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Dominique Raynaud1
Este capítulo está organizado en tres partes. La primera está dedicada a la historiografía del
término cientificismo (scientisme). La segunda parte analiza los diferentes significados del
término y concluye que sólo hay una forma coherente de cientificismo: el cientificismo
metodológico. La tercera parte examina la viabilidad de esta tesis, confrontándola con sus
críticas.
2. Importantes manifestaciones ocurrieron en París en octubre 1909 tras la ejecución de Francesc Ferrer i
Guardia, inspirador de las escuelas racionalistas de Cataluña: “Una educación racional y una enseñanza
científica salvarían a la infancia del error, darían a los hombres la bondad necesaria y reorganizarían la sociedad
en conformidad con la justicia” (Ferrer i Guardia 1908: II).
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2. Significados
Como todas las palabras con el sufijo –ismo, el cientificismo es una doctrina. La filosofía
debe clarificar su significado y su validez. La literatura está llena de definiciones y cuadros
históricos, incluido uno notable, pero casi olvidado, de Victor Giraud (1918). Los textos
disponibles muestran que el cientificismo es un vocable polisémico casi siempre despectivo.
El examen crítico lleva a la conclusión de que sólo una de estas definiciones es aceptable.
Éufrates, o sólo sobre una tribu de Judea? (II Samuel 8:03). ¿Cómo colapsaron los recintos de
Jericó en una época en que la ciudad no tenía murallas? (Josué 06:05). Filología: ¿Hay que
hablar del Diluvio o de la epopeya de Gilgamesh? (Génesis 6:14). ¿Quien estaba en la cesta
tambaleándose a la merced del río: Moisés o el rey Sargón de Acad? (Números 2:10).
Aquí es donde hay que colocar la tesis de Rena de que las religiones primitivas son sólo
“soluciones improvisadas a un problema que requiere siglos de investigación” (1890: 90). De
modo que las contradicciones y los errores propagados por la religión proporcionaron un
campo fértil al ateísmo. Se vislumbraba que la ciencia podría sostituir a la religión en su
totalidad. Esto justifica, por ejemplo, la frase de un Strada cuando dice: “Las religiones serán
destruidas por la ciencia sin excepción » (1894: 124).
Hay por tanto dos tesis: que los textos religiosos se hallan fuera de la autoridad de la
ciencia; y que la ciencia puede sustituir a la religión. Ambas son falsas por la misma razón.
Es preciso introducir aquí la idea de testabilidad.
El primer argumento es falso porque, cuando una creencia religiosa es testable, se pondrá
a prueba algún día. Esto puede ser una prueba de correspondencia. Las liebres no son
rumiantes, a pesar de lo dicho en Levítico 11:6. También puede ser una prueba de coherencia.
Con unas pocas líneas de intervalo, la Escritura se contradice sobre el número de animales
que entrarón en el arca: ¿una o siete parejas de cada especie? (Génesis 7:2 y 6:19). Esto
contrasta con la tesis de Gould, que podríamos definir a priori un dominio de la religión ajeno
a la investigación científica.
Puesto que la ciencia no consiste en una suma de conocimientos sino en la libre
aplicación de la investigación científica, es imposible decir a priori lo que es la ciencia y lo
que no es. Nadie sabía que Jericó no tenía murallas en el momento de su asedio antes que se
llevaran a cabo las excavaciones estratigráficas de la década de 1950.
El segundo argumento es falso porque los textos religiosos contienen unas declaraciones
no comprobables, evadiendo así cualquier tipo de verificación o refutación. ¿Que podría decir
la ciencia del mandamiento “no matarás”? Esta observación tampoco coincide con la tesis de
los nonoverlapping magisteria. Gould establece el acuerdo entre la ciencia y la religión desde
la oposición entre el mundo material y el mundo espiritual cuando distingo entre las
declaraciones descriptivas y normativas. Cualquiera sea el origen de una declaración
normativa—que pertenezca a un texto religioso, legal, ético, o lo que sea—la ciencia no tiene
nada que decir: eso es de la incumbencia exclusiva de la ética. Por consiguiente, los
magisterios de la ciencia y de la religión no son completamente disjuntos, aun cuando
algunas cuestiones son separables.3
Otra confusión debe condenarse: la creencia se refiere tanto al acto de creer como al
3. He tomado aquí ejemplos de la religión cristiana, marco de referencia del cientificismo del siglo XIX, pero
huelga decir que este análisis es aplicable a las demas religiones cuando contienen declaraciones descriptivas
testables y declaraciones normativas no testables.
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contenido del acto de creer. Ya que el acto de creer es individual, no podría erradicarse por
una decisión externa. La fe sólo puede retroceder mediante la exposición sistemática de las
“disonancias cognitivas” entre dos creencias opuestas promovidas por la misma religión, o
entre una creencia religiosa y el conocimiento científico fácilmente reproducible.
La distinción establecida entre creencias comprobables y no comprobables aclara el
asunto hasta el punto de recomendar el rechazo de la versión 3 del cientificismo: la tesis es
incoherente.
Explicamos la naturaleza, entendemos la vida psíquica […] Los métodos con los que estudiamos
la vida mental, la historia y la sociedad son muy diferentes de los que llevan al conocimiento de la
naturaleza. (1947: 149).
historia y la sociedad. La versión más conocida de esta concepción, que se situa claramente
en la estela de las Geisteswissenschaften de Dilthey, fue propuesta por el economista
austríaco Friedrich Hayek:
But to preclude any misunderstanding on this point we shall, wherever we are concerned, not with
the general spirit of disinterested inquiry but with slavish imitation of the method and language of
Science, speak of “scientism” or the “scientistic” prejudice… It should be noted that, in the sense
that we shall use these terms, they describe, of course, an attitude which is decidedly unscientific
in the true sense of the word, since it involves a mechanical and uncritical application of habits of
thought to fields different from those in which they have been formed. (Hayek, 1952: 15-16).4
Uno de los beneficios inmediatos de esta postura es que limita la intrusión de la ciencia
en las cuestiones sociales sin denigrar (como hacen otras doctrinas anticientificistas) el poder
explicativo de las ciencias naturales. Él trata sólo de establecer un reparto de competencias:
“It need scarcely be emphasised that nothing we shall have to say is aimed against the
methods of Science in their proper sphere or is intended to throw the slightest doubt on their
value” (1952: 15). Pero, a continuación, la “imitación servil del método y el lenguaje de la
ciencia” deja lugar a una objeción mucho más precisa, que es la traslación indiscriminada de
los métodos de las ciencias físicas (matematizadas) a las sociales.5
Comparemos estas objeciones con los textos de Lalande, Russell, Boll y Bunge, cuyos
matices pueden ser aquí dejados a un lado: cada uno pretende que la mejor manera de
conocer el mundo real es conocerlo científicamente (sentido 1).
La primera tesis de Hayek (sentido 2) es falsa porque silencia todos los descubrimientos
que se han hecho en las ciencias sociales con la ayuda de métodos científicos particulares. Al
descifrar la piedra de Rosetta en el 1822, Jean-François Champollion ni distorsionó ni borró
en nada las características de su objeto. Lo que hizo fue aplicar el método hipotético-
deductivo que es el fundamento del quehacer de las ciencias naturales. No se sabe si Hayek
decía en privado que este descubrimiento era una “payasada cientificista”; en cualquier caso,
no conozco a nadie que haya sostenido públicamente esta idea…
Antemio de Tralles nos informa de que Arquímedes incendió por medio de espejos los
barcos de la flota romana durante el asedio a Siracusa en el año 212 a. de C. Descartes negó
esta posibilidad en una carta al padre Mersenne fechada el 18 de diciembre de 1629 (1936:
107), un juicio luego repetido por Dijksterhuis, Walbank y Clagett. Frente a tales opiniones
4. Karl Popper ha hecho una corrección pertinente: “Professor Hayek uses the term ‘scientism’ as a name for
‘the slavish imitation of the method and language of science.’ Here it is used, rather, as a name for the imitation
of what certain people mistake for the method and language of science” (Popper 1957: 96).
5. Por ejemplo: “The great differences between the characteristic methods of the physical sciences and those of
the social sciences explain why the natural scientist who turns to the work of the professional students of social
phenomena so often feels that he has got among a company of people who habitually commit all the mortal sins
which he is most careful to avoid, and that a science of society conforming to his standards does not yet exist.
From this to the attempt to create a new science of society which satisfies his conception of Science is but a
step” (Hayek 1952: 44).
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contrarias, los historiadores idearon una prueba experimental para determinar si fue Antemio
o Descartes quien tenía razón. Varias pruebas han dado un resultado positivo, especialmente
la del ingeniero griego Ioannis Sakkas en 1973, quien prendió fuego a un barco situado a
unos 50 metros en el puerto de El Pireo, concentrando en él la luz del Sol reflejada por 70
espejos planos manejados por marineros. A pesar de ciertos comentarios críticos (África
1975), el relato de Antemio es completamente verosímil.
Otro ejemplo: los progresos realizados por la arqueología experimental en los últimos 30
años han arrojado muchísima información sobre la industria lítica. Los conocimientos se
deben a la misma estrategia de estudio. La talla experimental de los sílex reveló que el ángulo
óptimo entre el plano de percusión y el plano de talla es de unos 70°; la pieza a tallar debe ser
colocada en un percutor blando a fin de impedir que la onda de choque se refleje en el plano
de fractura. Además, la práctica experimental de la talla lítica permite reconstruir toda la
cadena operativa (Bertouille 1989; Olausson 2010). ¿Por qué el desarollo de la arqueología
experimental debería detenerse cuando nos proporciona resultados científicos nuevos y
sólidos?
La segunda tesis de Hayek (sentido 3) es falsa, pues pretende que el cientificismo consiste
en introducir en las ciencias sociales una matematización basada en las ciencias físicas (por
tanto, sin relación con la subjetividad que caracteriza al mundo del espiritú). Una vez más,
abundan los ejemplos que demuestran que las matemáticas sociales no son una copia de las
matemáticas utilizadas en las ciencias físicas. Las primeras obras de aritmética moral han
demostrado que la agregación de las preferencias individuales transitivas en una preferencia
colectiva no siempre preserva su transitividad (Condorcet 1785). Este resultado antiguo y
convincente no debe nada al modelo de la física. Más adelante trataré las leyes de Lévy-
Pareto, que nacieron en el seno de las ciencias sociales antes de ser exportadas a las ciencias
naturales. Estos ejemplos de “matematización autóctona” contradicen la idea de Hayek de
que las matemáticas habrían llegado a las ciencias sociales por una translación indiscriminada
de los métodos de la física. De esto se sigue que las objeciones de Hayek (sentidos 2 y 3) no
alcanzan el cientificismo metodológico en el sentido de Lalande, Russell, Boll o Bunge
(sentido 1).
Si comparamos ahora las tesis del cientifismo (de 1 a 4), se constata que ninguna resulta
consistente excepto el cientificismo metodológico, que es también la versión más simple de
esta teoría: “La mejor manera de conocer la realidad es conocerla por métodos científicos”.
superior al que proporciona el uso de métodos no científicos? Estas teorías se juzgarán por
sus resultados. En este apartado se tratarán las doctrinas anticientificistas (espiritualismo,
confusionismo, ocultismo, escepticismo…), concentrándose sólo en la validez de los
conocimientos resultantes.
6. Ejemplos de pensamiento desquiciado y obtuso se encuentran en cualquier época. D’Alembert nos informa
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pero, al insistir en quedar fuera de todo control—“La opinión es sólo la verdad o la falsedad
establecida sin examen” (D’Holbach 1770: 3)—no ofrece la menor garantía de verdad.
del siguiente caso: “El famoso jesuita Hardouin, uno de los primeros hombres de su siglo por la profundidad de
su erudición y uno de los últimos por el uso ridículo que hizo de ella, llevó la extravagancia hasta componer de
prisa una obra para, sin vergüenza ni remordimiento, situar entre los ateos autores respetables, muchos de los
cuales habían probado sólidamente la existencia de Dios en sus escritos” (1821: 551).
7. Como bien dijo el gran filósofo André Isaac: “Un camino hacia abajo es un camino hacia arriba boca abajo, y
viceversa”.
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ser objeto de varias definiciones (por ejemplo Rescher 1998), una de las más útiles consiste
en distinguir dos parejas de nociones: simple/complicado y analítico/complejo.
Analítico es aquello a lo que se puede aplicar la segunda regla del método cartesiano:
“Diviser chacune des difficultés en autant de parcelles qu’il se pourrait et qu’il serait requis
pour les mieux résoudre”. Complejo es lo contrario de analítico. Simple se dice de elementos
libros cuyos estados son independientes unos de otros. Complicado es lo contrario de simple.
Estas dos dicotomías no coinciden: hay complicado no complejo (los códigos en criptología)
y complejo no complicado (la ley de los gases ideales). ¿Como podemos entender algo sobre
la complejidad cometiendo tales contrasentidos y utilizando el término sin ninguna referencia
a quienes más han contribuido al estudio del concepto? El único resultado tangible del
sincretismo es la confusión, que produce siempre más mentiras que verdades.
juzgó que era no sólo un ser aparte sino de una naturaleza diferente de la de todos los seres de la
naturaleza, de una esencia más simple y que no tenía nada que ver con todo lo que veía. De aquí
provienen los conceptos sucesivos de espiritualidad, inmaterialidad, inmortalidad y todas las
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vagas palabras que se han inventado poco a poco, a fuerza de hacer distingos, para indicar los
atributos de la sustancia desconocida que el hombre creía estaba encerrada en sí mismo y
consideraba el principio oculto de sus acciones visibles. (Helvétius 1775: 26; véase también
D’Holbach 1770, cap. I: “De la verdad, de su utilidad y de las fuentes de nuestros prejuicios”).
Por eso mismo, el ocultismo produce conclusiones erróneas, tan falsas como las de otras
doctrinas anticientificistas.
(Stapulensis, Clichtove, Eckius, Hunaeus, Reneccius, Horneius, Calovius, entre otros), donde
la negación de la verdad se considera siempre una clara señal de derrota. Filósofos
desconocidos han expuesto la idea, por ejemplo Tomás de Aquino en su comentario a la
Metafísica de Aristóteles (ed. Cathala 1915, n. 609 et 2215).
Por tanto, cuando las ideas escépticas y nihilistas florecieron en el estudio de las ciencias,
teníamos las fuentes necesarias y excelentes análisis como los de Isaye (1954). Las doctrinas
escépticas y nihilistas son inconsistentes porque nunca han sido capaces de superar el
argumento de retorsión. Todo lo que pudieron hacer, a pesar de la inmensa literatura sobre el
tema, fue ignorar deliberadamente su existencia.
cual la ciencia contiene siempre en sí misma el germen de una aplicación—y, por tanto, usos
potencialmente peligrosos—es infundada. Esta idea reproduce la confusión entre ciencia y
tecnología señalada en el apartado 2.
Conclusiones
La educación, confiada a los ministros de la superstición, parece tener en todas partes sólo el
propósito de infectar muy pronto la mente humana con opiniones irrazonables […] Desde el
umbral de la vida el hombre se alimenta de locuras, y se acostumbra a tomar por verdades
demostradas un sinfín de errores que son útiles sólo a los impostores, cuyo interés es moldearlo
bajo el yugo, embrutecerlo, extraviarlo para hacer de él un instrumente de sus pasiones y el sostén
de su poder usurpado. (D’Holbach 1770: 11).
Por contraste con todas las teorias anticientificistas, la tesis según la cual “el mejor modo
de conocer el mundo real es conocerlo empleando un método científico” es clara y sin
prejuicios. El cientificismo metodológico puede ser pensado abiertamente. Al recomendar
emplear el espiritú crítico cuando los nuevos sacerdotes nos sugieren adoptar doctrinas
estériles, el cientificismo metodológico podría ser la base de una Nueva Ilustración.
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