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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESPECIALIDAD EN PSICOLOGÍA CLÍNICA

TRABAJO PRÁCTICO DE SEMINARIO “CLINICA PSICOANALÍTICA


EN LA ACTUALIDAD: UNA MIRADA LACANIANA”

Profesora Responsable: Dra. Mariana Gómez

Integrantes:

- Nadal, Paula
- Villablanca, Monserrat

Agosto, 2018
Sobre un caso clínico construido a partir de intervenciones analíticas
sonoro-musicales

Existen diversas maneras de concebir los síntomas presentados tanto en la infancia,


juventud y la adultez. Por lo tanto, existen diferentes maneras de tratarlos. Desde una práctica
clásica de psicoterapia basada en la reeducación, se suele trabajar desde el discurso del amo
el cual busca tratar los síntomas manifiestos a través de imperativos superyoicos que se basan
en refuerzos de premios y castigos al comportamiento, a fin de que el sujeto renuncie a esa
parte de su ser que habita en el síntoma. El cuestionable resultado de estas prácticas que, en
ocasiones inducen a la prescripción de psicofármacos que impregnados de un sentido
punitivo, puede acabar con el ingreso a en instituciones basadas en una norma impositiva y
de moldeamiento de la subjetividad. Por ello el psicoanálisis se plantea como una alternativa
de tratar la sintomatología evidenciada. A partir de una objeción al discurso contemporáneo
del amo, el analista se ofrece como un lector de los enigmas que constituyen al sujeto.

En el presente escrito se analizará tal descripción evidenciando el acontecer del sujeto


en un tratamiento posible para las psicosis mediante una orientación por el psicoanálisis
lacaniano. Se presentará un caso clínico trabajado por una de las autoras de dicho trabajo,
un sujeto alojado en una institución Centro de Día cuya modalidad clínica se basa en la
“Práctica entre varios”. Dispositivo que da cuenta de una transferencia pluralizada que
permite un abordaje del sujeto a través del tratamiento de lo real que se presenta de manera
desbordante y abrumadora en las psicosis.

El sujeto se dará en llamar S. Tiene 17 años, ingresa a la institución con un


diagnóstico de esquizofrenia. En los primeros encuentros con él se podía observar un cuerpo
agitado, hiperactivo: saltos, movimientos desconectados, irruptivos. Junto a ello, un uso
ecolálico del lenguaje, con repetición de frases escuchadas por otros. Un uso cantado de la
voz, uso de la tercera persona, ecopraxia, repetición de movimientos, y una gran dificultad
en cuanto a la dimensión espacio-temporal. Esto daba pauta, en principio, de una dificultad
en la estructuración simbólica.

Primaba en él un sistema de reglas propio, a modo de rituales obsesivos. Lo más


presente era un gesto con su dedo que serviría como una mera de poner distancia ante lo
persecutorio del objeto voz y el objeto mirada. Tapaba sus ojos ante lo intrusivo del Otro,
particularmente en cuanto la mirada. No se lo podía mirar ni dirigirse de manera directa dado
que le resultaba muy persecutorio.

A la manera de un “repliegue autista” S. se alejaba por momentos del espacio donde


estaba el grupo para hablarse, repetir frases estereotipadas, realizar movimientos irruptivos
como saltos o diferentes gestos fijos.

El tratamiento del Otro que se fue abordando fue poner un límite a ese Otro
omnipotente y omnipresente que invadía al sujeto con un goce desbordante, sin censura, sin
límite al acceso al goce. Interviniendo con los cuerpos para apartarse de una mirada absoluta.

Hasta este primer momento, y atento a estas cuestiones preliminares, la dirección de


la cura estaba enfatizada en el tratamiento del objeto voz y mirada. La positivización de
dichos objetos producía efectos persecutorios y por ellos la transferencia era especialmente
tenida en cuenta. Las psicosis nos enseñan lo que sucede cuando el registro simbólico no
oficia como barrera en ese continuo real. Existe una lesión en el campo del Otro en el que
falta un significante, no está articulado en lo simbólico y cuando retorna, lo hace en lo real
y se presenta en el sujeto un goce imposible de dominar (Idiart, 2011).

En S. se testimonia un Otro que se vuelve persecutorio, bajo la ausencia de extracción


del objeto mirada del campo del Otro, percibe una mirada absoluta no enmarcada por el
registro de lo simbólico, que se hace presente por todas partes irrumpiendo desde lo invisible
a lo visible para su subjetividad.

Posteriormente, S. empezó a participar de los talleres de música del Centro de Día.


Con la presencia de la música se observaban cambios notables en su manera de hablar-se.
Por un lado se fue significando su uso cantado de la voz, como un uso del sonido. Algo del
orden de lo musical (la sonorización de las palabras –canto-) en contra el exceso abrumador
de sentido y goce. Además, situaba en su decir algo que remitía a una posible elección propia,
deseante. En base a preguntar qué canción prefería escuchar, se fue singularizando el lazo
con S. Al principio sólo eran un par de canciones y siempre las mismas, pero con el tiempo
sus elecciones iban ampliándose. Asimismo, sus movimientos corporales desconectados y
azarosos se fueron haciendo un baile.

En una ocasión, S. encuentra un redoblante en el Centro de día. Esta contingencia


inauguró un segundo momento en el tratamiento. En uno de los momentos en los que se
alejaba del grupo comenzó a golpear intensamente el redoblante. Estos golpes hacia el
instrumento se empezaron a repetir durante las sesiones del taller de música, acallando sus
ecolalias. Además, cuando golpeaba demostraba expresiones de júbilo. Era una manera de
tocar irruptiva, desenfrenada, ensordecedora. Los golpes fueron alojados, y la pregunta era
¿qué se podía hacer con eso?

Así, con lo musical se pudo asignar una función a los golpes. Se trata de una nueva
manera de abordar el significante tomándolo primero fuera de sentido y haciéndolo, después,
un ofrecimiento de ampliarlo, de volverlo más consistente. El golpe operaba como un corte
a esa voz que se repetía incesantemente, eso lejano que le resonaba muy cerca. Esta producía
escansión, un silencio. Era interesante que el único objeto que se permitía golpear con esa
fuerza era el tambor, no golpeó de esta manera ningún otro objeto. En este caso las
sonoridades del significante estaban marcadas por un golpe, que al mismo tiempo que eran
producidas, operaban en el cuerpo una extracción. Aquí se permite situar un acontecimiento
de cuerpo, una escritura singular que marca y vivifica el cuerpo del parlêtre que está tomado
por el Otro. Se trata de la invención del sujeto, desde marcas de lo singular.

En este orden, la música se presenta ajena al sentido, y por lo tanto, tiene una relación
estrecha con lo real. De este modo agujerea lo simbólico, generando un vacío que
compromete al cuerpo afectándolo por completo. Esto, porque tiene efectos sobre el cuerpo
relacionados con un goce fuera de sentido. Con la música, se habilita que algo resuene y que
tenga consecuencias en el modo que un sujeto se articula con su cuerpo, poniendo en escena
un cuerpo que se va afectando de otro modo, dando lugar a otra dimensión de sentido que se
instala en el sujeto. Algo tiene que resonar en el cuerpo para que el significante tenga su
lugar, hablamos de otro sentido que se relaciona con lo que resuena en el margen musical
del lenguaje (Termini, 2010).

Es decir, ese golpe sobre el instrumento fue interpretado como una marca sobre el
cuerpo. Lacan introduce la cuestión de la marca en el Seminario 17 “El reverso del
psicoanálisis”:

[…] esta gloria, si puedo expresarme así, de la marca. Me refiero a la marca sobre la
piel, donde se inspira, en este fantasma, algo que no es más que un sujeto que se
identifica como objeto de goce […] es palpable la equivalencia del gesto que marca
y el cuerpo, objeto de goce (Lacan, 2015, p. 52).
Y más adelante:

Precisamente porque se capta en la dimensión de la pérdida –algo tiene que


compensar digamos, lo que de entrada es un número negativo- ese no sé qué que
golpea, pero resuena en las paredes de la campana, produce goce y goce a repetir.
Solo la dimensión de la entropía hace que esto tome cuerpo, que haya un plus de goce
que recuperar.

[…] Esta entropía, este punto de perdida es el único punto, el único punto a regular
a través del cual tenemos acceso al goce. En esto se traduce, culmina, se origina, la
incidencia del significante en el destino del ser que habla (Lacan, 2015, p. 53)

Es decir, hay una pérdida por recuperar, una pérdida que no operó en el cuerpo. La
marca de la gloria es la incidencia del significante en el cuerpo que lo vivifica. He aquí que
en este caso, al tratarse de una psicosis, la operación de la marca no produjo la extracción de
goce.

Considerando a Vasallo (2013) sobre la escritura en el cuerpo, se podrían pensar a


estos golpes como marcas sobre el cuerpo. Expresión de signos pre-discursivos, significantes
no dialectizables que no hacen cadena, testimoniando un acontecimiento traumático. Es así,
que se trata de un acontecimiento de cuerpo que resuena afectado por la marca del
significante ya que la relación del cuerpo con la marca es necesaria, no cesa de escribirse.
Sobre y con esa marca se anudará un cuerpo en un intento de separación del goce de parásito
lenguajero.

La no existencia de Otro simbólico que haga barrera y mediatice las pulsiones


agresivas, da cuenta de una relación dual de tipo eroto-agresiva. Esto da la pauta para pensar
al cuerpo como la sede de la satisfacción pulsional eroto-agresiva del estadio del espejo
(Miller, 2012). Los fenómenos psicóticos del cuerpo surgen cuando la pulsión emerge en lo
real y lo atraviesa. Tal como sucedía con los golpes en S., se trataba de un fenómeno de
cuerpo en tanto la pulsión había pasado a lo real. Se trataba de un cuerpo fragmentado que
testimoniaba el retorno del goce en el cuerpo, a través de los golpes incesantes y repetitivos
del instrumento.

Lacan en 1975 en el Seminario 23 plantea: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del
hecho que hay un decir. [Para lo cual] es preciso que el cuerpo sea sensible a ello” (p.18).
En S. las pulsiones hacían eco en un cuerpo marcado, sensible en tanto responde a la voz,
permeable a lo sonoro y que contenga sus resonancias.

S. empezó a tener lugar del percusionista del taller. Su lugar era tocar el redoblante,
por elección propia. Este se instauró como el objeto privilegiado. Cada vez que llegaba el
día del taller de música pedía -en tercera persona- “tocar tambor”.

La viñeta expuesta permite reflexionar sobre un saber hacer con significantes solos,
aislados. A través de un dispositivo que se presenta siempre en construcción desde una
apertura al devenir de los acontecimientos, se brinda un espacio de invención para cada
singularidad, para un saber hacer singular que está dispuesto a la sorpresa y donde se habilita
la posibilidad de producciones inéditas de cada sujeto. Es un movimiento tiene que ver con
una conmoción, una transformación subjetiva.

A su vez, en las psicosis se testimonia cómo el lenguaje invade al sujeto. Esto implica
la imposición de una palabra que goza y afecta al cuerpo cuyo efecto es que el sujeto se
siente desposeído de ambos (palabra y cuerpo). Se hace presente una dificultad del discurso
en torno a una dialéctica, por la presencia de significantes desamarrados, no ligados, sin
posibilidad de hacer series. Un padecimiento que toma la forma de una angustia
deslocalizada que invade el cuerpo (Leibson, 2015). Esto pone en escena a un sujeto que
padece un exceso de sentido que se vive de modo invasivo, persecutorio, alienante. En S. se
puede observar cómo había un funcionamiento automático del lenguaje, que encarnaba Otro
perseguidor, demandante que no hace pausa, ilimitado y desregulado. Dado ello, se entiende
que el repliegue autista operaba de manera defensiva frente al padecimiento de verdaderos
conciertos de voces, que invaden al sujeto sin límites.

Es usual que en los modos del decir psicótico se encuentre cierta impronta de lo
musical expresada, por ejemplo, en la glosolalia, los neologismos, las construcciones
discordantes, las alucinaciones que pierden su forma textual para ganar presencia musical
(Leibson, 2015). Se puede pensar en S. el uso de la voz cantada, musical como un intento de
liberarse del Otro, de la voz moral, del imperativo. En este canto, se comprende que la voz
resuena más allá de los significantes, como emergencia de elemento que no responde a un
sentido relacionado a la palabra, sino más bien a una sonoridad como un sentido imposible
e insignificable pero que se deja escuchar y pone al sujeto en tensión al darle decir a su
propio tono.
Como se pudo observar en el presente caso, se remarca la importancia de alojar a un
sujeto, en un espacio donde pueda sentirse menos gozado por la mirada, menos interpelado
por las palabras y menos invadido por su cuerpo rodeado de otros cuerpos. A través de la
escucha, el silencio y la reflexión por parte de la analista sobre los elementos emergentes en
el devenir de la intervención, se permiten ir instaurando nuevos caminos de intervención y
posibilitando el trabajo de las psicosis. Escuchar es estar tendido hacia lo posible (Nancy,
2015), estar al acecho de un sujeto que se identifica al resonar en sí y fuera de sí, así se
constituye la singularidad. Esta disposición de la escucha dispuesta de acuerdo con la
profundidad de una caja de resonancia, que no es otra más que el cuerpo, es una relación de
tensión hacia el sentido.

No existen determinaciones ni objetivos a alcanzar, ni un espacio o un tiempo para


la acción, sino más bien dejar algo del lado del encuentro. Sin forzamientos desmedidos,
construyendo un lazo social constituido por cada rasgo singular.

Subjetivar un cuerpo es el corazón del parlêtre, este caso demuestra que las psicosis
no están excluidas de esta dimensión. Se plantea una ampliación de posibilidades de
construcción subjetiva en base a intervenciones que no se reducen fundamentalmente al
lenguaje, permitiendo la apertura hacia nuevos sentidos más alejados del goce del parasito
lenguajero.

Bibliografía
Idiart, G. (2015). Sobre la espacialidad de la música y la interpretación musical. Un retorno
a tiempo. En N. Cerruti, Música: saber hacer con lalengua (p. 63 – 90)

Lacan, J. (2006). El Seminario, Libro 23. El sinthome. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (2015). El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Leibson, L. (2015). El cuerpo de las psicosis, musical. En L. Leibson & J. Lutzky, Maldecir
la psicosis (p. 185 - 198). Buenos Aires: Letra Viva.

Miller, J.-A. (2012). Embrollos del cuerpo. Buenos Aires: Paidós.

Nancy, J.-L. (2015). A la escucha. Buenos Aires: Amorrortu.

Termini, M. (2010). Sobre el poder escabroso de la música. Seis consideraciones, más una.
En AA.VV, Polifonías en Psicoanálisis (p. 129 - 137). Caracas: Pomaire

Vasallo, V. (2013). Escrito en el cuerpo. Imago Agenda, (175).

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