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Viendo los vídeos del proceso al Procés

Ayer trasnoché viéndome las tres horas de comparecencia de Mariano Rajoy y


Cristóbal Montoro en el juicio contra el Procés. Algunos ya han argumentado que se trata
de un juicio amañado en contra de unos “presos políticos” que ninguna democracia
avanzada habría enchironado preventivamente durante más de un año; otros, que es un
juicio justo en contra de unos “golpistas” que buscar liquidar la soberanía nacional.
Requetebién. Así me exoneran de tener que juzgar políticamente lo que está pasando y
me permiten enjuiciarlo desde el ángulo estético y retórico, que es lo que me ha tenido
despierto hasta las tres de la madrugada.
Y es que el juicio contra el Procés será una infamia o una gloria dependiendo de tu
puto1 de vista político, pero, let me tell you, desde una perspectiva estética y retórica es
una gozada. Ese plano general de la sala, con esos mármoles blancos, verdes y granates.
Ese color purpúreo que todo lo invade. Esos butacones con arabescos dorados en los que
se sientan los atribulados miembros del tribunal. Ese sencillo primer plano del
comparecente, provisto de una sencilla botella y un sencillo vaso. Todo en esa sala rezuma
clasicismo y barroco a partes iguales. De no ser por los iPads que pueblan la sala, en los
que buena parte de los abogados estarán puliendo sus récords en Candy Crush, uno no
sabría decir si este juicio se está produciendo en 1640, en 1714 o en 2019.
Por lo demás, es fascinante la forma que tienen los fiscales de convertir toda pregunta
en una pregunta retórica. “¿De qué color, señor Rajoy, era el caballo blanco de
Santiago?”- Entonces tiene que interrumpir el presidente del tribunal con ese tono
maravilloso con el que se amonesta a un niño que ha cometido una travesura. “A ver si
hacemos preguntas que no contengan ya su propia respuesta”. Los niños, huelga decirlo,
siguen liándola parda. En el lado de la defensa tienen que ser más creativos con sus
marrullerías y una abogada intenta establecer un paralelismo entre la independencia de
Cataluña y el fin del servicio militar obligatorio. Se insta a la defensa a no entrar en
“debates jurídicos”. El abogado Homs, algo así como el Pep Guardiola de este derbi, se
lo toma a modo de “sugerencia”. El juez Marchena le corta para decirle que es algo más

1
“Puto” [sic]. Voy a dejar esta feliz errata.
que una “sugerencia” y Homs replica: “Entendido. Aquí el que manda es usted, como no
podría ser de otro modo”. Tremenda escenificación del poder. Yo ya voy por mi segunda
bolsa de palomitas y eso que Rajoy todavía no ha dicho una palabra.
La comparecencia del expresidente no decepciona. Yo siempre he defendido que
Rajoy es un orador de primera, detrás de cuyos trabalenguas se halla toda la filosofía de
la Antigüedad, desde Confucio a Epicuro, pasando por los argumentos de Zenón en contra
del cambio (venga o no de parte de Podemos). Todavía recuerdo el calificativo que le
puso a la forma de hablar de Pablo Iglesias: “esa retórica inflamada y desabrochada”.
Bravo. Rajoy se presentó humildemente como “registrador de la propiedad y casado”,
frente a Montoro, que a punto estuvo de enumerar todos sus títulos nobiliarios. Este
último realmente me puso los pelos de punta. El parecido físico y fonético con Goebbels
es notable. Mientras que Rajoy jugó la vieja carta taoísta del “No Sabe/No Contesta”,
Montoro se felicitó varias veces del sistema de control total de las finanzas catalanas que
él mismo había puesto en marcha. Hablaba con el entusiasmo con el que puede hablar un
domador de leones acerca de las virtudes de una jaula de acero. Dijo que Cataluña ya
estaba intervenida y controlada, al menos económicamente, mucho antes de la aplicación
del 155. Por la boca muere el pez.
En suma, este juicio está siendo una Gesamtkunstwerk que, de estar vivos, dejaría en
babia tanto a Guy Debord como a Max Weber.

II

Valga la doble redundancia: sigo viendo los vídeos del proceso al Procés. Entre ayer
y hoy me habré visto más de diez horas de interrogatorios. Estoy fascinado con la
escenificación del poder, pero también, y sobre todo, con la obsesión del juez Marchena
porque todas las preguntas y respuestas tengan un contenido empírico, y no conceptual o
ideológico. En casa le llamamos “el juez Hume Marchena”.
El juez Hume Marchena clama contra la “metástasis documental”. Al juez Hume
Marchena solo le vale lo que él pueda ver con sus propios ojos. Alguien formula un
concepto y el juez Hume Marchena le corta salvo que este se base sobre una impresión
sensible o “idea simple” (que diría John Locke). Viendo este juicio me puedo imaginar
lo que debió de sentir Immanuel Kant cuando leyó a los empiristas escoceses. Claro que
no conviene mentar a Escocia en un juicio contra los independentistas catalanes y resulta
más sencillo despertar del sueño dogmático de la razón que del sueño dogmático del “¡A
por ellos, oe!”.
Lo más fascinante del proceso al Procés es el chat de la retransmisión en directo. Allí
hay gente que vende un Opel Corsa junto a peña que escribe compulsivamente “VOX,
VOX, VOX”. Ironista liberal meets posironista carpetovetónico. De repente, la
retransmisión se corta y suenan unas voces agudas, metálicas y entrecortadas.
Comentarios del chat: “España.exe dejó de funcionar”; “ahora se pone interesante,
empiezan a trapear”; “facha remix” etc. Recuperamos la retransmisión y en pantalla
aparece Oriol Junqueras al borde del llanto diciendo que “está independentista” a fuer de
ser republicano y que es republicano a fuer de querer “ser buena persona”. Dice que entró
en política “nell mezzo del cammin di nostra vita”. Mientras, en el chat, alguien pide que
lo fusilen, otro que lo ahorquen y otro más que lo decapiten. Compruebo que no es cierto
que la plebe sea inculta y vengativa. En este caso, demuestran haber leído la Divina
Comedia con más profundidad que Junqueras. Conocen de primera mano los castigos que
Dante tiene reservados a los cismáticos y separatistas. Otra cosa es que la plebe se haya
quedado anclada en la poesía, la teología y la justicia del siglo XIII.
Mi comparecencia preferida es la de Soraya Sáenz de Santamaría. La exvicepresidenta
comparece con la sonrisa de una niña de ocho años que acabase de matar a su abuelo solo
por las risas. Su actitud solo merece un comentario: “¡Pero qué malilla y traviesa que
eres!”. Soraya inclina la cabeza y saca la lengua cada vez que termina su intervención.
Un abogado de la defensa le dice: “Una de dos: o yo estoy equivocado o usted lo está”.
“O los dos [lo estamos]”, puntualiza Soraya Gödel de Santamaría, sistemática y
exhaustiva con las posibilidades lógicas. Para que os hagáis a la idea de la escena, el
abogado de la defensa se parece a Harry Potter… si Harry Potter tuviera 70 años y todavía
se agitara el pelo para parecer que se acaba de bajar de una escoba tras un partido de
quidditch. (Una referencia para millennials. A los no millennials: “Jodeos, vuestra hora
ha llegado”. Jajaja. Es broma... En serio, es broma... En serio).
Hablando de millennials, el único miembro del tribunal que no usa dentadura postiza
ni se mea y caga encima está living con el apocalipsis en que se ha convertido el juicio.
Cada vez que el juez Hume Marchena amonesta a alguien, él se echa a reír y apoya el
mentón sobre el pulgar y el índice sobre la patilla. De este modo, forma una “L” con los
dedos de la mano que puede interpretarse de dos modos: o bien está reconociendo que es
un learner en esto de los juicios políticos de Estado o bien les está llamando losers de
mierda, en su puta cara, a los acusados. Ese hombre no será millennial por año de
nacimiento, pero ¡vaya si lo es por Weltanschauung!
Un último comentario sobre la acusación popular. El abogado de VOX tiene la cara
más de derechas que he visto en mi vida. Que venga Cesare Lombroso y lo vea. Es ver
esa cara de perro de presa que tiene y entrarme unas ganas tremendas de elaborar una
teoría gnoseológica que legitime las pretensiones de cientificidad de la frenología. Esa
cara solo podría haber sido más de derechas si, en vez de a un abogado, VOX hubiera
contratado directamente a un pitbull casposo y engominado.
Ladran, ergo ____________ (rellene a placer).

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