, S.J.: Archivo Teológico
Granadino, 68 (2005) 111-152.
Verd 1986 = G. M. Verd, «Tomad, Señor, y recibid», una oración polivalente:
Manresa, 58 (1986) 77-88. Resumido y puntualizado en Verd 2007.
Verd 2001 = G. M. Verd, Soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte», en
Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, biográfico-temático, Charles
E. O’Neill, S.I., Joaquín M.ª Domínguez, S.I. (Directores), 4 vols. (Roma-
Madrid, 2001); en IV, p. 3607-3610.
Verd 2004 = G. M. Verd, S.J., El P. Roque Menchaca, San Ignacio y el Soneto «No
me mueve, mi Dios, para quererte»: Archivo Teológico Granadino, 67 (2004)
109-145.
Verd 2007a = G. M. Verd, S.J., János Nádasi S.J. (1614-1679), su difusión en
Europa del soneto «No me mueve, mi Dios, para quererte» y su bibliografía
hispánica: Archivo Teológico Granadino, 70 (2007) 5-35.
Verd 2007b = G. M. Verd, Tomad, Señor, en Dicc. esp. ign., cit., II, p. 1708-1715.
Verd 2008a = G. M. Verd, S.J., San Francisco Javier y el soneto «No me mueve,
mi Dios, para quererte», en Congreso Internacional Los Mundos de Javier,
Pamplona, 8 a 11 de noviembre de 2006 (Pamplona, Gobierno de Navarra,
2008), p. 487-508.
Verd 2008b = G. M. Verd, S.J., El «Epítome de la vida y muerte de San Ignacio
de Loyola» (Ruremunda 1656, 1662). (Philippe-Balthazar de Gand-Vilain,
Príncipe de Isenghien, 1616-1680). El libro, su autor y el Soneto «No me mueve,
mi Dios, para quererte»: Archivo Teológico Granadino, 71 (2008) 123-145.
Verd 2010 = G. M. Verd, Ignacio de Loyola, hablante y escritor: Archivo Teológico
Granadino, 73 (2010) 147-184.
Verd 2011 = G. M. Verd, S.J., Vascuence y castellano en San Ignacio de Loyola:
Archivo Teológico Granadino, 74 (2011) 151-204.
Whitney 1879 = James Lyman Whitney, Catalogue of the Spanish library and of the
Portuguese books bequeathed by George Ticknor to the Boston Public Library
(Boston 1879).