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Xantolo

Xantolo o celebración del día de muertos, es una fiesta tradicional de origen prehispánico en honor a los
difuntos que se celebra en la región de La Huasteca en México, constituyendo una de las dos fiestas más
importantes de la región. Esta celebración inicia normalmente año con año del 28 de octubre al 3 de
noviembre en los pueblos que integran esta región huasteca que abarca varios estados de la república
como Hidalgo, Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí. En ellos, las personas tienen la creencia de que
durante estos días, las almas de los difuntos regresan de manera invisible al mundo de los vivos, por lo cual
es necesario recibirles con respeto. El ritual implica la realización de grandes preparativos para recibir a los
fallecidos como pueden ser la realización de altares u ofrendas con elementos de la gastronomía local, flores
y frutas de la temporada, veladoras e imágenes religiosas, entre otros, el tronido de cohetes y tañido de
campanas, oraciones y cantos, así como el sello distintivo de este festejo, que son las danzas tradicionales
denominadas vinuetes, en las cuales se baila con disfraces y máscaras de calaveras, demonios y otros,
acompañados por la música típica del son huasteco. Cada pueblo o microrregión huasteco, aporta
elementos propios a su xantolo, pero siempre teniendo rasgos en común.
Xantolo es una derivación del Milkailjuitl (celebración prehispánica para adorar a los muertos) y es una
de las más importantes de la región.
Las preparaciones comienzan mucho antes de que noviembre aparezca en el calendario. El 29 de
septiembre, día de San Miguel se coloca la primera ofrenda y el 18 de octubre, día de San Lucas, se
pone la segunda. El 30 de octubre es cuando las comunidades comienzan con los preparativos
fuertes para los próximos días, se hacen las últimas compras de alimentos, se preparan los adornos del
altar, los fuegos artificiales y se ensayan los últimos bailes. Ese mismo día se da el arranque oficial, en
cada casa un mantel bordado de colores y un arco de caña de azúcar adorna el interior. Del arco
cuelgan frutas, pan de muerto y canastas con cacahuates y dulces; al centro de todo esto va la imagen de
algún pariente difunto o en algunos casos de un santo. Este permanecerá hasta 1 de diciembre.
Los niños y angelitos tienen su celebración el 31 de octubre, se colocan caminos de cempasúchil para
que puedan llegar al arco y degustar de la ofrenda colocada. El 1 de noviembre, Día de Todos los
Santos, es para los difuntos adultos, por lo que se encienden velas grandes desde temprano y guiarlos
por buen camino. Los tamales hacen presencia en este día, así como el chocolate y pan de muerto, que
normalmente se comparten con otras familias, para celebrar así a todas las almas que han regresado a
convivir con sus parientes. Cuando llega el Día de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre, la celebración
alcanza su máximo esplendor. Muy temprano, las ofrendas se llevan hasta las tumbas de los difuntos, se
adornan, se come y se convive en el cementerio con las ánimas de los familiares.
Al medio día comienzan a repicar las campanas de las iglesias y los cuetes se hacen presente en las
calles de las comunidades.

La celebración se alarga hasta entrada la noche, donde se hace una última ofrenda para despedir a los
difuntos, deseando un buen camino y su eterno descanso, hasta el siguiente año.

Durante estos cuatro días las calles se llenan de fiesta y colores, adornadas con flores de cempasúchil,
compartiendo chocolate o café, servilletas y manteles bordados adornan las mesas de las casas. La
música acompaña cada rincón durante el Xantolo, las bandas de las comunidades hacen sonar el violín y
la jarana para bailar al ritmo del son huasteco, los huapangos, las cuadrillas (hombres se colocan
máscaras de mujer) y por supuesto la Danza de los Huehes o la Danza de los Viejitos es un baile que
no puede faltar. La manera tan vivaz de celebrar a los muertos en la Huasteca es lo que hace del Xantolo
una fiesta única y especial.
No solo remite a las prácticas prehispánicas de los primeros pobladores de México, pero, también muestra
cómo las tradiciones son parte fundamental de una sociedad, ya que representan valores como la unión,
participación, hospitalidad, solidaridad, refuerzan la identidad y, sobre todo, que se puede salir de la vida
cotidiana y abrir las puertas a lo místico y a aquello que no podemos comprender por completo.

SIGNIFICADOS
El agua, representa la fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para saciar su sed después del
largo recorrido y para que fortalezcan su regreso.
La sal sirve para que el alma no se corrompa en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.
La luz que producen las velas representa la esperanza y la fe, una guía para que los difuntos
puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada.
En varias comunidades indígenas cada vela representa un difunto, es decir, el número de
veladoras que tendrá el altar dependerá de las almas que quiera recibir la familia.
Si los cirios o los candeleros son morados es señal de duelo; y si se ponen cuatro en cruz,
representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta
encontrar su camino a su casa.
El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses,
pues el incienso fue traído por los españoles; la
fragancia de ambos subliman la oración o alabanza, se
usan para limpiar el lugar de los malos espíritus y
evitar peligro alguno a quienes regresan a su casa.
Por sus colores y estelas aromáticas, las flores son
símbolo de la festividad, adornan y aromatizan el lugar
durante la estancia del ánima.
Las más tradicionales son el alhelí y la nube, que su
color significa pureza y ternura y suelen acompañan a las ánimas de los niños; así como la de
cempasúchil, que en muchos lugares se acostumbra a desojarla y poner caminos de pétalos para
guiar al difunto del campo santo a la ofrenda y viceversa.
Entre los múltiples usos del petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja. En este particular
día funciona para que las ánimas descansen así como de mantel para colocar los alimentos de la
ofrenda.
En los altares dedicados a los niños, no debe faltar el perrito izcuintle en juguete, para que sus
ánimas se sientan contentas al llegar al banquete.
De acuerdo con la creencia, el perrito izcuintle es el que los ayuda a cruzar el caudaloso río
Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán.
El pan es uno de los elementos más preciados en el altar, representa el ofrecimiento fraternal.
Los golletes son panes en forma de rueda y se colocan en las ofrendas sostenidos por trozos de
caña, estos simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se
ensartaban.
En las ofrendas también se acostumbra colocar fotografías de quienes ya no están, la imagen
de las ánimas del purgatorio, imágenes de santos, frutas, dulce de calabaza, calaveras de azúcar,
licor, una cruz grande de ceniza y los platillos favoritos del difunto.
Para recibir a las ánimas, el altar puede ser adornado con papel picado, telas de seda y satín
donde descansan también figuras de barro, incensario o ropa limpia.
En la mayoría de los hogares campesinos de extracción mestiza o indígena y aún entre algunas
familias urbanas, el 31 de octubre se elabora la ofrenda dedicada a los niños o “angelitos”.
Sus ánimas llegan el 1 de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que
sus padres les prepararon.
A diferencia de los altares para los adultos, estos se caracterizan por que la mayoría de sus
elementos son blancos y en escala pequeña, se colocan alimentos sin picante, dulces y juguetes.

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