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54 UN MUNDO SIN SOBERANÍA


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fría y una desmuftiplicación de los conflictos implicando al Sur en una
Capítulo 3. UN CONCEPTO INCIERTO
bipolaridad confirmada: las guerras de Camboya, Angola y Etiopía, pero
también dificultades para conseguir la paz en el Próximo Oriente.
Sin embargo, más allá de este fracaso queda la afirmación de un dere-
cho y la reconstrucción de una visión idealizada de la soberanía que pu-
dieron, tanto una como otra, servir de base a los procesos de movilización
internacional e inspirar, al menos parcialmente, algunos principios de
política extranjera. Mejor todavía, esta concepción de la soberanía dis-
frutaba (y todavía disfruta) del privilegio de estar próxima a los grandes
textos de derecho y a la retórica oficial de los Estados; así, aquélla consti- La Historia ha forjado así un concepto acerca de la soberanía complejo,
tuye una molestia nada despreciable para las potencias. En el momento compuesto, incierto, plural en los significados que reviste. Presentado de
en el que se fisuró y más tarde se derrumbó el juego bipolar, esta concep- esta manera, no es una excepción; las ideas y prácticas políticas abun-
ción recuperó un sentido que la guerra fría le había quitado; no nos asom- dan en palabras y nociones que utilizamos todos los días y que nos de-
brará, en estas condiciones, que en los días posteriores a la caída del fraudan debido a sus ambigüedades. Aquí, no obstante, el problema es
Muro volvieran a florecer los discursos sobre el "nuevo orden mundial" más grave y los resultados más inquietantes. En primer lugar, la sobera-
de inspiración explícitamente wilsoniana18 . nía evoca una trascendencia que, por definición, tiene que estar por
Esta concepción lineal de la Historia es, ante todo, demasiado simple. encima de equívocos, dudas y malentendidos: poder último, absoluto
La guerra del Golfo ha demostrado que la vuelta al wilsonisrno tuvo que y perpetuo, es el principio del que deriva toda autoridad, el argu-
contar, muy rápidamente, con los efectos de poder y fue más un instru- mento definitivo oponible a las pretensiones o a la crítica del otro, la
mento de la política exterior de Estados Unidos, que una rehabilitación pieza clave de la ideología que autoriza a cualquier Estado a conver-
de las inspiraciones idealistas de antaño19. En cuanto al Tercer Mundo, al tirse en el actor exclusivo de la escena internacional oficial. Sin em-
fin liberado del suplicio de la bipolaridad, perdía con éste todo los moti- bargo, esta trascendencia ha sido creada y, contrariamente a la
vos para afirmar su existencia: el movimiento de los no alineados ya no divinidad estudiada por Durkheim en su sociología religiosa, la sobe-
tenía razón de ser en el momento mismo en el que podía, como en Belgrado ranía no se ha retirado al Olimpo1: está presente hasta en los conflic-
(1989) o Yakarta (1992), apoderarse de los verdaderos problemas: medio tos más mediocres, sirve de pantalla a las maniobras más cínicas y se
ambiente, derechos humanos, mundialización... La paradoja es excesi- la convoca para ilustrar los derechos más diversos. Peor aún, su viola-
va: mientras que habría podido dejar de ser contestataria, la teoría de la ción siempre ha sido una de las prácticas más triviales y rutinarias de
soberanía nacional elaborada por el Tercer Mundo abandonaba una par- la Historia: curioso destino el de una trascendencia que nos compla-
te de su vitalidad; cuando habría podido forjar una doctrina inédita adap- cemos en no respetar, en sacrificar sin siquiera recurrir al más míni-
tada a las nuevas lógicas de mundialización, se osificaba en funciones mo ritual, como si la escena internacional necesitara para sobrevivir
ilusorias: escudo frágil y simbólico para proteger a los débiles contra los desdecirse a diario. La teoría realista, en su versión más radical, fácil-
fuertes, o al particular contra el mundial; pantalla ilegítima para uso de mente se encontraría en medio de diagnóstico tal; si la soberanía no
las dictaduras que quieren conservar el dominio de sus represiones; coar- llega a imponer sus marcas de trascendencia, la vida internacional es,
tada cómoda para uso de los empresarios identitarios, los más cínicos en aunque parezca imposible, esa selva donde reina el más fuerte2.
su denuncia de la mundialización. En el momento que, en el Norte, el No obstante, el diagnóstico es apresurado. Primero porque la sobera-
poder se reorganizó más allá de los compromisos de una bipolaridad nía nacional plantea un razonamiento de coexistencia que, como tal, sin
abolida, el Sur se pierde en una retórica soberanista demasiado formal duda retiene las inquietudes, las contrariedades y los estancamientos de
reconocer al otro y admitir la alteridad. Como razonamiento, traduce
VénS2 especialmente "L'Occident et la guerre des Árabes", Hérodote, abril de 1991, y M. Weller,
írciq and Kuwait; the Hostilities and Main Aftermath, Cambridge, 1993.
Véase E Rogéis y M. Dando, A Violent Peace: Global Security after the Cala War, Londres, Brasseys,
E. Durkheim, DE ¡a división du irava.il social. París, PUF, 1973, p. 274.
1992.
K. Waltze, Tkeory of International Politics, Reading, Addison Wesley, 1979,.p. %.,.
U.C.P.
FGTOCQPIADORÁ
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una búsqueda de orden y coherencia, e integra, de forma más o menos los populismos de antaño, de un Perón, de un Getulio Vargas o de un
apañada, todos los movimientos y tensiones que forjan un contexto in- Lázaro Cárdenas que, en su época, había nacionalizado la indus-
ternacional en un momento dado del tiempo. Como toda ficción, la so- tria petrolera mexicana en nombre de la soberanía económica de su
beranía expresa un imaginario y una coherencia, y, como todo apaño, país.
está hecha de pretensiones a veces contradictorias y de añadidos cuya Razonamiento de reivindicación o de disimulo, la retórica soberanista
adaptabilidad es dudosa. En resumen, es una construcción social revela- se sitúa así en la acción. Declaración sobre la alteridad, ésta se actualiza
dora de muchas debilidades pero que permite acceder a la inteligencia en complejos juegos, cuyos resultados pueden parecer desconcertantes.
de un mundo y, al mismo tiempo, salvar algunos beneficios de orden Emanciparse de una potencia extranjera para proyectarse como sobera-
mínimo. Es también una trascendencia que hay que saber enmendar o no, supone a veces gratificar a un tercero con un aumento de autoridad.
revocar puesto que ya no está aferrada a lo real. Durante estos combates medievales, el papa buscó independizarse del
El fundamento esencial de su carácter ficticio se debe a las circuns- emperador fomentando las pretensiones soberanas de otros monarcas:
tancias de su génesis. El principio de soberanía no se ha inventado con el Estado moderno les debe a los sucesores de San Pedro haber abierto la
fines organizadores, sino con un objetivo reivindicativo. Antes de ser un vía que le permite satisfacer sus aspiraciones. Cuando algo más tarde se
razonamiento sobre el estado del mundo, se impuso como la enuncia- cambió la apuesta, el pontífice romano supo aprovechar que él no tenía
ción de lo que debía ser: antes de ser soberanas, las dinastías de la Edad que rendir cuentas a Dios, mientras que el príncipe tenía responsabilida-
Media se prendaron de un combate por el futuro. El concepto a veces des no sólo para con el poder divino, sino también para con su pueblo.
despista, porque olvidamos que primero se forjó para describir una con- La práctica fue duradera; a menudo en la Historia, iniciativas diplomáti-
quista y representar un esfuerzo; preciado de la legitimidad que le pro- cas se esforzaron por debilitar o eludir la soberanía de un Estado denun-
porcionan sus laureles, fue después utilizado por el príncipe para imponer ciando su irreverencia hacia las condiciones de ejercicio de la soberanía
su orden, por el filósofo para emancipar la ciudad primero de la discor- de su pueblo.
dia y, luego, de lo arbitrario. El paso de una pretensión a otra condujo a Todos estos procesos interactivos nos informan sobre la verdadera
la fórmula a rebotar, torcerse, zigzaguear; ese apaño permanente a me- naturaleza del Estado y nos advierten de su inserción internacional. Como
nudo ha intentado conciliar lo irreconciliable, como lo revelaron el institución y como grupo de actores, éste existe en la percepción del otro
proceso de descolonización y los percances que le siguieron. Orgu- antes de autodefinirse. Los juristas han admitido precozmente que la
Jlosa y estricta, la reivindicación soberanista de un Nehru, un Sukarno soberanía era un asunto de reconocimiento; el sociólogo y el antropólogo
o un Ben Bella se manifestó rápidamente como una pobre figura de añaden de buen grado que esta admisión por parte del otro se encuentra
gobierno. Halagüeña retórica antimaastrichtiana, el soberanismo de sometida a lo arbitrario de las culturas, la pluralidad de sentidos y la
derechas o de izquierdas no resiste la prueba de ejercer un poder en diversidad de visiones. La ocupación de la embajada norteamericana en
cualquier Estado de la Unión Europea, al igual que, en su época, la Teherán, unos meses después de la instauración de la República islámica,
ideología gaullista forjaba un razonamiento de la soberanía nacional muestra que las concepciones normativas que coexisten en nuestro mundo
que no mostraba más que de manera nebulosa la realidad de la políti- no reflejan una única imagen del derecho de la soberanía. La participa-
ca extranjera que sugería. El populismo, bajo sus más diversas for- ción activa de los mismos en la guerra del Líbano, junto a los chiítas,
mas, se da los mismos tonos para, a menudo, cubrir mejor un déficit traduce la misma idea. El rechazo de Israel de dotar de atributos de sobe-
real de soberanía nacional y de poder, o algunas veces disimular las ranía a la autoridad palestina se desprende de una concepción sionista
acciones de búsqueda ante instituciones de Bretton Woods, incluso la de la Tierra Santa que bloquea, al menos en este espacio, cualquier reco-
tutela más o menos discreta de Estados Unidos sobre el filipino Ferdi- nocimiento de la alteridad. La difusión de los actos de condicionalidad,
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ae ía "JJ.VOD ¿ooi'e Sé^ou Toiu'é o nuari Bumeaian J . Los progre-
rnación del todo o parte de la vida interior de un Estado asistido, tam-
sos de la mundialización corroen así la pretensión soberanista de
bién sugiere que el otro será admitido tanto más como soberano cuanto
que sea conforme a nuestra propia imagen. La intersubjetividad que aquí
' Véase especialmente sobre este tema G. Herrnet, "Populisme et nationalisme", Vingtieme Sitíele,
oct.-dic. 1997, pp. 39 y ss. se perfila nos invita, al mismo tiempo, a reflexionar sobre lo arbitrario y
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la cultura, luego sobre el poder y la pluralidad4. Ésta lleva a pensar que la ción de valores comunes, y, en primer lugar, los derechos humanos y el
ficción soberanista es aún más difícil de gestionar en la medida en que se reconocimiento de los bienes comunes de la humanidad, limita de forma
remite a múltiples imaginarios y a relaciones de poder en incesante cam- severa el espacio de la soberanía. Cada vez son más numerosas las postu-
bio. Reconocible como reivindicación, es decir, como en espera para con ras que trascienden las comunidades políticas y que ya no pueden ser
el otro, ésta corresponde definitivamente a un principio de organización administradas sólo por los Estados-naciones. La desmultiplicación de las
particularmente frágil. conferencias internacionales que se refieren a la protección del medio
Esta precariedad es aún más grande cuanto que la soberanía es ambi- ambiente, los problemas de demografía mundial, el derecho social o la
ciosa: política, describe el derecho exclusivo de todo Estado sobre la de- condición femenina indican que la soberanía, en su vocación partitiva,
finición de su propio régimen y de su planificación institucional, sobre no puede, ella sola, encargarse del conjunto de problemas internaciona-
el control tanto de su propio territorio como sobre la elaboración de su les y no logra subsistir como principio más que a condición de prestarse
política, especialmente en el campo de las relaciones interiores; econó- a la limitación.
mica, también designa el dominio por parte del Estado de sus recursos Desde entonces, un debate tiende a imponerse, mantenido por la
naturales y su vocación para incorporar las relaciones económicas inter- sagacidad del análisis jurídico: ¿La soberanía está limitada o autolimitada?
nacionales construidas por sus individuos. Declinando atribuciones, dota Lógicamente esta última hipótesis es admisible; por definición el sobera-
al depositario de las mismas de varias competencias: territorial, perso- no puede hacer de todo, incluido imponerse limitaciones. La tesis ha sido
nal, patrimonial y federativa. Así, la soberanía dirige el estatuto de bienes defendida especialmente por el jurista alemán Georg Jellinek que procla-
y personas, las relaciones internas y externas, el derecho a tener, a ser y a maba sin ambages que el Estado tenía la "competencia de la competen-
entenderse. Distingue al mismo tiempo majestuosidad, capacidad y re- cia" y podía decidir soberanamente aliarse por medio de los tratados que
presentación5. firmaba5. La idea expuesta es importante; lógicamente, puede, sin em-
Sin embargo, la soberanía alia pretensión y límite; absoluta y trascen- bargo, conducir a la paradoja o, al menos, a una retórica sin fin: Dios,
dente, ésta no puede ser infinita. No es el tonel de las Danaides: en el porque es todopoderoso, también puede abolir todo o parte de su poder.
juego social, la autoridad detiene a la autoridad, hasta perderla de vista. La dificultad es real; si, para sobrevivir -o, más exactamente, para entrar
La soberanía del uno engloba la del otro, la limita, la obliga por poco que en la vida de todos los días-, la soberanía necesita, incluso parcialmente,
sea a respetar una entidad que se le escapa, aunque sólo sea formalmen- desdecirse, entonces el concepto se extravía en lo imaginario y pierde
te. Igualmente aquélla tiene que tener en cuenta las obligaciones interna- sus virtudes descriptivas y prescriptivas. Sin embargo, las restricciones
cionales que se desprenden del derecho, así como del acuerdo contractual, que se le imponen a la soberanía no son de la misma naturaleza que las
bilateral o multilateral; ¿qué valía tiene la soberanía como valor absoluto que se dirigen a la libertad o la democracia; no se trata solamente del
si, a partir de 1945, unos treinta y cinco mil tratados han sido firmados indispensable compromiso que el ideal tiene que firmar con la realidad de
por Estados que, por definición, tienen que respetar sus compromisos las cosas; la soberanía contiene en sus principios los elementos de su
internacionales hasta situarlos por encima de sus leyes? El tratado de no propia negación, no tiene sentido más que por el efecto de arrastre que
proliferación de armas nucleares firmado en 1968 arrebata a los Estados entraña su naturaleza ficticia. De ahí una contradicción formidable: toda
una parte de su soberanía en materia de defensa y de producción indus- movilización idealizada en torno al tema de la soberanía conduce a una
trial, sometiéndolos incluso al control de una agencia internacional, como corrupción identificable en términos de poder desbocado, de negación
lo hizo el tratado de 1993 sobre la prohibición de armas químicas o el de del otro, de intervención en sus propios asuntos o de conflicto generaliza-
1996 que prohibía las pruebas nucleares. De la misma manera, la acepta- do. Por ello, Georges Scelle probablemente tenía razón al desconfiar de
la doctrina de la autoíimitación y sugerir que la soberanía del Estado pri-
mero está contenida por valores extrajurídicos que remiten a la naturale-
Véanse A. Wendt, "Anarcliy is what Siacas Make oí ic: the Social Consirucnon ci Power za humana, a sus necesidades y a ias creencias que la constituyen7. De
Politics", en J. Der Derian, ed., op. di., pp. 134 y ss.; R. Devetak, "Incompleíe States: Theories
and Practices oí Statecraft", en J. Macmulan y A. Linklater, ed., Boundaríes in Question, Lon-
dres, Pinter, 1995, p. 27. 6 Sobre un uso de la tesis de la autoíimitación, véase E. Lauterpacht, "Sovereignty : Myíh or
Véase N. Onuf, "Intervention íor the Common Good", en G. Lyons y M. Mastanduno ed., op. Reaíity", International Affairs, 73,1, enero 1997, pp. 137-150.
-qí., pp. 48. y ss.. -^. •,,- : ; , .-í; 7 ' G. Sceile, Préds 'de droit des gens. París, Sirey, tomo 1,1931-1932.
k
s?-*¿
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todas formas ¿quién podría apostar por la efectividad de una pensar y construir la soberanía. Deja ver, por la misma causa, Wrañas
autolimitación que cede tan fácilmente ante la idea de poder y de domi- contradicciones, como si cada fórmula de soberanía fuera portadora-Se-
nación a escala internacional? ¿Quién, sobre el plano normativo, podría su propia práctica de la injerencia, acompañada de una forma inédita de
preferirla a la influencia de los valores comunes al conjunto de la huma- justificación. Es decir, el debate no es nuevo: intervenir en país ajeno en
nidad? nombre de los grandes principios es una de las prácticas más comunes
La coherencia que procura la ficción soberanista no se sitúa pues ni de la Historia; hacerlo en nombre de una concepción valorizada de la
en la descripción de un orden internacional ni en la inteligencia de las soberanía pertenece a un comportamiento corriente que ha precedido
prácticas diplomáticas utilizadas por los Estados. La coherencia se en- ampliamente a la mundialización, a los tiempos del colonialismo y a los
cuentra primero en la definición de las funciones y códigos de conducta de los universalismos que pretendían ser generosos. Además, esta suce-
interestatales, de los medios para construir la alteridad en la escena in- sión en cascada de visiones soberanistas no pertenece solamente al cam-
ternacional. Esta producción sólo es posible si cada Estado admite a priori po de la erudición histórica; indiscutiblemente ha procedido por
al otro como soberano, esperando obtener así la misma ventaja. Según sedimentaciones sucesivas, constituyendo poco a poco nuestra actuali-
un método que evoca el velo de ignorancia de John Rawls, la alternativa dad, forjando su memoria y su ideal, pero produciendo también ideolo-
soberanista es a priori lo único racional desde que se hace abstracción de gías e instituciones de las cuales nuestro mundo contemporáneo es hoy
los capitales de poder acumulados por ambas partes8: en esto, la sobera- depositario. Las guerras de sucesión, la movilización de los soldados del
nía es una reivindicación continua, una esperanza postulada por las re- año II, la Santa Alianza, el sistema de Bismarck como el wilsonismo com-
glas del juego, mucho más que un orden definido capaz de imponerse. piten hoy para dar forma a las prácticas, produciendo anacronismos y
Es, en este sentido, como poco a poco se ha construido el orden crisis que vivimos a diario.
westfaliano que se tiene que interpretar como un compromiso óptimo 1) La primera de estas concepciones, por orden cronológico, es la
entre el interés de cada Estado y el de toda la comunidad internacional9. soberanía dinástica. Se construyó a medida que los monarcas de la Euro-
Es también en esta línea donde concuerdan la idea de soberanía y la de pa medieval se esforzaban por liberarse de las tutelas imperial y pontificia;
coexistencia10. Podremos, por tanto, definir la primera como el conjunto primero reivindicativa, esta soberanía es naturalmente personal y abre
de prácticas retóricas por medio de las cuales un Estado reivindica la así la vía a una concepción patrimonial tanto de la autoridad como de la
detentación del poder último con el rotundo objetivo de ser reconocido conducta de las relaciones internacionales. Esta personalización está, por
como tal por el otro con el que está destinado a coexistir11. Comprende- supuesto, mantenida por las instituciones feudales pasadas: la autoridad
remos, por tanto, que esta pretensión es primero una construcción so- de la que el príncipe es investido se halla construida, primero en función
cial, que puede actualizarse en diferentes fórmulas de soberanía, que no de su identidad de señor feudal; también está consolidada por la natura-
deja de generar contradicciones, conflictos pero también nuevas prácti- leza personal del desafío que le enfrenta al rey y al papa. Esta doble eman-
cas. Igualmente debemos admitir que la soberanía, asociándose a temas cipación es, en primer lugar, una iniciativa y un combate llevado como
como el de la coexistencia, el poder o la alteridad, acepta más o menos tal, cuyos éxitos le benefician personalmente: el rey se convierte en em-
bien los nuevos elementos, y curiosamente aquéllos ligados a la perador en su reino y se impone frente a la Santa Sede como "lugarte-
mundialización hechos, al contrario, de interdependencia, de soft power niente de Dios" y Dei gratia rex, exactamente lo mismo que la unción le
4
y de conflictos de espacios12. Es en este apaño permanente donde se han confiere atributos sagrados. En resumen, esta obra de liberación hayque
constituido la historia y el presente de la soberanía. ponerla a favor de una institución que se revitaíiza por mediación de
Comprendemos, en estas condiciones, que la Historia nos haya reser- una persona que ha reconquistado unüaíeralmente unas prerrogativas
vado sorpresas. Ésta evidencia importantes variaciones en la forma de de las que se le había privado; así, los Etablissements de Saint-Louis13 re-
cuerdan que "le roí ne tient de nekii, fors de Dieu et de soi"14.
a j. Rawls, Tlúorie de la justice, París, Le Seuil, 1987.
* "Préface", in F. Deng et ai, op. cit., p. XV.
10 T. Biersteker y C. Weber, "The Social Construction of State Sovereignty", in id. ed., op. cit., N. as la T,: Se refiere a un libro de derecho consuetudinario francés, obra de un compilador
p. 1. privado que lo puso bajo la autoridad de Luis IX (San Luis). Este libro influyó mucho en los,
'
11 R. Ashley, "The Poverty of Neo-Realism", International Organizaban, 38, 2,1984, pp. 225-286. legistas.
12 J- Nye, Bound to Lead: the Qianging Nature of the American Power, Nueva York, Basic Books, 1990. N. de la T.\l rey no depende de nadie, excepto de Dios y de sí mismo".
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También la ausencia conjugada por defecto a la comunidad política y de una soberanía simple pero eficazmente monárquica: el concierto.de
a instituciones fuertes y eficientes acusa esta orientación patrimonial que naciones valoriza el papel del príncipe en la acción internacional y ofre-
se ha prolongado de forma natural en la escena internacional. Sin em- ce, hoy como ayer, una prima considerable a los jefes de Estado en fun-
bargo, el rey no está exento de obligaciones: el uso recuperado del dere- ciones, a menudo protegidos y favorecidos en situaciones de inestabilidad
cho romano anunció la vuelta del principio de la res publica; como señalaba interior o de competencia por el poder; Gorbachov y luego sobre todo
Santo Tomás, la autoridad real procedía de Dios, pero también procedía Yeltsín lo han aprovechado ampliamente, exactamente igual que Shimon
de la cormnunitas que ya instituía al pueblo no en soberano, sino en prin- Peres, sin hablar, por supuesto, de Mobutu, Chadli Bendjedid o Liamine
cipio de gobierno y en fórmula de legitimación; la realeza no es una pro- Zeroual. De forma significativa, esta concepción todavía presente deja
piedad sino una dignidad y, en consecuencia, impone derechos y deberes. un lugar nada despreciable a los mecanismos de intervención exterior en
El absolutismo que de ellos se deriva se refiere también al pueblo, al que el contexto de sucesiones arriesgadas o desorganizadas que afectan a los
también se tiene en cuenta; confiere sólo al rey el poder de Estado y, por regímenes autoritarios, como lo sugieren muchos ejemplos africanos...
tanto, el de dirigir las relaciones exteriores, pero para el bienestar de La soberanía del Estado se disipa un poco ante la del príncipe, elegido o
todos y en el respeto de algunos principios, especialmente las leyes fun- no, bajo el efecto conjugado de la rutina de los contactos diplomáticos y
damentales del reino y en particular las reglas de sucesión de la corona. la dramatización del acontecimiento, que traiciona en suma una frágil
Éstas, en el caso francés, previenen un efecto perverso grave del absolu- institucionalización de la vida internacional y de las lógicas de colusión
tismo en la doctrina de la soberanía: imponiendo la regla de la primoge- que desprecian el papel del Estado, de su capacidad para encarnar a títu-
nitura, excluyendo de la sucesión a las mujeres y a los parientes por lo exclusivo la legitimidad y la soberanía.
parte de las mujeres, evitan la división del reino y la captación de la 2) El advenimiento de la concepción revolucionaria de la soberanía
corona por potencias extranjeras. nacional como segundo tipo concebible produjo, claro está, el efecto de
Esta personalización de la acción internacional y de la lectura así dada un acontecimiento fatal. La Revolución francesa ha hecho suya la idea
de la alteridad fundamenta una práctica político-diplomática, a fin de maestra de Rousseau: el soberano es indisociable de la voluntad general,
cuentas, muy intervencionista. La soberanía que se protege, en el con- que es pues la voluntad del pueblo instituido en comunidad. En la mente
cierto de reinos europeos de antaño, era aquélla del monarca. No impor- de Sieyés, esta voluntad se personifica en la nación, origen de todo, que
ta si las reglas de sucesión de la corona son inciertas o mudas, y la reúne a los individuos y hace la ley. Traducida en lenguaje internacional,
intervención se torna normal, sólo al monarca reconocido como legítimo esta nueva fórmula crea una nueva alteridad: la nación no conoce a prín-
se le tiene por soberano, o si la sucesión o el interreino sean ambiguos, y cipes, sino a otras naciones. Que éstas sean escarnecidas o simplemente
el resto de los monarcas tiene algo que decir o pretensiones que dar a se eclipsen ante el príncipe convertido en déspota o tirano, y la interven-
conocer. Peor todavía: la lesa majestad, cualquiera que sea, atenta contra ción es nuevamente legítima, incluso se convertiría en una misión ante la
la soberanía, pues no sólo libera al extranjero del deber de no injerencia, que no se podría abdicar. Casi dos siglos antes que apareciese la idea de
sino que incluso le crea un derecho, y hasta un deber de asistencia. Tal es "partido hermano", la Revolución francesa había inventado la fórmula
el sentido de la declaración de Pillnitz asestada al pueblo francés suble- de las "repúblicas hermanas"; la soberanía concebida de esta manera di-
vado contra Luis XVI: tal era también lo esencial de la doctrina de la fícilmente escapa al mesianismo y a la solidaridad. Ambos se constituyen
Santa Alianza. frente a las diferencias que separan fórmulas de legitimidad convertidas
En realidad, esta mediación a través de la persona no es una simple en inconciliables.
curiosidad histórica. Su pertinencia en la vida internacional es conocida A finales del siglo XVIII, la fría idea de Estado no era suficientemente
y ha sido muy elogiada por la escuela realista, que recuerda gustosamente sólida para desactivar esas tensiones y hacer aceptable la idea de que el
otro podía poseer el poder último en nombre de valores completamente
logos vínculos particulares que le dan sentido a ia negociación interna- diferentes. Sin embargo, el entusiasmo revolucionario no ha decaído en
cional para desarrollarse considerablemente bajo la presión de los nuestra vida internacional contemporánea, al menos como figura retóri-
regímenes autoritarios. Sin duda alguna, los progresos realizados desde ca, que encubre, llegado el caso, otras consideraciones más cínicas. Inter-
entonces por las formas rivales de soberanía dan a la soberanía dinástica vención cubana en Angola, angoleña en Zaire, zaireña en el Congo;
una significación más atenuada, cuya lógica se corrompe bajo la forma partidos hermanos en'tiempos de la guerra fría, en nombre, del.Ínter-
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nacionalismo proletario que penetra hasta las filas de la democracia occi- poder. La confusión de Inglaterra frente a la agitación de 1848 fue úh
dental; brigadas internacionales en España; llamamientos a las sanciones comienzo de prueba; su pasividad ante la formación del sistema bis-
por el no respeto de los derechos humanos; solidaridad del Egipto marckiano se sitúa en la misma línea; las sinuosidades de su política oto-
nasseriano con el FIN argelino durante la guerra: los usos son numero- mana condujeron a un abandono de hecho de los principios enuncia-
sos, diversos y se ofrecen a todas las causas. Son escasos los Estados que dos. Más globalmente aún, ese prudente soberanismo que Inglaterra
un día no se integraron en su diplomacia para valerse de ella de forma oponía por comodidad a sus vecinos europeos permitió a Disraeli y a sus
más o menos discreta; aún menos generalizados son los que nunca han sucesores preparar de forma eficaz el gran imperio colonial, obra en la
tenido la ocasión de desprestigiarlos para refugiarse, de manera enfure- que la corona había, en lo sucesivo, dominado las compañías marítimas,
cida, tras un uso estricto de una concepción de la soberanía definitiva- y concebir el "panbritanismo" mencionado por Victor Bérard a princi-
mente imposible de encontrar. La dosis mínima es probablemente aquélla pios del siglo XX. Instrumento más que teoría global, esta otra concep-
instilada púdicamente en esas declaraciones oficiales que favorecen los ción de la soberanía inauguraba así una larga carrera que actualmente no
progresos realizados por los derechos humanos o la democracia en tal o se ha interrumpido. Podemos admitir que de ese soberanismo pragmáti-
cual país. La escala es compleja, pero se basa en el mismo postulado: la co queda, en efecto, el enunciado (nunca desmentido y siempre abun-
soberanía del otro sólo puede unir si ésta no pone trabas a los valores que dantemente utilizado) del principio de no intervención en los asuntos
tengo por fundamentales; no hay alteridad respetable desde cuando aqué- internos de los demás países, asociado a esa discreta juridicidad que per-
lla excluye los derechos que he sabido conquistar. mite a los Estados mantenerse apartados de los problemas más molestos:
3) El duerna se debilita un poco desde el momento en que construyo crisis argelina, crisis ruandesa en sus principios, aptitud de dejar de lado
la nación del otro en un absoluto que me es externo. Esta concepción, en el terna de los derechos humanos cuando lo desee, especialmente frente
resumen equilibrada y pragmática de la nación independiente fue, durante a países poderosos o económicamente útiles, a ejemplo de Rusia durante
mucho tiempo, la originalidad de la diplomacia inglesa, al menos tal como la crisis chechena, de China cuando se abrió al comercio internacional o
estaba definida por Canning y Palmerston. Su relativo éxito contribuyó a de los Estados petroleros que acumularon infracciones a los derechos
erigirla en un tercer tipo que, en todo caso, puso a Inglaterra a cubierto fundamentales. Pragmática por selectiva, esta concepción de la sobera-
de los excesos tanto de la Santa Alianza como del "sistema" bismarckiano. nía revela su principal insuficiencia en el plano normativo: ningún prin-
Indiscutiblemente nos acercamos a una concepción de las relaciones in- cipio, ninguna jurisdicción, ninguna autoridad moral controla ni inspira
ternacionales más equilibrada y más pacífica, ya que está fundamentada las elecciones efectuadas, verifica el reparto entre la soberanía confirma-
en la coexistencia: a cada nación le correspondía la responsabilidad de da y la soberanía abolida. Abandonada a lo arbitrario de los Estados, ésta
definir su destino y su política exterior. Por primera vez, la no interven- se hace dependiente de su poder.
ción se convertía en un principio sin que éste se apoyara por ello en una 4) Esta concesión hecha a la Realpolitik está, por supuesto, en el cen-
teoría muy elaborada. tro de la soberanía-poder o soberanía fría que, imponiéndose junto al siste-
Este pragmatismo tuvo éxito por trivializar y al mismo tiempo justifi- ma bismarckiano, constituye el cuarto elemento de nuestra tipología.
car una diplomacia de retirada, hasta de aislamiento. Le permitió a In- Aquí, el reconocimiento ya no se dirige a una persona ni a una nación,
glaterra prosperar sin involucrarse en los sobresaltos de la Europa del sino a una capacidad; aquél no se deriva del respeto de un principio sino
siglo XIX, haciendo, parcialmente, escuela al otro lado del mar, junto a de la asunción realista de la fuerza del otro. Éste es soberano en la medi-
una potencia americana en vías de constitución, cuando experimentó la da en que impone con éxito su voluntad de coexistir. El proceso de reco-
necesidad de mantener una diplomacia selectivamente aislacionista. La nocimiento se vuelve, entonces, algo mecánico y sistémico, experi-
ambigüedad del modelo se debe precisamente a su irreductible necesi- mentando las relaciones de fuerza y confirmando eí orden internacional
H^H rio producir 5xc2T?cÍQri a s. Concibiendo ?, las otras naciones como que de ello se deriva. La soberanía se vuelve un asunto de búsqueda y
encerradas en una alteridad absoluta, se apartó de las reglas de la inter- frío cálculo; reconocer el poder último del otro es una forma de asegu-
dependencia, de la solidaridad, e incluso del intercambio. Al excluir la rarse la reciprocidad y obtener en caso propio la inmunidad más com-
idea de nación de cualquier reflexión crítica y considerar empíricamente pleta.
toda colectividad soberana como una nación potencial, se acerca, sin La soberanía-poder se vuelve entonces profundamente conservado-
•fe
poder confesarlo, a una visión del mundo ya forjada en términos de ra. Rechazando'todo juicio "crítico, tanto acerca del otro como de la con;
66 UN MUNDO SIN SOBERANÍA HlSTORIA DE UNA FICCIÓN
figuración del sistema internacional, aquélla tiene por principal inten- cipios de la democracia y el liberalismo, lo esencial se sitúa.en la obra dé
ción garantizar líneas de reparto y distinguir tan claro como sea posible emancipación colectiva de los pueblos. v-
entre lo interno y lo externo, entre los asuntos interiores y los asuntos Esta construcción no deja de generar nuevas contradicciones. En
exteriores. Igual que, en la mente de Bismarck, el reconocimiento de la primer lugar, es solidaria con un liberalismo que ya anuncia la mun-
soberanía de Austria-Hungría o la de Alemania tenía que poner a ambas dialización y que, de forma singular, erosiona la soberanía económica de
a cubierto de cualquier reconsideración de su estructura imperial, lo los Estados: el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos está
mismo la acentuada adhesión de la URSS a la doctrina de la soberanía definido en términos exclusivamente políticos, como para aceptar mejor
fría tenía que prohibir cualquier debate sobre sus formas de ajustes inter- una difusión progresiva del tema de la interdependencia económica.
nos, sobre el destino reservado a los nacionalistas oprimidos o sobre la Dicho de otra manera, la crítica de un absoluto expulsa al otro y la sobe-
organización de sus relaciones con los partidos hermanos. Más aún, asi- ranía sigue siendo un concepto relativo. Sobre todo, en adelante la caja
milada al poder, la soberanía se jerarquiza; en función de las capacidades de Pandora está abierta: no solamente podemos interrogarnos hasta el
acumuladas, algunos Estados se vuelven, inevitablemente, más sobera- infinito sobre lo que es un pueblo y los criterios que permiten compren-
nos que otros. Comprendemos el provecho que la política de los bloques derlo y definirlo, sino que también estamos duramente enfrentados a
ha podido sacar de una concepción que conduce directamente a la justi- una nueva paradoja de la soberanía. Reconocer a una colectividad la
ficación de la doctrina de la soberanía limitada; fácilmente adivinamos detentación legítima del poder último lleva a desacreditar por adelanta-
cómo una visión tal ha podido impregnar la política de las alianzas en el do cualquier reivindicación procedente de las minorías que aquélla con-
contexto de la guerra fría, confiriendo de manera natural un papel hege- tiene; regresión absurda porque nadie sabría establecer en qué fatal nivel
mónico, en las estructuras de mando, a cada una de las dos superpoten- el razonamiento puede invertirse, dónde se realiza el reparto entre un
cias. Desde entonces, vemos claramente la contradicción fundamental pueblo legítimo en sus aspiraciones soberanas y una minoría capaz de
que pesa sobre este cuarto tipo: demasiado estrechamente unida al po- apartarse de las normas o de rebelarse.
der, la soberanía fría arrebata al principio que la fundamenta su valor de En estas condiciones, no nos sorprenderá que los usos contemporá-
absoluto; como no todos los Estados son igualmente soberanos, los que neos del wilsonismo se hayan difundido más como modos de reivindica-
lo son más que otros erosionan inevitablemente los derechos de los más ción que como formas de organización del sistema internacional, aunque
débiles. La intervención se torna común, como la de Moscú en Budapest inspirara los tratados que siguieron al primer conflicto mundial, reve-
o la de Washington en Guatemala; concebida como un derecho por el lando en seguida sus ambigüedades y los grandes peligros que podía
que se injiere, es una fatalidad tolerable en opinión de la potencia de suscitar. Los movimientos reivindicativos que toman sus referencias de
enfrente. la herencia de Wilson tampoco han estado siempre desprovistos de equí-
5) Esta inevitable corrupción es el centro de la crítica wilsoniana y el vocos: la secesión de Katanga o de Biafra ha manipulado un ideal
quinto tipo de soberanía que de ella se derivó. En lo sucesivo, nos situa- soberanista con fines muy inciertos que no expiaba verdaderamente la
mos de lado de los derechos de los pueblos; la soberanía vuelve a ser una fórmula mágica del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos15.
aspiración, un orden a construir que debe ser concebido idealmente; ya ¿No era más bien la soberanía de los pueblos congoleño y nigeriano la
no es un estado de hecho garantizado por una relación de fuerzas, sino que se encontraba directamente amenazada? ¿El conflicto yugoslavo se
un valor que tiene que inspirar la obra geopolítica. La idea del derecho alimenta del derecho del pueblo serbio a disponer de él mismo o de aquél
de los pueblos a disponer de ellos mismos fundamenta, en adelante, una del pueblo bosnio a proteger su soberanía frente a los peligros étnicos? A
geopolítica exigente; acredita la tesis de que la soberanía no se jerarquiza, medida que aspira a una existencia objetiva, un pueblo se etniciza
no se matiza, no se comparte; para llegar a este fin, el soberano debe peligrosamente, alejándose de la construcción política que Rousseau pre-
recibir un apoyo o, más bien, debe cosificarse en una colectividad dada tendía darle. Pero si sólo los pueblos •oolíticarr.ente construidos tienen
que se impone tanto al observador como al actor. El pueblo representa derecho a la soberanía, sólo la superación de particularismos y el proyec-
ese papel: contrariamente a la soberanía revolucionaria, no es su emanci-
pación de la tutela personal del tirano lo que le da sentido, sino el reco-
nocimiento de su existencia objetiva que ya traza subterráneamente el E. Mbokolo, "Le sépaiatísme katangais", en J.-L. Amselle y E. Mbokolo dk, Au cesar de l'dhnie,
mapa político,del mundo ideal. Si éste.es llamado a vivir según los prin- París, La Découverte, 1985, pp. 204-220. , ... .'-• -. ; , - '-• ¿ '"
68 UN MUNDO SIN SOBERANÍA HISTORIA DE UNA FICCIÓN

to de contrato social se convierten en fuentes de una aspiración legítima tas que convocan a las sirenas soberanistas. Éstas cambian de papel para
a la emancipación: el etnicismo pierde entonces todo su fundamento. animar muy a menudo los combates de retaguardia o las resistencias
Sin embargo, la hipótesis etniásta no es unánimemente condenada; desesperadas, frente a los flujos migratorios, en respuesta a los procesos
sin duda, ésta es bien empleada, a veces exaltada en la práctica, y tampo- de integración regional, o para denunciar la severidad de la mundia-
co está totalmente deslegitimada por el análisis16. Agresiva o defensiva, lización.
todavía disfrutaría de argumentos sólidos que podrían reforzar la idea En este contexto, el debate se anima: ¿La soberanía va a evolucionar,
de pueblo hasta llevarla a una realidad objetiva. Si hacemos caso a algu- transformarse en una nueva vicisitud que enriquecería la tipología de las
nos, la idea de "semejanza" entre gobernantes y gobernados, la de una diversas formas que nosotros ya le conocemos? ¿O va a dejar sitio a nue-
"memoria" común, incluso la de una cultura compartida, podría ser su- vos principios, con los que más o menos coexistirá? En este dilema entre
ficiente para validar las hipótesis fundacionales. Todavía haría falta apor- reforma y revolución, actores y observadores bruñen sus. armas; procla-
tar la prueba de la perpetuidad de esos principios, de su percepción mar brutalmente que la soberanía es una ficción que pierde su utilidad
común por parte de los que les concierne. Un afgano puede definirse es costoso para el Estado, sus príncipes y sus allegados, en el momento
musulmán un día, y al día siguiente pasthun o tadzhik. Olvidamos de- en el que se amplían sus recursos especialmente coercitivos. Igualmente
masiado de prisa que aquí y allá, la movilización decisiva, especialmente el consentimiento es turbador para la teoría clásica: suena cínica en los
durante la descolonización, era política antes de ser étnica o religiosa. oídos de los que se movilizan contra unas dominaciones percibidas como
No cometamos anacronismo: los grandes movimientos nacionalistas del insoportables. Sin duda alguna, la Historia ya ha sugerido que todo acto
Tercer Mundo han denunciado la opresión del colonizador, en el mo- soberano no podría autoproclamarse legítimo por postulado, como, por
mento en el que éste aceptaba, al contrario, perfectamente referencias otra parte, sabemos con qué exceso las más diversas movilizaciones apa-
religiosas o étnicas. El nacionalismo argelino se construyó contra el mo- ñan de prisa una finalidad soberanista con el falaz objetivo de valorizar-
vimiento de los ulemas y el que tuvo descendencia en India también era se. Nadie duda que hoy el concepto confunda, incluso si no puede ser
tan fuertemente político como rigurosamente antiétnico. Es sabiendo abolido; los esfuerzos de síntesis también son saludables y merecen ser
discutidos.
evitar esta trampa como los grandes líderes nacionalistas pudieron dar
sentido a su adhesión al derecho de los pueblos: evitando las depuracio- El desarrollo de las comunidades de seguridad18 y de las dinámicas
de integración regional19 plantea así un problema de fondo: ¿El abando-
nes étnicas en nombre de un combate contra la explotación colonial,
no por un Estado de una parte de sus prerrogativas a fin de integrarse en
supieron asegurar a la descolonización una escasa primavera que no pudo
un espacio regional más vasto constituye una reorganización o una re-
resistir mucho tiempo la ola rompiente de un revivalismo alimentado de
gresión de su soberanía? Los defensores de la primera.hipótesis, general-
fracasos del Estado importado17. En este nuevo contexto proliferó, y to-
mente, arguyen que el método es voluntario y el Estado es dueño de su
davía hoy, un uso anárquico y no dominado de los principios wilsonianos
elección de integración. Los que se inclinan por la otra interpretación
de otros tiempos; la corrupción del modelo era casi inevitable. sostienen, por el contrario, que el acto de cesión crea un nuevo orden en
La extinción de la bipolaridad y el fracaso del Tercer Mundo no sólo
cuyo seno los Estados involucrados no podrían volver a negociar, en el
han privado a la soberanía de sólidos fundamentos, sino que también momento de cada decisión, la soberanía de sus elecciones políticas; a
han favorecido el nacimiento de principios alternativos. Las situaciones semejanza de la Unión Europea, la efectividad de la función gobernante
del mundo han cambiado: la ficción soberanista ya no se enfrenta con las se apreciaría en múltiples niveles (multi-levd governance}x', siendo el Es-
necesidades de los actores de no hace mucho, los que tenían que prote- tado-nación, con el escalafón de la Unión y cada vez más con el de las
gerse tras sus telones de acero, los que temían la competencia de ideolo- colectividades locales, un nivel de decisión entre otros. Parcelada o esca-
gías, tranquilamente llamada subversión, o los que tenían que movilizar
tropas para expulsar al colonizador. Poco numerosas son hü<
Tal como se estudiaron en la década de los años 1950; véase K. Deutsch et al., Polüical Community
and tke North Atlantic Área, Princeton, Princeton University Press, 1995.
Véase especialmente G. Hermet, "Des États sans territoire? Sécession ou réinvention territoriale L. Fawcett y A. Hurrei, Regionalism in World Politics, Oxford, Oxford University Press, 1995.
en Europe de l'Ouest", en E Birnbaum, dir. Soáologie des naiionalismes, París, PUF, pp. 231 y ss. Véase especialmente L. Hooghe ed., Cohesión Policy and European ¡ntegration: Building Multi-
B. Badie, L'État importé, París, Fayard, 1992. Levei Governance, Oxford, Oxford University Press, 1996. '•" ' - • "/•>*-- -,-"'•• -V-L-ív:Y-,-.--o
70 UN MUNDO SIN SOBERANÍA HISTORIA DE UNA FICCIÓN
tonada, la soberanía perdería de esta forma, con las más elaboradas cons- dos, a semejanza de la Aleña (Nafta) que reunía los tres Estados norte.-
trucciones regionales, su virtud de absoluto. americanos sin aspirar, de ninguna manera, a la supranacionalidad, o
Es probable, como lo señalan algunos autores, que este abandono a también de la APEC, que de hecho se proponía llevar a cabo una
menudo sea consentido con alivio por los Estados y algunos de sus acto- concertación relajada entre Estados, mañana de un unilateralismo que
res, que prefieren alejar de esta manera el cáliz de ciertas decisiones amar- contradecía todo abandono de soberanía26. Sin embargo, aquí también,
gas que amenazan con atentar contra su legitimidad21. La receta es muy los resultados han podido sorprender: precisamente la mundialización
conocida: los gobiernos nacionales toman en Europa el puesto antes ocu- ha generado y dinamizado actividades en redes que han revaluado de
pado por ciertos notables franceses demasiado felices de ser irresponsa- forma considerable el papel de los actores transnacionales, paralelamente
bles y estar privados del poder de decisión para hacer del Estado soberano a los Estados, e incluso independientemente de ellos. En el mismo movi-
un chivo expiatorio fácil22. El esquema está, sin embargo, incompleto; si miento, los actores subestatales, las regiones y sobre todo la ciudad, su-
dejamos gustosos a Bruselas decidir las más drásticas reestructuraciones pieron adquirir un papel internacional que pudo realizarse mucho más
industriales y agrícolas, también pagamos a menudo el precio de com- fácilmente a nivel de las nuevas re agrupaciones de Estados-naciones.
plejas manipulaciones llevadas a cabo de forma hábil por la Comisión Bajo esta doble presión se perfilan, en los espacios más desarrollados,
con la complicidad de actores económicos y sociales. El comisario de territorios "económicamente naturales", cuyo ritmo de crecimiento y
industria Étienne Davignon supo, en su momento, favorecer la constitu- densidad se miden por el mismo rasero que los flujos de inversión, las
ción en redes de empresas europeas de alta tecnología, especialmente deslocalizaciones de empresa, los intercambios económicos y sociales,
del sector electrónico, forzando de esta manera a los gobiernos situados los flujos de mano de obra, de comunicación o de estudiantes, y de acuer-
ante el hecho realizado23. Este tipo de práctica representó un papel de- dos interurbanos.
terminante en la negociación del Acta única europea. En el caso europeo, estos procesos han adquirido un efecto, al menos
El abandono de soberanía no es, pues, ni tan mecánico ni tan contro- parcial, de entrenamiento político; la misma constatación sería válida
lado como quiere creerse. En tanto, la Historia a veces hace trucos ines- para Mercosur, en Latinoamérica, a un nivel evidentemente menos ele-
perados. Cada integración regional se realiza en un contexto que le es vado. Reconoceremos, por el contrario, que los contraejemplos son nu-
propio, lo que ya impide hablar de ella en singular. Cuando Europa occi- merosos, y revelan una sólida resistencia de los Estados: aunque
dental abrió la vía, después de 1945, pudimos creer durante un momen- administran una moneda única, la Uemoa (Unión Económica y Moneta-
to que el Estado era realmente atacado en su pretensión soberana24; sin ria del Oeste de África) y la Cemac (Comunidad Económica y Monetaria
embargo, los primeros pasos de la construcción europea permanecieron de África Central) no han suavizado nada las rivalidades de soberanía
deliberadamente intergubernamentalistas, vigilados muy de cerca por entre los Estados que las constituyen. La Aleña (Nafta) no ha debilitado
los Estados que fueron los únicos capaces de llevarla a cabo. La crisis en modo alguno el rigor de los controles en las fronteras que se produ-
económica que se arraigó en el transcurso de los años setenta y los efec- cen dentro de la zona, y tampoco ha favorecido una armonización de las
tos tangibles de la mundialización forjaron un contexto diferente, en cuyo diplomacias de los Estados afectados. La Liga árabe se presenta en orden
seno el Estado ya no era el acusado, sino que más bien aparecía como la disperso en el centro de las grandes negociaciones internacionales, espe-
víctima a la que había que proteger25; la integración regional que corres- cialmente durante la celebración de foros económicos del Próximo Orien-
pondía a esta nueva etiqueta tenía que mirar por la soberanía de los Esta- te y de África del Norte destinados a promover la cooperación económica
regional con Israel; el fracaso de la Cumbre de Dona (noviembre de 1997)
fue, desde este punto de vista, significativo. A primera vista, la política
Véase, E. Cohén, La Tentation hexagonale, París, Fayard, 1996, pp. 167 y ss. de Asia oriental también permaneció, a pesar de la APEC, nacional y
Nos referimos al clásico J.-P Worms, "Le préfet et ses notables", Sociología du trava.il, julio-
septiembre 1996, pp. 261-271.
conflictiva.
S. George, Supranational Adors and Domestic Politics: Integration Theory Reconsidered m the Light of Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. A menudo, la capa-
the Single European Act and híaasíricht, Sheffield, Sheffield Papers in International Studies, 1994, cidad hegemónica de un miembro es suficiente para crear las condicio-
pp. 13-14.
Véase, por ejemplo, E. Haas, The Uniting of Europe, Stanford, Stanford University Press, 1958.
A. Gamble y A. Payne, "Introduction: the Political Economy of Regionalism and World 26 Véase E Petiteville, "Les processus d'intégration régionale, vecteurs de recomposition du
Oder", en id. ed., Regionalism and World Order, Londres, ivíacmiUan, 1996, pp. 13 y ss. systéme international?", Études Ínter nationales, XXVHE, octubre de 1997, pp. 511-533.
72 UN MUNDO SIN SOBERANÍA HISTORIA DE UNA FICCIÓN

nes de una integración política de hecho; la regionalización rehabilita la propia opinión pública, es como si las reglas no escritas de la nueva
vieja idea de potencia regional ante la cual cede la soberanía de los más gobernanza apelaran al distanciamiento de las viejas soberanías.
pequeños, a semejanza de lo que constatamos con la SADC (Southern Esta reflexión se prolonga naturalmente por tener en cuenta el
African Development Communify) en beneficio de África del Sur. Además, multilateralismo y los regímenes internacionales. El fin del último con-
aunque se repriman, las integraciones económicas regionales generan flicto mundial señala, desde este punto de vista, una ruptura, aunque
instituciones cuya rutinización se burla un poco de las soberanías: secre- ésta pareciera anunciada desde hace un cierto tiempo. En lo sucesivo,
tariados permanentes, grupos de trabajo interestatales, consejos de mi- los Estados son llevados a privilegiar lo múltiple sobre lo bilateral y a
nistros, a veces consejos de jefes de Estado o consejos, incluso tribunales incluirse en vastas construcciones institucionales y normativas. Desde
de arbitraje. Sobre todo y más profundamente todavía, el desenganche las instituciones de Bretton Woods hasta las convenciones en materia de
de lo económico y lo político pone a éste a cubierto de cualquier conta- medio ambiente o de no proliferación nuclear, adivinamos lo que esta
minación, pero suscita de hecho una política de mercaderes que se im- práctica puede tener de inevitablemente mutilador para la soberanía de
pone de forma más o menos formal, a ejemplo de los hombres de negocios los más débiles o de apremiante para las de poder intermedio, mientras
taiwaneses que invierten en China continental, empresarios japoneses que las superpotencias hacen de ella, al menos parcialmente, un instru-
en Siberia, diásporas chinas o el impacto político de zonas económicas mento de su hegemonía. También paradójicamente, más derecho inter-
especiales en China o Corea del Norte. En este último caso, la "zona nacional significa más poder, en la medida en que la producción normativa
franca económica y comercial" de Najin-Sónbong, fuerte de 621 km2, debilita, o al menos matiza, el rigor formal de la protección soberanista.
tiene que recibir a inversionistas extranjeros que, en el país del difunto En adelante privados de la facultad de oponer mecánicamente un escu-
Kim II Sung, son dispensados de visa y exonerados de impuestos27. La do tal, los Estados se ven forzados a cooperar en la promulgación y el
liberación del Estado que se inicia en toda Asia, y especialmente en Corea respeto de una reglamentación común que algunas escuelas fácilmente
del Sur, donde la mundialización se convirtió en un lema gubernamen- interpretan como hechas de creencias, valores o comprensiones com-
tal, completa un proceso inédito y muy importante: la construcción por partidas del mundo. Si es tal el caso, tras los regímenes mundialmente
lo "bajo" de espacios económicos de integración entraña una dinámica promulgados en materia de medio ambiente o de derecho social, es el
política que podríamos analizar como el resultado bruto de una principio mismo del pluralismo cultural y de la soberanía de las colecti-
desreglamentación del espacio. En lo sucesivo, éste ya no es exactamente vidades sobre sus propios valores que se encuentra afectado y
territorial ni estacional, pero igual está forjado por redes de ciudades, de reconsiderado, en nombre del universalismo que sencillamente puede
inversiones, de flujos transnacionales de todo tipo que tienen en común disfrazar la hegemonía de algunas potencias. No obstante dimos con una
su obediencia a una geometría variable que anula la distancia en su anti- de las contradicciones más sutiles de nuestro concepto: probablemente
guo papel de recurso de gobierno28. un método empírico nunca podrá establecer esa convergencia de'com-
Esta recomposición de los espacios entra claramente en contradic- prensión entre los Estados que participan en una misma convención29.
ción con el principio clásico de soberanía. Sin embargo, es forzoso admi- Tampoco nadie puede definir a qué nivel mínimo esta comunidad de
tir que los Estados la aceptan como una necesidad y la buscan incluso de opiniones debe construirse para restituir un régimen que produzca su
manera activa. Tenemos como prueba el apetito de los Estados ribereños efecto30. También el límite que el derecho aporta a la soberanía está com-
del mar Negro por una construcción regional que aparentemente con- pensado por este margen de reinterpretación que sigue siendo la marca
tradijo sus enemistades tan viejas como poderosas, o la sed de los Esta- imborrable del juego de todos los actores sociales, así como una fuente
permanente de corrosión del multilateralismo; extrañamente perdedora
dos procedentes del antiguo bloque del Este, incluso de la antigua URSS
que,, a semejanza de los Estados bálticos, llaman vigorosamente a la puer- en el plano jurídico, la soberanía se reorganiza de manera más libre como
JS CléScC
R. Keohane, "The Analysis of Iníernadonal Regimes; Towaids a European-American Research
Program", en V. Rittberger, Regime Theory and International Relations, Oxford, Qarendon Press,
S. C. Cheong, Idéokgie st systéme en Coree du Word, París, L'Haimattan, 1997, p. 340. 1993, p. 27.
E Gipouloux, "Globalization and Regionalization in East Asia: Stakes and Strategies", en id. Véase sobre este terna, E Katzenstein, "Inrroduction", en id. ed., The Culture Of National Sccurity,
ed., Regional Ecanomic Strategies in East Asia, Tofcyó, Casa franco-japonesa, 1994, pp. 13-43. Nueva York, Columbia University Press, 1996, p. 17. ' ! .'-" • ^
i U.C.P.R. á
HISTORIA DE UNA FICCIÓN 5!,
74 UN MUNDO SIN SOBERANÍA
^ BIBLIÓ^A
fenómeno sociocultural y se torna disfuncional, fuente de desorden e concebir, con John Charvet, que se erija en intermediaria entre
incertidumbre. ción anarquista que reduciría el juicio moral a un juicio privado y una
Esa zanja que se abre entre Estado y soberanía puede sorprender; sin opción absolutista que confundiría ia obligación moral con la necesidad
embargo, se convierte en uno de los parámetros del juego internacional imperativa de obedecer a los tiranos33. La soberanía extrae entonces su
contemporáneo. Esta crisis es observable desde muchos puntos de vista. virtud de poder último de su aptitud para realizar los principios morales
En primer lugar, son numerosos los actores extraestatales que pretenden de los que tiene que servirse34. Así como un individuo puede desobede-
manipular o utilizar la detentación del poder último: empresarios cer a un Estado que no respeta las obligaciones que lo fundamentan, de
identitarios, religiosos o comunitarios, empresarios transnacionales, ac- la misma manera la soberanía pierde su sentido cuando se separa de los
tores políticos que buscan construir su legitimidad con la salvaguardia principios en los que se basa. Desde esta perspectiva, la injerencia ya no
de una soberanía atacada. Después porque el Estado, frente a sus nuevos está en contradicción con la idea de soberanía, desde que no busque más
competidores y frente a las nuevas circunstancias de la mundializacíón, que restaurar los derechos humanos o satisfacer las necesidades funda-
cambia cada vez más de método: en lugar de validar su acción recurrien- mentales de la humanidad. Recíprocamente, un Estado ya no puede in-
do al principio de la soberanía territorial, entra en las redes trans- vocar de su soberanía desde el momento en que se establece que ésta
nacionales31, negocia con las firmas, pasa por alto convenios con los em- contraviene a los derechos fundamentales.
presarios identitarios, representa los poderes más comunes (influencia, Indiscutiblemente, esta construcción está en la línea de las Luces;
negociaciones, intercambio desigual...). Si hay soberanía, ésta se con- ésta ilumina y probablemente justifica el derecho de injerencia, así como
vierte en un recurso de regateo (bargaining), olvidando su nobleza y su la interdependencia moral entre Estados, tai como se presentan actual-
excepcionalidad32. mente, sin oponerse al razonamiento de soberanía. Todavía es necesario
Apañada de esta manera, la soberanía pierde una parte de su alma, que se reúnan dos condiciones. En primer lugar, que se admita el postu-
pero no abdica por completo. Este envilecimiento se equilibra a través de lado fundacional de un cosmopolitismo liberal al que no se puede opo-
dos fuertes tendencias que le hacen competencia: una renovación moral ner, parece, más que la estadolarría o un peligroso relativismo cultural
y una transmutación en otro principio. Volvámonos un instante hacia que privaría a priori y de forma perenne a ciertas partes de la humanidad
los grandes filósofos que validaron esta formidable aventura intelectual: de ciertos derechos de los que gozarían algunos otros. La segunda con-
todos ellos tenían en la mente la idea de que, aunque absoluta, la sobera- dición es más delicada: si la soberanía se vuelve instrumental, pierde en
nía era, ante todo, un instrumento, y de ninguna manera un fin en sí seguida su pretensión jurisdiccional; y entonces, si no queremos hundir-
misma. John Locke invitaba a una reflexión liberal, y quizá la expresó nos en un mundo de arbitrariedad y poder, conviene definir un nivel
con más fuerza que los demás: la soberanía posee valor por las funciones jurisdiccional de sustitución que pueda decidir la facultad de injerencia.
que ha realizado; por esta razón no es el estereotipo de un equipo En consecuencia, ila soberanía sometida a un principio más elevado per-
institucional ni de un razonamiento único. dería entonces su marca principal!
En efecto, podemos admitir que sus puntos de referencia pueden Por esta razón, el reconocimiento moral de la soberanía se enfrentó
construirse de manera diferente según las opciones filosóficas o morales muy rápidamente a sus propios límites. Por el contrario, gana en credibi-
de cada uno. En una perspectiva que sería la del todo-Estado, la sobera- lidad la hipótesis de la transmutación: la interdependencia moral entre ,
nía no tendría otros fines que el de proteger y reproducir el poder esta- Estados no fundamenta una soberanía de una nueva clase, pero da-ori- ?"
tal, sea cual fuere su finalidad; el Leviatán se vuelve un fin en sí, validando gen a un principio inédito que ya organiza, de hecho, la vida internacio-
de esta manera cualquier acto soberano según un método que encontra- nal, el de responsabilidad. Esta innovación está triplemente favorecida por
mos tanto en el modelo bismarckiano como en las variantes del totalita- la crisis de la concepción clásica de la soberanía. La creciente interde-
rismo: Si ahora la finalidad se constmve en ténrJrios éticos y se atiene ya pendencia entre Estados soberanos tiene, en primer lugar, un corolario
no a una instancia, sino a principios fundacionales, entonces podemos
33 J. Charvet, "The Idea of Siate Sovereingry arid the Right of Humanitarian Interventkm", ¿
R. Rosecrance, "The Rise of the Virtual State", Foreign Affairs, 4,1996, pp. 45-61 International Political Science Revieio, 18,1,1997, p. 42. "^/.. ¿¿..
34 Ibid., pp. 49 y ss.; S- Caney, "Human Right and Rights of States: Terry Nardin'on Noriiri-
Véase S. Krasner, "Power Politics and Transnational Relations", en T. Risse-Kappen, ap, cit., pp.
268yss. tervention", International Political Science Review, 18,1,1997, p. 28.::. " "»——~-
76 UN MUNDO SIN SOBERANÍA HISTORIA DE UNA FICCIÓN

del que nadie escapa totalmente: por no haber podido controlar de ma- para el habitat o la condición femenina... Así, el mundo se vuelve, cómo
nera satisfactoria lo que ocurre incluso en el interior de sus fronteras, los cada comunidad política nacional, una verdadera comunidad de res-
Estados solicitan cada vez más cooperación y, muy a menudo, interven- ponsabilidad. - -9
ción más o menos discreta en sus propios asuntos35. Ya no contamos los El mismo derecho, al fin, experimentó una evolución comparable. La
llamamientos multiformes lanzados en este sentido: a las empresas ex- responsabilidad ya no es el simple corolario de la soberanía, la obliga-
tranjeras para invertir y crear empleo, a las instituciones multilaterales ción, más o menos apremiante en la que se encuentra un Estado, de
para prestar, asistir, volver a poner orden en las finanzas exteriores, a las reparar los perjuicios causados a otros Estados en el cumplimiento de
instituciones regionales para apoyar a los sectores en dificultades o arre- sus actos soberanos. Así, el campo de la responsabilidad se amplía: la
glar un territorio desheredado, a una potencia regional o mundial para resolución 686 del Consejo de Seguridad del 2 de marzo de 1991 quiere
restablecer la seguridad. Los Estados esperan así recuperar en capacidad comprometer ía responsabilidad de Irak no sólo por los daños que le son
de regulación interna e internacional lo que abandonan en soberanía36. imputables, sino también por todos aquellos que le son consecutivos en
De una soberanía absoluta se pasa así a la hipótesis de una soberanía los Estados terceros. Al mismo tiempo, la idea de una responsabilidad
razonable, mientras que la idea fundacional de comunidad política cede penal internacional se trivializa, después tanto del genocidio ruandés
ante la de comunidad de responsabilidad; dicho de otra manera, la co- como de las atrocidades cometidas durante el conflicto yugoslavo37. Los
munidad de ciudadanos ya no sólo se define en términos de detentación tímidos progresos realizados en materia de derecho del medio ambiente
colectiva de un poder último, sino como un conjunto de individuos obli- van, igualmente en ese sentido. Incluso si los Estados y las personas to-
gados por la naturaleza de las necesidades colectivas y conducidos, por davía resisten fácilmente a esas avanzadas, la filosofía del derecho ya ha
esto, a modificar, transformar, e incluso abandonar la concepción sobe- cambiado y ya no es completamente prisionera del postulado soberanista,
rana del poder que se supone detentan. ¿Transmutación o sustitución? Si los Estados están en trance de des-
Además, esta evolución está confirmada por la transformación de las cubrir el principio de responsabilidad, es en gran parte bajo el efecto de
apuestas a las que se encuentran enfrentados los gobiernos. Más allá de las mismas consideraciones que, en otro tiempo, los condujeron a
los que organizan la vida nacional, se desmultiplican las que tienen que reivindicarse soberanos y que hoy cambian de significado: realización
ver con la supervivencia del planeta entero y que implican una política del bien común, necesidad de conceder seguridad, obligación de partici-
de real cogestión a través de los Estados, trascendiendo las estrategias par en la definición de un orden internacional. Este elemento de conti-
soberanistas de la soledad. La soberanía razonable ya no se limita, pues, nuidad es, no obstante, compensado por un efecto de ruptura; la
a la gestión de asuntos domésticos sino que se amplía a ámbitos globales, responsabilidad ya no define la detentación (ficticia por siempre jamás)
como si la idea de seguridad que había fundamentado la aventura del de un poder absoluto y último, sino la obligación de mantener un com-
concepto de soberanía se globalizara para suspender la responsabilidad promiso que ya no sólo se limita a la comunidad nacional y que, en ade-
colectiva del conjunto de Estados. Actualmente sabemos que el desarro- lante, va al compás de las interdependencias y de las apuestas que
llo contraindica la soberanía, infinitamente más en el contexto actual que construye la mundialización.
en el del siglo XIX que había dirigido el destino de la mayoría de las
economías europeas. La misma observación vale para el medio ambien-
te, como sabemos desde la conferencia de Estocolmo (1972); luego la de
Rio (1992), para el desarrollo social, como lo sugiere la de Copenhague,
para la demografía, como lo ha proclamado la de El Cairo, pero además Invención compleja, usos ambiguos, concepto incierto: la soberanía
está lejos de ser esa marca estable y tranquilizadora, comúnmente valori-
35 Véase especialmente M. Zacher, "The Decaying Pilláis of the Westphalian Temple: Implication zada por los prácticos de la vida internacional, por la teoría clásica y por
for International Order and Governance", en ]• Rosenau y E. Czernpiel ed., Qnterwace loithout
Government, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 58-102; y M. Zürn, "The
Challenge of Globalization and Individualization", en H. Holm y G. Sorensen, op. cíí., pp. 137-
164. Observaciones y análisis de Yves Daudet, seminario de DEA de estudios políticos, París, IEP,
35 Como muy bien lo ha analizado G. Salame, en Appels d'empirs: ingérence si résistances a l'áge de la 1996-1997; para un análisis algo diferente, véase A. Peílet, "Art du droit et sdence des relations
mondialisation, París, Fayaid, 19.96.: . í1-; ,..--••. -^ '^r\¿j¿ '-'• •",- •> ¡' internationales", en B. Badie y A. Peílet, dir., op. di., pp. 353-369.

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78 UN ftfUNDO SIN SOBERANÍA
muladas, el contenido del lenguaje corriente muestran, sin embargo, que
una noción no necesita ser clara para utilizarla profusamente; la ficción
es útil y hace muchos favores, mientras que la polisemia y la ambigüedad
son de una ayuda preciosa: siempre hay una acepción de la soberanía
que arregla las preocupaciones del que la menciona. Mejor aún: detrás
de cada construcción del ideal soberanista siempre hay una doctrina de
la intervención, incluso de la injerencia escondida. De esta manera, la
ficción es funcional hasta el fondo: como valor, la soberanía dispone de
una capacidad legitimadora que raya en lo absoluto; incluida en una filo-
sofía política global, deja entrever las pistas que permiten poner entre
paréntesis la mayor parte de sus implicaciones: en nombre de la institu-
ción monárquica, en nombre del derecho de los pueblos o en nombre del
poder...
Atropellada, unas veces dilatada, otras laminada, la soberanía, sin
embargo ha sido, en el contexto de los Estados independientes, uno de
los principios tabúes de la vida internacional, atravesando las adversida-
des del Antiguo Régimen, como las de la Revolución, recorriendo el siglo
XIX, desde la Santa Alianza al sistema bismarckiano, renaciendo en Segunda parte
Versalles en 1919, en San Francisco en 1945, y luego en Helsinki, treinta
años más tarde. Por el contrario, no es seguro que resista al deshielo pos- LA SOBERANÍA DESAFIADA
bipolar, a las aventuras de la descolonización, ni a las de la mundialización.

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