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A este respecto es importante señalar que el término producción social deja de lado algunas
lógicas esencialista y establece que todo cuanto hay de sociedad es creado por la humanidad
misma. Es decir, en la sociedad, que esconde muchas categorías y procesos bajo la forma
natural, todo cuanto hay es producto humano:
“Las cosas
o no son”
Al respecto, me gustaría agregar un símil tomando a Borges: el libro vive cuando este es
tomado por un lector, previo a eso está muerto. Es decir, todo objeto posee su cuota de sujeto.
Justamente, el producto humano es objetivación del sujeto humano -por eso se llama al valor
trabajo humano objetivado-, en tanto que el consumo del producto es la desobjetivación o
subjetivación (Zardoya).
Por otra parte, Marx señala que esta actividad es propiamente humana. Una de las críticas
de Habermas, en la “reconstrucción del materialismo histórico”, es que en realidad el trabajo
existió en la formas antropoides, previas a la humanidad como tal. No obstante, Marx ya
esclarece que está desinteresado en analizar las formas instintivas de trabajo. De otro lado, lo
esencial del transformación de las naturalezas -ambas, si es que hay ambas, humanizadas- es
que, contrario a otras formas de vida que confeccionan su colmena o su hormiguero, es que el
humano posee su resultado previamente en su imaginación. Es decir, además de esforzar sus
órganos en la consecución de un resultado, orienta su voluntad a un fin -atención-.
Los elementos del proceso laboral serían: voluntad orientada a un fin -el trabajo-; el objeto;
y los medios. Al respecto sería útil conceptualizar. Utilizaré el esquema propuesto por Marta
Harnecker
El esquema parte al revés de cómo Marx presenta los elementos.
En cuanto a los directos es interesante señalar que “lo natural se convierte en órgano
de su actividad”. Incluso más allá de lo natural, cuando el humano comienza a producir sus
propios medios de trabajo, se puede mencionar lo mismo. El medio de trabajo es una
prolongación de las limitadas propiedades corpóreas -incluso, en el caso de lo intelectual, el
computador se puede visualizar como una prolongación de la memoria-.
La épocas se distinguen “por cómo y con qué medios de trabajo” se fabrica. -LEER EN
OTRA PARTE-
Como ya se había dicho anteriormente, el trabajo es una actividad dirigida hacia un fin, este
fin es el producto -es decir, un valor de uso mediado-: trabajo objetivado. Del movimiento al
reposo. Desde el punto de vista de la producción de este producto o valor de uso mediado, tanto
objeto como medio de trabajo son medios de producción -los productos también pueden serlo-
. Al respecto, cabe señalar que medios de producción pueden ser, por tanto, objetos tales como
la riquezas naturales, la tierra, un computador que controle ciertos procesos de trabajo, la
maquinaria, el espacio en el que se trabaja. Marta Harnecker ya advertía que no se trataba solo
de los medios de trabajo como muchos autores lo sostenían en su época. Los medios de
producción son factores objetivos del trabajo.
Por su parte, al trabajo que tiene como finalidad el producto es trabajo productivo.
Si estos factores objetivos del trabajo o medios de producción no son puestos en marcha
resultarían inútiles. Es necesario que sean movilizados por el trabajo vivo, este despertará a
estos inanimados factores “del mundo de los muertos”, consumiéndolas. En el trabajo
productivo, por tanto, ocurre la desobjetivación o subjetivación de los medios de producción.
Ahora volvamos al capitalista: este posee los factores objetivos -medios de producción- y
subjetivo o personal -fuerza de trabajo-. La última consume la primera. Aquí hay dos
peculiaridades: la primera es que el trabajo le pertenece al capital; la segunda es que el producto
es propiedad del capitalista.
Ahora entramos de lleno. Como ya se había visto en el capítulo II, quien produce el valor de
uso le interesa en cuanto “portador del valor de cambio” -medio de cambio-. Igualmente sucede
con el capitalista. Al respecto, sin embargo, caben dos consideraciones. La primera es que, al
igual que cualquier vendedor de mercancías, produce un valor de uso para que sea un valor de
cambio. Y lo segundo es que dicha mercancía debe ser mayor a la suma de valores de
producción -medios de producción y fuerza de trabajo-.
La suma de valores estaría constituida, en principio, por los valores de los medios de
producción.
Ahora faltaría ver el trabajo que le añade el obrero y para ello se verá el aspecto del trabajo
en cuanto formador de valor que confiere identidad a los trabajos -al ser gelatina-, difiriendo en
cantidad y ya no en cualidad. A dicha identidad se debe que los medios de producción y la
actividad sean partes del valor global.
En este caso, el valor de uso de la fuerza de trabajo es forma valor. Sabemos que es esta
fuerza, su gasto, su movimiento, la que genera el valor. El capitalista sabe que el obrero puede
trabajar más de lo que necesita para restaurar su energía -o sea, puede producir más que por lo
cual le están pagando-. Hasta el momento, le están pagando 3 chelines por media jornada de
trabajo. El capitalista sabe, entonces, que puede hacerlo trabajar el doble pagándole la misma
cantidad. De esta manera el capitalista acrecienta el valor de las mercancías respecto de la suma
de los valores de ellas. Aumenta la jornada laboral:
Como se ve, entonces, la suma de valores es diferente del valor que se produjo en el proceso
laboral prolongado. Generó un plusvalor de 3 chelines. Finalmente, “el dinero se ha
transformado en capital” (p. 235).
Todo esto ocurre en y fuera de la circulación. En, porque por intermedio de ella, comprar la
fuerza de trabajo; y fuera, porque la valorización ocurre en la esfera de la producción.
“Al incorporar fuerza viva de trabajo a la objetividad muerta de los mismos, el capital
transforma valor, trabajo pretérito, objetivado, muerto, en capital, en valor que se valoriza a sí
mismo” (p. 236)