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Reseña Economía
Reseña Economía
Economía Política
Profesor: Albornoz Martín
Año: 2019
Se deberá presentar una reseña de un libro a elección de los presentados al final de
la clase. El escrito, que deberá atender a las especificidades del género, debe
contener:
La extensión del escrito no podrá exceder las diecisiete carillas para el cuerpo
central del trabajo (ficha técnica-desarrollo-conclusión), permitiéndose solamente el
incremento de dicha extensión en 2 carillas (cualquier trabajo que supere la cantidad
enunciada n o será corregido) en hoja tamaño A4, letra Arial tipo 11 e interlineado
sencillo.
La fecha de entrega del mismo será hasta el j ueves 17/10 por medio de la
plataforma sin excepción.
La extraña no-muerte del neoliberalismo
Crouch Colin
Introducción:
Luego de las crisis que atravesaron los distintos modelos económicos a lo largo del S. XX, a
finales del mismo comienza a surgir el neoliberalismo. Este modelo económico se abre
camino tras el fracaso de viejos modelos, y aunque tuvo sus fracasos, supo sostenerse en
el tiempo hasta hoy día en distintas partes del mundo. Lo extraño es que, tras tantas crisis
que lleva cargadas, cualquiera entendería, que así como los modelos anteriores tras sus
fallas fueron reemplazados, el neoliberalismo también debería ser sustituído. Pero
extrañamente, se mantiene en pie y según el autor, goza de una muy buena salud.
¿Cómo es esto posible? En el libro el autor nos da algunas respuestas y casi al final, nos
deja un mensaje a todos los lectores de lo que a su parecer, deberíamos hacer como parte
de la sociedad para “sobrevivir” al neoliberalismo.
Desarrollo:
En el libro el autor nos propone hacer un recorrido, empezando por el Prefacio, donde nos
da una introducción sobre el tema a tratar. Presenta varias cuestiones en el mismo, la
primera que aparece es ¿Por qué los mercados acuden a la ayuda del Estado si el modelo
neoliberal, propone un libre mercado donde el Estado no intervenga?.
Otra cuestión que nos deja en el prefacio el autor es, ¿Cómo es que el neoliberalismo aún
sigue en pie a pesar de haber pasado por un colapso financiero tan fuerte? Más adelante,
plantea un cuestionamiento hacia la relación entre la democracia y el mercado.
Siguiendo por el recorrido que propone el autor, primero nos encontramos con una parte
histórica, que nos hace situarnos en espacio y tiempo sobre los orígenes del neoliberalismo.
Primero aclarando la etimología de la palabra ‘neoliberalismo’ deberíamos aclarar, al igual
que lo hace el autor, que el prefijo ‘neo’ refiere a un concepto que sugiere alguna
innovación. Por esto mismo, primero debe aclararse el concepto de liberalismo antes de
seguir avanzando.
Si bien, la palabra ‘liberalismo’ dicho por el autor, es “escurridiza” como cualquier término
político, podemos sintetizar que se trata de los partidos políticos que representan la
aplicación estricta de los principios del mercado a la vida económica, así como un amplio
sustento a las libertades civiles. Conceptos que suelen adaptarse tanto a ideas de la
izquierda política como a la derecha.
El liberalismo económico nace en los siglos XVII y XVIII en todo Europa y América del
Norte donde los poderes que lideraban los distintos países, no daban lugar a los ciudadanos
comunes, estos no poseían derechos ni libertades y al mismo tiempo sectores comerciantes
se veían afectados por las medidas tomadas por los mismos poderes. Estos entonces,
tenían demandas que fueron dirigidas a todo el poder, sin exigir su desaparición, las
mismas pedían por la división de esos poderes de los distintos sectores, por ejemplo; La
división de la Iglesia de la política y el Estado de la economía.
Estas demandas apuntaban a una restricción del acceso al poder y conseguir libertades
individuales. En resumen, El Liberalismo entiende al Estado como un Estado mínimo
destinado a cumplir funciones básicas para el funcionamiento social, garantizado los niveles
adecuados de paz, seguridad, y armonía, administrar justicia y defensa de los límites
geográficos del Estado.
Si bien las demandas para todos los liberales eran las mismas, el énfasis más en una que
otra, dividió a los mismos.
La división se encrudeció en tiempos de la Segunda Guerra Mundial así como con la
expansión del comunismo en la mitad de Europa, los países que aún mantenían una
economía liberal, cayeron en el uso del poder estatal, tema que el liberalismo clásico no
compartía.
En Estados Unidos, luego de la experiencia del comunismo, la intervención del Estado en
cualquier actividad económica pasó a ser sospechosa y cuestionable, así fue como el
término ‘liberal’ había perdido todo su sentido original. Mientras tanto, en Alemania luego de
la desaparición de Hitler, un grupo de liberales analizaban la forma de establecer una forma
de orden económico que recreara a la burguesía empresarial Alemana, que a su entender,
había sido aplastada por el comunismo, fascismo y políticas intervencionistas del Estado
democrático.
Este grupo de liberales, consideraba que la intervención del Estado no debía suponerse
sospechosa si este servía para salvaguardar la economía de mercado en la que ellos
confiaban. Les atraía la legislación antimonopólica que había implementado Estados
Unidos, por esto mismo, apuntaban a una competencia que estuviese garantizada y
protegida legalmente, es decir, utilizar la ley por lo tanto, el poder del Estado.
Las ideas liberales de este grupo buscaban que el Estado, sólo cumpliera el rol de garante
de la eficacia de las fuerzas del mercado, nada más. Por esto, sus ideas se difundieron por
Estados Unidos, donde pasaron a ser conocidos como “neoliberales”, ya que como
mencionamos anteriormente, el término ‘liberales’ había adquirido una connotación
negativa.
El neoliberalismo nació después de la Segunda Guerra Mundial, siendo una reacción teórica
y política vehemente contra el Estado intervencionista y de bienestar. Hayek, como “padre”
de la teoría del neoliberalismo plantea junto a sus compañeros, que el igualitarismo del
período promovido por el Estado de bienestar, destruía la libertad de los ciudadanos y la
vitalidad de la competencia, de la cual dependía la prosperidad de todos. Ellos
argumentaban que la desigualdad era un valor positivo del que las sociedades occidentales
precisaban.
La llegada de la gran crisis del modelo económico capitalista dio lugar al avance de las
teorías neoliberales que tenía como remedio el mantener un Estado fuerte para romper el
poder de los sindicatos y en el control del dinero, pero parco en gastos sociales y en
intervenciones económicas. La creencia de que una nueva y saludable desigualdad volvería
a dinamizar las economías avanzadas.
“La desigualdad de riquezas e ingresos es la causa de bienestar de las masas, no la causa
del dolor de nadie” (Ludwig Von Mises- “Desigualdad de riqueza e ingresos”- 1955)
En algunos países europeos, por ejemplo Inglaterra, la implementación del neoliberalismo
fue pionera y la más pura.. Los gobiernos de Thatcher contrajeron la emisión monetaria,
elevaron las tasas de interés, bajaron drásticamente los impuestos sobre los ingresos altos,
abolieron los controles sobre los flujos financieros, creadon niveles de desempleo masivo,
aplastaron huelgas, impusieron una nueva legislación antisindical, cortaron los gastos
sociales y se lanzaron a un amplio programa de privatización comenzando con la vivienda
pública pasando a industrias básicas como electricidad, petróleo, agua, gas, etc.
En otros países europeos los gobiernos de derecha, de perfil católico, practicaron un
neoliberalism más cauteloso y matizado que las potencias anglosajonas, manteniendo el
énfasis en la disciplina monetaria y en las reformas fiscales, más que en los cortes drásticos
de los gastos sociales o en enfrentamientos deliberados con los sindicatos.
En EE.UU la prioridad neoliberal era más la competencia militar con la Unión Soviética.
Aunque Reagan redujo impuestos a favor de los ricos, elevó tasas de interés y aplastó la
única huelga seria de su gestión, decididamente no respetó la disciplina presupuestaria, por
el contrario, se lanzó en una carrera armamentística comprometiendo gastos militares
enormes que crearon un déficit público sin precedentes en la historia norteamericana.
América Latina se convirtió en el tercer gran escenario de experimentaciones neoliberales.
Chile encabezó el proceso latinoamericano con las acciones que ya se venían haciendo:
desempleo, privatización, contenciones, etc.; sumándose Bolivia con Víctor Paz Estenssoro;
Argentina con Carlos Menem; México con Carlos Salinas de Gortari; Perú con Alberto
Fujimori y Venezuela con Carlos Andrés Pérez.
Para analizar este retorno de modelo económico, el autor propone primero explorar cuáles
fueron los otros enfoques de modelos económicos-políticos y sociales que se desarrollaron
en el mundo luego de la Segunda Guerra Mundial.
El primer modelo traído por el autor es el momento socialdemócrata, término que viene de
los movimientos de trabajadores anti-capitalistas de fines del siglo XIX.
A partir de la década de 1950 en Suecia y Alemania el partido de los trabajadores pasó a
llamarse “socialdemócrata” abandonando su objetivo formal de la superación del capitalismo
para proclamar que su objetivo era trabajar dentro de una economía caracterizada por el
dominio de la propiedad privada. Incluso, el partido de Alemania tenía un lema que decía
“Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Profundizando en las
ideas de los socialdemócratas, el objetivo era desarrollar una economía que maximice la
eficiencia y al mismo tiempo prevenga fuertes golpes, así como también tenga ciertos
objetivos sociales que no se lograrían sólo con el mercado y limite desigualdades. Ahora
bien, ese modelo que tenía por ingredientes a la gestión keynesiana de la demanda,
estados de bienestar fuertes y relaciones laborales neocorporativistas, el autor pregunta
¿Qué es lo que anduvo mal?
Ya con el neoliberalismo plantado en las políticas económicas de una gran parte mundial,
el autor nos pone un freno, para expresar que como sabemos, el neoliberalismo ubica
dentro de su centro del proyecto las cualidades del mercado, dando por sentado que el
sector privado es una zona homogénea de eficacia pero lo extraño para el autor es que
justamente una característica central del sector privado es su diversidad. Es entonces que
abre el Capítulo II del libro analizando al mercado y sus limitaciones. Primero aclarando lo
que es un mercado puro para luego entrar en las fallas del mismo, dejando en evidencia las
falencias de la teoría económica neoclásica respecto tanto a las fallas del mercado como a
la postura poco realista del modelo con respecto a el papel de las corporaciones gigantes
que dominan los mercados.
Para el autor el papel que ocupan las corporaciones gigantes dentro de un Estado, es un
tema que le preocupa, ya que estas empresas cuentan con dos atributos: el primero es ser
una gran influencia dentro de su mercado como para poder influir en todo el mercado y
utilizarlo para desarrollar cierto dominio, y el segundo es que actúa en más de una
jurisdicción nacional. Estos dos atributos representan una gran preocupación en lo que
respecta a este libro y para el autor, ya que no es sólo en el aspecto económico que estas
corporaciones influyen, sino que también en el aspecto político. Esta crítica apunta
directamente a las innovaciones de la Escuela de Chicago que no hizo nada para resolver
un tema central: el poder económico y el poder político se traducen uno en el otro.
Crouch sostiene que una economía dominada por empresas gigantes empeora las cosas
ya que genera altas concentraciones de riqueza. Y esa riqueza puede ser convertida en
influencia política. La implicancia de este tema en la teoría política es clave si consideramos
a las empresas como organizaciones y no sólo como un nexo de contratos.
En el escrito “Sobre La libertad” John Stuart Mill tenía una visión sobre la libertad en
sentido económico, para él esta no ponía frenos al desarrollo del ser humano y en las
esferas de la política y economía se interpretó como el libre derecho a superarse sin límites,
la sombra del árbol debía ser mayor, lo cual, según el pensamiento marxista, tendía hacia el
desarrollo de relaciones de opresión en las cuales aquellos que se adueñaron de los medios
de producción, porque su libertad se los permitía, iban a estar en capacidades de mandar y
dominar a los más débiles.
Karl Marx dice que este concepto de libertad es propio de la burguesía hija de la Revolución
Industrial, y que, como explica en el Manifiesto del Partido Comunista, radica en la libertad
de comprar y vender, es decir, la libertad de dominar y explotar. Se centra en el individuo y
el interés personal: el derecho de obtener poder y riqueza a costa de los demás, el derecho
de unos de mandar a otros.
De todo lo nombrado anteriormente es de lo que nos habla el autor en el Capítulo III de “La
extraña no-muerte del neoliberalismo” para abrir paso al capítulo siguiente donde encuentra
ya como conclusión el hecho que hay un incómodo rol de la empresa dentro del sistema
social. Existe un debate político que se centra en “Mercado vs Estado”, pero aquí hay un
error, esto no es un debate, las empresas tratan de influir sobre el estado porque necesitan
que esa influencia se revierta para conseguir ventajas en el campo económico. Si bien el
neoliberalismo ha hecho concesiones al lugar del Estado dentro del mercado, al recalcar la
incómoda relación que hay entre uno y otro, busca la retirada completa del Estado. En la
mayor parte de los países que practican el neoliberalismo, no dejan de ser democráticos y
para su plenitud aceptan el papel del Estado dentro del mercado. Aunque al mismo tiempo
las interacciones son dudosas entre estos, ya que la línea entre un Estado proveedor de
servicios a uno que subcontrata a firmas privadas es delgada.
Con el gobierno de Carlos Menem se llevó adelante el más audaz y radicalizado proceso de
ajuste del aparato estatal: Se privatizaron empresas de aeronavegación, teléfonos,
generación y distribución de electricidad, distribución y transporte del gas, empresas
petroquímicas, ferrocarriles, acerías, fábricas militares, empresas carboquímicas, YPF,
Correo Argentino, y aeropuertos.
Uno de los principales problemas de todo el período es la inflexibilidad a la baja del gasto
público y la permanente evasión fiscal, lo que obliga a constantes ajustes y recortes
indiscriminados y las sucesivas negociaciones con el FMI. El principal componente del
gasto público es el Sistema de Seguridad Social (SSS). Así, en el período 1991-1994,
mientras el gasto del Sector Público Nacional, respecto del gasto total, desciende del 27%
en 1991, al 21% en 1994, las erogaciones al SSS aumentan del 24% al 31% en el mismo
período. De allí que uno de los objetivos de la llamada “Segunda Reforma del Estado”, fuera
la reducción de estas erogaciones, así como el reordenamiento y recorte de gastos de las
provincias.
El acuerdo con el FMI en Agosto de 1997, encaminado a destrabar las negociaciones,
impuso nuevos recortes del gasto público.
Durante la gestión estatal de los servicios, las tarifas estaban sujetas a determinaciones
políticas; eran usadas como mecanismos de regulación inflacionaria o de redistribución de
ingresos entre los sectores sociales. Se mantuvieron muy deprimidas hasta el momento de
la privatización, elevándose antes de entregar las empresas a los privados; dichos casos
fueron las privatizaciones de teléfonos, transporte aéreo, rutas concesionadas y
ferrocarriles.
Otro aspecto significativo del proceso privatizador es que no se garantizó que previamente
quedara establecida una regulación efectiva, tanto en lo que respecta a los marcos
regulatorios como a los entes. Porque la regulación, debía ser una actividad residual y
mínima.
Mientras que el servicio telefónico, aerolíneas y el sector ferroviario fueron privatizados sin
que existiera un marco regulatorio para la actividad, ni la conformación del Ente, las
privatizaciones en el sector del gas y la electricidad fueron realizada una vez sancionados
por ley los marcos, pero antes de constituirse los entes respectivos.
Otro aspecto relevante de los déficit regulatorios es la permanente negociación de los
contratos de casi la totalidad de los servicios privatizados.
La relativa concentración económica y el desbalance del poder social es otra cuestión que
trae aparejado el proceso privatizador argentino. Desinversión productiva,
desindustrialización, pérdida del poder relativo de los trabajadores, de sus organizaciones
sindicales y de las instituciones estatales sostenedoras del “compromiso” estatal de
socialización de la fuerza de trabajo.
La concentración económica tiene la característica de que varios de los grupos inicialmente
se diversificaron en distintos rubros, integrándose en un amplio espectro de actividades de
producción de bienes y servicios que les otorgó una capacidad de negociación adicional.
Este grado de concentración al interior de las empresas privatizadas y respecto al tipo y
cantidad de actividades involucradas, redunde en la debilidad estatal para imponer reglas
favorables al conjunto de la sociedad.
El poderío de los grupos más concentrados se ejemplifica también en la gran debilidad de la
difusión de la propiedad accionaria a través del mercado de capitales, lo que oportunamente
fue propagandizado como “capitalismo popular”. En la Ley de Reforma del Estado se
estableció como requisito para la privatización, la reserva de un 10% del capital accionario
en manos de los trabajadores.
El proceso de desmantelamiento del sector público empresario (vía privatizaciones) y de
descentralización hacia las provincias de la infraestructura social del Estado Nacional,
implicó una profunda “racionalización de personal” que ha significado una pérdida de capital
humano y de “saber hacer” invalorables.
La racionalización del personal de las empresas públicas y en la administración central,
implicó la drástica reducción de alrededor de 535.000 puestos de trabajo entre 1985 y 1989,
pero esta cantidad creció aún más con los despidos de personal de las empresas ya
privatizadas.
Se compensó a los empleados despedidos, a los que solo se indemnizó sin brindarles
posibilidades de capacitación y reinserción laboral.
Hubo un aumento en los índices de desocupación, 16% en Mayo de 1997.
La flexibilización laboral no supuso una adaptación a las nuevas condiciones tecnológicas
del trabajo, ni fue impuesta por mejoras organizacionales para aumentar la productividad
laboral. La desocupación y la precarización laboral, constituyeron una respuesta
disciplinadora muy fuerte del polo del capital.
Las políticas de flexibilización laboral, de reforma del Estado y privatizaciones, significan un
avance sobre las conquistas históricas de las clases subalternas que lograron cristalizar en
instituciones estatales.
Los regímenes políticos según Dahl son el conjunto de reglas que determinan el acceso y
ejercicio del poder político. La democracia es el gobierno del pueblo (demos=pueblo-
cracia=poder) y esta se funda de dos premisas: La primera es la autodeterminación que es
la capacidad de los individuos de su propia ley “cada uno es su mejor juez”. Y en segundo
lugar, la igualdad, donde se plantea que todos los bienes e intereses no valen más que otro.
Ahora bien, en el libro de Colin Crouch vemos como las grandes empresas tenían planteos
para la democracia ya que estas eran políticamente activas. En el Capítulo VI el autor
analiza los problemas planteados a la democracia por estas grandes empresas. Como se va
dilucidando en los capítulos anteriores, el autor en este punto profundiza como las
empresas, más allá de que exista una política democrática, y los ciudadanos sean los
sujetos de derecho, las empresas, corporaciones también tienen un poder político que
influye directamente en los gobiernos y se convierten en portadoras de los valores de una
sociedad.
Si bien hay una triada entre mercado, estado y sociedad, en este capítulo se profundiza
más bien en la sociedad civil y el autor pregunta entonces, ¿Dónde encaja y cómo se
relaciona con el espacio de los Estados y la política?
Para esto, Hannah Arendt diría que si bien la esfera pública, donde se centra la política,
contiene la historia, la pluralidad, la inmortalidad,la felicidad, la igualdad y el poder. Si esta
se pierde, como en la modernidad, como en este caso, el sujeto es privado de todo lo que
implica la esfera pública, por lo tanto se pierde de ser zoon-politikon.
Primero que nada es importante aclarar, que Colin Crouch en este libro no intenta
convencer a nadie de que el neoliberalismo es malo o bueno. Tampoco encontramos una
respuesta concreta sobre la “pregunta” de su título, si es que la tomamos a modo de
pregunta. El autor nos propone una recorrida primero podemos decir histórica, y luego nos
hace profundizar en distintos conceptos que a su entender, son importantes para el tema.
Por esto mismo, en casi el final de la segunda parte del libro este toma puntos importantes
que nos van acercando a su conclusión final.
El autor se interesa por el papel de los distintos actores de una sociedad: Las
corporaciones, empresas, para el autor no tienen ningún tipo de responsabilidad para con la
sociedad, para él, si bien pueden ser tomadas como partes de la sociedad y su influencia en
ella es importante, estas no tienen para con ningún ciudadano una responsabilidad y el
Estado es quién se ocupa -o debería ocuparse- de los asuntos que hacen que exista un
lazo entre ciudadanos- corporaciones, donde esa interacción debe ser protegida por el
Estado, que sí tiene un deber para con la sociedad civil, como guardián de sus derechos.
Según Weber, los sujetos internalizan la dominación que se ejerce sobre ellos, se genera
una legitimación del poder. El sentido de las relaciones entre los sujetos, lo que respecta a
Weber, le interesa el sentido mentado de las acciones,sus finalidades ya que estos después
van a actuar en consecuencia de las políticas impuestas por el Estado.
Si las relaciones son tradicionales, los sujetos actuarán en pos de seguir conservando el
orden establecido.
Los actores son los políticos, pero estos son representantes de los sujetos y tienen
aspiraciones de influir en el Estado. Esto afecta directamente a los a los sujetos ya que
representarán o no sus intereses.
En este punto es interesante también como el autor remarca la gran influencia que pueden
llegar a tener las corporaciones dentro de los Estados, por ejemplo, sus financiaciones a
campañas de gobierno o partidos políticos. Dejando entrever la intención de las grandes
corporaciones con estas acciones. El autor es muy explícito contando sobre el lobbying, de
qué se trata y cuál es el papel real de las corporaciones.
Para este punto, es interesante traer a Norberto Bobbio, en su escrito “El futuro de la
democracia” donde se plantea que el estado liberal y el estado democrático son
interdependientes ya que el liberal sobre el democrático es necesario para que si esas
libertades son violadas el pueblo pueda actuar y el democrático sobre el liberal porque esas
libertades son importantes para la democracia. Y el autor Bobbio también agrega que hay
algunas promesas de la democracia que deberían existir pero en el liberalismo son difíciles
de cumplir, a estas las llama “falsas promesas” y una de ellas es justamente, el poder
invisible que existe, donde hay grupos que se manejan en la sombra y toman decisiones no
democráticamente (logias, mafias, serv. secreto, corporaciones) que difieren con la toma de
decisiones públicas.
Sin desalentar a pesar de lo contado anteriormente, el autor no dice que todo esté perdido.
Llamando a la sociedad civil como lo integrado por los partidos políticos, las religiones, los
grupos activistas, el sector de beneficencia y las profesiones, tienen mucho por hacer ya
que en ellas se encuentra la diversidad y espacios para manifestar las diferencias a pesar
de la dominación que imparte el Estado y las empresas a toda la sociedad.
Estos sectores de la sociedad civil nombrados anteriormente están en gran parte
impulsados por valores, y el campo de -valores- es un terreno bueno para librar una batalla
contra la dominación de las empresas y el Estado, ya que ambos carecen de alguna u otra
manera de ellos. Ya que son los valores los que impulsan a las acciones por parte de la
sociedad colectiva, por ejemplo, protestas o huelgas, estos actores son importantes para el
autor.
Aquí podemos utilizar a Ranciere, este autor propone una visión no tan alejada tampoco de
lo que nos habla el autor de nuestro libro. Si bien Ranciere profundiza mucho más sobre los
actores que nombra Colin Crouch es pertinente destacar sus atribuciones sobre el tema:La
política para Ranciere no es el proceso de gobernar, sin el acto de un sujeto que irrumpe
ese proceso. Esto es conflicto constante donde hay un foné, que es el sonido que emiten
los que no tienen voz y un logos que son quienes tienen el dominio de la escena política.
Piensa la política fuera de lo estatal. Esta tiene que visibilizar el desacuerdo y la
desigualdad entre la parte visible y la marginada, quien debe entrar en escena.
A los procesos de gobierno mediante los cuales se organizan los poderes y se distribuyen
los lugares y las funciones sociales así como la legitimación de esas organizaciones y
distribución la denomina policía.
La policía opera mediante la lógica del fundamento/mandato que convierte las técnicas y las
posiciones de gobierno en leyes naturales del orden social, según las cuales existen sujetos
destinados a mandar y otros a obedecer. La policía es ante todo, una regla que define el
aparecer de los cuerpos.
El proceso policial es el proceso de la igualdad, la política es el encuentro entre ambas
lógicas contradictorias.
La desconstrucción es la política y la policía es esencialmente deconstruíble. Nada asegura
que la política tenga efectivamente un lugar y si lo tiene, su aparición es intermitente. La
política se opone a la policía, pero, tras su interrupción y desaparición, da lugar a un nuevo
orden social.
Conclusión:
Siguiendo por lo dicho por Ranciere, podemos encontrar cierta similitud entre este y la
conclusión que nos deja Colin Crouch en “La extraña no-muerte del neoliberalismo”. Este
dice “La sociedad civil será más fuerte cuando desafíe al Estado y a las empresas gigantes,
iglesias, organizaciones de voluntarios, profesionales y otros participantes del fragmentado
mundo de los valores. Y cuando más se les reclame que participen en un diálogo pluralista
que escapa a su control”. Se necesita entonces, una sociedad que ejerza de equilibrio frente
a los poderes empresariales.
El autor no niega que el poder que puede ejercer la sociedad es mínimo y casi inocuo ante
el poder del Estado y las grandes corporaciones pero no por eso debe darse por vencida.
Por el contrario, cada vez se debe ejercer más presión de los diversos lugares que se
pueda porque justamente eso es lo que enriquece a las sociedades y hace que no caiga en
la plena dominación del poder corporativista y estatal.
A mi parecer personal, la conclusión del autor deja con sabor a poco. Hasta llanamente se
podría interpretar como conformismo, aunque el autor no haya querido expresar ese tipo de
sentimiento. Entendiendo todos los puntos que se ven a través del libro; que el
neoliberalismo es un modelo fuerte y cada vez se convierte en aún más, y que no hay
tampoco otro modelo que convenza para que sea reemplazado. También recalcando que si
las grandes corporaciones son las que, delicadamente y silenciosamente manejan el mundo
y este modelo económico político es con el que más beneficiadas se vieron en la historia, no
existe nada ni nadie que pueda cambiarlo. Pero entendiendo estos puntos, es importante
igualmente no dejar de pensar ideas y estrategias para cambiar realmente algo, no
conformarnos con simplemente pequeños cambios.
Bibliografía:
Arendt, Hannah “La condición humana”, 1958