Está en la página 1de 2

No sabía cómo eran las arañas.

No sabía lo que hacía, mejor dicho no sabía lo que me hacían. ¿Cómo


iba a saberlo?

No sabía nada del amor ni el dolor, no tenía manera de entender tal


engaño. Caí en tu red de mentiras como si fuera una mosca que recién
aprendía a volar y por error se atoró en la red de una araña madura,
de esas que esperan que moscas inexpertas como yo queden atrapadas
en su ya no tan majestuosa creación y así fue. Me encontraba sin
salida, digo sin salida por no decir a punto de morir. No me sentía
indefenso, desconocía el dolor que podías llegar a provocarme con esos
dientes afilados ni con todas tus extremidades que me rodeaban y me
cubrían con algo que desconocía, un líquido viscoso que era producido
por vos mismo. Veía mi reflejo en cada uno de tus ojos, ojos negros.
Solo percibía obscuridad y vacío, como si me hubieras robado la visión
y ahora mis ojos fueran tuyos, quizás esa era una de tus otras
habilidades, y todos esos ojos que me admiraban con vehemencia
pertenecieron alguna vez a otras moscas que cayeron en tu red antes
que yo. Todos tus ojos me parecían fascinantes. Me sentía más
atrapado por tu cautivadora y fría mirada que por el hecho de estar
rodeado por tus brazos largos cubiertos de vellos que parecía que jamás
irían a soltarme.

Lo único que pensaba era “¿quién es este ser tan majestuoso?” , ese ser
que me contemplaba con tan bellos ojos, ojos que escondían muchos
secretos, secretos de los cuales yo formaría parte de ahora en más.

Conforme pasaba el tiempo, yo más me perdía en su mirada, en su


múltiple mirada; y a la vez con menos aire me quedaba. Deje de
sentirme atrapado y comencé a sentirme contenido, así son estas
criaturas engañosas, cautelosas. Solo la araña está a salvo en su tela.

Al comenzar a sentir que era natural la situación en la que me


encontraba (porque el reino animal es así), me resigné y no opuse
resistencia alguna, mi diminuto cuerpo dejo de moverse y fue sometido
sin problemas por tu fuerza y belleza. Una vez me dijeron que cuando
estas al borde de la muerte toda tu vida pasa frente a tus ojos, pero yo
ya no podía ver porque estaba cegado. Lo único que se me cruzo por la
mente fue que el inexplicable sentimiento que tenía en ese momento
era una mezcla de éxtasis de dolor, excitación y asco. Esta sensación
era muy parecida a la que me producían ciertos sueños, mejor dicho
pesadillas que tenía constantemente, sueños donde yo no era una
mosca sino un niñito. Un niñito corriendo aterrorizado de unas
muñecas, tratando de escapar. Huyendo de esas muñecas clásicas
antiguas que suelen usar en películas de terror, chiquitas y que parecen
ángeles pero sabes que con esos ojos que abre y cierra dependiendo de
su posición, con esos ojitos que te miran fijamente, están contemplando
a su próxima víctima. La única manera que tenía para despertarme de
esos horribles sueños era dejarme atrapar, ser sometido por esos
juguetes siniestros que me producían terror. Por eso que deje de
resistirme con el arácnido maduro, porque esperaba que esta pesadilla
(que en cierto grado empezó a gustarme) terminara, pero no fue así. Él
solo siguió haciendo lo suyo, disfrutando mientras me envolvía en su
telaraña, y yo me asfixiaba más y más mientras giraba una y otra vez.
Cuando dejé de respirar, desperté. Desperté de ese profundo sueño de
dolor, agonía y pasión. Eso quería pensar, que era un sueño, una
pesadilla o cualquier cosa menos la realidad. Todavía hay noches en
las cuales esa asquerosa araña sin alma aparece por las noches para
sentirse poderosa una vez más, sometiendo a una pobre mosca que
nunca aprendió a volar porque cuando lo intentó quedo atrapada en
una red de sufrimiento y secretos.

También podría gustarte