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HISTORIA DE LA IGLE BN OBL PERU (1511-1568) RUBEN VARGAS UGARTE TOMO I IMPRENTA SANTA MARTA Calle de Santa Catalina, 661 CAPITULO Mt LA RELIGION DE LOS INCAS 1. Naturaleza del culto entre los antiguos peruanos. — 2. Huacas y ere Divinidades prineipales: Pachacamac, Viracocha, ~ >) Leyendas. — 5. Ceremonias culturales. El Calendario Obes sacrificios humanos. ~ 7. La clase sacerdotal: jerarquia y niimero. Las Virgones del Sol. BIBLIOGRAFIA Jacinto JiJON ¥ CAAMASO: Le Religisn del Imperio de los Incas. Quito, 1919, Beranzos. Sums y Narracion de los Incas. Madrid, 1880. PoLo DE ONDEGARDO: Informaciones acerca de la Religion y Gobierno de los Incas. C. U. R, Tom. 3. Liv ma, 1916. Tres Relaciones de Antigedades Perwanas. Madrid, 1879. CRISTOBAL DE MOLINA. Relecicn de lus Fudbulas y Ritos de los Incas. C. U. R. Tom. 1. Lima, 1916. Branabe Cov: Historia del Nuevo Mundo. Libro xin, Tom. 3 y 4. Sevilla, 1892-9. Panto Jost pr AnriaGa: Extirpacién de la Idolatria en el Peri. Lima, 1621. FRAN: Cisco BE AVILA: De Priscorum Huaruchirensinm Origine ot Institusis. Madrid, 1942 1. EI titulo de este capitulo indica al lector, que, prescindiendo de las teogonias de las primitivas culturas indigenes, serranas 0 costeias, 00s ocuparemos de la religiéa de los antiguos peruanos tal y como 1a hallaron los primeros conquistadores. Conviene, no obstante, advertir que es im prescindible referirse a las creencias religiosas del pericdo preincaico, 00 slo porque los Incas recibieron la influencia de los pueblos conquistados y se asimilaron buena parte de su acervo cultural, sino ademas porque et este hallaron muchos elementos de més valor que los peculiares de su 9° Gioa, Este sincretismo religioso, que vino a ser la natural consecuencia de la fusia de diversas culturas dentro del Imperio incaico, nos explics Is variedad de nombres que se dieron a Ia divinidad y la aparente maltipli- de las representaciones del Ser Supreme. — BH HON DE LOS INCAS EI primitive pueblo peruano cra un volvia su vida entera: regulaba los actos Jos a ua calendario; se habia encarnado pierno en teocratico, y, por una alteraci neatalidad, hizo que rindiera culto a Rucblo teligioso. La seligign ene tal, sujetindo- convirtiendo su go. de Dios en su nes seres de los cuales + Su religion estaba ‘ane conse en casi os fusre seasbilided y au indole ecelosa le hizo da vide yee ee de ta nacién cor co ot mei com i6n de la idea todos aquetios 2 Jos objetos inmateriales, y los montes y los riex tantas demostraciones de un poder oculto y superion, eae a Pata ft otras todo a individualizar, pero al cual habia que aplacar 6 Cnet see eeet St al camino que sigue la mente humana pass I eae 2 legar a Ja nocién clara de la Divinidad, los peruanos, como casi todos los pueblos primitives as ering el comienzo; el espectéculo del mundo les sugeria la idea de la existencia de ua ser superior y ultraterreno, causa de todo lo creado; pero su meta. fisica n0 Megaba a diferenciarlo totalmente de las cosas sensibles y slo, como un fezago de Ja revelacién primitiva, iatente y perceptible en todas las razas primigenias, o bien como producto de mentes mejor cultivadas, se llegaba al conocimiento de un Dios tinico y subsistente por si mismo, diverso sustancialmente del mundo visible. A pesar de su animismo pronunciado, no puede decirse que los pe- ruanos fueran panteistas, aunque por su intimo contacto con la naturaleza y su predominio de lo sensible sobre lo intelectual se sintieron atraidos a modelar sus creencias segan esta doctrina. Pero estaban muy lejos de creer en ua Dios impersonal, 0 de pensar que el fin de todo es la inmer- sién en el Nirvana, a la manera budista. La masa fué politeista, y solo de un modo vago e impreciso Ilegé a tener nocién de un Dios creador de todo lo existente y debajo del cual no hay més que criaturas mis o menos Perfectas, Parece que esta creencia estuvo més arraigada en los primeros Pobladores, pero el tiempo a fué desfigurando, y ya sus descendientes ne conservaban mas que vestigios de la unidad de Dios. Garcilaso, y con € btros escritores de los primeros tiempos, se esfuerza en vano por demostrat que la religién incaica era monoteista; pero un estudio desapasionado y i yndicion misma : rescott, era 1a base de su politica, 1a cor a nei social EL pobierno de fos Incas, en sus Princip Conquest of Peru. Lib. 1 Cap. Ht: La Religiin, di Por decislo asi, de su existencia soo “senciales, era una verdadera teocracia’ —-o- Qua EN BE RRRU = LUARO PRIMERS, ALE VA EE 2 ranma ns da —_ de sus practicas culturales a9 Ae oI gs oa te wate’ ¥ 3 — vs on am aoe MRF, CO YI ane ANS Nveatige al civar las oeras deidades @ quienes readiag Veer Deat, f 6 oo de un Dine tase . cake Re RRR QUE AE PESTER x RRR ROROH OF QUE ARENA EATEN miens mas itustrados 1a alcane ne ee an gone Bay que confesar que admican 1 can, NN : RAL de RE : MO raa, PATE CAMARA que eneTe bos gobernanees “ Imperio preva. Aen be akew die Ba tantad de Dios, ua dicho de Huayna Capac, segin unos, ye Virasha, smguin otme (Herrera), en que se pone en duda el caric. tee Sivwow Get Sok poe el hecho de La regularidad con que obedece a las Jeves uMICRE ' PeRD Io ciertD es que cualquiera que fuese el sentir de los Yaoes al CEPR ellos Permitiema y autarizaron el politeismo, pues aca- came a las dtivinitades de les pueblos vencidas y convirtieron, como dice Pate de Oadeganh el remplo del Cuzco ea un verdadero Panreon. Es segure qve Io hicieron por medida politica, a ejemplo de los aztecas, y ambien, CAMO EHH PRque de ese manera creian que aseguraban su do- aainiy sabre las naras subyngadas® Pa et Beri como en Mexico los primers predicadores de la fe y aun muchos de les que vinierma despues hicieron poco o ningiin caso de las ereenciss religions de les indigenas ¥ no se fomaroa el trabajo de indagar to gue pAxtia haber de cierto en ellas © podia servir como de fundamento pare intrelocitlos a la ventadert fe. Tan birbaros los ereyeron en exto seme en roto To demas y de allt que en su sentir no podia seguicse otra vis siow abjurar por completo de todo lo pasado, dando al olvido casnes se relacionats con los rites ¥ ceremonias de It antigua religidn poe era parre, los indios no hacian objecién formal a la fe aoe —— cabs y la aceptaban, en apariencia docilmente, sin oponer aifieat les pre- mereciera ser absveltt, no se hizo necesaria una come ee tad que su Conversion. getica para Mas adelante no faltaron doctrineros y religi fermarifa, recogieran con coriosidad cussco oe reese Per via de in- rena y Polo de Ondegardo, Cristobal de Molina, Cobo, e1 ioe esta_ma- cl Lic. Falosa, por citar unos cuantos, nos ban dene, A258imo jesui- indo estudios — HOS mis o . TI historiador He Ps ta esto en Le varuabilided del curio del So coche Ia razén oj Vo Aloaso Ri lan, Mist 7 bs Copacabana, Lima, LA RELIGION DE LOS INCAS menos completos sobre la religion de Jos ane sinembargo, emprendi6 este estudio con el fin de deshac ee, (NinBUBe fos errores en que andaban sumidos y demostearles nae ye, Sieilmente apartado de Ia verdad y por donde se acercaban « ella re = abian Gieron menos de sefalar algunas analogias entre sa velin yee ne Pe y, en esta parte, algunos fueron demasiado lejos, pues ceeveon ee mo, 1a Penitencia y aun la Eucaristia. Prescindamos de la venetacion Pere sas dace ice, roti de i enc coed wae pourra te nen aay aunque muy desfigurados, es innegable que en la religién incaica habia elementos aprovechables para allanar el camino a la verdadera fe y hacer comprender a los indios como ésta no distaba tanto de sus ereencias y po- dia adaptarse con algunas de sus costumbres. No hemos hallado prueba alguna de que se hiciera asi, salvo en algunos de los sermones de D. Fran- cisco de Avila y es realmente extraiio que no lo hicieran pues el mécodo hubiera reportado algunas ventajas. Por lo pronto el indio no habria mirado la fe en Cristo como una cosa extrafia e impuesta sino como algo que tenia hondas raices en su pro- pio ser y en el culto que antes prestaba a los idolos. Se hubiera también exitado, al menos en parte, esa mezcla o confusién que, en teoria y en Ja ptictica, se hizo del cristianismo y Ia idolatria, dandole inclusive un sea- fido malicioso a practicas y costumbres que en si mismas eran compatibles con la verdadera fe. Los ejemplos abundan en uno y otro sentido. Nada tmis propio del cristiano que la veneracién a los cuerpos de los difuntos: ntre los iadios esta veneracién rayaba en culo y tenis mucho de su persticiosa, Era necesario instruitles en Ia materia, explicarles el signifi- Edo de les ceremonias del entierro y sepultura de los cadaveres, hacerles comprender el sentido y alcance de Ios sufragios que se ofrecen por los fi- nados y, finalmente, los lazos que unen a Jos vivos y a los que descansaron is indios mu- en el Sefior. ‘esta instruccién, hallamos entre los ae YY es un hecho que, precisamen- chas supervivencias de sabor idolatrico. . te por hallarse en ellos tan arraigado el culto a los ee que se han hecho cristianos, es esta una de Ias cosas que menos . fesones; allan, vie- Yeburis, sacerdotes que hacian también el oficio de cont 8e0e5 consagradas al servicio del Sol —31- PERU - LIBRO PRIMERS alto al rayo 0 Ulapa, C00 ellos lan, ‘dentificaron con el Apéstol gant dentro de! cristianism? much ban, como dice el oS 0, ee gue el caballo y 10: tiros de pg, os espasoles: “Santiago y cierra eee oe ellos el espanto. Sea por esta yi fiesta del Apéstol coincig, animales 0 rodeo del gang. truer, > ban unidos al grito | que, en los principios, Gilacién con Ja antigua creenciay ‘on la fiesta en que se hace el £2 do, el hecho es que pocos Santos fomo Jacobo, el hermano del Sefior- son encierra algo de supersticioso y 10s 10 prueba el hecho de que cl Ar. sobispo Villagémez en su Carta Pastoral sobre Ja Idolatria, ordene 2 los Vieelores que no se dé a los indios el nombre de Santiago sino 2 lo mas de Diego. Fué costuml como hemos visto, eran las principales, cor pueblo entero tomaba parte; esta costumbre ha perdurado, pues en las pestas cristianas ni las danzas ni los cantos se echan de menos. La del Corpus, una de las mas solemnes de nuestra religién, fué siempre muy ce- Iebeade entre los indios y en ella hacian y hacen verdadero derroche de esplendidez. Sin duda que esto es fruro de la predicacién y del alto con- cepto que el indigena se formé de la Eucaristia, pero no debe olvidarse Jo que ya en su tiempo decia el P. Pablo José de A at le Extirpacién de ta Idolatria, (Cap. Vit), a saber, ene ae libro de con achaque de Ia dicha festividad, celebran los inden open lugares snes que coincide con la del Corpus y en In a ntios Ja fiesta de Oncoy- grupo de las Pléyades que se conocen con e] ‘ual honran a Jas estrellas del f fin de que no se les sequen los maizales, pobre de tas siete cabrillas, su rudeza e ignorancia mezclaba en el culey gj oe UPestici sa de que mas tarde el ya citado Arzobispg zas y cantares de los indios en estas fi a tno estaba en ellos sino en la per aunque a fat epemne las dan- tsional debi6 aprovechar “suena, gine TS del indigens a4, mt tumbres,despojéndols de Jo que habia eo CS" ¥ adapters grt (ietic® otro significado, haciéndoles ver que de atl Me reprgnts® % SUS COs: Sn dafo de su conciencia, Io que vareget tera haprahle ¥ dandoles mente hi falsas divinidades. Muchos pusieron en pricy; Petal ‘brian de obtener, ctica e| wt" Aleanzar de sus sistema le sus Y mediante to de guerra ‘sembro en! sea porque 1a cuento de los hay tan venerados entre 10s indigenss Pero en este culto se encerraba y bre entre los indios celebrar sus fiestas y las religiosas, n cantares y danzas en que el al verdade, in y otras que i £0 Dio: . Villagomes 9 Dios fueron exw —32~ LA RELIGION DB tos tuna feliz sustirucién, lograron abolir muchos ass sipesccues St me cesidad de romper abiertamente con sus antiguas comumoes. Pero, volviendo a la tendencia de los iadics perummos 1 acinus esencia espiritual, como dice Markham, 1 mdas ‘as ellos fuente de bienestar, como ia lama, el masz ia advertir que los objetos que la represecnibuc. buucan chancas, quicus (piedras bezares), 20 era >eopiamence genes de la divinidad, sino manes, 0 sex. algo doe teriosa, 0 de poder magico, concepcisa muy comun cultura inferior, como los melacesios o algucas wibus afncamss come is Bantus. De estos amuletos y talisma: ian abundancia, pues, como advierte ei P. Azeilo tos indios del Peri en su gentilidad, que culquiens co de que 2ede esperar algun bien o temer algin mal la adorsbas en ella, y asi adoraban hasta los animales por beurs y crucles que Team. y cvanto més crueles y ponzofosos eras, mayor Ia ac cian. A este tono cualquiera cosa que age exraden: ence Ls de ge nero les parecia que tenia divinidad, basta acer es0o coe = de la tierra’ Lo anotado por no €s mis que la coasacacioe de ua hecho coat probado por los primeros misioneros, por los visiadores de Molasuas, oo ‘mo el P. Pablo José de Arriaga‘, D. Francisco de Avila y el Coacilio Ly mense 111, que en el Confesonario para los Curas de Indics mando inctuir el Tratado sobre las supersticiones € idclatrias de los indies compuesny YE cl Lic. Polo, Largamente te podri ver en dichos autores la descripsiva do la infinidad de objetos de significado religioso en uso entre les perwanne desde los cerros 0 jircas, hasta las menudas piezas de oro o plata (ills cool ea) que usaban como adorno. Pueblo supersticioso, como todos aquellos que no han alcanzado a ce ner una idea clara y precisa de Dios, apegado a la tierra por habico © in: ferioridad mental, hubo de alterar las nociones més puras de la primiciva ‘creencia, y si bien entrevié la existencia de una causa superior y unica de todos los seres y la consiguiente dependencia del mismo, teadio mas bien 4 ligarse con aquellas manifestaciones de su poder que le eran familiares y en las cuales creia residir una fuerza oculta y sagrada, digas dle yenors os y fans Lima, 1895. Lib. 1, Cap. wv fen el Peri, Lima, 1621. 2* dic. Lima, 1920, ~~ sroRiA DE 1A IGLESIA EN EE PERC - Lingo PRIMER HistoRIA DE ‘ 2 estos obje0s, visibles por otra parte > cién. De at 5 PE bitos Y costumbres, © por mejor dec iti plemente uni ee et Ja dificultad de desarraigar de sus anim, at aa vide. Esto oe y la sobrevivencia de Jas misma, sun dae, he ticas superstciyeanismo, aun cuando, a decir verdad, en jg mayo ® conversin eebia también a una incomplera o rudimentaria ing: * = ae oa la cortedad y bajo nivel intelectual de ios ne6fito, ciéa reli 2. Huacas o conopas, todo ello corresponde, como bien Io dviem Jigéa y Caamaio, a Ja concepcién mana de las razas Primitives. Arg true de Ia Zara Mama 0 simbolo del maiz, ahora de Ia Ile Lams o rye, searaciéa de este animal o del Huasicamayoc 0 dios Lar, en todo ests 4 indio peruano veia, tras el objeto sensible, un poder extraordinario, inf. yeate y transmisible, Mis que del fetiche, participan del amuleto o tai, min, pues no se puede decir que sean ellos morada de un Dios y siray de asiento estable 0 pasajero a la divinidad, sino mas bien una manifey tacién de su virtad, con poder propio e inherente, Jo cual les hace digas de ser venerados y tenidos por sagrados.’ Atin todavia estén en uso ent los indigenss, y el modo de servirse de las lamitas de piedra © batto co eS es. rr conopas, de uso mas bien Privado y familiar, las caracteristicas son las mis- disposicién © figura, para que a titi que esta tendencia se haya nando que en una piedra'o en Gh indido el Evangelio, imagi- cruz 0 de Ja Virgen, Coe Los Apachetas, pied ; coer © ares ane Ia ee tes © acervos de ellas, cumbres, en rahe eee! Fvereniaba lio depositabs ga ate og J €0 fealidad, suponen jg ae ‘enen Sus similares en otros pueblos cual £ SF Oculto inherente al objeto Sede tributo, ya sea para te "OV. Jacinto Jigen ss 1919. p. 165” 28 ¥ Cana LA RELIGION DE LOS INCAS nerlo propicio, ya también para librarse de algiin mal. Es, pues, un rito sapersticioso y, como el vocablo quecha parece indicarlo, el acto ritual con aque se las veneraba era una prenda de prosperidad y un medio de abuyen- tar Ia fatiga.” EL naturismo de los antiguos habitantes del Perd los con- dujo a venerar también los cerros y montes que por su aspecto, elevacion o alguna otra cualidad sobresaliente atraian la atencién. Este culto no era més que la reaccién producida por el ambiente. Ahora bien, éste hubo de favorecerlo, si se tiene en cuenta la Brandiosidad de las montafias andinas y el contacto perenne del indio con las mismas. Con los aztecas, los pe- ruanos tuvieron @ sus montes por’huacas o lugares sagrados y aun los con- sideraron como sede de una fuerza o espiritu superior. Es posible que ha- ya habido alguna evolucién en este concepto religioso, panteistico 0 animis- ‘a en un principio hasta depurarse, reduciéndose a su maxima sencillez. Salvo algunas leyendas contestables y de incierto origen, no parece que se haya dado personalidad humana a tales objetos, es decir, que ha habido ausencia de antropomorfismo en las ideas religiosas de los antiguos perua- nos, aun cuando en Ia representacién o expresién sensible de la divinidad han Iegado a hacer uso de Ja figura humana, revistiendo a ésta de los atr butos de sus dioses, como por ejemplo, de los colmillos o garras del felino © jaguar, deidad simbélica muy extendida en el antiguo Peri.” Junto a estos dii minores hay que colocar también las Pacarinas y los Mallquis. “A las Pacarinas, dice Anello Oliva, que es de donde ellos des- cienden, reverencian también como dioses, que como no tienen fe ni co- nocimiento de su primer origen de nuestros padres Adan y Eva, tienen en este punto muchos errores y todos, especialmente las cabezas de ellos, sa- ben y nombran sus Pacarinas y ésta es una de las causas (dice el P. Jo seph de Arriaga en su tratado) y Ia experiencia enseiia ser asi, porqué rehu- san tanto la reduccién de sus pueblos... y la principal razén que daban porque vivian en aquellos riscos era que estaba alli su Pacarina”.** Llaman asi aquella clase de objetos materiales que el salvaje mira con. supersticioso temor, creyendo que entre él y cualquiera de esos objetos existe una relacién ® “Ofrecianles, a veces, al Megar a ellas, sus usutas u ojotas (sandalias de cue- 10) coca y otras cosas y, no teniendo a mano otra cosa, piedrecillas. También so- Tian tirarse de las pestafias y cejas, cuyos pelillos soplabaa hacia el Sol, ofreciéado- selos a Los dioses que mis veneraban”... Ramos Gavilan, ob. cit. lib. 1, Cap. x1V. 10 Segiin Gonzalez Suarez (Historia del Ecuador, Tom. 1, Lib. 1, Cap. 111) los Puruhaes veneraban al Chimborazo y al Tungurabua, suponiéadolos marido y mujer. 3 Anello Oliva $. J. ob. cit. Lib. 1, Cap. 1. — 35 — RIA DE TA IGLESIA EN EL PERU - LIBRO PRiMego sro} m creado una como alianza Esa relacién la ha © Pacto ipo ‘una familia 0 a un clan con aquel ebjers x 1 tutor 0 padre de todos sus miemfy : le considere como os iil que ale cons le profess, Este culto al antepasado miticg 8 baer? my tencia a la institucién familiar o el ayllo, base de ta organizacién Social en el Imperio Incaico. Huamin Poma y Garcilaso pueden sducine en confiz. maciéa de lo dicho." Uno y otro aseguran que cada ayllo 0 unidad cial poseia como simbolo o insignia un nombre de animal y por 6! gre cominmente desigaados los pertenecientes al grupo, como si se tratae dn un vinculo de parentesco. El predominio del culto del sol no es mis, sin algunos, que el resultado del obtenido en el campo politico por el aylig quechua de los Incas del Cuzco, los quales lo tenian por totem. No compar, timos enteramente esta opinién, pues aunque sea verdad que a ellos se de, bid la difwsién del culto al astro rey y el que ocupara un puesto principal en Ia teogonia del Imperio, no obstante hay que reconocer que entre otras tribus y pueblos, como por ejemplo entre los Chimis, también se tribute, ba culto al sol, ni fué desconocida esta divinidad entre los collas, todo lo ual nos autoriza a sostener que aun antes de Ia dominacién, incaica ya te. Bia adoradores, Por otra parte, el totemismo, contra lo que algunos pien. S20 90 €s propiamente una religin ni crea la concieacia religiosa sino ls Sepons. ‘Para entrar en selacién con ua poder invisible importa primero conocer su existencia. De ab{ que este institucién no sea exclusivamene religiosa sino mas bien familiar o social, y el estudio de los eyllos indige- Bus lo comprueba, pues en algunos el nombre mismo de sus fedivides es & otro que el del totem de su respecti intima y especi desde anciguo ba lis LA RELIGION DE Los INCAS ee bién entre los aztecas y en Ja mayor parte de los pueblos de América. Los ritos funerarios con que se honraba al difunto revestian mayor o menor esplendidez segiin la calidad edl mismo. A los Incas se Jes enterraba con gran pompa y se destinaba su propio palacio para que les sirviese de mau- soleo. Sus cuerpos embalsamados y revestidos de las insignias reales se convertian en objetos de culto y se sefialaban personas que cuidasen de ellos, sacindolos en ocasiones a vista de sus subditos. Los orejones eran también sepultados con magnificencia en tumbas llamadas Machay, las cua- les constaban de dos habitaciones, una de ellas destinada al difunto y al dios familiar 0 Auqui, y la otra para los objetos de su uso o las ofren- das que le babian de servir en la otra vida. Era costumbre enterrar a los difuntos de pie, y con mas frecuencia sentados 0 en cuclillas, utilizando para su conservacién bilsamos o resinas de ellos conocidos, aunque algu- nos, como Garcilaso, parecen insinuar que no usaban de otro procedimien- to que el de In exposicién al frio de la puna. En la sierra y regiones al- tas este método podia dar resultado, pues el frio y lo sutil del aire bastan a preservar de la corrupciéa, pero en la costa y en los valles calidos es casi seguro que debian hacer uso de dichas substancias, pues Ia sequedad de la atmésfera, excepcién hecha de los terrenos salitrosos, no basta a ex- plicar la momificacién. En resumen, los antiguos peruanos mis que una teogonia © cuerpo de doctrinas religiosas, poseian un sistema rudimentario de creencias, un concepto elemental sobre los grandes problemas de Ia vida del hombre que distaba mucho de ser preciso, pero en el cual es posible descubrir un fon- do de verdad, comun a todas las razas primitivas, y en donde laten ideas tan trascendentales como Ja existencia de un poder superior, origen de to- dos los seres, y Ja supervivencia de una parte de nosotros, después de Ia muerte. 3. Los autores que, como Garcilaso, han insistido en la adopcién de un Dios creador por los indios peruanos, han apoyado su relato en la exis- tencia del cemplo de Pachacémac y la etimologia de este nombre. Sin em- bargo la relacién que nos han dejado de dicho idolo Estete, compafiero de Hernando Pizarro en su visita al famoso templo costefio, y Pedro Pizarro parece contradecir esta suposicién. El culto, ademés, tributado a Pachaci- ‘mac era mas antiguo que Ja conquista incaica y, segiin una leyenda de in- cierto origen, la fantasia indigena le dié por mujer a Urpay Huachay, co- -37 EN EL PERG - LIBRO PRIMERO Quilla era 1a esposa del Sol. Gonzalez de la Rosa es tam. bién de opinin contraria @ ‘Garcilaso. Segiin él, Pachacdmac no signifi. it de Ja tierra o hacedor de la tierra ‘cx creador del Universo, sino creador : Sinvada en Ja regién, en cuyo caso vendria a sof Se s6lo una divinidad can} una prueba mas del animismo de los antiguos Perwanos, fuertemente jnctinados a dar espiricu y vida a las cosas de donde dimanaban bienes.": (Coast eae iaaeo fen] oe Bate le cee eee eae Giea privilegiada de los Incas. La divinidad primitive ore conocida con sae slombres de Con Ticci Viracocha."* Este es probablemente el Dios Crea. dor, suplantado luego por el Sol, que representa al autor de lo visible, del sorrdo sublunas, asi como Viracocha representa la vietud creadora.” | Con y Ticei, como veremos, no serian mis que apelativos aplicados 2 Ia di » Jad, aun cuando Con o Coni, deidad venerada en la costa norte, pud piJerivarse de Chob Toni, idoto de los mayas.* El Ds. Francisco de Avi- In, buen conocedor del quechua y de las antigiiedades incaicas, en ¢! Ser min para la Fiesta de la Sma. Trinidad (Tratado de los Evangelios, Tomo 2, p. 3) corrobora esta opinién, pues asegura que los Incas y os amautas sieeaban una cosa que se ve, 0 sea el sol, y otra que no © ve, 0 sea el Creador. Seleamayhua en su Relacién inserté unos himnos a Viracocha, tradu- cidos mas tarde por Mossi y Lafone Quevedo, de los cuales se deducen car SAmenve los atributos del Dios y se colige su poder creador, sefialindose ‘mo Ia [una 0 34 El Creador, Viracocha y Pachacamac. art. pub. en La Prensa, Lima, 1909. Bt Rass Gavilén, ob. cit. Lib. 1, cap. X11, dice que en Copacabana tenia Pr chamams ola Madre Tierra un adoratorio, y afade que era mito traido del Cuzco. te V, Betanzos, Suma y Narracién de los Incas. Madrid, 1880. Gomara. His torial General de las Indias. Primera Parte. p. 233. Madrid, 1852. wr "Revista det Musco de Ja Plata. La Plata, 1892. Los Himaos sagrados de lot Reyes del Cuzco. V. Markham. The Incas of Peru. Lima, 1912, Cap. mt. V. Wie fer” Asa sur Les Instone Politiques, Relgieuss, Economiques Soi TEmpire des Incas. Paris, Maisonneuve et C?. 1874. Cap. V. Estos autores, siguley dos Gomara, creen que Con, Pachacamac y Viracocha son una sola deidad, expre Sada por diversos atributos de la misma. Brinton (American Hero Myths) Phyladel hia HED, cs también de opinin que ta religién incain S08 monet ‘La etimologia de Viracochs, 0 Hviracocha, para Gonzilez de 1a Ross os deconocs Este autor y otros lo consideran como adjetivo. Modernamente, czdo Pastor en su taba “La Fstinge Gof Pacbacama) Ul, Virecochy i. Tom. 1% Eoregs 1, ha afemado que es sombre simple, propio de ts ivinidad ¥ anc gue Te compte, como Dios o Zeus. Los domis qu s I aplicn =" ; jes de ~ 38 LA RELIGION DE LOS INCAS eee Jos nombres de sus siervos Tunupa, el personaje mitolégico de la leyenda cola, y Tarapaca 0 Tahuapaca.” Puede que sean tan antiguos, como el arrador collagua asegura, atribuyendo uno de ellos nada menos que a Jaca Roca, pero, tal vez, denote una influencia cristiana la alusién biblica de uno de los versos. En un manuscrito del célebre doctrinero D. Fras- ‘cisco de Avila, en el cual se describen los mitos de los indios de Huaro- chiri®, se cita una oracién a Coniraya, o si se quiere, Cofi réyac (que per- manece caliente) Viracocha, y en ella se le dan a esta deidad los calificati vos de Yanananka y Tutananke (el que aleja las sombras y la noche), y también los de Huallallo y Carhuincho (el que domina los campos y los hombres). La identificacién de Pachacimac y Viracocha y la de éste con el dios Con 0 Coni, Tijsi 0 Ticci, la sostienen Gonzalez de la Rosa, Wiener, Uble, Brinton, Bandelier Uhle, Macedo Pastor y entre los antiguos Becanzos y Las Casas. Markham se inclina a esta hipétesis y Lehmann Niesche no la contradice. A ser verdad lo que apuntemos, se conciliarian las doctri- ‘nas opuestas, porque estas divinidades se reducirian a una sola, incluyendo el Inti 0 Sol, el cual para las castas superiores representaria al Dios Creador y para el vulgo seria Ia virtud creadora y fecundante. Los Incas, por tanto, al difundir el culto al Sol y hacerlo prevalecer, no habrian hecho mas que restaurar el monoteismo primitive. Por otra parte, que éste fuera el fon do de la religién incésica lo reconocen gran parte de los antiguos cronis- tas y, entre los modernos, Prescott, Markham, Wiener, Brinton y otros. Lo confirma, ademas, el nombre que se daba al sol o sea Pachayachachic © hacedor del cielo? Subsistieron a su lado, es cierto, otras divinidades menores, como la Lua (Quilla), las estrellas, especialmente a Venus (Coi- llur) y las cabrillas (Onevy) y también el myo (Illapa o Libiae), 2 las cuales se erigian adoratorios como puede verse en el cemplo del Cuzco. 4. Digamos ahora algo sobre los mitos o leyendas relacionados con el origen y futuro destino del hombre, En general hallamos que existia Sarmiento dice Tahuapaca y Cieza Tuapaca, Ramos Gavilia, Tasp: | Bib. Nac. Madrid. Ms. 3169. Publicado en Madrid, en 1942 por H. Galante V. H, Trimborn. Iavestigacién y Progreso. th Vy Las Casas, Historia de las Indies. Cap. CLXxxi1. Romén y Zamora, Re- piblics de Indian Lib. 1, Cap. Il, Lehmann Nitche, Coricanchs. Buenos Aires To28 p84 ys. A. Bandelier, Tha Cross of Carabuco in Bolivia. American Anthro” pologist. N. S. vi, 1904. 2, Ramos Gavi 0, ob. cit. Lib. 1, Cap. xv. Eo sronia DE LA IGLESIA EN BL PERG - LIBRO PRIMERG 1enos desfigurada, en un comin enre ellos 1s creme ee bombees y les concedié et aceder, el coal sac ei ian en cuanto al lugar en donde hicien® Ia tierra. Las versiones vari 7 Entre los collas sic7" 8 timera aparicién los padres de los vivientes. Entre los collas y Jog gut Ehuas, razas que habitaron el sur del Perd y consticuyeron los més guy rosos aucleos de poblacién, fué constante situar su cuna, 0 €n Tiahuangcy_ gn Ia alta meseta del Collao, o bien en el Titicaca o laguna de Chucuiny, ©, finalmente, en Pacarisampu, en las proximidades del Cuzco. En cambio, las tribus nortedas fijaron su origen en el Norte, sea en la regién del map Caribe, como segin el P. Cobo creian los habitantes de Quito, sea en al, gin monte elevado de la regién, como dieron en decir los Cafiaris. Tam, bién hallamos alguna diversificacién en cuanto al tiempo, pues estando bas. tante generalizada la idea de un diluvio universal, unos anteponen a este hecho Ia creaciéa del hombre, otros la consideran posterior a aquel suce- so y, finalmente, no falta quienes hagan remontar su origen a los pocos que lograron sobrevivir a aquel cataclismo, 0 bien, como sucede entre los Incas, stribuyan a una intervencién directa de la divinidad, en tiempos mis cercanos, el origen de los fundadores de Ia dinastia. Es varia también In interpretacién que dan del diluvio, y asimismo 1a designacién de los primeros padres. Unos se contentan con una sola pareja como tronco de la humanidad, otros sefialan dos o bien cuatro, como en la leyenda de los hermanos Ayar que nos explica el origen de los Incas, 0 bien se supone que el Hacedor formé tantas parejas cuantas eran las naciones que habian de poblar el orbe. EI culto que prestaban a ciertos lugares 0 pacarinas se basaba en Ia creencia de hallarse en ellos el origen de la estirpe, sea por- que, después de creados en un punto, el Criador les ordené hiciesen su apa- ricion en los lugares en donde habian luego de multiplicarse, sea porque, al sobrevenir el diluvio, vinieron a ser refugio de los sobrevivientes algio Pec rig pe Sigantesco. Es tipica la leyenda de los indios de Fee nit Anema, - Ja comarca del Cuzco, tal como Ia trae él ee ipo antes del diluvio, las Hamas daban muestras de gran » dejando de comer durante el di: lar anegada Ia tierra. Oido esto Por Jos € hijas, que eran seis, de recoger + hecha esta provisién, se subieron # ~~ ( LA RELIGION DE LOS INCAS gando la tierra, el monte se levantaba, de modo que nunca lo pudieron cubrir y, una vez que fueron bajando, el monte asimismo descendié hasta quedar como antes. Aquel pastor y sus hijos volvieron a poblar toda Ia regién. En lo que toca a su futuro destino, fué general entre ellos, dice Polo de Ondegardo,** la creencia en la supervivencia de los hombres después de In muerte, gozando los buenos de felicidad y padeciendo los malos. No lle- garon, sin embargo, a distinguir con exacticud el alma del cuerpo y es- tuvieron muy ajenos de creer en Ia resurreccién de Ia carne. Tuvieron co- mo ya advertimos mucho cuidado de los cuerpos muertos, defendiéndolos Jo mejor que podian de la corrupcién y poniendo al lado del difunto las cosas que le habian pertenecido 0 que se pensaba habian de serle wtiles en la otra vida. Los veneraban, sobre todo Jos parientes, con religioso temor y juzgaban que su bienestar dependia en buena parte del cuidado que tu- vieran de estos finebres despojos. Este respeto vino a convertitse en ver- dadera adoracién respecto de los cadaveres de los soberanos Incas. Cada uno de os ayllos 0 parentela a la que habia pertenecido el monarca difun- to cuidaba sus restos y los adornaba con magnificencia. Se hizo costum- bre guardarlos en el mismo templo del Sol, destinando para su cuidado a cierto nimero de personas € hicieron, ademés, de cada uno de ellos unas como estatuas 0 efigies que los representaban y llamaban buanques, pero, més adelante, segin el P. Cobo," los guardaban en los palacios que ellos mismos habian edificado, de donde en ciertas festividades se les sacaba con gran aparato y extraordinaria veneracién. 5. Los primitivos cronistas nos han referido con lujo de pormeno- res el aparato y ceremonias usados por los Incas en los actos del culto. Innovadores en todo, sustituyeron la sencillez de los ritos antiguos por ‘otros més Ilamativos y complicados, sefialando al mismo tiempo los dias en que habian de tener lugar. Tales festividades estaban intimamente liga- das a sus costumbres y a la vida social que reflejaban, debiendo por esa raz6n considerarse como civico-religiosas. Fuera de ellas no habia otros actos piblicos de importancia, excepto a lz muerte del Inca, adveaimien- to del sucesor o nacimiento del principe heredero u otras fechas parecidas. Su calendario, menos preciso que el de los aztecas 0 muiscas, era pareci- GE Informaciones acerca de la Religién y Gobierno de los Incas. Col. V. R. Tom. 3 p. 73 y s Lima, 1916. sa Historia det Nuevo Mundo, Libro 1x y X p. 336 y s. Sevilla, 1892. 4 — HISTORIA DE LA IGLESIA EN BL PERC - LIMO Paneeng —_—_— —— a auestro en Ia division del afio. Este se extendia por g : Cae fae de ellas romaba el nombre y se diferenciaba de "eng por una ceremonia religioss,"* pero si bien la luna les seryia ng, nar el nimero y duracién de los meses,** Ia observaciéa del me eet aparence del sol era el utilizado para los usos agricolas y para fijae re cha de las fiestas mis solemnes como el Intip Raimi. Ademis ie el ciclo lunar correspondiese al solar, interealaban en los meses hte WM sues dias mis, y esta rectificaciéa del calendario In Uevaban ae [> dianre la observacion de los solsticios de invierno y verano y js°m 2 cquinoccics, para lo eval renian en las proximidades del Cusco » nara mismo remplo del Sol unos pilares convenientemente situados ¢ intibus fenat que indicaban 1a mixima desviacion del astro a uno y otro tnd det Ecuador. Siguiendo a los autores mas fidedignos, como Polo de Onde, Monta, Cobo, Calancha y Rivero, las principales fiestas que se celebraba, craa las siguientes: Incip Raimi o fiesta de Ia cosecha, que recuia er d Primer mes del aio o en el solsticio de invierno; Capac Sitia, en el rie mer dia de la luna de Septiembre, para la cual, segiin Ramos Gavilia’ Preparaben con una doble purificaciéa; Huarachicu, en el mes Capac Rar mi (22 de Diciembre a 22 de Enero); Mosoc Nina, en el mes Preha Po guy (22 de Marzo a 22 de Abril). Ia fiesta principal del Sol era la lk ‘sada Intip Raimi. Garcilaso 1a describe, tomandola del P. Blas Valen? A lla se seguia 1a denominada Sitia y luego la del Huarachice, Lae Remonias que usaban en estas festividades se hallan descricas en el autor am SS Gitado yen los cronistas primitivos, aunque revestidas de un apart sella de Tae Be Poseyeron y creyendo algunos ver en ellas una como pr rodia de las fiestas cristianas. Estas analogias entre el culro idolatrico de vraag allio tt Limense (1583) adopts también esta division del aio ett ee EI segundo mes era lamado, segiin Be i el eres «> ra llamado, segiin Betaazos, Chabuar huargui: Se nent,” Avon, Yapaquis, de yepune (areday Ramos Gavilia les di ambit ».¥ al quinto le llama, uma raima puchaiqui, y al sexto, ayamars. qi Rocey 7 SOmbtES de los meses seriaa, por tanto: Cacmay Mayo : iembre Purcusyo Febrero faaemy . Aymoray Seciembee Puss i Marzo Paucathocey 288° Hawcayeuzqui Octubre ea Abrit Ayinttety Julio Chahuahuarqui Noviembre AY oe Ale ea Diciembre Rist ~ 22 TA RELIGION DE Los Incas Jos Incas y sus pricticas religiosas con las propa sido aceptadas con ingenuidad excesiva po. cae eatélico han les y doctrineros, los cuales llevados del deseo i Geter ae Jes que la nueva religién no se difercrc; es sistieron en ellas. A la verdad, e por el fond re de la antigua, in. 1 parecido es hast - tradicional de comune tay Pcién la de los Incas. Se ha afirma- do, no obstante, que entre los antigui humanas.* Sabido es que otra nacién indigena, rival Por su cultura de 4s pernana, llegé a esta parte a un exceso increible. Ente lee mexicanos, gre humana en los actos del culto, fué cose tan sada y frecuente, que las victimas se contaban por millares ex. a aio; veinte mil, aseguraba el obispo Zumirraga que eran sélo en Ment, Co y esta cifra, cotejada can los datos suministrados por otros historiado. #5, NO parece exagerada.” Indudablemente en el Pera jamis se alcanz5 ¢se ntimero, pero no es posible negar:que existieran tales sacrifi Gar. cilaso, apoyandose en el testimonio de Blas Valera, niega que se escogie ran nifios o adultos para ser inmolados, e interpreta las palabras huahuas (nifios) y yuyacs (adultos), de Ins crias de las lamas. En cambio, Polo, Molina, Sarmiento, Cabello Balboa, Montesinos, Romin y Zamora, Acos. ta y el mismo Cieza lo contradicen.* Estete en su Relacién y, entre los modernos, Prescott y Markham se inclinan a creer que los hubo. El mismo en efecto, el derramamiento de san; Euwe los mits y antiguas creencias que se acribuyen a los peruanos me- rece citarse la tradiciéa que sceren del dilavio poselan y guards selatte cee cnn mmejance extendida entre los mexicanos. Estos atribuian su origen y el de les se, dione ladar's sce peronss qur depots del urn haiaa ttlo"Ac a econ ay ‘tla y suevameate habinn poblado la ter. Los persanos aseguraban asinine cue después de Ia universal ioundacin habian salido sete personas a potlar Ine. fa. V. Acosts. Historia Natural y Moral de las Indias. Lib. vi, Cap. 19 y Lib: vit Cap. 1. Polo de Ondegardo. Tastruccién acerca de Ia Religiéa. Humboldt. Vues rele ‘om. ‘114. Paris, 1832. | Se rere an aise’ "Nunca ar ba entendido qe por aqucios temps a ole scr Apologética Historia de los Indias. Cap. cixxxu Ste Meee ane Cues 8. Ja Historia de la Iglesia en Meco. Tom. , Cap. Se en oan nee nos. Memorias Antigaas. Lib. 1, — BH IsTORIA DE LA IGLESIA EN EL PERU - LIBRO PRIMERO ____misromia | = era reconoce que hubo una ley prohibiéadotos, lo cual demuestra gue ae realizaron. fin tiempo se ; on aievtjerto, como advierte Ciexa, que no eran frecuentes ni numeross pero en algunas festividades, como el Capac Raimi y el Intip Raimi, s¢ Ofrendaban al Sol nidos y también doncellas. Ramos Gavilan dice que Tupac Inca fué el que introdujo estos sactificios, prosiguiendo luego sug sucesores, y, en algunas solemnidades, el niimero de los sactificados a. cendia a doscientos, haciéndose esto no sélo en el Cuzco sino en Otros lugares del Imperio. En la muerte del Inca y en ocasién de calamidades generales también parece que se usaron y, como refiere Polo de Ondegar. do, con el soberano se enterraba a algunas de sus mujeres y criados, cosa que también se hacia con los grandes sefiores en su fallecimiento, y ase gura que él mismo tuvo ocasién de librar de tan atroz suplicio a alguno de los destinados a sobrellevarlo. En la Relacién de la Provincia de los Collaguas se afiade que el sactificar victimas humanas a los idolos o Hua. cas era asunto privativo del Inca sin cuyo permiso no se podia Ilevar a cabo. Hemos de concluir, por tanto, que esta barbara costumbre estuvo en uso entre 1os antiguos peruanos, aun cuando en forma mitigada, y ella sub- sistié hasta 1a época de 1a Conquista. El prutito de negarlo obedece, co- ‘mo ya Jo advistié Prescott, al deseo, explicable en Garcilaso y otros escti- tores indigenistas, de sincerar a su raza de tan feo delito. Por otra part, los casos de mutilacién y de suplicios corporales desmedidos escuvieron wineaste Jee pobladores del antiguo Pers, como sin Tugar a duda 10 ican las piezas de cerimica que reproducen tales ‘no 5 ctei-’ ble que Jos Incas se mostraran mas benignos, corociends I’, 208, cocociendo los excesos a que de Ia clase sacerdotal, ella nos suministea eocritica de esie pueblo. Los Incas, of men ella la jerarquia, la oficializaron ¥ XIX. Roméa y Za Historia General, ‘Dé ane Repiiblicas de Indias. Lib. 1, CP. Sanizadores en todo, introdujero XXL. Herrera, ob. cit. Lib. Cap. xv1 y Wy Cap. av y 5. Ramos Gavilé, LA RELIGION DE LOS INCAS hasta cierto punto Ia vincularon a la casta dindstica, Existié un gran sa- cerdote, €1 Villac Umu, pero, en realidad, el mismo Soberano, venia a ejer- cer también las funciones de Pontifice, ofreciendo sacrificios. a los dioses f¢ interviniendo directamente en algunas ceremonias rituales. Si nos atu- Viéramos a los datos de la Relacién Andnima, que algunos atribuyen sin sélido fundamento al P. Blas Valera, dicha clase estaria dividida en esta forma: en Jo més alto de la jerarquia el Villac Umu, escogido de entre los amautas 0 sabios, custodios de las creencias religiosas, analistas de los sucesos més notables y al mismo tiempo jueces del pueblo. De entre és- tos salian los Villcas, visitadores de las Provincias y con jurisdiccién sobre parte del territorio, pero con sujeccién al Villac Umu. Estos eran diez y residian en los principales centros de culto. Se sucedian los Yanavillcas 0 sacerdotes del estado Ilano, que servian a las drdenes de los precedentes. En iltimo término aparecen los adivinos 0 agoreros, que en los templos ‘0 en las huacas 0 adoratorios respondian a los que acudian a consultarlos, y se lamaban buatuc, cuando en el desempefio de su oficio no hacian mas que trasmitir Ja comunicacién del oriculo, y bamurpa, cuando para sus agiieros habian de consultar el vuelo de Iss aves 0 examinar los intestinos de los animales sacrificados. ‘Toda esta divisién peca de artificiosa y es una prueba mds del pru- tito de asimilar las instituciones incaicas a las de la raza conquistadora que es bien manifiesto en toda la obra del anénimo jesuita. La verdad es que los Incas ennoblecieron 1a clase sacerdotal ¢ hicieron de ella uno de los més firmes apoyos del trono, dando a orejones o miembros de la fa- milia imperial los cargos mas elevados dentro del sacerdocio y decorando ‘con el titulo de Villac Umu a alguno de sus hermanos. De este modo no retenian dentro de su familia el poder civil sino que absorbian tam- bién el religioso, completando de esta manera su absolutismo. Ellos mis- mos eran considerados como personas sagradas, y el verdadero Pontifice de su religién venia a ser el Soberano. Debajo de éstos se contaban otros muchos encargados del servicio de los templos y de la conservacién de las creencias y tradiciones religiosas, para lo cual, como anota el P. Bernabé Cobo, tenian establecida en el Cuzco una como escuela, en donde se cria- ban algunos mancebos, a Jos cuales instruian en todo Jo relativo al culto, a las solemnidades religiosas, a Ia manera de llevar a cabo los sacrificios y la virtud y propiedades de cada una de las huacas. Pasando ahora a tratar de su numero, si hubiéremos de aceptar los datos recogidos por algunos cronistas, seria preciso concluir que su ni- —~6— yy erecido y superior a lo que podian exigir tas ay mero eo. Lorene, que ha seguido las huellas de otros autores se ao en admit que fueran 4.000 los sacerdotes del Coricnche tenets, Mer'sol del Cuzco,"* como afirma el anénimo autor de Ia Conquista y po Sacion del Pern y que en el cemplo de Vileas Hegaran a contarse hay, £0,000, como afirma Cieza." Somos de parecer que estas cifras son erage, radas, pues, si bien en el Cuzco, centro del Tahuantinsuyo y sede dey, flac Umu 0 Sumo Sacerdote, es verosimil que la casta sacerdotal conta, con millares de miembros, incluyendo en este némero a cuantos en ting 1u otra forma estaban dedicados al servicio del templo y cuidado de Ig, adoratorios, las cifras que se dan para los demas centros religiosos se ha. cen inadmisibles. Es verdad que, fuera del sacerdocio oficial y jerarquicy subordinado al Villac Umu y a los Vilcas 0 inspectores del culto en las provincias, habia una infinidad de hechiceros y adivinos, pero no parece que se les incluia en las precitadas cifras. De todas maneras no puede ne. garse que Ia clase sacerdotal tendia a multiplicarse, tanto porque el éaimo supersticioso del indigena estimulaba a ello, como por el crédito de que gozaba y, ademés, por ser Ja profesidn remuneradora. Los sacerdotes, segiin la mas comin opinién, ejercian el oficio de jue- ces y castigaban los delitos que se cometian contra los dioses, hecho que hha dado motivo a algunos para decir que entre los habitantes del Peri 1 tiguo existié Ia confesién auricular. Otros van més allé, como la Rele cién Anénima;* y hacen diferencia en la potestad de perdonar segin lt calidad de los delitus y aun la condicién de los mismos penitentes. Two esto no pasa de ser una ficcién. Mucho més creible es lo que asienta el Licenciado Santillan,** esto es, que en ocasiones cuando sobrevenia algit scaecimiento desfavorable, como falta de Muvia, alguna fuerte helada qu° Aremaba las cosechas, la peste que diezmaba el ganado u otros por el ae al oréculo, y, si se sospechaba de que alguno hubiese Viesen indi nentt Bt2¥e © bubiese dado motivo para que sus dioses e ignados, se le obligaba a presentarse al sacerdote para confestt mero fue mu eCeSidades » NO tiene su cul 5 a a y recibir del mismo la saludable penitencia. Esto mismo hacia Historia Antigua d ey ps Antigua del Peri. Lima, 1860. V. Primera Pa a, 1860. p. 273. ima, 1924 % Tees Relacinnt” tt 8 Cronica del Pers. Cap. rxxxix. p. 267. Lima, 19% Wid, po atone de Antigiedades Peruauas. Madsid, 1879. p. 137- A RELIGION DE LOS INCAS los transgresores de su propia voluntad y cuando temian que por razén de sus culpas les habia de sobrevenir alguna desgracia.”” En cuanto a su tenor de vida, también hay discrepancia entre los au: ores, pues los unos tratan de convertir a los sacerdotes indigenas en ver- daderos ascetas que guardaban el celibato y servian de ejemplo a los demas por su templanza y rigor de costumbres, y otros no los creen exentos de los vicios que afeaban al comin de los indios. No creemos que la vida de la mayor parte de ellos pudiera ser tal como nos la pintan los primeros, porque esto se halla en contradiccién con las inclinaciones de este pueblo tan materializado, pero puede haber algiin fondo de verdad en el hecho de practicarse el ayuno o la abstinencia de ciertos manjares, no slo por los sacerdotes, sino aun por el mismo Inca y el pueblo, en las visperas de las mas grandes solemnidades o cuando se trataba de aplacar a Ja divini- dad, ofreciéndosele algan especial sacrificio. Recibian los sacerdotes distintos nombres, y, segin parece, usaban en lo de fuera un habito o distintivo que permitia fuesen reconocidos fécil- mente. Lo peculiar de la clase fué el constituir una como casta privile- giada. Réstanos decir ahora unas palabras sobre una institucién que poseye- ron los peruanos y que han dado algunos en asimilar a las Vestales de la antigua Roma. Nos referimos a Jas Acllas o Virgenes del Sol. No nos detendremos a estudiarlas, pues en sus lineamientos generales es sobrado conocida, Los autores que nos han trasmitido su noticia nos dicen que eran cexcogidas entre las que sobresalian por su hermosura o su linaje en todas las provincias del Imperio y se las conducia a las casas destinadas para su habitacién, en donde, bajo Ia vigilancia de las mamacune, indias de edad madura, se ocupaban en tejer ropa fina y cuidar del aseo del templo. Des- pués de tres afios de permanencia en ellas se les Hevaba a In presencia de Tnca, y unas eran escogidas por el mismo para concubinas, otras eran des- tinadee al culto del Sol y, otras, finalmente, eran dadas por el Soberano a sus fieles servidores por esposas. En el Cuzco, donde era mayor su ni- mero, ascendian, segiin algunos, « 1,500 y en otros lugares no escaseaban. FIP, Ramos Gavilén dice que en el templo del Titicaca se las dividia en tres clases: a las mas hermosas, Huayruaclia, se las tenia en mayor estima: cién; seguianse luego las Ysraclla y por Gltimo, las Pacoaclla. Joan de Santa Croz Pachacuti coincide en parte con este auror, pues Ins divide de ‘de las Indias. Cap. Cxxt, Pedro Pizarro, Relacién del del Pers #7 Gomara. Histor Descubrimiento y Conquis a= ISTORIA DE TA IGLESIA EN BL PERG - LIBRO pRIMteRo — — la siguiente manera: Yuraaclla, o sea las destinadas a servit a la diving, Huairuacila, las que habian de ser esposas 0 concubinas del Inca, Paco, que se daba a los orejones y curacas, y Yanaaclla, a los indios comunes, Se. gin el mismo, fué autor de esta institucién Lloque Yupangui, wercer Ines Por siltimo, el P. Ramos Gavilin asegura que algunas de estas titvada, Virgenes se reservaban para ofrecerlas como victimas a los idolos en de. terminadas circunstancias. No fué tan sdlo un motivo religioso el que indujo a establecer esug instituci6n; debi6 influir poderosamente el deseo de agradar al lace que escogia de entre ellas a sus mujeres, y la exigencia de rendirle tributo. De todos modos ella constituia una contribucién onerosa y degradante para los pueblos sometidos a Ia férrea dominacién incaica y, por otra parte, una muestra de su poder absoluto al cual todo debia doblegarse. Aunque no han faltado escritores, como Gomara y Pedro Pizarro,” que han puesio en duda la pretendida virginidad de las Acllas, no creemos que, en general, se pueda desmentir el hecho, pues, de un lado tenemos que la mayoria de los cronistas los contradicen y, de otra, se comprende que fueran resperz das, dado el fin a que se las destinaba. Por lo demés, las leyes eran el mejor defensivo de su integridad, pues el castigo era inexorable tanto para el que violase el asilo en donde vivian custodiadas como para la que in- tentara huir o incurriese en algiin delito. Estas precauciones restaban, sin duda, mérito a la honestidad que guardaban, pero contribuia a la esta dad de Ia institucién. No conviene, tampoco olvidar que estas doncellas ‘no escogian por si mismas este género de vida, al menos, por lo general y que el lapso de tiempo que habian de permanecer en su encierto era rela Sivamente corto, porque de pasar por ali estas circunsrancias ha uacido el exceso de compararlas con las virgenes que en el seno del cristianismo se consagran a Dios de un modo perfecto. Con lujo de pormenores, algunos poco verosimiles, nos refieren 105 antiguos cronistas el método que se seguia tanto en escogerlas en las varias Provincias como en educarlas en las acllabuasi 0 casas destinadas al intea to. La Relacién Andnima sefiala a Pachacuti, séptimo Inca, como el refor i culto asi como lo habia sido en otro orden de cosas, y le atti ine { nnoblecimiento y organizacion definiciva de estas virgenes, que bi "an de pasar por un noviciado de tres afios, terminado el cual se les dab [ ae entre abrazar otro estado o permanecer al servicio de la diviai- - 2 a sto no pasa de ser una caprichosa pintura de algo que el fondo y habria que reducit a una mis simple perspectiva. -~ 8

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