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BIBLIOTECA IBEROAMERICANA DE ENSAY0/3 Luis Villoro

COLECCIÓN DIRIGIDA POR MANU.EL CRUZ, JULIANA GONZÁLEZ Y LEÓN OLIVÉ

l. Fernando Salmerón - Diversidad cultural y tolerancia


2. Isabel Cabrera - El lado oscuro de Dios
3. Luis Villoro - Estado plural, pluralidad de culturas
4. Mercedes de la Garza - Rostros de lo sagrado en el mundo maya
5. Ezequiel de O laso - jugar en serio. Aventuras de Borges
6. León Olivé - Multiculturalismo y pluralismo
7. Ernesto Garzón Valdés - Instituciones suicidas. Estudios de ética y política
8. Fernando Broncano - Mundos artificiales. Filosofía del cambio tecnológico
9. Fernando Escalante Gonzalbo - La mirada de Dios. Estudio sobre la cultura
del sufrimiento
Estado plural,
1O. Juliana González V. - El poder de eros. Fundamentos y valores de ética
y bioética
11. Rodolfo Vázquez - Liberalismo, Estado de derecho y minorías
pluralidad de cult11ras
12. Mario Bunge - Se1; saber, hacer

Facullacl de Filosofía y Letras


Universidad Nacional Autónoma de México
SUMARIO

Prólogo................................................................................. 9

Del Estado homogéneo al Estado plural................................. 13


Nación, etnia, pueblo.......................................................... 13
El Estado-nación homogéneo............................................. 22
Cubierta: Margen Rojo / Yessica Ledezma, sobre un boceto de Mario Eskenazi
Nacionalis1nos..................................................................... 29
Un ejemplo histórico: el Estado-nación mexicano.............. 39
1ª edición, 1998 La ciisis del Estado-nación.................................................. 48
Reimpresión, 2002
El Estado plural.................................................................... 53
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,
Sobre la identidad de los pueblos............................................... 63
y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. El concepto de identidad...................................................... 63
La búsqueda de una identidad colectiva............................... 66
D. R. © 1998 de todas las ediciones en castellano, La vía de la singularidad....................................................... 71
Editorial Paidós Mexicana, S. A. La vía de la autenticidad....................................................... 14
Rubén Darío 118, col. Moderna, 03510, México, D. F.
Tel.: 5579-5922, 5579-5113. Fax: 5590-4361
D. R. ©Editorial Paidós SAICF El derecho de los pueblos indios a la autonomía........................ 79
Defensa 599, Buenos Aires El convenio político............................................................. 79
D. R. ©Ediciones Paidós Ibérica, S. A.
Mariano Cubí 92, 08021, Barcelona Derecho internacional......................................................... 83
Derechos colectivos y derechos individuales........................ 88
Coeditan: Editorial Paidós Mexicana, S. A. Autonomías......................................................................... 94
y Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad Nacional Autónoma de México Ciudadanía.......................................................................... 99
Facultades de las autonomías............................................... 105
ISBN: 968-853-391-2
Aproximaciones a una ética de la cultura.................................... 109
Ética en una realidad pluricultural....................................... 109
Página web: www.paidos.com
Universalismo y relativismo culturales................................. 113
El principio de autonomía................................................... 117
Impreso en México - Printed in Mexico El principio de autenticidad................................................. 121

7
8 ESTADO PLURAL, éLURALrDAD DE CULTURAS

El principio de finalidad ............ ,.......................................... 125


El principio de eficacia ......................................................... 128
Derechoshurnanos ............................. .- ............................. :.. 129
¿Conflicto entre principios?................................................. 13 3
Política cultural.................................................................... 13 6 PRÓLOGO
Sobre relativismo cultural y universalismo ético......................... 141
Entre universalismo y relativismo........................................ 141
Condiciones formales de una pluralidad cultural................. 143 L SIGLO QUE TERMINA ha visto la lenta descomposición del pen-
Identidad cultural y moral dismptiva...... ... .... .... ... .. .. .. ... ... ... 14 7 samiento moderno. Incluso ha dejado percibir signos pre-
Principios éticos en la relación entre culturas ...................... ." 151 cursores de lo que podría ser una nueva forma de pensar. El
cambio afecta, entre otros campos, la organización de las socieda-
Estadios en el reconocimiento del otro ....................................... 155 des humanas. Dos ideas forman parte de la modernidad; ambas
derivan del concepto de una razón universal y única, igual en
La alteridad inaceptable............................................................. 169 todos los hombres y en toda época. El Estado-nación es la prime-
ra. El Estado-nación es una construcción racional; el mundo en-
Bibliografía ............................................................................... . 181 tero es, para el pensamiento moderno, un escenario donde se
·enfrentan Estados soberanos. El progreso hacia una cultura racio-
nal es la segunda idea. Porque sólo hay una cultura conforme a la
razón: la occidental, ele raíces griegas y cristianas; las demás tienen
valor como estadios en evolución hacia esa cultura superior. Así
como la Revelación es una, así también la Razón sólo puede dar
lugar a una forma ele civilización.
Si algo han anunciado nuestros días es el fin de esas dos ideas.
Los nacionalismos llevaron el mundo al borde de la destrucción; el
secuestro de la razón en una cultura, al genocidio y la esclavitud. Es
necesaria una nueva visión. En lugar de ver el mundo como una pa-
lestra de lucha entre Estados, verlo como una unidad ele pueblos, de
regiones, de etnias. En vez de subordinar la multiplicidad de culturas
a una sola manifestación de la razón, comprender la razón como re-
sultado de una pluralidad inagotable de culturas.
Los ensayos que siguen intentan capturar un aspecto de esa do-
ble visión. Fueron escritos en diferentes ocasiones y con propósitos
distintos. Su unidad está sólo en su tema. Los he sometido a una re-
visión: algunos han sido escritos de nuevo; otros, reproducidos con
mínimos retoques. Aunque he procurado evitar repeticiones, en al-

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10 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD Dll CULTURAS PR(JLOGO 11

gunos casós rrie fue imposible suprimirlas del todo. El lector dis- «Estadios en el reconocimiento del otro» es una traducción al es-
culpará ese inconveniente, debido a las diferentes procedencias y fe- pañol de Sahagún or the Límits of the Discovery of the Othm~ 1992 L_ec-
chas de los textos. Su origen es el siguiente: . ture Series, Estados Unidos, Working Papers Department of Spamsh
«Del Estado homogéneo al Estado plural» es una nueva versión, and Po11uguese, University of Maryland, 1989, no. 2.
considerablemente ampliada, de una conferencia dictada con el mis- «La alteridad inaceptable» fue publicada en la revista Diógenes,
mo título en septiembre de 1997 en El Colegio Nacional y de un ar- jul.-sept. de 1992, no. 159.
tículo anterior, «México: la nación en crisis», publicado en Dialécti- Mi agradecimiento a León Olivé por su interés en publicar estos
ca, primavera de 1995, no. 27. ensayos, lo que me dio la oportunidad de rehacerlos; también a
«Sobre la identidad de los pueblos» reproduce, con mínimas Rocío Figueroa por su paciente transcripción de los textos.
correcciones, el ensayo incluido en el volumen colectivo La identi-
dad personal y la colectiva, L. Olivé y F. Salmerón ( comps. ), Méxiéo,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1994.
«El derecho de los pueblos indios a la autonomía» es una nueva
redacción que reproduce el contenido de dos m1ículos: «Los pueblos
indios y el derecho a la autonomía», en Nexos, mayo de 1994,
no. 197, y «En torno al derecho de autonomía de los pueblos indí-
genas», en Cuadernos Americanos, vol. 2, mayo-abril de 1996, no. 56,
con adiciones.
«Aproximaciones a una ética de la cultura» es una versión am-
pliada y corregida del artículo publicado con el mismo título en Casa
del Tiempo, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990,
no. 94, y recogido en el volumen colectivo Ética y diversidad cultural,
L. Olivé (comp.), México, Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico/Fondo de Cultura Económica, 1993. Algunas de las ideas que
contiene fueron expuestas en una conferencia dictada en el Institu-
to Nacional Indigenista en 1989. Quiero agradecer especialmente los
comentarios que me hicieron Lourdes AI"izpe, Guillermo de la Pe-
ña, Lionel Durán, César Olivé, Rodolfo Stavenhagen, Patricia Torres,
Enrique Valencia, Luis Vázquez y Arturo Warman. Todos me fueron
muy útiles en la redacción final del trabajo.
«Sobre relativismo cultural y universalismo ético» reproduce,
con escasos cambios, una ponencia presentada en la Universidad
de Córdoba, AI·gentina, en un homenaje a Ernesto Garzón Valdés,
y entregada para su publicación a la Universidad Pompeu Fabre de
Barcelona.
DEL ESTADO HOMOGÉNEO
AL ESTADO PLURAL

NACIÓN, ITTN!A, PUEBLO

¿Vivimos un fin de época? Algunos signos parecen indicarlo. En


cualquier caso, entre las ideas de la modernidad que están en cri-
sis, hay una que nos afecta a todos en nuestra vida diaria: la crisis
de los Estados nacionales. Pero una de las causas de que la refle-
xión se embrolle es la ambigüedad con que a menudo se usan los
-términos «Estado», «nación», «nacionalismo», y otros afines como
«etnia» o «pueblo». Empecemos por intentar precisarlos.
«Nación» no siempre estuvo ligada a «Estado». Su noción tradi-
cional, anterior a la época moderna, no implicaba necesariamente
soberanía política. Muchas «naciones» podían coexistir bajo el mis-
mo imperio o reino sin más vínculo político entre ellas que el va-
sallaje a un soberano común.
Para definir un concepto tan lábil se han utilizado distintos crite-
rios, pero en todos suelen estar presentes cuatro condiciones necesa-
rias para poder aplicarlo a una asociación humana: 1) comunidad
de cultura; 2) conciencia de pertenencia; 3) proyecto común, y 4) re-
lación con un territorio.
1) Son muy pocas las culturas aisladas; desde las épocas más re-
motas, se han mezclado, superpuesto, influido recíprocamente. Las
demarcaciones entre ellas son, pues, vagas, imprecisas y cambian-
tes. En un mismo país caben formas culturales correspondientes
a clases sociales, grupos y comarcas diversos. Por otra parte, varias
naciones comparten rasgos comunes de cultura. No obstante, no po-
dríamos identificar a ninguna nación si no admitiéramos ciertos

13
PLURALIDAD DE CULTUllAS DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLURAL 15

r<:>T"<:>r1<Prl~S
de una cultura común, propia de la mayoría de SUS miem- do en Grecia, ni Rousseau de ser francés, aunque sea ciudadano de
que constituye el cemento mismo que los une en una totalidad Ginebra.
más amplia. Por lo pronto; una forma de vida compartida, esto es, Permanecer a una nación es asumir una forma de vida, incor-
una manera de ve1~ sentir y actuar en el mundo. Quienes participan porarse a una cultura, hacer suya una historia colectiva. No son la
de una forma de vida concuerdan en ciertas creencias básicas que sangre, ni la raza o el lugar de nacimiento los signos de pertenencia;
conforman un marco de todas las demás: creencias valorativas sobre tampoco la adscripción política, sino la integración a una identidad
los fines superiores que dan sentido a la vida, criterios generales pa- cultural.
ra reconocer lo que debe tenerse por razón válida para justificar una La pertenencia de un individuo a una nación tiene, por lo tanto,
creencia. Una forma de vida común se expresa en la adhesión a cier- un aspecto subjetivo. Implica una actitud en la persona que consi-
tos modos de vivir y el rechazo de otros, en la obediencia a ciertas dera como elemento de su identidad ser parte de un sujeto colecti-
reglas de comportamiento, en el seguimiento de ciertos usos y vo. Una nación es, pues, una entidad con la que se auto-identifican
costumbres. Pero también se manifiesta en una esfera objetivada: un conjunto de personas, por distintas que puedan ser sus caracte-
lengua común, objetos de uso, tecnología, ritos y creencias reli- rísticas individuales o de grupo.
giosos, saberes científicos; implica instituciones sociales, reglas 3) Una cultura es continuidad: peso de los acontecimientos pa-
consensadas y rituales cívicos que mantienen y ordenan el com- sados en el presente: tradición. Pero también es proyec~o: elección de
portamiento colectivo. Una nación es, ante todo, un ámbito compar- fines y valores que dan sentido a la acción colectiva. Esta compren-
tido de cultura. de la adhesión a fines colectivos comunes. No nos identificaríamos
La especificidad de una nación se expresa en la idea que sus -como miembros de una nación si no sintiéramos, en alguna forma,
miembros tienen de ella, esto es, en la manera de narrar su historia. que nuestra vida personal depende de una colectividad, que en su
Los relatos pueden diferir según los valores superiores que eligen los suerte nos va la nuestra. Una nación es también un asunto de lavo-
distintos grupos, pero todos comparten un núcleo mínimo común, luntad. A ello se refería Renán cuando definía a la nación como «un
si se refieren a la misma nación. Para identificarse, toda nación acu- plebiscito compartido». Nación es un grupo humano que decide
de a mitos sobre su origen, o bien, a acontecimientos históricos ele- perdurar como comunidad. Pertenecer a una nación no es aceptar
vados a la categoría de sucesos fundadores. Porque toda nación se la fatalidad de un origen biológico, es ligar el sentido de la propia
ve a sí misma como una continuidad en el tiempo. Un individuo vida a una sue1ie comunitaria, esto es, aceptarse como parte de un
pe1ienece a una nación en la medida en que se integra en ese con- destino común.
tinuo. 4) La nación es una continuidad en el tiempo, pero también en
2) Hay una forma elemental de pe1ienencia a una nación: la el espacio. Sus parámetros de referencia son, a la vez, un origen y un
relación familiar~ la ascendencia, la sangre. Pero ésta no es definiti- proyecto futuro y algún lugar en la Tierra. Ese lugar no tiene por qué
va; es sólo una incitación a compartir una forma de vida. Porque se estar limitado por fronteras precisas, ni siquiera estar ocupado por
puede pe1ienecer a una nación sin ninguna liga de sangre. Gonza- la nación en cuestión. Es un lugar de referencia, que puede revestir
lo Guerrero, el español que, abandonado por los suyos, se asimila al muchas modalidades. Puede ser el territorio real donde se asienta
pueblo maya al grado de formar una familia, vestirse y oradarse las un pueblo, el «hábitat» en que se desarrolla su cultura; en los pue-
orejas como indio, se niega a volver a Castilla y lucha con su nue- blos agrícolas está delimitado por su asentamiento, en los nómadas
vo pueblo, pertenece a la nación maya pese a su nacimiento. se presenta como un ámbito abierto, sin límites fijos. La relación con
Domenico Teotocópulos no deja de ser castellano por haber naci- un territorio puede también ser simbólica. En muchas etnias hay la
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DEL ESTADO HOMOCÉNEO AL ESTADO PLURAL 17
16 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE .. CULTUIU\S

referencia a un lugar originario, considerado sagrado, porque de allí ble la vida en común. Pero ésta es muy variable. Si entendernos por
surgió el pueblo. A veces este sitio es lejano y su memoria sólo se «Estado» un poder político y adrninistrativo unificado, soberano, so-
conserva en los mitos fundadores; otras veces, puede aún recono- bre un territorio limitado, que se reserva en él el monopolio de la
cerse como parte del territorio ocupado. En algunos casos, la nación violencia legítima, no siempre las naciones han coincidido con un
se considera ligada a un territorio nuevo, prometido por el dios tu- «Estado»
telar, fruto de futura conquista. De cualquier modo, la unidad de la La identificación del Estado con la nación (a cada nación un Es-
nación se concibe corno una continuidad en el tiempo referida a un tado soberano, para cada Estado una nación unificada) es -como
espacio. recordaremos en seguida- una invención moderna. Pero ni siquiera
Estas cuatro condiciones se encuentran en toda nación. Sin em- en nuestra época responde a la realidad. En efecto, pueden detectarse
bargo, según el mayor énfasis puesto en una u otra, podríamos dis- variadas formas ele relación entre Estados y naciones. Existen Esta-
tinguir dos clases de naciones. Llamémoslas «históricas» y «proyec- dos con una multiplicidad de nacionalidades en su seno (Espafia,
tadas». En las primeras, el origen y la continuidad cultural son los Rusia, Canadá, Bélgica, la India); Estados federales que reconocen
ejes de la identidad nacional, los que miden la pertenencia a ella. El variantes regionales dentro de una nacionalidad hegemónica (Ale-
reconocimiento de la nación está basado en las costumbres y creen- mania); Estados con una nacionalidad dominante y otras minoritarias
cias colectivas, instauradas por una historia y legitimadas por la acep- (China, México). A la inversa, hay naciones divididas en varios Es-
tación común. La nación deriva de un pasado; herencia es destino. En tados (kurdos, armenios, mongoles, massai) o aun naciones sin
las naciones «proyectadas», en cambio, el énfasis pasa de la acep- Estado (palestinos). Los Estados que coinciden con una unidad na-
tación de una identidad heredada a la decisión de construirla. La Eional son, en realidad, la excepción (Francia, Suecia, Países Bajos,
pertenencia a la nación se mide por la adhesión a un proyecto hacia tal vez).
el f-Lituro, decidido en común. La nación proyectada puede rechazar Por eso se entienden los múltiples casos en que una nación pre-
una nación histórica antecedente e intentar forjar sobre sus rui- cede a su constitución corno Estado, o bien, una vez constituido, se
nas una nueva entidad colectiva. Debe entonces reconstmir el pa- opone a él. En América Latina, por ejemplo, la conciencia ele la per-
sado para volverlo conforme a su proyecto. Si la nación «histórica» tenencia a una nación específica precedió a su establecimiento corno
funda su identidad en su origen y transcurso en el tiempo, la «pro- Estado. La nación se formó en la mentalidad ele un grupo criollo en
yectada» la constmye mediante una decisión voluntaria. En aquélla, de la segunda mitad del siglo xvm, antes de pretender para ella la so-
la historia nace el proyecto nacional; en ésta, del proyecto nacional beranía política. La ex:igencia ele constituir un Estado independiente
se origina la interpretación de la historia. Como veremos en segui- provino de una conciencia nacional previa. La nación mexicana,
da, mientras las naciones tradicionales corresponden predominan- colombiana o argentina, en la mente ele un grupo reducido, es
temente a la primera clase, el Estado-nación moderno forma pai1e anterior al Estado nacional. A la nación, en ese estadio previo a su
de la segunda. constitución corno un nuevo Estado, podríamos llamarla «proto-
En la actualidad, nos es difícil pensar en la nación sin un vínculo nación». Una situación semejante se dio en muchos procesos de des-
político con un «Estado» unificado, pero esta dificultad proviene de colonización. La reclamación de soberanía política fue consecuencia
la concepción moderna de los Estados nacionales; corresponde a un de un previo despertar ele la idea de pertenencia a una nueva nación.
momento preciso de la historia de Occidente. Cierto: la nación en su Sin embargo, no en todos los casos la conciencia ele pertenencia a
sentido tradicional, corno comunidad cultural y proyecto compar- una nación conduce a la reivindicación ele un Estado independien-
tido, tiene que incluir alguna organización política que haga posi- te; puede desembocar igualmente en una lucha por alguna forma ele
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18 ESTADO PLUllAL, PLURALIDAD ÓE CULTLlllAS DEL ESTADO HOMOGI\NEO AL ESTADO PLURAL 19

autonomía dentro del Estado, que garantice el desarrollo de la pro- de la sociedad, la nación sin Estado correspondería a una sociedad
piá cultura. . . . . sin conflictos. Pierre Clastres la ha detectado en algurias sociedades
Es diferente la manera como un md1v1duo pertenece a una na- indígenas de América [Clastres] y ciertas utopías la han imaginado
ción 0 a un Estado. La pertenencia a una nación se define por una como fin de la historia.
autoidentificación con una forma de vida y una cultura; la pertenen- Otros dos términos, «etnia» y «pueblo», tienen relación estrecha
cia a un Estado, por sumisión a una autoridad y al sistema normati- con el de «nación». «Etnia» es un término nuevo. En las ciencias so-
vo que establece. Pertenecer a una nación es parte ele la identidad ciales sólo se empleó a partir de este siglo, en competencia con otros
ele un sujeto; pertenecer a un Estado, en cambio, no compromete a neologismos emditos como «etnos» o «grupo étnico». Al principio
una elección ele vida. Podemos aceptar el dominio ele un Estado só- se usó en un sentido muy amplio, para designar a un gmpo que
lo por miedo o por conveniencia; en cambio, asumirnos como par- comparte una cultura. A este significado corresponde la definición
te de una nación implica elegir un rasgo ele nuestra personalidad. Por de Roland Bréton: «Un gmpo ele individuos vinculados por un com-
eso, cambiar ele pasaporte es algo trivial, que no afecta nuestra iden- plejo de caracteres comunes -antropológicos, lingüísticos, políti-
tidad, mientras que dejar de prestar adhesión al pueblo al que per- co-históricos, etc.- cuya asociación constituye un sistema propio,
tenecemos es trastocar ciertos valores cuya elección forma parte ele una estructura esencialmente cultural: una cultura.» [Bréton, pp. 10
nuestro ser. y ss.]. En este sentido amplio, «etnia» presenta notas comunes con
Estado y nación responden a necesidades básicas diferentes. La «nación» en la acepción que vimos antes, la cual no incluye nece-.
nación satisface el anhelo ele todo hombre de pertenecer a una co- sariamente el «Estado». Con todo, el concepto de «etnia» tiende a
munidad amplia y ele afirmar su identidad en ella. El Estado cumple ·aplicarse a comunidades de cultura no necesariamente ligadas a un
otro valor igualmente universal: el ele la seguridad y el orden. Para territorio; tampoco incluye la voluntad de constituirse en nación.
establecer la paz y desterrar la «guerra de todos contra todos» es pre- Puede no incluir, por lo tanto, las condiciones 3 y 4 de nuestra de-
ciso la sumisión a un poder soberano. Las funciones del Estado pue- finición de «nación». Así, la pertenencia a una «etnia» puede darse
den sobreponerse parcialmente a las de la nación o naciones que en individuos o grupos pequeños ele inmigrantes en graneles ciudades,
domina, pero no se identifican con ellas porque ambas son distin- que han perdido relación con su territorio de origen y no reivindi-
tas. Al garantizar la paz y el orden en el interior y la defensa frente can una nacionalidad propia. Por eso, en un sentido más restringi-
al exterior, el Estado tiene que procurar también cierta convivencia do, «etnia» suele aplicarse al conjunto ele individuos vinculados por
equitativa y cierto desarrollo ele todos los pueblos que lo componen, el uso ele una lengua o dialecto particular. Una nación, considera-
pero no puede suplir la conciencia de pertenencia personal y de da como unidad ele cultura y de proyecto histórico, podría incluir
identidad común que corresponden a la nación. varias etnias que difieren en los dialectos utilizados. Por ejemplo, los
En principio, por lo tanto, podría haber un Estado sin nación y tzotziles, tzeltales, tojolabales y mames podrían considerarse etnias
una nación sin Estado. Lo primero consistiría en una misma situación componentes de una nación maya. En este sentido, «nación» sería
ele dominio político sobre un conjunto ele individuos pe11enecientes una o varias «etnias» que conservan un patrón ele cultura común, una
a culturas diferentes, o bien, sobre grupos sociales con pertenencias unidad histórica y una referencia territorial. Otras etnias, en cambio,
y proyectos diversos. Una nación sin Estado, en cambio, sería una pueden constituir minorías dispersas en una sociedad, sin guardar
sociedad que compartiera cultura e historia comunes, pero no hu- su unidad. A diferencia de éstas, las que forman una «nación» pue-
biera establecido un poder coactivo sobre ella. Si el Estado nace de , den manifestar un proyecto histórico común y una exigencia de au-
la necesidad de eliminar el conflicto a muerte entre los miembros todeterminación frente a otros gmpos.
20 BSTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS DEL ESTADO HOMOCÉNEO AL ESTADO PLURAL 21

En realidad, el concepto de «etnia» sólo tiene aplicación en la in- luciones de la ONU el siguiente significado de «pueblo»: «Cualqüier
terrelación entre distintos grupos, de raíces culturales diferentes, en un forma particular de comunidad humana unida por lá conciencia y
mismo espacio. De allí la importancia de la identificación para la ads- la voluntad de constituir una unidad capaz de actuar en vistas a un
cripción de una etnicidad a un grupo. «Grupos étnicos o etnias pue- porvenir común» [Gross Espiell, p. 9]. Esos intentos de definición
den entenderse como colectividades que se identifican ellas mismas incluyen en el concepto «pueblo» las notas con las que antes ca-
o son identificadas por los otros precisamente en términos culturales» ractericé a las «naciones», coincidan éstas con un Estado o no. Las
[Stavenhagen, p. 2]. Las etnias se constituyen así en interrelación con naciones deben considerarse, en efecto, pueblos con derecho a la
otros grupos, dentro de un espacio político. Pueden reivindicar una na- autodeterminación.
cionalidad o considerarse como una «minoría» dentro de una nación La relación de «pueblo» con «etnia» no es, en cambio, tan clara.
o un Estado. Pero esa distinción no deja de ser contextual yvaiiar se- Tanto en el uso común como en el jurídico no suele calificarse de
gún las circunstancias de las relaciones políticas entre los distintos «pueblo» a un conjunto de individuos del mismo origen étnico,
componentes sociales de una nación multicultural. Según sea su au- pero que no se encuentran agrupados y no tienen conciencia de
toidentificación cultural y sus reivindicaciones sociales y políticas, un compartir una identidad y un proyecto comunes, por ejemplo, los
grupo que comparte una misma cultura podrá calificarse de «nación» inmigrantes asiáticos o norafricanos en Inglaterra, Francia o Ale-
o de «minoría» dentro de una nación más amplia. El ténnino genéri- mania o los thinos en Indonesia. Tampoco suele llamarse «pueblo»
co de «pueblo» podría emplearse entonces para hablar de ambas. a etnias que no conservan ninguna liga real con un territorio, como
«Pueblo» es un término vago que lo mismo podría aplicarse a un los negros en Estados Unidos, descendientes de africanos pertene-
clan, a una tribu, a una etnia, a una nacionalidad o a un Estado-na-. 'cientes a diferentes naciones, o los nietos de ingleses en Chile o en
ción. Sin embargo, en el derecho internacional actual ha adquirido Argentina. Cuando mucho, si mantienen una cohesión de grupo y
especial importancia por aparecer ligado al derecho de «autodeter- reivindican un estatuto social específico, podrían denominarse «mi-
minación». Antes de la Segunda Guerra Mundial, el derecho interna- norías». Así, «pueblos» serían también, además de las naciones, las
cional no había incorporado ninguna mención expresa de un sujeto etnias asentadas en un territorio delimitado, que tengan conciencia
colectivo. Desde su constitución, en cambio, la ONU yu,~tapuso a los y voluntad de una identidad colectiva; pero no las etnias sin relación
derechos individuales la figura de «dered1os de los pueblos». La Car- con un territorio, cuyos individuos estén diseminados en otras po-
ta de las Naciones Unidas de 1948 estableció en su artículo primero blaciones; tampoco las que carezcan de una voluntad de compartir
el «principio de la igualdad de derechos de los pueblos y su derecho un proyecto común dentro de una nación.
a la autodeterminación», principio que se vuelve a formular en el ar- Los únicos pueblos reales serían entonces las naciones y las et-
tículo 55. Pero el concepto de «pueblo» no llegó a definirse e,~pre­ nias con las características sefialadas. A ellas correspondería el de-
samente. Algunos juristas han tratado de e,'<:traer el sentido en que recho de autodeterminación.
es usado en resoluciones específicas. Para A. Critescu, las Naciones Én cambio, un Estado no es un pueblo, sino un poder político
Unidas toman en cuenta al menos dos características para aplicar el que se ejerce sobre uno o varios pueblos, o bien, sobre una parte de
concepto de «pueblo» a una entidad colectiva: poseer <<Una identi- un pueblo.
dad evidente y características propias» y además «una relación con
un territorio, aun si el pueblo en cuestión hubiera sido expulsado
injustamente de él y reemplazado por otra población» [Critescu,
p. 38]. H. Gross Espiell, por su parte, cree poder extraer de las reso-
DE CULTU!lAS
DEL ESTADO HOMOGí;NEO AL ESTADO PLURAL 23

y costumbres, y aun sus insti.tt::iones sociales y sus pod~1~es .regio-


nales, unificados por su sum1s1on al poder central, a su e¡ ero to y a
·El Estado-nación es un invento reciente en la historia de Occidente. su dominación jurídica y administrativa. En él otro extremo del
Es probable que, durante muchos siglos, las agrupaciones humanas mundo, los aztecas ejercían su dominio mediante la imposición de
no hayan tenido necesidad de un sistema permanente de autoridad. tributos a los pueblos vencidos, la obligación de ayuda militar y al-
Sociedades sin un dominio político duradero de un sector sobre gunas restricciones comerciales. En uno y otro caso, la dominación
los demás pudieron haber subsistido durante mucho tiempo. Sin central era compatible con la persistencia de las peculiaridades de
embargo, cuando, por diversas razones, surge el conflicto interno en- los pueblos sometidos, sus organizaciones sociales y su cultura. El
tre los miembros de la sociedad, o cuando la guerra contra el extra- símbolo de la aceptación de una pluralidad cultural era la incorpo-
ño exige una unidad ele mando, tiene que crearse una estructura de ración de los dioses de los pueblos vencidos al panteón ele los ven-
autoridad permanente que garantice el orden en el interior y la d·e- cedores.
fensa frente al exterior. El Estado se sobrepone entonces a la socie- En la Edad Media, la referencia de los individuos a entidades
dad. Pero los primeros Estados no coinciden con naciones; ejercen colectivas es doble. Por una parte, toda persona se considera miem-
su autoridad sólo sobre una comunidad limitada a un pequeño bro de la Cristiandad, más allá ele la región o nación a que perte-
territorio, rodeada a menudo por otros asentamientos cuyos ha- nezca; ésta es una referencia universal y abstracta. En palabras de Luis
bitantes hablan la misma lengua, comparten creencias semejantes Weckman:
y participan de la misma matriz cultural. Las ciudades-Estado de la
antigua Mesopotamia, de la India, de Grecia o del pueblo maya pue- La Edad Media que trata de vivir en la práctica el ideal de la República
den considerarse partes de una cultura amplia que las abarca a to- cristiana es ajena, por su constitución própia [... ] a toda idea particu-
das. Sería e,"Xcesivo decir que cada pequeña ciudad-Estado fuera una larista de nacionalismo. Predomina en este período histórico el con-
nación, en el sentido que la definimos antes; era sólo una organi- cepto de que todos los hombres, por el hecho ele ser cristianos, viven
en una comunidad universal, en un consensus que los incluye a todos.
zación política en el seno de una nacionalidad que no se había do-
tado de una estructura política propia.
Pero esa referencia universal no podía satisfacer la necesidad de
Más tarde, cuando una misma autoridad política y militar se ex-
pertenencia a una comunidad concreta. Así, continúa el propio
tiende sobre varias ciudades y comarcas, sometiendo a su dominio
sociedades diversas, tampoco coincide necesariamente esa estructura Weckman:
de dominio con una comunidad ele cultura. En los imperios antiguos Al lado ele ese hogar común que la civilización romana heredara a las
era la regla distinguir entre Estado y nación. Un mismo dominio po- generaciones primeras del Medioevo, existió un sentimiento más ín-
lítico y militar se extendía sobre una multiplicidad de etnias y na- timo y callado, de amor a la localidad nativa, ele patriotismo local que
ciones que conservaban sus diferencias. Su unión se llevaba a cabo Roma, con su gran sabiduría política, protegió y conjugó con la idea
sólo en"la cúspide. El poder imperial exigía obediencia a los man- imperial mediante la creación del sistema municipal. Este sentimiento
datos del centro, sumisión a sus fuerzas armadas y a su estructura de orgullo y amor locales en manera alguna se oponía o contradecía
administrativa y prestación de cargos y servicios, pero no afectaba al sentimiento de la comunidad universal que Roma misma encarna-
la pertenencia de los individuos a distintas comunidades, con cul- ba. [Weckman, pp. 240-241]
turas, modos de vida y costumbres diversas. El Imperio romano, por
ejemplo, era un conglomerado de pueblos que conservaban sus usos
PLURALIDAD DE CULTURAS DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLURAL 25

La adhesión al Imperio sacro-germano y a la Iglesia rnmana sim- humana perfecta en sí que no admite ser paiie de una sociedad ma-
bolizaba la pertenencia de todo hombre a una comunidad universal; yor, ni requiere -y legalmente aun puede ignorar- la existencia de
fa igualdad de derechos, por lo tanto, de toda persona y de toda otras sociedades humanas al lado» [Weckrnan, p. 281].
sociedád pa1iicular; la pe1ienei1cia a una región, a una etnia, a una El Estado-nación moderno logra su consolidación definitiva
cultura, satisfacía, en cambio, la necesidad personal de integración con las revoluciones democráticas de los siglos xvm y xrx. La sobe-
en una comunidad concreta. Entre ellas no había aún lugar para un ranía no se adjudica ya a una persona o a un grupo, sino a la totali-
Estado nacional. dad de los ciudadanos que componen una «nación». La nación no
El primer paso en la constitución de Estados nacionales dentro se concibe separada del Estado soberano ni éste de aquélla. Si-
de la Cristiandad ocurre ya en los fines de la Edad Media. El rey fran- guiendo el contractualismo en boga, el Estado-naci?n es concebi-
cés es el primero en darlo. En el siglo XIV, Felipe el Hermoso decla- do como una asociación de individuos que se unen libremente por
ra la independencia del rey frente al Imperio e inicia la carrera q.ue contrato. La sociedad no es vista ya como la compleja red de grupos
conducirá a los demás reinos a actuar, dentro de un territorio deli- disímbolos, asociaciones, culturas diversas, que ha ido desarro-
U:itado, con independencia tanto del emperador como del papado. llándose a lo largo de la historia, sino como una suma de individuos
Sm embargo, el proceso de unificación bajo un solo poder sobera- que convienen en hacer suya una voluntad general. Sólo así se pa-
no es lento. La historia de las grandes monarquías europeas puede sará de una asociación impuesta por una necesidad histórica, a otra
verse como una pugna entre la tendencia unificadora y centralista basada en la libeiiad de los asociados. La expresión de la voluntad
de los reyes y la persistencia del sentimiento de pertenencia a na- general es la ley que rige a todos sin distinciones. Ante la ley todos
cionalidades con culturas diversas. Aun en la nación que logra una !Os individuos se uniforman. Nadie tiene derecho a ser diferente. El
mayor uniformidad, Francia, la denominación común de «franceses» nuevo Estado establece la homogeneidad en una sociedad hetero-
era todavía una novedad en el siglo XVII. Gran Bretaña nunca llega a génea. Descansa, en efecto, en dos principios: está conformado por
ser una nación unificada. Subsistieron siempre en la isla culturas di- individuos iguales entre sí, sometidos a una regulación homogénea.
ferenciadas, como la galesa y la escocesa. España puede verse aún co- El Estado-nación, consagrado por las revoluciones modernas, no i·e-
mo un conjunto de naciones cuyo vínculo es el sometimiento a una conoce comunidades históricas previamente existentes; parte desde
misma soberanía estatal. Y éste es justamente el argumento más só- cero, del «estado ele naturaleza», y constituye una nueva realidad po-
lido que esgrimirán los intelectuales criollos en favor de la inde- lítica. El pacto federal entre los Estados ele Nueva Inglaterra consti-
pendencia de los nuevos países hispanoamericanos: Las naciones tuye a la nación estadounidense. En Francia, el nuevo concepto de
americanas son vasallas del rey, pero no de Castilla. «nación» se utiliza por primera vez en la «fiesta ele la Federación»
La ruptura del Imperio cristiano y el inicio de los Estados na- de 1791, en que los representantes ele todas las provincias formali-
cionales recibe una justificación teórica en las doctrinas de Jean zan el «contrato social» que habría ele convertirlas en una sola pa-
Bodin y, más tarde, de Thornas Hobbes. El concepto de «soberanía tria unificada. En América Latina, los congresos ele Chilpancingo y
del Estado», no sujeto a ninguna otra ley superior, con un ámbito de Angostura proclaman el nacimiento de nuevos «Estados nacio-
de apli~ación en un territorio geográfico delimitado por fronte- nales», que libremente se constituyen a pa1iir de un acto voluntario.
ra~ ~reosas, co~1sagra la división del ámbito universal de la Republica La «nación» emana de la voluntad del «pueblo». Pero, ¿qué se
cnstzana, en vanos Estados nacionales separados y opuestos. «De es- entiende entonces por «pueblo»? Frente a la idea de «pueblo» como
ta manera .-comenta Weckrnan-, el Estado moderno viene a que- grupo con una identidad propia, se entiende ahora por ese término
dar entromzado corno una comunidad exclusiva, como una sociedad la suma de ciudadanos individuales, con independencia ele su situa-
26 ESTADO. PLURAL, PLUI!ALIDAD DE CULTUHAS DEL ESTADO HO/v\OC:l~NEO AL ESTADO PLURAL 27

de su pertenencia a determinadas comunidades, clases, resistencia de los grupos diferenciados de que se compone la socie-
La nación moderna no resultó de la asociación de grupos, dad. Pero la homogeneización de la sociedad no obedece a un plan
estamentos, comunidades, naciones distintas; fue producto de'una arbitrario: es un requisito de la modernización del país. Se impone
decisión de individuos que comparten una sola cualidad: ser «ciu- como una necesidad a los grnpos que quieren pasar de una socie-
dadanos». dad agraria a otra mercantil e industrial. Desde el inicio del capita-
Esta idea nueva de pueblo y de nación rompe con la noción tra- lismo, las burguesías urbanas buscaron aliarse con la Corona para
dicional. Un «pueblo» ficticio de individuos abstractos reemplaza a reducir los privilegios de la nobleza y de los gremios y suprimir las
los pueblos reales; una nación construida, a las naciones históricas. prelTogativas regionales que ponían trabas a la libre circulación de
El individuo no se encuentra con la nación, tiene que forjarla. Por- mercancías y al establecimiento de políticas económicas uniformes.
que la nación no es vista como el ámbito cultural al que pertenece El despotismo ilustrado ele la segunda mitad del siglo xvm ya había
una persona concreta, sino como un espacio público que resulta de avanzado considerablemente, para consolidar el poder real, en el es-
las decisiones voluntarias de sus miembros. Hay que constituir esa tablecimiento de una administración centralizada eficiente y en la
nación; el Estado es garante de su construcción. El Estado-nación promulgación ele reglas generales de intercambio y distribución
moderno impone un orden sobre la compleja diversidad de las so- económicas. Con las revoluciones liberales, ese proceso llega a
ciedades que lo componen. En la heterogeneidad de la sociedad real su término. El capitalismo moderno requiere de un mercado uni-
debe establecer la uniformidad de una legislación general, de una ficado, que rompa el aislamiento ele las comunidades agrarias y la
administración central y de un poder único, sobre una sociedad que introversión de las culturas arcaicas y haga saltar las barreras que im-
se figura formada por ciudadanos iguales. De allí que el Estado de- pfden la comunicación, en todas las comarcas, de mano de obra,
be borrar la multiplicidad de las comunidades sobre las que se im- capitales y mercancías. El paso a una soeiedad industrial y mercan-
pone y establecer sobre ellas un orden homogéneo. Tiende, pues, a til tiene como condición la uniformidad en los pesos y medidas, la
destruir, o al menos a ignorar, las asociaciones intermedias. Está en generalización de una moneda única, la abolición de los impuestos
contra de la división en «cuerpos», «culturas diferenciadas», «etnias» locales y alcabalas, la facilidad de comunicaciones, la uniformidad
o «nacionalidades»; no admite ninguna clase de fueros o privilegios. de reglas de propiedad y de intercambio. El establecimiento de
De allí que, al integrarse al Estado-nación, el individuo debe un mercado uniforme es paralelo a la uniformidad jurídica y ad-
hacer a un lado sus peculiares rasgos biológicos, étnicos, sociales ministrativa que, a la vez que favorece a un poder central, iguala en
o regionales, para convertirse en simple ciudadano, igual a todos los derechos a la emprendedora clase media (la burguesía) con la aris-
demás. La función de ciudadano hace abstracción de toda diferen- tocracia.
~ia, lo despoja de su pertenencia a comunidades concretas para, en La homogeneización de la sociedad se realiza sobre todo en el
igualdad de condiciones con todos los demás individuos, formular nivel cultural. Unidad de lengua antes que nada. En los países con
un nuevo «contrato social», «un contrato según el cual el individuo diversidades culturales es indispensable un instrumento de comu-
ha de ser extirpado de su comunidad de origen, para reintegrarlo a nicación único. Una cultura hegemónica impone su lengua tanto en
una nueva sociedad de leyes» [Rubert de Ventós, p. 145}. las relaciones administrativas y comerciales, como en la legislación.
A la unidad del Estado, creado por la voluntad popular, debe co- Pero sobre todo se afirma mediante la educación, porque la educa-
rresponder la unidad de una sola nación. Es menester construü~ a ción uniforme es el mejor instrumento de homogeneización social.
partir de las diversidades, un conglomerado homogéneo. Este pro- El Estado-nación se consolida al someter a todos sus miembros al
ceso es lento, puede durar muchos afias, porque tiene que vencer la mismo sistema educativo. La unidad en los distintos niveles, eco-
DEL ESTADO HOMOGJONEO AL ESTADO PLURAL 29
PLURALIDAD DE CULTURAS

jurídico, educativo, constituye una nueva el Estado-nación desde el poder. En las viejas monarquías c?rrespon?e
los intereses de una burguesía ascendente frente a la anstocraCia;
_ui.uiLJu uu.u._. de cultura. A las culturas nacionales y locales se agre-
1
ga así una cultura en el ámbito territorial del Estado. En el caso de :n los países colonizados, a una intelligentsia autóctona occidenta-
lizada. En todos los casos, el Estado-nación nace de la imposici?n
los Estados multiculturales -como el español o los indoamerica-
nos- es la cultura de una nación hegemónica -Castilla- la que de los intereses de un grupo sobre los múltiples pueblos y asoCia-
sustituye a la multiplicidad de culturas nacionales. Y esta sustitución ciones que coexisten en un territorio. El tránsito al Estado-nación
sólo puede realizarla el poder público. consolida también un dominio político.

El nacionalismo -resume Gellner- es esencialmente la imposición


general de una cultura desarrollada a una sociedad en que hasta en- NACIONALISMOS
tonces la mayoría, y en algunos casos la totalidad de la población; se
ha?ía regido por culturas primarias. Esto implica la difusión gene- Entendemos por «ideología» un conjunto de creencias, insuficien-
ralizada de un idioma mediatizado por la escuela y supervisado aca- temente justificadas, comunes a un grupo social, que tiene por úm-
démicamente, codificado según las exigencias de una comunidad ción afianzar su poder político. El nacionalismo ha sido la ideología
burocrática y tecnológica módicamente precisa. Supone el estableci- predominante en los siglos XIX y xx. .
miento de una sociedad anónima e impersonal, con individuos ato- Las ideologías nacionalistas podrían caractenzarse por sostener
mizados intercambiables que mantiene unidos por encima de toda
una cultura común del tipo descrito, en lugar de una estructura com- tres proposiciones:
- 1) Nación y Estado deben coincidir. Gellner define nacionalis-
pleja de grupos locales previa, sustentada por culturas populares
mo como «Un principio político que sostiene que debe haber con-
que reproducen local e idiosincrásicamente los propios microgrupos.
[Gellne1~ p. 82] gruencia entre la unidad nacional y la política» [Gellner, p. 13]. A
toda nación, un Estado, a todo Estado, una nación. _
Con la reserva de que en muchos casos las culturas desplazadas por 2) El Estado-nación es soberano. No admite ni comparte nin-
la cultura hegemónica no son «primarias», sino corresponden a na- gún poder ajeno a él.
ciones histó1icas, provistas de una matriz cultural propia (las naciones 3) El Estado-nación es una unidad colectiva que realiza valores
indígenas previas a la conquista; Cataluña o País Vasco en la propia superiores comunes a todos sus miembros.
España), esa apreciación de Gellner es aplicable a la conformación Estas tres proposiciones sirven, en cada caso, para justificar el do-
de cualquier Estado-nación. minio, sobre la nación, del grupo que detenta el poder. Según sea
La homogeneización de la sociedad nunca consistió, de hecho, ese grupo y su relación con las otras naciones-Estado, el naciona-
en una convergencia de las distintas culturas y modos de vida re- lismo presentará diferente traza; pero en todos podremos detectar
gionales en uno que los sintetizara, sino en la acción de un sector las tres condiciones indicadas.
domirn;mte de la sociedad que, desde el poder central, impuso su for-
ma de vida sobre los demás. Los nuevos Estados nacionales se Unidad del Estado y la nación
forman a partir del programa decidido por un sector social que Según vimos anteriormente, la nación, considerada como una uni-
se propone la transformación del antiguo régimen para formar una dad de cultura y una relación con un territorio, no implica necesa-
sociedad homogénea. Es el proyecto de las monarquías ilustradas riamente su identificación con un Estado. La idea de que a toda es-
primero, el de una clase media «revolucionaria» después, el que crea tructura ele dominación política deba corresponder una comunidad
PLURALrDAD n'n CULTURAS DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLURAL 31

de cultura yün proyecto histórico es una concepción nueva. Por eso alta, en la cual poder integrarse: entonces llamarán a todos a unir-
el nacionalismo es un fenómeno de la modernidad. se a ella. La nación moderna no nace de la federación y convenio en-
Si la nación es congruente con el Estado y viceversa, tiene sen. tre varias naciones históricas previas. Es un salto. Se origina en la
tido plantearse la pregunta ¿quién es primero, la nación o el Esta- elección ele una forma de asociación inédita y en su imposición a las
do? Porque podría sostenerse que el Estado engendra la nación mo. naciones históricas existentes en un territorio. El proyecto de la na-
cierna. Es'. en realidad, lo que ha planteado E. Gellner con un giro ción-Estado nace de la voluntad de poder de un grupo, porque para
que se qrnere provocador: «El nacionalismo engendra a las naciones imponerlo requiere de un poder; por ello el proyecto ele una nueva
y.no a la inversa>~ [.~ellne1~ p. BOJ. Veremos ele inmediato en qué me- nación debe convertirse en voluntad de Estado. ,
dida esa propos1c10n puede ser cierta. En todos los casos puede identificarse al grupo inicial que llega
Pero antes, cabe otra pregunta que no se plantea Gellner: si un a la conciencia de una nueva nación y busca convertirla en una for-
proyecto de Estado-nación da vida a una nueva nación, ¿qué en- ma inédita de Estado.
gendra ese pr?yecto? ¿No supone una previa conciencia nacional, en A pai1ir ele la Revolución Francesa, se crea una nueva patria. La
un grupo soCial al menos, que conduce justamente a reivindicar una nueva nación no está en la mente de los campesinos, apegados a sus
nueva estructura política para una nueva nación? El proceso tendrí comunidades locales, ni en la aristocracia, aún arraigada a las re-
el c1· . d l a
.os . irecciones: e a conciencia de nación en un grupo a la cons- giones donde están sus feudos; son la «nobleza de robe», la clase me-
titución del nuevo Estado y del Estado a la formación de una nue- dia y la plebe de las ciudades las que ya no se reconocen plenamente
va naci?n. ~Iistór~camente suele darse un primer estadio en el que en las comunidades locales o regionales; esos grupos sólo tienen al-
la conciencia nacional no se traduce aún en la constitución de un go en común: el desarraigo. Y el desarraigo incita a proyectar una
Estado soberano. La formación de las naciones modernas sería re- nueva patria en la que puedan integrarse.
sultado de ese doble movimiento: de la nación al Estado y del Es- En las colonias de la Nueva Inglaterra, muchos no pueden re-
tado a la nación.
conocerse ya en sus comunidades europeas de origen. La distancia
Antes de la reivindicación de un poder político suele darse la len- geográfica y el proyecto ele una nueva vida van creando formas ele
ta formació1: d~ una conci.encia nacional nueva en un grupo social, convivencia diferentes. Empiezan a surgir modalidades de asocia-
que ya no comCide con su Identificación con las culturas tracliciona- ciones democráticas, que constituyen una nueva cultura política. Los
le~. Ese grupo d~ja de reconocerse en alguno ele los pueblos reales individuos se sienten cada vez más ligados a ellas y desprendidos de
e.-'<:1stentes ~ ~mp1eza a forjar un ámbito social y cultural en el que sí sus nacionalidades originarias. La pretensión de constituir un nue-
puede pai11Cipar. En ese ámbito se va constituyendo una comunidad vo poder político surge en el momento en que una parte de los
cul~ural ÍI:é.dit~ (Ia· 1,lamé antes «protonación» ), condición para que colonos comprende que ya no participan de las naciones europeas,
suqa la re1vmd1cac10n de un Estado de nueva traza que, a su vez, do- sino tienen una nueva pertenencia.
te de una estructura política a esa comunidad. En la América hispana la conciencia de las nuevas naciones no
La construcción de una nueva nación tiene así una condición ini- aparece en los pueblos indios, apegados a sus culturas tradicionales;
cial: la existencia de un ~rupo social que ya no se siente restringido tampoco en los inmigrantes espafioles, ligados a la metrópoli; sólo
a pertenecer a las comumdades históricas pree.-'C:istentes y puede pro- puede surgir en un grupo que se siente desligado ele todo vínculo co-
yectar una nueva forma de cultura que las rebasa. La nación moderna munitario: ya no puede reconocerse en la lejana Espafia, pero tam-
e~ iI:v~nción del desarraigado. Desprendidos de las comunidades poco pertenece a las comunidades indias y mestizas locales. Es una
h1stoncas reales, hay quienes inventarán una nueva comunidad más parte del grupo «criollo», sobre todo la clase media «letrada». Ella se
DEL ESTADO HOMOGI]NEO AL ESTADO PLURAL 33

enLu•:::.i.i•u.a.sin asidero real en la sociedad; sin pertenecer a una ni a do se ve forzado entonces a mantener la unidad mediante el domi-
ri t.ui.uuu"'-'"'~' ni a los pueblos locales ni a la metrópoli, imagi- nio ele una etnia frente a las demás, dando lugar a pugnas insolubles
asociación que sí le conceda plena pertenencia: una nueva entre los distintos pueblos. América Latina vive, después de su in-
nación. Los criollos son, por otra parte, depositarios de una forma dependencia, un largo periodo de construcción ele naciones unifi-
de vida y de cultura, distinta tanto ele la cultura metropolitana co- cadas. En los países de raíces indias, la unidad se entiende como
mo de Ia indígena, que ha ido forjándose poco a poco en los siglos la asimilación ele la multiplicidad de culturas aborígenes a la cultura
anteriores. La nueva nación tendrá una forma política en que pue- criolla-mestiza; en los países de inmigración, como Uruguay o Ar-
da expresarse. Una vez fraguada, se impondrá a todas las comuni- gentina, la unidad exige la creación ele una cultura nueva a partir de
dades anteriores al acogerlas en un nuevo Estado. la herencia hispánica. El federalismo no cambia nada ele ese pro-
Este proceso es común a los países que advienen a la indepen- yecto, pues su trazado no corresponde a las múltiples nacionali-
dencia después ele un periodo de colonización. En la descolo- dades y etnias que componen el Estado-nación, sino a divisiones
nización ele África y ele Asia, suele tener el papel dirigente un grupo administrativas e intereses de grupos políticos; comparte con el cen-
occiclentalizaclo, cuya pertenencia a las culturas ele origen se ha de- tralismo el mismo proyecto de unificación de una sola nación ba-
bilitado y es capaz ele una visión más amplia ele un país aún inédito. jo un Estado.
Ese grupo es claramente identificable en la historia ele la indepen- En los nacionalismos agresivos, la concordancia entre Estado y
dencia ele países como la India, Egipto o Ghana. comunidad cultural nacional puede servir de justificación ideológica
Un despertar semejante puede comprobarse también en los Es- a la expansión territorial. La «Gran Alemania» pretende justificar sus
tados-nación que se constituyen a partir ele la unión forzada ele va- conquistas con el ideal ele incorporar al Estado unificado todos los
rios pueblos anteriores. En todos los casos es un gmpo ilustrado el miembros dispersos de lengua y ascendencia alemanas y la «Gran
que levanta la bandera ele un nuevo nacionalismo, que ya no se iden- Serbia» en nuestros días sigue sus pasos. La demente «limpieza ét-
tifica con nacionalidades históricas anteriores. Este fenómeno es pa- nica» está inspirada en la misma idea: cada Estado tiene el derecho
tente en la unificación ele Alemania o ele Italia. de ejercer su dominio sobre todos los miembros de una etnia y eli-
La congmencia entre poder político y comunidad ele cultura pue- minar a los que no pertenezcan a ella. El mismo principio ha pre-
de verse desde dos perspectivas. Por un lado, el Estado, según sus tendido justificar el exterminio de los armenios en Turquía, de los
i~tereses, exige la,uniclacl ele una sola nación en el territorio que go- judíos en Alemania y ele los ibas en Nigeria.
bierna. En los paises europeos el nacionalismo se traduce por una Por el contrario, desde el punto de vista ele la nación, el nacio-
poiítica de sumisión ele las nacionalidades que lo componen y la nalismo establece que toda nacionalidad tiene derecho a acceder a
aceptación oficial ele una sola lengua, una sola tradición histórica, un Estado propio. Nacionalidades que no se habían preocupado por
una forma ele vida predominante. La cultura adoptada por el Esta- obtener para sí un poder político independiente, abrazan el proyecto
do corresponde a uno ele los pueblos existentes en el país: Castilla ele convertirse en nuevos Estados. Es el caso ele muchos movimien-
sobre Cataluüa, Galicia o País Vasco; Toscana y Romafia sobre el res- tos de descolonización que crean entidades políticas nuevas. Es
to ele Italia; Prusia sobre las nacionalidades germanas. En los países también el resultado ele la disgregación de un antiguo Estado mul-
antes colonizados, el proceso no es diferente. En la mayoría del Áfri- tinacional. El Imperio austro-húngaro se fragmenta después ele la
ca negra, los nuevos Estados se constituyen en los límites ele las Primera Guerra Mundial, pero el proceso no se cumple cabalmen-
fronteras administrativas ele la colonia; en su interior subsiste una te hasta que, en nuestros días, cada nacionalidad exige constituir un
diversidad de tribus y etnias a menudo en conflicto. El nuevo Esta- Estado-nación independiente. La Unión de Repúblicas Socialistas
DE·.CULTURAS
DEL ESTADO llOMOGI]NEO AL ESTADO PLURAL 35

se desmembra eh v~rias na:iones, Eslovaquia se separa de.


Checa, Yugoslavia se desmtegra en varios E t d ·E de países del Tercer Mundo. funciona. como una barrera contra.l~s in-
. s a os. ·s la tervenciones de las potenoas mundiales y como una afinnaCion de
cara de 1a m. ISma moneda. Un Estado-nación q b
. 1.d uea arcaensu la propia identidad frente a ellas. De allí la importancia que conce-
mu d rns nac10na 1 ades pretende que Uila .d d ,.
urn a po 1It1ca ho den al respeto irrestricto a su soberanía y su denuedo en defender
m<J!<t:nE'.a con-esponda a todas ellas; cuando el d 1 . . -
bilita, las nacionalidades siguen su ejem . º: ~m;~ central se de- el principio de no intervención. La misma explicación puede dar ra-
unidad de un Estado propio. P10 · reivmc Ican para sí la zón de otros rasgos: las trabas para adquirir la nacionalidad, la sus-
Invención de un grupo el E t d ., ceptibilidad y el orgullo nacionales a flor de piel, la tendencia a la
minio político de ese grup; sob:e ~o~d~ac~on es resu~tado del do- autosuficiencia cultural, la prevención ante las «ideas importadas».
para la realización de una nueva e .mas. El espac10 que ofrece En esos casos, el carácter excluyente del Estado-nación tiene una
que permite la dominación de lll; _omut11dac! ~u~tural es también el función estabilizadora del propio Estado, protectora de posibles
nopolio de la violencia p . . giupo legemornc~ mediante el mó- agresiones externas. En otras situaciones, en cambio, la exclusión del
tado.nuevo debe ser la e~p~::i¿1~r~:~ el pfder, preCisa ~midacl. El Es- otro se convierte en un rasgo de una política destructora. Grandes
Ios cmdaclanos· todos d b ~ vo untad concertada de todos potencias justifican su política de dominio tanto en el proyecto de lo-
, , e en convernr por lo ta t
tad común Esta debe ex . ' n o, en una volun- grar una unidad nacional como en el rechazo ele otras naciones. Sue-
. presarse en una sola lev 1
tural y una sola estructura de el e C JI un so o marco cul- len ver la historia como el conflicto permanente entre naciones en
no res1c' le en una persona . po er. uando el poder s upremo ya
competencia por establecer su predominio. Luchas permanentes por
confundirse con el Estad , smo en todo el pueblo, la nación debe acaparar los mercados, conflictos sangi·ientos para ocupar el lugar
º·
del otro en los territorios conquistables, cruentas guerras que ter-
Rechazo de lo extraiio minan en reparticiones de dominios e influencias, son el saldo de
"'
A la unidad interna correspond l 1 ., los nacionalismos agresivos del siglo xix; dos carnicerías mundiales
do-nación se refugia en sus fr te. a exc us10n del extrafio. El Esta- organizadas, cincuenta afias de amenaza de destrucción nuclear,
Su comportamiento ante el ~n .eras, e~rechazo de lo que las rebasa.
!/1/!
i!¡f:
il!!
guerras sin cuento de liberación colonial, el balance del siglo xx:
11i! de la defensa de lo . . enor pue e revestir varias formas des- El Estado-nación, desde sus inicios, tiene que afianzarse frente
w:,, . e p10p10 ante la amenaza I t. . .,
agresivos, hasta la violencia . e e o rns naCionahsmos al enemigo e,'<:terior. De allí la importancia del ejército. En el ejérci-
de la casa común se paga e pa~a so1~et~~ a los demás. La unificación
!I
ii!
I[' to patriótico se explayan por primera vez las virtudes y defectos que
El nacional· ª
on. ~'<:~ uswn del mundo externo.
ismo como prmCip1 1' . . integran la nación recién fundada. Desde entonces forman parte ne-
una frontera clara con lo qu o po ItICo tiene que establecer cesaria de todo culto a la patria. La nueva nación francesa se con-
'l'd e se encuentra fuera d 1 .,
tI I ad ante los extranjeros uede e a naCion. La hos- solida en Valmy y, sobre todo, en las conquistas de Napoleón. El
:I
Des~e recelo, la suspicacia~nte e/en~r ~uchos grado~ Ymatices. ejército de Washington encama la futura nación estadounidense; las
termm1ó. De cualquier mod l ~tio, .asta Sl~ expuls10n o su ex- repúblicas del sur del continente reconocen su origen en las tropas
vimiento: integración de toe! o,d~ n~~1onahsm~ s1~1e un doble mo- libertadoras de Bolívar, de Sucre, de San Martín; en México, el ejér-
ella en el exterior Este dobl a 1v~1s:dac! en el mtenor, exclusión de cito trigarante sefiala el inicio de la nueva patria unificada.
.
d efens1vo, · e mov1m1ento pu d . · .
en los países pequefios o d, . e, e.ser prmCipalmente Los ejércitos patrióticos muestran la ambivalencia con que na-
zas de dominio de los nla's d . ebiles, v1ct1mas de las amena- ce el Estado-nación moderno. En los batallones de Napoleón o de
. e po erosos o de los . . d
ta de antiguos colonizadores L . proyectos e reconquis- Bolívar se mezclan individuos que provienen de las más distintas re-
. a gran mayona ele los nacionalismos giones, clases sociales y culturas. Ya no es un bretón o un burgofiés
l' LU RALf DAD DE· CÚ LT.U RAS
DEL ESTADO HOMOGE'NEO
' AL ESTADO PLURAL 37

_·_qmen
•.- · emp uña el- fusil, sino un soldado
. 11 d Bfrancés;
. , el indio
d" .de los lla- . . en
de comumdades v1v - sin habérnoslo siquiera pr~ptfesto, a ellas
· -· 1mestizo de Caracas y el cno o e agota no se istmguen en . . idas en las que estamos insertos. V1v1mos
nos, e . l"d . d l . . , .
las tropas 1ibe1iadoras. Todos son so I anos . e ~mm~ proposito,
ellas de manera natma~, .d cotidiana. Son lo sufioentemente pe-
pertenecemos en nuest~a v~ :s uedan tener un contacto real_ e~1tre
todos obedecen a la misma voz. Pero esa sohdandad solo se man-
tiene si se ejerce la violencia: disciplina interior~ sumisión uniforme
a un jefe y a un reglamento, guerra a muerte contra el extraño. queñas para que sus mi:~i/ r~ectos y eventualmente partIC1par
ll / comp SóloP cuan el o se cli'luyen 0 cuando desapa-
La pugna con el extraño invita a singularizarnos frente a él. Hay e os conocerse,
. .
en actividades comunes. grupo con esas comumdades
que descubrir en nosotros algo que nos distinga y nos haga superio- recen los vínculos de u~1a pe_rfison~ .? ellas y surge de nuevo la
res; En todo nacionalismo hay una tendencia a identificar la nación - mpe su identl icaoon con
concretas, se ro . . , que reemplace a las comu-
como algo que ella tiene y los demás no poseen. Es una propiedad necesi'd a el de pertenecer a otra asociacwn
única que nos distingue de los otros. Puede ser una propiedad na-
nidades perdidas. .el des históricas, por la transforma-
Al desintegrarse las co~1um. ad t 'al por las emigraciones, por
tural: un territorio sagrado, un antecesor animal o mítico. O bien,
simplemente la cualidad de ser los únicos hombres; nosotros somos . el d aP'rana en m us n , . ,
ción de una .. ,sooed una domm10
o· . e. -
extran¡e1. ·o o de una cultura hegemo-
los «verdaderos hombres», o los «civilizados»; los demás son «bár- l
baros» o «salvajes». Puede tratarse de una propiedad histórica, una a imposioon e· d' ·d os empiezan . a de¡'ar· de reconocerse en 1as
misión, un destino; muchas son las tribus elegidas del dios entre to- nica central, los m ivi u rendido de su tierra, han perdido su sue-
culturas locales: se han desp d splazados de su misma con-
das las demás, muchas las que siguen un plan divino, desde Israel . el nfluyen con otros e .
lo; desarraiga os, ca .d el cultura que ya no se restnngen
dición, en nuevas formas de ~i a y e E ton ces tienen que inventar-
en el Viejo Mundo hasta los mexicas en el Nuevo. En fin, puede ser
una característica religiosa: nosotros somos los depositarios de la ver-
dad única, somos deudores de una gracia especial.
a las comunidades locales e~isten~es .. n de las comunidades a las
. ., , mpha pm encuna
se una asooac10n mas a , 1 ual puedan reconocerse.
· s antecesores, en a c L
Comunidad imaginada que peiieneoeron su . el . 'd s con otra inventada. a
. , 1 comumda es viv1 a -
Sustituye asi as rde'asulugaralaqueseproyecta.
comunidad que se puede ver~ :ocas e ¿ata de una asociación de un
Nuestras vidas carecen de sentido si se rompe toda relación con una
comunidad de otros hombres en que podamos reconocernos. La ne- Ésta es el nuevo Estado-naoon. ella· hay que crearla. Por
cesidad de pertenencia y reconocimiento se satisface de varias formas , N s encontramos con , . .
en comunidades cercanas a nuestras vidas: la familia, los grupos lo- nuevo genero. o no t -for¡ar . una nueva I'dentidad colectiva, distmta
una paiie, es menes. e1
ueblos . , .
histoncos, en la que puedan reconocer-
cales, la aldea, la escuela, la empresa, el banfo. Pero la insatisfacción
a la de las etmas Y P E t do· reinventar para ello e1pa-
se todos los miembr_os del nue~o e;s ~tu;o. Por otro lado, hay que
perdura si no nos sentimos vinculados a una comunidad más am-
plia que sea portadora de valores universales: la de todos aquellos
sado y figurar
. un. , proyecto
' re lapalia
e ecoon . , vo l u ntaria de ciertos valores
que comparten una forma de vida colectiva, que concuerdan en cier-
constitmr la naCion soo 'd d . i'das se crea una proyecta-
tas creencias básicas, con los que podemos darnos a entender en la ¡ mum a es v1v , .
comunes. Fren:e a as co .ón es una «realidad imagmada»,
misma 1éngua; en suma, una comunidad de cultura. Las comuni- da. En este sentido, el Estado-:--nac1 d [Anderson].
dades a las que pertenecemos nos sitúan en un lugar preciso en el · · , de Bened1ct An erson .
mundo, nos ligan a totalidades concretas en que nuestras vidas co- según la ex:pres10n , roceso característico en el naCI-
Podemos observar, as1, un p . ·a de una «protonación»
bran un sentido que rebasa el aislamiento de la subjetividad indi- d
miento del Esta o-nao o .
· , n De la conoeno
. d·~ ultades para reconocerse en
de~arrail?a
vidual. Todos nacemos y alcanzamos nuestra identidad en el seno · d que uene rnc
en un gmpo
las etnias o naCionahdades ist o, h' óricas anteriores, surge la necesidad
PLURJ\LfDJ\D ÚE· CULTU!li\S
DEL ESTADO HOMOGÉNEO i\L ESTADO PLU!li\L 39

de construir una nueva nación proyectada. Este proyecto puede


incluir varias etnias o naciones existentes. Es, por así decirlo, una na- En los nacionalismos, la concepción del Estado-n.ación cor:io
ción de segundo orden, producto de la vo.luntad. La nación pro-· una unidad homogénea en lo interior_r excluyen~e hacia el ex~enor
yectada por el gmpo fundador, al realizarse, se constituye como un blima en la proyección de esa entidad colectiva en la esfera del
se su- p ra todo nacionalismo, el Esta d o-naoon · , encarna va 101·es
Estado. El nuevo Estado, a su vez, intenta integrar o suprimir las na- 1
va oi. a . . . d _,
ciones y etnias preexistentes para forjar una nueva unidad históri- · la vida aislada de cada indIVIduo m la de un grupo po nan
que m -·b · -
ca, homogénea, que le corresponda. í solas alcanzar. La vida personal se transfigura a 1 contn un a
por s . ·, L tr·
La nueva ~-ealidad inventa sus propios emblemas, en iconos y la gloria, al hon01~ al poder y la vh1ud de s~1 nao01~. a en ega ~ esos
lores se justifica en el entusiasmo colectivo. La vida de cada ou~a­
~:no
banderas; designa sus héroes patrios, establece sus mitos fundado-
r~s y sus ceremonias conmemorativas. En ese lenguaje simbólico, los se eleva a alturas insospechadas al ser sacrificada por la patna.
cmdadanos expresan el nuevo culto a la realidad imaginada. El don del individuo a la nación se considera un ~eber «~ag1:a?o». El
La nación-Estado tiene que expresar su identidad en una nue- ·onalismo eleva el sentimiento de pertenenoa del mdividuo a
nao , l . d l ,
va cultura. La creación de una realidad segunda, expresión de una la nación a una unión casi mística; es un sucedaneo aico e as vias
asociación construida, es un requisito indispensable en la formación religiosas de acceso a lo sagrado. . . .
de una nación. La cultura nacional obedece a un movimiento cir- Las raíces de sacralización de una entidad colectiva son le¡a~as.
cular. A la vez que trata de expresar la nación, la crea. Por un lado Se remontan probablemente a las primeras sociedades º.r?amza-
intenta descubrir el estilo de vida, los valores y maneras de ver el mun- das. Pero su formulación en términos de un Estado-naCion, por
do de los grupos sociales que componen la nación; por el otro, al principio laico, es un fenómeno ?el p~nsamien~~ moderno. E~1
ex:presarlos, contribuye a crear los rasgos que la identifican. ·Hasta ·mayor 0 menor medida, todo nac10nahsmo part1opa de esa ..ac~1-
qué punto el Quijote e,'{presa o crea una manera de ver el mm~do de tud: el Estado-nación se ve como un nuevo ente moral'. supeu~r a
la nación espafiola? ¿En qué medida el «alma rusa» es la fi.1ente el cualquier individuo o grupo. El ciudadano común subln~rn su v,1da
resultad~ de las obras de Gogol, Dostoievsky o Mussorgski? La cul- 0 al destruirla en beneficio de la patria. El Estado hace olvidar asi su
tura mexicana en busca de su identidad, ¿es un descubrimiento de función de dominio.
una realidad oculta o una creación imaginaria? 1
La cultura nacional, producto y a11ífice a la vez del Estado-na-
ció:1; dota a los ind~viduos de un sentido nuevo de pe11enencia que UN EJEMPLO HISTÓRICO: EL ESTf\.DO-NAC!ÓN MEXICANO

ammora s~1 de.sarraigo. Ya no estamos aislados, nos sentimos vaga-


mente sohdanos de una comunidad más amplia que nuestro ve- El proceso de constitución de un Estado-nación podría i.lu:trarse
cindario; nos entristecemos con sus fracasos, nos elevamos con sus con varios ejemplos. Escojo uno por ser el que conozco rne¡oi. el ca-
hazafias. Nuestra vida personal es parte ahora de una totalidad nue- so de Méx:ico.
va que le da sentido. La colonización espafiola se acompafió por la destrucci?n de los
Estados precolombinos. Apenas quedaron rastr·os de l~s antiguas cu~­
turas· sus elites intelectuales y religiosas f11eron sacnficadas, sus li-
1

1 bros quemados, sus ciudades arrasadas. Nunca ha?ía conocid.o la


La primera idea ha sido seguida, con variantes, por autores de la corrien- historia genocidio comparable. Sin embargo, deba¡o de sus rumas
te llamada "filosofía de lo mexicano", la segunda es la tesis de Roger Bartra [en
Bartra]. sobrevivió la vida antigua.
.,
DEL ESTADO HOMOGfóNEO AL ESTADO PLURAL 41
PLURALlDAD DE CULTURAS

si~los
na de las naciones históricas anteriores; difiere de Castilla, con la
c~rns.
. Los tres de la Nueva España presentaban dos . . · qne se quiere en plan de igualdad, pero también de las naciones
parte, la dommación de los pueblos anti . Por una
mentario que reservaba la cima al u 0 e~os por ui;. sist:?1ª esta- indígenas, ajenas a su cultura. Sólo puede ser una entidad inédita,
~ar a varias formas de resistencia~d~de luopeoiLa sit;1a~10n da'lu- vislumbrada para el futuro. Ella tendrá que revisar su propia his-
hones armadas de carácter local ero s ~go, as mult1ples rebe- toria, en función de su proyecto, tarea que empiezan a realizar los
pe1manente de las comm11'dades me .' Pl.ras para
obreconstodo, la lucha ·sorda, . ilustrados novohispanos.
Quienes más tarde llegan a reivindicar la nueva nación son los
y mantener sus usos y costumbres l d ervar sus terntonos
gentes o a la resistencia pasiv p, ~pe an o a la maraña de leyes vi- «letrados», criollos y mestizos, de una clase media, desplazados de
ofreóa cierto espacio jurídico a. .º~que, por su otra cara, la colonia los puestos importantes por los europeos e incapaces, a la vez,
indias. Dos fuerzas disímbJ:~c11:s ~~-~la persi~t~ncia de las culturas de identificarse con los pueblos indios. Su marginación de la so-
lograron levantar barreras con~ra la en~s, religiosas y la Corona, ciedad real sólo puede suplirse por la imaginación de una sociedad
encomenderos sobre la anti ua obi°p·r~s10n de conquistadores y nueva, en la que ocuparían el lugar que creen corresponderles. En
dígenas, aunque disminuido~ o~ un aoo~. L~s derechos de los in- nna primera etapa sólo reivindican para la Nueva España el estatuto
raba menores de edad fueron~ ~atemahsmo que los conside- de una nación súbdita del rey y no ele un Estado soberano. Alegan
«repúblicas de indios>; separad co~1~odos e1~ las Leyes de Indias; las . la existencia de una «constitución originaria», por la que los países
fugio donde se preservÓ parte d ª: e os. es~anoles, ofrecieron un re-
Incluso se hablaba de «nac1·0 e ales~ec.1fic1dad de las viejas culturas.
de América no serían colonias, sino naciones bajo la común sunüsión
a un Estado monárquico multinacional, con igualdad de derechos
, e
estos conservaron una orga11·rzac1on
nes» a re1enrse a lo bl . .
. , d e base· las pue os'dongmarios;
aCastilla o Aragón. Ese intento se radicaliza más tarde; entonces sur-
d. ge el proyecto del Estado-nación soberano, bajo la influencia de las
na. En ella se conservan e . . . cornum a mdíge-
antiguas, en sincretismo ~o n lgran pait~, costumbres e instituciones ideas de las revoluciones democráticas en curso. El nuevo Esta-
n as creenoas y forma d 'd . . do-nación se proclama primero en Apatzingán y luego, en 1924,
las comunidades mantienen l , . s e V1 a u1stranas;
vicio~ y el espíritu comunit:ri~,g~T'~n0 comun~l de la ~ierra, los ser- ; en la primera Constitución del México independiente. La soberanía
recae en el «pueblo», entendido como el conjunto de individuos
propias autoridades· de h . 1:1bramrento duecto de sus
. . ' 11ec o, tienen oert , iguales en derechos; desaparecen las distinciones entre sujetos de
autondades coloniales En . l"d d a autonomra frente a las
·1 . iea I a , como ob M' pueblos diferentes dentro del Estado: ya no hay criollos, ni castas,
Port1 la, «conservan su ider1t'iclad corno pueblserva . .rguel. León- ni indios, todos son ciudadanos. En realidad, la constitución del
cuando acomodándola a . os ongmanos, aun
. . 1as cucunstanci h . nuevo Estado es obra de un grupo de criollos y mestizos que se im-
vivir» [León-Portilla , p. S]. as en que an temdo que
2 pone a la multiplicidad de etnias y regiones del país, sin consultar-
Desde los comienzos de la Nue E - los. Los pueblos indios no son reconocidos en la estructura políti-
cendientes de espafi.oles em . va spana, algunos criollos, des-
especificidad frente a la'p p1ezlan a albergar un sentimiento de su ca y legal de la nueva nación. Como indica Bartolomé Clavero, «el
. enmsu a Pero es e 1 1 . indígena, el indio, resulta que ahora no existe jurídicamente» [Cla-
siglo xvm cuando ese sent1· . . . n a segunc a n11tad del
. . miento se convierte
oenoa de una · nueva nacional1'd ad · Al1tes d e conceb , poco ·a poco,
· · en1con- · vero l, pp. 37-381.
En los países de América del Sur, el grupo criollo logra realizar
_epe:-1 enoa, un grupo de criollos ilu . 1f siquiera a m-
d d
termmos de una nueva nací, s~rados comienza a pensar en la independencia. En México, en cambio, tiene que llamar a las
vida difieren de los de Esp< _on,Ecuy~s mtereses y maneras de ver la clases bajas, indios y castas, en su ayuda. En este país, el proceso de
É a a I ~¡arse un proyecto de
ana mp1ez d ·b · independencia incluye una rebelión popular amplia. A la postre es
la que llamé antes «protonaci·,
on». sta no se identifica con ningu-
PLU!!ALIDAD Dfr.ClfLTURAS
Gl'NEO
DEL ESTADO HOMO, •• AL ESTADO PLUHAL 43

pero deja el ras.tro de una idea de nación diferente, que


de revivir un siglo más tarde. Las turbas que siguen a Hidal- t 1 · , Muy a inenu el o, las fronteras de los. estados dfe-
egr·an a nacion.
1 d t0 de mtereses . . po l't1'cos
I
locales o mtentan ar
go y a Morelos están compuestas por indios del campo, negros de
derales son e pro uc ·d . . nstanciales. Territorios ances-
las haciendas del sm~ trabajadores mineros, plebe de las ciudades. , solución a con I~ o .
fl' t s de po er cncu
1 raíces culturales comunes, son d1v1 1-
. 'd'
Poco saben de la instauración de una república y en nada les con- trales de pueblos md1os, cor .· d otros quedan incluidos
ciernen los congresos inventados por los letrados criollos. Sus inte- dos arbitrariamente entre vard1os esta ,,ºs1,nest1'za El federalismo es
d t do e mayona ·
como una ~,arte á~ ~:~ ~~eªal de una patria unida, con~tituida no por
reses son locales, están ligados a sus territorios, a sus pueblos. Su
una expre~ron m .
concepción de Ja sociedad no es individualista, está impregnada de
or individuos iguales entre si. . .
valores comunitarios. Hidalgo y Morelos los entienden cuando res- C
ulturas chversas, 'smo p . 1 los «cuerpos» constrtm-
bl'1 l'beral termma coi
Por eso la repu ~ª
tituyen a los pueblos la propiedad comunal de las tierras; medida, por 1
mortal a las comunidades
cierto, que los congresos constituyentes, siguiendo una ideología li-
beral, no se ocuparon ele refrendar. dos. Por la misma razon, a~esta unlgo 1pel las comunidades habían
1 penado co orna ,
indígenas. Durante e las Pr·otegió contra los . enco-
El movimiento popular es aplastado. Frente a él triunfa, en el subsistido en su rvers1 . , l
d . . ·ciad· la Corona
b de su sistema impositivo [vea-
,
siglo x1x, la concepción del Estado homogéneo e individualista, pro- menderos, porque ellas er~~ ~ 1aseen cambio, eran fanáticos de la
pia de las clases medias. Esta idea se impone a los pueblos indígenas se Semo, pp. 67 y ss.] Los I era ,es, al irnial que los neo liberales,
sin su consentimiento expreso. Los dos siglos de vida independiente Propre . d l .· da en la que veran - o~ , . E
ac puva t ' les- la fuente d e t o do progreso economico. dn
sus hereder~s ac ua
pueden verse, desde entonces, bajo una luz: la contraposición ele dos · ..
. o de 1856, declaraba el fin del e¡rdo y e-
corrientes que responden a ideas distintas de la nación. Por un lacio, consecuencia, la .Ley. ,Lerd
la construcción del Estado-nación moderno, que había imaginado . d., 1dua
. 1 o 1am1
e ·11·ar de las
e
tierras comuna-
·cretaba la apropiaci?n m IV . ública: liberal abolía los decretos de
les. Después de su tnun~o, l~ ;epde las tierras indígenas. «La disolu-
el grupo fundador; por el otro, la resistencia de las comunidades que
no encajan en ese proyecto.
Maximiliano sobre restrtucion F nar1do Escalante- era un
La nueva nación no tiene antecedentes históricos. Hay que cons- ·el el comenta er ·
ción de las comum ª es - . . , y no podía ser de otro mo-
truirla a partir del Estado. Si Ja concepción de una «protonación», l, · el la desamortrzacion, el
objetivo exp mto e el . , la supresión de esas lealta es
do. El modelo ~ibera~ de Esta o ~~~Ii~ad estatal. Necesitaba fu?-dar
en la conciencia de un grupo, había precedido a la constitución del
locales, y la umfonmdad ~e ~a~ el individuos: no podía negociarlo
Estado independiente, ahora es el Estado el que debe forjar Ja nación
proyectada. Ésa fue tarea de varias generaciones. su dominio sobre una sacie a e l. 65]
Ese proyecto se precisa en el programa liberal y empieza a rea- ·dades » [Esca ante, p. b
lizarse con la república restaurada. Es la primera expresión cabal de con cuerpos Ycomum . · . ión de ese modelo de Estado su -
Pero la resistencia a la rmposrc el las rebeliones de los
una política de modernización del país. Comprende, en lo jurídico, d 1 iglo x1x Ante to o,
siste durante to o e s 1. blevaciones de los mayas en
la vigencia de un Estado de derecho bajo una ley uniforme; en Jo so- pueblos indios. Recordemos as sul imerosas revueltas étnicas
cial, Ja homogeneidad de todos los ciudadanos frente al Estado; en , el l aquis en el Norte y as m . 1 l
lo político; la democracia representativa; en lo económico, el desa- Yucatan, e os1 y. 1 Pero son tam b", 1en las resistencias oca es a
que asuelan e srg o x1x. . .. , del Estado sobre las comu-
los rasgos mas o VIO~ ,
rrollo capitalista. Su ideal es el ele una patria unida de ciudadanos , b · de la rrnposrcron
iguales ante la ley. . . . el ago de impuestos, la eva.
nidades: la privatizacion de lae~1~~~:'c10 hgurado en la mente de los
1
La sociedad real choc~b_a c~n
El federalismo es una variante de ese proyecto. La federación que
. ondía a las necesidades y corn-
se instaura no con-esponde a Ja diversidad rea] de los pueblos que in- liberales porque ese proyeCLo no re~p
portamientos de gran parte del pa1s.
DE CULTUHAS
DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLUl\AL 45

L.Os conflictos que desgarran la nación ind d'


·· . . epen iente en el · régimen de Díaz logró durante varios años la paz y un desarrollo re-
xrx tienen causas vanadas, pero un punto d . SI-
· e vista para com lativo gracias a un compromiso: la adecuación del proyecto liberal
es 1a enorme separación del país h. , . . . -
pór comunidades y pueblos diversos y
1
dI~tonco, constitmdo al equilibrio de los diversos intereses de múltiples grupos cultura-
mogéneo. En el proyecto liberal 1 ' el mo e o de un Estado ho- les y sociales que componían el país real [Guerra].
'tu . , ' a vo untad se anti · b En la revolución de 1910 surge de nuevo el enfrentamiento en-
s1 acwn para crear en ella una nuev: ., . opa a a la
lítico. Bustamente y otros de ª na~i?n, a partir del poder po- tre dos ideas de nación. Madero invoca, frente a Díaz, la Constitu-
su generac10n ya ,
nuevo Estado-nación un «salto 1' . ve1an en el paso al ción liberal; con Carranza y Obregón acaba triunfando de nuevo el
La nueva nación se concibe co 1~~ I~~oso» [véase Villoro 3, cap. 5] proyecto modernizador. Es cierto que, desde 1913, al lado de la co-
de sus asociaciones concreta nys Itm a por ciudadanos desligado; rriente constitucionalista aparece una corriente distinta, agrarista y
s. eso es una il · ,
ca1ante h a analizado ese fien , . < us10n. Fernando Es- popular, de la que hablaré en seguida. La revolución triunfante se vio
d, o meno El orden 1' · ·
po Ia arraigarse en la sociedad . . po Itlco nnaginado no obligada a incorporar en su proyecto de Estado ideas flmdamenta-
exJStente y, por lo tanto, do minar
· les de esa tendencia, como el ejido, la propiedad comunal y, en su
1a:
~l proyecto explícito de toda la clase ,. . corriente indigenista, el respeto por las culturas indias. Sin embar-
ciudadanos, de dar legitimid d fi P?ht1ca decimonónica de crear go, conservó, en lo esencial, la concepción del Estado-nación como
mocrático y liberal estaba a b~ e icacia a un Estado de derecho cle- una unidad homogénea. Perduró incluso en la corriente indigenis-
d e en a Ierta d" .
e mantener el control pol 't" d 1 c~ntra Icción con la necesidad
I I

ta. Manuel Camio fue el que mejor sintetizó ese proyecto. La so-
ral cívica, el Estado que im I :cob e terntorio. Sin el apoyo de la mo-
. agma an era una · · ciedad mexicana, pensaba, está escindida entre culturas y formas de
mecarnsmos informales 1" . l" quunera; sm el uso de los
d e -C lente lStas p t -· · 1 vida distintas. La patria, en cambio, es algo que hay que constmir,
po er político era imposible [E· 1 ' a mnorna es, corruptos- el
· sea ante, p. 53 J que «forjar» (F01jando patria se llama su libro principal). El fin de la
política posrevolucionaria es justamente el de crear una patria in-
El ordenamiento del Estado
les ni a su moralidad social n~ c~rresponde a las formas de vida rea- tegrada en una unidad, sobre el modelo de una nación que se quiere
. eiect1va. «moderna». ¿No es éste aún el proyecto que, matiz más, matiz Iñe-
Dicho muy b - nos, subsiste actualmente?
levemente, se trata de fu d · l . En oposición a ese proyecto, la corriente localista y popular,
era el problema político de M , . n a1 .ª autondad del Estado. Ese
por tanto, formas de autor"d ;creo en el siglo xix: existía un orden y, ahogada en el siglo xix, vuelve a surgir en la Revolución, en su línea
den, esa estructura moral n 1 a ~econocidas y eficientes; pero ese or~ agraria: la de Villa y Zapata. No era compatible con la tendencia
. o se1171a para ·
e mdividualista como el , arraigar un Estado republicano restauradora del Estado liberal, de Madero y Carranza. A la inver-
un Estado monárquico d~uhe supornan las constituciones. Tampoco sa de ésta, sus intereses eran más concretos, estaban ligados a con-
[Ee.sea1ante, p. 19 2 ] ' Ic o sea de paso, pero ese, es otro problema.
textos locales, a las tierras, a las comunidades, a los municipios. No
tenían un proyecto claro del Estado-nación y fueron incapaces de
La idea de la'nación «moderna» er oponer al carrancismo una alternativa de gobierno nacional. Su
los liberales. Sólo logró fi . . a una ª?stracción en la mente de preocupación era la tierra y, por ello, sus e,'!:igencias eran las autono-
. d d ormar con la feh .,
«cm a anos imaginarios» ' z expres10n de Escalante, mías locales, no el gobierno nacional. «Las exigencias locales -se-
Esa inadecuación expli~aría ta b. , . ñala Arnaldo Córdova- se combinan nacionalmente con el único
bierno de Porfirio Díaz S , 1 .m ien el mtento posterior del go- tipo de gobierno que no sólo podía convivir con ellas, sino, ade-
. egun a mterpretación de Xavier Guerra, el más, promoverlas y garantizarlas; un gobierno que se debiera a las
p LU RALI DAD DE CULTURAS
DEL ESTADO llOMOCIÍNEO AL ESTADO PLURAL 47

autonomías locales y que sólo con base en ellas pudiera subsistir» indígena, la misma que, en su momento, arras:~ó a Hida!go y a M~-
fCórdova, p. 174).
re los, a Zapata y a Villa. Es ante todo la rebehon
. . de Chiapas. ,Pero
d
Si su idea de nación no coincide con el Estado homogeneizan-
te, tampoco ,coi~1cide con su. individualismo. En la base de su pro-
no es sólo ella. Es también el cobro ?e conciencia de la mayona ,e
los pueblos indígenas, que se orgamzan y reclama.n su auton~mia
yecto no estan cmdadanos aislados, sino estructuras comunitarias· y el respeto a sus derech~s. ~ero ahora, notémoslo bien, es~ :~mente
los pueblos indios y mestizos en el Sm~ las colonias agrarias militare~ se presenta con caractensticas nuevas: no busca la sub:e1s10:~ de la
en el N?1i~. ~os valores fundamentales que reivindican no son la li- democracia, sino su realización plena; no pretende la d1soluoon del
. 1 mdividual
be1iad . . . l frente al Estado ni la igualdad formal ante Ja 1ey, Estado, sino su transformación; no está contra la «m?~~rnidad», s~­
~mo a JUst~~ia y a :olaboración fraterna. Todo esto apunta a una no contra su injusticia. Por primera vez, se abre la pos1b1hdad de tm1-
i?ea de na~10n, sentida más que formulada, pero, en todo caso, dis- ficar las dos corrientes que recorrieron la historia de México en una
tmta ~ la liberal. Con referencia al zapatismo, ya había apuntado ·
Octav10 Paz: nueva concepción del Estado y de la nación.
No podemos volver atrás. Los siglos x1x y xx, a través de muchos
El mo:imie~1to zapatista ~i:nde a rectificar la historia de México y sufrimientos, lograron construir una nueva identidad nacional: la
~l sent.1do mismo de la nac10n, que ya no será el proyecto histórico del nación mestiza. Se forjó una unidad real nueva, que permitió
hbe.rah~1:io f···]. Al hacer del calpulli el elemento básico de nuestra or- la modernización relativa del país. Sería suicida querer la disgre-
g~1:1zaoon eco1:~1:iica y social, el zapatismo no sólo rescataba la parte gación de esa nación. De lo que se trata es de aceptar u!~ª reali?ad:
val!?~ de la tracl1oon colonial, sino que afirmaba que toda construcción la multiplicidad de las diversas culturas, de cuya relac1on autono-
pohtICa ele veras fecunda debería partir ele la porción más antigua, es- ma nacería esa unidad. Frente al Estado-nación homogéneo se abre
table Yduradera ele nuestra nación: el pasado indígena. fPaz, p. 130] ahora la posibilidad de un Estado plural que se adecue a la realidad
social, constituida por una multiplicidad de etnias, culturas, co-
munidades.
Pero esa corri:n te revolucionaria -al igual que la de Hidalgo y de
Estamos en un momento decisivo en que las dos ideas de nación
More.los un sigl~ antes- fue derrotada. No prevaleció ese nuevo
que chocaron desde la independencia podrían encontrar una sín-
«sentido» ?e naCió~. Zapata y Villa se convirtieron en estatuas de tesis. Tenemos que disefiar un nuevo tipo de Estado que respete
bronce, mientras tnunfaba de nuevo la concepción liberal del E _
nuestra realidad y termine con el intento alocado de imponerle por
tado-nación. Pero las estatuas de cuando en cuando parecen an~­
la violencia un esquema pretendidamente racional. Tendría que ser
mars:. ¿No empezará a revivir actualmente esa idea otra de nación?
un Estado respetuoso de todas las diferencias. Sería un Estado en.que
S1 algo nos han revelado estos afios, es una crisis profunda del
ningún pueblo, ni siquiera el mayoritario, impondría a o~ros .s;11dea
mod.elo de Esta~o~nación. ~e nuestra tradición liberal. La política de nación. El Estado plural no renunciaría a la modermzaoon del
neohberal es la ultima vers10n del proyecto modernizador. Llevada
país, si por ella se entiende progreso hacia una sociedad más p~·ó~­
a s,u. extren~o, ha ~crecentado más que nunca la distancia entre el
pera y más democrática. Pero la modernidad deseada no cons1st1-
~ex:ico ~ccidentahzado. y el «México profundo». El proyecto liberal ría en la destrucción de las estructuras locales y su supeditación a las
respondia al reto de urnficar a Ja nación; en su versión actual con-
fuerzas ciegas de un mercado mundial, sino en la pariicipación a~ti­
duce, de hec!10, a aumentar la escisión entre estos dos Méxicos.
va de todas las entidades sociales en un proyecto común de camb10.
Pero el signo más importante de crisis es la manifestación nue-
El Estado se reduciría a coordinar, en este proceso, los proyectos
va de esa segunda corriente de que hablábamos, popular~ localista,
diferentes de las comunidades reales y a proponerles una orienta-
48 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS
DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLUltAL 49

ción común. La sede del poder real se acercar·i'a c d ,


·d ., a a vez mas a 1 pueden desestabilizar, en un instante, la economía de cualquier país.
comum ades autonomas que constituyen l · d d as
. a socie a real ·E¡ México sufrió en carne propia la acción de ese poder brut_al. Ante el
a d e Ianto l1acia un Estado plural es así u , 1 . _ ·
cracia. ra d'ica1. , ' na v1a
· 1acia una de1n o. desastre económico de 1995, se accedió a aceptar un préstamo que
coloca al país en una situación en que ha perdido gran parte de
autonomía en sus principales decisiones económicas. Como es co-
LA CRISIS DEL ESTADO-NACIÓN nocido, el préstamo ascendió a 50 mil millones de dólares. Esa
enorme suma no tenía paralelo en los préstamos internacionales; sin
Regresemos ahora al , b · . embargo, es insignificante frente a las que maneja el capital inter-
la idea moderna del E~~:d rt~ m~1;d1a1. ¿hundan los signos de que nacional movible. ¿En cuánto se calcula el monto de ese capital? En
nes del siglo xx resulta de~a ~acion esta ~ctualmente en crisis. A fi- un billón doscientos mil millones de dólares (es decir, un uno y un
problemas planetarios y d sra.dod pequeno para hacer frente a los dos seguidos por 11 ceros). ¡Los capitales movibles, que pasan de
. emasra o grande pa . l ·
vmdicaciones internas. ra so ucionar las rei- una a otra parte del globo, sin ningún control por las naciones, son

:::
Las últimas décad 1 · ·d 24 veces el equivalente del préstamo que logró poner a flote la eco-
~= ~~~~o~es ~ntre ~dss ~:~i-~~~:~~ l~ ;~~~~i::~!~~~
mcacrones, e la crencra y la t 1 , .
~~::s:~~:~~an' nomía de una nación!
Estamos ante un nuevo poder mundial del que depende la suer- ,.
medida de las d · · ,. ecno ogra e mduso, en gran te de una gran paite del mundo. Un poder sin fronteras, sin contrato "
, e ecis1ones po 1ltlcas Ante l . d d ,
conciernen a todo el 1 ·. os gran es esaf10s que social, sin leyes ni sanciones. Es lo que constataba Boutros Bou-
P aneta, 1as nac10nes n d · .
acciones aisladas, tienen que t . o pue en restnng1rse a tros-Ghali, secretario general de las Naciones Unidas, antes de aban-
cisiones com a . ornar en cuenta, en mayor grado, de- donar su cargo: «La realidad del poder mundial escapa en gran
bre y equitati;o r1d1debas. -~ara qLlie ese concierto de voluntades fuera li- medida a los Estados. La globalización implica la emergencia de
' eria resu tarde la de · ·, b
nacionales en una situación de i ualdad cis1~n so er~na de Estados nuevos poderes que trascienden las estructuras estatales.» Esta si-
cias actuales de la glob ¡- ., g · Por desgracra, las tenden- tuación redunda en consecuencias dramáticas para los Estados
resultado de la libre de~i:~~~~n ~punt~n en º1:º sentido. No son el nacionales: no pueden cumplir cabalmente con su función regula-
sobre ellas de nuevos poderes r:~~~~~~~nes, smo de la imposición dora de las inversiones de capital. La economía interna se escapa par-
Desde los últimos decenio 1 rr . ,
ses ha dado lugar· al d
d
. . ds, a rs10n e empresas de varios paí-
cialmente de sus manos:
ommw e gran parte d l , En el plano económico -comenta Hobsbawn- hasta los Estados mu-
por firmas transnacionales q1 l e a economra mundial
Las empresas inter . le escapan a control de un solo Estado. d10 más poderosos dependen de una economía mundial sobre la que
de 123 a 365 las ~bema~entales aumentaron, de 1951 a 1984, no pueden ejercer control alguno y que determina sus asuntos inter-
mo lapso [I-Io~sbawn,g~1.b~~1~J.mentales se sextuplicaron en el mis- nos. Una «economía nacional» letona o vasca, una economía que sea
independiente de una entidad más amplia, es un concepto tan des-
Hay un nuevo culto: el del mer d .
pital sin patria, que no estás . t ~a f'
y en es~ cu~to oficia un ca-
a todos impone sus ro . l:Je o a as eyes de nmgun Estado y que
provisto de sentido como el de una economía parisina independien-
te de la francesa. [Hobsbawn, p. 189]
das . , p p1as reglas. Las bolsas de valores están 1i a
un p~~~~e: ~~~~ ~~; ~~~~uncio~1an tran~firiendo en un momento,~~
1 1 Junto a este enorme poder están otros, que dan a la globalización
un signo perverso: los grandes grupos de comunicaciones e infor-
' eno1mes capitales. Esos desplazamientos
mática, que empiezan a controlar las comunicaciones mundiales. Se-
' '

ESTADO PLURAL, PLUl\ALIDAD DE CULTURAS


DEL ESTADO HOMOGÜNEO AL ESTADO PLUI\AL 51

gún una encuesta reciente, Bill Cates, patrón del Microsoft, es el Y, en otro lugar, citando al presidente de la rnM: «~~ralas finalidades .
«hombre más influyente del mundo», por encima de cualquier jefe resariales las fronteras que separan una nacion de .otra son tan
de Estado. 2 Otros poderes mun:diales: las cadenas internacionales de ernp el ·
reales como el ecuador. Consisten meramente en emarcacion~s
televisión, que dominan la comunicación por satélite, y los centros
de innovación tecnológica, concentrados en unos cuantos países de- co nvenientes de entidades étnicas, lingüísticas y culturales» [Ianm,
.,
sarrollados. p. 24 y 135]. ¿Cabe una descripción mejor de la nueva separacion
entre Esta do y nac1on.
p ., ?
Todos ellos constituyen el nuevo poder mundial. Un conjunto
Si por la globalización, los Estados nacionales v:n. su~ po?eres
reducido de empresas transnacionales, industriales y financieras, sus
considerablemente reducidos, la renovación de las re1vmd1:ac1ones
directivos y técnicos, ligados a los países más desairnllados, deciden
de las nacionalidades y etnias que lo componen pone en ,iaque su
la suerte ele la mayoría ele las naciones. Son los nuevos amos en una
capacidad para mantener un orde1: homo?é~1eo en la sooedad. Al
estructura de dominación hasta ahora inédita.
mismo tiempo que el mundo se umfica, as1st1mos al despertar ele la
Este poder mundial mantiene una situación de desigualdad en conciencia de identidad renovada de los pueblos reales que cons-
el planeta. Un conjunto pequeño de países industrializados domi-
tituyen los Estados-nación y que vivían bajo el dis~raz de una
nan el capital, las comunicaciones y la tecnología. Veinte por cien-
uniformidad inventada. Al debilitarse los Estados nacionales, los
to de la población mundial, correspondiente a esos países, posee
individuos buscan revivir sus vínculos personales en comunidades
8_7% de los recursos mundiales; el 13% restante se repai1e entre na-
cercanas, capaces de ser vividas y no sólo pensadas, que puedan dar
c10nes que cuentan con 80% de la población mundial. En ellas, la
un nuevo sentido a sus vidas. La nostalgia del individuo por una
pobreza extrema aumenta. Según cálculos del Banco Mundial, serán
comunidad perdida no se satisface en el Estado nacional, anhela for-
15 mil millones los individuos en esa situación en el año 2000 [Ru-
bert de Ventós, p. 117). mas de pertenencia a las que pueda integrarse su vida. .,
Asistimos al desmembramiento ele países y a la formacion de
Lo importante es que el papel del Estado ya no puede ser el mis-
naciones nuevas, pequeñas en unos casos -como en el este de Eu-
mo que antes. Octavio Ianni ha puesto en claro este punto:
ropa-; a la construcción de un federalismo que otorga ~ra1:des po-
deres a las regiones -como en Alemania-; al establec1m1ento de
Los Estados están siendo internacionalizados en sus estructuras inter-
nas Yen sus funciones. En la mayor parte de este siglo, el papel de los
territorios autónomos -como en España-, o bien a la reivindica-
Estados era concebido como el de un aparato protector de las econo- ción de autonomías dentro de un Estado plural, como es el caso de
mías nacionales, frente a las fuerzas externas perturbadoras, de modo los pueblos indígenas de América, desde Canadá hasta Bo~ivi~. Las
de garantizar adecuados niveles de inversión y de bienestar nacionales. reivindicaciones étnicas y los problemas que provocan no s1gmfican
La prioridad del Estado era el bienestar. En las últimas décadas la prio- necesariamente un regreso a situaciones premodernas; pueden ver-
ridad se modificó, en el sentido de adaptar las economías nacionales se también como anuncios de una nueva forma de Estado posterior
a las exigencias de la economía mundial. El Estado se está volviendo una a la modernidad, vuelta posible por el debilitamiento de los Esta-
correa de transmisión de la economía mundial a la economía nacional. dos nacionales.
Así, tanto más allá de sus fronteras como en su interior-, el Esta-
do soberano y homogéneo empieza a estar en entredicho. Tal vez
2 dentro de un par de siglos, un historiador lo verá como una forma
La encuesta fue publicada en Le Nouvel Observateur, París, 5 ele enero histórica superada; quizá prevalecerá entonces una nueva estructu-
de 1993.
ra política: un gobierno mundial, con facultades restringidas, que se
DE -CULTURAS
DEL ESTADO HOMOGÜNEO AL ESTADO l'LUllAL 53

las decisiones de una multiplicidad de nacionalida-


en confederaciones regionales. Pero ésa no es aún la EL ESTADO PLURAL
LLl<''--".JLLo Por muchos años no habrá todavía un poder político que

al Estado-nación. Su desaparición actual dejaría un va- La soberanía compartida


cío que sólo el desorden podría cubrir. He subrayado la necesidad de mantener la soberanía del Estado na-
. En ~fecto, el orden interna~ional no está dominado por una cional para defenderse contra el poder anónimo de las fuerzas eco-
msta:icia de poder que respo~1d1era a la voluntad de todos los paí- nómicas transnacionales y la dominación de los Estados hegemó-
ses, smo por un gr~1po reducido ele empresas y capitales financie- nicos. Pero esa soberanía ya no puede ser equivalente a exclusión y
ros"! por sus conex10nes en los países industrializados. Los Estados aislamiento, debe ser compatible con la interdependencia. No po-
nac10nal~s _son los únicos que están en posición de limitar ese poder demos volver a encenarnos en un nacionalismo que se querría auto-
Y recup.e~arlo p~ra sus pueblos. La supresión de su soberanía no . suficiente. No podemos recogernos en nosotros mismos y reivindicar
conducm~, ~l d~a de hoy, a un orden internacional equitativo, sino un aislacionismo que, so pretexto de protegernos, nos haría aún más
al predomm10 sm control de un capital sin fronteras y al manteni- vulnerables. La situación actual nos plantea un reto: reemplazar la
miento de l~ l:egemonía de unas cuantas naciones favorecidas por desintegración del mundo en un conjunto de naciones soberanas
ese predom11110. con intereses excluyentes, en un concierto internacional equitativo.
. Por otra parte, mientras las reivindicaciones de los pueblos inte- Y para ello es necesario admitir que cada nación debe compartir con
nores al. E.s!ado no se encuadren en una nueva estmctura política, la otras, parcialmente, ciertos atributos soberanos.
desapanc10.n del. Estado-nación no podría sino dar lugar al caos y Hoy rige una paradoja: para defendernos de la imposición del
~ 1~ lucha mtestma. El Estado nacional cumple aún una función ñuevo poder mundial no basta con nuestra soberanía ilimitada, ne-
md1spensable: en el exterior, la defensa de los intereses de las nacio- cesitarnos de la unión de naciones en organizaciones capaces de em-
~i
I~
nes que lo componen; en el interior, el mantenimiento de la paz y
del orden.
prender acciones comunes. Es menester que cada Estado reivindique
su derecho a controlar su propia política económica y el manejo_de
(Jf
m . , La solución a la crisis no es, pues, la desaparición del Estado-na- sus recursos, su derecho a establecer regulaciones sobre las inver-
Wr' ;¡¡ oon., El regreso al pasado no es un camino transitable. La solución siones peregrinas de capital, su obligación de proteger su propio
/!ir'ji
'/11:¡1 estana en ~~ reforma del Estado moderno. Sólo con un cambio en aparato productivo frente a la competencia desigual de las grandes
1~ concepc1on del Estado, podrá éste hacer frente a los nuevos retos·
i!/'ij(
¡.1·11 empresas transnacionales. Pero eso no se logrará si no puede, en con-
!~¡¡ ¡,,
solo entonces podrá cumplir con la función que aún le correspon~
1
i '.1 cierto con otras naciones, establecer reglas en el nuevo mercado
'¡;;
i.'11 de, antes de desaparecer. mundiaL sujetas a decisiones políticas de varios países. Para ello son
' 'i,:
/ i¡
1 I¡ _ No soy :=apaz de trazar con detalle la figura del nuevo Estado que menester acciones concertadas en un espacio internacional: resta-
1 ![
lli reemplaz~na a un Estado homogéneo en crisis. Ésta se irá dibujan- blecimiento de controles supranacionales sobre los flujos de capital,
i/
11
::
d~ .paula~mamente en la medida en que se vaya formando. Sólo me eliminación de los paraísos bancarios no sujetos al fisco, estableci-
!!
¡)
ame~~are a proponer algunas de las ideas que orientarían su cons- miento de impuestos sobre los movimientos de dinero; en suma:
1 t1ucoon. controles políticos internacionales sobre las transferencias de capi-
111
tales. Y eso implica soberanía compaitida.
fj1
La globalización impone también otras necesidades a los Esta-
'11
u
1¡¡
dos. En primer lugai~ la competencia en el mercado mundial empuja
a todos los países a ligar su economía a sistemas económicos re-

11
.,
DE CULTll!lAS
DEL ESTADO llOMOGÜNEO AL ESTADO PLU!li\L 55

gionales. Es lo que está sucediendo en Europa, en América del Nor- ente, pues debido al hiato económico entre los países, la comuni-
te y en Sudamérica, en el Oeste Asiático. La integración económica :d científica internacional tiene su sede principal en las naciones
en regiones supranacionales tiene repercusiones inevitables en el desarrolladas. El acceso a una ciencia unificada, en igualdad de con-
poder_ ~e decisión política de los Estados. Las exigencias de la in- diciones, porlos países del Tercer Mundo, es un reto para el ~Jturo.
tegrac10n a comp~ejos económicos regionales y la necesidad de Por último, un problema acucioso en los últimos decemos ha
I~~ntener el mane10 de la propia economía no son fáciles de con- sido asegurar la paz mundial. Las medidas, a menudo vacilantes y
ciliar: No es_ deseable perder poderes de decisión, pero tampoco obs- parciales, de las Naciones Unidas para hacer _fren:e a conflicto_s lo-
taculizar la mtegración en comunidades económicas más eficientes. cales han servido, al menos, para cobrar conoenoa de la necesidad
El problen~a es encontrar el equilibrio entre ambas necesidades, a urgente de un poder supranacional que obligue. a transforn:ar_lo_s en-
~1o:lo de, si~ perder la capacidad de autodeterminación, establecer frentamientos armados en compromisos negooaclos. El prmop10 ele
l~mltes, preosos en que pueden compartirse decisiones para benefi- «no intervención» en un Estado pretendiclamente soberano empie-
c10 reciproco.
za a ser un tema ele discusión, ante la necesidad imperiosa de defen-
Pero hay otros puntos. La globalización nos ha hecho sensibles a der a un pueblo víctima ele genocidio, en unos casos; de violación
los grandes problemas planetarios que los Estados nacionales no es- sistemática de los derechos humanos, en otros. Aún están en la men-
tán ~n posibili?ad de resolver. Ante todo, el peligro ele la extinción de te de todos los conflictos sangrientos entre serbios y bosnios o entre
la vida en la Tierra: la contaminación ele la biosfera; la destrucción utus y tutsis, que llevaron a gran pa11e de la opinión pública mun-
d~ la capa protectora de ozono; el «efecto invernadero»; el creci- dial a reclamar una intervención del exterior. Si el Estado nacional
1:-iient~ demográfico a niveles que pronto harán imposible su sub- s-e originó en la necesidad de eliminar la lucha violenta entre los in-
~1stenc_1a; el ª?ºt~miento de los recursos naturales, que mañana dividuos ele una sociedad, la amenaza permanente de aniquilación
~m~:d1ra el trans1t? d~ muchos países a la era industrial; la e.'Xplo- bélica entre sociedades, ¿no podría conducir, a la postre, a algún po-
raoon de !os espaoos mterplanetarios, posible lugar de exilio para der político mundial? _
la humamdad; para no mencionar otros problemas más inmedia- Hemos sido testigos de la incapacidad del concierto de las na-
tos, como la proliferación incontrolada de armamentos nucleares ciones para llegar a decisiones definitivas sobre todos esos problemas
el genocidio organizado o el agravamiento ele la marginalización d~ y poner en obra acciones concertadas. Cada vez es más apremiante
la mitad ele los habitantes del planeta.
la aceptación por las naciones soberanas de un poder político mun-
El desarrollo actual de la ciencia exige también una estrecha dial con facultades coercitivas restringidas a asuntos específicos de
cooperación mundial. Antes que cualquier otro campo de la cultu- interés general, encargado de tomar decisiones y emprender accio-
ra,_ el saber científico reposa en una comunidad internacional de nes en asuntos urgentes que afectan a todos. Sin embargo, es dema-
SUJetos ele conocimiento que se comunican en un espacio intelec- siado pronto para hablar de un gobierno planetario. En la situación
tual. Todos comprenden los mismos problemas, tienen una for- actual sólo sería el disfraz del poder de una sola superpotencia. Pe-
ma:ión ~emejante, se expresan en la misma lengua, más allá de las ro, en muchos círculos internacionales, se menciona ya la posibili-
~aoonahclades a que pertenecen. En un centro ele investigación cien- dad de propiciar una «gobernabilidacl mundial»; es decir, la creación
t1fica, un profes~r alemán o japonés, un becario argentino o indio de instancias internacionales, con facultades resolutivas y poderes
comparten la misma cultura sin límites de fronteras. Esta «mtm- coactivos en áreas bien delimitadas, designadas por todas las na-
dialización» de la ciencia ha sido uno de los factores de su enorme ciones. Pronto se presentará esa exigencia como un tema de vida o
progreso en este siglo. Sin embargo, tiene aún que cumplirse cabal- mue1ie para toda la Tiena. El reto no consiste en la supresión total
PLUllALfDAD DE c'uLTURAS DEL ESTADO HOMOGÉNEO AL ESTADO PLURAL 57

soberanía de los Estados, sino en su disposición a ceder algu- histórico y una relación con un territorio), o bien, las etnias que ten-
nas facultades soberanas en campos específicos.
gan su propia identidad CL~ltural,.au,n~ue ~ar~zc.an del~ vo~;mtad Y
El Estado múltiple el proyecto de ser una entidad h1stonca drsti:iti_va. «M~nona:». po-
dríamos llamar, en cambio, a cualquier grupo etmco, racral, rehgros?
Si el Estado-nación vería limitada su soberanía hacia el exterior
0 lingüístico, que sea minoritario en su país y no pretend~ const~­
también sus poderes de imponer un solo sistema político y jurídi~ tuirse en una entidad nacional. Según el derecho mternacror~al vi-
co en el interior.
gente, los pueblos tendrían derecho a un estat;1~0 de autonom~a, no
. Muchos ~st.ados ;1~cionales comprenden etnias, culturas y re- sí las minorías. Por eso, de los proyectos poht1cos de una etma de-
giones muy drntmtas. flempo es de reconocer la diversidad y adecuar ape nde reivindicar el carácter de «pueblo» o de «minoría». Mientras
las divisiones geopolíticas a esa realidad. Pero la pluralidad real de . . .
ue los representantes del Estado-nación homogenerzante ms1sten
un país puede ser de varios tipos. La clasificación más general seríá ¡n retener el término «minoría» para todo problema étnico, los gru-
¡ 1/i1
ilil
la propuesta .~or.Will Kymlicka, entre «Estados multinacionales» y pos que luchan po~ su aut?n?mía rei_:~ndica,n st~ carácter de «pue-
l¡ ifN «E~tados poh~:mcos». En Jos primeros, la diversidad «proviene de
1

blos». ¿Controversia semantica? Polrt1ca mas bren. Porque hasta


ll"'11
i¡!!!
la mcorporac10n en un Estado de culturas concentradas en un te- hora los convenios de las Naciones Unidas conceden el «derecho
1I/!/ rritori~, q~e tu~i,er~n a.n~es un gobierno propio»; en los segundos, ~e los pueblos a la autodeterminación» y lo nieg~n a las «minorías». 3
l!l11.! «de la mrmgracron mdrvrdua] y familiar». Algunos países tendrían
1 En efecto, podemos considerar que la pe1ienenoa a una cultura, con
ambas formas de Estado múltiple; es el caso de Estados Unidos
una identidad y un proyecto propios, es decir, a un «pu~blo», es u?
«multinacional» por haber incorporado antiguas nacionalidades, co~
1rl'1/11 -requisito para que las personas que habitan un tern~ono .determi-
molos pueblos indios o Puerto Rico, y «poliétnico», por resultar de nado puedan elegir un plan de vida y desarrollar una identidad ~er­
Ll;'¡1¡11¡·11'¡
'.Ja1l;itj' 1! la mezcla de inmigrantes de muchos países [Kymlicka, p. 6]. Rodolfo sonal, mientras que es dudoso que ese mismo argumento pudiera
'.·¡11
¡fl·.¡¡i,
•.••.1··•.
Stavenhagen ofrece una categorización más compleja: Estados-nación
1.,z aplicarse a la pertenencia a una «minoría», sea étnica, religiosa,
con un~ nación dominante y otras subordinadas (España, Inglate-
l·i·.·!1.1/
"I ') /¡:¡"
H'I ''I
ih:
sexual o lingüística. ,.
~a, Ja~on), o herederas de una multiplicidad cultural propia de un
.
!11'.!f¡¡¡
!.:/::/ !//'1 En suma, la relación, en un Estado plural, entre el poder poht1-
1:1.u.:rl/ rmpeno precedente (China, antigua Lmss); Estados derivados de an- co y los grupos diversos que componen la sociedad será diferente si
!"'.!.!/¡'' '11¡1 ti?11os irr:perios que guardan minorías en su seno (Turquía, Ruma-
se trata de pueblos o de minorías. En el primer caso, el Estado de-
ma ); º,bien, ,Es~ados con un mosaico de etnias (India, Pakistán, la
;rr r,;,1
:/Ll
!11,1
il/i!:! jaría de identificarse con una nación. Los pueblos podrían ejercer su
111 H mayona del Afnca negra); Estados producto de inmigi·aciones de di- derecho de autodeterminación escindiéndose del Estado que los do-
ferentes nacionalidades (Estados Unidos, Argentina, Australia); Es-
·¡l'I 1111 minaba, o bien, reclamando autonomía sin dejar de pertenecer a un
¡-1 il1 tados en que los descendientes de colonizadores forman la nación
¡ il) Estado plural. Esta última ha sido la opción en muchos casos, como
i il)il
1

dominante sobre restos de otras culturas (Indoamérica, Australia, en Gran Bretaña, España y Canadá; ésta es también la elección de los
i 1li!i Nueva ZE;Janda) [Stavenhagen, pp. 31-40].
1 i//i! pueblos indígenas de América.
i.i/ .·'I
il .·111 Pero a nosotros nos preocupa ahora la relación de un Estado
u¡:/ ~ni~~rio con.una diversidad social. Desde ese punto de vista, Ja dis-
!il!!!/'/ t1:1c:on pertmente sería la de Estados constituidos por pueblos
Ul11
¡;/¡¡
d1stmto~ o por minorías. «Pueblos» pueden ser, dijimos, las nacio-
3 Para una discusión más detenida de los convenios de la ONU sobre este pun-
li/1 nes (sociedades con una cultura e identidad propias, un proyecto to, véase Stavenhagen, cap. 5.
)1/
t'/i
! ~¡ !
!/
;i,·i
i
'/¡i
_-;:.,!
58 ESTADO PLÜRAL, PLURl\L!Dl\D DE CllL'f'lJRl\S
DEL ESTADO l·IOMOGilNEO l\L ESTADO l'LURl\L 59

La concesión de autonomías iría en el sentido de otorgai· el má-


ximo poder de decisión, compatible con la unidad del país, a los · .' puestos el e tra . b a¡o. 0 de responsabilidad social.. (Es
d.
esa mmona en . . . en al mos países como me 10
distintos pueblos que lo compoJien. Cada uno tendría el derecho a · la «acción afirmativa» mtrodud~1da_ya_ 1ac·10~11) Esta medida sería pro-
determinar todo lo referente a sus formas de vida, a su cultura, a sus . · · ·l fi ctos de la iscnmn · .
de. ional
d1smmun os e e .
y sólo podría tener v1genCia par . ·a eliminar las ineqmdades
costumbres, al uso de su territorio. Estatutos de autonomía, nego-
vis , · alelad real. ·
ciados con el poder central o, en el caso de Estados federales, con el y acercarse as1 ~ l:na rgu 1 derecho a la diferencia de pueblos y m1-
poder ele cada estado, establecerían el alcance de sus competencias. El reconoCimrento de elemento el e un 1novimiento más general
El Estado pasaría entonces ele ser una unidad homogénea a una aso- ,
norías no es mas qu_e, un acios sociales en que todos los grupos
ciación plural, en la que las distintas comunidades culturales reales que favorece la creaCion de ~sp e . el vi"da en el interior del es-
pa11iciparían en el poder. El ordenamiento político dejaría de ser ex- . el el elegir sus iormas e <'
y comurnda
· · .· esdel
pue an Esto lo h a vis
Estado. . to el movimiento, zapatista
. ·de
presión ele una dominación, para convertirse en un pacto libre. En paCio umtano ... d. "ón de autonomia para 1os m-
efecto, la Constitución de un Estado no puede expresar un convenio México al proclamar que su re1v~n icaCilos ueblos a los sindicatos,
asumido libremente por todos si no respeta las decisiones autóno- dígenas «puede igualmente aplicarse a ·npos a lo; gobiernos de los
mas de todos los pueblos que lo componen. a los grupos soCia · 1 los grupos campes1 ,
es, ª b s dentro de la Fe-
estados, que so,n n01;nma ;~1~~ ;lural es una forma de la lucha por
Un estatuto de autonomía no es practicable en el caso de las po- . 1 t l"bres y so erano ·
blaciones de inmigrantes (o ele antiguos esclavos) en Estados poliét- deración». La ~ra ha~~a.un . s ~n todos los ámbitos sociales. .
nicos, ni tampoco respecto de minorías étnicas que no ocupen un una democraCia pardt1CidP~¡1v~, 1 del poder hacia la base de la soCie-
territorio delimitado y estén mezcladas con otras poblaciones. Los ,1 · ·en to e I1L1s101 . .,
E mov1m1 . el las instituCiones demoCia-
individuos de esos grupos se encuentran demasiado dispersos y no . dad puede aprovechar_ las1~::~-u~~1~~cl~as naciones, el federalismo
suelen conservar un proyecto unitario; a menudo su deseo no es ticas de los E~tados ex1~te La descentralización de recursos y pa-
guardar su identidad, sino integrarse en la mayoría. El Estado tiene va en un s_ent~do s_e;ne¡ante. trol de la burocracia federal, acerca las
que garantizarles, sin embargo, los mismos derechos que a los
miembros de esa mayoría. deres, la d1smmu~1on
decisiones colectivas adel loscolugares
n . el o nde puede ejercerse una parti-

Un Estado plural supone tanto el derecho a la igualdad como el cipación real del pueblo. . fi el . corresponde necesariamente
derecho a la diferencia. Igualdad no es uniformidad; igualdad es la 1 0
Sin embargo, la estructura e leraln l ser· en efecto resultado
con la que ten na .u~
capacidad de todos los individuos y grupos de elegir y realizar su el _, Estado p ura ; sue e ' '
. ue no reflejan la división en pueblos
plan ele vida, conforme a sus propios valores, por diferentes que és- de particiones admmrstratlvas lq el A '1·ca o de África reproduce
distintos. En os par~es
tos sean. En lugar ele buscar la homogeneidad, respetar por igual las 1 , federa es e mer .
b. . nde a intereses políticos Cir-
diferencias. Un Estado plural impediría, por lo tanto, cualquier su- las divisiones colomales, ? 11enL~.esJ:. no pretenden coincidir con
peditación o discriminación de un grupo social a otro. Tendría que cunstanciales; en Alemarn~l os . a~~ . r 1ales (salvo, tal vez, en el ca-
asegurar la equidad a toda minoría étnica, pero también religiosa, la multiplicidad de los pue ostra IbCilOI burocrático.
so de Bav1era , s~n. .
racial o ele preferencia sexual. Porque no entendería «igualdad» co- · ) · 0 resolver un pro ema .
.el des las instituciones políticas
mo uniformidad en un solo patrón, sino como trato semejante a to- Son los murnc1p1os y las co~um ad ocr·acr· a participativa. En
do lo diferente. Eso es equidad. Cuando es patente la discriminación _, · . me¡or una em < · •
en las que podna e¡ercerse , .· tr·e ellos- el territono don-
de una minoría, habría que invertirla por la relación en sentido , 1 de Indoamenca en '
muchos paises-. o_s . , _, nes está en las comunidades.
opuesto: establecer cuotas que den preferencia a los miembros de de subsisten las v1e¡a~ cultmas_ ª~~nge r asociación, municipios de
A partir de ellos podnan constrtunse, po
60 ESTADO PLURAG, PLURALIDAD DE CULTURAS
DEL ESTADO HOMOG(;NEO AL ESTADO PLURAL 61

!{~~ !< i . .· . .

k~2~¡~i~ihayoríaindígena, y luego regiones. Comunidades y municip · dad y de orden. Pero su medio no sería la imposición del programa
.'.\.lo.s espacios donde el pueblo real vive y trabaJ·a dond dIOs son de un gmpo, sino la transaccióú, el diálogo y la coordinación entre
· '· · · 'd . , e pue e par
t.tc1.par en una v1 a co 1ect1va. Una política realme t d , : - grupos con programas e intereses diferentes. El Estado sería, por un
, n e emocrat1ca
ten d na que propugnar por el acrecentamient0 d tiempo, indispensable para ofrecer un marco político en el que to-
der a los ámbitos locales. · e recursos Y de po- dos los pueblos y minorías puedan coexistir y comunicarse.
h El fi? de una democracia participativa sería el tránsito del Estad El peligro mayor de un Estado plural es, en efecto, el conflicto
om_ogeneo a una forma nueva de Estado res etuoso d . ? entre los grupos diferentes que lo componen. Al suprimir la violen-
fªd mterna. «Forjar la patria» no sería ya trat~r de Ínte;.:~ ~~v~s1- cia de la dominación de un sector de la sociedad sobre los demás; pue-
os componentes del país en el mismo mold . o os de abrirse la caja de Pandara: despertar la violencia entre los distintos
~~ª;;:~~~~ªsuperior, la riqueza de una mult~~~:~~~~~~~:~~i~~i~~. grupos por obtener la supremacía. El Estado multicultural enfrenta
una amenaza extrema: la resurrección de conflictos atávicos entre et-
Pero el Estado plural non .- d nias y nacionalidades. Es el «retorno de lo reprimido», como diría
la forma de Estado actual s1'n acdena le una repentina destrucción de
· . . ' 0 e un ento proceso de · fi . d Rubert de Ventós [pp. 90-91]. El Estado tendría, por lo tanto, una
mstituc10nes existentes La d . re onna e 1as misión principal: evitar el conflicto mediante la negociación y la co-
· d · emocrac1a participativa n
oe ad nueva que brotará de I . . o es una so- municación. No confundiría sus intereses con los de ningún grupo
regulativa destinada a servir deas r;una~ de la pr:~ente; es una idea
social, así fuera mayoritario; estaría por encima de todos ellos, de-
tribución del poder. En todo el ~1~i:~ara una ac:1?,n gradual de dis- jaría el oficio de dominador para asumir el de árbitro. Sólo si la co-
ción destinado a dis 1 . pd , o de trans1c10n, el Estado-na-
, o verse, ten ra que mantene d b , fi municación fracasara utilizaría su fuerza, para impedir la imposición
su poder en las fuerzas social . rse, e era mear de un grupo y para garantizar la equidad. Por supuesto que ésa es
mocracia participativa. es que tienen por fin acceder a una de-
una tarea que parece inalcanzable. En realidad, es una idea que sólo
se cumpliría parcialmente, pero que serviría de guía para orientar la
El nuevo proyecto política de un Estado en transición hacia un Estado plural.
El Estado de transició l · Un Estado plural no podría buscar la unidad en la adhesión co-
Se basa en Ja aceptac~~a~ia un E~~ado plural supone una tensión.
lectiva a valores que todos compartieran, porque se extendería so-
do-nación moderno ud e una ivers1d~d en Ja unidad. El Esta-
función: por su identih ?_mantener la umdad al ejercer una doble bre pueblos y minorías que pueden regirse por diferentes valores.
culo fuerte enti·e lo d:c~.oon co~ una sola nación estableció un vín- Estaría obligado, por lo tanto, a propiciar la unidad mediante un
der impuso ese vín0:101: I~~os grupos, por la centralización del po- proyecto común que trascienda los valores propios de cada grupo
funciones no pueden su~sirs~i:o~o:- Pe~o en el nuevo Estado esas dos
cultural. No puede presentarse como una comunidad histórica, cu-
ya identidad se hubiera fraguado desde siglos, sino como una aso-
para de su identificad , ª
e mJSma manera: el Estado se se-
ciación voluntaria nacida de una elección común. Pero el nuevo
p.oderes se,transfieren ;~~~~i~~~~~~~e~e7ci~ nacio nal única y los proyecto no conduciría ya a la imposición, sobre la realidad disím-
c1edad · Có e ª orna a 1a base ele Ja so-
¿No es·e~te p~~b~~ateenleqrueentol~1ces la ulnidad de un Estado plural? bola, ele un modelo homogéneo imaginado por un grupo; trataría
, a imenta e temo. t de expresar las necesidades diferenciadas del país real. El vínculo en-
mias como a la marcha ha . el . r, anto a 1as autono-
En el periodo d . . .º.~una emocraCia participativa? tre las diversas entidades que lo componen no sería una misma vi-
e uansIC1on oJ Estad 0 ·el , . sión de un pasado o de una vida colectiva, sino una decisión: la de
nes fundamentales Ant 1 el '."' . guar ana oeitas fundo-
. e o o, responder a la necesidad de seguri- cooperar en un destino común. La eliminación de la concepción del
.,
DE CULTURAS

de valores superiores, que en realidad co-


u.vu ...... ~u a las naciones, permite verlo como sujeto de una fun-

que rebasa la diversidad de valores: mantener la cooperación


entre todos los individuos y asociaciones que coexisten
mismo territorio. Los distintos grupos mantendrán un senti- SOBRE LA IDENTIDAD
solidaridad en un Estado plural, en la medida en que se res-
pete su identidad y se mantenga una situación tendiente a su trato DE LOS PUEBLOS
equitativo frente a otros grupos. En el Estado verían entonces l
garante de su posibilidad de cooperar con los otros grupos 11
mengua d e su pa~·t1cu . landad.
.
st
La principal meta del Estado se vuel-
ve adelantar hacia una meta: la igualdad de oportunidades l ·
., d y a
cooperac1on entre to, as las culturas, comunidades e individuos qu
l , E
co~np?1:en e pais. ·sa es la equidad. Y la equidad es el signo de
e
fa CONCEPTO DE IDENTIDAD
la JUStICia.
El término «identidad» es multívoco. Su significado varía con la cla-
se de objetos a los que se aplica. En su sentido más general, «iden-
tificar» algo puede significar: 1) seüalar las notas que lo distinguen
Ele todos los demás objetos y 2) determinar las notas que permi-
ten aseverar que es el mismo objeto en distintos momentos del
tiempo. Estos dos significados están ligados, pues sólo podemos
distinguir un objeto de los demás si dura en el tiempo, y sólo tiene
sentido decir que un objeto permanece si podemos singularizarlo
frente a los demás. Dos objetos son el mismo si no podemos seüalar
características que permitan distinguirlos, si son indiscemibles. Si
de a no puedo predicar ninguna nota distinta a las que puedo pre-
dicar de b, entonces a es b. Por otra parte, un objeto deja de ser el
mismo si pierde las características que permiten designarlo con
el mismo nombre.
En este primer nivel de significado, «identificar» quiere decir
«singularizar», es decir, distinguir algo como una unidad en el tiem-
po y en el espacio, discernible de las demás. La «identidad» de un
objeto está constituida por las notas que lo singularizan frente a los
demás y permanecen en él mientras sea el mismo objeto.
Aplicado a entidades colectivas (etnias, nacionalidades), identi-
ficar a un pueblo sería, en este primer sentido, señalar ciertas notas
duraderas que permitan reconocerlo frente a los demás, tales como:

63
SOBHE LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS 65
DE CULTURAS

,tE:fritono uL'U~·ªU.'"' composición demográfica, lengua, instituciones El individuo tiene, a lo largo ele su vida, muchas reptesentacio-
~, rasgos culturales. Establecer su unidad a través del tiempo cle sí segu' n las circunstancias cambiantes y los roles-variados que
" " ' ' ' - " , ....
nes ' . · , el · ,
le adjudican. Se enfrenta, ele hecho, a una e1ISgregaoon e nna-
1

a su memoria histórica y a la persistencia de sus mitos fun-


Son las dos operaciones que hace m1 etnólogo o un histo- se
ger1es sobre sí mismo. Un factor importante ele esta disgregación
. ., es
riador cuando trata de identificar a un pueblo. La singularidad de una 1 diversidad ele sus relaciones con los otros. En la comurncaoon con
comunidad puede expresarse así en un conjunto de enunciados des- I~s demás, éstos le atribuyen ciertos papeles sociales7 lo revisten ele
criptivos de notas discernibles en él desde fuera. Sin embargo, esos cualidades y defectos. La mirada ajena nos cletermma, nos otorga
enunciados no bastan para expresar lo que un miembro de ese pue- un a personalidad (en el sentido etimológico ele «máscara») Y, nos . en-
blo entiende por su «identidad», en un segundo nivel de significado. vía una imagen ele nosotros. El individuo se ve .entm:ces a s1 mismo
Tanto en las personas individuales como en las colectivas, «iden- molos otros lo miran. Pero también el yo for¡a un ideal con el que
co el' .,
tidad» puede cobrar un sentido que rebasa la simple distinción de un quisiera identificarse, se ve como quisiera s:r. An~e esta ispers1on
objeto frente a los demás. No por saberse un individuo singulai~ de imágenes, el yo requiere establecer una urnclacl, i:11:grarl.as en una
un adolescente deja ele buscar afanosamente su propia «identidad»; representación coherente. La búsqueda de la propia iclenti~l~d pue~
una «crisis de identidad» puede ser detectada tanto en una persona de entenderse así como la construcción ele una representaoon ele s1
como en un grupo social, pese a reconocerse discernible ele cuales- que establezca coherencia y armonía entre sus clistint~s imágenes.
quiera otros. En ambos casos, la búsqueda de la propia identidad Esta representación trata de integrar, por una parte, el ideal d:l yo,
presupone la conciencia de su singularidad, como persona o como con el que desearía poder identificarse el sujeto, con sus puls~ones
pueblo, pero no se reduce a ella. Aunque una persona o una comu- y deseos reales. Por otra parie, intent~ estable;er una coherenoa en-
nidad se reconozcan distintas ele las demás, pueden tener la sensación tre las distintas imágenes que ha terndo de s1 en el pasado, las que
ele una «pérdida de identidad». La «identidad» es, por lo tanto, en aún le presentan los otros y las que podría proyectar pa~·a el .futuro.
este segundo sentido, algo que puede faltar, ponerse en eluda, con- En la afirmación de una unidad interior que integre la d1vers1dacl de
fundirse, aunque el sujeto permanezca. Su ausencia atormenta, de- una persona, en la seguridad de poder oponer ~na mi:a~a propia a
sasosiega; alcanzar la propia identidad es, en cambio, prenda de paz las miradas ajenas, el sujeto descubre un valor msust1tmble Y pue-
y seguridad interiores. La identidad responde, en este segundo sen- de, por ende, darle un sentido único a ~u vida ..t .
tido, a una necesidad profunda, está cargada ele valor. Los enuncia- Pasemos ahora a la identidad colectiva. Por identidad de un pue-
dos descriptivos no bastan para definirla. blo podemos entender lo que un sujeto se representa cuando se
La «identidad» se refiere ahora a una representación que tiene el reconoce o reconoce a otra persona como miembro ele ese pueblo.
sujeto. Significa, por lo pronto, aquello con lo que el sujeto se iden- Se trata, pues, ele una representación intersubjetiva, cor~1p~r~icla po:
tifica a sí mismo. De ahí la importancia de la noción de «SÍ mismo» una mayoría de los miembros de un pueblo, que const1tuma un «SI
(self, soi, Selbst). En psicología, el «sí mismo» no es el yo pensante, mismo» colectivo.
sino la representación que el yo tiene de su propia persona. Supo- El «SÍ mismo» colectivo no es una entidad metafísica, ni siquie-
ne la síntesis de múltiples imágenes de sí en una unidad. «Lo que ra metafórica. Es una realidad con la que se encuentran sociólogos
piensa el "yo" cuando ve o contempla el cuerpo, la personalidad o y antl'opólogos. Los individuos están inmersos en una realidad so-
los roles a los que está atado ele por vida [... J, eso es lo que consti-
tuye los diversos "sí mismos" que entran en la composición de nues-
tro "sí mismo"» [Erikson, p. 231]. 1 Sobre este tema, véanse Erikson, Allport, Mead y Micchielli.
PLURALIDAD DE CULTURAS
SOBRE LA IDENTIDAD DE LOS PUEilLOS 67

Cial, su desarrollo personal no puede disociarse del intercambio con ·'nen la cultura del pueblo dominado, división entre el mundo
. ella, su personalidad se va forjando en su participación en las creen- SIO . . d ·l '
· dr'gena» y el de la cultura del dommador, con to os os matrces
cias, actitudes, comportamieritos de los grupos a los que pertenece.
Se puede hablar así de una realidad intersubjetiva compai1ida por
«IIl
!ª 1 l'
intermedios; división tan:bién'. en el seno ele cultura de as e rtes,
ntre quienes pretenden identificarse con la imagen que les presta
:1 dominador, asimilándose al amo, y quienes no pueden ac~ptar esa
los individuos de una misma colectividad. Está constituida por un
sistema de creencias, actitudes y comportamientos que le son co-
figura desvalorizada. Ante esa división, para m~ntener la t:rndad del
municados a cada miembro del grupo por su pertenencia a él. Esa
gnipo urge una representación, e~1 ~u: todo rr:1e1;i.bro ~e est~ pueda
realidad colectiva no consiste, por ende, en un cuerpo, ni en un su-
jeto de conciencia, sino en un modo de sentir, comprender y actuar re Conocerse' que mtegre la mult1phcrdad de nnagenes contrapues- .,
tas. La búsqueda ele una identidad colectiva aspira a 1 .a constmccron
en el mundo y en formas de vida compai1idas, que se expresan en
imaginaria ele una figura dibujada por nosotros mismos, que po-
instituciones, comportamientos regulados, artefactos, objetos ar-
damos oponer a la mirada del otro. , .
tísticos, saberes transmitidos; en suma, en lo que entendemos por
La vía hacia la identidad reviste distintas formas segun sea la si-
una «cultura». El problema de la identidad de los pueblos remite a
su cultura. ?e
tuación ele que pai1e. Las etnias minoritarias en el seno una .cult~1ra
nacional hegemónica (comunidades indias en Aménca Lat~na'. ¡u-
días en Europa, por ejemplo) o bien las nacionalidades opnmidas
LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD COLECIWA
en un país multinacional (kurdos, chechenes, catalanes y tar~t~s
otros) se ven impelidas a una reacción defensiva. La preservacr~n
de la propia identidad es un elemento indispensable de la resis-
Un recurso para empezar a comprender lo que un pueblo entiende
tencia a ser absorbidos por la cultura dominante. Tiene que pre-
por s,u «identidad» podría ser recordar las variadas situaciones en que
sentarse bajo la forma de una reafirmación, a veces excesiva, de la
su busqueda se le presenta como necesidad imperiosa. Una prime-
propia tradición cultural, de la lengua, ele las costm~1bres y símbo-
ra clase es la de pueblos sometidos a una relación de colonización
los heredados. En la persistencia de un pasado prop10 pretende un
dependencia o marginación por otros países. El país dominant~
pueblo verse a sí mismo. . .
?torga al dominado un valor subordinado; constmye entonces una
En cambio, la reacción tiene que ser diferente en ~as nacrones
nnag~n desvalorizada del otro. La mirada ajena reduce el pueblo
independientes antes colonizadas (en América Latina, A.frica o la In-
margmado a la figura que ella le concede. Muchos miembros del
dia) o bien en pueblos marginales someticlo.s al ir?pacto m.oder-
pueblo dominado o marginal, que comparten la cultura del domi-
nizador de la cultura occidental (como en vanos paises de Asia y el
nador y ?e~enecen por lo general a las elites, no pueden menos que
Pacífico). En estos dos casos, la cultura del dominador ya ha sido in-
verse a s1 mismos como el dominador los mira. La imagen que se les
corporada en la nueva nación, al menos parcialmente; ya ha mar-
presenta no coincide necesariamente con la que, de hecho, tiene el
cado profundamente la cultura tradicional y ha siclo a~optacla por
dominador, sino con la que ellos creen que se mostraría si asumie-
gran par1e ele las clases dirigentes. A menudo se ha fus10n.ado con
ran ~a mira.da del otro. Se ven a sí mismos marginados, dependien-
rasgos aborígenes y ha dado lugar a formas culturales ~n~est1zas». Es,
tes, msu~crentes, como creen que se verían si tuvieran los ojos del
sin duela el caso de los países ele América Latina y de Afnca del N ar-
te y, en I~enor medida, de algunos asiáticos: ~a~ón, r~ailandia, Fili-
otro. Esa imagen generalmente se sobrepone a la que guardan de sí
las capas sociales más inmunes a asumir la cultura del dominador
pinas. En estos casos, la búsqueda de la propia i?~;t1dad a.bre u~1a
pero se infiltra también en ella y la confunde. Se crea así una esci~
alternativa. Una opción es el retorno a una tradicron propia, el re-
68 ESTADÓ PLURAL, PLURALIDAD DE'CULTUI!AS
SOllllE LA IDENTIDAD DE LOS l'UEULOS 69

pudio del cambio, el refugio en el inmovilismo, la renovación de los


La búsqueda de la propia identidad se plantea, pues, en situa-
valores antiguos, el rechazo de la «modernidad»: es la solución de
. es muy diversas. Sin embargo, podríamos reconocer en todas
los movimientos «integristas» o «tradiciona.listas». La otra alterna- ªºº . . .
ellas ciertos rasgos comunes. Intentare resumirlo~. .·
tiva es la construcción de una nueva representación de sí mismo, en
1) En todos los casos, se trata ~e oponer a la 11-:iagen de~valon-
que pudiera integrarse lo que una comunidad ha sido con lo que
Con que nos vemos al asumir el punto de vista ele otro, una
proyecta ser. En este segundo caso, la elección de cambio exige, con z;an te . · el
· agen compensatoria que nos revalonce. En los paises epen-
:ntes o marginados, reacción frente a la i~irada atribuid~ al do-
mayor urgencia aun, la definición ele una identidad propia. En la pri-
mera opción la imagen ele sí mismo representa un haber fijo, here- .
minador; en las naciones en pérdida de su ant1gu~ rol mundial, co.n-.
dado ele los antepasados; en la segunda, trata ele descubrirse en una
la imagen ele inferioridad con que temen ser vistas por cualqmer
nueva integración de lo que somos con lo que proyectamos ser. tra·o país desde la escena internacional. La representacion · · reva 1on- ·
t
Una y otra opción corresponden a dos vías diferentes de enfrentar o Ida de sí puede seguir dos vías distintas: acudir· el" · •
a una tra icion re-
el problema de la identidad, ele las que hablaré más adelante. Éste za . . · · 1
cuperada, a la invención de un nuevo destmo. ~magu:ano ~ a me-
es el dilema que se ha presentado al pensamiento de las naciones an-
dida de un pasado glorioso, lo cual es la opcion de ~ntegnsmos e
tes colonizadas, de África y América Latina; es el que desgarra ac-
tualmente a los países árabes. imperialismos. Pero puede seguir otra vía más autént1:a: aceptar la
situación vivida e integrarla en un nuevo proyecto elegido . De cual-
Sin embargo, la búsqueda de la identidad no está ligada nece-
quier modo, se trata de oponer un «SÍ mismo» a los ~últ1ples r_os-
sariamente a situaciones de colonización o dependencia. También
tros que presentamos cuando nos vemos c?!no no~ ve~]an los ~tr~s.
otras situaciones de disgregación social pueden dar lugar a un sen-
- 2) En todos los casos, esa representacion de s1 mismo permite
timiento ele crisis de identidad. Puede tratarse del derrumbe de una
reemplazar la disgregación ele imágenes con que puede.ver,se un pue-
imagen idealizada de sí mismo que identificaba a la nación con un
blo, por una figura unitaria, ya sea al rechazar las otras imagenes por
papel privilegiado en la historia. La conciencia del fin de la España
«ajenas» o al integrarlas en una sola. . .
imperial, por ejemplo, incitó a plantearse el problema ele la «deca-
3) La representación de sí mismo intenta ~acer :onsistente e~ pa-
dencia» española y el sentido de la «hispanidad»; la Primera Guerra
sado con un ideal colectivo proyectado. La identidad encontrnda
Mundial provocó en Alemania e Italia una crisis de su propia iden-
cumple una doble función: evitar la ruptura en la histo~·ia, estable-
tidad, que condujo al delirio de una nueva grandeza nacional. ¿Y no
cer una continuidad con la obra de los ancestros, asumir el pasado
comenzaron muchos estadounidenses a preguntarse por el sentido
al proyectarlo a un nuevo futuro. Al efectuar esa operación. imagi-
de su propia nación después del desastre de la política imperial en
Vietnam? naria, propone valores como objetivos y otorga así un sentido a la
marcha de una colectividad.
Hay otros casos más específicos: el de países marginales respec- Las distintas respuestas al problema ele la identidad ~ueden ~er
to. ~e Occidente, que forjaron un proyecto de grandeza que entra en incorporadas en ideologías, esto es, en sistemas de creencias que tie-
cnsis. Eptonces pueden ser desgarrados por dos posibilidades di-
nen por función reforzar el poder político de un grupo dentro de la
vergentes, que suponen representaciones distintas de sí mismos: el
sociedad. Esta función es ambivalente. Por una parte, responden a
de igualar a los países más poderosos, identificándose parcialmen-
un movimiento ele emancipación de los roles a los que los países do-
te con ellos, o el de concentrarse en sus propios valores, renovando
minadores pretenden reducir a los dominados, negació~1 a deter-
antiguas imágenes de sí para no «perder su alma». Fue el dilema de
Rusia en el siglo xrx y el de Japón en el xx. minarse por la mirada del otro; forman paiie, en esa medida, de un
pensamiento de liberación. Por otro lado, por cuanto logran una
. '

ESTADO PLl!RAL, PLLTRAL!DAD DE .. CULTURAS SOBRE LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS 71

únidad interna en la sociedad y establecen ideales comunitarios, LA VÍA DE LA SINGULARIDAD


pueden servit de instrumento al poder político para acallar diver-
gencias en el interior y justificar agresiones al exterior. Son parte en- · La representación que una colectividad tiene de sí misma no siem-
tonces de una ideología de dominación. pre se vuelve tema de una reflexión ex~resa. Se manifi~~ta en l~s
Además, la representación de una identidad nacional o étnica comportamientos colectivos, se transmite en la educac10n, se di-
puede no ser compaiiida por todos, corresponder a un proyecto de funde en los medios de comunicación, se discute en las controver-
un gmpo particular dentro de la sociedad y servir a sus intereses. De sias políticas, se expresa en las obras culturales y en las formas de
hecho, a menudo coexisten distintas nociones ele la identidad na- convivencia, a menudo de manera implícita y poco consciente. Los
cional en gmpos sociales diferentes, que responden a intereses poderes y las ideologías políticas, para dar unidad a la comunidad
opuestos. Dos imágenes de la propia «identidad» se opusieron con y marcarle un sentido a su acción, ~uelen ha:er,explícit~ un~ ~nter­
fuerz~ e:i la guerra civil entre las «dos Espafias»; Alemania y Japón fue- pretación de la nación, que se mamfiesta en 1magen~s snnbohcas y
ron v1ct1mas ele una representación de sí mismos que, al ser llevada en narraciones sobre sus orígenes y metas. Son los dioses tutelares,
al paroxismo de la dominación mundial, acalló otra búsqueda de los héroes y patricios, los relatos fundadores, las gestas históricas;
una identidad auténtica basada en la línea humanista de sus res- pueden ser también ciertas instituciones políticas y ritos conme-
pectivas culturas; en Estados Unidos no es fácil hacer coexistir la Nor- morativos.
teamérica ele la democracia y los derechos humanos con la del «des- Sólo en situaciones críticas, como las que antes recordé, se cues-
tino manifiesto»; en la América Latina una representación de la tiona esa representación. Se vuelve entonces un tema expreso de re-
nació.n, conservad~ra e «hispanista», se opuso fuertemente, después flexión, en la literatura, en la filosofía, en el pensamiento político.
de la mdependenoa, a otra liberal y «mestizante»; en los países ára- Fue tema de la literatura rusa, por ejemplo, en el siglo pasado; de la
bes, en fin, se observa ahora el trágico conflicto entre dos posibles reflexión espafiola a partir de la Generación del 98; de la filosofía la-
figuras de la propia identidad: la del renovado fundamentalismo is- tinoamericana en este siglo. Preguntémonos ahora por las modali-
lámico y la modernizadora y democrática. Por ello resulta tan im- dades teóricas que puede tornar la investigación reflexiva sobre la
po1iante distinguir entre vías de acceso diferentes a la «identidad» identidad ele un pueblo.
colectiva.
Suelen oscilar entre dos modelos opuestos, que suponen sendas
. m:a últ~ma adve11encia. Un sujeto social puede hacer suyas dis- concepciones de la identidad. Claro está que entre ellos se dan to-
tmtas identidades colectivas, que corresponden a las diferentes co- da clase de confusiones y matices intermedios. En ambos se trata ele
lecti:idad~s -de mayor o menor extensión- a las que pertenece. formar una imagen del pueblo con la que podamos identificamos,
~ay identidades de grupo, de clase, de comarca, de pe1ienencia reli- pero sus procedimientos son diferentes. En una vía, esa imagen re-
giosa, que pueden cruzarse con las de etnia y nacionalidad. En estas produce los rasgos singulares que nos caracterizan: la llamaremos
mismas, un sujeto puede reconocerse en varias identidades de dis- vía de la singularidad. En la otra, en cambio, la imagen de sí mismo
t~nt~ an,J.plitud, imbricadas unas en otras. En México pued~ verse a es obra de un proyecto: llamémosla vía ele la autenticidad. En ambas
s1 mismo como zapoteca, oaxaquefio, mexicano y latinoamericano trata de integrarse el pasado con el futuro elegido, pero el énfasis es
al mismo tiem~o; en Estados Unidos, como «irlandés», neoyorki- distinto: mientras la primera ve el fritura a la luz de la historia, la se-
11:~ Y no~teamencano, etc. Pero aquí prescindiré de esta complica- gunda juzga la historia a partir de un futuro elegido.
c10n Y solo me detendré en la búsqueda de la identidad nacional Veamos la primera vía. Identificar a un pueblo sería distinguir-
o étnica.
lo frente a los demás. Una cultura sería «ella misma» en la medida
72 ESTADO PLÜRAL, PLURALIDAD DE CULTURAS
SOBRE LJ\ IDENTIDAD DE LOS Pl!EBLOS 73

en que asuma como propias las notas que la separan de cualquier calidad o profundidad de la obra pasa a segundo término, importa
otra. La identidad se encontraría al detectar los rasgos que consti- que exprese caracteres peculiares, en los qu: pueda reconocerse el
tuyen lo «propio», lo «peculiar» e incomparable de una cultura. ·Se «espíritu de un pueblo» o una «manera propia de ver.el mundo». En
procederá por detección de las características peculiares y exclusión el peor de los casos, los rasgos distintivos pueden fi¡arse en estere-
de las comunes. Debajo de este procedimiento intelectual descan- otipos; en el mejor, conducir a destacar el «col~r local~> de l~s o~r,as
sa la idea simple, de que hablé al principio, según la cual identifi- culturales, que nos permite comprenderlas me1or. La mvestlgaoon
car un objeto es mostrar que es discernible de los demás. Esta idea puede proseguirse ele manera metódica, hasta revelar un conjun;o
está implícita en todos los nacionalismos, tanto defensivos como de creencias y actitudes colectivas, presupuestas en todas las demas,
agresivos. Las ideologías nacionalistas incluyen la afirmación de sí que expresarían una manera específica de se1~tir y c~mpr;ncler el
mismo p~r oposición a lo comün y la valoración de lo propio por mundo en torno, una «forma de ser» y un «estilo de vida».
ser exclusivo.
Un camino diferente es más irracional. .. y más amenazante. No
La vía de la singularidad puede seguirse por varios caminos dife- lo recorren ya universitarios sino ideólogos fanáticos. Se trataría aho-
r:ntes, que presentan atajos intermedios. El más superficial: singula- ra ele encontrar, como núcleo de la nacionalidad o etnia, alguna no-
rizar un pueblo por un conjunto de signos exteriores. En efecto, una ta «esencial», es decir, permanente a través de todos los cambios.
mane.ra .ge~1eral de,reconocer un objeto es encontrar en él ciei1os sig- ·Qué puede ser más permanente que una propiedad que precede a
no~ d1stmt1vos. As1 como reconocemos un árbol por la forma de sus Ía historia misma, la raza, por ejemplo? El racismo ha siclo, en el
ho1as ~a un individuo por una cicatriz, podríamos identificar la per- siglo xx, la respuesta más siniestra al problema, legítimo, ele la iden-
tenenoa a un pueblo por ciertos signos distintivos de su cultura. Pue- tidad nacional. Como alternativa acudamos, al menos, a los ele-
den se.r cután~os o accidentales, como la manera de hablar~ las pre- mentos inscritos desde los orígenes en nuestra historia, que nos
ferenoa~ mu~icales o los gustos culinarios, que permiten adjudicar hicieron distintos durante generaciones: el apego a la tierra ele nues-
una nac10nahdad a quien da muestra de ellos. Puede tratarse tam- tros antepasados, la religión heredada, el destino revelado en algu-
b~~n. de símb.o~os nacionales: la bandera, los iconos locales (pa- na gesta pasada. La tradición es la depositaria de esas «esencias na-
tnot1cos o rehg10sos ), los héroes colectivos. La identidad nacional cionales». El nacionalismo chocarrero, el reflexivo y cultivado, el
s~ re~uce a ese conjunto de signos simples, que no corresponden a inquisitivo y profundo, se transforman ahora en una afirmación de
mngun otro pueblo. Esa representación elemental basta, sin em- sí mismo e,"Xcluyente ele los otros. Puede conducir entonces tanto a
bargo, para alimentar un nacionalismo popular y chocarrero. una huraña defensa frente al e,"Xtraño, como a la agresión y la intole-
Este c.amin~ puede bifurcarse en otro, más cultivado y circuns- rancia contra él. En todos los nacionalismos agresivos, en los impe-
pecto. El mvest1gador, por lo general un universitario, intenta rete- rialismos -imaginarios o reales-, en los movimientos integristas
ner .en las obras culturales, las notas que expresen una peculiaridad de raíz religiosa, podemos reconocer esta operación ideológica.
nac10nal. Trata de encontrar en las expresiones culturales ciertos ras-
gos que ¡::¡udieran verse como característicos de esa cultura, que se
prolo~gan desde un pasado histórico. Puede destacar, por ejemplo, 2 En la filosofía mexicana reciente, el tema ele la «iclenticlacl» nacional ha reci-
expres10nes. del habla, gestos habituales, entonaciones poéticas, bido un trato importante. Está en el fondo ele la reflexión sobre el pensamiento me-
compo11am1entos mágicos o religiosos, colores de una paleta, ritmos xicano o latinoamericano ele Leopolclo Zea y sus seguidores. En dos obras ele otros
o tonalidades musicales, cuya presencia situaría una obra o una autores puede verse un ejemplo ele investigaciones exitosas sobre «modos ele sen>
y «estilos ele vida»: Uranga y Portilla. Sobre esas reflexiones pueden verse mis co-
actividad humana como pe11eneciente a una cultura específica. La mentarios en Villoro 5.
PLURALfDAD DE (;'¡nTURAS SOBl\E LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS 75

'F:!:ít:'lctE~rl~mc:a de todos ellos es la identificación de la imagen de la En el lenguaje ordinario, solemos calificar de «auténtica» a una
''ª'"'""con ciertas notas esenciales que nos separan de los otros y ga- persona si: 1) las intenciones que profesa y, por ende, sus valora-
nuestra propia excelencia. ciones son consistentes con sus inclinaciones y deseos reales, y 2) sus
distintos que sean estos caminos diferentes de la vía de la sin- comportamientos (incluidas sus expresiones verbales) responden a
!!Ulcll'-'-''"'-'-' todos responden a una manera análoga de emprender la
sus intenciones, creencias y deseos efectivos. De manera análoga po-
húsqueda de la identidad. Podemos resumirla en los siguientes rasgos: demos llamar «auténtica» a una cultura cuando está dirigida por
1) La identidad se alcanzaría por abstracción, esto es, por exclu- proyectos que responden a necesidades7 deseos c~lectivos básicos
sión de las notas comunes y detección de las singulares. La imagen y cuando expresa efectivamente creenoas, valoraoones y anhelos
en que nos reconocemos se identifica con esas notas particulares. En- que comparten los miembros de esa cultura. . . .
tre la singularidad de una cultura y su universalidad es difícil la me- Lo contrario de una cultura auténtica es una cultura i.rmtatwa,
diación. La dificultad de conciliar las características peculiares de una que responde a necesidades y proyectos propios de una situació~ aje-
cultura con su alcance universal es insoluble, mientras se conciba la na, distinta a la que vive un pueblo. Por lo general, en las sooeda-
identidad cultural como singularidad exclusiva.
des colonizadas o dependientes muchos gmpos de la elite, ligados
2) Si la identidad de un pueblo puede alcanzarse al detectar sus a la metrópoli dominante, tienden a una cultura imitativa. Se crea
notas peculiares, ese conjunto de notas tenderá a verse como un ha- así una escisión en la cultura del país. Pero las formas importadas
ber colectivo, transmitido por la educación y la tradición cultural. Lo de los países dominantes pueden dar lugar a una cultura imitativa,
qu_e constituye el «sí mismo» de un pueblo le está dado, aunque po- no por su origen externo, sino por no estar adaptadas a las necesi-
dna estar oculto; a nosotros corresponde descubrirlo. -dades de una colectividad ni expresar sus deseos y proyectos reales,
3) Las características en que puede reconocerse la identidad de sino sólo los de un pequeño grupo hegemónico. Tan inauténtica es
un pueblo permanecerían a través de los cambios. Su presencia se una cultura que reivindica un pasado propio, como la que repite for-
hace patente en el pasado, son parte de una herencia que si bien po- mas culturales ajenas, si el regreso al pasado no da una respuesta a
demos acrecentar, no podemos derrochar sin negarnos a nosotros las verdaderas necesidades y deseos colectivos, en la situación -que
mismos. La identidad nos mantiene bajo la voz del pasado. en ese momento vive un pueblo. En los países antes colonizados, tan
4) La voz del pasado no sólo hechiza, ordena. Debemos fideli- inauténtico puede ser el retorno a formas de vida premodernas, por
dad a nuestra historia. El haber se transforma fácilmente en «desti- «propias» que sean, pero que no responden a las necesidades ac-
~10». ~a singularidad descubie1ta, el conjunto de haberes con que nos tuales, como la reproducción irrefle.'<iva de actitudes y usos del an-
1dent1ficamos debe ser resguardado de los otros. A las imágenes que tiguo colonizador.
ellos nos envían, se sustituye ahora una figura ideal, fija, a la que to- Un pueblo comienza a reconocerse cuando descubre las creen-
dos debemos conformarnos.
cias, actitudes y proyectos básicos que prestan una unidad a sus di-
versas manifestaciones culturales y dan respuesta a sus necesidades
LA VÍA DE LA AUTENTICIDAD
reales. La identidad de un pueblo no puede describirse, por lo tanto,
por las características que lo singularizan frente a los demás, sino por
la manera concreta como se expresan, en una situación dada, sus ne-
Pero la búsqueda de la identidad colectiva puede seguir otro cami- cesidades y deseos y se manifiestan sus proyectos, sean éstos exclu-
no. Puede guiarse por una noción de «identidad» distinta: en vez de sivos o no de ese pueblo. A la vía de la abstracción se opone la de la
la singularidad, la autenticidad. Veamos ahora este segundo modelo. concreción.
.,
PLURAUDAD DE .CÜLTURAS SOBilE LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS 77

""'',," .

NWJ'J;;i'0::iarddttidad seria, en esta concepción, una representación ima- auténtica de abrirnos a formas culturales que respondan mejor a si-
i,i}'S irréltia, propuesta a una colectividad, ele un ideal que podría satis- tuaciones históricas nuevas. ·
, . ;acétsús necesidades y deseos básicos. La vía para encontrarla no se- La concepción de la identidad como un conjunto ele caracterís-
. . iíl:l el descubrimiento ele una realidad propia escondida, sino la ticas particulares que excluyen las ele otras culturas se deja guiar por
' ~sunción ele ciertos valores coherentes con su realidad. La identidad la imagen engafiosa ele la unicidad como singularidad discernible
no.sería un elato, sino un proyecto. de las demás. Pero la unicidad ele una cultura consiste más bien en
Las necesidades y deseos ele un pueblo no son fijos, cambian la concretización, en una situación específica, ele un complejo ele
con las situaciones históricas. Cada situación plantea un nuevo 'características que pueden ser comunes con otras culturas. Cada
desafío. La iclenticlacl ele un pueblo evoluciona y toma diversas for- representación del mundo es única, pero no por contener notas sin-
mas a través ele esos cambios. Comprende un proceso complejo ele gulares y exclusivas, sino por integrar en una totalidad específica
identificaciones sucesivas. Tanto en los individuos como en las co- características que pueden presentarse, ele otra manera, en otras con-
lectividades, la iclenticlacl no se constituye por un movimiento ele figuraciones. Así, las mismas necesidades, deseos y aspiraciones
diferenciación ele los otros, sino por un proceso complejo ele iden- pueden expresarse en complejos culturales diferentes. o.e ~1echo, las
tificación con el otro y ele separación ele él. El papel central que cle- manifestaciones culturales ele los otros pueblos son perob1das a me-
sempeüa, en la formación ele la personalidad, la identificación con nudo corno posibilidades propias. Cada cultura es una forma ele vi-
modelos ajenos es bien conocido. De manera parecida, en la cons- da que se ofrece corno ejemplo a las demás.
titución ele la identidad de un pueblo tienen un papel indispensa- Para ser auténtica una cultura debe responder a las necesidades
ble sus identificaciones sucesivas, en el curso de la historia, con las -colectivas reales. Pero un pueblo no es una realidad dada una vez por
formas ele pensamiento y ele vida ele otros pueblos, sean domina- tocias, es una configuración cambiante con las circunstancias. Una
dores o dominados. La iclenticlacl nace ele un proceso dinámico ele cultura auténtica debe responder en formas renovadas a necesida-
singularización frente al otro y de identificación con él.3 des variables que exigen a menudo tareas insólitas. Cada nueva si-
Habría, pues, que distinguir entre «imitación» e «identificación». tuación lanza un desafío: conformar a otras necesidades los valores
Por imitación reproducimos elementos de una cultura extraüa, que de una cultura; formular, por lo tanto, otros proyectos. No hay ima-
no responden a nuestra situación y que no se integran con los de- gen fija ele una colectividad que pudiera conformarse a las rupturas
más elementos ele nuestra cultura. Por identificación, en cambio, in- de la historia.
tegramos en nuestra cultura elementos provenientes ele fuera, que Por otra parte, la representación de sí mismo, que puede ofre-
clan respuesta a nuestras nuevas necesidades históricas y pueden sa- cer unidad a la multiplicidad de una cultura, puede cambiar según
tisfacer nuestros nuevos deseos. La imitación forma parte ele una la mirada de quienes la interrogan. Tanto en los logros culturales co-
cultura inauténtica, la identificación puede consistir en una manera rno en los episodios históricos de un país, somos nosotros quienes
debernos elegir las características que recoja la imagen en la cual re-
conocernos. El descubrimiento de lo que fuimos está guiado por la
3
PierreTap [p. 12 J propone distinguir, en la formación de la ielentielael, entre
proyección de lo que queremos ser. Si la identidad de un pueblo no
identisation e identification. La primera sería un proceso por el que un actor social es una realidad oculta que clescubrü~ sino una figura que dibujar, su
trata ele diferenciarse ele los demás, al afirmarse a sí mismo, separándose ele ellos. búsqueda obliga a la selección del pasado, para asumir de él los ras-
La segunda se refiere a un proceso inverso, por el que un actor social trata ele fun- gos consistentes con nuestro proyecto y rechazar los que se le opon-
dirse en los otros.
gan. En cada situación elegimos un pasado propio y nos deshacernos
- ;.::

' ,

' 78 ESTADO PLU!tAL,- L'Lun'AL!DAD DE CULTUHAS

de otro. La identidad permite dar una continuidad a la historia, al


prestarle un sentido. Para ello.tiene que hacer coherente el pasado
con nuestras metas actuales. Así, la tradición presenta el rostro que
nuestro proyecto dibuja en ella. Mientras la vía de la singularidad
concibe el pasado como una realidad que se nos impone, la büs- EL DERECHO DE LOS
queda de la autenticidad ve en él un anuncio de los ideales que
abrazamos. La gesta del pasado con la que nos identifiquemos de- PUEBLOS INDIOS
penderá de lo que propongamos para nuestro país. Porque la iden-
tidad de un pueblo nunca le está dada; debe, en todo momento, ser A LA AUTONOMÍA
reconstmida; no la encontramos, la forjamos.
«Llega a ser tú mismo» es el llamado de la identidad. ¿Cómo en-
tender este mandato paradójico? El «SÍ mismo» no es sólo lo que se
es, sino lo que se ha de llegar a ser. Y es auténtico si no se engaña, es los pueblos indios de América han sido, para
ESDE EL SIGLO XVI,
decir, si responde a sus deseos profundos y obedece a sus ideales de criollos y mestizos, lo otro, lo otro juzgado y manipulado
vida. «Ser uno mismo» no es descubrir una realidad oculta en no- para su explotación o, por lo contrario, para su redención.
sotros, sino ser fiel a una representación en que nuestros proyectos Somos nosotros, los no indios, los que decidimos por ellos. Somos
integran nuestros deseos y actitudes reales. Un pueblo llega a ser «él nosotros quienes los utilizamos, pero también quienes pretendemos
mismo» cuando se conforma libremente a un ideal que responde a salvarlos. La opresión de los pueblos indígenas es obra de los no in-
sus necesidades y deseos actuales. dios, pero también lo es el indigenismo, que pretende ayudar a su
La búsqueda de la identidad puede seguir dos vías divergentes. liberación. Mientras seamos nosotros quienes decidamos por ellos,
La primera nos permite, en el sentimiento de nuestra singularidad, seguirán siendo objeto de la historia que otros hacen. La verdadera
preservarnos de los otros. La seguridad de compa11ir una heren- liberación del indio es reconocerlo como sujeto, en cuyas manos-es-
cia puede liberarnos de la angustia de tener que elegirnos. Pode- tá su propia suerte; sujeto capaz de juzgarnos a nosotros según sus
mos entonces estar tranquilos: un pueblo debe ser lo que siempre propios valores, como nosotros los hemos siempre juzgado; sujeto ca-
ha sido. paz de ejercer su libertad sin restricciones, como nosotros exigimos
La otra vía nos enfrenta a nuestras necesidades y deseos, nos abre ejercerla. Ser sujeto pleno es ser autónomo. El «problema» indíge-
así a la inseguridad, lote de todos los hombres. A nosotros incum- na sólo tiene una solución definitiva: el reconocimiento de la au-
be dibujar el rostro en el que podamos reconocernos, pues un pue- tonomía de los pueblos indios.
blo debe llegar a ser lo que ha elegido.

fü CONVENIO POLÍTICO

El Estado nacional es un producto del pensamiento moderno. Se


funda en la idea de un poder soberano único sobre una sociedad su-
puestamente homogénea, que se compondría de individuos igua-

79
.,
DE ·cuLTLIHAS EL DEllECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 81

les en derechos, sometidos al mismo orden jurídico. Su ideal pro- radoja sólo puede darse en una fo1ma de síntesis entre la unidad del
fesado es el de una asociación de ciudadanos que se ligan volunta- Estado y la pluralidad de las comunidades que lo constituyen. La
riamente por un convenio pólítico. El Estado-nación es visto como unidad política dejaría de ser obra de la imposición ele una de las
el resultado de la voluntad concertada de individuos autónomos. partes para ser resultado de un consenso libre entre comunidades
Supone, por lo tanto, la uniformación de una sociedad múltiple y autónomas.
heterogénea y la subordinación de las diversas comunidades, de- Toda asociación política libremente consentida supone ciertos
tentadoras antes de diferentes derechos, al mismo poder central y elementos ele consenso entre las partes que se asocian. Se funda, por
al mismo orden jurídico. lo tanto, en la aceptación común de un núcleo ele valores. Ese nú-
En América Latina, los Estados independientes siguieron la tra- cleo consensual constituiría lo que Ernesto Garzón Valclés ha lla-
za de las divisiones administrativas coloniales, sin atender a di- mado un «coto vedado» [Garzón Valdés l, pp. 160-162]. Fuera de
ferencias entre los pueblos aborígenes. Las distintas repúblicas se él todo puede ponerse en cuestión, cualquier opción es objeto ele ne-
constituyeron por un grupo criollo y mestizo, que impuso su con- gociación y de acuerdo eventual entre sujetos con intereses dife-
cepción del Estado moderno a las comunidades indígenas. En ese rentes, pero ese núcleo está «vedado» a tocia discusión que pudiera
pacto constitutivo no entraron para nada los pueblos indios. Nadie recusarlo, es inviolable. Es lo que presta unidad a la multiplicidad
los consultó respecto de si querían formar parte del convenio. Sin de sujetos que se asocian libremente. De no aceptarlo, la asociación
embargo, acabaron aceptándolo. Unos de buena gana, otros con las se rompería.
armas en la mano. Quienes se rebelaron fueron vencidos, los demás ¿Qué es lo que comprendería ese núcleo de consenso previo en
acabaron percatándose de que les convenía más aceptar la nueva toda asociación política? Yo diría que lo que no puede ser objeto de
asociación política. Hubiéranlo asumido de buena o de mala gana, discusión en ninguna asociación libre son precisamente las condi-
con mayores o menores reticencias, el convenio político no fue el re- ciones que hacen posible cualquier convenio voluntario. Ninguna
sultado de una libre decisión de los pueblos indios. asociación voluntaria puede darse sin que tocios admitan las con-
El Estado moderno nace con una tensión interna entre el po- diciones mínimas para que se dé. No hacerlo sería una contradicción
der central que intenta imponer la unidad y los pueblos diversos que en la acción, lo que los filósofos llaman una «contradicción perfor-
componen una realidad social heterogénea. El poder estatal ha tra- mativa». Cualquier sujeto que entre en asociación libre con otros su-
tado ele eliminar esa tensión ele maneras más o menos radicales, jetos está aceptando, por ese mismo hecho, cie11as condiciones. Ellas
pero siempre violentas. Desde la exterminación de pueblos enteros preceden a toda forma peculiar de asociación, no derivan del con-
(como en Estados Unidos), su reducción en «reservaciones» o «ghet- venio al que eventualmente se llegue, porque cualquier convenio
tos» (los judíos en Europa) o las deportaciones masivas (como en la supone su admisión.
Rusia ele Stalin), hasta formas ele violencia disfrazada, como las polí- Cualquier forma de asociación, si es libremente consensuada,
ticas de integración forzada a la cultura nacional, tal corno suelen supone el reconocimiento de los otros como sujetos, lo cual in-
practica,rse en los países de América Latina. cluye: 1) el respeto a la vida del otro; 2) la aceptación de su auto-
El Estado moderno nace a la vez del reconocimiento ele la au- nomía, en el doble sentido de capacidad de elección conforme a sus
tonomía de los individuos y ele la represión de las comunidades a propios valores y facultad de ejercer esa elección; 3) la aceptación
las que los individuos pertenecen. Desde su origen lo persigue una de una igualdad de condiciones en el diálogo que conduzca al con-
paradoja: propicia la emancipación de la persona y violenta los con- venio, lo cual incluye el reconocimiento por cada quien de que los
te.'Ctos colectivos en que la persona se realiza. La solución a esta pa- demás puedan guiar sus decisiones por sus propios fines y valores
82 ESTADO PLURA_L, PLURALIDAD DE CULTURAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 83

y no por los impuestos por o~ros, y 4) p~r último, para q~1~ se den derechos. 1 Sólo si se reconoce el derecho originario de un pueblo ele
esas condiciones, es necesana la ausencia de toda coacc10n entre asociarse con otros en un Estado multicultural, la asuciación polí-
las partes. tica estará fundada en libe1iacl.
El respeto a la vida, la autonomía, la igualdad de condiciones y En el caso de la América india, no hay un solo pueblo indígena
la posibilidad de perseguir sin coacción los propios fines y valores que ejerza su capacidad de autodeterminación en el sentido de sepa-
no son resultado sino condición de todo convenio político volunta- rarse del Estado nacional. Pese a la opresión sufrida en más de cinco
rio. Conesponclen a una situación ideal que nunca se da en pureza. siglos, el mestizaje y la integración en las instituciones ele las nuevas
Pero, en la medida en que no se cumplan esas condiciones, el re- naciones crearon una realidad social y cultural ele la que la mayoría
sultado no será una asociación voluntaria, sino una imposición, al de los indígenas se sienten una parte. Tienen conciencia, además, ele
menos parcial, ele una ele las partes sobre las otras. que tanto desde un punto de vista económico como político no po-
En el caso ele que todos los sujetos ele una asociación pertenez- drían subsistir como entidades segTegadas del Estado-nación. Lo que
can a una misma comunidad de cultura, el convenio se plantea en- piensan y quieren es que su pe1ienencia no les sea impuesta, que sea
tre individuos que comparten ciertas creencias básicas sobre fines y su propia obra, de tal modo que no tengan que negar sus formas de
valores propias ele esa cultura. En cambio, en situaciones en que los vida colectiva para ser parie de una sociedad más amplia.
sujetos ele la asociación política no pertenezcan a la misma comu- Este punto nos plantea una cuestión: ¿sujetos del convenio son
nidad cultural y, por lo tanto, no compartan las mismas creencias exclusivamente los individuos o también los pueblos? Para intentar
básicas sobre fines y valores, la igualdad ele condiciones y la posibi- una respuesta, revisemos primero el derecho internacional vigente.
lidad ele elección ele cada sujeto implican el respeto a esa diversidad
cultural, pues sólo en el conte,-xto de una cultura puede ejercerse la
facultad ele elegir conforme a los propios fines y valores. Es el caso DERECHO [NTERNACIONAL
ele los países indoamericanos. Si el convenio político que da origen
a la nación ha ele pasar de un convenio impuesto a uno decidido li- Desde la declaración de la Carta de las Naciones Unidas sobre el «-de-
bremente por las partes, tendría que incluir, en el «coto vedado» recho a la autodeterminación de los pueblos», ese concepto corre
a toda discusión, el reconocimiento ele la autonomía de los sujetos con mud1a suerte. Se le consagrnn múltiples declaraciones; destacan
del convenio. la Declaración universal de los derechos de los pueblos, proclamada en
El fundamento del derecho ele los puebloo a su autodetermi-
nación es, pues, anterior a la constitución del Estado-nación. El or-
den jurídico no puede fundarlo, sólo reconocerlo. La diferencia en- 1 Una excepción podría ser la Constitución de Paraguay, que reconoce que
tre derechos otorgados y derechos reconocidos en la constitución los pueblos indígenas son «grupos de cultura anteriores a la formación y orga-
de un Estado es importante. Por desgracia, como señala Bartolomé nización del Estado paraguayo». La reforma ele 1992 al artículo IV ele la Consti-
Clavero [2, pp. 65 y ss.J, la mayoría de las reformas constituciona- tución mexicana también permitiría una interpretación semejante; menciona, en
les ele América Latina que han pretendido incorporar los derechos efecto, que «la nación mexicana tiene una constitución pluricultural, sustentada
indígenas parten de un error de principio: la promulgación cons- originalmente en sus pueblos indígenas». El adverbio «originalmente» puede in-
terpretarse o;)mo «anterior a la creación del Estado nacional». Sólo en esos dos
titucional se interpreta como una fundación de derechos, cuando casos cabría defender una inlerpretación del texto constitucional que concediera
no puede ser más que el reconocimiento legal de la libertad ele de- a los pueblos indígenas derechos anteriores a la Constitución del Estado, la cual
cisión de los pueblos indios, condición de toda promulgación de sus sólo debería reconocer.
.'
84 ESTADO PLURAL,. PLURAL! DAD DE CÜLTLIRAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 85

Argelia en 1976, y la Carta africana de los derechos del hombre y de los fijados por la relación colonial; los nuevos Estados independientes
pueblos, en Nairobi en 198L El concepto se ha vuelto un lugar común tenían la preocupación de mantener una fuerte unidad y reforzar el
en programas y resoluciones ele las diversas organizaciones que com- poder central por miedo a su disgregación en distintas etnias y tri-
ponen las Naciones Unidas. bus. La descolonización consagró así Estados ficticios, producto de
Sin embargo, el concepto ele «pueblo» se ha mantenido en una la relación de poder de las grandes potencias, como los Estados del
brumosa imprecisión. Salvo el convenio 169 ele la Organización In- Medio Oriente y la mayoría de los del África del sur del Sahara, que
ternacional del Trabajo ( orr), del que hablaré en seguida, ninguna no correspondían a «pueblos» reales, sino se sobreponían a ellos o
otra declaración ni convenio contiene su definición. Parece que los los dividían.
legisladores hubieran querido dejarlo en la ambigüedad, para po- Cierto que, aun durante el proceso de descolonización, la di-
der aplicarlo a situaciones diversas. Ya en el capítulo 1 abordamos ferencia entre los conceptos ele «pueblo» y «Estado» quedaba su-
el intento ele algunos juristas para extraer ele las aplicaciones ele reso: gerida en algunas resoluciones de la ONU, en las que el derecho de
luciones ele las Naciones Unidas un significado general ele «pueblo». autodeterminación se aplicaba a pueblos que aún no eran Estados
Esos intentos en realidad coinciden con definiciones tradicionales o incluso a movimientos ele liberación nacional; por ejemplo, las re-
ele los antropólogos. Un «pueblo» sería, en principio, una colecti- feridas al pueblo palestino o a las poblaciones negras de Sudáfrica,
vidad que: 1) participa ele una unidad ele cultura (lengua, creencias durante el Apartheicl. 2 Aún así los intereses ele los Estados hicieron
básicas comunes, ciertas instituciones sociales propias, formas ele vi- aceptar, sin declararla expresamente, la identificación de «derecho ele
da compartidas, etc.); 2) se reconoce a sí misma como una unidad, los pueblos» con «derecho de los Estados nacionales» o, cuando mu-
es decir, la mayoría de sus miembros aceptan su pertenencia a esa l:ho, ele las nacionalidades con pretensión de convertirse en Estados.
colectividad y son aceptados por ella; 3) comparte un proyecto co- Esta interpretación sirvió con eficacia al proceso ele descolonización,
mún, es decir, manifiesta la voluntad ele continuar como una uni- pero, una vez terminado éste, ha dado lugar a serios problemas.
dad y ele compai1ir un futuro colectivo, y 4) está relacionada con un El derecho de los pueblos pretende ser un derecho humano f-tm-
territorio geográfico específico. Cualquier colectividad que cum- damental, que no podría estar en contradicción con los derechos
pliera con esas condiciones tendría el derecho, según los artículos individuales. Pero si se interpreta como derecho de los Estados, pue-
1 y 55 ele la Carta ele las Naciones Unidas, a la autodeterminación. de oponerse a ellos. En efecto, su invocación ha servido para justi-
No obstante, la promulgación internacional del «derecho de los ficar, en Estados no democráticos, la conculcación sistemática de
pueblos» arrastra un equívoco ele origen. Su función histórica fue derechos individuales. En las distintas Comisiones ele Derechos Hu-
legitimar el proceso ele descolonización posterior a la Segunda Gue- manos ele los organismos ele la ONU yacen miles de expedientes ele
rra Mundial. Fue interpretada, sin discusión, como el derecho a
acceder a nuevos Estados nacionales, limitados por las fronteras
establecidas por los mismos colonizadores. «Pueblo» adquirió 2 Incluso algunos textos hacen expresa la distinción entre «Estado» y «pueblo».
entonces, en la práctica, el sentido ele «Estado-nación». La autode- Por ejemplo, la Declaración relativa a los /Jrincipios del derecho íntemacional acerca de
terminación y el derecho de no injerencia se interpretaron como las relaciones mnistosas )' de la cooperación entre Estados, en conformidad con la Carta
atributos ele la soberanía, que corresponde a los Estados. Esta in- de las Naciones Unidas, del 24 ele octubre de 1970, en la que se lee: «La creación de
un Estado soberano e independiente, la libre asociación o la integración a un Es-
terpretación no fue impugnada porque satisfacía los intereses de tado independiente o la adquisición de cualquier otro estado político libremente
unos y otros. Los antiguos colonizadores estaban interesados en es- decidido por un pueblo constituyen para ese pueblo medios ele ejercer su derecho
tablecer nueva~ relaciones con Estados que conservaran los límites a la autodeterminación» [Jouve, p. 82].
EL DERECHO DE LOS PUEIJLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 87
86 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CU.LTUHAS

violaciones de los derechos humanos individuales, en la antigua situación jurídica; conservan todas sus propias instituciones sociales,
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en el Chile y la Argenti- económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. La conciencia ele su
na de los dictadores y en otros países autoritarios, que no pudieron identidad indígena [... ] deberá considerarse un criterio fundamental.
tener curso porque el Estado concernido invocaba en su favor los
derechos de autodeterminación y no injerencia. Aún ahora algunos pero, para ser aprobada, tuvo que tomar en cuenta la posición de los
Estados aducen los mismos derechos para impedir cualquier ob- representantes de los Estados nacionale~ qu.e, evitaban cualqu~er
servación internacional sobre sus posibles violaciones a los derechos mención capaz de conceder autodetermmac1on a los pueblos m-
humanos. Por otra parte, la identificación entre los derechos de los dígenas; a la definición de «pueblo» que, de hecho, se aplica.~a a
pueblos y los de los Estados soberanos también ha servido, y sirve todas las colectividades culturales indígenas dentro de una naoon-
aún, de instrumento de opresión, en el interior de muchos países, Estado, tuvo que añadirse el siguiente párrafo: «La utilización del tér-
contra las nacionalidades y etnias que lo componen. Los principios· mino "pueblos" en este Convenio no deberá interpretarse en el
de autodeterminación y de no injerencia impiden entonces la ayu- sentido de que tenga implicación alguna en lo que atañe a los de-
da internacional a las minorías oprimidas. rechos que pueda conferirse a dicho término en el derecho inter-
En un sentido inverso, esa misma identificación ha servido in- nacional» [otT, ai1. 1, n. 5; Gómez, p. 43]. Lo que la Carta de la ONU
directamente para justificar la intervención de grandes potencias en concedía a todo «pueblo» quedó en suspenso, por el temor de los
conflictos internos de otros países. En efecto, se ha argumentado de representantes de los Estados.
la manera siguiente: los pretendidos «derechos de los pueblos» sir- Con posterioridad, otros instrumentos han intentado nuevos
ven para justificar la violación de los derechos individuales por Es- pronunciamientos internacionales. El Convenio de la Or.ganización
tados autoritarios; no puede haber un derecho legítimo si se violan de Estados Americanos (o EA) proclama a los pueblos «su¡etos de de-
esos derechos; luego, no hay tales «derechos de los pueblos» si no red10 internacional» y de «derechos colectivos». Aunque no emplea
pueden reducirse a los individuales; por ende, los Estados que vio- el término «autodeterminación», les concede «autogobierno». Por
lan derechos individuales no tienen ningún derecho en su favor; el contexto, deja entender que ese derecho corresponde a los pue-
consecuencia: cualquier otro Estado puede intervenir en ellos para blos indígenas dentro de un Estado nacional y no sólo a los Estados
restablecer los derechos individuales. Aunque con palabras más mismos. Sin embargo, no se atreve a ofrecer una definición de «pue-
adornadas, ese género de razonamiento ha justificado las acciones blo» en ese sentido, y la ambigüedad persiste [1N1]. La Comisión de
de guena de Estados Unidos en Nicaragua o Panamá.· Derechos Humanos de la ONU, por su parte, estatuyó un grupo de tra-
La misma confusión está en la base de los obstáculos para llegar bajo de la Comisión sobre la Prevención de la Discriminación y la
a consensos en los proyectos de convenios internacionales destina- Protección de Minorías, encargada de suministrar un proyecto de
dos a determinar los dered1os de los pueblos indígenas. El Convenio convenio. Ese grupo llegó a formular un texto en 1995; a la fecha
169 de la orr llegó, por fin, a una primera -y única hasta ahora- (1998) aún estaba en discusión, sin aprobarse. La dificultad mayor
definición de «pueblo indígena»: los pueblos para llegar a un consenso era justamente el problema que nos ocu-
pa. El proyecto de texto de 1995, no aprobado, concedía a los «pue-
son considerados indígenas por el hecho de descender de poblaciones blos» el «derecho a determinar su propia condición política», otro
que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertene- nombre para «autodeterminación»; sin embargo, no pronunciaba
ce el país en la época de la conquista o la colonización o del estable- ese término. También en este caso se omitió determinar el sujeto co-
cimiento ele las actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su lectivo de ese derecho. Los representantes estatales, temerosos de
88 ESTADO PLURAf,, PLURALIDAD DE CULTURAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS fNDIOS A LA AUTONOMÍA 89

conceder derechos colectivos a etnias y nacionalidades internas, han rnunidad cultural consciente de sí misma. Sólo si se maútiene ese
podido así interpretar «pueblos» como si fueran Estados nacionales. sentido, y no el de «Estado», los derechos de los pueblos no entran
su posición, que hasta ahora parece inconmovible, ha detenido el en contradicción con los derechos individuales.
trabajo del grupo. Desde la Revolución Francesa se planteó el problema de la relación
La interpretación de «derecho de los pueblos» como «derecho de entre dos géneros de derechos: los que eran previos a la constitu-
los Estados» no se sostiene. Ignora la distinción entre «pueblo» (co- ción de la asociación política y los que eran su producto. La ley sólo
munidad cultural relacionada con un teuitorio) y «Estado» (sistema podía reconocer los primeros; otorgaba, en cambio, los segundos. Es-
de poder soberano sobre uno o varios pueblos) y confunde la «au- ta diferencia dio lugar a la tensión pennanente, en todos los textos
todeterminación» con la soberanía política. Esa interpretación pone de la época, entre «derechos del hombre» y «derechos del ciudadano»,
en contradicción el derecho de los pueblos con los derechos hu- presente desde el título mismo de la Declaración de 1789. L~ re~~ción
manos individuales y sirve de justificación a la opresión de etnias' y entre ambos nunca fue claramente resuelta; en general, se s1gmo una
comunidades por el poder político. Ahora bien, el derecho de los vía fácil para intentar eliminar la tensión: los derechos del hombre
pueblos, tal como fue consignado en la Carta, es complementario se basaban en la «naturaleza»; los del ciudadano, en el reconocimiento
de los derechos individuales; al igual que estos últimos, no puede de aquellos derechos naturales por la sociedad política. Algunos le-
ser posterio1~ sino preceder al derecho de los Estados. Su fundamento gisladores precisaron mejor la diferencia entre ambos órdenes. Un
último debe encontrarse, pues, en los derechos humanos básicos. ejemplo notable es la distinción entre derechos «absolutos» y dere-
chos «condicionales», propuesta por el diputado Thoret.

DERECHOS COLECrIVOS Y DERECHOS INDIVIDUALES Los derechos absolutos -declaraba ante la Asamblea- son aque-
llos de tal manera inherentes a la naturaleza del hombre que son
inseparables de él y le siguen en todas las circunstancias y posi-
En el pensamiento liberal hay una idea bastante extendida: los lla- ciones en que se encuentra. Los derechos condicionales son los
mados «derechos colectivos» son una ilusión; crean un sujeto de que suponen cierto estado o cierta institución que depende o-ha
derecho inexistente, porque el único real es el individuo; en nom- dependido de la voluntad. Tales son los que se originan en la pro-
bre de la comunidad, coartan los derechos individuales. El llamado piedad o en las convenciones, o los que tienen por fundamento
«derecho de los pueblos»; por lo tanto, entra en oposición con los de- las constituciones o reglamentos de la asociación. [Jouve, p. 146]
rechos de los individuos.
Esta concepción se basa en un malentendido. Si el derecho de El fundamento de legitimidad de los derechos «absolutos» no es la
los pueblos se considera un derecho humano fundamental, en el voluntad soberana del Estado; que sea la «naturaleza» es una manera
mismo plano que los derechos individuales, no puede haber con- de indicar, con un concepto metafísico propio de la época, su ante-
tradicción entre ellos. Los derechos humanos básicos no fundan su rioridad a la constitución de la asociación política. Sin retener aquel
legitimidad en su promulgación por el Estado, se justifican en el re- concepto, podríamos hablar de derechos propios de todo agente li-
conocimiento de necesidades y valores previos a la constitución de bre, que condicionan la constitución del Estado, diferentes a los de-
cualquier asociación política. Si el «derecho de los pueblos» ha de en- rechos promulgados por éste.
tenderse como un derecho humano básico, tiene que fundarse en Dijimos antes que cualquier asociación política supone, como
necesidades y valores supuestos en cualquier asociación política y condiciones de la asociación misma, la aceptación de ciertos valo-
que no deriven de ella. Así sucede si «pueblo» tiene el sentido de co- res comunes «vedados» a la negociación. Esta misma idea puede ex-
90 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE cur:rUHAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 91

presarse de otra manera: presupuesto de la negociación en cualquier nacidas por el sistema legal, de dar satisfacción a necesidades bási-
asociación libre es la aceptación de ciertos valores básicos que te- cas o, en otras palabras, de realizar valores objetivos fundamentales,
nemos que reconocer en cualquier sujeto susceptible de entrar·en inherentes a todo hombre sujeto a ese sistema. Como su satisfacción
una asociación libre. Según Ernesto Garzón Valdés, estos valores 0 es una condición necesaria de toda asociación política voluntaria, los
-como él prefiere decir- «bienes» básicos serían «aquellos que son «derechos humanos» son la expresión, en el derecho positivo, de
condición necesaria para la realización de todo plan de vida, es de- aquel «coto vedado» a la negociación entre intereses divergentes.
cir, para la actuación del individuo como agente moral»; serían, por Ahora será más fácil contestar a la siguiente pregunta: ¿esos dere-
lo tanto, los que satisfacen «necesidades básicas» de todos los suje-' chos son exclusivamente individuales o comprenden también de-
tos [Garzón Valdés l, p. 46]. Al cumplir con esas necesidades se rea- rechos colectivos?
liza un valor objetivo, válido para todos. El Estado moderno, dijimos, pai1e de la idea ele la asociación po-
Podemos entender por «valor» la propiedad ele objetos o situá- lítica como un pacto entre individuos. Los derechos humanos se
ciones que satisfacen una necesidad de una persona. Consideramos interpretan entonces como derechos ele los individuos aislados,
«objetivo» ese valor (no sólo válido para un sujeto, sino para todo separados ele todo contexto comunitario. Tanto en el Bill of Rights
sujeto ele una asociación) si tenemos razones suficientes para con- norteamericano como en la Declaración de los derechos del hombre y
siderar que cualquiera compartiría esa necesidad. Entre las nece- del ciudadano, ele la Revolución Francesa, los derechos tienen como
sidades básicas están aquellas que corresponden a todo hombre función proteger al ciudadano contra la intromisión del Estado en
o mujer en cuanto agente moral, es decir, en cuanto sujeto con la la esfera ele su vida privada. En ambos casos, los constituyentes par-
facultad de decidir libremente de su vida dentro de las condiciones tían de la idea de un Estado homogéneo; la asociación política
determinadas por su sociedad [Villoro 6, cap. 2]. Si valores funda- coincidía con una sola nación. Era claro para ellos que los derechos
mentales del hombre son los que corresponden a todo agente moral, civiles serían los mismos para todo ciudadano, puesto que no to-
capaz de entrar en asociación libre con otros individuos, en cual- maban en cuenta su pertenencia previa a culturas y nacionalidades
quier asociación estaría vedado infringir esos derechos. distintas. En La cuestión judía, Maix [t. l, p. 364] pudo criticar esa
Necesidades y valores básicos son, pues, los que no derivan del concepción de los derechos humanos porque consagraban, en su
consenso al que puedan llegar los miembros de una asociación po- opinión, la separación de los individuos en el seno de una socie-
lítica, sino los que son requisitos necesarios para que ésta se dé. No dad atomizada: «Los derechos humanos no son más que los dere-
son resultado, sino condición del sistema político y jurídico derivado chos del miembro de la sociedad burguesa, no son más que los del
de la asociación, es decir, del Estado. Ellos mismos no son derechos hombre egoísta, del hombre separado del hombre y de la comu-
jurídicos, puesto que toda norma jurídica supone un legislado¡;. Pe- nidad.» Maix se equivocó, en mi opinión, al no ver en los derechos
ro pueden considerarse «derechos morales», o bien, «razones» que humanos más que la expresión de la mentalidad burguesa. Preso en
justifican la promulgación de derechos por el Estado. 3 No es éste el su idea del carácter de clase de la moral y del derecho, no vio que
lugar para entrar en esa discusión. Cualquiera que sea su interpre- esos derechos eran expresión de condiciones, no sólo de un tipo
tación, los «dered1os humanos» pueden verse como e-"'<igencias, reco- de asociación política, sino de toda asociación basada en la liber-
tad de las personas. Sin embargo, pienso que fue ce11ero en ligar la
3
Para esta segunda posición, véase Javier de Lucas [p. 19]: «Los derechos no formulación jurídica de esos derechos, en las declaraciones de las re-
son tales derechos, sino que ofrecen razones para justificar la exigencia de un re- voluciones democráticas, a una concepción de la sociedad atomiza-
conocimiento normativo determinado: para fundamentar los derechos.» da en individuos aislados, abstraídos de su contexto comunitario.
.,
92 ESTAD.O PLURAL, l'CUl\AL[[)AD DE CULTURAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 93

. Pero en las sociedades reales, los derechos individuales no pue- de una persona se dan sobre el supuesto de esas creencias básicas;
den abstraerse de una dimensión colectiva. El «derecho de los pueblos» son culturalmente dependientes. Cuando todos los miembros de
es la figura del derecho internacional que reconoce esa dimensión · una asociación política pe11enecen a la misma cultura, esa depen-
colectiva de los derechos humanos. No puede oponerse a los dere- dencia es la misma en todos ellos; la existencia de «subculturas» co-
chos individuales; por el contrario, permite su ejercicio. rrespondientes a distintas clases, regiones o grupos sociales no elimina
En una resolución de las Naciones Unidas se considera el dere- el marco de valores y creencias básicas en que todos pueden reco-
cho de los pueblos a la autodeterminación como «una condición nocerse y que otorgan justamente unidad a una cultura común. En
previa para disfrutar de todos los derechos fundamentales del hom- cambio, cuando los miembros de una asociación política pertene-
bre» [oNu]. Pero, ¿cómo puede un derecho colectivo ser «condición» cen a culturas distintas, el respeto ele su capacidad ele elección libre
de un derecho individual? Sólo si se refiere al contexto que hace po- entraña el del sistema ele creencias básicas, de valores y fines posi-
sible el ejercicio de ese derecho. El contexto es la comunidad cultu- bles, de la comunidad a la que pertenecen. Dentro de un Estado
ral a la que pertenece el individuo. multicultural no puede darse por supuesto el acuerdo entre fines y
Entre las necesidades básicas está la ele pertenencia. Ningún in- valores colectivos últimos entre personas de culturas diferentes; por
dividuo puede vivir como hombre sin relacionarse con los otros, sin lo tanto, el presupuesto ele cualquier acuerdo es el reconocimiento
sentirse parte de una sociedad humana y ser aceptado por ella. Esa de esa diferencia. Así, en esos casos, los derechos humanos incluyen
necesidad se satisface con la pertenencia a distintos grupos, de va- una referencia al derecho de las comunidades culturales a las que
riada amplitud: familia, clase social, localidad, asociaciones ele todo pertenecen los individuos. Entre los derechos que garantizan al in-
tipo, pero hay un sentimiento ele pertenencia más profundo, pre- dividuo la capacidad de elección de vida, es necesario considerar
sente en todas ellas: la participación en una cultura específica, por derechos que aseguren a las diferentes comunidades culturales la
lo tanto, en un pueblo. autonomía que hace posible la elección de vida de los individuos.
Es esa serie ele pertenencias la que permite a una persona forjar Los derechos humanos individuales comprenden el derecho a
su propia identidad. La imagen que tenga ele sí mismo está ligada la autonomía ele la persona. Pero las personas no son individuos sin
al valor que conceda a los grupos con los que se identifica. Según la atributos: incluyen la conciencia de la propia identidad corno miem-
identidad que elijan para sí, los distintos individuos varían en la elec- bros de una colectividad, y ésta no puede darse más que en un con-
ción de valores que orienten su vida. Pero todos suponen un valor te,-x:to cultural. Autonomía ele una persona es la capacidad ele elegir
común: justamente la capacidad de elegir, en el marco de su situa- conforme a sus propios fines y valores y de ejercitar esa elección. Y
ción social, cie11os valores y de perseguir fines. La autonomía per- los valores que puede elegir y realizar están, de hecho, delimitados
sonal consiste en la facultad de elegir un plan ele vida y seguirlo. por el marco de una cultura determinada. Las creencias básicas so-
Ahora bien, condición de una asociación política voluntaria es bre fines y valores realizables pueden variar de una cultura a otra.
la capacidad de sus miembros de decidir libremente, conforme al Nadie puede elegirlos en abstracto. Cada individuo, para ejercer su
propio sistema de fines y valores. Pero éste supone la presencia an- libertad personal, tiene que hacerlo en el seno de la cultura a la que
te el sujeto de un abanico ele fines posibles y una jerarquía devalo- pertenece. Para que un purépecha o un tzotzil pueda ejercer real-
res, que son comunes a una cultura. Una cultura, en efecto, difiere mente el derecho de elegir su propio plan de vida, tienen que respe-
ele otras en ciertas creencias básicas acerca de lo que puede tornar- tarse las formas ele vida purépecl1a o tzotzil. Si le quieren imponer por
se por razones válidas, acerca de lo que puede existir en el mundo fuerza una cultura que no es la suya, no podría elegir su plan de vida
y acerca de lo que realmente es más valioso. Las elecciones de vida ni ejercerlo. En síntesis, el derecho ele los pueblos no puede verse
,EL DEltECI-10 DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 95
94 ESTADO PLURAL,. PLURALIDAD DE CULTURAS

como contrádictorio ni opuesto a los derechos individuales, sino co- misma dicta y no las promulgadas por otros. No difiere del concepto
mo condición para el ejercicio de esos derechos. Por consiguieri.te, de «libre determinación» aplicado al sujeto moral. Pero· en el cam-
el reconocimiento del derecho de la autonomía de las personas, por po de las relaciones políticas, «autonomía» ha adquirido, ele hecho,
el orden legal, de una asociación política implica el de las comuni- otro sentido. Se refiere a un grupo social o a una institución que tiene
dades culturales a las que pertenecen. El «derecho de los pueblos» el derecho ele dictar sus propias reglas, dentro ele un ámbito limita-
sólo puede contarse entre los derechos humanos fundamentales, en do de competencia. Así se habla, por ejemplo, de una «universidad
la medida en que «pueblo» sea una condición necesaria para la auto- autónoma», de la «autonomía» municipal o de las «autonomías»
nomía de las personas; entonces sólo puede referirse a la comuni- otorgadas a determinadas regiones dentro ele un Estado. Cuando los
dad cultural en cuyo marco se da cualquier elección autónoma; en pueblos indígenas demandan la autonomía, reivindican ese sentido
esa medida, el «derecho de los pueblos» no contradice los derechos del ténnino. «Autonomía» no es, para ellos, equivalente a «soberanía».
del individuo, sino, por el contrario, los refuerza. 4 Lo que plantean es su derecho a pactar con el Estado las condiciones
que permitan su sobrevivencia y desarrollo corno pueblos, dentro
de un Estado rnulticultural.
AUTONOMÍAS Este sentido ele autonomía, que no implica secesión del Estado,
se está usando en muchos países. Desde la democratización ele Es-
El derecho de autodeterminación no corresponde a cualquier co- paña, el Estado español está dividido en «regiones autónomas» que
munidad minoritaria dentro del Estado, sino sólo a aquellas que -salvo una pequefía minoría- no reivindican su independencia.
cumplen cabalmente con las características de «pueblo» que antes En Canadá hay regiones autónomas indígenas que forman parte ele
señalarnos. Pero la libre determinación ele un pueblo puede ejercerse la Federación Canadiense. En Panamá existe una región indígena
ele distintas maneras. Puede reservar para sí la decisión última so- autónoma. En Nicaragua se solucionó un difícil conflicto al firmar
bre su destino, sin estar supeditado a leyes más altas que las que él un estatuto de autonomía con los pueblos indígenas de la Costa ·
mismo se otorgue. Entonces el ejercicio de la libre determinación Atlántica. En ninguno ele esos casos autonomía implicó secesión del
conduce a un estatuto ele soberanía. Es el caso ele todos los Estados Estado. De parecida manera, las autonomías indígenas en México
nacionales y ele algunas nacionalidades que aspiran a convertirse en o en Perú, si se clan, tendrán que estar pactadas con el gobierno fe-
Estados. deral y ser promulgadas en la Constitución de la República y en las
Pero hay otra manera ele ejercer el derecho ele libre determina- constituciones ele cada estado federal.
ción: aceptar formar parte ele un Estado soberano, determinando las La autonomía de un pueblo no puede plantearse ele la misma
facultades, competencias y ámbitos en que se ejercerían los derechos manera cuando ocupa un territorio delimitado o cuando, por el
propios. Eso es autonomía. contrario, se encuentra disperso en distintas regiones y sus miem-
«Autonomía» es un término que proviene ele la teoría ética. En bros están mezclados con individuos de otros pueblos. Las dos si-
ese campo se refiere a una voluntad que sigue las normas que ella tuaciones se clan en el caso de los países indoamericanos. Por ello
se comprende la e.'Cistencia ele dos corrientes que conciben la auto-
nomía ele distintas maneras, aunque coincidan en puntos esenciales.
4 Una corriente considera ·aplicabtes las autonomías a ámbitos
Después de escritas estas páginas, encontré en un libro de Will Kymlicka
[pp. 82 y ss.] un argumento semejante para relacionar los derechos colectivos con territoriales delimitados, marcados en la Constitución. Es la tesis
los individuales. que ha sostenido en México, con convincente rigor, Héctor Díaz Po-
EL DE!lECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 97
96 ESTADO PLURAL( PLURALIDAD DE CULTURAS

larico y que han hecho suya algunas organizaciones indígenas con- las etnias indígenas están mezcladas entre sí y con los mestizos y
gregadas en la Asociación N_ac~onal Indíge~a para la ~utonornfa . criollos; o bien ocupan poblados aislados, sin una conexión sólida
(ANfPA): s Plantea el establecnmento de reg10nes seme1antes, ·por entre ellos. Establecer allí una región autónoma plantearía proble-
ejemplo, a los territorios indígenas autónomos de la Costa Atlán- mas muy difíciles. En primer lugar, la relación entre miembros de
tica de Nicaragua o a la región de los inuit en Canadá. Según ese las distintas etnias, incluyendo los mestizos, que son también una
proyecto, en un Estado federal habría cuatro niveles de entidades etnia, en lugares mayoritaria. ¿Cómo formar una región pluriétni-
de gobierno: el municipio, el estado, la región autónoma y la fede- ca con una población que pertenece a culturas diferentes? ¿Cómo
ración nacional. La región autónoma sería, en consecuencia, una en- determinar en ella las facultades de los miembros de las distin-
tidad política distintiva, con un gobierno propio. tas etnias?
. En mi opinión, ese proyecto presenta tantas ventajas corno in- Por otra parte, la traducción legal de los derechos de regiones
convenientes. Sería aplicable a los pueblos indígenas que conservan autónomas en poblaciones tan mezcladas sería muy difícil en la
una unidad cultural efectiva y están establecidos en una comarca práctica. La dificultad es mayor en el caso de un Estado federal. Al
geográfica delimitada, en la cual constituyen una mayoría. No im- problema de marcar sus límites territoriales dentro de un estado de
porta que estén conformados, de hecho, por varias etnias si tienen la federación se añadiría el de lograr el acuerdo entre varios estados
un origen histórico común y comparten muchos rasgos culturales. que comparten población de las mismas etnias. Pueden preverse las
Por ejemplo, en la región maya, varias etnias distintas tienen un mar- discordias políticas y conflictos de intereses que suscitaría un pro-
co cultural común, descendiente de la antigua civilización maya. En yecto semejante. Por último, establecer un nivel suplementario de
los territorios en que cuentan con mayoría, podrían formar una re- gobierno exige una reforma constitucional radical y modificaciones
gión pluriétnica autónoma. En México podrían señalarse otros ca- en las leyes fundamentales de los estados con población indígena.
sos, como el de los hui cho les, que han conservado una rica cultura Para ello se requieren circunstancias políticas precisas que son difí-
común, aunque los municipios en que tienen mayoría forman par- ciles de prever, al menos en el c0110 plazo. No digo que no pueda
te de varios estados de la República; o el caso de los yaquis, que ya realizarse propuesta tan amplia, pero es razonable calcular que sólo
gozan de cierta autonomía en un territorio delimitado. En esas y habría que esperarla para el largo plazo y, sobre todo, restringirla a
otras situaciones similares, cuando el hábitat de un pueblo corres- ciertos pueblos del país cuyo territorio pueda delimitarse.
ponde aproximadamente a un territorio geográfico sería posible es- La verdad es que la situación de los pueblos indígenas es tan va-
tablecer, en principio, regiones autónomas. Tendrían entonces la riada, presenta tantos casos diferentes, que quizá la mejor solución
ventaja de poder planear sus propias políticas de desarrollo para un a sus demandas sea proceder por etapas y de abajo hacia arriba. Por
ámbito amplio, sin la imposición de otros poderes. Al mantener la esta solución se inclina la segunda corriente de pensamiento. Es la
unidad en un territorio, podrían defenderse mejor contra la disgre- que quedó parcialmente plasmada en los acuerdos de San Andrés
gación de sus propios miembros y el vasallaje a que están someti- Larráinza1~ firmados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacio-
dos por la cultura mestiza dominante. nal de Chiapas y el gobierno federal, aunque éste no las ha cumplido
Por desgracia, esos casos son reducidos. En la mayoría de los aún. Esta propuesta obtuvo el apoyo del Congreso Nacional Indí-
lugares, tanto en México como en otros países de la América india, ·gena, asociación que reúne representantes legítimos de la mayoría
de los pueblos indios de México. 6 Esta corriente propone reconocer

5 Véanse Díaz Polanco y ANIPA. 6 Véanse Ce-Acatl y Congreso Nacional Indígena.


98 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS
EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 99

la autonomía indígena a partir de su organización política básica: . proceso paulatino, cuya progresión estaría marcada por las mismas
comunidad.
comunidades indígenas.
. De hecho, n;uchas comúnidades d~ mayorí~ indígena ejercen Ya
Cierta autonom1a; obedecen a sus propias autondades, elegidas po
. r
consenso; mantienen sus sistemas de cargos, se rigen por sus usos
y costumbres y participan en una vida comunitaria diferente a la
de los municipios y comunidades no indígenas. Muchos indígenas El término «ciudadanía» está ligado a la concepción del Estado-na-
me dicen a mí, que no soy indígena: «Ustedes nos hablan de nuestro ción moderno. «Ciudadano» es un individuo igual a otro en dere-
derecho a la autonomía. Pero la autonomía la hemos tenido desde chos y obligaciones frente al Estado. El uso de ese concepto tuvo un.a
siempre. Nosotros nos regimos por nuestra cultura, por nuestras cos- función: eliminar del orden político la legitimidad de todas las rei-
tumbres. Lo que queremos es que se reconozca en la ley lo que es- vindicaciones de diferencias basadas en la sangre, el rango o l~ per-
tamos haciendo.» Así, la comunidad, unidad fundamental de todos tenencia a cuerpos o comunidades distintivas. En las revoluC1ones
los pueblos indígenas, debería tener el rango de entidad·jurídica.7 estadounidenses y francesa se utilizó para suprimir las prerrogativas
Las comunidades podrían congregarse entre ellas, formando de la realeza, la aristocracia y el clero; en la América hispá?ica .tuvo,
nuevos municipios de mayoría indígena, que podríamos llamar además, otra consecuencia: la desaparición de las denommaClones
«municipios indios». Los municipios, a su vez, pueden coordinar sus de castas y de los derechos comunales de las distintas etnias.
acciones y proyectos. Llegaríamos a la región autónoma, pero sería El ciudadano es creación del nuevo orden político, como lo es
el resultado de las acciones concertadas y voluntarias de las propias efEstado-nación homogéneo. La definición de quién es ciudadano
comunidades que, desde abajo, se irían congregando en entidades es producto de un acto voluntario; es la ley la que otorga d~rechos
cada vez más amplias, gozando de facultades de autogobierno. Ha- e impone obligaciones a los ciudadanos, a la par que const1tu~e el
bría así una vía para llegar a regiones autónomas constituidas por Estado nacional. Los derechos del ciudadano son, pues, posteriores
un pueblo, sin necesidad de reformas legales radicales, planificadas a la constitución de la asociación política y en ella f·undan su legiti-
desde arriba. Pero las leyes nacionales deben reconocer el derecho midad. Por ello, la ley puede restringir, según las necesidades del Es-
a seguir esa vía. Para ello, es menester reconocer los derechos de tado, la ciudadanía; puede incluso establecer jerarquías entre ciu-
autoderminación de los pueblos.
dadanos con derechos distintos, ciudadanos «activos» y «pasivos»
Esta segunda vía a la autonomía es flexible. Unos pueblos po- por ejemplo, o llegar a negar muchos derechos de la cit~~adanía a
drían seguirla, otros rechazarla. Se trata de que los pueblos tengan la mitad de los individuos de la sociedad, como suced10 durante
la posibilidad de decidir cómo quieren gobernarse. No se trata de
muchos años respecto de las mujeres. Los derechos de etnias y na-
que nosotros, una vez más, como lo hemos hecho desde hace siglos, cionalidades son condiciones de la constitución de un Estado; la
les impongamos nuestros esquemas. En mi opinión, sería una ma- ciudadanía, en cambio, es su resultado. Parecería que hay una con-
nera de resolver el «problema» indígena, lenta pero segura. No se tradicción entre el concepto de «ciudadanía» y el de «autonomía»
trata de una reforma repentina, diseñada en el papel, sino de un para un pueblo dentro de un Estado homogéneo. En efecto, e~ cit:-
7
dadano es, por definición, sujeto de derechos iguales para to~o md1-
La Constitución mexicana no menciona la «comunidad»; sólo aparece en la viduo, cualesquiera que sean sus diferencias culturales o soC1ales; la
Ley agraria. Por ello, los Acuerdos de San Andrés demandan el reconocimiento, eil autonomía, por el contrario, establece sujetos que pertenecen a co-·
el art. 115 ele la Constitución, de las comunidades como entidades de derecho.
rnunidades con derechos diferenciados. Se plantearía así un aparente
100 ESTADO PLURAL., PLURALIDAD DE CULTURAS EL DERECHO DE LOS PUEilLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 101

dilema: mantener derechos autónomos distintos a costa de dife- 2) El concepto de ciudadanía, en el Estado moderno, tiene la
renciar el concepto de «ciudadanía», o bien, conservar el concepto función de garantizar la igualdad de trato de todo individuo por
tradicional de «ciudadanía» a riesgo de socavar las pretensiones de la ley. Cualquier diferenciación de derechos conduciría a un trato
autonomía de los pueblos. Las dos soluciones teóricas han sido, inequitativo. Invitaría a la discriminación (así sea «positiva») de un
de hecho, defendidas. grupo por otros.
La «ciudadanía diferenciada» es una propuesta de Will Kymlicka 3) Una división de ciudadanos por gmpos favorece la disgrega-
[pp. 124 y 174]. Parte de la comprobación de la insuficiencia de ción del todo social. Una ciudadanía común está ligada a la unidad
los derechos individuales, comunes a todo ciudadano, para garan- del Estado. Los individuos que la comparten pueden vincularse por
tizar la libe11ad de elección de los miembros de comunidades cul- un sentimiento compm1iclo de identidad nacional. Una doble ciu-
turales diferentes. Se requiere para ello de una diferenciación de dadanía tendería a disolver o, al menos, a debilitar ese vínculo.
derechos por gmpos sociales. En una sociedad «poliétnica», losº 4) Las dificultades ele consignar en la ley ciudadanías diferen-
individuos pertenecientes a etnias distintas tendrían derechos dife- ciadas son considerables. ¿Mediante qué criterios se adscribiría un
renciales, que les permitirían dar satisfacción a ciertas demandas individuo a una variante ciudadana? ¿Sería una autoadscripción? En-
específicas, sin constituir por ello una asociación separada de la tonces se prestaría a ser utilizada para intereses particulares. ¿Con ba-
sociedad global. En ciertos Estados puede haber también lo que se en un criterio cultural, como la lengua o ciertas prácticas sociales?
Kymlicka llama «culturas societales» (societal cultures), es decir~ cul- Pero en una sociedad en la que las etnias se encuentran mezcladas,
turas «cuyas prácticas e instituciones cubren todo el rango de las es casi imposible aplicar con precisión criterios semejantes.
actividades, abarcando tanto la vida pública como la privada» Estas objeciones suelen dar pábulo a la posición contraria: pa-
[Kymlicka, p. 75]; corresponderían a los pueblos que comparten la ra satisfacer las exigencias ele autonomía cultural bastaría con reali-
adhesión al mismo Estado. Esas culturas tendrían derecho al «auto- zar plenamente la igualdad de derechos proclamada por la noción
gobiemo»; debería concedérseles, concluye Kymlicka, una «ciudada- de una ciudadanía común. La idea de ciudadanía iguala ante la ley
nía diferenciada». Acepta así la posibilidad de una doble ciudadanía: a todos los miembros de un Estado. Es opuesta, por principio, a la -
la común a todos los ciudadanos de un Estado y la propia de un existencia de derechos diferenciados; sin embargo, puesto que a to-
grupo específico. dos concede la misma libe11ad, tiene que respetar las diferencias que
Esta propuesta intenta dar solución a las demandas legítimas de derivan de su ejercicio por cada quien. Así, nada se opone en el or-
autonomía de los pueblos. Sin embargo, no deja de suscitar obje- den legal a que cualquiera mantenga y desarrolle su cultura y sus
ciones serias; las resumiré en los siguientes rubros: formas particulares de vida, por diferentes que fuesen, con tal ele no
1) La diferenciación de la ciudadanía por gmpos de población interferir en la libei1ad de los demás. El derecho a la igualdad im-
podría verse como un regreso, bajo otra traza, a las distinciones po- plica también el derecho a la diferencia. En esta concepción, las dis-
líticas y sociales del antiguo régimen, que las revoluciones demo- tintas formas de vida de culturas diferentes se asimilan, en realidad,
cráticas 'acertaron a desterrar. En nuestros días, podría hermanarse a los derechos privados, como el de profesar una religión, sostener
a una concepción organicista y estamentaria del Estado. La ciuda- y expresar ciertas creencias o asociarse para fines legítimos. Ésta se-
danía igualitaria ha sido la única manera de abolir los privilegios de ría la postura que correspondería, a grandes rasgos, a un enfoque li-
ciertas categorías sociales en detrimento de otras. La ciudadanía di- beral tradicional. Los derechos civiles comunes a una ciudadanía
ferenciada podría dar lugar a nuevos privilegios y ventajas de cier- única bastarían, según ella, para satisfacer las demandas de auto-
tos grupos. nomía [véase Claucle].
102 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DÍJ CULTUHAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 103

Esta segunda posición teórica ofrece una garantía a la unidad blos que componen la nación y no sólo para el mayoritario. Para
del Estado; suministra, además, un marco global para mantener la asegurar la igualdad, es necesario reconocer jurídicamente la auto-
equidad de trato entre sus úüembros. Sin embargo, tampoco·ella · nomía allí donde se impide ü obstaculiza su ejercicio. Es el caso de
es convincente. Sería válida sobre el supuesto de un Estado-nación Ias comunidades indígenas.
equitativo, en el que todos los grupos que lo componen gozaran de Los pueblos indígenas, en Indoamérica, plantean una doble
las mismas oportunidades para ejercer sus derechos. Pero la realidad exigencia: autonomía para decidir respecto ele sus formas de vida y
es otra. Los Estados nacionales fueron resultado de la imposición de participación en la unidad del Estado. La solución deberá hacer
un pueblo sobre otros y guardan aún ese sello. Piénsese en lo más jnsticia a ambas pretensiones. No consistirá, por lo tanto, en la di-
obvio: la lengua oficial, las concepciones jurídicas, las instituciones ferenciación ele la ciudadanía, sino en la separación entre ciudada-
nacionales, los procedimientos ele elección y gobierno, la educación nía y nacionalidad dominante. Una ciudadanía común a todos los
pública, los ritos y símbolos ele convivencia, son los ele la naciona- miembros ele un Estado multicultural garantiza su unidad y no tie-
lidad dominante. Los derechos del ciudadano se confunden, ele he- ne por qué ser incompatible con el establecimiento de autono-
cho, con los dictados por un pueblo sobre otros. Pero el ejercicio de mías, con tal de no incluir en la ciudadanía ninguna característica
la libertad ele cada ciudadano tiene como condición elegir en el aba- inaceptable para cualquiera de los pueblos que deciden convivir en
nico ele posibilidades ele la cultura a que pertenece que, en los paí- el mismo Estado.
ses multiculturales, puede diferir ele la hegemónica. Para garantizar Un Estado multicultural es el resultado ele un convenio tácito en-
ese derecho es menester, por lo tanto, además ele la vigencia ele los tre pueblos distintos. Lo único común entre ellos con necesidad son
derechos comunes a todo hombre en sociedad, el reconocimiento, las condiciones que hacen posible el convenio, es decir, ese «coto ve-
en pie ele igualdad, ele las culturas diferenciadas que permiten la re- dado» a toda discusión del que hablamos antes. Su reconocimien-
alización ele cada quien. Ese reconocimiento se basa en el derecho to permite contar entre los derechos comunes a todo ciudadano el
ele los pueblos; no son otorgados por el Estado, sino previos a su derecho a la vida, a la seguridad, a la libe1iacl y a la igualdad de tra-
constitución y sólo pueden ser convalidados por él. to. Pero libe1iad e igualdad incluyen el derecho a la pe1ienencia. Un
Los pueblos indígenas no han gozado ele iguales oportunidades agente moral no está libre para elegir su plan ele vida sin las posi-
para ejercer sus derechos ciudadanos. Aunque se los declare iguales bilidades de elección que le presenta la cultura a la que pertenece.
en derechos, en realidad no lo son. Carecen ele las mismas opo1iu- La igualdad, por su parte, no equivale a la identidad en la elección
niclades que los demás para decidir respecto ele sus formas de vida, de fines y valores, sino a la atribución ele las mismas oportunidades
personales y sociales, y ejercerlas siguiendo su propia cultura, sin para elegir valores diferentes; implica el derecho a las diferencias. Por
interferencias ajenas. La autonomía que reclaman es justamente la lo tanto, los derechos comunes ele ciudadanía, promulgados por el
facultad ele realizar, con la libe1iacl que les confiere su derecho de Estado, deben incluir el derecho a la diferencia ele las culturas que
ciudadanos, sus propias formas ele vida. Para ello necesitan que se lo componen.
estatuya ese derecho en la Constitución. Esa garantía no estaría en La ciudadanía común, en un Estado multicultural, no puede in-
oposición a los derechos iguales a todo ciudadano, sino, por el con- cluir ningún derecho que pudiera no ser reconocido por alguna ele
trario, sería la manera ele garantizar su ejercicio para los ciudadanos sus culturas. Es el caso, por ejemplo, de los derechos de propiedad
que no han tenido hasta ahora la posibilidad real ele disfrutarlos. La individual. Muchos indígenas consideran indispensable para el
autonomía, lejos de propugnar derechos opuestos a la igualdad ciu- mantenimiento de la comunidad, la propiedad colectiva y el carác-
dadana, pretende garantizar su ejercicio efectivo para todos los pue- ter inapropiable ele la tierra. Otro ejemplo significativo: los proce-
104 ESTADO PLU!lAL, PLU!lALIDAD DE CULTURAS EL DEHECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 105

dimientos de elección y de gobierno. Muchas comunidades indias de la posesión de una misma tradición, ni de los mitos históricos de
siguen el ideal de una democracia directa, moderada a la vez por un una nacionalidad dominante, sino de un proyecto libremente asumi-
«consejo de ancianos». Su manera de designar funcionarios es disc do por todos los pueblos que la componen. Sería un fin proyectado y
tinta a la democracia partidista occidental, pero puede cumplir con no una herencia recibida lo que daría unidad a las distintas culturas.
el derecho común de todo ciudadano a elegir y ser elegido. Por
último, es claro que ningún valor cultural específico, como los re-
ferentes a religión, lengua, educación o relaciones interpersonales, fACU!TADES DE LAS AUTONOMÍAS
debería formar parte de los derechos de ciudadanía.
A la inversa, las culturas minoritarias, al aceptar el convenio polí- El fin de las autonomías es garantizar el mantenimiento de la identi-
tico, en igualdad de condiciones, con la cultura occidental dominan- dad y el desarrollo de los pueblos en el marco de un Estado plural.
te, se comprometen a considerar dentro de los derechos comunes·· Las facultades autónomas serán, por lo tanto, las que contribuyan
a todo ciudadano los derechos individuales de la tradición occi- a ese fin.
dental, consignados ya en la Constitución del Estado-nación. Por Ante todo, derechos culturales. La cultura nacional ha solido ser
consiguiente, deberán desterrar algunas prácticas que a veces los vio- instrumento de dominio de un grupo social, al dictar un patrón al
lan, como el trato inferiorizante a las mujeres o la expulsión de las que deben integrarse los demás grupos. Un Estado plural propiciaría .,
,u

comunidades de miembros que no pertenecen a la religión ma- una cultura de distintas raíces, nacida del encuentro y la diversidad.
lil
yoritaria. Estas prácticas no forman parte necesaria de su propia Los países latinoamericanos están en una situación privilegiada para :11

cultura; son, en cambio inaceptables para las otras culturas que con- lograr ese objetivo, pues nacieron del encuentro entre las culturas 1:!

viven en el mismo Estado. No se requiere, pues, de la relativación del más diversas; en su propia historia pueden encontrar las fuentes de :"'~ l
~ i!
concepto de ciudadanía a grupos distiritos, sino de su restricción a · un proyecto nuevo de diálogo intercultural.
términos compatibles con todos los grupos. La cultura se mantiene y se transmite por la educación. A me-
Una ciudadanía restringida constituye un marco común para la nudo, el control de la educación pi:iblica ha servido de instrumento
"'
unión de pueblos diferentes. La unión se lleva a cabo al nivel del de integración a la cultura dominante. Un Estado plural pondría la "'
Estado, no de la nación que tiene su propia identidad histórica. Pe- educación en manos de las entidades autónomas, sin renunciar a su ·'i
i!:

ro la común pertenencia a un Estado permite la trascendencia de las coordinación estatal. Ninguna cultura estmia ausente. Los programas,
diferencias entre pueblos diversos en una realidad social y política textos y objetivos de enseñanza expresarían entonces los puntos de
más amplia, en la cual se establece un espacio de comunicación vista de una pluralidad en la unidad de un proyecto común.
entre ellos. De esa comunicación puede surgir un lazo común aun El instrumento privilegiado del predominio de una nación en
más fuerte. el Estado es la lengua. En un Estado plural podría admitirse una len-
La unidad tiene distinto fundamento en un Estado-nación ho- gua predominante para uso administrativo, pero todas las lenguas
mogéneo y en un Estado plural. En el primero, la solidaridad puede deberían tener validez en los territorios donde se hablen.
apelar a una ascendencia histórica común, en un Estado multicultural En los pueblos antes colonizados, la religión de los vencidos de-
es el resultado de un acto voluntario. Puede dar lugar entonces a la be ser respetada, con los mismos derechos que la religión del anti-
idea de una nueva nación, de un nivel superior a las nacionalidades guo colonizador; por su parte, los pueblos minoritarios habrán de
y etnias que la componen, basada en la solidaridad entre todas ellas. garantizar la libertad de creencias y prácticas religiosas en los teni-
Pero la identidad de esa nación de segundo nivel no podría dimanar torios autónomos.
.,
106 ESTADO PLURAL,. PLURALIDAD DE CULTURAS EL DERECHO DE LOS PUEBLOS INDIOS A LA AUTONOMÍA 107

Un punto imp011ante, en el caso de los pueblos indios, se refiere El régimen de autonomía reconocería también derechos políti-
al territorio. Para ellos es esencial ese concepto, que no equivale al cos a los pueblos, limitados al territorio comunitario o regional de
de «tierra». Tierra es lo que se puede comprar y vender; ten"itorio la autonomía correspondiente. En la mayoría de las comunidades
abarca mucho más: no es solamente la tierrn que se posee y es objeto indígenas las decisiones se toman por consenso. Se considera que
de pastoreo o de labranza, también incluye otros espacios natura- la intromisión de los partidos políticos rompe la unidad del grupo
les (los bosques; los montes, algunos de ellos sagrados; los ríos; los · e impide el acuerdo. Aunque estas prácticas estén a menudo co-
desie11os). Los pueblos indios no pueden vivir sin una relación es- rrompidas por intereses particulares y den lugar a cacicazgos, se man-
trecha con su territorio, pues forma pa11e de su cultura y está ligado tiene el ideal de una democracia comunitaria directa. Un régimen
a sus creencias colectivas y a sus ritos. de autonomía tendría que aceptar esos procedimientos de toma de
Los derechos culturales no podrían cumplirse en la práctica sin decisiones, conforme a las reglas establecidas de cada pueblo. ¿Se
un derecho de decisión sobre aspectos correspondientes del orderi rompería así la soberanía del Estado? Claro que no, puesto que los
jurídico, político y económico. estatutos de autonomía determinarían en cada caso las facultades de
Existe un derecho indígena. En México, por ejemplo, no hay de las autoridades elegidas según procedimientos distintos. De cual-
hecho un solo orden jurídico. Muchas comunidades indígenas se quier modo, se evitaría el caso, frecuente ahora, de la duplicidad y
rigen por sus propias normas. Son ellas las aceptadas, las consen- conflicto de autoridades entre las designadas fuera de las comuni-
sadas por la comunidad. Un derecho no tiene vigencia si no es con- dades y las tradicionales.
sensado por la comunidad a la que se aplica. Lo que llamamos Por último, ninguna de esas facultades podría ejercerse sin in-
«usos y costumbres», pero que podemos llamar también «derecho cluir derechos económicos porque, como ha señalado Guillermo
indígena», no deja de ser derecho por no estar consignado en có- Bonfil, la capacidad de mantener una cultura no sería posible sin
digos. el control de sus medios de vida. Las comunidades y regiones
Naturalmente que el respeto al derecho indígena plantea pro- indígenas tendrían que participar, a través de sus representantes
blemas. Es contrario a la idea recibida de la unidad del orden auténticos, en los programas económicos de desarrollo que les afec-
jurídico en un Estado. Habría que establecer, por lo tanto, jurisdic- tan y que muchas veces van en detrimento de sus propias necesi-
ciones delimitadas, para los derechos indígenas, a las comunida- dades y proyectos. Que no se haga una presa sin consultar con las
des, municipios o regiones reconocidos como autónomos. Éste comunidades que van a padecer o a beneficiarse de sus efectos, que
es un problema serio, pero existen ya, en México al menos, estu- no se diseñe una carretera sin su acuerdo, que sean los mismos pue-
dios importantes de juristas y antropólogos que han desbrozado el blos los que tracen sus planes de desarrollo conforme a sus nece-
camino. 8 sidades.
Sin embargo, por más delimitadas que pudieran estar las dis- Las autonomías no serían viables sin una justa participación en
tintas juridicciones, siempre podrán presentarse casos de conflicto. los beneficios obtenidos por la explotación de los recursos natura-
Tiene que haber, entonces, un derecho conflictual, con autoridades les existentes en sus territorios, exceptuando aquellos que la Cons-
judiciales que establezcan cuándo existen conflictos y los diriman. titución declare propiedad exclusiva del Estado. Todo ello implica
un nuevo diseño de la política impositiva, que permita transferen-
cias de recursos de las entidades federales a las autónomas.
8
Entre la gran pluralidad de estudios sobre el tema, podemos destacar: Beller Las competencias de las entidades autónomas deberán ser ne-
Taboada, Gómez 1 y 2, Ordóüez Cifuentes, Chenaut y Sierra y Correas. gociadas y consignadas en estatutos de autonomía variables según
108 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS

la situación de cada pueblo. En los estados federales, para no con-


tradecir el pacto federal, los estatutos de autonomía tendrían que ser
otorgados por las legislaturas de los correspondientes estados. Na-
da de esto viola la ciudadanía común. Ciudadanía y autonomía no
son términos contradictorios. APROXIMACIONES A UNA
ÉTICA DE LA CULTURA

ÉTfCA EN UNA REALfDAD PLURICUITURAL

Una cultura mundial se anuncia; al mismo tiempo, una pluralidad


de culturas reivindica sus diferencias: la relación entre una y otras
obliga a una reflexión renovada.
No sólo es un problema teórico: ¿es el conocimiento universal
o relativo a cada cultura? Es también una urgencia práctica: ¿cómo
·debemos actuar en relación con las distintas culturas? En primer lu-
gar, se plantean alternativas de acciones colectivas. Tienen que ver
con la elección de políticas culturales; a nivel nacional, en países que
comprenden en su seno culturas diversas; a nivel internacional, en-
tre Estados con culturas mayoritarias diferentes. En segundo lügar,
es un desafío personal; todo individuo debe saber cómo contribuir
a su propia cultura y relacionarse con las ajenas. En la vida nos en-
contramos con opciones culturales diversas. ¿Qué relación guardan
entre ellas?
El problema de que hablamos plantea alternativas de elección
respecto de las culturas y supone las preguntas: ¿qué comp011a-
mientos culturales son preferibles?, ¿cuáles son valiosos? Se refie-
re, en consecuencia, a un deber ser. Implica la idea de que, en la
creación y transmisión de una cultura, así como en su relación con
otras, debemos tener ciertas disposiciones, proyectar ciertas metas
y seguir ciertos comportamientos de preferencia a otros. Si ética es
la disciplina que se ocupa del deber ser de nuestras disposiciones
y acciones, el problema que mencionamos formaría parte de una
ética de la cultura.

109
.,
110 ESTADO PLllllAL, PLLl!lALIDAD DE CULTURAS
Al'HO. X!MA, C!ONES A UNA ÉTICA DE !A
· C ll LTU HA 111

U na ética sólo puede referirse a comportamientos y disposi:sona crece y llega a ser «ell . .
1
ciones conscientes e intencioi1ales. Incluiría, por lo tanto: 1) undel hombre transcurre en ª 1:1 s~a», como el pez en el mm~ la vida
ética de las creencias, que habría de referirse a las maneras cómo 1i}egar al mundo se encue u~ am .Ito que Jo engloba: una cultura. Al
voluntad debe incidir en la justificación; la adopción y el rechazo e.~ificaciones que le dan s~ ~~ya 11111.1ers.o ei: una estructura de sig-
1

1
las creencias comunes a una cultura; 1 2) una ética de las actitude:11ue no ha creado· tiene qtn o, edn mstitucwnes Y formas de vida
, , . ' Ie apren era confi ·
que se preguntana por los valores a los que debena dar preferenc1do sobre la base de creenci . or:i:ar su prop10 mun-
una cultura, y 3) una ética de las intenciones, sobre los fines que dqlidad preexistente La ctiltas_y actitudes tr~nsmrtidas por una comu-
ma es una total 1d d
,
ben fijarse para una cultura y las acciones conformes con esos fine4ma persona, es el context0
· e

1
ª que rebasa la vida de
¿Cuál sería el sujeto de una ética semejante? Es claro que sólo]' en sus decisiones. en e que se cumplen sus deseos y se ejer-
persona humana es susceptible de tener disposiciones consciente Podríamos insistir sü b .
intencionales y conformes a razón. Sólo el individuo es un agen ue el producto de ac~ion~:~e :r~o, en.qu: ~na cultura no es más
moral. En este caso preguntamos por las disposiciones de las pers o rastrear el origen de es . g ~t~s mdividuales. Sin duda, pe-
nas en relación con la cultura; pero también preguntamos por cuáh es y acciones individual as caiactenstI~as colectivas en disposicio-
deberían ser las relaciones entre culturas diferentes para ser moraonocer, para ello, la total~~ ~matare~ imposible. Tendríamos que
mente correctas. En ese sentido, asumimos la comunidad detent ones de millones de suj \ ª : ~?~meiabk de relaciones de los mi-
1

dora de una cultura como un sujeto moral. Intentemos aclarar es riginaron cada rasgo cul~t~:r~~;Idual.es, pasados Ypresentes, que
punto. 1 totalidad de una cultur · consil;Ruente, tenemos que tratar
Una cultura no es un objeto entre otros, sino un conjunto de n:sticas·propias, que trasc·ª c~m~ ~111 ª. u.mdad colec~iva, con caracte-
laciones posibles entre ciei1os sujetos y su mundo circundante. Es unidad. Una comunid Ie~
1
et
constituida por creencias comunes a una colectividad de hombqente moraL porque no ac cu tural 1: 0 es, como el individuo, un
1
_ndividuo Yes atnbuto de una co-

y mujeres; valoraciones compartidas por ellos; formas de vida sem encía y una intencionali~s ~na_ esl?ecie de «supe1yó», con una con-
jantes; comportamientos, costumbres y reglas de conducta parecidc mprende y rebasa a los iI1 ~- ~~opias. Pero es una entidad reaL que
No son exactamente iguales en todos los sujetos, pero presentan ra sarios para que cualquie · IVI uos, como ~~ntexto Ycondición ne-
gos de familia semejantes; son intersubjetivos. Esas disposicion El término «cultura» s ~gente_moral eh1a ~realice su vida.
1

dan lugar a un mundo propio constituido por una red de objet ctivas de distinta amplit~~ ~~ ~~~~ para re.fenrse a entidades co-
1

( artefactos, obras de consumo o de disfmte), de estructuras de relrne («burguesa», «campesi 1 · > • ~ t'
ción conforme a reglas (instituciones, rituales, juegos), animado p una actitud política un ~ª >~, . ~ ª que comparten practicantes
por e1emplo, de culturas de
1 1
un sistema significativo común (lengua, mito, formas artísticas). ~'Cultura democrática 0 aut ª .·~ .~ igrnsa ,0 .una connotación sexual
1

mundo es el correlato colectivo del conjunto de disposiciones i gay o feminista» ·etc) v 11°II ana», «catohca 0 protestante», «cultu-
• • ' • • L ese uso e1t, · · b .
tersnbJetlvas. r,s y formas de vida comui ' ermmo a arca oertas creen-
Con ese mundo se encuentra el individuo cuando nace; él¡ro su aplicación tiene lüni~es .ªun grupo e~ un co.ntexto preciso.
precede y aún está allí cuando muere. Es el medio en que toda p\e grupo en el tiempo y en ~cwne~. Resulta imposible delimitar a
l'ibuir una unidad. Por otro~ª~:;~~10 de tal modo que se le pueda
1/ le una misma socied d ' d~s esas «culturas» forman par-
¡ 1'fi ª y, aunque difieran en al
1
En otro trabajo [Villoro l, cap. 12] he presentado un esbozo ele una étit/! IC?~' comparten con una comt 'd d , gu_nos puntos es-
1111
las creencias. },_Jos1c10nes, reglas y objet . d ª mas ampha muchas más
! os, to as son, en realidad, variantes de
112 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS
APROXIMACIONES A UNA IÍTICA DE LA CULTURA 113

un mismo mundo cultural. Podemos considerarlas «subculturas» de y Danton a la misma ~ue Luis XVI. Las normas éticas que pueden
una cultura que las abarca .. regular las formas ele vida de una cultura no se expresan, por lo tan··
Esa cultura más amplia es la que corresponde a un «pueblo>>. Un to, solamente en la moralidad social efectiva (la Sittlichkeit), sino
pueblo consiste en un conjunto de grupos y asociaciones que com .. también en su crítica. Porque una cultura no es un mundo fijo, lle-
paiien una cultura común, limitada en el tiempo y en el espacio; en va en sí las posibilidades de su propio cambio.
el tiempo, por una historia y un proyecto colectivos; en el espacio1 En suma, una ética de la cultura tendría dos dimensiones: 1) pues-
por un territorio, hábitat de esa cultura. El pueblo puede ser una na. to que el único agente moral es el individuo, debe poder sefi.alar de-
ción o una etnia conscientes de su identidad y de su relación con rechos y deberes de éste ante la cultura a la que perten·ece y ante las
un territorio; no siempre coincide con un Estado. Un Estado puede culturas ajenas, y 2) puesto que la cultura ele un pueblo es condición
ser multicultural: comprende entonces varios pueblos; o un mismo necesaria ele las elecciones y acciones ele un agente moral, una éti-
pueblo puede estar repartido en varios Estados [véase «Del Esta. ca de la cultura debe poder determinar los derechos y deberes de una
do homogéneo al Estado plural», en este volumen]. comunidad cultural, es deci1~ ele un pueblo, frente a otros. Esos de-
También se emplea el término «cultura» en referencia a un ámbi- rechos y deberes concernirán a todo individuo en cuanto miembro
to muy extenso que puede abarcar varios pueblos. Por ejemplo, cuando de ese pueblo.
se habla de «cultura occidental u oriental», de «cultura cristiana o Derechos y deberes tendrían que derivarse de principios gene-
islámica» o de «cultura antigua o moderna». Entonces retenemos rales. ¿Generales?, ¿aplicables a toda cultura?, ¿ex:isten principios
ele una cultura unos cuantos rasgos básicos, generales, presupues- universales?
tos en muchos otros, que son comunes a varias naciones y etnias. És-
tos constituyen supuestos últimos, creencias y valoraciones que sir-
ven de base a todas las demás, sobre lo que existe y lo que debe UNrVERSALISMO Y RELATNISMO CULTURALES
considerarse racional y valioso en el mundo. Son un fundamento so-
bre el que se levantan las culturas de muchos pueblos en una época Hay una tradición del pensamiento moderno cuya más clara ex-
histórica determinada. Consisten en lo que en otros lugares he lla- presión se dio en la Ilustración: el criterio para distinguir la objeti-
mado una «figura del mundo». Pero ésta es demasiado amplia para vidad de las normas éticas sería su universalidad. Una ética debería
que una ética de las relaciones entre culturas se restrinja a ella; las ser válida para todo sujeto racional en cuanto tal, independien-
relaciones entre diferentes figuras del mundo serían un caso más ge- temente de la cultura a la que pertenezca. La universalidad ele las
neral ele las que destaquemos entre las culturas de distintos pueblos. normas éticas implica necesariamente la existencia de valores trans-
La cultura de un pueblo no debe considerarse reducida a sus culturales. La cultura que cumpliera esos valores sería válida con ca-
manifestaciones efectivas en un momento dado. Es un espacio de rácter universal. La occidental ha pretendido ser identificada con esa
posibilidades abiertas que rebasan las que se realizan ele hecho. cultura universal.
Ofrece a los individuos un abanico de elecciones posibles de fines Pero la marcha hacia la universalización ele la cultura no ha si-
y valores, y muchas de ellas pueden entrar en contradicción con las do obra de la comunicación racional y libre, sino de la dominación
formas de vida existentes en una sociedad. Tanto las creencias y com- y la violencia. La imposición de esa pretendida cultura universal
portamientos que se conforman a la realidad social como los que la ha significado para muchos pueblos la enajenación en formas de vida
subvie1ien, forman parte de las posibilidades de una misma cultu- no elegidas. De allí que la aceleración de la tendencia a una cultura
ra. Jesús peiienece a la misma cultura que los fariseos que condena global se acompafi.e a menudo de una reacción contra la imposición
114 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE (;ULTURAS APROXIMACIONES A UNA f\TICA DE LA CULTllllA 115

de la cultura occidental. Se reclama entonces la libe11ad de cada cultu- Primer supuesto: una cultura satisface necesidades, cumple dec
ra de determinar sus propios fines, el valor insustituible de las diferen- j seos y permite realizar fines del hombre. ¿Cómo? Mediante varias
tes identidades culturales. Frente al papel hegemónico de la cultura ¡ funciones: 1) expresa emociones, deseos, modos ele ver y ele sentir
occidental, se insistirá en el valor semejante de todas las culturas. 1 el mundo; 2) señala valores, permite preferencias y elección ele fines;
Este conflicto se expresa en dos líneas de pensamiento. La ten- 3) da sentido a actitudes y comportamientos. Al hacerlo presta uni-
dencia a la unión invita a insistir en los valores transculturales dad a un grupo, integra a los individuos en un todo colectivo, y
comunes; la reacción de las identidades culturales, a destacar la re- 4) determina criterios adecuados para la implantación ele medios pa-
latividad de creencias y valoraciones en cada cultura. Estaríamos ante ra realizar esos fines y valores; garantiza así, en alguna medida, el éxi-
un conflicto de valores que pretenden ser generales. La tendencia a to en las acciones emprendidas.
la universalidad cultural realizaría el sueño de una comunicación y Segundo supuesto: una cultura será preferible a otras en la
una comunidad que abarcara a todos los hombres, la afirmación de medida en que cumpla mejor con esas funciones ele expresar, dar
la relatividad de las culturas, en cambio, querría preservar la liber- sentido, integrar a una comunidad y asegurar el poder de nuestras
tad, la autenticidad y la singularidad de todo pueblo. acciones.
El relativismo levanta una barrera contra las pretensiones del Podemos preguntarnos entonces ¿cuáles serían las condiciones
universalismo occidental: la cultura universal no puede identificar- de posibilidad, a priori, para qué una cultura realice mejor sus
se con una cultura; pero él mismo no puede excluir todo principio funciones? Esas condiciones podrían verse como principios nor-
transcultural. En efecto, si todas las culturas tuvieran el mismo va- mativos para la realización de una cultura valiosa. Señalarían los
lor, no tendríamos razón alguna para rechazar la validez de una cul- requisitos ele una cultura ideal que cumpliera a la perfección sus
tura que se considerara universal y se impusiera por la fuerza a las propósitos. De hecho, ninguna cultura particular cumple cabal-
demás. Un relativismo cultural absoluto está obligado a aceptar mente esos requisitos. Siempre existirá una distancia entre el orden
la igual. validez de cualquier cultura dominante y discrimina- normativo expresado por los principios de una cultura ideal y la si-
dora. Para rechazarla tiene que argumentar que una comunidad cul- tuación real ele cada cultura particular. Esa c!istancia hace posible
tural libre es preferible a una esclava y que vale más el respeto a la siempre la crítica ele la situación existente a partir de la exigencia
pluralidad que la imposición de las propias actitudes y creencias. Si normativa no cumplida.
reivindica el valor de la autonomía cultural, asevera que la libe11ad Esos principios son universales, puesto que enuncian condi-
es preferible a la dominación; si afirma su identidad, establece la ciones para que cualquier cultura cumpla sus funciones cabalmen-
superioridad moral de ser auténtico; si rechaza que el sentido ele su te. Pero son universales por ser formales. Nada dicen acerca ele los
vida sea determinado por otros, proclama el derecho ele todos a ele- contenidos que deberían tener las culturas, los fines y valores que de-
gir sus propios fines. Esos valores no pueden ya ser relativos; si lo fue- berían elegir, las creencias básicas que deberían compartir.
ran, no habría justificación racional para rechazar una cultura que El contenido ele los valores que se consideran superiores, de los
les fuera contraria. Sin proclamarlo, si su conducta está fincada en fines concretos que es preferible alcanzar y aun de los criterios es-
razones y no sólo en impulsos ciegos, el relativista tiene que admi- pecíficos para determinar esos valores, puede variar ele una cultura
tir ciertos valores transculturales para justificar su propio relativis- a otra. Valores supremos pueden ser, para unas, la armonía cósmi-
mo. ¿Cómo determinar esos valores sin qer en una falsa postura ca, la unión con lo Sagrado o la redención personal; para otras, el
universalista? Partiré de dos supuestos que, según creo, serían acep- honor, la gloria, el orden o el poder; para algunas más, la libertad,
tables sin dificultad. la igualdad, la felicidad. Unas culturas pueden apreciar como fin su-
116 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTURA 117

perior la realización plena del individuo; otras, el servicio de éste a fa PRINCIPIO DE AUTONOMÍA
la comunidad; algunas seguirían corno criterio de valoración un
mensaje divino, otras tratarían de regirse por la razón; algunas más, Una cultura tendrá la posibilidad de cumplir con las funciones de
por variadas intuiciones y experiencias morales. Si es difícil encon. expresar a una comunidad, de otorgar sentido a su vida y de asegu-
trarvalores comunes entre los miembros de una misma cultura, aun rar el éxito de sus acciones si y sólo si tiene la capacidad de: 1) fijar
lo es más entre culturas distintas. Pero cualesquiera que sean los sus metas, elegir sus valores prioritarios, establecer preferencias y
valores proyectados por cada una, para que se realicen, todas debe. determinarse por ellas; 2) ejercer control sobre los medios a su al-
rán satisfacer ciertas condiciones. Así, es preciso distinguir entre dos cance para cumplir esas metas; 3) sentar los criterios para juzgar la
órdenes de valores: los proyectados y aceptados por cada cultura sin. justificación de sus creencias y atenerse, en el proceso de justifica-
gular y los que son condición de la posibilidad de realización de cua- ción, a las razones de que esa comunidad dispone, y 4) seleccionar
lesquiera de ellos. Los primeros son relativos a cada cultura,· los y aprovechar los medios de expresión que juzgue más adecuados.
segundos son transculturales. Esta distinción correspondería a la di- A esta primera condición la podemos llamar principio de auto-
ferencia entre lo «bueno» (good) y lo «correcto» o «justo» (right), des- nomía, con tal de tornar este término en su sentido más amplio,
tacada por W.D. Ross y recogida, en el campo de la ética, por John como capacidad de autodeterminación sin coacción ni violencia
Rawls [Ross y Rawls]. La discusión sobre universalismo suele con- ajenas. Para que una cultura se realice cabalmente, es menester que
fundir esos dos rangos de valores. la comunidad que la sustenta tenga la capacidad de decidir sobre los
Los principios normativos que serían válidos para cualquier cul- fines y valores preferibles, los medios para realizarlos, la justificación
tura pueden considerarse como hipotéticos o categóricos. No es. de sus creencias y sus formas de expresión.
indispensable, para mi propósito actual, pronunciarnos sobre este Del principio de autonomía se siguen ciertos deberes y derechos
punto. Podríamos considerarlos corno principios hipotéticos. Su de todo agente ante la cultura a la que pe11enece y ante las culturas
obligatoriedad estaría condicionada a una regla utilitaria que podría ajenas, principalmente el deber de todo sujeto de procurar la auto-
formularse así: si un sujeto quiere contribuir a que una cultura cum- nomía de su propia cultura. Deber de contribuir, en la creación· y
pla mejor con sus funciones, entonces deberá guiarse por los si- transmisión de la cultura, a que las creencias actitudes y expresiones
guientes principios ... O bien, podríamos juzgar que la realización culturales estén basadas en las decisiones libres de la propia co-
de una cultura que cumpla mejor con sus funciones es un impera- munidad; de luchar, por lo tanto, contra la imposición de formas
tivo ético incondicionado, entonces los principios para realizarla se culturales corno instrumentos de dominación. Se sigue también, por
verían corno normas categóricas. otra pai1e, el deber de respetar la autonomía de las formas cultura-
Creo que los principios en cuestión pueden reducirse a cuatro, les ajenas; de no imponer a otras comunidades, sin su libre con-
de cada uno de los cuales podrían deducirse otros menos generales. sentimiento, nuestras creencias, actitudes y fines; deber de respetar
Los llamaré principios de autonomía, de autenticidad, de finalidad formas de vida que no compartirnos; deber, en suma, de tolerancia.
y de eficacia. A esos deberes corresponde el derecho de toda comunidad de
cultura a la mayor autonomía compatible con el marco consti-
tucional asumido libremente en convenio con otras comunidades
culturales. Comprende el derecho a la autonomía de expresión: uti-
lización de la propia lengua y de sus recursos expresivos; el derecho
a usar los conocimientos y técnicas que considere convenientes; fi-
118 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTLIHAS APHOXIMACIONES A UNA I]TICA DE LA CULTUHA 119

jar sus metas y programas colectivos, y determinar las instituciones te de progreso, por haber ampliado el ámbito de poder de esas so-
sociales y los procedimientos de decisión para cumplirlos. ciedades. La sujeción a técnicas y a procedimientos cletrabajo cuyo
Contrario a la autonomía cultural no es la aceptación de pro. dominio escapa a una comunidad dependiente es un factor ele ena-
duetos culturales de otras comunidades, sino la sumisión a la domi- jenación; en cambio, su asimilación y manejo en provecho propio
nación por otras culturas. La apropiación de un elemento cultural afirma su autonomía. No es, por ende, la procedencia externa ele un
ajeno puede formar parte de una cultura libre. Lo opuesto a la auto. producto o instrumento la causa ele enajenación, sino su pérdida ele
nomía no es la adopción de lo ajeno, sino su imitación ciega, que control. 2
supone la sumisión a dictados heterónomos. En este punto se ve claro el error ele considerar la autonomía ele
Las formas culturales pueden ser utilizadas como instrumentos una cultura corno equivalente al descubrimiento ele algo «peculiar»
ideológicos al ser inducidas en otras comunidades. Ejercen enton- o «propio» que la constituya. En cieiias circunstancias, mantener los
ces una función ele dominación. En las situaciones de dependencia, rasgos culturales «peculiares» de una cultura y negarse a aceptar
la enajenación en la cultura del dominador suele ser mayor en los otros, hasta ahora ajenos, puede disminuir las capacidades ele deci-
grupos privilegiados ele la comunidad dominada. Se origina a menu- sión de una cultura sobre su entorno y favorecer, por consiguiente,
do en una capa social cuyos intereses están ligados al dominador, en su heteronomía.
forma consciente o inconsciente, y que sólo es capaz de producir y Por otra parte, la propia herencia cultural puede convertirse en
transmitir una cultura imitativa, reflejo y repetición de la metrópoli. instrumento ele dominación en el interior de una sociedad, al im-
La cultura de la metrópoli puede servir, a su vez, a la dominación de ponerse por los grupos privilegiados al resto ele la sociedad para
esos grupos privilegiados sobre otros grnpos. mantener el sistema existente. La defensa de la «idiosincrasia» ele un
Pero es fácil confundir el diagnóstico ele una cultura enajenada. pueblo frente a las «ideas disolventes» venidas del exterior ha esta-
No es tal por aceptar formas culturales oriundas de otra cultura, si- do casi siempre al servicio ele las formas de poder establecidas. La
no por imitarlas o seguirlas ele modo heterónomo. La aceptación de repetición irreflexiva de las convenciones heredadas es un factor de
ideas ajenas puede favorece1~ por el contrario, en determinadas cir- enajenación tan poderoso corno la imitación ciega de las formas
cunstancias, la propia autonomía frente a la dominación. Ha sido de vida ajenas.
el caso de los movimientos libertarios o ilustrados en naciones En consecuencia, la defensa contra la función dominadora ele
dependientes, que se alimentaron con la incorporación de ideas y una cultura ajena no consiste en el regreso a una forma de vida «pro-
actitudes provenientes de la misma metrópoli dominante. La ena- pia», que nos distinga frente a ella, sino en el ejercicio de la decisión
jenación cultural no consiste en la apropiación de creencias ajenas, y la razón personales tanto teóricas como prácticas. Pretender su-
sino en su aceptación sin discusión ni justificación por la propia
razón; no estriba en el seguimiento de fines y valores distintos a los
de la propia tradición, sino en su adopción por autoridad, por fas" 2
La noción de «control cultural» de Guillermo Bonfil corresponde a esta no-
cinación ciega o por interés, y no por decisión libre y personal. Tam- ción de «autonomía». Él entiende por ese concepto «la capacidad ele decisión ele un
poco consiste la enajenación cultural en la adopción de productos, pueblo sobre sus propios elementos culturales» [Bonfil, p. 27]. Quien tiene esa ca-
técnicas o costumbres importadas del exterior, sino en su falta de pacidad, sin estar sometido a una coacción ele otros, es autónomo. El concepto de
autonomía que he expuesto abarca tanto lo que Bonfil llama «cultura autónoma»
control. Por el contrario, la apropiación de técnicas, instrumentos
como lo que denomina «cultura apropiada». Es «apropiada», según Bonfil, la cul-
o procedimientos de trabajo ajenos, su integración y control por co- tura que importa y adapta a sus circunstancias, en forma libre, elementos cultura-
munidades técnicamente más atrasadas, ha sido un factor frecuené les de proveniencia ajena.
120 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTURA 121

perar una forma de cultura «imitativa» con el regreso a lo «peculian> EL PRINCIPIO DE AUTENTICIDAD
puede conduci1~ en cambio, a otras formas ideológicas de domina-
ción, al reforzar estructuras de opresión intemas. 3 Una cultura sólo puede cumplir con sus funciones si y sólo si es ex-
Notemos, por último, que la pareja conceptual autonomía-he- presión de las disposiciones reales de los miembros de una comu-
teronomía cultural no coincide con la de cultura nacional-cultura nidad, sí es consistente con los deseos, propósitos y actitudes de sus
ajena. En efecto, a veces la cultura nacional, utilizada como factor creadores. Puesto que esos deseos, propósitos y actitudes están en
unificador de los distintos sectores de un país, suele ser un instru- relación con sus necesidades, una cultura cumplirá mejor con sus
mento de enajenación frente a las diversidades culturales de las re- funciones si responde a esas necesidades.
giones, grupos o etnias. Y son las culturas nacionales las que suelen Solemos calificar a una persona de «auténtica» cuando es «ella
acudir al concepto de «peculiaridad» nacional. La realización de la ·misma», es decir, cuando corresponde a la identidad que ha elegido
autonomía cultural de ciertos grupos puede tomar entonces el sés- para sí. Esto implica: 1) su compo11amiento -incluyendo el verbal-
go de una ruptura con la cultura nacional aceptada. Es el caso de los es consistente con sus creencias, actitudes e intenciones conscientes;
movimientos disruptivos, libertarios, o de las llamadas «contra- un componente de la autenticidad es la veracidad o sinceridad, y
culturas». 4 2) su comportamiento y las creencias que profesa son consistentes
En el caso de las etnias, tampoco coincide la autonomía con la con sus emociones, deseos y preferencias efectivas -sean conscien-
preservación de una cultura «propia», ni la heteronomía con la acep- tes o no-; expresa_n su verdadera personalidad. Será tanto más
tación de una cultura nacional más amplia. En efecto, el apego a los auténtica una persona cuanto más profundos y permanentes
usos y costumbres heredados, por el mero hecho de pertenecer a la s·ean los rasgos de la personalidad que expresa su compo11amiento.
propia tradición, no es necesariamente un rasgo de autonomía. Por Un segundo componente de la autenticidad es la coherencia interior.
otra parte, la aceptación de una cultura nacional puede ser factor de Lo contrario a la «autenticidad» aplicado a una persona sería un
sometimiento a otra cultura cuando es imitativa, pero también pue- tipo cualquiera de inconsistencia entre sus expresiones y compor-
de servir de estímulo de liberación cuando se asimila libremente pa- tamientos y sus verdaderas actitudes, creencias e intenciones. La
ra romper con una tradición enajenante. inautenticidad podría calificarse entonces con adjetivos tales como
«insincero», «falso», «mendaz»; o bien, cuando no es coherente con
su identidad profunda: «superficial», «frívolo», «vano», etcétera.
Por analogía, podríamos calificar a una cultura de «auténtica»
cuando: 1) sus manifestaciones externas son consistentes con los
deseos, actitudes, creencias y propósitos efectivos de sus miembros.
Será tanto más auténtica cuando responda de manera adecuada a dis-
3 En muchos de los autores que han propugnado por la realización de una fi- posiciones permanentes y profundas y no a otras cambiantes y pa-
losofía latinoamericana auténtica, no encontramos la distinción entre autenticidad sajeras, y 2) puesto que esas disposiciones están condicionadas, a su
de una cultura y afirmación de su «peculiaridad», lo que da lugar a confusiones. Tan- vez, por necesidades, otro rasgo de autenticidad de una cultura será
to para Leopoldo Zea como para Augusto Salazar Bondy, por ejemplo, la filosofía
su adecuación a las necesidades de la comunidad que la produce. 5
latinoamericana se considera enajenada, por ser copia de ideas ajenas; frente a es-
ta situación habría que volver a «lo propio». Sobre la posición de Zea, puede ver-
se [Vil!oro 4]; sobre la de Salazar Bondy [Sobrevilla, pp. 495 y ss. ]. 5 Tanto Leopoldo Zea como Augusto Salazar Bondy tratan, a propósito de la
4 Sobre las limitaciones de un nacionalismo cultural, véase Villoro 2.
filosofía latinoamericana, de la necesidad ele lograr una filosofía «auténtica». Por
.'
122 ES TA DO P L U R.A L, PLURAL l DAD DE CU LT U RAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTURA 123

El concepto de autenticidad cultural es, por supuesto, relativo. las formas de vida hegemónicas y son incapaces de guardar una cul-
Pueden sefi.alarse varios niveles de autenticidad según consideremos tura auténtica.
la consistencia de creencias y compo1iamientos en relación con las Es claro también que no tendría sentido calificar a una cultura
disposiciones y necesidades de grupos reducidos, o con las de una en bloque como «auténtica» o «inauténtica». Lo frecuente es que se
comunidad más amplia. Por ejemplo, una cultura de elite, propia de hallen en toda cultura sectores de mayor o menor autenticidad. Por
sectores hegemónicos dentro de una sociedad, puede responder a ejemplo, en una sociedad agrícola tradicional, la cultura comercia-
necesidades y actitudes auténticas de una clase privilegiada, pero no lizada, próveniente de la metrópoli, puede estar inadaptada a las
ser consistente, en cambio, con la realidad del país en su conjunto. necesidades reales; ser, por lo tanto, menos auténtica que las ex-
Se trata entonces de una cultura escindida de la sociedad, expresión presiones religiosas o artesanales correspondientes a manifestacio-
de una sociedad en sí misma escindida. Cuando algunos pensa- nes genuinas de esa sociedad.
dores latinoamericanos han planteado el problema de una cultura Este principio supone el anterior: condición necesaria de au-
enajenada o inadaptada, se refieren a este caso. Situación distinta tenticidad parece ser la autonomía. Difícilmente podríamos conce-
es la de culturas minoritarias que expresan necesidades y modos de bir una actitud auténtica que no esté fundada en la propia decisión
ver el mundo de una etnia o nacionalidad, no compaiiidos por el y basada en las propias razones. Tampoco podemos concebir que
resto del país. A la inversa del caso anterior, se trata de culturas una cultura «heterónoma» (es decir, que sigue decisiones ajenas) pu-
de una comunidad unida. Su dificultad para identificarse con una diera ser auténtica. Pero la inversa no es correcta. Podemos imagi-
cultura nacional más amplia no haría más que reflejar su falta de nar actitudes culturales autónomas que no reflejen los verdaderos
integración plena al Estado-nación. Aun en este caso, el grado de au- cleseos ni satisfagan las necesidades reales de la totalidad de una so-
tenticidad varía en las distintas capas sociales. En las etnias mi- ciedad. Por ejemplo, mucl1os retornos a formas culturales del pasado
noritarias suele haber también grupos sociales -generalmente los pueden responder a movimientos de libe1iad frente a una cultura ex-
de situación privilegiada- que sucumben a la imitación burda de tranjerizante y, sin embargo, resultar inadaptados a las necesidades
actuales, justamente por corresponder a una época rebasada. Sedan
autónomos, pero no podríamos calificarlos de auténticos. 6
desgracia, su concepto de «autenticidad» no siempre es claro. Leopoldo Zea es pre- De este principio pueden seguirse ciertos deberes y derechos de
sa, a menudo, de la confusión entre lo «auténtico» y lo «peculiar>> o «propio» de una cualquier sujeto hacia la cultura de las distintas comunidades de que
cultura particular. Sin embargo, en algunas expresiones considera «auténtica» la forma parte. Se referirán, ante todo, a la comunidad a la que el
adaptación de una cultura a su «realidad», con lo que se acercaría a la definición sujeto ha elegido integrarse. Cualquier persona que participe en la
que aquí propongo. Salazar Bondy dio dos definiciones de «autenticidad» referi-
das al pensamiento filosófico. Según la primera [Salazar Bondy, pp. 100-101 ], un
creación y transmisión de la cultura estaría obligada a procurar su
producto filosófico es auténtico cuando se da propiamente como tal y no falseado, autenticidad, evitando el transplante de formas de cultura que no
equivocado o desvirtuado. Es claro que este sentido del término no tiene que ver respondan a las necesidades, deseos y fines de la propia comunidad,
con el tema que ahora nos ocupa. En una segunda definición, «tma manera ele ser
humano o una conducta es inauténtica cuando la acción no corresponde al prin-
cipio reconocido y validado por el sujeto» [cit. por Sobrevilla, p. 499]. La defini-
ción no deja de ser vaga mientras no se aclare en qué consiste ese «principio». En 6 Ejemplos: el movimiento tradicionalista de Yukio Mishima en Japón, el
realidad, para Salazar Boncly, «inautenticidad» es una característica de una cultura integrismo judío del Aguclat en Israel, el chiita del Irán de Jomeini, la nostalgia
ele dominación. Responde con ese concepto a situaciones que he descrito bajo los del Imperio en la España franquista, la ele la Nueva España en el México inde-
rubros tanto de «heteronomía» como de «inautenticidad». pendiente.
124 ESTADO PLURAL, l'LURALfDAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTLIJ\A 125

sino a necesidades de otras sociedades. La adaptación de los elemen. lentos y no establecen rupturas con el pasado inmediato ..Pero la tra-
tos ajenos a las propias necesidades, su asimilación y transformación dición deja a menudo de ser consistente con nuevas nece~idades, con
para volverlos consistentes con las actitudes de la comunidad son fines y valores elegidos por ciertos sectores o capas sociales. En ese
en cambio, formas de recepción auténtica de una cultura. ' caso, para esos sectores sociales, los contenidos peculiares de una
Es claro que no puede haber un deber semejante respecto de cul- cultura singular se volverán cáscaras vacías o vestigios inoperantes;
turas distintas a las que el sujeto pertenece, pues el miembro de una serán sentidos, por lo tanto, como inauténticas. Lo que era una for-
cultura no puede contribuir a la autenticidad de otra. Sin embargo, . ma de vida o una expresión genuina en una época, puede dejar de
habría una forma de aplicación del principio de autenticidad a la re- serlo en otra que presenta necesidades distintas, pues toda sociedad
lación de un sujeto con culturas ajenas: todo sujeto tendría el deber es dinámica. En los momentos de transformación social, muchos
de at~-ibuirle autenticidad a otra cultura, mientras no tenga razones rasgos culturales provenientes de otras culturas podrán correspon-
sufioentes para ponerla en duda; es decü~ tendría la obligación de der mejor a las nuevas necesidades y a los nuevos valores elegidos.
s:rponer que las expresiones (verbales o no) de otra cultura son con- Para esos sectores sociales, la aceptación autónoma de rasgos de una
sistentes con sus deseos, creencias, actitudes o intenciones, mientras cultura ajena y su adaptación a la propia situación cumplirán con
-repito-no tenga razones en contra de esa suposición. Es un de- el principio de autenticidad, mientras que atenerse a la tradición se-
ber de confiabilidad.
rá un rasgo de falsedad.
. De este de.ber podría inferirse otro: el deber de comprender y Por último, la autenticidad cultural no está reüida con la univer-
Juzgar a los miembros de una cultura ajena de acuerdo con sus ex- salidad. Ya notamos cómo la adaptación o apropiación de elemen-
presiones auténticas; esto es, deber de comprender y juzgar al otro tos de otras culturas puede ser una manera de satisfacer necesidades
según sus propias categorías, valores y fines, y no según los propios propias. Además, las expresiones más auténticas de una cultura,
de. nuestra cultura. Sólo así el otro es comprendido y juzgado como es decir, aquellas que expresan disposiciones más profundas y per-
SU Jeto y no como objeto. El deber de comprender al otro como su-
manentes de la condición humana, son generalmente las más uni-
jeto no implica naturalmente aceptar lo que el otro expresa, sino versalizables.
sólo ~onfiar en él, lo que incluye comprenderlo y juzgarlo según sus
prop10s criterios de juicio, sin imponerle los nuestros.
A este deber es correlativo el derecho de toda cultura a ser EL PRINCIPIO DE FINALIDAD
considerada según sus propias categorías y valores, sin ser juzgada
-~01:d~nada o absuelta- por el tribunal de una cultura ajena. El 1 Toda cultura proyecta un abanico de fines últimos que dan sentido
prmcip10 de autenticidad nos abre, así, a la posibilidad de reco- a la vida personal y colectiva. Al hacerlo, establece un ámbito en el
nocimiento del otro como sujeto. ¿No fue éste el problema central que pueden florecer ciertos valores. La propuesta de fines y valores
en el encuentro entre la cultura occidental y las culturas america- 1 preferencial es por una cultura orienta la vida de cada individuo y
nas, que no lograron superar ni siquiera los más benévolos de los r
r lo integra en la comunidad. Una cultura cumplirá su función es-
misioneros?
pecífica sí y sólo si es capaz de seüalar fines y establecer valores pre-
La noción de autenticidad, tal como la he presentado, difiere de ferencial es. Y la cumplirá mejor en la medida en que esos fines y
la «peculiaridad». Lo peculiar, aquello que nos distingue de las de-
1
más culturas, es mantenido por la tradición, tiene su base en la con- l valores aseguren la realización de formas de vida más perfectas. Po-
dríamos llamar a este principio, condición de racionalidad valora-
tinuidad de una herencia. Supone una sociedad cuyos cambios son tiva o de finalidad.
126 ESTADO PLURAL/ PLURAL! DAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTURA 127

Una función esencial de la cultura es integrar un grupo social y menor medida, en algunos pueblos, en periodos ele nihilismo o de
mantener su cohesión. Esa función no es independiente de la de dar desesperación generalizados. 7
un sentido a la vida en comúi1, mediante la propuesta de fines co- De este principio se deducen varios deberes. En primer lugar, el
lectivos. El individuo se integra en una comunidad mediante la acep- deber ele todo sujeto ele contribuir a que en su cultura prevalezcan
tación de comp011amientos y reglas orientados por metas comunes Jos fines y valores más altos. Puede interpretarse como la obliga-
que les otorgan un sentido. Cada cultura ofrece un abanico de fines y ción ele contribuir a la realización ele los fines que, ele hecho, man-
valores realizables por el individuo, entre los cuales éste puede ele- tienen integrada a la sociedad, le otorgan un sentido colectivo y
gir su plan de vida. A la vez, la pertenencia a una sociedad suministra permiten la realización ele valores sociales compartibles. Pero im-
varias imágenes de nuestro papel en ella; al sopesarlas, podemos plica también el deber de oposición y denuncia contra las formas
dibujar nuestra propia identidad. Así, el acceso a ella está ligado a culturales que se consideran falsas, insuficientes o irracionales. Un
la proyección de fines y valores en el ámbito de una cultura [véase movimiento semejante puede conducir a la recuperación de valores
«Sobre la identidad de los pueblos», en este volumen]. yformas de vida ele la propia tradición, sepultados y olvidados. Pue-
Pero el espacio que ofrece una cultura para la elección ele un plan de inducir, por el contrario, a una actitud ele ruptura frente a la
personal ele vida no se reduce a los valores y fines vigentes en un mo- herencia cultural y a una elección ele cambio social. En este último
mento dado. Cada cultura establece criterios para juzgar cuáles caso, el contacto con otras culturas suele ser un estímulo importante
serían fines y reglas superiores a los aceptados de hecho por su so- para la propuesta de nuevos valores. La influencia ele los criterios de
ciedad, los cuales permitirían formas ele vida más perfectas que las valoración de otras sociedades puede favorecer el abandono ele for-
que se dan en ese momento. Los valores que puede proponer no mas de vida represivas o limitantes y la adopción de otras en que
coinciden necesariamente con los consensuados en un momen- la vida humana pueda realizarse mejor; El principio ele finalidad
to por la sociedad existente; no se identifican, por lo tanto, con la obligaría, en esos casos, a optar por esas valoraciones superiores y
moralidad social efectiva de un pueblo (la Sittlichheit de los filóso- a regirse por ellas.
fos alemanes). Abarcan también ideales de vida no realizados ni Frente a otras culturas, se sigue de este principio el deber de no
consensuados. Así, la integración de un individuo a la comunidad imponerles nuestros fines y valores y, al mismo tiempo, ele comuni-
no se realiza exclusivamente por la aceptación de los fines y valores car los nuestros cuando los consideremos superiores. Deber ele infor-
establecidos, sino también por la elección de formas de vida superio- mación, difusión y aun instrucción de las creencias y formas de vida
res, aún no realizadas, pero posibles según criterios de esa cultura. que ayudarían a una emancipación y realización mayor del hombre,
El cabal cumplimiento de este principio supone los anteriores. sin imponerlas, con respeto a la autonomía del otro. A estos debe-
En efecto, sólo pueden contribuir al perfeccionamiento de la vida res corresponden los derechos a la comunicación entre culturas.
humana, los fines y valores que hayan sido elegidos en forma
autónoma por el sujeto y que respondan a sus verdaderas actitudes
y creencias ante el mundo, es decir, que sean auténticos. Con to-
do, autonomía y autenticidad son condiciones necesarias pero
7
no suficientes para la realización plena de este principio. Pueden Ejemplos: los suicidios colectivos de pueblos indígenas después de la Con-
concebirse, en efecto, culturas autónomas y auténticas que sean in- quista, la cultura ele algunas elites en la época de la decadencia romana, el nuevo
«mundo feliz» .ele la sociedad consumista del capitalismo desarrollado. En esos ca-
capaces, en un momento histórico determinado, de otorgar senti- sos estamos ante formas de vicia que, aunque pudieran ser autónomas y auténti-
do a la vida ele sus miembros. Es lo que ha acontecido, en mayor o cas, son incapaces ele revestirse de un sentido superior.
128 ESTADO PLURAL, PL·URALIDAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA i'.'rICA DE LA CULTURA 129

EL PRINCIPIO DE EPICACIA cuya ciencia y técnica estén más avanzadas, suele favorecer el pro-
ceso. En este caso, el principio de eficacia exigiría adoptar los crite-
Una última condición para que una cultura cumpla adecuadamen- rios de racionalidad más efectivos y regirse por ellos.
te sus funciones es que ponga en práctica los medios requeridos En relación con culturas diferentes, el principio de eficacia
para garantizar el cumplimiento de los fines elegidos. Podríamos implica el deber de recibir, aquilatar, someter a crítica las ideas y téc-
llamarla condición de racionalidad instrumental o de eficacia. nicas ajenas y adoptar -después de sopesar sus ventajas- las que
Toda cultura ofrece ciertos medios para alcanzar los fines pro- se juzguen más racionales. A otras culturas les impone el deber de
puestos y realizar los valores elegidos. Una racionalidad instm- informar, transmitir las creencias y técnicas más racionales a cultu-
mental o de medios exigiría utilizar en cada caso los instrumentos ras consideradas menos eficaces y, en caso de que las culturas recep-
más eficaces, que permitan un dominio mayor. La racionalidad ins- toras lo decidan de manera autónoma, asistirlas en el cambio.
trumental se refiere, por supuesto, a varios géneros de técnicas: las A estos deberes corresponde el derecho de toda cultura a la
aplicadas al entorno natural o social, las técnicas de comunicación información, comunicación y discusión libre de los logros de otras
en la interrelación humana y las de expresión en el arie. culturas y, si así lo deciden, a su colaboración para el cambio.
El principio de eficacia afecta de una manera especial al sistema
de creencias de una comunidad. Toda comunidad tiene interés
en que sus creencias sean conformes a la realidad y, por ende, le DERECHOS HUMANOS
presten una garantía de que las acciones, dirigidas por esas creencias,
tengan éxito. Las creencias que cumplen con esos requisitos son Los cuatro principios que he expuesto valdrían para toda cultura. En
consideradas racionales. los países occidentales, muchos políticos e intelectuales se inclinan
Cada comunidad cultural establece criterios para tener porra- por considerar otro principio como válido para toda cultura: el
cional una creencia. Una creencia es racional en la medida en que respeto a los derechos humanos flmdamentales. ¿Hasta qué punto
se funda en razones objetivas, aceptables por una comunidad de- se sostiene esa pretensión?
terminada. Podemos nosotros llamar «racionalidad» a la tendencia Para contestar, debemos desahogar un par de puntos previos. La
a procurar la justificación mejor para nuestras creencias. Justificación discusión sobre el fundamento de los derechos humanos es suma-
mejor es aquella que garantiza, de manera más firme, alcanzar la mente rica. Sería impertinente entrar, en este momento, en ella. Me
realidad y, en consecuencia, asegurar el éxito de nuestras acciones limitaré a recordar algunas posiciones teóricas, en un resumen bár-
guiadas por esas creencias. La racionalidad responde a un interés bá- baro pero útil, tal vez, para nuestro tema.
sico: el interés por garantizar que nuestras acciones tengan éxito, al Todo «derecho» supone un orden normativo. Hablar de «dere-
ser conformes con la realidad [véase Villoro l, pp. 280-281 ]. chos naturales» remite ese orden a la «naturaleza». Pero esa tesis es
El principio de eficacia exigiría, en cada caso, utilizar los medios 1 difícil de aceptar, salvo si concedemos supuestos teológicos, pues no
más eficaces, sean éstos producto de la propia comunidad cultural !' puede racionalmente responderse al problema de la instancia que
o de sociedades ajenas. En el dominio de las creencias, propondría . dictaría «normas naturales». Pero la tesis contraria, la del formalis-
buscar la mejor justificación para las creencias colectivas y rechazar j mo jurídico, suscita también serias dificultades. Si todo derecho está
las injustificadas. El sujeto podría así poner en duda los criterios de,!! fundado en un acto de legislación positiva, los derechos humanos
racionalidad aceptados en su cultura y proponer otros que garanti- serían obra de los distintos Estados; no serían, por lo tanto, trans-
cen mejor el acierto en las acciones. El contacto con otras culturas, culturales; variarían de una cultura a otra.
.,
l lfl, \L 1.'Llll!ALf DAD DE cu1:rURAS
API!OXfMACIONES A UNA ilTICA DE LA CULTUI!A 131
13.0 ESTADO!',·'''

Para evitar ambos escollos, se han propuesto, al menos, dos ·cana precolombina, pueden identificarse conceptos que se referi-
caminos teóricos: 1) los derechos humanos no serían derechos ju. r~ n a valores semejantes a los de las declaraciones occidentales
na . . de
rídicos sino morales. Pertenecerían, por ende, a un orden ético inde- · los derechos humanos; sin embargo, presentan vanantes nnpor-
pendiente del ordenamiento estatal y anterior a él. Valdrían aun si tantes. Podríamos resumir éstas en dos rubros: 1) los cl~rechos es-
no existiera una legislación positiva. Admitir su validez para toda tán siempre ligados a deberes y no pueden entencle1:se srn ello~. El
cultura comprometería simplemente a sostener que constituyen nor- gente moral es visto primordialmente como un su¡eto de obh~a­
mas de una ética universal, y 2) cabe una variante a la tesis anterior: ~iones ante su sociedad y aun ante el cosmos; sólo si las cumple tie-
los derechos humanos consistirían en el reconocimiento, por la ne méritos. No merece tener derechos si no acepta deberes, y 2) los
legislación positiva ele un Estado, de valores o necesidades objetivas, derechos de la comunidad se consideran de igual valor o, incluso en
propias de todo hombre. En esta propuesta, el carácter objetivo de algunas formulaciones, superiores a los del individuo. No .Pu.eden
los valores sería una razón para sostener la validez universal de las concebirse estos últimos más que en el contexto del cumplume~1;0
normas que los promulgan. 8 En mi opinión, cualquiera ele esas dos de un servicio debido a los otros. Entre estas ideas y la concepoon
concepciones daría solución al dilema entre jusnaturalismo y for- occidental moderna ele los derechos humanos hay analogías a la vez
malismo jurídico. No estoy en posibilidad de contribuir actualmente que cliferencias. 9 .
a su discusión. Me limitaré ahora a derivar algunas conclusiones que Tanto la concepción de los derechos humanos del Occidente
se imponen para el problema específico que nos ocupa: ¿son trans- moderno como las ele culturas no occidentales, darían lugar a for-
culturales los derechos humanos? mulaciones relativas a una cultura particular. Pero, siguiendo las
La primera tentación sería intentar derivarlos de los cuatro prin- analogías entre ellas, podría intentarse una formulación nueva, que
cipios formales, válidos para toda cultura, que sefialamos. Pero la trascendiera esas particularidades y se refiriera exclusivamente a
cuestión no es tan simple. Habría que distinguir entre distintos valores objetivos y normas éticas aplicables a toda comunidad cul-
enunciados posibles de esos derechos. De hecho, su formulación ac- tural. Por mi parte, no estoy en posibilidad ele precisar cuál se1~ía ~sa
tual es producto ele una cultura: la occidental. Ni siquiera corres- formulación, pero creo que los principios formales enunciados
ponde a todas sus etapas históricas; es característica de un periodo antes darían la base para emprender esa tarea. Un enunciado de va-
de la modernidad y sólo se e,'<presa con claridad a fines del siglo xvm. lores humanos o normas morales transculturales debería com-
Esta delimitación es un signo ele su dependencia de una cultura prender, al menos, los siguientes puntos:
particular. Aun así, no sería una objeción invencible contra su uni- 1) Puesto que toda cultura debe suministrar el contexto en el. que
versalidad. En efecto, he insistido en que una cultura no se reduce sus miembros puedan desempefiarse como agentes morales, tl~ne
a proponer valores y normas vigentes en su comunidad histórica, si- que permitirles la elección y realización libres ele un plan de vida,
no también valores que la rebasan; por lo tanto, éstos podrían, en dentro del marco que ella les presta. Los principios de autonomía,
principio, ser válidos también para otras culturas. autenticidad y finalidad suponen la capacidad de autodetermina-
Pero, de hecho, en otras culturas no se encuentra una formula- ción. De ellos se sigue un núcleo mínimo de derechos que aseguren
ción de derechos humanos equivalente a la occidental. Por ejemplo, esa capacidad para los miembros de cualquier cultura. Ese mínimo
en la tradición de pensamiento de las culturas india, japonesa o ame-
9 Para un planteamiento sobre los derechos humanos que toma en cuenta
puntos de vista no occidentales, véanse Ricoeur, León-Portilla 1, Valon, Y Prakash
8 Para este punto véanse Laporta y ele Ltrcas. y Esteva.
132 ESTADO l'LU.llAL, PLUltALIDAD DE CULTUJtAS APltOXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA CULTURA 133

comprendería los derechos individuales indispensables para que un totalidad será determinado de acuerdo con los sistemas de creen-
sujeto pueda elegir un plan de vida entre los valores y fines que le cias de cada cultura.
ofrece su cultura. Los derechos individuales básicos de la tradición La atención a estos puntos podría conducir a una formulación
moderna occidental (derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad de los deberes y derechos fundamentales del hombre, válida trans-
de expresión y de asociación) responderían a esa exigencia. 10 culturalmente. Ella no podría contener algo que no correspondiera
2) Esos derechos individuales tienen que contener la pertenen- a las condiciones de funcionamiento ele cualquier cultura. No in-
cia a una comunidad cultural. Ella es una condición necesaria al cluiría, por lo tanto, ciertos pretendidos «derechos» que suelen apa-
acceso a la identidad personal y a la elección de fines y valores. Por recer en algunas proclamaciones de los derechos humanos en
consiguiente, la capacidad de una comunidad de cultura de ser au- Occidente, desde las clásicas declaraciones del siglo xvm; por ejem-
tónoma y auténtica y de proyectar fines valiosos forma paiie de los . plo, los «derechos» a la propiedad individual o a la felicidad perso-
derechos fundamentales del hombre, al mismo nivel que los de- nal. La propiedad individual -salvo si se restringe a los bienes de
rechos individuales, pues sin aquélla no podrían cumplirse éstos uso indispensables para vivir y trabajar- no es un requisito nece-
[supra, cap. 3]. Así como el cumplimiento de los derechos indivi- sario para considerar a alguien un agente moral; tampoco forma par-
duales pretende garantizar la libertad de la persona frente a la in- te de las características que debe tener una cultura para que sus
tromisión del poder público, la vigencia del derecho de los pueblos miembros puedan elegir con autonomía su plan ele vida. De hecho,
intenta evitar la dominación de una comunidad por otras. Las for- muchas culturas consideran indispensable la propiedad colectiva
mulaciones usuales de los derechos humanos olvidan con dema- para la subsistencia de la comunidad. Por otra parte, considerar la
siada facilidad esta dimensión colectiva, presente, en cambio, en felicidad personal entre los derechos fundamentales ele todo hom-
otras culturas menos individualistas. bre forma paiie de una concepción individualista de la vida huma-
Es claro que ambos órdenes de derechos no pueden oponerse, na que no es compartida por muchas culturas.
son complementarios. El individuo no puede tener derecho a una Un enunciado transcultural de los derechos humanos prohibi-
libertad contraria a la libertad ele otros sujetos y, por lo tanto, a la ría también algunas prácticas propias de ciertas culturas no ocC:i-
ele su comunidad; la comunidad, a su vez, no puede alegar derechos dentales, como la discriminación y opresión ele las mujeres o la
que se opusieran a los ele un agente moral. Una formulación trans- interdicción de profesar religiones distintas de la mayoritaria. Esas
cultural de derechos humanos debería establecer, a la vez, la inter- prácticas forman parte de costumbres que ele hecho se siguen en al-
relación y la demarcación entre unos y otros. gunas sociedades, pero no está excluido que pudieran ser puestas en
3) El individuo se realiza en el seno de una totalidad que lo entredicho por una moral crítica dentro del marco de la propia cul-
trasciende. Debe contribuir al buen funcionamiento de la comu- tura. De cualquier modo, no se trata ele requisitos necesarios para
nidad cultural a la que pertenece. Es, por lo tanto, sujeto ele debe- el mejor funcionamiento de cualquier cultura.
res hacia ella tanto como ele derechos. Deberes hacia los demás
miembros ele su comunidad: cooperación en tareas comunes, soli-
daridad; deberes hacia la comunidad en cuanto totalidad: servicio. ¿CoNFLICro ENTRE PRINCIPIOS?
El justo equilibrio entre derechos individuales y deberes hacia la
Los cuatro principios que he sefialado son ele igual rango. No sólo
JO Sobre este «núcleo mínimo» de derechos humanos, véase Villoro G,
son compatibles sino complementarios, porque cada uno se refie-
pp. 304-308. re a un aspecto distinto ele la cultura.
134 ESTADO PLURAL, PLLll\AL!DAD DE CULTURAS Al'IWXIMACIONES A UNA (óTICA DE LA CULTURA 135

Sin embargo, en el choque entre culturas, surge un conflicto en- El conflicto entre principios causado por la dominación exterior
tre los principios de autonomía y autenticidad, por una parte, y el oculta su origen al disfrazarse con los términos de una falsa anti-
de eficacia, por la otra, que tendría que dirimir el de finalidad. Lo nomía: el dilema «peculiaridad»-«universalidad». La contradicción
que Occidente considera progreso está ligado a la asimilación de téc- aparece entonces porque el primer término, «peculiaridad», suele
nicas que permiten un control mayor sobre el medio, criterios de ra- sugerir-para algunos- un grado de atraso e irracionalidad y el se-
cionalidad más seguros y formas de convivencia social más libres y gundo, «universalidacl», una forma de heteronomía e inautentici-
equitativas. Todo ello rompe las formas culturales limitantes de las dad. Pero son los conceptos oscuros empleados los que generan la
sociedades tradicionales. Los principios de finalidad y eficacia obli- antinomia. Como muchos otros seudoproblemas filosóficos, éste es
garían a superar la inercia de las formas de vida heredadas y adop- producto del mal uso del lenguaje.
tar las que se dan en otras civilizaciones posibles. Pero éstas no Ni la «peculiaridad» ni la «tmiversalidad» son valores deseables
se ofrecen como una opción a la libertad, sino como parte de Üna por sí mismos. Al optar por la «peculiaridad» en la cultura, en rea-
maquinaria de dominación. La adopción de una cultura «moderna» lidad lo que queremos preservar es la capacidad de autodetermina-
ajena es también la de esa cultura de dominación. Conduce, por lo ción y la consistencia de los elementos de la cultura, entre ellos la
general, a la destrucción de las creencias y formas de vida auténti- no disonancia, es decir, su autonomía y su autenticidad. Lo que nos
cas, que le daban una cohesión interna a la comunidad, reforzaban urge evitar no es la universalización, sino la cultura de dominación
su resistencia ante grnpos más fuertes y otorgaban un sentido a su (propia o ajena) y la enajenación cultural. Porque la búsqueda de
vida, conforme con su tradición. La aceptación de formas cultura- lo «propio», de lo «peculiar», no siempre es afirmación de autono-
les más eficaces e ilustradas ha supuesto, a menudo, la pérdida de mía; puede ser una forma de servidumbre al pasado o a los pode-
la autonomía y la enajenación de sociedades tradicionales. res dominantes. Tampoco es siempre auténtica; puede conducir a
Por los principios de autonomía y autenticidad, una comunidad formas culturales inadaptadas a las necesidades cambiantes y, por
se vería impulsada a resistir la influencia de la cultura de domina- lo tanto, a un desgarramiento entre contenidos culturales de la tra-
ción y a preservar sus formas culturales propias. Por el principio de dición y otros más modernos. -
eficacia, en cambio, estaría inclinada a adoptar formas de la cul- Por otra parte, al optar por una cultura «universal», lo que en rea-
tura dominadora. Pero es claro que el conflicto entre principios se lidad desearíamos es la realización de la razón y, por ende, la po-
origina por la relación de dominación. En una relación igualitaria sibilidad de emancipación de todos los hombres. La universalidad
entre culturas no se presentaría. Una situación exenta de domi- cultural es una consecuencia y aun un supuesto hipotético de la rea-
nación permite la elección, por un pueblo débil, de las técnicas, lización de una comunidad planetaria emancipada, pero no es cla-
creencias y formas de vida de otro más eficaz; ésta se daría en la me- ro que sea un valor por sí misma. Podría, en efecto, concebirse una
dida en que ese pueblo lo decidiera libremente, por convenir a sus universalidad cultural indeseable, por irracional. De hecho, esa for-
necesidades; no implicaría, por ende, sujeción. A la inversa, la fi- ma de universalidad ya empieza a existir en la cultura comercializa-
delidad a la propia herencia, al no tener ya la fimción de defensa da, de consumo, difundida por los medios masivos de comunicación
contra la dominación exterior, podría adaptarse a la recepción de al servicio de intereses económicos o de dominación política. Uni-
formas tulturales más eficaces, provenientes de otras civilizaciones. versalidad de facto no implica, pues, racionalidad.
Es la dominación y no la comunicación entre culturas la que in- El falso dilema peculiaridad- universalidad debe, pues, transfor-
troduce un conflicto entre la fidelidad a la tradición y la exigencia marse en otro: autonomía y autenticidad frente a eficacia. ¿Pero es
del cambio. éste un dilema? En teoría no. Porque el principio de eficacia exige
136 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS APROXIMACIONES A UNA ÉTICA DE LA Cl!LTUR1\ 137

la adopción y transmisión a otras culturas de medios más útiles, pe- distintos sectores de la sociedad e intentaría disuadir de la sumisión
ro no incluye la coacción. A. su vez, el principio de finalidad iüvita a formas culturales manipuladas por los intereses·mercantiles.
a elegir valores superiores para la realización de la persona, que sólo · Ante la influencia ele países más poderosos, evitaría la repetición de
podrían lograrse en forma autónoma. El 1'espeto a los principios de formas culturales imitativas y propiciaría la innovación creativa, que
autonomía y autenticidad obligarían, pues, a que todo progreso en exprese mejor las necesidades propias y aumente el control sobre el
la racionalidad y el sentido se realizase por la persuasión, sin violen- entorno sin poner trabas a la comunicación. Su acción no estaría
tar al otro. Los principios de autonomía y autenticidad no obligan dirigida contra la introducción ele formas culturales ajenas, sino con-
al rechazo ele las formas culturales ajenas, incitan, en cambio, a su tra su imitación se1vil y su imposición. La intromisión de formas vul-
adopción cuando ésta es libre, responde a las propias necesidades garizadas y homogeneizadas de una cultura media, favorecida por
y se considera más racional. El principio de eficacia no impone la intereses comerciales transnacionales y difundida por los medios
destrucción ele medios considerados impropios, sino su reemplazo, masivos de comunicación, desplazando las expresiones culturales
libremente decidido, por otros más útiles. auténticas ele las naciones desprovistas del control de los sistemas
de comunicación mundial, es la mistificación más acabada de una
cultura universal. Contrarrestar el dominio de esa vulgarización cul-
PoLfncA crn:ruRAL tural seudo universal, luchar contra la cultura mercantilizada y fo-
mentar.las manifestaciones culturales creativas y auténticas sería una
Los principios de una ética de la cultura trazarían una orientación línea clara de una política cultural.
a cualquier política cultural. Puesto que el conflicto entre autono- Esa orientación no equivale a un nacionalismo cultural. El nacio-
mía y autenticidad, por una parte, y progreso material, por la otra, nalismo, en efecto, obedece al equívoco de confundir la autonomía
sólo se genera por la utilización ele la cultura como instrumento de y autenticidad culturales con el refugio en «lo peculiar». Como vi-
dominación, una política cultural ideal estaría dirigida contra cual- mos, esa postura no sólo oculta el peligro del regodeo satisfecho en
quier forma de dominación mediante la cultura. Su ideal sería la las propias formas de vida, también puede se1vir ele instrumento ele
emancipación y realización plena de la sociedad, tanto en su inte- dominación interna frente a toda ruptura cultural de las conven-
rior como en su relación con otras comunidades. ciones que afianzan un sistema. Una política cultural que buscara
Como hemos visto, la condición de posibilidad para que una la emancipación y, por lo tanto, aceptara la crítica disruptiva y la in-
cultura cumpla adecuadamente su función es la autonomía; ese novación, tendría como metas principales, a la vez, la protección de
principio está supuesto en todos los demás. El principal objetivo ele la creación cultural autónoma en todos los sectores ele la sociedad
una política cultural debe ser la promoción de las actividades libres y el fomento ele la comunicación y apropiación libre de los conoci-
y creativas. Esto entraüa el respeto a todas las diferencias culturales, mientos y técnicas de otros países. Su fin debería ser el acceso a una
lo contrario de la imposición de patrones y criterios homogéneos pa- cultura planetaria libre de dominación, basada, por lo tanto, en la
ra toda la sociedad. Al mismo tiempo, para que florezca una cultu- determinación autónoma de cada pueblo.
ra diversificada, el Estado debe facilitar el ámbito de comunicación La política cultural tiene que enfrentarse también al problema
más extenso entre las diversas culturas, dentro y fuera de su propia de la relación de las formas culturales hegemónicas en un país, con
sociedad. las de sus minorías. Frente a las culturas minoritarias y a las de et-
En segundo lugar, el principio de autenticidad incitaría al fo- nias o nacionalidades existentes en el interior de un Estado, éste de-
mento de las formas culturales ligadas a las necesidades reales de los bería, a la vez, respetar plenamente su autonomía, juzgarlas según
APllOXIMACfONES A UNA ÍOTICA DE LA CULTURA 139
138 ESTADO PLUfU\L, PLURALfDAD DE.CULTURAS

los parámetros de sus propias culturas y propiciar su acceso a ins- 1) avanzar hacia formas culturales que permitan el progreso en la
trumentos más eficaces para lograr sus propósitos. Tendría la obli- realización de una vida humana más valiosa y con mayor poder
gación de suministrarles toda la informaciónyasistencia necesarias sobre su entorno y aseguren, a la vez, la mayor autonomía y auten-
para que cambien, de manera que hagan más eficaz su cultura, tan- ticidad en la vida comunitaria, pero no preservar oscuras «iden-
to para lograr un perfeccionamiento de la persona como para ob- tidades» nacionales, y 2) propiciar el advenimiento de una cultura
tener mejores conocimientos científicos y técnicos que les aseguren planetaria, basada en la comunicación de las diversas culturas, pe-
la realización de sus fines. Pero todo ello en el respeto a la decisión ro no aceptar una «Universalidad» que oculta una nueva forma de
libre de la comunidad concernida. dominación.
Pero éste es el ideal. Es una meta regulativa de la política cultu-
ral que, al chocar con la práctica, se ha visto mil veces distorsionada.
La pretensión de ayudar al progreso de las culturas consideradas
más atrasadas oculta a menudo una política de subordinación a
una cultura nacional homogénea, establecida por el poder central.
Tiene entonces el sentido de una ideología de dominación y con-
duce, de hecho, a la destrucción o sujeción paulatina ele las cultu-
ras más débiles.
La política frente a las culturas minoritarias de un país se en-
frenta a un dilema: la integración a la cultura nacional conduce a la
destrucción ele las culturas minoritarias, pero el respeto a sus formas
de vicia mantiene su atraso. La solución sólo puede ser romper con
la idea de la equivalencia entre integración y homogeneización cul-
tural. La verdadera integración sólo puede lograrse como resultado
de la decisión autónoma ele las comunidades minoritarias, que vean
en ese proceso su propio beneficio. Pero entonces no se trata de que
las culturas minoritarias se convie1ian a una cultura nacional hege-
mónica, sino que ésta resulte de la comunicación entre todas. Por
ello un Estado multicultural se realiza sólo si acepta el derecho de
las comunidades minoritarias a la diferencia. Cultura nacional no
implica homogeneización, pero sí posibilidad real de que las co-
munidades minoritarias se apropien de los valores y técnicas de la
cultura hegemónica, las incorporen a su propia concepción del mun-
do y ejerzan control sobre ellas.
El conflicto no surge, pues, entre los principios éticos, sino en-
tre sus formas de aplicación en la práctica concreta. Es allí don-
de una política cultural debe intervenir para evitar la perversión de
esos principios por los intereses contrapuestos. Su fin sería doble:
SOBRE RELATIVISMO
CULTURAL Y
UNIVERSALISMO ÉTICO

ENTRE UNIVERSALISMO Y RELATIVISMO

La dominación de una cultura sobre otras consideradas inferiores


ha aducido regularmente una justificación: la existencia de valores
universales que esa cultura tendría el deber de realizar. El domina-
dor se cree siempre pmiador de un mensaje «universal»; su revela-
ción a otros pueblos es, según él, un bien impagable que justifica con
creces el dominio. La e,"Xpansión de la «única religi6n verdadera» o
de la «civilización» se pueden presentar como la cara benéfica del
colonialismo, sólo porque se consideran de validez universal.
De parecida manera, la rebeldía contra el dominio colonial ha
aducido la justificación contraria: todo valor es relativo a una cul-
tura. La pretensión de una cultura de dominar a otras se destruye si,
debajo de su pretendida universalidad, se descubre una operación
ideológica: la falsa universalización de los valores de una cultura
particular. Sostener el valor relativo a todas las culturas desarma la
justificación del dominador. Así como la ideología de dominación
parece estar ligada a cierto universalismo, un relativismo cultural se-
ría la respuesta a toda pretensión de dominio entre culturas.
Pero esa analogía no se sostiene. Algunos trabajos de Ernesto
Garzón Valdés invitan a ponerla en duda. 1 Nos sugieren la posibi-

1
Consideramos aquí principalmente los trabajos citados en la bibliografía.

141
142 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS SOilRE RELATIVISMO CULTURAL Y UNIVERSALISMO ÉTICO 143

lidad de f1mdar el respeto a un pluralismo cultural, sin tener que re- 3. La comunicación entre culturas supone la existencia de con-
nunciar a principios y valores éticos de validez universal. diciones de racionalidad universales, de carácter formal.
Garzón Valdés presenta argumentos sólidos contra un relativis- 4. La comunicación entre culturas hace posible el reconoci-
mo cultural radical. Un relativismo coherente sostendría que las miento, en el marco de cada cultura particular, de valores transcul-
reglas que rigen en cada sociedad son el criterio último de compor- turales, es decir, reconocidos y realizados en diferentes culturas.
tamiento de sus miembros. Sería la moral positiva, vigente en cada
sociedad (Sittlichlwit), la encargada de dar legitimidad a cada com-
portamiento. Pero entonces «no se ve por qué ha de criticarse como CONDfCJONES FORMALES DE UN/\ PLURi\LlDi\D CU!TURAL

injusta una moral social que incluya entre sus reglas la imposición
de normas hegemónicas a las demás culturas» [3, p. 8]. Para poner Así como un relativismo cultural radical conduce a consecuencias
en cuestión los principios vigentes en una sociedad, debemos ape- inaceptables para quien quiera resguardar un orden racional, la hi-
lar a una ética superior, de carácter crítico. Y esa ética debería poder pótesis contraria, la existencia ele valores universales cognoscibles
«ser compartida por los miembros de diferentes Sittlichheiten» [3, con independencia ele las culturas particulares, resulta contradicto-
p. 9]. «Un relativista radical carece de argumentos para postular la ria. En efecto, quien sostenga esa hipótesis afirma dos cosas: 1) que
vigencia universal de la tolerancia si es que no quiere autocontra- es capaz de conocer algo con independencia de las condiciones
decirse» [3, p. 12]. En efecto, si cada sociedad sólo puede regirse por que hacen posible ese conocimiento, y 2) que es capaz ele seguir re-
sus propias normas morales, no se comprende por qué estaría obli- glas ele conducta con independencia del contexto que hace posible
gada a incluir en ellas el respeto a la vigencia de otras reglas, en otras -. seguir una regla de conducta. En otro trabajo [Villoro 1] he tratado
soGieclacles. de mostrar que todo saber objetivo tiene como condición la exis-
Frente al relativismo y al absolutismo culturales, Garzón Valclés tencia de una «comunidad epistémica», para la que ese saber esté
elige la línea que llama «objetivismo ético». Sin embargo, no deja justificado en razones incontrovertibles. Como toda comunidad
en claro en qué se distinguiría su posición ele un universalismo éti- epistémica es histórica, las razones que, en cada caso, debemos con-
co. En efecto, Garzón Valdés pasa rápidamente de la necesidad de siderar para juzgar si son incontrovertibles son las accesibles a esa
admitir una «moral crítica», superior a las morales positivas, a la comunidad; están condicionadas por un nivel de desarrollo cientí-
tesis de que esa moral debería ser compartible por los miembros fico y técnico y por ciertas creencias básicas propias ele una cultura.
de todas las culturas. Se trataría, dice, «ele encontrar principios que, Las creencias y actitudes de una sociedad varían considera-
respetando la pluralidad, puedan ser compartidos por todos los blemente de un grupo social a otro, aun ele uno a otro individuo,
agentes» [3, p. 9]. Pero esta segunda proposición no se deduce, sin pero en la medida en que podemos referir esas variantes a una
ulterior argumentación, ele la primera. cultura, admitimos ciertas actitudes y creencias supuestas en to-
En una línea distinta pero paralela a la de Garzón Valdés, en es- das ellas.
te trábajo trataré ele defender las proposiciones siguientes: El primer paso en la comprensión de una cultura ajena es tratar
1. Todos los valores sólo pueden ser reconocidos y realizados en de reducir su otreclad a esas creencias básicas. El otro se presenta en-
el marco ele una cultura particular. tonces como un objeto ante nuestro marco conceptual, juzgado se-
2. Una cultura particular no sólo comprende los valores vigen- gún nuestra escala de valores y nuestro concepto de racionalidad. En
tes consensuales (moral positiva), sino también la proyección de un segundo paso, sin embargo, podemos intentar descubrir lama-
valores disruptivos de la moral vigente (moral crítica). nera como se configura el mundo para el otro y comprenderlo a par-
144 ESTADO l'LLll\AL, l'LLIRALID/\D DE CULTURAS SOilRE RELATIVISMO CULTURAL Y UNIVERSALISMO ÉTICO 145

tir de sus propias creencias y actitudes básicas. Sólo entonces reco- nester que compartan una base mínima de criterios comuries. Pues-
nocernos al otro corno sujeto. to que se trata: ele sujetos de distintas culturas, esa base-sólo puede
Comprender al otro corno sujeto, a partir de su propia figura del ser transcultural, es decir, tierie que estar presente en las distintas fi-
mundo, no implica compartirla ni tampoco dejar de juzgarlo a partir guras del mundo que se contraponen. ¿Cuál puede ser?
de nuestra propia cultura. Es más, no podernos prescindir de juzgar Garzón Valclés propone las «necesidades básicas» [3, pp. 2-4].
al otro según nuestros propios valores y razones, a menos de conver- Una «necesidad» se refiere a algo objetivo, las actitudes dirigidas a
tirnos a la cultura del otro y abandonar la propia. Por ello, com- la satisfacción ele necesidades básicas parecen buenas candidatas
prender una cultura ajena no es incompatible con juzgar superiores a ser consideradas elementos compartibles por miembros ele dife-
las creencias y actitudes que corresponden a nuestra figura del mun- rentes culturas. Sin embargo, es muy difícil establecer una demar-
do. Comprender las otras culturas nos obliga a considerar a sus miem- cación entre las necesidades que dependen ele un contexto cultural
bros como sujetos ante quienes se configura el mundo de manera particular y otras independientes ele él. En rigor, sólo las actitudes, y
distinta a la nuestra. Si hemos de tratarlos corno sujetos, nos obliga los correspondientes valores, referidos a las «necesidades naturales»
a no imponerles nuestro marco cultural; sin embargo, no nos obli- (alimento, vestido) mostrarían cierta independencia del contexto
ga a dejar de adherirnos a nuestras creencias y valores, según los cri- cultural. Y aun esto sería discutible. (Recordemos las observaciones
terios de nuestra visión del mundo; por lo tanto, nos invita a intentar sobre «lo crudo y lo cocido» ele Levi-Strauss, acerca ele los alimen-
que los otros compartan esos valores y creencias si las consideramos tos, y las de cronistas del Nuevo Mundo sobre la desnudez y el vesti-
superiores. Ambas obligaciones, la de respetar al otro corno sujeto do: en ambos casos se muestra cómo aun las necesidades naturales
de su propia cultura y la de intentar que comparta los valores de la tratan ele satisfacerse en contextos culturales.) Por otra parte, el pro-
nuestra, sólo pueden justificarse en el marco de nuestra cultura; de pio Garzón Valdés indica que entre las «necesidades básicas» habría
ella forman parte y, por lo tanto, no podernos esperar que obliguen que incluir las «derivadas ele las respectivas estructuras sociológicas»,
a quienes no la comparten. y éstas difieren según las culturas.
Nuestra obligación moral para con los miembros de otras cul- Una vía más prometedora para determinar principios transcul-
turas no se puede justificar en valores independientes de nuestra pro- turales me parece el examen ele las condiciones mismas que hacen
pia visión del mundo; se funda en creencias básicas de nuestra posible toda cultura. Es lo que he intentado en el capítulo «Aproxi-
cultura (occidental moderna), que pueden ser compartidas o no por maciones a una ética ele la cultura».
otras. El respeto del otro como sujeto autónomo, la exigencia de una Toda cultura comprende creencias acerca ele lo que puede con-
comunidad entre todos los hombres, el dominio racional de las siderarse como razones que justifiquen las creencias, respecto de las
necesidades básicas, son exigencias de nuestra cultura. Nuestra obli- reglas que deben normar la conducta para alcanzar el bien común
gación moral hacia las otras culturas está dictada por esas exigencias. y acerca ele los valores últimos que pueden otorgar sentido a la
Nuestros principios éticos nos obligan a respetar que el otro, en vida. Razones, reglas y valores difieren en cada cultura, pero, cua-
tanto süjeto autónomo, se rija por sus propias creencias y, a la vez, lesquiera que sean, cumplen en todas una triple función que co-
a intentar que reconozca valores que juzgarnos superiores. rresponde a distintas formas de racionalidad: 1) explicar la realidad
Intentar convencer implica argumentar. Argumentar entre dos o y asegurar el éxito de nuestras acciones en ella (racionalidad teóri-
más sujetos sólo es posible si existe una base común reconocida por ca e instrumental); 2) regular nuestra conducta en conformidad con
los interlocutores, susceptible de ponerlos de acuerdo. Para que dos el bien común (racionalidad práctica, normativa), y 3) orientar y dar
culturas comuniquen, por otra vía que no sea la violencia, es me- un sentido a la vida, tanto individual como colectiva (racionalidad
146 ESTADO PLURAL, l'Ll!RALID/\D DE CULTURAS SOBRE REL/\TIVISMO CULTURAL y UNIVERSALISMO Cnco 147

valorativa). Por distintas que sean las culturas, las razones, reglas Como resultado del intercambio entre culturas, sobre la base ele
y valores admitidos son aquellos que se consideran aptos para rea. condiciones formales comunes, puede eventualmente llegarse a cier-
lizar esa triple función; dicho con otras palabras: aquellos que to consenso acerca de razones, reglas y valores comunes que serán
satisfacen ese triple interés. La función que cumple admitir razones, transculturales. Pero no serán consecuencia de la universalización
promulgar normas y proyectar valores es, en todas las culturas, la de una sola cultura, sino del intercambio entre varias. Para que se dé
misma, aunque su contenido difiera. Esa función tiene condiciones ese proceso es condición necesaria que los miembros ele las distin-
que se pueden considerar, por lo tanto, universales. Pero son uni- tas culturas puedan intercambiar sus puntos de vista, en igualdad de
versales porque son puramente formales. condiciones ele poder y en ausencia de toda coacción. Situación
Las condiciones comunes a toda cultura no pueden señalarnos ideal, ajena a la realidad histórica; exigencia ética a la que podernos
cuáles son las razones, las reglas y los valores que debamos preferir, acercarnos en la medida en que se elimine la coacción de una cul-
porque no nos dicen nada acerca del contenido de las creencias tura dominante sobre las dominadas. Lo contrario a este proceso
básicas. Sólo permiten, en el seno ele cada cultura, medir si sus cre- es la operación de universalización de una cultura particular y su
encias son adecuadas para cumplir con sus funciones. Suministran imposición a las demás so pretexto ele universalidad: justificación
así una base común ele argumentación entre distintas culturas. En ideológica ele la dominación.
el intercambio entre portadores de diferentes figuras del mundo pue- La posibilidad de argumentación entre culturas para llegar a la
de haber una posibilidad ele confrontar las creencias de unos y otros, admisión ele creencias y actitudes transculturales implica la posibi-
sobre la base ele esas condiciones formales. lidad ele cambio en las figuras del mundo de cada cultura, lo cual nos
Las posibilidades de éxito en la argumentación variarán según conduce al siguiente tema.
el tipo de racionalidad de que se trate. Si el criterio para aceptar ra-
zones válidas es la justificación de la verdad de las creencias y, por
ende, la garantía del éxito de nuestras acciones sobre el mundo, es IDENTIDAD CULTURAL Y MORAL DISRUPTIVA
claro que la eficacia en ex:plicar la realidad y en lograr que nuestras
acciones sobre ella sean e,"Xitosas será argumento suficiente para acep- El relativismo cultural tiene la tendencia a reducir la moral de una
tar la superioridad, en ese campo, de una cultura sobre otra. Para cultura a los usos y costumbres establecidos en la sociedad, trans-
mostrar la superioridad de la ciencia y la técnica de Occidente, en ese mitidos por la educación y la tradición y aceptados sin disenso por
campo, basta apelar a la práctica. la mayoría.
La situación no es la misma en las esferas en que tenemos que Tiende a caracterizar a una cultura por su moral positiva, vigente
ver con normas y valores. Sin embargo, cabe aquí también una ar- en una sociedad: lo que Hegel llamaba su Sittlichkeit. Tiene razón
gumentación indirecta. Por una parte, pueden los miembros ele dis- Garzón Valdés al criticar esa reducción. En toda cultura, frente a la
tintas culturas argumentar que sus formas de vida cumplen mejor moralidad positiva hay la posibilidad de una «moral crítica», sus-
con losTequisitos formales ele una vida ética, es decir, de una vida ceptible de poner en cuestión las normas y valores comúnmente
en la que cada individuo pueda realizarse plenamente, identifican- aceptados. Lo que no parece claro es que esa moral crítica tenga que
do su interés con el bien común. Por otra parte, pueden referirse a sostener principios compartibles por todas las morales positivas, co-
los resultados de sus respectivas formas de vida, en la realización de mo sostiene Garzón Valclés. No se ve por qué la posibilidad de crí-
valores. La falla en dar un sentido a la vida será un signo de infe- tica moral no se consideraría propia de cada cultura, con el mismo
rioridad cultural tanto como la ele ofrecer un sentido ilusorio. título que la moral positiva. En cada una se dan versiones e inter-
148 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTUl!AS SOBRE RELATIVISMO CULTURAL Y UNIVERSALISMO llTICO 149

pretaciones diferentes acerca de lo que debe normar la conducta co- nazismo ni la cultura holandesa, el Apartheid. La ética ilustrada y
lectiva. Unas pueden recibir aceptación general o ser impuestas por humanista es un integrante esencial de esas culturas; la oposición al
un poder establecido; otras, por el contrario, disienten de las con- totalitarismo y al racismo no se entiende sin sus raíces ilustradas en
venciones establecidas y, por ende, de la estructura de poder; pero la cultura occidental. Quizá la mejor manera de oponerse al inte-
ambas forman parte de la dinámica de la misma cultura. Porque una grismo musulmán no sea apelar a una mentalidad ética de raigam-
cultura no es una manera uniforme de vida, establecida de una vez bre cristiana, sino revivir la tradición ilustrada y tolerante que hizo
y para siempre, está transida de un conflicto permanente entre lo la gloria del propio Islam.
aceptado por la mayoría y las razones y valores que una minoría crí- En consecuencia: 1) no hay bases para identificar -como hacen
tica propone, sin abandonar por ello las creencias básicas de esa cul- algunos autores que Garzón Valdés [3, pp. 2-4] critica con razón los
tura. No hay moral vigente sin posibilidad de disidencia de esa principios éticos de una cultura con su moral vigente (Sittlichheít);
moral. No hay pensamiento reiterativo de creencias convencionales 2) toda cultura tiene la capacidad de oponer a la moral vigente en
sin su contraparte: un pensamiento disruptivo de las ideologías una época otra moral crítica, disruptiva, y 3) ésa no es razón sufi-
establecidas. Toda cultura presenta una tensión constante entre los ciente para afirmar que esa moral crítica sea universaL pues se da en
ideales proyectados no realizados y los valores reiterados día con día. el marco de una cultura particular.
Cada cultura comprende criterios de racionalidad internos por La identidad de un pueblo no es algo dado, sino la imagen que
los que, sin abandonar los presupuestos de una determinada figu- un pueblo se forma de sí mismo. Ésta cambia y se transforma según
ra del mundo, pueden someterse a crítica las creencias teóricas y las circunstancias históricas. Tampoco es la misma en todos los sec-
valorativas vigentes y las formas de vida practicadas. Toda reforma tores de la sociedad, e imágenes distintas de sí pueden coexistir en
radical se ha hecho en el seno de una cultura. una misma cultura. La identidad no es un conjunto de características
La cultura occidental moderna, por ejemplo, comprende lamo- peculiares por descubrir, sino una representación ideal por proyec-
ral burguesa y las formas de dominación social aceptadas por con- tar. No es algo hecho, transmitido por la tradición, sino un proyecto,
vención, pero también las distintas versiones de morales críticas y renovado en cada momento, por el que se interpreta el pasado para
de actitudes disidentes. La cultura del Islam es el integrismo tradi- darle un sentido en función de fines elegidos. Porque la tradición no
cionalista tanto como los programas ilustrados y democráticos que sólo transmite valores actualmente aceptados, sino también valo-
lo combaten en nombre del propio Islam. Las culturas de las etnias raciones originarias perdidas u olvidadas; comprende no sólo un le-
indígenas de América comprenden las actitudes misoneístas de re- gado de ideas y comportamientos consensuados, también incluye
fugio en la tradición heredada, pero también los afanes de progre- criterios para poner en cuestión ese legado y transfonnarlo siguiendo
so de muchos grupos en su seno. Por ello no creo válido el intento posibilidades abie1ias de nuevas elecciones.
de Garzón Valdés de refutar el relativismo cultural aduciendo ejem- La identidad así concebida no detiene necesariamente a una co-
plos de «culturas inmorales» como el nazismo, el Apartheid o los lectividad en la reiteración de sus formas de vida heredadas, sino que
integrismos religiosos. Porque ésas no son culturas, sino formas es- la obliga a reinterpretar continuamente el pasado para integrarlo
pecíficas de vida y sistemas ideológicos en el interior de una cultu- en proyectos de vida colectivos. Y éstos pueden cambiar según las
ra que incluye también las actitudes y creencias críticas que se les nuevas exigencias históricas. Un pueblo no se reconoce en un haber,
oponen. Pero el hed10 de que las actitudes críticas se opongan a una sino en una figura que construye, en la cual el pasado y el futuro ele-
moral vigente no basta para concluir que son «universales» y reba- gido puedan integrarse en una unidad.
sen una cultura particular. La cultura alemana del siglo xx no es el
150 ESTADO PLUl\AL, PLUHALIDAD DE CULTUHAS
SOBHE llELATJVISMO CULTURAL Y UNIVEl\SALISMO ÉTICO 151

Por otra parte, la imagen que un pueblo tiene de sí rnísmo no PRINCIPIOS ÉTICOS EN LA RELACIÓN ENTRE CULTURAS

proviene sólo de su distinción frente a los demás; es resultado de ün


complejo proceso histórico de identificaciones con otros pueblos Con las aclaraciones anteriores, podemos plantearnos mejor la cues-
(sean dominantes o dominados) y de sepafación de ellos. No hay tión de los principios que normarían la relación entre distintas cul-
comunidad que se haya constituido a sí misma en el aislamiento turas. La situación es diferente si se trata de culturas pertenecientes
total; no hay sociedad histórica que no haya forjado una imagen a países independientes o de etnias minoritarias en el seno de un
ideal de sí, mirándose en los ojos ajenos [véase «Sobre la identidad mismo país, sometidas a un régimen constitucional republicano. És-
de los pueblos», en este volumen]. te es el caso de las comunidades indias en los países de América y
Si la identidad de un pueblo no es un conjunto de característi- es el único que aquí tocaremos. En relación con esta situación, Er-
cas que lo distingan, sino una imagen construida, la antinomia que nesto Garzón Valdés formula dos principios, que llama de «homo-
suelen presentar los relativismos culturales no existe. El enfrenta- geneización» y de «dinamización» [3, p. 19].
miento de un pueblo con otros (dominantes o dominados) suele Todo sistema democrático requiere de cierta homogeneidad en
poner en crisis, ciertamente, su identidad; obliga a modificarla, sus ciudadanos. De hecho, las revoluciones democráticas tuvieron
pero no tiene necesariamente que destruirla. El contacto entre dis- como resultado transformar sociedades heterogéneas, cuyos distin-
tintas culturas plantea un reto: aislarse en sí mismo o transformar tos grupos estaban sometidos a regímenes de derecho diferentes, en
la imagen que se tiene de sí. La transformación será más o menos sociedades más racionales, constituidas por ciudadanos iguales
destructora según la capacidad de un pueblo para proyectar nuevas en derechos. Garzón Valdés.sostiene que el principio de homoge-
imágenes de sí mismo que sean consistentes con su nueva realidad neización es esencial a una sociedad democrática.
e integren en ella su pasado. La necesidad de una sociedad homogénea ha sido invocada a
Lo que destruye la identidad de un pueblo no es, entonces, el menudo para justificar una política de asimilación de las etnias mi-
cambio en sus formas de vida o de pensamiento, sino la negación noritarias a la cultura nacional hegemónica. Se entiende entonces
de su capacidad para proyectar y realizar una imagen ideal de sí mis- por «homogeneización», la supresión de las diferencias culturales-y
mo, en la que el pasado se integre con la realidad actual. Es la su- adhesión a las creencias y valores de una cultura dominante. Este
presión de la posibilidad de fraguar por nosotros mismos la imagen sentido de homogeneidad forma parte de una ideología de unidad
en la que podamos reconocernos, lo que destruye nuestra identidad, nacional, en detrimento del pluralismo cultural. Pero ése no es el ca-
no la pérdida de un haber heredado. La imposición violenta de for- so de Garzón Valdés. El principio de homogeneización que él pro-
mas de vida de otros pueblos destruye la identidad del dominado pone es compatible con el respeto a la pluralidad de culturas. Es el
1

porque le impide reinterpretar con sus propias categorías su histo- siguiente:


ria, decidir acerca de su curso y elegir libremente un futuro que le
Una sociedad es homogénea cuando todos sus miembros gozan de los
otorgue sentido. Es la dominación de otro la que enajena, no la iden- derechos directamente vinculados con la satisfacción de sus bienes bá-
tificación con él. Así, el respeto a la identidad de las otras culturas sicos [ ... ], aquellos que son condición necesaria para la realización de
no conduce a la preservación de sus notas distintivas, sino al man- todo plan de vida, es decir para la actuación del individuo como agen-
tenimiento inestricto de su capacidad de decisión y de cambio. te moral. [3, pp. 13-14]

Todo miembro de una sociedad homogénea tiene derecho a esos


bienes básicos, que es posible considerar también como un conjunto
152 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS . SOBRE RELATIVISMO CULTURAL Y UNIVERSALISMO ÉTICO 153

de valores que no pueden ser objeto de negociación ni de compro. Bonfil. Sin él, no puede hablarse de un verdadero convenio ético y,
miso entre los miembros de tina sociedad. Corresponden al interés por ende, ele derechos vedados a la negociación entre-partes.
común y ningún interés particular puede ponerlos en cuestión. 'En Por desgracia, la realidad histórica de nuestras repúblicas de-
palabras de Garzón Valdés, forman una especie de «coto vedado», mocráticas poco se asemeja a un convenio de carácter ético. Los
a cubierto de toda transacción o compromiso. Cualquier compro. «derechos» hornogeneizantes han siclo establecidos por la cultura
miso o negociación, en una sociedad democrática, debe hacerse hegemónica, sin consulta ni respeto por las decisiones autónomas
sobre la previa admisión de ese «coto vedado» [2, pp. 160-162]. de las otras etnias. El pacto social que da nacimiento a las repúbli-
Esta tesis es esclarecedora; es quizá la mejor manera ele distin- cas latinoamericanas es realizado por la sociedad criollo-mestiza
guir entre un convenio social resultante del compromiso -a me- e impuesto a las demás. La situación de las etnias equivale a un
nudo forzado- entre grupos dirigidos por intereses pa1ticulares y «colonialismo interno», según la expresión de Pablo González Ca-
un convenio ele carácter ético, que salvaguarde el interés común fren- sanova. Es, sin duela, irreal pensar que la solución ética sería el
te a todo compromiso entre las partes y reduzca la negociación inte- rechazo del convenio vigente, expresado en las constituciones re-
resada a lo que no afecte los derechos comunes a todo miembro de publicanas, pero sí sería posible su reforma progresiva para convertir
la sociedad. Sin embargo, algunas de las conclusiones que el propio un convenio impuesto en otro decidido con autonomía ele las par-
autor infie1:e de su tesis no me parecen tan claras. tes. Para ello resulta una condición previa el reconocimiento del
Quizá conviniera distinguir entre dos niveles en los «derechos» carácter pluricultural y rnultiétnico del Estado, lo que incluye el res-
(y sus correspondientes valores), incluidos en el «coto vedado». peto a la capacidad de decisión autónoma de los pueblos que lo
Unos son los que haya que admitir corno condiciones ele posibi- forman. Éste no es resultado, sino condición ele cualquier convenio
lidad de cualquier convenio; otros, los que pudieren resultar de legítimo. Cualquier forma de imposición de valores, aun en bene-
éste. Los primeros comprenden los valores mínimos que tienen ficio de las propias etnias, sólo podría justificarse moralmente so-
que ser respetados para que exista un convenio real, y no una im- bre la base de un convenio libre. El principio de homogeneización
posición coactiva de una pa1te sobre otra. Incluyen el respeto a la -tal corno Garzón Valdés lo define- exigiría como primera má-
vida, a la autonomía de los agentes y a su igualdad en relación con xima de acción moral, por parte del Estado, la promoción de la
la situación de negociación. En el caso ele las relaciones entre cul- autonomía (entendida corno capacidad de decisión y ele control
turas distintas, el respeto a la integridad de vida y a la autonomía sobre su propia cultura) de las etnias minoritarias. Aunque, en mi
de cada una forma necesariamente parte ele la constitución del opinión, convendría mejor abandonar el término ele «homogenei-
«coto vedado». No podría considerarse corno legítimo un conve- zación» para este caso, puesto que se trata del reconocimiento del
nio que fuera el disfraz de una imposición de valores ele una cul- derecho a las diferencias de elección.
tura sobre la otra. Además, la autonomía no puede ejercerse si el Un segundo nivel en los «derechos comunes» que constituyen
grupo en cuestión está sometido a un control ajeno. Para poder el «coto vedado» correspondería a los valores comunes que las par-
entrar'sin coacción y en un mínimo plan de igualdad en el con- tes convienen libremente en respetar. Éstos serían resultado del con-
venio democrático, los pueblos tienen que tener el control de sus venio, pero, una vez establecidos, estarían a cubierto de cualquier
propias organizaciones representativas y poder sostener sus deci- negociación. Me parece que Garzón Valdés tiende a identificar esos
siones sin estar obligados a renunciar a su forma de vida. Para ser valores con los «derechos humanos» de la tradición liberal occi-
eficaz corno base ele un convenio, la autonomía implica control dental [2, p. 157]. No es éste el lugar para discutir si esos derechos
sobre sus propios medios culturales, como lo hace notar Guillermo expresan efectivamente «condiciones necesarias para la realización
154 ESTADO Pf.UHAL, PLlfHAf.IDAD D.E CULTURAS

de todo plan de vida». Lo que importa es que esos valores sólo


pueden entrar en el «coto vedado» si han sido reconocidos en for-
ma autónoma por las partes. Sean o no transculturales, no puede
aducirse una base legítima para imponerlos a una de las pai1es sin
su consentimiento autónomo. En cambio, el principio de homo-
geneización sí implica el deber de propiciar las condiciones reales ESTADIOS EN EL
para que las otras culturas puedan acceder por sí mismas al reco-
nocimiento de esos valores, lo cual nos conduce al segundo de los RECONOCIMIEN'TO DEL OTRO
principios propuestos por Garzón Valdés.
Si el Estado nacional está obligado a la homogeneización en una
sociedad ,democrática, las etnias minoritarias estarían obligadas al
cambio. Este es el «principio de dinamización». Es claro que Garzón L PROBLEMA PRINCIPAL DE UNA PLURALIDAD DE CUITURAS es la dificultad

Valclés no entiende por él la imposición de la cultura hegemónica.


En efecto, un cambio dinámico, no impuesto, sólo puede hacerse so-
bre la base de la propia cultura. Esto es posible porque toda cultu-
E de su reconocimiento recíproco. El encuentro entre la cul-
tura occidental y las culturas aborígenes de América ha sido el
acontecimiento de la historia del hombre en el que se mostró con
mayor fuerza el terrible drama a que puede conducir ese problema.
ra contiene la posibilidad de actitudes y creencias disruptivas de las
vigentes. Pero el cambio dinámico no puede interpretarse como la Este capítulo y el siguiente tratan de aquel momento. Su testi-
adopción necesaria de la cultura dominante, considerada universal. monio servirá, espero, para arrojar alguna luz sobre el desafío, en
Aquí es donde juegan un papel indispensable la argumentación nuestra época, del reconocimiento del otro.
y el convencimiento. Para lograrlo, siempre ha sido útil el contacto Al llegar a la meseta del Anáhuac, los europeos se encuentran,
con los sectores esclarecidos y a la vez representativos de los pueblos por primera vez en su historia, con una compleja civilizació~ gue
en cuestión. El principio de dinamización no puede invalidar el de les es del todo ajena. De las otras culturas paganas, por alqadas
autonomía. Por lo general, la adopción de bienes de la cultura domi- que estuvieran de Occidente, habían acumulado en el curso de los
nante suele ser conflictiva. Aun los que parecen más benéficos, como siglos, noticias que les permitían situarlas. Siempre había algún
la introducción ele la medicina moderna o ele técnicas más eficaces rasgo de ellas que podía ponerse en parangón con otro análogo de
de producción, traen aparejados otros dafi.os en una sociedad no oc- la cristiana. Algunas, como el judaísmo o el Islam, tenían raíces
cidental, como pueden ser la destrucción ele instituciones y modos espirituales comunes o eran, al menos, un contendiente bélico
de relación probados, el desamparo y la angustia colectiva ante pro- probado; otras más remotas, como la hindú o la china, eran co-
cedimientos cuyo alcance se ignora, el temor de ser una vez más nocidas por relatos de historiadores y viajeros, por esporádicos
objeto de manipulación por el dominador, etc. Corresponde, pues, a contactos comerciales o diplomáticos, o aun por la influencia indi-
la comu.nidad concernida decidir cuál es el mayor dafi.o para ella: si el recta de su vieja sabiduría en algunos pensadores de Occidente;
causado por la ausencia ele esos bienes o el provocado por el cambio. durante siglos, desde la antigua Grecia, Europa sabía de su remota
presencia; había aprendido a vivir y a sofi.ar con ellas.
Ahora, en cambio, le sale al encuentro una realidad humana
distinta. Primero son los indios desnudos, que parecen salidos
del paraíso, en el primer instante de la creación. Luego, es el cho-

155
156 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DÚ CULTURAS. ESTADIOS EN EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO 157

que más fuerte: una civilización extraña, que conjuga el refina- su conquista prolonga la cruzada del cristianismo; un «cacique» es
miento más sutil con la cmeldad más sangrienta. No se parece a un rey, cuando no un enviado· del Gran Khan; el «tlatoani» es un
nada conocido ni recuerda nociones aprendidas. Carece de los ele- emperador al modo romano; un templo azteca es una mezquita;
mentos que parecerían condiciones de toda civilización superior: sus ídolos, otros Moloch; sus ciudades, nuevas Venecias o Sevillas.
desconoce el hierro, la rueda, el caballo, por ejemplo. Sin embar- Pero la analogía con términos conocidos tiene un límite. Hay ras-
go, alcanza una elevación moral y artística, una «policía» política gos profundos de la cultura ajena que se resisten a caer bajo las
inusitadas. Orden y sabiduría coexisten con acciones sangrientas categorías usuales, porque no caben dentro de la figura del mundo
en honor de espantosas imágenes de piedra. El europeo ya no sabe del sujeto, la cual establece el marco y los límites de lo comprensi-
si está frente a la civilización o a la barbarie. En todos los relatos de ble. Esos rasgos no traducibles constituyen, entonces, lo negativo
conquistadores y cronistas se refleja la fascinación ante un mundo por excelencia. Puesto que están fuera de nuestra figura del mun-
del todo «nuevo», surgido de las aguas, impoluto y extraño, inasi- do, tienen que ser juzgados o bien como algo anterior a toda cultu-
ble y ajeno; sentimiento mezclado y contradictorio, de admiración ra e historia, o corno algo que contradice y niega la cultura. Así, la
y horror al mismo tiempo. La cultura india es «lo nunca visto», lo interpretación oscila entre dos polos. En uno, el indio en su alteri-
otro radical. dad es visto corno el ser naturaL adárnico, previo al establecimien-
No es posible tratar con el otro sin comprenderlo, ello es aun to de cualquier república y por ende, ele cualquier historia. Es el
más cieiio si queremos dominarlo. La necesidad de comprender la inocente que ignora el pecado, pero también la ciencia y la ley. Ésta
cultura ajena nace de una voluntad de dominio. es la visión que tiene Colón en su primer contacto con los ameri-
Por primera vez en su historia, Occidente se plantea en Amé- canos, la misma que se prolonga en muchas plumas más tarde; la
rica el problema de la diferencia. ¿Es posible, en principio, com- más notable, la de fray Bartolomé ele las Casas.
prender lo enteramente diferente? ¿Cuáles son los límites de esta Pero si esta interpretación puede, en rigor, aplicarse a las tribus
comprensión? ¿Serán éstos irrebasables? El siglo xv1, en la Nueva del Caribe, mal podría adecuarse al complejo Estado azteca. Lo
España, ofrece un laboratorio privilegiado para contestar a estas irreductible ele lo otro tiene ahora que entenderse de manera dis-
preguntas. tinta. Ya no es lo anterior a la historia, sino lo que la contradi-
Si el sistema de creencias de toda cultura se basa, en último tér- ce. Puesto que no puede reducirse a nuestra figura del mundo, es
mino, en una manera de ver el mundo según ciertos valores y cate- aquello que la niega, su «reverso». Si el sentido de la historia es el
gorías básicas, en un intento de comprensión del otro podríamos triunfo final del cristianismo, si su marcha está regida por el desig-
distinguir, al menos, tres niveles distintos. El primer nivel de com- nio de la Providencia, lo irreductible al cristianismo sólo puede ser
prensión de lo otro consiste en conjurar su ot:redad, es decir, entra- lo que contradice ese designio. Y el contradictor tiene, en nuestra
ducirla en términos de objetos y situaciones conocidos en nuestro tradición cultural, un nombre: Satanás. La cultura del otro, en la
propio mundo, susceptibles de caer bajo categorías y valores fami- medida en que no pueda traducirse a la nuestra, sólo puede ser
liaresí dentro del marco de nuestra figura del mundo. demoniaca. Es la interpretación más común, entre misioneros y
Comprender al otro mediante las categorías en que se expresa cronistas. La creencia básica de Occidente establece que sólo puede
la propia interpretación del mundo supone establecer analogías haber una verdad y un destino del hombre. Esa creencia básica mar-
entre rasgos de la cultura ajena y otros semejantes de la nuestra, ca los límites de lo comprensible. Sobre ella se levanta una inter-
eliminando así la diferencia. Es lo que hacen los europeos, desde pretación convencional, que no se pone en cuestión: si otra cultura
Colón y Cortés. Los infieles americanos se asimilan a los moros y pretende tener otra verdad y otro destino, niega nuestra figura del
158 ESTADO PLUl\AL, l'LUl\ALIDAD DE CULTUl\AS ESTADIOS EN EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO 159

mundo. Sólo puede comprenderse, por lo tanto, corno pura nega. 1 reconocimiento del otro como sujeto. Sin embargo, el reconoci-
tividad. Lo otro es lo oscuro y oculto, lo que dice «no» al mundo, miento tieneun límite. ·
lo demoniaco. Es, por definición, lo que .no puede integrarse a Las Casas no puede admitir la posibilidad ele una verdad múl-
nuestro mundo y cabe destruirlo. tiple. El interlocutor indio no tiene más que una alternativa: ser
Hasta aquí, en este primer nivel de comprensión, la cultura aje- convencido o ignorado. Sería impensable para Las Casas que el
na es un objeto determinable por las categorías del único sujeto de indio lo convenciera ele la validez, así fuera limitada, ele su propia
la historia, el miembro de una cultura occidental, dentro del mar- visión del mundo. La posición ele Las Casas está en el extremo
co de la única figura del mundo considerada válida. La voz del otro. opuesto ele la de Fernánclez ele Oviedo o de Sepúlvecla. Ellos justi-
sólo se escucha en la medida en que pueda concordar con nuestros fican la dominación sobre los indios y la destrucción ele su cultu-
conceptos y valores comúnmente aceptados en nuestra sociedad, ra; aquél condena a Espafia por esos actos, la maldice por haber
porque el mundo real sólo puede tener significados que no difie- traicionado su verdadera misión, que consistía justamente en atraer
ran de los que el único sujeto válido, el occidental, les preste. El sin violencia a los indios, para que libremente abrazaran el cris-
otro no puede darle al mundo un significado diferente, reconocL tianismo. Pero por graneles que sean sus diferencias, Las Casas
do corno válido. El otro, en realidad, no es aceptado corno sujeto de comparte con sus adversarios un supuesto: todos argumentan so-
significado, sólo corno objeto del único sujeto. bre la base ele un presupuesto que no puede ponerse en cuestión:
Sobre este primer nivel puede levantarse un segundo. Es el que el otro no puede tener más sentido ni destino que convertirse al
recorre, solitario, Las Casas, quien pa1ie del nivel ele comprensión mundo cristiano. Por consiguiente, el mundo real no puede tener
anterior. Tampoco él puede rebasar la figura del mun.9.o que inclu- la significación que el otro creía darle, sino únicamente la que
ye la creencia básica en la Providencia como donadora de sentido cobra en nuestra figura del mundo. El diálogo sólo admite al otro
a la historia. También él tiene que reducir la cultura ajena a rasgos como igual, para que voluntariamente elija los valores del único
conformes con su figura del mundo. Pero su figura del mundo que conoce el verdadero sentido de la historia. Admitir que el pun-
contiene principios que le permiten juzgar al otro como un igual. to ele vista ajeno fuera, por sí mismo, capaz ele dar un sentido vá-
No se reduce a las creencias convencionales, comúnmente acepta- lido al mundo sería, renunciar, tanto para Las Casas como para
das por la mayoría de la sociedad; también hay ideas del cristia- Sepúlvecla, al marco ele creencias que les permite comprenderlo.
nismo que permiten poner en cuestión esas creencias y someterlas Reconocer al otro corno sujeto ele derechos ante Dios y ante la
a crítica. Todos los hombres son hijos de Dios; todos, libres y racio- ley -como lo hace Las Casas- es reconocer un sujeto abstracto,
nales, por distintos que parezcan. Todos tierren ante la Ley de Gen- determinado por el orden legal que rige en nuestro propio mundo.
tes y los designios divinos, los mismos derechos. El otro no se La alteridad más irreductible aún no ha siclo aceptada: el otro no
reduce a un puro objeto sometido a la explotación. Puesto que es puede determinar el orden y los valores conforme a los cuales podría
depositario de derechos inviolables que lo hacen igual al europeo, ser comprendido. El otro es sujeto de derechos, pero no ele signifi-
es, como él, un sujeto. Entre sujetos se requiere establecer un diá- cados. Podríamos decir que Las Casas reconoce la igualdad del otro,
logo. El sino de la colonización es la conversión ele los indios a pero no su plena diferencia. Para ello tendría que aceptarlo como una
Cristo, pero ésta debe realizarse respetando la libertad del otro, mirada distinta sobre él y sobre el mundo y tendría que aceptarse
nuestro igual, nuestro hermano. Ha ele lograrse por el convenci- como susceptible ele verse, él mismo, a través ele esa mirada.
miento y nunca por la opresión o la violencia. Las Casas pide que Queda abierta la posibilidad de un tercer nivel en la compren-
se escuche al otro, que se oiga su propia voz. Éste es un primer sión del otro. Sería el reconocimiento del otro a la vez en su igual-
160 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE.Cllf,'f'Ul(AS ESTADIOS EN EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO 161

dad y en su diversidad. Reconocerlo en el sentido que él mismo dé viciosa y ociosa y muy dada a los vicios sensuales, y la filosofía moral
a su mundo. Este nivel nunca fue franqueado. Sin embargo, hubo enseñó poi experiencia a estos naturales, que para vivir moral y vir-
quienes lo vislumbraron, para retroceder en s~guida. El primero tuosamente, era necesario el rigor, austeridad y ocupaciones conti-
y más notable fue fray Bernardino de Sahagún. El abrió una venta- nuas, en cosas provechosas a la república. [Sahagún, t. II, p. 242]
na y se encontró con la mirada ajena, pero no pudo verse a sí mis-
mo en ella. Las ideas morales de la sociedad azteca se expresan en preciosos
Sahagún es el primero en escuchar con toda atención al indio, discursos, «donde hay cosas muy curiosas tocante a los primores
en darle sistemáticamente la palabra. Llama a los ancianos que de su lengua, y cosas muy delicadas tocante a las vüiudes morales»
guardaban el recuerdo de su cultura, les pide que expresen en sus [Sahagún, t. I, p. 443]. Los padres enseñaban a sus hijos templanza
propias pinturas, tal corno lo hacían antes de la conquista, sus cre- y humildad, castidad y amor al trabajo, persuadiánles el respeto a
encias sobre su mundo. Reúne luego a sus mejores discípulos, indí- sus mayores, la honestidad y el recato en todo su comportamien-
genas también ellos, para que trascriban en nálmatl las pinturas to. El código moral, basado en la fortaleza y la austeridad, se man-
interpretadas por los ancianos. Durante más de cuarenta años de tenía en la sociedad gracias a una justicia inflexible y proba, y al
intenso trabajo reúne testimonios inapreciables sobre todos los ejemplo de una nobleza recta y vüiuosa, capaz de presentarse co-
aspectos de la cultura azteca, en los cuales se oye la voz directa, sin mo modelo a todo el pueblo. Fue su república, en opinión de
intermediarios, del otro. Él mismo escribe en la lengua del venci- Sahagún, gobierno de sabios y esforzados.
do y dedica años enteros a dialogar con sus interlocutores indios, Pero esa moral y policía estaban estrechamente tejidas con su
para entender y descubrir su mundo. Por fin el otro tiene la pala- religión, pues no hubo, tal vez, pueblo más consagrado a sus dio-
bra, su palabra. Es el cristiano quien escucha. ses. Al tratar de las costumbres e instituciones de la sociedad azte-
¿Y cuál es el mundo que revelan las palabras del otro? Pintan ca, la religión aparece en todo momento corno una manifestación
una civilización elevada, perfectamente adaptada a sus condicio- cultural que permea toda la educación y la moral y les da sentido
nes y necesidades. Sahagún describe la fuerza que construye y a los ojos del indio. Estaba presente en todas las actividades de h
nutre esa sociedad: una educación ascética y rigurosa, capaz de sociedad indígena, articulaba todos sus discursos, daba signifi-
domeñar las inclinaciones naturales y edificar una república vir- cación a su comportamiento social. Si la civilización mexica, en lo
tuosa. Ella descansaba, sobre todo, en el cultivo de una vüiud: la social, en lo práctico, se presenta como obra de la razón huma-
fortaleza, «la que entre ellos era más estimada que ninguna otra na en lucha contra viciosas inclinaciones, ¿cómo podrá Sahagún
virtud y por la que subían al último grado del valer» [Sahagún, t. I, excluir de ese edificio a uno de sus más fue1ies cimientos, la re-
p. 13]. El rigor de sus castigos, la austeridad de su vida, la discipli- ligión?
na y frugalidad que en todo se imponían, su laboriosidad diligen- Al transcribir las palabras del otro, aun en el campo de la re-
te, les permitió mantener -escucha Sahagún- un régimen social ligión que el misionero está vacado a destruir, encontramos
adecuado que contrarrestara sus inclinaciones. Sólo así lograron conceptos de extraordinaria altura. Su máximo dios se reviste de
levantar una gran civilización. Sahagún comenta: atributos más cercanos al dios del cristianismo que a los paganos.
Decían -transcribe Sahagún- que era creador del cielo y de la
Era esta manera de regir muy conforme a la filosofía natural y moral, tierra, todopoderoso, invisible y no palpable, como oscuridad y
porque la templanza y abundancia de esta tierra, y las constelaciones aire. Estaba en todo lugar y todas las cosas le eran manifiestas y cla-
que en ella reinan, ayudan mucho a la naturaleza humana para ser ras. Poder ilimitado tenía el dios «a cuya voluntald obedecen todas
.'
162 ESTADO PLU.RAL, PLURALIDAD DliCULTllllAS ESTADIOS EN EL J\ECONOCIM!ENTO DEL OTRO 163

las cosas, de cuya disposición pende el régimen de todo el orbe, a , .iQué sentido la evangelización? ¿Y la vida misma de Sahagún y de
quien todo está sujeto» [Sahagún, t. I, p. 447]. No sólo era fuente sus hermanos? ·
de todo poder, sino también liberalidad y.bondad sumas. «¡Oh No. Sahagún puede admitir el discurso del otro hasta un lími-
señor nuestro -le rezaban- en cuyo poder está dar todo contento te: hasta el momento en que niega la creencia básica que otorga
y refrigerio, dulcedumbre, suavidad, riqueza y prosperidad, porque /sentido a su propia vida y a la presencia de la cristiandad en Amé-
vos sólo sois el señor de todos los bienes!» [Sahagún, t. I, p. 452]. rica. No puede negar lo que el otro le muestra, pero tampoco pue-
Pensaban que los designios de Dios son ocultos y concebían a ia de rechazar su propia interpretación del mundo, que lo constituye.
divinidad como un ser autónomo por antonomasia, corno libertad < Tiene entonces que conjurar la visión del mundo que el otro le
absoluta. ipresenta para incardinarla en la propia. Su solución es un desdo-
A pesar de su distinto espíritu y de algunas ideas que debieron blamiento.
parecer a un católico grandes errores; a pesar sobre todo de sús Los que parecían dioses a los ojos del indio, eran en realidad
prácticas crueles, como los sacrificios humanos y la antropofagia ·•. demonios. Al punto de vista del otro se opone un criterio de
ritual, la moral y la religión indígenas presentan una elevada figu- verdad que le es ajeno: «La verdadera lumbre para conocer al ver-
ra, sublime a ratos, que debería asombrar incluso al más ortodoxo dadero Dios -argumenta Sahagún- y a los dioses falsos y enga-
franciscano. El otro ha hablado y lo que oímos es un mundo fas- ñosos consiste en la inteligencia de la divina Escrituraw [Sahagún,
cinante. t. I, p. 78]. No nos extrañemos de que deduzca la malignidad de la
La invitación hecha al otro para revelar su propio mundo po- religión ajena de los textos sagrados, más que de la observación
dría haber llevado a su reconocimiento. Sin embargo, algo detiene directa. El silogismo reemplaza ahora la experiencia. «Por rela-
a Sahagún para dar ese último paso. Él participa de la interpreta- ción de la divina Escritura sabemos que no hay, ni puede haber más
ción del mundo común a su época, que suministra un paradigma Dios que uno [... J Síguese de aquí claramente que Huitzilopochtli
para comprender la historia. La única significación de América le no es dios, ni tampoco Tlaloc, ni tampoco ... », etc. [Sahagún, t. I,
está dada por su papel en la economía divina. Ésta señala como fin p. 78]. El mundo indígena aparecerá entonces como antípoda del
de la historia el advenimiento del reino de Cristo y la conversión cristiano. Mientras en éste se da cumplimiento a la Escritura, en
de todos los pueblos al evangelio. La evangelización de América es aquél se la niega. Pueblo en pecado será el indígena; pueblo redi-
el único acto que permite comprender su existencia. Dios había mido por la gracia, el cristiano; reino de Satán aquél, de Cristo éste.
mantenido oculta a América hasta el momento de su descubri- Así, Tezcatlipoca, ese gran dios que presentaba atributos tan eleva-
miento: «También se ha sabido por muy cierto -escribe Saha- dos era ... Lucifer enmascarado. «Ese [Tezcatlipoca] -proclama
gún- que nuestro Señor Dios (a propósito) ha tenido ocultada Sahagún a los indígenas- es el malvado de Lucifer, padre de to-
esta rnedia parte del mundo hasta nuestros tempos, que por su da maldad y mentira, ambiciosísimo y superbísimo, que engañó a
divina ordenación ha tenido por bien de manifestarla a la Iglesia vuestros antepasados» [Sahagún, t. I, p. 83]. Todos los objetos de la
Romana Católica» [Sahagún, t. L p. 13 ]. ¿Cómo podría admitir religión del indio adquieren entonces una doble cara: en la mente
entonces que los indios hubieran llegado por sí solos a una for- del indígena aparecen Tezcatlipoca y Huitzilopochtli como divi-
ma elevada de religión, comparable en puntos a la cristiana, si ha- nos, ornados de sublimes atributos, pero ¿lo eran de hecho? La ley
bían estado ocultos a la revelación y a la gracia? Tendría Sahagún dictada por el verdadero Dios nos dice, por el contrario, que eran
que aceptar que, después de todo, no andaban tan extraviados. demonios. Lo santo, según la intención, se convierte en nefando.
¿Qué sentido tendría entonces la presencia europea en América'? Ya no se reviste ahora el dios con los significados que el indio le
164 ESTADO l'LUI\AL, l'LUI\ALIDAD DE CULTURAS
ESTADIOS EN EL llECONOCIMIENTO DEL OTRO 165

otorga, sino con los trazos que el católico revela en sufaz. Se dobla en los que en ella viven, obviando a las cosas naturales con contrarios
el mismo objeto, se establece una distinción entre el objeto inten- ejercicios, y nosotros nos vamos al agua abajo de núestras malas
cional de la creencia del indio y ese mismo objeto como realidad inclinaciones; y cierto que se cria una gente así española como in-
exterior a él, ante los ojos del cristianismo. Pero ambas facetas no diana, que es intolerable de regir y pesadísima ele salvar. [Sahagún,
pueden ser reales. Sahagún, con tal de salvar su propia figura del t. I, p. 83]
mundo, declarará apariencia la del indio y realidad la que la Escri-
tura revela. Así podrá nuestro misionero reconocer la belleza y ele- Sahagún propugna, entonces, por regresar a un régimen social aná-
vación de las preces del indio, sin dejar de pensar en su radical logo al azteca, dentro de formas de educación e instituciones que
engaño. Con su actitud, deja a salvo la intención del otro y el valor, pudieran ser equivalentes en el cristianismo:
a sus ojos, de su mundo, pero a la vez condena su verdadero ser.
Sahagún ha querido escuchar al otro sujeto, pero cuando las Si aquella manera de regir no estuviera tan inficionada con ritos y
visiones de ambos entran en choque, sólo un criterio, el del evan- supersticiones idolátricas, paréceme que era muy buena; y si limpia-
gelizador, puede revelar, por principio, la realidad; el otro sólo pue- da de todo lo idolátrico que tenía, y haciéndola del todo cristiana, se
de ser ilusorio. El verdadero ser de la cultura ajena no es el que sus introdujere en esta república indiana y española, cierto sería gran
propios sujetos le otorguen, sino el que revela una mirada distinta. bien, y sería causa ele librar así a la una república como a la otra, ele
Al dejar que el otro revele su propio mundo, Sahagún se ha graneles males y trabajos a los que las rigen. [Sahagún, t, I, p. 83]
enfrentado a una contradicción insalvable. El mundo ajeno, tal
como él lo interpreta, pone en cuestión el único marco en que él En su monasterio, Sahagún trató de realizar esa idea, al introducir
puede comprenderlo. No puede aceptarlo, debe reinterpretarlo prácticas semejantes a las que los indios tenían en sus escuelas, el
para poder integrarlo en su propia visión. No sólo en su interpre- tepochcalli y el calmecac, traducidas naturalmente a las creencias y
tación de la religión indígena, también en sus propuestas prácticas usos cristianos. Pero fracasó. El mundo del indio era distinto; al
se ve claro este movimiento. faltarle su propia dimensión religiosa y su propia mentalidad, las
La civilización azteca, sostiene Sahagún, estaba adaptada a las nuevas prácticas resultaron vacías e ineficaces. Sahagún compren-
inclinaciones naturales de sus creadores. Por ello alcanzó gran vir- dió la causa de su fracaso. El régimen antiguo estaba íntimamente
tud. Los españoles, en cambio, destruyeron el regimiento que el ligado al mundo religioso del indio. Su cultura constituía un todo
indio había laboriosamente edificado, aniquilaron su estructura sin fisuras; destruida su religión, tenían que perecer, sin remedio,
social e intentaron reemplazarla por otra del todo distinta. Sujetas su educación moral y la práctica de sus vil1udes cívicas. Y Sahagún
como estaban sus inclinaciones personales por costumbres, leyes reconoce que la destrucción de toda la cultura indígena era inevi-
y creencias, al destruirse éstas, los indios cayeron en el vicio, la table, una vez que se había decidido erradicar su «idolatría». Con
sensualidad y la pereza. Nadie puede sobrevivir, sin perderse, a un dejo de amargura comprueba:
la destrucción de su mundo cultural. La superioridad de la edu-
cación y regimiento antiguos se prueba en el escaso éxito de la co- Porque ellos [los españoles J derrocaron y echaron por tierra todas las
lonización. Señala Sahagún: costumbres y maneras ele regir que tenían estos naturales, y quisieron
reducirlos a la manera de vivir de España, así en las cosas divinas
Es una vergüenza nuestra que los indios naturales, cuerdos y sabios como en las humanas, teniendo entendido que eran idólatras y bár-
antiguos, supieron dar remedio a los daños que esta tierra imprime baros; perdióse todo el regimiento que tenían; necesario fue destruir
166 ESTADO PLUllAL, PLURALIDAD DE CULTURAS ESTADIOS EN EL RECONOCIMIENTO DEL OTRO 167

todas las cosas idolátricas y todos los edificios, y aún las costumbres Aunque con menos acritud, la obra de Sahagún también es perci-
de la república, que estaban mezcladas con ritos de idolatría, y acom- bida como peligrosa para la empresa colonizadora, tanto por la
pañadas con ceremonias y supersticiones, lo cual había casi en todas Corona como por la jerarquía eclesiástica. La difusión del punto de
las costumbres que tenía la república con que se regía, y por esta cau- vista de los indios sobre su mundo, de sus creencias y aun de su
sa fue necesario desbaratarlo todo, y ponerles en otra manera de poli- lengua es considerada subversiva. Un decreto de Felipe II, de 1577,
cía, ele modo que no tuviesen ningún resabio de cosas de idolatría. prohíbe expresamente conocer y, con mayor razón, difundir la
[Sahagún, t. II, p. 243] obra de Sahagún. De hecho, ésta quedará inédita durante toda
la época colonial y sólo se publicará, parcialmente, en el siglo xrx.
Tratar de retener una parte del mundo del otro sin aceptar el todo Nada más peligroso que concederle la palabra al otro cuando se
era imposible. De allí el fracaso del intento de Sahagún. ¿Qué ha quiere dominarlo.
pasado? Sin embargo, ni siquiera estos autores subversivos ante el colo-
La figura del mundo tiene una función vital, no sólo teórica nizador pueden librarse, frente al otro, de una inconsciente voluntad
sino práctica. Supone una elección de sentido y valor últimos. Ne- de dominio. Las Casas acepta al indio como su igual y le concede
garla, para Sahagún, sería negar su propia identidad, como euro- los derechos que la Ley de Gentes da a todo hombre, pero no reco-
peo, como cristiano; sería renunciar al proyecto global que presta noce plenamente su diferencia, por no poder concebir otro para-
sentido a su vida. Sería, por otra paiie, quedarse vacío e inerme an- digma de interpretación del mundo que el suyo. Sahagún, por el
te la mirada ajena; tendría entonces que verse como el otro lo ve, contrario, escucha, comprende la diferencia del mundo del indio,
correría el riesgo de ser düminado por él. Tiene entonces que inter- pero no puede concederle igual validez que al suyo. En ambos, la
pretar su propio mundo como real, y como ilusoria la visión aje- propia figura del mundo es irrebasable. El intercambio con el otro
na, lo cual equivale, después de intentar descubrir al otro como sujeto sólo puede conducir a reafirmarla. La discusión se realiza, des-
sujeto, a negarlo y sujetarlo a nosotros, es decir, a dominarlo. de el inicio, en los límites que señala un solo paradigma, el del euro-
La figura del mundo no puede ser negada en la medida en que peo, y éste jamás podrá concebir que el resultado del diálogo f-uera
nos protege de ser dominados por el otro y asegura nuestro domi- ponerlo en cuestión. Sólo el colonizado puede «convertirse», nun-
nio sobre él. Esta función es paladina en conquistadores y juristas, ca el colonizador. Cuando percibe ese riesgo, como Sahagún, de
como Co1iés, Fernández de Oviedo o Sepúlveda, quienes sostienen inmediato tiene que ponerle un límite. De lo contrario, pondría en
el derecho de España de someter a los indios. El otro sólo puede peligro su identidad. ¿No hay aquí actitud inconsciente de dominio,
ser comprendido en cuanto se le niega su papel de sujeto y se redu- previa a cualquier intercambio con el otro?
ce a un objeto determinado por las categorías del europeo. Puede El estudio de la obra de Las Casas y de Sahagún puede iluminar
entonces ser dominado. Pareciera que en Las Casas y Sahagún, al los límites en el descubrimiento y reconocimiento de otro sujeto.
abrirse al indio como sujeto de su propio mundo, al concederle Justamente porque sus obras impugnaban la dominación a que el
derecl~os iguales y al escucharlo, desapareciera esa actitud de do- otro estaba sometido, porque sus vidas fL1eron ejemplo de lavo-
minio. De hecho, Las Casas impugna con denuedo la dominación luntad de apertura hacia él, su fracaso en reconocerlo cabalmente es
política de los españoles sobre las Indias y su derecho a conquis- más significativo. No puede atribuirse a mala fe ni a intereses egoís-
tarlas. Frente al discurso ideológico de conquistadores y cronistas tas, debe tener un origen más profundo: la imposibilidad de poner
al servicio de la Corona, su lenguaje es disruptivo, es visto por to- en cuestión una creencia básica que asegura una función vital: afir-
dos como subversión e incluso traición a los intereses de España. marse a sí mismo como dominador y protegerse del dominio del
168 ESTADO PLURAL,. PLURALIDAD DE CULTLII\AS

otro. Ésa es una función ideológica. Lo que hemos llamado «figura


del mundo» es el último reducto ideológico que impide el reconoci-
miento cabal del otro, como igual a la vez que diferente.
Si Las Casas y Sahagún señalan un límite en la aceptación del
otro, ¿sería posible superarlo? Sólo sería factible sobre el supuesto LA ALTERIDAD INACEPTABLE
de otra figura del mundo radicalmente distinta a la de ellos y de to-
dos los hombres de su época. Sólo sería posible si partiéramos de
una creencia básica que aceptara, por principio, que la razón no
es una, sino plural; que la verdad y el sentido no se descubren desde UANDO LOS ESPAÑOLES LLEGARON A MÉXICO quedaron atónitos

un punto de vista privilegiado, sino que pueden ser accesibles a otros frente a un mundo extraño, donde la belleza y el horror se
infinitos; que el mundo puede comprenderse a paiiir de diferentes confundían. Hemán C01iés no ace1iaba a hablar «de la gran-
paradigmas. Para ello habría que aceptar una realidad esencialmente deza, extrañas y maravillosas cosas ele esta tierra», se resignaba a de-
plural, tanto por las distintas maneras de «configurarse» ante el hom- cir como pudiere cosas «que, aunque mal dichas, bien sé que serán
bre, como por los diferentes valores que le otorgan sentido. Habría . de tanta admiración que no se podrán cree1~ porque los que acá con
que romper con la idea, propia de toda la historia europea, de que nuestros propios ojos las vemos no las podemos con el entendi-
el mundo histórico tiene un centro. En un mundo plural, cualquier miento comprender» [Cortés, t. II, p. 198]. Bernal Díaz del Castillo
sujeto es el centro. recorría el país en un estado ele admiración ante un mundo «en-
Sólo una figura del mundo que admita la pluralidad de la ra- cantado», como los ele Amadís de Gaula: «Algunos de nosotros se
zón y del sentido puede comprender la igualdad a la vez que la di- preguntaban si todo lo que veíamos no era un sueño» [Díaz del Cas-
versidad ele los sujetos. Reconocer la validez de lo igual y diverso a tillo, t. II, p. 87]. Todo era extraño, «nunca visto». Uno y otro alaban
nosotros es renunciar a toda idea previa de dominio; es perder el sus grandes ciudades, como Tlaxcala, «tan grande y de tanta admira-
miedo a descubrimos, iguales y diversos, en la mirada del otro. ¿Es ción que aunque mucho de lo que de ella podría decir deje, lo poco
esto posible? No lo sé. Y, sin embargo, sólo ese paso permitiría con- que diré creo es casi increíble ... » [Cortés, t. II, p. 156], o Tenochtitlán,
jurar para siempre el peligro de la destrucción del hombre por el «la cosa más bella del mundo», con sus edificios y jardines «tales y
hombre, sólo ese cambio permitiría elevar a un nivel superior la his- tan maravillosos, que me parecería casi imposible decir la bondad
toria humana. y grandeza ele ellos» [Cortés, t. II, p. 207]. Extraordinarios les parecen
sus trabajos de oro y plata, de piedras y plumas, «que no basta jui-
cio para comprender con qué instmmento se hiciesen tan perfectos»
[Cortés, t. II, p. 206]. Tanto Cortés como Berna! Díaz ensalzan las
capacidades de los indios, su sabiduría en la paz, su bravura en la
guerra. Pero lo más extraño es su religión. Su aspecto exterior provo-
ca horror y repugnancia: la fealdad amenazante de sus «ídolos», los
sacrificios sangrientos, la antropofagia: nada más «horrible y abo-
minable» [Cortés, t. I, p. 123]. Con todo, asombra su celo religioso,
su devoción y su entrega, que «SÍ con tanta fe, fervor y diligencia a
Dios sirviesen, ellos harían muchos milagros» [Cortés, t. I, p. 124].

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170 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS LA ALTE!UDAD INACEPTABLE 171

Surgido del océano, como un espejismo o un sueño, el mundo nue- bres alimentan el movimiento cósmico con su preciado líquido. Se
vo tiene algo de incomprensible y, a la vez, de fascinante. Es refina- punzan las otejas, el sexo, ofrecen su sangre a la tierra; a las cuatro
do y abominable, hermoso y terrible al mismo tiempo. A los ojos direcciones, al sol, participaiiclo así en la fuerza que impulsa el uni-
del hombre occidental es lo extraño, lo «otro» por excelencia. verso. El orden divino les impone un destino: el sacrificio. Sólo la
Una sola generación después de la llegada de Cortés, de ese savia de los corazones abiertos permite que la vida continúe; sin
mundo cuya grandeza causaba admiración y espanto, no queda- ella, el sol se detendría. Todo muere y renace por el sacrificio.
ban sino ruinas. Sus majestuosas ciudades, arrasadas; sus jardínes, Por él, el hombre repite el acto de fundación originario y participa
desiertos; los libros que guardaban su sabiduría, quemados; sus en la creación continua del universo. La misma sustancia fluye por
instituciones y ordenamientos, los colores de sus danzas, el esplen- todo el mundo, enlazando todas las cosas. Por la sangre los hom-
dor de sus ritos, borrados para siempre. Los celosos sacerdotes, los bres entran en comunión con lo sagrado, se unen a él, se divinizan.
nobles guerreros, los dueños de «la tinta roja y la tinta negra» con El sacrificado se convie1ie en dios. Su cuerpo puede ser entonces
que pintaban sus códices, los aiiífices del oro, los constructores de consumido en una ceremonia ritual en que la carne divinizada del
templos, toda la elite de la civilización azteca había sido aniquila- sacrificado es ingerida y pasa a formar pa1ie del cuerpo de los hom-
da. Sobre el cuerpo descabezado ele la gran cultura indígena, los bres. Lo que los españoles horrorizados vieron como vil antropo-
antiguos dioses guardaron silencio. fagia, era para los aztecas comunión con el dios, teofagia. Otras
¿Cómo fue eso posible? ¿Por qué los vencedores, pese a la fas- veces, los sacerdotes revisten su cuerpo con la piel del dios, el sacri-
cinación que esa civilización les causaba, se vieron impulsados a ficado a Xi pe Totec. Lo sagrado está cercano, puede tocarse, sentir-
asesinarla? ¿Por qué esa cultura, elevada y compleja, no fue capaz se, deglutirse. Está hecho de la misma sustancia de que estamos
ele detener la mano de los hombres extraños, llegados del oriente? hechos los hombres. Lo sagrado tiene un aspecto carnal. 1
¿O estará la respuesta en la extrañeza misma? Pues si para los espa- Los dioses son una presencia tangible en todas las cosas: los ár-
ñoles el mundo azteca era lo otro por excelencia, para los indios, boles, los ríos, las montañas, los momentos del tiempo, las dimen-
esos hombres poderosos y bárbaros pertenecían a un orden diferen- siones del espacio, las actividades cotidianas de los hombres. Todo
te del tiempo y del espacio. Quizás existen culturas que no pueden es hierofanía. Aunque existe en el último cielo Ometéotl, la divini-
aceptar la presencia ele lo otro. dad dual, la creadora, su fuerza originaria se manifiesta en una
La civilización azteca era profundamente religiosa. Lo sagrado muchedumbre de dioses. Los dioses cubren los cielos y la tierra.
ordenaba su tiempo y su espacio, impregnaba sus instituciones, sus Para los aztecas, el mundo no es un objeto por transformar se-
actividades cotidianas, sus creaciones artísticas, estaba en la base de gún los proyectos humanos. Por el contrario, el hombre está al ser-
todas sus creencias. Pero lo sagrado no era lejano y distante. Estaba vicio de las fuerzas en las que participa. Sus fines le son señalados
presente allí, a la mano; podía sentirse, olerse, tocarse, como la ma- por el orden cósmico. Cierto, el hombre debe «merecer» del dios.
teria orgánica. La liga con lo divino, la vía de comunicación con él, Pero sus méritos no son el resultado de sus obras, ni de su fe tam-
era el líquido ele que toda vida está hecha: la sangre. El quinto sol, poco. Merece al aceptar su destino: comulgar con lo sagrado por el
«sol ele movimiento», que preside la era en que vivimos, nació del sacrificio [León-Portilla 1, p. 9}. El orden cósmico no sería lo que
sacrificio de los dioses, la sangre divina le otorgó la fuerza para es sin los dones del hombre, y el hombre carecería de sentido sepa-
ponerlo en su camino. Los hombres que ahora habitan la tierra
nacieron de una masa ósea sobre la cual el dios Quetzalcóatl, para
1
darles vida, derramó la sangre de su sexo. Desde entonces los hom- La expresión es de Le Clézio.
172 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTURAS LA ALTEIUDAD INACEPTABLE 173

rado de ese orden. Las acciones de los hombres no transforman el azteca aparece como una imagen monstruosa de la cristiana. En los
mundo, son una parte de su respiración sagrada. escritos de los inisioneros abunda la idea de que la religión indí-
A la inversa del dios trascendente de los monoteísmos de origen gena contrahace y desfigura la cristiana, como un mono los gestos
bíblico, los aztecas vivían la inmanencia de lo sagrado. No había pa- humanos. Sería una especie de inversión antagónica de la religión
ra ellos una diferencia ontológica profunda entre las fuerzas divinas verdadera.
y las que animan a los hombres. Dios está cerca, entre nosotros, en Otra dimensión en que el mundo del indígena aparece opues-
nosotros. Es esta proximidad de lo sagrado lo que aterrorizó a los es- to al occidental es en su vivencia del tiempo yde la historia. El tiem-
pañoles. Es ella la que les hizo insoportable la religión indígena. po de las civilizaciones americanas es cíclico. Periódicamente el
La religión católica alberga un elemento de carnalidad. Dios se mundo se destruye y renace. Entre los mexicas, el universo ha pasa-
hizo hombre, se comunicó en un momento directamente con los do por cinco «soles». Al final de cada uno fue aniquilado, retornó
otros hombres; más aún, por su sacrificio sangriento, «mereció»·· al caos y recibió de los dioses un nuevo orden y movimiento. Nues-
por todos. Desde entonces, el cristiano ingiere la carne y la sangre tro sol es el quinto y tendrá fin como los anteriores. Todo mo-
del sacrificado, en la misa. Pero ese núcleo carnal está reducido a vimiento está arnenazado ele muerte, corre sin remedio hacia su
un individuo, el Cristo, y a un lapso del tiempo lineal. Después fue término, cesará para renacer en un nuevo ciclo, en otro orden dis-
sublimado en un rito conmemorativo. El cuerpo y la sangre de tinto. Mientras los hombres hagan merecimientos, el «sol de mo-
Cristo se ocultan bajo las apariencias que corresponden a otras sus- vimiento» seguirá su curso, pero en cualquier momento podría
tancias que los sustituyen. Sobre ese núcleo carnal triunfó la con- regresar a la inmovilidad del caos originario. Cada 52 años el tiem-
cepción espiritual -tanto judía como neoplatónica- de un único po· se renueva. Cumplido ese lapso, puede iniciarse un nuevo siglo.
Dios trascendente separado infinitamente de sus creaturas. No les Pero nadie puede estar seguro de que así suceda.
faltaba razón a los politeístas romanos cuando interpretaban el La vida en la tierra está pendiente de su destrucción final. El fin
cristianismo como una forma velada de ateísmo, porque la divini- del mundo puede estar al término ele cualquier vuelta del tiempo.
dad se había alejado de los hechos del mundo. Con los monoteís- Ninguna civilización vivió jamás con una conciencia tan honda
mos trascendentes empezaba, de hecho, la desacralización de la de la posibilidad del fin. Para ninguna tuvo la vida, por lo tanto,
naturaleza y de la sociedad. El alejamiento de lo sagrado se acen- un carácter tan impermanente e inseguro. La vida es un tránsi-
tuó a partir del Renacimiento. La naturaleza empezó a verse, ya no to fugaz, amenazado ele extinción, en la renovación perpetua del
como huella y signo de la divinidad, sino como objeto manipu- tiempo. Inestable, en peligro continuo ele muerte, su sino es ser
lable, destinado a ser dominado y moldeado por el hombre. La so- borrada mañana para siempre, ¿cómo podría entonces no sentirse
ciedad y la historia empezaron a presentarse como resultado de las como si estuviera hecha ele la materia evanescente ele los sueños?
acciones libres de los hombres. El azteca piensa el mundo como un movimiento perpetuo o un
La religión azteca inquieta a los españoles por la proximidad equilibrio inestable, donde se contraponen principios ele vida y
que concede a lo divino. Donde hay comunión no pueden ver sino . muerte. La vida no puede ser pensada sin la rnue1ie, ni la creación
bestialidad; donde hay armonía con las fuerzas cósmicas, sólo sin la destrucción. Todo lo que es habrá ele acabarse, todo lo que
perciben superstición. Pero, al mismo tiempo, esa religiosidad les perezca habrá de renovarse. Gran parte de la poesía náhuatl es un
recuerda el elemento camal del cristianismo. Es como si la encar- largo canto, melancólico y sensual, a la fugacidad de la vida, a la
nación del hijo de Dios se ampliara a nivel cósmico, como si en to- vanidad del paso del hombre en la tierra, y también a su belleza
do hombre y en todo hecho pudiera realizarse. Entonces la religión fulgurante.
174 ESTAD O I' !.U RAL, l'Lll.Ili\ LI DA Ll DE CULTURAS LA i\LTEIUDAD INACEPTABLE 175

Transitorio, vocado a su destrucción final, todo poder en la viada, ele oración, en que el individuo se sometía al orden divino e
tierra ha sido concedido en préstamo. Nadie posee un gobierno invocaba su redención. No estaba al servicio de la persona que ejer-
permanente. El tlatoani que rige el imperio azteca ha recibido el cía la violencia, sino al contrario: buscaba eliminar la codicia del yo
mando del dios Quetzalcóatl y gobierna en su nombre. Es el repre- individual y entrar en comunicación con la totalidad de lo sagrado.
sentante del dios, «de quien él usa como de una flauta, y en quien En los conquistadores, en cambio, la violencia estaba al servicio de
él habla, y con cuyas 'orejas él oye» [Sahagún, t. I, p. 494]. El dios la dominación sobre el otro, la crueldad extrema afirmaba el poder
podrá reclamar su poder en un giro del tiempo. del vencedor, la anulación del vencido. En el indígena, la crueldad
La concepción del mundo de la civilización invasora es opues- nace de una actitud de ofrenda, de comunión con un orden supe-
ta a la del indígena. Los conquistadores anuncian ya la actitud del rior; en el occidental es resultado de la afirmación de sí mismo co-
hombre moderno, su individualismo y su afán de dominio. Para rno dominador y de la conversión del otro en su instrumento.
ellos, la naturaleza y la historia son un escenario donde el individuo La visión ele la historia en una y otra civilización es igualmen-
debe ejercer su acción transformadora; son instrumentos, medios te opuesta. Los españoles tienen una concepción lineal del tiempo,
para los fines que él proyecta. Sobre la naturaleza, el hombre crea propia de la concepción judía y cristiana del acontecer humano. La
una «segunda naturaleza» a su imagen y semejanza; contra las fr1er- historia es un conjunto de acontecimientos enlazados, irrepetibles,
zas ciegas de la «fo1iuna», que rigen la historia, el hombre doblega que cobran sentido en fünción del fin último al que tienden. En lo
su curso con su arrojo. La acción de los individuos se impone a la sobrenatural, la etapa final es la predicación del evangelio a todas
naturaleza y a la historia. Esta última es gesta, victoria de la libertad las naciones y la victoria universal de la Iglesia de Cristo; en lo tem-
y la capacidad individuales sobre los obstáculos que se le oponen. poral, es la realización del imperio mundial del rey católico. Los
Otras son las metas de la civilización azteca: la armonía de la vida dos fines se complementan, pues el segundo es instrumento del
con las füerzas cósmicas y los ritmos históricos, la integración del in- primero. Esa etapa final podría durar mucho tiempo, a su término
dividuo a la comunidad y al orden universal. Cultura de la domi- vendría la aparición del Señor, la parusía. Pero aunque se dirija a
nación aquélla, de la armonía ésta. un término marcado por la economía divina, la historia humana
La oposición puede ilustrarse en sus distintas concepciones de es profana, está constituida por las acciones de los hombres en
la violencia. Ambas culturas dieron muestra de una terrible crueldad. lucha por transformar la sociedad en conformidad con sus pro-
La cultura renacentista española tenía una actitud dividida ante yectos. En algunos frailes ele la orden franciscana, la espera del fin
la violencia. Una de sus caras, la de las órdenes religiosas, ensal- último de la historia está presente, pero en la mayoría de los es-
zaba y practicaba, hasta la negación de sí mismo, la misericordia, la pañoles, la conquista de América cobra sentido a la luz de un
caridad cristianas; la otra, la de conquistadores y füncionarios, lle- proyecto más inmediato: la instauración del reino de la Cristian-
gó a ejercer, en cambio, la más horrible violencia sobre los indios. dad entre los infieles. Todo es medio para la realización de ese
Entre los aztecas, la crueldad tomó un cariz bárbaro y sangriento: designio. Las civilizaciones americanas son consideradas exclusi-
las mortificaciones practicadas cotidianamente sobre sí mismos, las vamente bajo esa luz, que otorga un sentido a su encuentro. El
hecatombes lmmanas para ofrecer a los dioses corazones vivos, la descubrimiento de tantas «almas» en el error es una invitación a la
presencia constante ele la muerte en el seno de la vida, hacían ele extensión de la evangelización y una promesa del dominio uni-
la violencia un ingrediente continuo del mundo indígena. Sin em- versal del rey católico. Los indios están allí para cumplir un fin aje-
bargo, el sentido de la crueldad erC! del todo distinto en uno y otro no a ellos; son una prenda del alcance universal del evangelio y
mundo. Entre los aztecas era una crueldad ritual; otra forma, des- una garantía de la dominación universal del poder católico.
. 176 ESTADO PLURAL, PLURALIDAD DE CULTUI!AS LA ALTERIDAD INJ\CEl'TJ\BLE 177

En la sociedad indígena había ya los inicios de una historia ciones trató ele comprenderla a partir de su propio marco cultural,
profana, destinada a registrar acontecimientos tales como sucesio- integrándola en su propia figura del mundo. Pero esa empresa fue
nes de gobernantes, guerras, conquistas o migraciones de pueblos·. inútil. La cultura e,'Ctrafia resultó una alteridad inaceptable.
En la mayoría de estas narraciones, los hechos reales se mezclaban Veamos primero cómo tratan ele comprender los aztecas a los
con relatos legendarios, pero conforme se acercaban al presente, invasores. La llegada ele los extranjeros es un hecho insólito que
los hechos registrados tenían un carácter realista y correspondían a parece romper el orden. Son distintos a todo lo conocido por los
acontecimientos profanos. Sin embargo, esa historiografía no reem- indios, sus acciones son imprevisibles. Las primeras descripciones
plazaba aún la historia mítica. Según ésta, todo acontecimiento de los indígenas los presentan como seres de otro mundo: tienen
está determinado por su situación en una estructura de sentido, el cuerpo cubierto ele pelos, están extrafiamente vestidos, montan
que corresponde a un orden sagrado. Los hechos históricos repiten animales desconocidos semejantes a venados y habitan en altas to-
esa estructura ya determinada, narrada en los mitos; el hombre ele- · rres que se desplazan por el mar. La extrafieza es aún mayor cuan-
be descifrarla. Todo acontecimiento puede entenderse si se ve do los ven ele cerca, oyen sus curiosas palabras que hablan ele un
como una instancia particular de la estructura mítica que le da un origen lejano y de un dios desconocido, escuchan el estruendo de
sentido. Comprender un hecho histórico consiste en descubrir en sus tubos de hierro y el ladrido de sus bestias feroces. La única
él la actualización de un mito originario [véase Florescano]. Para el manera ele comprenderlos es situarlos en el orden ya conocido,
occidental moderno, la historia cobra sentido como cadena ele que rige la vida del azteca. Vienen de allende el inmenso mar, de
acontecimientos que conduce a la realización de un fin proyecta- donde nace el sol; tal vez sean, entonces, ele la naturaleza de los
do; para el azteca, la historia cobra sentido como realización ele dioses, lo cual no contradice sus comportamientos humanos, pues
una estructura narrativa (el mito) que pertenece al orden cósmico. según las categorías de los aztecas, los dioses están cercanos a los
Para aquél el hombre proyecta y construye su propia historia, la hombres y la distinción entre unos y otros es imprecisa. Hay, por
historia es hazafia; para éste, la historia realiza un orden al que el lo demás, un viejo mito que podría aplicarse a este hecho concre-
hombre debe integrarse, la historia es destino. to. Hace mucho, el sumo sacerdote y dios Quetzalcóatl partió
Todas las culturas comprenden ciertas creencias básicas, presu- hacia el oriente; antes ele cruzar el mar, anunció que regresaría para
puestas en todas las demás, que no pueden ponerse en cuestión sin tornar nueva posesión ele su reino. Desde entonces, los tlatoanl
minar la imagen del mundo de esa cultura. Esas creencias básicas, rne,'Cicas gobiernan en su nombre. Las palabras ele Moctezuma al
poco precisas y a menudo inconscientes, se muestran en las más recibir a Cortés muestran que, para comprender lo que está pasan-
diversas actitudes y comportamientos de los miembros ele esa cul- do, acude a ese mito. Piensa que Cortés podría ser Quetzalcóatl
tura. Pueden llegar a expresarse en conceptos, pero también en imá- que regresa, o un enviado ele él, y lo invita a su palacio. Para enten-
genes y en sentimientos compartidos. Constituyen el núcleo de la der la novedad histórica ha tratado de darle un lugar en el orden
«figura» que una cultura se forma del mundo y del hombre, el mar- conocido. Al ver el acontecimiento como instancia de una estruc-
co en el que se encuadran sus creencias y actitudes. Para compren- tura de sentido narrada por el mito, deja ele ser incomprensible y
der cualquier hecho nuevo, una cultura debe poder encuadrarlo en gratuito. Pero entonces el acontecimiento ya no es estrictamente
ese marco. Pues bien, el encuentro entre el Occidente y las civiliza- singular e irrepetible; es un elemento en una narración ordenada,
ciones americanas nos suministra el mejor ejemplo ele la enorme ligada con otras en el ciclo del tiempo; está determinado, desde
dificultad ele una cultura ele rebasar su propio marco ele creencias antiguo, por ese orden mítico; puede, por lo tanto, ser predicho.
básicas. Frente a la alteridad e,'Ctrema, cada una ele las dos civiliza- Muchos augurios terroríficos anunciaron la llegada de los extran-
178 ESTADO l'LUl1AL, PLUl!ALIDAD DE CULTUllAS LA ALTERIDA[) INACEPTAllLío 179

jeros. Todos son ominosos, anuncian la inminencia del fiú de una gena presenta una dimensión opaca a esas categorías y resistente
época. Por el hecho de estar anunciado, el acontecimiento toma sú a ocupar un lugar en el logro de esos fines. Imbuida de una reli-
lugar en un orden previsible, deja de ser absurdo. Es posible que· giosidad inmanente, aparece como la negación de la religión
esos anuncios de la llegada de los extranjeros y de la inminencia occidental, cual una imagen invertida. Y en el mundo cristiano el
de la propia destrucción hayan sido inventados después de los símbolo de la negación lleva un nombre: Satanás. Es él quien goza
hechos. Pero eso mostraría justamente que, para conjurar lo in- imitando a la divinidad para confundirnos. La única manera de
comprensible, los aztecas hayan tenido que incorporarlo en una comprender la alteridad dentro de nuestro marco cultural es con-
estructura narrativa en la que ese acontecimiento pudiera ser pre- cebirla como pura negatividad, es decir, como demoniaca. De allí
dicho [Todorov]. la interpretación ele la religión indígena como obra de Satán. Los
Pero hay una evolución en la concepción de los extranjeros. indios creían adorar a la divinidad y, en realidad, rendían home-
Pronto se muestran ávidos de oro, crueles y mendaces. Sobre todo, naje al diablo. Es el hombre occidental quien revela ahora, a la luz
los indios comprueban que son mortales como ellos mismos. Su de la Escritura, su engaño. Una vez calificado el otro de satánico,
carácter extraño ya no puede interpretarse como divino, son hom- sólo cabe proponerle una alternativa: renegar ele su mundo sagra-
bres codiciosos. Lejos de venir a se1vir a los dioses, como lo hubiera do o ser destruido.
hecho Quetzalcóatl, quieren destruirlos. Es entonce.s el momento Cierto, muchos misioneros vieron en los indios hermanos que
de la perplejidad, de la angustia: si esos seres extraños no son salvar. Los protegieron de sus expoliadores, trataron de asimilarlos
enviados del dios, no pueden ser más que una fuerza desconocida a los valores cristianos más elevados; en ocasiones intentaron crear
y maligna que trata de destruir nuestro mundo. ¿No será entonces -=--corno en el caso ele Vasco ele Quiroga o de Sahagún- nuevas
el comienzo del fin del ciclo del tiempo que está anunciado? La formas de comunidad adaptadas a su mentalidad y costumbres. Es
alteridad se niega a ser integrada en el orden cósmico conocido, más, algunos trataron ele salvar la memoria ele su cultura, ele trans-
pues está fuera ele nuestro ciclo temporal, no pertenece quizás a mitir a las f·uturas generaciones la imagen de su anterior grandeza.
nuestro «sol», viene de lejos tal vez para ponerle fin. Después ele Ésa fue la otra cara de la conquista. Pero no pudieron dejar con
todo, siempre habíamos esperado esta destrucción final. Aquí está vida la cultura indígena porque había en ella una dimensión ina-
ya. El comportamiento de los extranjeros confirma esa premoni- ceptable para los misioneros: su religión «otra». Así, se consagr~ron
ción: su sed de destrucción, su obsesión por humillar a los dioses, con celo a destruir a sus dioses; prohibieron sus danzas, sus ntos;
su negativa a compartir el mundo nuestro, pero sobre todo el silen- quemaron sus libros sagrados. Y la cultura azteca no podía sobre-
cio ele lo divino ante su sacrilegio, son los signos manifiestos del vivir a la muerte de sus dioses, pues no era más que una forma ele
fin ele nuestro mundo. Los aztecas intentaron comprender al otro comunión con ellos.
desde el interior de su propio marco cultural, trataron de acogerlo Para comprender al otro, cada cultura hubiera tenido que su-
en su mundo, pero el otro se reveló corno la fuerza destructora ele perar su propio marco de creencias básicas y transformarlo. La cul-
ese mundo. Sólo les queda a los aztecas asumir con dignidad su tura azteca tenía quizás una posibilidad ele hacerlo. Después de
propio destino. todo su actitud inicial fue invitar al otro a ocupar un lugar privile-
En los españoles la reacción es análoga, pero de sentido con- giado en su propio mundo. El dios cristiano podía ser integrado en
trario. La cultura extraña debe ser comprendida por las categorías su creencia en la universalidad ele lo sagrado; además, la religión
propias ele la civilización occidental cristiana y debe tornar el lugar cristiana presentaba rasgos que los sabios indios podían compren-
que le corresponde en la economía universal. Pero la cultura inclí- der por analogía con las ideas de su propia religión. Una cultura
180 ESTADO PLURAL, PLUllALIDAD DE CULTURAS

corno la suya, dirigida por el deseo de integración y de armonía,


estaba dispuesta a someterse al destino señalado por los dioses; su
imagen del tiempo la preparaba para renacer en una nueva era his-·
tórica. Fue el hombre occidental el que se ini.puso como una fuer-
za destructora, que no podía ser comprendida en las categorías de BIBLIOGRAFÍA
la cultura indígena porque la rechazaba en su integridad. Él fue
quien planteó el dilema de la sumisión o la muerte.
En el marco conceptual de la modernidad occidental no había
lugar para un pluralismo real. La razón es una, idéntica en todos, Allport, G.H., Structure et déueloppement de l'identité, París, Delachaux-Nes-
es universal, no hay diferentes perspectivas sobre la realidad con tlé, 1970.
pretensiones de validez. Sólo hay una vía hacia lo bueno y lo ver- Anderson, B., Imagined Communities. Reflexions on the Origin and Spread of
dadero, todas las demás conducen al error. Y el hombre occidental Nationalism, Londres, Verso, 1983.
está seguro de haber recorrido ese camino. Su visión de la realidad ANIPA, Iniciativa de decreto para la creación de regiones autónomas pluriétnicas,

coincide con el saber. Ese «monismo» del conocimiento es aun más 10 y 11 de abril de 1995.
rígido en el campo de la religión. El dios de una cultura es el Dios Bartra, R., La jaula de la melancolía, México, Grijalbo, 1987.
universal y único. De hecho, el monoteísmo eligió en el catolicis- Beller Taboada, W. ( coord. ), Las costumbres jurídicas de los indígenas
mo occidental una interpretación según la cual lo sagrado sólo te- en México, México, Comisión Nacional ele Derechos Humanos,
nía una forma de manifestación verdadera, la de su revelación en 1994.
una cultura. El politeísmo podía conceder un sitio a los dioses ex- Bonfil, G., «La teoría del control cultural en el estudio de procesos étnicos»,
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podía estar presente en todas pm1es y bajo formas diferentes. Sobre Bréton, R., Les Et/mies, París, PUE 1981.
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Esta reimpresión de
Estado plural, pluralidad de culturas, de Luis Villoro,
se terminó de imprimir y encuadernar en los talleres
de Programas Educativos, S. A. de C. V,
calz. Chabacano 65, local A, col. Asturias, México, D. F.,
en junio de 2002. Su composición y formación,
realizadas por computadora en tipos Giovanni Book
de 30, 11, 10 y 9 puntos,
estuvieron a cargo de Literal, S. de R.L. Mi.
Biblioteca Iberoamericana de Ensayo
es una colección coeditada por Paidós y la UNAM,
coordinada editorialmente por Laura Lecuona ..

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