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NOVIOLENCIA, EDUCACIÓN

PARA EL DESARROLLO Y
FORMACIÓN CIUDADANA
ASPECTOS CRÍTICOS Y PERSPECTIVAS
Carlos Hernán Fernández N.*

Presentación
Sin lugar a dudas, uno de nuestros mayores retos como comunidad
humana es la violencia en sus múltiples manifestaciones y escalas; la conti-
nuidad de las guerras, la lenta autodestrucción de la vida natural, la violencia
endémica asociada a la segregación y la exclusión, a la inequidad y la pobreza,
a la injusticia y la dominación, plantean el reto de comprender los factores
y mecanismos que están poniendo en peligro lo humano, y al planeta en su
conjunto. Estos factores y mecanismos están estrechamente ligados al modelo
de desarrollo hegemónico y a los procesos de formación de la ciudadanía que
le son concomitantes. Una aproximación crítica a los supuestos del desarrollo
puede ofrecer claves para el diseño de procesos de formación de ciudadanos
capaces de reinventar sus relaciones y de reorientar, desde el horizonte de
la cultura y la conciencia colectiva, un desarrollo cualitativamente distinto.

El propósito de este artículo es señalar algunos aspectos críticos


que desde la perspectiva de la Noviolencia se plantean a la Educación para
el Desarrollo (EpD), y ver las implicaciones que esta crítica tiene para un
modelo de formación ciudadana. La primera parte de este artículo plantea
algunos elementos claves para la comprensión del conflicto, la paz y la
violencia, desde el enfoque de la Noviolencia; en la segunda parte, se esbozan
algunas cuestiones críticas que surgen al abordar estos temas en relación
con el enfoque de Educación para el Desarrollo, propuesto por el Centro

* Asesor, consultor y pedagogo en materias y tópicos relacionados con la construcción de paz, la


transformación de conflictos, la promoción de la noviolencia y la democracia. Antropólogo, diplomado 199
en Cultura de Paz y Gestión de Conflictos de la Universidad Autónoma de Barcelona, Candidato a Doctor
en Paz, Conflictos y Democracia de la Universidad de Granada. Se ha desempeñado como profesor
universitario, evaluador externo, y en el diseño de procesos de incidencia política en contextos de alta
conflictividad y violencias múltiples. Correo electrónico: karloshf@gmail.com.
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Una mirada desde Latinoamérica

de Educación para el Desarrollo –CED– de la Corporación Universitaria


Minuto de Dios UNIMINUTO; en la tercera y última parte, se esbozan
algunos aportes metodológicos para enriquecer el Modelo de Formación
Ciudadana planteado también por el CED.

La Noviolencia como propuesta


para la superación de las violencias,
la transformación de los conflictos
y la construcción de paz
La Noviolencia se ha ido configurando paulatinamente como un
proyecto de cambio social profundo y multidimensional que incorpora
nuevas comprensiones y retos acerca del comportamiento y sostenibilidad de
los sistemas humanos a escala global. Las revoluciones noviolentas del siglo
XX, como el movimiento pacifista antinuclear, los movimientos feministas y
ecologistas, y las luchas noviolentas de liberación, han aportado a este proyecto
principios, argumentos y métodos de acción social y política, al igual que
ideas novedosas acerca de la transformación, el poder, la paz y los conflictos.1

La Noviolencia es un proceso cuya fuerza radica en la evidencia histórica,


en la demostración de que es posible llevar a cabo procesos de cambio sin
recurrir a la violencia: Gandhi y la independencia de la India, Luther King
Jr. y el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de los negros en los
Estados Unidos, Mandela y la abolición del apartheid en Suráfrica, la caída
del Muro del Berlín, la instauración de la democracia en Filipinas luego del
derrocamiento del dictador Ferdinand Marcos, son algunos de los ejemplos
más representativos. La Noviolencia tiene entonces una fuerte raíz en la
experiencia; no se trata de especulaciones teóricas, de hipótesis o de supuestos
conceptuales sino de realidades políticas; se trata de sentidos de lo humano y
de nociones profundas de la vida en contextos amenazados por la injusticia
y la destrucción (López, 2004 p. 303).

La Noviolencia se entiende de diversas maneras: como opción de vida;


como postura de rechazo a toda forma de violencia; como forma de lucha contra
la injusticia; como método para incidir en el curso de los conflictos; o como
proceso de cambio que puede tomar dimensiones estructurales y culturales.

En aras de comprender un poco mejor la naturaleza del proyecto de la


Noviolencia y sus implicaciones para el desarrollo y la formación ciudadana,
presento aquí algunos puntos que considero importantes en la relación con
los conceptos de violencia, paz y conflicto.
200
1 En el último cuarto del Siglo XX, los estudios sobre la Noviolencia toman fuerza cuando aparecen tres
obras importantes del Estadounidense Gene Sharp: The Politics of Nonviolent Action (1973), Gandhi
as a Political Strategist (1979), y Social Power and Political Freedom (1980).
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

Más que rechazo a la violencia visible

Desde el punto de vista semántico, la palabra Noviolencia tiene origen


en dos vocablos: No-violencia, que resumen claramente su significado más
simple: negación de la violencia (López, 2006, p. 20). Pero tal negación adquiere
nuevos significados en la medida en que se complejiza la noción de violencia.

Siguiendo a Galtung (1998) pueden distinguirse tres dimensiones de


la violencia, interdependientes entre sí:

> Violencia directa, es decir, aquella que es visible y atenta contra


la integridad física y psicológica: muerte, tortura, desaparición,
secuestro, violación, represión, golpes, heridas; negación, amenaza,
adoctrinamiento, aislamiento, violación, desprecio, menosprecio, y
secuelas colectivas de masacres y genocidios.

> Violencia estructural, aquella que se expresa como exclusión y


manipulación política, como inequidad y explotación económica;
se sustenta en estructuras sociales caracterizadas por leyes injustas,
normas que privilegian a unos en detrimento de otros, aparatos de
justicia inoperantes o manipulados, regímenes totalitarios, sistemas
de desinformación.

> Violencia cultural, entendida como el conjunto de argumentos,


discursos, imaginarios y representaciones que legitiman las estructuras
y la violencia directa. En esta dimensión de la violencia se consideran
todas las formas de superioridad moral que legitiman sistemas de
exclusión e inequidad: la mística de la masculinidad, la dominación
de la naturaleza, la discriminación por sexo, raza o credo (Galtung,
1998, p. 15).

Para Galtung (1998, p. 33) la violencia es el desajuste entre la realización


potencial y la realización efectiva de las necesidades humanas básicas; la
violencia está presente cuando los seres humanos se ven influidos de tal
manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y mentales, están por
debajo de sus realizaciones potenciales. Esta comprensión de la violencia
hace que toda perspectiva de lucha contra la violencia adquiera significados
mucho más complejos que la mera negación de la violencia directa.

Se entiende que las numerosas explicaciones e interpretaciones que


se han dado sobre la violencia, pueden variar en función de los patrones
201
personales, ideológicos o simbólicos que se le apliquen; es decir, es una realidad
inscrita en la cultura, cuyo estudio ha dado pie a diversos enfoques. Esto
quiere decir que la mayor o menor presencia de violencia en una comunidad
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humana, su rechazo, permisividad, o su naturalización, dependen también


de procesos educativos y mediáticos, así como de mecanismos que los hacen
sostenibles en el tiempo: formas de conocimiento, aprendizaje, socialización
y transmisión de imaginarios y representaciones (Fisas, 1998, p. 27).

En síntesis, detrás de lo que denominamos violencia hay una realidad que


puede referirse a: a) Conductas caracterizadas por causar daño, destrucción o
sufrimiento con efectos a diferentes escalas, ligadas a emociones y sentimientos
como el miedo, el odio y la ira que pueden desencadenar actos violentos; b)
Ideas, creencias, e ideologías personales o colectivas asociadas al machismo,
al racismo y a sectarismos de todo tipo; c) Actitudes de lucha, cooperación,
aceptación o negación; d) Juicios de valor que definen lo bueno y lo malo, quién
es amigo o enemigo, lo necesario, lo conveniente, lo justo o injusto; e) Palabras y
actos comunicativos, verbales y no verbales: gestos, actos de habla, expresiones,
símbolos; f) Realidades socio-históricas asociadas a regímenes políticos y
económicos como la esclavitud, la segregación, las dictaduras, la explotación
económica, el nacionalismo y el colonialismo (Morillas, 2004, p. 235).

La Noviolencia asume la comprensión más compleja de la violencia,


es decir, la entiende como un sistema que se retroalimenta en las diferentes
dimensiones de la vida individual y colectiva, y que tiene como efecto el
sufrimiento y la destrucción de la vida en su acepción más amplia; en este
sentido, al rechazar toda forma de violencia, incluida la violencia contra la
naturaleza, pone de presente y afirma la totalidad de la vida como sistema,
más allá de lo humano.

Más que una aspiración de paz, un camino


para su construcción

Si la Noviolencia adopta una mirada compleja de la violencia, lo hace


también de la construcción de paz. Construir paz podría definirse como el
desarrollo simultáneo de estrategias de re-construcción tras la violencia, de
re-solución de los conflictos, y de re-conciliación, entendida esta como proceso de
restauración de los vínculos que constituyen la vida (Ramsbotham, 2011, p. 51).

La categoría Paz, al igual que la categoría violencia, es polisémica y


susceptible de múltiples interpretaciones.2 Las comprensiones acerca de la
construcción de la paz, y sus implicaciones para las sociedades contemporá-
neas, se han ido enriqueciendo a lo largo del tiempo y nutrido con diferentes
tradiciones y enfoques desde principios del siglo XX: del enfoque negativo de
la paz (ausencia de guerra y violencia), pasando por la paz positiva (justicia,
202
equidad e inclusión), hasta la noción de paz imperfecta y paz cultural, como

2 Incluso ha sido entendida como continuidad de la guerra, según el planteamiento de Clausewitz.


Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

proceso y realidad simbólica (Muñoz, 2004, p. 35); de la paz como estado de


quietud del espíritu, a la noción de dinámica y movimiento permanentes
de ampliación de la conciencia (López, 2001, p.186); de la reconstrucción
luego de la violencia directa, pasando por la resolución de los conflictos,
hasta la reconciliación y la armonía global como horizonte de superación
de la violencia cultural (Galtung, 1998, p. 77).

La Noviolencia va más allá del pacifismo en sentido estricto; mientras


este se refiere a acciones y posturas de rechazo a formas organizadas de
violencia como la guerra, la carrera armamentista, y aun a la existencia
de ejércitos, la Noviolencia alude a la construcción de un proyecto de
transformación de los sistemas humanos a nivel estructural y cultural; es
decir, se refiere a un esfuerzo integrado y sostenido que atañe, en un mundo
globalizado, a la consolidación de responsabilidades humanas con la vida y
su sostenibilidad en el planeta. Este esfuerzo implica cambios radicales en
el tipo de relaciones con otros y la naturaleza, en la manera de afrontar la
conflictividad, en las improntas culturales que soportan el comportamiento
humano destructivo, en las maneras de comprender y proyectar el desarrollo.

La Noviolencia tuvo un importante despliegue en la segunda mitad del


siglo XX con los movimientos sociales anti-guerra, antimilitaristas, antinucleares,
pacifistas, ecologistas, y feministas; ello concuerda con una etapa importante en el
desarrollo de las ciencias sociales, particularmente en torno de las comprensiones
sobre el cambio social (Ramsbotham, 2011, p. 91). Aspectos del orden de la cultura
entran a hacer parte de los estudios sobre la paz, y se desarrollan planteamientos
como la relación entre el sistema de dominación masculina (patriarcalismo), el
concepto de seguridad como agresión/prevención, y el sistema de guerra; surgen
propuestas como las Éticas del Ciudadano y el Feminismo de la Diferencia. Por otra
parte, se da un paso más en cuanto a la dimensión cultural, introduciendo análisis
sobre violencias domésticas y en contextos micro. Las nuevas comprensiones
de la paz y de su construcción se relacionan cada vez más con procesos de
emancipación local que están poniendo en cuestión los sistemas de explotación
y violencia sobre los que se soporta la interacción humana en el mundo.

La Noviolencia: un método de lucha

La Noviolencia no niega el conflicto sino que lo asume. Desde la


perspectiva de la construcción de paz, la Noviolencia hace referencia a un
método para transformar los conflictos, es decir, un método para generar
cambios. La educación para la paz, como componente importante en la agenda
de trabajo por la paz, sin duda ha encontrado en la práctica de la Noviolencia
203
un campo rico en posibilidades para avanzar en la prevención de la violencia
estructural y cultural, y ha realizado esfuerzos para demostrar la naturaleza
positiva de los conflictos y el peligro de la homogeneización de las diferencias.
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En efecto, la Noviolencia asume el conflicto como algo positivo y


como un método de lucha. Si la violencia emerge cuando la relación entre
diferentes está mediada por el miedo, la desconfianza o el rechazo, y cuando
la estructura y la dinámica social determinan que la violencia es la forma
predominante de suplir las necesidades, realizar deseos o abordar los
conflictos, la Noviolencia busca desactivar la violencia y establecer relaciones
de justicia, basadas en el respeto y la dignidad de la vida.

En este sentido, la Noviolencia se aleja de la noción de “resolución


de los conflictos” y se acerca más a la noción de “transformación de los
conflictos” (Lederach, 2009, p. 9). Mientras que la resolución busca desactivar
los conflictos, la transformación se refiere al conjunto de actividades con
las cuales el conflicto se aborda de modo integrador, como una dinámica
esencial a toda interacción humana que hace posible nuevas realidades;
todos somos agentes de este proceso porque actuamos intersubjetivamente,
confrontando intereses, necesidades, percepciones y posturas con las de los
otros y las otras. La transformación reconoce el conflicto como esencial
y se centra en la forma en que se dan las interacciones conflictivas, en las
estructuras donde esta interacción se da, porque son estas las que determinan
las realidades de la paz y de la violencia (Boulding, 1990, en Ramsbothan,
et al, 2011, p. 140).

Los conflictos son connaturales a la dinámica social y expresan


la heterogeneidad de intereses, valores y creencias que afloran con los
procesos sociales (Lederach, 1998, p. 16). En términos de las relaciones, los
conflictos pueden definirse como procesos interactivos que se dan en un
contexto específico y suelen ser producto de un antagonismo o percepción de
incompatibilidad (superable) entre dos o más partes, en los que entran en juego
valoraciones, pulsiones instintivas, emociones y creencias. Ramsbotham (et
al, 2011, p. 51) plantea el conflicto como un triángulo en el que intervienen:

Intereses

Actitudes Conductas

La incompatibilidad se refiere a lo que subyace como campo específico


de la divergencia y se relaciona con los intereses (fines); la actitud se refiere
204
a las disfunciones perceptuales, valorativas, que experimentan los actores
ante la incompatibilidad, e incluyen aspectos emotivos, cognitivos y de la
voluntad, que pueden convertirse en detonantes de violencia. La conducta
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

abarca tanto la expresión verbal como física ante la realidad conflictiva o


frente a quienes están implicados, y puede ser: agresiva, hostil, pacífica, o
de cooperación (Ramsbotham, Woodhouse & Miall, 2011, p. 50-52).

La forma como interactúan las personas desde sus diferencias, ne-


cesidades y deseos puede generar choques, contiendas y confrontaciones;
estas pueden desarrollarse de manera positiva cuando las partes conducen y
transforman el conflicto de forma noviolenta para generar nuevas realidades;
o de manera negativa, es decir, recurriendo a la violencia.

Las luchas noviolentas del siglo XX abren un campo de exploración en la


teoría de los conflictos en la medida en que se ocupan de formas de resistencia y
acción política noviolentas como método para generar transformaciones a diversas
escalas. Estas luchas comportan una noción de poder esencialmente diferente del
poder destructivo de la violencia. “Si consideramos la vida en sí misma una forma
de poder, ¿la humanidad permitirá que ese poder sea utilizado para destruir?”
Con esta pregunta Ghandi introducía uno de los argumentos más eficaces para
evitar la pasividad y movilizarse activamente ante situaciones destructivas que
amenazaran la vida y la dignidad de las personas (López, 2006, p. 85).

En muchos otros lugares en el mundo los poderes alternativos han


surgido como movimientos de liberación frente a las amenazas y los efectos de
los sistemas hegemónicos totalitarios; lo han hecho a través de la construcción
de opciones, proyectos y programas, desobedeciendo y desafiando el status
quo (López, 2006, p. 88).

Estos poderes han estado asociados a grupos de campesinos, mujeres,


obreros, minorías étnicas, o, si se hace referencia a los llamados nuevos
movimientos sociales, al pacifismo, el ecologismo, el feminismo: ejercicios
de poder que han planteado cosmovisiones, interpretaciones, modelos de
vida, de producción, de relación social, de construcción política, de diseño
cultural, de expresión simbólica, en clara resistencia a los dominantes.

Podríamos sintetizar el proyecto de Noviolencia de la siguiente forma:

> La Noviolencia rechaza todas las formas de violencia, es decir, toda


forma de vulneración de la vida en sus diferentes manifestaciones.

> Se distancia de la violencia sacrificial, es decir, de la que pretende


convertir una causa en algo defendible por sobre la vida.
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> Es un proceso de transformación interior, siempre perfectible, de
la misma manera que lo es la experiencia humana; es una decisión de
cada sujeto individual que constituye poder colectivo.
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> Como forma y método de lucha, la Noviolencia se inscribe como


intervención en la realidad directa para contrarrestar la injusticia y
la violencia que afecta a los sujetos en un contexto específico.

> La Noviolencia es una propuesta de orden moral (valorativo) que


opera en el plano simbólico y trabaja sobre la subjetividad, en la
recreación de sentidos de vida colectivos y en la reconfiguración de
referentes culturales ético/políticos, entre ellos la coincidencia entre
fines y medios como horizonte ético de la acción transformadora.

> La Noviolencia es una forma de construcción particular de la


realidad, y en este sentido es, en sí misma, una propuesta epistemológica
intersubjetiva, compleja y no lineal, dirigida a la afectación mutual de
la conciencia; de ello se desprende su carácter no dogmático, falible
y siempre perfectible, su alejamiento de lo puro y definitivo como
categorías que refieren a realidades absolutas y que no concuerdan
con los claroscuros de la condición humana. En este mismo sentido,
no está sujeta a la especulación, ni a convertirse en aparato ideológico
o científico con pretensiones de verdad.

Articulaciones y tensiones de la Noviolencia


con el enfoque de Educación para el
Desarrollo (EpD)
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Banco Mundial - Informe sobre el desarrollo mundial, 1981

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Bertolt Brecht

Hasta principios del siglo XX las comprensiones de la paz tuvieron


una connotación negativa en la medida en que esta se asociaba a la guerra,
a la recuperación o al mantenimiento del equilibrio de fuerzas en el sistema
internacional (Fisas, 1998, p. 21), y a la re-construcción post-bélica con la
asistencia humanitaria que, luego, en la década del 60 y 70, buscaría su
articulación a la cooperación para el desarrollo (Martínez, 2001, p. 106).
206
El surgimiento de la Peace Research a mediados del siglo XX
imprime un giro al introducir los conceptos de Paz Positiva y Paz Estructural
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

que aluden al desarrollo de las potencialidades humanas encaminadas a la


satisfacción de las necesidades básicas. Este nuevo enfoque emerge en un
contexto global en el que se abrían paso nuevas formas de imperialismo y
al neocolonialismo; es por ello que en las décadas posteriores a la Segunda
Guerra Mundial se inicia una interacción entre las nociones de paz y
desarrollo, y por supuesto, los análisis críticos sobre el desarrollo, entendido
este a la manera del Norte como incremento de la dependencia de los países
del llamado Tercer Mundo.

Afirma Guzmán (2001, p. 108): “si las violencias son producto de un


tipo particular de desarrollo, hegemónico, occidental, entonces lo que está bien
es que el desarrollo fracase.” Aceptar o rechazar esta idea depende de cómo se
entienden los fines del desarrollo, y de las explicaciones que se den sobre las
causas de la conflictividad y de las violencias que suceden en el mundo. Para
citar solo un ejemplo, veamos la definición de pobreza según el Banco Mundial:
‘insatisfacción grave de las necesidades humanas básicas’, que coincide en
parte con la definición que Galtung plantea para violencia: ‘desajuste entre la
realización potencial y la realización efectiva de las necesidades humanas básicas’;
sin embargo, tal similitud no significa que el Banco Mundial acepte la existencia
de causas estructurales comunes entre violencia y pobreza, y mucho menos que
estas se desprendan del modelo de desarrollo, tal como sí lo sugiere Galtung. La
divergencia no está en las definiciones, sino en las diferentes explicaciones sobre
cómo y por qué suceden pobreza y violencia, lo cual está en estrecha relación
con los intereses que representa el Banco Mundial, y por supuesto concuerda
con el tipo de medidas correctivas que de allí se desprenden. Mientras que
para el Banco Mundial el desarrollo, en la perspectiva de superar la pobreza,
debe dirigirse a elevar la renta per cápita -es decir, la violencia es un problema
de ingresos económicos-, para los críticos, el verdadero desarrollo implica
desmontar los factores que generan pobreza/violencia y que son connaturales
al modelo; es decir, el desarrollo implica el No-Desarrollo.

Desarrollo, pobreza y violencias

La relación entre desarrollo, pobreza y violencias puede verse por


ejemplo cuando ciertas medidas de desarrollo, escasez/acumulación, y la
conflictividad asociada, producen expulsión y desplazamiento de personas
en busca de trabajo hacia zonas que pueden proveerlo (del campo a las
ciudades; de países pobres hacia países ricos); la inserción de estas personas es
generalmente traumática, genera altos niveles de competencia que provocan
inseguridad laboral (precariedad, tiempo parcial), rechazo y exclusión
por parte de comunidades receptoras; todo ello constituye una cadena de
207
pobreza. Desde otro ángulo, la pobreza guarda relación con la violencia
represiva en la medida en que la pobreza es considerada una amenaza a la
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Una mirada desde Latinoamérica

propiedad, a la tranquilidad, a los ‘estándares ciudadanos’; “los pobres son


una amenaza” que se asocia comúnmente a delincuencia, con lo cual la
consecuencia directa es: mayor control y vigilancia por parte del Estado o,
en su defecto, la autodefensa y la seguridad privada.

En términos estructurales, la relación desarrollo, pobreza y violencia


se caracteriza por tres situaciones-proceso: explotación, discriminación y
marginación/exclusión, los cuales están presentes tanto en las dinámicas
económicas internas de los llamados países del Sur, como en la relación de
estos con los demás países en el contexto internacional (Tortosa, 1993, p.
137). En muchos casos, los estudios sobre estos fenómenos se centran en
caracterizar la pobreza endémica, es decir, en describir los mecanismos
sociales que hacen difícil o imposible que determinados sectores de la
población, o países enteros, puedan insertarse en una economía de mercado;
o en analizar la polarización social que ella genera, antes que en explicar
cómo y por qué se dan los procesos de empobrecimiento.

El siglo XX terminó con un balance desolador; los siguientes


indicadores sobre los efectos del modelo pueden leerse como evidencia de
la violencia estructural:

> 1.300 millones de personas del Sur en situación de pobreza; 600


millones en extrema pobreza; en los países industrializados, 200
millones por debajo del umbral de pobreza.

> 1.300 millones de personas sin acceso a agua potable.

> 900 millones de adultos son analfabetos.

> 820 millones de adultos sin empleo o subempleados.

> 800 millones de personas sin alimentación adecuada; 500 millones


sufren malnutrición severa, 175 millones de ellos son menores de 5 años.

> 500 millones de habitantes urbanos (de un total de 2.400 millones)


viven en la calle o en habitaciones inadecuadas; 100 millones son
“niños de la calle”.

> De 15 a 20 millones de personas mueren cada año debido al hambre


y a enfermedades agravadas por la malnutrición (Fisas, 1996, p. 253).

208 Una posible explicación sobre la continuidad de la pobreza en el


mundo es que esta es funcional al mantenimiento de los sistemas sociales en que
se da, y que forma parte de la estructura de un poder que se auto-reproduce.
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

Ello advierte sobre la existencia de unos factores culturales sobre los cuales se
sostiene un determinado modelo; por ejemplo, la exacerbación de la caridad y
la cooperación puede llegar a ser funcional a un sistema de explotación; de igual
forma, las ideologías políticas que reducen la libertad a libertad de acumulación
y consumo, o las ideas que legitiman el evolucionismo social. En general, la
violencia cultural asociada al desarrollo se produce cuando se obliga (induce)
a las personas a que no vean el problema, o a que dispongan de explicaciones
simplistas sobre el mismo, que no ayudan a revertir la situación sino a mantenerla.
Es frecuente que las evidencias del empobrecimiento: explotación, discriminación
y exclusión, que acompañan el naufragio del desarrollo, sean negadas, ocultadas
al debate público, o banalizadas en los medios de comunicación.

La pobreza como una forma de violencia, y el No-Desarrollo como opción


lógica derivada del análisis de la relación pobreza/violencia-desarrollo, plantean
grandes retos a los modelos de educación (contenidos y mecanismos) que hacen
sostenible el paradigma del desarrollo. Desde la perspectiva de la educación para
la paz, “otro desarrollo” implica desaprender y desactivar muchos de los supuestos
y procesos implícitos en el modelo existente, es decir, requiere una reeducación
sobre los fines y los medios del desarrollo. En este sentido, una educación para el
desarrollo que integre los cuestionamientos de la investigación y educación para
la paz, tendría que plantearse la siguiente pregunta: ¿cuáles son los contenidos de
la Educación para el Desarrollo (EpD) en la perspectiva de disminuir la violencia
que está presente en los procesos de empobrecimiento/enriquecimiento?

Educar para el desarrollo puede entenderse como el conjunto de


acciones tendientes a establecer en los países pobres las condiciones de
conocimiento y tecnología propicias para superar el “atraso” y la pobreza,
lo que no implica necesariamente salirse del modelo; puede tratarse nada
más que de brindarles incentivos y condiciones a estos países para seguir
las operaciones que les permitan elevar su poder adquisitivo. Pero también
puede entenderse como el desarrollo de las capacidades para resistirse a
seguir las reglas que estructuran el modelo, y para generar alternativas
viables, por ejemplo, a la exploración/acumulación/depredación, que parecen
ser características inherentes al sistema.

Desarrollo y paz

El desarrollo es el nuevo nombre de la paz,3 fue una frase que caracterizó


las dos últimas décadas del siglo XX en materia de políticas internacionales de
desarrollo, haciendo explícita una tensión que estaba latente en la dinámica
económica global, al señalar la estrecha correspondencia entre violencia y
209
desarrollo. La educación para el desarrollo se convertía así en un instrumento

3 Frase acuñada por el Papa Juan Pablo II.


De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

dirigido a “equilibrar las cargas” entre los países ricos y pobres, que en algunos
casos se comportó como una operación más del modelo desarrollista, y en otros,
como una forma de buscar alternativas a la dinámica arrasadora de los mercados.

Los graves desequilibrios sociales, y la violencia presente en ellos,


plantean dos retos de enormes proporciones al desarrollo en relación con la
construcción de paz: en primer lugar, su relación con los derechos humanos.
Según Amartya Sen, esta relación se produce a través de la “libertad”;
el desarrollo puede concebirse como “un proceso de expansión de las
libertades reales de que disfrutan los individuos” (Martínez, 2001, p. 302).
Esta definición entraña tanto los procesos que hacen posible la libertad de
acción y decisión, como las oportunidades reales que tienen los individuos,
dadas sus circunstancias personales y sociales (Sen, 2000, p. 33).

Lo anterior expresa una relación estrecha entre desarrollo y derechos


humanos, en el sentido en que progreso y bienestar humanos incluyen vivir con
libertades sustanciales; son estas libertades las reivindicadas por los derechos
humanos. Tal como los derechos son un corpus indivisible, el desarrollo no
se puede restringir solo a una dimensión económica. El siguiente cuadro
da una idea de la necesidad de hacer compatibles los discursos sobre el
desarrollo y los derechos humanos (Martínez, 2001, p. 302).

Los derechos humanos contribuyen El desarrollo humano contribuye a


al desarrollo humano los derechos humanos
> Indican el cumplimiento de los > Amplían la noción de bienestar.
deberes de unos con otros.
> Reconociendo el carácter indivisible
> Protegen a las personas y a las de los derechos, discrimina
minorías que se encuentran en positivamente a quienes están en
condiciones de desventaja situaciones de escasez.

> Impiden que el desarrollo sea > Se preocupa por generar


a cualquier precio. condiciones sociales apropiadas
para la realización de derechos.
> Amplían la noción de progreso
al incluir las garantías para el > Imprime un carácter dinámico a
uso de los bienes y el disfrute la consolidación de los derechos
de las libertades. humanos

Un segundo reto respecto de la relación desarrollo y paz, tiene que


210 ver con desestimar el desarrollo basado en la seguridad del modelo, para
promover un enfoque de desarrollo basado en seguridades humanas, y más
aún, en la seguridad ecológica. En este sentido, las agendas de desarrollo
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

tienen que incorporar problemas del mundo contemporáneo tales como:


guerra, narcotráfico, enfrentamientos raciales y religiosos, luchas entre
bandas y mafias, insostenibilidad ambiental y desequilibrio ecológico,
como problemas inherentes al modelo y no como meras amenazas a un
supuesto desarrollo ideal. El desafío trasciende cualquier tipo de frontera
y hace deseable un proyecto social a nivel planetario, que se entienda como
un acuerdo y compromiso de ciudadanos y Estados, en la perspectiva de
generar las condiciones de seguridad humana consecuentes con la paz.

Un concepto de seguridad dentro de un nuevo “sistema de modelos de


desarrollo” no puede estar basado en la capacidad para controlar, disuadir,
prevenir o contrarrestar la amenaza externa o los intereses particulares o de un
ÚNICO modelo a escala global, sino en la capacidad para brindar-nos condiciones
en un sistema planetario interdependiente con múltiples posibilidades y modelos
de desarrollo. A su vez, en el nivel intra-estatal, implica superar las “razones de
Estado” que encubren asimetrías de poder e intereses económicos transnacionales.
Los conceptos de “seguridad humana” y “seguridad ecológica” suponen la
búsqueda de formulaciones, prácticas políticas, compromisos, mecanismos y
organismos capaces de disminuir el miedo que significa hoy habitar el mundo,
y fortalecer la esperanza de sustentabilidad del planeta y de la vida en él.

No hay seguridad si no hay garantías para el desarrollo humano,


entendido como proceso de ampliación de las posibilidades de realización
personal y colectiva, satisfacción de necesidades humanas básicas, distribución
equitativa de recursos y, particularmente, equilibrio ecológico. Por lo tanto,
las acciones de seguridad implican afrontar: el agotamiento y deterioro de
los sistemas naturales, la desertización, la erosión, la deforestación y escasez
de agua, la contaminación ambiental; fenómenos que se traducen en una
reducción potencial de la producción de alimentos, en un empeoramiento
de la sanidad y la habitabilidad humanas.

Conflicto y desarrollo

El desarrollo se ha planteado también como un factor preventivo de los


conflictos, en el sentido de generar condiciones para el bienestar, la democracia y
la convivencia pacífica, básicamente partiendo de tres supuestos: a) El desarrollo
ofrece lo que la gente quiere y necesita; b) El desarrollo alivia la injusticia y la
pobreza; y c) El desarrollo tiene la capacidad de prevenir brotes de rebelión, al
atender las demandas de los inconformes. Diferentes programas de desarrollo y
paz han sido promovidos en diversos países como fórmulas de salida ante graves
conflictos internos armados y no armados. Sin embargo, algunos estudios no
211
solo han señalado los límites y alcances de dichos programas; han planteado
que en muchos casos estos operan como factores generadores de pobreza e
injusticia, complicando las relaciones conflictivas ya existentes (Serje, 2012).
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

Estos análisis insisten en la idea de que el desarrollo no puede ser visto


más como solución sino como parte del problema, y plantean la necesidad
de una perspectiva constructiva de los conflictos, a la vez que reivindican la
resistencia que las comunidades locales afectadas hacen a la implementación
de políticas y programas de desarrollo.

El desarrollo, en tanto forma de agenciar las diferentes dimensiones


y significados de los procesos de modernización y transformación de la
biósfera, entra en conflicto con formas locales propias de entender, valorar
y experimentar las necesidades, las aspiraciones, el trabajo y el futuro; estos
conflictos son generalmente asimétricos, pues los gobiernos obedecen en
su mayoría a los procesos macro que a las necesidades micro. Los agentes
desarrolladores continúan sustrayéndose a esta realidad conflictiva y, en
el mejor de los casos, asumen el conflicto como un “problema a superar”
y no como una situación que refleja las profundas asimetrías de poder y la
capacidad del modelo para constreñir la libre autodeterminación.

Desde una perspectiva clásica, el conflicto surge en la lucha por acceder


a recursos naturales escasos; sin embargo, enfoques como el de la ecología
política y otras disciplinas plantean la idea de que la conflictividad está ligada
a procesos de enriquecimiento/apropiación, a través de formas de explotación
orientadas a la acumulación de capital, propias de la economía moderna y sus
formas de mercado. La conflictividad se presenta mayormente, en los medios
de comunicación, como la “negación obtusa” de las comunidades frente al
“desarrollo del país”; por otra parte, cuando en dicha resistencia aparecen brotes
de violencia, queda aparentemente justificada su represión, con lo cual se cierra
la puerta para todo cuestionamiento de los programas y proyectos de desarrollo.

La naturaleza de la confrontación parece sintetizarse en dos sentidos


contrapuestos: por una parte, maximización de ganancias, creación y acumu-
lación de capital financiero; y, por otra, una lógica de reciprocidad, solidaridad
y respeto a la vida. En la confrontación de estos sentidos, el poder hegemónico
termina por imponerse y proyecta a la sociedad la idea de que las comunidades
son “obstáculos para el desarrollo”, que por cierto lo son, pero trivializadas y
condenadas por oponerse al “interés nacional” o al interés de las “mayorías”.

Desarrollo y Noviolencia

En la medida en que la Noviolencia propone variaciones de tipo cultural


que socavan los supuestos sobre los cuales se ha construido el desarrollo
moderno, la perspectiva del desarrollo desde la Noviolencia se encuentra
212
más relacionada con un enfoque de “alternativas al desarrollo”, que con
un enfoque de “alternativas de desarrollo”. Las propuestas de un cambio
de paradigma de pensamiento promovidas por la Noviolencia, plantean
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

fundamentalmente el tránsito desde una lógica de la escasez a una utopía


de la abundancia, en la cual se desmonten los presupuestos sobre los cuales
está soportada la economía moderna: el individualismo extremo, el tener
para aparentar, la compraventa de ilusiones, la legitimación de la codicia,
el consumo compulsivo e instantáneo, la obsolescencia y el derroche como
sinónimos de cambio (Elizalde, 2010, p. 227-243).

La Noviolencia, en la perspectiva del desarrollo, propende por concebir la


economía en su primera acepción: como ciencia de lo sustentable y del ahorro, en
clara confrontación con los supuestos de la economía dominante, la cual plantea
que la Tierra y los recursos están al servicio de los seres humanos, los seres
humanos en lucha con la naturaleza, la ciencia y la tecnología son todopoderosas,
el dinero y el capital son fuente de bienestar, y los daños ambientales se pueden
revertir con mayor desarrollo tecnológico (López, 2006, p. 243).

La perspectiva de la Noviolencia, de cara a otro desarrollo, estaría más


acorde con el planteamiento de sustituir la eco-nomía por una eco-logía, en la
cual la naturaleza y la especie humana son una continuidad, y la diversidad
es condición sine qua non para la vida.

Por otra parte, la Noviolencia plantea asumir la valoración de la


calidad antes que la cantidad, como criterio para frenar los desequilibrios
y para prevenir la violencia estructural (Schumacher, citado por López,
2006, p. 247). Este aspecto, entre muchos otros, lleva implícita una crítica
a la economía moderna en cuanto a los fines y los medios, ya señalada en
el pensamiento ghandiano; se trata de denunciar el daño que ocasiona una
economía basada en el consumo como finalidad de la actividad económica,
una economía que considera como medios los factores de producción (tierra,
trabajo y capital) y que busca maximizar el consumo por medio de un modelo
óptimo de esfuerzo productivo; por el contrario, la propuesta noviolenta
promueve formas de economía como la budista, cuyo objetivo es maximizar
las satisfacciones humanas a través de un modelo óptimo de consumo.

El abordaje del conflicto, la paz, la violencia


y la Noviolencia en un enfoque de Educación
para el Desarrollo, y sus implicaciones para
un Modelo de Formación Ciudadana4
Las violencias del siglo XX han tenido y tendrán implicaciones futuras
de magnitud global, pero también las grandes transformaciones provocadas
por el esfuerzo de miles de personas que, en todo el mundo, han dedicado
213
sus vidas a pensar e inventar formas de actuar consecuentes con el devenir
4 Morán Matiz, Ana Yudy, (2011). ¿Cómo va la formación ciudadana? Centro de Educación para el
Desarrollo. UNIMINUTO. Bogotá.
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

de la vida en todas sus manifestaciones. Los estudios sobre la violencia, la


paz, el conflicto y la Noviolencia, hacen parte de estos esfuerzos y constituyen
valiosos aportes a la comprensión de los graves problemas de la sociedad
global, desde una perspectiva crítica y humanista que podríamos denominar
nuevas formas de ciudadanía, o el germen de nuevas ciudadanías. He
presentado aquí algunos de los aportes más importantes de estos campos
de estudio, en la perspectiva de iluminar el enfoque de Educación para el
Desarrollo y las transformaciones que comprometen a todos y cada uno
de los ciudadanos y ciudadanas en las micro-comunidades humanas y en
la comunidad planetaria. Ahora voy a plantear algunas cuestiones críticas
de cara al enfoque de la Educación para el Desarrollo y sus implicaciones
para un Modelo de Formación Ciudadana.

La paz y el desarrollo pueden entenderse como un proceso multidi-


mensional complejo, de largo plazo, que involucra todos y cada uno de los
problemas globales, y por lo tanto, todos y cada uno de los actos humanos. Sin
embargo, los avances conceptuales en este campo contrastan sensiblemente
con el poco dominio que tienen grandes capas de la población acerca de
la conflictividad global asociada a ellos. Este contraste plantea de entrada
el reto de ampliar la capacidad crítica de la población mundial sobre los
asuntos que le están afectando y que afectarán la vida en el planeta, tarea
que ha venido impulsando la educación para la paz y que cabe también a la
Educación para el Desarrollo (EpD).

Es claro que una educación dirigida a la superación de las violencias,


la construcción de paz y la consolidación de una cultura noviolenta del
conflicto, está en estrecha relación con la llamada educación para el desarrollo;
sin embargo, también es claro que algunos enfoques en el campo de los
estudios de la paz y los conflictos, particularmente el de la Noviolencia, en
tanto críticos del actual modelo de desarrollo hegemónico, pueden llegar a
tomar cierta distancia del enfoque de Educación para el Desarrollo. Si bien
se hacen esfuerzos críticos, particularmente desde los países del Sur, en
muchos ámbitos de la política y la economía globalizadas la EpD mantiene
una perspectiva funcional al modelo que critica.

Algunos autores se preguntan si la propuesta de Educación


para el Desarrollo Sostenible (UNESCO, 2002) al plantear un enfoque
medioambiental políticamente correcto, no estará reduciendo la vocación
multidimensional de la EpD a la sostenibilidad del sistema mundial
actual, desconociendo así las críticas respecto del actual orden global
(Solano, 2009, p. 28).
214
Aunque se establece una diferenciación entre EpD con énfasis en la
justicia social, y EpD Sostenible con énfasis en lo ambiental, tal distinción
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

lo que refleja es la correlación de fuerzas entre diferentes concepciones


del desarrollo, y podría señalar la marginalidad y el carácter utópico de
una EpD vista desde el Sur.

Dadas las presiones de los poderes hegemónicos y la fragilidad de


organismos multinacionales como Naciones Unidas, en el mejor de los
casos la EpD propende por un enfoque combinado; es decir, por una parte,
se dirige a superar las carencias y fallas del modelo existente, tratando de
hacer congruentes los aspectos benévolos del desarrollo con alternativas
críticas; así, busca compaginar el realismo de la dinámica global y el
idealismo de experiencias y esfuerzos locales; sin embargo, la inercia del
modelo de desarrollo, históricamente hegemónico, sumada a las condiciones
de endurecimiento del sistema global, no parecen el mejor escenario para
un enfoque crítico de la EpD.

Cobran entonces un nuevo aire los discursos y las prácticas contra-


hegemónicas dirigidos a generar modelos alternativos al desarrollo, que
propugnan por una transformación radical, en clara desobediencia frente
a los presupuestos culturales y los soportes estructurales del modelo; esto
significa un aumento de la conflictividad, y por ende de las posibilidades
de violencia, si nos atenemos a la manera como reaccionan los poderes
hegemónicos ante las amenazas al modelo, o las escasas capacidades de
acción política noviolentas por parte de la población.

Desde una perspectiva de superación de las violencias generadas por


el modelo de desarrollo, y en aras de una cultura noviolenta del conflicto que
contribuya a la paz, la EpD y el Modelo de Formación Ciudadana tendrían
que persistir en varios aspectos (asumiendo el costo social y político que
implica la ruptura con las lógicas y dinámicas hegemónicas):

> Cambio en los sistemas de pensamiento fragmentario.

> Cambio cultural de los referentes de vida buena desde las prácticas
cotidianas.

> Consolidación de un tipo de relaciones con otros y lo otro, conse-


cuentes con la equidad y la inclusión.

> Desarrollo de capacidades para el despliegue efectivo del poder


individual y colectivo (Fernández, 2011, p. 26).
215
En este sentido, promover un cambio cultural significa reorientar y
reinventar los fines del desarrollo para ponerlos en concordancia real con
la vida, así como redefinir muchas de las prácticas a escala micro que son
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

definitivas para el cambio en todo el sistema. Esto significa que la formación


ciudadana debe asumir como tareas: insistir en una crítica permanente y
visible a las formas de caridad, ayuda, cooperación y agencia de políticas
subsidiarias al modelo de desarrollo; rechazar la inevitabilidad de los efectos
colaterales del modelo de desarrollo y los argumentos nacionalistas que lo
legitiman; superar la noción evolutiva de los procesos de modernización (de
menos, a más) así como las nociones de progreso y bienestar basadas en tener
y acumular; afianzar formas vernáculas y tradiciones diversas que respetan
la naturaleza y las demás formas de vida, frente a visiones hegemónicas y
simplificadoras del mundo y la realidad; retar las formas de fragmentación
(norte/sur – países ricos/países pobres, choque de civilizaciones, etc.)
acudiendo al estímulo de relaciones civiles supranacionales a escala global;
profundizar la consolidación de un tipo de relaciones consecuentes con la
equidad y la inclusión, es decir, rechazar las estructuras verticales y frag-
mentarias que ordenan las relaciones con los otros y la naturaleza; fortalecer
formas de relación cooperativas y solidarias que reten la competencia como
dispositivo y mecanismo de avance, evolución o superación social hacia la
búsqueda de fines; profundizar la integralidad y continuidad de las relaciones
humanas y naturales, su carácter sistémico e interdependiente, frente a
formas de exaltación de las diferencias y de segmentación social (por género,
generación, edad, raza, religión, ideología) cuya finalidad es la exclusión,
la segregación, la marginación y la legitimación de escalas valorativas que
socavan la integridad y dignidad de la vida; en fin, recuperar e inventar
formas de cuidado para contrarrestar formas de explotación y consumo
que depredan y degradan la naturaleza.

Un modelo de formación ciudadana debe dirigirse a desarrollar


capacidades para el despliegue efectivo del poder individual y colectivo
-en el sentido en que lo plantean la resistencia civil y la acción política
noviolentas- frente a poderes y estructuras que garantizan las dinámicas
violentas del desarrollo, y a la vez, a consolidar una cultura del conflicto
afianzada en contenidos éticos profundamente vinculados con la vida.

Para producir el cambio es fundamental pensar el cambio, pero es


definitivo llevarlo a cabo, lo cual implica desarrollar las potencias creativas,
personales y colectivas, en aras de desplegar acciones reales; por ejemplo,
pasar de formas de economía depredadoras a formas de economía de
supervivencia, de una cultura del derroche a una cultura de la austeridad.

Es cierto que la realidad de violencias cruzadas se sostiene gracias a


que el entramado que llamamos estructuras sociales y políticas, se encuentra
216
influido por modelos y prácticas de desarrollo que garantizan privilegios
para unos en detrimento de las necesidades de otros; impunidad en la
aplicación de la justicia; tolerancia ante grupos de poder que manipulan
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

gobiernos y medios para sus intereses y ambiciones particulares de riqueza


y acumulación. Sin embargo, también es cierto que el sistema se nutre de
las prácticas cotidianas de los ciudadanos en la calle, el barrio, el lugar de
trabajo; es allí donde mayormente suceden las prácticas que retroalimentan
la violencia estructural y sus expresiones visibles, y donde se experimenta
la mayor presión y represión cuando se trata de ir en contravía del modelo.

Aportes específicos de un Modelo de Forma-


ción Ciudadana

En la perspectiva de fortalecer un modelo de formación ciudadana


hacia otro desarrollo, planteo situarnos desde un enfoque de cambio cultural
a escala micro para formar ciudadanos capaces de transformar la cultura
desde sus prácticas cotidianas y con ello las estructuras económicas y
políticas hegemónicas que generan violencia en la sociedad.

Como he señalado, la violencia en cuanto rasgo de la cultura del


conflicto está estrechamente ligada a la prolongada irresolución de graves
desequilibrios: la desproporción entre la acumulación de bienes suntuarios
y la satisfacción de necesidades, la descalificación y la competición como
dispositivos de realización, la depredación y destrucción de la naturaleza
como medio de acceder al bienestar.

Propongo entonces un modelo de formación ciudadana orientado


por los siguientes contenidos:

a) Fortalecer una mirada compleja del mundo-naturaleza-sociedad,


del sistema de relaciones e interacciones que lo componen y de
las implicaciones de los cambios a escala micro.

Si se entiende la violencia como el conjunto de prácticas de un sistema


social que enriquece a unos grupos y genera pobreza en otros, que privilegia
a unos en detrimento de los intereses de otros, y que impone un modelo de
economía en detrimento de proyectos de vida autónomos. Y si ese sistema
se nutre de la tolerancia y las concesiones de sus miembros, de la delegación
de la responsabilidad en los líderes y sus gobiernos, desde las creencias y
prácticas de sus ciudadanos, entonces las respuestas sobre cómo superar
la violencia pasan por redefinir las prácticas cotidianas en relación con los
referentes culturales que la sustentan; es decir, significa poner en duda el
supuesto orden que las legitima, orden del cual ciertamente participan los
ciudadanos. Si bien las prácticas ciudadanas están referidas a unas estructuras
217
sociales que las determinan, los cambios en esas estructuras parecen tener
mayores posibilidades por fuera de los canales oficiales o institucionales,
es decir, en la relación directa entre práctica cotidiana y cambio cultural.
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

(Esquema 1)
PRÁCTICA
CIUDADANA

DINÁMICA
SOCIAL
VIOLENCIA
PAZ

ESTRUCTURAS
SOCIALES CULTURA
Sistema político – econó- POLÍTICA
mico – Instituciones - Leyes CULTURA DEL CONFLICTO

Una mirada a la comprensión de las interacciones sociales en micro-


espacios, ayuda a ver cómo se establecen o transforman los códigos y
las prácticas cotidianas que contribuyen a que las violencias perduren o
disminuyan. Al comprender la manera como los sujetos pueden operar
como transformadores de cultura, en tanto se reconocen partícipes de los
imaginarios, discursos y prácticas que constituyen violencia y paz, serán
capaces de desplegar potencialidades de transformación que afecten sus
entornos inmediatos y trasciendan a otros niveles afectando las estructuras.

Cambio cultural para la paz implica entonces afectar los referentes


colectivos que soportan la violencia, pero también dinamizar aquellas potencias
sociales noviolentas en prácticas directas; la tarea de desafiar la violencia que
se encarna en patrones mentales y afecta los vínculos con los demás y el todo
mundo/naturaleza, implica cambios importantes en los imaginarios sociales y
en las prácticas humanas a escala micro. No importa el lugar donde se realicen:
en la interioridad, en las actitudes y comportamientos, en la vida pública, en la
economía, estos cambios se encuentran como germen en nuevas experiencias
del mundo y son puestos en escena como nuevos lugares de la política a escala
micro; procesos micro disidentes que condensan otras maneras de sentir el
mundo, de explicarlo, interactuar y habitar en él.

El cambio cultural a escala micro parte de la idea de que una decisión


y una acción individual tiene la potencia de trascender a una colectividad, de
afectar todo un sistema de relaciones y provocar cambios en los imaginarios
218 y prácticas, en virtud de los contenidos éticos que comporta. Son importantes
en este planteamiento, además de la noción sistémica ya señalada, la noción
de afectación del sujeto, la cual se plantea en tres dimensiones: imaginarios,
emociones y prácticas. Afectar los supuestos e introducir cambios sobre los
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

asuntos de la paz, que son esencialmente los asuntos éticos de la política,


implica procesos creativos que pueden entenderse como procesos de am-
pliación de conciencia, de apertura de posibilidades frente a su reducido
espectro en la tramitación de los conflictos, en las capacidades cognitivas,
emocionales y del repertorio de acción.

b) Armonizar intereses individuales y colectivos, modificando la


correlación entre necesidades y deseos.

La sociedad occidental contemporánea ha situado el ocio y el


disfrute como fines supremos del desarrollo, más aún, como un estadio
posterior a la satisfacción de necesidades básicas, ligándolo a los deseos
materiales. La idea de satisfacción de necesidades básicas como fin del
desarrollo no concuerda con el imaginario y las prácticas políticas y
económicas que operan el sistema. Satisfacer lo que es necesario sin
desear más allá, no es una premisa básica del desarrollo. El acceso a los
bienes, en suma, puede proporcionar la base de un nivel de vida más
alto, pero no pueden ser per se sus elementos constituyentes, lo cual
concuerda con la idea planteada por Sen, según la cual el desarrollo
debe estar centrado en la persona y no en los bienes, debe superar el
reduccionismo del homo economicus.

Un elemento que se encuentra muy bien definido en la noción de paz se


refiere a la tranquilidad de la conciencia, el cuerpo y el espíritu. Esta tranquilidad
contrasta con el ritmo de la sociedad occidental contemporánea, caracterizada
por la velocidad y la voracidad de la eterna insatisfacción del tener.

Detener este ritmo y suprimir esta voracidad supone cultivar formas


del des-apego. No se trata de des-apego de la vida, o la resignación de
aceptar lo que venga, sino precisamente del apego a la vida, de la capacidad
de desprenderse de lo que se desea cuando compromete la vida del otro. En
esta perspectiva, hace sentido el satisfacer las necesidades básicas y practicar
la austeridad, particularmente cuando otros sufren carencia.

En estas dos perspectivas de desarrollo están concentrados algunos de


los deseos y las aspiraciones sociales; pero existen diferencias en cuanto a la
relación entre los fines que se buscan, y el tipo de relación que se establece
con los otros y el entorno para el logro de dichos fines.

El desarrollo de unos no puede significar la desgracia de otros o


el daño del entorno. Los ciudadanos deben ser capaces de reconocer la
219
interdependencia entre los fines que persiguen para sí, y los fines que
persiguen otros(as) - (fines sociales) y establecer la prioridad en cuanto a
las necesidades básicas del universo de la población.
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

c) Propiciar sistemas de interacción altamente cooperativos y menos


competitivos desde una visión del desarrollo como horizonte de
vida buena, en coherencia con los métodos y medios noviolentos.

La dinámica social está marcada por la ley del más fuerte y la tolerancia
a la depredación; la competición como forma de lucha cuyo resultado
es la acumulación de unos/despojo de otros, oportunidades para unos/
marginalidad para otros, reconocimiento de unos/negación de otros, triunfo
de unos/condena de otros en la escala social, superioridad moral de unos/
maldad de otros. En la base de estas dualidades encontramos la bipolaridad
como forma básica del pensamiento occidental, la cual tiene consecuencias
importantes en la ocurrencia de la violencia, y constituye un rasgo específico
de la cultura del conflicto que debe transformarse.

La cultura del conflicto es un aspecto esencial de la cultura política,


pues condensa imaginarios y prácticas de tramitación de necesidades e
intereses, individuales y colectivos, y en este sentido determina las dinámicas
del espacio político.

Howard Ross (1993, p. 273) señala que las primeras experiencias


psico-sociales configuran los modelos del “yo y los demás” que todos tenemos,
y que estas representaciones compartidas van a determinar en la vida adulta
las acciones colectivas. Una reconstrucción del conflicto exigiría hacer
conciencia colectiva sobre cómo se han configurado psico-culturalmente
las nociones del “otro”; por ejemplo, cuáles son sus imaginarios acerca de
lo diferente, del extranjero, de un contradictor, un enemigo, un adversario,
y de cómo hay que comportarse con ellos; es decir, cómo se expresan en la
práctica social estos imaginarios.

Reconocer o reconstruir el conf licto como principio de transfor-


mación significa tener la posibilidad de “ampliar” el marco convencional
con el cual lo “vemos”; superar las estructuras mentales rígidas que
ocasionan un cierre de las alternativas; reconocer los elementos pro-
fundos comunes que nos unen a otros en la manera de responder a
los conf lictos:

> Una visión temerosa del otro, en la cual las diferencias son amenaza
para lo propio, donde no se construye desde la diferencia sino que
esta se asume como nociva.

220 > El sistema de relaciones está marcado por un fuerte componente


de polarización–exclusión:
Noviolencia, educación para el desarrollo y formación ciudadana
aspectos críticos y perspectivas

Yo – Nosotros / Otro - Otros


Defensa / Ataque
Amigo / Enemigo
Bueno / Malo
Causa justa / Causa injusta
Víctima / Agresor

> El conflicto se escala debido a que el proceso comunicativo se


interrumpe o distorsiona, y aumentan las percepciones aisladas.

> La dinámica de la relación es de competición:


Triunfo / Derrota
Pérdida / Ganancia

> No se desarrolla la destreza potencial que toda comunidad tiene


para transformar los conflictos de manera noviolenta.

d) Alimentar la interacción política noviolenta como una forma


de práctica cultural transformadora que construye paz desde la
cotidianidad.

Hablamos de interacción política noviolenta en el sentido de interacciones


y prácticas de poder cuya naturaleza es cualitativamente distinta del poder
hegemónico. El investigador para la paz Kenneth Boulding, en su libro Las tres
caras del poder (1988) plantea que una de las caras del poder es su capacidad
integradora, constructiva, cuya fuente es la cohesión afectiva, diferente de la
capacidad destructiva o productiva del poder, asociada a la demarcación de los
límites y el uso de la fuerza. El poder integrador es difuso, multidimensional, es
constructivo y fluctuante, y a la vez tiene un alto grado de legitimación. Este poder
genera con sus prácticas, hábitos y costumbres, unas estructuras y redes diferentes
del poder destructivo o productivo/acumulativo: redes de comunicación poco
costosas, estructuras de persuasión de suma positiva, culturas de aprendizaje
“ilimitado”, formas de solidaridad y transformación noviolenta de la conflictividad.

En la tradición del pensamiento ghandiano, el poder de la gente es


lo opuesto al poder de la violencia, y aunque no hay un choque tan fuerte
entre el poder del pueblo y el del Estado, sí son diferentes. Hay un elemento
de violencia en el poder del Estado (el uso legítimo de la fuerza), pero lo más
importante es cómo ha sido confiado ese poder, quién y para qué se lo ha
221
confiado, y en qué radica su diferencia con la violencia desnuda.
De-Construyendo la Educación para el Desarrollo
Una mirada desde Latinoamérica

Comentario final

Una educación para el desarrollo y un modelo de formación ciudadana


consecuentes con la superación de las violencias y la construcción de paz, con el
establecimiento de una cultura noviolenta de los conflictos, implican entonces
afectar los referentes colectivos que soportan la violencia, pero también dinamizar
aquellas potencias sociales noviolentas hacia prácticas de vida radicalmente
diferentes; desafiar la violencia que se encarna en patrones mentales y define los
vínculos con los demás y el todo mundo/naturaleza; implica cambios importantes
en los imaginarios sociales y en las prácticas del desarrollo a escala micro.

No importa el lugar donde se realicen: en la interioridad del sujeto, en las


actitudes y comportamientos, en la vida pública o en la economía, estos cambios
son el germen de nuevas experiencias del mundo y de nuevas formas de ciudadanía
y política a escala micro; procesos micro-disidentes que condensan otras maneras
de sentir el mundo, de explicarlo, interactuar, y habitar en él; procesos que muchas
veces implican profundizar la conflictividad y desarrollar métodos de lucha que
incidan en las agendas político-mediáticas controladas, y en ocasiones enfrentar
los poderes hegemónicos, aun a riesgo de sufrir la violencia represiva.

Afectar los supuestos e introducir cambios en las prácticas del


desarrollo supone introducir un pensamiento crítico acerca de los asuntos
éticos implícitos en la manera como los ciudadanos asumen la vida colectiva;
implica que la decisión y la acción individual tengan el poder de incidir y
trascender a una colectividad, de afectar todo un sistema de relaciones, y
ello sucede en virtud de los contenidos éticos profundos que ella comporta.

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