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Trabajo Final: Metodología II - Articulación Etnográfica (2019) a cargo de Diana Milstein

Consiga 1: Reseñar (evitar resumir) la etnografía leída en no más de 5 páginas poniendo énfasis en
reconstruir el problema de investigación, el trabajo de campo y los resultados alcanzados, dando
cuenta de la estructura del texto y sin perder de vista cómo la presencia de actores sociales y del/la
propio/a investigador/a
Cruzando la Sarmiento, una etnografía sobre piqueteros en la trama social del Sur del Gran
Buenos Aires de Julieta Quirós, es un libro que pretende realizar un aporte científico en torno a la
interpretación de la cuestión piquetera y de los movimientos sociales a partir de un trabajo
etnográfico realizado en el partido de Florencio Varela provincia de Buenos Aires. Interpretación
que se encontraba hasta ese momento en la literatura signada por una perspectiva que de algún
modo restringía la posibilidad de observar el hecho social con integridad, pues se centraba en los
movimientos como sujeto anulando las voces y las prácticas que se suceden hacia dentro de las
organizaciones. La historia de los piquetes, el piquete como acción social colectiva, la relación de
los movimientos sociales con el Estado, la constitución de una identidad piquetera, fenomenología
de la protesta social, son algunos de los abordajes que hasta el momento habían calado en los
ámbitos académicos y que a pesar de las diferencias epistemológicas o de marcos teóricos
coincidían en buena medida en aislar la cuestión piquetera de su contexto histórico y
fundamentalmente de la vida de quienes la integran. De allí, se sacarían otras conclusiones de la que
surgirían debates como el que sostiene que el movimiento piquetero se constituye como un sujeto
de cambio en oposición al puntero y las prácticas clientelares provenientes de la política tradicional
o el peronismo. No contenta con estas hipótesis la autora se propone abordar el fenómeno a lo
Malinowski desde una observación participante, intentando entablar una relación/comunicación con
los miembros de una asociación piquetera – que será el MTR (Movimiento Teresa Rodriguez)- para
desde allí comprender la naturaleza del fenómeno. Dado que se sostiene que la cuestión piquetera
podrá ser mejor comprendida a partir de las voces de sus participantes es que el libro se estructura a
partir de las experiencias de vida de la investigadora, de un conjunto de miembros del movimiento y
sujetos o familias vinculadas directa o indirectamente con el mismo, pues, cómo la acción de los
individuos no se restringe puramente al movimiento resulta útil reponer todo lo que lo contextúa, a
saber, el barrio, la zona, familias contiguas al movimiento, ex miembros, vecinos/as, etc.
El texto arranca con un relato del primer contacto que la autora tuvo para con una familia del barrio
Florencia Varela, que en principio la ayudaría a conseguir un vínculo para con alguna organización
piquetera. Estela y Jorge, son padres de una familia con cuatro hijos cuentan con una casa propia y
ambos tienen un trabajo formal, y dado que la investigadora estableció el contacto con el objetivo
de realizar una investigación sobre piqueteros, naturalmente, encontró en ambos unos interlocutores
barriales sobre la temática. Jorge, trabajador bancario, entiende que los piqueteros encarnan de
algún modo una injusticia al señalar que tienen mejor pilcha que él, aunque rápidamente extiende
ese mal a la política cuando hace una valoración negativa de Pereyra el intendente del distrito donde
vive. De origen peronista -al igual que el intentedente-, el bancario le encomienda a la investigadora
que averigüe algunas cuestiones en su trabajo: por qué usan palos y la cara tapada, por qué hacen
casas para Capital y nada para Florencio Varela y cómo se reparten los planes.
Estela, por su parte decide acompañar a Julieta (la autora) a buscar un comedor o centro de
reuniones de los piqueteros y emprenden una caminata a lo largo del barrio. En primera instancia se
hace saber que en Florencio Varela no hay ningún lugar de este tipo, que en todo caso será en la
parte de las villas, donde es muy peligroso entrar, y que se encuentra mas allá de la Avenida
Sarmiento. A lo largo del camino Julieta se da con una serie de sucesos que serán importantes para
la investigación: por un lado encuentra a una ex-miembro de una asociación piquetera quien asume
haber tenido un vínculo con el MTR pero que desistió en cuanto no cumplieron con darle el trabajo
que le prometieron. En segundo lugar al toparse con un comedor comunitario y preguntar sobre la
existencia de alguno de origen piquetero, encuentra que se sugiere consultar con alguien que tenga
un plan de allí del lugar, aunque prontamente otro sujeto aledaño reprime tal posibilidad. Por
último, se encuentra con un joven de 14 años del movimiento piquetero, que se ofrece a llevarla a
los locales del movimiento para conocer a los compañeros mas grandes y con más experiencia. En
este caso, a diferencia de los otros, el joven se identifica como piquetero del MTR.
Así, en una primera introducción la autora encuentra algunos indicios para pensar el fenómeno
desde las experiencias de vida de los interlocutores barriales. En primer lugar observa en Jorge la
encarnación de una pregunta de buena parte de la sociedad sobre qué, como y por qué hacen lo que
hacen los piqueteros, en Estela una valoración del partido de Florencio Varela, porque aunque los
piqueteros se encuentren un su mismo distrito ella aduce que no se encuentran allí sino en barrios
con otro nombre que se encuentran pasando la Avenida Sarmiento, pero también puede identificar
que ser piquetero puede tener que ver con una identidad como el caso del joven de 14 años como
también sólo un medio para conseguir un trabajo. La identificación de la condición de piquetero a
partir del cobro de un plan es otro de los hallazgos que en un primer momento la interacción con la
gente de la zona le permite, pero también que existen algunas reglas sobre la difusión de tal
información, pues el hecho de reprimir la posibilidad de consultar sobre la temática en un comedor
sin alguna autorización se muestra como otro hecho de la primer experiencia etnográfica. La
problemática hablada a partir de algunos de sus protagonistas encuentra así en la introducción
algunas aproximaciones interesantes que irán tomando sentido a lo largo del libro.
En el capitulo I denominado El mundo de los planes, la autora relata el ingreso a uno de los
cabildos del Movimiento Teresa Rodriguez, donde se llevaban a cabo algunas actividades
productivas y sociales como fabricar telas, actividades de panadería, guardería y centros de salud, a
la vez que se trata de un lugar de reuniones y comedor. Ana es miembro del movimiento y aduce
formar parte de él porque la han ayudado cuando ella no tenía nada, aunque señala que sigue
buscando trabajo pues siempre había tenido uno estable. La dinámica del movimiento lleva a Julieta
a otro lugar de reuniones en donde se discute el reparto de becas.
En dicho lugar encuentra otras cuestiones relevantes para su investigación. En primer lugar se topa
con Claudia, una referenta del Movimiento MTR quien se encontraba dirigiéndole la palabra a los
presentes, explicando los pasos que deben seguir quienes deseen recibir el beneficio de la beca para
los jóvenes. Se describe que el ambiente se tensa cuando una de las asistentes señala que quienes
reciban la beca sufrirán una quita de los planes sociales que ya perciben, para lo que Claudia
responde que sólo sucederá en los casos de quienes tengan planes sin carga y perciban un plan para
los 16 años, en todos los otros casos sí pueden anotarse. Posteriormente Claudia en la reunión avisa
a los asistentes que al día siguientes el MTR tomará un local abandonado en un lugar denominado
Las cañitas, para poder realizar las actividades del movimiento y armar un centro cultural para los
chicos del barrio, para lo cual pide la colaboración de los asistentes porque luchando se obtienen las
cosas. Tal situación encuentra un contrapunto en una dirigente del Partido Justicialista -Gloria- que
trabaja para el intentente Pereyra, quien aduce que no siempre la toma es el mejor camino y
advierte que aunque no se asuman como políticos esas tomas y las cosas que hace el MTR son
políticas. Por último la reunión resulta disparadora para Julieta porque le posibilita hablar con
distintos sujetos que ya participan en política desde hace un tiempo, como Juan y Rulo ambos
adscriptos al peronismo pero desencantado de sus dirigentes participando ahora en el mismo MTR.
Todos estos dirigentes además realizan actividades culturales y deportivas en otros lugares por fuera
del MTR y el PJ, como campeonatos de futbol infantiles para sacar a los chicos de la calle o
colaborar con la comunidad.
Este conjunto de hechos -resumidos- representan otro hallazgo para la investigación. Por un lado se
comprende que el término los planes, resulta ser un denominador común de varias programas
sociales que transfieren ingresos a la población, distinguidos generalmente por sus siglas como los
PECs o UGLs, y que éstos son diferenciados si cuenta con carga familiar o no. Allí encuentra que la
terminología carga con un sentido propio como parte de un lenguaje que la colectividad (vecinos,
dirigentes, beneficiarios) significa en función de diversas situaciones. Así, para Gloria que lo ha
conseguido por un político expresa una retribución por trabajar para alguien como Pereyra, y de
manera similar para Juan y Rulo aunque estos últimos formen parte activa del MTR, mientras para
otros, representa una ayuda transitoria mientras se busca un trabajo estable. Pero también se
encuentra que la adscripción política generalmente se define por estar con Pereyra o estar con los
piqueteros, por más que se considere que es o no un buen intendente o sea o no una buena
organización, es decir, generalmente desvinculada de una cuestión ideológica o posición política
determinada. Sin embargo, la afiliación política es vinculante con la organización o persona que
permitió el cobro del plan, o se trabaja para uno o se trabaja para otro, pero esto no anula la
coexistencia y convivencia entre peronistas y piqueteros, siendo mucho mas común de lo que
parece, al punto que en reuniones de una organización pueden asistir sin problemas miembros de
otra como el caso de Gloria.
El capitulo II denominado La familia de la Polaca y el seguro público de Salud, encuentra a la
investigadora en un centro de salud junto a Teresa, quien era la mujer de uno de las hijos de una
dirigente peronista que, por los registros etnográficos, habia resultado ser una gran referencia para
el barrio, “la Polaca”. En el centro de Salud -naturalmente- atendía un médico a los beneficiarios de
planes sociales y sus respectivas familias, allí, Teresa desempeñaba un papel administrativo pues
era quien controlaba los turnos y los papeles de quienes se presentaban con algún problema de salud.
En ese espacio compartieron un largo día junto a Julieta acompañadas por pacientes
cirscunstanciales -especialmente niños-, y serán unas conversaciones junto a Amalia, Diego y
Cachito ocasiones fructíferas para el desarrollo de su investigación.
Identifica en primer lugar, que el beneficio de acceso a la salud por parte de quienes cobran planes
es una cuestión familiar pues sólo con mencionar a uno de ellos y llevar algunos papeles que lo
constaten se asegura el atendimiento del médico. Observa también que dentro de los registros de
Teresa existe cierta clasificación de las personas que se presentan al centro de salud, como las
manzaneras o las comadres, denotando un rol dirigencial dentro de las actividades del barrio. Las
conversaciones además permiten reflejar la idea que se tiene de un plan social, en el caso de Amalia
habia contado que fue muy vergonzoso ingresar a una organización piquetera porque a criterio de su
madre (la Polaca también) no era digno marchar por un plan. Sucede que Amalia estaba harta de
trabajar en una panadería como esclava y encontro en el cobro del plan social huir de la angustiante
situación. Comentó además que en ese momento estaba de licencia por maternidad, dado que había
tenido su bebe hacía muy poco tiempo, por lo que no debía cumplir horas como usualmente hacía.
Julieta se enterará allí también que una de las actividades mas importantes para el MTR era la
asistencia a las marchas, pues era el criterio a partir del cual otorgaban los planes para quienes no lo
tenían, los conservaba para quienes sí, existiendo además un incentivo a las asistencias a partir de
cajas chicas y cajas grandes de alimentos que se repartían mensualmente. Naturalmente, quienes
asistían a todas las marchas tendrían la de mayor cantidad. Comentaba Alicia además que en estas
actividades cirscunstancialmente podían buscarse reemplazos -como lo hacían ella con su marido-
puesto que la organización piquetera consideraba de mucha importancia el numero de movilizados
en las marchas. Llegaría después Cachito -marido de Amalia- de una changa en la empresa Quilmes
y posteriormente Diego -marido de Gloria- de un changa también pero vinculada a la actividad de
electricista, en ambos casos, las conversaciones denotaban una serie de acciones familiares que
debían realizarse a partir de lo dispuesto por la organización a la que pertencían.
El aprendizaje en este capitulo, tiene que ver con comprender cómo se tejen las relaciones entre
familias, el movimiento piquetero y el Estado, incurriendo en obligaciones mutuas unos y otros a
partir de las disposiciones de los planes pero que la exceden completamente. Allí, el Estado
aseguraría la salud a un grupo poblacional que adquiere tales derechos a partir del cobro de planes
sociales, independientemente del origen de los mismos (MTR, Municipalidad/peronismo, etc)
encontrándose inclusive claramente entremezclados los unos con los otros. Pero a la vez el cobro de
tales planes encarnaba un conjunto de obligaciones que debían sucederse para mantener un orden
determinado, esto es, en el caso de los beneficiarios se deben cumplir ciertos requisitos o cumplir
horarios, a la vez que se puede gozar de una licencia por maternidad. Pero la relación excede al
beneficiario, puesto que cuando alguien no puede asistir a la marcha puede ir un familiar pues es la
única manera de sostener un ingreso por parte de las familias y un poder de negociación por parte
de las organizaciones. Pero también puede observarse otra motivación individual para ingresar a
este conjunto de obligaciones mutuas que encarna el cobro de un plan social, en el caso de Amalia,
le permitió dejar un trabajo que le parecía esclavizante. Lo más interesante es que todo esto sucedía
bajo el amplio árbol genealógico de la Polaca, pues todos los intervinientes de esta escena
etnográfica, forman parte directa o indirectamente de la familia de una gran dirigente peronista de la
cual Gloria misma -quizá- es su sucesora.
Con todo, el entramado de relaciones interpersonales que descubre Julieta le va dando forma a los
indicios que identifica en los primeros capitulos: La idea de ser de una organización pierde fuerzas
en relación a estar con una organización o un político, como también el sentido que se le otorga al
plan social como fuente de ingresos en cada caso pero a la vez como parte de una organización que
encarna un conjunto de situaciones personales particulares con un sentido de vida específico.
El capitulo 4 La Familia Aguirre y el local tomado, muestra otro conjunto de situaciones
importantes para hilvanar algunas conclusiones sobre la cuestión piquetera. En primer lugar se
describe una situación de tensión y separación de un miembro del movimiento – Juan- al haber sido
expulsado del local un día que se encontraba tomando bebidas alcoholicas. Aduciendo que él y su
familia habían dejado todo en el movimiento durante años, no perdonaría jamás que Claudia lo haya
tratado mal delante de su mujer e hijos/as, y advertía a otros miembros que les pasaría lo mismo.
Auto-referido como alguien que trabajó en política durante años y obrero de la construcción, Juan
contó a Julieta sobre su vasta experiencia en el peronismo y despues en el MTR. Con Matilde – su
esposa- serían claves en muchas actividades de la organización piquetera y organizarían una de las
tomas que el libro toma como referencia, pero sería tan sólo una de las tantas actividades que
realizarían a lo largo de su vida, de hecho, Juan -sostiene que- todavía es solicitado dentro del
Partido Justicialista por lo que resulta ser un dirigente con peso propio. Su adscripción al peronismo
es realmente importante, puesto que considera a Chiche y Eduardo Duhalde unos referentes
importantes en su vida política, al punto que les ha escrito algunas cartas de puño y letra para
solicitarle ayuda para construir su hogar.
Esteban Aguirre de 16 años -uno de sus hijos- también viviría otro hecho importante para las
conclusiones de la autora, sucede que la búsqueda de becas lo había puesto en la comisión de los
jóvenes dedicada a poner en práctica lo necesario para conseguir becas. El movimiento decide
marchar por las mismas y así fue que Esteban junto a otros tantos jóvenes, diagramaron y
organizaron tal lucha reivindicativa. Se organizaron tareas de seguridad, de logística y de
organización en general y muchos jóvenes por primera vez asistían a una marcha con el
protagonismo de ser ellos mismos los sujetos demandantes del Estado. Finalmente la movida no
resultó y las becas no se consiguieron, la familia Aguirre nuevamente enfrentaba el sabor amargo de
no conseguir lo que necesitaba a través del movimiento pero así como Juan y Matilde se
identificaban como sujetos políticos activos y protagonistas -como por ej. en las tomas-, Esteban de
cierto modo había vivenciado una experiencia similar, y es lo que los induce a seguir formando
parte del movimiento pese a lo que no se pudo conseguir.
Para Julieta -de algún modo- esto confirmaba que para esta familia estar con los piqueteros
representaba una cosa distinta a las otras familias, dado que significaba que pese a los vaivenes y las
decepciones resultaba una forma de estar ocupado en el mundo, y por lo tanto una identificación
para con las cosas que se les solicitaba desde el movimiento. Y esto resultaba esclarecedor porque -
de nuevo- estar con los piqueteros, resultaba para unos y otros, prácticas y sentidos completamente
distintos que si los mismos fueran percibidos como políticos o apolíticos, como blandos o duros,
como organizados o víctimas del clientelismo, etc., en cualquier caso, resulta un limitante para la
comprensión del fenómeno.
Conclusión
Mirar los fenómenos a partir de sus protagonistas y no de marcos teóricos preliminares que otorgan
un sentido a las categorías y conceptos con los que se trabaja, es quizá una de las primeras
conclusiones que debe tenerse en cuenta a la hora de evaluar este trabajo, la posibilidad de
escurrirse de una discusión entre piqueteros y peronistas, sujetos de cambio o clientelistas, se logró
a partir de la fuerza de los hechos y no de un ordenamiento sistemático de conceptos. Allí estriba la
riqueza de la investigación. Ser piquetero es mucho más que formar parte de un movimiento, o
mejor, expresa un universo de prácticas sociales que muy lejos está de tratarse de una idea pre-
concebida de sujeto de cambio, y en un mismo sentido ser peronista, expresa otro conjunto de cosas
que dista en demasía de una idea vinculada a prácticas clientelares.
En la vida de las personas, prima mucho más la idea de estar con un movimiento o un político
particular, y es a partir de allí que se tejen un conjunto de relaciones y obligaciones que involucra a
los individuos con un sentido de vida particular. Para algunos ser piquetero resulta una
reivindicación de sí, para otros sencillamente un estado transitorio hacia el encuentro de un trabajo
estable y para otros una identificación con algunas tareas que lo mantienen ocupado, justamente por
ello, las contraprestaciones que emanan del cobro de un plan tiene significados distintos para cada
cual. La identidad política pasa a un segundo plano, o mejor, resulta de una serie de prácticas que
no se producen a partir de una linealidad, entre el formar parte de una organización o partido y
adscribir políticamente a sus principios. Por esa misma razón, el gobierno no se presenta como una
mediación entre las obligaciones del Estado y los derechos de los sujetos, pues en la mayoría de los
casos prima la idea del mismo como un ente que da o no da mercadería, subsidios, planes, etc.,
mediando en todo caso las obligaciones que se contraen entre los movimientos para con sus
miembros y las familias.
Estado, movimientos sociales y sujetos, adquieren así una naturaleza que dista completamente de
una idea pre-concebida que podría hacerse de dichas categorías. La interrelación entre estos tres
elementos se muestra en la praxis de manera mucho más compleja y entremezclada, que lo que una
visión normativa sobre el rol de cada uno de ellos puede decir.
Consigna 2: Apoyándote en la lectura de los textos obligatorios de Briggs, Guber (La articulación
etnográfica) y Reygadas, elaborar en un texto de no más de 5 páginas consideraciones en torno a
las entrevistas y los modos de preguntar en el trabajo de campo. Para esta consigna puedes utilizar
si te es util, tu propuesta de entrevista.
Cada uno de los textos elegidos en la consigna dan cuenta de una serie de puntos a tener en cuenta a
la hora de encarar un trabajo de campo, comprendiendo las dificultades que enfrenta un
investigador a la hora de realizar y hacer(se) algunas preguntas. En el caso de Reygadas, su planteo
proviene de una revisión crítica en torno a las formas de concebir y validar el conocimiento por
parte del etnógrafo/a, a grandes rasgos su pregunta es ¿quién es capaz de producir conocimientos
antropológicos?
Lo que sucede es que la antropología desde su nacimiento cuenta con una dificultad en relación a
cómo abordar los fenómenos sociales, particularmente aquellos vinculados a sociedades con una
cultura originaria y/o prácticas sociales con un origen no-occidental. Sin embargo, podría decirse
que se trata de un problema general de las ciencias sociales, aplicable a cualquier ámbito o espacio
social donde quepa una indagación científica.
La idea-fuerza de Reigadas es que a grandes rasgos existen dos tipos de etnografías con las cuales
se puede encarar un proceso de investigación: una colonial y una alternativa. La colonial se apoya
en una idea evolutiva del mundo y las sociedades, y concibe de algún modo que toda expresión no-
occidental o no-moderna de relaciones sociales o prácticas culturales expresa un retraso o una
carencia de las verdaderas leyes del conocimiento, y por lo tanto la interpretación de esos mundos
queda a cargo casi exclusivamente al investigador. La alternativa, por su parte concibe que no es
sólo el científico capaz de producir conocimiento, sino también otros actores sociales intervinientes
en la investigación, esto es, los sujetos investigados, colaboradores y miembros intervinientes en la
pesquisa cuentan con capacidades de echar luz a la comprensión de los fenómenos sociales.
Aunque parece evidente que adscribir a la segunda premisa, resulta lo más adecuado, son
innumerables las situaciones que aun haciendo esta elección pueden sucederse en un trabajo
etnográfico y que dificultan igualmente la consecución de un conocimiento verdadero o legítimo, y
en ello, sostiene Briggs, tendrá mucho que ver la división del trabajo etnográfico y las relaciones de
poder entre el antropólogo y sus sujetos de estudio. Y aquí el autor es muy esclarecedor porque da
cuenta de las complejidades que encarna un proceso etnográfico en términos de quiénes pueden
decir qué cosas en relación a los fenómenos sociales. El planteo es que a la hora de producir
conocimientos, siempre existirán relaciones de poder que emanan de las estructuras sociales
académicas, porque hay una especie de colonización invisible al ubicar al sujeto moderno en un
lugar privilegiado de interpretación, puesto que prima hegemónicamente en las sociedades
modernas la idea de un conocimiento o sistema de creencias “superior” vinculado a lo científico. La
sugerencia de todos somos etnógrafos, es provocadora en este sentido porque pretende poner en un
pie de igualdad a todos los actores intervinientes en un espacio etnográfico concibiendo que en
algún punto -a lo Gramsci- cada individuo cuenta con una filosofía propia, como resultado de los
saberes adquiridos de sus prácticas cotidianas, y es por esa misma razón que debe ser valorado a la
hora de interpretar un fenómeno social. Todo ello sin desmerecer la importancia que los recorridos
de unos y otros tiene a la hora de poder codificar una práctica, un saber o un aprendizaje, y que
invariablemente se ve atravesada por una suerte de capital cultural o intelectual adquirido por cada
cual en cada caso.
Con una perspectiva crítica en torno a una investigación de comunidades mestizas e indígenas de la
zona Sur del actual México, Gubber de algún modo pone en movimiento el conjunto de ideas que
esboza Reygadas al cuestionar la forma en que se han construido las principales conclusiones de
Hemmerite, el autor del articulo tomado como referencia. A grandes rasgos lo que observa Gubber
es que la autora anglosajona cuenta con un sinnúmero de errores metodológicos a la hora de
construir el camino etnográfico, sesgado mayoritariamente por una intención o juicio del
investigador sobre la naturaleza de los hechos sociales de la comunidad estudiada.
Entendiendo que una etnografía es una perspectiva de conocimientos que aspira a comprender los
fenómenos sociales desde el punto de vista de sus protagonistas, que tal punto de vista, no aspira a
una traducción mecánica de los sujetos estudiados sino que pretende construir una interpretación
sobre la base del trabajo de campo y que éste no es una recolección de datos a secas sino el
escenario donde el investigador pone a dialogar las teorías con las prácticas, la autora se avoca a
una crítica sistemática del trabajo de Hemmerite denominado Poder Sobrenatural y control social
en un pueblo Maya contemporáneo.
No es objetivo de este trabajo reseñar el conjunto de críticas ni mucho menos el desarrollo de ideas
y hechos en los que se basa el articulo bajo la lupa, por el contrario, lo que se pretende es pasar en
limpio el espíritu de las críticas de Gubber para anotar en qué medida, uno como investigador puede
hacer lo mismo. Lo que sucede es que la autora de Poder sobrenatural, incurrió en el garrafal error
de presuponer las prácticas de la comunidad indígena como relaciones de saber y poder que
caracteriza a las sociedades occidentales, observando lo que su marco teórico y de percepción
habilitaban o permitían, subestimando lo que los sujetos bajo estudio tenían para decir. A grandes
rasgos lo que se hizo fue un trabajo de máquina, en donde las categorías y marcos analíticos fueron
concebidos desde un principio, los hechos y prácticas indígenas registradas y sistematizadas y las
conclusiones un mero pasaje teorico-práctico-conclusivo. Así, los sujetos se volvieron meros
objetos, sus prácticas pura información, el antropólogo instrumento de la ciencia y las conclusiones
un resultado obvio proveniente de un procedimiento que tranquilamente podría aplicarse a un
trabajo de laboratorio.
El texto de Briggs, se conecta con estos dos primeros desarrollos dado que propone ilustrar sobre el
valor de la pregunta a la hora de encarar un proceso de indagación científica a partir de la
experiencia. La idea es que es imposible dar cuenta de los efectos que produce el uso de las técnicas
de entrevista en una determinada comunidad, sin captar en cierta forma el modo en que se usa el
lenguaje en la misma y lo que pretende codificar en la práctica misma del habla y la comunicación
en general.
De algún modo, lo que pretende Briggs es no caer en los errores señalados por Guber en el ejemplo
anterior, dado que sostiene que sino se ordena el proceso metodológico desde el lenguaje que
hablan los protagonistas, el resultado es que la entrevista termina siendo una descripción
fragmentaria de información que habla mucho más de las normas y prácticas del investigador que
del fenómeno que pretende explicar. Por el contrario el autor sugiere concentrarse en discernir las
normas que rigen el habla en la comunidad estudiada y luego recién compararlas con las normas y
patrones que sustentan la entrevista.
Advierte sin embargo, que esto no significa que cada proyecto de investigación deba iniciarse con
una investigación sociolingüística a gran escala de la comunidad en cuestión, puesto que resultará
poco práctico para una investigación, cuando no, imposible. De lo que se trata, es de establecer un
conjunto de técnicas que permitan abordar la problemática teniendo en cuenta que la adquisición del
lenguaje y la articulación que efectúan sus habitantes en la construcción de sus propios sistemas
comunicativos, están estrechamente relacionadas con las opiniones y valoraciones de las cosas y el
mundo que tengan los nativos.
Para ello sugiere aplicar un método de contextualización del discurso, que tiene que ver con el
registro de todo lo que el contexto comunica cuando los protagonistas hablan e intentan transmitir
un mensaje. Esto implica un esfuerzo de comprensión e interpretación, puesto que el entorno social
y lingüistico del campo jamás se presentan de manera lineal ni transparente, por lo que resulta
necesario diagramar algunas claves de contextualización, que proporcionen marcos interpretativos
para descifrar el significado de los signos de otros participantes y dar forma a los aportes propios. A
este proceso de comprensión de los fenómenos se los puede denominar normas metacomunicativas
nativas, y es dentro de ellas que las entrevistas deben pensarse y ejecutarse para no caer en una
hegemonía comunicativa en el trabajo de campo.
A la luz de mi investigación sobre criptomonedas, lo que resultará útil entonces es identificar en
primer lugar una comunidad que utilice este tipo de instrumentos monetarios y observar cuales son
las prácticas y sistemas de creencias que envuelven a los individuos que deciden realizar
intercambios a partir de los mismos. Naturalmente, contarán con un lenguaje específico y un
conjunto de normas que los identifique cuanto menos como usuarios de criptomonedas, y es
entonces dentro de ese entramado que debe pensarse en primera instancia un trabajo de campo, y
sólo si es necesario una entrevista.
Todavía en una etapa embrionaria de la pregunta de investigación, resultará útil quizás adentrarse
en los espacios en donde circulan mensajes y prácticas de usuarios de criptomonedas e innovaciones
tecnológicas en general, puesto que se trata de un universo amplio que incluye a empresas -como
Mercado Libre y los bancos comerciales-, instituciones privadas -como la Fundación Bitcoin y la
Cámara Argentina Fintech- e instituciones públicas como el BCRA.
El punto entonces, es que resultaría más útil poder realizar algún tipo de pasantía o similar, con el
objetivo de adentrarse en dichas instituciones y sólo a partir de la interacción con los protagonistas,
ir haciendo dialogar los postulados teóricos que sostiene mi trabajo de tesis sobre criptomonedas
con las prácticas de los individuos que directa o indirectamente interactúan con la misma.
Desde ese lugar será posible identificar ciertas prácticas, normas y lenguajes específicos, que irán
casi por si solos guiando la pregunta de investigación, o mejor, ubicando lo teórico desde la praxis
misma. Por ello es que en este trabajo no podría establecer un camino específico sobre como
abordar mi investigación, pero sí, una orientación general a partir de la cual ir diagramando una
técnica de entrevistas o un trabajo de campo etnográfico.

Julio Ibarra

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