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La lección cultural en cien años de soledad con la destrucción de Macondo

Es claro que haber destruido Macondo viene de una intención oculta de todas las realidades
que no respaldaban la ética en el pueblo, en los personajes y en la obra en general.

Otra de esas tantas realidades creada por la cultura y normalizada en los cien años de los
Buendía fue la lujuria, un pecado capital destacado por ser aquel deseo sexual desordenado,
incontrolable y malintencionado de los placeres carnales. La lujuria atraviesa Macondo desde el
principio hasta el final, en sus inolvidables seis generaciones y de la manera más trastornada de la
literatura: “el uso de la sexualidad de maneras descomedidas, la prostitución, el zooburdel, la
corrupción de menores, la doble moral matrimonial, las desviaciones hacia una vocación
incestuosa de los Buendía, y hasta el incesto […]” (Molina, 2015, p. 258). Ahora bien, a pesar de
que la lujuria se observó en varios de los personajes como el coronel Aureliano Buendía y su
diecisiete mujeres, el “papa” José Arcadio y su abuso a menores, Aureliano Segundo y su relación
con Petra Cotes, y el más que evidente complejo edípico recién mencionado de la familia; fueron
dos personajes específicos de la tacha macondiana los que representaron con mayor pertinencia
este delito capital.

El primer caso es el de José Arcadio, hijo de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, un
hombre con una libertad sexual a servicio de sus placeres. La sexualidad de este protagonista inicia
con detalles voyeristas y a manos de una prostituta, dentro de un cuarto oscuro donde también
“dormían la madre, otra hija con el marido y dos niños” (García Márquez, FECHA, p.41)”. Con
este personaje abundan el deseo sexual exacerbado y exagerado: cuando decide fugarse con una
gitana a la cual quita su virginidad en una carpa donde se encontraba otra pareja copulando, cuando
regresa a Macondo y se rifaba por dinero entre las mujeres, y cuando intimida con Rebeca,
ignorando el hecho de que ella estaba comprometida con otro hombre (Garcés González, 2017).
La segunda representación de lujuria es Pilar Ternera, dueña del burdel de Macondo, destacada
por entregarse constantemente en cuerpo a todos sus amantes y por sus asesorías celestinescas. En
“cien años de soledad”, ella es la representación de un irrespeto constante a la sexualidad, que
vivió los cien años condescendiendo y educando a su manera el ímpetu sexual de los Buendía.
Para Pilar Ternera, la sexualidad era un negocio y el amor una enfermedad, resolvía sus problemas
con burdeles donde corrompía mujeres jóvenes que morían de hambre. Su depravación sexual era
tanta que “hasta llegó a instalar zooburdeles en Macondo conque culmina la corrupción sexual de
los macondianos” (Molina, 2015, p. 254).

Ahora bien, se destaca otro aspecto que degenera en decadencia al pueblo de Macondo: el
despilfarro. Si bien los Buendía no habían atravesado una racha de riqueza desorbitante a lo largo
de los años, la magnífica proliferación de ganado de Aureliano Segundo, hijo de Santa Sofía de la
Piedad y Arcadio, habrían significado el inicio de una fortuna terminable que atribuyó en la
condena de soledad a la estirpe. Aureliano Segundo, forrado en dinero, pintaría la antigua mansión
de su familia con billetes, llenando todos los baños, cocina y cuartos de la casa. Su acción se veía
seguida por muchos entusiastas que presenciaban la glorificación del despilfarro e incluso, le
alababan sus acciones. En esta etapa de derroche y parrandas, participaría Petra Cotes, otra
prostituta amante de Aureliano Segundo, la cual le infunde el júbilo de vivir, el placer de las fiestas,
el goce de la prodigalidad, hasta convertirlo en el hombre que ella siempre había soñado.

Para concluir, es pertinente recalcar la lección cultural de la obra de García Márquez en


todo su esplendor. Guiado por su intencionalidad, el autor no defiende a Macondo en sus últimos
capítulos y por el contrario, lo condena a una destrucción inevitable, con el propósito de sellar
finalmente el conjunto de pecados, defectos y derroches de un pueblo forzado a la soledad. La
lujuria, la infidelidad, el machismo, el despilfarro y el incesto eran la cúpula oculta del porqué “las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra”
(García Márquez, FECHA, p. 351). Y la total destrucción de estas, eran la única manera de
reconstruir una sociedad en donde no existieran más nunca las fallas macondianas ya
experimentadas.

Molina, L. C. H. (2015). gabrieL garcÍa MárQuez y La éTica en cIen años De soleDaD–i. Universitas
Philosophica, 32(64), 197-234.

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