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pierde su relación con la trascendencia; el loco no puede integrarse en la sociedad.

Y, por el
contrario, la razón implica la imposibilidad de estar loco. En los hospitales comienzan a
desarrollarse las terapias y las técnicas socializantes. Sin embargo, mientras se está
sedimentando este movimiento de degradación de la locura frente a la razón, nace desde
mediados del siglo XVIII una corriente de signo contrario. Hölderlin cuestiona la historia de la
civilización y cae en la locura. Siguieron el nuevo camino Gérard de Nerval, Nietzsche y
Antonin Artaud. Para ellos, lo otro de la razón se convierte en la gran verdad. Por tanto, la
dominación de la locura generó otra forma superior de locura. Ésta se convierte en una fuente
más alta de verdad. Puesto que el triunfo de la razón domesticadora conduce a su propia
derrota, Foucault concluye que la razón no puede deshacerse de su contrario, de la locura. Por
tanto, la razón no tiene éxito en su intento de dominio total. Y, a su vez, la aparición de lo
irracional se reduce a modificar el dominio de la razón, sin suprimirlo por completo. Para
Foucault, lo racional y lo irracional son como estrellas binarias que giran una en torno a la otra.
Ora está en primer plano lo racional, ora lo irracional. Lo vencido retorna, es decir, no se puede
esperar una superación de la racionalidad. En este sentido, Foucault no preludia, como
Heidegger, una nueva época superadora de la historia anterior. Más bien, según él, tenemos
que familiarizarnos con el juego de las fuerzas y

Transformación de las instituciones penitenciarias


En Vigilar y castigar (1975), Foucault investiga el nacimiento de la prisión, fenómeno que se
desarrolla entre 1760 y 1840. Llama la atención la relación que establece entre la nueva forma
de ejecución de la pena y la formación de las ciencias humanas. Recuerda cómo en tiempos el
castigo se ejecutaba a manera de un espectáculo público y acarreaba el mal trato del cuerpo,
mientras que a partir de la época indicada se ejecuta dentro de los muros de la prisión y sin
infligir dolores corporales. La relación entre la nueva manera de ejecución de la pena y la
formación de las ciencias humanas está en que la medida y la manera del castigo ya no es
asunto exclusivo del juez, sino que requiere la intervención de todo un conjunto de expertos:
médicos, psiquiatras, pedagogos; éstos examinan el grado de responsabilidad del delincuente y
sugieren medidas preventivas. Y en relación con ello se forman los ámbitos de investigación en
los que se desarrollan las ciencias humanas.
Microfísica del poder
Para Foucault, el saber que así nace es una forma de poder. A través de fórmulas
parangonables con las de Marcuse afirma la equivalencia entre saber y poder. Dice, por
ejemplo, que el saber tiende de antemano al poder, y que el poder posibilita y exige el saber.
En el caso concreto de las prisiones, muestra cómo se desarrolla un ámbito de observación
constante por el que se toma nota de los más mínimos detalles, de las circunstancias del delito,
de la conducta del delincuente en la cárcel, etcétera. El aparato de observación, vigilancia y
saber que se desarrolla en el mundo penitenciario constituye, según Foucault, un banco de
conocimientos para la dirección de la sociedad. Basándose en el Panopticon (1787) de Jeremy
Bentham, presenta la prisión ideal como un conjunto de celdas dispuestas radialmente en torno
a una torre de control. Gracias a la luz proyectada desde fuera sobre las celdas, en la torre de
control puede observarse a contraluz todo lo que sucede en ellas. Y así la Ilustración se
convierte en trampa. Cuanta más luz, Ilustración y transparencia, más vigilancia, control y
disciplina. La situación de vigilancia produce una transformación en el vigilado. Éste, sabedor
del control que se ejerce sobre él, reacciona controlándose a sí mismo. Con ello el cuerpo
queda encarcelado en el alma vigilante.
Foucault hace una proyección

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