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Al oír el llamado de Dios debemos responder a él.

La respuesta tiene cuatro características importantes:

a) PERSONAL: No es la familia, sino que soy yo, con mi carácter, mi


temperamento, mi personalidad, quien responde. La respuesta es auténtica, sin
imitar.

b) CONSCIENTE: No se responde simplemente por un sentimiento, o por hacer


sentir bien a los demás, o a sí mismo, sino que soy consciente de las
responsabilidades y obligaciones que la respuesta conlleva.

c) CRÍTICA: No es ver la vocación “color de rosa”; tengo que caer en la cuenta de


cuánto me hace falta por caminar, qué me hace falta pulir.

d) DINÁMICA: La respuesta no se da en un sólo momento, sino que exige dar un


“sí” todos los días, por lo que constantemente estamos discerniendo qué es lo que
quiere el Señor.

La respuesta la expresamos de forma global con la palabra "Opción". Esta palabra


implica dar todo por algo. Esto expresa mucho mejor la respuesta que Dios merece.

La respuesta es ponerme yo a disposición, pero para llegar a esta entrega es


necesario todo el proceso de la Historia de la Salvación en la persona.

La respuesta incluye la misión, que es la forma en que respondo. Jesucristo, quien


cumplió plenamente el llamado de su Padre, es el que tiene la única y total
respuesta: Él mismo, todo Él y todo lo que hizo es respuesta al llamado del Padre.

• Jesús responde encarnando en sí la misericordia y el perdón que son rasgos del


Padre amoroso.

• La capacidad de respuesta dependerá de una espiritualidad intensamente vivida


desde la óptica del más pequeño, del pecador y del excluido.

• Responderle a Dios es comprometer y desgastar la misma vida por un proyecto


que vale la pena construir: el Reino.

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