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Invisibilidad del negro en Santa Marta: Una breve reflexión respecto al tema

Invisibility of the black in Santa Marta: A brief reflection on the subject.

Autor:
Cristian Eduardo Ternera Lobato1

Resumen
El siguiente escrito, no pretende ser un ensayo sólido y robusto sobre la invisibilidad de la presencia
negra en Santa Marta. Más que eso, lo que pretenden las siguientes líneas es iniciar a través de una
pequeña reflexión, un acercamiento, un tanteo hacia una problemática que al mismo tiempo me
seduce tanto como me preocupa. Dicha problemática se encuentra relacionada con la poca producción
académica, simbólica e iconográfica de la presencia y herencia de la población negra en la
configuración de la memoria y la identidad de Santa Marta y el Departamento del Magdalena. De
esta manera, las líneas que siguen a continuación se centran en una pequeña revisión a la producción
académica generada principalmente por el programa de Antropología de la Universidad del
Magdalena, el cual fue creado a mediados del año 2000, y que pese a estar cerca de cumplir 20 años
de edad, tan solo cuenta con un par de tesis que abordan la innegable presencia afrodescendiente tanto
en el Magdalena como en su capital. Por lo tanto, lo que aquí se pretendes es construir un borrador -
con pretensiones de rigurosidad académica a futuro- a través del cual se intentara a acercar al lector,
al igual que a quien escribe, a un conjunto de elementos académicos y sociales, los cuales han
contribuido a la obliteración tanto social como científica de la población negra (o afrodescendiente si
lo desean) en la ciudad de Santa Marta.
Absbtract
The following writing is not intended to be a solid and robust essay on the invisibility of the black
presence in Santa Marta. More than that, what the following lines intend to do is to initiate, through
a small reflection, an approach, a trial and error toward a problem that at the same time seduces me
as much as it worries me. This problem is related to the low academic, symbolic and iconographic
production of the presence and inheritance of the black population in the configuration of the memory
and identity of Santa Marta and the Department of Magdalena. In this way, the following lines focus
on a small revision of the academic production generated mainly by the Anthropology program of
Universidad del Magdalena, which was created in the middle of the year 2000, and despite being
close to turn 20 years old, only has a couple of theses that address the undeniable Afro-descendant
presence both in the Magdalena and its capital. Therefore, what you intend here is to build a draft -
with pretensions of academic rigor in the future- through which an attempt will be made to bring the
reader, as well as the writer, to a set of academic and social elements. which have contributed to the
social and scientific obliteration of the black population (or Afro-descendants if they wish) in the city
of Santa Marta.

1
Antropólogo egresado de la Universidad del Magdalena en el año 2011. Actualmente se encuentra cursando la
Maestría en Estudios Afrocolombianos de la Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: crister83@gmail.com
Palabras claves
Santa Marta, invisibilidad, producción-académica, población negra o afrodescendientes, programa de
antropología de la Universidad del Magdalena.
Keywords
Santa Marta, invisibility, academic production, black population or Afro-descendants, anthropology
program of the Universidad del Magdalena
Introducción
Cuando me inscribí en esta maestría, dejé claro en el ensayo para la admisión que mi razón
fundamental para iniciar los estudios de postgrado enfocados en las poblaciones afros, tenía que ver
con la insatisfacción que durante mis estudios de pregrado había dejado en mí, las imperantes y
respetadas teorías que intentaban explicar lo que significa ser afro o Caribe dentro del amplio y
diverso contexto sociocultural colombiano. Dichas teorías y metodologías, valiosas e importantes
desde un contexto general, se hacían ajenas y dejaban muchas incertidumbres al contrastarse con las
maneras locales y cotidianas de lo que es ser afro-caribe o negro tanto en la ciudad de Santa Marta
como en el departamento del Magdalena. Bajo esta idea, me encaminé hacia los estudios
afrocolombianos con la férrea idea de que el departamento del Magdalena tiene la necesidad de
empezar a construir desde lo local, desde lo íntimo –y teniendo en cuenta lo histórico, sociocultural,
lo político, económico y lo ambiental-, narrativas y discursos académicos que permitan esbozar de
forma diferenciada y diversa lo que puede llegar a ser lo afro y lo Caribe (o lo afro-caribe) dentro del
contexto departamental y al mismo tiempo cuestionar, enriquecer, visualizar y diversificar las
nociones generales y consolidadas de la afrocolombianidad –pese a ser un “campo heterogéneo”
(Velandia y Restrepo, 2017) - tanto a nivel nacional, como a escala regional o local.
Hoy, a un semestre y medio de haber ensillado esta aventura, sigo creyendo firmemente en mí idea
anteriormente expuesta e inclusive mi determinación se ha hecho más férrea. Lo que sí ha cambiado
luego de este ir y venir a la ciudad de Cartagena, es la forma de ver los estudios afrocolombianos, las
nuevas interrogantes (hoy tengo más preguntas que certezas) emergentes sobre este campo y las
diversas problemáticas investigativas que empiezan a dibujarse frente a un campo de estudios que
desde lo regional se encuentra en un estado cuasi prístino. Este estado de virginidad, o mejor de
abandono, en el cual se encuentran los estudios afrodescendientes en el departamento del Magdalena
o en lo que antiguamente era el Gran Magdalena (Guajira, Magdalena y Cesar), invita a cualquier
investigador sobre estudios afrocolombianos a zambullirse en un mar de problemáticas endémicas
(muy diferentes a las comúnmente estudiadas) y prácticamente ignoradas por sectores académicos e
institucionales que frente al campo de lo étnico siempre han priorizado, o tal vez solo han
contemplado, lo indígena como sujetos de investigación e inversión.
Y ante esta situación no es extraño hacerse la pregunta ¿Por qué pese a contar con una alta presencia
de personas de ascendencia negra, estos 3 departamentos (en especial Magdalena y Guajira) no
cuentan con un grueso de trabajos sobre poblaciones afrodescendientes? O ¿Por qué pese a la amplia
gama de estudios sobre poblaciones negras, ubicadas por lo general en las mismas regiones del país,
no hay un mayor número de investigadores que se atrevan a abordar dichos estudios desde otros
lugares de enunciación y configurarse así como autoridades sobre la tema en cuestión? Las respuestas
a estas 2 preguntas tal vez resulten obvias –pero no por ello pierden importancia y la necesidad de
profundización y dar un debate amplio sobre el tema-, pudiendo estar relacionadas con la falta
financiamiento, la invisibilidad de las gentes negras de estas regiones o lo poco que dichas personas
calzan dentro del concepto étnico de comunidades afrodescendientes fijado por el multiculturalismo
a través de la ley 70 de 1993 –aunque hay que reconocer el surgimiento de varios consejos
comunitarios en diversos municipios del Magdalena cuyo mapeo y estudios en el amplio sentido de
la palabra no han sido realizados-.
Como se anotó al inicio de este escrito, este ensayo no pretende constituirse en un documento sólido
y profundo sobre la invisibilidad de las poblaciones afrodescendientes en la ciudad de Santa Marta,
puesto que lo que realmente pretende es realizar una pequeña reflexión frente a la ceguera, un tanteo
entre las tinieblas, sobre la ausencia de estudios académicos sobre población negra en la ciudad más
antigua de américa, la cual hoy en día goza de una innegable herencia fenotípica y sociocultural
afrodescendiente proveniente de las poblaciones esclavas que habitaron la provincia durante la época
colonial y de las diásporas de gente negra provenientes del caribe insular que buscaban inscribirse
en la mano de obra del puerto, las bananeras y ferrocarriles entre principios y el primer tercio del
siglo XX:
Después de los hechos sucedidos en 1928 la United Fruit Company toma la decisión de traer 10.000
jamaiquinos indocumentados. Entonces el sindicato de la Sociedad Unión se dirigió al ministerio de
Relaciones Exteriores pidiéndole que interviniera en el asunto. La respuesta fue que estos extranjeros
tenían que regresar al país en forma legal con todos los documentos para poder trabajar [...] Pero no
todos los negros se vinculan al cultivo del banano en forma directa. Algunos se quedan en Santa
Marta trabajando como jardineros de los norteamericanos y sus mujeres como cocineras. Otros como
obreros (muelleros, por aquello de trabajar en los muelle), de servicios varios, coteros o paraguayos,
en una palabra, trabajadores ocasionales del muelle (puerto) Iumecas, que los sectores populares
llamaron Yumecas, es decir un hombre jamaiquino dedicado a labores domésticas en la ciudad” (Rey
Sinning 1998: 14).

Revisando la escases documental, rastreando la invisibilidad racial

La idea de realizar esta revisión sobre la ausencia de la población afrodescendiente en la ciudad de


Santa Marta, surge luego de revisar el artículo realizado por Pedro Velandia y Eduardo Restrepo
(2017), titulado Estudios Afrocolombianos: balance de un campo heterogéneo, en el cual los autores
realizan, como su nombre lo dice, un exhaustivo balance sobre el estado del arte del devenir de los
estudios afrocolombianos producidos desde los campos de la antropología y la historia en el país. A
lo largo de sus 37 paginas -20 páginas de texto escrito y 17 páginas dedicadas a la bibliografía-, los
autores dan cuenta de una amplia gama de investigaciones sobre gente negra a partir de los años 50
y 60 –sin dejar de lado los trabajos del padre jesuita Alonso de Sandoval sobre los etíopes en el puerto
esclavista de Cartagena durante principios del siglo XVI- hasta la actualidad.
Como resultado de este trabajo investigativo-documental, contamos con un claro y amplio panorama
sobre la construcción, dado que su relevancia no siempre estuvo definida, de la población negra como
sujetos relevantes de investigación en las ciencias sociales del país. Es decir, que luego de casi 70
años de los estudios pioneros sobre gente negra en este país, el lector puede vislumbrar una estela
sobre los estudios pioneros (años 50 y 60), su emergencia (años 60 y 80), su consolidación (años 90
y su estancamiento a raíz de la introducción de la violencia en el Pacifico) y su eclosión durante lo
que va del siglo XXI (Velandia y Restrepo 2017).
Es dentro del periodo de eclosión sobre estudios afrocolombianos, que los autores resaltan la
emergencia del programa de antropología en la universidad del Magdalena, referenciando los
documentos sobre población negra producidos por dos egresados del programa de antropología, como
lo son José Luis Vega –con su tesis de pregrado titulada Gente negra del barrio Cristo Rey: historia,
actividades económicas y representaciones en Santa Marta (2006) – y Cristian Oliveros (2004) con
su artículo Presencia negra en la zona bananera del Magdalena: invisibilidad de una permanencia
(Velandia y Restrepo, 2017). Los autores, Velandia y Restrepo, visualizan el surgimiento del
programa de antropología y su aporte a los estudios afrocolombianos de la siguiente manera:

“Con la creación del programa de antropología en la Universidad del Magdalena en 2000, se le ha


dado impulso a la investigación antropológica en la región. Así, por ejemplo, sobre las
representaciones y prácticas económicas de la gente negra del barrio Cristo Rey se cuenta con el
trabajo de grado de José Luis Vega (2006) y sobre la presencia negra en la zona bananera el artículo
de Cristian Olivero (2004). A estas contribuciones de estudiantes y egresados de la Universidad del
Magdalena, se pueden agregar los libros sobre la gente negra en Cristo Rey en Santa Marta (Rey
Sinning, 2006), sobre los afrodescendientes en Barranquilla (Minski & Stevenson, 2011) y en torno
al proceso de etnización en el Caribe continental (Herrera, 2015)” (Velandia y Restrepo, 2017: 178-
179).

Luego de leído el texto citado anteriormente y de hacer una revisión a su extensa bibliografía, se pudo
observar con preocupación los pocos trabajos destinados a comunidades negras en el departamento
del Magdalena, al igual que una sobre producción de documentos relacionados mayoritariamente con
la región del Pacífico, seguido por el departamento de Bolívar y otras ciudades grandes como Cali,
Bogotá, Medellín, entre otras. Ante la escasa participación del departamento del Magdalena en temas
relacionados con estudios afro en el balance realizado por Velandia y Restrepo, sumado a la casi nula
lectura de textos a lo largo de la maestría en estudios afrocolombianos, Luis Martínez y quien escribe,
decidimos realizar un pequeño sondeo sobre el estado del arte de los estudios gente negra realizados
principalmente al interior del programa de antropología de la Unimag y en la ciudad.
Al realizar nuestro proceso de sondeo, nos encontramos con la sentencia T-422, de 1996 en la cual la
corte constitucional falla una acción de tutela - T-95672 interpuesta contra Departamento
Administrativo de Servicio Educativo Distrital de Santa Marta (DASED)- a favor del Señor Germán
Sánchez Arregoces, coordinador de la asociación nacional CIMARRON- Santa Marta, el cual solicitó
al alcalde mayor de Santa Marta, a través de una carta redactada el día 26 de octubre de 1995,
designar a Alexis Varela Eguiso, licenciado en bioquímica, como representante de las comunidades
negras ante la Junta Distrital de Educación del Distrito de Santa Marta. Ante dicha solicitud, y luego
de un prolongado silencio, el director del Departamento Administrativo del Servicio Educativo
Distrital de Santa Marta, le informa a Germán Sánchez Arregoces su negativa frente a su solicitud,
argumentando que:
“Analizados como fueron por esta Secretaría en su conjunto los artículos 156, 159 y 160 de la Ley 115
de 1994, entendemos que en dichas juntas deben participar, representantes de las comunidades negras
o raizales, de las comunidades indígenas o campesinas, si las hubiere, de conformidad con los textos de
la propia Ley, de los cuales se colige que esta representación depende de las características raciales o
étnicas y de las comunidades que identifican cada sector o entidad territorial. Que se sepa, en la ciudad
de Santa Marta no existen grupos raciales de características negras, de tal manera que se hace injusta la
Ley, cuando en la Junta Distrital de Educación no tiene asiente un representante de las comunidades
indígenas o campesinas, siendo que por un hecho histórico mundialmente conocido, en la ciudad de
Santa Marta tienen asiente grupos indígenas desde antes del siglo. Por tal razón, en el acto de creación
de la Junta Distrital de Educación se le dio preferencia al representante de las comunidades indígenas,
pues no se tienen antecedentes históricos en esta ciudad de que en ella tengan asiento comunidades
negras (Sentencia T-422, 1996: 4).

Seguido a la anterior negativa, en oficio N°014, el personero delegado para los derechos humanos le
informa al señor Germán Sánchez Arregoces, que en respuesta a su oficio remitido el 23 de febrero
del año 1996, le manifiesta que:
“en visitas realizadas por esta Personería Delegada a los diferentes sectores de este Distrito hemos
podido observar la existencia de comunidades compuesta en su gran mayoría por personas de la raza
negra, especialmente en los barrios de Cristo Rey y la Paz, comunidades estas que se dedican a las
actividades de ventas ambulantes especialmente la venta de alegría y dulces por las calles del sector
turístico, elaboración de trenzitas a los turistas que visitan nuestras playas y al empleo domésticos en
muchos hogares samarios. Dichas comunidades están formadas por inmigrantes de los departamentos
de Bolívar y Chocó. También es de reseñar la existencia de pequeños grupos de esta raza en el barrio
San Martín y sector aledaños” (Sentencia T-422, 1996: 5).

Ante lo expresado por el personero delegado para los derechos humanos, el señor German Sánchez
Arregoces, interpone la acción de tutela que da origen a la sentencia de la corte constitucional en la
cual nos encontramos inmersos de momento. Luego de iniciada la acción tutelaría, se da pie a un
debate en la cual los actores e instituciones interpelados exponen sus respectivos argumentos. Dentro
de estos argumentos es interesante parafrasear la respuesta ofrecida por el gobernador del Magdalena
frente al caso, el cual le manifiesta al tribunal que no es la institución competente para legitimar el
reconocimiento oficial de movimientos afrodescendientes como CIMARRÓM. Sin embargo, y pese
a declararse incompetente sobre el tema tratado, la gobernación del Magdalena resalta que de acuerdo
a información suministrada por el director del instituto de cultura del Magdalena (Edgar Rey
Sinning), en los barrios Cristo Rey y La Paz ubicados a la afuera de la ciudad se encuentran
asentamientos de personas negras provenientes del departamento de Bolívar y que llevan habitando
dichos barrios desde un periodo temporal que oscila entre los 15 y 20 años.
En lo que respecta a sus labores económicas, dichas poblaciones negras se dedican principalmente a
la elaboración de dulces (cocadas) y elaboración de trenzas desarrolladas en su mayoría en el sector
turístico de la ciudad. Por último, el director del instituto de cultura del Magdalena, resalta la
presencia de personas negras en el barrio San Martin (barrio popular ubicado en el “patio trasero”
puerto de la ciudad y vecino de famoso barrio Pescaito), cuya estancia en la ciudad se remite a
comienzos del siglo XX. Pese al argumento proferido por la gobernación del Magdalena, la Sala
Laboral del Distrito Judicial de Santa Marta, mediante sentencia del primero de marzo del año 1996,
niega la tutela argumentando nuevamente la inexistencia de una “comunidad negra” en la ciudad.
Para este argumento, la Sala Laboral del Distrito, recurre a conceptos étnicos derivados del
multicuralismo tales como costumbres, tradición, territorio, religión, lengua, practicas económicas,
cohesión social, organización política y comunidad (este último lo resaltan en negrillas), mesclados
con terminologías raciales tales como “gente de color”, “negroide” o raza.
Frente a la nueva negativa suministrada por la alcaldía municipal, el señor Germán Sánchez
Arregoces impugna la decisión y luego de un alegato jurídico administrativo la corte constitucional
tumba los fundamentos sustentados por la alcaldía municipal y falla a favor del de la Asociación
Nacional CIMARRON-Santa Marta. En este punto, sería interesante continuar trayendo a este espacio
de escritura los diferentes argumentos expresados por las partes en la Sentencia T-422 de 1996. Sin
embargo, el objetivo puntual de traer a mención estos extractos documentales, consiste en mostrar las
diferentes directrices a través de las cuales la alcaldía de la ciudad, pretendía negar u obliterar la
presencia de poblaciones afros en el distrito. Lo anterior se hace importante, dado que al prestarle
atención a los primeros argumentos expuestos por la alcaldía municipal en lo relacionado a la no
existencia de comunidades negras en la ciudad, se vislumbra el imaginario citado el cual reza que en
la ciudad de Santa Marta “no hay negros” a pesar que alto número de esta población denota rasgos
fenotípicos que dan cuenta de su relación genética con aquellos expropiados de diferentes regiones
del África (Vega, 2006). Lo que si denotan dichos argumentos, es la presencia étnica en la ciudad a
través de las emblemáticas y ancestrales poblaciones indígenas radicadas en la Sierra Nevada.
El siguiente argumento a revisar es el expuesto por el personero delegado para los derechos humanos,
el cual contrata de manera contundente con lo expuesto por la alcaldía municipal en primera instancia.
El contraste se presenta principalmente en el reconocimiento por parte de esta personería de la
existencia de comunidades negras en los barrios Cristo Rey y La Paz, las cuales resalta, obtienen su
sustento económico principalmente del comercio rémora ligado al turismo y de labores domésticas
en casas de familia. Sin embargo, tal vez el argumento más interesante de esta misiva radique en
argumentar que luego de visitas realizadas por esta Personería a “[…] los diferentes sectores [barrios]
de este Distrito hemos podido observar la existencia de comunidades compuesta en su gran mayoría
por personas de la raza negra, especialmente en los barrios de Cristo Rey y la Paz […]” (Sentencia
T-422, 1996: 5).
Es decir, que si bien en los barrios Cristo Rey y La Paz, se observa con mayor contundencia rasgos
fenotípicos afros, en otros sectores o barrios populares de la ciudad, la presencia de afro suele ser
fuerte o mayoritaria. Lo anterior, nos invita a preguntarnos ¿Por qué pese a que en la ciudad de Santa
Marta se denota una fuerte herencia afrocolombiana, cual es la razón para que sus habitantes
desconozcan dicha herencia? Frente a esta pregunta, José Luis Vega a partir de su tesis de pregrado
–tesis pionera sobre estudios afrodescendientes en la ciudad de Santa Marta- indica que:
“Desde sus comienzos, la historia de Santa Marta está influenciada por los africanos traídos de su
madre patria a estas tierras de América. Estos esclavos africanos contribuyeron al desarrollo de la
colonia completando y suplantando a la decreciente mano de obra indígena. Los esclavizados fueron
destinados a diferentes áreas de la producción debido a que los españoles veían en ellos hombres y
mujeres fuertes que requerían para las exigentes labores. Pero al pasar los siglos, los habitantes
samarios se olvidaron que alguna vez hubo negros en la ciudad y ven a los negros africanos como
un hecho más de la historia. Aunque reconocen que las raíces africanas viven en la música y en la
sangre de los abuelos, no se perciben así mismos como negros. En el imaginario urbano, sólo en
1985 empiezan a reaparecer los negros asociándolos con los emigrantes del corregimiento de San
Pablo del municipio de María La Baja del departamento de Bolívar, que llegan con sus cocadas, con
su champeta y con sus trenzas influenciadas por la ciudad turística que es Santa Marta” (Vega, 2006:
11).

Se comparte lo anteriormente expuesto por José Luis Vega en su tesis de pregrado del año 2006, en
el cual los habitantes de Santa Marta han fijado sus imaginarios frente a la población negra que habita
la ciudad en los habitantes del barrio popular Cristo Rey. De igual forma, se puede decir que gran
parte de la población samaria, ha fijado la relación de lo negro con la ciudad, en “un otro” no oriundo
de estas tierras ancestrales, provenientes de afuera, venidos mayoritariamente desde el departamento
de Bolívar. Ahora bien, tratándonos de ubicar en la actualidad, sería interesante mirar frente a la luz
de los 25 años de la ley 70 de 1993, como ha cambiado o se ha mantenido el imaginario samario el
cual invisibiliza los aportes de la herencia afrocolombiana en la configuración de las diferentes
culturas populares que habitan y reconfiguran constante a esta antigua ciudad. Proponemos esta
hipótesis, teniendo en cuenta el último argumento expresado por la alcaldía de Santa Marta, en marzo
del año 1996, para contra restar lo expuesto por el personero delegado de los derechos humanos en
reconocimiento de las personas negras que habitaban los barrios Cristo Rey y La Paz (ver página 4):

“En términos constitucionales, la diversidad cultural hace relación a formas de vida y concepciones del
mundo no totalmente coincidentes con las costumbres de la mayoría de la población en aspectos de raza,
religión, lengua, economía y organización política. Los grupos humanos por sus características
culturales no encuadran dentro del orden económico, político y social establecido para la mayoría tiene
derecho al reconocimiento de sus diferencias con fundamento en los principios de dignidad humana,
pluralismo y protección de las minorías […] Vistas así las cosas, no comparte la Sala el calificativo de
comunidades negras que la Personería Delegada para los Derechos Humanos, le da a las comunidades
compuestas en su mayoría por personas de raza negra en los Barrios Cristo Rey, La Paz y San Martín y
sus alrededores, ya que no se desconoce la presencia de elementos humanos con caracteres étnicos
negroides, pero no se encuentran exclusivamente ubicados en determinados sectores, organizados bajo
forma legal alguna, sino por el contrario, participan activamente en la vida comunitaria, desde la
educación impartida, como la organización económica en las actividades a que se dedican,
compartiendo todos y cada uno de los aspectos de la vida en sociedad, con las restantes personas que
poseen rasgos propios del mestizaje” (Sentencia T-422, 1996: 8).

Frente a la anterior cita, podemos observar como el argumento de la alcaldía municipal de Santa
Marta se modifica en correlación a lo expuesto en su primera misiva, en la cual negaba de manera
contundente la existencia de “antecedentes históricos en esta ciudad de que en ella tengan asiento
comunidades negras”, para luego reconocer que ya no desconocen la presencia de personas con
características raciales “negroides” -las cuales no se encuentran exclusivamente ubicados en los
barrios Cristo Rey, La Paz y San Martin y sus alrededores-, pero que más allá de contar con prácticas
políticas, económicas, socioculturales y comunitarias diferenciadas de la población en general,
comparten los mismos rasgos de la vida en sociedad que la población mestiza con la cual interactúan.
Es decir, que de cierta manera, los habitantes afrodescendientes radicados en el barrio Cristo Rey,
comparten con el resto de la población samaria que habitan los barrios circunvecinos, de las mismas
prácticas urbano-populares sobre las cuales se dinamiza la ciudad.
En este punto, la negativa del ente municipal se sustenta, ya no en la negación de la existencia de
personas negras en los barrios referidos, sino en la ausencia de rasgos comunitarios diferenciados
propios de las comunidades étnicas, los cuales fueron celebrados primeramente en la constitución del
91 y luego en la Ley 70, o ley de las negritudes, cuyos principales referentes étnicos eran las
poblaciones afrodescendientes del pacifico y la comunidad de San Basilio de Palenque en el
departamento de Bolívar. Frente a esta situación, no es desdeñable fijar la vista en el retrovisor y
mirar a través de los espejos del tiempo formulándose la siguiente pregunta ¿A partir de qué momento
y de qué manera en la historia reciente del departamento del Magdalena y de la ciudad de Santa Marta,
las políticas étnicas establecidas en la Ley 70 de 1993 lograron permear a las poblaciones negras de
este departamento, permitiéndoles envestirse como sujetos étnicos o afrodescendientes? Algunos al
leer esto, podrían afirmar que dicho proceso de etnización afro-magdalenense se inició en paralelo
con la sentencia que hemos venido citando, pero vale recordar que la mayoría de personas
afrodescendientes habitantes del barrio Cristo Rey, provienen de la región del Bolívar, departamento
en el cual los procesos étnicos de poblaciones negras se iniciaron de forma más temprana y fuerte que
en el departamento del Magdalena. Dentro de esta misma premisa, también sería valedero revisar si
luego de más de 30 años de presencia de la población afrodescendiente que habita en el barrio popular
Cristo Rey a las afueras de la samaria, siguen siendo contemplados por “otros” samarios como la
única población negra que se erige en la ciudad.
Lo que sí es importante resaltar, es que este imaginario social el cual relaciona a la población negra
en Santa Marta como asentada en Cristo Rey, ha definido en gran medida los pocos estudios
relacionados con población afrodescendiente que se han realizado en esta urbe veraniega. Se afirma
esto, pues luego de realizar un sondeo al interior del programa de Antropología de la universidad del
Magdalena, se encontró que solo 3 tesis de pregrado y un artículo abordan a la población afro como
sujetos de estudio. El artículo que se menciona aquí, es el realizado por Cristian Olivero en el año
2004 (el cual ya fue referenciado en las primeras páginas de este texto) y aborda el tema de las
poblaciones negras en el municipio de Zona Bananera. En lo que respecta a las 3 tesis de pregrado,
tenemos que dos de estas se ubican en el barrio Cristo Rey, mientras que la tercera aborda la
producción de dulces en San Basilio de Palenque.
Las tesis de las que hablamos son las siguientes: La tesis de pregrado José Luis Vega realizada en el
barrio Cristo Rey en el año 2006 –ya referenciada más arriba a través del texto de Velandia y Restrepo
(2017)-, seguida de la tesis de Melisa Pinto con la cual opto a grado en el año 2011, titulada Procesos
de identidad de los Afrocolombianos en el contexto del barrio Cristo Rey en Santa Marta. Frente a
esta tesis de grado es importante anotar que su trabajo de campo etnográfico se realizó casi que en
paralelo con el de José Luis Vega, pero que por motivos de una sería enfermedad que aqueja a Melisa,
la obtención del título de pregrado tuvo que posponerse por varios años. Por último, tenemos la tesis
de pregrado de la antropóloga Angie Prado Mejía (2012), titulada: Huellas negras con sabor a dulce.
Redes de mujeres afrodescendientes de San Basilio de Palenque, dedicadas a la elaboración y venta
de los dulces. Es importante exaltar, los antecedentes de la tesis de pregrado de Melissa Pinto, en la
cual realiza una síntesis sobre los documentos y fuentes existentes que abordan a las poblaciones
afrodescendientes en la ciudad Santa Marta, resaltando algunos trabajos y finalizando con la tesis de
José Luis Vega (este último está omitido dentro de la siguiente cita dado que ya ha sido referenciado)
dentro del programa de antropología. Dentro de estos estudios, la antropóloga resalta:

“Las miradas que ofrecen el Archivo histórico departamental del Magdalena, la Alcaldía de Santa
Marta, el Archivo Arzobispal de Santa Marta, el Movimiento Cimarrón de Santa Marta y la
“Asociación Afrocolombiana de Negritudes del Magdalena Raíces en Santa Marta”. Otro pequeño
aporte ofrece Edgar Rey Sinnig en su libro Cristo Rey: Un Espacio para Permanecer en el Tiempo.
Por otra parte las diferentes tesis realizadas por los estudiantes de la Universidad del Magdalena
como son Inírida J. Gutiérrez en 1996 que habla acerca de la “Formación a madres comunitarias del
barrio Cristo Rey de la ciudad de Santa Marta Departamento del Magdalena”. También otro aportes
es el que propone María Isabel Herrera en 1997 el cual habla acerca de el “Manual de Orientación
sobre el desarrollo psicosexual en la adolescencia femenina dirigido a los estudiantes de 12 a 17
años de edad, del colegio de bachillerato Rodrigo Noguera B. ‘Cristo Rey’ de Santa Marta”.
Asimismo, María Yolanda Sabogal y Héctor German Zambrano en el año 2000 con su tema “Estudio
de Mercadeo para una microempresa de producción y distribución de dulces en el barrio Cristo Rey
de la ciudad de Santa Marta D.T.C.H”” (Pinto, 2011: 24-25).

Otros textos a referenciar, ajenos al programa de antropología de la universidad del Magdalena la


tesis doctoral de la señora Daneiyi De Armas Maldonado (2016), titulada Efectos socioeconómicos
del desplazamiento forzado en la mujer afrodescendiente-Santa Marta Colombia. Dicha tesis, se
realiza con mujeres víctimas del desplazamiento forzado, que habitan al interior del barrio popular
Cristo Rey de la llamada perla de América. Por último, tenemos el interesante artículo publicado en
la revista Clío América de la universidad del Magdalena durante el año 2011, realizado por Véronique
Benei y el cual lleva el título de Olvido y memoria en Santa Marta, Colombia: El punto ciego de la
esclavitud. Visto el anterior sondeo de la producción académica relacionada con población
afrodescendiente en la ciudad de Santa Marta y el departamento del Magdalena, podemos apreciar la
escasa producción académica sobre el tema, a pesar dicha ciudad y departamento presenta una
importante población negra que ha configurado sus entrañas desde su llegada en el siglo XVI.
Desde la historia, y pese a que Santa Marta es la ciudad más antigua del continente, los artículos en
los cuales se aborda la presencia esclava en la ciudad, o en lo que fue en su momento La Provincia
de Santa Marta, son muy escasos dado que la mayoría de población negra expropiada de África
ingresó por estas playas de manera ilegal. Lo anterior, ha impedido que exista mayor información
colonial en lo referente a la población esclava que habitó la ciudad. Aquellos trabajos históricos, sobre
la “ciudad de Bastidas”, que abordan la trata esclava en la ciudad, lo suelen hacer de manera
complementaria, soslayada en la mayoría de las veces, pero resaltando siempre la importante
presencia de esclavos en este territorio colonial, pero sin poder profundizar en demasía sobre el tema,
debido a la importante pérdida de documentos coloniales por motivos de ataques, saqueos y un
terremoto, los cuales arrasaron a la ciudad en diferentes momentos de su historia. Frente a la presencia
esclava en Santa Marta, Dolcey Romero resalta:
“Pero aún durante el siglo XIX los esclavos y la población negra en su conjunto siguieron siendo
piezas fundamentales en el engranaje económico de la provincia. Por eso como esclavos o como
libres estuvieron presentes en las labores de las haciendas, los hatos, en la boga, en la manufactura,
en la construcción, en el servicio doméstico, etc. Si bien Santa Marta no se constituyó en una
sociedad típicamente esclavista, en ella se presentaron sí todos los ingredientes inherentes a una
relaciones sociales determinadas por la dialéctica del amo y del esclavo” (Romero 1997: 63).

Lo que si resaltan la mayoría de los historiadores en lo relacionado con la esclavitud en la Samaria,


es que la presencia esclava fue preponderante en estas tierras, y que pese a la escases de
documentación histórica sobre el tema, se calcula que por cada esclavo que arribaba de forma “legal”
al territorio, cuatro lo hacían de forma ilegal a través de contrabando (Helg, 2011). Como anécdota
interesante a resaltar frente a la poca documentación histórica existente frente al tema de la esclavitud
en la ciudad, tenemos la conferencia realizada a principios del presente mes por la historiadora María
Cristina Navarrete, la cual según la publicidad realizada por el ciclo de conferencias de la Caja de
Compensaciones del Magdalena (CAJAMAG), hablaría sobre la esclavitud en la Provincia de Santa
Marta en los siglos XVI y XVII (siglos en los cuales se especializa la historiadora). Sin embargo,
luego de iniciada la conferencia, la historiadora aclaró que ella poco sabía sobre el tema de la
esclavitud en esta ciudad y se dispuso a realizar una conferencia contextual sobre la esclavitud en
Colombia (especialmente de Cartagena), la cual tocaba ocasionalmente el tema de los esclavos en
Santa Marta, delineando un borde pero sin jamás entrar en detalle.
De igual forma, al observar estos estudios realizados sobre lo afro en la ciudad, podemos observar
que casi todos los estudios realizados se concentran casi que absolutamente en el barrio Cristo Rey.
Lo anterior, invita a pensar que el imaginario popular que reza “que los negros en Santa Marta viven
en Cristo Rey” ha permeado la academia y ha legitimado a la población de este barrio, como única y
aparente herencia afrodescendiente en la ciudad. De esta manera, al concentrar todos los estudios
sobre población afro-urbana de la ciudad en el barrio Cristo Rey, se contribuye de forma paralela a
legitimar la invisibilidad de la herencia negra en la configuración sociocultural, histórica, política,
ambiental y económica de la samaria. Dicho de otra manera, al ubicar la academia local al barrio
Cristo Rey como único sujeto de estudio cuando se trata de temas afrodescendientes en la ciudad, se
realiza simultáneamente un proceso de blanqueamiento a través del mestizaje del resto de la población
samaria, in-visibilizando o restándole importancia, no solo a la innegable, fuerte y amplia presencia
fenotípica afro en la mayor parte de la ciudad, sino también a su aporte visceral al pasado, presente
y futuro de esta diversa y fragmentada ciudad:
“Se objetiva un modelo de etnicidad que se impone al adquirir autonomía respecto de las
condiciones particulares en las que nació y que impide el reconocimiento de quienes no lo
comparten. Así, en nombre de la integración en una nación multicultural, el proceso de
etnicización conduce a la doble exclusión de la población negra: una primera vez por su
exclusión de la igualdad democrática, una segunda vez por su exclusión del derecho a la
diferencia. Una primera vez porque es negra (en términos raciales), una segunda vez porque
no es suficientemente negra (en términos étnicos)” (Cunin, 2003: 85).

En el momento en que José Luis Vega, Cristian Oliveros, Melisa Pinto y Anghie Mejía realizaban
sus trabajos de tesis sobre poblaciones negras, la mayoría de los trabajos realizados por los estudiantes
del programa se enfocaban en otros temas. Los temas en que se enfocaban los estudiantes del
programa eran mayoritariamente de corte indigenista, rural y el folclor mientras que muy pocos
optaron por otras dinámicas socioculturales, entre ellas las relacionadas con poblaciones
afrodescendientes. Tal era la fijación investigativa de los estudiantes del programa por el tema
indígena, que entre compañeros para referirse al tema se solía usar el siguiente sarcasmo: “En
Gotsezhi –Institución etno-educativa Wiwa ubica en la vereda el encanto del corregimiento de
Guachaca- hay más antropólogos (estudiantes tesistas) que niños felices”.
Y también aún recuerdo, que durante mi periodo de trabajo de campo con esquinas de barrio de la
ciudad, algunos compañeros exaltaban que la antropología era indigenista y el resto era “puro
cuento”. Y quien puede culparlos, si nuestra formación académica fue mayoritariamente clásica y
étnica, priorizando el tema indígena y de otras comunidades lejanas y exóticas. En este punto, vale
recordar que para el en que se fundó el programa de antropología de la universidad del Magdalena,
por allá en el año 2000, apenas la constitución del 91 se acercaba al decenio y la Ley 70 cumplía 7
años de edad. Es decir, el multiculturalismo y la etnicidad estaban a flor de piel. La mayoría de las
lecturas que realizaban los estudiantes del programa giraban en torno a la multiculturalidad, pero
siempre enfocado en lo indígena. Éramos una suerte de Indiana Jones, de sombrero vueltiao y mochila
arhuaca terciada, tras la civilización pérdida que en vez de luchar contra nazis, les tocaba convivir
con paramilitares. De ahí, a que muchos estudiantes del programa sientan que su formación
antropológica fue indigenista o mejor dicho etnicista.
Frente a lo afrocolombiano, el programa contaba con una catedra llamada Afro-caribe y raizal, dictada
por el profesor Francisco Avella, el cual enfocó esta asignatura prácticamente en el Caribe insular,
temática lejana que no enganchó a muchos, y que dejó de lado muchas otras formas de ser
afrocolombianos. Hubo otras asignaturas en donde se tocó el tema de los afro, pero estás por lo
general se ligaban a las poblaciones del Pacífico y sobre todo a la magia de libertad negra envestida
por Palenque. De esta forma, se nos enseñó que aquello que era una comunidad negra, estaba
atravesada por los principios de la Ley de negritudes. Siendo así, para ser afrocolombiano en
Colombia había que gozar de un conjunto de prácticas socioculturales, económicas, políticas e
históricas particulares, consolidadas en una comunidad y desarrollas sobre un territorio usado y
significado de forma diferente al común denominador de la sociedad mayoritaria. De esta forma, los
estudiantes de antropología salían en búsqueda de comunidades indígenas mayoritariamente, y los
que buscaban comunidades afrodescendientes no encontraban poblaciones que calzaran dentro del
estereotipo de afro-etnicidad, configurándose como lo más cercano, tanto en etnicidad como
espacialidad, el barrio Cristo Rey y su otredad negra –“los negros en Santa Marta viven en Cristo
Rey”-proveniente del Bolívar.
“Un primer límite de este proceso es que termina por crear nuevas formas de exclusión: su lógica
no es la de excluir para conservar la identidad de un grupo dominante, sino la de excluir para
conservar las particularidades culturales de la minoría. Los diferentes actores cuyas prácticas
dependen de una concepción específica de la etnicidad, contribuyen con sus acciones y discursos a
producir, difundir y normalizar tal visión, dándole así el estatuto de modelo legítimo y confiriéndole
un cierto grado de realidad social” (Cunin, 2003:85).

De esta forma, gran parte de las personas negras que habitan la ciudad de Santa Marta, quedaron por
fuera del radar académico y político relacionado con prácticas socioculturales ligadas a la etnicidad,
debido a que sus prácticas económicas, políticas sociales y culturales son semejantes a común
denominador de la población de esta ciudad. Para Losonczy (1999), estas poblaciones se constituyen
en una piedra en las botas de los antropólogos, ya que las consideran vacías y etéreas culturalmente
hablando, lo que las hace difíciles de manejar y comprender desde las teorías clásicas, las cuales
conciben a las sociedades y sus culturas como estáticas o inmersas en una suerte de criogenia o
taxidermia sociocultural. Esta situación, proyectaba 2 problemas importantes para la antropología:
“El primero es la tendencia a concebir la totalidad cultural como un conjunto de creencias, necesariamente
dotada de una estabilidad constitucional y debiendo suscitar una adhesión general de tipo casi religioso; de
allí que se considere un sistema mítico y ritual como su núcleo más significativo y perenne (…) Los grupos
"negros" someten también la antropología a la tensión de otro interrogante. En efecto, su pasado hecho de
esclavitud, destructor de las antiguas estructuras de pertenencia y de una masiva dispersión territorial
ulterior, condiciona muchas veces la debilidad o la inexistencia de una representación diferencial
negroamericana de si, en términos étnicos, lingüísticos o territoriales” (Losonczy, 1999: 14,15).

Las culturas negras establecidas en América, las cuales han perdido gran parte de su herencia
sociocultural africana, han logrado reconfigurar estos vacíos simbólicos a través de la incorporación
de diversos elementos provenientes de las culturas cristiana e indígena con las cuales han estado en
contacto. En este punto, se estaría hablando de procesos de producción y construcción simbólica
producto de una osmosis cultural emergente a raíz de la flexibilidad de las fronteras, antes que una
radicalidad o cierre de estas. De esta forma, se estaría hablando de identidades creadas en los
intersticios de un violento Big Bang sociocultural, desarrollado en un marco de intermitencias
diacrónicas. El resultado de esto es, un bricolaje, una colcha de retazos, elaborada con elementos
“propios y ajenos” en constante elaboración, irrupción, tensión e improvisación. Lo anterior, se
encuentra lejos de asemejarse a una noción de fidelidad y la no alteración de los patrones simbólicos
inscritos dentro de la memoria y la tradición.

Conclusiones-inconclusas

A modo de cierre, luego de revisar la producción académica relacionada con la población negra en la
ciudad de Santa Marta y ofrecer una hipótesis sobre el porqué de tan escasa producción académica
con respecto a esta temática, se siente que a luego de casi 20 años de construcción de este programa
de antropología, el estado del arte frente a la población negra no debería ubicarse en la etapa de
eclosión de los estudios afrocolombianos en donde la ubicaron Velandia y Restrepo (2017), si no en
algo más cercano al concepto de invisibilidad usado por Nina S de Friedemann (1984), para referirse
a la poca relevancia que los estudios de comunidades negras tenían en las ciencias sociales, además,
de su escasa producción frente a los trabajos realizados con poblaciones indígenas desde la
antropología. Sin embargo, y contrario a la época en que S de Friedemann luchaba por la
visibilización del negro en Colombia, la universidad del Magdalena y su programa de antropología,
presenta una ceguera académica en un momento en donde las comunidades afrodescendientes gozan
de una importante visibilidad política y académica de más de 2 décadas de vigencia. Frente a este
hecho, los estudios afrocolombianos en la ciudad de Santa Marta y el departamento del Magdalena,
a través del programa de antropología y las otras ciencias sociales como la historia, la economía, el
cine, entre otras, tienen una deuda histórica con las poblaciones negras que habitan y configuran
diariamente este territorio.

Referencias bibliográficas
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