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El derecho a la supervivencia y al desarrollo de los niños se mide a partir de dos indicadores: el

Índice de Desarrollo Humano (IDH) y la Tasa de mortalidad infantil y de menores de 5 años


(TMM5).

El IDH fue elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 1990
para evaluar el nivel de desarrollo humano en todos los países del mundo. Este índice se calcula
basándose en tres parámetros: la esperanza de vida al nacer, la educación (tasa de alfabetización y
número de años de educación obligatoria) y el PIB per cápita. Cada parámetro se expresa con un
valor entre 0 (nivel de vida mínimo) y 1 (nivel de vida máximo).

El TMM5 se calcula según los siguientes parámetros:

 el conocimiento de la madre en materia de salud,

 el número de médicos por cada 1000 habitantes,

 la tasa de vacunación,

 el acceso a los servicios sanitarios de maternidad e infantil,

 la ración de alimentos por habitante,

 los ingresos y la presencia de alimentos en el hogar,

 el aprovisionamiento de agua potable y la existencia de un proceso de saneamiento


seguro,

 la seguridad global del entorno del niño.

Este índice permite observar, por tanto, la capacidad de cada país para garantizar a los menores la
seguridad de su entorno y la protección de su vida.

España: Comité de la ONU pide no legalizar la eutanasia en casos de discapacidad

Noticias onu

Así lo recomienda en sus observaciones finales el Comité, que en su última sesión examinó a
Cuba, Níger, Noruega, Rwanda, Arabia Saudita, Senegal, Turquía y Vanuatu.

Del mismo modo, el grupo de expertos en derechos humanos pide “revisar y modificar todas las
leyes, políticas y prácticas relativas a la prestación de servicios a las personas con discapacidad a
todos los niveles y en todas las comunidades autónomas”, de acuerdo con los principios
consagrados en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Alienta también a garantizar la participación y las consultas con organizaciones de personas con
discapacidad relacionadas con mujeres, niños, refugiados y solicitantes de asilo, integrantes del
colectivo LGTBI, y personas con discapacidad psicosocial o con discapacidades intelectuales,
auditivas o visuales, entre otras
Desde la religión

na primera causa es que el aborto provocado, como antaño la esclavitud, es algo sumamente
práctico en términos utilitaristas. Resuelve los problemas de los supervivientes: de la madre,
porque liquida un embarazo no deseado; de la familia, porque se ahorra los inconvenientes de
ayudar a la madre atribulada; del médico abortador, porque su actividad es un jugoso negocio. Y la
víctima principal no puede, obviamente, protestar.

Desde la psicología- pensamiento critico

En buena lógica, el altísimo precio que se paga por esto debería ser inasumible en una sociedad
civilizada, no sólo porque quedan secuelas psicológicas muy duras en la madre, sino sobre todo
porque no se debería anteponer jamás un beneficio material a cambio de una vida humana
inocente. Pero nunca faltan excusas para justificar lo injustificable: los pueblos invadidos de la
antigüedad evitaban, gracias a la esclavitud, ser pasados a cuchillo por el invasor; a los sacrificados
en un aborto se les ahorra una vida difícil… A veces las excusas son puros disparates, como decir
que los esclavos no eran humanos, o que el hijo en el vientre de su madre es parte del cuerpo de
ésta y puede extirparse como un grano. Todo vale, porque el aborto hoy, como antes la esclavitud,
es algo práctico.

Cuando hablamos del ejercicio profesional dentro del DIDH nos referimos a cualquier situación de
la vida cotidiana sin necesidad de tener que indicar expresamente su vinculación a los derechos
humanos, siempre que se mantenga dentro de unos márgenes éticos, cuando hablamos de
derechos civiles y políticos nos referimos a la protección frente a la discriminación de cualquier
tipo, libertad de creencias, prensa, asociación y reunión. Mientras que los derechos económicos,
sociales y culturales se refiere a aspectos laborales, de seguridad social, salud, educación y
participación en la vida cultural.

Podríamos decir que no altera el ejercicio profesional tradicional del psicólogo (entendido dentro
de las cuatros grandes áreas de acción, a saber: clínica, educativa, organizacional y social), ya que
este marco normativo no exige un trabajo particular de la profesión. En todo caso se vincula más
al ejercicio de sensibilización y protección de los derechos de los individuos. También se pueden
encontrar casos que deriven de una violación específica de derechos y que requieran algún tipo de
intervención directa del psicólogo, bien sea mediante acciones clínicas o de carácter social-
comunitario.
Desde la filosofía

Estos problemas han sido siempre actuales, pero durante mucho tiempo fueron resueltos con fe
en la divina providencia. Se convirtieron en agobiantes cuando muchos perdieron la conciencia de
esta guía celestial y llegaron a una concepción del hombre como dueño y único responsable de su
existencia. A la vez, paralelamente a este desarrollo, la sociología y la medicina crearon las
premisas que hicieron posible una acción metódica en este campo. Finalmente, en la sociedad de
masas de la existencia moderna, se fue perdiendo cada vez más el sentido -antes muy vivo- de la
intangibilidad fundamental de la vida humana. Después, he aquí que se agrava la situación
externa: alimentación y vivienda, educación y carrera universitaria, asistencia y cuidados médicos,
son puestos de tal manera en entredicho, como sucede hoy de hecho, que aquellos problemas
aumentan de intensidad de un modo amenazador. Tanto más cuanto que, en los últimos tiempos,
el gobierno del estado y la educación del pueblo niegan radicalmente la dignidad del hombre y se
han aliado con todo lo que de violento hay en su naturaleza. Estos hechos han ejercido un influjo
grande sobre el modo de sentir y de juzgar de la mayoría de las personas. Y conviene -
mencionándolo ya desde el principio- no dar por supuesto con demasiada facilidad que,
discutiendo problemas como el que ahora nos ocupa, seamos personalmente inmunes a
semejantes influencias.

Vida biologica

Cuando hablamos de vida humana, sin necesidad de afirmar que ella es independiente de la vida
biológica (como sostiene el espiritualismo cristiano y el propio cartesianismo) hablamos de una
vida que no es reductible a la vida orgánica y ello es evidente cuando se trata de la vida social que
algunos llaman por ello, superorgánica (Kroeber). Porque aunque las estructuras sociales humanas
estén formadas por organismos, ellas no son organismos (como pretendió H. Spencer), ni aunque
las ciudades estén compuestas de casas, ellas no son casas (pese a la pretensión de Alberti); así
como tampoco los complejos formados por poliedros regulares constituyen un poliedro regular. Ni
cabe el reduccionismo cuando nos referimos a las vidas individuales, es decir, a la biografía (las
vidas paralelas, antes citadas): un significado de vida más cercano a lo que la filosofía
existencialista de nuestro siglo llamó existencia y, en España, con Ortega, se llamó vida, por
antonomasia. Las biografías no pueden reducirse a categorías biológicas (lo que no obsta a que un
biólogo o un médico puedan reexponer una biografía dada manteniendo constantemente la
presencia de las categorías biológicas). Pero cuando Gregorio Marañón, por ejemplo, ofrece una
biografía de Tiberio o de Enrique IV, “desde un punto de vista biológico”, no lleva a cabo, aunque
lo hubiese pretendido, una reducción, pues no hace una historia clínica, sino una estimación de la
incidencia que determinados factores biológicos pudieron tener en el comportamiento de sus
biografiados, así como también, recíprocamente, la incidencia que su comportamiento (en la
mesa, en la caza) pudo tener sobre sus organismos.

Reino Unido y EE.UU (seis de sus estados) fueron los últimos países occidentales que
despenalizaron el suicidio hacia los años 60 del pasado siglo. En la actualidad ninguna de las
legislaciones de los países de nuestro entorno contempla este tipo penal; únicamente se castiga
la inducción y la cooperación de terceros (por ejemplo, la eutanasia), así como la omisión del
deber de socorro a quien intente poner fin a su vida.

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