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Rodney Hilton PDF
Rodney Hilton PDF
APARTADO Nº 1: Introducción
El campesinado fue la base de las antiguas civilizaciones, origen de la mayoría de las sociedades feudales europeas;
en tanto que la clase de los esclavos, aunque con una considerable significación económica y cultural en ciertos
momentos y sectores del mundo antiguo, fue siempre más reducida desde el punto de vista numérico y de una
importancia más intermitente que la de los productores campesinos.
La existencia del campesinado, en cuanto clase de pequeños productores agrícolas, ha supuesto siempre la
existencia de otras clases que viven a costa de los excedentes de producción del trabajo campesino. Esto hace que el
campesinado se encuentre dentro de una extensa red de relaciones con estos grupos sociales, relaciones que
inevitablemente generan un antagonismo.
Por lo que se refiere al campesinado podemos distinguir tres fases principales de desarrollo durante el milenio 500 y
1500, aunque no cabe duda que dentro de estas tres fases existieron otros muchos factores de cambio.
La primera fase es la que podemos denominar de feudalización de la sociedad del Occidente europeo, que tuvo lugar
entre los siglos VI y X aproximadamente. Este período se inicia con la creación de los estados bárbaros sucesores del
decaído sistema político del Imperio romano. En sustancia, se dio en él, una continuidad de las relaciones básicas
que caracterizaron los últimos años del Imperio. Fue un período de gran complejidad por lo que se refiere a la
evolución política, y un período durante el que las aristocracias territoriales establecieron su control sobre el resto
de la sociedad. Las aristocracias terratenientes:
fueron la base social indispensable para el desarrollo de los poderes del monarca que definían la forma de
organización del Estado.
Su control se expresaba a través del monopolio de los medios de coerción, pues esta clase terrateniente era
el poder militar.
Se expresaba también en la administración de justicia a los diferentes sectores de la sociedad, desde los
tribunales de los reyes, duques y condes, en los que se juzgaban los conflictos entre los que ocupaban
rangos superiores de la jerarquía, hasta los tribunales inferiores en que los señores y sus oficiales juzgaban a
los campesinos,
la mayoría de los campesinos no gozaban de libertad alguna ante la ley o dependían en tal medida de sus
señores que, si eran libres, no pasaba de ser un puro formalismo legal y en la práctica casi no tenía
significado alguno.
En esta fase, la economía agraria producía muy pocos excedentes aparte de los estrictamente necesarios para
sustentar el poder, y la distribución de status de la aristocracia terrateniente. La producción destinada al mercado
era muy reducida, las rentas se pagaban por lo general en forma de prestaciones de trabajo o especie, apenas había
dinero en circulación y, puesto que los ingresos de las clases altas eran más en especie que en moneda, era escasa la
demanda efectiva de artículos de lujo procedentes del comercio internacional. El elemento urbano en el marco de la
vida de Occidente era reducido, señores y campesinos constituían la inmensa mayoría de la población.
La segunda fase, que va del siglo XI a principios del XIV, se caracteriza por un considerable crecimiento de la
población, una expansión de las tierras de cultivo, un cierto progreso técnico y un notable incremento de la
producción para el mercado. La base necesaria para esta producción cuyo destino era el mercado radicaba en un
aumento de los excedentes agrícolas, es decir, excedentes respecto a las necesidades de subsistencia de los
productores básicos. Esto fue posible gracias al incremento técnico de productividad, pero fueron aún más
importantes las mejoras introducidas en la organización y la creciente presión de los señores para que se transfiriera,
de una forma u otra, un mayor volumen de excedentes del producto a ellos. La mayor parte de los productos
agrícolas que se ofrecían en aldeas, pueblos y ciudades eran producto del trabajo de los campesinos que buscaban
recursos monetarios para pagar las rentas, impuestos, multas judiciales y productos industriales. El dinero que se
pagaba en los centros de población por los productos agrícolas acababa llegando a manos de los terratenientes, la
jerarquía eclesiástica, los titulares de jurisdicciones, el gobierno y, en última instancia, los mercaderes que ofrecían
los servicios y mercancías. El suministro de estos bienes y servicios hacía crecer el número de artesanos, pequeños
comerciantes y empresarios industriales en los centros urbanos (ciudades). Esta población, en constante aumento –
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llega a alcanzar la cifra de cien mil en algunas de las grandes ciudades italianas, y constituye el doble de ese número
en el París del siglo XIII-, recibía su mayor inmigración de las áreas rurales. Esta inmigración reflejaba no sólo el
atractivo que ejercían las ciudades, sino un sobrante de población rural que empezaba a agudizarse a finales del siglo
XIII y que se evidenciaba en el gran número de familias que trataban de vivir del producto de pequeñas fincas,
insuficiente para proveer al sustento de todos sus miembros. Todos estos factores producían considerable malestar
social y generaban la formación de un sentimiento de inseguridad.
La tercera fase, que cubre el período comprendido entre los siglos VIV y XV, es un período en el que las tensiones de
la fase precedente parecieron llegar al límite, y en el que una oleada de epidemias de peste causaron una drástica
reducción de la población europea. Aún continúa siendo tema de discusión entre los historiadores y especialistas en
demografía los índices de mortalidad alcanzados entre los años 1350 y 1375, oscilando entre un 20 y un 50 por
ciento. La discrepancia es menor por lo que respecta a las consecuencias más importantes de la mortalidad. Los
salarios subieron, como también los precios de los productos industriales, en tanto que bajaron las rentas y los
precios de los productos agrícolas. Se podía disponer de más tierras, decreció el número de pobres minifundistas, y
la ganadería se vio notablemente mejorada, en parte gracias a las mayores disponibilidades de pastos. Sin embargo,
la alteración social no fue pequeña, en especial en los sectores urbano e industrial de la economía. Los antiguos
centros de producción entran en decadencia gracias a un desplazamiento de las zonas industriales a nuevas áreas
geográficas, que producían bienes más baratos. Hasta el último cuarto del siglo XV no volvió a subir el nivel de
población, iniciándose con ello una nueva fase en el desarrollo europeo.
Las tres fases evolutivas se describen aquí sobre todo en términos de factores sociales y económicos, no suficientes
por sí solos para la comprensión del carácter general de las sucesivas épocas. Las formas de organización política y
de vida religiosa desempeñaron también un papel importante en las respuestas de los campesinos a las
circunstancias cambiantes de su vida. Se ha aludido ya a las cargas que suponían la imposición fiscal por parte del
Estado y las multas jurisdiccionales que se añadían a las demandas de rentas y servicios de los terratenientes. Estas
cargas adicionales eran la obligada consecuencia del crecimiento del aparato de gobierno, desde los pequeños
principados de duques y condes a las grandes monarquías feudales, como Inglaterra y Francia. El origen de tales
cargas radicaba en los gastos crecientes de la clase privilegiada en guerras, fiestas y ostentación, pero también en los
costes crecientes de la administración.
Igualmente, con respecto al papel de la Iglesia, el problema vital de la conciencia social de los campesinos se halla
ligado a nuestra comprensión de la religión popular y de las relaciones del pueblo con la jerarquía eclesiástica oficial,
así como con las sectas heréticas, que llegaron a adquirir una gran importancia a partir del siglo XII. Muchas de las
ideas y creencias de los campesinos debieron de tener su origen en fuentes precristianas o no cristianas. La Iglesia
absorbió, necesaria y hasta conscientemente, en su propio ritual y en sus actividades a nivel parroquial muchos de
los ritos propiciatorios, prácticas animistas y formas de magia simpática que, estrictamente hablando, no tenían
nada que ver con el cristianismo de Roma, de las escuelas o de las diócesis. Todos estos elementos estaban
relacionados en la mentalidad campesina con la repetición de los ciclos de la producción agrícola y, como tales, no
eran susceptibles de pasar a formar parte de la expresión de las aspiraciones políticas o sociales de los campesinos. A
nivel político fue el elemento no pagano del cristianismo el que ejerció mayor influencia sobre las ideas y creencias
campesinas. A los campesinos les interesaba no sólo la consolación que suponían los sacramentos, sino el ejemplo
histórico de la iglesia primitiva, cuyos dirigentes espirituales eran gentes más parecidas a ellos que los abades y
obispos terratenientes que se les ofrecían como representantes de los Apóstoles.
- Realiza una primera lectura global del texto e identifica el tema principal. Luego realiza una
segunda lectura, enumera los párrafos y subraya las ideas principales respecto del tema que habla
el texto. Elabora un resumen del mismo, que ocupe menos de la mitad de lo que ocupa el texto
original. Finalmente, responde las siguientes preguntas.
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Los campesinos fueron los productores primarios en las civilizaciones antigua, medieval y moderna, y cumplen
todavía este papel en muchas sociedades contemporáneas aún no industrializadas.
Una economía campesina es aquella en la que una gran mayoría de la población se compone de familias que cultivan
la tierra y crían animales en sus explotaciones individuales. La función principal de la producción en la explotación
familiar es satisfacer las necesidades de subsistencia de la familia. Pero, en toda la historia no se registra una
sociedad compuesta sólo de campesinos. Las sociedades campesinas no son las más primitivas, sino el producto de
sociedades más antiguas, organizadas tribalmente. Los campesinos tenían que proveer al sustento de la aristocracia,
sacerdotes, artesanos, mercaderes y todos aquellos que no trabajaban directamente la tierra. Las explotaciones
campesinas tenían que producir un volumen superior al requerido para sostener a las necesidades de la familia
campesina, pasando el excedente, directamente o a través del mercado, a estos otros grupos sociales.
A pesar de la existencia de medios físicos tan diferentes, las comunidades rurales de la Europa medieval tuvieron una
estructura social muy similar. Ello se debía al hecho de que en una economía de subsistencia los alimentos más
sencillos de producir y a un precio más económico procedían de los cereales. Se adoptó en gran medida el arado
como medio de cultivo, para lo cual se requería la utilización de animales de tiro, especialmente bueyes. Otros
animales domésticos, tales como cerdos, cabras, ovejas y aves de corral, suministraban leche, queso y carne. La
agricultura campesina era una mezcla de agricultura y ganadería en la que las tierras de pastos para los animales
eran tan necesarias como las tierras de cultivo para las semillas.
- Realiza el mismo procedimiento que para el apartado anterior (primera lectura, segunda lectura,
subrayado y resumen). Luego responde:
4. ¿Qué características presenta una economía campesina? ¿Qué elementos utiliza para la
producción de sus alimentos?
- Utiliza el mismo procedimiento de lectura que en los apartados anteriores (primer lectura, segunda
lectura, subrayado y resumen). Luego responde:
5. ¿Cuáles son las principales características de las explotaciones campesinas de la Europa medieval?
- Realiza el mismo procedimiento de lectura que en los apartados anteriores (primer lectura,
segunda lectura, subrayado y resumen). Luego responde:
6. La comunidad campesina medieval ¿Era una comunidad de iguales? ¿Por qué? ¿Qué aspectos los
diferenciaba?
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7. Los nobles ¿Consideraban a los campesinos como sus iguales?
8. ¿Qué otros elementos sociales reconoce el autor como perteneciente, o relacionado con, la vida
campesina? ¿Cuáles eran las actividades que realizaban estos hombres y mujeres?
9. El autor considera que los campesinos de la Europa medieval “eran muy capaces, en términos
económicos, de proveer a su sustento sin tener que recurrir para nada a la clase gobernante”.
Entonces, ¿Cuáles piensas que eran las razones por la que se encontraban en condiciones de
dependencia de una nobleza que los gobernaba?
10. ¿Cuáles eran los elementos que les otorgaban poder a las aristocracias feudales?
11. ¿Cuáles eran las obligaciones que mantenían los campesinos para con los señores?
12. ¿Eran todos los señoríos semejantes?
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miembros de nobleza (grandes señores y pequeños señores, llamados vasallos) estaban ligados verticalmente por
lazos de lealtad, apoyo y dependencia, a los que se designaba por el término de “vasallaje”. Los lazos que unían a
señor y vasallo tenían su origen en épocas pasadas, antes de la creación de los Estados bárbaros que sucedieron a
Roma. La forma “clásica” de la relación entre señor y vasallo en la Europa feudal consistía en la prestación del
homenaje y el juramento de fidelidad al señor por parte del vasallo, a cambio de lo cual recibía un feudo del señor,
normalmente en forma de dominio territorial. Las obligaciones a que se comprometía el vasallo incluían el servicio
militar en el ejército señorial, el servicio de vigilancia en sus castillos, la asistencia a la corte del señor para prestar
consejo o declarar y prestar ayuda monetaria cuando el señor la precisaba. Las obligaciones del señor consistían en
el apoyo de los legítimos intereses y aspiraciones del vasallo, la crianza y formación militar de sus hijos y la tutela de
sus propiedades y herederos, en caso de ser menores.
APARTADO Nº 10: La Iglesia, relación con la nobleza feudal y con el campesinado. El ideal de un orden divino.
Queda por considerar un elemento importante de la nobleza terrateniente medieval: la Iglesia, institución que ya
durante el Bajo Imperio romano había recibido enormes dominios territoriales en concepto de donación, concentró,
en el curso de la Edad Media, grandes extensiones de terreno en todos los países de Europa. En Occidente durante el
Bajo Imperio estas propiedades eran por regla general posesión de los obispos, en especial del obispo de Roma. Los
monasterios occidentales no gozaban aún de una popularidad comparable con los de Oriente, pero las fundaciones y
donaciones se multiplicaron a partir del siglo VI. Las posesiones territoriales de los obispos, iglesias catedralicias y
monasterios eran tan enormes que sólo admitían comparación con las donaciones ofrecidas a los templos del
antiguo Egipto. Es verdad que los dominios de la Iglesia no aumentaron de forma gradual en el curso de los años:
períodos de pródigas donaciones se veían seguidos en ocasiones por períodos de indiferencia o, incluso, de
hostilidad. Las familias nobiliarias de toda Europa en general no dejaron nunca de considerar las tierras entregadas a
la Iglesia como si fueran suyas en parte, tratando tales tierras una reserva a las que recurrir en caso de tener que
recompensar a sus vasallos o de tratar de incrementar sus dominios.
Aparte de la inestable generosidad nobiliaria, cabe destacar la presencia de otros factores. Como consecuencia de la
adquisición de nuevas tierras por la Iglesia, y en especial por los monasterios, su forma de vida fue asimilándose de
forma progresiva a la de los terratenientes laicos y alejándose cada vez más de los ideales perseguidos por la más
prestigiosa de las reglas de Occidente, la de San Benito de Montecasino (h. 525) que pueden resumirse en las tres
palabras “pobreza, castidad y obediencia”. En el siglo XIII los monasterios tenían una activa participación en los
mercados de tierras para extender o completar sus dominios, de la acumulación de dinero gracias a la venta de lana,
grano o vino, y de la utilización de las reservas monetarias para prestar dinero a la nobleza que se hallaba
endémicamente en mala situación económica, tomando por lo general en prenda la tierra. Por entonces, al disminuir
considerablemente el prestigio espiritual de las órdenes monásticas, se vieron sustituidas por los frailes, sobre todo
franciscanos, en la estima popular.
La posición de los religiosos en la sociedad nobiliaria estaba firmemente asentada. Junto con los obispos y otros
terratenientes eclesiásticos, los monjes eran propietarios de grandes extensiones de tierras en la mayoría de los
países europeos, llegando en algunos casos a poseer casi la mitad del total de las tierras. El alto clero solía reclutarse
en el seno de las familias nobles y permanecer íntimamente unido a la sociedad nobiliaria laica. Los obispos y
abades, además de ser terratenientes, tenían extensos poderes de jurisdicción privada que ejercían a través de
agentes laicos y, junto con duques, condes y barones, participaban en la corte real en calidad de destacados asesores
políticos.
Debió de tener una gran importancia para la relación de los campesinos europeos con la clase terrateniente en el
poder el hecho de que una gran parte de la misma se hallaba constituida por eclesiásticos. Tres aspectos
caracterizaron el lugar que la Iglesia ocupó en la sociedad feudal en relación a la vida campesina:
Los religiosos personificaban en teoría los principios de la religión en la que todos creían,
controlaban la administración de los sacramentos sin los que los hombres no podían alcanzar la salvación
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y (por el hecho de constituir la mayoría de los hombres de letras de la sociedad) eran los encargados de
formular las ideas transmitidas sobre las obligaciones de carácter social y político.
Los campesinos no sabían leer, pero no faltaba gente que pudiera proporcionarles instrucción, desde el mismo
párroco, pasando por todo tipo de predicadores errantes, hasta los eruditos que eran designados para predicar en
público en los centros importantes donde congregaban gentes de la ciudad y el campo. Estos predicadores
exhortaban a su auditorio a cumplir con diligencia las prácticas necesarias de la religión y a observar el código moral
promulgado por la Iglesia, además de explicar en términos sencillos la naturaleza de la sociedad humana. Con
anterioridad al siglo XII solía explicarse que la ley y el poder de la autoridad constituían el castigo impuesto por Dios
a la humanidad por sus pecados. Con la estabilización de los Estados feudales y la relativa paz que hizo posible el
desarrollo del comercio local y de larga distancia, Europa estaba suficientemente madura para aceptar las ideas de
filósofos como Aristóteles, para quien las instituciones políticas eran la consecuencia natural del ser social del
hombre (“el hombre es un animal político”). Pero, si bien se aceptaba la interpretación catastrófica o natural del
origen de las instituciones humanas, la causa última era Dios: de ahí que el orden establecido en un momento
contara con la sanción divina. Los pensadores y predicadores medievales no intentaban disfrazar u ocultar en modo
alguno el hecho de l estratificación de la sociedad humana. Adaptaban y repetían una clasificación muy antigua de
los diferentes estamentos sociales, que, por casualidad, se acomodaba más o menos a la realidad de la sociedad de
la Alta Edad Media: la conocida división tripartita de los hombres en los que oraban, los que luchaban y los que
trabajaban.
- Realiza una primer lectura global del último apartado del texto e identifica el tema principal.
Luego, subraya las ideas principales de cada párrafo. Finalmente elabora un resumen que ocupe
menos de la mitad de lo que ocupa el apartado original que, principalmente, responda a las
siguientes preguntas: