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Cine

Ella siempre era hermosa, y cuando no se peinaba lo era aún más. Las cosas cambiaban
totalmente cuando se colocaba esos lentes, eso lo hacía en pocas ocasiones, por lo regular
cuando no alcanzaba a leer las letras de algunos de los documentos que tenía a la mano
o cuando estaba en frente de la computadora. Antes de ponerse los lentes era la persona
que me agradaba por su personalidad sencilla y por su manera de reír a carcajadas de
cualquier chiste estúpido que salía de mi boca; pero en el instante en que esos cristales
ovalados adornaban su cara, yo obtenía una incómoda erección.
Fantasee con ella un par de veces antes de invitarla a salir. Nunca he sido un hombre de
rodeos, cuando quiero algo suelo ir al punto.
-quiero salir contigo- le dije, cuando quedamos solos en aquella sala después de una
reunión. - me gustas- le volví a decir.
Salimos tres días seguidos, la primera al museo, a una exposición de Remedios Varo, la
segunda a la plaza comercial, y con el pretexto de un autobús lleno, en el camino acerqué
mis labios al suyo, y a pesar de que no llevaba los lentes puestos, sentí como mi pene se
erectaba y ella también lo sintió, pero no dijo nada, solo sonrío.
En la tercera cita fuimos a un cinema. Antes de entrar mientras comprábamos las
palomitas le toqué el trasero y lo encontré en aceptable condición. Dentro del cinema
mientras veíamos la película ella coloco su cabeza en mi hombro, yo la rodee con mi
mano. Unos minutos más tarde nos encontrábamos besando; su beso era largo y espeso,
pero sabía mover la lengua. Yo aproveché la forma en que estábamos acomodados para
meter mi mano dentro de su blusa, y pude sentir sus pezones, erectos y duros como mi
miembro, ella lentamente abrió el cierre de mi pantalón y con mucho cuidado fue
acariciando la punta de mi pene.
Afuera estaba lloviendo. Cuando salimos del cinema bajo el pretexto de que ya era muy
de noche y la lluvia era torrencial, la invite a quedarse en mi departamento. Le ofrecí un
café cuando llegamos, mientras ella se lo tomaba yo fui por una toalla para que ella se
secara. En la sala me di la vuelta para quedar de espaldas mientras ella se desvestía para
cambiar su ropa ya mojada por una de mis camisas.
-te gusto, mucho- me dijo, y yo voltee para ver una mujer con el cabello húmedo, con sola
una de mis camisas encima, su ropa empapada yacía a un lado. Me acerqué a ella y
comencé a besarla, y coloqué mi mano en su muslo.
- despacio- me dijo, hay que disfrutarlo.
Escuchaba la lluvia afuera de la ventana, y también oía latir mi corazón, sentía una presión
en el pecho y una sensación en la pelvis, como si todo lo que llevaba reservado, en mi
interior estuviese a punto de salir en una explosión.
Ella estaba quitándose la única prenda, o yo se la estaba quitando, no lo recuerdo. Los
senos eran diminutos, pero el trasero era auténtico. Por fin se tiró en el sillón y
empezamos la faena.
Las caricias preliminares me produjeron fastidio, sentía mi torpeza y quería ya estar
dentro de ella para apaciguar la ansiedad, pero ella no parecía tener ninguna prisa, al
parecer le gustaba mucho el jueguito de manos y besos. Por fortuna, cuando ya empezaba
a irritarme, ella abrió sus lindas piernas. La penetré lentamente, ella se quedó quieta
como una enorme ostra en la mesa del cirujano; un breve quejido escapó por sus labios
entreabiertos. Me sentí mejor y seguí camino hacia el fondo de aquella deliciosa cavidad.
La penetraba y ella gemía.
-despacio- me repetía a cada rato. ¿pero cómo iba yo a detenerme si ella había sido el
objeto de mi dese por mucho tiempo?

Chupaba sus pezones y ella apretaba mi cabeza contra su pecho.


- Muérdelos- me decía.
Me puse abajo y ella arriba, y pude verla de la cintura para arriba, pude ver sus pechos
agitándose mientras se movía, sentí la humedad que se generaba en su sexo. Ella se
movía, los dos gemíamos.
- Quiero terminar- me dijo
- Más duro, más duro- sentí como un líquido recorría mis caderas, al mismo tiempo
que yo explotaba y toda la desesperación se iba, todo yo me iba. Me venía.
Eran cerca de las once cuando regresamos a la cocina, ella seguía con mi camisa, y su
cabello mojado por la ducha.
-tu café se enfrío- le dije.
- sí, haz otro… y dime ¿te gustó?

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