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FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Integrantes:
- Nadal, Paula
- Villablanca, Monserrat
Agosto, 2018
Sobre un caso clínico construido a partir de intervenciones analíticas
sonoro-musicales
El tratamiento del Otro que se fue abordando fue poner un límite a ese Otro
omnipotente y omnipresente que invadía al sujeto con un goce desbordante, sin censura, sin
límite al acceso al goce. Interviniendo con los cuerpos para apartarse de una mirada absoluta.
Así, con lo musical se pudo asignar una función a los golpes. Se trata de una nueva
manera de abordar el significante tomándolo primero fuera de sentido y haciéndolo, después,
un ofrecimiento de ampliarlo, de volverlo más consistente. El golpe operaba como un corte
a esa voz que se repetía incesantemente, eso lejano que le resonaba muy cerca. Esta producía
escansión, un silencio. Era interesante que el único objeto que se permitía golpear con esa
fuerza era el tambor, no golpeó de esta manera ningún otro objeto. En este caso las
sonoridades del significante estaban marcadas por un golpe, que al mismo tiempo que eran
producidas, operaban en el cuerpo una extracción. Aquí se permite situar un acontecimiento
de cuerpo, una escritura singular que marca y vivifica el cuerpo del parlêtre que está tomado
por el Otro. Se trata de la invención del sujeto, desde marcas de lo singular.
En este orden, la música se presenta ajena al sentido, y por lo tanto, tiene una relación
estrecha con lo real. De este modo agujerea lo simbólico, generando un vacío que
compromete al cuerpo afectándolo por completo. Esto, porque tiene efectos sobre el cuerpo
relacionados con un goce fuera de sentido. Con la música, se habilita que algo resuene y que
tenga consecuencias en el modo que un sujeto se articula con su cuerpo, poniendo en escena
un cuerpo que se va afectando de otro modo, dando lugar a otra dimensión de sentido que se
instala en el sujeto. Algo tiene que resonar en el cuerpo para que el significante tenga su
lugar, hablamos de otro sentido que se relaciona con lo que resuena en el margen musical
del lenguaje (Termini, 2010).
Es decir, ese golpe sobre el instrumento fue interpretado como una marca sobre el
cuerpo. Lacan introduce la cuestión de la marca en el Seminario 17 “El reverso del
psicoanálisis”:
[…] esta gloria, si puedo expresarme así, de la marca. Me refiero a la marca sobre la
piel, donde se inspira, en este fantasma, algo que no es más que un sujeto que se
identifica como objeto de goce […] es palpable la equivalencia del gesto que marca
y el cuerpo, objeto de goce (Lacan, 2015, p. 52).
Y más adelante:
[…] Esta entropía, este punto de perdida es el único punto, el único punto a regular
a través del cual tenemos acceso al goce. En esto se traduce, culmina, se origina, la
incidencia del significante en el destino del ser que habla (Lacan, 2015, p. 53)
Es decir, hay una pérdida por recuperar, una pérdida que no operó en el cuerpo. La
marca de la gloria es la incidencia del significante en el cuerpo que lo vivifica. He aquí que
en este caso, al tratarse de una psicosis, la operación de la marca no produjo la extracción de
goce.
Lacan en 1975 en el Seminario 23 plantea: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del
hecho que hay un decir. [Para lo cual] es preciso que el cuerpo sea sensible a ello” (p.18).
En S. las pulsiones hacían eco en un cuerpo marcado, sensible en tanto responde a la voz,
permeable a lo sonoro y que contenga sus resonancias.
S. empezó a tener lugar del percusionista del taller. Su lugar era tocar el redoblante,
por elección propia. Este se instauró como el objeto privilegiado. Cada vez que llegaba el
día del taller de música pedía -en tercera persona- “tocar tambor”.
La viñeta expuesta permite reflexionar sobre un saber hacer con significantes solos,
aislados. A través de un dispositivo que se presenta siempre en construcción desde una
apertura al devenir de los acontecimientos, se brinda un espacio de invención para cada
singularidad, para un saber hacer singular que está dispuesto a la sorpresa y donde se habilita
la posibilidad de producciones inéditas de cada sujeto. Es un movimiento tiene que ver con
una conmoción, una transformación subjetiva.
A su vez, en las psicosis se testimonia cómo el lenguaje invade al sujeto. Esto implica
la imposición de una palabra que goza y afecta al cuerpo cuyo efecto es que el sujeto se
siente desposeído de ambos (palabra y cuerpo). Se hace presente una dificultad del discurso
en torno a una dialéctica, por la presencia de significantes desamarrados, no ligados, sin
posibilidad de hacer series. Un padecimiento que toma la forma de una angustia
deslocalizada que invade el cuerpo (Leibson, 2015). Esto pone en escena a un sujeto que
padece un exceso de sentido que se vive de modo invasivo, persecutorio, alienante. En S. se
puede observar cómo había un funcionamiento automático del lenguaje, que encarnaba Otro
perseguidor, demandante que no hace pausa, ilimitado y desregulado. Dado ello, se entiende
que el repliegue autista operaba de manera defensiva frente al padecimiento de verdaderos
conciertos de voces, que invaden al sujeto sin límites.
Es usual que en los modos del decir psicótico se encuentre cierta impronta de lo
musical expresada, por ejemplo, en la glosolalia, los neologismos, las construcciones
discordantes, las alucinaciones que pierden su forma textual para ganar presencia musical
(Leibson, 2015). Se puede pensar en S. el uso de la voz cantada, musical como un intento de
liberarse del Otro, de la voz moral, del imperativo. En este canto, se comprende que la voz
resuena más allá de los significantes, como emergencia de elemento que no responde a un
sentido relacionado a la palabra, sino más bien a una sonoridad como un sentido imposible
e insignificable pero que se deja escuchar y pone al sujeto en tensión al darle decir a su
propio tono.
Como se pudo observar en el presente caso, se remarca la importancia de alojar a un
sujeto, en un espacio donde pueda sentirse menos gozado por la mirada, menos interpelado
por las palabras y menos invadido por su cuerpo rodeado de otros cuerpos. A través de la
escucha, el silencio y la reflexión por parte de la analista sobre los elementos emergentes en
el devenir de la intervención, se permiten ir instaurando nuevos caminos de intervención y
posibilitando el trabajo de las psicosis. Escuchar es estar tendido hacia lo posible (Nancy,
2015), estar al acecho de un sujeto que se identifica al resonar en sí y fuera de sí, así se
constituye la singularidad. Esta disposición de la escucha dispuesta de acuerdo con la
profundidad de una caja de resonancia, que no es otra más que el cuerpo, es una relación de
tensión hacia el sentido.
Subjetivar un cuerpo es el corazón del parlêtre, este caso demuestra que las psicosis
no están excluidas de esta dimensión. Se plantea una ampliación de posibilidades de
construcción subjetiva en base a intervenciones que no se reducen fundamentalmente al
lenguaje, permitiendo la apertura hacia nuevos sentidos más alejados del goce del parasito
lenguajero.
Bibliografía
Idiart, G. (2015). Sobre la espacialidad de la música y la interpretación musical. Un retorno
a tiempo. En N. Cerruti, Música: saber hacer con lalengua (p. 63 – 90)
Lacan, J. (2015). El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Leibson, L. (2015). El cuerpo de las psicosis, musical. En L. Leibson & J. Lutzky, Maldecir
la psicosis (p. 185 - 198). Buenos Aires: Letra Viva.
Termini, M. (2010). Sobre el poder escabroso de la música. Seis consideraciones, más una.
En AA.VV, Polifonías en Psicoanálisis (p. 129 - 137). Caracas: Pomaire