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Tema 14. Ortega y Gasset
Tema 14. Ortega y Gasset
INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
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El intelecto aspira al todo (como la razón kantiana buscaba siempre “síntesis
mayores”), y, en consecuencia, la filosofía será “conocimiento del Universo, de todo
cuanto hay”. Hay dos características definitorias de la filosofía: su radicalidad y su
ultimidad. Radicalidad significa precisamente ir a la raíz de la realidad, partiendo
siempre de una libertad absoluta, de una ausencia de prejuicios que posibilite un
pensamiento propio. Y la ultimidad nos remite a que las preguntas de la filosofía
pretenden dar una respuesta completa a la realidad interrogada, de modo que no sea
necesario seguir planteando preguntas. Cabe preguntar más allá de la ciencia, pero no
más allá de la filosofía, que aspira a ofrecer “una idea integral del universo”,
afrontando “cuestiones fundamentales como ¿de dónde viene el mundo? ¿a dónde
va? ¿cuál es el sentido esencial de la vida?”. La vida humana, por tanto, no puede
prescindir de la filosofía. Preguntarse es ya comenzar a filosofar, y renunciar a
plantearse cuestiones es renunciar a vivir, renunciar a ser humano.
2.- EL PERSPECTIVISMO
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ejemplo ¿puede un yo pensar pero no pensar en algo, en alguna cosa?, o ¿puede
percibir pero no percibir una cosa?
Por eso, ser un “yo”, sólo tiene sentido si se cuenta con las cosas, y viceversa,
si hay cosas es porque hay un “yo” al que referirse, un “yo” frente al cual se
constituyen como algo que no soy yo, es decir, como cosa. Y por eso la verdadera
realidad radical es la del yo con las cosas, y a ese quehacer del yo con las cosas es a
lo que llama vivir. Y así la vida, la vida de cada uno, es la realidad radical en la que
cualquier otra cosa existente tiene que radicar para existir. Y esa realidad radical que
es mi vida tiene dos polos, el yo y las cosas, y son dos polos que se necesitan el uno
al otra para existir, no son autónomos, juntos constituyen la vida, mi vida.
Resumiendo, el realismo consideraría que la realidad radical es el ser cosa, el
idealismo consideraría que es el ser yo, en ambos casos se habla de una sustancia,
de algo que existe de modo autónomo y que es en lo que se dan las demás
realidades. En cambio Ortega considera que la realidad radical no es una sustancia ya
hecha, es una actividad, una actividad que tiene dos polos y que sólo tiene sentido
porque se dan ambos polos. Esa realidad radical, en la que todo se da, es la vida,
concretamente mi vida, la vida que cada cuál tiene. Esa vida es la que presenta dos
polos, uno de los polos soy yo, el otro es el mundo, y ninguno de los polos existe, o
tiene sentido, sin el otro.
Cuando se habla del carácter central de la vida hay que entender de la vida
concreta y peculiar de cada uno, la que se da en las concretas circunstancias que
cada uno vive. Según Ortega, uno se encuentra de pronto viviendo su vida, es decir,
que uno se encuentra en la vida sin que nadie la haya consultado, se encuentra
viviendo como un hecho, como algo que no depende de él. Ahora bien, como vivir es
ser con las cosas resulta que el hombre se encuentra, por vivir, en una relación
concreta con las cosas, una relación que él no ha deseado ni pedido, que se le
impone. Por ejemplo, se encuentra viviendo en una época concreta -en el siglo XXI- en
un lugar particular -en Jaén-, en una situación específica -quizá siendo de clase obrera
o clase media,…- teniendo un concreto físico, unos concretos padres, unas concretas
capacidades y en un concreto mundo físico con sus leyes específicas. Pues bien, al
conjunto de elementos que no somos nosotros, que no dependen pues de nosotros, y
con los que nos encontramos en nuestra vida, se le denomina circunstancia.
Así pues, la circunstancia de la que habla Ortega incluye las realidades físicas
que nos circundan, incluso aquellas que se encuentran más allá de nuestro alcance,
tales como el momento temporal, la sociedad que nos rodea con su historia y su
proyecto de futuro. En definitiva, la circunstancia es todo lo que interviene en la vida
del ser humano y es utilizado por él para hacerse a sí mismo. Mi yo es inseparable de
mis circunstancias (“Yo soy yo y mis circunstancias”); se me imponen la circunstancias
y se me impone la necesidad de hacer algo en esa circunstancias. Mi modo de existir
consiste precisamente en eso, en hacer algo con las cosas, en responder con mis
actos a la circunstancia que me rodea.
Como hemos visto, Ortega dice que quien pretende conocer la realidad como algo
permanente e independiente (actitud realista), comete el mismo error que quien reduce
la realidad a un simple producto del sujeto (actitud idealista): la verdadera realidad es
la vida, en la que un sujeto, Yo, me encuentro con un mundo concreto a mi alrededor
(circunstancia).
La vida es siempre circunstancial y, por tanto, es un punto de vista sobre el
universo. La circunstancia, lo que está a mi alrededor, posibilita mi vida, y por lo
mismo, constituye la perspectiva concreta desde la que se muestra la verdad de las
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cosas. Toda vida, en tanto que incorpora un yo y una circunstancia concreta, es una
perspectiva. Para Ortega, el ser definitivo del mundo no es ni materia (realismo) ni
espíritu (idealismo), la realidad no existe más que siendo una perspectiva. (Aquí, tal
vez, se puede ver la influencia de la teoría de la relatividad en la filosofía de nuestro
autor. En dicha teoría el suceso A puede ocurrir antes que B visto desde el punto P,
pero desde el punto Q, en cambio, B ocurre antes que A. La pregunta sobre ¿cuál
ocurre realmente con anterioridad, A o B, carece de sentido, no hay un ocurrir
independiente del punto de vista).
Así pues, no hay otra forma de entender la realidad más que desde nuestra
propia perspectiva vital, pues jamás podríamos salir de este punto de vista único que
cada uno ocupamos en el universo. Ahora bien, la perspectiva es mucho más que un
simple punto de vista espacial o físico, ya que incorpora un punto de vista temporal o
histórico, y además, un punto de vista afectivo y valorativo. Ello, no obstante, no
significa que el sujeto deforme la realidad con su mirada (tenga una visión subjetiva,
sesgada, falsa), sino que la selecciona desde sus circunstancias. La perspectiva no es
una deformación de la realidad, es su organización. Ni es válida la postura del
dogmático, para el cual la verdad es única, la suya, y pretende imponerla a los demás,
ni tampoco es válida la postura del escéptico que, ante la variedad de opiniones,
concluye que ninguna verdad puede pretender el carácter de tal. La posición correcta
es otra: la verdad tiene muchas caras, y dependiendo de la perspectiva de la que
miremos, nos ofrecerá aspectos distintos.
Aunque "vemos" el mundo desde nuestra perspectiva particular, Ortega piensa
que debemos adoptar actitud abierta hacia las perspectivas de los demás. La verdad
integral es teóricamente el resultado de la suma de todas las perspectivas. Sin
embargo, no hay una perspectiva global o absoluta, un punto de vista privilegiado que
se sitúe fuera de cualquier lugar o del tiempo (utópica, atemporal o ahistórica) y que
ofrezca una visión pura de la realidad, que muestre la realidad tal cual es en sí misma.
Si existiera una verdad absoluta (un punto de vista absoluto), no sería un verdad
humana, pues ésta sólo sería asequible a una razón absoluta: la de Dios. Es, por
tanto, inútil intentar alcanzarla porque no es real.
3.1 EL RACIOVITALISMO
El raciovitalismo es la aportación básica de Ortega, representa la maduración
de su pensamiento. Establece la necesidad de superar la falsa dicotomía en la que se
ha entrado en concebir la razón como fundamento de la verdad, el conocimiento, la
objetividad, frente a la vida, que representa lo particular, lo mutable, lo irracional, el
deseo, la pasión. Estos dos polos, no es que sean irreconciliables, sino que, a la
contrario, son insuperables.
Desde Sócrates, la Historia de la filosofía ha intentado someter la vida a la
razón, captar la esencia eterna de las cosas mediante conceptos abstractos,
ignorando su carácter concreto, dinámico, temporal. Ortega no está en contra de la
razón, sino del racionalismo, que pretende bastarse así mismo, suplantando la
espontaneidad de la vida mediante sistemas de conceptos puros (por ejemplo, Kant).
La ciencia moderna ha pretendido lo mismo mediante inmutables leyes matemáticas
que cuantifican y homogenizan la realidad. En contraste, ha surgido una filosofía, el
vitalismo (Nietzsche), que defiende la vida como algo totalmente ajeno a la razón y,
por ello cae en el irracionalismo.
Pero Ortega no desea caer ni en uno ni en otro extremo; defiende una razón
vital, que no es ajena a la vida, porque surge de ella misma (se piensa el mundo desde
nuestra particular circunstancia vital, y porque vivir es un problema, no tenemos más
remedio que reflexionar), y además, es una razón que tiene las mismas cualidades
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que la vida (histórica, temporal, abierta y concreta, no universal, ni necesaria , ni
trascendente). Al mismo tiempo, Ortega cree en la razón como un instrumento de rigor,
que da a la filosofía el rango de auténtico saber.
La vida reclama el pensamiento, la vida exige ser vivida pero también pensada.
Una de las formas de manifestarse la necesidad de pensar la vida, son las ideas. Las
ideas constituyen, según Ortega, las coordenadas con las que los seres humanos se
orientan en el mundo y con las que pretenden solucionar sus necesidades radicales.
Por idea entiende Ortega aquellos pensamientos que construimos y de los que
somos conscientes. Las ideas las construimos, las tenemos y podemos discutirlas, no
nos sentimos inmersos en ellas; las ideas y nosotros somos sólo “conocidos”. Las
creencias, en cambio, son una clase especial de ideas, que tenemos tan asumidas
que no tenemos la necesidad de defenderlas, son nuestra realidad, están tan pegadas
a nuestra piel que la mayoría de las ocasiones no reparamos en ellas.
Las creencias son nuestra vida, la realidad en la que estamos inmersos y de la
que partimos, y las ideas son equiparables a la razón con la que pensamos la
realidad que es la vida. Lo mismo que existe una armonía entre razón y vida,
debe existir una armonía entre ideas y creencias. La duda representa la pérdida
de fe en nuestras creencias, es lo que activa el pensamiento, la producción de
nuevas ideas que nos ayuden a recuperar la seguridad perdida.
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3.3 LA RAZÓN HISTÓRICA
La vida humana está volcada sobre el tiempo: realizamos nuestra existencia
presente anticipándonos y haciendo proyectos de futuro, a partir de experiencias del
pasado. La vida nunca es (ni siquiera al final) algo acabado, completo, definitivo, sino
un quehacer y un ir haciéndose (una constante relación activa del hombre con su
mundo y del mundo con el hombre ). Por esto, afirma Ortega, que le hombre no tiene
naturaleza (fija, inmutable) sino historia (dinámica , cambiante, siempre nueva y
distinta). Mi vida es historia. Mi vida es circunstancia, y, por tanto, circunstancia
histórica.
Por eso, la razón vital es esencialmente también una razón histórica, que se va
realizando en el devenir de la historia, de forma siempre abierta y, a la vez siempre
limitada por las circunstancias que nos rodean y que nos han tocado vivir.
La historia es una fuerza en movimiento, es la vida de los individuos y de los
pueblos y naciones en su transcurrir incesante. Nos ha tocado vivir en un momento
histórico, con sus ideas y creencias, sus costumbres , sus modos de vivir, pensar y
sentir, con sus relaciones sociales que ya estaban cuando vinimos al mundo: con este
mundo concreto, el de ahora, es con el que tenemos que vernos las caras. Podemos
renunciar a vivir (mediante el suicidio), pero si vivimos, no podemos sustituir nuestro
tiempo histórico sino tan sólo jugar con las posibilidades que nos ofrece, siempre
variadas aunque no infinitas.
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