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Y, por el
contrario, la razón implica la imposibilidad de estar loco. En los hospitales comienzan a
desarrollarse las terapias y las técnicas socializantes. Sin embargo, mientras se está
sedimentando este movimiento de degradación de la locura frente a la razón, nace desde
mediados del siglo XVIII una corriente de signo contrario. Hölderlin cuestiona la historia de la
civilización y cae en la locura. Siguieron el nuevo camino Gérard de Nerval, Nietzsche y
Antonin Artaud. Para ellos, lo otro de la razón se convierte en la gran verdad. Por tanto, la
dominación de la locura generó otra forma superior de locura. Ésta se convierte en una fuente
más alta de verdad. Puesto que el triunfo de la razón domesticadora conduce a su propia
derrota, Foucault concluye que la razón no puede deshacerse de su contrario, de la locura. Por
tanto, la razón no tiene éxito en su intento de dominio total. Y, a su vez, la aparición de lo
irracional se reduce a modificar el dominio de la razón, sin suprimirlo por completo. Para
Foucault, lo racional y lo irracional son como estrellas binarias que giran una en torno a la otra.
Ora está en primer plano lo racional, ora lo irracional. Lo vencido retorna, es decir, no se puede
esperar una superación de la racionalidad. En este sentido, Foucault no preludia, como
Heidegger, una nueva época superadora de la historia anterior. Más bien, según él, tenemos
que familiarizarnos con el juego de las fuerzas y