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Hechos 7:12
7:12 Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la
primera vez.
La publicidad espiritual hace ver a los demás que aquí hay provisión de trigo.
Debemos darnos a conocer a los demás como adoradores santos de Dios, o no
vendrán a comer de nuestra abundancia de Pan.
Hay que hacer algo más que una ceremonia o un culto vano para hacer volver a
Dios y que nos mire.
El dolor más grande de una mujer es sacar o dar a luz un hijo desde las entrañas.
Nosotros tenemos que sacar desde nuestras entrañas nuestra adoración a Dios.
Los que sufren padecen y luchan como Él, serán los que reinarán en su Gloria. Por
causa de los escogidos debemos vivir consagrados y esforzados de continuo.
Pablo se quiso parecer en todo a Jesús, pues lo amaba con todas sus fuerzas.
Dijo David: “No le daré al Señor ofrenda que no me cueste” Todo lo que va a
ser entregado a Dios sebe ser puro y perfecto.
David nunca le dio el lugar que era de Cristo a ningún otro.
Orar a Dios con un lenguaje coloquial o vulgar equivale a faltarle el respeto; pero
por el contrario la oración con un clamor que te parte en dos, hace que los cielos se
abran.
Rut 1:1
A Dios hay que consultarle las cosas antes de tomar decisiones, Noemí y Elimelec
decidieron salir de la tierra de pan y no le consultaron a Dios. Esta decisión errónea
le llevó a una ruina en su casa y en la de sus hijos; también esta ruina fue espiritual
pues dejaron de tener cobertura, (esto viene simbolizado con la muerte de los
varones)
Dios quiere demostrarnos que la cruz que nos ha asignado es la idónea y que nos
da dignidad para alcanzarle y estar cerca suyo. Si Dios nos pone en su lugar, no
debemos movernos y así no seremos avergonzados. Noemí estando en Moab oyó
decir que Dios había devuelto la prosperidad de pan a su antigua tierra. Jesús trae
el Pan espiritual que nos da vida, alimento con verdadera consistencia. Noemí tuvo
que aprender obediencia a Jehová por las malas.
En los púlpitos hoy en día, cuando no hay trigo para compartir, hay charlas,
conversaciones necias.
Dios ha comparado nuestras vidas con el fruto que da el trigo; a treinta, sesenta y
ciento por uno.