Escansión - Textos de J. Lacan, J. A. Miller, D. Rabinovich, J. C. Cosentino y Otros PDF

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ESCANSION

NUEVA SERIE

PUBLICACION PSICOANALITICA

LA ESCUELA • • • • •
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TEXTOS INSTITUCIONALES
DE ACQUES ACAN
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ESCANSION
NUEVA SERIE

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FUENTES

J. Lacan, Acte de fondation et autres textes, Annuaire 1982 de I'École


de la Cause freudienne.
P. Valas, Frcud el la perversion, Omicar?, N° 39, Navarin Éditcur,
París, 1986.
M. Mazzotti, Le passeggiate di una fobica, La psfcoanalis� N° 2, Roma,
1987.
A. fyi erlet, Le cachet(é} de l'interprétation, Omicar?, N" 40, Navarin
Editcur, Paris, 1987.

TRADUCCJON

Irene Agoff: Textos institucionales de J. Lacan (con excepción


de Un Otro falta) y Microscopia, J.-A. Miller.
Julteta Sucre: Un Otro falta, J. Lacan.
Diana S. Rabinovich: Freud y la perversión, P. V alas.
Beatriz E. Udenlo: Los paseos de una fóbica, M. Ma7.zottt.
Graclcla Brodsky: El cachet(é} de la Interpretación, A. Mcrlct.
Martín de Santos: Tópicos en la psicosis, S. Schneidcrman.

Diseño de tapa: Gustavo Macri

Hecho el depósito que marca la k-y 11.723


Impreso en Argentina

© 1989, Fundación del Campo Freudiano - Ediciones


Manantial SRL

Los textos de Jacques Lacan son publicados


con el acuerdo de J.-A. Miller ©Derechos reservados

ISBN 950-9515-39-6

Prohibida su reproducción total o aparcial


Derechos reservados

Avda. de Mayo 1365, local 3. Buenos Aires, Argentina


Tel. 37-7091

MANAN11AL
ESCANSION
NUEVA SERIE

INDICE

5 PRESENTACION

JACQUES Ú\CAN, TEXTOS INSTITUCIONALES

8 Acta de fundación.
11 Nota acUunta.
14 Preámbulo.
17 Para el Anuario.
18 Carta de disolución.
20 Un otro falta.
22 Carta al diario Le Monde.
22 Decolaje o despegue de la Escuela.
25 El señor A
29 Carta para la Causa freudiana.
30 Primera carta del foro.
30 Segunda carta del foro.

ESTUDIOS FHEUDIANOS

31 Juan Carlos Cosenttno. Escenas sexuales infantiles.


40 Diana S. Rabinot,ich. El carácter en la obra freudiana.
48 Pat1ick Valas. Freud y la perversión.

CONTRIBUCIONES

65 Diana Etinger de Alvan?"¿, Sobre el final de análisis. De la clínica a la


teoría.
77 Luis Emeta, La ilusión de un porvenir.
83 Jacques-Alatn MiUer. Microscopía.
98 Stuart Schneiderman. Tópicos en la psicosis (Sobre la nominación).

TRAYECTORIAS PSICOANALITICAS

103 Diana Etinger. Marle Langer.

CASOS CLINICOS

109 Adriana Luka, Loco . . . pero no psicótico.


115 Mauricio Mazzotti. Los paseos de una fóbica.
121 Alatn Merlet, El cachei(é) de la interpretación.
126 Gerardo Réqutz. César y los espíritus.
131 Nora Stlvest1i, Ricardo D. Se/des. La urgencia del sujeto.

135 TEifl'lJI.IA DI•: LECTOI�}o;s


FUNDACION DEL CAMPO FREUDIANO
EN ARGENTINA

CONSEJO INSTITUCIONAL

Ateneo Freudiano de Mendoza: Luz Casenave


Ateneo Psicoanalítico de Córdoba: Gerardo Mansur
Biblioteca Internacional de Psicoanálisis: Anlbal Leserre
Centro de Estudios Psicoanaliticos S. Freud: Marta Gerez Ambertín
Sociedad Psicoanalittca de Bs. As.: Juan Carlos lndart
Semlnalio Lacanlano Bs.As.: Javier Aramburu
Simposio del Campo Freudiano Bs. As.: Ricardo Nepomiachi
Osear Sawicke

CONSEJO ASESOR

Juan C. Cosenttno, Luis Emeta,


Diana Ettnger de Alvarez, Diana S. [mbinovich

COMITE EDITORIAL

Samuel Basz, Dudy Bleger, Gracicla Brodsky,


Germán L. Garcia, Juan C. Indart, Jorge Kahanoff,
Carlos A.de Santos (Secretario de redacción)

Redacción: Riobamba 911 P.B., Bs.As., Tel. 41-3690


PRESENTACION

l.mego de un lapso. Escansión -Nueva serie- retorna. Lo hace en un


nuevo contexto: forma parte de la red Scüícet II. red de revistas que,
cada una en su estilo y a su manera, prosigue un trabajo en el cam­
po del psicoanálisis, tal como lo trazaron Freud y Lacan, en distintos
lugares del mundo. Así, no se reconocerá a esta red en función de un
nombre común. Wo es war en Yugoeslavia, El analitícón en España,
Ornicar? en Francia, la Newsletter oj the Freudian Field en los
Estados Unidos, Falo en Brasil, La psicoanalisi en Italia, y otras
conforman esa red que se reúne por su pertenencia a Scilícet II.

Escansión retorna también con una nueva función. La de ser la re­


vista del Campo Freudiano en la Argentina. Su Consejo Institucional
lo indica, así como manifiesta también una nueva geografía del Cam­
po Freudiano en nuestro país.

Escansión anhela. pues, plasmar la intersección entre esa red in­


terna, característica de la Argentina y esa otra red que la reúne y le
permite converger con la producción que la transferencia de trabajo
genera en el ámbito de: la FutHiación del Campo Freudiano.
JACQUESJjCAN
TEXTOS INSTITUCIONALES
ACTA DE FUNDACION
21 de junio de 1964

F undo -tan solo como siempre he estado en mi relación con la cau­


sa psicoanalitica- la Escuela Francesa de PsicoanáliSis, cuya direc­
ción ejerceré, personalmente. durante los cuatro años venideros,
pues nada en el presente me impide responder por ella.
Es mi intención que este título represente al organismo en el que
debe cumplirse un trabajo -que. en el campo que Freud abrió, res­
taure el filo cortante de su verdad- que vuelva a conducir a la praxis
original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que
le toca en nuestro mundo- que, mediante una crítica asidua, denun­
cie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso
al degradar su empleo.
Este objetivo de trabajo es indisoluble de una formación que ha de
diSpensarse en ese movimiento de reconquista. Es decir que están
habilitados para ella de pleno derecho aquellos a quienes yo mismo
formé y están invitados todos quienes puedan contribuir a poner a
prueba lo bien fundado de esta formación.
Quienes acudan a esta Escuela se comprometerán a desempeñar
una tarea sometida a un control interno y externo. A cambio, pueden
contar con que nada será escatimado para que todo cuanto hagan de
válido tenga la repercusión que merece y en el lugar que convenga.
Para la ejecución del trabajo, adoptaremos el principio de una ela­
boración sostenida en un pequeño grupo. Cada uno de ellos (tenemos
un nombre para designar a estos grupos) se compondrá de tres per­
sonas como mínimo, de cinco como máximo. cuatro es la justa medi­
da. MAS UNA encargada de la selección, la discusión y el destino que
se reservará al trabajo de cada uno.
Tras cierto tiempo de funcionamiento, se propondrá a los elemen­
tos de un grupo permutarse en otro.
La labor de dirección no constituirá un cacicazgo cuyo servicio una
1EXTOS INSTITUCIONALES 9

vez prestado se capitalizarla para el acceso a un grado superior y na­


die se considerará retrogradado por volver al rango de un trabajo de
base.
Por la razón de que toda empresa personal reinstalará a su autor
en las condiciones de crítica y control bajo las que todo trabajo conti­
nuo estará sometido en la Escuela.
Esto no implica en modo alguno una jerarquía cabeza abajo, sino
una organización circular cuyo funcionamiento, fácil de programar,
se afianzará con la experiencia.
Constituimos tres secciones, cuya marcha atenderé con dos cola­
boradores que me secundarán en cada una.

l. Sección de psicoanálisis puro, o sea praxis y doctrina del psicoa­


nálisis propiamente dicho, el cual es y no es más que -lo que se esta­
blecerá en su oportunidad- el psicoanálisis didáctico.
Los problemas de urgente planteo acerca de todos los desenlaces
del didáctico podrán abrirse aquí la senda mediante una confronta­
ción sostenida entre personas con experiencia del didáctico y candi­
datos en formación. Fundándose su razón de ser en lo que no se de­
be velar: esto es, la necesidad que resulta de las exigencias profesio­
nales cada vez que éstas llevan al analista en formación a asumir
una responsabilidad por muy poco analítica que ésta sea.
En el interior de este problema, y como un caso particular. debe si­
tuarse la entrada en control. Preludio para definir este caso según
criterios que sean diferentes de la impresión de todos y del prejuicio
de cada uno. Pues se sabe que ésta es actualmente su única ley,
mientras que la violación de la regla implicada en la observancia de
sus formas es permanente.
Desde el comienzo y en todos los casos, un control calificado se
asegurará en este marco al practicante que esté realizando su forma­
ción en nuestra Escuela.
Serán propuestos al estudio así instaurado los rasgos por los que
yo mismo rompo con los estándares afirmados en la práctica didácti­
ca. así como los efectos que se imputan a mi enseñanza sobre el cur­
so de mis análisis cuando se da el caso en que, a título de alumnos,
mis analizados asisten a ella. Se incluirá, si es preciso, los únicos im­
passes a ser tenidos en cuenta de mi posición en una Escuela como
ésta: a saber, los que la inducción misma a que apunta mi enseñan­
za, engendrarla en su trabajo.
Estos estudios. cuyo aspecto saliente es el cuestionamiento de la
rutina establecida, serán recopilados por el directorio de la sección
que velará por las vías más propicias para sostener los efectos de su
solicitación.
Tres subsecciones:
-doctrina del psicoanálisis puro,
10 JACQUES LACAN

- crítica interna de su praxis como formación.


- control de los psicoanalistas en formación.
Establezco finalmente como principio de doctrina que esta sección,
la primera. como también aquella cuyo destino formularé en el titulo 3,
no se detendrá para su reclutamiento en la calificación médica. al no
ser en sí mismo el psicoanálisis puro una técnica terapéutica.

2. Sección de psicoanálisis aplicado, lo que quiere decir de terapéu­


tica y de clínica médica.
Serán admitidos en ella grupos médicos. estén compuestos o no de
sujetos psicoanalizados, por poco que se hallen en condiciones de
contribuir a la experiencia psicoanalítica: mediante la crítica de sus
indicaciones en sus resultados. - por la puesta a prueba de los tér­
minos categóricos y de las estructuras que en ellos introduje como
sustentos de la recta línea de la praxis freudiana. -esto en el examen
clínico. en las definiciones nosográficas. en la posición misma de los
proyectos terapéuticos.
También aquí, tres subsecciones:
- doctrina de la cura y de sus variaciones.
- casuística,
-irúormación psiquiátrica médica y prospección médica.
Un directorio que autentifique cada trabajo como de la escuela y
cuya composición excluya todo compromiso preconcebido.

3. Sección de recensión del campo freudiano.


Atenderá primeramente el irúorme y la censura crítica de todo
cuanto ofrezcan en este campo las publicaciones que se pretenden
autorizadas en él.
Se dedicará a poner en claro los principios por los que la praxis
analítica debe recibir en la ciencia su estatuto. Estatuto que, por más
particular que deba. finalmente. reconocérsele. no podría ser el de
una experiencia inefable.
Convocará, por último, a instruir nuestra experiencia así como a
comunicarle, aquello que del estructuralismo instaurado en ciertas
ciencias puede aclarar aquél cuya función demostré en la nuestra.
- en sentido inverso. aquello que de nuestra subjetivación estas mis­
mas ciencias pueden recibir como inspiración complementaria.
En el límite, se requiere una praxis de la teoría sin la cual el orden
de afinidades que trazan las ciencias que llamamos conjeturales,
quedará a merced de esa deriva política que se empina en la ilusión
de un condicionamiento universal.
Nuevamente, pues, tres subsecciones:
-comentario continuo del movimiento psicoanalítico.
-articulación con las ciencias afines.
-ética del psicoanálisis, que es la praxis de su teoría.
"ffiXTOS INSTITUCIONALES 11

Los fondos financieros constituidos primero por la contribución de


los miembros de la Escuela, por la subvenciones que ésta obtendrá
eventualmente, y aun por los servicios que prestará como Escuela,
estarán enteramente destinados a su esfuerzo de publicación.
En primera fila, un anuario reunirá los títulos y el resumen de los
trabajos, cualquiera que sea el medio en que se hayan publicado, de
la Escuela, anuario donde figurarán a su simple petición todos quie­
nes hayan colaborado con ella.
Se adherirá a la Escuela presentándose a ésta en un grupo de tra­
bajo constituido como hemos dicho.
La admisión al comienzo será decidida por mí mismo sin que yo
tenga en cuenta las posiciones tomadas por quienquiera en el pasado
respecto de mi persona, seguro como estoy de que quienes me deja­
ron, no soy yo quien está resentido con ellos, sino que son ellos quie­
nes estarán cada vez más resentidos por no poder retractarse.
Mi respuesta. por lo demás, apuntará tan sólo a lo que pueda yo
presumir o constatar según méritos acerca del valor del grupo y del
lugar que éste pretenda ocupar primeramente.
La organización de la Escuela, conforme el principio de rotación
que he indicado, será fijada por una comisión aprobada por una pri­
mera asamblea plenaria que se reunirá dentro de un año. Esta comi­
sión la elaborará según la experiencia recorrida al vencer el segundo
año, cuando una segunda asamblea tendrá que aprobarla.
No es necesario que las adhesiones abarquen el conjunto de este
plan para que funcione. No necesito una lista numerosa. sino traba­
jadores decididos. como ya lo sabía de antemano.

NOTA ADJUNTA

Este acta de fundación considera nulos simples hábitos. Pareció sin


embargo dejar abiertas ciertas preguntas a quienes estos hábitos ri­
gen todavía.
Una guía para el usuario, de siete títulos, da aquí las respuestas
más solicitadas, - a partir de ellas se supondrán las preguntas que
ellas disipan.
l. Del dídacta
Un psicoanalista es didacta, por haber hecho uno o varios psicoa­
nálisis que han demostrado ser didácticos.
Se trata de una habilitación de hecho, que siempre se produjo así
en realidad y que sólo depende de un anuario que ratifica hechos, sin
siquiera pretenderse exhaustivo.
Se hace caducar el uso del consentimiento de los pares por haber
permitido la muy reciente introducción de lo que se llama "la lista",
desde el momento en que una sociedad pudo utilizarla para fines que
12 JACQUES LACAN

desconocen de la manera más patente las condiciones mismas del


análisis a emprender tanto como del análisis en curso.
Condiciones entre las cuales la esencial es que el analizado sea li­
bre de elegir a su analista.
2. De ·la candidatura a la Escuela
Una cosa es la candidatura a una Escuela, otra cosa la calificación
de un psicoanálisis didáctico.
La candidatura a la escuela exige una selección que se regulará se­
gún sus metas de trabajo.
Al comienzo estará a cargo de un simple comité de recepción, lla­
mado Cardo, es decir gozne en latín, lo que indica su espíritu.
Recordemos que el psicoanálisis didáctico sólo se exige para la pri­
mera sección de la Escuela, si bien es deseable para todas.
3. Del psicoanálisis didáctico
La calificación de un psicoanálisis como didáctico se practicó has­
ta el presente mediante una selección, bastando constatar para juz­
garla que, desd� que dura, no permitió articular ninguno de sus
principios.
Nadie tiene posibilidad ya de deslindarse en el futuro, salvo si rom­
pe primero con un uso que se ofrece a la irrisión.
El único principio cierto que se puede plantear y tanto más porque
se lo ha desconocido, es que el psicoanálisis se constituye como di­
dáctico por el querer del sujeto y que éste debe estar advertido de que
el análisis pondrá en duda ese querer, conforme vaya acercándose al
deseo que encubre.
4. Del psicoanálisis didáctico en la participación en la Escuela
Aquellos que emprenden un psicoanálisis didáctico lo hacen de
motu propio por propia elección.
El título 1 de esta nota implica incluso que pueden hallarse en po­
sición de autorizar a su psicoanalista como didacta.
Pero la admisión en la Escuela les impone la condición de que se
sepa que han iniciado la empresa, dónde y cuándo.
Pues la Escuela, cualquiera sea el momento en que el sujeto entra
en análisis, tiene que sopesar este hecho con la responsabilidad que
no puede rehusar de sus consecuencias.
Es constante que el psicoanálisis tenga efectos sobre toda práctica
del sujeto que en él se compromete. Cuando esta práctica procede,
por muy poco que sea, de efectos psicoanalíticos, resulta para él que
los engendra en el lugar en que tiene que reconocerlos.
Cómo no advertir que el control se impone en cuanto surgen estos
efectos y ante todo, para proteger de ellos a aquel que ocupa allí la
posición de paciente.
Algo de una responsabilidad que la realidad impone al sujeto,
cuando es practicante, asumir por su cuenta y riesgo está en juego
aquí.
TEXTOS INSTmJCIONALES 13

Fingir ignorar este hecho es la increíble función que se conserva en


la práctica del análisis didáctico: se sobreentiende que el sujeto no
practica o que viola con su obrar una regla de prudencia, incluso de
honestidad. Que observando esta regla el sujeto acabe faltando a su
función, no está fuera de los límites de lo que sucede, como se sabe,
por otra parte.
La Escuela no podría abstraerse de este desastroso estado de co­
sas, en razón misma del trabajo que está destinada a garantizar.
Por eso prestará los controles que convienen a la situación de cada
uno. haciendo frente a una realidad, de la que forma parte el acuerdo
del analista.
Inversamente, una solución insuficiente podrá motivar para ella
una ruptura de contrato.
5. Del compromiso en la Escuela
Por dos accesos se compromete uno ahora en la Escuela.
l. El grupo formado por elección mutua según el acta de funda­
ción y que se llamará cartel. se presenta para mi aceptación con
el título del trabajo que cada uno espera cumplir en él.
2. Los individuos que quieran hacerse conocer por cualquier pro­
yecto, hallarán el camino útil ante un miembro del Cardo: los
nombres de los primeros en aceptar el cargo a mi solicitud, se
publicarán antes del 20 de julio. Yo mismo dirigiré hacia uno de
ellos a quien así me lo demandase.
6. Del estatuto de la Escuela
Mi dirección personal es provisional, aunque prometida por cuatro
añ.os. Me parecen necesarios para la puesta en marcha de la Escuela.
Si su estatuto jurídico es desde ahora el de la asociación declarada
bajo la ley de 1901, creemos primero tener que integrar en su movi­
miento el estatuto interno que será, en un plazo fijado, propuesto al
consentimiento de todos.
Recordemos que la peor objeción que pueda hacerse a las Socieda­
des de forma existente, es el agotamiento del trabajo. manifiesto has­
ta en la calidad, que causan entre los mejores.
El éxito de la Escuela se medirá por la presentación de trabajos
que sean admisibles en su lugar.
7. De la Escuela como expertencta inaugural
Este aspecto se impone sobradamente, pensamos, en el acta de
fundación, y dejamos a cada cual la tarea de descubrir sus promesas
y sus escollos.
A quienes puedan interrogarse sobre lo que nos guía, les revela­
mos su razón.
La enseñ.anza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto
al otro sino por las vías de una transferencia de trabajo.
Los "seminarios". incluido nuestro curso de Altos Estudios, nada
fundarán si no remiten a esa transferencia.
14 JACQUES I.ACAN

Ningún aparato doctrinario, y en particular el nuestro, por propicio


que sea a la dirección del trabajo, puede prejuzgar sobre las conclu­
siones que serán su resto.

PREAMBULO

Esta fundación, se puede plantear en primer término la cuestión de


su relación con la enseñanza que no deja sin garantía la decisión de
su acto.
Se postulará que. por calificados que estén quienes se hallen en
condiciones de discutir allí esta enseñanza, la Escuela no depende de
ella y tampoco la dispensa. ya que ella prosigue en el exterior.
Si para esta enseñanza, en efecto, la existencia de una audiencia
que todavía no la ha valorado, se reveló en el mismo vuelco decisivo
que impuso la Escuela, importa tanto más señalar qué los separa.
Escuela Freudiana de París, - este título mantenido en reserva eri
el acta de fundación, anuncia a las claras las intenciones de las que
procede, a quien se atiene a sus términos.
Omitamos el lugar desde el que se reasume. no sin méritos para
hacerlo, con el escudo de origen el desafío que conlleva, ya saludado
por Freud: la Escuela se afirma primeramente freudiana, dado que
- si hay una verdad que, sin duda, se sostiene en una presencia que
paciente la reitera. cuyo efecto devino conciencia del área francesa -
el mensaje freudiano sobrepasa de lejos en su radicalidad el uso que
de él hacen los practicantes de obediencia anglófona.
Aun si se echa mano en Francia y en otras partes a una práctica
mitigada por el torrente de una psicoterapia asociada a las necesida­
des de la higiene social, - es un hecho que ningún practicante deja
de mostrar su molestia o su aversión, incluso irrisión u horror, a me­
dida que se ofrecen ocasiones de sumergirse en el lugar abierto don­
de la práctica aquí denunciada asume forma imperialista: conformis­
mo de la mira, barbarismo de la doctrina, regresión acabada a un
psicologismo puro y simple. - todo ello mal compensado por la pro­
moción de un clero fácil de caricaturizar, pero que en su compunción
es cabalmente el resto que da fe de la formación por la cual el psicoa­
nálisis no se disuelve en lo que propaga.
Este desacuerdo, ilústreselo con la evidencia que surge al pregun­
tar si no es cierto que en nuestra época el psicoanálisis está en todos
lados. mas los psicoanalistas en otra parte.
Pues no en vano puede uno sorprenderse de que el mero nombre
de Freud, con la esperanza de verdad que lleva sea considerado por
enfrentarse con el nombre de Marx. sospecha no disipada. aunque
sea patente que el abismo entre ellos sea incalmable, que en la vía
entreabierta por Freud podría percibirse la razón por la que el mar-
1EXTOS INSTITIJCIONAIES 15

xismo fracasa en dar cuenta de un poder cada vez más desmesurado


y loco en cuanto a lo político, que incluso podría desempefiar un
efecto de reactivación de su contradicción.
Que los psicoanalistas no estén en condiciones de juzgar los males
en que están inmersos. pero que en ello fallan. - basta para explicar
que respondan con un enquistamiento del pensamiento. Dimisión
que abre la vía a una falsa complacencia, portadora para el beneficia­
no de los mismos efectos que una verdadera: en este caso. la estam­
pilla que degradan en los tér minos cuya guarda tienen para la em­
presa que de ningún modo es en sí el resorte de la economía reinan­
te. aunque cómoda es la puesta en condiciones de aquellos que ella
emplea, incluso en los altos grados: la onentación psicológica y sus
diversos oficios.
De este modo el psicoanálisis está demasiado en espera y los psi­
coanalistas demasiado en falso para que se pueda deshacer su sus­
penso desde otra parte que el punto mismo del que han tomado dis­
tancia: a saber. la formación de psicoanalista.
No es que la Escuela no disponga de lo que le asegura no romper
ninguna continuidad: a saber, psicoanalistas irreprochables cual­
quiera sea el punto de vista que se adopte. puesto que hubiese basta­
do para ellos. como bastó para el resto de los sujetos formados por
Lacan. que renegasen de su enseñanza para ser reconocidos por cier­
ta "Internacional" y es notorio que no deben sino a su elección y a su
discernimiento el haber renunciado a dicho reconocimiento.
Es la Escuela la que vuelve a cuestionar los principios de una ha­
bilitación patente y con el consentimiento de aquellos que notoria­
mente la han recibido.
En lo cual freudiana revela ser además. presentándose ahora a
nuestro examen el término de Escuela.
Este término debe ser tomado en el sentido en que antiguamente
significaba ciertos lugares de refugio. incluso de bases de operación
contra lo que ya podía llamarse malestar en la cultura.
Al atenernos al malestar del psicoanálisis, la Escuela entiende dar
su campo no solamente a un trabajo de critica: sino a la apertura del
fundamento de la experiencia, al enjuiciamiento del estilo de vida en
que desemboca.
Quienes aquí se comprometen se sienten lo suficientemente sóli­
dos como para enunciar el estado de cosas manifiesto: que en el pre­
sente el psicoanálisis no tiene nada más seguro que hacer valer en
su activo que la producción de psicoanalistas. - aunque ese balance
aparezca como dejando que desear.
No es que con ello nos abandonemos a cierta autoacusación. So­
mos conscientes de que los resultados del psicoanálisis, aun en su
estado de dudosa verdad, hacen papel más digno que las fluctuacio­
nes de moda y las premisas ciegas de las que se flan tantas terapéu-
16 JACQUES LACAN

ticas en el terreno donde la medicina no acabó de ubicarse en cuanto


a sus criterios (¿los de la recuperación social son isomorfos a los de
la curación?) y parece incluso en retirada en cuanto a la nosografía:
hablamos de la psiquiatría, que ha pasado a ser un interrogante para
todos.
Es incluso bastante curioso ver el modo en que el psicoanálisis ha­
ce aquí de pararrayos. Sin él, cómo se haría para ser tomado en serio
cuando su único mérito es el oponérsele. A ello se debe un statu-quo
en que el psicoanalista se siente cómodo gracias a la benevolencia
con la que se considera su insuficiencia.
El psicoanálisis se distinguió primero, sin embargo, por dar acceso
a la noción de curación en su terreno, a saber: devolver sus sentidos
a los síntomas, dar lugar al deseo que ellos enmascaran, rectificar de
manera ejemplar la aprehensión de una relación privilegiada, - aun­
que hubiese hecho falta poder ilustrarla con las distenciones de es­
tructura que exigen las formas de la enfermedad. reconocerlas en las
relaciones del ser que demanda y que se identifica con esta demanda
y esa identificación mismas.
Aun haría falta que el deseo y la transferencia que las animan ha­
yan sublevado a quienes tienen su experiencia hasta volverles intole­
rables los conceptos que perpetúan una construcción del hombre y
de Dios donde entendimiento y voluntad se distinguen, mediante una
pretendida pasividad del primer modo y la arbritaria actividad que
atribuye al segundo.
La revisión del pensamiento que reclaman las conexiones con el
deseo que Freud le impone, parece estar fuera de los medios del psi­
coanalista. Ellos se eclipsan sin duda entre los miramientos que los
doblegan y la debllidad de aquellos a los que socorre.
Hay empero un punto en que el problema del deseo no se puede
eludir, es cuando se trata del psicoanalista mismo.
Y nada es más ejemplar de la pura cháchara que lo que de ella di­
ce este comentario: que ella condiciona la seguridad de su inteiVen­
ción.
Perseguir en las coartadas el desconocimiento que se escuda aquí
con falsos documentos. exige el encuentro de lo más valedero de una
experiencia personal con aquellos que la conminarán a confesarse,
considerándola un bien común.
Las propias autoridades científicas son aquí el rehén de un pacto
de carencia que hace que ya no se pueda esperar desde fuera una
exigencia de control que estaría a la orden del día en cualquier otra
parte.
Es asunto solamente de quienes, psicoanalistas o no, se interesan
por el psicoanálisis en acto.
A ellos se abre la Escuela para que pongan a prueba su interés,
- no estándoles prohibido elaborar su lógica.
PARA EL ANUARIO
28 de febrero de 197 1

L Escuela de la que tan poco s e duda que sea freudiana como de


París, ha encontrado por fin su local.
Cualesquiera hayan sido los agentes en que tomó cuerpo lo que se
opuso a ello durante seis años. hay que reconocer que no fue en de­
trimento de un solo grupo, sino a expensas de todos aquellos que se
sostienen de una enseñanza, en Francia se entiende.
Hay emisiones impudentes, una pusilanimidad intelectual que,
desde 1957, rebajaron su tono.
Lo que con ello consiguieron fue guardar las apariencias en la co­
yuntura presente.
Esto debería sugerir en el psicoanálisis cierto retorno a su asunto.
¿Se lo logrará?
Medio siglo después de que Freud lo dotase de su segunda tópica.
nada se registra por obra suya más seguro que su turbadora persis­
tencia.
Inflación notoria que, respaldándose en la época, hace más tenta­
dor lo verosímil que lo verídico.
Sin la base de una formación en la que el análisis se articula por
un desplazamiento del discurso cuya acta Lacan levanta. nadie pasa­
rá allí a la tentativa contraria.
Cuando la dominación universitaria muestra necesidad de con­
tentarse con nuestro menor semblante.
Todas las "esperanzas" estarán pues cómodas en otra parte que en
nuestra Escuela.
Pero ahí encontrarían a aquellos a quienes diez años, ni dieciséis,
ni dieciocho, parecieron negociables, de un trabajo gracias al cual
hay psicoanalista todavía a la altura de lo q ue supone que se le haga
signo: de lo que se sabe al menos.
CARTA DE DISOLUCION

H ablo sin la menor esperanza - de hacerme escuchar, principal­


mente.
Sé que lo hago - añadiéndole lo que esto entraña de inconsciente.
Esta es mi ventaja sobre el hombre que piensa y no se percata de
que primero habla. Ventaja que debo tan sólo a mi experiencia.
Pues en el intervalo entre la palabra que desconoce y lo que cree
que es pensamiento, el hombre se embrolla, lo cual no lo alienta.
De suerte tal que el hombre piensa débil, tanto más débil cuanto
que rabia ... justamente por embrollarse.
Hay un problema de la Escuela. No es un enigma. También, en él
me oriento, no demasiado pronto.
Este problema demuestra serlo por tener una solución [solution):
es la dis [digo) -la digosolución, la disolución [dissolution).
A entender como de la Asociación que. a esta Escuela, le da esta­
tuto jurídico.
Que baste con que se marche uno para que todos queden libres.
esto es. en mi nudo borromeo. verdadero para cada uno, es preciso
que en mi Escuela lo haga yo.
Me resuelvo a ello porque funcionaria, si yo no me le atravesase, a
contrapelo de aquello para lo cual la fundé.
O sea para un trabajo, lo he dicho - que, en el campo que Freud
abrió, restaure el filo cortante de su verdad - que vuelva a considerar
la praxis original que instituyó con el nombre de psicoanálisis al de­
ber que le toca en nuestro mundo - que, mediante una critica asi­
dua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan
su progreso al degradar su empleo. Objetivo que mantengo.
Por eso disuelvo. Y no me quejo de lós susodichos "miembros de la
Escuela freudiana"-antes bien les estoy agradecido, por haber sido por
ellos enseñado, donde yo, por mi parte, fracasé-es decir, me embrollé.
TEXTOS INSTITUCIONALES 19

Esta enseñanza e s preciosa para mí. L a aprovecho.

• • •

Dicho de otra manera. persevero.


Y llamo a asociarse de nuevo a quienes. en este enero de 1980.
quieran proseguir con Lacan.
Que el escrito de una candidatura los haga conocer por mí de in­
mediato. Dentro de 1O días. para poner término a la debilidad am­
biente. publicaré las adhesiones primeras que haya admitido. como
compromisos de "crítica asidua" de lo que en materia de "desviacio­
nes y compromisos" la EFP alimentó.
Demostrando en acto que no es obra suya el que mi Escuela fuera
Institución, efecto de grupo consolidado, a expensas del efecto de dis­
curso esperado de la experiencia, cuando ella es freudiana. Sabemos
lo que costó que Freud permitiera que el grupo psicoanalítico pudiese
más que el discurso y deviniese Iglesia.
La Internacional. ya que éste es su nombre. se reduce al síntoma
que ella es de lo que Freud esperaba de ella. Pero no es ella la que
pesa. Es la Iglesia, la verdadera. que sostiene al marxismo pues éste
le vuelve a dar sangre nueva . . . de un sentido renovado. ¿Por qué no
el psicoanálisis, cuando vira al sentido?
No digo esto por una vana burla. La estabilidad de la religión se
debe a que el sentido es siempre religioso.
De ahí mi obstinación en mi vía de maternas - que no impide nada.
sino que atestigua lo que haría falta para. al analista. hacerle marcar
el paso de su función.
Si yo persevero/padre-severo [persevére/pere-sévere). es porque la
experiencia llevada a cabo reclama una contra-experiencia que com­
pense.
No necesito mucha gente. Y hay gente a la que no necesito.
Los dejo plantados a fin de que muestren qué saben hacer, además
de estorbarme y convertir en agua de borrajas una enseñanza donde
todo está sopesado.
¿Obrarán mejor aquellos a quienes admitiré conmigo? Al menos
podrán prevalerse de que les deje la posibilidad.

• • •

El directorio de la EFP, tal como lo he compuesto. despachará lo


pendiente de los asuntos llamados corrientes. hasta que una Asam­
blea extraordinaria, por ser la última. convocada a tiempo con arre­
glo a la ley. proceda a la devolución de sus bienes. que habrán esti­
mado los tesoreros. René Bailly y Solange Faladé.

Guitrancourt, 5 de enero de 1980


UN OTRO FALTA
15 de enero de 1980

Yo estoy en el trabajo del inconsciente.


Lo que éste me demuestra, es que no hay verdad que responda del
malestar sino particular a cada uno de los que llamo hablanteseres.
No hay aquí un atolladero común, pues nada permite presuponer
que todos confluyen.
El empleo del uno que no encontramos más que en el significante
no funda para nada la unidad de lo real. A no ser por suministrarnos
la imagen del grano de arena. No se puede decir, que aunque haga
un montón, haga un todo. Se necesita un axioma, o sea una posición
que lo diga tal.
El que pueda contársele, como lo diceArquímides, no es ahí más
que signo de lo real, no de un universo cualquiera.
• • •

Ya no tengo Escuela. La levanté, del punto de apoyo (otra vezAr­


químedes) que tomé del grano de arena de mi enunciación.
Ahora, tengo un montón - un montón de gente que quiere q1;1e yo
los acoja. No los voy a convertir en todo.
Nada de todo.
No necesito de mucha gente, dije. y es verdad-pero ¿para qué de­
cirlo, si hay mucha gente que necesita de mí?
O al menos que lo cree (necesitarme). Que lo cree tanto como para
decírmelo por escrito.
¿Y por qué no habría de creerlo, también yo? ¿Acaso no pertenezco
a la categoría de los incautos, cosa que todos saben?
No espero nada de las personas, y algo del funcionamiento. Enton­
ces, no me queda otro camino que innovar, ya que esta Escuela, la
pifié, por haber fracasado en la producción deAnalistas della (A.E.)
que estén a la altura.
TEXTOS INS1111JCIONAI.ES 21

¿A cuál de los electos de mi jurado de agregación le hubiera acon­


sejado yo votar por sí mismo. si por azar se hubiese presentado hoy
como pasante?
Por tanto nada me apremia a rehacer Escuela.
Pero, "sm tomar en cuenta posiciones tomadas en el pasado res­
pecto a mi persona" -cita de 1 964- el que, habiendo declarado que si­
gue conmigo, lo hace en términos que a mi parecer no lo desmienten
por anticipado, lo admito a asociarse con el que hace lo mismo.
Quién es quién es algo que no prejuzgo, remitirme prefiero a la ex­
periencia por hacer, freudiana si se puede.
Cual la célebre cita de los enamorados en ocasion de un baile en la
Opera. El horror cuando se quitaron las máscaras: no era él, tampo­
co ella por cierto.
Ilustración de mi fracaso para identificarme a esa Heteridad -que
se me perdone la Ubris- que me decepcionó tanto como para hacer­
me largar el enunciado de que no hay relación sexual.
• • •

Freud, por su lado, parte de su causa fálica, para deducir de ella la


castración. Lo que no deja de producir algunos borrones, que yo me
dedico a borrar.
Contrariamente a lo que se dice, "la" mujer, si me atrevo a decirlo
ya que ella no existe. no está privada del goce fálico. No lo está me­
nos que el hombre al cual se engancha su instrumento (organon). Por
poco provista que esté ella, (pues reconozcamos que es de poca mon­
ta). no deja por ello de obtener el efecto de lo que limita la otra orilla
de este goce, a saber el inconsciente irreductible.
Precisamente por eso "las" mujeres que, ellas, sí existen, son las
mejores analistas -las peores ocasionalmente.
A condición de no aturdirse con una naturaleza antifálica. de la
cual no hay la menor huella en el inconsciente, ellas pueden escu­
char lo que de este inconsciente no tiene ganas de decirse, pero que
tiene que ver con lo que de él se elabora, como procurándoles el goce
propiamente fálico.
El Otro falta. A mi también me extraña. Pero aguanto, lo cual los
impacta, pero no lo hago por eso.
Algún día al cual por cierto aspiro, el malentendido me impactará
tanto por venir de ustedes que quedaré páthico hasta el punto de no
aguantar más.
Si ocurre que me vaya, díganse que es a fin -de ser Otro por fin.
Uno puede contentarse con ser Otro como todo el mundo, después
de haber pasado una vida queriendo serlo pese a la Ley.*


El texto de este seminario apareció en Le Monde del 26 de enero de 1980, prece­
dido de la nota siguiente.
22 JAC{�UES LACAN

CARTA AL DIARIO LE MONDE

Envío a Le Monde el texto de esta carta, junto con mi seminario del


15, si es que tiene a bien publicarlo entero.
A fin de que se sepa que nadie ha aprendido nada junto a mí, por
lucirse con ello.
Sí, el psicoanalista tiene horror de su acto. Hasta el punto de que
lo niega, y deniega, y reniega -y de que maldice a quien se lo recuer­
da. Lacan Jacques, para no nombrarlo. y hasta clama indignado con­
tra Jacques-Alain Miller, odioso por demostrar ser el al-menos-uno
que lo lee. Sin más miramientos que los necesarios con los "analis­
tas" instalados.
¿Mi pase los pilla demasiado tarde como para que no obtenga de él
provecho alguno? ¿O es que confié su cuidado a quien atestigua no
haber entendido nada de la estructura que lo motiva?
Que los psicoanalistas no lloren por aquello de lo cual los alivio.
No dejo plantada a la experiencia. Les doy la oportunidad de hacer
frente al acto.

24 de enero de 1980

DECOLAJE O DESPEGUE DE LA ESCUELA*


11 de marzo de 1980

Aquí tienen. el hombre cubierto de cartas.


Mi camarada Drieu, por su parte, era o creía ser el hombre cubier­
to de mujeres, hasta el punto de titular así una de sus novelas.
Título con que me denominaron mis compañeros de la sala de
guardia - siendo que no tenía más que dos (mujeres) como todo el
mundo, que se ocuparan de mí, y discretamente les ruego creerlo.
Esas cartas las tomé en serio. Quiero decir: las tomé una por una.
como se hace con las mujeres, e hice mi lista.
He terminado con ese montón.
Hay personas que se quejan de que las olvidé. Es muy posible.
Que se dirijan a Gloria.

* • •

• El título en francés D'Écolage condensa en su escritura misma el despegue


(decolage) de un avión y escuela (école) y su correspondiente homofonía, imposible de
reproducir en castellano. [N. de T.l
TEXTOS INS11TUCIONAIES 23

Acerté con los mil, y en rigor más.


Pero es preciso que entre esos mil marque yo una diferencia, Pues­
to que unos tienen que hacer el duelo por una Escuela con la que los
otros no tienen qué hacer.
El duelo es un trabajo. como se lee en Freud. Es lo que les pido a
los que, de la Escuela, quieren quedarse conmigo por la Causa freu­
diana.
A esos les escribí una carta anoche mismo. La recibirán.
He aquí lo que les digo:
Delenda est. He dado el paso de decirlo, desde entonces irreversi­
ble.
Como lo demuestra el que, si uno se retracta, termina uno pego­
teado- donde menos hice Escuela [ École)... que pegue [que colle).
Disuelta, lo está, por obra de mi dicho. Sólo queda que lo esté por
el vuestro también.
Sin lo cual la sigla que tienen de mí -EFP-cae en manos de falsa­
nos probados.
Desbaratar la maniobra incumbe a quienes de la Escuela reúno
este sábado.
Créaseme: a nadie admitiré para que juguetee en la Causa freudia­
na, sino seriamente desescuelado-despegado [d'école).

• • •

Firmé esto ayer, 1 O de marzo.


Además, es culpa de Freud haber dejado a los anallstas sin recur­
sos y, encima, sin otra necesidad más que la de sindicarse.
Yo, por mi parte, procuré inspirarles otras ganas, la de ex-sistir.
Eso, lo conseguí. Como se muestra en las precauciones con que se
contorsiona el retorno al camino trillado.
Lo cual no se puede afirmar de todos ya que hay bastantes para
seguir mi desbroce, subsistiendo por un lazo social nunca visto hasta
el presente.
¿Qué otra cosa da pruebas de mi formación que acompañarme en
el trabajo, pues lo es, de la disolución?
Tienen ahora que contarse.

• • •

Paso a los otros que, este trabajo, no tienen que hacerlo, por no
haber sido de mi Escuela- sin que se pueda decir que ésta no los ha­
ya intoxicado.
Con ellos, sin demora, lanzo la Causa freudiana - y restauro en su
favor el órgano de base tomado de la fundación de la Escuela, o séa el
cartel. cuya formalización, tomando en cuenta la experiencia, afino.
24 JACQUES LACAN

Primero Cuatro se eligen, para proseguir un trabajo que debe te­


-

ner su producto. Aclaro: producto propio de cada uno y no colectivo.


Segundo La conjuncióQ de los cuatro se efectúa en tomo de un
-

Más-Uno que, si bien es cualquiera, debe ser alguien. A su cargo es­


tará velar por los efectos internos de la empresa y provocar su elabo­
ración.
Tercero Para prevenir el efecto de pegoteo. permutación debe ha­
-

cerse, en el término fijado de un año, dos como máximo.


Cuarto Ningún progreso se ha de esperar, salvo el de poner a cie­
-

lo abierto. periódicamente. tanto los resultados como las crisis del


trabajo.
Quinto El sorteo asegurará la renovación regular de los puntos de
-

referencia creados a fin de vectorializar el conjunto.


La Causa freudiana no es Escuela, sino Campo - donde cada cual
tendrá vía libre para demostrar qué hace con el saber que la expe­
riencia deposita.
Campo al que los de la EFP se unirán apenas se hayan quitado de
encima lo que ahora los estorba más que yo.

• • •

Abrevio aquí la puesta a punto necesaria para la puesta en mar­


cha.
Pues es preciso que termine con el malentendido, de decir de las
mujeres en mi último seminario, que no están privadas del goce fálico.
Se me imputa pensar que son hombres. Vaya ocurrencia.
El goce fálico no las acerca a los hombres, más bien las aleja, ya
que este goce es obstáculo a lo que las empareja con el sexuado de la
otra especie.
Prevengo esta vez el malentendido, subrayando que esto no signifi­
ca que no puedan tener, con uno solo, elegido por ellas, la satisfac­
ción verdadera - fálica.
Satisfacción que se sitúa con su vientre. Pero como una respuesta
a la palabra del hombre.
Para eso es preciso que acierte. Que acierte con el hombre que le
hable según su fantasma fundamental, el de ella.
De este fantasma extrae efecto de amor a veces, de deseo siempre.
No ocurre tan a menudo. Y, cuando ocurre. no por ello es relación,
escrita, o sea ratificada en lo real.
Lo que llamé no relación, Freud lo pensó, aunque redujera lo geni­
tal al hecho de la reproducción.
¿No es esto. en efecto. lo que articula sobre la diferencia de la pul­
sión que llama fálica, con la que él pretende subsiste de lo genital?
¿Se hubiera percatado del dualismo sin la experiencia, en la que
estaba, del psicoanálisis?
1EXTOS INSTII1.JCIONALES 25

El goce fálico es justamente el que consuma el analizante.

• • •

Eso es todo. Los dejo.


Quisiera que me hagan preguntas. Que me las hagan por escrito.
Que me las envíen. Las contestaré la semana que viene. si valen la
pena. .
La semana que viene, también, les diré cómo trabaja eso, la disolu­
ción.

ELSEÑOR A.
18 de marzo de 1980

El señor A, filósofo. que surgió quién sabe de dónde el sábado pasa­


do y me dio la mano, hizo que me volviese a surgir un título de Tris­
tán Tzara.
Eso data de Dadá, es decir no de las zalamerías que comienzan
con Uttérature revista a la que no le di una sola línea.
-

Se me imputa de buena gana un surrealismo que está muy lejos


de mi talante. Lo probé no contribuyendo a él sino lateralmente, ya
tarde para hacer rabiar a André Breton. Debo decir que Eluard me
enternecía.
El señor A no me enternece, pues me hizo acordar del título: El
señor Aa, el antlfdósojo.
Eso, eso me pasmó.
En cambio, cuando le pasé a Tzara, que vivía en el mismo edificio
que yo, calle de Lille número 5, La instancia de la letra. no le dio ni
frío ni calor. Y yo que creía decir algo capaz de interesado.
Pues bien, en absoluto. Fijense cómo se engaña uno.
El único delirio de Tzara era con Villon. Así y todo, él desconfiaba
de este delirio.
Yo no precisaba para nada que delirara conmigo. Ya hacían eso
unos cuantos. Y eso dura todavía.
Como no todos ustedes estuvieron conmigo el sábado y el domin­
go, porque no todos ustedes son, gracias a Dios, de mi pobre Escue­
la, no tienen idea de adónde puede llegar, el delirio sobre mí.
Lo que me da esperanzas es que Tzara acabó por desentenderse de
Fran�ois Villon, igual que yo, además.

• • •
26 JACQUES LACAN

Este señor Aa es antifilósofo. Es mi caso.


Yo me sublevo. por decirlo así, contra la filosofía. De lo que no ca­
ben dudas. es de que es cosa terminada. Aunque me temo que le va
a rebrotar algún retoño.
Estos rebrotes se producen a menudo con las cosas terminadas.
Miren esa Escuela architem1inada: hasta ahora, había en ella j uris­
tas convertidos en analistas: pues bien, ahora está quien se hace j u­
rista por no haberse hecho analista.
Y además, jurista de camelo, como se las cantó claras Pierre Le­
gendre.

• • •

¿Tengo que ser más preciso? De ningún modo pienso disolver la


Escuela Normal Superior, donde en una época encontré la mejor de
las acogidas.
Mi rayo cayó justo al lado, calle Claude Bernard, donde había ins­
talado la Escuela mía, con local puesto.
En cuanto a la Causa freudiana, no tiene más mueble que mi bu­
zón. Indigencia que ofrece muchas ventajas: nadie me pide que dé se­
minario en mi buzón.
Es menester que innove, dije - con la reserva de agregar: no total­
mente solo.
Lo veo así: que cada cual colabore en ello.
Vayan. Júntense varios, péguense unos a otros el tiempo que haga
falta para hacer algo y disuélvanse después para hacer otra cosa.
Se trata de que la Causa freudiana escape al efecto de grupo que
les denuncio. De donde se deduce que sólo durará por lo temporario,
quiero decir - si uno se desliga antes de quedar tan pegado que ya no
pueda salirse .
Esto no exige gran cosa:
-un buzón. véase más arriba,
- un correo, que hace saber qué, en ese buzón, se propone como
trabaj o.
- un congreso o, mejor. un joro donde eso se intercambie,
-por último, la publicación inevitable, al archivo.
Además se necesita que junto con eso instaure yo un remolino que
les sea propicio.
Eso o el pegoteo seguro.

• • •

Fijense cómo lo digo de a poquito. Les doy tiempo para comprender.


¿Comprender qué? Yo no me jacto de hacer sentido. Tampoco de lo
contrario. Pues lo real es lo que se opone a eso.
Th:XTOS INSTITUCIONAI.F..S 27

Rendí homenaj e a Marx como inventor del síntoma. Sin embargo,


este Marx es el restaurador del orden, por el solo hecho de que rein­
sufló en el proletariado la dimensión/la dicha-mansión [dit-mensionl
del sentido. Bastó con que, al proletariado, lo llamara así.
La Iglesia aprendió su lección, esto es lo que les dije el 5 de enero.
Sepan que el sentido religioso hará un boom del que -no tienen uste­
des la menor idea. Porque la religión es la guarida original del senti­
do. Es una evidencia que se impone. A los que son responsables en
la jerarquía más que a los demás.
Intento ir en contra, para que el psicoanálisis no sea una religión,
aunque tienda a ello. irresistiblemente. al suponerse que la interpre­
tación no opera sino por el sentido. Enseño que su resorte está en
otra parte. principalmente en el significante como tal.
A lo cual resisten aquellos a quienes le da pánico la disolución.
La j erarquía no se sostiene sino por administrar el sentido. Por eso
no pongo a ningún responsable en el banquillo sobre la Causa freu­
diana. Con lo que cuento es con el remolino. Y debo decirlo. con los
recursos de la doctrina acumulados en mi enseñanza.

• • •

Paso a las preguntas que se me hicieron a mi pedido.


No veo por qué iba yo a objetar que se formen cartels de la Causa
freudiana en Quebec. Aclaro: con la única condición de que se le no­
tifique al correo de dicha Causa.
¿El Más-Uno se sortea? - me pregunta Pierre Soury. a quien con­
testo que no. los cuatro que se asocian lo eligen.
Me escribe también esto que les leo:
"En cuanto a los mil de la Causa freudiana, al comienzo se forma­
rán cartels por elección mutua y después, mediante una redistribu­
ción general. se reconstituirán por sorteo en el seno del conj unto
grande. Lo cual implica que, entre los mil, cualquiera puede verse
movido a colaborar en grupo pequeño con cualquier otra persona".
Le hago notar que no es esto lo que dij e. ya que de estos mil, que
por otra parte son más, por el momento no invito a formarse en car­
tels sino a los no miembros de la Escuela. Así pues. no hay "conjunto
grande". Y no implico sorteo general. sino sólo para componer las
instancias transitorias que serán los puntos de referencia del trabajo.
Dicho esto. felicito a Soury por formular la colaboración en la Cau­
sa de cualquiera con cualquiera. Es. en efecto, lo que se trata de ob­
tener, pero a término: eso tiene que remolinear así.
Algún otro se inquieta por lo que quiere decir precisamente ser un
A E . a la altura. El que me lo pregunta es un AE. Pues bien. que re­
lea mi Proposición de octubre de 1967. Verá que esto supone al me­
nos abrirla.
28 JACQUES LACAN

Otro me pide que articule la relación de lo que he llamado el pego­


teo, con lo que Freud llama, refiriéndose a la represión, fij ación.
Aparte. es una persona que no se conformó con enviarme esta pre­
gunta. sino que adj untó textos. A decir verdad, no me los envió, me
los dej ó ayer, en mi casa.
Se trata de Christiane Rabant. que quedó impresionada. me dice,
por lo que llegué a articular respecto de la carta de amor.
¿Qué es lo que se fij a? El deseo, que, por estar tomado en el proce­
so de la represión, se consetva en una permanencia que equivale a la
indestructibilidad.
Es éste un punto sobre el cual he insistido hasta el final. sin dar el
brazo a torcer.
En esto el deseo contrasta totalmente con la labilidad del afecto.
La petversión es al respecto harto indicativa, puesto que la feno­
menología más simple pone claramente en evidencia la constancia de
los fantasmas privilegiados.
Sin embargo. aun cuando muestra el camino. desde el origen de
los tiempos, no nos abre su entrada, ya que fue necesarip Freud.
Fue necesario que Freud descubriese primero el inconsciente para
que llegase a ordenar en esta senda el catálogo descriptivo de esos
deseos: dicho de otra manera: la suerte de las pulsiones - como tra­
duzco yo Triebschicksale.
Lo que se trata de establecer es el lazo de esta fijación del deseo
con los mecanismos del inconsciente.
A ello precisamente me dediqué, puesto que jamás pretendí supe­
rar a Freud, como me imputa uno de mis corresponsales, sino pro­
longarlo.

• • •

Responderé el tercer martes de abril a los demás. Preguntas. toda­


vía pueden enviarme. No me canso de ellas.
Los hay de la Escuela que quieren hacer unas Jornadas sobre el
trabaj o de la disolución. Estoy a favor. Para eso hablen con Colette
Soler. Michel Silvestre, o Eric Laurent. Digo esto a los miembros de la
Escuela.
CARTA PARA LA CAUSA FREUDIANA
23 de octubre de 1980

H ay reprimido. Siempre. Es irreductible.


Elaborar el inconsciente, como se hace en el análisis, no es nada más
que producir su agujero. Freud mismo, lo recuerdo, lo indica.
Esto me parece confluir de un modo pertinente con la muerte.
Con la muerte que yo identifico por el hecho de que, "como el sol",
así dicen, rto se la puede mirar de frente.
Por eso, lo mismo que cualquiera, no la miro. Hago lo que tengo
que hacer, que es hacer frente al hecho, desbrozado por Freud, del
inconsciente.
Ahí dentro, estoy solo.

Luego, está el grupo. Entiendo que "La Causa" aguanta.


-El cartel funciona. Basta con no ponerle obstáculos, salvo el vec­
torializarlo, cuya fórmula doy, y permutar.
-Un Directorio administra. Sus responsables, en el puesto por dos
años - después de lo cual, cambian.
-Los asisten comisiones, por dos años también.
-Una Asamblea anual, llamada administrativa, se informará de la
marcha de las cosas; instancia, ella. permanente.
-cada dos años, un Congreso, al que todos están invitados.
-Un Consejo. por último, llamado estatutario, es garante de lo que
instituye.

La Causa tendrá su Escuela. De donde procederá el A.M.E . , ahora


de la Causa freudiana.
El pase producirá el A.E. nuevo - siempre nuevo por serlo durante
el tiempo de dar testimonio en la Escuela. o sea tres años.
Pues más vale que pase, este A.E . , antes que ir derechito a encas­
trarse en la casta.
30 JACQUES LACAN

PRIMERA CARTA DEL FORO


26 de enero de 1981

Hace ya un mes que corté con todo - exceptuando mi práctica.


Tengo pocas ganas de ventilar lo que siento. O sea. algo así como
vergüenza. La de un cataplum: se vio entonces a uno. a quien él ha­
bía privilegiado auténticamente durante veinte años y más. levantar­
se y lanzó un puñado de aserrín a los ojos del viejo. quien . . . etc.
La experiencia tiene su precio, pues no es algo que se imagine por
adelantado.
Esta obscenidad pudo más que la Causa. Estaría bien que sobre
ella cayese el telón.

Esta es la Escuela de mis alumnos. aquellos que aún me aman.


Abro inmediatamente sus puertas. Digo: a los Mil.
Vale la pena arriesgarse. Es la única salida posible - y decente.
Un foro (de la Escuela) será por mí convocado, donde todo se deba­
tirá - esto. sin mí. Apreciaré su producto.
Habiendo experimentado los recursos flSicos que me quedan. con­
fio su preparación a Robert Lefort. Paul Lemoine, Pierre Martin, Jac­
ques-Alain Miller. Colette Soler. a quienes llamo junto a mí como con­
sej eros. t

SEGUNDA CARTA DEL FORO


1 1 de marzo de 1981

Mi fuerte es saber lo que esperar significa.


Obtengo de ello el que. en suma, se me ejecute en nombre del
nombre que me es propio. Como se debe. para salvar el asidero pro­
fesional adquirido con mi formación - reduciéndola a eso.
Obnubilación de responsables.2 imputable al estatuto de suficien­
cia del que no supe preservarlos.
Ellos llevan a otra parte sus impasses. Queda la Escuela que
adopté como mía.
Nueva y lábil aún, aquí es donde se probará el núcleo por el que es
. posible que mi enseñanza subsista.
Se hará bien ahora en contarse para esa tarea.
Consultados mis consejeros. convoco para los días 28 y 29 de este
mes. mi primer foro.3

l . Otros tres consejeros nombrados por Jacques Lacan renunciaron antes de cele­
brarse el foro.
2. Ex responsables de la EFP habían anunciado la creación de un "Centro de estu­
dios".
3. Las Actas de este foro fueron publicadas por la Escuela de la Causa frcudiana.
ESCENAS SEXUALES INFANTILES

Juan Carlos Cosenttno

En 1 896 Freud anhela la existencia de "un segundo camino para alcanzar


la etiologia de la histeria" que apunta a esa última pieza del rompecabezas,
la del "espacio vacío", de otro orden que la sobredeterminación del síntoma. !
Sin embargo "la injerencia de unas fuerzas pulsionales sexuales" que propo­
ne para articular las escenas sexuales Infantiles, aún no ha sido construida.
Esta "premisa indispensable" que aún le falta, ya que los traumas son expe­
riencias en el cuerpo propio como impresiones visuales y comunicaciones oí­
das, se edifica en 1 9 15. Con la Introducción de la pulsión en Das Unbewusste
se supera la oposición entre actos psíquicos conscientes e inconscientes.
Se constituye, con la represión primaria, lo reprimido inconsciente y, al
mismo tiempo, lo que lo excede, que sólo se afirma como lec en 1923.
Pero las escenas no han perdido vigencia. Mientras en La etiología se rela­
cionan con los síntomas velando el orden de la causa, en 1 939, ocupando
ese lugar, "no son asequibles al recuerdo, pertenecen al periodo de la amne­
sia infantil" y valen como "traumas etiológicos". Y mientras en la Traumdeu­
tung el sueño aparece como "el s ustituto de la escena infantW, en la "9ª Con­
ferencia" la perturbación de su función muestra el "carácter traumático" de
tales escenas.
Se renueva así la ubicación que conviene otorgarle, en su diferencia, tanto
al síntoma como al sueño, en la dialéctica de la cura.

Representación auxiliar

Freud se sirve , en la exposición de las neurosis de defensa, de una hipóte­


sis -"algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y
descarga"- que llama auxiliar. Strachey la recorta: se refiere a la noción de
una cantidad desplazable. La conecta con la doctrina de la abreacción y con
el principio de constancia, y la extiende, al denominarla teoría de la investi­
dura, a 1 9 1 5. Pero no libra a la teoría freudiana de los atolladeros en que
desembocan los modelos psicofisiológicos en relación con los afectos, la des­
carga y la tensión.
32 JUAN CARLOS COSENTINO

Ello se debe a que Strachey no se pregunta en qué se sostiene la hipótesis


auxiliar y apresura, en una sola dirección, sus conclusiones: realizada la re­
acción no tramitada -antes que Freud haya abandonado la hipnosis- el afec­
to pierde intensidad y el recuerdo despojado de afecto cae en el olvido y su­
cumbe al desgaste.
Sin embargo, para Freud la representación auxiliar se sostiene en la sepa­
ración entre la representación y la suma de excitación: Mla defensa frente a la
representación inconciliable acontecía mediante el divorcio entre ella y su
afecto".
Sin la separación no hay hipótesis auxiliar. A su vez esta separación, que
consiste en convertir la Mrepresentación intensa en una débil. arrancarle el
afecto. la suma de excitación que sobre ella gravita", conduce en otra dirección.
Extendida a 1 9 1 5 nos Indica, en la introducción a Das Unbewusste, Mque
lo reprimido -que se ha constituido- no recubre todo lo inconsciente".
Ubicada en 1 894 a partir de un proceso único, nos permite diferenciar lo
que ocurre en la histeria y en las representaciones obsesivas.
En la histeria se vuelve Inocua, no sin síntoma, la representación Inconci­
liable, transponiendo a lo corporal, no sin resto, la suma de excitación. De
allí que Mno discernimos -señala Freud- el factor caracteristico de la histeria
en la escisión de conciencia, sino en la aptitud para la conversión". Dicho de
otro modo, se desliza otro nexo: la escisión del sujeto del Inconsciente con la
conversión, que supone, necesariamente, el divorcio entre la representación
y su monto de afecto.
En la neurosis obsesiva, ya que no está presente esa capacidad converti­
da, esa suma de excitación liberada se adhiere a otras representaciones, en
sí no inconciliables. que en virtud de ese Menlace falso" devienen representa­
ciones compulsivas. No sin resto pues la Mfuente" de la que proviene esa su­
ma de excitación, que sostiene el enlace falso, no se Inscribe en la represen­
tación.
En 1 9 1 5 esa libido definitivamente no disponible para el yo, consecuencia
del divorcio, posibilidad, a su vez, del desplazamiento de la Investidura, man­
tiene la represión, hace posible el retorno de lo reprimido y asegura la susti­
tución. Vale decir, sostiene el desplazamiento del deseo en la cura articulado
con la transferencia como sustitución significante del Otro.
En la modalidad defensiva de la psicosis es donde se afirma, en 1894, lo
que funda, en estado práctico, esta hipótesis freudiana.
Se trata de una defensa Mmucho más enérgica y exitosa que consiste en
que el yo rechaza (verwijij la representación insoportable junto con su afecto
y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido".
Antes que Freud se refiera en 1 896 al mecanismo de la proyección y mu­
cho antes de que lo abandone en el escrito sobre Schreber. esta Verwerfung,
representación-suma de excitación, supone que en la psicosis no se ha ope­
rado esta separación.
La diferencia no deja dudas. En la neurosis, en la medida en que Mla re­
presentación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de
la conciencia", el conflicto que se produce en el inicio deja una doble marca:
la representación debilitada y el afecto que sostiene una conversión o una
transposición. En la psicosis, en cambio, el conflicto no deja marca alguna:
la representación es rechazada con su afecto.
El contenido de una psicosis consiste Men realzar -alucinatoriamente-
ESCENAS SEXUALES INFANTILES 33

aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual


sobrevino la enfermedad". No sólo �una represión es algo diverso de una Ver­
wer.fimg" como escribe, mucho después, en el historial del "Hombre de los lo­
bos". Este rechazo no es sin consecuencias: no hay investidura desplazable
de una representación a otra como sucede en la neurosis, pues en el lugar
donde el objeto indecible es rechazado en lo real se dejará oír, con Lacan, un
significante ocupando el lugar de lo que no tiene nombre.2
En la neurosis, a través del mecanismo de la defensa, hay producción de
la representación inconciliable. La representación sexual se vuelve inconci­
liable después de haber encontrado "una Vivencia, una representación, una
sensación" contradictoria con ella. En este encuentro opera la separación
que hace posible la coordinación de la representación sexual con el afecto
penoso -la articulación del significante y del objeto a- y su transformación
en inconciliable con la conversión o con la transposición.
El contenido de una psicosis consiste en realzar una representación, an­
tes de haber sido rechazada junto con su afecto, que "estuvo amenazada".
Esa representación, de naturaleza sexual, no es alcanzada por el. efecto de la
defensa pues ha sido rechazada. De allí que el afecto penoso no se coordina
con la representación sexual. Sólo se destaca la "representación amenazada"
por su carácter penoso que, diferenciándola de la inconciliable, Freud la de­
signa insoportable.
La psicosis, en su desarrollo lógico, a pesar de que Freud parece hacerla
coincidir e n este punto con la neurosis, no alcanza la representación inconci­
liable. Esa inicial Verwerfung que introduce se juega en ese tiempo anterior,
allí donde no funcionó la separación, no dando lugar a la producción de una
representación sexual inconcillable.
La representación amena?.ada "por la ocasión" supone que el sujeto ·se
comporta como si la representación nunca hubiera comparecido". Así se
comprende por qué la representación sexual no se ha transformado en in­
conciliable. Esta imposibilidad señala la ausencia de ese conflicto sexual do­
blemente traumático, que gobierna a la neurosis. Y dicha imposibilidad, que
el goce en la psicosis, a falta de la inscripción fálica, no se indica e n ningún
conflicto. Este goce, que en Schreber estaba ligado a la eviración -Entman·
nung-. supone el defecto de la castración.
Con el modelo de la neurosis de angustia, e n el Manuscrito K, la angustia
-esa "cantidad proveniente de la vida sexual"- se aloja, cuando psíquico e in­
consciente se abrochan, en la abertura misma que estructura el inconscien­
te. En 1 926 la angustia se funda en la pérdida de objeto. La separación entre
la representación y la suma de excitación se redefine. Conduce, en la consti­
tución del sujeto del inconsciente y en la pérdida de objeto, a la coordinación
del significante con el objeto a. El monto de afecto, que viene de la hipótesis
auxiliar, se sostiene en la separación y desemboca en la Metapsicología, se
conjuga con la castración: esa pérdida a la cual la angustia esta ligada.3
Con los maternas de Lacan el fantasma escribe la suma de excitación co­
mo objeto a y la función de la castración como -<p: $ O .Q._. El fantasma le
-<p
otorga un marco al goce, negativizado por la castración. El falo opera allí en
forma negativa (-<p) circulando entre el sujeto ($) y el objeto (a) .
34 JUAN CARLOS COSENTINO

Manuscrito K

En la neurosis obsesiva la experiencia primaria, que reintroduce el valor


de las escenas, se acompaña de un exceso de placer. Recordada después, "a
causa de ese goce sexual anticipado",4 que se anuncia como "fuente indepen­
diente de desprendimiento de displacer", da ocasión a ese desprendimiento
de displacer y se acompaña de un reproche. Luego ambos -recuerdo y repro­
che- son reprimidos y a cambio se forma un síntoma defensivo primario: al­
gún matiz de escrupulosidad de la conciencia moral. En el estadio del retor­
no de lo reprimido el afecto del reproche -en tanto se ha producido la separa­
ción- es ligado a una representación compulsiva como síntoma de compro­
miso.
Pero el sujeto se contrapone a la representación compulsiva como a algo
ajeno: rechaza la creencia en ella (es versaght thr den Glauben) con ayuda de
la representación contraria, la escrupulosidad de la conciencia moral.
Esta suerte de increencia (Unglauben) del obsesivo -en el estadio de la en­
fermedad- es ocupado por la lucha defensiva del yo contra la representación
compulsiva, lucha que crea síntomas nuevos. los de la defensa secundaria:
acrecentamiento de la escrupulosidad. compulsión de examinar, de guardar,
ceremoniales, )olte du doute".
Sin embargo, el rechazo de la creencia en la representación compulsiva no
es del orden de la estructura pues ha operado, en la constitución del sujeto,
la separación entre la representación y la suma de excitación. Conduce a la
división del sujeto del inconsciente, escindido entre la escrupulosidad y esa
representación. vuelta ajena por la increencia neurótica, que se le impone.
En esta imposición resta algo que ·no se puede solucionar· y que sobrepasa
el saber de "la masa de representaciones reprimidas" ya que "en las oscila­
ciones de su espesor cuantitativo permanece siempre dependiente del monto
de la tensión libidinosa": la compulsión (Zwang) de la representación obsesi­
va (Zwang).
En la paranoia Freud parece aún ignorar las condiciones clínicas y las re­
laciones temporales de placer y displacer en la experiencia primaria con la
Cosa. Igualmente la supone "de naturaleza semejante a la de la neurosis ob­
sesiva".
Pero no se forma, como consecuencia de dicha experiencia, ningún repro­
che luego reprimido como en la neurosis obsesiva: "así el paranoico rechaza
la creencia en un eventual reproche". El displacer que se genera es atribuido
al prójimo y "la defensa se exterioriza entonces -"Carta 46"- en increencia".
El sujeto de la confusión alucinatoria, en 1 894, deniega la creencia en el
conflicto enmarcado por el rechazo y la no separación: la Verweljimg de la
representación amenazada-amenazadora. De igual manera el sujeto de la
paranoia rechaza la creencia en el reproche que proyecta. Ni en la confusión
ni en la paranoia se produce la división del sujeto.
En el neurótico esta escisión, que connota la separación y la coordinación
de la representación sexual con la suma de excitación, se pone de manifies­
to, transformada la representación en inconciliable, por el contraste entre la
representación compulsiva y el monto de afecto, asociados a posteriori.
"Las voces devuelven el reproche" que no se ha formado -vale decir, recha­
zado- como -aún se refiere al retorno de lo reprimido- un síntoma de com­
promiso: "en primer lugar . . . mudado en amenaza, y en segundo término, no
ESCENAS SEXUALES INFANTILES 35

referido a la experiencia primaria, sino, justamente, a la desconfianza, vale


decir, al síntoma primario".
En ese síntoma el monto de afecto conduce al goce. Un goce marcado con
displacer que no está ligado al reproche, ese significante, en la neurosis, que
barra dicho goce. Atribuido al Otro en la desconfianza nos lleva a la tesis que
Lacan introduce en 1 966: la paranoia identifica el goce en el lugar del Otro.
Con las "alucinaciones de voces" el goce rechazado de lo simbólico vuelve
de lo real acompañado del significante pues el retorno abarca al "afecto" y al
"recuerdo" de la experiencia primaria.
La creencia denegada al reproche primario "queda disponible sin limita­
ción alguna para los síntomas de compromiso".s
En la paranoia, pues, el sujeto cree en las voces, sin vacilar, y no las con­
sidera como algo ajeno sino que es incitado por ellas "a unos intentos de ex­
plicación que es lícito definir como delirio".
Aquí el proceso halla su cierre en el delirio prestando a las voces aquella
creencia que se denegó al reproche primario.
La lncreencia del paranoico en el reproche primario se sostiene en la Ver­
werfung representación-suma de excitación -posteriormente en el rechazo de
la Bejahung- y se define como "la ausencia de uno de los términos de la cre­
encia, el término donde se designa la división del sujeto",6
A pesar de la separación que lleva a la formación de reproche y a la esci­
sión del sujeto, la compulsión de la representación obsesiva, incluyendo la
'tncreencia' en dicha representación junto con su imposición, nos interroga
por el núcleo no elaborable del síntoma.

Transferencia del síntoma

Freud tropezó muy inicialmente con la resistencia del síntoma. Se esboza


en los Estudios sobre la histeria antes de que pueda ser situado en el registro
de las formaciones del inconsciente: ¿qué clase de fuerza cabría suponer ahi
-en la génesis del síntoma- eficiente?
La tarea del analista no se agota superando, en la cadena asociativa, la re­
sistencia de asociación, vale decir, la envoltura descifrable del síntoma. Ad­
quiere en la trayectoria de un análisis "otras formas y reclama en su auxilio
otras fuerzas". Se trata de la resistencia radial que se conecta con el núcleo
patógeno y con el obstáculo externo: la transferencia con el analista como
síntoma neoproducido.
Más allá del enlace falso. como articulación significante y saber supuesto,
y en conexión con la compulsión a asociar. como resto no dialectizable en la
cura, es la primera referencia a la neurosis de transferencia. El analista "en
calidad de objeto -libidinal- situado en su centro"7 anticipa la función de la
resistencia en la transferencia, vale decir, la inercia del "factor cuantitativo"
que permanece como interrogante en Análisis terminable e interminable.
La noción de trauma en Las Neuropsicosis de defensa redefine la primera
concepción de la defensa y reubica la pregunta que Freud deja abierta en los
Estudios. Dicho trauma recorta de entrada el doble valor de lo sexual.
La defensa alcanza su propósito en La etiología de la histeria cuando la re­
presentación que se ha de reprimir puede entrar en un nexo lógico o asocia­
tivo con una de las escenas infantiles que retroactivamente vale como re-
36 JUAN CARLOS COSENTINO

�uerdo inconsciente. El destino de este significante del primer encuentro con


lo sexual -la producción de una representación sexual inconciliable-, al ·si­
tuar la defensa en el punto nuclear -el complejo de éastración- dentro del
mecanismo psíquico de las neurosis",s es traumático porque coteja al sujeto
con su división.
La investigación sexual infantil y el apetito de saber introducen en Sobre
las teorías sexuales infantiles una ·psychische Spaltung" que conduce al
trauma de la castración: el complejo nuclear de las neurosis. La fase del pri­
mado del falo en 1923 señala que el significante de esa •fuente de saber"9
traumática es el falo pues no inscribe la relación sexual. En Pegan a un niño
la cicatriz del Edipo -lo que resta de él como secuela en el Ice- instaura un
goce en el Otro donde el fantasma, articulado con el masoquismo. vela e in­
dica el trauma.
El resto del encuentro con lo sexual en la ·Primarerlebnis" del Manuscrito
K no se inscribe en ninguna "fuente de saber". No pertenece a la dimensión
del complejo nuclear. Ese "goce sexual anticipado" de la neurosis obsesiva4
es un exceso en relación con el saber de la cadena asociativa y recorta el nú­
cleo de goce no elaborable del síntoma.
Se diferencia de ese punto en que las "teorías sexuales infatiles conservan
vigencia y cobran un influjo que llega a comandar la configuración de los sín­
tomas".9 Se trata de los obstáculos que impiden en Análisis terminable e inter­
minable la curación analítica y que se conectan con la resistencia del sin toma.
En la primera fase del trabajo analítico -"28'� Conferencia"- "toda la ltbido
es empujada a pasar de los sintomas a la transferencia y concentrada ahí".
Con la entrada en análisis la incidencia del acto produce el pasaje del sínto­
ma neurótico a la transferencia, reinstalando esa separación entre la repre­
sentación y su suma de excitación. El desplazamiento de la suma de excita­
ción -como hipótesis auxiliar- sostiene el saber inconsciente e instituye la
transferencia del síntoma.
En la segunda fase "se libra batalla en torno de este nuevo objeto -la
transferencia-. y otra vez se libera de él la libido. Sólo después de desasir de
nuevo la transferencia es posible reconstruir en el pensamiento la distribu­
ción libidinal que había prevalecido en el curso de la enfermedad".
Después de desasir el síntoma. que reinstala la separación y lleva al des­
plazamiento de la suma de excitación, hay que desasir de nuevo la transfe­
rencia. Con la libido liberada hace falta que el analtsta encarne lo que no se
agota con el desciframiento. "A ello responde -señala Lacan- el objeto a. El
analista se hace producir de objeto a: con el objeto a.Io Y la operación del ac­
to analítico es la que debe desasir la transferencia del síntoma. En RSI se es­
boza en la identificación al sínthoma una suplencia diferente a la transferen­
cia del síntoma.

Falla del sueño

La Traumdeutung viene a situar al sueño en el rango de las formaciones


del inconsciente. El síntoma se reordena en la serie del "trabajo del incons­
ciente": chiste, lapsus, o acto fallié:lo.
Para el trabajo de interpretación, el sueño es la vía regia hacia el incons­
ciente. Este trayecto anticipa una redefinición conceptual. Del inconsciente
ESCENAS SEXUALEs JNFANI1LES 37

descrlptlvo al dinámico se constituye para Freud lo "permanentemente in­


consciente". El trabaj o de interpretación produce nachtráglich "lo que nunca
•e supo". l l
Esta "vía regia hacia e l conocimiento -d e la ley- del inconsciente dentro de
la Vida anímica" se sostiene en el texto del sueño. Producto del trabajo del
1ueño, está dado como una escritura jeroglifica cuyos signos-imágenes no
valen por ellos mismos sino por su relación. Vale decir, por ese valor -"La
InStancia de la letra en el inconsciente"- de significante de la imagen.
El sueño, en la medida en que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje. es un acertijo en imágenes. "Y nuestros predecesores en el terreno
de la interpretación de los sueños -escrlbe Freud- han cometido el error de
considerar al rebus como composición pictórlca. Como tal les parecía sin
aentldo y carente de valor. "
Pero el sueño es también. a pesar de "la jefatura del inconsciente en el es­
tablecimiento de la trama" l2 del mismo, en su punto de falla, un acceso vela­
do al "núcleo de nuestro ser".
La fijación inconsciente a un trauma parece contarse -"291 Conferencia"­
entre los principales impedimentos de la función del sueño.
"Al par que el durmiente se ve precisado a soñar porque el relajamiento de
la represión permite que se vuelva activa la pulsión aflorante de la fijación
traumática", a veces "falla la operación de su trabajo del sueño. que preferl­
rta trasmudar las huellas mnémicas del episodio traumático en un cumpli­
miento de deseo".
En tales circunstancias no puede sostenerse que el sueño es "el sustituto
de la escena infantil -capítulo VII- alterado por transferencia a lo reciente".
Es preciso conceder, frente a los fracasos de la función del sueño, "carácter
traumático también a las experiencias infantiles -Kindhettserlebnissen-. y no
hará falta asombrarse si se producen perturbaciones menores de la opera­
ción onírica también bajo otras condiciones". ya que la neurosis traumática
sólo nos muestra un caso extremo de ello.
Por un lado. el sueño, en la medida en que opera el deseo inconsciente,
representa el enigma de la diferencia de los sexos. En la transferencia el rela­
to del sueño, cuando se sueña, vía trabajo de interpretación, instala el saber
supuesto.
Por otro, cuando "se producen perturbaciones menores de la operación
onirlca", en la medida en que interviene también "la fuerza pulsionante",l3
latente en todo sueño, "no hará falta asombrarse" de que el sueño muestre
veladamente. no sin angustia. lo que en él despierta.
Como rebus, allí donde los signos imágenes valen por su relación, metafo­
riza la castración. Cuando falla o cuando se producen alteraciones menores
de su función. allí donde el fantasma deja de ordenar el goce, puede desem­
bocar en un punto fij o que escapa a la sustitución sinificante y que enmarca
con la "imagen sensorial"H la inserción de la pulsión aflorante de la fijación
traumática.
Mientras el ombligo del sueño lleva a un punto de carencia en la cadena
asociativa al conectarse con la represión primaria -la fijación a ese represen­
tante psíquico de la pulsión que se excluye del retorno de lo reprimido y que,
en tanto tal. la posibilita-, el fracaso o las perturbaciones de su función con­
ducen veladamente, enmarcando el valor traumático de las escenas infanti­
les, a una escena de goce.
38 JUAN CARLOS COSEm1NO

Asi ese •tercer Ice" que se diferencia de lo reprimido inconsciente en El yo


y el ello, al conectar la pulsión con el trauma, viene a esclarecer el lugar del
sueño en la cura.
No sólo despliega en la transferencia la pregunta del sujeto, en su valor de
matáfora, en relación con el saber inconsciente. También puede enmarcar
esa respuesta velada en relación con "der Kem unseres Wesens·. El escena­
rio imaginario del sueño del "Hombre de los lobos" ofrece el marco de la "ca­
tatonia de la imagen•ts erigida en el árbol para disimular "lo visto• freudiano,
sólo entrevisto, cuyo paradigma son los lobos. Con la reconstrucción, la fun­
ción de la escena "traumática· infantil, que introduce la escena primaria, de­
termina para el sujeto el trayecto particular de su deseo. t6
La "plena identidad entre las peculiaridades del trabajo del sueño y las de
la actividad psíquica que desemboca en los síntomas psiconeuróttcos", que
Freud postula en la Traumdeutung, ha quedado atrás. Con la segunda tópica
retorna, con la paradoja del superyó, al anticiparnos en Los tres ensayos que
las psiconeurosis "descansan en fuerzas pulsionales de carácter sexual", el
goce del síntoma, y con la falla de la función del sueño, al anticiparnos en el
capitulo VII "la atracción que ejercen los recuerdos visuales en el interior del
inconsciente", el marco de la fijación traumática de la pulsión.
La emergencia de recuerdos con excesiva ntudez -überdeutltch-, en sueños
o fantasias, y la ocasional ocurrencia de efectivas alucinaciones en otros ca­
sos, en modo alguno pstcóttcos, resultado de una construcción certera que
pone en movimiento la pulsión emergente de lo reprimido, vuelve a interro­
garlo. ¿Retoma "algo que el niño vio u oyó en la época en que apenas era ca­
paz de lenguaje todavía"?t7 La inclusión de la pulsión emergente de la fija­
ción traumática en la falla del sueño ofrece otra respuesta. Hará falta, si­
guiendo a Freud, desasir la transferencia del síntoma, y hará falta, siguiendo
a Lacan, que el analista se haga producir con esa libido liberada.

NOTAS

l . En La clínica freudiana nos preguntamos por Jos obstáculos que Impiden la


curación analítica que en los Estudios se dibujan con la noción de resistencia y en La
etiología se esbozan, en relación con las escenas sexuales Infantiles, con el fantasma
de la causa. Dichas escenas, que llevan al monto de afecto y a la pulsión, y que
retornan, a partir de la diferencia Inconsciente-ello, articulando pulslón, fijación y
trauma, Interrogan la falla del sueño y el desasimiento de la transferencia del síntoma
en la cura. J. C. Cosentino, Las resistencias en la prácttca freudtana, Manantial, Bs.
As., 1 987, págs. 85-98.
2. J. Lacan, "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis",
Escritos, Tomo JI, Siglo XXl, México, 1 975, pág. 22 1 .
3. J. -A. Miller nos recuerda que "Lacan no opone la teoria de los afectos en la
Metapsicología a Jo que Freud expone en Inhibición. síntoma y angustia": sus maternas
"escriben al mismo tiempo . . . esa cuota de afecto ambulante . . . y la función de la
castración". "A propósito de Jos afectos", Maternas ll, Manantial, Bs. As., 1988. La
separación de la representación y de la suma de excitación, vale decir del significante y
del objeto a, en la constitución del sujeto, hace falta para articular en el fantasma
dicho objeto a con el -<P de la castración.
4. S. Frcud, La herencia y la etiología de las neurosis, A. E., III. ! 54; G. W., 1, 420.
Las remisiones, salvo aclaración, corresponden a O.C., Amorrortu editora (A. E.), Bs.
As., 1 978-85 y a Studtenausgabe (S. A.), S. l�ishcr Vcrlag, Francfort del Meno, 1 967-77.
ESCENAS SEXUALES INFANTILES 39

5. "Entre creer ahi, en el sintoma, o creerle •.. hace la diferencia entre la neurosis y
la psicosis. En la psicosis, las voces, no solamente el sujeto cree ahi, sino les cree". J.
Lacan, El Seminario, Libro XXI, RSI, Ornicar?, Le Graphe, Paris, 1975, pág. 1 10.
6. J. Lacan, El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis, Paldós, Bs. As., 1 986, pág. 246.
7. S. Freud, 271 Conferencia, "La transferencia", A. E., XVI, 404; S. A, 1, 4 15.
8. S. Freud, Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. A E. , Ill,
163; G. W., l. 379.
9. S. Freud, Sobre las teorías sexuales infantiles, A. E., IX, 190 y 189; S. A., V, 174
y 173.
10. J. l..acan, "El acto psicoanalítico", en Reseñas de enseñanza. Manantial, Bs. As.,
1984, págs. 52-53.
1 1 . S. Freud, 94 Conferencia, "La censura onirica", A E., XV, 1 35; S. A., 1, 1 58.
1 2. S. Freud, El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis, A. E., Xll ,
90, S. A., V.c., 1 54.
1 3. "Los restos diurnos ... toman algo prestado del Ice cuando logran participar en la
formación de sueño, vale decir: la fuerza pulslonante (die TriebkrcifQ de que dispone el
deseo reprimido" o "las excitaciones de deseo que provienen del Ice". De todas maneras
esta diferencia que se Insinúa entre la fuer¿a pulslonante y el deseo Inconsciente no se
conecta con la falla del sueño. En el capitulo VII aún el sueño es "el sustituto (Ersatz)
de la escena Infantil (der infantilen Szene), alterado por transferencia a lo reciente. La
escena Infantil no puede Imponer su renovación; debe conformarse con regresar como
sueño". S. Freud, La interpretación de los sueños, A. E., V, 556, 547 y 540; S. A., Il,
537, 529 y 522.
14. Tanto la "imagen sensorial" (ob. cit., A. E., V, 537; S. A., II, 5 1 9) -diferenciable
de la "Imagen sensorial de percepción" donde "la Investidura se conserva en el sistema
mnémlco" (El yo y el ello, A. E., XIX, 22; S. A., I I I , 289)- como las "investiduras
visuales" (ob. cit., A. E., V, 565; S. A., ll, 546) -la atracción que ejercen grupos
mnémlcos que en parte extsten sólo como esas Investiduras visuales- conducen, en las
perturbaciones de la función del sueño, a ese borde donde se anudan, sobre fondo de
angustia, imaginario y real. Se trata, desde la 29• Conferencia, de la Inclusión de la
pulslón emergente de la fijación traumática en la falla del sueño, allí donde el
escenario Imaginario del mismo ofrece un marco que sólo deja entrever "lo visto"
freudiano. En el sueño del "Hombre de los lobos" la Inclusión de lo sensorial, no sin
imaginario, sostiene la transposición del estado de detención fascinada u horrorizada
del sujeto, O<:ultando con angustia, lo que en la escena lo mira. La Imagen de los lobos,
como Imagen-sensorial, vela e Incluye la mirada, mientras la cadena asociativa está
allí enmarcando ese elemento no sustituible. El ombligo del sueño, en cambio,
conduce a otro borde donde se anudan real y simbólico: lo Imposible de decir (J.
Lacan, "Respuesta a una pregunta de M. Rltter", en Lettres de l'Ecole, 1 8, Paris, 1976).
En las perturbaciones menores de la función del sueño la puesta en escena, como
señala C. Soler ("Acerca del sueño", en Finales de análisis, Manantial, Bs. As., 1988,
pág. 80), "con su posibilidad de hacer aparecer o desaparecer de Improviso ... , se presta
a convocar el más allá . . . de la realidad". no sin ese marco que ofrece el escenario
imaginario del sueño.
1 5. J. Lacan, El Seminario, Libro X, I..a angustia, 19-XII-62 y 29-V-63, inédito.
16. J . C. Cosentino, "Fantasma, sueño, visión y alucinación", en Psicosis, Tomo U,
Tekné, Bs. As., 1 988.
1 7. S. Freud, Construcciones en el análisis, A. E., XXIII, 267-8; S. A., V.c., 403-4.
EL CARACTER EN lA OBRA FREUDIANA:
ALGUNAS CONCLUSIONES CUNICAS

Diana S. Rabtnovtch

Primera parte

No es sorpresivo, ni tampoco a nuestro Juicio casual. encontrar la primera


referencia psicoanalítica sobre el carácter en Freud en el capítulo VII de la
Traumdeutung, en el apartado dedicado a la regresión, en el cual, tras intro­
ducir los esquemas pertinentes para explicar la regresión en el soñar, define
al carácter. en coherencia con su teoría de la época, del siguiente modo: MLo
que describimos como nuestro carácter se basa en las huellas mnésicas de
·
nuestras impresiones e incluso de aquellas impresiones que más nos afecta-
ron. las de nuestra temprana infancia, que son precisamente aquellas que en
cuanto tales nunca se vuelven conscientes. "I
E l carácter considerado e n e l capítulo VII como una forma de memoria se
encadena de modo significativo con un texto muy posterior de Freud, Moisés
y el monoteísmo, donde una de las consecuencias implicitas de la definición
anterior. correlativa de la definición de la estructura de la pulsión en la obra
freudiana, desempeña un papel fundamental: me refiero al concepto de f�a­
ción, al que quizá podrta uno referirse como Mmemoria de la pulsión". La re­
lación entre el carácter y la pulsión parcial, su estrecha vinculación con el
periodo de latencia, llevan a Freud en el Moisés. . . a retomar su teorta del
trauma -tnseparable de la elaboración en este texto del concepto de realidad
psíquica- señalando sus dos efectos, el uno positivo, el otro negativo.
El primero de ellos implica la insistencia del trauma, la repetición de la si­
tuación traumática, es decir, la acción conjugada de la fijación y la compul­
sión a la repetición. Los elementos traumáticos dependientes de este efecto
pueden ser Incluidos dentro del yo normal como tendencias permanentes del
yo: •( . ) como tales pueden darle sus rasgos de carácter tnalterables; inalte­
..

rables por haber sido olvidada su verdadera base y su origen histórico. "[Las
. itálicas son nuestras.(2 A continuación da diversos ejemplos, entre los que
puede señalarse el del hombre ligado a su madre, etc.
El segundo efecto consiste en la falta de recuerdo, en la no repetición de
elemento alguno del trauma, el cual produce reacciones defensivas como las
evitaciones que, a criterio de Freud, pueden repartirse en una amplia gama
que abarca desde la inhibición hasta la fobia, considerada esta última en un
sentido descriptivo, que también hacen un aporte importante a la formación
EL CARAClER EN LA OBRA FREUDIANA 41

del carácter. Concluye entonces que dos efectos uno negativo y otro positivo
del trauma, el uno 'como restricciones en el yo y el otro como repetición acti­
va de los rasgos de carácter, hacen su aporte a la formación del mismo. Sin
embargo, ambos son incluidos globalmente bajo la denominación de rasgos
de carácter.3
De este modo, los síntomas, las restricciones del yo y los rasgos de carác­
ter -<:amo cambios estables del mismo- comparten un Unte compulsivo, rela�
clonado explícitamente por Freud con el predominio de la compulsión a la re�
petición y de la realidad psíquica y diferenciados, de manera igualmente ex­
plicita, de h1 compulsión propia de la neurosis obsesiva. Son indicadores de
ese factor misterioso de resistencia al análisis, la fijación.
Estas tres formaciones -síntomas, restricciones del yo y cambios estables
de carácter- son denominados por Freud de manera conjunta como Mcicatri­
ces del yo". 4 La idea de cicatriz, enfatizada por Lacan en diversos contextos
en su articulación con la marca significante, muestra aquí netamente su rai­
gambre freudiana, dado que en Lacan la marca es Inseparable de la repetl­
ción.s
Esta cicatriz del yo, punto en que la defensa hace marca, retoma pues
una de la dimensiones de la memoria inconsciente tal como aparece en el ca­
pitulo VII, la cual permanecerá constante en la obra freudiana y tiene toda
su importancia para la delimitación del concepto psicoanalitlco de carácter.
Dicho concepto implica dos grandes articuladores teóricos que al ser confun­
didos han generado una confusión notable, sobre todo en lo tocante a la
práctica analítica.
El articulo, ya clásico, en el que Freud introduce una concepción psicoa­
nalítica del carácter es El carácter y el erotismo anal, articulo de 1 907- 1 908,6
y por ende cercano a Tres ensayos para una teoría sexual. Describe allí los
tres, luego famosos. rasgos de carácter que son modificaciones de la pulsión
anal: la parsimonia, el orden y la limpieza. Encontramos en este articulo la
primera fuente pulsional parcial claramente definida del carácter, la anal. Se
trata, retomando el término del que gustaba Freud, de un impulso libidinal
que se muda en rasgos de carácter frente a los "diques" impuestos por la de­
fensa.
Existe, sin embargo, un segundo articulador del carácter, a menudo des­
cuidado o no diferenciado del anterior, que lo enmarca en el contexto del
complejo de Edipo y del complejo de castración.
El primero predomina desde 1 905 hasta el final del recorrido freudiano; el
aegundo se hace presente más tardíamente y es solidario e inseparable de la
,teoria de la identificación freudiana. De esta manera la teorla freudiana del
carácter surge como solidaria de los destinos del objeto, ya sea a nivel de la
pulsión, del deseo o del Ideal, objetos todos confundidos en uno en la marea
posfreudiana.

Fuentes pulsíonales del carácter

a) Carácter y pulsión parcial

Examinemos en primer término la primera teoria del carácter, la que se


,centra en su fuente libidinal. En ella se observa desde el inicio mismo, ya
42 DIANA S. RABINOVICH

desde Tres ensayos. . .. que esta formulación del carácter es inseparable de


dos mecanismos, que reaparecen en casi todas las referencias freudianas al
carácter. la formación reactiva y la sublimación. Ambos son, Freud ya lo se­
ñala. sustitutos de la represión, pero sustitutos diferenciados no idénticos.
Progresivamente la sublimación se independizará del carácter, mientras que
la formación reactiva aparecerá cada vez más ligada a él.
De esta manera, el síntoma, el carácter y la sublimación comparten un
rasgo común: ser satisfacciones sustitutivas. Debe subrayarse que se trata
de satisfacciones (Befrtedtgung) y no de realizaciones o cumplimientos
(Wunscherjüllung). término que Freud conserva siempre que nos hayamos en
el dominio de la pulsión, mientras que el de realización se encuentra siempre
en el ámbito del deseo.
Si el síntoma es retorno de lo reprimido, podemos decir que la formación
reactiva no lo es, al igual que la sublimación. En el caso de la formación re­
activa nos encontramos con la aparición en el texto freudiano de una metáfo·
ra. que se Incorporará de manera definitiva al mismo. que designa aquello
que reemplaza al retorno de lo reprimido: son los �tres diques" frente a las
pulslones, que se nos presentan bajo el rostro del asco. la verguenza y la mo­
ralidad. Ellos son solidarios, en primera instancia, del periodo de latencia. en
cuya discusión aparecen por vez primera, unidos a la diferenciación ya men­
cionada entre represión, formación reactiva y sublimación. Las formaciones
reactivas. las que suprimen el displacer provocado por la instancia de la cen­
sura -estamos en 1 905- frente a las pulsiones parciales, constituyen esos di­
ques que son el asco, la verguenza y la moralidad. Es llamativa la insistencia
de Freud en este texto en enfatizar su coincidencia con los �historiadores de
la cultura· quienes suponen que los logros culturales implican la desviación
de las fuerzas pulsionales y de sus metas sexuales hacia nuevos caminos.7 A
partir de este punto encuentran su comunidad parcial la sublimación y la
formación reactiva.
Poco después, también en Tres ensayos. . . encontramos una definición del
carácter que introduce un elemento ajeno a la forma de memoria del capitulo
VII y que postula su articulación especifica con la pulsión parcial: �Lo que
describimos como el 'carácter' de una persona se construye en una conside­
rable extensión a partir del material de las excitaciones sexuales y se compo­
ne de pulsiones que se fijaron desde la infancia. en construcciones logradas
mediante la sublimación y en otras construcciones empleadas para mante­
ner a raya impulsos perversos que han sido reconocidos como inutUlzables
(. . . ) [esta) es la fuente de algunas de nuestras virtudes en la medida en que
estimulan su desarrollo a través de la formación reactiva. •s [Las itálicas son
nuestras.] Describe a continuación un curso típico de desarrollo fundado. no
en etapas cronológicas, sino en la alternancia de olas de liberación sexual,
olas de sublimación, olas de represión -términos estos que concuerdan con
la metáfora marina de los diques-. ubicando más bien la formación del ca­
rácter del lado de las olas de sublimación.
Ni en la traducción inglesa ni en la traducción castellana de Freud es po­
sible rastrear la aparición que hace de inmediato en Tres ensayos el térmi­
. . .

no de Lustgewtnn,s ganancia de placer, referente freudiano del plus de gozar


de Lacan. que es traducido de modos diversos a lo largo de las Obras Com­
pletas de Freud, de manera tal que es dificil o casi Imposible de rastrear en el
índice confeccionado por Strachey. Es significativo que. tras realizar esta
EL CARACTER EN LA OBRA FREUDIANA 43

descripción del carácter, Freud indique que las excitaciones provenientes de


la fuente pulsional infantil buscan un producto colateral -punto que se reto­
mará desde la perspectiva de la diferencia entre creación y producción. más
adelante-, una ganancia de placer (Lustgewinn en alemán). brindada por la
búsqueda independiente de satisfacción de su meta por cada pulsión. Escri­
be Freud: ·r..as excitaciones de todas esas fuentes no están combinadas aún
[son un producto colateral] ; cada una busca su meta separadamente, ella es
meramente la ganancia de cierto tipo de placer. En la infancia ( . . .) la pulsión
sexual no está unificada y es sin objeto, es decir autoerótica."[ l920) lo Tal co­
mo lo he desarrollado en otro ladoJ 1 , queda claro para el lector atento que es
autoerótica y anobjetal en el sentido en que Freud usa estos términos en re­
lación a la serie de la elección de objeto. No lo es en cambio en la medida en
que se produce. gracias a la fijación que vuelve necesaria su contingencia
esencial. en la serie de los objetos de la pulsión parcial.
En el artículo ·carácter y erotismo anal", texto de 1 907- 1 908 considerado
habitualmente como fundante de la teoría psicoanalítica del carácter. volve­
mos a encontrar la ganancia de placer (Lustgewinn) en su articulación preci­
sa con una zona erógena en particular, la zona anal. Freud establece la cone­
xión, que se le presenta como enigmática, entre un tipo de carácter y el com­
portamiento de un órgano, conexión que se le impone llamativamente, no
pudiendo fechar empero el momento en que ésta se le impuso. Por lo tanto,
aparecen íntimamente relacionados un grupo de rasgos de carácter y una zo­
na corporal funcional y los órganos que involucra, el nexo entre ambos resi­
de en la erotización de la función orgánica. tal como es conceptualizada por
Freud en su artículo sobre la ceguera histérica. Interferencia pues de lo libi­
dinal en la función orgánica. verdad que la histeria le había enseñado y que
da lugar a una disfunción que escapa a la función biológica, subvirtiéndola.
El carácter se ubica pues en la prosapia misma del síntoma histérico pero en
sentido inverso: el cuerpo erotizado se transmuta en rasgos de carácter que
borran. aparentemente. toda relación con su origen como productos colate­
rales de las zonas erógenas de ese cuerpo que busca una satisfacción que
Freud define como ganancia de placer. Los rasgos particulares son en este
caso limpieza. parsimonia y orden. Su presencia misma ya es indicadora del
borramiento del erotismo anal del sujeto.
La definición de Tres ensayos. . . antes citada adquiere una nueva preci­
sión: (. . . ) podemos de todos modos establecer una fórmula para la manera

en que se forma. a partir de las pulsiones parciales, la forma final del carác­
ter; los rasgos de carácter permanentes son o bien una prolongación sin
cambios de las pulsiones originales o bien una sublimación de dichas pulsio­
nes o bien una formación reactiva contra ellas."J2
Tenemos ya trazadas las líneas fundamentales del concepto psicoanalítico
de carácter, líneas cuya nitidez misma asombra. Perdura, y se lo vuelve a en­
contrar en textos de los años 1 9 1 7- 1 9 1 8, siendo la pregunta central que arti­
cula esta formulación ¿qué vuelve necesaria esta conexión?, ¿por qué existe
una relación necesaria entre una zona erógena o una etapa ltbidinal y un
grupo estable de rasgos de carácter, ya sean estos producto de la sublima­
ción o de la formación reactiva, de los diques frente a la moralidad?
Esto no impide que en dos artículos anteriores a los Tres ensayos. . .. de
1 903 y 1 904. Freud utilice el término carácter en el sentido más convencio­
nal propio de su época. Vemos pues que la definición psicoanalitica sLrictu
44 DIANA S. RABINOVICH

sensu es correlativa de la formulación de la teoóa de la sexualidad infantil.


Se trata además de dos articulos sobre el método analitico, de carácter pri­
mordialmente divulgativo. En ambos el carácter se asocia al nivel de educa­
ción, a la formación ética del Individuo y a los elementos de -degeneración
constitucional", cuyo estigma configuran. Desde este ángulo, las menciones
freudlanas al carácter lo presentan como una contralndlcaclón al tratamien:
to psicoanalítico, parodia casi, podóa decirse, de su función resistencial pos­
terior, fundada exclusivamente en criterios analíticos.
Encontramos así bajo la pluma de Freud formulaciones como las siguien­
tes: -(. . .) cierto grado de inteligencia natural y de desarrollo ético son necesa­
rios (se refiere a la posibilidad de analiZar a un paciente); si el médico tuviese
que tratar con un carácter sin valor, rápidamente perdeóa el interés que le
hace posible entrar profundamente en la vida mental del paciente. Malforma­
ciones del carácter hondamente arraigadas, rasgos de una constitución efec­
tivamente degenerada, se muestran durante el tratamiento como fuentes de
resistencia que dtficilmente pueden ser superadas. "t3 Y señala en -Sobre la
psicoterapia" que no son analizables "(. . . ) aquellos pacientes que no posean
un grado razonable de educación o un carácter bastante confiable ( . . .)".14
Esta función resistencial del carácter se sitúa pues en las antípodas de lo
que al final de su recorrido, en Análisis terminable e interminable, Freud co­
loca como una de las resistencias mayores a la cura analítica, en igual nivel
que la roca de la castración, la resistencia representada por el carácter en su
articulación con la pulslón.
En un texto algo posterior, más o menos contemporáneo de -carácter y .
erotismo anal", 1 907- 1 908, -La moral sexual clvtllzada y la enfermedad ner­
viosa moderna" ts encontramos una serie de disquisiciones acerca del carác­
ter, tomado ya en su definición analítica -como destino de la sexualidad- y la
ética. Los diques de la moral fortalecen el carácter y Freud emite un juicio,
por cierto despectivo, acerca de la estrecha relación entre el rasgo Individua­
lista cada vez más acentuado de las formas de carácter tal como ellas se pre­
sentan en nuestra cultura, en las que surgen como marcadamente lndivt­
dualtzadas, y la restricción sexual propia de esa misma cultura. De este mo­
do puede observarse una doble lectura posible de la restricción sexual en su
relación con el carácter. Por un lado, ella endurece, fortalece el carácter; por
otro, se -come" al carácter, lo -ablanda", lo vuelve -muelle". Así, la abstinen­
cia temerosa y timorata de sus contemporáneos no le parece indicar la cons­
trucción de esos diques que fortalecen el carácter, propios de los individuos
fuera de la norma, sino más bien algo que favorece la mayor producción de
individuos débiles, que tan sólo se comportan correctamente y se diluyen en
la gran masa, diferenciándose de ella por alguna -originaltdad" de carácter
que es -un freno a la acción". Vemos esbozarse aquí algo que se reiterará, la
articulación entre el carácter, en su relación con las pulsiones, y la acción.
Se sabe la importancia que esta articulación adquirirá en Lacan a través
de su conceptualiZación del acto y del plus de gozar. Sin embargo, creo que
vale la pena subrayar que la aparente contradicción freudiana debe ser si­
tuada en el contexto de un artículo escrito antes del vuelco fundamental del
'20 en que se introduce la pulsión de muerte y la compulsión a la repetición,
marcando ese más allá del principio del placer que hace a unos fuera de la
norma, heroicos como Edipo o Antígona, y a otros parte de la masa, débiles
por someterse al imperio del principio del placer y su homeostasis. Esta dife-
EL CARACTER EN LA OBRA FREUDIANA 45

rencla, que Lacan desarrollará en el seminario VII , La ética del psicoanáli­


sts, ta permite situar por qué en unos aparece la fuerza del carácter y en
otros su debilidad, por qué algunos se alzan a la dignidad del héroe como
character, en su sentido teatral -ya sea dramático o trágico-, y otros se fun­
den en el anonimato del coro o sólo resaltan en él por sus pequeñas "ma­
nías". Se retomará luego esta articulación con el character teatral y /o litera­
rio, al que Freud, se sabe, prestó particular atención.
Pero no sólo la abstinencia, sino también la masturbación se hace presen­
te en este artículo, siendo introducida por una afirmación inconmovible de
los principios freudianos: "La conducta sexual a menudo determina el patrón
de todos sus otros modos de reaccionar en la vida. "t7 El carácter como tal, es
solidario en su esencia misma con la sexualidad parcial perverso polimorfa y,
por ende, Impotente para llevar al sujeto al "carácter fuertew -a la renuncia
mediante la abstinencia de la heterosexualidad o a la renuncia al autoerotis­
mo y la masturbación-. Freud no vacila en calificar al autoerotismo y a la
masturbación, en su sentido más tradicional, como actividades perjudiciales.
Se funda para ello en dos razones. En primer término, enseñan a los sujetos
modos de lograr metas Importantes, vale decir la satisfacción, sin esfuerzo ni
trabajo alguno, sin pagar su precio, siguiendo caminos fáciles, cuya conse­
cuencia es la indulgencia del sujeto para consigo mismo. En segundo térmi­
no, tienen como consecuencia "nefastaw. consecuencia sin duda contradicto­
ria con la interpretación limitada del autoerotismo que se impuso y que ya
criticamos, la idealización del objeto. ¿Qué entiende aquí Freud por idealiza­
ción del objeto? La persistencia, incluso el increnrento de la fijación al objeto,
en la medida en que la actividad fantasmática funciona como una salvaguar­
da de cualquier contraste con la realidad posible de ese objeto. Obviamente,
esta segunda consecuencia se articula ya con lo que será la serie de la elec­
ción de objeto en su relación con el narcisismo y el Edipo, todavía no desa­
rrollados en la obra freudiana, pero cuya presencia empieza a esbozarse en
esta peculiar consecuencia.
Obsérvese que Freud no habla aquí de adaptación alguna a una supuesta
realidad "realista", sino de la preeminencia de esa realidad psíquica, correla­
tiva a la absorción en el autoerotismo y en lo fantasmático, que aparece tra­
bando al sujeto en el despliegue de su acto, en la medida en que éste tiene
una íntima relación con la satisfacción pulsional.

b) Carácter y síntoma

En un artículo, también sumamente mencionado y trabajado en relación


al carácter, "La disposición a la neurosis obsesiva" ts de 1 9 1 3, Freud retoma
el examen del desarrollo del carácter. El aspecto genético y la aparición explí­
cita por vez primera de la fase anal-sádica del desarrollo ljbidinal y del con­
cepto de fijación a las etapas libidinales como parte obligada del mismo, ha
oscurecido una de las puntuaciones freudianas fundamentales, la diferencia­
ción cada vez más precisa entre carácter y síntoma, paralela a la modifica­
ción del concepto de defensa, que es formulada en este texto. cuyas conse­
cuencias clínicas tienen gran importancia y culminarán en el gran vuelco de
1 920, Más allá del principio del placer. Dice pues en el artículo vinculado con
la elección de neurosis: "Sin embargo, una nítida separación teórica entre
ambos casos es ofrecida por la circunstancia de que en el carácter falta lo
46 DIANA S. RABINOVICH

que es peculiar del mecanismo de las neurosis, a saber, el fracaso de la re­


presión y el retorno de lo reprimido. En el caso de la formación del carácter,
la represión no entra en acción, o bien alcanza con tersura su meta de susti­
tuir lo reprimido por unas formaciones reactivas y unas sublimaciones. Por
lo tanto, tales procesos de la formación del carácter son menos transparen­
tes y más inasequibles al análisis que los procesos neuróticos." I 9 .
En "Pulsiones y sus destinos" Freud vuelve sobre los destinos pulsionales
en su articulación con las defensas. estableciendo una distinción más neta
entre sublimación y formación reactiva. Refiriéndose a la transformación en
lo contrario, que debe introducir para dar cuenta de esos dos pares pulsiona­
les tan problemáticos que son el voyeurismo-exhibicionismo y el sado-maso­
quismo, señala que ésta "( ... ) no es suficiente para explicar la compasión."2o
La compasión implica para Freud ese otro mecanismo. la formación reactiva,
al cual considera en La represión"2 I como una formación sustitutiva homó­
"

loga al síntoma, pero no idéntica a él. Reaparece aquí una vez más el énfasis
de Freud en la dimensión resistencial del carácter entendido psicoanalítica­
mente.
El carácter se presenta pues como un síntoma que no es tal y como una
sublimación que no es tal. ¿Cuál es su estatuto entonces? La respuesta sim­
ple y obvia es: se trata de una formación reactiva. Pero, ¿en tanto que satis­
facción sustitutiva, qué la distingue en particular de las otras dos satisfac­
ciones. la del síntoma y la sublimatoria? Conviene no perderse en los labe­
rintos de las reflexiones posfreudianas entre catexias y contracatexias de ca­
da uno de los mecanismos en juego, represión. sublimación y formación re- .
activa. Algo de la satisfacción propia del carácter parece escapar tanto al sín­
toma como a la sublimación. Freud nos brinda una pista en su texto funda­
mental sobre el fantasma "Un niño es pegado" de 1 919.
E n l a presentación misma del tema, refiriéndose a l a fantasía autoerótica
"un niño es pegado", tercer tiempo, a la que considera una fl.jación de un
componente parcial de la pulsión y, por lo tanto, un "rasgo primario de per­
versión", plantea una vez más la tríada clásica de destinos de este "rasgo pri­
mario de perversión": "Sabemos que una perversión infantil de esta índole no
necesita persistir a lo largo de toda la vida; más adelante puede ser sometida
a la represión, reemplazada por una formación reactiva o ser transformada
por sublimación. "22
Examinando el segundo tiempo masoquista del fantasma, reprimido pri­
mariamente, perdido para siempre, aquel que sólo se puede construir, no
sorprende que agregue: "( ... ) no sólo continúa operando ( ... ) sino que pode­
mos detectar sus efectos sobre el carácter, derivados directamente de su for­
mación inconsciente. Las personas que albergan fantasías de esta índole de­
sarrollan una especial susceptibilidad e irritabilidad hacia cualquiera que
pueda ser incluido por ellos en la clase de los padres. Una persona así los
ofende con sum.afacilidad y de este modo (a su propio costo y pesar) reprodu·
cen la situación imaginada de ser pegado por el padre. " (Las itálicas son nues­
tras.] 23
Ambas citas aportan lo suyo a nuestro problema, aunque se deje de lado
por el momento el componente edípico. Primero, se reitera la relación entre
carácter y satisfacción autoerótica, entre carácter y la perversión polimorfa
como rasgo distintivo de la sexualidad infantil, no siendo aquí la referencia la
perversión como estructura clínica, y entre carácter y formación reactiva. Se-
1�1. CAHAC'IEH 1-:N I..A OBRA FHEUDIANA 47

gundo, en la enumeración de los tres mecanismos se aprecia una sutil dife­


renciación. La pulslón en el caso de la represión es "sometida", en el de la
formación reactiva e� "reemplazada" y en el de la sublimación es "transfor­
mada". Tercero, el carácter aparece como un derivado de la formación in­
consciente de una fantasía, la de ser pegado por el padre, en la cual el factor
edípico sufre una regresión pulsional, y se transforma en dos rasgos de ca­
rácter hasta ahora poco desarrollados y a los que se le ha prestado poca
atención. "irritabilidad y susceptibilidad" ante subrogados paternos. De allí
el sujeto se ve llevado, a causa de estos rasgos mismos, a la situación orígi­
nal de la fantasía, ser pegado (castigado) por el padre. Cuarto, la compulsión
a la repetición hace ya aquí su aparíción bajo la máscara del carácter. La re­
petición no se agota en el síntoma sino, como lo demuestra la cita de Moi­
sés. . . antes mencionada, que remite al carácter en su etimología común a to­
das las lenguas que aquí son nuestra referencia (alemán, castellano, francés
e inglés): marcar con hierro el ganado, grabar con buril, incisión. Esta etimo­
logía indica, además, que la introducción del término "cicatriz" parece volver­
se cada vez menos accidental.
Se esboza pues una relación peculiar entre la estructura del yo como ca­
rácter. la formación reactiva como reemplazo (los diques de la moralidad) de
la pulsión y el fantasma inconsciente. que sitúa al carácter en una filiación
diferente a la del síntoma o la sublimación. Formación sustitutiva que afecta
al yo. satisfacción autoerótica alejada del cuerpo que empero remite a él. el
reemplazo parece alojarse en el paso de la dimensión del fuera del cuerpo de
las zonas erógenas autoeróticas a la Intimidad del fantasma, a esa dimensión
en la que el sujeto es objeto de . . . ¿Puede acaso el dique caracterológico que
es la moralidad no ser más que el reemplazo de una pulsión cautiva del fan­
tasma, y el yo (diferenciación del Ello a partir de 1 923) ser entendido como
otra cosa que una diferenciación perceptual? Las formulaciones posteriores
de Freud, como se verá, parecen avalar precisamente estas hipótesis, al in­
sistir en la heterogeneidad radical entre las estructuras neuróticas y toda
construcción de tipos libidinales o caracterológicos. La tipificación se bifurca
en una disyunción excluyente.
En 1 93 1 , en un artículo dedicado a los tipos libidinales definidos como
constelaciones de la libido, encontramos la siguiente aclaración: "Para todos
ellos [los tipos libidinales] tiene que ser válida la exigencia de que no coinci­
dan con cuadros clínicos.· 24 Finalizando el artículo de este modo: "Su géne­
sis no arroja ninguna nueva luz acerca de la génesis de las neurosis. "25 Por
lo tanto, la disyunción entre neurosis y carácter es subrayada por el mismo
Freud. incluso como lo demuestra el último artículo citado, es necesario pen­
sar una tipificación de las constelaciones libidinales cuyas coordenadas sean
ajenas a las de la tipificación del síntoma y de las estructuras clínicas.
Esto nos lleva a formular una nueva pregunta: ¿es posible formular una
tipificación del carácter, y en caso de que la respuesta sea afirmativa, cuáles
serían las coordenadas de dicha tipificación, su matriz estructural?

[Continuará en el número siguiente]


FREUD Y LA PERVERSION

Patrick Valas

"Este pequeño órgano fue forjado como


la continuación que debe agregársele a
')as estructuras freudianas de la peJVerslón'."

Primera parte

E1 extraordinario polimorfismo de las manifestaciones de la sexualidad hu­


mana, incluso en sus formas más extravagantes o aberrantes, legitima la
cuestión de saber si se puede aislar verdaderamente la perversión a partir de
una estructura específica que la distinguiría de la neurosis o de la psicosis,
pues desde el punto de vista fenomenológico, esta distinción parece práctica­
mente imposible de realizar.
Freud da fe constantemente de esta dificultad en su concepción de las
perversiones, la cual se construye en el movimiento mismo de elaboración de
su doctrina. El estudio de las perversiones sexuales ocupa en ella un lugar
muy importante, abriéndole un campo privilegiado de observación aun cuan­
do, por lo general, ellas no dependen directamente de la clínica analítica. Se
trata para él, en efecto, de esforzarse en dar cuenta de la subjetivación pro­
blemática del sexo biológico debido a su dramatización en la dialéctica edípi­
ca, cuyo resultado en definitiva será la entrada del sujeto en una de las tres
categorías: neurosis, psicosis o perversión.
Un camino muy largo será necesario para llegar a ese punto en que la de­
finición de la perversión adquirirá su estatuto más firme.
Seguiremos aquí a Freud en el paso a paso de su andar, según el orden cro­
nológico de sus textos. Su lectura no irá más allá de las significaciones que da
en sus elaboraciones sucesivas de la perversión. El principio de esta elección
se justifica por el hecho de que Freud siempre conceptualtzó sus diferentes
modelos del aparato psíquico en el marco de una teoría evolucionista.

Apartado 1

LAS TEORlAS SEXUALES AL FINAL DEL SIGLO XX

Antes de que la obra de Freud cobre impulso y renueve su sentido, la con­


cepción dominante en toda teoría sexual del ser humano reposa, hacia el fi­
nal del siglo XIX, en el postulado de la atracción recíproca natural de un sexo
por el otro, atracción irresistible cuya fuente individual está en los órganos
ll'REUD Y U\ PERVERSION 49

genitales. No se trata aquí de seguir la fillación de esta concepción, que se


remonta a la antigOedad, sino de subrayar. como lo hace Paul Bercherie, l lo
que aporta de nuevo a ·estas teorías sexuales el ascenso de la ciencia. En
efecto, la noción moderna del instinto sexual proporcionará a la clínica na­
ciente de las peiVersiones sexuales, sus primeros fundamentos teóricos.

La teoría clásico-moderna del instinto sexual

Mientras que anteriormente, el papel de la sexualidad en la determinación


social era considerado como muy secundario, a partir de la mitad del siglo
XIX, gracias a Cabanis,2 se comenzará a atribuir a la sexualidad, como vector
de la reproducción de la especie, lo esencial de la determinación de toda la
esfera de las relaciones interpersonales que son su expresión psicológica.
A partir de la oposición que hace entre instinto de reproducción e instinto
de conseJVación, Cabanis habla de "hábitos instintivos". Estas ideas, mejor
delimitadas, serán difundidas por Schopenhauer y se volverán corrientes al
final del siglo XIX. El instinto sexual en su desarrollo influencia los senti­
mientos más elevados, sociales, morales y religiosos de la humanidad.
A estas tesis sobre la sexualidad como engendrando los lazos y los senti­
mientos sociales a través de la familia y los instintos parentales, los evolucio­
nistas, antropólogos y psicólogos le oponen una concepción más compleja.
Inspirándose en DaiWin,J hacen del grupo social un hecho originario, surgi­
do de necesidades diferentes de las del grupo familiar. Cada uno tiene su ori­
gen psicológico propio, el uno no deriva del otro.
Después del prefacio de El origen de la familia, de la propiedad y del Esta·
do de Engels, 4 se comienzan a estudiar los lazos que los condicionan: a par­
tir de un origen mítico en que el comercio sexual seria sin traba alguna, las
cosas habrían evolucionado hasta la constitución de la familia conyugal, en
la que se afirma el derecho paterno que regula las relaciones sexuales. La
concepción generalmente admitida es la de la estructuración de las relacio­
nes y de los sentimientos conyugales y parentales en el interior del clan so­
cial, pero donde el clan social domina al dar la medida de la norma. El ins­
tinto sexual natural no está en conflicto con esa norma.
El progreso realizado en esta evolución consiste en el reconocimiento de la
paternidad según un criterio conceptual (la Ley) que llega a suplantar la evi­
dencia concreta de la maternidad. El rasgo dominante seria que las normas
sociales brindan su marco a todas las manifestaciones de la sexualidad, juz­
gándolas a partir de su finalidad esencial: la reproducción de la especie. Toda
desviación de esta meta es considerada como una aberración vinculada con
una degeneración con el instinto sexual natural. A decir verdad, nadie se inte­
resa en ellas, salvo para designar esas desviaciones como monstruosidades.

Los primeros trabajos sobre las perversiones sexuales

Antes de los trabajos alemanes de los años 1 860- 1 870, la patología sexual
reconocida se resumía a trastornos del comportamiento suficientemente im­
portantes como para exigir la inteJVención del alienista, con una meta esen­
cialmente médico-legal.
50 PATRICK VAU\S

A la antigua noción de hipersensibilidad (ninfomanía, satiriasis), el campo


de las pericias agrega el estudio de los sujetos que han cometido actos consi­
derados como Mmonstruosos" (necrofllia. pedofilia, asesinatos sádicos). Es­
quiroJs los agrupa bajo el término de monomanías instintivas y Morel6 bajo el
de perversiones de los instintos genésicos, en el marco de lo que denomina
las locuras hereditarias.
Pero las perversiones sexuales siguen siendo un problema muy marginal
en el campo de la psiquiatría. En 1 877, Lasegue7 describirá por primera vez
el exhibicionismo, al que considera como un acto Impulsivo. Hasta el fin del
siglo XIX e incluso al inicio del siglo xx. se relacionarán por otra parte las per­
versiones sexuales con síndromes impulsivos y obsesivizantes, cuyo ejemplo
más característico y más claro es proporcionado por Magnan.s
Es pues a partir de ese campo bastante reciente y todavía inexplorado de
la clínica de las perversiones donde se constituirá una sexología con preten­
siones científicas. Trabajos importantes nacerán en Alemania:
Ulríchs,9 para obtener una flexibili7.ación de la legislación represiva, hace
de la homosexualidad una tendencia natural (llamada uranlsmo, que servirá
de referencia a la existencia de un Mtercer sexo" defendido por los primeros
movimientos homosexuales). Opone el uranismo natural al desenfreno y a la
pederastia, al igual que a la patología mental. La singularidad es congénita
pero en modo alguno patológica. En un espíritu explícitamente darwiniano,
desarrollará argumentos biológicos que tendrán una influencia determinan­
te. Se apoya, para su demostración, en el hermafroditismo de algunos ani­
males inferiores (caracol) y del embrión humano hasta su doceava semana.
Wesphallto forja. en 1 870, el término inversión sexual y lo relaciona con
las categorías de las neurosis, que él remite a una patología degenerativa he­
reditaria. Los estudios sobre los comportamientos sexuales desviados adqui­
rirán un interés creciente en Alemania.
Krafft-Ebingl t se interesa a partir de 1 877 en todas las formas de desvia­
ciones sexuales. cuyo estudio agrupa en su Psychopathia sexualis, publicado
en 1 886. La reorganl7..ará en ediciones sucesivas hasta su muerte. Divide las
"anomalías del Instinto sexual" en cuatro clases, que serán adoptadas por la
gran mayoría de los alienistas: anestesia del Instinto sexual por debilita­
miento psicológico (Infancia, vejez) ; hiperestesia (ninfomanías. satiriasis) del
instinto sexual. vinculada con fenómenos cerebrales funcionales causados
por enfermedades degenerativas del cerebro; paradoxia del Instinto sexual,
cuando se manifiesta fuera de los períodos fisiológicos normales de la edad
adulta; parestesia del instinto sexual, cuando éste se manifiesta fuera de la
meta natural de la reproducción de la especie.
En el plano etiológico, subraya la naturaleza congénita y degenerativa de
las perversiones y opone de este modo a las perversiones adquiridas (homo­
sexualidad vinculada a condiciones restrictivas, como la vida en cautiverio)
las perversiones verdaderas que son cercanas a los estados degenerativos he­
reditarios (neurosis, paranoia. trastornos del carácter) . Pero su teoría here­
do-degenerativa sufrirá. por influencia de otros autores, modificaciones im­
portantes.
A. Blneti2 en un trabajo titulado El fetichismo en el amor ( 1 887), reconoce
que si la herencia ofrece el terreno favorable para la constitución de la per­
versión. ella no puede darle su forma característica. Que un hombre pueda
adorar un par de botines no puede ser explicado por la simple herencia, tie-
FREUD Y LA l'ERVERSION 51

n e que existir pues u n determinismo histórico, u n Incidente en la historia del


sujeto que da a la petversión su forma característica, pero sobre un terreno
degenerado, pues esto no podria producirse en un hombre sano. Emite la hi­
pótesis de que la petversión seria causada por un acontecimiento vivido en la
infancia, habiendo dejado su huella bajo la forma de una asociación mental.
Habria pues allí una estructura común a toda petversión. Ahora bien, este
proceso puede obsetvarse en cualquiera. Pero si, en el sujeto normal, una
multitud de excitaciones son posibles, la patología sólo comienza en el mo­
mento en que el amor por un detalle cualquiera se vuelve preponderante
hasta el punto de borrar todo el resto. Se comprenderá que lo que es en Bi­
net un simple correctivo de la teoria de la degeneración, devendrá un polo ra­
dicalmente opuesto a ella.
Por último, A. von Schrenck-Notzingt3 publicará, en 1 889, trabajos clíni­
cos donde demuestra haber obtenido, por medio de la sugestión hipnótica, la
transformación de la asociación patológica en una asociación sana. Un in­
tenso debate se desarrollará en torno de esta cuestión, pues si la petversión
es un proceso reversible, se deduce de ello que el único elemento degenerati­
vo consiste en esa anomalía asociativa y que no existe, en consecuencia, nin­
guna tara subyacente.
La teoria de la degeneración saldrá muy maltrecha de esta controversia.

La.s peroerstones en la teoría evolucionista de la sexualidad

Sobre una base conceptual nueva en la que se trata de aplicar al estudio


de la sexualidad la teoria evolucionista propiamente darwiniana, un amplio
consenso se constituirá en lo referente a la sexualidad normal o patológica,
de tal suerte que las petversiones serán redefinidas. Son los autores nortea­
mericanos quienes primero aplicarán el método darwiniano y la ley biogenéti­
ca fundamental de Haeckel ( 1874) a la sexualidad.
Klafft"Ebing, en la séptima edición de su Psychopathla sexualis ( 1 892), ci­
ta eloglosamente a estos autores norteamericanos, S. Clevenger, J. Kiernan,
G. Lydston, y adopta lo esencial de sus tesis resumidas esquemáticamente
en estos términos: si el desarrollo individual recapitula las etapas de la filo­
génesis, las aberraciones sexuales aparecen como perturbaciones del com­
portamiento ontogenético.
La tesis degenerativa, como la tesis asociacionista, es suplantada por la
tesis evolucionista. Para Krafft-Ebing, enfocar el canibalismo como la forma
primitiva de la sexualidad permite comprender los modos de relación que el
sadismo y el masoquismo (que son para él las petversiones cardinales) pue­
den mantener en el mismo individuo y la predominancia de uno u otro en tal
o cual (masoquismo, forma pasiva en la mujer; sadismo, forma activa en el
hombre). La homosexualidad tiene su fuente en la bisexualidad originaria de
la especie y del embrión. La heterosexualidad se desarrolla normalmente por
represión e involución de la tendencia alterna.
Citemos como recordatorio a W. Fliesst4 (a causa de la importancia que le
dió en un momento Freud) . A los conceptos de los autores darwinianos (teo­
ria de la sexualidad en su evolución biogenética. teoría de la bisexualidad),
adjunta un extraño y delirante sistema, una suerte de modelo organológico
que no abandona el dominio biológico. Al respecto, las manifestaciones del
52 PATRICK VALAS

instinto sexual son para él omnipresentes, tanto en la vida psíquica como


biológica. Establece relaciones entre la nariz y los órganos genitales y afirma
la existencia de períodos masculinos, cuyo ciclo es de 23 días. y de períodos
femeninos {ciclo de 2 1 días). perfectamente determinados por los aconteci­
mientos fisiológicos y patológicos.
Pero a las especulaciones filogenéticas no tardarán en agregárseles Inves­
tigaciones y teorías sobre el aspecto ontogenético del desarrollo sexual, es
decir. sobre las manifestaciones sexuales en el niño.
A. MoUis en su obra Investigaciones sobre la libido sexual { 1 897) , propone
la tesis de que el Instinto sexual se manifestarla en el niño muy precozmen­
te. sin que esto sea sin embargo patológico, pues se trata de una anticipa­
ción de la sexualidad adulta. Estas manifestaciones, en el niño, son todavía
indiferenciadas. bisexuales. Moll relaciona las perversiones sexuales con una
debilidad constitucional del componente heterosexual normal. Un compo­
nente aberrante, herencia libidinal filogenética, normalmente reprimido, asu­
me el control y se vuelve determinante principal de la perversión. Moll separa
entonces los estudios psicosexuales de la hipótesis degenerativa, pero man­
tiene sin embargo la idea de un factor constitucional. Si reconoce la sexuali­
dad en el niño, no la comprende como teniendo un desarrollo particular y su
orden propio de consistencia y de realidad, por lo tanto, como diferente de la
sexualidad adulta y capaz de esclarecerla. Prudentemente, divide a la infan­
cia en dos períodos: el primero. de 1 a 7 años, en que las manifestaciones se­
xuales deben despertar la sospecha de procesos mórbidos; la segunda, pos­
terior a los ocho años, donde estas manifestaciones deben ser consideradas
como normales.
H. Ellls, Is en sus Estudios de psicologia sexual {1897- 1 9 1 0). retoma las te­
sis de Moll y se hace partidario de la teoria de la detención del desarrollo co­
mo etiología principal de las perversiones sexuales. Le da un lugar más gran­
de al medio ambiente (tesis asociacionista tipo Binet), y en particular a la se­
ducción de los niños por los adultos. Introduce la noción de autoerotismo en
relación a experiencias sexuales vinculadas con el ejercicio de las funciones
uretrales, orales, anales. Está muy cercano al Freud de Estudios sobre ta
histeria. Sus trabajos convergen. {Conoce bien a Freud y mantiene una co­
rrespondencia con él).
Las nociones de manifestaciones sexuales en el niño y la existencia de zo­
nas erógenas no genitales están en el aire de los tiempos principalmente en
Iwan Bloch. en su obra antropológica titulada Contribuciones a la etiología
de la psychopathia sexualis ( 1 903), que utiliza trabajos anteriores, en parti­
cular los ritos escatológicos de todas las naclones i7 { 1 891). obra cuya traduc­
ción alemana contará con un prefacio realizado por Freud, en 1 9 1 3.
De este modo, "{. . .) en el momento en que Freud elabora su teoría de la li­
bido sobre la base de la anamnesis psicoanalítica de pacientes adultos, un
amplio material empírico y conceptual se acumuló, que incuestionablemente
inspirará o confortará sus poslciones". I a
FHEUD Y LA PERVERSION 53

Apartado 11

DE LA BESTIALIDAD A LA SUBJETIVIDAD
1 895- 1 905

Freud se Inscribe en la corriente evolucionista y dará al desarrollo ontogé­


nico una prevalencia en relación a la filogénesis. Totalmente dedicado a
plantear los fundamentos teóricos de su descubrimiento, durante este perío­
do germinal que se extiende desde los Estudios sobre la histeria ( 1 895) hasta
los Tres ensayos para una teoría sexual ( 1 905). Freud no se interesa verda­
deramente en las perversiones. Las presenta globalmente como manifestacio­
nes de la bestialidad originaria del ser humano. Uegará incluso hasta atri­
buir a las mujeres. cuyos instintos sexuales no habrían sido suficientemente
civilizados. Jo esencial de las perversiones sexuales. De hecho. formula sobre
las perversiones un j uicio más moral que un j uicio producto de la mirada de
un hombre de ciencia.
Por ejemplo. en el manuscrito N. de su correspondencia con Fliess (mayo
de 1 897) . opone a la santidad. relacionada con el espíritu de sacrificio por la
comunidad. la libertad sexual perversa. Al leer sus primeros textos. uno tie­
ne la sensación de que provisoriamente, cuando se ve llevado a tomar una
posición sobre las perversiones sexuales cuyo estudio está en el ambiente.
Freud permanece preferentemente en posiciones clásicas. como si no quisie­
ra enfrentarse ni con la comunidad científica ni con la sociedad de su tiem­
po. Ya está conceptualizando su aparato psíquico en el marco del esbozo de
una teoría de la subjetividad y opone a las manifestaciones impulsivas del
instinto sexual en los perversos la inhibición de ese mismo instinto en los
psiconeuróticos. No nos asombrará entonces que en sus Estudios sobre la
histeria, oponga todavia el "cerebro anormal de los degenerados y los dese­
quilibrados", y ·el cerebro sano de los histéricos". I9
Degeneración y bestialidad, estos términos retornan regularmente bajo su
pluma en su correspondencia con Fliess:2o "Las perversiones conducen regu­
larmente a la zoofilia y tienen un carácter bestial".21 Retoma a menudo este
tema. a propósito de las sensaciones olfatorías. cuya persistencia. dado que
deben desaparecer con la posición erecta. conduce a la perversión, Jo hace
incluso en el prefacio que hace a la traducción alemana del libro de Bourke
en 1 9 1 3.22
Este punto de vista aún parcial sobre la perversión le conviene a Freud
por un tiempo. En efecto. en la etiología de la histeria, sostiene la tesis del
trauma de la seducción y le es necesario en consecuencia designar su agente
como un adulto perverso. Sin embargo, ésta rápidamente le parece ser dema­
siado exorbitante. salvo que todos los padres seductores de las histéricas
sean perversos, con la connotación peyorativa que esto entraña; hipótesis
que no puede sostenerse mucho tiempo.
Desde la carta 69,23 abandonando su neurótica. Freud pone en duda su
teoría de la seducción; aun cuando ella conserve todavia su importancia, la
teoria del trauma se borrará ante la del fantasma y. precisa Freud, "con la
perversión se ve mejor el papel del fantasma" . La noción del seductor perver­
so pierde su consistencia.
Por último, en la carta 1 2 5,24 consagrada al estudio de la elección de la
neurosis, Freud distingue la histeria. la paranoia y la perversión. La histeria
54 PA'ffi.I CK VALAS

(como su variante, la neurosis obsesiva) es aloerótica. Está vinculada con


una identificación con la persona amada. La paranoia se caracteriza por un
brote autoerótico y un retorno a una situación de la infancia, debida a la
ruptura de las identificaciones y a la fragmentación del yo. La perversión está
determinada por un brote autoerótico y un retorno a la �locura original". Las
relaciones entre autoerotismo y yo primitivo la esclarecerán. En esta carta la
perversión es presentada, entonces, como una regresión relacionada con una
detención del desarrollo del aparato psíquico.
Esta ubicación de la perversión en una serie, j unto con la paranoia y la
histeria, anuncia ya su cambio de estatuto. En 1 900, en La ciencia de los
sueños, aparecerán elaboraciones nuevas, principalmente en relación a los
sueños típicos25 y. más precisamente, en el estudio del "sueño de confusión
a causa de la desnudez". Freud observa allí que mostrarse desnudo a los
otros niños es importante para un niño y escribe: �Entre los perversos, hay
una categoría en la cual las compulsiones infantiles han alcanzado el grado
de un síntoma, se trata de los exhibicionistas".
Freud está pues dando a la perversión una coloración subjetiva, lo cual es
algo totalmente nuevo en relación a las teorias contemporáneas. Es todavía
prudente y agrega que el único motivo que le �( ... ) hizo evitar el interpretar
los sueños con contenido abiertamente sexual, fue que era necesario, para
explicar los sueños sexuales, sumergirse en las cuestiones todavia oscuras
de las perversiones y de la bisexualidad; por ello dejé todo eso de lado".26
El problema de las perversiones se plantea aún de manera más álgida
cuando Freud descubre que, en todo sujeto, en el sueño en que la censura
falla, se encuentran motivos fantasmáticos que se asemejan a la perversión. ·
En el caso Dora,27 publicado en 1905 pero ya escrito en 190 1 , realiza este
comentario muy importante que está allí como un jeroglífico que espera su
interpretación, en la que refuta todas las teorías degenerativas, incluso evo­
lutivas, clásicamente admitidas en la época en el determinismo de las perver­
siones: �Las perversiones no son ni bestialidades ni la degeneración en la
acepción patética de la palabra";2s y más adelante: "Ellas están contenidas
en la predisposición sexual no diferenciada del niño (. . .) Cuando alguien ha
devenido grosera y manifiestamente perverso, puede decirse justamente que
ha seguido siendo perverso, representa un estadio de detención en la evolu­
ción".29
Al sostener la idea de que ya no hay normas sexuales sino normas socia­
les solamente, lo cual es perfectamente escandaloso para la época, Freud
agrega que "( . . . ) los psiconeuróticos son todos seres con tendencias perversas
marcadamente desarrolladas, pero reprimidas, y que se han vuelto inaccesi­
bles en el curso de su evolución. Sus fantasmas inconscientes presentan en
consecuencia el mismo contenido que las acciones auténticas de los perver­
sos",Jo y propone, en esta primera diferenciación del punto de vista tópico
entre la neurosis y la perversión, que "( . . . ) las psiconeurosis son por decirlo
de algún modo el negativo de las perversiones".JJ
Esta definición de una gran claridad y cuyo sentido se aclarará a conti­
nuación, será el origen de una inmensa confusión en los lectores y seguido­
res de Freud.
Esta tesis, central empero, será retomada en 1 90 1 , en La psicopatologia
de la vida cotidiana,32 en estos términos: "Los fantasmas inconscientes que
se vuelven conscientes mediante el análisis pueden ser idénticos, en lo que
FREUD Y LA PERVERSION 55

se refiere a los medios empleados, a los de los perversos para la satisfacción


de sus tendencias".
Antes de continuar este estudio, conviene recordar que Freud durante es­
te período que hemos calificado como etapa germinal en su obra, define el
aparato psíquico de acuerdo con el esquema inconsciente/preconscien­
te/consciente de la primera tópica.
Se ha podido seguir su elaboración ya esbozada e n el Proyecto. . . de
1895,33 donde sitúa al inconsciente, entre percepción y conciencia, como el
lugar psíquico de una serie de registros, de acuerdo con una sucesión es­
tratificada de registros de signos. No se trata en modo alguno de un modelo
biológico, sino ya de otro lugar, "otra escena" como lo describe en La cien·
cia de los sueños, cuyo esquema de la sucesión temporal de los signos, que
va de la percepción a la acción motora, completa el esquema tópico del Pro ·

yecto. . .
Desde e l comienzo, entonces. Freud está incluido e n el movimiento d e
una elaboración d e l a subjetividad a partir del descubrimiento del incons­
ciente. Lo que él llama su Mficción del aparato psíquico" ya está todo lo lejos
posible de toda perspectiva genética, con lo que ésta implicaría de madura­
ción instintiva. No se trata entonces de decir que Freud busca engancharse
con el cientificismo de la época por el camino de lo que habria recibido de
Brucke, consagrándose en él a un estudio de la anatomía y la fisiologia ce­
rebral.
Al respecto, se dieron cuenta en 1 946, con el descubrimiento del manus­
crito del Proyecto que Freud ya había descubierto la sinapsis con los prin­
...•

cipios generales de su fun cionamiento. Pero ésta sólo le sirve como su aporte
anatómico, metafórico de ese otro lugar del aparato psíquico. en compara­
ción con las imágenes dadas por los aparatos ópticos, tal como lo escribe en
La ciencia de los sueños.
Pues Freud siempre sostuvo el arraigamiento profundo del psiquismo en
lo biológico, pero en una relación de hiancia y no de confusión.
En lo que concierne a la concepción de las perversiones, ella seguirá en la
misma pendiente lógica que su obra. Freud las delimitará poco a poco de las
nociones instintivas confusas para darles una estructura específica, diferen­
te de la estructura de la neurosis y de la psicosis.

Apartado 111

LOS TRES ENSAYOS SOBRE LA TEORIA DE LA SEXUALIDAD


1 905

Los Tres ensayos constituyen una bisagra.34 Conocerán muchas reedicio­


nes en las que, tal como era su hábito, Freud aportará correcciones sucesi­
vas y numerosas notas. de tal suerte que la versión definitiva de la que dis­
ponemos data de 1 924. Se extiende entonces a lo largo de un período de
veinte años. Freud íntegra en la edición original las modíftcaciones exigidas
por la Introducción del narcisismo ( 1 9 1 4), la Metapstcología ( 1 9 1 5), Más allá
del principio del placer ( 1 920) y la segunda tópica de 1 923.
Habiendo adoptado el principio de seguir el camino de Freud en su desa­
rrollo histórico, nos limitaremos en este capítulo a lo esencial de la versión
56 PAffiiCK VAIJ\S

original de estos ensayos, dejando abierta la posibilidad de integrar las modi­


ficaciones que introducirá de acuerdo al momento de su surgimiento, remi­
tiéndolas a los textos originales.
En estos ensayos Freud parte de las nociones más comúnmente admiti­
das, tanto en la opinión corriente como en la ciencia, en materia de teorias
sexuales, para refutarlas poco a poco, introduciendo en ellas la originalidad
de su punto de vista.
Contrariamente a quienes pretenden poseer las claves de una teoría global
sobre la sexualidad humana, Freud � ( . . . ) excluye que de estos ensayos pueda
extraerse una teoria de la sexualidad".35
No pretende aportar más que algunos esclarecimientos parciales fundados
en su experiencia, a la cual reivindica como independiente de toda investiga­
ción biológica. En esto permanece fiel a su proceder e incluso, si espera decir
algo sobre la biología a partir de la experiencia analítica, abandonará muy
rápidamente esta pretención, sin la menor ambigOedad. Al respecto, afirma
de entrada que las manifestaciones condicionadas por el exterior tienen pri­
macía sobre los factores constitucionales. No pretende zanjar verdaderamen­
te su determinismo en las perturbaciones del desarrollo, sino a relacionarlas
mediante la problemática de la economía libidinal, que no encontrará en él,
según su propio parecer, una solución satisfactoria. Volveremos a ello.

Primer ensayo: las aberraciones sexuales 36

Existen numerosas desviaciones en lo referente al objeto sexual (la perso­


na que ejerce una atracción sexual) y en lo referente a la meta sexual (el acto
al cual impulsa la pulsión) .37

La homosexualidad (o inversión)

Ella se caracteriza por una inversión en la elección del objeto sexual que
se vuelve un partenaire del mismo sexo. Existen varios tipos de inversiones,.
ocasional, anfigena o absoluta,3s que constituyen una serie continua de va­
riaciones y se determinan en el curso del desarrollo, en función de los facto­
res innatos u ocasionales que hayan acarreado problemas en el curso del de­
sarrollo normal. Freud elimina pues la tesis degenerativa (incluso en el senti­
do de Magnan , en el que se puede hablar de degeneración incluso cuando el
funcionamiento del sistema nervioso central es perfecto) . Por otra parte, si el
carácter congénito o adquirido no agota el tema, Freud describe: "Retenga­
mos empero dos ideas para nuestra explicación de la inversión: primero, nos
es necesario tomar en cuenta una disposición bisexual; pero no sabemos
cuál es su sustrato anatómico (el hermafroditismo biológico y el hermafrodi­
tismo psíquico no se recubren). Vemos luego que· se trata de perturbaciones
que modifican la pulslón sexual en su desarrollo".39
En lo referente al objeto sexual, Freud precisa que la aberración no debe
ser definida a partir de él. Este es un descubrimiento profundamente nuevo,
cuya resonancia se ejercerá a lo largo de su obra, hasta encontrar su solu­
ción cuando diferenciará el objeto en la pulsión y el objeto en el amor (esta
distinción encontrará sus primeros lineamientos con la teoria de la libido tal
como es elaborada en Introducción del narcisismo en 1 9 1 4) .
FHEUD Y lA PERVERSIO N 57

La meta sexual tampoco es característica, aun cuando las transgresiones


anatómicas tomadas como medio sean más frecuentes.
Freud concluye, de hecho, que hay que disociar hasta cierto punto la pul­
sión sexual del objeto, pues, escribe, �( . . . ) está permitido creer que la pulsión
sexual existe primero independientemente de su objeto, y que su aparición
no está determinada por las excitaciones provenientes del objeto"4o.
Se verá cómo, gracias a esta idea, podrá dar un desarrollo fecundo a la
conceptualización de las perversiones sexuales y, principalmente, arrancar­
las del dominio reservado de la pura patología. Al respecto, a propósito de las
aberraciones sexuales entre las cuales la elección de objeto recae sobre los
niños (pedofilia) o animales (zoofilia) , ninguna tarau puede ser allí invocada
y las diferentes variaciones sexuales, que forman un abanico continuo que
va desde lo normal hasta la patología mental, le hacen concluir con los si­
guientes términos: MLo que me parece de una importancia general es que en
muchas circunstancias y para un número sorprendente de individuos, el gé­
nero y el valor del objeto sexual desempeñan un papel secundario. Debe con­
cluirse de ello que no es el objeto lo que constituye el elemento esencial y
constante de la pulsión sexual". 42

Las desviaciones relacionadas con la meta sexual

Si la meta sexual normal es definida por la unión de las partes sexuales,


existe toda una gama de desviaciones en lo que respecta a esta meta, que
van desde lo normal hasta la perversión, y que Freud considera como carac­
terizada por dos órdenes de fenómenos: las transgresiones anatómicas y las
detenciones en ciertas relaciones intermedias (�metas sexuales preliminares")
que normalmente deben ser atravesadas rápidamente para alcan7..ar la meta
sexual final. 43
Las transgresiones anatómicas en lo tocante a los órganos están vincula­
das con una sobreestimación libidinal del objeto sexual y se vuelven posibles
por este rodeo. En efecto, las fuerzas inhibidoras (asco debido al olfato y a la
vista, el pudor y la verguenza vinculados a la educación y a la moral) que
orientan normalmente la pulsión sexual hacia su meta natural, son supera­
dos, de modo tal que el sujeto puede ser conducido a una fetich17..ación de
ciertas partes del cuerpo del partenaire, incluso puede llegar a veces a re­
nunciar al acto sexual quedando fijadas las metas preliminares por el placer
que extrae de ellas. Sin embargo, la transición a las verdaderas formas del
fetichismo sólo puede ser afirmada si rasgos más particulares son exigidos a
esos objetos (color de los cabellos. ciertas imperfecciones fisicas, ciertas ves­
timentas, etc.). Freud considera entonces al fetichismo como una variación
de la normalidad, en el límite de la perversión y de lo patológico. Pero no se
puede hablar de patológico más que en los casos en que sobreviene una cier­
ta impotencia debido a la deficiencia del aparato genital.
La perversión fetichista se cristaliza M( ) a partir del momento en que la
• • •

necesidad del fetiche adquiere una forma de fijeza y se substituye a la meta


normal, o incluso cuando el fetiche se desprende de una persona determina­
da y se vuelve por sí sólo el objeto de la sexualidad".44 En la elección del feti­
che se manifiesta la influencia de una impresión sexual experimentada, esto
es lo más frecuente, en la infancia. MEn otros casos, es una asociación de
ideas de carácter simbólico, ordinariamente inconsciente, la que lleva a la
58 PATRICK VJ\l.AS

substitución del fetiche por el objeto." 45 (Estos temas serán ampliamente re­
tomados y desarrolládos más adelante).
Por otro lado, el sujeto puede ser desviado de la meta sexual normal por la
intensidad del placer obtenido en los preliminares (también pueden interve­
nir otros factores: impotencia, lo valioso del objeto sexual, peligros atribuidos
al acto sexual normal), a los cuales queda fijado. �En todo caso, tocar y mirar
el objeto es normal, sólo se vuelven perversión si el placer de ver, por ejem­
plo, se limita exclusivamente a las partes genitales; -cuando no conoce el as­
co (voyeur de las funciones de defecación); -cuando en lugar de preparar el
acto normal desvía de él. "46
Freud señala el interés de esas perversiones que son el voyeurismo y el ex­
hibicionismo, en las que la meta sexual puede manifestarse bajo una forma
doble activa y pasiva.47 El pudor seria el dique a estas perversiones. El hecho
de haber revelado este rasgo lleva a Freud a estudiar lo que considera como
las perversiones cardinales, el sadismo y el masoquismo. 48
El sadismo "no sería más que un desarrollo excesivo del componente agresi­
vo de la pulsión sexual".49 Querer hacer sufrir al objeto sexual es querer domi­
narlo más allá de la seducción. Esta perversión se manifiesta de modo activo.
El masoquismo, que seria su opuesto, una forma pasiva de expresión de
la tendencia sexual, no es considerado por Freud como una perversión pri­
maria, sino como el retorno del sadismo sobre el sujeto, quien ocupa enton­
ces el lugar del objeto sexual en la satisfacción que experimenta por el sufri­
miento infligido por el partenaire amado.
Freud da un lugar especial a estas perversiones, pues "( . . . ) la actividad y
la pasividad que forman sus caracteres fundamentales y opuestos son cons­
titutivas de la vida sexual en general".so Lo más interesante aquí es que
Freud considera que un sádico es siempre un masoquista. pues la dominan­
cia de lo activo o lo pasivo sólo puede caracterizar la actividad sexual que
prevalece.
En consecuencia, el sado-masoquismo no puede explicarse por el sólo ele­
mento de agresión, y debe ser remitido a la expresión de la bisexualidad que
el psicoanálisis reemplaza frecuentemente por la oposición activo/pasivo. ·

Generalidades sobre las perversiones

El polimorfismo extraordinario de las manifestaciones de la sexualidad en


el hombre. el hecho de que sus desviaciones intrínsecas se vuelven a encon­
trar en todos los seres humanos, ponen a Freud en la embarazosa situación
de tener que definir la perversión. Propone entonces que más allá de ciertas
manifestaciones incuestionablementes patológicas (coprofagia, necrofilia), no
se puede distinguir la perversión de la normalidad, salvo por el hecho de que
la perversión se caracteriza por una fijación prevalente, incluso total, de la
desviación en lo tocante al objeto, y por la exclusividad de la práctica en lo
tocante a la desviación en relación a la meta.
Freud, que está elevando la perversión a la dignidad de una posición sub­
jetiva, delimita en ella sin embargo un factor psíquico capital. Escribe en
efecto: "Son quizás las perversiones más repugnantes las que muestran me­
jor la participación psíquica en la transformación de la pulsión sexua}" . s i
Debe recordarse que, anteriormente, Freud había demostrado que la
puesta en juego de la pulsión no depende de la cualidad del objeto, respecto
FREUD Y LA PERVERSION 59

del cual la pulslón es ampliamente independiente. La sobreestimaclón del


objeto como factor de desviación de la pulsión está vinculada para él con el
encegueclmiento del amor. llevando al sujeto a superar las fuerzas inhibido­
ras (asco. pudor. moral. educación) que trazan las vías de su desarrollo nor­
mal. Ahora bien, justamente. � ( . . . ) por más horrible que sea [el resultado de
algunas desviaciones), se vuelve a encontrar en ellas una parte de actividad
psíquica que corresponde a una idealización de la pulsión sexual. La omni­
potencia del amor nunca se manifiesta más intensamente que en estos extra­
víos".s2
La perversión, por ende, da prueba del trabajo de idealización en el núcleo
mismo de la pulsión. En otros términos, el mecanismo de idealización recae
sobre la pulsión misma y no sobre el objeto (tal como ocurre en la sublima­
ción en su desvío de la meta sexual) . La perversión, acentuando el proceso
mismo de la pulsión, obtiene su singularidad del hecho de que idealizaría el
Trieb en su materialidad. a ello se debe su mutación por intervención de una
elaboración psíquica.
Así Freud esboza ya la distinción fundamental entre la pulsión y la perver­
sión. Al respecto. el destino idealizante de la pulsión en la perversión denun­
cia ya la oposición de una sexualidad real o bruta y de una psique externa;
más aún. Fteud invalida asimismo de este modo la idea de una satisfacción
inmediata de la pulslón. Para la época es éste un aporte capital.
De este modo, la perversión sería lnlntelegible sin su determinismo psíqui­
co, y su estudio permite a Freud avan?..ar cada vez más lejos en su teoría de
la sexualidad.

La neurosis es el negativo de la perversión

El psicoanálisis permitió comprender que ( ) la pulslón sexual no es un


u •••

dato simple, sino que está formada por diversos componentes que se diso­
cian en el marco de las perversiones�.53 Además, la noción de la disposición
cuasi-general a la perversión obligará a Freud a distinguir. de manera más
precisa. las psiconeurosis de las perversiones. mientras que. en el plano fe­
nomenológico, su observación puede acarrear las mayores confusiones.
Vimos que en su desarrollo normal. la pulsión sexual encuentra fuer/.as
inhibidoras, (asco. moral. educación) que trazan las vías de su desarrollo
normal. Por razones múltiples. vinculadas con factores constitucionales y
con causas externas, su desarrollo puede verse obstaculizado y conducir a
desviaciones cuyas variaciones engendran específicamente neurosis, psicosis
o perversión.
De manera general. la neurosis se caracteriza por � ( . . . ) una represión se­
xual que supera la medida normal ( . . . )�,54 la cual afecta, no la � ( . . . ) pulsión
normal en su conj unto, sino uno de sus componentes. anormal, de suerte tal
que los síntomas se constituyen por conversión de un componente reprimido
que es así alejado de la conciencia". ss
De este modo pues, la sexualidad de las neurosis es doble y manifiesta;
por un lado, todas las variaciones de una vida sexual normal y. por otro, to­
das las desviaciones de una vida sexual mórbida.
Freud escribe un poco más adelante que: -los fantasmas inconscientes de
los histéricos que se descubren detrás de los síntomas. reprimidos. sólo pue­
den encontrar su expresión en actos "imaginarlos o reales"; -los temores deli-
60 PATRICK VALAS

rantes de los paranoicos son proyectados sobre los otros con un sentido hos­
til; -los fantasmas conscientes del perverso, en ciertas condiciones favora­
bles, pueden transformarse en conductas organizadas.
Todas estas formaciones coinciden hasta en su más mínimo detalle, sin
embargo la célebre fórmula de Freud, ya propuesta en el caso Dora. según la
cual "la neurosis es por así decirlo el negativo de la perversión"56 debe ser
comprendida por un lado a nivel del comportamiento -pero ésta es sin duda
la argumentación que prueba menos, aunque Freud la haya mantenido hasta
el final de su obra- y. por otra, a nivel tópico es la más rica en promesas, la
más fecunda en el plano conceptual: el fantasma perverso es inconsciente en
·

la neurosis, es consciente en la perversión.


Hay que retener al respecto que Freud, sin ambigüedad alguna, no define
la perversión como la manifestación más o menos impulsiva de la pulsión se­
xual, sino como una posición subjetiva determinada a partir del fantasma. El
perverso pone en juego su pulsión sexual en conductas organizadas por el li­
breto de su fantasma.

La pulsión sexual: las pulsiones parciales y las zonas erógenas

En este primer ensayo. el enfoque de la sexualidad por la vía fecunda del


estudio de las perversiones, lleva a Freud a de,scomponer la tendencia, la
pulsión sexual, noción demasiado vasta, en pulsiones parciales, cuya defini­
ción tomará un sentido muy específico en el campo analítico. Desde 1 905, ·

les da un estatuto conceptual muy consistente.


La pulsión es definida como "el representante psíquico de una fuente con­
tinua de excitación proveniente del interior del organismo". s7 "La pulsión está
por lo tanto en el límite del dominio psíquico y fisico".sa
Las pulsiones parciales se distinguen por sus fuentes somáticas. En efec­
to, la pulsión se origina en un órgano que es la sede de una excitación espe­
cíficamente sexual. Designado por esta razón como la "zona erógena", el ór­
gano de donde proviene la pulsión parcial se comporta como un aparato se­
xual secundario que puede usurpar las funciones del aparato genital mismo.
La meta más próxima de la pulsión es calmar la excitación por la satisfac­
ción obtenida a nivel mismo de la zona erógena. De este modo, la disposición
a las derivaciones posibles en el desarrollo de la sexualidad está inscripta en
el núcleo mismo del funcionamiento de las pulsiones parciales.
¿Qué explicaciones da Freud de las manifestaciones de las tendencias per­
versas que pueden observarse en las psiconeurosis?
Las pulsiones sexuales formarían pares antagonistas59 en los que se ex­
presarían tendencias contrarias, por ejemplo: -ver y mostrar en los voyeuris­
tas y los exhibicionistas; -hacer sufrir (forma activa) o sufrir (forma pasiva)
en la pulsión de crueldad.
Para Freud, es evidentemente la dominante de una tendencia vinculada
con la intensidad de tal o cual pulsión (intensidad independiente del grado
de desarrollo de las otras) lo que le dará de este modo sus formas, cualquiera
sea su modo de constitución, a las perversiones pasivas (psiconeurosis) o a
las perversiones activas (perversiones verdaderas).
Es interesante que ellas puedan ser connotadas con el mismo término, mien­
tras que Freud las distinguió radicalmente, no en relación al grupo de las
FREUD Y LA PERVERSION 61

pulsiones parciales con las que se relacionan, sino a nivel del fantasma, tópi­
ca, aunque no formalmente, diferente como lo hemos visto precedentemente.
Para concluir este primer ensayo. Freud escribe: "La disposición a la per­
versión no es algo raro y excepcional. sino que es parte integrante de la cons­
titución normal" . oo
Tratará ahora de dedicarse a "( . . . ) desbrozar la red de influencias que de­
terminan la evolución de la sexualidad infantil hasta su culminación ya sea
en la perversión, en la neurosis o, finalmente, en la Vida normal".6 1

Segundo ensayo: la sexualidad infantil

Ya desde la introducción de este ensayo sobre la sexualidad infantil,


Freud tras haber considerado que ella había sido hasta ese día totalmente ig­
norada, reverá este juicio. al conocer los numerosos trabajos publicados en
su época. aun cuando en su mente. se distinguen de sus propias tesis.
El estudio de la sexualidad infantil debe poder proporcionar información
muy preciosa para la comprensión de la sexualidad en el adulto. En efecto,
los autores acuerdan una importancia demasiado considerable a los antece­
dentes hereditarios. por otra parte muy dificiles de apreciar. descuidando en
ellos esa otra prehistoria que se encuentra en la existencia de cada uno de
nosotros. a saber, la infancia y. de todos modos, es imposible remitirse a los
antecedentes hereditarios sin evocar los antecedentes personales. La razón
principal de esta omisión se encuentra en el rasgo mismo que caracteriza es­
ta prehistoria que constituye la sexualidad infantil, que cede en efecto a "(. . .)
ese curioso fenómeno de amnesia infantil que para la mayoría de los indiVi­
duos. aunque no para todos, cubre con un espeso velo los seis u ocho prime­
ros años de su vida".62 (Freud evoca aquí el modo en que intentó resolver
uno de los problemas relativos a los recuerdos más lejanos de la infancia en
un artículo publicado en 1 899 titulado: "El recuerdo encubridor".) La idea de
esta tesis fundamental surge directamente de la amnesia observada en los
neuróticos. Por lo tanto, es a partir de esta prehistoria. constituida por la se­
xualidad infantil que cede a la represión, como se edificará la sexualidad del
adulto que ella determinará.
La instauración difásica del desarrollo sexual humano reconocida por
Freud le permite afirmar que la sexualidad infantil constituye la matriz origi­
nal de la sexualidad adulta. Estudiándola se podrá sin duda esclarecer a es­
ta última. Pero "( . .. ) falta aún saber cuáles son las fuerzas que llevan a la re­
presión de las impresiones infantiles".63

La disposición perverso polimorfa

Freud muestra cómo las pulsiones parciales se constituyen en el niño por


erotización de las funciones de la necesidad (apoyo del deseo a partir de la
necesidad). El despertar de las zonas erógenas al placer está Vinculado con
múltiples actividades a través de las cuales se expresan las primeras mani­
festaciones sexuales en el niño: placer del chupeteo. placer de retener las
materias fecales. placer obtenido de la micción y de la masturbación.
Freud nos da este ejemplo llamativo de lo que es para él el modelo de la
satisfacción sexual alrededor del cual se ordenarán todas las formas de sa-
62 PA"ffi! CK VALAS

Usfacción que puede esperar el ser humano: "Cuando se ha visto al niño ya


saciado abandonar el pecho, caer en los brazos de su madre y con las meji­
llas rojas y una sonrisa feliz dormirse, no puede dejar de decirse que esta
imagen sigue siendo el modelo y la expresión de la satisfacción sexual que
conocerá más tarde".&�
La sexualidad infantil presenta tres caracteres esenciales: ella se apoya en
una función fisiológica esencial a la necesidad: es autoerótica. Freud toma
este término de Havelock Ellis. considerando que el niño no conoce objeto
sexual y se satisface en su propio cuerpo (volverá ulteriormente sobre esta
problemática del objeto sexual); su meta está determinada por la actividad
de la ?.Ona erógena correspondiente a la pulsión parcial. en la búsqueda de
una satisfacción que le sea apropiada y que repite un modo de satisfacción
ya obtenido anteriormente, cuyo conocimiento piensa Freud no está relacio­
nado con el azar (disposición orgánica, reconocimiento relacionado con las
actividades de búsqueda del niño).
La disposición perverso polimorfa de la sexualidad infantil no debe con­
fundirse con la perversión en el adulto, aun cuando ella es su potencialidad
como la de toda la organización sexual del adulto.
No obstante. Freud subraya que "( . . . } el niño, luego de una seducción,
puede devenir un perverso polimorfo y ser llevado a toda clase de transgre­
siones. Está pues predispuesto".65 Realiza aquí un paralelo interesante para
nosotros, en tanto la perversión podria caracterizarse como una cierta femi­
nización del sujeto: "El niño en estas circunstancias se comporta igual a co­
mo lo haría frente a un seductor la media de las mujeres que no ha sufrido
la influencia de la civilización y que conserva de este modo una disposición
perverso polimorfa".oo

La evolución de la sexualidad infantil

La evolución de la sexualidad infantil se realiza en función de las investi­


gaciones sexuales del niño. en el curso de las cuales construye una serie de
teorias que son. para él. otras tantas respuestas más o menos satisfactorias
a las preguntas que se hace: misterio del nacimiento, concepción sádica de
las relaciones sexuales. etc. Si la pulsión de saber no es asimilable a un
componente de la pulsión sexual, está sin embargo fuertemente coloreada
por la curiosidad sexual engendrada por el placer obtenido por el niño a nivel
de las zonas erógenas. Estas investigaciones sexuales del niño se polarizan
entonces muy tempranamente en la esfera genital.
El curso de esta evolución depende evidentemente de los factores orgáni­
cos (maduración del cuerpo} y de factores externos.

Las fases del desarrollo de la organización sexual

El interés reside, para nosotros, en que Freud planteará como un princi­


pio de la evolución de la sexualidad la primacía de la asunción fálica, lo que
hace de la posesión o no del falo el elemento diferencial primordial en la or­
ganización genital de los sexos. Indiquemos aquí que esta problemática cen­
tral para comprender la perversión jalonará todas las etapas de la elabora­
ción freudiana de la perversión.
Freud dividirá este desarrollo en dos etapas: fase pregenital y fase genital.
FREUD Y lA PERVERSION 63

A la fase de organización de la vida sexual en la cual las Mzonas genitales


no han impuesto todavía su primacia", 67 corresponden las fases Moral-cani­
balistica" y Msádico-anal", con cada uno de sus componentes activo-pasivo,
cuya polaridad masculino-femenino se afirmará poco a poco. En efecto,
Freud vuelve aqui a la cuestión del objeto. Mientras que anteriormente con­
sideraba que lo que caracterizaba a la sexualidad infantil era la ausencia del
objeto, agrega ahora: MEn esta fase del desarrollo de la vida sexual se en­
cuentra ya la polaridad sexual y la existencia de un objeto hetero-erótico",
incluso aunque falte aún Mel sometimiento de las pulsiones parciales a la
función de procreación" bajo la primacia de lo genital.68
Ya en la infancia, por lo tanto, está en juego la elección de un objeto se­
xual, mientras que le parecía a Freud que esta elección caracterizaba a la
pubertad. La elección se hace en dos tiempos separados por el periodo de la­
tencia: MEl primer brote comienza entre los dos y cinco años, luego se ve de­
tenido por un período de latencia que sólo puede provocar una regresión.
Ella se caracteriza por la naturaleza infantil de las metas sexuales. El segun­
do brote comienza en la pubertad y determina la forma definitiva que adqui­
rirá la vida sexual. "69
La afirmación de la existencia del período de latencia es para Freud un
hecho de observación y de experiencia. La mantiene como esencial y determi­
nante en la evolución sexual, aun cuando no pueda dar sus razones profun­
das. Durante este período, la sexualidad Infantil. cuya disposición es perver­
so polimorfa, cede a la represión, siendo sublimada en una represión progre­
siva. vinculada a particularidades constitutivas hereditarias del individuo y a
sus condicionamientos históricos (educación). En realidad, incluso M( . . . ) la
evolución condicionada por el organismo y fijada por la herencia puede a ve­
ces producirse sin ninguna intervención de la educación".7o
La explicación hipotética de la puesta en juego del proceso de represión es
la siguiente: no pudiendo la sexualidad infantil obtener la plena satisfacción
sexual. la excitación repetida de las zonas erógenas podría a la larga produ­
cir displacer. MEstas excitaciones sexuales provocadas harán así entrar en
juego contra-fuerzas o reacciones que para poder reprimir eficazmente esas
sensaciones desagradables, establecen los diques psíquicos que nos son ya
conocidos (asco, pudor, moral)".7I
El período de latencia es entonces esa fase necesaria y preparatoria de la
expansión de la sexualidad, cuyo movimiento se retomará en la pubertad.

[Continuará en el número siguiente)


SOBRE EL FINAL DE ANALIS IS .
DE LA CLINICA A LA TEORIA

Diana Etinger de Alvarez

"La única imprudencia que nunca nos ha engañado: no


confiar en nada sino en la experiencia del sujeto, materia
única del trabajo analítico.·

JACQUES I...ACAN

E ste trabajo se compone de dos partes. la primera recorre distintas pro­


puestas teóricas sobre la cuestión del final de análisis. La segunda es un ca­
so clínico. Este es, en realidad. el eje y motivo del trabajo. El hallazgo clínico
me condujo a la revisión teórica. El trabajo es el fruto de la convicción de ha­
ber encontrado, en más de un caso, fenómenos que corresponderían a cier­
tas estructuras elaboradas por Lacan. relativas al fin de análisis.

Análisis. ¿Terminable oflnalizable? I

Sandor Ferenczi, maestro de psicoanálisis, como lo llamó Freud, es quien


inaugura la cuestión del final de análisis. En 1 927 afirma que el análisis no
es un proceso sin final, sino que puede llegar a un �término natural" si el
analista posee los conocimientos y la paciencia suficientes.
Caracteriza a este final como un proceso en el que el paciente "se ha con­
vencido por fin de que el analista es para él un medio de satisfacción nuevo,
pero siempre fantástico, que no le importa nada en el plano de la realidad".2
Este descubrimiento será superado poco a poco en un proceso de duelo.
Esta descripción, leída desde ciertas formulaciones de Lacan, como vere­
mos más adelante, no nos resulta ajena.
En 1 936 Michael Balint en "The Final Goal of Psychanalytic Treatment"
reanuda la discusión. Su objetivo no es definir un "término natural" del aná­
lisis, sino presentar la clínica de lo que ocurre realmente cuando termina un
análisis. Describe dos fases, una fase pasional �un estado de felicidad apa­
sionado semejante al de un drogadicto" que pasa y deja lugar a una fase en
la que se desarrolla una "verdadera relación de objeto".3 Sobre esta descrip­
ción Lacan vuelve una y otra vez. Pero le dará un valor diferente en distintos
momentos de su desarrollo teórico. Entre 1 953 y 1 958, especialmente en
"Variantes de una cura tipo" ( 1955), considerará que estos fenómenos depen­
den de un cierto uso de la transferencia que se desprende de la teoría del
�amor primario" de Balint, teoría que corresponde a una concepción dual de
la realidad analítica. En cambio en "L'Etourdit" ( 1972), si bien objeta la for-
66 DIANA ETINGER DE ALVAREZ

ma en que Balint explica4 estos fenómenos Mmaníaco-depresivos·. considera


que corresponden a la estructura del final de análisis tal como la formula en
ese momento. Este punto será retomado más adelante.
La pregunta de Ferenczi recibe una respuesta de Freud diez años des­
pués. Sólo entonces, en MAnálisis terminable e Interminable· Freud fija su
posición sobre este punto esencial de la teoría pstcoanalítica. Aclara que esto
se lo ha permitido un cambio en su práctica puesto que sólo los análisis di­
dácticos que buscan agotar las posibilidades de lograr modificaciones permi­
ten Investigar el problema del final de análisis.
A la pregunta de si existe un término natural para cada análisis Freud
opone otra pregunta -¿qué es un término natural?-, y propondrá dos signifi­
cados.
El primero se refiere al criterio que se sigue en la práctica, es decir analis­
ta y paciente ya no se encuentran más dado que Mse han cumplido aproxi­
madamente dos condtctones:s la primera, el paciente ya no padece de sus
síntomas y ha superado sus angustias como asi también sus Inhibiciones".
La segunda: "que el analista juzgue haber hecho consciente en el enfermo
tanto de lo reprimido. esclarecido tanto de lo Incomprensible, iluminado tan­
to de la resistencia Interior, que ya no sea de temer que se repitan los proce­
sos patológicos en cuestión". El primer sentido no le ofrece demasiados pro­
blemas, forma parte de la experiencia de muchos analistas haberse despedi­
do del paciente para siempre "rebus, bene, gestis" (porque las cosas anduvie­
ron bien) .s
La discusi<Yn se plantea sobre el otro significado del término. Este segundo
significado supone que tanto clínicamente como teóricamente habrá que al­
canzar una solución definitiva y total a los impedimentos para la curación.
Estos son definidos por Freud como Intensidad pulsional (el factor cuan­
titativo) y la alteración del yo (por.el proceso defensivo) .
Este segundo significado implica entonces agotar un proceso de transfor­
mación. A la pregunta de si esto es posible, responde tanto desde la expe­
riencia como desde la teoría. La experiencia le indica que los efectos son Irre­
gulares e Inconstantes y que sólo se alcanzan parcialmente los objetivos que
plantea la teoría. En este punto Freud deja abierta la cuestión: "no me atrevo
a formular aquí decisión alguna y tampoco sé si es posible por el momento".7
En cambio considera que es posible una solución teórica a la pregunta acer­
ca de la posibilidad de tratar de manera duradera y definitiva, mediante el
análisis. un conftlcto de la pulsión con el yo o una demanda patógena dirigi­
da al yo.
Allí se j uega una lógica a la que Freud no renuncia: si el dominio de las
pulsiones depende de las represiones, si en el análisis se revisan y se rectifi­
can -con posterioridad (Nachtriiglich)- estas represiones, entonces, estas rec­
tificaciones pondrán término al hlperpoder del factor cuantitativo. Esta es la
respuesta freudlana a la cuestión teórica que plantea el "Término natural"
del análisis, es decir, afirma la posibilidad lógica del final de análisis.
Sin embargo, Freud considera que hay un límite absoluto a las posibilida­
des del análisis, el punto en que ya no es posible cambio alguno, a saber, el
complejo de castración. La angustia de castración en el hombre y la envidia
del pene en la mujer corresponderían a un hecho biológico, responsable de
su irreductibilidad, verdadera roca virgen imposible de atravesar. Este es el
punto en que Freud ubica el verdadero Impasse del análisis.
SOBHE EL FINAL DE ANALISIS 67

Dos preguntas

A partir de "Análisis Terminable e Interminable" se abrieron por lo menos


dos lineas distintas de investigación.
La primera linea habrá de centrarse en la exploración de las dos condicio­
nes cuyo cumplimiento permite decidir el término de un análisis.
La segunda línea retomará la pregunta "dura" que concierne a la posibili­
dad de agotar un proceso de transformación. Se trataría de establecer un
punto sin retorno. más allá del cual el análisis no prosigue. y no prosigue
por razones de estructura. Se trata de definir el final. y no el término. que
impone la operación analítica misma.
Los analistas posfreudianos -salvo Lacan- se inscriben en la primera lí­
nea. Con distintos matices intentarán precisar criterios de curación e indica­
dores que permitan afirmar que el analizante está en la etapa final de su
análisis, y se tratará de establecer el término de un análisis sobre la base de
ciertos objetivos que serán distintos según la teoría en juego. a
Los trabajos más importantes sobre el tema se producen entre 1949 y
1950. En 1 949 tiene lugar en la "British-Psycho-Analytlcal Society" un sim­
posio sobre "Criterios para la terminación del tratamiento psicoanalítico". En
este participan W. Hoffer. Marion Milner. J . Rickman. M. Balint. Melanie
Klein y M. Balint abordan el tema en el Congreso de Zurich; Annie Reich y
Edith Buxbaum lo hacen en los Estados Unidos de Norteamérica.
A los fines de este trabajo me limitar-é a exponer brevemente las ideas de
M. Klein sobre la terminación del análisis. Estas deben considerarse en el
contexto de la teoría en la que surgen.
El punto de partida de la teorización kleinlana es el concepto de angustia.
La causa prlmarta de la angustia sería el miedo a la aniquilación originado
en el Instinto de muerte. Klein diferencia dos tipos de angustia, la angustia
persecutorta y la angustia depresiva. Estas angustias determinan la configu­
ración de dos posiciones distintas, la posición esquizoparanoide y la posición
depresiva que tendrán vigencia a lo largo de toda la vida del sujeto. Cada po­
sición supone un tipo de relación de objeto. una forma de defensa y determi­
nada estructura del yo.
La angustia persecutoria, predominante en los primeros meses de vida, se
refiere a los peligros que amenazan al yo. Se caractertza por la disociación
del yo y de los objetos en objetos perseguidores y objetos ideali7..ados.
La ansiedad depresiva, que llega a su cúspide hacia la mitad del pri­
mer año surge de procesos de síntesis del yo. La Integración creciente del
mismo da lugar a la integración de los aspectos malos y buenos de los ob­
jetos, con la consiguiente modificación de los sentimientos de amor y de
odio. Por lo tanto en la ansiedad depresiva el peligro es la amenaza al ob­
jeto de amor por la propia agresión del sujeto. En la posición depresiva
surge el sentimiento de culpa y como consecuencia del impulso a reparar
o preservar al objeto. El yo se protege del dolor de la posición depresiva
por medio de las defensas maníacas que incluyen mecanismos como la
escisión, la idealización y otros. Por otra parte, la posición depresiva im­
'
plica una experiencia de duelo correlativa a un "incremento del insight de
la realidad psíquica".9
Las ansiedades depresivas y persecutorias son elaboradas y superadas y
las defensas maníacas desminuyen en el curso de la neurosis infantil.
68 DIANA ETINGER DE ALVAREZ

Dichas modificaciones son la precondición de un desarrollo normal. Esto


supone lograr la primacia genital y relaciones objetales satisfactorias.
De acuerdo con estas tesis, M. Klein planteará como condición de la ter­
minación de un análisis, tanto en el niño como en el adulto, que la ansiedad
persecutoria y la ansiedad depresiva hayan sido suficientemente reducidas.
Lo que implicará una reducción de los procesos disociatlvos tanto del objeto
como del yo, y un fortalecimiento de su relación con el mundo externo.
Esto supone el análisis de las primeras experiencias de duelo. La termina­
ción misma del análisis culmina en un estado de duelo. Parte de este trabajo
de duelo se llevará a cabo una vez terminado el análisis. Esto explicarla cier­
tos progresos postanalíticos.
Los criterios habituales de terminación de un análisis: capacidad de amar
y de trabajo, vida sexual, Incremento de la fortaleza del yo, cambios en el su­
peryó y otros, dependen de la modificación de las ansiedades y las defensas,
por lo tanto, M. Klein considera que estarían incluidos en su fórmula sobre
la terminación del análisis.
En el marco de la escuela kleiniana adquirirá cada vez mayor importancia
la noción de insight como criterio para decidir la terminación del análisis.
Esta noción, que la escuela kleiniana comparte con otras corrientes teóri­
cas de Europa y EE.UU., y que correspondería, según los distintos autores, a
conceptos freudianos, recubriría las fórmulas ·hacer consciente lo incons­
ciente• -·wo es war. soll lch werden"- y la noción de elaboración.
·lnsight• es una palabra inglesa que pertenece al lenguaje común. No tie­
ne equivalente en castellano. El diccionario la traduce como: discernimiento,
perspicacia, percepción clara, conocimiento profundo, comprensión, penetra­
ción, percepción de la naturaleza interior de una cosa. También la aprehen­
sión súbita de la solución de un problema.
Su equivalente en alemán es Etnsicht: darse cuenta, entendimiento. Su
uso más habitual: comprender con conviccíón.
Freud utiliza este término con frecuencia, pero siempre lo aplica al analis­
ta o al investigador. Una sola vez lo utiliza para referirse al paciente en una
acepción similar a la que adquirirá posteriormente.
Se puede encontrar en Ferenczi ( 1 92 1), y M. Klein lo utiliza sin precisar su
alcance teórico.
El termino se presenta como expresión técnica en 1 96 1 en un simposio
sobre los ·Factores curativos en psicoanálisis· en el cual participaron Gitel­
son, Nacht y Hannah Sega!. Las tesis allí planteadas adquieren una Impor­
tancia creciente y el insight llegará a ser considerado "la columna vertebral
del proceso analítico·. 1 o
El insight deviene tanto un objeto del proceso analítico como un factor cu­
rativo en la medida en que es la precondición para cualquier cambio tera­
péutico.
Hannah Segal caracteriza el insight como la "adquisición del conocimiento
del propio inconsciente mediante la experiencia consciente. l l Es una forma
especial de conocimiento cuya condición de posibilidad es la transferencia
considerada como repetición. Es un factor de integración de las partes escin­
didas del yo y transforma la omnipotencia en conocimiento. Simultáneamen­
te con el adquirir y el tolerar el insight se producen cambios de largo alcance
en la estructura del yo.
Para M. Klein el duelo inherente a la posición depresiva implica un insight
SOBHE EL f1NAL DE ANALISIS 69

creciente que permite una mejor comprensión del mundo externo, lo que a
su vez disminuye las ansiedades depresivas y reduce los procesos disocíati­
vos del yo.
Este concepto, a pesar de su importancia, es sumamente impreciso, y su
uso es equivoco. Según sus propios usuarios, �el término insight está entre
las oscuridades que son de lu mayor importancia clínica y que causan mayor
confusión" . 1 2

Una respuesta

Lacan retoma la pregunta freudiana, la �dura". ¿Cuál es el final del análi­


sis que impone la estructura misma? M¿Cuál es la respuesta desde la lógica
del proceso analítico a la inercia pulsional? y agrega. ¿la castración freudia­
na. es el verdadero impasse del análisis?
Lacan trata de responder a esto a lo largo de toda su obra. Se embarca en
esta cuestión a partir de 1 953 1 3 y desde entonces dificilmente se encontrará
un texto o un seminario en el que no se refiera a este tema.
Cada reformulación de su teoria incluye una nueva formulación del final
de análisis. Intentaré definir los hitos fundamentales.
En un primero tramo de su enseñanza. entre 1953 y 1 957. los términos
con que Lacan define el final de análisis son realización (�Discurso de Roma",
1 953). acuerdo. reintegración, reconciliación (�Instancia de la Letra") . En el
Discurso de Roma. el sujeto se realiza en su integración con lo Universal. En
el Seminario 11 el punto terminal del análisis es una operación de integración
simbólica de sus relaciones con los Otros. mediada por el analista como Otro
sujeto.
Estas formulaciones que corresponden a una teoría del inconsciente es­
tructurado por las leyes de la palabraJ4 pronto perderán vigencia.
El trabajo teórico de los años 57-58 ("Instancia de la Letra", Seminario de
�Las formaciones del I nconsciente", MDe una Cuestión Preliminar a todo tra­
tamiento posible de la psicosis". �r..a Dirección de la Cura") revisa la dialécti­
ca intersubjetiva. En el análisis ya no se tratará de un sujeto analítico que
pide ser reconocido en el plano simbólico por otro sujeto también simbólico
capaz de reconocerlo. El A deviene el Otro lugar. la Otra escena. en la que se
articula el significante, y el sujeto no es el sujeto de la palabra. es un sujeto
capturado en una cadena significante. El inconsciente estará estructurado
según las leyes del lenguaje. no de la palabra y esto habrá de conducirlo al
problema de la división del sujeto. El sujeto que sufre una SpalLWlg por el
solo hecho de hablar. es sujeto dividido por el significante y no podrá encon­
trar su identidad en éste. Tampoco la hallará en el deseo, que sólo es reenvio
de un significante a otro significante. Si la identidad del sujeto no proviene
del significante. habrá que buscar otra solución. Esta argumentación condu­
cirá a una teoria del final de análisis en relación con el objeto a. Js
Por otro lado, a partir del Seminario de �Las formaciones del inconsciente"
y de los seminarios y escritos subsiguientes. Lacan abordará la problemática
de la castración, aquel límite absoluto marcado por Freud. Propone una so­
lución: el dilema de la castración, tener o no tener el falo. verdadero impasse
imaginarlo, se resolvería sí el sujeto pudiera llegar a darse cuenta de que no
lo es. Pero poco después, en el Seminario VI. El deseo y su interpretación. La-
70 DIANA ETINGER DE ALVAREZ

can desecha este planteo y se pregunta qué significa asumir la castración y


si esto verdaderamente sucede alguna vez. Se recorrerá un largo trayecto
teórlco hasta dar con una respuesta.

Con el Seminarlo de �La Etica" ( 1 959-1 960) se produce una inflexión en la


obra de Lacan. Durante la década del 60 numerosos conceptos son formula­
dos y reformulados. La investigación sobre lo real, el desarrollo del concepto
de goce, del objeto a como real, le permitiría explorar el factor cuantitativo
freudiano, es decir. la inercia pulsional. Además, la reconceptualización de la
transferencia que ubica al ana�ista en el lugar de objeto y localiza este objeto
-como agalma- en el sujeto supuesto saber, ofrecerá una fórmula posible de
la "liquidación" de la transferencia.
Pero, es a partir del Seminarlo de "La lógica del fantasma" ( 1966-67), y
fundamentalmente en la �Proposición del 9 de octubre . . . " y en el Semlnarlo
del "Acto Psicoanalítico" ( 1967-68) que encontramos la teoría del fin de análi­
sis que seguirá vigente hasta el final de su obra.
Esta teorla supone una lógica según la cual, al final del análisis, caduca
aquello mismo que lo hace posible y que decide su comienzo, es decir. la Insta­
lación del sujeto supuesto saber en el analista. Por otra parte, el impasse del
análisis es ubicado en la "roca" del fantasma, cuya construcción no resuelve
su inercia. Será necesaria, entonces, otra operación para franquear ese límite.
De aquí en más esta operación, el atravesamiento del fantasma, J s consti­
tuirá el núcleo de la conceptualización del final de análisis y la asunción de
la castración quedará implicada en dicha operación.
El atravesamiento del fantasma es un momento de viraje �en el que el su­
jeto ve zozobrar la seguridad que le daba su fantasma", !? que obturaba la fal­
ta en el Otro. El atravesamiento supone dos franqueamientos, uno que co­
rresponde a la simbolización fálica (<p) y otro que correponde al goce no sim­
bolizable, es decir al objeto a. Se produce así la separación entre las dos for-
·

mas de hacer frente a la castración del A.


Los conceptos de destitución subjetiva y deser del analista nombran los
efectos de este momento de la experiencia analítica. La destitución subjetiva
corresponde a una experien,cia de falta en ser. El fantasma le ha permitido al
sujeto creerse uno. desconocer su división. En el momento de franqueamiento,
de pase, la fractura del fantasma le impone saber que él. en la cadena signifi­
cante, sólo está presente por un instante, estaba (sujeto del imperfecto). O sea,
que jamás podrá, encontrar ninguna identidad en el significante. El sujeto rea­
liza la falta fálica. Se Impone la dimensión subjetiva de la castración.
El segundo franqueamiento corresponde a la pérdida del objeto. Esta se
realiza a nivel del deser del sujeto supuesto saber. El deser del analista, de­
ser sujeto supuesto al saber, supone su reducción a objeto a como desecho.
Dicha reducción implicará al sujeto mismo que habrá de reconocerse en ese
objeto. Este es el punto culminante al que es conducido el sujeto en el proce­
so analítico. Veremos cómo llega a él.
El proceso analítico se desarrolla según un movimiento de báscula entre
la alineación transferencia} y la separación transferencia!. lB La alienación
concierne a la inscripción del sujeto en el campo del Otro. La separación
concierne no al discurso del Otro sino al deseo del Otro. Se plantea allí la x
de lo que el sujeto ha sido en el deseo del Otro y la búsqueda de una res­
puesta a esta x.
SOBRE EL FINAL DE ANALISIS 71

La alienación transferencial conduce al sujeto a la experiencia de su divi­


sión entre sentido y no sentido, por consiguiente a su falta en ser. En la me­
dida en que en el análisis el sujeto está sometido a la prueba de su división
busca localizar el lugar que él ocupa en el deseo del Otro. El sujeto se separa
de la cadena significante, del Otro como discurso y se ve conducido a reen­
contrar en el deseo del Otro aquello que él es como sujeto del inconsciente, el
objeto que él ha sido en el deseo del Otro. y a establecer una equivalencia en­
tre uno y otro. La separación supone un rescate de la alienación y una ga­
nancia en ser, en la medida en que el sujeto puede reconocerse en otro lado
que no sea el significante.
La separación transferencial se refiere entonces a la localización en la
transferencia, en el deseo del analista, del lugar del sujeto como objeto a. Es
aquello que permite dar una solución a la x del deseo del Otro. Allí encuentra
el sujeto su ser mismo, no en la identificación idealtzante al significante, que
provee de una unidad ilusoria, sino en la identificación instituida por el obje­
to a. Es esto lo que está en juego en el final de análisis. que el sujeto se reco­
nozca como objeto a. A esto se refiere Lacan cuando plantea en la "Proposi­
ción del 67 . . . " que el objeto a es el referente latente del inicio del análisis.
Ahora bien, el a está del lado del analista. El analista encarna lo que el
sujeto deviene bajo la forma de objeto a. Por lo tanto el objeto a se reconoce
en el analista, que cae como sujeto supuesto al saber, y queda reducido a ese
desecho, objeto a, despojado de todo valor de agalma. El agalma se desarti­
cula ( a ) . Se rompe el encantamiento, se desmorona la transferencia: deser
-<p
del analista.
El analista habrá sido el instrumento de una operación al cabo de la cual
será desechado. El analista que ha aceptado ser el soporte del SSS que inau­
guró el análisis, sabe que al final del mismo está destinado al deser. Final en
el que efectivamente caduca lo que había hecho posible su comienzo. El suje­
to, llegado a este punto. deser/destitución subjetiva, "ha conquistado una
verdad -no sin saberlo- una verdad incurable". J9
Aunque en el seminario "El Acto Psicoanalítico" Lacan dará una nueva
vuelta de tuerca a esta lógica no modificará lo fundamental de estas tesis,
que serán retomadas en "L'Etourdit" ( 1 972).
Allí escribe: "el analizante sólo termina si hace del objeto a el representan­
te de la representación de su analista. Entonces, en tanto dure su duelo del
objeto a, al que por fin lo ha reducido, el psicoanalista persiste en causar su
deseo: más bien maníaco-depresivamente. Este es el estado de exultación
que Balint. pese a abordarlo por donde no es, describe muy bien . . . luego el
duelo se consuma". 2o
Freud había ubicado el verdadero Impasse del análisis en la roca de la
castración. Lacan, como él mismo lo diría, no deja de proseguir su diálogo
con Freud. En la década del 70 continúa buscando respuestas a la cuestión
de la castración. Con los conceptos de Frege, sentido y significación, ordena
con más rigor el problema y, precisa el impasse freudiano. La castración
"freudiana" es significación de la castración. Se refiere a aquello que falta ba­
jo la forma de falo (<p) y es una forma de eludir el sentido lógico de la castra­
ción. De lo que se trata en la lógica atributiva. ser o tener el falo, es de la po­
sibilidad de obturar una verdad implicada en el sentido lógico de la castra­
ción, esto es la inexistencia de la relación sexual. El "no hay relación sexual"
72 DIANA ETINGER DE ALVAREZ

resume la imposibilidad lógica de una complementariedad entre dos univer­


sales. Solo existe un significante, el falo, y la relación al otro sexo es siempre
mediada por éste. Esto implica que hay una falta de significante, el Otro es
incompleto. La impotencia de la castración imaginaria es, en última instan­
cia, un recurso para no enfrentar la falta en el Otro. Aceptar la imposibilidad
implica la aceptación de la castración del Otro. Freud descubrió la significa­
ción de la castración y postuló un imposible de orden biológico. Lacan la ela­
bora lógicamente y la considera atravesable.
Hasta aquí la teoría.

¿Qué decide un fin de análisis?

El caso que paso a relatar data de muchos años. Lo recordé a raíz de un


análisis que finalizó recientemente y del cual no me corresponde hablar.
Lo que sí puedo decir es que ciertas caracteristicas de sus momentos fina­
les parecían responder a una estructura similar a la de aquel caso, hasta el
momento olvidado.
Busqué mis notas. que eran escasas,2t pero sabía que esa última sesión la
habla anotado inmediatamente con la convicción de que en aquella despedi­
da había algo muy importante en juego.
Debo decir que en aquel entonces no esperaba un final de análisis •laca­
niano", tampoco L. mi paciente. En cambio la paciente que me evocó este
episodio esperaba tener una experiencia de todo lo que ya sabemos: travesía,
del fantasma, caída del SSS, separación del objeto, destitución, etc. Sin em­
bargo, tanto una como otra fueron sorprendidas por la forma que tomó el
tramo final. Inesperadamente, ambas se encontraron al final del camino con
que la verdad de la despedida, cálida, agradecida, era un rotundo, inapela­
ble, casi cruel desapego.
Lo que se deja atrás ya no importa, aunque haya sido muy importante.

L. era una mujer joven, tenía un hijo y estaba separada de su primer ma­
rido. Al cabo de un análisis de varios años se puede decir que L. ya no pade­
cía sus síntomas. No tenían vigencia los motivos por los cuales babia .inicia­
do su análisis, aunque tampoco había realizado su anhelo de volver a com­
partir su vida con un hombre. Puedo afirmar que había construido y recorri­
do largamente su fantasma, aunque no podía ubicar los momentos de atra­
vesamiento del mismo. Pero L. había llegado a saber de las condiciones de su
goce, de sus medios para lidiar con el A. Sin embargo, aparentemente no es­
taba aún en juego el final de su análisis.
Próxima a unas vacaciones L. me habla de su proyecto de irse a vivir por
un tiempo a otro país con un buen contrato de trabajo y me pide aumentar
el número de sesiones para apresurar su análisis.
Acepto este pedido y en determinado momento le digo que no necesita irse
para irse de su análisis. El proyecto no se realiza y a la vuelta de las vacacio­
nes (marzo) ya no se iba del país y me pide volver al ritmo habitual de sesio­
nes. Esta vez no acepto el pedido. Era claro que si el número de sesiones sig­
nificaba la posibilidad o no de un punto final, reducirlas en ese momento era
convalidar la eternización de su análisis.
Un par de meses después L. me propuso terminar su análisis a fin de año.
SOURE EL FINAL DE ANALISIS 73

Estos últimos meses fueron un verdadero tiempo de concluir, no un tiem­


po de preguntas, sí de decisiones. Entre otras cosas se concretó su anhelo de
vivir con un compañero. ¿Acto? ¿Acting? También yo me lo preguntaba. Hoy
todo indica que se trataba de lo primero.
Pocos días antes de su última sesión -para la cual se había fijado fecha-
L. recuerda el final de un poema que había escrito hacía ya bastante tiempo,
dos años quizás. Había marcado un momento importante de su análisis. Es­
te decía así: . . . descubre que el deseo persigue en el oscuro designio que lo

guía, el resplandor de una nada". 22


Al comienzo de su última sesión, L. me dice que iba a traer un poema, no
lo trajo. pero lo que más le gustaba de éste eran estas líneas: "no es tan im­
portante . . . pero fue tan importante . . . y aprendí a convivir con los enigmas".
Agrega que soñó con su padre. Ella lloraba por el fin de su análisis y el padre
no sólo le restaba importancia, más bien lo degradaba, finalmente, ¿qué le
había dado el análisis? Le pregunto si recuerda el final del poema que había
recordado días antes, L. lo relaciona con "lo poco importante" y me dice que
la hizo sentirse muy bien el que ella ya hubiese sabido eso en aquel enton­
ces. Relaciona esta sensación de alivio y libertad con lo "poco importante de
la nada".
Luego recuerda un cuento para chicos que había estado leyendo. Una
princesita juega a la pelota, esta cae en una charca. Una rana se la rescata a
cambio de la promesa de que siempre va a estar con ella, compartir con ella
sus juegos, sus lechos, sus comidas. Cuando la niña recibe su pelota hace
un corte de manga y se va, le cuenta a su padre y el rey la reprende por lo
que hizo, por no haber cumplido con su promesa y haber abandonado a
quien la había acompañado en sus momentos de dolor. En ese punto L. se
rie con ganas, se ha dado cuenta.

Creo que se puede considerar este material como una presencia en la clí­
nica de la estructura con la que Lacan define el final de análisis: destitución
subjetiva, caída del sujeto supuesto saber y su reducción a objeto a como de­
secho.
L. ya no esperaba que un SSS respondiese a sus preguntas, no las había.
Hacía tiempo que el lazo analítico había dejado de sostenerse en el SSS. Lo
inesperado para ella era el destino que había resenrado al SSS.
Así dice: "no es tan importante . . . pero fue tan importante". Y aunque yo
intento amortiguar el golpe de la degradacíón23 que se anuncia, dirigiendo
sus asociaciones hacia un happy end: "Pero, ¡¿cómo qué le dio el análisis?!
¡Acuérdese de sus lúcidas palabras del otro día!", la verdad se impone.
Un cuento para niños en el que la rana no se transforma en príncipe. re­
vela a qué ha quedado reducido el SSS. Despojada de sus vestiduras narci­
sistas, la última encarnación del analista deja al desnudo al objeto a, instru­
mento ya inútil y fastidioso de un rescate que llegó a su fin. No más que eso.
Y la risa de L. confirma que de esto ella se ha dado cuenta. También en este
punto ha conquistado una verdad incurable. Tal como hemos visto en el re­
corrido teórico, la pérdida del objeto es realizada en otra parte, en el nivel del
deser del SSS, y al final es el analista el que da cuerpo a lo que ese sujeto de­
viene bajo la forma de objeto a.
En este punto la teoria lacaniana y kleiniana se aproximan. Para esta últi­
ma, también al final del análisis se encuentra la pérdida del objeto. Desde
74 DIANA E11NGER DE ALVAREZ

luego, la conceptualización de Lacan y de M. Klein en relación con el objeto


son diferentes. Sin embargo. esto no impide cierta confluencia de ambas
perspectivas, en la medida en que se refieren a una misma dimensión feno­
ménica. Recordemos el comentario que hace Lacan sobre Balint en ML'Etour­
dit".
Pero, lo que se subrayaría desde una perspectiva kleiniana es la disocia­
ción del objeto -la niña/la rana- y la defensa maníaca -<:orte de manga- ante
las ansiedades depresivas subyacentes. La dirección de la cura buscaría por
un lado el reconocimiento explícito de su propia condición de objeto desecha­
ble, que se consideraría como un grado de insight adecuado. Por otro lado
apuntaría a la conciliación con el objeto.
Aquí se dividen las aguas, ya que tomando las palabras de M. Silvestre Mel
veradadero fin de análisis es justamente tomar en cuenta lo que es del orden
de lo inconciliable, es decir, darse cuenta de que uno no está conciliado con
la causa de su deseo", sólo puede separarse de él.24
Sin embargo cabe preguntarse si estamos ante un �erdadero" final de
análisis. Hay un padre que la exime de toda deuda. ¿Qué le dio el análisis?
¿Se trata entonces de un rechazo de la castración? Entonces: fin de análi­
sis freudiano, ¿o más bien se trata de colocar los puntos sobre las íes?, y
este padre que degrada, se degrada. Sabemos que habiendo prescrtpto la
ley no la obedecía. No tengo la respuesta, pero puede orientar saber que la
rana, es casi el anagrama de uno de los nombres de su padre. Haciendo
contrapunto tenemos un padre que la reprende por no haber cumplido con
su promesa. Pero repito, él no cumplió con la suya. ¿Entonces se trataría,
aun. de salvar la creencia en el padre, asumiendo su falta? Si el análisis
hubiera ido suficientemente lejos, ¿no hubiera caído también la creencia en
el Padre? 25
En un análisis kleiniano, en las palabras del padre se reconocería tanto la
proximidad de la posición depresiva como la defensa ante ésta y. quizá falta­
ría recorrer el camino de la reparación. La reparación kleinlana tiene dos ver­
tientes. Por un lado aceptar al objeto como realmente es. Por el otro, reparar
el daño realizado al mismo. Esta última vertiente consiste en buena parte en
asumir la responsabilidad por la castración del A De manera que también
en este punto la dirección de la cura tomaría caminos divergentes.
Pero sea como fuere, la cuestión del padre tiene vigencia. L. Inició hace
poco un nuevo análisis. L. es escritora y quiere ahora resolver ciertas dificul­
tades para escribir. Y. deben saber, que el padre de L. es escritor.
¿Es compatible con este desenlace postular un final de análisis? Acerca
del final, como experiencia de un sujeto, no se puede responder ni desde
Freud ni desde Klein. Sí desde Lacan. Intentaré una respuesta.
Para esto debo recapitular. Creo que haberle dicho a L. Mno necesita Irse
del país para irse de su análisis" fue un paso decisivo en la cura. A L. la cau­
sa de su deseo la encadenaba de por vida, se dirá que como a cualquiera. Sí,
pero de una forma muy particular.
En su fantasma su sufrimiento era la condición del goce del A y por su­
puesto esto valía para su sufrimiento ofrecido en el análisis mismo. Por eso
pienso que para poder destrabar esto, fue crucial la decisión misma de con­
cluir el análisis. Y el análisis concluyó porque al analista que encamaba al
objeto se lo despidió con un cordial corte de manga. Y es esta separación del
objeto lo que define el final de análisis Mlacaniano". Se habría cumplido una
SOBRE EL F1NAL DE ANALISIS 75

lógica, pero, como es obvio, esto no cierra la cuestión, como no la cerró para
Lacan, quien en varias oportunidades, aunque mantuvo vigente dicha lógica,
se volvió a preguntar por el final del análisis mismo. Hasta el término de su
obra.

NOTAS

l . Si terminar es fijar el último punto hasta dónde se extiende algo, en referencia al


momento de duración o existencia de un cosa, finalizar, poner fin, es "llevar a cabo de
todo en todo una cosa", es decir, consumar. "Análisis terminable e Interminable" está
mal traducido en francés, inglés y castellano, Lacan ya lo señaló. Freud utilizó el tér­
mino Endlich, finito, o sea que llene fin. No pude ubicar cuál es el que usó Ferenczi.
2. Sandor Ferenczl, "El Problema del fin de análisis" en Psicoanálisis IV, Ed. Espa­
sa-Calpe, Madrid, 1 984, pág. 57.
3. Michael 13alint, "The Final Goal of Psychoanalytlc Treatment", International
Journal of Psychoanalysis, Volumen XVII, publicado por el "Instltute of Psychoanaly­
sis", London, 1936, págs. 206-2 1 5.
4. Mlchael Ballnt,"On the terminatlon of Analysis", International Journal of
Psychoanalysis, Volumen XXXI , publicado por el "lnstitutc de Psychoanalysis", Len­
don, 1 950, pág. 1 99.
5. Sigmund Freud, "Análisis terminable e interminable", Obras Completas, Tomo
XXIII, Amorrortu editores, Bs. As. 1 986, pág. 222.
6. Ob. cit., pág. 25 1 .
7. Ob. cit., pág. 230.
8. Es sorprendente que de todos los autores que han trabajado este tema, ninguno
haya retomado la pregunta "dura". ¿Se trata exclusivamente de un obstáculo teórico'/,
o <..'"S que la pregunta misma no se puede plantear porque entra en contradicción con
los requisitos de la Asociación Psicoanalílica Internacional para el análisis didáctico'/
9. Mclantc Klcin, "Sobre los criterios para la terminación de un psicoanálisis", Tomo
IV, N9 2, publicación de la Asociación Pstcoanalitica del Uruguay, Montevideo, 1 962,
pág. 28 1 .
10. Horado Etchcgoyen, /.os fundamentos de la técnica psicoanalitica, Amorrortu
editores, l3s. As., 1 986, pág. 609.
1 l . Hannah Sega!, "Factores Curativos en Psicoanálisis", Revista Uruguaya de Psi­
coanálisis, Tomo VII, N° 2-3, publicación de la Asociación Psicoanalitica del Uruguay,
Montevideo, 1 963, pág. 256.
1 2 . Gregory Zilboorg, "The Emolional Problem of the Therapeutic Role of Insight",
Psyclwanalyt!c Quarterly, Volumen XXI, Nº 1 , 1 952, citado por Jerome Richfield, en
"An Analysis of lhc Concept of Insight", en Psychoanalytic Quarterly, Volumen XXIII,
1 954, pág. 390.
1 3. Jacques Lacan, "L'Une-Bevue", Ornicar?, N ° 1 2 / 1 3, París, 1 977, pág. 7.
1 4. Esta demarcación en la obra de Jacques Lacan, corresponde a Jacques-Aiain
Miller.
1 5. Jacques-Aiain Miller, "Clinique de Jacques I..acan", curso de 1 98 1 /82, clase del
16/ 1 2 /8 1 , inédito.
1 6. "Atmvesamicnto", que no es un vocablo del castellano, traduce "traverseé", el
término empleado por Lacan. Este término tiene dos acepciones: travesía (viaje) y atra­
vesar (un espacio de una punta a la otra). En el contexto teórico en que Jo utiliza La­
c.'ln Incluye también la acepción del verbo atravesar, como traspasar. No existe una pa­
labra en castellano que admita ambos sentidos, es decir, viaje o recorrido y traspasa­
miento que haya sido sancionada por el uso.
1 7. Jacques Lacan, "Proposición del 9 de octubre de 1967 acerca del psicoanalista
de la Escuela", Momentos cruciales de la experiencia analitica, Ed. Manantial, Buenos
Aires, 1987, pág. 1 8.
76 DIANA ETINGER DE ALVAREZ

1 8. Jacques-Alain Miller, "Du Symptome Au Fantasme et Retour", curso de 1982/3,


clase del 9/3/83, inédito.
19. Jacques Lacan, Seminario XV, El Acto Psicoanalitico, año 1967-68, clase del
1 7/ 1 /68, inédito.
20. Jacques Lacan, "El Atolondradicho", en Escansión., Ed. Paidós, Buenos Aires,
1984, pág. 59.
2 1 . Por las razones habituales, había descartado la posibilidad de escribir sobre este
caso. Una circunstancia excepcional me permite hacerlo ahora, pero debo limitarme a
ofrecer sólo los datos indispensables. Esto sin duda, deja en la penumbra muchas
cuestiones sobre las que el lector no podrá dejar de preguntarse.
22. Debo aclarar que L., aunque estaba vinculada con analistas, estos no eran laca·
nianos, al menos en aquella época. Tampoco el medio intelectual del que ella formaba
parte. No conocía, ni le interesaba, el pensamiento lacaniano ni su jerga y yo no la in­
troducía en mis inteJVenciones. Su análisis no transcurria en un clima Intelectualiza­
do.
23. La caída del SSS no Implica denigración, ni desvalorización, en la dimensión
Imaginarla de la transferencia. No se confunde con el clima de la transferencia negati-
va que puede aparecer en relación con una decepción fálica. .
24. Michel Silvestre, "La Fin de L'Analyse", Demain la Psychanalyse, Navarln Edl­
teur, París, 1 987, pág. 283.
25. Ob. cit., pág. 106.
LA ILUSION DE UN PORVENIR

Luis Erneta
¡Abrevia! En el Juicio Final eso no es más que un pedo.
GOErnE

(Del prefacio al capítulo III de


Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico,
S. Freud.)

Escansión - Nueva serie; 1 984: un número de Escansión


que no seria justo
reducir al olvido, ya que toma su lugar por la determinación que impone el
tiempo retroactivo. Es verdad que un número no hace serie, pero no es sin él
que la serie se constituye; su nombre mismo encarna el corte necesario que
posibilita el surgimiento de lo nuevo que demanda toda repetición. Re-peti­
ción que teniendo algo de comienzo es también de principios, como corres­
ponde a todo acto con pretensiones de fundación. Hay que decir que tenemos
tradición en esto de la doble fundación, al menos en Buenos Aires. aunque a
Borges se le haga cuento que alguna vez empe7.ara. Pero el psicoanálisis no
es cuento. su fundador es reconocido como tal aun por quiénes haciendo le­
gión, y desconociendo los principios en los que se funda su enseñanza, ha­
cen palidecer su descubrimiento. Hizo falta Lacan para volver a fundar el
psicoanálisis sobre los cimientos que lo soportan; treinta años de enseñanza
constituyen la posibilidad de que el psicoanálisis se sostenga en la vía abier­
ta por Freud. y es esa vía la que nos toca mantener abierta, lo que no es fácil
de soportar. Porque sin duda es recurso fácil distraernos de cuestiones que
nos competen con el argumento de que es a los otros, detractores o no, a
quiénes Lacan se les vuelve insoportable; ¿y a nosotros qué? Resabios tal vez
de una época en que se había hecho aforismo decir que Lacan era dificil; ¿y
Freud acaso es fácil?
Rodeo que se nos hizo necesario para retomar una cuestión que planteó
Gérard Miller en el cierre del 4º Encuentro a propósito del futuro del psico­
análisis para ver en qué medida nosotros, psicoanalistas, respondemos, no a
un Ideal de Freud, vía complicada, sino a lo que proponemos llamar su ilu­
sión. su ambición, por qué no, su sueño.
Que Freud era ambicioso no caben dudas y da testimonio de ello con una
franqueza que contrasta a veces con la pudibundez con que entre los analis­
tas se la pretende disimular. Que soñaba para él un futuro promisorio, en el
que su nombre, al contrario que Sade, quedase grabado en la memoria de los
hombres, más allá de la descomposición a la que estamos destinados, hay
una muestra temprana y famosa: �¿Crees que en esta casa podrá leerse al­
gún dia una placa de mármol que diga así:
78 LUIS ERNETA

"Aquí, el 24 de julio de 1 895,


se le reveló al doctor Sigmund Freud
el enigma de los sueños."

le escribe a Fliess el 12 de junio de 1900. Lo menos que puede decirse es que


al menos su ambición tiene el marco que conviene a la desmesura con que la
fantasía de inmortalidad se plasma a veces en los hombres cuando la con­
ciencia de su propia muerte los alcanza. Freud parece conformarse antici­
pando su futuro, y soñando con su nombre Inscripto en una suerte de relevo
simbólico de un epitafio que acaso había ya decidido no tener.
19 10- El año que se celebraba nuestro Centenario y se imaginaba un por­
venir seguramente menos acosado por las incertidumbres que traman nuestro
presente, y por lo tanto nuestro futuro, el psicoanálisis empezaba también a
tener el suyo. En el 2º Congreso psicoanalítico, realizado en Nüremberg. Freud
lee su trabajo sobre "Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica", y
deja ver que sus esperanzas no son modestas: confia en que el psicoanálisis
pueda tomar el lugar que le corresponde en la sociedad. sustituyendo a las re­
ligiones, dado que habían perdido su fuerza: y esto en nombre de la ciencia.
del imperio cada vez mayor de la verdad y de una modificación de la civiliza­
ción en la que ve la única salvación de los sucesores. Trabajo que no deja de
tener cierto tono de barricada que prefigura la dimensión inevitablemente polí­
tica tejida en esos prolegómenos de la extensión del psicoanálisis.
Hay que decir que nos es dificil precisar en qué poclia sostenerse esa espe­
ranza casi desmesurada. en un hombre que, lejos de nutrirse en el optimis­
mo fácil. o en un romanticismo necio, hizo hasta el fin de sus días vocación
del pesimismo si entendemos por éste su renuncia constante. y aún más, su
negativa a aceptar toda idea de tendencia al progreso para el ser humano,
que da razón a su respuesta -en uno de los prefacios al Moisés-, a Bernard
Shaw que creía que la simple longevidad de un hombre podía ser la condi­
ción para su mejoramiento. Tal vez habria que buscar la respuesta en el he­
cho de haber podido hacer del psicoanálisis su causa. a diferencia de hacer
de él una bandera, o aun. de hacer bandera con él. Pero también en que
Freud era un humorista, de una fina y profunda ironía, raro talento, como lo
califica en su trabajo sobre "El humor·. y que esa condición no es sino el in­
dicador de que Freud sabía . . . que el Otro no sabe, lo que no implica negación
de la ética.
1 9 1 4- Su "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico" se ha­
ce cargo de lo que habiendo devenido movimiento, se constituye con la mar­
ca de una secesión que se repetirá hasta nuestros días, y que arrastrando la
dimensión religiosa de la que se pretendía purificarlo le confiere cierto carác­
ter cismático. Las desviaciones de Jung y Acller le hacen decir: "Los hombres
son fuertes durante todo el tiempo en que sustentan una idea fuerte: se vuel­
ven impotentes cuando se le ponen en contra. El psicoanálisis soportará esta
pérdida y a cambio de estos partidarios ganará otros".
1 9 1 6- Berlín- En un volumen conmemorativo de la Sociedad Goethe. apa­
rece un escrito: "Lo perecedero", o "La transitoriedad" (según la versión de
Ludovico Rosenthal. de Ed. Rueda. o de Ed. Amorrortu, respectivamente), en
el que, habiendo estallado la guerra, Freud adelanta su teoria del duelo y
sostiene que la transitoriedad de lo bello. y el hastío escéptico con que los
sujetos pueden reaccionar ante un real anlquilante, no son más que efecto
LA II.USION DE UN PORVENIR 79

de un duelo que habrá de cesar. Contrariando la posición del joven poeta, se


muestra optimista y afirma que lo transitorio de ciertas experiencias y el des­
tino perecedero de ciertas cosas mundanas, lejos de disminuir su valor, lo
aumentan aún más. El valor de lo perecedero no es sino el de la escasez en
el tiempo y la restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable.
Lo que la guerra destruye volverá a construirse y tal vez sobre fundamentos
más sólidos y más duraderos que antes.
Paradoja de dos ciudades que con el tiempo se articularán al movimiento
del psicoanálisis de maneras no sospechadas entonces y que serán testimo­
nio de una trama que retroactivamente se significa con ribetes siniestros.
Nüremberg adquirirá celebridad política no por el psicoanálisis sino por lo
que éste viene a denunciar como malestar y cuyos efectos pretendieron ser
enjuiciados allí. Freud no vivió lo suficiente para ser testigo de un horror que
sin embargo no dejó de entrever. En efecto, en mayo de 1933, su obra escrita
era quemada. entre otras, en la plaza pública de la otra, Berlín, en un acto
que no dejaba de tener algo de rito y en el que el fuego no dejaba de simboli­
zar cierto ideal de pureza que se pretendía patrimonio de una raza. El co­
mentario de Freud al enterarse no dejó de tener el humor que lo caracteriza­
ba. "No podemos negar que la humanidad ha progresado. En la Edad Media
me hubieran quemado a mí." Bastarian pocos años para que el dicho Irónico
adquiriera la dimensión de un horroroso vaticinio.
En su "Proposición del 67" Lacan retomará la dimensión en extensión del
psicoanálisis en el marco de sus tres registros. y traerá como paradigma de
lo real los campos de concentración. Es cierto que habiendo operado ya el
desplazamiento del psicoanálisis respecto del campo de la ciencia. -que viene
a mitigar la esperan7..a freudiana de El poruenír de una ilusión en que augura
el triunfo del análisis sobre la religión pues "nuestra ciencia no es una ilu­
sión. Sí lo seria creer que podriamos obtener en otra parte lo que ella no pue­
de darnos"- Lacan abre cierto vaticinio sobre el futuro de la humanidad:
"Abreviemos diciendo que lo que vimos emerger para nuestro horror, repre­
senta la reacción de precursores en relación con lo que se Irá desarrollando
como consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por la
ciencia y. principalmente. de la universalización que introduce en ellas.
Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión ca­
da vez más dura de los procesos de segregación". En cuanto a la relación del
psicoanálisis con la religión augura a ésta una subsistencia que no es preci­
samente alentadora. "No se trata de relaciones muy amistosas. En suma, es
o el uno o la otra. Si la religión triunfa, lo que es más probable -hablo de la
verdadera religión, hay una sola verdadera-; si la religión triunfa. será el sig­
no de que el psicoanálisis ha fracasado" ( . . . ) El psicoanálisis no triunfará so­
bre la religión; la religión es indestructible. El psicoanálisis no triunfará, so­
brevivirá o no" (Conferencia de prensa en Roma. 29/X/74) .
Nos encontramos hoy con que Lacan no nos deja refugiarnos en la espe­
ranza freudiana del psicoanálisis asegurando su futuro en tanto ciencia. si
bien es cierto que Freud hacía extensivo lo de ciencia al Dios Logos (la Ra­
zón). al intelecto humano. cuya voz es leve pero no descansa hasta ser escu­
chada. y lo consigue tras incontables. repetidos rechazos. y es uno de los po­
cos puntos en que es licito ser optimista respecto del futuro de la humani­
dad. Paradójicamente, Freud nos quita el refugio de sostenernos en la ilu­
sión. término con que define a las representaciones religiosas. Paradójico
80 LUIS ERNETA

porque afirma que una ilusión se sostiene en un deseo, en ese caso de un


Padre que proteja del desvalimiento y el desamparo. Y distingue el error de la
ilusión diciendo que ésta no es lo mismo que un error, ni es necesariamente
un error. Sin embargo, dice que un error puede estar sostenido en un deseo
y lo ejemplifica con la ilusión de Colón de haber descubierto una nueva vía
marítima hacia las Indias. A diferencia del error de la teoría médica anterior
a su generación para la cual la tabes dorsalis era consecuencia de los exce­
sos sexuales. Distinción tanto más interesante por cuanto toca a la relación
entre deseo, saber y verdad, que Lacan pondrá a punto muchos años des­
pués; y porque Freud parece alentar ahí la distinción entre un error que re­
troactivamente se despejaría como tal con el avance y el progreso de la cien­
cia, médica en este caso, y en la producción del cual supuestamente no esta­
ría en juego el deseo del científico; y un error en el que el deseo del Descubri­
dor operaría como obstáculo para la aprehensión de un acto cuya conse­
cuencia inevitable es un sacudimiento de su posición subjetiva. Hay que de­
cir que Freud parece sufrir acá de la misma ilusión que denuncia, al confiar
en una ciencia purificada del deseo, por así decir, y cuya consecuencia pri­
mera es la forclusión del sujeto que supone. Quizás su posición está más
cercana a la del Descubridor de lo que supone. y de hecho no vacila en poner
al psicoanálisis en serie con la �ofensa cosmológica" de Copémico (�una difi­
cultad del psicoanálisis", 1 9 1 7), aunque la osadía de haber ido más lejos que
el padre lo persiga hasta el fin de sus días, como lo testimonia el bellísimo
texto de 1936, �carta abierta a Romain Rolland - Un trastorno de la memo­
ria en la Acrópolis". No podemos evitar acá la ironía de un pensamiento y
preguntarnos si será nuestro destino de analistas. queremos decir argenti­
nos, quedar reducidos a no poder tener un trastorno de la memoria más que
en el Obelisco, modo de decir que la estrechez de miras no suele generalmen­
te llevar muy lejos. Y que la ventanita fantasmática de cada uno reduce el
horizonte del futuro si no se subordina al discurso psicoanalítico, única
chance del psicoanálisis de sobrevivir.
¿Qué futuro entonces para el psicoanálisis si Lacan desmantela la ilusión
freudiana de inscribirlo en el campo de la ciencia y Freud afirma que no es
una ilusión? Adelantemos nuestra apuesta afirmando con Freud, y contra él,
que si una ilusión se sostiene en un deseo, el deseo no se sostiene de una
ilusión, y propongamos acá lo que Lacan designó como el deseo del psico­
analista. apuesta abierta en su Proposición, no clausurada por su muerte y
que, legada a las futuras generaciones de analistas, nos interpela. Si freud
nos dejó su roca, Lacan fue un poco más lejos, pero nos dejó también la su­
ya. y un trabajo por hacer: wvengo aquí antes de lanzar mi Causa Freudiana.
Ven ustedes que me apego a este adjetivo. Depende de ustedes el ser lacania­
nos, si quieren; yo, por mi parte, soy freudiano" (Seminario de Caracas,
1 2/VII/80).
¿Es ésta una ilusión de Lacan? Sin duda, si sabemos reparar en el deseo
que la sostiene y lo que en ese deseo opera como causa, lo que él designó co­
mo su único invento.
¿En qué Lacan fue freudiano? Arriesguemos esta hipótesis: en que supo
interpretar un sueño de Freud. ¿Cuál? Uno que Freud enuncia como anhelo
en un momento crucial de su experiencia. que lleva fecha: 2 1 de septiembre
de 1 897, que situamos en la carta dirigida a Fliess, comentada, incluso va­
puleada tantas veces que casi nos da pudor retomar. Si lo hacemos, es por-
U ILUSION DE UN PORVENIR 81

que siempre s e destacó de ese momento -incluso por e l mismo Freud e n su


Historia del movimiento-, el sesgo de la decepción ante el fracaso del sostén
de su concepción de la histeria, y cierta superación del trance pintada con
matices más o menos heroicos por sus comentadores.· Pero nunca se destacó
demasiado la dimensión de triunfo que tuvo para Freud ese momento, que
parece invertir lo que sería su tesis célebre: él parece triunfar allí donde fra­
casa. Lo que no deja de conferirle a esa experiencia la dimensión del acto. �y
aún habría que decir del acto analítico que por ser desde su revelación origi­
nal. el acto que nunca triunfa tan bien como cuando es fallido, que esta defi­
nición no implica (en otras partes al igual que en nuestro campo) la recipro­
cidad, noción tan cara a la divagación psicológica. Esto quiere decir que no
basta con que fracase para triunfar, el mero fracaso no abre la dimensión de
la equivocación aquí en cuestión" (�La equivocación del sujeto al saber"). Fra­
caso de un saber, no sólo el de Freud, sino también y sobre todo el que le ha­
bía supuesto al sujeto Fliess, al que le dice: �Dificilmente puedas compren­
derlo sin previa explicación, pues tú mismo has dado crédito a cuanto yo tu­
ve oportunidad de contarte". ¿Tragedia? Más bien humor, como conviene a la
comedia; no es por casualidad que el recurso a la caída sigue siendo eficaz
como promoción de la risa.
"Si yo me sintiera deprimido, confuso y agotado, tales dudas bien podrian
interpretarse como signos de debilidad; pero como me encuentro justamente
en el estado contrario, debo admitirlas como resultado de un trabajo Intelec­
tual sincero y enérgico, pudiendo sentirme orgulloso de ser capaz todavía de
ejercer semejante autocrítica, después de haber profundizado en mi tema a
tal punto. ¿Serán estas dudas sólo un episodio en mi progreso hacia nuevos
conocimientos? También es curioso que no me sienta avergonzado en lo mí­
nimo, aunque bien sé que tendria motivos para sentirme así. Por cierto que
no lo proclamaré en Dan ni hablaré de ello en Ascalón, en tierra de los filiste­
os, pero ínter nos, en realidad tengo más bien la sensación de un triunfo que
de una derrota (por incorrecto que ello parezca) . . . Por cierto que podría sen­
tirme muy desanimado; ¡era tan hermosa la perspectiva de eterna fama y de
seguro bienestar, la plena independencia, viajar, ahorrarles a mis hijos las
graves preocupaciones que malograron mi propia juventud! . . . Todo eso de­
pendía de que la histeria quedase resuelta. Ahora tengo que acostumbrarme
de nuevo a callar y a ser humilde, a preocuparme y a ahorrar, y al decir esto
me acuerdo de uno de esos cuentecitos que tengo en mi colección: ¡Quítate
ese vestido, Rebeca, que la boda terminó! Algo tengo, empero, que agregar.
En este derrumbe general de todos los valores, sólo la psicología ha quedado
intacta. Los sueños siguen sólidamente afianzados y mis primeros intentos
de investigación metapsicológica han aumentado de valor a mis ojos. Lástima
que no se pueda vivir, por ejemplo, Interpretando sueños."
Hoy podemos afirmar que si; sí porque pensamos que Lacan dedicó más
de treinta años de su vida a interpretar el sueño de Freud; que sostuvo su
enseñanza en la vía freudiana, porque interpretar un sueño implica justa­
mente tomar la vía del despertar, ombligo, en el decir de Freud, donde el de­
seo toma su raiz; porque supo despertar por el texto freudiano un deseo que
parecía agotarse y que, relegado a las sombras, como en la metáfora freudia­
na de la Odisea, volvió a cobrar vida en cuanto se le dio a beber la sangre
que reclamaba; porque, recorclémoslo, la esencia del sueño es el trabajo y el
trabajo del sueño de Lacan fue despertar a los analistas de sus sueños con-
82 WIS EHNETA

fortables para hacerles retomar la senda en la que Freud se había compro­


metido desde la Traumdeutung: Ftectere si nequeos supero, Acheronta move­
bo. Sin duda esto tiene su precio, por ejemplo. alguna que otra pesadilla. La
pregunta, entonces, es: ¿cómo tomar este sueño en nuestras manos y traba­
jar con él, de modo que no termine en un infierno? Sabemos que no bastan
las buenas intenciones. y si el análisis en intensión nos indica un camino, la
extensión no parece menos necesaria. ya que es por fuera de la cura analíti­
ca que Lacan pensó la posibilidad de la transmisión del psicoanálisis. crean­
do para ello un dispositivo que se adecuara al objeto a transmitir, lo que
nombró como deseo del psicoanalista, condición de posibilidad para que el
discurso analítico tomase su lugar y sobreviviese a quiénes tomasen sobre sí
el trabajo de soportarlo. Lo que. aunque sabido. no está de más recordar, pa­
ra despertarnos a nuestra condición, esto es. que somos perecederos y nues­
tro pasaje es transitorio. Lo que no es sino evocar la temporalidad que con­
viene al psicoanálisis. futuro anterior. Si Lacan prefirió apegarse al adjetivo
de freudiano. valdrá la pena evocar a Goethe y su Fausto. al que Freud tuvo
tanto apego: Lo que has heredado de tus padres, habrás de adquirirlo para
que sea tuyo. Y qui7..ás modular para la propia enseñanza de Lacan lo que és­
te escribió de Freud en su reseña del Seminario de la Etica: �Los escritos son
el acontecimiento . . . " ya que no hay acontecimiento que no se sitúe respecto
de un discurso. La práctica de los escritos de Lacan permite apreciar que su
relación con el acontecimiento es una relación de resguardo, como si se tra­
tase de un rescoldo: �porque son el acontecimiento, puede decirse que lo co­
bijan".
El futuro dirá si hemos sabido mantenernos a la altura de esa tarea, de la
que pretendemos ser custodios.
MICROSCOPIA

Jacques-Alain Miller

La escena transcurre en Nueva York

Eu.A. - ¡Tome, se lo devuelvo! ¡No me hable más de esto! (Tira el opúsculo


al suelo violentamente.) ¡Este hombre no quiere ser comprendido!
YO. - ¡Oh, oh!
ELLA. - ¡No quiere, le digo! ¡Desde ayer lo leí tres veces y no entiendo na­
da! ¡ Me vuelve loca!
YO. - Pues ya es algo.
ELLA. - ¡Ah, conque pretende hacerse el gracioso! Cuando se quiere gustar
a una mujer, no se le dan a leer esas cosas: usted no vale más que su maes­
tro. No he dormido en toda la noche.
YO. - No parece: la furia le pinta los colores más lindos del mundo.
ELLA. - ¡Qué bien le sienta hacerse el galán! No piense que me va a calmar
con lisonjas tan ridículas.
YO. - Ni se me ocurre. ¿Qué culpa tengo si la irritación la embellece aún
más?
¡.: u.A - No es irritación, es rabia, y horror.
YO. - La que está en la tapa del libro es usted.
ELI.A. - ¿Cómo?
YO. - Pues fíjese. (Recoge el librito y se lo muestra.) No se sabe lo que está
viendo, pero es evidente que se protege.
ELLA. - Es cierto. ffoma el libro y obsetva la imagen.)
YO. - Quizás acaba de arrojar este libro, se aparta de él horrori7..ada y en un
instante el velo volverá a caer sobre su rostro: y entonces no verá nada más.
ELLA. - ¿Quién eligió esta imagen para el libro?
YO. - Yo. La esperaba a usted.
ELLA. - ¿Y de dónde procede, taimado señor?
YO. - Es bastante conocido, de Pompeya. Lo más hermoso que hay allí.
Usted entra en una gran habitación y se encuentra con un fresco que ocupa
tres paredes, de colores tan vivos que el tiempo ya no existe. El fresco cuenta
una historia que nunca se pudo descifrar bien, pero lo que se sabe es que se
trata de una iniciación. En el centro están representadas las bodas místicas:
la jerogamia, el matrimonio sagrado de Dioniso y Ariadna. Ese lugar encan­
tador al que un día me gustaría llevarla fue bautizado como la . . .
84 JACQUE5-ALAIN MIU..E R

ELLA. - Sí, usted quisiera ser mi Dioniso y que yo fuese su Artadna.


-
YO. la Villa de los Misterios.
••.

ELLA. - Pues bien. exactamente eso es Televisión para mí.


YO. - Pero "misterio" quiere decir que uno acaba por ver la verdad.
ELlA - ¿Y cuál es esa verdad?
YO. - Al término del "misterio", después de recorrer el reglamentado cami-
no de una ascesis, se encontraba uno ante . . . la clave de las cosas.
ELLA. - ¿Y era. . . ?
YO. - Un falo, lo confieso.
ELLA. - Ah . . . Ya estamos: "la Mujer no existe", y la verdad es el falo. Sepa
que hace tiempo que tengo formada mi opinión sobre esa verdad última que
usted y sus iguales pretenden enseñar al mundo. No me está enseñando na­
da, y si lo conduje a esa confesión fue sólo para verificar que se trata siempre
del mismo "dale que dale". Y si es eso lo que hay al final, pues bien. estamos
de vuelta en el principio. Buenas noches.
YO. - Se da por satisfecha muy pronto. Pero nada más que por un malen­
tendido. Se quejaba de no entender nada y ahora lo ha comprendido todo.
Usted no comprendió otra cosa que su fantasma. Es el desUno común.
ELLA. - Ahora me está insultando.
YO. - Querida Ariadna, nunca dije que el psicoanálisis fuera una inicia­
ción y que al precio de unos cuantos zarandeos la conduciría a la revelación
fálica, después de lo cual no le quedaría más que unirse al Dios en un lazo
sagrado. El analista no es Dioniso. No puede asegurarle el goce pacífico de
una relación sexual consumada. El primer nombre del goce es. en Freud.
castración; esa castración de la que sus analistas, quiero decir los de Esta­
dos Unidos. han perdido el uso y la noción.
ELLA. - No entiendo nada de lo que me dice. Habla con puros aforismos.
YO. - Si aceptara darme su mano, así, con la palma abierta y los dedos
tendidos. ésa que es una pobre mano que no quiere saber nada. si aceptara
dármela. cerrarla dentro de la mía y sentarse aquí, a mi lado, yo podria disi­
par esos misterios. Bastaría entonces con que me cediera una partecita suya.
esa orejita, y para mí sería el hilo -sí, el hilo invisible, Ariadna- que me per­
mitiría, cual nuevo Teseo, matar al Minotauro.
ELLA. - Y me abandonaría entonces en Naxos. . .
YO. - . . . donde usted tendría la posibilidad de ser hallada por s u Dioniso.
ELLA. - ¿Me está pidiendo que sea su paciente?
YO. - Sólo que sea paciente, y amable. Leamos juntos este librito que la
estuvo atormentando. Yo hablaré para usted. Si uno de nosotros ha de estar
en la posición del analista, no soy yo sino usted. La hago juez. ama* de lo
que diré.
ELLA. - Y si estoy disconforme, si me pierdo en los dédalos de su laberin­
to, ¿volverá sobre sus pasos. empezará de nuevo?
YO. - Tantas veces como quiera. Hablar para usted Implica eso.
EL!.A. - Durante el tiempo que dure este juego, ¿debo confiar en usted,
creer que sabe algo que yo no sé. y que hay algo que saber?


Ma!tresse, femenino de maitre: significa "amo" y "maestro" y también "amante".
La aparición del término es frecuente en el artículo, y en empleos que conjugan esos
significados. El lector debe tenerlo presente pues en castellano no hay un único térmi­
no válido para todos los significados. (N. de T.)
MICROSCOPIA 85

YO. - Sin duda.


ELLA. - Pero eso es lo que yo no sé.
YO. - Ese es el juego. Basta con que ponga curiosidad. Y no crea que haré
de saó io. En realidad, dado que hablo para usted, dado que cuanto puedo
decir lo mido por lo que usted puede entender, en este j uego la que sabe es
usted. Su saber será el patrón de medida; todo mi discurso estará hecho sólo
para sus oídos; sólo estaré conforme si usted lo está; y, cuando hable su len­
guaje, como espero, será como si procediese de usted.
ELLA. - ¿De mí?
YO. - Sí, de usted. Y así lo que le transmitiré, y de lo que se creería que
usted no es más que un receptor pasivo. será como si saliese de su boca. Y
cuando diga: "Eso lo supe siempre", no me molestará.
ELLA. - Realmente creo que se está burlando de mí. O bien, con esas se­
ductoras palabras trata de disfrazar que usted es el maestro y yo la alumna.
YO. - No piense así. Es cierto que quiero gozar de su favor y que si no lo
consigo no llegaremos lejos. Pero esto va más allá: procuro introducirla des­
pacito en la lógica del lugar del Otro, donde la instalo, y que implica que el
mensaje mismo que se le dirige procede de él.
ELLA. - ¡No esperará que diga "sí" a tamaña paradoja!
YO. - No diga "sí", bastará con que no diga siempre "no". No se muestre
afectuosa, simplemente escuche sin prejuicios y sea tal vez un poco, un po­
quito condescendiente: no olvide que estoy a su merced y que una palabra
suya me reenviaría a la nada. Pues si me cierra sus oídos, si se levanta y se
va, yo, en tanto hablo, desaparezco inmediatamente, dado que no hablo sino
desde el lugar que usted me ofrece.
ELLA. - Dado que no habla sino desde el lugar del Otro.
YO. - Exactamente.
ELLA. - Está bien, acepto su "lugar del Otro", como dice usted con ese len­
guaje alambicado al que no me acostumbraré. Pero no vaya a imaginarse que
tiene ganada la partida. Las frases enredadas no tendrían ningún poder so­
bre mí. No, no seré condescendiente con usted. tenga la seguridad de que se­
ré, por el contrario, rigurosa, y mala, y despiadada.
YO. - ¡La bella dama despiadada! A riesgo de ser tachado de masoquista.
confieso que no podría complacerme más. Y precisamente esto sitúa nuestra
conversación en el registro adecuado: el del amor cortés, no el del catecismo.
El poeta elige una mujer entre todas, una mujer única. hace de ella su Da­
ma, lo que quiere decir -ignoro si conoce la raíz latina- la que manda; le de­
dica todo su arte, ella sola motiva su canto, que no está hecho sino de juegos
y hallazgos de lenguaje; de sus versos ella es la única referencia, de su pa­
sión el único objeto. Para merecerlos tiene que permanecer así, sin consentir
en nada, como no sea indicando al trovador las pruebas a rendir. Y todo eso,
al final, ¿para obtener qué cosa de ella? Una nimiedad: un signo. Ni siquiera
un sí, sino una respuesta, suficiente para salvarlo de su decadencia y permi­
tirle escapar a la nada.
ELLA. - ¿No se acuestan juntos?
YO. - Seguro, al final. No se sabe bien. Lo que no significa que hagan el
amor.
ELLA. - Hoy en día ya no somos así.
YO. - Esto marcó el estilo del amor en Occidente mucho más de lo que us­
ted piensa. Es, llevado a la incandescencia y certificado históricamente con el
86 JACQUES-AUJN MILLER

carácter de práctica social, lo que Freud llama, en su análisis del amor y de


la dependencia que de él resulta para el enamorado, verltebte Horlgkeit. La
Dama sin perdón es un fantasma del hombre; aún resta encontrar mujeres
que se presten a él.
ELLA. - Leí algo así en el libro que me dio.
YO. - Precisamente, y volveremos sobre ello. SI evoco este amor cortés cuya
práctica quedó muy lejos de nosotros, es sólo para indicarle hasta qué extre­
mos pueden llegar los hombres para... hacer existir a la Mujer, en singular.
ELLA. - ¡Oh, termínela con eso de "La mujer"! No quiere decir nada, y si
quiere decir algo, su sentido es completamente, cómo decirlo, inestable.
YO. - Es lo que dice el proverbio francés: "A menudo la mujer varía. loco
está quien de ella se tia". Y por eso el trovador se Inventa esa mujer invaria­
ble e imposible que es su punto fijo. También yo necesito una brújula, y mi
oriente es usted.
ELLA. - Aquí, cuando uno parte hacia lo desconocido, se dirige al Oeste . .
.

YO. - De acuerdo, sea usted m i Nueva Frontera.


ELLA. - Lo que usted quisiera alcanzar es el Minotauro.
YO. - ¡Pues bien, usted es mi Minotauro!
ELLA. - Entonces, no puedo ser Ariadna, ¡y usted terminará devorado!
YO. - Dejemos la mitología de los antiguos, quiero ser tan norteamericano
como usted. Veamos, si intento ilustrar a la Dama, al partenaire inhumano
abrevando en su mitología, ¿a quién voy a encontrar? ¡A Moby Dick, por su­
puesto! Y la pierna de Ajab no está mal para mostrar que la castración . . .
ELLA. - Sí, tiene razón, soy Ariadna, soy e l Mino tauro, soy Moby Dick. ter­
minémosla. Noto que en cuanto me instala usted en ese lugar del Otro de su
invención, ve en mí una ballena y cree que quiero comerlo.
YO. - Eso -llamémoslo por su nombre- es una interpretación. Aplaudo.
¡Bravo! Tengo que besarla.
ELLA. - Estos transportes, señor, ¿no han terminado aún? Acuérdese del
librito que se proponía leer conmigo. Sólo él me retiene a su lado, y lo que
pretendo es que pase al acto de explicármelo. Aseguró usted que me lo co­
mentaría en mi lenguaje y de tal manera que podré creer que son mis pala­
bras las que salen de su boca. Esto es lo que espero de usted ahora.
YO. - Soy su servidor. ¿Querrá tirarme una cuerdita empezando por pre­
guntar?
ELLA. - Pues bien, tengo curiosidad por saber si un texto semejante, tan
alusivo, tan velado, tan opaco, pudo ser difundido por la televisión francesa.
Pues en su advertencia usted sólo dice que su difusión fue "anunciada".
YO. - ¡Ah, veo que la que me interroga sabe también leerme! Es verdad que
en el momento de la impresión no estábamos seguros de la difusión. Aquí ten­
go un cuentito para usted. Todo empezó con una llamada teléfónica que recibí
de alguien a quien no conocía. un tal Benoit Jacquot, quien dijo haber recibido
el aval del Servicio de Investigaciones de la televisión francesa para hacer un
programa sobre Jacques Lacan. Queria hacerlo conmigo, me dijo, antes que
con un especialista en divulgación, que no faltaban, se lo aseguro.
ELLA. - Supongo que él se ganó así su estima y su simpatía.
YO. - Ciertamente, pero no mi acuerdo.
ELLA. - ¿Se negó usted?
YO. - No, lo dirigí al doctor Lacan.
ELLA. - ¿Al doctor Lacan?
MICROSCOPIA 87

YO. - Cuando vivía yo lo llamaba así.


ELLA. - ¡Qué extraño!
YO. - No tanto. Usted sabe que era médico, psiquiatra y que tenía derecho
a ese título. Pero es cierto que además yo lo empleaba porque él me parecía
verdaderamente docto, plenamente doctor, como santo Tomás, el Doctor An­
gélico . . .
ELLA. - ¡Lacan, e l Doctor Diabólico!
YO. - Lacan recibió a Benoit. Y, para mi sorpresa, aceptó inmediatamente.
Comprendí por qué cuando lo conocí: era muy joven y no era un hombre de
los medios, no pretendía usar ese trabajo como un trampolín. se Interesaba
en el asunto de veras. A mí también me gustó Inmediatamente. Cuando se
hizo el programa. el Servicio de Investigaciones no quiso emitirlo. Pensaban
que sería incomprensible para el gran público.
ELLA. - ¡Dígamelo a mí!
YO. - Nos pidieron, a Benoit y a mí, que cortáramos las tres cuartas par­
tes y las reemplazáramos por explicaciones que yo daría.
ELLA. - Lo mismo quiere usted hacer conmigo.
YO. - En aquella ocasión, ni hablar. A fin de cuentas, ¿qué esperaban de
Lacan, esos descarados? ¿Que hablara como ellos para darles el gusto?
ELLA. - En cambio usted, habla como yo.
YO. - No tengo por qué forzar mi naturale7.a, y no soy Lacan. Lo cierto es
que fue la prueba de fuer/.a. No aceptamos ningún compromiso: la televisión
fue amenazada con un escándalo. Ella quería dar pruebas de su amplitud de
espíritu -ya habían aparecido en pantalla Jakobson, Claude Lévi-5trauss,
Fran�ois Jacob- y la iban a tachar de oscurantista; todavía se recordaba la
Indignación producida por el cese del Seminario en la Escuela Normal. En
resumen, el tono subió: presiones, amenazas, reyertas; el presidente de la te­
levisión cedió; y se pudo ver el programa, en dos partes, a fines de enero y
comienzos de febrero de 1 974, a las diez de la noche.
ELLA. - ¿Quiere demostrarme que fue una batalla?
YO. - Lo fue. Nunca nos pusieron la alfombra roja. Y si lo hicieron, noso­
tros caminamos por el costado.
1-:LLA. - ¿A qué le llama usted manuductio en su advertencia?
YO. - Es el término propio, latino, de esas escansiones marginales desti­
nadas a servir de guía al lector. ¿Quiere saber de dónde saqué la idea? Del
Pilgrim's Progress. que por entonces estaba releyendo; y si la hace murmu­
rar, mala suerte.
ELLA. - Yo no dije nada.
YO. - Duclio es la conducta. manu, por la mano, y la que tengo ahora en la
mía es la suya.
ELLA. - Podría haber sido más explícito . . .
YO. - Ante todo yo atestiguaba que ese texto s e podía seguir, y también in­
dicaba, de la manera más simple, cómo leer a Lacan. Porque usted no com­
prenderá nada si lee rápido, y además no es posible, tirará el libro. Sepa que
Lacan se lee frase por frase, que en realidad todos los giros retóricos se alzan
sobre una estructura, que los j uegos de lenguaje son cadenas de razón. Le
mostré al doctor esas marginalia, una noche, en la calle de Lille. Estuvo dos
horas espulgándolas una por una. Cuando la cosa terminó -él ya tenia su
abrigo sobre los hombros y yo aún estaba sentado a la mesa de trabajo- le
dije que hacían falta dos palabras suyas tomando distancia respecto de algo
88 JACQUES-AU\IN MIU.ER

que, al fin y al cabo, no era más que mi lectura, dejando abiertas las otras.
Sin decir nada, volvió a abrir su estilográfica y, siempre de pie, escribió esta
frase: -Aquel que me Interroga sabe también leerme".
ELLA. - ¡Se habrá sentido usted muy orgulloso!
YO. - Quedé emocionado, y sorprendido. También tuve que cargar con
ella, pues no me significó solamente amigos. Sin embargo, no la tomé sólo
para mí; y tampoco cuando, siete años después, él me designó como el
al-menos-uno para leerlo. Esto implicaba hacer de mi un ejemplo, sin duda,
la prueba viviente de que el conjunto de sus lectores no estaba vacío, un tes­
tigo, pues, como le decía. Pero no significaba que yo fuera el único. Y fijese
que, aquí, no se me nombra; por qué no entenderlo asl: ¿interrogarlo, es sa­
ber leerlo? Esto también vale para usted. Aquí se requiere un saber leer. pero
no pasa por ningún sí, pasa por la pregunta.
ELLA. - ¿Acá, hay que decir sí?
YO. - Sí.

• • •

ELLA. - Pues bien, tomo entonces este libro que, por más pequeño que
sea, demanda un saber-leer nada más que para él, y leo. Voy a mostrarle de
inmediato lo que no funciona, ya en el primer párrafo, Yo digo siempre la
verdad. De acuerdo, pero sólo contamos con su palabra para creerle.
YO. - ¡Exactamente!
ELLA. - ¿Es cierto que dice siempre la verdad? ¿Cómo saberlo? Hay que
prestarle confianza . . .
YO. - ¡Así es!
ELLA. - ciegamente, y esto no coincide con el espíritu de libre examen
.••

que usted parecía pregonar. Yo digo siempre la verdad no es una verdad de


experiencia, ¡es más bien una fanfarronada! Pero en fin, se comprende sin
exégesis erudita, es lenguaje de todos los días. La segunda frase también
funciona: No toda, porque decirla toda, eso no lo conseguimos. La idea de que
no conseguimos decir toda la verdad, de que todo conocimiento es siempre
incompleto, me parece perfectamente admisible; hay aqui una modestia de
buen cuño que contrasta con la fanfarronada precedente.
YO. - ¿No cree usted que a lo mejor se trata de otra cosa. y no de cualida­
des morales?
ELLA. - Sigo. Decirla toda es imposible: ya lo habíamos entendido, se está
repitiendo; pero ¿por qué agregar: material mente? No veo qué viene a hacer
aquí este materialmente. ¿Y por qué faltan las palabras? En absoluto: la obra
inconclusa será reanudada por otros. Y para terminar, esta última frase. pro­
piamente incomprensible: Precisamente por este imposible, la verdad concier­
ne a lo real. • En unas pocas líneas y partiendo de un Yo digo siempre la ver­
dad, a fin de cuentas cristalino, desemboca en un oscuro aforismo y yo ya no
sé lo que es la verdad.


En fr.: "la vérité tient au réel". Traducción inevitablemente aproximativa, ya que no
hay verbo castellano cuyos elementos sémicos coincidan en número y cualidad con este
peculiar empleo de la forma tenir a. "Concernir" se ajusta a buena parte de ellos, deja
perder algunos otros y, según el contexto, podña sumarles, incluso, otros más; pero en­
tendemos que, en lo esencial, transmite adecuadamente el sentido de la frase. (N. de T.)
MICROSCOPIA 89

YO. - No se lo podría decir mejor.


ELLA. - En este párrafo está todo Lacan.
YO. - Estoy de acuerdo.
ELLA. - Alardea, se repite, se equivoca y desaparece en la tinieblas, mien­
tras enciende una colección de fuegos artificiales.
YO. - Sí, en un brotar de chispas, como si tomara la mano del Comenda­
dor.
ELLA. - ¿Del Comendador?
YO. - Vamos. al final de Don Juan. .. Todo Lacan, en efecto, es así: siempre
termina por echar una mano a las potencias de la sombra y del horror. . .
Acheronta movebo, dice Freud por boca d e Virgilio e n los umbrales d e la
Traumdeutung: Movilizaré a los del Aqueronte. a los dioses infernales. Lacan
es más simple con su Yo digo siempre la verdad, pero esto también conduce
a su Aqueronte. que es lo que él llama lo real.
ELLA. - Es usted tan confuso como su maestro, en vez de ser claro como
yo. Pero no me impresiona. Y espero que con estas una, dos, tres frases sea
tan concreto como yo.
YO. - Bebo sus palabras. Ese imperativo es el mío. Estoy cansado de las
sinopsis. Además, en psicoanálisis, todo es cuestión de detalle. Las formacio­
nes del inconsciente -lapsus, acto fallido, chiste- no tienen más ser que un
ser de detalle. ¿Para qué seiViría una interpretación general? Y el estilo de
Lacan también la conduce al detalle. Así que detallemos, detallemos. M¡Los
divinos detalles!", dice muy bien Nabokov.
ELLA. - Poe, en cambio, no quiere que se busque la verdad en los deta-
lles . . .
YO. - Y bien. e n cuanto a Televisión. rnirémosla con el microscopio.
ELLA. -Yo digo siempre la verdad: ¿que dice usted de esto?
YO. - ¡Ah. muchas cosas! Y. en primer lugar. que cuando usted dice Yo di­
go siempre la verdad. puedo ponerlo en su cuenta, dado que Yo, corriendo de
boca en b0ca, siempre es el mismo. no tiene más referente que el que lo dice
en ese momento. Yo es de esas palabras que Rornan Jakobson llamaba, de
acuerdo con Iespersen, sh¡fters. queriendo decir que no cobran sentido sino
desde la actualidad de la palabra. Nadie habla sin decir siempre Yo digo la
verdad.
ELLA. - Salvo el que dice Yo miento.
YO. - Ha dado usted en el blanco. Precisamente porque no puede haber
palabra que no se establezca en la dimensión de la verdad, Yo miento vale
como paradoja, y también por eso Lacan adopta de entrada la postura -hay
teatro aquí, estoy de acuerdo, o más bien espectáculo, ya que estamos en la
televisión, como por otra parte en el seminario- la postura del Ante-Epirnéni­
des. Y el Ante-Epiménides es más verdadero que Epiménides, pues la verdad
no es simétrica a la mentira.
ELLA. - ¿Cómo puede ser? Yo puedo decir lo verdadero o decir lo falso. y
esta alternativa define claramente una simetría.
YO. - Hay sin duda un verdadero que no es sino el revés de lo falso, pero
también hay algo verdadero que los domina, o que los funde a los dos y que
reside en el hecho mismo de formular; no puedo decir nada si no lo postulo
corno verdadero. E incluso cuando digo Yo miento, no digo otra cosa que E s
verdad que miento. Así s e explica que lo verdadero no sea lo contrario d e lo
falso. O incluso que haya dos verdaderos: aquel que es lo contrario de lo fal-
90 JACQUES-ALAIN MII.LER

so y aquel que soporta a la vez. e indiferentemente. lo verdadero y lo falso.


No sé si será a sus ojos una garantía el que evoque en este aspecto a Frege y
Russell.
ELLA. - ¡No iremos a decir que son lacanianos!
YO. - De Frege tenemos un pequeño signo que él dibujaba asi: f- . y que
colocaba a la entrada de las fórmulas de su escritura conceptual para expre­
sar "asi es", "dicho está". En cuanto a Russell. lea la lección de Meaning and
Truth sobre el carácter primario de la afirmación, y derivado de la negación.
No otra cosa dice Freud en su articulo "Die Verneingung", donde un "No es
mi madre" del paciente a propósito de su sueño lleva al analista a interpretar
que se trata de ella. efectivamente; pues la palabra está ahí; y la negación
que la flanquea es la marca de la represión.
ELLA. - Pero veamos, el que dice "No es mi madre". cuando es su madre.
no dice la verdad.
YO. - A nivel del enunciado de la frase tiene razón. Pero a nivel de lo que
llamamos enunciación, se equivoca: madre. la palabra madre está dicha, y
eso basta.
ELLA. - ¡Ah! ¿entonces es: Yo dtgo siempre la verdad a nivel de la enuncia­
ción, aun si. a nivel del enunciado, yo mtentd?
YO. - Precisamente, y no otra cosa funda el "lugar del Otro" como lugar de
la verdad: la verdad que no tiene contrario.
ELLA. - ¿Entonces usted tiene una noción de la verdad que incluye tanto
lo verdadero como lo falso?
YO. - Pues si, como la palabra misma. Hasta el punto de que Lacan ·escri­
bió una bella prosopopeya de la verdad que leerá usted cuando quiera y don­
de encontrará esta frase: Yo, la verdad, hablo. Usted dice: "No es mi madre".
Pero la verdad habla por su cuenta a través de lo que usted dice. y ella dice
otra cosa a la que usted simplemente le presta su boca. Es la verdad que
ninguna maestría domestica, que da vueltas, que vagabundea, que la cautiva
y la extravía y la hace tropezar. la verdad freudiana, la del lapsus y el chiste.
esa que no se atrapa: "Estáis ya perdidos, dice, me desmiento, os desafio, me
escabullo: decís que me defiendo."
ELLA. - Si ésa es la verdad, ya no comprendo que falten las palabras para
que se pueda decir toda la verdad. Es lo contrario, las palabras no faltan
nunca.
YO. - Amiga mia, la verdad y toda la verdad no son lo mismo. ¿Cómo po­
dria hacer usted, de la verdad vagabunda, un todo? Ella no se deja encerrar
en esa prisión. Siempre hay más para decir. A la verdad le repele el Todo, co­
mo le repele el Uno, y por eso es del Otro. Si no la cansa que recurra a los ló­
gicos, le aconsejarla leer a Tarski, donde verá demostrado que la verdad es.
en la lengua que uno habla, indefinible. Habría que sacarla de esta lengua
como se hace en los lenguajes formalizados. que se numeran y jerarquizan; a
nivel n + 1 , usted pone la verdad en el nivel n; este desenganche, que Carnap
llamó "metalenguaje", no se puede efectuar en la lengua que uno habla y que
no está formalizada; y éste es el sentido del aforismo de Lacan, el de que no
hay metalenguaje; quiere decir que no hay otro metalenguaje que el lenguaje
o al menos, una vez más, la lengua que uno habla; para denominarla, Lacan
fotjó una palabra que no existe, lalengua, que encontraremos más adelante.
ELLA. - Lo dejé vaticinar todo lo que quiso, pero al final es preciso que el
buen sentido ponga objeción a su concepto de la verdad. Yo llamo verdadero
'
MICHOSCOPIA 91

al enunciado que dice las cosas como son, y falso al que dice las cosas como
no son. Y de ahí no me muevo.
YO. - No sé si el buen sentido es eso, pero "las cosas como sonft viene di­
rectamente de Wittgenstein y su Tractatus. Conoce usted la memorable con­
clusión: "Lo que no se puede decir, hay que callarloft. Esto es lo que no fun­
ciona en psicoanálisis. cuya ética es absolutamente contraria pues precisa­
mente se debe hablar de lo que no se puede decir, y es entonces cuando se
siente que las palabras para decirlo todo faltan. Aquí es necesario fijar un
punto pues de lo contrario no podremos seguir entendiéndonos: lo que se di­
ce no se tiene que medir por lo que es.
ELLA. - Repítame eso. Creo haber comprendido que usted no admite reali­
dad exterior al lenguaje, y. si es así, pues bien, buenas noches, lo dejo con
sus divagaciones.
YO. - Sin embargo podernos perfectamente, mediante algo que no es mi
divagación sino un método metafisico, poner en suspenso la creencia en esa
realidad exterior en provecho de otra completamente interior, y que es el co­
gito de Descartes. Y precisamente sobre el cogito, residuo de ese desastre hi­
perbólico, inventó Lacan la idea de fundar el sujeto al que se aplica el psico­
análisis; sí, el sujeto del inconsciente. Pero todavía no hemos llegado hasta
ahí, y para responderle invoco esta vez a Freud y su práctica. Recordará us­
ted que, enfrentado con su hombre de los lobos, Freud se esforzaba por ha­
cer coincidir los dichos con los hechos: en efecto, quería establecer lo que las
·
cosas eran y determinar, en la realidad exterior, la escena primaria en la que
veía justamente lo que su paciente no podía decir. ¿Pero no está probado
acaso que renunció a este método? ¿Y que desde entonces ningún analista
recurre a él? ¿Que la verificación, si es que hay verificación en el análisis, es
interior a los dichos? Por eso decimos que la palabra puesta en juego en la
experiencia originada en Freud no tiene exterior.
ELLA. - Entonces es muy sencillo, ¡se puede decir cualquier cosa!
YO. - La experiencia analítica no tiene otro principio que ése. Es lo que
Freud llamó asociación libre. ¡Decir todo! Lo que se verifica aquí, a la inver­
sa, es que ·no lo conseguimos". Actúa una lógica que lo impide. Este es el
sentido mismo, me atreveria a decir, del inconsciente. Y es lo que condujo a
Freud a hablar, en Inhibición, síntoma y angustia. de una represión originaria
imposible de levantar como tal. Aquí no hay simplemente Impotencia, hay
imposibilidad. La impotencia, usted la siente; la imposibilidad se deduce; es
todo el camino de un análisis. Y precisamente cuando se encuentra usted
con lo imposible, se encuentra con la realidad; no con la realidad "exterior"
-pongo comillas-. sino con una realidad en cierto modo interior al discurso,
que resulta de sus impasses. En su lenguaje, Lacan llama a esta realidad de
impasse lo "real". Vayamos hasta ahí con él: lo real es lo imposible. Cuando
el discurso choca, tropieza y no puede seguir adelante, se encuentra con un
"no hay", y esto, por su lógica propia, pues bien, es lo real. Según la antigua
definición. la verdad concierne a lo real como adequatio rei intelleclus, ade­
cuación de la cosa al intelecto. Pero si la verdad no es eso, si la verdad no es
la exactitud. entonces o bien no concierne a ningún real, o bien sólo concier­
ne a él por lo imposible-de-decir.
ELLA. - Este "real" de Lacan que uno no puede decir, pero del que debe
hablar, ¿no es lo que Freud llamaba simplemente "trauma"?
YO. - Lo real de Lacan es siempre traumático; es un agujero [lrou] en el
92 JACQUES-ALAIN MIILER

discurso; Lacan decía trou-matique; ¿quizá podríamos decir en ingl�s: no


whole witlwut a hole:? Yo traduciría el Mno-todo� (pas-tout] -es una categoría­
por (w)hole.
ELLA. - Ese real no es en absoluto la realidad, tal como se la entiende co­
múnmente.
YO. - En absoluto. Lo real depende de la lógica del discurso que lo cir­
cunscribe a partir de sus impasses; de ahí que no sea una Mcosa-en-sí"; y no
forma un todo; de ahí que para Lacan no haya sino Kpedazos-de-real".
ELLA. - No ha dicho usted nada del adverbio materialmente.
YO. - En efecto, quería ahorrárselo. Le diré cómo lo entiendo. Usted puede
muy bien tener la intención de decir toda la verdad; esto tiene sentido. Pero
son los signos los que se escabullen, los que ponen el obstáculo. Otra vez la
lógica: usted sabe que en un momento crucial de este siglo se descubrieron
en la teoría de conjuntos ciertas paradojas; como efecto de estas paradojas
vaciló la creencia establecida hasta entonces en los fundamentos de las ma­
temáticas; para responder a ellas Hilbert foljó el concepto de sistema formal;
a este sistema se lo llama formal porque permite razonar, en un nivel ele­
mental, supuestamente intuitivo, con signos, materiales; un dominio de las
matemáticas se traduce, de este modo, a un sistema S; y entonces se de­
muestra que es consistente: es decir, que en él no se puede demostrar a la
vez A y no A; esta ambición implica que S comprenda todo lo que hace falta
para efectuar tales demostraciones, y precisamente la definición de la verdad
que allí es válida. ¡Oh sorpresa! MNo lo conseguimos". Este programa fue des­
baratado, apenas se lo formuló, por las teorías de la incompletud de GOdel,
quien inventó, para todo sistema que formalice la aritmética, una fórmula in­
demostrable. Desde entonces -1 93 1 - no se hizo descubrimiento más impor­
tante en lógica matemática que el de ese imposible, que obedece al manejo
de signos enteramente materiales. GOdel adaptó aqui -lo escribe con todas
las letras- el antiguo Yo miento; se puede encontrar una bella edición de sus
obras completas en inglés, y el primer volumen salió este año; ftjese en la pá­
gina 149 y luego 362-363.
ELLA. - ¿Todo eso hay en materialmente?
YO. Lacan recurre con frecuencia al ejemplo de GOdel.
-

ELLA. Me está sacando usted, estimado amigo, una biblioteca entera de


-

lógica matemática y para tres frases de este libro. No hay proporción.


YO. Ah pero es que esas tres frases son muy densas. ¿Qué saber se le
- ,

debe suponer al público? Lacan plantea la cuestión algo más adelante. Y res­
ponde que, por su parte él habla a los que conocen del asunto, a los cognos­
centi.
ELLA. - Y a mí me parece que por lo menos en la televisión, que llega al
gran público, tendría que haber hablado a los que no conocían del asunto.
No sólo no les habla sino que los injuria, llamándolos. llamándonos, idiotas.
Es una actitud altanera, despreciativa, antipedagógica y. para decirlo todo,
no democrática.
YO. - Esa actitud es mucho más compleja de lo que usted dice. Sin duda
no es aquí la mía.
ELLA. - ¡Sí, usted, ¿no es cierto?, usted dialoga con una idiota!
YO. - ¡No. yo dialogo con la verdad!
ELLA. - ¿Yo soy la verdad?
YO. - ¡Al menos, mientras esté disconforme conmigo! Usted busca la ftsu-
MICROSCOPIA 93

ra del saber que yo le aporto, yo trabajo para usted y usted me hace trope­
zar: ¡nunca es eso! Así que tengo que decir las cosas de nuevo. Pero en fin.
su argumento me toca. ¿A quién cree que se refiere Lacan cuando dice que le
sugirieron la idea de hablar para que unos idiotas me comprendan?
ELLA. - ¿A usted?
YO. - Estoy convencido.
ELLA. - Debe de saber muy bien si lo hizo.
YO. - Oh. no creo haberlo hecho. Lo cual no impide que Lacan lo haya pen­
sado, y me haya devuelto esa.. . interpretación. La verdad es que lo que yo
quise, y lo declaro más adelante, fue plantearle las preguntas más tnsig­
nijkantes. Hubiese querido, lo confieso -yo también digo siempre la verdad­
que él aprovechara la ocasión para exponer su doctrina en forma popular. Mi
referencia estaba. lo está siempre, en las Luces. Y también lo eran para La­
can. pero a su manera. El "cualquier hijo de vecino". el interlocutor culto que
representa a la humanidad reducida a lo racional, ése que es. en suma, el
que se supone sabe pensar. como dice Kant. por cualquier otro, es el idiota.
Ese hombre universal es en realidad Idios. que en griego significa "particular".
Diderot es más listo cuando toma por interlocutor al Sobrino de Rameau, el
más singular de los hombres. y cuando en el reparto se concede a sí mismo el
sentido común. ¿Qué pasa si usted hace su Otro con aquel que no conoce del
asunto? Porque, de acuerdo con nuestras convenciones iniciales. es de él de
quien recibe el mensaje que emite usted misma en su dirección; usted no va a
valer más ni le enseñará nada a nadie, contrariamente a lo que cree. Conse­
guirá únicamente esto: que la comprendan los idiotas.
ELLA. - ¡Pues bien, ya es algo!
YO. - Hacerse comprender no es enseñar. es lo inverso. No se comprende
sino lo que ya se cree saber. Más exactamente, nunca se comprende otra co­
sa que un sentido cuya satisfacción ya se ha experimentado. lo mismo que la
tranquilidad que aporta. Se lo diré de una manera que no podrá comprender:
uno nunca comprende otra cosa que sus fantasmas. Y nunca somos enseña­
dos por otra cosa que por aquello que no comprendemos: el sinsentido. SI el
psicoanalista deja en suspenso su comprensión de lo que usted dice, enton­
ces tendrá usted la posibilidad de dejar en suspenso también la suya, y a
partir de esto se enseñará a usted misma: precisamente a medida que se
despegue de sus fantasmas.
ELLA. - ¿Y a pesar de todo esto incitó usted primero a Lacan a hacer di­
vulgación, hasta que se rectificó?
YO. - No es así como sucedieron las cosas. Y a pesar de lo que parece a
primera vista. ese comienzo fue efectivamente una captatto benevolentiae, co­
mo recomendaba el orador antiguo, un exordio destinado a asegurarse la be­
nevolencia del auditorio. Lacan concede una confesión -Confesaré, segundo
párrafo- que evoca al principio un decir la verdad, toda la verdad, nada más
que la verdad, en Francia el juramento de rigor del testigo ante el Tribunal, y
que él corrige en la digresión que comentábamos. Y el propósito de esta con­
fesión es justificar el estilo que lo distinguirá en la televisión: el mismo de su
seminario.
ELI.A. - ¿Por qué dice la presente comedia?
YO. - Todos los reportajes son comedias, y quizá todos los lazos tejidos
por la palabra; hasta el análisis. a despecho de la referencia trágica de
Freud. En fin, es teatro. A Lacan nunca le repugnó hacer teatro: pega bien
94 JACQUES-ALAIN MILLER

con el ejercicio del discurso. Los cargosos se lo reprocharon, pero razonan


mal. Se había previsto lo siguiente: que yo conversara con Lacan ante las cá­
maras. Y no pudo ser: a cada "¡corten!", cuando había que recomenzar, La­
can se desplazaba un poco, en su discurso. En cada ocasión le daba una
vuelta más a su reflexión, que se producía ahí, bajo los focos, haciendo im­
posible cualquier empalme. Al cabo de dos horas, paramos; yo le entregué
por escrtto una lista de preguntas y el escribió Televisión en quince días; lo
veía todas las noches y él me entregaba las páginas de ese día; después leyó,
actuó, con algunas variantes improvisadas, el texto escrtto, ese que tiene us­
ted ahí. De ese falso punto de partida hizo él su comienzo.
ELLA. - ¿Por qué dice Lacan fallido pues, pero por eso mismo logrado?
YO. - En psicoanálisis, los actos logrados no son otros que los fallidos.
Son fallidos en lo que se refiere al sentido, a la intención de significación; son
logrados en cuanto a la verdad, que surge de la equivocación. Lapsus equiva­
le a chiste.
ELLA. - ¿Por qué preferir erranza [errement) a error [erreur)?
YO. - Lacan no solo prefiere a uno sobre el otro sino que exhibe esta elec­
ción, puesto que no tacha y los deja a los dos. De ello resulta la acentuación
de esa errancia {errance] que encontramos en el libro del seminarto que inició
a finales de 1973, "Les non-dupes errent", versión homofónica del seminarto
anunciado en 1 963, "Les Noms-du-Pere", cuando después de la prtmera lec­
ción renunció definitivamente a darlo. Un error, Lady Truth, es local; una
erran7..a [errement) afecta a los principios. Tomemos las cosas desde más arrt­
ba: el sujeto es naturalmente errante, errante en la palabra, sí, como la ver­
dad que yo llamaba vagabunda; las estructuras de discurso son las únicas
que le dan sus amarres y sus puntos de referencia; signos lo identifican; sig­
nos lo orientan; si los descuida, si los olvida, si los pierde, erra y yerra [erre)•
de nuevo; es necesario pues que el sujeto se deje engañar por esos signos pa­
ra tener la posibilidad de ubicarse, es necesarto que se ponga y se mantenga
en la estela de un discurso, que se someta a su lógica; en una palabra: que
se deje engañar por él [qu'il en soit la dupe).
ELLA. - Recién estaba usted en la cuestión del sujeto de la verdad y de re­
pente se trata ahora de dejarse engañar por unos signos, y de ser víctimas de
un discurso.
YO. - Olvida usted que la verdad no es la exactitud y que no tiene existen­
cia fuera de los signos. Esos signos son ficciones, sin duda, ficciones ordena­
das en discurso, pero la verdad misma tiene estructura de ficción, no es sino
efecto de discurso.
ELLA. - ¿Pretende usted que yo. que soy una idiota, lo entienda? Búsquele
alguna otra vuelta. Ahora no sé a qué le llama usted "discurso".
YO . - ¡Oh, le acepto que sea para mí La idiota, es decir, una Idiota sin par!
¡Cada una de ellas lo es! Tiene razón, omiti introducirla en el concepto de dis­
curso, distinto del de la palabra. y no avanzaremos en Televisión si no consigo
proporcionarle al menos una idea de conjunto. Hay actualmente un empleo
general, difuso, común del término "discurso", y esto me autorizaba a tenerlo,
lo mismo que usted, por obvio; así lo encontrará también en l...acan. Pero, cui-

• Se consignan las dos formas castellanas del verbo "errar", la regular y la Irregular,
con sus respectivos significados, a fin de dar expresión a la doble acepción del francés
errer. (N. de T.)
MICROSCOPIA 95

dado. A partir de los años '70 Lacan le da un uso especial y si se quiere técni­
co o, en cualquier caso, construido; Lacan fabrica cuatro esquemas de discur­
sos que son otros tantos modos determinados de enunciación. · No le haré la
lista por el momento; yo la llevo de la mano, no lo olvide, y a través de estas
laderas le prometi un paseo, no un escalamiento; vamos paso a paso, lo que
conviene al discurso, que justamente se disloca. SI le digo que todo tipo de
discurso implica y prescribe una jerarquía de valores, usted piensa que en­
tiende. Pues bien. me conformo con eso y simplifico todavía más planteando
que todo discurso Instituye un valor como supremo; si admite que esto tam­
bién lo entiende, entonces dé solamente el paso de considerar que este valor
se encarna en un signo. Sí, un signo. Puedo proponerle una imagen. la de
Constantino, que vio en sueños . . . pero usted conoce todo eso.
ELLA. - No lo conozco tanto como para que no pueda refrescármelo con
provecho.
YO. - Constantino vio en sueños el signo de la cruz y recibió la promesa de
obtenerlo si lo colocaba sobre sus estandartes: In hoc signo vinces. por este
signo vencerás. A esto le debemos el Imperio cristiano. Convendrá usted en
que la imagen es bella y memorable; trasládela al discurso y compruebe en­
tonces que todo discurso. al menos todo discurso que reclute, propone su sig­
no de Constantino. es decir. para decirlo brevemente. aquello en cuyo nombre
se habla. ¿La familiaricé ya bastante con la noción del "significante amo"?
ELLA. - Pues yo no veo este término por ningún lado.
YO. - Lo que usted encuentra es el revés. Le Introduje el discurso en el
sentido de Lacan por el "discurso del amo"; él da, en efecto, la matriz; el suje­
to llama a un amo y ...
ELLA. -¿Cómo lo entiende usted?
YO. - La verdad es no-toda. e inapresable; el sujeto errante es. digámoslo,
Intrínsecamente débil mental; necesita siempre un amo, un Otro que sea el
amo.
ELLA. -Pues bien. señor, esto no es psicoanálisis. es filosofía política. y
nada agradable. Prefiero seguir creyendo en la bondad natural del hombre.
YO. - Desengáñese, esto es psicoanálisis y organiza la identificación freu­
diana. ¿Por qué cree que el sujeto está sujeto a identificarse sino porque, en
sí. diría yo. carece de identidad? Lacan escribe esto con el símbolo -páseme
su boligrafo- $. una S mayúscula con una raya. raya que quizá, sin duda,
tomó de Heidegger, quien la aplica a la palabra "ser" en su ensayo Di.e Unie.
Es también lo que lo hace depender del "significante amo", S 1 , lo identifica y
le dice quién es; él lo paga con la represión de su verdad; por eso. a falta de
understanding. he stands under: S 1 Comienzo así a escribir para usted el

T
discurso del amo; quizás esté viendo ya. puesto que empleo los términos
"Identificación" y "represión", que este es también el discurso del inconsciente.
ELLA. -Me pide que lo vea; pues bien, no, no veo.
YO. - ¡No ve nada pero tal vez eso empieza a mirarla!• Usted se subleva en
nombre de la libertad: enseguida consideraremos más de cerca ese "signifi­
cante amo". Pero ahora le propongo el discurso del que el discurso del amo
es el revés. Lacan no se presenta ante nosotros como el heraldo del discurso

• Empleo anfibológico de regarder, "mirar", una de cuyas formas familiares equivale


a "importar"; en este caso: "eso empie?.a a Importarle". (N. de T.)
96 JACQUES-ALAJN MIILER

del amo sino como el heraldo del discurso del analista. El discurso del ana­
lista no es lo que dice el analista; este discurso resume la estructura de la
experiencia analítica; establece las coordenadas de la enunciación que aqui
se crea. Este discurso se diferencia del otro en primer lugar por lo siguiente:
sustituye el lugar del "significante amo" por algo que no realiza ninguna
identificación y que no pertenece al orden del signo: un objeto.
ELLA. - Esta vez lo encontré: No espero nada más de los analistas supues­
tos, dice Lacan, sino que sean ese objeto gracias al cual lo que enseño no es
un autoanálisis. Dice además que acerca de este punto sólo esos "analistas
supuestos" podrían entenderlo. Y yo no soy analista, ni siquiera supuesto. y
además ese "objeto" no me dice nada.
YO. - Lacan llama a ese objeto a minúscula. Necesitará un poco de pa­
ciencia para captar los primeros rudimentos. Primero déjeme aclarar por qué
el amo y el analista nombran dos discursos inversos. ¿Cuál es el modo fun­
damental de enunciación en el que un análisis introduce al sujeto? Su nom­
bre le viene de Freud: asociación libre. La asociación libre va contra la repre­
sión en la misma medida en que desembrida las identificaciones que estabili­
zan al sujeto en el síntoma; ella lo somete a la prueba de esa verdad que uno
dice siempre. diga lo que diga, y que sin embargo es no-toda, que está en
impasse y que. por lo imposible, concierne a lo real. El analista. por consi­
guiente, no identifica, des-identifica, y no se debe buscar en otra parte el
principio de la crítica de Lacan a los pretendidos analistas "ortodoxos": ellos
no le ven al análisis otro fin que la identificación con el analista.
ELLA. - Sin embargo el analista, en su "discurso", es el amo; es él el que
·

manda.
YO. - El analista ocupa ese lugar pero no gobierna, y tampoco educa; el
analista no propone un ideal. No bien Freud produjo su Massenpsychologie,
sus alumnos -Rado y después Strachey- se apresuraron a hacer del analista
un nuevo ideal del yo. y esto en contra de la letra y del espirltu de Freud. Al
fin y al cabo no estaba mal visto, pues no hay discurso que no entrafie ese
lugar del amo. Pero lo propio del analista es no ocuparlo como un amo, no
ocuparlo ni como un significante -a entender como "factor de identificación"­
ni tampoco como un sujeto, pues el analista no se abandona en absoluto a
ninguna deriva en la palabra, y además se ausenta de la interlocución. ¿El
analista es qué cosa? Ese silencio en nombre del cual el sujeto habla. Pero es
preciso que esté ahí: el analista aporta su cuerpo; y ocupa el lugar de lo que
no puede decirse. En una palabra, encarna lo imposible.
ELLA. - ¿Usted quiere decir que el analista es . . . lo real?
YO. - A título de ficción, por supuesto.
ELLA. - Lo real a titulo de ficción . . . ¡Vaya paradoja!
YO. - Esto es lo que el Maestro le dice a Jacques en la novela de Diderot:
"Tal vez no haya bajo el cielo otra cabeza que contenga tantas paradojas co­
mo la tuya." Y Jacques le contesta: "Una paradoja no siempre es una false­
dad." El lugar amo nunca está ocupado por otra cosa que por lo que Lacan
llamó un "semblante", y que en la lengua inglesa podriamos traducir por un
"make-believe".
ELLA. -Si lo sigo bien -pero cuidado, no estoy aprobando nada, simplemen­
te me meto en su paradoja-, es el analista quien ocupa ese lugar amo en el
discurso del analista. Pero usted no me ha dicho de qué cosa es él el make-be­
lieve.
MICROSCOPIA 97

YO. - No podía soltarle esto así como asi: el analista es el make-believe del
objeto perdido. Es la función descubierta por Freud en sus Tres ensayos pa­
ra una teoría sexuaL Aquella que Abraham convirtió en pivote de su teoria

del desarrollo y de donde sacó las primicias del Mobjeto parcial"; la que Mela­
nie Klein, su alumna, situó en el nódulo de la economía psíquica hasta el
punto de mostrar que al final del análisis, separándose del analista, ése es el
objeto del que el analizante tiene que hacer el duelo. Ahi percibió también
Winnicott el obj eto transicional. Ese objeto es lo que Lacan resume, conden­
sa, justtfica, construye con el objeto a. Seamos justos, aquí entra también al­
go que George Bataille aporta en su Heterología. y al respecto estoy seguro de
que leyó usted la traducción en el último número de October.
ELLA. - ¿Entonces Lacan seria kleiniano? ¿Es éste el secreto de ese torbe­
llino de referencias que me deja, lo confieso, completamente aturdida?
YO. - No, I...a can no es kleiniano aunque haya sido el primero, en Francia,
en la época de la Segunda Guerra Mundial, que descifró y ensalzó su obra; y
tampoco es winnicotttano, aunque haya sido el primero que lo publicó entre
nosotros. Lo crea usted o no, la MEgo-psychology", que por su parte procede
de Anna Freud y de Hartmann, sigue dominando en los Estados Unidos; pa­
ra nosotros es como "wall-paper", me decia ayer un analista de Chicago, tan­
to que ya no le prestamos atención. La "Ego-psychology" mutiló hasta tal
punto la obra de Freud de su perspectiva auténtica. que hoy en día sufre el
retorno de este rechazo bajo la forma llamada "object-relattonships theory",
que no es menos parcial. Cruzar la una con la otra, como se hace ahora en
su país, en proporciones variables. no reemplaza el Mretorno a Freud" de La­
can.
ELLA.- ¡Lacan! ¡ Lacan! ¡Lacan! Ocúpese un poco de mí.
TOPICOS EN LAS PSICOSIS
( OBRE LA NOMINACION)
S

Stuart Schneiderman

E stá establecido, hasta el punto de ser una verdad auto-evidente, que el re­
ferente de un nombre propio no es su portador. Esto se deduce de la simple
observación de que la muerte del portador no vuelve disfuncional el nombre;
hasta puede decirse que esta muerte vuelve funcional al nombre en su más
alto sentido. Un nombre propio no muere con su portador.
Sin embargo, en ciertas ocasiones se dice que un nombre ha muerto.
Cuando el único hijo de una familia se encuentra en la posición de no tener
ningún hijo varón suele decirse que ese nombre se extinguirá.
Comúnmente no utilizarnos el concepto de portador (bearerj de un nom­
bre, pero esto no implica que éste no sea un concepto interesante, al menos
en inglés. Es Interesante porque es mucho más común usar esta palabra (en
inglés] en relación a traer niños al mundo, como en la idea de que una mujer
pare [bears] niños, pero nunca se dice que el padre pare [bears] niños.
En inglés se dice que un padre lfather] es padre lfathers] de niños, el verbo
ser padre [ to father] significa engendrar [beget]. Por supuesto, ser un padre
implica algo más que engendrar niños. Se puede decir en inglés que una ma­
dre es maternal [mothers] con los niños, cosa que nada tiene que ver con pa­
rirlos; significa que los abruma de amor materno. Finalmente, y ésta es la
verdadera razón por la cual evitarnos el término de portador de un nombre,
en el mundo de las finanzas hay intrumentos que se llaman "bonos al porta­
dor" y lo que los caracteriza es que no llevan nombre, quienquiera los tenga
es su dueño. Cumplen, pues, una función indicativa más parecida a la del
pronombre de la primera persona que a la función referencial del nombre
propio.
¿Qué tiene que ver la muerte del nombre con la forclusión del Nombre del
Padre; aquí, con la función de la nominación? Observamos que Daniel Paul
Schreber, quien ciertamente logró de acuerdo con su intención explícita, ha­
cerse un "pequeño" nombre para sí mismo, era el último de los hijos de su
padre que tenía la oportunidad de pasar su nombre a un heredero. Recorda­
rán que Schreber tenía solamente un hermano, que se suicidó sin nunca ha­
berse casado. Esto hace a los repetidos abortos de la esposa de Schreber aún
más calamitosos de lo habitual. Pero también dan una indicación del funda-
lOPICOS EN lAS PSICOSIS 99

mento del contenido del delirio de Schreber de convertirse en la esposa de


Dios para dar a luz o parir una raza de Schrebers. Curiosamente, todos estos
seres hubieran estado identificados por el espíritu de Schreber, ellos perpe­
tuarian siempre algo de su madre; no hubieran sido nombrados en nombre
de su padre celestial.
En el único caso en que Schreber da nombres a seres, es el de las almas
de pájaros, y les da a todas nombres de niñas. Esto es conveniente porque
las niñas ordinariamente no transmiten el nombre de su padre a sus hijos.
Tampoco tienen a su cargo el reconocer la autortdad "del discurso del padre;
ellas no confieren el lugar desde el cual la nominación puede ocurrir.
El punto al que Schreber llega, finalmente, concierne la alternativa de ha­
cerse un nombre por si mismo, en forma semejante a aquella que Lacan des­
cribe acerca de los esfuerzos de Joyce en la misma dirección: "Como posibili­
dades mencionaria que mi castración se realizará teniendo como resultado
que, por fertilización divina, una descendencia saldrá de mi seno o, alternati­
vamente, que una gran fama estará ligada a mi nombre, superando la de mi­
les de otras personas mentalmente más dotadas" (Schreber, pág. 2 14).
En el caso de Schreber la cuestión de la muerte del nombre es superflua
porque, en primer lugar, el nombre en cuestión nunca le fue transmitido. Pa­
ra que surja la cuestión de la transmisión del nombre propio es necesario
que Schreber haya recibido su nombre de su propio padre. Este es un senti­
do de la forclusión del nombre del padre y si la problemática de la muerte del
nombre propio tiene peso en el caso de Schreber, si entra en el contexto de la
raza-Schreber delirante, donde el delirio es un intento de reparar la forclu­
sión, esto es porque lo hace retroceder, lo confronta con el hecho de que,
aunque se llame Schreber. al igual que su padre. esto no significa nada para
él, o mejor aún, nunca lo afectó. Incluso, como lo dice él mismo, decir que un
hombre se llama Schneider porque su padre también se llamaba Schneider
es una respuesta trivial que no calma sus nervios (Schreber, pág. l 80).
La idea de la extinción de los nombres es tratada por Schreber cuando re­
flexiona que las almas de los bienaventurados no tienen nombres propios.
Sus ubicaciones previas en la organización del parentesco y en las relaciones
sociales se vuelven, con la muerte y el tiempo, irrelevantes. "A ningún alma
humana le fue otorgada la capacidad de seguir percatándose durante toda
la eternidad de haber sido éste o aquél ser humano. ( ...) Para qué le hubiese
servido al alma recordar el nombre que alguna vez tuvo entre los hombres o
sus relaciones personales -anteriores, cuando no sólo sus hijos y sus nietos
entraron desde hace mucho en su descanso eterno, al igual que numerosas
otras generaciones que habrían sufrido un destino similar, y tal vez hasta la
nación a la que alguna vez perteneció ha sido borrada de la faz de la tierra.
( . . .) en las naciones restantes obviamente no quedaria ni un alma que supie­
se algo sobre el nombre bajo el cual había pertenecido a alguna de esas na­
ciones miles de años atrás" (Schreber, págs. 52-53). Estas almas, no identifi­
cadas y carentes de relacion con el sentido de parentesco, almas cuyos nom­
bres en algún sentido murieron, tal vez hablaban una lengua muerta en una
nación olvidada.
No se trata simplemente, podemos decir, de la cuestión de ser castrado
[unmanned], de ser transformado en una mujer para los propositos de la pro­
creación divina, sino también de ser des-nominado [unnamed]. Parece, de
poder elegir, que Schreber prefería la quasi-quirúrgica alteración de su cuer-
lOO STUART SCHNI!:IDERMAN

po a la muerte de su nombre, su des-nominación, y sólo cuando, tal como lo


lei en el pasaje antes citado, surge en él la idea de que su propio trabajo dará
fama eterna a su nombre, su delirio adquiere menor peso. Es razonable pre­
guntarse si la castración puede ocurrir sin la des-nominación; si, en olras
palabras, la incapacidad de transmitir un nombre a una descendencia le da
a Schreber la idea de que ha pasado del lado de las mujeres, quienes nor­
malmente no transmiten su nombre a sus hijos. Schreber articula esto en
terminas de la opción entre ser un hombre demente o ser una mujer valiente
y dice que ningún ser sensato dudaría en elegir la segunda alternativa.
Una cosa es estar en la posición de nunca haber sido nombrado y otra re­
almente es darse cuenta de ello. Antes del desencadenamiento de una psico­
sis el sujeto supone que, por ser llamado mediante un nombre y por parecer
ser en todo, este nombre, del mismo orden que los nombres de otra gente, él
tiene un nombre. Pero ese nombre, cualquiera sea su utilidad al permitirle a
la gente hablar de él, no fue usado en un momento crucial para dirigirse a él,
y no le otorga el habla, sino sólo su simulacro.
El análisis de Lacan de la diferencia entre dos oraciones homofónicas en
francés llega al núcleo del problema. En castellano [al igual que en inglés] es­
tas oraciones no son homofónicas. La oración: "'lü eres el que me seguirá
[sutura) por doquier", designa o delega a alguien como seguidor. El signUlcan ­
te funciona para enganchar al sujeto, para conferirle un estatuto, para hacer
de él alguien diferente de quienquiera fuese antes de escuchar esta oración.
Confiere, a su vez. un lugar a la respuesta del sujeto. Jacques-Alain Miller
ha sugerido correctamente que este acto de delegación o designación es un
acto de nominación y que aquí el significante funciona designando rígida­
mente al referente.
La otra versión de esta oración: 'lü me seguirás [suturas] por doquier, no
hace esto; describe una condición, predice un futuro e incluso, dijo Lacan,
tiene una significación de persecución. Es tomada, cuando es entendida en
este sentido, como un puro enunciado; el aspecto de enunciación está oclui­
do. No hay delegación, no hay designación y el enunciado per se no fija un
referente.
A través del acto de delegación o designación, acto realizado por el que
enuncia la articulación significante, el lenguaje es enganchado en el cuerpo.
Esto sólo sucede en nombre del padre. Lacan obseiVa. leyendo Portrait of the
Arttst [Retrato del artista} de Joyce, que cuando Stephen muda su �,:uerpo
cual si fuese la cáscara de una fruta demasiado madura, esto es algo alta­
mente sospechoso. De modo similar, en derecho, cuando un banco ejecuta
una hipoteca de alguien por no pagar una deuda, ¿qué ocurre, en Estados
Unidos al menos, y presumo que en el resto del mundo igual? El banco se
queda con la casa. La idea parece ser, ya se trate de una casa o de un cuer­
po, que el psicótico, en primer lugar, realmente nunca lo tuvo, pero que vivía
como si tal fuese el caso.
El momento en que el psicótico descubre que nunca fue nombrado corres­
ponde a un encuentro con lo que Lacan llama Un -padre. Aquí el fracaso en in­
troducir el significante 'padre', fracaso que Lacan dice proviene del fracaso de
la madre en reconocer el discurso del padre y su autoridad , se vuelve real, en
el sentido de que la realidad de la hiancia en la cadena significante destruye el
equilibrio tenaz que el sujeto había establecido. En el momento de este en­
cuentro el sujeto no puede encontrar un significante para el padre, esto signi-
TOPICOS EN LAS PSICOSIS 101

fica que su propio padre nunca fue u n padre, nunca lo nombró y que e l nom­
bre que él lleva [bears) no lo designa; en efecto, puede ser solamente un sus­
tantivo común, que es aquello en lo que generalmente se transforma.
Pero cuando esto ocurre o cuando cualquier otra apelación es dirigida al
sujeto psicótico, éste queda abrumado por los significados de la palabra o
por los significados asociados con los significados. Estos están desarticula­
dos, no se mantienen unidos y no mantienen unido al sujeto.
La teoría de la designación rígida introduce una barrera entre el eje verti­
cal donde el nombre marca al sujeto y el eje horizontal que describe a ese su­
jeto a través de una serie de atributos. El sujeto en tanto suma de sus atri­
butos es considerado como siendo el portador; por ende el portador no es el
referente del nombre. Más aún, como Lacan obseiVa en un ejemplo que sirve
como paradigma: el predicado del nombre son los objetos del deseo del suje­
to. Por lo tanto, en el sueño de Anna Freud el sueño empieza con la articula­
ción del nombre propio de la soñante, para agregarle, para colocar a su lado,
los nombres de los objetos deseables, frutillas, frambuesas, flan, lo que sea.
Una vez que el nombre propio es separado o que se demuestra que nunca
estuvo ligado, los atributos descriptivos o predicados quedan sueltos y se
descomponen. Tal como dicen los norteamericanos, es muy dificil volver a
meter el dentífrico en el tubo una vez que salió de él.
Ningún sujeto está constituido por un grupo de características, pero cada
caracteristica es predicada de un nombre propio y. según Kripke, el nombre
designa incluso en situaciones donde lo que es predicado del nombre es con­
trario a los hechos. Kripke atacó las llamadas teorías descriptivas de la no­
minación, diciendo que el nombre no es de ninguna manera equivalente a las
descripciones de la persona nombrada y el fenómeno de descompensación
psicótica parecería ser una rotunda afirmación de la corrección de sus ideas.
La idea de hacerse un nombre, de querer ser un nombre. aislada por Lacan,
debe ser entendida en el contexto de estar radicalmente des-nominado.
Otro fenómeno clínico interesante es relevante aquí. En inglés se dice ·na­
mar nombres" a insultar e injuriar. Nuestro ejemplo clásico es la alucinacion
auditiva que Lacan analizó en la cual una mujer escucha que la llaman "¡Ma­
rrana!" Tal vez la idea de nominarse uno mismo sea relevante aquí, porque
Lacan dijo que en la alucinación que la mujer escuchó estaba su propio
mensaje. no su mensaje Invertido.
Este nombre o sustantivo, que ocupa el lugar de un nombre propio que
nunca la designó, determina la existencia de la mujer de acuerdo con los sig­
nificados de esa palabra. El primer significado yace en la oración que la mu­
jer pronunció en conjunción con la Injuria: "¡Vengo del fiambrero!" Cuando
una marrana llega de lo del fiambrera está cortada en pedazos y esto, como
dijo Lacan, describe bien el estado de desintegración psíquica que está expe­
rimentando esta mujer.
Como esta mujer no tiene un nombre, el "marrana" no puede describirla,
no puede ser predicado de ella, dado que no hay nadie, efectivamente, a
quien describir; no es tomado como una descripción insultante de su aspec­
to, por ejemplo, porque esto le permitirá seguir siendo, cualquiera fuese su
forma de ser, ella misma, aun en el caso en que la descripción no fuese exac­
ta o fuese contrafáctlca. La palabra "marrana", que no es un nombre, no
obstante la nombra y la reduce a su significado. El nombre propio, siendo un
designador rígido, no tiene significado.
102 SnJAHT SCHNEIDERMAN

Hay otro ejemplo llamativo de esto en relación a la idea de referencia. Se


dice en filosofia del lenguaje que el nombre propio tiene un referente; se dis­
tingue por tener un referente singular. Hemos dicho que el referente no es el
portador y que el referente es el mismo aun si el portador es despojado de to­
dos sus atributos descriptivos. Uno puede decir que el nombre aniquila al
portador o destina al portador a la muerte y. de este modo, el referente es un
vacío o una falta. Precisaría esto diciendo que el referente es el corte que
queda después de haber sido removidos estos atributos, conectándose así la
nominación con el ritual de la circunsición y la escarificación.
Para que este proceso funcione. el corte en sí se vuelve un símbolo de un
corte más radical que seria el referente del nombre cuando su portador está
muerto. siendo este corte lo que se corta de la tierra para hacer una tumba.
Claramente. se puede ver que el cambio delirante de sexo de Schreber se ba­
sa en el hecho de que un corte simbólico no es simbólico sino real, y la idea
del cuerpo cortado en pedazos por el fiambrera nos da otro ejemplo del fraca­
so de la simbolización.
También relacionaría esto con el lugar del yo en el delirio que. afortunada­
mente, en las manos de Schreber. concierne a la idea de referencia: "todo lo
que sucede sucede en referencia a mí". Al escribir esta oración. soy plena­
mente consciente que otra gente puede sentirse tentada de pensar que soy
patológicamente engreído; se muy bien que esta misma tendencia a relacio­
nar todo con uno mismo. a vincular todo lo que ocurre con nuestra propia
persona es un fenómeno común entre los pacientes mentales. Pero en mi ca­
so se obtiene exactamente lo opuesto. Ya que Dios entró en contacto-nervioso
exclusivamente conmigo, yo me volví de alguna manera para Dios el único
ser humano o. simplemente, el ser humano alrededor de quien todo gira, a
quien todo lo que le pasa debe, por ende, estar relacionado y a quien enton­
ces. desde su propio punto de vista. debe tambien relacionar todas las cosas
consigo mismo" (Schreber. pág. l 97) . Efectivamente, Schreber es el único ser
humano que importa para la transmisión del nombre de su padre. Lo impor­
tante es la traducción delirante de esta idea en la convicción de que es el
único ser humano cuya vida es significativa.
Un último punto sobre la nominación concierne la problemática que La­
can introdujo en el seminario sobre Joyce, especialmente la idea de nominar­
para, en el sentido de nombrar a alguien en algún puesto o función social.
Alguien es nombrado ministro, es designado con las funciones que se adjun­
tan a este cargo. Lacan declara este nombrar-para suplementario; entiendo
que dice que un sujeto debe ser primero nominado con un nombre propio,
entonces y sólo entonces. puede estar en posición de recibir la designación
incluida en el ser nominado en un cargo. Esto sugiere que ser nominado-pa­
ra algo no puede funcionar como substituto de la forclusión de la función de
nominación. En el caso de Schreber, ser nominado para el cargo de magis­
trado o incluso ser nominado como candidato en una campaña política son
actos que producen episodios psicóticos.
La razón parece ser que en tanto que nominaciones suplementarias, estos
actos demuestran al psicótico de una manera totalmente convincente que él
nunca ha sido nombrado. Esto no significa que esté muerto o incluso desti­
nado a morir. sino más bien que nunca nació, que nunca fue sujeto del enig-
. ma del deseo.
MARIE LANGER

Diana Etinger

M arie Langer. Mimi para todos los que la conocieron, murtó el 22 de di­
ciembre de 1 987 a los 77 años de edad. Aún no había envejecido. Nació en la
Viena imperial, murió en Buenos Aires. España, Uruguay y México también
la albergaron, pero ella nunca perteneció a un lugar, más bien, como dice en
su autobiografia, perteneció a un siglo. Si bien el exilio fue su destino, nunca
se exilió de una causa, compartió y fue pionera de más de una. Y se puede
decir con justicia que fue la madre del psicoanálisis latinoamertcano.
Había nacido en el seno de una rtca familia judía, asimilada y atea. Fue
MMarie" porque su madre quiso ahorrarle el destino judío. Pero según ella
cuenta, siempre tenía presente Msus dos desventajas: ser judía y ser mujer;
la izquierda anularla esta marginación".
En la MViena Roja" de la socialdemocracia estudia medicina e ingresa al
Partido Comunista, que al poco tiempo es prohibido y entra en la clandesti­
nidad. Ya antes de recibirse de médica elige la psiquiatria y el psicoanálisis.
Comienza su análisis con Richard Sterba y un año después tiene su prt­
mera entrevista con Anna Freud e ingresa al Instituto de la Wiener Vereinl­
gung donde comienza los seminartos. Pero era dificil vivir con el Psicoanálisis
y el Partido Comunista. Poco después de su Ingreso la detención de Edith Ja­
kobson por la Gestapo provocó la decisión de las autoridades del Instituto de
prohibir a los analistas la militancia en cualquier partido clandestino o tratar
a los militantes de estos partidos. Esto, escrtbe M. Langer, Mdejaba en la
práctica tres callejones sin salida frente al paciente que militaba en la ilegali­
dad: interrumpir su tratamiento, prohibirle seguir con su actividad, o acep­
tar, en una alianza no explicitada, que prosiguiera con ella, aun sin hablar
mucho de eso. Estimo y agradezco a mi analista didáctico haber optado por
la última y que diésemos por terminado amistosamente poco después mi
análisis". t
En esos días es detenida junto con un grupo de médicos y se revela su mi­
litancia. La intervención de su analista impide que sea expulsada del I nstitu­
to. Federn la amonesta con cariño paternal -su propio hijo estaba preso en
ese momento- Mpero yo ya había entendido que tenía que elegir entre el psi­
coanálisis y la revolución social". 2
1 04 DIANA ETINGER

Unos meses después, habiendo ya estallado la guerra civil en España, se


incorpora con su compañero Max, que luego sería su marido, a un equipo de
médicos y enfermeras. Parte para España y se integra a las Brigadas Inter­
nacionales. De este espisodio de su vida ella escribe: �Podía parecer un acto
heroico, pero de hecho me salvó la vida. y. en el mejor de los casos me aho­
rró huir dos años después como j udía perseguida por los nazis. Pude aban­
donar mi patria voluntariamente salvando mi autoestima".
Pero el exilio no terminó en España, una España desesperada, un parto
prematuro y la muerte de su primer hijo la empujan a América. Su reen­
cuentro con el psicoanálisis fue en la Argentina. Se conecta con el Grupo
Freudiano y es muy bien recibida por Angel Garma (miembro de la Asocia­
ción de Berlín). De ahí en más y por muchos años se consagró al psicoanáli­
sis. Junto con otros cinco analistas, entre ellos E. Pichon Riviére, funda la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA. que poco después es reconocida
por la IPA) y la preside en más de una oportunidad. Su militancia se vuelve
institucional-analítica.
Sin embargo, al comiell7.o, entre 1942 y 1945 vuelve al análisis sin renun­
ciar a la política. En �Austria libre" trabajan ju ntos por un fin común comu­
nistas. radicales. monarquistas. Pero en 1945, nuevamente debe optar, y re­
nuncia al marxismo. Sobre esto escribe: "Analizando ahora mi decisión, en­
cuentro causas muy personales, y otras comunes probablemente a muchos
de nosotros, de los que habíamos emigrado: tuvimos que rehacernos una po­
sición, durante mucho tiempo carecíamos de titulo nacional que nos autoriza­
ra a trabajar legalmente, nos sentiamos inseguros y extraños en este nuevo
país. No conocíamos bastante bien su historia y estructura política, nos aSus­
taba su policía. Nuestro acento nos traicionaba como ajenos. Estábamos can­
sados de luchar y teníamos muchos miedos. Pero hay otra serie de factores:
ahora yo pertenecía a una generación que había creado una Sociedad Psico­
analítica. Ahora me tocaba a mi poner en el primer lugar de mis intereses al
progreso y a la difu sión del psicoanálisis. Ahora esto era mi vida".3
El pequeño grupo que constituyen M. Langer. Angel Garma. Enrique Pi­
chón Riviére , Arnaldo Rascovsky. Celes Cárcamo y G. Ferrari Hardoy. da ori­
gen a un desarrollo del psicoanálisis que no tiene paralelo en el m undo y que
se extiende al resto de Latinoamérica. Venezolanos. mejicanos, brasileros y
otros realizan sus análisis en la Argentina. En esa historia la participación
de Marte Langer es fundamental. También lo fue en la Asociación Argentina
de Psicoanálisis y Psicoterapia de Grupo y la Sociedad Argentina de Medicina
Psicosomática, siendo miembro fundador de ambas.
Pero la APA. en buena parte su obra, era también su problema. La vida
institucional de un grupo analítico es dificil, ya lo sabemos, porque garantiza
a sus miembros y estos no siempre son garantizables. porque la transferen­
cia es -también- un instrumento de poder. y porque la estructura misma de
la institución la convierten fácilmente en una Iglesia.
Mimi, por distintos motivos, calló muchas veces. En sus memorias relata
sin embargo que también muchas veces estuvo al borde de la ruptura. Calla­
ba los abusos de transferencia, en todos los sentidos, erótico, económico, de
manipuleo político. Calló también sus objeciones a la estructura de la APA.
La cito: "La cohesión de estos grupos está dada por el uso y a menudo el
abuso de la transferencia que se establece en la situación forzosamente re­
gresiva de los análisis didácticos in terminables . . . ". y dice: �sólo por esos abu-
MARIE LANGER 105

sos, igualmente hubiera roto con la APA, más allá de las causas que decidie­
ron la ruptura final".
El desastre para un efimera democracia que constituyó el golpe de estado
de 1966 en la Argentina, la encontró decidida a incorporarse a la lucha so­
cial. En el Congreso de 197 1 de la IPA en Viena presenta un trabajo en el
que cuenta su experiencia del 36 en la Wiener Vereinigung alertando contra
la ceguera política del IPA. Su trabajo era un alegato del derecho del analis­
ta de ocuparse también de lo social. Alegato que se apoyaba en dos tipos de
razones. Por un lado discutía la no contradicción entre psicoanálisis y mar­
xismo. Por otro lado exponía una lúcida crítica a la posición "reflexiva" del
analista que transmite a los analizantes "una profunda desconfianza a todo
proyecto de acción". Posición que considera al "pensar" como básicamente
buena, mientras que el ·actuar" siempre está a punto de convertirse en ·ac­
ting out".
Poco antes de su muerte decía, recordando aquel episodio: "El trabajo era
como un motor con cuatro ruedltas que me arrastraba fuera de la APA. . . ", y
cuenta divertida: "La APA siempre publicaba todos los trabajos de los Con­
gresos, pero con el mío dejó por primera vez de hacerlo. Recibí una carta en
la que se me comunicaba que lamentaban mucho pero que por razones de
espacio ... " Aquél fue su último Congreso Internacional. Simultáneamente se
reali7..aba en Viena el Paracongreso de Plataforma, grupo internacional que
cuestionaba la estructura de la IPA y en el que participaban j unto con Mimi
Langer varios argentinos, grupo con el que en 1971 se separa de APA. Co­
mienza una etapa de lucha por los derechos humanos, contra la represión, y
lleva adelante una intensa actividad político gremial, docente y asistencial en
hospitales de Buenos Aires. Pero aunque la lucha social y la APA se le vuel­
ven incompatibles, no sucede lo mismo con el psicoanálisis. Mimi lo lleva
consigo donde quiera que va. A México primero, cuando amenazada por la
Triple A (organismo parapolicial) debe exiliarse nuevamente y donde a los 64
años retoma con entusiasmo la docencia en la Universidad. Más tarde a Ni­
caragua. Allí enseña y planifica. Participa en la organización del equipo ase­
sor de Salud Mental. No realiza asistencia "porque con mi acento absurdo . . . "
(se refería a su acento vienés) . Nicaragua se vuelve el eje de su vida. Pocos
meses antes de morir encontró fuerzas para filmar una película autobiográfi­
ca destinada a recoger fondos para proseguir la tarea emprendida. Y final­
mente en Cuba, en febrero de 1986, culmina su obra. Alli tiene lugar el "Pri­
mer Encuentro de Psicoanálisis de La Habana".

¿Pero cómo era el psicoanálisis de M. Langer?


Freudiana de nacimiento, kleiniana por adopción, escribe e investiga
en distintas líneas, pero fundamentalmente el tema de la mujer es el que la
ocupa, tanto al comienzo de su obra -en 1951 escribe Maternidad y sexo- co­
mo en su último libro Memoria, lústolia y diálogo psicoanalítico, (198 1 ). Ma­
ternidad y sexo aborda una problemática muy específica: las consecuencias
psicosomáticas de los conflictos de la mujer en relación a la maternidad y a
los distintos momentos de la sexualidad femenina, desde la menarca hasta el
climaterio. El objetivo del trabajo es la investigación de las dificultades de la
mujer como tal. las que provienen de su estructura y las que provienen de
las restricciones que la sociedad actual le impone. La tesis principal es que
en la sociedad actual -que ha posibilitado la libertad sexual y social de la
106 DIANA E"llNGER

mujer- ésta se encuentra, por circunstancias económicas y culturales, con


limitaciones a la maternidad. En cambio, tres o cuatro generaciones atrás, la
sociedad le imponía restricciones en el terreno sexual y social pero le permi­
tía una maternidad más plena. Esta situación habria determinado la dismi­
nución de los cuadros neuróticos típicos -la gran histeria, por ejemplo- pero
habrian aumentado los trastornos psicosomátlcos. O bien, como dice M .
Langer -que s e dirige a un amplio espectro d e lectores-: "para hablar e n tér­
minos más sencillos e imágenes más concretas: nuestras abuelas, a la vista
de un ratón, se subían a una silla y recogían las faldas pidiendo auxilio a gri­
tos. pero generalmente no tenían dificultades para amamantar a sus hijos.
Mientras que actualmente las jóvenes saben manejar autos, ambulancias y
hasta aviones, pero frecuentemente no saben alimentar a sus criaturas".4
Este trabajo de investigación se realiza a partir de historiales de un estilo
clásico freudiano, que en algunos casos incluyen el análisis de sesiones.
La clínica es abordada con una teoría que incorpora elementos tanto de la
escuela vienesa -Ruth Mack Brünswick, Heleo Deutsch-. como de la escuela
inglesa -Ernst Jones y Melanie Klein-. Así es que M. Langer adhiere a la te­
sis de la escuela inglesa en lo que respecta a la posición inicialmente femeni­
na de la niña, que percibirla tempranamente su vagina. La envidia fálica y la
actitud masculina corresponderian a defensas frente a angustias más pro­
fundas vinculadas al temor a la destrucción del interior del cuerpo y a su
consecuencia: la aphanisis, pero reconoce en la clínica la emergencia tanto
del temor a la castración del pene imaginario como el temor a la destrucción
del interior del cuerpo. Y se sirve de ambos conceptos para la interpretación
de los trastornos psicosomáUcos de la mujer.
Treinta años después, en su último libro, vuelve con pasión al tema de la
mujer. Lo discute desde distintos ángulos, tanto desde su propia historia, la
de su madre, la realidad social de la muJer, como desde el enfoque teórico
psicoanalítico. Retoma la cuestión de las distintas posiciones teóricas dentro
del psiconálísis y comenta los ataques -<lentro y fuera del psicoanálisis- del
que fueran objeto tanto el �falocentrismo" freudiano, como ciertos conceptos
de Heleo Deutsch. Concluye diciendo que la terminación de esa lucha estéril
la ofrecieron Melanie Klein y Lacan. Este último "reclamando para ambos se­
xos la aceptación de la castración simbólica".s
Entre estos dos libros M. Langer escribe sobre distintos temas entre los
que podemos mencionar "Fantasías eternas a la luz del psiconálisis", "La es­
terilidad", "El porqué de la guerra", "El psicoanálisis de grupo" y otros.
Pero lo más importante del psicoanálisis de M. Langer no se encuentra en
su obra escrita. No se consideraba una teórica y no lo era. Pero encarnaba el
psicoanálisis. Transmitía una frescura freudiana que ningún esquema logra­
ba ahogar. Lo que no se olvida es su trabajo de todos los días, una práctica
que ningún estándar lograba ritualizar. No vacilaba en hacer lo que cada ca­
so requería. Asombra constatar que en esto coinciden, más allá de las dife­
rencias ideológicas, incluso teóricas, muchas generaciones de analistas. Tan­
to sus antiguos analizantes, didactas de las instituciones oficiales, como
aquellos que ella atendía ya en México, en el exilio.
Su trayectoria como mujer y madre no fue menos rica e intensa que su
trayectoria de psicoanalista. Junto con su compañero Max construyó una
hermosa familia: cuatro hijos a quienes acompañó en todo momento y quie­
nes la acompañaron hasta el final.
MARIE LANGER 107

Fue ante su muerte como fue en la vida. Valiente, lúcida, serena. Lamen­
taba tener que morirse cuando todavia le quedaba tanto por hacer.

NOTAS

l . M. Langer, "Psicoanálisis y/o Revolución Social". Trabajo presentado en el XXVII


Congreso Internacional de Viena. 197 1 . Inédito.
2. Ibid.
3. Ibid.
4. M. Langer. Maternidad y sexn. Editorial Nova. Bs. As 195 1 . pág. 1 8.
.•

5. M. Langer, Memoria. Historia y Diálogo Psicoanalítico, Folios Ediciones, México,


1 98 1 . pág. 1 6 1 .
LOCO . . . PERO NO PSICOTICO

Adriana I.nka

En nuestra práctica nos encontramos a menudo con pacientes que nos


plantean dificultades diagnósticas, producto de ese ·cierto borramiento de
fronteras" entre distintas estructuras clinicas. El caso que presento pertene­
ce a esa categoría e intenta dar cuenta de una clínica diferencial.
Un joven me consulta poniendo en evidencia, desde nuestro primer con­
tacto telefónico, un síntoma. tartamudez. que me lleva a aventurar en ese
momento un diagnóstico: debe ser un obsesivo ...
Alto, muy rubio, excesivamente delgado y con cierta extrañeza en su mira­
da se presenta A., quien manifiesta gestos, expresiones y actitudes que lo
mostraban como alguien poco pudoroso o quizás falto de esa cierta represión
esperable en el común de los neuróticos.
Sabemos. siguiendo las enseñanzas de Lacan, que la estructura clínica no
se define ni por un síntoma que creemos típico ni por el comportamiento, y
es por ello que dejo el diagnóstico en suspenso y como interrogante.
A. es casado, tiene 28 años y un hijo. Es el menor de tres hermanos, el
mayor de los cuales fue internado varias veces con diagnóstico de esquizofre­
nia. Completa el cuadro familiar una hermana "histertca" y una madre "neu­
rótica grave", según sus palabras, más un padre que no lo es ya que A. es hi­
jo del que él llama su "padrino" (de lo que se entera a los 20 años).
Drogadicto desde los 1 5 años, según su vocabulario. de "curtiembre pro­
funda". Reemplaza su adicción a la marihuana, cocaína, diversos alucinóge­
nos y toda suerte de mezclas inhalantes e inyectables. por alcohol y todo tipo
de medicación, desde hace aproximadamente dos años.
Su pertenencia a Sectas Gurú Majariche y a la Iglesia Evangélica, dejaron
marcas en él.

Comentarlos de un primer momento

Las razones por las que consultaba, tristeza, insatisfacción, agresividad,


no insinuaban en un comienzo, la complej idad del caso que se hizo evidente
con la reiteración de lo que él llamaba, su delirio de persecución.
1 10 ADRIANA LUKA

¿Persecución imaginaria o delirio paranoico?


Comenta que estando en Alemania hace algunos años, comienza a sentir­
se raro, diferente; había baj ado 10 kilos. Dice Mestaba completamente loco,
no podía manejar, se me paraba el corazón, no tenía pulsaciones, no sé si es­
taba alucinado. Ahora que lo pienso. no pueden ser ciertas estas cosas y yo
hablando con usted ahora. Saqué un crédito, me compré una camioneta; fue
un error. Como que todos los habitantes me hablaban. voces que me decían:
andá a la derecha, doblá a la izquierda y yo lo hacía. Paraba y me compraba
chocolate para ver si podía escapar de eso. Sentía que me venían a buscar,
que me perseguían. El estado me dominaba. El jamón me absorbía. era alu­
cinante. Me arranqué todos los dientes, parecía Drácula, ¡ hacía cada cosa!
No podía trabajar; miles de voces dentro mio. parásitos en la cabeza; sentía
que en el ano me estaban metiendo cosas, ahora me voy a escapar y trie . . . y
me cogían por atrás y se reían· .
A través d e s u relato deduzco que Dios es u n o d e s u s perseguidores ac­
tuales, q uien "está enojado con él porque dañó su cuerpo con las drogas".
Este pensamiento lo acosa constantemente.
Afirma con seguridad que conoció el infierno, y que a veces piensa que Sa­
tanás tomó su espíritu y después lo dejó. "Jesús -<lice- me volvió a sacar,
siento u n alivio en este sentido".
Dentro del mismo tema de la persecución imaginaria o con apariencia deli­
rante. tomo un fragmento de su discurso. en el que se da, además, un ejem­
plo de cómo tomaba algunas palabras como cosas.
"Hoy en la pileta estuve bien. sin sentir que la gente me mira, me alucino
que están observando, esos rollos. Al tomar estas vitaminas me dí c uenta de
cómo me alucino con estos rollos. ¿Tiene papel higiénico?" me preguntaba
repentinamente desconcert.ándome. Luego de ir al baño y sonarse la nariz,
continúa refiriéndose a "esos rollos" definiéndolos como: "un bichito que me
está molestando, no me deja concentrar. siempre me está hablando". Atribu­
ye esto a las drogas que según él, le debilitaron el cerebro, ya que siente que
esa persecución de que la gente le habla proviene según él, del primer día de
marihuana, distorsionándolo poco a poco, sin que él se diera cuenta. Dice
"en mi casa yo estático. me invaden los sonidos, estados de shock, de pánico.
Desde ese día yo tengo mucho miedo, yo no hablaba sino que lo hacian a tra­
vés mío, por ondas".
"Ve ese grito, me desconcertó, como una orden extrasensorial, como u n
alerta, ¡oj o n o hagas esto! ¡no l o otro! Cuando hago algo que n o debo, comer
de más, no ir a trabajar, empiezo a escuchar bocinas, o ruidos, o voces. o al­
go que me está alertando o que me llama el vecino o la madre al hij o dentro
mío, si no lo hago tratan de convencerme; ¡yo me quiero liberar! ¿por qué
tengo que dar cuenta a la sociedad! ¿¡Por qué si no quiero hacer algo siento
·

todo eso!?"
"Yo miré ese cuadro, es como si me hubiera hablado y me dijera, no hables
de esas cosas, era amor. Yo no quiero que el diablo, el entorno me domine,
me paralice".
Invasión de palabras, ruidos, sonidos, bichitos, voces imperativas, ¿eran
respuestas que venían de lo real o severos mandatos superyoicos, punto lí­
mite del diagnóstico diferencial neurosis obsesiva-psicosis?
Agregaré que ciertos fenómenos y certezas interpretativas contrastaban
con el como si, la pregunta, la duda y las múltiples anulaciones retroactivas.
LOCO. . . PERO NO PSICOTICO 111

Mientras mis interrogantes sobre estos puntos continuaban, mi paciente


se mostraba desesperado, angustiado, inquieto, verborrágico, y en muchas
ocasiones lo encontraba hablando de costado como si le hablara a un otro.
En la casa recurría a cuanto remedio estaba a su alcance cuando no po­
día dormir, comer, tener relaciones sexuales o ir a trabajar. Las entrevistas
no le alcanzaban. Cuando intento dertvarlo a un médico para que oriente la
medicación, fracaso. El día de la consulta atropella a un joven con el consi­
guiente aumento de angustia. Resultado: "Vió, fue una advertencia de Dios.
¡No vayas al psiquiatra!" y "un castigo", con lo cual confirmaba sus teortas.
Teorías que no podían cuestionarse.
Al mismo tiempo traía algunos síntomas obsesivos más claros y otros no
tanto, como revisar puertas, llaves de gas, acompañado de un "cerrado, ce­
rrado", que repetía sin convencerse.
Una teoiia que inventa relacionando la comida con su tartamudez, hace
girar mis preguntas, siguiendo la misma línea, alrededor de si eran éstos, ri­
tuales obsesivos, con un imaginario exacerbado y sensaciones cenestésticas
consecuencia de sus años de drogadicción, o si se trataba de un cierto goce
corporal (oral) ilimitado y pseudo ritos estabilizadores.
Lo que dice es esto: "Cuando me siento a comer y pienso voy a comer des-
. pacto, masticando cada pedazo de carne, y concientizo de que lo examiné to­
do, que no entró nada sin autorización mía, estoy eliminando al mismo tiem­
po que concientizando; está controlado por mí. no entra nada, ningún ente
dentro mío; yo lo amasijé. ya está conquistado, ganado. Masticando no per­
mito que el diablo penetre dentro mío; diablo que pueden ser mis nervios,
elementos negativos. Usted va a decir que estoy loco. Es el único momento
que yo tomo contacto. Usted no está dentro mío (se acerca lo más que puede)
si yo la empiezo a comer supuestamente, sí está dentro mío. Si yo no la tritu­
ro bien, matándola para que no me haga cosas raras a mí. Vos entrás pero
yo te voy a triturar, no voy apermitir que entrés sin que yo te mate primero.
Así yo como a la una y a las siete estoy bien. Yo domino la situación, como
consecuencia hablo mejor, tartamudeando menos".
Recordaba que Colette Soler, en sus conferencias en Buenos Aires, nos de­
cía que cuando nos encontrábamos con un sujeto cuyo diagnóstico era in­
cierto, lo que teníamos que encontrar era la neurosis infantil.
Por lo que había podido rastrear hasta ese momento, algunas fobias típi­
cas lo acompañaron en su infancia, acrecentadas por la presencia de un her­
mano enfermo y violento y un síntoma obsesivo claro que él llama "me ataca­
ba lo del pis": consistía en que debía levantarse antes de dormir muchas ve­
ces y "vaciar el pis", lo que hacía y repetía pues ese pensamiento lo tortura­
ba; cuando se cansaba terminaba haciendo pis alrededor de la cama. Este fi­
nal era como las notas discordantes que yo escuchaba en muchas ocasiones,
dentro de su discurso.
Había estado medicado entre los ocho y doce años con medicación neuro­
lógica y antlpsicótica (Halopidol) , por problemas de aprendizaje y adaptación
que lo llevaron a reiterados cambios de escuela.
En una ocasión dice textualmente: "Yo desde chico converso conmigo mis­
mo, como si estuviera con otra persona: muchas peleas dentro mío, sentía
que éramos dos dentro mío".
A esta altura, yo no podía sospechar que este dato iba a ser determinante.
Pasaré a un segundo momento.
1 12 ADRIANA LUKA

Un intento de intervención mía frente a un lapsus, desencadena una reac­


ción paranoica con fantasías de dominio. A. equipara al psicoanálisis con la
droga y el gurú, •todas le dominan el pensamiento•.
Dice: "Tengo miedo a todas esas cosas que me pregunta. Pierdo el domi­
nio; cuando estoy así dejo de estar dentro mío; empiezo a sentir olores desa­
gradables; con la marihuana era así, me siento que se me cierra el pecho y
hiedo, me transformo en un demonio. Me siento un sorete, un pedazo en
descomposición, como muerto. Tengo mucho miedo a eso de los olores.
•Antes de la droga no tenia dobles pensamientos, ni todas esas sensacio­
nes a la vez, ni todo lo que me pasa ahora. Cuando tengo que hacer algo me
agarra pánico. Los enanitos de mi cabeza empiezan a saltar y me dicen no
hagas esto, no lo otro. Si no los hago asustar, los tengo dormiditos. A veces
me siento que estoy loco. El otro día me empecé a golpear la cabeza, ¿por
qué caraja me tengo que castigar si quiero ser una persona normal y termino
rayado? No quiero luchar contra ellos, los enanitos, la gente, los ruidos, tie­
nen todos poder para castigarme. Me hacen sentir inferior, se aprovechan,
sensaciones en el ano, que me las están metiendo. ·
La insistencia sobre estos temas m e llevaron a recordar una cita d e Lacan,
aludiendo al trabajo sobre psicosis determinadas por tóxicos de su maestro
Clerembault. ¿No seria éste uno de esos casos? Lo pensaba por la aparición
de lo que podían ser alucinaciones olfativas (olores), auditivas (ruiditos) y
verbales (enanitos) dobles pensamientos y un goce anal sin límite.
Al mismo tiempo otro tema se reiteraba, el de las relaciones sexuales, des­
pués de las cuales quedaba tan agotado que necesitaba días para reponerse;
además ·no podía soportar el vacío posterior·. En sus descripciones la an­
gustia de castración era evidente, pero lo llamativo era el caracter de real In­
soportable que adquiría.
Frente a todo esto, pregunta, quiere saber y sabemos que es el neurótico
el que lo hace, pero, también aquí, había cosas que escuchaba, ¿era ·su
mente que le sobraba -eomo le predicaba el gurú-, otra persona dentro de él.
o una relación consigo mismo"?
Pasaré a un tercer momento.
Un llamado de A. comunicándome que su señora había tenido familia me
sorprende. Era así: ¡su señora! y esa paternidad apenas enunciada hizo evi­
dente la negación de la misma.
En la siguiente entrevista, espero los detalles prometidos pero no es de
eso de lo que va a hablar.
Desencajado fisicamente, comenta que durante un Viaje a su ciudad natal,
un estado de angustia y desesperación extrema lo obligó a regresar. Habla
recurrido a una gran variedad de medicación para calmarse sin lograrlo. Lo
consigue en parte con una relación sexual con su mujer que le sirvió, dice,
de "cable a tierra" (aclaro que en ese tiempo eran casi nulas).
Dice: "Yo me sentía loco, tenía necesidad de volver a este mundo, volver a
sentir calor". Esa noche, sorpresivamente, debe internar a su mujer porque
el parto se adelanta y apenas puede hacerlo. Agrega: "La dejé en el hospital,
no sé cómo pude volver a casa; no respiraba, empezaba a sentir olores y vo­
ces". ¡Esas voces que justamente eran lo que más me desorientaba!
Continúa: "Me decían: ¡puto! ¡cobarde! ¡Ya vas a ver! Cuando intentaba
poner la llave me decía, no entres allí; yo dejaba de hacerlo, yo querta ir para
un lado y los voces me hacían ir a otro". Todo esto es dramatizado en el con-
LOCO . . . PERO NO PSICOTICO 1 13

sultorio. Lo refuerza' diciendo: "Yo estaba con ese mambo de locura, sensa­
ciones en el ano, en el cuerpo, violado. que se cagaban de risa de mí". "Esta­
ba totalmente loco. solamente un loco escucha todo esto", termina diciendo.
Yo. casi le doy la ra?..ón, pero seguí escuchando tratando de intervenir sin re­
sultado, hasta que me pregunta medio desesperado: "¿Dígame, el sexo mas­
culino, cuando no tiene relaciones sexuales puede volverse loco? ¿El hombre
las necesita o puede vivir sin ellas? Dios es bondadoso conmigo, porque con
las cosas que a mí me pasan yo tendría que estar en el Borda. Mi hermano
se puso así porque no tenía relaciones sexuales".
Le digo que si su hermano. por no tener relaciones sexuales se esquizofre­
nizó, es que él pensó que por no tener relaciones sexuales también se estaba
volviendo loco.
Se queda aturdido, diciendo entrecortadamente, "Sí, sí. no se me había
ocurrido".
Efecto de esa división subjetiva se produce un viraje transferencia!. Su
analista no es más alguien que lo goza, sino alguien que lo reconoce en su
deseo. Dice: "A pesar de tener miedo, por esto de hurgar en la mente el pasa­
do. me gusta venir porque puedo hablar de mis cosas, sin tener que preocu­
parme". "Yo hablo. usted escucha. a veces dice algo, pero no me gusta con­
tarle cosas tan mías, están en mi rinconcito; pierdo la magia, cuando usted
ya lo sabe. Cuando tengo algo que me gusta, por el solo hecho de contarlo, lo
pierdo".
A pesar de esto, lo hace; un síntoma se cristaliza y lo cede permitiendo así
la entrada en análisis y la aclaración de un diagnóstico, resultado de una clí­
nica bajo transferencia.
Dice: "Cuando yo hablo me escucho a mí mismo. tomé conciencia de eso y
cagué; la mente quiere mentalizarlo todo; es el demonio que uno tiene aden­
tro, o la energía negativa. o como lo llame la secta. la religión o el médico. A
mí me jodió mucho ese demonio, por así llamarlo, y me va a joder toda mi vi­
da hasta que me muera, él sabe que yo soy débil".
A. tomó conciencia de un hecho de estructura: escuchamos lo que deci­
mos o como dice Lacan, el emisor es a su vez receptor.
Hecho de estructura que en muchos momentos parecía experimentarse
como tal, "demasiado bien", cosa que termino descartando a partir de este
momento.
Agrega: "Yo desde chico tengo esas dos personalidades dentro mío. Yo j uga­
ba al bueno y al malo imaginario. Una persona me dijo que de chico es normal
pero él está conmigo todavía, me consuela cuando estoy mal o me da con un
caño. Yo no sé, siempre estoy en un diálogo, ¿le pasa a todas las personas?"
Lacan, en el Seminario III dice que "la captura por el doble es correlativa
de lo que puede llamarse el discurso permanente [ . . ) y que dobla todos sus
.

actos. No es imposible ver surgir este discurso en el suj eto normal, es espe­
cial en situaciones de soledad".
Dice A. : "Me acompaña todo el tiempo: he tratado de sacármelo de encima
con meditación, deportes, sectas, religión, técnicas para alejarse de ese yo,
pero me asusto cuando no lo tengo; la soledad es espantosa. Con la mari­
huana se cortaba el diálogo, me quedaba totalmente solo, solo conmigo mis­
mo, solo como un perro" .
"Yo hice un puchero con todo. La psicología se contradice con la religión,
una alimenta al yo, la otra el ego".
1 14 AORJANA LUKA

Con la confesión de este diálogo interior queda confirmado para m1 un


diagnóstico: este diálogo llevó a A. a la locura, pero no a la psicosis.
En el seminario del 1 7 de mayo del 77 publicado en Omicar? 17/ 18, La­
can dice: MEs normal el automatismo mental, ocurre que si yo no lo tengo es
un azar. Hay algo que puede llamarse malos hábitos. Si uno se pone 'a decir­
se cosas a uno mismo' ( . . . 1 ¿por qué eso no se deslizaria hacia el automatis­
mo mental?"
Fue sólo por apres coup que pude comprobar que esas voces, maléficas o
gozadoras que me hacían acordar al primer tiempo de Schreber. siempre te­
nían alguna referencia que servía de anclaje a la situación y que introducía
en A. una dimensión de conflicto y pregunta, una de las cuales fue clave:
M¿Esas voces están dentro mío o vienen de afuera?"
Voces imaginarias. diálogo con un doble, que en algunos casos podía ser
el hermano o el padre: "'Yo tengo dentro mío un padre imaginario, así tal
cual, en el sentido de órdenes que nunca me dijo".
Voces con las que A. quiso cubrir un vacío, pero a un alto precio.
Intenté dar cuenta de la construcción de la prueba de la neurosis.
Uegué a algunas conclusiones, entre ellas que:
l. La droga (cuadro de adicción y goce) puede exacerbar un imaginario pe­
ro no cambiar la estructura.
2. El síntoma del diálogo interior le dio a este caso su peculiaridad, al
agregar el típico desdoblamiento y rumlaclón de un obsesivo más cercano al
monólogo, la creación de un personaje imaginario con quien A. dialogaba
permanentemente.
3. Las perturbaciones del lenguaje no pueden. tomadas puntualmente.
dar un diagnóstico: lo importante es ir viendo cómo se plantea como sujeto.
el paciente frente a ellas. Es necesario un tiempo para ver si eso está funcio­
nando en relación al deseo del Otro. o no.

A partir de aquí quedaba un largo camino: que el anallzante perdiera en


sesión ese diálogo. eliminando el tableteo interior. El primero paso lo había
dado al decirlo en un Otro. Instala asi el a en un Otro concreto, su analista.
quien desde entonces queda incluido en sus formaciones del inconsciente.
El trabajo analítico posterior permitió que ese diálogo cediera y que dismi­
nuyera la inflación imaginaria, quedando más al descubierto su estructura
neurótica.
Esto le quitó la gravedad al caso, ya que su adicción a los remedios fue en
algunos momentos amenaza para la transferencia. Más adelante, una deuda
impagable fue disparadora de una vuelta a la cocaína con un mandato de go­
ce, que puso en peligro su vida en reiteradas ocasiones . . . Pero todo esto será
tema de otro trabajo.
LOS PASEOS DE UNA FOBICA

Maurl.cto Mazzottt

S e trata de una paciente que me consulta a partir de una grave slntomato­


logía agorafóbica. Cuando viene a verme. este sintoma prácticamente le impi­
de salir de su casa donde se ha aislado y de donde sale sólo para breves ex­
cursiones, siempre acompañada por una u otra de las personas con la que
convive.
A medida que pasa el tiempo los paseos que hace la paciente para venir a
las citas no sólo son una de las raras ocasiones en que sale de su casa, la
única en que lo hace sin acompañante. sino que estos paseos se revelan ca­
da vez más de un modo preciso, como el anclaje electivo de su síntoma (el
miedo a los espacios abiertos y a las calles en particular) al fantasma que
subyace a la fobia.
Lo que el análisis logra apurar muy rápidamente en el plano del sintoma
es el ligamen metonímico entre el objeto fobígeno, la calle, y el padre, en los
significantes que dan la caractertzación semántica en el decir de la paciente.
La calle como objeto fobígeno, se convierte en un punto de referencia
esencial en la organi7..ación del orden simbólico; instaura una subdivisión
simple pero robusta entre un afuera y un adentro (casa), favorece el desarro­
llo de significaciones que movilizan una dialectica también mínima entre la
paciente y el mundo circundante en el que está colocada. Vemos entonces,
cada vez, desplegada la función metafórica de este objeto fobígeno, aquella
que Lacan muestra como estructuralmente electiva en este síntoma en la
medida en que el objeto fobígeno viene a llenar aquello que era faltante de
parte del padre, en el sentido de una falta real. (Más tarde aludiremos a este
aspecto). En efecto, no se trata de una carencia simbólica aplicable al Nom­
bre-del-Padre, como en el caso de las psicosis, y resulta un testimonio con­
creto de esto la presencia y el amplio abanico de Inscripción subjetiva de la
significación fálica.
En efecto, en un caso como éste donde el síntoma es agorafóbico, vemos
que no sólo en relación al objeto la significación fálica adquiere un valor emi­
nente. sobre todo por como funciona en el seno del fantasma, sino que es
tanto más importante como preliminar a la formación del síntoma mismo, en
lal medida en que éste representa la tentativa (Insuficiente y además patológl-
1 16 MAUHIC!O MAZZ01Tl

ca) de máxima simbolización de un espacio subjetivo donde lo que domina es


el falo imaginarto de la madre. La base del mundo propio de un paciente fó­
bico está siempre asegurada por la posición que él tome, en el interior de la
signitlcación fálica, satisfaciendo al Otro materno, y aquello que abre camino
al sintoma es la irrupción de algo que hace entrar en crtsis el equilibrio de
esa posición.
Si tomamos como ejemplo el caso de Juanito, de acuerdo con el análisis
que hace Lacan en el Seminario del 56-57 sobre las relaciones de objeto (Se­
minario IV), aquello que determina la crisis de su mundo son dos hechos que
complican su relación con el campo imaginarto dominado por el falo mater­
no: el nacimiento de la hermanita, que lo aliena imaginariamente respecto
del amor de la madre, y el surgimiento en el goce que acompaña a la primera
erección.
Esto último en particular es despreciado por la madre de tal suerte que no
encuentra lugar en una simbolización adecuada, redoblando la posibilidad
de Juanito de ser expulsado del campo de la identificación al objeto de amor
materno. Pero J uanito no se siente por esto menos solidario con el falo ma­
terno; por el contrario, la situación se vuelve de emergencia justamente por­
que él se siente solidario con la madre sobre la que, sin embargo, ya no tiene
control porque ella puede faltar a nivel de su amor, dejándolo perderse. Es
asi como para Juanito la madre deviene una potencia sin control, y Juanito
se ve confrontado con un deseo del Otro materno que socava las bases de su
identificación imaginaria precedente.
Nuestra paciente, para quien permanece viva la primacía de la línea ma­
trtarcal. que cuida también el orden propietario de los bienes, única hija.
después de la muerte del padre realiza un compromiso ambivalente porque,
vuelve a vivir con la madre, haciendo intervenir también al partenaire. Ella
realiza esta dinámica familiar secundando la tendencia defensiva que consis­
te en interponer un hombre como protector entre ella y el Otro materno, jus­
tamente a partir del momento en el que las contingencias de la vida la empu­
jan a regresar a la casa materna. Aun así, ella toma precauciones para evitar
un vínculo muy estrecho con la madre con la que se solidariza en virtud de
la identificación al ideal del yo materno. Por otro lado, como me dirá muchas
veces, la madre ya no encuentra en ella el único objeto de amor en el que
aislar las propias fantasías narcisisticas. y en consecuencia es el partenaire
quien puede aportarle a la madre ese complemento de satisfacción de la de­
manda que ella espera asi poder controlar, justamente porque aquel que le
da a la madre es el suyo.
Todavía en el curso del análisis no dejará de aparecer una cosa muy dis­
tinta, esto es la fantasía de rechazar del campo imaginario el amor materno
por medio del partenaire que ella había introducido, para poder por el con­
trario, hacerse dueña de la falta de la madre. En efecto, la paciente lamenta­
rá en muchas ocasiones el ser defraudada por el partenaire en el seno ideal
del yo familiar, y el control de la situación se le escapa, con la consecuencia
de que la madre aparece cada vez más seguido como Otro malévolo, y el par­
tenaire pasa de ser protector a devenir rival imaginario. Es así como el mo­
mento de máxima intensidad de la fobia se corresponde con la reversión de
las posiciones de partida que hace saltar, para la paciente, todo el esquema
defensivo que le resulta indispensable. Pues el llamado al padre en el que
consiste la fobia se hace sentir cuanto mayor es la complejización del campo
LOS PASEOS DE UNA FOBICA 1 17

dominado por el falo materno, sin que la paciente encuentre otra solución
simbólica a su posición.
Un buen emblema de esta dificultad simbólica es un sueño correspon­
diente al periodo al que me refiero, en el que la paciente entraba en el cuerpo
de la gran madre iglesia, consciente de pensar en "madre", y se preguntaba
cómo podría estar segura dentro de ese mismo cuerpo. Aquí, el hecho de ser
"el apéndice" de la madre ya no es correlativo de la posición de elección en el
plano del falo materno: las dos cosas ya no marchan juntas y. más allá del
completamiento de la falta de la madre en el que ella se aliena, aflora el fan­
tasma de la madre devoradora. Aquello que queda a la espera de una solu­
ción es la incógnita de su representación subjetiva en el campo del Otro. Co­
mo ya dije antes, el partenaire falla en favorecer esta solución en la medida
en que es fijado por la paciente en la posición del objeto contrafóbico, soste­
nida en gran medida por una identificación a la misma elección de objeto de
la madre.
En efecto, uno de los problemas que deberá tomarse en cuenta en esta cu­
ra es aquello por lo que el hombre siempre ha sido devuelto por la paciente a
la posición ambigua de protector, defensa contrafóbica por un lado, marione­
ta de una maniobra narcisistica por otro lado.
El analista queda advertido de esta posibilidad en un paciente fóbico en el
·
que la tendencia a mantener una demanda protegida, de apoyo, está muy
enraizada. Asi que no se trata en modo alguno de seguir la indicación "acti­
va" que parece prevalecer en la literatura, y que Freud ha seguido en algunos
puntos, en cuanto al hecho de crear la identificación contrafóbica al signifi­
cante paterno demandando al paciente afrontar el peligro: seria justamente
esto lo que la paciente le demanda explícitamente al analista. En efecto, esa
demanda sirve para prevenir. en la modalidad fóbica, el surgimiento del de­
seo del Otro, y esto vuelve particularmente delicado para el analista el hacer
pasar la "actividad" de su maniobra de la sugestión (espera) a la interpreta­
ción (sorpresa). No obstante este pasaje es por demás necesario en tanto pa­
ra la paciente está también en juego, en la transferencia, el análisis de la po­
sición contrafóbica (de protección) que tiene para ella el partenaire del sexo
opuesto.
Un episodio que la paciente me señaló siempre como decisivo debido a que
le imprimió un desarrollo exponencial a su sintomatología fóbica, puede es­
clarecer la cuestión. Poco después de la muerte del padre la paciente había
comenzado a trabajar con el partenaire y su rol consistia en guiarlo, al volan­
te del auto, para tomar la calle apropiada y así llevar a destino las comisio­
nes que tenia a su cargo. Un día ella comete un error al indicarle el recorrido
y su pareja, en un sobresalto violento de ira, le reprochará con dureza. Al
contar el episodio la paciente no deja de decir que para ella se trató de una
verdadera reversión de sus posiciones reciprocas: en primer lugar, el parte­
naire que se sale del rol de aquel que es conducido, llevado, para situarse
impetuosamente en el rol del que, notificándole el error, expresa el deseo de
no querer perderse en la calle (deseo que, como veremos, reclama por con­
traste justamente aquello que ha fijado indeleblemente para la paciente la li­
gazón con el padre en un "perderse" cargado de significación sexual). Este
episodio es pues significativo al menos por dos aspectos, intrinsecamente co­
nectados: el partenaire que no es más protector en el momento en que es de­
seante en el Otro, y el contraste de todo esto con la simbolización de la inter-
1 18 MAURICIO MAZZOTII

dicción paterna no resuelta en la paciente. relativa a un goce (fantasmático)


que le obtura la resolución del complejo de castración.
Una gran parte de lo que la paciente relata en análisis acerca de la rela­
ción con el padre es casi enteramente absorbido por las descripciones de si­
tuaciones sobresalientes de la infancia tardía. todas ellas con elementos co­
munes entre si: se trata de experiencias vividas bajo el estandarte de la di­
versión, en días de fiesta, durante los que era habitual que el padre la llevara
con él. sin la madre, en sus diversiones preferidas. El se iba con ella al cine.
pero sobre todo para ver revistas en auant premieres en las que se exhibían
coristas. Durante su desarrollo la niña asiste cerca de su padre a la apari­
ción en escena de las coristas. en paseo. que desfilan ofreciéndose como ob­
jetos de placer ante la mirada del otro. La repetición de esta experiencia. el
auant espectáculo con los paseos de las coristas a las que el padre asiste con
placer, fija de modo indeleble para la paciente una escena fantasmática en la
que toma consistencia la identificación a la mujer que seduce y provoca al
Otro. Esta identificación se verá verificada en distintas variantes de la misma
escena fantasmática, las que han alimentado un goce autoerótico sobre todo
en la primera adolescencia, hasta dar cuerpo al fantasma de prostitución
que atraviesa su miedo agorafóbico. Con esta identificación de la corista. la
paciente entra como objeto en el fantasma de goce del Otro. en primer lugar
del padre como Otro. Por medio de esta identificación la paciente conserva la
idea de haber participado activamente en el fantasma de goce del Otro pater­
no. Asi podrá definir a este padre como Muna guia hacia los placeres", que­
riendo dar a entender los placeres de los dias de fiesta, pero la interpretación
se decidió en base al alcance literal de la definición.
Por lo tanto, la paciente permanece ligada al Otro paterno en el que en­
cuentra una guia con la cual perderse. porque el hecho mismo de ser una
guia hacia los placeres implica. recíprocamente, el perderse ambos. La fija­
ción de este Otro señala la dificultad para simbolizar la interdicción paterna:
más bien es ella misma un obstáculo a que el padre se sitúe no como una
guia hacia los placeres sino como aquel que. prohibiendo el goce. abre otro
camino al deseo. A causa de esta dificultad simbólica. eso queda confinado a
la señal con la que está cargado el objeto fóbico, con toda la ambigüedad de
temor y deseo que eso expresa.
Si el episodio con el partenaire provoca en la paciente una impresión tan
fuerte. del cual. en realidad, se le escapa el sentido inconsciente, es ante to­
do porque ella se encuentra frente al Otro que no quiere perderse y que por
el contrario, le exige estar a la altura de un deseo que se le opone. Este en­
cuentro inesperado asume un mayor alcance significativo en tanto la pacien­
te hasta aquel momento aisló la relación con el partenaire en el sentido de
secundar la propia identificación fantasmática en relación al Otro (según la
definición que ella misma dará del partenaire) que es. y debe permanecer co­
mo su primer público. Ella recrea con el partenaire el campo fantasmático de
la identificación edipica que, sin embargo. hará crisis, ante la emergencia
inesperada de un deseo que se contrapone simbólicamente a la Mguia hacia
los placeres".
No se trata de aislar en este episodio la causa desencadenante de la fobia.
en la medida en que no se da jamás una verdadera y propia causa desenca­
denante de la fobia, aunque sí una causa desencadenante de un desequili­
brio de la base identificatoria con la que el sujeto se sitúa en el mundo pro-
LOS PASEOS DE UNA FOBICA 1 19

pta. Sucesivamente se desarrolla la fobia para resolver, a través de la intro­


ducción de una simbolización puntual, el impasse en el plano imaginario,
que hace obstáculo al desarrollo del complejo de castración. En este sentido,
la instalación progresiva de la agorafobia en el centro de la vida de esta pa­
ciente, después de aquel episodio, señala el límite que deberá ser tomado en
cuenta por el análisis. En cambio, lo que sí es posible postular es que no es
para nada extraña a la formación de este síntoma la posición en la que está
fiJado el Otro paterno, como guía hacia los placeres y no como interdictor del
goce. Por otro lado, el análisis pone de relieve que se dejaron demasiadas co­
sas en manos de la madre, como al delegar masivamente desde la educación
de la hija hasta la administración de los negocios, sin considerar, sobre todo,
el punto sobre el que la paciente se detiene: que, en cuanto al objeto de de­
seo, el padre lo sueña en otra parte, en una muJer que por atributos fislcos,
no comparte nada con la madre. Por lo tanto, puede postularse la carencia
real del padre para insertarse como agente de la castración para dar una so­
lución simbólica al impasse en el que es dejada la paciente, en el seno del
deseo de la madre y a su campo de articulación fálica. La agorafobia sitúa de
este modo en negativo el retirarse dentro de la casa materna como índice de
la base angustiante y de impasse Imaginaria con el que la paciente se solida­
riza: y en positivo, la puesta en acto de un significante de delimitación que
en el plano del fantasma se traduce de inmediato en la posibilidad de una
transgresión suya. es decir, en una posibilidad del deseo.
El fantasma de deseo que se conecta con el miedo fóblco, en la oscilación
inhibición-transgresión, de lo temido y de lo deseado, es aquí el fantasma de
prostitución, que queda señalado a través de varias referencias y equivocas
puestos en función en relación al término de los paseos y de la calle. Allí se
articula ampliamente la identificación de la paciente al objeto causa del de­
seo del Otro paterno.
Cuando la paciente se aleja de la casa materna, del �interior" en el que es
mero apéndice imaginario sin asidero suficiente sobre el deseo de la madre,
se encamina hacia el "exterior", hacia aquella posición en la que puede cus­
todiar la maravilla para el Otro, esto es el principio de su castración (y aquí
nos acercamos al núcleo histérico de su posición). El paso a dar es llevar a la
paciente a participar de esta castración, en un plano en el que ya no sea más
dominante la recuperación de goce narcisístico operado por el fantasma de
prostitución.
En el caso de nuestra paciente, el alcanzar este resultado fue en parte di­
ferido y obstaculizado por una variedad de solución, insuficiente porque to­
davía está basada en la línea del imaginario materno: una solución a través
del nacimiento de una hija en la que la paciente habría colocado momentá­
neamente su propio ideal del yo, o mejor aún, habría hecho (podemos decir
de acuerdo con lo que Lacan dice sobre la que seria la posición que le asigna
Juanito a su hermanita al término de su análisis) un "yo superior", a través
del cual recuperar una cierta autoridad del campo dominado por el falo ma­
terno: poniéndose ella en la posición que fuera la de la madre, de tener en la
hija el propio falo imaginario. Este es el momento en el que se presentan al­
gunos sueños en los que la presencia de la niña le posibilita adquirir una do­
ble seguridad, en las accciones y en la respuesta, siempre positiva, que le
confiere a su ser mujer.
En cambio, en una fase más avanzada nos encontrarnos enfrentados con
1 20 MAURICIO MAZZOTn

una complejlzación de esta presencia que deja aflorar, de un modo totalmen­


te emblemático, el cierre del imaginarlo que ella representa en cuanto al pro­
blema de la castración simbólica. Hay un sueño en particular que lo señala:
la paciente está viajando en avión para Ir al encuentro de un ex-partenalre, y
tiene que elegir si tener a su lado a una mujer joven que en ese momento tra­
bajaba donde ella trabajaba antes, o a una niña encerrada dentro de un
ataúd. En este último recodo de la elección se perfila la identificación al falo
muerto, en tanto la niña lo presentlfica en el límite más allá del cual ella no
puede conducir, para la paciente, a la simbolización resolutiva del deseo de
la madre. No es ésta pues, la elección a la que hay que apostar.
EL CACHET(É) • DE LA INTERPRETACION

Alain Merlet

P or ser equivoco, este titulo no es menos preciso, puesto que contiene uno
de los términos del enunciado de la Interpretación.
Esta Interpretación sigue al relato de un sueño que la paciente me cuenta
cuando vuelve al diván después de haber faltado a cinco sesiones consecuti­
vas. El sueño se desarrolla en cuatro tiempos: Ella asiste a un curso que doy
y se sorprende de no ser la única alumna. Tiene ganas de defecar y sale del
salón de clases: busca los inodoros: no encontrándolos, hace en su mano y
traga el excremento. Encuentra entonces a una mujer que le indica los ba­
ños y va a depositar lo que Ingurgitó, envuelto. en el inodoro. Vuelve al cur­
so, pregunta de qué hablé y le responden que se trataba de un aparato para
Inflar los senos.
Comentando su sueño, evoca con incomodidad un recuerdo humillante de
su pubertad, cuando su madre. que husmeaba por todas partes, descubre
una de sus bombachas con huellas sospechosas. y comenta con una sonrisi­
ta suspicaz y satisfecha a la vez: MHe aquí la prueba del delito" [Votla le ca­
chet de la perception].•• Me surgió de pronto responderle de una manera dis­
cretamente interrogativa: M¿Lo oculto de la percepción?" [Le caché de la per:­
ception?].
Tal es entonces la Interpretación que, jugando sobre el equívoco, se de­
mostró determinante para la ortentación de una cura que prosiguió durante
ocho años. Me limité a tomar, palabra por palabra, lo que la analizante esta­
ba diciendo, pero separando cada término. Introduciendo el equivoco por el
sesgo de la homofonía y la gramática.
Esta interpretación no fue premeditada, pero adquirtó su valor en el con-

• El título juega con el equivoco homofónico entre caché (oculto) y cachet, entre
cuyos usos se encuentran: a) sello: b) marca dejada por el sello: e) señal de un pago
efectuado (sello postal, sello fiscal): d) obleas entre las que se pone una dosis de medi­
camentos: e) en sentido figurado: marca, estilo. [N. de T.)
•• El cachet de la perception es el sello que en una oficina recaudadora se coloca
como prueba de un pago percibido. [N. de T.)
1 22 AIAIN MEHLET

texto preciso; salló, como un chiste, al encuentro de un frase extralda del co­
mentarlo de un sueño que era ya una Invitación a la Interpretación.

Incoherencia

Antes de volver a esta Interpretación, debo hablarles de Odlla, veintidós


años, aún soltera. Ella pidió un dla una entrevista, luego de una frase pro­
nunciada por un médico laboral a propósito de su eczema: "Usted sabe. la
piel puede llorar" tLa peau peut plew-er"/. Esta expresión la trastornó. por
largo tiempo Odlla pareció perdida. como lo testimoniaban sus charlas sin
parar y sus locas risas inexpllcadas. Su vida era como su presentación. No
fueron necesarios menos de tres meses para que emerja una queja precisa:
la angustia, seguida de entorpecimiento, que la invadía frente a la mirada del
prójimo, a menudo de una mujer, cuando creía que hablaba por ella y que
estaba. según sus propias palabras, "sobreentendida". • Frente a su madre
este síntoma se exacerbaba. al punto de sentirse como "hipnotizada y semi­
muerta". Un rasgo particular de su famUia es que Odila tiene un padre sor­
do, que un día decidió quitarse en familia la prótesis auditiva para tener paz.
En cuanto a la madre. impone su ley a todo el mundo bajo pretexto de ser el
oldo que le falta al padre.
Volvamos al curso del anállsis. Luego de seis meses de entrevistas prelimi­
nares, asumo el riesgo de recostar a Odlla cuando luego de haberme anun­
ciado su separación de un hombre, se muestra incapaz de firmar el cheque
por el monto de la sesión.
El comienzo de este análisis, hasta mi interpretación. es extremadamente
caótico. Odlla no para de darse vuelta y de reir. "Es como estar en un pals
del que uno no tendría la moneda", es la frase que resume su posición subje- ·

tiva desorientada.
Los accesos de angustia y de entorpecimiento se redoblan. y lo peor sobre­
viene cuando de regreso al pueblo de sus padres. se "olvida" -dice- de girar
en una cutva, pero sale indemne del accidente. Además de su eczema. pade­
ce numerosos quistes cutáneos y gtngtvales. Pierde sus papeles de identidad
en numerosas oportunidades, asi como su dinero. Un día termina por dirigir­
se directamente a mi: "Lo detesto por el vacío que crea". Entonces se ausenta
por cinco seciones consecutivas.
Yo estaba muy inquieto por el curso de este análisis. MI primera preocu­
pación era detener, o al menos anudar un poco su charla incoherente. Desde
esta perspectiva, intenté vanamente lntetvenir al estilo de la época, por ejem­
plo. a propósito de los quistes dije "en qué se calla" ("en qut se taU "J, •• pero
sln el menor efecto.

• En francés, sous-entendue (sobreentendida) incluye entendue (entendida o escu­


chada). (N. de T.)
•• En qui se talt (en qué se calla) es homofónico en francés con enkrjsté (enquista­
do). (N. de T.)
EL CACHf.'T(ÉJ DE LA INIERPRETACION 123

Del objeto de la necesidad a la causa del deseo

Completamente distinto fue el resultado de la interpretación de la que ha­


blé. Por empezar. fue seguida de un silencio inhabitual, del que la analizante,
en la sesión siguiente, pudo dar cuenta: "Si me callé, fue porque de pronto
sentí pesar sobre mi el peso de su mirada, me turbé". Agrega: "Uno dice una
cosa y escucha otra, como si pasara detrás de un espejo para ir a ver lo que
hay allí"; y concluye "Aquí, se trata de otra cosa".
Esta "Otra cosa" engendrada por la interpretación no cesará de imantar la
continuación de la cura, confiriéndole su estilo apasionado. "Estoy obsesio­
nada por lo que tengo que decir, porque lo que quiero decir, no consigo decir­
lo", dirá más tarde Odila.
Inmediatamente después contará dos sueños: en el primero, quiere escon­
derse para defecar, pero se despierta sorprendida de escuchar el sonido de
su propia voz; en el segundo, se encuentra en presencia de dos mujeres des­
nudas, una la mira. la otra no; ella misma está desnuda, pero una carta, de
la que no se percibe más que la estampilla, le oculta el sexo.
A través de este último sueño, la significación fálica ligada a lo oculto de la
percepción se revela más claramente aún que en el primero, en el que ya
emergía bajo la forma de inflar los senos. Las risas locas repetidas no deja­
ban tampoco de evocarla.
A partir de esta interpretación, ya no habrá más fenómenos psicosomátl­
cos. La interpretación le permite, según parece, escucharse decir lo que no
sabia que sobreentendía cuando se creía sobreentendida por los otros.
El equívoco levanta la metáfora insultante de la madre. y propone en su
lugar, en el intervalo de silencio así creado, lo que asedia el discurso de Odi­
la: la x metonímica de la causa de su deseo.
La interpretación opera así un alto y una rectificación subjetiva, que la
analizante traduce por esta fórmula: "Ahora que me escucho, me detengo·.
Para que esta interpretación encontrara el oido, fue sin duda necesario un
largo trabajo preliminar. que puede reconstruirse en dos tiempo: primero, la
metáfora del médico: "la piel puede llorar", es la chispa poética que crea un
efecto de sentido y de sujeto; a continuación, el vacío engendrado por mi si­
lencio le permite decir su odio y despegarse de un Otro omnipresente y ma­
tador, "Cuando tuve mi accidente -me dirá siete años más tarde- estaba per­
suadida de que todo el mundo sabía que iba a tenerlo, que estaba completa­
mente escrito."
La marca, el sello [el cachet de la perceptton) exhibido por su madre, sella­
ba su posición de desecho y de objeto de goce. El sueño, por el contrario, po­
nía en escena otra versión, porque ese sello no era necesario tragarlo y podía
depositarlo en su lugar.
La emergencia de la voz y la mirada en los sueños que siguen inmediata­
mente a la interpretación, testimonia la presencia de esta falla del Otro.
A esto va a responder un episodio fóbico de tipo impulsivo, que se mani­
festó por el temor de matar a un hombre con un cuchillo.
En el curso del análisis, ese síntoma desapareció luego de la evocación de
un relato familiar. según el cual sólo el padre, a pesar de ser sordo, la habría
escuchado gritar cuando de beba se cayó del cambiador donde su madre la
había "olvidado" (sic).
Aquí se manifiesta otra forma de lo oculto de la percepción, no tanto lo
1 24 ALAIN MERU..
"T

que está oculto a la percepción, como lo que la percepción oculta en tanto


que se percibe, en especial la voz que. precisamente, ¡sólo un sordo puede
escuchar! En síntesis, se reencuentra aqul otro modo de lo oculto de la per­
cepción, -el del pacto más allá de toda percepción" que realiza la operación
del Nombre del Padre. (J. Lacan. El Seminario. Ubro XI). Quizás sea incluso
su sordera la que le permite al padre sostener su lugar y taponar el goce de
la madre que no cesa de fascinar a Odlla. -Hay en mi madre, en su voz y en
su mirada, algo no dicho, pero a lo que no puedo evitar responder. " Y agrega:
-¿Cómo es posible estar tan afectada por algo que a uno no le concierne?"
Poco tiempo después, a su afirmación -gwero algo distinto que hundirme
en una palabra que me acorrale. quiero algo para zafar". respondo propo­
niendo una tercera sesión.
El azar querrá entonces que ella se detenga. en un museo. frente a una te­
la que representa una mujer desnuda, recostada de lado y vista de espaldas.
· Del comentario de ese cuadro, extraigo cuatro tiempos: "Esa mujer mira lo
que yo no sé." -Ella está cautivada por algo que no es nada. Cuando más se
acerca uno. más alejado está." -El pintor pintó la nada en el cuadro. es una
deportación. · -yo estoy oculta en la sombra".
Poco tiempo después Odlla resume así su posición respecto de su madre:
-Aunque siempre me resultó extraña, no podia resistirle: escuchándola, me
quedaba sorda a fuerza de mirarla. como si sus palabras penetrasen en ml
sin poder salir: yo era una con ella. Esa atracción mezclada con asco era co­
mo una verruga". Es entonces que surge. como separada de ella. una frase
que es quizás una fase de su fantasma: "Mi madre se sacia conmigo, me da
golpes y quiere matarme".

Intenté entonces dar cuenta de una interpretación Inaugural, apoyada en


el equivoco, que se comprobó detenninante a lo largo de una cura.
Al comienzo. esta paciente estaba particularmente extraviada. porque es­
taba interpretada sin saberlo y fascinada por un Otro invasor y gozante.
El fulgor del equivoco. desestabilizando la significación que la fijaba en
una abyección en la que se hundía, restituyó el enigma de su propia enun­
ciación olvidada. De objeto de la necesidad pasó a la vertiente de la causa del
deseo.
Dividida por lo irreductible del equivoco, se "rompió", literalmente, para
intentar decir lo que no lograba decir.
Bolleau, citado por el diccionario Robert. evoca muy bien este trabajo in­
ducido por lo Irreductible del equivoco: -Me di cuenta que habla en ese verso
un equivoco de la lengua, y poniéndome al instante en el deber de corregirlo,
jamás lo logré".
Aquí la interpretación tuvo de particular que -encontró la oreja", como
bien lo dice Odila, es decir que resonó con lo que, de su deseo, estaba hasta
allí sobreentendido. Es esta resonancia [ reson)• la que -me parece- constitu­
yó el cálculo de la interpretación.

• lleson. palabra inexistente en lengua francesa, es usada a veces por resonance


(resonancia). Ver la nota 58 que J. Lacan agrega en 1966 a "Función y campo de la pa·
labra ... asl como la charla del 6 de enero de 1 972 en Sainte Anne (Le savoir du

Psychanalyste, inédito). Ileson se presta a un equívoco homofónico con raison (razón).


IN. de T.)
EL CACHF:f{É) DE LA INTERPRETACION 125

Para que esta resonancia haga vibrar, como lo escribe Francis Ponge, la
Mlira de la cualidad diferencial" es necesario, aún, que se produzca en la falla
que separa toda interpretación de la primera interpretación, que en este caso
se presentó bajo la forma del insulto, es decir de una respuesta superyoica a
la pregunta por su existencia.
En suma, interpretar es también desinterpretar, a lo que el equivoco se
presta.
CESAR Y LOS ESPIRITIJS

Gerardo Réqutz

Q uiero presentarles el caso de un psicótico a quien atendí durante un afio


mientras se encontraba recluido en el setvicio de psiquiatria de un hospital de
Caracas. Para esa época, trece anos atrás, aún no me había autorizado como
analista, por lo tanto, este relato no trata sobre una cura psicoanalítica. Aun
así, creo que el caso muestra aspectos relevantes de la clínica de la psicosis
que justifican su presentación. Particularmente el problema del desencadena­
miento. En este sujeto encontramos un vínculo directo entre la relación sexual
y el desencadenamiento de su psicosis. A partir de allí, se puede observar de
manera ilustrativa el despliegue de la clínica del fenómeno elemental.
Cuando lo recibí tenia 38 anos y ya había sido hospitalizado varias veces
con el mismo cuadro. Según el informe médico que lo acompañaba, la hospi­
talización se debía a una crisis de agitación psicomotriz, confusión general,
desorientación en el tiempo y espacio, ideas mágico-religiosas y agresividad.
Todo esto hacía necesaria la contención mecánica y el uso de psicofármacos
para contenerlo. Era un hombre impresionante de casi dos metros de estatu­
ra y contextura fuerte. Lo recibí con el diagnóstico de esquizofrenia paranoi­
de procesual.
Para el momento de la primera sesión, el cuadro florido que acabo de des­
cribir había remitido, salvo por la persistencia de una idea delirante a la que
hacía constante referencia. Contrastaba mucho la historia médica que había
leído sobre él y la persona que tenía frente a mí. D urante su estabilización,
era un sujeto amable, bien orientado, que se relacionaba normalmente con el
mundo.
En esta primera sesión me relató el inicio de sus trastornos. Tenía 1 8
años. e s decir, 2 0 años antes d e esta entrevista. Todo comenzó el día en que
tuvo su primera relación sexual con una prostituta. La visita fue anticipada
con angustia y molestia en el pene. Después del coito, cuando se arreglaba
para irse. de pronto se quedó perplejo y desorientado. Cuando salió de ese
estado unas horas más tarde, pensó que la prostituta le había hecho la Mma­
gia rojaM, como él decía. Inmediatamente se le impuso la idea de que unos es­
píritus se habían introducido por su pene alojándose en el bajo vientre y los
genital6�. Simultáneamente oyó la voz de la prostituta que le dijo MCésarM, e
CESAR Y LOS ESPIRI1US 1 27

interpretó, en ese llamado a su nombre, que ella quería retenerlo puesto que
se había quedado con su semen para tener hijos de él.
Poco tiempo después, y ya con la certeza de que tenía espíritus en el cuer­
po, intentó tener relaciones con otra mujer. El resultado fue una crtsis de
agitación y agresividad que lo condujo a la primera de una serie de interna­
ciones en centros psiquiátricos. Durante esas crtsis escuchaba la voz de una
mujer que lo llamaba, y reaccionaba ante los ruidos exteriores diciendo
Mcreen que me van a domlnarM. alzando la voz y poniéndose muy agresivo.
En la única de estas crisis que le sobrevino durante el tiempo que lo traté
pude observar lo siguiente: Constantemente insistia en mostrar las cicatrices
de su cuerpo producto de la lucha con los espíritus que quertan invadirlo. A
veces pasaba días completamente autista. Me quedaba un rato con él en su
habitación donde permanecía amarrado. Una vez me dijo, luego de vatios
días de silencio: Ayer vi a mi madre tuertaM, y luego agregó que había mas­
M

turbado a un cura de su pueblo y que, además, se habla acostado con su


madre y mamado de sus senos hasta los seis años.
El tema sexual se presentaba frecuentemente en sus relatos durante los
episodios más agudos. También en esos momentos su conducta sexual era
indiscriminada. Se metía en las habitaciones de los otros pacientes, intenta­
ba manipularles Jos genitales, y le pedía al personal del servicio que tuvieran
relaciones con él, etc.
Cuando comenzaba a mejorar deambulaba por todas partes impartiendo
la bendición y mostrando sus cicatrices.
Toda esta conducta sexual contrastaba mucho con la actitud <fue asumía
ante el sexo cuando se estabilizaba. En esos momentos se quejaba de su un­
potencia con las mujeres. que en efecto era algo que le ocurría frecuentemen­
te. culpando a los espíritus de sus trastornos. También se angustiaba ante la
presencia de algún homosexual, y los evitaba manifiestamente. Decía que él
era un hombre como su padre.
César venía de una familia del medio rural venezolano: era el tercero de
cuatro hermanos de la unión de la madre con el padre. Este padre, según él,
tuvo cincuenta hijos y todas las mujeres que quiso, recalcando con seguri­
dad estos datos reveladores de un padre que gozaba de todas las mujeres y
poseedor, además. de un don especial para la procreación. Sabía de él aque­
llo que el discurso común decía: un macho oriental que andaba siempre a
caballo y famoso en el pueblo por sus juergas con mujeres. Vivía separado de
la madre de César y mantuvo muy poco contacto con éste durante su infan­
cia. Murtó cuando el paciente tenía 22 años de edad.
La madre practicaba la brujería y le tenían cierto recelo en el pueblo por­
que ensalmaba a la gente y Jos amenazaba de mal de ojo". �enía un ojo va­
M

cío y miraba raro·. Vivían los dos juntos y se ocupaban de crtar animales que
César vendía para subsistir.
Durante una sesión en plena crtsis, me dijo: MMi madre es el vínculo car­
nal más importante que yo tengo·. luego me miró fijamente y agregó que te­
nía ganas de darme un golpe, que estaba enojado conmigo porque yo le ha­
bía dicho, cuando lo miraba, que su madre era una perra. En ese momento
le respondí que yo no había dicho nada: le respondí desde la realidad. Se in­
clinó aún más amenazante, y entonces se me ocurrtó decirle que me perdo­
nara. Me dio la mano y me dijo lo perdono doctor·. César tenía razón: real y
M

realidad se confunden en la psicosis.


1 2H Gl�HJ\HIX> IU��UIZ

En la sesión siguiente continuó hablando de cómo su madre lo amarraba


a un árbol y de los golpes que le propinaba cuando los espíritus se apodera­
ban de su cuerpo. Me mostró cicatrices que en realidad eran marcas de vart­
cela y me dijo nuevamente que tenía ganas de pegarme. Lo interrogué al res­
pecto y respondió: "Yo le pego a los que me hacen sentir mujer".
En esta secuencia puede observarse claramente la posición de César ante
el goce del Otro.
Lo primero que se destaca es su identificación al objeto de la mirada con
la cual el Otro goza de él. En ese lugar del Otro aparezco situado en la trans­
ferencia. El segundo punto, tal vez el más importante de esta secuencia, se
refiere al lugar de objeto de goce que César tiene para el Otro materno, para
esa madre tuerta, que mira raro y amenaza con el mal de ojo. Finalmente
asociado a la mirada, surge de lo real, en forma alucinatoria, como una inju­
ria, el significante perra que César no duda en adjudicar a su madre. Pensa­
mos que este significante funciona como el "marrana" del ejemplo de Lacan
en el Seminario de Las Psicosis: su madre es una perra.
Veamos ahora el problema del desencadenamiento. Podría pensarse que el
desencadenamiento de esta psicosis se produce porque en el momento del
encuentro sexual con una mujer. César se habría enfrentado con la significa­
ción que le faltaba para sostener su identificación en tanto hombre. En ese
Instante, entonces, habría aparecido el agujero de la significación fálica que
Lacan escribe <1>0 en el esquema l. César, como cualquier pslcótlco, carece del
referente fálico para su ordenamiento sexual.
Pero plantear el desencadenamiento de esta manera es problemático, por­
que corrtentemente uno ve psicótlcos que funcionan como hombre o mujer
en la relación sexual sin que ésta los desestabilice. Por lo tanto, se hace im­
prescindible distinguir la connotación particular que la sexualidad adquiere
en cada caso. En ese sentido creo pertinente plantear. ortentándome con los
elementos biográficos que César aporta en su relato, la hipótesis de una con­
junción entre el encuentro sexual y la paternidad como desencadenantes de
su psicosis. Recordamos que el padre de César, quien se llamaba igual que
él, era una especie de leyenda viviente a quien el dicho popular exaltaba por
sus hazañas sexuales y la proliferación de hijos naturales. es decir. de hijos
sin padre que tenía regados en el pueblo donde vivía. Lo llamaban "Uro fijo"
porque, según decían, a cada relación sexual correspondía un embarazo.
Así, de la misma manera, aparecen conjugados para César el encuentro se­
xual y la procreación.
En efecto, en el momento del encuentro con la prostituta, César se ve con­
frontado directamente con la paternidad. Aparece de golpe la pregunta "¿Qué
es un padre?", presentlficada, si recordamos su verbatum, a través de la pre­
ocupación por el destino del semen que había dejado dentro de la prostituta.
Esta pregunta por la procreación equivale a un llamado a la función del
Nombre del Padre forcluida como tal de su estructura. César, poseedor de un
padre ideal de procreación, es en realidad un hijo sin padre, un engendro de
lo real. dejado de lado por la inscripción de la ley paterna.
A partir del desencadenamiento César comenzó un peregrinaje por brujos
yerbateros y curiosos buscando que le sacaran los espíritus del cuerpo. Ha­
bía desarrollado una conducta compulsiva que consistía en tocarse el pene
todos los días al levantarse presionándolo con fuerza para saber "si era el
mismo de antes", o como también decía. para saber "si aún estaba ahí". Se-
CESAR Y LOS ESPIRI1US 129

gún me refirió, ese acto de verificación comenzó inmediatamente después de


la relación con la prostituta.
Los intentos por establecer su realidad empezaron poco después del de­
sencadenamiento. A raíz de esa primera significación que le vino como res­
puesta alucinatoria desde lo real y bajo la forma de unos espíritus en su
cuerpo, comenzó a estructurar un delirio. Todos los eventos de su vida se or­
ganízarian alrededor de ese punto de certeza. Desde el inicio de sus trastor­
nos César tenia un saber constituido sobre ellos. Sabia con certeza irrefuta­
ble que el Otro gozaba de él.
Con los años pasó por multitud de ideas sobre sus espíritus aunque con­
servó siempre como tema central los elementos del discurso de la madre. Es­
ta madre, como sabemos, practicaba la brujeria y el espiritismo. Al igual que
ella, César también dividía sus espíritus en buenos y malos de acuerdo a si
se alojaban fuera o dentro de su cuerpo. Finalmente aceptó los buenos, o sea
aquellos que por encontrarse fuera de su cuerpo "son espíritus puros que
han renunciado a la carne".
Pero la estabilización así obtenida era bastante precaria.
César había logrado un cierto nivel de estabilízación a través de los años
prácticamente sin ayuda. Incluso cuando lo vi la primera vez podía apreciar­
se ya un cierto viraje en la organtzación de su delirio. Parecía haber un aleja­
miento del discurso materno hacia una elaboración delirante sostenida sobre
la Idea de un Dios Padre universal de todos los hombres. En los meses si­
guientes esta idea adquirió cada vez más fuerza en él, especialmente después
de un incidente que influyó poderosamente en el desarrollo de su delirio.
Un día, varios meses después de iniciado el tratamiento, llegó muy con­
tento de una salida de fin de semana, porque había encontrado en los alrede­
dores del hospital una escuela de espiritismo. Le otorgué permiso para que
visitara el lugar lo que produjo de inmediato un cambio en su posición res­
pecto de mí. Ahora yo era su aliado. Me confesó al instante que hacía mucho
tiempo que no tomaba los medicamentos que le daba la enfermera. Hasta ese
momento yo había sido para él un representante del discurso psiquiátrico y
su misión consistía en convencerme de la existencia de sus espíritus. Traía
su idea delirante y sabía qué hacer con ella. Por eso rechazaba la medica­
ción. Un día me dijo: "¿Cuál es su diagnóstico doctor, ahora que me ha visto?
Veamos si usted sabe de espíritus". Como podemos ver, quien tenia el saber
era él. Un saber proveniente de sus fenómenos. Por lo demás, su posición era
clara, él ocupaba el lugar de -ª- , y el dividido debía ser yo.
s2
A partir de su entrada en la escuela espiritista con sus normas internas,
publicaciones, eventos públicos, etc., una economía de goce más efectiva ha­
bía comenzado a instalarse en César. Era notable el efecto de pacificación
que producía en él esta pertenencia.
César oscilaba en ese momento de su delirio entre los espíritus que no ter­
minaban de abandonarlo, con lo cual testimoniaba de la presencia de un go­
ce en su cuerpo, y la idea de un padre universal que vendria a salvar al
mundo de la invasión de espíritus malos si los hombres cumplían las leyes
de confraternidad universal que difundía su escuela. Creía que su misión era
predicar esas leyes y ganar adeptos para que Dios pudiera cumplir su misión
en la tierra.
Este último aspecto de su delirio es particularmente interesante porque
1 30 GEHAIUX> HEQUIZ

parecia indicar la relación de César con una ley que habria garantizado el
poder de su dios. Me planteo, finalmente, si de haberse instalado un análisis
en ese momento tal vez esta tendencia en su delirio hubiese encontrado el
soporte necesario para desarrollarse. Es decir, que César hubiera podido ha­
cerse una ley para poner limite al goce tomándolo a su cargo. Poner limite
mediante la utilización del significante del ideal. Este significante del ideal,
como lo indica Lacan en el esquema 1 cuando explica la estabilización de
Schreber, es un elemento simbólico que viene a suplir en el Otro el lugar va­
cio por la ley del padre.
No se si César habrá dado ese paso. Cuando parecia dirigirse hacia esa
vía fue dado de alta del hospital y no volví a verlo más.
LA URGENCIA DELSUJETO

Nora Stlvestrt, Ricardo D. Seldes

L urgencia en psicoanálisis no es la urgencia de la psiquiatría. "La clínica


psiquiátrica opera con el discurso de la conciencia, que se ubica en proximi­
dad permanente con el yo" . 1 El psiquiatra responde a la urgencia sancionán­
dola como un pedido a cumplimentarse en el orden de la necesidad. Algo no
marcha y debe remediarse, medicarse.
¿Qué ocurre cuando se presenta ante nosotros, analistas, alguien desborda­
do, alguien "que sufre de su cuerpo o de su pensamiento?"2 Sabemos, porque
nuestra ética nos lo indica, que debemos hacer frente a las consecuencias de
un momento significativo en la vida de una persona, situación critica que se
presenta con fenómenos de desesperación, angustia o agitación. Hacer frente
quiere decir ir perfilando una respuesta que en primer lugar otorgue un marco
a estos fenómenos, un marco significante que posibilite su puesta en discurso
y logre transformarlos en demanda. Es decir que la respuesta no puede ser
cualquiera ya que hay respuestas que deben quedar excluidas en estas situa­
ciones: no hay estándar que de cuenta de las crisis. Nos abocamos entonces a
propiciar un espacio que permita incluir estos fenómenos en un decir. El psico­
analista apunta a la dimensión del sujeto aun cuando se reduzca a ser el suje­
to del cual se habla y, por tanto, en una posición minimizada.
Presentaremos el material clínico correspondiente a cuatro entrevistas de
admisión, realizadas en el equipo de urgencias de un servicio de psicopatolo­
gía de un hospital general.
Gustavo tiene 1 7 años y es traído por sus padres después de un recorrido
por distintos profesionales que lo medicaron con neurolépticos y antiparkin­
sonianos, luego de haber sido diagnosticado como psicótico. No responde a
esta medicación y surge un nuevo cuadro de "excitación maníaca", según
versa en el certificado que lo acompaña. Se efectúa una entrevista junto con
sus padres quienes relatan una serie de episodios de agresiones, borrache­
ras, descontrol. fenómenos alucinatorios e insomnio. Al hacer salir del con­
sultorio a los padres, comenta que tuvo varios accesos de violencia en la ca­
sa, destacándose que coinciden con un periodo en que el padre estuvo inter­
nado por un accidente. Relata visiones: ve salir ratas de abajo de la cama, ve
patos en el techo.
1 32 NORA SILVESfRI, RICARDO D. SELDES

El paciente tiene cortes y tatuajes de distinta indole en sus manos y bra­


zos. Al preguntársele por los tatuajes relata uno que dice R-E-F-U. una letra
en cada dedo de la mano. Refu es el nombre de un amigo que murió bateado
por la policía sin poder defenderse. Esta irrumpió en su vivienda mientras
dormía, agregando Gustavo con particular énfasis que lo mataron en la cama
cuando ya se habla entregado. Refu estaba en la "joda", esto quiere significar
que robaba y estaba comprometido con drogas. De otro tatuaje hablaremos
más adelante.
Los cortes los explicará de diferente manera en la primera y en la segunda
entrevista. En la primera, se pone muy mal, se tapa la cara con las manos y
se larga a llorar. Tiembla. Algo no puede decir. Se lo insta a hablar. Final­
mente exclama que si habla va a destruir un hogar. ¿Qué es destruir un ho­
gar? Pide entonces que se le guarde el secreto y relata haberse enterado que
la madre mantiene relaciones con un tio de él. Se lo hablan contado hace
unos meses y de rabia se cortó. En ese momento, agrega, que el día anterior
a esta consulta, cuando lo llevaban a un hospital, vio por el espejo retrovisor
del automóvil un movimiento que lo hizo pensar que el tío que viajaba atrás
con la madre. la había acariciado. No puede agregar nada más.
Se le pregunta entonces si él cree que a partir de determinado momento
su vida ha cambiado, se vuelve a referir a Refu, el amigo muerto y dice: "Yo
nunca robé". Levanta la vista y agrega: "No crea que lo que a mi me pasa tie­
ne que ver con Refu". El analista interviene: "¿Y si tuviera que ver?". Gustavo
se queda dudando . . .
Se le recomienda que para la próxima entrevista trate d e recordar lo que
fuera pensando y por indicación de la psiquiatra del equipo se le suspende
toda medicación.
Reflexionemos sobre Gustavo y sus borracheras. Una tarde, "tomado" co­
mo él dice, destruye su casa rompiendo todo lo que encuentra. Pone en juego
una charada con la que intenta levantar el silencio que se ha impuesto: ca­
llar lo que cree saber de la madre.
El Sujeto desconoce el significado de su acción, se siente impulsado a
montar una escena. Es obvio el carácter mostrativo de la misma. Si se trata
de una demanda al Otro y una repuesta sin sentido, nos encontramos ante
lo que se supone un acting-out. pero para poder caracterizarlo como tal ten­
dríamos que poder recortar la presencia del objeto a en el lugar del (--<p) y es­
te acttng-out como una respuesta a la angustia. Aquí nos detenemos recor­
dando la indicación de Lacan de suspender el diagnóstico hasta que la repe­
tición bajo transferencia instale el tiempo del hubiera sido.
Cuando Gustavo vuelve a su segunda entrevista, se muestra más suelto y
dice haber recuperado el sueño. Al pedírsele que relate nuevamente sus alu­
cinaciones, se descubre que solamente se producen estando en su casa, re­
cordando que corre a la ratas que ve salir de abajo de la cama de su herma­
na para matarlas. Se lo sigue interrogando y recuerda el ruido de la ametra­
lladora con la que mataron a Refu, aclarando que él se encontraba en las
cercanías en el momento en que lo mataron. Hace un gesto con las manos
sobre las orejas como si ese ruido aún le molestara en los oídos. El analista
pregunta entonces cómo es ese ruido, a lo que el paciente reponde: ratatata,
rata-ta-ta . . . con una expresión horrorizada.
En relación con la visión de los patos, a quienes veía cabeza abajo. trae el
recuerdo de un tío que cazaba patos, recuerdo que en sus significantes
LA URGENCIA DEL SWETO 133

arrastrará otro recuerdo, el de u n tio materno a quien la policía "cazó ro­


bando".
Estas alucinaciones no se presentan como fenómenos elementales, sino
que entran en vías asociativas presentando un carácter de sobredetermina­
ción que implica la trasposición del pensamiento en imágenes, recordándo­
nos los fenómenos funcionales teorizados por H. SUberer y que Freud incluye
en el libro de los sueños, comparándolos con los restos diurnos.3 Es de des­
tacar que las alucinaciones desaparecieron en el curso de las entrevistas.
El paciente continúa relatando que había estado pensando mucho, en es­
pecial en lo que contó de su madre. Se dio cuenta de que no era cierto lo que
creyó ver y recordó el �erdadero motivo de los cortes". Los del brazo izquier­
do se produjeron compartiendo una borrachera con amigos. Cuando dos de
ellos estaban por pelearse, alguien sugirió un pacto de sangre, cortarse con
un vidrio y juntar las sangres, quedando así "amigos de sangre". Gustavo lo
hace con todos, pero luego se aparta del grupo. encuentra una hoja de afei­
tar y se sigue cortando, produciendo un corte de más, más allá del pacto,
más allá del juramento. Los cortes del otro brazo los produce una vez que
vuelve "tomado" y su hermana lo interpela diciéndole "borracho". Gustavo se
corta en la parte superior del antebrazo y cuenta que "al ver la sangre" se
tranquilizó. ¿Qué había ocurrido en el intervalo entre esa palabra "borracho"
y el corte? Al escuchar a su hermana, Gustavo le grita preguntándole:
·¿Acaso vos me das la plata?". Cabe agregar que la madre siempre ocultó las
escapadas de su hijo. para evitar la violencia desmedida del esposo.
¿Quién le da la plata? La madre le da la plata, pero tambien le regaló pla­
ta, una cadena con una cruz de plata. Muchos años atrás el hermano prefe­
rido de la madre, alcoholista, le dejó esa cruz en custodia junto con otras al­
hajas que Gustavo supone su tío había robado. La policía lo "cazó", lo mató
por estar "en algo grande". La madre entregó a Gustavo esa cadena, acompa­
ñada de dos mensajes: "sos muy parecido al tío" y "él te dejó esa cruz para
vos". Gustavo aclara que él se enteró que el tío solamente había pedido a la
madre que le guardara esas joyas el mismo día que lo mataron.
"Borracho" no es "tomado". Es el significante que lo entrega porque lo co­
loca justamente en ese lugar del que no puede escapar: "Robá", allí donde no
hay corte posible entre su ser como falta y ser el objeto de ese goce Imposible
del Otro. En ese mismo brazo Gustavo se hizo tatuar las palabras Gustavo y
Madre, encerradas en un corazón.
Lacán nos enseña que el deseo se paga con goce. De allí los cortes. Los
cortes se reproducen, hasta que en un corte de más la visión de la sangre lo
tranquiliza. Este corte de más adquirirá un valor tal, que consigue cortar ese
displacer. Goce autoerótico, que encuentra su limite en el corte para �er
sangre" que hace nudo y le impide seguirse cortando. Barrera del goce, in­
tento de obtener una diferencia tal como él dice: "cortarse arriba, no abajo
donde lo hacen los presos". El corte es un acto, pero un acto fallido, que en
su recorrido hace surgir el objeto en su función pulsional: por un lado la voz
que ordena el goce y. por otro, la invocación a la mirada, a "ver sangre". De
la mirada de lo que no se puede ver, del malestar, de la escena endogámica,
a la mirada puesta en algo que acota, que tranquiliza.
J . -A Miller nos recuerda que el superyó es la evidencia y la paradoja de
un significante, y por esta razón es insensato. Es lo que está más próximo
como ley insensata al deseo de la madre . . . "Cuando uno se ocupa de esta
1 34 NOHA SILVESrHJ. HICAIIDO U. SEUJES

manera de la función de la madre, lo que pone en valor es la incidencia trau­


matizante del goce puro".4
La urgencia es una experiencia del sujeto que siempre ha concernido a los
psiquiatras, quienes saben cómo atender los riesgos que ella implica. Los
analistas podemos reconocer en la urgencia un momento a veces único que
marca, con singular nitidez, la aparición de significantes que sorprenden al
sujeto y le permiten ubicar el acontecimiento en un devenir, por medio de la
articulación de una demanda de significación. Esta demanda se ubica donde
hay ruptura, y es su condición de posibilidad el hecho de que el análisis exi­
ge la palabra, la puesta en discurso, el efecto de la significación. Siendo el
sujeto el efecto de un discurso, la apuesta del analista en la urgencia es lo­
grar las condiciones necesarias para calcular la trayectoria de un sujeto, ubi­
car sus coordenadas, poner a trabajar la causa. Es una oportunidad que por
su especificidad nos permite no sólo intervenir en el fenómeno, sino darle
tambien un lugar en la cura. Decimos entonces que el discurso del analista
es el que marca la única posición que conviene, aun ante la urgencia. Posi­
ción que plantea desde el inicio que no hay clínica sin ética. Que desde ese
primer encuentro con este ser sufriente, quejoso, mudo, loco o aterrado, ba­
sado en lo que indica ese discurso, el proponer el diagnóstico diferencial es
parte eficaz de su conducción.
Creemos así que sostener una clínica diferencial no implica el encasilla­
miento en un saber preformado, ni el dejar hablar en un puro deslizamiento
significante. No dudamos del efecto terapéutico que se produce por la oferta
que conduce a la puesta en régimen del discurso analítico y su efecto de ins­
talación de sujeto supuesto saber en el interior de la cura, pero sostenemos
la necesariedad de la clinica diferencial, arraigada en la ética que nos lleva a
conducir la experiencia del sujeto, tal como lo indica Lacan, "al plano donde
puede presentificarse la pulsión de la realidad del incosciente".s

NOTAS

l . J. Lacan, Seminario XVII. "El reverso del psicoanálisis". Clase del 1 1 /ll/ 1 970,
inédito.
2. J. Lacan, Televisión, Ed. Anagrama, Barcelona, pág. 88.
3. S. Freud, "La interpretación de Jos sueños", Obras Completas, Tomo V, Editorial
·

Amorrortu, Bs As., págs. 498-50 l .


.

4. J. -A. Mtller, "Clínica del superyó", Recorrido de Lacan, Editorial Manantial, Bs.
As., pág. 1 43.
5. J. Lacan, El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa­
nálisis, Barra! Editores, pág. 277.
TERTULIA DE LECTORES

El Seminarío, Libro VII , La ética del psicoanálisis, Jacques Lacan, Paldós,


1988.

El seminario que ahora se publica en castellano -cuya versión francesa esta blecida por
Jacqucs-Alain Millcr se publicó en 1 986- fue dictado por Jacques Lacan entre 1959 y
1 960.
Conozco al menos dos clases -la del 5 y la del 12 de enero de 1983- de Jacques­
Alain Millcr dedicadas al comentario de este seminario. Me refiero a las clases que
constituyen su curso de Jos miércoles en Paris. En la primera de ellas se puede leer:
"Es un ligero abuso el que cometí al hablar de establecimiento de texto.
Es una palabra que se emplea en las ediciones en las que se trata de comparar, co­
legir, versiones discrcpantcs, para dar una versión que se supone la mejor. Evidente­
mente esto es irrisorio, ya que aquí no hay -hablando con propiedad- original.
Jacqucs-Alain Miller habla, entonces, de redacción y en una nota final -después de
los agradecimientos a diversas personas- dice · . . . agradeceré por adelantado al lector
que quiera colaborar con la revisión de un texto que es objeto de un trabajo perma­
nente, enviándome sus comentarios a través del editor".
Ya en el epilogo del Seminario XI, editado en 1973, Jacques l..acan dice: "Lo que aca­
ban de leer no es pues un escrito, al menos es lo que se supone ya que lo epilogo. Una
transcripción, palabra ésta que descubro gracias a la modestia de J. -A. M . , Jacques­
Alain, de apellido Millcr: lo que se lee pasa-a-través de la escritura y queda indemne".
Transcripción, redacción, términos que relativizan ese otro establecido, de lejanas
connotaciones en nuestra lengua.
No se trata de una edición crítica. dice Jacques-Aiain Miller, en tanto el camino del
museo está excluido para una enseñanza que renueva su actualidad. Incluso, hoy nos
parece extraña la lasitud de aquellos que -según lo consigna el propio Jacques Lacan­
se aburrieron un poco hace treinta años.
Jacques-Alain Miller plantea el problema del tiempo justo para la publicación de cada
seminario, así como la decisión sobre el orden a seguir. Existen ra?.ones múltiples para
que sea éste, el Seminario VIl. el publicado después de la muerte de Jacques Lacan.
Cuando se quiere aprender la técnica y la clínica, es bueno recordar que no van sin la
ética. Y no se trata de moral, sino de lo "operativo" puesto en juego por el fin del análisis.
Es también el seminario que sale de la temática de los grafos y del "mecanicismo"
de los significantes, sin ser aún el desarrollo del materna, aunque incorpora el corres­
pondiente al fantasma.
1 36 ESCANSION / NUEVA SEJm;

Seminario patético que anticipa el esfuerzo posterior de maternatizar ese pathos.


Jacques-Aiain Miller propone escribir el eien, un 0ien afectado por un padre que es
"supremo en maldad" y que no se parece en nada al Nombre del Padre con su función
simbólica.
Decimos por nuestra parte: en vez de la función simbólica se trata aquí de la causa
real, del supcryó (en este sentido dice Jacques-Alain Miller que es también el semina­
rio que responde al ll sobre el yo). "Kant con Sade", pero también -lo que es menos su­
brayado- "Juventud de Gide". El mandato moral, dirá Jacques Lacan, presentlflca en
lo simbólico lo real. Andre Gidé, en Corydon, escribe: "Tomemos la palabra vo z en su
sentido más metafórico: seguiré negando que esa voz diga al macho: fecunda, y a la
hembra: elige. Dice, simplemente, tanto a un sexo como al otro: goza".
Como respuesta a este real la ky moral excluye el bienestar, el objeto patológico
aislado por Kant.
Por eso Jacques Lacan dirá que no es posible, para el momento histórico que nos
toca, sostener la posición de Spinoza -un Dios cuyo mandato es idéntico al discurrir
de las leyes "naturales·-, sino que es Kant quien explicita las consecuencias Ignoradas
por una ideología de la reducción del deseo que puede fecharse en el siglo XVIII.
De cierta manera se trata del primer seminario sobre lo real, lo que permite mostrar
el tope de los anteriores sobre lo simbólico: ($ O a).
Kant con Freud más allá. donde el deseo lleva a la censura, donde la Cosa no tiene
representación (lo que lleva al seminario a plantear la conexión entre la sublimación y
el vacío).
Jacques-Alain Miller explica el deslizamiento que se produce en este Seminario VII
en relación con el Seminario Il, en lo que hace a la articulación entre homeostasts y re­
petición, entre lo viviente y la pulsión de muerte, entre el principio del placer y sus ex­
cepciones. El supcryó ya no tiene la función simbólica de un limite, ahora el principio
del placer y la repetición son la misma cosa en tanto el sujeto espera el retorno de u n
signo. Lo s significantes s e ordenan e n torno d e l o que sustrae. Pero si e n La carta ro -
bada la alternancia era en torno del objeto perdido (- 1 +), ahora ese objeto perdido es
Otro absoluto en tanto referencia primaria (sin objetos buenos/malos), como "posición
primera del sujeto como anterior a la represión". Esta posición, en tanto se trata de
das Ding, se hace operatoria desde la Invención del objeto a. Tenemos el ($ O a) que no
es anterior a la represión, sino correlativo de la misma. A la vez, la vecindad con la Co­
sa lleva de nuevo a lo imprevisible del amor/odio. A partir de ese punto anterior a la
represión, de este punto irreductible a la alternancia binaria, se establece la elección
de neurosis.
Jacques-Alain Miller subraya que alguna vez Jacqucs Lacan habló de "afecto pri­
mario" para designar esta relación patética a si anterior a la represión y de la que sur­
gen el bien, el mal, el sufrimiento, el amor, el odio. ¿Qué es esto real anterior que se
trata de ordenar por los significantes? Este afecto primario es el goce y das Ding desig­
na esta relación patética del goce.
Los modos de goce que se implican en cada estructura clínica hablan de lo real de
a en tanto causa, diferente del ideal que Jacques Lacan llamó agalma y del problema
ético de das Ding.
Después de este seminario se trata de la transferencia con su noción de agalma (ob­
jeto precioso), el seminario sobre la identificación con el "vaso de Heidegger" (das Ding)
y el seminario sobre la angustia con el objeto a; la angustia como certeza de lo real, la
alienación/separación en el Seminario XI como otro modo de operar con ese real.
Jacques-Alain Miller dirá que el Seminario VII es el más patético de Jacques Lacan,
siendo a la vez el que anuncia por un solo materna ($ O a) la matematización de ese
pathos, a la que se procederá en los sucesivos seminarios.
La carta robada, en oposición a Hegel, desarrolla un formalismo sin concepto que
va del pathos al materna de lo simbólico.
La ética surge del pathos de un real que llega al materna del ($ O a); en ambos casos
no se trata de abstracción, sino de encontrar la manera de operar en el psicoanálisis.
Jacques Lacan se rectifica, por eso Jacques-Alain Miller puede proponer esta fór-
TER"ITJLIA DE I.ECTORES 137

mula: Ello no habla, goza. Entonces, expresiones como "limite del fantasma", "aliena­
ción/separación", " travesía del fantasma", "trozo de real", nombran este goce como lí­
núte interno del análisis. Las "representaciones" que la asociación libre pone en juego
constituyen una realidad en torno del vacío real ocupado por el fantasma, sostén de la
imagen del cuerpo. Ese vacío real es puesto en juego, de un lado, por el silencio del
analista y del otro, por el retorno del analizante a la cita.
Por otra parte el Seminario VIl pondrá en discusión la conexión entre pulsión, goce
y sublimación (¿esta última es algo más que el engaño que el fantasma produce para
alienar al sujeto a su cxtimidad?) y el tema del amor cortés que sirvió -según comenta
Jacques-Alain Miller- a algunas "señoras analistas que se veían bien como las bellas
crueles de la experiencia". Pero la belleza es la falsa alarma de un encuentro posible
con la Cosa sostenido por un ¡No toque! , en relación al punto de cxtimidad.
El goce seguirá siendo ese real último excluido, que no está en ninguna parte y por
lo mismo se lo encuentra en cualquier lugar, incluso en el síntoma, en tanto es una
verdad que, a partir del mismo goce, resiste al saber y a las representaciones de lo be­
llo.
Cuando se va del síntoma al fantasma se descubre a este útlmo como "sublimación
personal" (según acierto de Jacqucs-Alain Millcr), como un modo singular de tratar al
goce en lo particular de cada estructura clínica.
El grito que surge del vacío (das Ding) es respondido por la alternancia significante,
aunque más no sea por la ausencia de grito.
Jacqucs Lacan, cuando habla sobre Lagachc, dice que la estructura no se reduce a
los significantes. Una ética del silencio se anuncia. Ya en el Seminario 1 Jacqucs La­
can, después de reconocer la conexión entre silencio y resistencia, dice que "Es preciso
decir también que, si ese momento ocurre en tiempo oportuno, el silencio cobre todo
su valor de silencio: no es simplemente negativo, sino que vale como un más allá de la
palabra".
Lo que el analizante dkc y lo que el analista calla produce el silencio del fantasma:
"El Es aparece ahí entonces bajo la forma que le da Freud, en tanto lo distingue del in­
consciente, a saber: logisticamcntc disjunto y subjetivamente silencioso (el silencio de
las pulsioncs) . " (Ecrits, pág. 55).
Las conexiones entre el silencio y la pulsión de muerte, entre el silencio y el supcr­
yó (" . . . la vía dcl tcrror. . .") , entre el silencio y la presencia del analista, aparecen en los
márgenes de la lectura.
Las divisiones mayores del seminario son las siguientes: Introducción de la Cosa, El
problema de la sublimación. La paradoja del goce, La esencia de la tragedia, La dimen­
sión trágica de la experiencia analítica.
La última frase del seminaiio es sentenciosa y se presta a la conclusión de este co­
mentario: "Lo importante no es saber si en el origen el hombre es bueno o malo, lo im­
portante es saber qué dará el libro cuando haya sido totalmente conúdo".

G.I-G.

Colette Soler, Finales de análisis, Ediciones Manantial. Buenos Aires, 1 988.

Este libro es una recopilación de conferencias y artículos de los años 1985, 1 986 y
1 987. A través de un estilo preciso, nos llega una de las características más salientes
de Colctte Soler: la de una enseñanza centrada en la experiencia y un profundo cono­
cimiento de la obra de F'rcud y I�•can. Otra de sus características. la composición de
los textos posfreudianos, ilunúna la articulación de los conceptos freudianos y lacania­
nos. "Es que para mi -nos dice- leer a otros me permite explicarme a Lacan" .
El libro está dividido en tres partes: 1-Fines de análisis, 1 1-Viscisitudes del vinculo
analítico, l i i - Padre-ser subjetivo y psicoanálisis. La primera parte es la traducción de
1 38 ESCANSION / NUl�Vi\ SERU:

las cuatro conferencias pronunciadas en Buenos Aires en 1 986, sobre fin de análisis.
Dirtgidas a nosotros, son las que concitan nuestro máximo interés, ya que "el fin del
análisis produce al analista".
Colette Soler se pregunta dónde encontrar las normas que fijen el fin del análisis,
¿cuál es el fin exigible?
Surge la idea de una norma ética, es decir, ortentada en relación con lo real. "La po­
sición ética y epistémica de Lacan consiste en encontmr su apoyo en las Implicaciones
de la estructura [ . .. ) al igual que Freud jamás recurrió a los ideales para plantear el fin
del análisis". La norma que Lacan plantea consiste, en el fondo, en impulsar hasta sus
últimas consecuencias las implicaciones del dispositivo. "Cada vez que intenta dar una
fórmula del fin, es una fórmula del punto de consecuencia: punto de consecuencia im·
plicado por la estructura de la palabra, punto de consecuencia implicado por las leyes
de sustitución significante, punto de consecuencia implicado por la naturaleza del oh·
jeto del deseo". "Impulsar hasta sus últimas consecuencias concierne tanto a la cura
como a la elaboración de la doctrina, exigencia que hace a la homogeneidad de la prác­
tica analítica, a lo que pasa por el analizante y el analista, intentando pensar su expe­
riencia".
Respecto de las diversas teorias de Lacan sobre el fin de análisis, Colettc Soler en­
cuentra que tienen de común responder por el ser, en los tres está presente el "Tú
eres".
La última de ellas, es la del sujeto destituido, la del efecto de deser, que Lacan lla­
mará en ocasiones "el incurable", aquél sujeto instruido, ¿en qué?; C ll la inanidad del
sujeto supuesto saber, aquel que al modo de "El guerrero aplicado" de í 'aulhan, es ese
sujeto resuelto, que hace lo que hay que hacer, sin hacerle preguntas al Otro.

La prevalencia dada por Lacan al dispositivo analítico -"más importante que el des­
cubrtmiento del inconsciente, es la invención del dispositivo que alcanza lo real" (el su­
brayado es nuestro)- hace que Colette Soler trate en otros capítulos de este libro los
problemas de la puesta en marcha del dispositivo.
Al modo de Lacan, buscando Jos fundamentos, en un re<:orrtdo lógico y científico,
plantea en la relación transferencia-interpretación dos polos que van desde "la Interpre­
tación mantiene la transferencia" hasta "la Interpretación se opone a la transferencia".
En cuanto a cómo opera el acto sobre la función del síntoma, se sigue el movlnúen­
to del síntoma desde el momento en que el acto Jo hace analizable al comienzo, hasta
el final, cuando lo deshace, y aún más allá cuando se produce la identificación al sín­
toma.
Notemos que al mismo tiempo que señala la dimensión significante, insiste en el
tratamiento de la "clínica de Jo que no puede decirse·, de Jo innombrable, a saber, lo
referido a la pulsión, al ello freudiano, al goce.
Para ello interroga al sueño: ¿qué papel cumple en la cura?, ¿puede haber en él in­
serción de la pulsión? Ubica el acting-out como posición que hace a la verdad no-toda,
es decir, que no puede más que medio-dt.-cirse y marca al afecto como aquello por lo
cual el ser hablante, prueba que su ser está afectado por la estructura.
¿Lacan en Argentina'? Uno de los artículos de este libro -"Lacan in England"- deta­
lla la situación del psicoanálisis en Inglaterra y la ubicación de Lacan como solución a
la alternativa allí planteada.
En 1 986, Colette Soler se preguntaba cuál cm el efecto, en la Argentina, del axioma
de Lacan "el psicoanalista se autoriza a sí mismo".
Creo que la pregunta es retórica. Somos nosotros quienes debemos formularla y
contestarla.
Podemos agregar: ¿cuál es el efecto de la autorización del analista sin el Otro?
¿Cuál es el efecto de considerar el análisis como finito'! ¿Cuál es la práctica del control
concerniente a este punto?

Maria Cristina Marlats


TER1UUA DE LECmRES 1 39

Laurence Bataille, El ombligo del sueño. De una práctica del psicoanálisis.


Paidós, Buenos Aires, 1988.

Este libro recopila una serie de artículos escritos entre 1 976 y 1 986 por Laurencc Ba­
taillc -psicoanalista francesa fallecida en 1 986- y publicados en diversas revistas (en­
tre ellas Ornicar? ) así como varios trabajos inéditos.
.

A pesar de la extensión del período en el cual fueron escritos, es fácil apreciar el hi­
lo conductor que guia sus reflexiones. Con un estilo coloquial y una sencillez Infre­
cuente en el ámbito psicoanalítico, a la vez que no exento de rigor teórico, el libro
constituye un Intento de L. Bataille de dar testimonio de las incidencias de la enscña­
naza de Lacan sobre su práctica como psicoanalista.
Sus testimonios transitan un borde habitualmente problemático: el de la relación
entre la teoría y la práctica. La autora desecha el Intento de establecer una continui­
dad entre ambas, al mismo tiempo que el de "reconstruir las teorías que obran en mi
como psicoanalista", optando por "dar cuenta de la eficiencia con que lnlervtcnc en mi
práctica una teoría ya conocida". Camino este más arduo, ya que la conduce a tener
que situar, en la singularidad de fragmentos y recortes de su experiencia clínica (como
analista y como analizantc), la especificidad de la experiencia analítica, ordenada por
los conceptos y maternas de la te01ia.
Los temas que destaca son: el deseo del analista, la posición del sujeto de la enun­
ciación frente a los interrogantes de la muerte y la procreación, la poesía y la estética
del análisis, el fantasma y la Interpretación (en su relación con el nombre del Padre y
al deseo de la madre y en relación con la alienación y la separación), y el ombligo del
sueño, articulo que da su título a la recopilación.
Refiriéndose a la producción fantasmátlca de Emma, una analizante, dice Bataille:
•.. .la práctica de los textos de Lacan me permitió comprender mejor lo que estaba en
juego en el texto de Emma, pero éste, a su vez, me permitió comprender mejor ciertos
textos de Lacan". Es por esto que sus afirmaciones de que "los maternas están para
ser usados" y que "no hay práctica sin leoria" no conllevan una pretensión científica.
Más bien, representan un Intento de dar cuenta de la especificidad de la posición del
analista, a la que aborda por el sesgo singular de sus "Incomodidades". Logra así ubi­
car las opacidades del d iscurso analítico, por medio de un testimonio literario que, no
por ser menos opaco, es menos esclarecedor.

David lAZnik

Jacques-Alain Miller. Maternas JI. Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1988.

Maternas ll presenta la traducción al castellano de una serie de artículos, conferencias


y seminarios de Jacques-Aiain Millcr fechados entre 1 966 y 1 987. Los textos han sido
agrupados en dos sccdoncs: Lógica del significante y Lacan clínico. Queda de este mo·
do conformado un binario.
En S' truc dure (último texto de la sección Lógica del significante, cuyo título remite a
un juego de palabras entre estructura/este asunto dura/este asunto duro), el autor tra­
ta con detalle la estructura de la cadena significante en tanto binario elemental. donde
"uno se interesa en la combinación de los elementos { . . ) sin que haya que suponerlos
.

sustanciales { . . . ) en una relación que implica que uno remite a otro" (pág. 92). Fort-da,
presencia-ausencia (+ -) son formas del binario, como así también los propuestos por el
mismo Millcr a modo de escansiones en la lectura de Lacan: síntoma-fantasma, acto-In­
terpretación, cte. ¿Será aplicable a Lógica del slgnificante-Lacan clínico esta lógica de bi­
nario? Parece plausible en la medida que probemos que l.acan clínico encuentra su ra­
zón no en una "sustancia propia" sino en la Lógica del significante.
1 40 ESCJ\NSION / NUEVA SEI{IIO:

Que la clínica remite a la lógica no es algo que cae por su propio peso, especialmen­
te para el lector cuya relación con el psicioanálisis está todavía influida por corrientes
que hasta hace muy poco fueron las predominantes en nuestro medio. Veamos enton·
ces cómo se ordenan y adquieren racionalidad los temas más básicos y fundamentales
de la clínica en su referencia a la Lógica del significante,
Nadie puede poner en discusión a la asociación como instrumento impar del análi·
sis. ¿Por qué? ¿Es que damos así posibilidad de expresarse a un oscuro otro yo de las
posibilidades psíquicas? De ningún modo. La racionalidad de la asociación libre como
método analítico se deduce de las propiedades de la cadena significante (cf. "La lógica
del significante", págs. 43·44).
El analista, ¿es un interlocutor del paciente? Por cierto no fue Lacan el único que
advirtió que la respuesta no puede ser sin más, afirmativa. Pero, ¿cuál es el funda·
mento? ¿Existe otra manera racional de encararlo que a partir de lq,precisión del suje·
to que, en tanto no dueño de lo que dice, es un sujeto subordinado al significante y a
sus leyes? "En el sujeto de la estructura del lenguaje [ . . 1 ya no se trata del interlocu­
.

tor" (S' truc dure, pág. 99).


"Bastó con que hubiera un psicoanalista en el mundo para que la clínica de la his·
teria cambiase" (Lacan clínico, pág. 1 2 1 ). ¡Y vaya si cambia! A tal punto que para algu­
nos ya casi no hay histerias . . . ¿Por qué cambia la clínica? Por la Lógica del significan­
te: "por el hecho de que el significante funciona en primer lugar como separado de su
significación" (pág. 1 2 1 ), cuando al significante histeria se encadena el significante
analista se produce una significación que antes existía.
El hecho mayor, cotidiano, elemental, de la clínica psicoanalítica es una paradoja
(en sentido lógico, cf. pág. 36): el sujeto en tanto actúa contra su propio bien. A este
sujeto no se lo puede captar desde una intuición o un sentido común, es un sujeto que
se resiste a ser comprendido. "El psicoanálisis concierne a aquello que padece del sig­
nificante, a aquello que sufre del significante" (pág. 1 33). Por ello no cabe pensar en el
que habla desde el diván como scmej:mte -por ello mismo conviene que hable desde el
diván- sino más bien como un "jirón de discurso" (pág. 1 3 1 ) . Por esta misma razón sus
afectos no tienen con respecto a sus palabras el carácter de referencia última, no es­
tán del lado de la causa sino del "efecto del lenguaje sobre el cuerpo" ("A propósito de
los afectos en la experiencia analílica·, pág. 160). En consecuencia, no tiene sentido
-en psicoanálisis- una psicofisiología del afecto, pero sí una lógica (pág, 1 5 1 ), que se
elabora alrededor de la noción de inconsistencia del Otro (pág. 1 49). Y tomemos debida
nota de que inconsistencia no es una manera aproximada de llamar a la intuición sino
un concepto fuertemente articulado en lógica matemática.
Además de los textos ya mencionados se publican en la sección Lógica del signifi·
cante "La Sutura" -crucial intervención de J.-A. Miller en el Seminario de Lacan en
1 965-, "Matriz", "U o No hay metalenguaje" y "Un viaje a las islas". El prtmero desarro­
lla una serte de articulaciones lógicas sobre Todo y Nada al tiempo que el contenido
del segundo se deduce de su título. "Un viaje a las islas" comienza por el comentario
de un libro con problemas de lógica recreativa -R Smullyan, ¿Cómo se llama este li·
bro?, Ediciones Cátedra, 1 984- y culmina con un apartado sobre lógicas inconsisten·
tes.
En Lacan clínico aparece "Introducción a las paradojas del pase": nuevamente un
tema clínico encarnado desde la lógica. En "H20" encontramos una exquisita articula­
ción teórico -clínica sobre la obsesión en el marco de la búsqueda de una fórmula -la
alusión a la del agua es irónica- que permitiría dertvar de la histeria la obsesión. ! (x)
(! es Sigma, escrttura de Sinthome) aborda la cuestión del síntoma a partir de una
pregunta inquietante: "¿Qué es lo que prueba al Inconsciente?" (pág. 1 65). El texto que
cierra el volumen -"Algunas reflexiones sobre el fenómeno ps!cosomático"- es tan rico
y original en su enfoque como explicito en su titulo.

Jorge Bekerman
1ER11JLIA DE lECTORES 14 1

Clínica psicoanalíUca. Deseo y goce, S. Albano, S. Basz, J. Chamorro, A.


Donght, L. Erneta, García Dupont, L. Gorostlza, F. Kruger, C. Lichtensztain,
J.-A. Miller, A. Misoricci, G. Peskin, R. Seldes, Simposio del Campo Freudiano,
Buenos Aires, 1988.

Desde su primera convocatoria, en 1 980, el Simposio del Campo Freudiano ha alenta­


do la producción individual de cada uno de sus núembros con la presentación de sus
trabajos en las jornadas de clausura de cada ciclo y la publicación posterior de los
mismos en volúmenes que, reunidos hoy, dan cuenta también de la trayectoria teórica
de esa institución.
En esa misma línea se inscribe, asimismo, la recopilación editorial de las exposicio­
nes mensuales que, paralelas a la tarea de los conjuntos (cartels), giran alrededor del
mismo tema general. Tal es el caso de Clínica Psicoanalítica. Deseo y goce, libro que
reúne una docena de esas intervenciones a las que se agrega la así titulada "Charla al
Simposio" de Jacques-Alain Miller.
Los trabajos están consagrados a presentar y discutir conceptualizaciones que
comprometen directamente a la práctica psicoanalítiea y la dirección de la cura a par­
tir de lo que se subraya como un desplazanúento "del eje problemático del par deman­
da-deseo al par deseo-goce" en la enseñanza de l..acan. Ret:orren, esencialmente, temas
de la clínica diferencial -que tratan Albano, Erneta, Kruger, Misoricci y Seldes- y de la
técnica -Basz, Chamarra, Donghi, Gorostiza, Lichtensztain-.
Párrafo aparte merece la intervención de J. -A. Miller, que él mismo definió no como
una conferencia sino como una charla. y en la que en tono coloquial introdujo, a me­
diados del año pasado, el entonces recién decidido tema de las Segundas Jornadas del
Campo Freudiano en la Argentina: "Lógicas de la vida amorosa". Dio allí los que consi­
dera lineamientos fundamentales para la lectura de las "Contribuciones a la psicología
de la vida amorosa", de Frcud, desde la perspectiva en la que "goce" y "saber" pernútcn
conjugar las dos vertientes diferenciadas en la obra freudiana, la del Edipo y la de la
metapsicología, articuladas en el materna de la normalización del goce del Uno por la
Intervención del Otro.
Así, éste que promete ser el primero de los dos tomos que recopilan esta serie de
trabajos, insiste del principio al fin y aun en este aporte extra-institucional, en aquel
que fue, en cierto modo, el pivote de su labor en 1 987-88: "Leer a Lacan es renovar el
pacto con Frcud".

M.R./1.

El Murciélago, Revista freudiana al día, Anáfora Editora, Buenos Aires, nú­


mero l . Diciembre 1988. Dirección: Germán L. García.

Es sabido que en Buenos Aires hay murciélagos, aparecen por las noches y anidan en
vcnt.·mas o tejados buscando penumbras. También sabemos que !lk'is de uno asocia su
nombre a un personaje de historietas, que años atrás se nos presentaba como un ideal
de justicia en una serie de televisión.
Pero ahora hace su aparición, y a la luz del día, El Murciélago, en nuevo formato,
con sesenta y seis páginas. Es decir, en forma de revista y anuncia en su presentación
al vuelo que toma algunas plumas prestadas de L'Ane. El primer número está dividido
en El Campo, Enigmas de la pubertad y Vibraciones, que sumadas a la presentación
ponen voces, ruido -ya que fue presentada por la noche en Cemento- y también expec­
tativas.
Si bien esta rcsei'la no puede comentar cada uno de los artículos que la revista pre­
senta, es conveniente señalar qué espacio quiere ocupar. Expectativas que apuntan a
1 42 IO:SCANSION / NUEVA SI-:Hil·:

d l li.:rcndar al analista en su función -dispositivo analítico-, del analista en la ciudad.


Si el analista en su función es Inasible como el murciélago de la fábula, no lo es -o no
tcndria que serlo- en el campo de la cultura, donde esto no es válido. J. Lacan dice en
1 95H: ·¡.:n ese s!lendo que es privilegio de las verdades no discutidas, los pslcoanalis·
las encuentran el refugio que los hace impermeables a todos los criterios que no sean
los de una dinámica, de una tópica, de una economía que son Incapaces de hacer va·
ler fuera". El Murciélago es una manera de hacer valerfuera de los "recintos sagrados·,
el discurso analillco. ¿Imperativo? Esto está por demostrarse. Lo que si podemos aflr·
mar es que El Murciélago se vectoriza en una ciudad y en relación al Campo freudiano,
para poner a la luz del día la búsqueda de rigor con que Jacques Lacan signó su ense·
r'lanza.
Entonces, ante esta aparición decimos que estas líneas no son una reseña "objetl·
va", pues se declara una total simpatia por esta nueva clase de murciélago, nacido en
julio de 1 988 durante la realización del Quinto Encuentro Internacional del Campo
Freudiano en Buenos Aires.
La elección de una cita del editorial nos permite concluir. "Las mil especies de mur­
ciélagos que se reconocen en la actualidad bastan para que las proliferaciones de
nuestra metáfora se presten a los más diversos malentendidos - nada Impedirá, en lo
sucesivo, que estos malentendidos sirvan para cualquier malentendido particular.·

Aníbal Leserre
SCILICET II

Direcciones de las publicaciones de la red &ilicet II

Omicar?: Revue du Champ freudien, 31, rue de Navarin, 75009, París,


Francia.
Razpol y Wo es war: Drustvo za Teoretsko psihonalizo, 6100 Ljubljana,
Vosnjakova 8, Yugoeslavia.
Newsletter of the Freudian FY.eld: Department of English, The University
o[ Florida, Gainesville, FL 32611, USA.
ElAnalilicón: Muntaner 499, 5º, 4ª, 08022, Barcelona, España.
La Psicoanalisi: via Francesco Dall'Ongaro 43, 00152, Roma, Italia.
Falo: rua Aracaju 62, Barra Salvador, 40160 Babia, Brasil.
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­
neda, provincia de Buenos Aires, en julio de 1989.
ESCANSION
NUEVA SERIE
PUBLICACION PSICOANALITICA
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jACQUES LACAN
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Juan Carlos Cosentino Gerardo Réquiz


Diana Etinger de Alvarez Diana S. Rabinovich
Luis Erneta Stuart Schneiderman
Adriana Luca Ricardo D. Seldes
Mauricio Mazzotti Nora Silvestri
Adrian Merlet Patrick Valas
Jacques-Alain Miller

MANANTIAL
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FU N DA C l O N D EL C A M PO F REUDI AN O EN LA ARGENTINA

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