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En la película, el único sobreviviente y testigo de un incendio en un barco donde

se queman 27 personas, y quienes habían sido previamente asesinados, es un


discapacitado físico y mental. Va contando en un su interrogatorio una historia
cada vez más compleja mientras intenta aclarar los hechos y el porqué él y sus
amigos criminales estaban ahí.

Termina el interrogatorio y para sorpresa de uno, el discapacitado ni tiene


limitaciones mentales ni físicas. Y se ha inventado todo para alejar a los
investigadores de él mismo, quien es el cerebro y el jefe detrás de todo lo que
pasa desde el comienzo hasta el final de la película. ¿Cómo enreda y convence a
los investigadores? Pues entregándoles poco a poco a los sospechosos de
siempre, personas que ya han tenido roces con las autoridades y que son
conocidos de una u otra manera por la justicia.

En Colombia tiene que haber varios de estos que pasan por bobitos y lentos y
que están detrás de grandes crímenes que ocupan tanto a la justicia como al
Estado en distintas instancias e impactan a la opinión pública incluso tras décadas
de haberse cometido. Y esos que pasan desapercibidos, y otros no tanto, se han
valido de los medios, de la manipulación de la opinión y del uso de testigos falsos
para retrasar, desviar y, en no pocos casos, para frustrar el esclarecimiento de los
hechos.

De la misma manera, hay una conveniente lista de sospechosos de siempre a la


cual recurre siempre la justicia, sin duda en casos manipulada por un testigo de
estos que "no tenía nada qué ver". No hay delito de impacto que no se le atribuya
a uno de estos convenientemente ya muertos o en prisión con condenas por
hechos contradictorios.
El primer gran sospechoso de siempre, Pablo Escobar. Independientemente del
monstruo asesino que sí fue, ¿cuántos crímenes no se le han atribuido a Escobar
que ni cometió él, ni tenía lógica o beneficio alguno que los cometiera? Para dar
solo un ejemplo, hace un par de años El Espectador publicó una investigación
acerca de la explosión del vuelo 203 de Avianca. En términos técnicos y de
pruebas y procedimientos, El Espectador reporta una duda de los expertos,
razonable y sólida, no sólo acerca de la existencia de explosivos en los restos del
avión sino en los procedimientos de investigación para probarlo. Más aún, entrega
detalles sobre la posible falla técnica que causó la explosión, pero ni en el
momento le convenía a Boeing desmentir lo de la bomba para admitir la falla
técnica, ni con el paso del tiempo a los gobiernos quitarle a Escobar la acusación
sobre lo que sería un acto terrorista de esa magnitud.

El otro gran sospechoso de siempre, Carlos Castaño. Personaje carismático y


astuto,-no menos asesino y terrorista que sus enemigos cabecillas de las Farc-, en
vida nunca fue ni cobarde ni miedoso para aceptar sus crímenes –lo que toda la
vida sí han sido los cabecillas de las Farc-, siempre negó su participación o la de
su organización en la muerte de Jaime Garzón. Después de muerto es,
convenientemente, el responsable de muchos delitos que no tienen lógica ni
relación con base en lo que fue su carrera criminal, su ideología política, ni su
personalidad. ¿Cómo se explica que Castaño secuestra a Piedad Córdoba, -quien
tiene un largo historial de relación con las Farc y de quien la justicia ha
sospechado en oportunidades que sea parte del grupo terrorista o al menos una
auxiliadora de alto nivel-, y la devuelva afortunadamente sana y salva, pero el
mismo monstruo esté detrás de la muerte de Garzón, de quien lo peor que se ha
dicho es que se beneficiaba de la intermediación en secuestros?

La lista de sospechosos de siempre es más larga de lo que cabe en esta


columna, pero uno de los favoritos es el general (r) Miguel Maza Márquez, noticia
de nuevo porque ahora lo van a vincular a crímenes contra la Unión Patriótica. Por
ejemplo, una cosa es que los esquemas de protección fueran mediocres o que
hubieran sido infiltrados, pero, ¿qué lógica tiene el que Maza Márquez se hubiera
aliado con su enemigo personal Escobar –quién trató de matar al general en
varias oportunidades-, para asesinar a Luis Carlos Galán?

En muchos casos, la justicia colombiana ha fallado en mostrar y demostrar los


motivos y el beneficiario de importantes crímenes. Sin duda alguna hay varios
"bobitos" por ahí sentados muertos de risa viendo cómo todo el país señala, acusa
y se convence de que los culpables son los sospechosos de siempre.

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