Está en la página 1de 7

ACTA DE MONTEVIDEO

INTRODUCCIÓN

La firma del Acta de Montevideo puso término a un espiral bélico que a pocas horas estuvo
de desembocar en un enfrentamiento armado entre Chile y Argentina. Si bien las relaciones
entre ambos países estuvieron, hasta el último restablecimiento democrático, enmarcadas
en un clima de permanente rivalidad, la posibilidad de una guerra nunca estuvo más cerca
que en las vísperas de la Navidad de 1978. El laudo arbitral de la Corona británica sobre el
Canal de Beagle había dado la razón al reclamo chileno pero el gobierno argentino no
estaba dispuesto a aceptar esa resolución y finalmente declaró la nulidad del laudo. ¿Por
qué el gobierno argentino, habiendo aceptado someterse al arbitraje algunos años antes,
decidió rechazar lo resuelto y avanzar en una escalada militar que, tal como Robert Pastor
le hizo saber en aquellos días a un emisario diplomático, lo colocaba en la posición de un
país agresor ante los ojos de la comunidad internacional? Desde una perspectiva realista
no sería racional permitir una alteración del statu quo que afectara sus intereses cuando los
militares argentinos se percibían en una situación de superioridad militar. Las expresiones
de los militares argentinos graficaban bien estas preocupaciones apenas recibieron el
laudo: ningún compromiso, afirmaba el canciller Guzzetti, «obliga a cumplir aquello que
afecte intereses vitales de la Nación» . En esa dirección, tal como reflexionan Novaro y
Palermo (2003), el error de los militares argentinos fue aceptar un arbtraje sin estar en
condiciones de aceptar una eventual resolución negativa. Sin embargo, una mirada realista
brinda escasas pistas para comprender el proceso que va desde el rechazo del laudo hasta
el establecimiento de la mediación papal. ¿Por qué las negociaciones bilaterales, que
habían sido durante alrededor de un año y medio inconducentes, alcanzaron súbitamente
una salida pacífica? A lo largo de ese período de tiempo no mutó la percepción del poder
relativo entre los actores enfrentados y aun así cambió la respuesta argentina. Por otra
parte, tampoco las perspectivas liberales parecen satisfactorias para explicar el giro. A lo
largo de esos meses no se produjo un cambio en el régimen político de los países
enfrentados, ni en la densidad de sus relaciones comerciales ni en el marco institucional
internacional, ni en la satisfacción con el statu quo territorial, no obstante lo cual aun así se
detuvo la escalada y se logró establecer un espacio de diálogo. En tercer lugar, tampoco
los trabajos que han señalado el establecimiento de «áreas de paz» gracias a un marco
cultural común y un consenso normativo sobre resolución pacífica de los conflictos permiten
entender los vaivenes del proceso.
ANTECEDENTES

El proceso de negociación de un acuerdo entre dos (o más) países, tal como argumenta
Putnam (1988), puede ser representado en términos teóricos como dos juegos
superpuestos y sucesivos. En primer lugar, el modelo supone una primera «mesa» de
negociación a la que se sientan los gobiernos: representantes políticos de cualquier nivel,
sean embajadores, misiones diplomáticas especiales o en ocasiones los propios jefes de
Estado, negocian cara a cara compromisos que, en caso de ser alcanzados, concluirán en
la firma de acuerdos bilaterales (o multilaterales) (negotiation phase). En segundo lugar, lo
acordado en la arena internacional necesita de la aceptación, implícita o explícita en el
plano interno, ya sea esta de carácter formal, como podría ser la ratificación de un tratado
por el Congreso; o de carácter informal, como podrían ser manifestaciones de apoyo público
de actores extra-gubernamentales a un acuerdo; lo cual dependerá de cuáles sean las
exigencias de las instituciones políticas en cada país para cada tipo de compromiso. La
necesidad de ratificación en el segundo nivel es el vínculo crucial entre ambos planos. .

 El negociador en el primer tablero

Nivel I, tiene fuertes incentivos para intentar prever las reacciones de los actores nacionales
organismos gubernamentales, grupos de presión, la opinión pública),

Nivel II, y restringir las ofertas a un conjunto de acuerdos aceptables (win-set). Si la reacción
en el segundo nivel fuera negativa al acuerdo, las negociaciones hechas en el primer ser la
ratificación de un tratado por el Congreso; o de carácter informal, como podrían ser
manifestaciones de apoyo público de actores extra-gubernamentales a un acuerdo; lo cual
dependerá de cuáles sean las exigencias de las instituciones políticas en cada país para
cada tipo de compromiso. La necesidad de ratificación en el segundo nivel es el vínculo
crucial entre ambos planos.

 El negociador en el primer tablero

Nivel I, tiene fuertes incentivos para intentar prever las reacciones de los actores nacionales
organismos gubernamentales, grupos de presión, la opinión pública,

Nivel II, y restringir las ofertas a un conjunto de acuerdos aceptables.

Los conflictos por cuestiones limítrofes entre las naciones sudamericanas se iniciaron en
los mismos procesos de independencia. Desde mediados del siglo xix, tanto Chile como
Argentina se lanzaron a una ardua tarea de recopilación e interpretación de documentos,
cédulas y mapas coloniales con el fin de encontrar un sustento legal a sus reclamos
territoriales. A su vez, en ambos países comenzó a gestarse un discurso historiográfico en
el cual se fundaban los reclamos nacionales. Diplomáticos, historiadores y en especial
geógrafos debatían vivamente el tema, acusándose mutuamente de tergiversar los hechos.
El discurso nacionalista territorialista excedía a todas luces a las autoridades nacionales.3
Chile y Argentina firmaron, tras algunos intentos frustrados por llegar a un acuerdo, el
Tratado de límites de 1881, en el cual se estableció, con relación a la zona austral, que
pertenecerán a Chile «todas las islas al sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las
que haya al occidente de la Tierra del Fuego» (citado en Lanús 1984:499). El criterio de
reparto de tierras establecido en el Tratado era claro, no obstante lo cual ambos países
discutían la ubicación del Canal y, por lo tanto, cuáles eran las islas «al sur»: si el Canal
contorneaba la isla Navarino, las islas Picton, Nueva y Lennox se situaban al este y eran
argentinas; pero si, por el contrario, corría al sur de la isla Grande, las tres islas eran
chilenas. Aun cuando el Canal no había constituido un tema de disputa durante la
negociación del Tratado, la zona se transformó en objeto de una disputa limítrofe. En
repetidas oportunidades ambos países intentaron alcanzar algún acuerdo sobre el
diferendo, 4 pero todas las iniciativas culminaron en intentos frustrados, incluidos los Pactos
del sesenta firmados por Alessandri y Frondizzi, 5 quizás el intento más ambicioso y
decidido. En algunos sectores de Chile y Argentina, o en algún rincón del alma de sus
sociedades, permanecía la idea de que los acuerdos de paz se habían logrado sacrificando
una parte esencial de intereses legítimos. Muy pocos acertaban a percibir que las dos
historias de una ‘patria amputada’ no eran compatibles entre sí.

El Cardenal Antonio Samoré, Enviado Especial de Su Santidad, Juan Pablo II, al recibir la
solicitud de mediación formulada por los Gobiernos de la República de Chile y la República
Argentina, pide que dicha solicitud vaya acompañada con el compromiso de que los dos
Estados no recurrirán a la fuerza en sus relaciones mutuas, realizarán un retorno gradual a
la situación militar existente al principio de 1977 y se abstendrán de adoptar medidas que
puedan alterar la armonía en cualquier sector.

Los Cancilleres de ambas Repúblicas. Señor Hernán Cubillos Sallato y Excmo. Señor
Carlos Washington Pastor, dan su acuerdo en nombre de sus respectivos Gobiernos y
firman con el mismo Cardenal seis ejemplares de idéntico tenor.Dado en Montevideo, el día
8 del mes de enero del año 1979.
ACTA DE MONTEVIDEO, DE 8 DE ENERO DE 1979, POR LA CUAL CHILE
Y ARGENTINA SOLICITAN LA MEDIACIÓN DE LA SANTA SEDE EN EL
DIFERENDO AUSTRAL Y SE COMPROMETEN A NO RECURRIR A LA
FUERZA EN SUS RELACIONES MUTUAS

 Invitados por Su Eminencia el Señor Cardenal Antonio Samoré, Representante Especial


de Su Santidad el Papa Juan Pablo II para cumplir una misión de paz aceptada por los
Gobiernos de la República de Chile y de la República de Argentina, se han reunido en
Montevideo los Cancilleres de ambas Repúblicas, Excelentisimo Señor Hernán Cubillos
Sallato y Excelentisimo Señor Carlos W. Pastor, quienes después de analizar el
diferendo y teniendo en consideración;
 Que Su Santidad Juan Pablo II expresó en su mensaje a los Presidentes de ambos
países, el día 11 de diciembre de 1978, su convencimiento de que un exámen sereno y
responsable del problema podrá hacer prevalecer "las exigencias de la justicia, de la
equidad y de la prudencia como fundamento seguro y estable de la convivencia fraterna"
de los dos pueblos;
 Que en la alocución al Colegio Cardenalicio, el 22 de diciembre de 1978, el Santo Padre
recordó las preocupaciones y los votos que ya expresara para la búsqueda del modo de
salvaguardar la paz, vivamente deseada por los pueblos de ambos países;
 Que Su Santidad el Papa Juan Pablo II manifestó el deseo de enviar a las capitales de
los dos Estados un Representante Especial suyo para obtener informaciones más
directas y concretas sobre las posiciones respectivas y para contribuir al logro de un
arreglo pacífico de la controversia;
 Que tan noble iniciativa fue aceptada por ambos Gobiernos;
 Que designado para esta misión de paz Su Eminencia el Cardenal Antonio Samoré ha
mantenido, a partir del dia 26 de diciembre de 1978, conversaciones con las mas altas
Autoridades de ambos países y con sus más inmediatos colaboradores;
 Que el día 1° de enero, en que por disposición Pontificia se celebró la "Jornada Mundial
de la Paz", Su Santidad Juan Pablo II se refirió a esta delicada situación e hizo votos
para que las Autoridades de ambos países con visión de futuro, equilibrio y valentía,
recorran los caminos de paz y pueda alcanzarse, cuanto antes, la meta de una solución
justa y honorable;
 Declaran que ambos Gobiernos renuevan en este Acto su reconocimiento al Sumo
Pontifice Juan Pablo II por el envío de un Representante Especial. Resuelven servirse
del ofrecimiento de la Sede Apostólica de llevar a cabo una gestión y, estimando dar
todo su valor a esta disponibilidad de la Santa Sede, acuerdan solicitarle que actûe como
mediador con la finalidad de guiarlos en las negociaciones y asistirlos en la búsqueda
de una solución del diferendo para el cual ambos Gobiernos convinieron buscar el
método de solución pacífica que consideraron más adecuado. A tal fin se tendrán
cuidadosamente en cuenta las posiciones sostenidas y desarrolladas por la partes en
las negociaciones ya realizadas relacionadas con el Acta de Puerto Montt y los trabajos
a que esta dio lugar;
 Ambos Gobiernos pondrán en conocimiento de la Santa Sede tanto los terminos de la
controversia como los antecedentes y criterios que estimen pertinentes, especialmente
aquellos considerados en el curso de las diferentes negociaciones, cuyas actas,
instrumentos y proyectos serán puestos a su disposición;
 Ambos Gobiernos declaran no poner objeción a que la Santa Sede, en el curso de estas
gestiones, manifieste ideas que le sugieran sus detenidos estudios sobre todos los
aspectos controvertidos del problema de la zona austral, con el ánimo de contribuir a un
arreglo pacífico y aceptable para ambas partes. Estas declaran su buena disposición
para considerar las ideas que la Santa Sede pueda expresar;
 Por consiguiente, con este Acuerdo, que se inscribe en el espíritu de las normas
contenidas en instrumentos internacionales tendientes a preservar la paz ambos
Gobiernos se suman a la preocupación de Su Santidad Juan Pablo II y reafirman
consecuentemente su voluntad conducente a solucionar por vía de la mediación la
cuestión pendiente.

DADO en Montevideo el día 8 del mes de enero del año 1979, y firmado en seis ejemplares de
idéntico tenor.

El Cardenal Antonio Samoré, Enviado Especial de Su Santidad Juan Pablo II, al recibir la
solicitud de mediación formulada por los Gobiernos de la República de Chile y de la República
Argentina, pide que dicha solicitud vaya acompañada con el compromiso de que los dos Estados
no recurrirán a la fuerza en sus relaciones mutuas, realizarán un retorno gradual a la situation
militar existente al principio de 1977 y se abstendrán de adoptar medidas que puedan alterar la
armonía en cualquier sector.

Los Cancilleres de ambas Repúblicas, Excmo. Señor Hernàn Cubillos Sallato y Excmo. Señor
Carlos Washington Pastor, dan su acuerdo en nombre de sus respectivos Gobiernos y firman
con el mismo Cardenal seis ejemplares de idéntico tenor.
Dado en Montevideo, el día 8 del mes de enero del año 1979.

Los conflictos por cuestiones limítrofes entre las naciones sudamericanas se iniciaron en
los mismos procesos de independencia. Desde mediados del siglo xix, tanto Chile como
Argentina se lanzaron a una ardua tarea de recopilación e interpretación de documentos,
cédulas y mapas coloniales con el fin de encontrar un sustento legal a sus reclamos
territoriales. A su vez, en ambos países comenzó a gestarse un discurso historiográfico en
el cual se fundaban los reclamos nacionales. Diplomáticos, historiadores y en especial
geógrafos debatían vivamente el tema, acusándose mutuamente de tergiversar los hechos.
El discurso nacionalista territorialista excedía a todas luces a las autoridades nacionales.3
Chile y Argentina firmaron, tras algunos intentos frustrados por llegar a un acuerdo, el
Tratado de límites de 1881, en el cual se estableció, con relación a la zona austral, que
pertenecerán a Chile «todas las islas al sur del Canal Beagle hasta el Cabo de Hornos y las
que haya al occidente de la Tierra del Fuego» (citado en Lanús 1984:499). El criterio de
reparto de tierras establecido en el Tratado era claro, no obstante lo cual ambos países
discutían la ubicación del Canal y, por lo tanto, cuáles eran las islas «al sur»: si el Canal
contorneaba la isla Navarino, las islas Picton, Nueva y Lennox se situaban al este y eran
argentinas; pero si, por el contrario, corría al sur de la isla Grande, las tres islas eran
chilenas (Garrett 1985). Aun cuando el Canal no había constituido un tema de disputa
durante la negociación del Tratado (cfr. Escudé y Cisneros 2000), la zona se transformó en
objeto de una disputa limítrofe.

CONCLUSIONES

Mediante el Acta de Montevideo, firmada en enero de 1979, «ambos Gobiernos se suman


a la preocupación de Su Santidad Juan Pablo II y reafirman su voluntad conducente a
solucionar por vía de la mediación la cuestión pendiente.

Este compromiso, de vago contenido, cerró una escalada que parecía conducir
indefectiblemente al enfrentamiento militar. La intervención papal detuvo aquello que, en
los primeros días de diciembre de 1978, parecía un destino ineluctable y permitió alcanzar,
en horas cargadas de dramatismo, una instancia de mediación.

Sin embargo, los argumentos centrados en el juego de ofertas y presiones en la mesa


negociadora parecen ser insuficientes para explicar el giro ocurrido a fines de 1978. Aun
cuando la llegada de un representante vaticano, monseñor Samoré, fue un elemento
relevante para alcanzar la mediación, ello fue resultado de los cambios en los equilibrios
internos.

Recién cuando Videla logró reducir la interferencia de actores militares con posiciones más
intransigentes y recuperar el control sobre los canales diplomáticos, la mediación se
transformó en una solución políticamente viable.

No obstante, ello no ocurrió sino tras las frustraciones de las etapas iniciales de la crisis,
cuando los militares argentinos, incluso también los blandos, creían posible imponer a Chile
la supresión del laudo y todos sus efectos.

El Acta de Montevideo, lejos de significar el fin de las tensiones, representó el comienzo de


un nuevo y largo proceso de negociación que recién culminó varios años después con la
firma del Tratado de Paz y Amistad.

No obstante, aunque el proceso de la mediación debió atravesar por innumerables


dificultades que no se resolvieron hasta la caída de la dictadura militar y la llegada del
gobierno de Raúl Alfonsín, las tensiones entre Chile y Argentina jamás volvieron al vórtice
de las vísperas de la Navidad de aquel año.

Bibliografía
Alles, S. M. ( 2011). De la Crisis del Beagle al Acta de Montevideo de 1979.

emol. (10 de 2019). Obtenido de


https://www.emol.com/especiales/tratado_chileargentina/acuerdo_montevideo.htm

wikisource. (22 de 10 de 2019). Obtenido de


https://es.wikisource.org/wiki/Acta_de_Montevideo_entre_Argentina_y_Chile

También podría gustarte