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2 El Sujeto Moral Kantiano
2 El Sujeto Moral Kantiano
kantiano
Ética y
Deontología
Profesional
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El sujeto moral kantiano
Hay regresos que no son posibles luego de que un pensamiento activo y
creador es capaz de construir un nuevo enfoque de gran consistencia y el
planteamiento ético de Kant (1724-1804), filósofo prusiano de la
Ilustración, se yergue precisamente como una de las visiones más
influyentes en la historia del pensamiento.
Figura 1: Kant
Fuente: [Imagen sin título sobre ilustración de Kant]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/Tfojb7
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por superar las dos principales corrientes filosóficas de los siglos XVII y
XVIII: por un lado, el racionalismo con sus principales referentes, Descartes
y Leibniz, y, por el otro, el empirismo, con Locke, Berkeley y Hume como
sus portavoces más consumados.
“¡Es tan cómodo no estar emancipado!” (Kant, 1784), dirá el autor en ¿Qué
es la Ilustración? El uso de la razón, en cambio, exige esfuerzo y riesgo y
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pertenece por completo al que es capaz de manifestar la determinación de
su voluntad como origen y guía firme de su accionar en la vida. Hay un
entorno seguro que es el de aquel que posterga las decisiones a la espera
de que otro las tome por él. Pero Kant sostiene que si se presta debida
atención a esa postergación, se observa que en ella se encarnan principios
de deber frágiles, consideraciones endebles de cumplimiento,
interacciones caracterizadas por la opresión, en definitiva, incapacidades
para experimentar la vida con libertad y dignidad.
Fuente: [Imagen sin título sobre el giro copernicano]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/AGWuNe
Según Kant, el ser humano es capaz, como ser racional y libre, de regir sus
acciones por una voluntad buena y, así, sustraerse de aquello que lo
somete y lo condiciona a una causalidad externa. No es por falta de
inteligencia, según Kant, que el hombre permanece en ese entorno seguro.
Sucede que el uso íntegro de la razón demanda un repertorio de fortalezas
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y decisiones para abandonar esa torre de marfil y erguirse como ser
autónomo y libre. Ese uso de la razón afirma la primacía de la voluntad y se
muestra en el hecho de poder darse a sí mismo, en su carácter de
autolegislador, máximas y principios morales universales. La estructura de
la dimensión moral consiste en la consolidación de preceptos internos de la
acción que solo provienen de una razón autónoma:
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ese mandato, Kant lo llama imperativo categórico y su enunciación más
clara es la siguiente: obra solo de forma que puedas desear que la máxima
de tu acción se convierta en una ley universal. Este imperativo, sobre el
que descansa la filosofía ética kantiana, afirma el deber de cada sujeto de
actuar de forma tal que le sea lícito desear que aquello que rige su acción
regule el comportamiento de todos los hombres. Las cualidades propias de
esta máxima son su universalidad y su necesidad. En otras palabras, el
imperativo categórico que el sujeto se dicta a sí mismo no obedece a
mandatos externos ni condicionantes particulares: el criterio válido para el
obrar moral pretende constituir una ética legítima y obligatoria para todos
los seres racionales, que pueda aplicarse en todo tiempo y lugar.
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Newton, Hume y Rousseau: tres grandes influencias en el
pensamiento de Kant
Fuente: [Imagen sin título sobre Isaac Newton]. (s.f.). Recuperado de https://goo.gl/9hi9ou
Fuente: [Imagen sin título sobre David Hume]. (s.f.). Recuperado de https://goo.gl/KU6ZTB
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Figura 5: Jean Jaques Rousseau
Fuente: [Imagen sin título sobre Jean Jaques Rousseau]. (s.f.). Recuperado de https://goo.gl/hUymPv
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convertiría en tecnología práctica y la moral, en un cálculo
matemático. Qué cerca estaba Kant de predecir la reducción
a la que en la actualidad se ve sometido el concepto de
humanidad. (García Marzá, y González Esteban, 2014, p. 90).
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seres humanos como medios, sea en las relaciones sociales,
laborales o incluso personales (bienestar, amor). Pero, al
mismo tiempo, hay que considerarles como fines en sí
mismos, y para ello basta con tener presente su naturaleza
nouménica, su pertenencia al ámbito de la libertad y de la
dignidad moral… Este imperativo impone el deber de
respetar los derechos de los demás, y se refrenda en leyes
concretas aplicadas en todo el mundo. Prohíbe el asesinato,
la violación, el robo, el fraude y cualquier coerción arbitraria
y violenta. Y presenta con sumo respeto al ser humano –de
cualquiera que asuma su carácter de ser racional, libre y
responsable- como alguien digno de aprecio, dotado de
derechos, deberes y obligaciones…
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Referencias
Cortina, A. (2000) Ética mínima. Introducción a la filosofía práctica. Madrid,
ES: Tecnos.
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