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Pontificia UniYersidad Católica de Chile

Facultad de Letras
Programa de Posgrado de Letras

Tesis para optar al grado de Doctora en Literatura


El Cautiverio feliz, de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán: una
lectura de la experiencia criolla

Profesor Guía: Dr. Rodrigo Cánovas Emhart


Tesista: Stefanie Mas smann Wyneken

1 7 ENE 2011
HORA-

FIRMA

Abril 2 008
Santiago
Agradecimientos

Deseo agradecer especialme nte la d edicación a este trabajo d e mi p rofeso r


guía, Rodrigo Cánovas, así como la ge neros id ad con la que insisLió e n mi form ación
intelectu al; t ambién a Lucía Invernizz i y Rolf Foerster, cuyas lecturas y
co me ntarios me fueron de gran ayuda . Deseo agradecer a quie nes leyeron y
come nta ron capítulos de mi tesis : Syhia Tieffemberg, Gilbe rto Tri,ifíos, Julio
Ortega y Miguel Donoso. Estoy en de uda t ambién con quie nes me facilitaron
bibliografía o reco mendaron lecturas: Rocío Rodríguez, Danissa Bonasic, Celi a
Cussen, Monika Dockendorff y Fernando Pé rez, Domingo Ledezma.
La elaboración de esta tesis fue posible gracias a una beca doctoral
CONICYT. Parte de la investigació n fue realizada gracias a una beca de estadía e n la
.John Carter Brovm Library otorgada por esta mis ma institución (María Elena
Cassiet Fellowship) y por la Facultad d e Letras d e la Pontificia Uni,·e rs idad Católica
de Chile a tra\'és de MECESUP.
Debo a mis padres, Herbert Massma nn y Mariana Wyneken, la educación
que me permitió llegar hasta aquí. Finalme nte, agradezco d e m odo m uy especial a
Ignacio ÁlYarez, cu ya confianza me permitió terminar est e trabajo.

2
RES UMEN

La presente tesis ofrece una lectura de la obra de Francisco Núñez de Pineda y


Bascuñán (Chillán, 1608? - Perú, 1680), Cautiverio feliz (1673), a la luz de la
co nformación de un discurso criollo. La tesis propone que el Cautiverio f eliz se
constituye como un t estimonio de la conformación de una identidad cri olla en el
Reino de Chile, puesto que las ambigüedades del texto son una manifestación de la
experiencia americana que se enfrenta a los discursos prO\·enientes de la metrópoli.
El análisis develará el modo en que el autor intenta legitimarse co mo sujeto que
habla no solo acerca de los intereses y problemas de los criollos, sino que desde una
posición considerada como subalterna, de\·elando las contradicciones y dificultades
de construir un lugar de enunciación desde el otro lado del Atlántico y de afirmar
una autoridad en contexto del colonialismo y de la interacción de distintos grupos
étni cos y sociales.
En particular, la tesis aborda este p roblema desde tres puntos de \'ista:
primero , desde el entramado retórico de la obra, es decir, anal izando los modelos
retóricos y discursivos que se utilizan, y cómo son manipulados en el texto.
Concretamente, se postul a aquí qu e el autor reproduce ciertos modelos textuales,
como el discu rso historiográfico y la hagiografía, pero los modifica con el fin de
hacerlos funcionales a sus propias necesidades. En segundo lugar, la tesis exa mina
la forma en que la obra representa y resignifica el espacio ameri ca no, cuestionando
las concepciones espaciales hispanas que se imponen sobre el nue\·o territorio,
como su jerarqui zación conforme al establecimiento de un centro~· del margen o la
función de la ciudad como foco ci\ilizador. Por último, la tesis indaga en el modo
en que la lengua mapuche es \·aJorada en la obra~- en cómo se utili za n y traducen
los términos indígenas que el autor inserta constantemente en su di scurso. Estos
dos procedimientos dan cuenta de un a apreciación de la lengua ameri ndia cu~·o fi n
es ca racteri zar un espacio cultural que se distinga del peninsular, as í como tam bién
sugerir que la cultura mapuche conforma un uni\'erso independiente que posee un
lenguaje y unas prácticas sociales distintas que no pueden ser asi miladas a las
hispanas.

3
ABSTRACT

This study explores the wo rk of Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán


(Chillán, 1608?-Perú, 1680), Cautiverio feliz (1673), from the point of \Íew of the
conformation of a Creole discourse. The thesis examines the Cautiverio feliz as a
testimony of the conformation of a Chilean Creo le identity, sin ce the ambigu ities of
the text are a manifestation of an American experience opposed to Eurocentri c
discourses. The analysis v.~n show the vvay in which the author tries to legitimize
itself as a subject who speaks not only about the interests and problems of Creo les,
but also from a subaltern position, reYealing the contradictions and difficulties of
constructing a locus of enunciaban placed in the other side of the Atlantic, and to
affirm an authority in context of colonialism and the interaction of different ethn ic
and social groups.
The thesis approaches this problem from three points of view: in the first
place, considering the rheto rical co mposition of the work, that is, analyzing th e
rhetorical and discursive models that are used, and how they are manipulated in
the text. Concret ely, it is suggested that the author reproduces certain textual
models, as historiographic discourse or hagiography, but modifies them in a rder to
make them useful to its own purposes. In second place, the thesis examines th e way
in which the Cautiverio feliz represents and resignifies the American space,
undermining Hispanic spacial conceptions as the hierarchical disposition of
territory according to a center and margin, or the idea of the city as a civilizing
center. Finally, this study investigates how Pineda y Bascuñán ' s work deals v\ith
mapuche language. This language is positively described and m apuche words are
constantly used and translated in the text. Both facts are signs of an appreciation of
indigenous language whose aim is to characterize a cultural space different from
the Spanish one, as well as to suggest that mapuche culture is an independent
universe with different language and social practices ,,·hich cannot be assimilated
to Hispa nic patterns.

4
Índice

Introducción 8

PRIMERA PARTE

Capítulo I
El Cautiverio feliz y la crítica literaria: Lecturas y relecturas
en torno a la obra de Pineda y Bascuñán 17
1. Historia y recepción del Cautiverio feliz 17
2. Perspecti\·as de análisis y lecturas desde los estudios literarios 24

3. Orientaciones para un a nue\·a lectura 34

Capítulo II
El discurso criollo: proyecciones y límites 38
1. El d iscurso criollo y la formación identitaria de América 38
2. Crítica literaria y discurso criollo so
3. Criollo, mestizo, híbrido 54
4. El criollo Francisco Núñez de Pi neda y Bascu ñán 6o

S EGUNDA PARTE

Capítulo III
La retórica del criollo: géneros discursivos entre la metrópoli
y la colonia 70
1. Relatos de cautiYos y espejos de príncipes: la apropiación de
géneros discursiYos en el Ca utiverio fel iz 75
a. Relat os de cautiYos: \·ariaciones en torno a un modelo 75
b. Espejos de príncipes : discurso politico en el Cautiverio
feliz 83

5
c. La desviación de la norma: relatos de cautivos y espejos de
príncipes en el Cautiverio feliz
2. La apropiación del discurso historiográfico 91
a. El discurso historiográfico en la Europa del siglo XVII y en
las Indias 91
b. Pautas retóricas y normas discursi,·as: el discurso
historiográfico en el Cautiverio feliz 99
c. Grandes hazañas, pequeñas anécdotas: historia en el
Cautiverio feliz 109
3. La apropiación del discurso hagiográfico 119
a. Espiritualidad barroca y hagiografía cont rarreformista:
historias de santos en el Cautiverio feliz 119
b . Hagiografía y conciencia criolla 128
c. Evangelización del indio, beatificación del territorio 130
4. Lo mismo, lo otro: coordenadas para una retórica criolla 135

Capitulo IV
La geografía del criollo: una travesía hacia las tierras
indómitas 139
1. Trazar, dividir, conquistar: la apropiación imaginaria del espacio 139
2. Los terrones secos de la Araucania: escenario de guerra, lugar de
comunión 149
3. Las ruinas de La Imperial o el imperio en ruinas 156
4. Desplazamientos de fronteras, cambios de itinerarios 166

Capítulo V
Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, traductor 175
1. Ideología de la lengua 175
2. Lengua y colonización 183
3. Lengua y evangelización 187
4. Las palabras del otro: testimonio mapuch e y narrador criollo 190
s. Hablar lo propio con palabras ajenas : la lengua mapuche en el
Cautiverio feliz 203
6. La traducción del orden social: desde Roma a la Araucanía 208

7. La traducción de la fe: prácticas endemoniadas y creencias


hermanas 214

8. El criollo, traductor y traidor del mundo mapuche 219

Conclusión 223

Bibliografía 229

7
Introducción

La incorporación de los discursos coloniales en el marco de la tradición literaria

hispanoamericana no ha estado exenta de conflictos y discontinuidades que

prmienen de su relación con otros campos del saber, especialmente con la historia.

El proceso a traYés del cual las letras coloniales pasaron a constituir el fundamento

de nuestra literatura y que comenzó en el siglo XIX, continúa ahora bajo un signo

muy distinto, puesto que los nue,·os presupuestos epistemológicos han abierto en la

actualidad otras posibilidades de lectura y análisis de estos textos. Los cambios de

los que hablamos quedan retrat ados con claridad si realizamos un trayecto por los

di,·ersos puntos de \i sta desde los que se ha interpretado el Ca utiverio feliz de

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, comenzando por su tardía publicación, en

1863, bajo el alero de los proyectos de form ación de las identidades nacionales. En

efect o, y como señala Margarita Za mora, la clasificación de los textos coloniales

históricos como parte de la producción literaria se realizó en el contexto, por una

parte, de un cambio en el concepto de "historia'\ y por otra, en el marco de la

autodefinición cultural de las naciones americanas recientemente emancipadas,

con el fin de rescatar una " esencia


.
amen.cana , que pudiera diferenciar la

' Margarita Zamora advie rte que, dura nte los siglos A.'VI ~· XVII, el d iscurso histórico estaba
determinado por un concepto de Ycrdacl definido como aquello que esta ba ga ra ntizado por una
autoridad (337), idea que cambió du rante el siglo siguie nte para mantene rse hasta ho~', en que el
concepto de historia se basa en un concepto de Yerclad que se limita a lo que puede ser Yerificado
(338). Este ca mbio en el concepto de histo ria lleYÓ a d esca lificar. a partir del s iglo XVIII , las obras
histó ricas producidas dura nte la é poca colonial puesto que no coincidía n con la idea de h isto ria
im perante en el momento, facilita ndo así s u asimilació n en el ca mpo de la literatura (339).

8
producción cultural hispanoamericana de la europea, en especial de la española 2 .

La inclusión de estos textos en el marco del canon literario significó, por otra parte,

la búsqueda de elementos que pudieran considerarse precursores de la producción

literaria posterior, al tiempo que se otorgó prioridad a los aspectos estéticos o

creatiYos de estos textos (Hernández-Torres 11-12)3. Esto puede obserYarse, para el

caso del Ca utiverio feliz, desde los primeros comentaristas de la obra, como José

Ignacio de Eyzaguirre, quien la define como no\·ela histórica y agrega qu e

"haciéndole justicia que merece debemos confesar desde luego que como tal tiene

un mérito rele\·ante" (485)4, hasta la apreciación que hace casi cien años después

Miguel Ángel Vega al afirmar que "El Cautiverio f eliz posee altos \·alares artísticos.

2 En el caso chile no la valoración de los textos coloni ales se da e n dos tiempos. La prime ra
generación de intelectuales liberales -José Victorino Las ta rria, por ejemplo- deplora el corpus por
su relación con España: "Pedro de Oña, que según las noticias de algunos eruditos escribió a fines
del siglo XVI dos poemas de poco mérito lite ra rio, pero ta n curiosos como raros en el día ; el célebre
Lacun za; 0\·alle, el historiador, y el candoroso Molina, que ha llegado a granj earse un título a la
inmortalidad con la historia de su patria, son los cuat ro conciudadanos, y quizás los únicos de
mérito. que puedo citaros como escritores; pero s us produccio nes no son timbre de nuestra
literatura, porque fue ron indígenas de otro suelo y recibieron la influencia de preceptos extraiios"
(Lasta rria 84). La segunda gene ración, en cambio. \·alora la producción lite ra ria colonial como algo
~·a propio, a unque no deja de cri ticar s us cualidades estéticas . J osé Toribio Medina afirma , por
ejemplo. que "nuestra literatura, en absoluto, a pé nas si tie ne un monumento digno de recordarse:
pe ro estudiada en s u conjunto, s iguie ndo paso a paso su desarrollo. es fácil con\'c nce rse que por la
marcha natural de las cosas iba adelantando sus ideas i encaminá ndolas po r la senda ele la
em ancipación i el progreso'' (Introducción XCIV) . Si bien Mcdina parece coincidir con Las ta rria en
el escaso mé rito a rtístico de los escritores coloniales, por otra parte los recoge co mo pun to de
partida del desarrollo político e intelectual de Chile, cosa que no hacía el primero.
:1 La \'aloración de las cualidades estéticas de las obras historiográficas puede aprecia rse . por
ej em plo, e n Proceso y contenido de la novela J-!ispano-1\mericana (1953) de Luis Albe rto Sá nchcz,
quien ad\·ierte que aunque ·'es evidente que la no\'cla, en su sentido más dinilgado, no la hubo en la
época colo nial'' (106), "toda \'ida y toda obra de aquellos tiempos [época colonial] e ncierra n
gérmenes de no\'ela" (87). En el mis mo sentido se expresa Enrique Pupo-Walkcr en su emble mática
obra La vocación literaria del pensamiento histórico en América (1982) donde, si bien reconoce las
obras coloniales como parte del discurso histórico, busca valora r "precisame nte esos espacios
imaginativos que la historiografía suele pasa r por alto" ya que "en esos fragme ntos pe r\'Í\'Cn, con
toda claridad, estudios eleme ntales de inte rpretación cultural ~· de la acti\idad litera ria; ade más, e n
ellos están inscritas fo rmas primigenias del pe nsamiento americano" (17).
1 J osé Ignacio E~·zaguirrc fundame nta su afirmación ace rca de la obra con una detallada
descripció n, y concluye que ''la obra de Bascuñá n ab unda en máximas que encie rran profund a
fil osofía, máximas que habla n al corazón de un modo pa tético é irresistible'' (489). El ,·alor a rtístico
de la obra está, por ta nto, relacionado ta nto co n su ca rácter ilustratiYo en t érminos morales como
con su capacidad d e conmover al lector.

9
Bascuñán nos ha regalado en sus páginas una descripción sobria y delicada del

paisaje g ris del Imperial. Los caciques araucanos que figuran en el relato .. . no son

meras ficciones literarias, pálidos reflejos d e la realidad, sino seres ,;,·os due ños de

un a ' ida intensa y de relie,·es humanos profundos" (121).

Con todo , hacia fines d el siglo XX comen zó un cambio d e perspecti,·a amparad o

e n la convicción de la opacidad del lenguaje y en el hecho de que m ás que un mero

transmisor de significados, el lenguaje es un instrumento de interpret ación de la

realidad. Esto puede aplicarse a cualquier construcción ,·e rbal,

independientemente d e si pertenece a la ficción o a la historias. Junto con ello, la

noción de "discursos coloniales", es decir, toda producción discursiva producida en

un contexto colonial, permitió ampliar el objeto de estudio a t extos que no solo

estaban vinculados con la tradición occid ental6, a la vez que conjuga los aspectos

lingü ísticos y semióticos d e los t extos con los antropológicos e históricos, de modo

que el estudio de estos textos se \Ueh ·e necesariamente interdisciplinario. En su

s H a~·de n White ha trabajado la similitud entre los discursos fi ccionales y el discurso histórico.
sei1ala ndo que las narraciones históricas son "ficciones ,·erbalcs cuyos contenidos son ta nto
in ventados como encontrados ~· cu~·as formas tienen más en común con sus homólogas e n la
litera tura que con las de las ciencias" (109) . Por otra pa rte, afirma que si bie n "cons ide rados como
elementos potenciales de un rela to, los aco ntecimientos his tóricos tie ne n u n ,·alor neutral", en el
momento e n q ue son incorporados al discurso histórico pierden esta cualidad, dado que el
historiador configura los hechos de acue rdo con los impera tiYos de determinada estructura de
trama (trágica, cómica, romá ntica, irónica) (White, El texto histórico 113).
6 Mignolo seií.ala q ue "while colonial literature has been construed as an aesthetic s~·s te m

de pendent on the Renaissance concepts of poetry, colonial discourse place colonial discurs iYe
production in a context of conflicti,·e interactions, of appro priations and resistances, o f powe r a nd
domina tion" (Th e darker 7). Según el a utor, la denominación de ''discurso colonial" tie ne la Yentaja
de atraer a dh·ersas disciplinas en torno a un mismo objeto y de relati,·izar el concepto d e litera tura.
el que difícilmente pued e aplicarse en situacione coloniales sin situar la producción litera ria de las
colonias en un lugar secundario y sin ignorar, por otra pa tte. las producciones discursiYas propias
de los pueblos na tiws ("Colonial a nd postcolonial discourse" 124 - 25). Es por ello que propone
amplia r incluso más el concepto y reemplaza rlo po r "semiosis colonial" con el fin d e aba rcar no solo
la producción escri ta, sino también la producció n o ral y la escritura no alfabética. Este concepto de
discurso colonial se discute extensamente e n los a rtículos de Pa tricia Seed , "More Colon ial a nd
Postcolonial Discourses"; Hc rná n Vida!, .. The Concept of Colonial and Postcolonial Discourse: A
Pe rspecti,·e f rom Lite rary Criticis m'' y de Rolena Adorn o "Recons ide ring Colo nial Discourse for
Sixtccnth- a nd ScYe nteenth Spanish America ·· .

10
célebre articulo "Nue,·as perspecth·as en los estudios literarios coloniales

hispanoamericanos" Rolena Adorno expone muy bien este cambio de paradigma y

destaca que el conce pto de literatura se limita a ciertas prácticas de escritura

eurocéntricas, mientras que la noción de discurso se abre a todo el terreno que

ocupa la palabra y permite la inclusión de sujetos que no reproducen la ideología

pat riarcal e imperial dominante. Esto implica un cambio en la concepción de la

hist oria literaria, que no es ya el estudio de la transfo rmación de de las ideas

estéticas en el tiempo sino el estudio de prácti cas culturales sincrónicas, dialógicas,

relacionales e interactivas.

La presente tesis se enmarca dentro de esta perspecti,·a, en el sentido de que

no se aboca a las cualidades estéticas o literarias del Cautiverio fel iz, sino que

entiende el texto como una construcción ,·erbal que trasunta las relaciones de

poder, la negociación de significados y la formación ident itaria de los sujetos

coloniales; aunque, naturalmente, ello implica un análisis textual cuidadoso y la

consideración de elementos estét icos y cultu rales que provienen de la tradición

europea. El objetivo es, entonces, estudiar la formación discursiva, la textura

retórica y la representación de la realidad en el Ca utiverio feliz en relación con

elementos contextuales, tanto históricos como discursi,·os, en particular aquellos

que dicen relación con el advenimiento de una identidad criolla. La obra de Pineda

y Bascuñán elabora, desde el punto de \i sta del criollo, temas importantes del

imaginario colonial chileno, como la distancia con respecto a la metrópoli, la

relación con el indígena y el problema de la guerra de Arauco. Este trabajo parte de

11
la idea de que la condición de criollo funciona como un lugar de enunciación? del

que se genera un "uso más o menos diferenciado del lenguaje y que podría remitir a

la construcción de un sujeto disgregado, difuso y heterogéneo"s ("Condición

migrante e intertextualidad" 104).

La lectura que se propone aquí aborda t ambién uno de los aspectos más

destacables del Cautiverio f eliz, la representación del indígena, puesto que esta

obra proporciona una imagen del indígena en la \ida diaria que dista mucho de su

tradicional representación como guerrero indomable y cruel. El criollo se encuentra

en una posición distinta con respecto al indígena que el español peninsular y por

tanto, su representación del aborigen es también especial y en ocasiones, más

comprensiYa. Surge aquí naturalmente el problema de la represe ntación del sujeto

subalterno, en particular desde que im·estigadores sugirieran qu e hay en el

Cautiverio una especial compenetración con la causa indígena o un a

- Hablo d e '·lugar de enunciación'' - y en ocasio nes de rechamente d e "ide ntidad''- para referirme a
una fo rmació n identitaria no esencialista o. en té rminos de Ga~·atri Spi,·ak, de un '·esencialis mo
estratégico". SpiYak a rgumenta que, aun cuando las categorías esenciales deben ser criticadas. no
puede n ser e,·itadas a la hora de dar cuenta del sujeto en un co ntexto social y político específico. En
pa rticular, para sujetos subalternos puede ser útil la utilizació n de este esencialis mo estra tégico para
afirma r s u identidad política, siemp re ~· cua ndo esta sea circunstancial. El lugar de e nun ciación es,
entonces, el lugar desde donde el sujeto construye su discurso, sujeto al que puede atribuirse una
identidad esencialista solo en términos estra tégicos, e n la conciencia de que se está ope rando sobre
un efecto de s ujeto, com o lo explica Spi,·ak: "that which seems to operatc as a s ubject may be part of
a n inmense discontinuous netvvork ("text" in general sense) of st rands that may be termed politics,
ideology, economics, history, sexuality, langu age a nd so on. . . Differe nt kn ottings a mi
configurations of these strands, determin ed b~· hcterogeneous determ inatios wh ich a re themseh·es
dcpcndent upon myriad circumstances, produce the effect of an ope rating subjcct'' ("Subaltcrn
Studies'' 204).
8 Antonio Cornejo Pola r se expresa en estos término para referirse al sujeto migran te, el que. como

Ycremos en el capítulo siguiente, puede analogarsc en cierto sentido al sujeto criollo. Esta a nalogía
me permite apropiarme de las palabras de Cornejo Pola r y utiliza rlas como pu nto de partida para
pensar la escritura criolla a partir de una experiencia que constru~·e al sujeto desde un luga r
distinto. Por otra parte, la referencia a un "uso más o menos difere nciado del le nguaje" también se
encuentra en las palabras de José Anton io Mazzotti. quien señala que los escritores criollos "se
encargaron de levantar el andamiaj e discursi,·o d e una for ma de la identidad hispana que se
distingue de su ho móloga peninsular en diYe rsos aspectos, pe ro s in prefigurar por ello un ideario
independentista ni mucho menos un igualamiento con las mayorías indígenas, africanas y de castas"
(" Las agencias criollas" 13 ).

12
representación más "auténtica" del mapuche. La presente tesis se desma rca de este

punto de ,·ista puesto que considera, junto con Gayatri SpiYak, que el subalterno no

puede representarse políticamente sino sólo estéticamente9, y que esto último debe

hacerse considerando que el punto de ,·ista desde el que se está reali zando esa

representación nunca es neutro. Desde esa perspecti,·a, habría en el Cautiverio f eliz

un intento por construir un lugar de enunciación distinto, el del criollo, quien como

marginal con respecto a la metrópoli debe encontrar nueYos modos de decir(se),

tensionando los modelos discursi,·os e ideológicos impuestos por ésta. En segundo

término se encuentra el mapuche en una posición aún más marginal, ocupando el

lugar del "otro" en el texto, de manera qu e su descripción, aunque fm·orable, sin·e

en p rimer lugar a los intereses criollos y sólo de manera secundaria a los indígenas,

quienes no son representados políticamente en la obra. En otras palabras, Pineda y

Bascuñá n habla sobre los mapuches, pero no por ellos. No obsta nte, la

inconsistencia y fragmentación que presenta el Cautiverio feliz genera cie1tos

intersticios que, si bien no permiten la emergencia de una figuración "auténtica"

del mapuche, por lo menos cuestionan su representación habitual y sugieren la

existencia de una autoconcepción indígena que tiene su propia legitimidad.

~ Aludo a la d isti nción que hace Gayatri Spivak en "Can the subalte rn speak?", en donde dife rencia
uertreten (re presentar en té rminos políticos) de darstel/en (representar e n términos estéticos) ~­
ad, ·ie rte que debe n d istinguirse, ya que representar estéticamente al subalte rno no equivale a
representa rlo políticamente: .. running them togethcr, espec iall~· in a rder to say that beyond both is
where oppressed subjects speak, act, a ncl know for themselves, leads to an essentialist, utopian
politics .. (276). Para Spivak, el subalterno no puede represe ntarse a sí mis mo, y la representación
que los intelect uales hacen de él no puede prete nde r hacerse en términos políticos sino sólo
estéticos, y ello s in perder de \ista que se realiza desde la propia subjcti, ·idad: .. thc rc a re peoplc
whose conscious ness \\·e ca nnot grasp if wc clase off our benevolcncc by constructing a homoge nous
Othc r rcfcrring only to our own place in the seat of the Samc or the Self. Hc re are subs istencc
farmers, u norganizcd pcasant labor, the tribals, a nd thc communities of zero workers on thc street
or in the countrysidc. To confron t them is not to reprcsent (uertreten) t hcm but to lca rn to
represent (da rstellen) ourseh·es'· (288-89).

13
De cierto modo, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán puede considerarse,

en palabras de Luis Alberto Sánchez, un "creador frustrado, un inventor trun co"

("Escritores representativos" 77), en el sentido de que su obra, amén de no haber

sido publicada sino hasta 1863, nunca llegó a las autoridades españolas, sus criticas

nunca fueron tomadas en cuenta e incluso sus lectores más entusiastas no dejaron

de anot ar sus limitaciones y defectos. Con todo, el Cautiverio feliz se erige como

monumento único en el pano rama de las letras coloniales de Chile en cuanto deja al

descubierto las contradicciones y dificultades de construir un lugar de en unciación

desde el otro lado del Atlántico y de afirmar una nu eYa autoridad en el contexto del

colonialismo y de la compleja interacción de distintos grupos étnicos y sociales.

En concreto, la tesis se di,·ide en dos grandes partes. Los dos capítulos de la

primera parte proporcionan el marco teóri co y contextua] en el que se insertará el

resto del trabajo: el primer capitulo, "El Ca utiverio fe liz y la crítica literaria:

lecturas y relecturas en torno a la obra de Pineda y Bascuñán", describe el estado de

la cuestión en relación co n los estudios e interpretaciones realizadas hasta el

momento sobre el Cautiverio feliz y señala el lugar que ocupa esta tesis en este

contexto. El segundo capítulo, "El discurso criollo: pro~·eccion es y límites", discute

la pertinencia de lee r el Cautiverio feliz como parte de un discurso cri ollo del que se

enuncian, además, sus posibles ejes constituth·os.

La segunda parte de la tesis, compuesta de los siguientes tres capítul os,

analiza di,·ersos aspectos del Cautiverio feliz que forman parte de las negociaciones

y tensiones propias del discurso criollo. El tercer capítulo, "La retórica del criollo:

géneros discursi,·os entre la metrópoli y la colonia", postula que si bien Pineda y

Bascuñán utiliza di,·ersos recursos retóricos y form as discursi\'as prm·enientes de la

l-+
tradición cultural española, los combina y manipula para dar cuenta de su propia

realidad. De este modo, las form as que habían sido creadas para ser funcionales al

proyecto imperial son utilizadas en esta obra para dar cuenta de la peitenencia del

criollo al suelo americano. El análisis tien e dos t iempos: el primero consiste en el

reco nocimiento de diversos tipos de discursos (la narración de cautiverio, el tratado

político, la retórica judicial, la hagiografía) y el segundo, en determinar con qué fin

los utiliza el autor y cómo los modifica. El cuarto capítulo se titula "La geografía del

criollo: una travesía hacia las tierras indómitas" y aborda la forma en que el criollo

se apropia del espacio americano. Se trata de un problema relevante puesto que,

por una parte, la comicción de muchos españoles acerca de la corrupción del

ambiente americano justificaba e1 desplazamiento de los criollos, de modo que fue

tarea prioritaria para estos últimos reivind icar la calidad del territorio que

ocupaban. Por otra parte y en un nivel menos concreto, la ,·aloración y concepción

que se hace de un espacio habla también de las form as en que circul a el poder, es

decir, de dónde se instalan el centro y el margen. En consecuencia, en el capítulo se

analizará el modo en que el autor describe el espacio, pero también cómo lo di,ide:

qué fronteras se establecen, cómo se modifican y cómo cambia, en consecuencia, el

lugar que ocupan el indio y el criollo en la estructura social. Finalmente, el quinto y

últim o capítulo, titulado "Francisco Núñez de Pineda ). Bascuñán traductor", se

encuentra apuntalado por la idea del criollo como traductor del mundo indígena. El

capítulo indaga en la valoración que se hace en el Cautiverio f eliz de la lengua

indígena y considera todos los términos mapuches que el autor traduce y por tanto,

la forma en que interpreta y se relaciona con el mundo indígena.

15
PRIMERA PARTE

16
Capítulo 1
El Cautiverio feliz y la crítica literaria:
lecturas y relecturas en torno a la obra de Pineda y Bascuñán

1. Historia y recepción del Cautiverio feliz

La obra titulada Cautiverio f eliz y razón individual de las guerras dilatadas

del Reino de Ch ile, de Francisco Núñez de Pineda ~- Bascuñán (Chillán, 1608? -

Perú, 1680), es fruto de un largo período de elaboración: aunque su primera

redacción fue reali zada entre 1657 y 1663 (Anadón, Estudio preliminar 16), es

e\idente que el autor continuó rescribiéndol a durante los diez años siguientes,

hasta concluir su última Yersión el año 1673 10 ; de ella se co nsen·a un ún ico

manuscrito en el Archi\·o Nacional de Sant iago de Chile. El extenso proceso de

escritura fue confirmado en 1978 por el hallazgo, en la Bodleian Library de Oxford,

de Suma y Epílogo 11 , epítome de la Yersión de 1663 escrito tambi én po r Pineda y

Bascuñán, según el detallado estudio de José Anadón 12 •

111
!,a kcha 1(¡ 73 se encuentra superpuesta a 1663 en el manuscrito.
11
El título íntegro de este texto. escrito por el mismo Pineda y Bascuñán. es Suma .1· Epílop,o de lo llllls
escencial que cmuiene el lihro imitulado "Cauti,·erio (eli:: ·" guerras dilatadas del reino de Chile ... ) l'ue
publicado por primera vez por José Anadón en lt)g_¡ (Santiago: Universitaria). El texto había sido hallado por
Roben A. Me eil en la Bodleian Library de Oxford. quien lo transcribió y escribió "The Happ) Capt ivit) in
the F3odleian: A Ch ilean Manuscri pt in the Yriarte Collection" ( The Bodleian Lihrm:r Record X. 5. Oxl'ord.
August. 198 1). El Cautil·eriofeli:: y la Suma son las única~ obras conocidas de Francisco úri et de Pineda y
Bascuñán.
12
V id. Prosistas coloniales del siglo XI '11: Rosales y Pineda y Bascuiiún ( 1978) y el E tudio Preliminar de
Suma y epílogo de lo mús esen cial que comiene el libro intitulado cauti,·erio feli:: y guerras dilatadas de
Chile ( 198-1 ).

17
Mucho de lo que sabemos del autor se debe a José Anadón, cuyo Pineda y

Bascuñán, defensor del araucano (1977), basado en una impecable

documentación'3, logra establecer las coordenadas para una biografía elemental.

Según Anadón, Núñez de Pineda y Bascuñán nace en la ciudad de Chillán,

probablemente en el año 1608. Hijo del sevillano Álvaro Núñez de Pineda, qu ien

llegara a Santiago en 1583, y de doña Mayor Jofré, nieta de conquistador, se educó

con los jesuitas en la ciudad de Concepción hasta la edad de diecisiéis años, para

comenzar poco después una carrera en el ejército. Su padre, don Áh·aro, e ra un

experimentado soldado que había Yi,·ido el gran alzamiento general de 1599 y

desarrollado luego un descollante desempeño militar hasta ocupar, hacia 1612, el

m áximo rango en el ejército chileno: m aestre de campo general. Su hijo alcanzó el

mismo rango en 1648, aunque antes hubo de pasar muchas peripeci as: cua ndo

recién contaba poco más de veinte años, en efecto, fue tomado prisionero por los

mapuches e n la batalla de las Cangrejeras (1629) y permaneció cauti,·o durante seis

meses y medio. Este acontecimiento es sin duda el más determinante de s u Yida,

puesto que constituye el núcleo narratiYo de la obra que comenzará a escribir casi

treinta años más t arde.

La biografía de Pineda y Bascuñán nos proporc10na valiosa info rm ación

acerca de las posibles motivaciones que tuYo el autor para escribir el Ca utiverio y la

situación en la que se encontraba e n el momento de emprender su redacción.

Des pués del alzamiento general de 1655, señala Anadón, la situación de Pineda y

Bascuñán se ,·ohió inestabl e: perdió s us bienes, comenzó a endeudarse y, en medio

; J o~~ Anadón agrega a los ocho documentos refere nte~ a la vida de Francisco
1
úñez de Pineda y l3ascuñán
conocidos hasta ento nces cua renta y cuatro más. entre los c ua te ~ SI.! l.! ncuentran memoriales. cartas. escrituras.
certificados. declaraciones. recibos. testamento. De par:icular inter¿s son aquellos documentos qul! Anadó n
incluyl! co mo ane xo en su libro: un memorial, varias cartas y una relación escrita al rey.

18
de una sucesión de gobernadores, fue destituido de su cargo. En \·ari as ca rtas ~­

documentos constan los intentos que hizo entonces por obtener nueYos cargos o al

menos algún beneficio como, por ejemplo, una encomienda. Ni nombramientos ni

tierras le fu eron otorgados, y en su opinión se faYoreció a personas de menos

mérito pero más dinero o mejores amistades. Es este el contexto en que un Pineda

~- Bascuñán decepcionado y empobrecido emprende la escritura de su libro; hará

referencia constante a las malas prácticas de la administración del Reino de Chile y

a la falta de justicia de sus fun cionarios. La narración del cautiYerio ocurrido en su

jm·entud dem uestra, por un lado, los peligros que debió sortear a lo largo de sus

años de sef\·icio y, por otro, le proporciona un contrapunto para criticar a la

sociedad española. Su esquiva suerte lo lleva a peregrinar a lo largo de todo el

Reino hasta llehar incluso a Lima, donde termina de componer el Ca utivel'io f eliz y

donde el Virrey del Perú le otorga finalmente el cargo de corregidor de Moquegua,

que nunca llega a ocupar. Muere en el camino a sus nue\·as posesiones en el año

1680.

La \ida de Pineda y Bascuñán pone de relieYe el contexto en que redactó su

obra y permite elucubrar acerca de los motiYos que subyacen a su composición.

Como señala Anadón, "los temas históricos del Cautivel'io fe liz y la experiencia

personal del autor son indhisibles. En su conjunto, el Cautivel'io feliz rezu ma

tristeza porque varias partes se escribiero n después de que el autor sufrió serias

des\·enturas" (208). La escritu ra de la obra, en otras palabras, está determinada

por una situación histórica desfaYorable en la cual las ren.teltas indíge nas (como el

alzami ento general de 1655) ponían en riesgo las conquistas españolas, y también

por una situación perso nal des medrada, pues Pineda y Bascuñán nunca pudo gozar

19
de una situación estable ni recibir los reconocimientos que esperaba. Las fuettes

críticas a la administración española ~· al sistema de recompensas a los soldados,

así como la celebración de la sociedad indígena que co noce co mo prisionero, son

consecuencia directa de esta mirada desengañada sobre la realidad. Las frecuentes

menciones a la falta de justicia distributiYa 14 también deben entenderse en este

contexto: más que una reflexión teórica, están moti,·adas por el deseo del autor de

obtener una recompensa por sus senicios.

Como señalábamos, la trama argumental del Cautiverio f eliz está dada por el

acontecimiento histórico que es el cautiYerio del propio autor. El libro narra los seis

meses y medio de cautiYerio de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán entre los

mapuches, como también un sinnúmero de opiniones, argumentos y consejos

acerca de la administración del Reino de Chile. Aunque circuló durante casi dos

siglos como manuscrito, José Toribio Medina afirma que tuYo una amplia difusió n

durante la colonia 1s. Aun cuando su afirmación es difícil de comprobar, h a~' algunos

datos que demuestran, al menos, la transmisión oral de las aYenturas de Bascuñán.

Entre ellos están la existencia de la comedia, representada en Lima, inspirada en

un episodio de su obra 16; las referencias al cauti,·erio de Bascuñán que hacen

numerosos cro nistas, como CórdoYa y Figueroa, OliYares, Can·allo y Goyeneche

(Co rrea Bello 18); el comentario del padre Buena,·entura Aranguiz17, quien escribe:

"hacía n años qu e lo oia citar, y siempre con respeto: y entrando a rejistrarle, hallé

IJ Vi d. Denn i~ Pollard ... The King·s Justice in Pineda ) Basc uñán's Cauril·eriofeli::. ... 11 5.
J o~~ Tori hio Medina afirma en su 1/istoria de la Literatura Colonial de Chile que .. a no dudarl o. una de las
1
'
o hra!> ma. leidas en Chile i aún en el Perú du rante la Colonia fue la del maestre de campo Bascuñan .. (33-1 ).
1
" Si bien la obra dramática se encuentra hoy extra viada. Anadó n encuentra datos de su existencia en d li bro

de Guillermo Lohmann Villena. El arte dramático en Lima c/ura/1/e el r irreinmo (Madrid: /\rte Grá fica~.
19-15).
,- El padn; Buenavent ura Aránguiz recibió en los primeros años del siglo XIX un manuscrito co mpleto del
Cuuti1·erio(eli::.. del cual hizo un resumen que se encuentra también en la Biblioteca acional. Se trata del
único manuscrito conocido hasta hoy. el mismo que actualmente ·e encuentra en el Archi vo acional.

20
un dilatado volumen manuscrito, tan maltratado y lacerado que él solo era el

testimonio fidedigno .. . de la estimacion co n que de mano en mano llevó su ruta

hasta el Perú, del prurito y esmero con que fue leido" (citado en Introducción,

Barros Arana V) . Además, la similitud entre, por un lado, la descripción de la

batalla de las Cangrejeras que aparece en el Cautiverio y, por otro, la descripción

que hace el padre Diego de Rosales del mismo acontecimiento en su Historia

General del Re ino de Chile, Flandes Indiano, no dejan duda sobre el conocimiento

que tenía el historiador de la obra del criollo Bascuñán.

Dos siglos más t arde, en 1850, J osé Ignacio Eyzaguirre llama la atención sobre

el manuscrito en su Historia eclesiástica, política y literaria de Chile. Aquí lo

defin e como "novela histórica" y lo pondera diciendo que "es á nuestro juicio una

de las obras de mérito que produjo Chil e y enriquece n su literatura nacional" (483).

Eyzaguirre rescata a Bascuñá n como defensor de la ,·erdad, ,·alora las di,·ersas

críticas que realiza contra la administración del Reino y justifica sus digresiones

como herramientas suasorias: "Para apoyar sus asertos ad uce razones

comincentes, cita hechos contemporáneos y que están al alca nce de todos; y en fin

deja perfectamente demostrado todo lo que se propone" (489). Como ,·eremos en lo

sucesiYo, será precisamente la abundancia de estas refl exiones, citas y ejemplos el

aspecto del texto que cosechará las mayores críticas.

Algunos años después, en 1863, Diego Barros Arana lleYa a cabo la prim era

publicación del Cautive rio, que aparece en el tercer tomo de su "Colección de

Histori adores de Chile y Documentos relati,·os a la Historia nacional". En su

introducción, el historiador critica el estilo del libro, que co nsidera \lllga r, sobre

todo por la cantidad de digresiones que presenta. Concluye que Bascuñán "nos dejó

21
un libro informe en que lo útil está perdido en medio de pájinas cuya lectura fatiga

nu estra atención"; aunque rescata la narración autobiográfica del cautiYerio:

"Bascuñán es difuso, nllgar, pesado cuando entra en sus eternas digresiones

morales o filosóficas; pero su estil o toma un aire de sencilla animacion cuando

recuerda ciertos pormenores de la \ida doméstica, o cuando describe algunas

localidades" (VI) 18 . El mayor interés de la introducción está en un co mentario

marginal, que expone una idea retomada mucho más tarde por la crítica: "Después

de estudiar su obra, casi se siente uno tentado de creer que esas digresiones

constituyen su Yerdadero fondo, y que la narración de su cautiYerio es solo la parte

accesoria" (Vl) 19. En efecto, el interés por el libro de Bascuñán estuvo durante

mu chos años concentrado en la narración autobiográfica dejando de lado las

digresiones, hecho que solo se re,irtió a mediados del siglo XX.

Tras su publicación, la obra obtuvo algu na atención por parte de historiadores

~- estudi osos de la literatura. Vicente Aguirre publica un estudio el año 1873 en La

Estrella de Chile, y José Toribio Medina le dedica varias páginas en su Historia de

la litera tura colon ial de Chile. Repite aquí la crítica de Barros Ara na relatiYa a la

pesada erudición del autor, pero rescata "el interes i novedad de sus aventuras

durante su cautiverio, i la instrucción moral, relijiosa i erudita" (334). No obstante

lo anterior, reconoce que la historia de su cauti\·erio "como él mismo lo decla ra en

muchos lugares, no es el fin principal que tuYo en mira en la composicion de su


1
' Así co mo la crítica a las digresiones del libro es bastan te generalizada. también es frecuente la valo ración
de ciertas escenas que son parte del relato autobiográfico. Una opinió n mu y simi lar a la de 13 a rro~ Arana
puede volve r a encontrarse. por ejemplo. en la .-l mofogía de p oe/as hispano-americanos de Marcelino
lcnéndcz Pelayo. qu ien afirma que .. este libro. escrito con tama s inceridad como nobleza. tiene más poesía
ve rdadera en alg unas escenas. por ejemplo. la vuelta del cauti vo á los brazos de su padre (viejo heroico y
digno de la epopeya) que casi todos los poemas que llevamo analizados hasta ahora .. (X XXIX).
I 'J En el qu in to tomo de su 1-lis/oria general de Chile (304-306). Barros Arana ofrece una breve biografía de

Pineda y 1:3ascuñ án. así como una concisa reseña de . u obra. En ella repite su crítica al libro. util iza ndo l o~
mi mo~ argumentos. pero suprime su hipótesis acerca de la import ancia de las digresio nes.

22
obra" sino "manifestar las causas que hacian interminable la lucha araucana" (335).

Alcanzado el siglo XX, el libro de Bascuñán ya es parte principal del co rpus de

textos coloniales chilenos, y recibe frecuentes menciones por parte de historiado res

y literatos, generalmente muy bre,·es y dependientes de las opiniones de Barros

Arana o Toribio Medina 20 . En general, tanto historiadores como literatos coinciden

en cens urar el exceso con que se presentan las reflexiones morales, citas y

ejemplos. El hecho que mejor ilustra esta actitud generalizada de los estudiosos

hacia la obra es la existencia de ,·arias ediciones abre,iadas. La primera de ellas es

publicada en 1940 por Gerardo Seguel, en 1948 aparecen las de Alejandro Vicuñ a y

de Ángel Custodio González, y en 1973, la de Alejandro Lipschutz. Todas ellas

distinguen entre la narración del cauti,·erio y las digresiones y, siguiendo el criterio

de Barros Arana, privilegian la primera. Alejandro Vicuña, por ejemplo, explica su

criterio de selección diciendo que "aunque no del todo ajenos esos comenta rios a

las finalidades del libro, se puede prescindir de ellos, sin destruir la unidad de la

obra; antes bien, dejándola más li,iana y grata de leer" (9). Por su parte, Ángel

Custodio González señala que su ,·ersión del cautiYerio "aparecerá despojada de

todo aquello que pueda quitarle interés y amenidad" (12).

:o Es el caso de. por ejemplo, Domingo Amunátcgui Solar. Mariano Picón Salas y Maxwell Lancaste r. El
prim..:ro d..:d ica un par de páginas al Cautil-erio(eli: en su 1/istoria de Chile: Las letras chilenas ( 1925) y
opina que el autor "Se complace en ostentar erudición i acumula innumerables citas de los c~criwre~ clásico~.
d..: los li bros del Evanj clio i de los paures de la iglesia. Al interrumpir de este modo su na rración. aparece
como un pedante insoportable. En cambio. la segunda parte. en que refiere las ave n tura~ del e<Jutiverio
despierta gran interés. a pesar de la monotonía de alguna escenas .. (26). El segund o lo menciona brevemente
en su libro De la ConquisTa a la Independencia: ffis10ria cullllral de América. ( 1950) juzgando que " la
excelente novela que eslá en potencia . . . debe disimularse con tediosas refl exio nes morales. ci ta~ del
Evangelio y de la literatura patrística. hi storias milagrera ·· ( 103). También Maxwell L1 ncast..:r insiste. en el
articu lo "The happy captivity of Francisco úi'iez de Pineda ) Basc uñán .. ( 1951 ). en que .. were it not !or his
tcd ious digressions. Latin quotations and scntentious moraliLing. I3ascuñán might be favorable comparcd wit h
Uern al Díaz del Castillo or Góngora Marmolcjo. He spoilcd half of his work with rethorical tinsel.. ( 172). Es
así como Lancaster reproduce aquí. casi ci..:n años más tarde. el mismo juicio que hiciera Uarro~ Arana al
puhl icar la obra. y qw.: tan poco ayudó al estudi o de la ohra.

23
El acuerdo con respecto a la Yaloración de las digresiones que hemos

obserYado hast a el momento no conlle,·a, sin embargo, a un consenso acerca del

modo de lee r el texto: mientras algunos lo consideran una noYela (Miguel Ángel

Vega 121), otros destacan su pertenencia al género histórico (Ángel Custodio

González 9). La discusión en torno a la clasificación de la obra de Bascuñ án es uno

de los problemas recurrentes de la crítica, y su debat e sólo será superado hacia

fines del siglo XX, una yez asumido el carácter heterogéneo del texto. Este

reformado punto de ,·ista conduce, por otra parte, a una nueYa publicación del

texto completo, reali zada en una edición crítica por Mario Ferreccio Podestá ~-

Raissa Kordic, y que incluye la Summa y epílogo y la reproducción facsimilar de los

índices del manuscrito 21 •

2. Perspectivas de análisis y lecturas desde los estudios literarios

La co miYencia de im·estigaciones tanto históricas corno literarias en torno al

Cautiverio f eliz persiste hast a hoy en día. Y si el interés de los primeros ha sido

consta nte a lo largo de la historia, el de los segundos se ha incrementado

considerablemente gracias a la apertura de nuevos enfoques críticos que amplian

su objeto de estudio reemplazando la noción de literatura por la de discurso, ~-

permiten analizar no solo los elementos estético-literarios de los d iscursos

coloniales, sino también sus rasgos de oralidad, la emergencia de la cultura

ind ígena o sus normas retóricas. Del mismo modo, la idea de que la cultura colonial
21
Las citas y referencias al Cautiverio jeliz que se hacen a lo largo de este trabajo siguen esta edición
crítica.

24
es una imitación de la cultura metropolitana ha sido sustituida por la descripción

de los productos culturales coloniales en el marco de un p roceso de

transculturación en el que se forman construcciones híbridas nuevas (Adorno,

"Nue\·as perspectivas" 12).

Hacia la segunda mitad del siglo XX comienzan a aparecer estudios, tanto en

el dominio literario como en el histórico, que \'an más allá de una apreciación

general, muchas veces circunscrita a la síntesis biográfica del autor o a una

exposición del argumento de 1ibro22 • Entre los estudios históri cos, cabe destacar el

referido Pineda y Bascuñán, defensor del arauca no: v ida y escritos de un criollo

chileno del siglo XVII (1977), de J osé Anadón, una muy \·aliosa im·estigación

biográfica, así como Crónica Flo rida del M estizaje de las Indias, de Alberto M.

Salas, en donde el Cautiverio fe liz sin·e de fuente para analizar los distintos modos

en que se produjo el mestizaje entre mapuches y españoles o criollos, en especial a

través del cautiverio (139-171). También merece ser mencionado entre los primeros

estudios serios y exhaustivos El "Cautiverio f eliz" en la vida política del siglo XVII

(1965), de Sergio Correa Bello. Este trabajo busca esclarecer la intención autorial

de Pineda y Bascuñán, considerada aquí como esencialmente política. La narración

del cautiverio, entonces, quedaría subordinada a las digresiones, la parte más

importante de la obra. En su análisis, Correa Bello recoge una a una las razones que

esgrime el autor para criticar el estado de la administración del Reino de Chile, e

22
Los primeros t.:stud ios sobre el Cautiverio .feli: gc ncralmente se abocaron a estas do~ tareas. y algu nos de
ellos agregaron una breve valoración dt.: la obra . Es lo que sucede con el comentario acerca del Co111 i1·erio que
encontramos en His fOria de la literatum colonial de Chile ( 1X78) de José Toribio Med ina. Historia
ec/esichtica. p olítica y literaria de Chile ( 1850) de José Ignacio Eyzaguirre. Historia de Chile: las letras
chilenas ( 1925) de Domingo Amunátegui Solar. Amologíu de poetas hispano-americanos ( 1928) de
Marcelino Men¿ndez Pela yo. Historiogra(ia indiana ( 19ó4) de Francisco Estevt.: Harba. Escritores
represematii'Os de rlm érica ( 1953) de Luis Alberto Sánchez. y en Literatura chilena de la Conquista y de la
Colonia ( 195-l) de Miguel Ángel Vega.
incluye al Cautiverio dentro del género del tratado político en tanto Pineda y

Bascuñán busca mejorar las condiciones en que se encuentra el Reino. Si bien

elaborados en el marco de la historia, estos dos estudios abren caminos que más

adelante serán recorridos t ambién desde el dominio literario: el trabajo de Alberto

M. Salas pone de manifiesto la instancia del cautiYerio como "zona de contacto"2 3

privilegiada entre dos culturas, mientras que Correa Bello proporciona sólidos

argumentos para ponderar la función del texto en el ámbito politico.

En el campo de la literatura, por otra parte, la atenció n de los críticos se

centró por mucho tiempo en un solo problema: la clasificación genérica y el

propósito de la obra. Si bien esta discusión resultó, en un sentido, estéril, ya que la

naturaleza de la obra no permitió llegar a consenso alguno con respecto a estas

preguntas, en otro sentido se trata de un debate productiYo, por cuanto re\·eló la

gran Yariedad de géneros discursivos que componen el Cautiverio fel iz, así como su

filiación con distintas tradiciones y modelos textuales. Pero revisemos los

momentos más importantes de esta discusión: En su artículo de 1975, "El propósito

del Cautiverio feliz y la critica", Raquel Chang-Rodríguez sigue el camino que había

trazado Correa Bello y afirma que la obra debe definirse como "una relación

política en forma de tratado y memorial por su intención y estructura", aunque

agrega que "lo sorprendente es que en una obra que no pretende ser ' fabulosa',

asomen variados as pectos novelescos" (663) . Walter Mignolo, si bien no contradice

los postulados de Chang-Rodríguez, enfoca el problema desde otro punto de vista y

23
Utilizo. metafóricamente. la idea de .. zonas de contacto'· elaborada por Mary Louise Pra t1 . qu ien las detlne
como ··places where cu ltures thar have been on histo rically sepa ratc trajcctorics in tersect or come into co ntact
with eac h other and cstablish a socicty. o fte n in contexts o r colonialism·· ( 1 ). El caut iverio sería.
precisamente. una extraordinaria instancia de contacto entre c ulturas diferentes. ta l co mo destaca Alberto M .
Salas - qui en se ce ntra e n el fe nómeno del mest izaje- y como s ugie re n nume rosas lectu ra s que se rea liza ro n
posteriormente del Caufi¡·eriofeli:.

26
describe al Cautiverio como una obra que no solo busca contar sino, sobre todo,

persuadir; la inscribe entonces dentro del "discurso del orador" (100). Lucía

lnYernizzi concuerda con Mignolo cuando indica que "es la situación procesal -esto

es, la propia del orador que pronuncia un discurso ante el juez, el t ribunal o la

asamblea política en procura de un pronunciamiento, una decisión sobre los

hechos que expone en términos de una causa- la que se configura co mo instancia

enunciati\·a b ásica del discurso del Cautiverio f eliz" (" Recursos de la

argum entación" 17-18). Otros críticos prefieren relacionar el libro de Pineda y

Bascuñán con la noYela, sea de manera más bien laxa, como Cedomil Goic 2 -l o bien

estableciendo una relación más estrecha, como lo hacen Luis Alberto Sánchez, para

quien la obra "puede considerarse parcialmente noYela" (100) y, más aún , Fresia

Castillo Sánchez, quien afirm a qu e la obra "cumple las condiciones para ser

considerada una novela" ("El Cautiverio f eliz" 533). Otros otorgan una m a~·o r

importancia al ca rácter heterogéneo de la obra, como es el caso de Luis Leal (1978),

quien la califica como "crononovela" (121) 2 5. Tampoco faltan quienes lo incl uyen

dent ro del t ipo discursiYo de las memorias, como Marcelino Menéndez y Pelayo

(39), o los que, como Dmid Bost , lo hacen dentro de la narración autobiográfi ca

(177).

Si puede concluirse algo a partir de este bre\'e escrutinio es la heterogeneidad

y com plej idad del Cautiverio, puesto que el intento de clasificar el texto de Pineda ).

cJ Ccdomil Goic ubica al Caufi¡·erio ... entre las obras que tienen ..diversos grados de relación con la novela··
c· I.a novela hispanoamericana colo niar· 373) y más espccífi came ntc. entre aquellas que son de caráct ~o:r no
litcrario quc ut il iza retóricamente a modo de exempla narracio nes verdad eras. El relato dd cauti\·erio ~i rve
como ilustración de un estado de cosas que debe contri buir con el convencimiento del lector.
2
' También la llama ··protonovela·· o ··crónica novelada·· ) la defin e como una obra que ··pasa de l hecho
histórico a la biografía o la autob iogra fía. a lo anecdótico. a lo imaginativo ... del punto de vista en terc~.:ra
persona. te tigo imparcial. al subjetivismo del narrador en primera persona .. ( 12 1-22).

27
Bascuñán arroja resultados muy dh·ersos que Yan desde la crónica y la relación

hasta la novela, pasando por la memoria, la autobiografía, el tratado político o el

discurso oratorio. Pese a que la discusión sigue abierta 2 6, en términos generales ha

dado paso, en los estudios recientes, a dos consensos que permitieron diversificar

las preocupaciones en t orno al texto:

A partir de la segunda mitad del siglo XX, en primer lugar, y desde posturas

como la expuesta por Chang-Rodríguez en su artículo del año 1975, se ha intentado

interpretar el t exto en su conjunto, es decir, dejando de lado la ce nsura hacia sus

partes argumentatiYas 2 7. Esto no significa renunciar a la distinción de sus partes, la

narración autobiográfica como algo diYerso de las digresiones, por ejemplo, sino

asumi rlas en tanto compone ntes que se integran en un texto, pese a t odo, unitario.

En segundo t érmino, hoy en día se acepta que el Ca utiverio es, junto a otros textos

como E l Carnero (1638) de Rodríguez Freile, Los I nfortun ios de A lonso Ram írez

(1690) de Carl os Singüeza y Góngora o El lazarillo de ciegos caminantes (1773) de

Concolorcorvo, un a obra que no puede clasificarse de acuerdo a una defini ción

rígida de los géneros que en los cuales se ha escan dido el discurso colonial. Fo rm a

con ellas un conjunto de obras cuya intrínseca ambigüedad debe ser tomada como

cr. Los trabajos de de Gaspar Garrote Berna! (l9YO) y Frcsia Castillo Sánchez ( 1992). por ejemplo. discuten el
problema de la clasificación de la obra y demuestran q ue aun después de abrirse nuevas posibilidades de
anál isis. la cuestión de las filiaciones y modelos del texto sigue estando ab ierta y. en ocasiones. arrojando
nu evas 1uces sohre él.
2
- Chang- Rodrí guez afirma en este artículo la peninencia de las digresiones. argumentando que ··para
sustentar su exposición del problema chi leno el autor inserta las ex periencias de su propia cauti ve rio. Los
razonamientos no sobran: recalcan los j uicios de úñez de Pineda y Basc uñán y ubi can los problemas de
Chile en el amplio marco de anti guos males que han aquejado a la l lumanidad ... A continuación, rechaza de
ma nera ex pl ícita la disociación de la obra: ··Ten iendo en cuenta el punto de vista del chileno sobre las "'obras
fab ulosas... su deseo de dec ir las verdad y por qué esc ribe. el Cautil·erio fe/i: no puede ca lificarse de .. novela
thlstrada··. o de ··simple novel ita sin pretensiones··. Tampoco podemos mutilar la ob ra separando la narrac ión
de los razonamientos para complacer el gusto contemporáneo·· (''El propósito del Cautil·eriofeli: .. 662-663).

28
punto de partida para el análisis textual y no como un problema a reso1Yer2 B, único

modo que permite ir más allá de la la tipología textual para encarar otros

problemas de gran releYancia desde el punto de \Ísta cultural.

Uno de est os nueYos ámbitos críticos corresponde a lo que podemos lla mar su

textura retórica. Como texto persuasi,·o, el Cautiverio feliz presenta una enorm e

riqueza de tropos y figuras que a su ,·ez dan cuenta de los modelos retóricos y

textuales que lo ciñen y orientan. En este ámbito ha trabajado Lucía Im·erni zzi,

quien evalúa la obra de Pineda y Bascuñ án en relación con di\·ersos géneros

discursi,·os: con el discurso historiográfico ~· testimonial en "Antecedentes del

discurso testimonial en Chile: textos historiográfi cos de los siglos XVI y XVII "

(1988), artículo en el que precisa también la situación de enunciación del discurso

historiográfico, y con el discurso judicial deliberativo en "La Conquista de Chile en

textos de los siglos XVI y XVII: 'los trabajos de la guerra' y 'los trabajos del

hambre"' y también en "Recursos de la argu mentación judicial-deliberati,·a en el

Ca utiverio f eliz de Pineda y Bascuñán"2 9 . Asimismo, son de importancia los

trabajos de Dennis Pollard y Carmen de Mora, quienes han dedicado obras más

extensas al terna. Carmen de Mora, por ejemplo, rastrea en su libro Escril1ll'a e

identidad criollas: modalidades discursivas en La prosa hispanoamerica na del

siglo XVII los modelos discursiYos que dan forma al relato del cautiverio: el

2
' Vid. Mignolo. Walter ... Canas. crónicas.) relaciones del de cubrimiento y la conquista ...
21
' b pccíficamente. Lucía lnver nizzi reconoce y ejemplifica en el Cuufil·eriofeli::. algunos n.:c ur~os retóricos
correspo ndientes al discurso judicial-deliberativo. utiliLando las categorías de Heinrich La usberg: la ··qualitas
ass umpti va··. donde las acciones se deben justificar apelando a hec h o~ ajenos o a circunstancias y con dicion e~
e peciales: la ··remotio··. donde la acción se justifica por haber sido cometida en una situac ión de conflicto de
conciencia producida por coacciones irresistibles: la ··cornparatio... donde se j ustifica un hecho negati vo por
sus consecuncias provechosas: la ..concessio o excusat io.. donde se justitic a una acción por no estar moti vada
por la vo luntad del sujeto: la ··deprecatio·· do nde se justifica la acción por los antecedente del auto r. rre~ia
Ca~t illo SáncheL ( 1992) ta rnbi~n ana liza con al gún detalle los rl.!cursos retó ricos utilizaJ os po r el auto r.
de~tacando las distintas parte del texto co mo el exordium. la 1wrralio. la argumentación. la rt.: futac ión. el
exempltllll y el epílogo.

29
exemplum , la nove/la, las crónicas de Indias, los relatos de cautiYos y los Acta

Sanctorum3°. Dennis Pollard, por otra parte, analiza en forma prolija la filiación

del Ca utiverio f eliz con los "espejos de príncipe" o de regimine p rincípum , textos

que aconsejan al gobernante ace rca de la mejor manera de lle,·ar a cabo su tarea.

Pollard destaca las similitudes entre est os tratados politicos y la ob ra de Pineda y

Bascuíi.án, tanto en relación con las figuras retóricas empleadas como co n los

argumentos que el autor utiliza para manifestar su opinión acerca de los problemas

en la administración del Reino de Chile.

El relato de cautiYerio ha adquirido especial atención como antecedente para

el libro de Pineda y Bascuñán. Además de Alberto M. Salas, historiador, .Jaime

Co ncha ya había 11amado la atención acerca de la figura cautivo en diYersas

crónicas y relatos. Su presencia equi,·ale al germen de una utopía, puesto que su

presencia en la historia es "un oasis etnohistórico en que se concent ra lo que la

conquista decididamente no fue", es decir, "la superioridad del débil sobre el

opresor reducido a 'buen cautivo"' (Concha 8)31 . En La polilla de la guerra en el

Reino de Chile Gilberto TriYiños elabora esta idea con respecto a \'ari os textos

coloniales chilenos: producciones como el Cautiverio feliz, señala, relatan el

re,·erso de la conquista en tanto "invierten de modo patente la norm a colonial de la

posesión \iolenta" (93). Un buen ejemplo de ello es el rechazo, por parte del

cautiYo, de las muj eres que le son ofrecidas por los caciques, en abierto contraste
11
' S..: trata de la primera recopilación de la vida de lo antos reconocidos por la Iglesia. que apareció en el
siglo XV II. <.:!> decir. de relatos hagiográficos que Mora estudia en r..:lación con el Cauril·erio.
' Jaime Concha describe la figura del cautivo como germen de una utopía y señala tres paradojas que in~taura
1

el f..:nómcno del cautiverio: l. La ruptura de la jerarquía vertical. en cuanto el dominador pasa a ·er dominado
(el mundo al revés): 2. La transgresión de fronte ra~ en cuanto el cautiverio pasa a su un fenómeno de
transferencia : de aprendizaje mutuo: 3. La fusión o "milagro cultural" en cuanto se abre "la esperan1.a de la
compren ión interétnica y de una eventual fusión entre el cautivo y aquéllos entre quienes vive .. (7). Concha
no hace referencia a la obra de Pineda y Bascuñán. pero ejemplifica con dos casos de caut ive rios dd ~. XVI.
el de 1:3..:rnal Díaz del Castillo y el de las cartas de Pedro de Vald ivia. Vid. "Réquiem por el buen cauti vo".

30
con la actitud de los soldados españoles denunciada por los indígenas, qu tenes

reclaman ante la \Íolación de sus mujeres. Más tarde aparecen otros estudios que

prestan atención especial al relato del cautivo, como los de Roberto Castillo

SandoYal (1992) y Lisa Voight (2001); ellos desarrollan esta idea en relación a la

condición del criollo, tomando también en cuenta la gran tradición existente acerca

de los relatos de cautiverio. Voight, en su tesis "Sites of Capthity in Colon ial Latín

American Writing: La Florida del Inca, Cautiverio feliz, Caramu ru", determ ina

que la fun ción del cautiverio es desestabilizar las oposiciones entre ci\ilización y

barba rie, o entre españoles e indígenas, para dar espacio al desarrollo de un a

identidad criolla.

El campo de estudio recién descrito está relacio nado estrechamente con el

problema de la t ipología textual y en ocasiones se pronuncia con respecto a él, pero

más que hacer una afirmación tajante y general, indica la filiación y origen de

elementos o rasgos específicos del Cautiverio, sin obliterar el carácter híbrido de la

obra. Un segundo campo, en cambio, deja ya completamente de lado la cuestión del

género discursivo para discuti r los presupuestos ideológicos del texto, co mo lo

hacen Gilberto Triviños o Lucía Inverni zzi, qu ienes co ntraponen el Cautiverio a

otras crónicas y relaciones. Triviños -a la luz de Mignolo, para quien el Ca utiverio

es un a "crítica a cierto tipo de historiografía" (100) - especifica que esta crítica

consiste, al menos parcialmente, en rechazar la guerra de extermini o de los

mapuches, promovida en textos como Desengaño y Reparo de la Guerra del Reino

de Ch ile de Alonso González de Nájera ("No os ohidéis" 96). Por su part e, Lucía

Im·erni zzi lo emparenta con aquellos textos que, además de narrar hechos heroicos,

se ocupan de narrar los "trabajos'', es decir, la realidad cotidi ana, lo pequeño, lo

31
-· ··. .. ....... ,
..
marginal ("La conquista de Chile" 2'1-22). Entre estos 'textos, de orientación

desmitificadora con respecto a la narración que glorifica la conquista, se

encontrarían, además del Cautiverio, las obras de Mariño de Lobera y Bartolomé

de Escobar, Diego de Rosales y Jerónimo de Quiroga. Estos trabajos son, además,

un importante aporte a la historia de la literatura colonial, pues ubican al

Ca utiverio fe liz dentro del panorama de las letras coloniales chilenas y establecen

sus relaciones y quiebres con él.

La preocupación por las implicaciones ideológicas del Cautiverio se enmarca,

naturalmente, en las relaciones de poder que se dan en contexto del colo nialismo,

es decir, en las relaciones entre la metrópoli y las colonias así como las que se

establecen entre las distintas categorías sociales y étnicas al interior de las últimas.

El relato del cautiverio de Pineda y Bascuñán entre los mapuches proporciona

Yaliosa inform ación y numerosas representaciones del indio, asunto que es

estudiado por críticos como Ralph Bauer, Gilberto Trhiños y Mario Rodríguez. Sus

trabajos destacan la peculiaridad de la obra de Pineda y Bascuñán en el sentido de

que, por una parte, la comiYencia del autor con los mapuches en el día a día sitúa a

los indígenas en un contexto radicalmente distinto al de la guerra32 y, por otra, las

conYicciones e intereses particulares del autor determinan su postura partidaria de

un trato más justo y compasivo hacia los indígenas. El primer elemento me parece

particul armente relevante, puesto que Pineda y Bascuñán inaugura nueYos ámbitos

y modos de representación, como sucede cuando describe ciertas situaciones que

protagonizan mapuches - figuras amenazantes y serias en las crónicas, relaciones y

1
~ Mario Rodríguez destaca. por ejemplo que "el Cauth·erio fe/i: marca con énfasis la apa rici6 n en la trama
del relato colonial de la vida cotid iana, despojada del carácter ··fabu loso" con que había sido tratada en los
tex tos del siglo XVI y la primera mitad del XVII" ("Azar. pormenor. seducción'' -+O).

32
poemas épicos- con un dejo de humor o ironía. El cuanto al segundo elemento,

gran parte de la crítica ha sido enfática en señalar los límites de la simpatía de

Pineda y Bascuñán con los mapuches33, puesto que no se trata de una solidaridad

desinteresada; todo lo contrario, como explica Da,id H. Bost , "Bascuñán' s defense

of the Indian, however, should be viewed in the context of self-interest. When

Bascuñán allowed the Indians to criticize military and religious leaders, criticisms

that often go unchallenged by the author, he was in all likehood permitting the

Araucanians to articulate his ovvn concerns m·er the corruptions of Spanish societ)·"

(177).

En suma, el lugar que la crítica ha asignado al Cautiverio f eliz en el panorama

de la literatura colonial del Reino de Chile está definido por la particularidad del

libro dada tanto por la heterogeneidad de sus modelos discursivos como por la

narración del cautiverio, que ocupa un lugar central del libro -hecho excepcional en

las letras coloniales chilenas- y da pie a numerosas descripciones de la 'ida de los

indígenas. Estas características, que probablemente impidieron la impresión del

libro durante la época colonial, fueron las mismas que, tras la independencia,

aseguraron un interés constante por la obra y que la com1rtieron en una pieza

fundamental en la reconstrucción del encuentro entre dos mundos.

'' Hay. sin embargo. excepciones: Ramón Soriano afir ma. en lo que considero un arranque de excesiva
confia nza. que el Cmuil-erio feli::. es .. un canto ge neroso de los derechos del indio .. (2 1). concordando con la
idea de José Anadón, quien había sostenido que la experiencia del cauti verio hab ía transformado a Pincela y
1:3ascui1án en defensor del araucano (Pineda y Bascui'ián. defensor del araucano 15).

33
3· Orientaciones para una nueva lectura

Una Yez conocido el panorama crítico en relación con el Ca utiverio f eliz es

necesario explicitar el lugar que tiene esta tesis en el horizonte de los trabajos

anteriores. En este sentido, la presente tesis se encuentra alineada con aquellos

estudios que indagan en los aspectos ideológicos del texto y aborda tambi én la

representación del indígena, au nque co mo parte de la construcción de un discurso

criollo, es decir, de una práctica t extual en la que pueden reco nocerse ciertos

elementos recurrentes en relación con el referente, la retórica, la ideología y el

contexto de producción.

El análisis y descripción de este discurso criollo estará regido, en términos

gruesos, por tres coordenadas: En primer lugar, este trabajo pretende dejar atrás la

discusión en torno a la clasificación genérica de la obra. Siguiendo a Walter

Mignolo, creemos que la actitud más fructífera para analizar la obra de Pineda y

Bascuñá n es la de "no forzar la clasificación rígida de los textos en consideración,

sino tomarlos en su ambigüedad" ("Cartas, crónicas, y relaciones del

descubrimiento" 98). Más que intentar su inclusión en algún género definido , el

acento estará puesto en proporcionar una comprensión de la heterogeneidad y de

la falta de adecuación del libro a cualquier tipo discursi\·o determinado. No

obstante, y a pesar de no ser parte central de este trabajo, subyace a él una

presunción acerca del propósito del Cautiverio. En este sentido, me parece

importante recoger el trabajo de José Anadón -en especial el ya comentado Pin eda

y Bascuñán defensor del araucano- que destaca los intereses perso nales que

34
impulsan al autor a la escritura34. A la lu z de los datos que nos ofrece Anadón, no

debe subestim arse la agenda personal del autor que subyace a sus críticas y

opiniones. Con todo, estos intereses personales (la obtención de una recompensa

por sus senicios) o grupales (la rei\indicación de los derechos de los cri ollos) no

descartan otros motivos, como el criticar cierto tipo de historiografía, aconsejar al

gobern ador, co ntar la "verdad" acerca de la guerra de Arauco, denunciar la

corrupción de los administradores y las injusticias co metidas contra los indígenas.

Concuerdo entonces con Raquel Chang-Rodríguez en que en el Cautiverio f eliz se

une lo personal con lo nacional ("El propósito" 662; "El Ca utiverio f eliz y la

narrath·a" 1364), ámbitos que son inseparables en la obra. No podemos hablar por

tanto de un propósito único, puest o que los motivos personales, la reivi ndi cación

grupal~- la preocupación por el Reino de Chile están fuertemente entrelazados. En

cuanto a los propósitos que se escapan de lo personal, hay que detallar que también

aquí hay una multiplicidad de objeti\·os: tal como señala Lucía Im·ernizzi, el

propósito del autor no es solo narrar las \·erdades acerca de la guerra de Arauco y la

administración del Rei no, sino que tambi én persuadir a los gobernantes para que

actúen en consecuencia ("Recursos" 19). Esta idea me parece fundamental a la hora

de enfrentarse al t exto y ha tenido gran aceptación entre los críticos3s, lo que

permite situar al Cautiverio f eliz no solo como texto histórico sino que también

co mo una obra relacionada a la oratoria.

<J Como . eñala Lucía lnvernizzi. los in te reses personales :,on una parte importante del propósito de la:- obras
hi!-.toriográfit:as t:nlonialcs. de modo que no se trata de un ele mento exdusi\·o del Cwai,·erio .feli:. Por el
t:ontrario. tanto los textos historiográficos como el Ca11ti1·erio se conciben como una ··instancia creadora de
derechos y de posibilidades de lograr la realización de variados intereses y aspiraciones individuale. y de
~!upo·· (""Antecedentes del discurso testimoniar· 5H).
'' Vid. Dennis Pollard "The King · s Justice in Pineda ) BascUJ1án· s Cawi,·erio": Waltcr M ignolo ··Cart as.
crónicas y relacio nt::s del descubrimiento y la conqui ta": Cedomil Goic "La novela hi spanoameri cana
colonial".

35
Un segundo posicionamiento está relacionado con el propósito de este trabajo

de dar cuenta de la relación que existe entre las digresiones y el relato del

cauti,·erio, co n el fin de abarcar el texto como un todo. Este punto es de suma

importancia, puesto que a pesar de que la crítica ha reconocido el ca rácter

het erogéneo o contradictorio del texto, pocas veces los trabajos int erp retat i,·os

abarcan elementos disímiles o contradictorios de la obra, como pueden ser el relato

del cautiverio en relación con las digresiones, los comentarios morales en relación a

los políticos o las descripciones etnográficas en relación con la narración de hechos

históricos. Muchos de los trabajos críticos que se abocan a un solo aspecto de la

obra (los comentarios políticos, el relato del cauti,·erio o las descripciones

etnográfi cas) tienen la ventaja de ot orgar cla ridad respecto de un texto complejo y a

,·eces inabarcable, y son ,·aliosos en cuanto analizan con precisión aspectos

especifi cas de esta; sin embargo, por otra parte co rren el peligro de generalizar, en

base a un análisis parcial, co n respecto a la obra en su totalidad, o de otorgarle

excesi,·a importancia a un solo elemento. Más allá de estas consideraciones, el

norte de este trabajo es analizar los diversos aspectos del libro, léase las digresiones

y el relato de cautiverio, como también aquellos elementos que se cont radice n al

interior de estas partes. El análisis que propongo se alimentará, por tanto, de

aqu ellos trabajos que ya se han reali zado y que abarcan un solo aspecto de la obra,

aunque estos serán cont rastados con otros elementos presentes en el Ca utiverio.

Naturalmente, la insistencia en trabajar el lib ro como un todo se funda en la

com·icción de que sus partes no son independientes, sino que se encuentran

trabadas en distintos ni,·eles. Es importante señalar, por ejemplo, que la narración

autobiográfi ca del cautiverio opera como un ejemplo de las refl exiones político-

36
morales (Goic: 1982; Chang-Rodriguez: 1995; de Mora: 2000 ; Pollard: 2001). La

relación entre estas dos partes del libro puede también establecerse en cuanto las

digresiones constituyen el "código anagógico" del Ca utiverio feliz , pues orientan al

lector hacia el se ntido que tienen ciertos pasajes del relato36: es el caso de las

moralejas que aco mpañan frecuentemente a las anécdotas del caut iverio o de los

momentos en que el autor manifiesta de manera patente cuál es el objetivo de su

obra: "el principal blanco a que se encaminan mis discursos no es otro que hacer

las verdades patentes; con que daremos principio a mi Cautiverio fe liz, de donde

sacaremos el fundamento de la dilación de esta gue rra de Chile, pues lo uno y lo

otro \Íene a ser directo blanco de este libro" (240). Destaquemos entonces que,

pese a que en ocasiones la narración del cauti,·erio y las digresiones se rán

analizadas por separado por razones metodológicas, las conclusiones finales del

presente estudio tendrán como objetivo dar cuenta de la totalidad del libro,

co nsiderando tanto el relato del cauti,·erio como las digresiones.

Por último, la tesis se propone re\Ísar tanto los modelos di scursivos y

retóricos que sigue la obra como también los modelos de representación y sus

implicaciones ideológicas. En relación con los primeros se prestará especial

atención a cómo los modelos discursivos se comb inan y se modifican. En otras

palabras, lo que se pretende es señalar no solo hasta qué punto el Cau tiverio f eliz

coincide con los modelos impuestos desde la tradi ción europea o a partir de las

necesidades del proyecto imperial, sino que sobre todo en qué difieren de ellos.

Esto supone otorgar gran importancia a los modelos retóricos y textuales, pero

1
" Roland Banhes define el código anagógico como los rasgos que enuncian el sent ido del tex to. es decir.

cuando el texto enu ncia su propio sentido ("' El análisis estructural del rel ato·· 299).

37
también reconoce que estos adquieren nue,·as form as lejos de Europa, tal como

subraya Marrero-Fente: "la escritura sobre el NueYo Mundo se conYirt ió en más

compleja y diYersa por la necesidad de adoptar nue,·as estrat egias, formas ~­

contenidos. Estas transformaciones, a su ,·ez, se apartaban de los modelos

funcionales y las normas prescritas por la tradición literaria ... El proceso de

adaptación de los modelos europeos de escritura contribuyó a la naturaleza híb rida

de las primeras obras sobre el Nue,·o Mundo" (17). Por cierto, este punto de \'ista

empalma con el objetiYo general de la tesis, que es indagar en una nue,·a forma de

discursi,idad, marcada por la experiencia criolla, puesto que el discurso criollo es

precisamente aquél que modifica tanto las formas discursiYas co mo los puntos de

'ist a de las formas tradicionales.

38
Capítulo II

El discurso criollo: proyecciones y límites

1. El discurso criollo y la formación identitaria de América

Uno de los eJeS conceptual es más importantes de est e trabajo es el

reconocimiento de un discurso criollo qu e se enmarca en el surgimiento histórico

de una identidad que no solo implicó la rei\·indicación de los derechos de los

españoles nacidos en América, sino también la fundación de un nuevo espacio

simbólico. La identidad criolla comenzó a surgir tan pronto apareció la primera

generación de nacidos en el Nuevo Mundo37, pero durante el siglo XVII tomó la

forma de un "criollismo militante", pues este grupo social co menzó a tomar

conciencia "de su originalidad, de su identidad y, por co nsiguiente, de sus

derechos" (Lavallé 105). Este fenómeno histórico enco ntró eco en la obra de

muchos letrados del siglo XVII, como Carlos de Sigüenza y Góngora en México,

Antonio de la Calancha en Perú y Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán en Chile.

~~- .José
Juan Arro m (1959) establece que el uso de la palabra '·criollo"' para referirse a los españoles
nacidos en las Indias se re monta a la segunda mitad del siglo XVI (específicamente, entre 1571 y
1574). Bernard LaYallé (1993) adela nta esta fecha a 1563. En cualquiera de los dos casos, puede
obserYarse el temprano uso del término para dife renciar a los recién llegados de España y a los
nacidos e n América.

3Sl
Todos ellos manifiestan en sus obras las preocupaciones del sector criollo y

expresan a traYés de ellas el adYenimiento de una nue,·a identidad.

Esbozaremos aquí los elementos más recurrentes de lo que podemos

denominar "discurso criollo" y que podemos encontrar, bajo distintas fo rm as, en

los autores mencionados. Como indica Bernard Lavallé (1993 ), el ser criollo estaba

más ligado "a una adhesión a intereses locales, que al nacimiento en tierra

americana" (25), y por cierto, era una categoría que estaba lejos de responder a

criterios puramente raciales3s. Es decir que, si bien la denominación del criollo se

utilizaba para distinguir a los descendientes de españoles nacidos en América, esta

era una categoría flexible tanto en términos raciales como en cuanto al lugar de

nacimiento (Poot-Herrera, Lafayé,). Lo que determinaba al criollo era más que

nada la adhesión a una ét ica colonial criolla (Lafayé 44) y la defensa de cie1t os

intereses locales que muchas Yeces chocaban co n los intereses peninsulares.

Uno de las reivindicaciones más importantes de los criollos era asegurar

ciertos pri,ilegios obtenidos por sus antepasados conquistadores, qu e comenzaban

a perderse a manos de los españoles recién llegados. Aunque legalmente los criollos

no tenían menos derechos que los españoles39, en la práctica estos estaban

:l 8Elisabeth Anne Kuznesof (1995) indica que la raza no era el criterio único pa ra ser cons iderad o
criollo, pues otros factores influía n en ello, como por ej empl o el género, el ser hijo(a) legítimo, el
nombre y el origen del cónyu ge. De esta manera , ex istía cierto margen que permitía negocia r la
categoría social del indiYiduo, de modo que un gra n número de mestizos pud o in tegrarse al mundo
hispa no. En efecto, según la autora, se ca lcula que desde un 2 0 a un 40% ele los llamados criollos
tenían sangre indígena o africana. Para Stuart B. Sch,,·artz (1995), esta flexibil idad -que se ma ntum
dura nte la primera mitad del siglo XVI- permitió no sólo considera r como criollos a mestizos e
incluso a mulatos, sino que también empañó la consideración que se profesaba a los es pa ñoles
nacid os en Am é rica. Es decir, si bien la ra za no fue en un principio determinante para ser
considerado criollo. a principios del siglo XVI ta nto los orígenes raciales como la s upuesta in flue ncia
del ambie nte a mericano y de la lactancia de nodri zas indias o negras sil'\·ieron de a rgume nto a los
espa ñoles pe ninsulares para afi rmar la inferioridad!' degradación de los criollos.
:l9 Solórzano y Pcreira señala en su Política Indiana que "Los que nace n en las Indias de padres
espa ñoles, que allí ,·u lgarmente los llaman criollos" y que ··no se puede cluclar, que sea n Yerdadc ros
Españoles, !' como ta les haya n de gozar sus derechos, honras, y pri,·ilegios, !. ser juzgados por ellos,

40
relegados a ocupar puestos de segunda categoría, en especial en el ejército y en la

administración ciYil (Lafayé 44). Además, se reclamaba la perpetuidad de las

encomiendas puesto que estas eran otorgadas solo por dos generaciones, al cabo de

las cuales los descendi entes de conquistadores que habían gozado de este pri\ilegio

se encontraban despojados de esta seguridad económica. En efecto, David Brading

destaca que la identidad criolla surgió de un fuerte ánimo de descontento y de un

sentimiento de frustración y resentimiento. Para Brading, los primeros b rotes de

protesta -que surgieron alrededor de 1590- re\·elan

el surgimiento de una identidad criolla, de una conciencia colecti\·a que

separó a los españoles nacidos en el NueYo Mundo de sus antepasados y

primos europeos. Sin embargo, tal fue una identidad que encontró

expresión en la angustia, la nostalgia y el resentimiento. Desde el

pnnc1p10, los criollos parecen haberse considerado como herederos

desposeídos, robados de su patrimonio por una Corona injusta y por la

usurpación de inmigrantes recientes, llegados de la Península (323).

Los criollos reclamaban sus pri\ilegios enfatiza ndo que los cargos y beneficios

debían otorgarse por mérito propio o de sus antepasados, y no a los recién llegados.

La acusación de que virreyes y gobernadores entregaban las mejores encomi endas

y ca rgos a sus séquitos y parientes era muy frecuente, por lo que los nacidos en

América buscaban razones para argum enta r su preeminencia echando mano a su

m a~·o r conocimiento de la ti erra, al interés genuino que tenían por el b ien de su

supuesto, que las prO\·incias de las Indias son como actuario de las de España, y acceso riame nte
unidas, é incorporadas a ellas" (219).

41
patria, e incluso su conocimiento de las lenguas indígenas4°. Esto puede leerse

frecuentemente en los memoriales que escribían los criollos al rey co n el fin de que

les fueran reconocidos sus derechos.

Era difícil, sin embargo, que estos reclam os pudieran enco ntrar eco a tra\·és

de la espesa selva de la administración colonial. De este modo recobra sus fuerzas

el antiguo tópico de la distancia geográfica q ue separa a los \·asallos trasat lánticos

de su Rey41 , dando pie a dramáticas expresiones de desazón :

Luego infelices son, Señor, los que nacen, habitan, y sirYen en las Indias;

pues careciendo de la Real prese ncia de V.M. (a quien rend idos \·eneran)

no pueden obrar a sus ojos, con que necesitan de que su fe, lealtad , letras, y

meritos, se le propongan por relaciones, é informes, que aunque se rep ita n,

padecen los bene meritos, por retirados, el ohido que consideró el

Eclesiastico, quando dixo: Ne longe sis ab eo, ne eas in oblivionem ; como

si estuvieran muertos, de quienes no se diferencian, por casi se mejantes,

los que no merecen que su Rey los conozca, ~- que los tenga en s u memoria

para honrarlos con puestos (Bolh-ar y de la Redonda 2).

Aunque lo menciona al pasar, el que los nacidos en las Indias "veneren rendidos" al

Rey demuestra una clara intención de rebatir las imputaciones de los

.¡o Don Pedro de Bolínr y de la Redonda argumenta, en 1667, la Yentaja que significa para los
criollos el conocer las lenguas indígenas: '·Estos Ministros suficientes, y expe rtos, que se requiere,
son los es pa ñoles, que nacen , ~- se crian e n las Indias, e n cu~·a dh·ersidad de lenguas, que hablan sus
proprios naturales, se hallan muy wrsados; unos, porque desde niños en su prime r alimento de la
leche de las amas, las percibie ron; otros, porque con la comunicación las aprend ieron; y como esta
inteligencia de lenguas sea la que haze idoncos á los que han de ocuparse en el minis terio de la
reduccion, ~- enseñanza de los Indios ... ,·ie ne n a ser los de las Indias los que cum plen con la
obligacion de V .M.~- los que mas le sin·en en este ministerio'· ( 2).
11 Lucía Im·ernizzi ( 1988) indica que los textos conocidos como .. crónicas de In dias" comparten
ciertas características en cuanto a su situación de enunciación, entre las que se encue ntra la
co nciencia d e la distancia geográfica con res pecto a Es paña que los dej a en una situación de
marginalidad con respecto al centro del poder. Este ele mento es especialme nte releva nte en el
discurso del criollo, en donde el sentimiento de aisla miento es más agudo.

42
metropolitanos. Estos reprochaban a los criollos su supuesta falta de lealtad ~-

honestidad hacia la Corona, y temían que protagonizaran un alzamiento junto a

otros grupos descontentos y marginales como mestizos, mulatos e incl uso indios.

Los criollos, entonces, debían afirmar una y otra ,·ez su lealtad al Rey, como puede

observarse también en el Cautiverio.

Por otra parte, el discurso criollo buscaba desmentir los prejuicios que los

señalaban como inferiores a los españoles peninsulares y cuya finalidad era a su yez

asegu rar las prerrogativas de est os últimos. A esto hace referencia Juan de

Solórzano y Pereira cuando señala que es necesario "conYencer la ignorancia, ó

mala intención de los que no quieren, que lós Criollos participen del derecho, y

estimacion de los Españoles, tomando por achaque, que degeneran tanto co n el

Cielo, y temperamento de aquellas ProYincias que pierden, quanto bueno les pudo

influir la sangre de España"-1 2 (Solórzano y Pereira 219). Las razones climáticas,

geográfi cas y astrológicas a las que hace referencia Solórzano y Pereira en este

pasaje constituyen uno de los prejuicios más importantes que los criollos refutan en

su discurso. La disposición de los astros, la calidad de la tierra y el clima eran

considerados inferiores y se pensaba que ejercían una influencia sobre plantas,

anim ales y hombres: "Por esos años nadie dudaba de la influencia del clima

42 A pesar de la buena disposición de Solórza no y Pereira a nte a los criollos, es interesante obserYa r
que los prejuicios de la época en relación con la influencia del medio sobre el hombre no son fáciles
de desecha r. La defensa de Solózano a los derechos criollos es matizada por él m ismo más adela nte,
al afirmar que ··aunque no ignóro, que las costumbres de los hombres s uele n, como las pla ntas .
responder al hábito, y tempera mento de las Regiones, en que se crian , y hay ,·icios. que parece están
repa rtidos en las mas de ellas ... bien se puede negar, que las America nas te ngan tan comun , y
absoluta mente los muchos, que las imputan , pues abraza ndo en sí tanto, ó más, que lo restante del
Orbe, como en otra pa rte lo tengo probado, no puede n tener todas iguales constelacion es, ni deben
ser medidos por un rase ro, ó pesados con una misma bala nza, todos los Criollos, que en ellas nace n··
(2 19) . Solórza no acepta así la idea de que algu nas regiones de Am érica puedan tener una influencia
nefasta sobre sus habitantes, aunque argumenta que debido a la exte nsión del territorio es difícil
que este fenómeno ocurra e n todas pa rt es.

43
americano en los cuerpos y en las mentes ... para la gran mayoria de aquellos que

escribían sobre el tema, dicha huella americana se concretaba por efectos

negativos, que disminuían, afeaban o debilitaban a los seres" (Lavallé 53). Era

frecuente relacionar no solo la inferioridad física sino también la deblidad moral

con el medio ambiente; ejemplo de ello es la descripción de los indios de Chile de

Fray Miguel de Aguirre: "es la gente por el clima, temperamento, y constelacion de

aquellos paises belicosa, cruel, inconstante . . . sin guardar jamas promesa,

palabra, ni paz prometida. Ponen toda su felicidad, y reputacion en defender su

libertad sin iugo de otro dominio. Son los Indios mas guerreros, y bien armados de

quantos se han descubierto en ambas Indias" (32). El fraile atribuye los defectos de

los indigenas chilenos - crueldad, belicosidad, inconstancia, incapacidad para

cumplir la palabra- al "clima, constelación y temperamento" del país, ya que se

suponía que la ubicación y clima del territorio tenia efect os inmediatos sobre sus

habitantes. Naturalmente, el efecto - en este caso negativo- del ambiente no

alcanzaba solo a los nativos, sino también a los cri ollos, e incluso se pensaba que

una larga permanencia en las Indias causaba estragos aun a los nacidos en Europa.

Las descripciones apologéticas de las Indias que encontramos en cronistas

criollos deben leerse, entonces, como respuesta a las sospechas de degeneración

causadas por el ambiente. El memorial del peruano Juan Ortiz de Cerva ntes, del

año 1620, es un claro ejemplo de ello:

De mas de que es honra de España, que los Españoles de las Indias

nacidos en ellas, hijos dellas, sean honrados, y buenos, y es causa

propria bolver por ellos, por ser frutos de los arboles de aca, según dize

el Evangelio, que el arbol bueno, no puede dar mal fruto: porque

44
conforme es el padre, sale el hijo en qmen infunde unas virtudes,

esfu erzos, entendimiento, habilidad, y efectos. Y con esto concurre la

disposicion de la buena tierra, suelo, y cielo de las Indias, fertil, grat o, y

saludable, como le llama un buen Consejero que de ellas fu e. De suerte,

que por el suelo no pierden y junto lo uno con lo otro, con el gran

exercicio de letras de las UniYersidades, y Religiones, se componen los

tales sugetos, que con verdad no se pueden negar (Ortiz de CerYa ntes

21).

Junto con señalar lo benéfico del clima, de los astros y de la tierra, Ortiz de

CerYantes destaca también la solidez de la sangre hispana, que no admite la

degeneración del ambiente.

Otra estrategia frecuente de los criollos consistía en insistir en la semejanza de

las Indias con el Paraíso para demostrar que no sólo se trat aba de lugares que no

eje rcían influencia negativa sobre el hombre, sino de un territorio especialmente

bendecido por Dios. En el ámbito del Reino de Chile cabe destacar la obra de

Alonso de Ovalle, nacido en Santiago, quien es el primer criollo chileno en p ublicar

una crónica acerca de su patria. Ovalle describe en el primer lib ro de su Histó rica

Relación del Reino de Chile (1646) un extenso panegírico acerca del clima, la

geografí a, las aguas, la fl ora y fauna, los recursos naturales y las riquezas del Reino.

Al fin alizar el primer libro, Ovalle relata el descubrimiento de un portentoso árbol

en Limache que ostenta la forma de un Cristo cru cificado, prodigio que

naturalmente prueba el favor dhi no hacia el Reino de Chile43.

43Este tipo de apologías pueden leerse frecuentemente en autores criollos; hacia med iados del siglo
XVII Fray Agustín Carrillo describe el Reino de Chile haciendo una exaltada alabanza, sc r1ala ndo
que .. es muy semeja nte a los de España [las proYincias], assi en la altura, y graduación, como en lo

45
El último elemento recurrente en el discurso criollo que quiero destacar es la

,·aloración del pasado indígena. La herencia de este pasado se co mirtió para los

criollos en un elemento distinti,·o - )· por lo tanto, identitario- con respecto a los

españoles peninsulares. Los criollos exaltaban este pasado con el fin de reafirmar

su propia identidad y sentimiento de pertenencia hacia América: "the Creo les could

no longer indentify themsel\'eS \\Íth their Spanish ancestors, so they located th e

beginnings of self identification in the Aztec past" (353), señala René J ara

refiriéndose en particular a los criollos de Nue,·a España. Para algunos críticos, la

recuperación del pasado indígena llega a ser el elemento determinante en la

formación de una nue\'a identidad, como argumenta Poot-Herrera:

Aunque "comúnmente" ... los criollos son españoles nacidos en el

Nue\'o Mundo, bien sabemos que, más que el nacimiento, lo que marca

a esta sociedad es una conciencia de pertenencia que se adqui ere al

asum ir el pasado prehispánico. Esta no es de adquisición inmediata,

sino resultado de un proceso co mplejo que pasa de un primer

criollismo que extraña sus orígenes -históricos y geográficos- a un

criollismo que se am ericaniza; de sentirse legítimos descendientes

españoles, los criollos empiezan a sentir como legítimas las raíces

ameno de s us Payses, en la fertilidad de la tierra, y en la ab undancia de ga nados menores, y


ma~·01·es. Goza de ciclo be ncuolo, ,. placido, sin a uc rsc Yisto ra~·os, ni gran izos, ni piedra, y de s uelo
amigable, porque carece de todo animal feroz, y ,·cne noso. El lleno de bosques, ~- montañas
inaccesibles, a bundantes de lindas, y dcucrsas maderas, ~- a rboles de tanta grandeza, qu e es mu~·
ordina rio sacar trecientas tablas de uno .. (3). Las compa raciones con el Paraíso ta mbié n era n
frecuentes: .. A que a~rucla la templa nza, y a men idad de las Indias, y su perpetua Prima, ·era, porque
merecen, s i no el nombre de Paraíso ... (como j uzgó s u Descubridor Don ChristO\·al Colon. aun en
la menos acomodada Isla de Santo Domingo) por lo me nos el ele Hue1to de Deleyt es, ó las alabanzas
del Tempe, campos Elysios , islas Atlantidas, ó Fortunadas·· (de la Redonda 10). Más conocida es la
obra de Juan de Cárdenas quien, aunque nacido e n Europa, es uno de los primeros :· más
entusias tas defensores de las Indias. En su Problemas y secretos maravillosos de las In dias (1591)
ded ica un capítulo entero a la idea de que las Indias son habita bles aún estando ubicadas e n la zona
tórrida (Ca p. 12, Libro I) , o a defend er las cualidades de los criollos (Cap 1, Libro III).

46
americanas. Y esto empieza a suceder desde el siglo XVI. (Poot-Herrera

180).

No obstante, ello no significaba igualar a los indígenas y a los criollos en

derechos: el objetivo era más bien recuperar aspectos de las culturas prehispánicas

como prueba de la benignidad del t erritorio y como símbolo de una riqueza

heredada, pero muerta. Jara puntualiza bien los matices de esta valoración del

indígena al indicar que "for al1 the spokesmes of Creo le patriotism, t he image of the

contem porary Indian was untenable... The Creoles never once considered th em to

be part of human reality. The image of the Indian was \·aluable insofar as it

constituted a significant embodiment of the inte11igent and cultured Azt ec of

antiguity" (Jara 356-57). Los criollos solían solidariza r co n los indígenas

estableciendo un paralelo entre las discriminaciones que sufrían ambos grupos,

pero finalmente t erminaban por promover sus propios intereses socioeconómicos,

incluyendo aquellas instituciones - como la encomienda- que iban en detrim ento

de estos últimos.

Si bien el discurso criollo puede reconocerse a través de la presencia de

rei\i ndicaciones sociales y económicas, la afirmación de sus derechos, la objeción

de prejuicios y sospechas, y el reconocimiento de un pasado indíge na, es

imprescindible señalar también que el discurso criollo se caracteriza por develar la

posición ambigua del criollo dentro del entramado social colonial. Esta

ambigüedad ideológica es ampliamente destacada por la crítica (Lavallé, Mazzotti,

Maraña), ya sea definiéndola con respecto al indígena, ya sea con respecto a la

Corona. Lucía Santiago Castigan (1988) explica muy claramente esta ambivalencia

al indicar que el criollo, por un lado, asume la ideología del colonizador -que

47
considera propia- al defender con una actitud elitizante los intereses de una clase

feudal-oligárquica, pero, por otro, critica al colonizador denunciando la mala

ad ministración de los gobernantes, letrados e incluso del clero. Así, el criollo

resulta un "ser ontológicamente inestable, en plano de igualdad y hasta

superioridad frente a los españoles, y sin embargo en situación de inferioridad en

cuanto a su representación política" (Mazzotti, Las agencias criollas 20); es decir,

los criollos serían superiores en cuanto a las \irtudes que ellos mismos se atribuían

(conocimiento del territorio ~- de las lenguas indígenas, seni cio y lealtad a la

Corona), pero carentes de poder político.

El interés que tiene el discurso criollo - más allá de se r un docu mento

históri co que testimonia la emergencia de una nue,·a identidad- está precisa mente

en que configura textos que elaboran estas tensiones de distintas formas y

constituyen una producción que, lejos de ser homogénea, propone una

multiplicidad de respuestas frente a la pregunta por la identidad y legitimidad del

poder-1-1. Es así como Mabel Maraña (1988) relaciona directamente la dualidad

ideológica con un aspecto formal de la escritura, en particular, con las formas

barrocas de expresión. Maraña explica que "el código barroco sÍIYe co mo ,·ehículo

para cantar la integración al sistema dominante, lograda o anhelada. En otros

casos, el modelo barroco proYee las formas y tópicos que . .. denuncian la colonia

como una sociedad disciplinaria y represiYa" ("Barroco" 238). En otras palabras, el

Este amb igüedad ideológica en la que se inscribe el criollo puede ,-erse desde un punto de ,·ista
-1-1
más amplio. al considerarse una ma nifestación de un proceso que abarca a toda la historiografía del
siglo XVII. como señala Hayde n V/hite: "la historiografía del siglo XVII empezó con una \Ís ió n del
campo histórico como un caos de fu erzas en pugna, e ntre las cua les el historiador tenía que elegir y
al sen ·icio ele una o más de las cuales tenía que escribir su historia·· (Metahistoria 73). El criollo.
como escritor y cronista de su tiempo, está e ntrampado en esta el ecció n , ~- no puede decidir e ntre
seguir al servicio del proyecto imperial o reafirm a r sus derech os~- su identidad criolla.

4S
barroco45, con su formalismo excesiYo y su enre,·esamiento, sería uno de los modos

en que logra expresarse una emergente ). a Yeces contradictoria conciencia criolla

que por un lado, exige los pri\ilegios de los peninsulares y por otro, criti ca la

existencia de estas prerrogatiYas.

En suma, el discurso criollo manifiesta el adYenimiento de una nue,·a

identidad, de una conciencia americana que más adelante se transform a en un

sentimiento nacionaL Por una parte, el discurso criollo será portador de

rei\indicaciones concretas relacionadas con una posición marginal que se pretende

revertir: es el caso de la concesión de encomiendas y la asignación de puestos en la

administración y en ejército. Es también un discurso que responde a las

acusaciones y prejuicios europeos acerca de América y sus hab itantes, en especial

respecto a las teorías de determinismo ambiental. La exaltación de la t ierra y de los

hab itantes americanos - tanto indigenas como criollos- tiene desde este punto de

,·ista una clara intención politica, puesto que su defensa argumenta a fa,·or de la

importancia de las Indias y la idoneidad de los indianos para adm inistrarla.

Finalmente, estas demandas concretas ). su implicancia política exceden la

simple defensa de intereses indi, 'iduales o colecti,·os (aunque también lo son); las

demandas de los criollos conllevan un complejo proceso en el que se forman

nueYos referentes identitarios, se ponen a prueba lealtades y se cuestiona incluso la

legitimidad del poder peninsular. En otras palabras, se trata de un discurso que -

más allá de las rei\indicaciones particulares- articula la conformación de una nueYa

-1s Mabel Ma raña defin e el barroco ac udie ndo a Maria no Picón-Salas, quien enumera algunas
características formales del ba rroco, como la falta de unidad narratiYa y la presencia de ornamentos
~- fo rmas enrevesadas (Picó n-Salas: 1965) . Sin e mba rgo, Ma raña destaca también la relación e ntre
estas carac terís ticas más bien estilísticas con un funda mento ideológico, como lo hacen los a utores
que definen el barroco como una oposición, dicotomía o conflicto (Welle k: 1968 ; Bustillo: 1988).

49
conciencia, desestabiliza el orden social y reorgamza el espacio simbólico de la

sociedad colonial.

2. Crítica literaria y discurso criollo

La literatura escrita por criollos ha s ido estudiada con cierta regula ridad por

la crítica-16 ya que proporcio na Yalioso material de análisis para obserYar la

emergencia de un sentimiento patriótico así como las apropiaciones de este grupo

de la cultura hegemónica e indígena. En este apartado re\isa remos bre,·emente

algunos de los puntos de \Ísta adoptados por la crítica literaria para abordar este

tema en relación con obras muy dispares, lo que nos permitirá, por un lado,

establecer el marco desde el cual se ha examinado este problema -y, por tanto,

trazar el punto de partida del post erior análisis del Cautiverio f eliz- y, por otro

lado, detectar diferencias en los conceptos que se utilizan para describir el discurso

criollo, problema que será estudiado en el apartado siguiente.

Las preocupaciones de la crítica co n respecto a las obras escritas por autores

criollos se ordenan en torno a dos ejes principales: la condición heterogénea o

ambigua de estos textos y la recuperación de la ciudad como lugar privilegiado del

criollo. En el apartado anterior establecimos que estos aspectos -entre otros-

co nstituyen rasgos fundamentales del discurso criollo; ahora indaga remos en cómo

la crítica literaria los ha interpretado y qué se ntido les ha atribuido.

46 Uno de los aport es más recientes a la ta rea de proporciona r una \is ión global pa ra estudiar el
fe nómeno criollo es el libro editado po r José Antonio Mazzo tti. A gencias cl'iollas: la ambig üedad
colonial en las letms hispanoamericanas ( 2 000), en donde se discuten as pectos históricos del
fe nóme no y se recogen además diversos a ii ículos cent rados en las letras del Virreinato del Pe rú.

50
La celebración de la ciudad como monumento del orgullo criollo es

destacada en un trabajo de Stephanie Merrim (2003) acerca de La grandeza

mexicana (1604), de Bernardo de Balbuena. El análisis de Merrim es de gran

interés porque describe con mucha precisión el momento en el que queda de

manifiesto cómo la lealtad al proyecto imperial abre paso a la defensa de los

intereses criollos, proceso que puede obserYarse también en el Cautiverio feliz .

Merrim puntualiza que la obra de Balbuena ilustra muy bien cómo ciertos

elementos de la cultura española adquieren un significado y una intención distintas

en América: "el nacionalismo cultural criollo, contradictorio y ambivalente, deriva

sus form as y su fuerza de las mismas estructuras que la cultura dominante

española pone a su disposición, cristalizando o explotando la inestabilidad que

tales estructuras adquieren en el contexto del Nue\·o Mundo" (81-8 2). Este proceso,

a través del cual la cultura dominante se ,-uelYe inestable, puede ilustrarse en una

característica muy particular de la obra de Balbuena: su barroca descripción de la

ciudad de México. Efectivamente, a pesar de que la obra de Balbuena ensalza el

proyecto imperialista y tiene como objetivo alabar sus resultados, la descripción de

la ciudad de México es tan excesiva que la obra se sale de su órbita en términos

geográficos y retóricos, de modo que engrandece "no sólo al Imperio sino también

al sentido de lugar y de identidad del sujeto colonial -fomentando el pat riotismo

criollo ... la alabanza desmedida de La grandeza cristaliza y dirige hacia el futuro

lo que eran literal y palpablemente estructuras criollas de sentimiento (Structures

of feeling, Williams 1997)" (86). Como tendremos oportunidad de comprobar más

adelante, la afirmación de Merrim acerca del "exceso" de Balbuena puede también

51
aplicarse a Pineda y Bascuñán, aunque en el caso del criollo chileno se manifieste

de manera muy distinta.

La descripción del caráct er heterogéneo del discurso criollo es

probablemente el aspecto más trabajado por la critica, y también el más

problemático. Los aportes más concretos con respecto a esta cuestión han sido

proporcionados por Mabel Maraña, cuyo interés por el tema ha sido permanente, y

también por Anthony Higgins. El trabajo de Maraña destaca especialmente las

di scontinuidades del discurso criollo, como sucede en su análisis de Infortunios de

A lonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora. La autora enfatiza cómo el autor

cuestiona el sistema imperial en su obra, pero al mismo tiempo desea integrarse a

él:

Mmiendo los hilos de su marioneta, el escritor mexicano dramatiza la

dualidad ideológica del criollo. Por un lado, promue,·e el respeto y la

aceptación de los principios básicos del orden \irreinal (integración,

productividad, ejemplaridad de la conducta, dinámica virtud/ delito,

castigo/ recompensa). Por otro lado, demuestra cómo en la praxis esa

integración es imposible, ya que el espacio ,·irreinal, especialment e en

sus áreas periféricas, está ganado por el vicio, la herejía y la

improductividad (390).

Como se observa, el acento está puesto en la imposibilidad de integración de los

principios del orden virreina] en los márgenes del imperio, de manera que el criollo

52
se encuentra en una encrucijada que no tiene solución y que se articula -según

describe Maraña- en el contexto de las relaciones entre el centro y la periferia47.

La idea de combinación de di,·ersos elementos en el discurso criollo n 1eh ·e a

aparecer en el t rabajo de Anthony Higgins, aunque sin enfat izar su caráct er

contradictorio. En su trabajo acerca de la Bibliotheca m exicana48, dirigida por

Juan José de Eguiara y Eguren, subraya más que nada la suma de d iYersos

elementos en el discurso criollo, como sucede cuando describe la obra como "algo

que no es ni exclusiYamente a mericano ni español, ni puramente empiricista ni

escolástico, sino un texto comprometido ~·, por necesidad, híbrido" (576). Sin

embargo, en otros momentos dest aca también la \·acilaciones del texto: "Aunque

Eguiara se preocupa por construir algo qu e \·a a formar la base a rchivística de un a

ese ncia, su t exto fomenta una serie de contradicciones a la vez que promue\·e la

idea de un corpus simbólico común que una a todos los sujetos novoh ispanos"

(579). Estas contradicciones son para Higgins más que nada aquellas relacio nadas

con la apropiación de elementos indígenas, puesto que a pesar de la incorporación

de estos elementos junto a los europeos, el objetiYo de la obra es construir un

espacio de a utoridad por y para los criollos (588).

Los estudios críticos que abordan la articulación del discurso criollo recogen

los elem entos que hemos reconocido como pertenecient es a este d iscurso,

destacando las diversas formas e n que se modu lan. Las descripciones exuberantes

~- Mabel Moraña describe la dinámica ce ntro/pe rife ria~· el modo e n que el criollo se inse rta e n esta
última, posicioná ndose como un sujeto triplemente ma rginal: prime ro. una marginalidad geográfica
~· política , puesto que el protagonista pro,iene de Puerto Rico, zona d ependie nte del , ·irreinato de
1ue, ·a Espa ña ; segundo, el protago nista es - por su pobreza- también marginal en términos sociales
~· econ ó mi cos y finalmente, queda al margen de la le~· cua ndo se conYie rte e n pirata.
¡S Como explica Anthony Higgins , la Biblioteca m e:n·cana es una recopilación o catálogo de los
indi,iduos, lugares e instituciones que ha bían sido impo rta ntes para la historia de la región. Se trata
de un pro~·ecto monumental cuyo pri mer tomo se publica en 1755, pero que queda inconcluso tras la
muette d e Eguiara

53
de la ciudad amencana, la exposición de la marginalidad del criollo y la

combinación de registros y elementos culturales europeos e indígenas son algunas

de estas articulaciones. Más adelante obserTa remos cómo pueden encontrarse

algunos de estos elementos en el Cautiverio f eliz, pero también cómo Pineda y

Bascuñán explora otras posibilidades. Cabe destacar además la presencia constante

de elementos disímiles que se combinan o contraponen; frecuentemente se habla

de ambigüedad, de contradicción o de hibridez al describir estos textos, e incluso se

utiliza la palabra "mestizo" para dar cuenta de est e rasgo49. Las dife rencias de

énfasis que hemos observado en la forma en que los criticas explican o interpret an

la het erogeneidad de los textos criollos Yan desde la contradicción hasta la

comivencia armónica de elementos dispares: en el apartado que sigue se discutirá

la pertinencia de utilizar términos como "mestizo" o "híbrido" para describir

características del discurso criollo.

3· Criollo, mestizo, híbrido

El discurso criollo puede entenderse como instancia de revelación de un

proceso identitario en el que entran en juego di,·ersos grupos (hispanos, indios)

que intervienen en la autodefinición del suj eto; por consiguiente, es posible

asociarlo a la idea de mestizaje, utilizada con frecuencia en la explicación de

procesos culturales y literarios. Fundamentalmente, el concepto mestizaje ha sido

49 Santa Arias, por ejemplo, señala en un artículo acerca de An tonio de la Cala ncha que el auto r se
apropia ele elementos ele la cultura hegemón ica para dar la imagen de una ·'América heterogénea,
mesti za~- criolla" (190).

54
un instrumento importante para dar cuenta del encuentro de dos culturas y su

mutua influencia, pero la amplitud de su definición ha llevado a reemplazarlo por

términosso aledaños, como transculturación, hibridez y heterogeneidad.

El t érmino "transculturación" fue propuesto por Fernando Ortiz como

alternativa a la voz "aculturación", proveniente de la academia norteamericana y

utilizada desde los años 30 en el ámbito de las ciencias sociales. En Contrapunteo

cubano del tabaco y del azúcar (1940), Ortiz plantea que "transculturación" es el

término más adecuado para describir las complejísimas transformacion es de

culturas en Cuba en el transcurso de muy poco tiempo, ya que "aculturación" daría

cuenta del proceso mediante el cual una cultura dominada recibe pasivamente

elementos de la cultura dominante, mientras que "transculturación" apuntaría al

proceso mediante el cual una cultura adquiere elementos de manera más acti\·a,

primero a través de una parcial "desculturación" y luego de la "neoculturación",

definida co mo "creación de nuevos fenómenos culturales" (Ortiz 260) 5 1• Más

adelante, Ángel Rama lleva este concepto a la literatura y lo elabora en

Transculturación narrativa en América Latina (1982) en donde ejemplifica con la

so Sigo aq uí la idea de Antonio Cornejo Polar exp uesta en ''Mestizaje, transculturación,


heterogeneidad" (1994), en donde señala que no ha habido un esfuerzo por definir teó rica mente lo
que se denomina ·'literatura mestiza", la que parece más que nada re producir ·'cieita a ns iedad por
en contra r algo así como un /ocus amoenus en el que se (re)conciliaban a rmoniosamente al me nos
dos de las grandes fuentes de la An1érica moderna: la hispana y la india'· (Cornejo Polar, Mestizaje
369).
1
-" En su introducción a Contmpunteo cubano del tabaco y el azúcar, Enrico Mario Santí relati,iza
la distinción entre '·aculturacón ., y ''tra nsculturación ·· que establece Ortiz, señalando que el té rm ino
"'aculturación '" fue malentendido tanto por Ortiz como por Bronislaw Malinowsky, quien escribió la
introducción a la primera edición del lib ro. Mario Sa ntí acla ra que la aculturación, según los
a ntropólogos norteamericanos Redfield , Linton y He rsoko,its contiene la idea de que el contacto
entre dos culturas produce cambios en los patrones culturales de uno o ambos grupos; es decir, no
implica necesariamente que una de las dos culturas reciba pasi,·amente la influencia de otra. Ma rio
Sa ntí considera que la discordancia de 01tiz con el término tiene como fundamento la imprecisión
conceptual de éste, y reconoce que "tra nsculturación" es un neologis mo más feliz y un instrumento
conceptual más afi nado, puesto que da cuenta de modo preciso el mecanismo a través del cual se
producen los intercambios culturales (85-90).

55
obra de José María Argüedas el modo en que la narrativa es capaz de incorporar

nue,·os elementos de otras culturas.

No obstante la aceptación del neologismo impuesto por Ortiz y el enorme

impacto del libro de Rama, el concepto de "transculturación" fue también blanco de

algunas críticass2 . En "Mestizaj e, transculturación, heterogeneidad" (1994),

Antonio Cornejo Polar asocia la categoría de transculturación a la idea de

mestizaje; en otras palabras, señala que la categoría de transculturación pareciera

ofrecer una base epistemológica al concepto de mestizaje, al que define como

la construcción de un nivel sincrético que finalmente insume en una

unidad más o menos desproblematizada (pese a que el proceso que la

produce pueda ser muy conflictivo) dos o más lenguas, conciencias

étnicas, códigos estéticos, experiencias hist óricas, etc. Añado que el

espacio donde se configuraría la síntesis es el de la cultura-literatura

hegemónica; que a veces se ob\iaría la asimetría social de los contactos

que le dan origen; y finalmente, que dejaría al margen los discursos que

no han incidido en el sistema de la literatura "ilustrada" (Co rnejo Polar,

Mestizaje 369).

Ante la síntesis que propondría la transculturación, "habría que fo rmul ar otro

dispositi,·o teórico que pudiera dar razón de situaciones socio-culturales y de

discursos en los que las dinámicas de los entrecruzamientos múltiples no operan en

función sincrética sino, al revés, enfatizan conflictos y alteridades" (Co rnejo Polar

369): este dispositivo conceptual sería el de "heterogeneidad", término que

precisamente destaca los confli ctos en el encuentro de dos culturas.

5 2 Vid . Sobrerilla, David. "Transculturación y heterogeneidad: an tares de dos categorías literarias


en América latina".

56
Otra noción que se deslinda -aunque por un motivo distinto- de la idea de

mestizaje es la de "hibridación", formulada por Néstor Garcfa Canclini. Para Garcfa

Canclini, el mestizaje está muy asociado a fusiones raciales o étnicas y - junto a los

términos sincretismo y creolización- se refiere a la sobrevivencia de costumbres y

fo rmas de pensamiento premodernos en los comie nzos de la modernidad, por lo

que no puede dar cuenta de aquellas mezclas que son producto de procesos sociales

modernos o posmodernos. La hibridación, en cambio, "ocurre en condi ciones

históri cas y sociales específicas, en medio de sistemas de producción y consumo

que a veces operan co mo coacciones" (22), de modo que designa "mezclas

interculturales propiamente modernas" (23) . Puesto que esta tesis aborda

precisamente la relación entre culturas premodernas con otras que han entrado

recientemente a la modernidad no parece apropiado utilizar el término

"hibridismo", ya que el concepto fu e elaborado por García Canclini para abordar

fe nómenos muy posteriores en el tiempo y no para hablar de la mezcla de

elementos culturales en la América colonial.

Las nociones de mestizaje, transculturación, heterogeneidad e hibridismo

que hemos discutido brevemente designan mezclas culturales, aunque no t odas son

igualmente adecuadas para describir la mezcla cultural que se encuentra en el

discurso criollo. La revisión de estos conceptos, en especial de aquellos que tienen

una mayor elaboración teórica, nos permite hacer ciertas distinciones útiles entre

aquellas mezclas en donde se enfatiza la síntesis o la contradicción; ent re aquellas

que se omiten o destacan el carácter de hegemónico o subalterno de las culturas;

ent re los distintos contextos históricos en los que se producen, y finalmente, en el

57
modo en que cada concepto Yalora la mezcla. Tomando en cuenta estos elementos,

en lo que queda del apartado intentaré det erminar de un modo más preciso las

mezclas culturales que podemos enco ntrar en el discurso criollo.

Afirmo con Solange Alberró que desde el comienzo del proceso de co nquista

y colonización el español sufrió una adaptación inYoluntaria e ine,itable: "sin

quererlo y sin sospecharlo siquiera, el español perdido en la geografía y la

humanidad americana dejó de ser el que arribó algún dia a t ierras americanas. En

cierta medida, se iba pareciendo un poco al indígena, que ya no era el de antes, ni

tampoco el que se suponía era ahora" (57). Esta adaptación culmina fin almente en

la toma de concienci a de una identidad americana. No obstante, hay que explicitar

que - por un lado- no se trata de un encuentro de dos culturas en igualdad de

condiciones y que -por otra parte- el discurso criollo desdramat iza la diferencia

ent re el blanco y el indígena y prefiere centrarse en la diferencia entre blancos

(hispanos, criollos). J osé Antonio Mazzotti describe esto señalando que los autores

criollos se caracterizan por la "focalización oblicua que ejercen con respecto a la

población indígena y al carácter monoglósico de su valiente defensa" (Indigenismos

92). Además, la "mezcla" cultural que encontramos en el discurso criollo está

rest ringida históricamente: se trata de aquella que sufrieron los hispanos nacidos

en América, en contacto con culturas indígenas y - en algunas regiones- negras,

determinada por circunstancias particulares en relación con su situación

económica, social y política (falta de representati\idad polít ica, despojo de

derechos de encomienda, marginalidad política y social).

El discurso criollo, tal como lo hemos descrito, refl eja un p roceso de cambio

que culmina en las aspiraciones independentistas, y ha sido enu nciado por un

58
suj eto ontológicamente inest able (Mazzotti) e ideológicamente ambiguo (Moraña,

Costigan) . En el discurso criollo destacarán entonces las discontinuidades y

contradicciones de este sujeto, evitando hacer referencia a una síntesis cultural

desproblematizada. En otras palabras, el discurso criollo puede asociarse con el

término "heterogéneo" en la definición de Cornejo Polar, aunque explicitando la

preponderancia de la cultura hegemónica hispana. Por último, el discurso crioll o,

más que reconocer y valorar la influencia cultural indígena sobre la hispana, se

apropia del pasado indígena con un fin ideológico muy concreto y se asocia a estos

pueblos sólo en cuanto ambos son víctimas de los abusos de los peninsulares. En el

programa político explícito de los criollos no subraya el mestizaje, ya sea racial o

cultural: los criollos que eran racialmente mesti zos se "blanqueaban" para ser

considerados hispanos (Lipschutz 275-285; Lavallé 46-48) e intentaban establecer

la diferencia racial entre sólo tres grupos: negros/ mulatos, indios y españoles, ya

fuesen estos últimos peninsulares, criollos o incluso mestizoss3. Esto no desca rta

una influencia o adaptación involuntaria como la que menciona Alberró, sino que

subraya el hecho de que esta no es manifiesta. La frecuente negación del

"mestizaje"s4 o de la influencia cultural indígena y la relación ambigua - de

solidaridad y de distancia- que establece el criollo con el indígena es textualizada

en estas obras y puede reconocerse distinguiendo entre diversos niveles del

discurso. Así por ejemplo, la negación del mestizaje que se encuentra en el

enunciado puede verse revertido a nivel de la enunciación, por ejempl o, a través de

53 LaYallé recuerda que, presionado por los mestizos, el corregidor del Cuzco tuYo que esta blecer a
fines del siglo XVI I la diferenciación, con fines ad ministrati\'os y legales, entre solo estos tres grupos
raciales (47).
s~ La negación del mestizaje en el Cautiverio feliz es analizada por Ralph Ba uer en "Imperial
History, Capti\ity, a nd Creo le Identity in Francisco Núñez de Pineda:-.- Bascuñán 's Cautiverio feliz''
(1998).

59
la utilización de palabras en lengua mapuche o, según el caso, de otras lenguas

nativas.

4· El criollo Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán

Aunque no se ha estudiado sistemáticamente, la relación entre el Cautiverio

fe liz y el discurso criollo ha sido advertido con frecuencia por la crítica. Raquel

Chang-Rodriguez fue una de las primeras en llamar la atención sobre ello, en

particular en su artículo "Conocimiento, poder y escritura en el Cautiverio feliz"

(1982). Alli señala que "El Cautiverio f eliz es emblema del destino del criollo y su

lucha por alcanzar el dominio que le fue negado" (67). Además de centrarse en los

datos biográficos del autor, Chang-Rodriguez destaca la forma en que este intenta

restaurar la autoridad del criollo argumentando el mayor conocimiento y

experiencia en relación con los forasteros. El blanco de la obra sería "mostrar el

conocimiento del autor pues esta sabiduría expresada tanto por su biografía como

por la inclusión de la historia de Chile, sagrada y latina, convoca el poder necesario

para recuperar su autoridad" (82). En su artículo "El propósito enmascarado:

Pineda y Bascuñán y la crítica" (1994), Yuzhuo Qiu sigue muy de cerca a Chang-

Rodríguez al afirmar que el libro puede considerarse "una manifestación - aunque

muy enmascarada- de la conciencia criolla que protestaba la marginación y

represión en que se encontraban en el nueYo mundo del siglo XVII" (109). Desde

esta perspectiYa evalúa de manera muy acertada el rol del indigena, afirmando que

"poner las criticas más fuertes en bocas de los caciques es sólo otra estrategia de

60
enmascarar su lucha directa contra los "forasteros" ... Si Pineda y Bascuñán

defendía a los indios y se identificaba con ellos como "los hijos de la tierra", es

porque los hijos nativos le servirían bien al propósito de defender sus propios

intereses criollos contra los españoles "extranjeros""(no).

Pero sin duda alguna, el mayor aporte al tema ha sido el trabajo de Ralph

Bauer, quien en "Imperial History, Captiúty, and Creole Identity in Francisco

Núñez de Pineda y Bascuñán 's Cautiverio f eliz" (1998) realiza una lectura sutil

pero precisa de las formas que puede adquirir el discurso criollo. Dos son los

aspectos más destacables del análisis de Bauer: en primer lugar, describe cómo

Pineda y Bascuñán se distingue de los historiadores europeos, instaurando un

nuevo espacio de enunciación. Esta diferenciación se realiza en dos instancias, es

decir, narrando sus propias experiencias e imi rtiendo la usual subordinación

estructural de la relación a la retórica. En efecto, generalmente, la relación es

contextualizada y comentada a través de la autoridad del escritor, quien organiza el

material en torno a distintos tópicos (geografía, clima, descripciones etnográficas).

Pineda y Bascuñán en cambio, estructura su ob ra en torno a la narración del

cautiverio en la que inserta sus digresiones. Bauer destaca así cómo los americanos

podían apropiarse, manipular y transformar las convenciones europeas de la

retórica historiográfica y las nociones de verdad. En segundo lugar, el autor afirma

que para los europeos el Atlántico di\ide el mundo en dos, es una frontera entre el

\i ejo y el nuevo mundo y se comierte en el eje ideológico de la imaginación

geocult ural europea que reafirma a Europa como centro. Según Bauer, Pineda y

Bascuñán transforma, a través de diversas estrat egias, el allá (over there) en acá

6J
(oYer here), puesto que reinscribe la diYisión europea al trasladarla desde Atlántico

a la fro ntera del Bio-Bío en Chile.

Bauer lee la presencia de la identidad criolla mucho más allá de los explícitos

posicionamientos ideológicos y políticos que aparecen en el texto; no obst ante,

tarn poco debernos olvidarlos, puest o que indican hasta qué punto Pineda y

Bascuñán era consciente de las implicancias ideológicas de su obra. Aunque el

contenido político del libro está siempre relacionado con las demandas criollasss,

en el capítulo 37 del cuarto discurso, Pineda y Bascuñán se centra especialme nte en

el problema. En este capítulo, Pineda y Bascuñán es por primera y única \·ez

explícito con respecto a uno de los motiYOS que considera claYes en la mala

administración del reino: la presencia de peninsulares o "forasteros" en los más

altos puestos administratiYos. El autor insin úa est e problema muchas veces, pero

sólo aquí afirma directamente que los malos funcionarios son forasteros: "En las

causas principales que habernos insinuado, para que nuestra patria, Chile, tantos

menoscabos reconosca y a menos Yayan siempre sus aumentos, es una de ellas, sin

duda, el que a gobernarle Yengan forasteros, que son los que procuran y solicitan

sus mayores utilidades desnudando a ot ros para \'estirse a sí y a sus paniaguados''

(814). En otras ocasiones, Pineda y Bascuñán había sido más discreto en sus

ss Sergio Correa Bello ha recogido en su libro El Cauti,·erio feliz en la vida política chilena del siglo
){1/TJ los distin tos a rgumentos que Núñez de Pineda entrega de mane ra dispersa y reitera ti,·a a lo
largo de su obra . Las explicaciones se centran en resoh·er los problemas que causa la guerra contra
los mapuches, pero está n relacionados de modo directo o indirecto con las demandas de los criollos
y co n la mala admi nistración de los asuntos india nos por parte de los peninsula res. Entre las más
frecuentes se menciona la desidia con la que los peninsulares ocupan sus cargos e n las colon ias, que
debieran ser ocupados por los criollos. También se critica la explotación y maltrato de los indios por
los encomende ros (en su mayoría peninsulares)~- el escaso premio que se le da a los soldados rasos
(en s u ma~·01·ía criollos). Cabe destacar que estos argumentos son parte d e un programa compartido
por los criollos, de modo que podemos encontra r los mismos diagnósticos ~- soluciones e n textos
históricos, ca rtas ~- memoriales como algun os de los que ha n sido citados más arriba.

62
acusaciones, probablemente porque no deseaba poner en evidencia sus

pretensiones personales, como señala en el sigui ente pasaje:

Bien creo que jusgarán algunos que el haber tocado esta materia de

forasteros enemigos y estraños gobernadores habrá sido por el amor y

natural afecto que me acompaña, así para mi part icular propio como

para el de los hijos de la patria; e iban, o irán muy fuera de la intención

que mueve m1 discurso, pues sólo se encamina al bien co mún de la

patria y a sus mayores aumentos, que me parese los tuviera, SI su

majestad, Dios le guarde, se sirviese de aplicar por algún tiempo otras

medicinas a este doliente y lastimado Chile, nombrando persona

benemérita de las que han asistido y asisten en este reino, para que por

su cuenta corra algunos años el gobierno dél y de sus armas; que yo por

hijos de la patria tengo, y por tales los reputo, a los que están

perpetuados ya con mujeres, hijos, casas y haciendas, y co n suficientes

experiencias de veinte y treinta años de sen icios personales en esta

guerra. Que, aunque yo pudiera seguir la común opini ón que corre

entre castellanos y criollos naturales, hijos de la patria, emulándose los

unos a los otros, así en el estado eclesiástico como en el secular

concurso, no me ha parecido jamás ser acción b ien encaminada, porque

no he podido acabar de discurrir ni entender el fu ndamento que los

unos ni los otros puedan tener para semejante opocición (816-17).

El fragmento da cuenta de la delicada situación en la que se sitúa el autor al

explicitar la responsabilidad de los extranjeros en los problemas administrativos,

puesto que debe justificarse ante recriminaciones en relación con la búsqueda de

63
beneficios personales o colectivos (que por cierto, no son injustificadas) . Por otra

parte, Pineda y Bascuñán afirma que los cargos deben ser otorgados a beneméritos,

que parece ser sinónimo de "hijo de la patria", criollo. Su definición de "hijos de la

patria" no depende tanto del lugar de nacimiento como del compromiso que se

adquiere con esta: son hijos de la patria los que tienen sus intereses y se proyectan

en ella (es decir, tienen hijos y hacienda), en clara oposición a los peninsulares que

no tienen intención de quedarse sino que buscan enriquecerse rápidamente para

,·olYer a España. Son t ambién beneméritos los que han servido en la guerra, puesto

que ello demuestra un compromiso permanente con la patria. De esta manera,

Pineda y Bascuñán distingue entre peninsulares y criollos y recrimina a los

primeros por su indiferencia al bien común; no obstante, hacia el final de la cita

intenta desmarcarse del enfrentamiento entre ambos grupos. La indecisión del

autor, quien vacila entre plegarse a la disputa o intentar aplacarla, se repite en los

párrafos siguientes. Pineda y Bascuñán denuncia el mal trato que los peninsulares

dan a los criollos en el ejército, impidiéndoles en lo posible accede r a los cargos de

sargento mayor y maestre de campo general. Acto seguido, señala que no t iene

resentimiento hacia los fo rasteros, y destaca el común origen de ambos:

Díganme los más apacionados el origen que tenemos los naturales de

las Indias: ¿no es de los de España y de Castilla, cuya leche mamamos,

cuya doctrina adquirimos, y cuya enseñanza gosamos, y de cuyos

méritos nos valemos por primeros conquistadores y pobladores de esta

América? Pues, si esto es así, qué razón habrá ni ley que contradiga a lo

que es natural, y que se oponga al mandato y precepto de Dios, nuestro

Señor, que nos dice que honremos al padre y a la madre" (818).

64
Pero una vez que la balanza se inclina hacia la reconciliación, Pineda y Bascuñán

\Uelve a equilibrarla dest acando que así como los hijos deben honrar a los padres

también deben estos respetar a los hijos, lo que no siempre sucede. La delicada

posición del criollo queda aquí muy bien ilust rada: por una parte, destaca el origen

común con el hispano, tanto racial como cultural (y e\ i ta, de paso, la asociación con

el indígena); por otra, define y distingue a los "hijos de la patria", caracterizándolos

positiYamente en relación con los hispanos: éstos buscan el bien co mún, aquéllos la

ganancia personal.

Si bien Pineda y Bascu ñán manifiesta de manera expresa sus aprehensiones

en relación con el lugar del criollo en la sociedad colonial, debemos reco rdar que el

objetivo de la tesis es indagar en có mo se textualiza este programa político y cómo

se manifiesta de modo menos explícito. El hecho de que la rivalidad entre hispanos

y criollos se exponga de manera abierta en sólo una ocasión nos revela que - a pesar

de su relevancia en la obra- sus complejas implicaciones ideológicas dificultan una

discusión más abierta del problema. Por otra part e, la tesis también intentará

ilumin ar - a través de la producción particular de Pineda y Bascuñán- las

características particulares del fenómeno cri ollo en Chile. Si bien hemos hablado

acerca de un discurso criollo de ciertas características, hay que sefíalar también que

se trata de un fenómeno amplio que adquiere formas distintas dependiendo de los

di,·ersos contextos.

Destacaré por lo pronto dos particularidades del discurso criollo en Chile,

territorio especialmente marginal debido a su aislamiento geográfico y

dependencia política del virreinato del Perú. Para Solange Alberró, la formación de

una conciencia criolla en Nueva España estu,·o fuertemente determinada por el rol

65
que jugaron los eclesiásticos, quienes "percibieron las mutaciones de la sociedad

colonial en formación y fueron capaces de encauzar los anhelos latentes de sus

sectores dominantes en fórmulas religiosas" (68). La importancia de la elite

eclesiástica para la formación de una conciencia criolla fue fundame ntal en los

lugares marcados por la presencia de una ci,ilización prehispánica prestigi osa

según criterios occidentales y de un virreinato con sólidas bases institucionales; es

decir, en Nueva España y en Perú. En el Reino de Chile la situ ación era muy

distinta: no había una ci\ilización prehispánica tan prestigiosa que permitiera "las

operaciones de sustitución, traslape, y finalmente, rehabilitación y recuperación

simbólica necesarias al reest ablecimiento de una continuidad histórica" (Alberró

68) ni un virreinato que fomentara el desarrollo de una elite capaz de encauzar las

necesidades identitarias de los criollos. Tampoco había un desarrollo tan

importante de los centros urbanos: recordemos que Lavallé destaca la importancia

que tmieron los centros urbanos para los criollos, de modo que a partir del siglo

XVI I muchos de ellos dejaron de lado la descripción y exaltación del marco

geográfico para "dedicarse únicamente a la ciudad de que eran oriundos y

encontrar en el exclusivo marco urbano las razones de su orgullo de ser criollos"

(119). La situación inestable del Reino de Chile, producto de la guerra de Arauco, de

su pobreza y marginalidad geográfica, política y administratiYa, tiene como

consecuencia que la exaltación de Santiago -como la que realizan Alonso de Ovalle

o Gaspar de Villarroel- sea muy discreta al lado del panegírico que describe las

mara,illas de Ciudad de México en la obra Juan J osé de Eguiara y Eguren.

En el Reino de Chile, el foco no estaba puesto en Santiago sino en la frontera,

en dond e la guerra con los mapuches no formaba parte de un pasado h istórico que

66
podía ser objeto de una "recuperación simbólica" que ayudara a la conformación de

una identidad criolla. Es así como Pineda y Bascuñán intenta fundar una

conciencia criolla al margen de la "ciudad letrada", centrada en la experiencia del

soldado, en su vivencia del territorio, de sus problemas y de su contacto con el

indígena. Su defensa del soldado y las críticas a los letrados son constantes:

Ha llegado a tal estado el vituperio, el escarnio y mofa que hacen de los

soldados, que descaradamente han dicho algunos, licenciados y

profesores de las letras que el serúr al rey, nuestro senor, en sus

ejércitos es infamia y descrédito de los que lo hacen: de a dónde nace

est e desprecio y la altivez y mayoría de los doctores y licenciados, si no

es de que su real majestad -Dios le guarde- ha )e,·antado las let ras a tal

suerte que todos tratan de seguir este camino, porque t ienen el premio

asegurado desde que dan principio a sus estudios (Pineda y Bascuñán

154-55).

Para Pineda y Bascuñán, el prestigio y dinero que adquieren los letrados no son

merecidos, puesto que estos no ostentan una ,·erdadera conciencia patri ótica. Lejos

de esto, el autor encuentra est a conciencia abandonando la acción civilizadora de

las ciudades: en el campo de batalla y en el cautiverio. La propuesta de Pineda y

Bascuñán es, así, arriesgada, una vez que en Chile los indígenas no sólo jugaban un

rol en la conformación de una identidad criolla, sino que eran, por sobre todas las

cosas, un presente amenazador.

En suma, la conciencia criolla en el Reino de Chile se conformó mediante un

proceso distinto al de los virreinatos, y hasta cierto punto, más complejo. El orgullo

del criollo no estaba puesto en la urbe, sino en el campo de batalla: la tarea de la

67
elite letrada y de los eclesiásticos fu e realizada en Chile también por hombres como

Pineda y Bascuñán, un soldado cuya autoridad radicaba más que nada en su

experiencia y en sus servicios prestados a la Corona en la guerra de Arauco.

Finalmente, la valoración del indígena tenía en Chile implicancias políticas directas

porque la guerra de Arauco estaba aún en pleno desarrollo, de modo que la

incorporación de elementos culturales mapuches en los textos no siempre podía

llevarse a cabo sin deslegitimar el proyecto colonizador.

ó8
SEGUNDA PARTE

69
Capítulo III

La retórica del criollo: géneros discursivos entre la


metrópoli y la colonia

Una de las interrogantes que inquiet an a todo lector del Cautiverio f eliz es la

pregunta por su género discursiyos6. Hemos revisado ya que se t rata de uno de los

núcleos de la discusión crítica y teórica, la que finalmente ha desembocado -con

mucho criterio- en la aceptación de la hibridez genérica de la obra. Pese a todo, la

discusión no termina con este consenso, pues abre paso a una segunda pregunta:

¿cuál es la función que cumplen los di\·ersos gé neros y modelos discursivos del

56 Hablo de ·'géne ros discursiYos'' más que de gé ne ros litera rios, puesto que el Cautiverio feliz -al
igual que muchas obras en las letras colo nia les- es un texto h íbrido en el que se e ncuentra n la
lite ratura, la historia, la oratoria y la política . Po r ··géneros discursiYos·· e ntiendo, siguiendo a Mijaíl
Baj tín , la elab oración de tipos relat iva mente estables de enunciados segú n cada esfera del uso de la
lengua (248). Se trata por tanto de un concepto que se ubica e nt re los dos puntos extremos que
conforman , po r un lado, las reglas inmane ntes del lenguaj e ~-. por otro, la em isión individua l. La
idea de Bajtín recupera el h echo de que cada emis ión tiene un carácte r sociológico, es decir, que no
es solame nte un fenómeno indiYidual, sino que depe nde también de un contexto extraYerbal de
producción. Bajtín indica que los enunciados que compone n los d istintos géne ros d iscursi,·os se
diferencian e ntre sí por sus distintos ti pos estilísticos, temáticos y composicio nales, ~· distingue
entre ··géne ros discursi,·os p rima rios··, que se constitu~·e n e n la comunicación discursiYa inmediata,
~- los "géne ros d iscursi,·os secunda rios'·, que surgen de cond iciones cul turales más co m plejas~- son
principalmente escritos (250 ). Lo que lla mo gé ne ros d iscursiYos corresponde a lo que Walter
Mignolo describe como "tipos discursi,·os·· (M ignolo, "El Metatex'to historiográfico" 373), ~· la
dis tinción que hace Bajtín entre discursos prima rios ~- secundarios corresponde a la d istinción de
Mignolo e ntre "tipos discursiYos" y "tipos textua les .. (M ignolo, "El Meta texto historiográfico·· 361);
el crítico a rgentino destaca que los "'tipos textua les'' está n sujetos a situaciones comun icath·as
institucionales. Con "géneros discursh·os.. me referiré por tanto a los gé neros discursi, ·os
secun da rios o a los "tipos textuales", puesto que mi objeto de estudio será n discursos escritos
e nm arcados en condiciones culturales complej as .

70
Cautiverio? ¿De qué modo se aprop1a Pineda y Bascuñán de ciertos modelos

retóricos para utilizarlos según sus necesidades particulares?s? La respuesta a estas

interrogantes se encuentra con el primer gran escollo qu e nos presenta la misma

obra, pues la riqueza de los distintos modelos y géneros discursivos que presenta es

tal, que parece muy difícil sistematizar todas las relaciones que se establecen entre

ellos. Esta complejidad se registra incluso al discutir el objetivo del libro, que no es

solo narrar el cautiverio, sino también persuadirss.

La heterogeneidad de los géneros discursivos que son convocados en la obra

de Pineda y Bascuñán puede ser descrito de manera más amplia observando las

di,·ersas fomaciones dicursivass9 que concent ra: en efecto, podemos advertir

grupos de enunciados que fácilmente pueden ser asociados a la historiografía,

teología, politica, etnografía y literatura. Si hilamos un poco más fino, podemos

s- Estas preguntas suponen partir ele la premisa que expone Walter M ignolo pa ra defi nir la
o riginalidad que debe mos buscar en los textos coloniales: ·' La 'originalidad' de los textos escritos
dura nte el período colonial proviene de la interacción entre modelos de escritura a los que se apela
tanto para describir o narrar como para seducir a los diversos destinatarios que configuran su
audiencia'' ("Histórica, Relaciones y Tlatóllotl'' 154).
58 Como ha sido mencionado en el primer capítulo, no hay un consenso crítico respecto de el o los
objetivos con los que Pineda y Bascuñán redact a su libro, aunque la idea de que el libro contiene un
importa nte componente suasorio es ampliame nte aceptada. Lucía Invernizzi señala, por eje mplo,
que ·'el propósito de Pineda y Bascuñán no es sólo hacer patentes \·erdades ace rca de la gue rra de
Chile ... Junto con esa finalidad -la filosófica de decir verdad- el enunciante se propone alcanzar
con su discurso una finalidad pública a la que concede la máxima relevancia: actuar sob re la
conciencia de los gobernantes.·· (I nve rnizzi, "Recursos de la argumentación judicial-deliberativa"
L9).
~9 El concepto de ·'formac ión dicursiva" fue acuñado por Michel Foucault, ~· se refiere a un sistema
de d ispersión que define una regularidad (un orden , correlaciones, posiciones en fu nciona mientos,
transformaciones) entre cierto número de enunciados (62); todos los enunciados que dependen de
un a misma formació n discursiva co ns titu~·en un discurso (por ejemplo, d iscurso clínico, económico,
psiquiátrico) (181). Para Foucault las formaciones discursi\·as están reguladas a través de los
preceptos de la disciplina . ObserTamos que el concepto de form aciones discursivas es m ás a mplio
que el de géneros discursivos, es decir, que podemos encontrar diversos géneros dentro de una
misma formación o d ent ro de una disciplina. Sin embargo, y como señala Walter Mignolo , hay
géneros discursivos (o "tipos textuales") que no se relacio nan con ninguna formació n d iscursiva ,
como es el caso de las cartas ("Cartas, crónicas y relaciones'' s8). El concepto de Foucault es
importante porque introduce en la discusión el hecho de que la diferencia entre distintos discursos
se relaciona también con quién posee autoridad para hablar y de qué manera se legitima el
conocimiento. Este es un punto de su ma importancia en este trabajo, puesto que al afirma r la
existencia de un discurso criollo nos preguntamos precisamente cómo este sujeto se legiti ma para
hablar dentro de la sociedad colonial.

7L
reconocer en la obra diversos géneros (y subgéneros) discursivos, que pertenecen a

diYersas formaciones discursiYas, como el de regimine principum , los exempla , el

relato de cautiverio, el testimonio, la autobiografía o el memorial. Abordar cada

uno de estos discursos en profundidad excede con creces las posibilidades de este

trabajo; sin embargo, en este capítulo se estudiarán algunos de ellos con el objetiYo

de trazar coordenadas que permitan responder a las preguntas arriba formuladas.

Naturalmente, la ambigüedad discursi,·a que describimos para el Cautiverio

no es una característica exclusiva; todo lo contrario, la obra de Pineda y Bascuñán

forma parte de un grupo de textos que se caracterizan por su composición híbrida.

Como ha sido mencionado con anterioridad, Mignolo (1982) suma a la lista de este

tipo de obras a La Araucana (1569, 1578, 1589) de Alonso de Ercilla y Zúñiga, El

Carnero (1638) de Rodríguez Freile, Los Infortunios de Alonso Ramírez (1690) de

Carlos Sigüenza y Góngora y El lazarillo de ciegos caminantes (1773) de

Concolorcorvo. De estas obras interesan particularmente las de Rodríguez Freile y

Sigüenza y Góngora, ya que - al igual que el soldado chileno- son criollos que

forman parte del proceso histórico de diferenciación co n respecto a la metrópoli

que comenzó a configurarse en el siglo XVI I.

Al igual que el Cau tiverio feliz, Los Inforhmios de Alonso Ramírez ha sido

relacionada con diversos géneros que van desde la novela hasta la relación,

pasando por la picaresca (Julie Greer Johnson: 1981; en menor grado, Aníbal

González: 1983), la biografía (José Juan Arrom: 1987) o el híbrido género del

testimonio (Kirnberly S. López: 1996 y ÁlYaro Félix Bolaños: 1995). Por su parte, El

Carnero ha debido someterse a la constante interrogación por su pertenencia ya

sea al discurso literario o al histórico (de Mora: 2001). Jaime Delgado (1986) se

72
inclina por el segundo, ya sea como "cuadro costumbrista" o "crónica", mientras

que González Echevarría (1987), entre otros, señala la cercanía de este texto con la

picaresca.

Estas obras han sido estudiadas además en relación con el adYenimiento de

una identidad criolla y pueden ser descritas, en palabras de Walter Mignolo, como

un a

escritura de la historia de un criollo cuyo objeto de deseo es el de

legitimar su voz mediante el reconocimiento institucional del espacio

desde el cual habla (i.e. su deseo de ser nombrado cronista oficial); un

criollo atraído por un dominio de objetos que él mismo resume mediante

la expresión 'mi patria'; y, finalmente, un criollo tironeado por diversos

m odelos de escritura que 'dirigen ' su mirada sobre el dominio de objetos

(" Histórica, Relaciones y Tlat óllotl" 155, énfasis mío).

La ambigüedad genérica es, por tanto, un rasgo que suele estar presente en algunos

text os coloniales pero que tiene manifestaciones muy diversas y que no está

vinculada necesariamente con una falta de coherencia o unidad. En Infortunios

podemos ver que, a pesar de la ambigüedad genérica, la narración sigue su curso

respetando un orden cronológico, de manera que su lectura no presenta ninguna

dificultad. En El Carnero hay un desajuste mayor, ya qu e la narración histórica es

interrumpida por una serie de "casos", historias o anécdotas de hechos

particulares, pero aún así parece haber una cierta jerarquía entre los elementos. La

crítica coincide en que los casos particulares son los que adquieren mayor

relevancia, como afirm a Carmen de Mora: "de este modo, los casos, mencionados

en el t ítulo como simple adición, se comi e1ten en el elemento predominante,

73
mientras que ]a narración histórica se reduce casi a un pretexto para lo que se Ya a

narrar después" (de Mora 70). En el Cautiverio feliz es más difícil señalar un orden

o jerarquía entre sus partes; es un texto que, además de apropiarse de \·arios

modelos de escritura, no logra amalgamarlos, de modo que el resultado es una obra

mucho más dispersa y fragmentada que las que hemos Yenido comentando.

Este capítulo estudiará la combinación particular de modelos textuales que se

presentan en el Cautiverio feliz: en la primera parte del capítulo se hará referencia

a algunos modelos que ya han sido abordados pro]ijamente por la crítica: el relato

de cautiverio y el de regimine principum. Estos géneros discursivos ti enen, de

manera indiscutible, una gran ascendencia sobre el Cautiverio feliz, aunque no son

seguidos sistemáticamente. Por el contrario, se enfatizará precisamente que Pineda

y Basuñán se apropia y, por lo tanto, modifica los patrones que tiene a su

disposición6o. Una vez comprobada esta afirmación, la segunda parte del capítulo

indagará en el sentido de estas innovaciones, ejemplificando con otros dos t ipos

discursivos que no han sido estudiados con anterioridad de manera detallada: el

discurso historiográfico y el relato hagiográfico.

6o En efecto, en la gran mayo ría de los géneros discurs iYOS (salvo los literarios) el estilo indiYidual
no es una finalidad del enunciado, s ino solo un epifenómeno (Bajtín 252) . La pregunta por la
intervención de lo individual en un género discursiYO es, por lo ta nto, especialmente pertinente en
los géneros discursivos no litera rios, puesto que la intelYención de lo individual representa muchas
wces una ,·iolación de las formas estandarizadas.

74
1.Relatos de cautivos y espejos de príncipes: la apropiación de géneros
discursivos en el Cautiverio feliz

a. Relatos de cautivos: variaciones en torno a un modelo

Los relatos de cautiverio son, sin duda alguna, textos con los que la obra de

Pineda y Bascuñán dialoga y -a ratos- polemiza. Los relatos de cautiverio -cuyo

origen se remonta a la Historia etiópica de Heliodoro- fueron muy populares en

España durante la Edad Media y el Renacimiento, y narraban la historia de

cristianos cautivos en el mundo musulmán o \iceversa. En América estas historias

se multiplicaron, incorporando como escenario el encuentro entre las cultu ras

europeas y las nativas. Las historias de cautiverio permitían saciar la curiosidad por

la \ida y costumbres de los aborígenes y proporcionaban valiosa información

acerca de ellos61 _

Si bien es posible sistematizar algunos rasgos propios de los relatos de

cautiverio, no se trata de un género literario, puesto que carece de independencia:

generalmente está enmarcado en un relato mayor, que puede ser una tragedia,

comedia, hagiografía, novela, o cualquier otro género literario. Los rasgos comunes

se encuentran por tanto en el tema y en una progresión argumental que consta, en

la enumeración que realiza Roberto Castillo Sando,·al, de los siguientes pasos: el

relato comienza con un episodio preliminar en donde se indica la situación en la

que el cautivo comienza a recordar y narrar su cautiverio. A continuación se relata

6! Como indica Roberto Castillo Sandoval citando a George Camamis, du rante los siglos A.'Vl y
XVII existieron principalmente dos tipos de relatos de cautiYe rio: el primer tipo corresponde a lo
que e ncontramos e n el Cautiverio f eliz, pues incluye relatos basados e n una realidad histórica (en
especial cauti,·erios en África del Norte~- Constantinopla); e n el segundo tipo - por el contrario- no
hay referencia a acontecimientos contemporáneos (119).

75
el momento en que el protagonista es cauti\·ado, por lo general como resultado de

un combate. Luego se detalla el tránsito hacia el lugar del cautiverio. Cuando se

llega a él, el cautivo sufre de inmediato cambios visibles, como la modificación de

su nombre, vestimenta y/o oficio. El cautiYerio como tal se caracteriza porque el

prisionero es sometido constantemente a pruebas, ya sean penalidades físicas y/o

tentaciones morales. El cautivo lamenta su pérdida de libertad y espera su rescate,

el que finalmente se concreta y le permite recuperar su traje, su nombre e identidad

(Castillo Sandoval125-128).

Todos estos elementos aparecen de manera clara y sin excepción en la obra de

Pineda y Bascuñán. En el Cautiverio feliz el autor narra cómo es apresado por los

indígenas -junto a otros dos compañeros- en la batalla de Las Cangrejeras el ail.o

1629, y cómo uno de los soldados cautivados es asesinado a sangre fría:

le dio en el celebro un tan gran golpe, que le echó los sesos afu era con la

macana o porra claveteada, que sirvió de insignia que llaman toque. Al

instante, los acólitos que estaban con los cuchillos en las manos, le

abrieron el pecho y sacaron el corazón palpitando, y se lo entregaron a mi

amo que, después de haberle chupado la sangre, le trajeron una quita de

tabaco y, cogiendo humo en la boca, lo fue echando a una y otras partes,

como insensando al demonio a quien habían ofrecido aquel sacrificio

(298).

La descripción de las crueldades que los indios infligían a sus prisioneros era

muy común en estos relatos, así como otros elementos que aparecen en el

Cautiverio, entre los que se destaca el cambio de traj e (D isc.l Cap s), de nombre

(entre los mapuche es llamado "Pichi ÁlYaro") y de oficio (se com1erte en

76
misionero y en curandero (Disc. 3 Cap. 8). También el deseo de recuperar la

libertad es un componente primordial de los relatos de cautivos y puede obsetTarse

en la obra de Pineda y Bascuñán a través de sus frecuentes manifestaciones del

deseo de volver a su tierra: "experimentado y reducido al freno del miserable

cautiverio en que me hallaba, pude Yenir en conocimiento de la verdad que

ignoraba, porque hast a entonces podré decir que no supe lo que era levantar los

ojos de el alma a nuestro Criador y Señor, a quien inYoqué afligido, a quién clamé

desterrado, y triste lloré suspenso" (380). Finalmente, y siguiendo el modelo de

estos relatos, Pineda y Bascuñán es canjeado por otros prisioneros mapuches y

puesto en libertad, recuperando así su traje, su nombre y su oficio.

Este esquema general puede completarse con el estudio de la función que

cumple el relato de cautiverio según el contexto en el que es producido y recibido.

En este punto observamos una diferencia sustantiva entre los relatos de cautivos en

Hispanoamérica y los producidos en América del Norte. Fernando Operé ad\·ierte

que, si bien el fenómeno del cautiverio fue permanente en el sur de Chile y en las

pampas argentinas, en Hispanoamérica no había interés en publicar estas

narraciones como sucedía en la América anglófona, en especial en Nueva

Inglaterra. Algunas cifras dan cuenta de este fenómeno: el relato de Mary

Rowaldson, Sovereignty and Goodness of God (1682) fue publicado en treinta

ediciones, y de los cuatro best-sellers publicados entre 1680 y 1720, tres son libros

de cautivos (Operé 24). No puede obsen·arse el mismo interés por este tipo de

relatos en Hispanoamérica, en donde rara \·ez se publicaron de manera

independiente y sólo podían encontrarse como meras anécdotas insertas en una

obra mayor.

77
Los motivos de esta diferencia radican en la función social y política que

cumplían estos relatos en cada contexto: en el caso de Norteamérica, la iglesia

puritana otorgó un significado religioso al cautiverio (Derounian-Stodola 17). El

cautiverio se interpretaba como el pecado que sometía al hombre y los indios, como

la encarnación del demonio: si el cautivo lograba pasar esta prueba impuesta por

Dios y volver a la civilización, podía transmitir a la comunidad sus enseñanzas y

lecciones. Pero estos relatos de cautivos tan bien recibidos en Norteamérica por su

función didáctico-moral no eran igualmente bienvenidos en Hispanoamérica. Para

Fernando Operé ello radica en que estos relatos contradedan los objetivos políticos

de la conquista: "El descubrimiento y la conquista fueron una empresa de la

monarquía española bajo el pendón de un imperio universal cristiano. Entre los

planes para el nuevo mundo era central la incorporación de los indígenas a la

monarquía con el carácter de vasallos, una ,·ez que aceptaran el bautismo" (25). Es

decir, la demonización del indio presente en los relatos de cautivos no se aparejaba

con su incorporación a la monarquía; por otra parte, "las crónicas de Indias

pretendían ser, fundamentalmente, las narraciones de una ciúlización y su energía

expansi,·a y civilizadora, no de sus fracasos" (25). Los relatos de cautivos no tenían

nada que aportar: narraban hechos acaecidos en zonas limítrofes que carecían de

interés y de riquezas, recalcaban los fracasos de la Corona más que sus aciertos, y

no entregaban información \·aliosa, puesto que a través de la labor evangelizadora

que realizaban los misioneros se conocía ya mucho acerca de los pueblos nativos.

Los cautivos rescatados incluso eran recibidos con desinterés o hasta con recelo: la

comi vencia con los indígenas los había \uelto sospechosos y los ex-cautivos debían

78
esforzarse en probar que habían permanecido fieles a su rey, a sus costumbres y a

su religión.

En Chile, el fenómeno del cautiverio fue especialmente frecuente debido a la

larga guerra de Arauco y a las malocas que se realizaban de un lado y otro62 . La

aprobación de la esclavitud de los indios cogidos en guerra fomentaba la entrada de

los españoles en territorio indígena para hacerse de esclavos, muchas veces única

retribución a sus servicios. Los indios, por su parte, procedían del mismo modo, de

forma que era muy frecuente que los prisioneros de uno y otro lado se

intercambiaran, como sucedió en la liberación del mismo Pineda y Bascuñán. Los

relatos de cautivos comenzaron a aparecer en el siglo XVI en las ext ensas páginas

de las crónicas, como parte del anecdotario, generalmente en tercera perso na a

través de las referencias directas o indirectas que el cro nista había recibido del caso

(Operé 230-31). En ese sentido, el Cautiverio f eliz se posiciona como una obra

excepcional por la importancia que adquiere el relato del cautiverio, que además es

autobiográfico, puesto que los informes acerca de cauti,·os que se encuentran co n

frecuencia en cónicas o documentos legales son sólo breves menciones narrad as

por terceras personas.

62ÁlYa ro Jara señala que a partir del s . XVII la maloca fue el estilo de guerra español, puesto que
después d e que Alonso de Rivera estableciera al Bío- Bío como límite entre el territorio español ~· el
mapuche ya no se hicieron grandes incursiones en este último. Sin embargo, los rápidos asaltos al
territorio mapuche - que es lo que se conoce como maloca- sen í an para obtener un botín que
muchas Yeces consist ía en los propios mapuches, los cuales se comercializaba n como esclavos (Jara
144- 15 1). Boceara señala que entre los mapuche (o reche) la maloca ta mbién au mentó de manera
importante a partir del s . XVII, constituyé ndose en un modo de ob tener ganado (277-78).

79
Uno de los casos más difundidos es el del cautivo Juan Falcón63, quien dejó

testimonio de su cautiverio de casi quince años entre los mapuches en un b reve

documento, en el que relat a no sólo el mal trato recibido, sino que procura recalcar

la úleza de los indígenas y proporcionar a su audiencia la mayor cantidad posible

de información acerca de la capacidad bélica del enemigo, con el fin de librarse de

las sospechas de traición. En el docum ento legal que se elabora a parti r de la

declaración de Falcón se señala que "en el dicho tiempo que estuvo cautivo tm·o

cuat ro amos, los cuales le trataron con demasiada aspereza, dándole de palos y

haciéndole otros malos tratamientos de obra y de palabras" (314) . Falcó n agrega

además que no permitían a los cautivos practi car su fe: "de ninguna manera los

consienten los dichos enemigos vivir cristianamente y cuando los hallan rezando y

encomendándose a Dios los maltratan y por ello les dan de palo y aún los quieren

matar y así de este temor mu chos no se at reven a rezar sino es a escondidas" (317),

y manifiesta de manera clara la rivalidad entre los dos bandos: "este testigo ha \Ísto

que los dichos indios est án muy jocosos de las ,·ictorias que h an conseguido contra

españoles y procuran hacerles todo el daño posible y su intento y cuanto t ratan no

es sino como podrían acabarlos por que es entrañable el odio y aborrecimiento que

63 J ua n Falcón fue el único sobreYi\'iente de los ocho frailes dominicos ca ut i, ·ados durante la
destrucción de Valdivia el 24 de no\i embre de 1599 . Prestó declaración ante las a utoridades
hispanas e n Santiago poco después de s u liberación, el 18 de ab ril de 16 14 , con el fin de
proporcionar información acerca de la situación y las intenciones del enemigo. El cautiYerio de
Falcón es recogido, entre muchos otros, por Diego de Rosales, en su H istoria Genera l del Reino de
Chile (Zapater, "Testimonio de un cautiYo'' 295-301). Si bien el testimonio de Falcón es
especialmen te difamatorio con respecto a los indígenas, hay casos en que el info rme de los cauti,·os
retornados estaba mucho más cerca de la postura de Pineda y Bascuñán. El mismo Diego de Rosales
nos proporciona por ejemplo el caso del capitán Marcos Chabari, rescatado en 1627 tras veintiséis
af1os de cautiYerio. Rosales señala que Chabari fu e respetado por los indios por su fama de guerrero
~- por su conocimie nto de la lengua ma puche. El cautiYo justifica las acciones de los indios, y afirma
que "estos Indios aun que son bárbaros, son muy amigos de la ve rdad, y de que se la guardemos e n
los tratos, y por averla conocido en mi he te nido tanta cabida entre ellos" (Rosales 1015).
Destaca mos que la opinión de Pineda y Bascuñá n ace rca de los indígenas no es aislada, pero que su
s impatía por el indígena se acerca a Yeces peligrosamente a lo que pod ría haberse considerado una
t raición.

80
les tienen y cada día se van ensoberbeciendo más" (320). A través del t estimonio,

Juan Falcón demuestra que, a pesar de los largos años de cautiverio, sigue fi el a su

Corona y a su fe, y alimenta el concepto - frecuente en el discurso colonial, en

especial en los relatos de cautiverio- del indígena como bárbaro y cru el64.

Como se ha venido diciendo, la lealtad del cautivo era un elemento de gran

importancia, por lo que existía una gran diferencia ent re aquellos cautivos que

permanecían fieles y aquellos que renegaban. De suma trascendencia era por tanto

que los cautivos se clasificaran en uno u otro grupo, co mo puede desprenderse de la

afirmación de Alonso de Ovalle, cuando indica respecto a los cautivos chilenos qu e

"no se ha sabido jamás de ninguno que haya apost atado de la fe, ni dejándose

persuadir de las costumbres gentílicas de sus amos; antes se han conservado

siempre como verdaderos católicos, con el rosario en la mano y haciendo sus

de\·ociones bautizando a sus hijos y llorando perpetuamente su desdicha" 6s (372-

73). Por otra parte, los cautivos o cautivas que decidían permanecer en suelo

6 4 Por citar sólo un ejemplo, Alonso de ÜYalle coincide con Falcón en el t rato que reciben los

cautiYos por parte de los indios: "'Est a consideración [los males que los españoles hicieron a los
indios] d esnudó a los indios de todo afecto; de piedad pa ra con aquellos sus cautivos, s ÍlYiéndose de
ellos con todo rigor en los ministerios domésticos y del campo, matándolos de hambre, trayéndolos
mal Yestidos, no cuidando de sus enfermedades y haciéndoles todo el mal tratamiento que podían··
(369). La mis ma actitud puede Yerse en otros cronistas, com o tam bién señala Gilbe rto T riYiños:
··Los relatos de cautiverios en el Reino de Chil e escritos por Arias de Saavedra, Gonzálcz de Nájera y
Falcón condensan ejemplarmente, e n el caso del colonialismo español, la percepción del ca uti, ·erio
entre indios como esclaYitud "muchísimo peor" que la de los is raelitas en Egipto, como marti rio del
cuerpo y alma cristianos e n poder de bárbaros naturalmente incl inados a derramar sangre y' comer
carne hu ma na " (115) .
65 Alonso de Ovalle templa más adelante su rotu nda afirmación con la mención de algunos casos en

los que los ca utivos y ca utivas no quieren regresar: '"ta[l] vez he oído decir que se escondía n de ellos
[los españoles], porque no las \iesen, y no ha fa ltado quié n ha rehusado salir de aquella desdicha,
au n tenie ndo ocasión de poderlo hacer" (374, énfasis mío); '· ha habido, según dicen, quien se ha
resistido [al rescate] después de muchos años, a unque sus parientes lo han procurado" (375, énfasis
mío) . La seguridad con que el historiador afirma la fi delidad de los cauti, ·os contrasta fuertemente
con la fo rma en que presenta la información acerca de aquellos que desean permanecer e ntre los
indios, en donde abunda n las modalizaciones '" tal Yez he oído"' y '·según dicen". Las historias de los
renegados llega n a oídos del cronista en forma de rumores que acechan la estabilidad colo nial ,
mientras que las de aquellos que \llelYen a integrarse a la sociedad hispa na se tra nsm iten a tra,·és
de testimonios escritos, documentos legales o incluso de primera mano.

81
indígena eran juzgados duramente. Es el caso, por ejemplo, del sargento Pedro

Rodriguez, quien se fue "a vivir con los infieles en su libertad, y vicios" (1347),

según declaración de Diego de Rosales. Igual que Alonso de Ovalle, Diego de

Rosales juzga a los cautivos según su capacidad para resistirse a la influencia

indígena, ya que "muestra de modo explícito que los personajes positivos por

excelencia ... son siempre los cautivos que desean regresar a la tierra de los

cristianos, los que resisten la tentación sensual, los que conservan la religión, los

que sin·en a Dios con ejercicios virtuosos entre los bárbaros (bautizos, enseñanza

de oraciones, conversiones)" (Tri,iños 84). La condena a los que se pasan al bando

indígena marca el límite del relato de cautivos, que debe ser la historia de aquel que

pasa al otro lado y luego retorna al lugar que le corresponde: el relato del que se

une a los indígenas es, en cambio, silenciado.

Hemos revisado las características más importantes de los relatos de cautivos,

que fueron muy frecuentes en la América colonial, en especial como parte del

anecdotario de las crónicas. Podemos concluir que el libro de Pineda y Bascuñán

comparte con los relatos de cautiverio su tema y la progresión argumental, aún

cuando - como hemos mencionado- se trata de una obra que no aborda solamente

la historia del cautiveri o, sino que a la ,·ez reflexiona acerca de los problemas

administrativos del reino de Chile.

82
b. Espejos de príncipes: discurso político en el Cautiverio feliz

Los espejos de príncipes o regimine principum corresponden a otro modelo

discursivo presente en el Cautiverio f eliz, como sostienen Cedomi1 Goic 66 , Carmen

de Mora y Dennis Pollard. Est e último realiza, en su t esis "Rethoric, politics and

the king ' s justice in Pineda y Bascuñán ' s Ca utiverio feliz", un análisis detall ado de

aquellos elementos que corresponden a ese tipo de discurso y fo rmula su hipótesis

indicando que "the Cautiverio f eliz contains a diversity of types of discourse. We

hm·e seen that the text has the character, in part , of a work of the type de regimine

principum, but that this information is diffused throughout and mixed '"ith purely

religious passages, verses, and the captivit:y narrati on" e98).

El significado político del libro es uno de los rasgos que tempranamente había

sido notado por la crítica y tratado con prolijidad po r Sergio Correa Bello, en 1965.

Sin embargo, Dennis Pollard relaciona el contenido político evidente del libro con

un género discursivo en particular, reconociendo ciertos temas, argum entos e

incluso metáforas que le son propios. El de regimine principum es un tratado

político dirigido al rey para aconsejarlo, enfatizando sobre todo las \'Írtudes que

debe mostrar. En el Cautiverio encontramos, efectivamente, que Pineda y

Bascuñán no solo explica los problemas que tiene la administración del reino, sino

66 Cedomil Goic destaca esta característica de la obra de Pined a y Bascuñán en especial al referirse a

la S uma y Epílogo, resumen o recopilación del Ca utiverio f eliz que realizó el mis mo autor. Con
respecto al epílogo, Goic afirma que allí se ·'acentúa la función del autor como 'co nsejero' ... El
epílogo es la recapitulación de los aspectos significatiYos de la fu nción del consejero y en tal sentido
aparece dete rminada por un rasgo que los libros de regimine principum tenía n por complementario
de la descripción de las virt udes del príncipe" ("Un inéd ito'' 355). Efectiva mente, la intención
política del autor puede seguirse mucho más claramente en este texto, aunque tampoco aquí logra -
a mi entender- dar cuenta de manera sistemática de sus ideas políticas: aunque en menor
proporción, sigue habiendo gran cantidad de digresiones ;> el relato del cautiverio continúa teniendo
gran importa ncia.

83
que también propone soluciones que el rey puede aplicar para acabar con ellos. El

modelo que sigue es claramente el de los espejos españoles, que se caract erizan por

oponerse a la política secular de Maquiavelo y por centrarse en la figura del rey,

quien debe ser un buen cristiano y cultivar las \irtudes cardinales67.

Dennis Pollard rescata los consejos que Pineda y Bascuñán da al rey para

gobernar bien, los que están centrados en el carácter del gobernante, quien debe

ser la imagen de Dios en la tierra; además, debe se r letrado, actuar según el co nsejo

de hombres sabios, ser humilde, piadoso, justo, casto, generoso, escuchar a los

pobres, poner a los hombres adecuados en el poder y gobernar para todos. Pollard

observa que la virtud más destacada en el libro es la de la justicia, pues la situación

política y administratiYa del Reino de Chile necesita de una justa distribución de

reco mpensas según los servicios prestados a la Corona.

Es indudable que los espejos de príncipes conform an un modelo discursi,·o

fundamental para el Cautiverio, ya que no sólo apuntan al co ntenido político y

moralizador de la obra, sino que logran asociarlo a una práctica discursiva de larga

tradición. Los consejos al príncipe, si bien no so n presentados de man era

sist emática, siguen un patrón bien determinado, proponen el modelo del príncipe

6- Dennis Pollard (1986) estudia de manera d etallada las fuentes utilizadas por Pineda y Bascuñán ,
aunque en la m ayoría de los casos no es posible determinar hasta qué punto el autor del Cauti verio
estaba familiarizado con cada uno de estos autores. Entre las fu entes medievales destacan sobre
todo el De regimine principum (aprox. 1265) de Santo Tomás de Aquino y el De regimine
prin cipwn (aprox. 1287) de Egidius Romanus, que tu,·ieron una gra n influencia en España. Las
fu entes que utiliza entre los tratados escritos durante los siglos XVI y XVII corresponden
principalmente al grupo más tradicionalista con res pecto a los postulados de Maquiavelo, puesto
que rechazan la secularización del estado que propone este y mantienen la noción medieYal del
príncipe como \icario de Dios e n la tierra. Entre ellos se encue ntra el Tra tado de la religión y
virtudes que debe tener el príncipe cristian o para gobernar y conserva r sus estados (160 1) de
Pedro de Rivadeneira, Idea de un Príncipe político-Cristiano Representada en Cien Empresas
(1640) de Diego Saavedra Fajardo y el Libro a ureo del Emperador Marco A urelio (1579) de Fray
Antonio de GueYara. En menor grado, Pineda y Bascuñán recurre también a autores que intenta n
una integración e ntre algunas ideas de Maquiavelo y la moral cristiana , como es el caso de la obra de
Fadrique Furió Cerio!, El consejo y consejeros del Príncipe (1 569).

84
cristiano y conforman una colección de topoi6R respecto del buen gobierno. Con

todo, el Cautiverio f eliz está lejos de ser un espejo de príncipes propiamente tal; es

un importante modelo discursiYo, pero no se pl iega completamente a él ni sigue de

manera estricta sus formas. En efect o, Dennis Pollard matiza su influencia

señalando que "I believe the Cau tive rio is in part a book of the type de reg imine

principum, although it is much less 0\·ertly so than others I will cite" ("Rhetoric,

politics" 33). En ot ro lugar, Pollard aclara nue,·amente la relación del Cautiverio

con el modelo discursiYo, llamando la atención sobre una de las características del

texto de Pineda y Bascuñán que se apart an de él:

aunque debe mucho de su contenido y estructura al género de reg imine

principum , el Cautiverio feliz no puede co nsiderarse un Espejo. En lugar

de un tratado t eórico como los de RiYadeneira, Botero y Egidio Rom ano, el

Cautiverio fe liz es un discurso ad hoc en defensa de la agenda personal de

Pineda. Y de igual manera, aunque contiene un componente narrati,·o, es

más form ulaico que mimético, solo imitando la realidad en la medida

necesaria para desem peñar su \'erdadero papel de ser fuente de exemp la

para las discusiones políticas y morales ("El caso del español bueno" 285-

86).

La importancia de los requerimientos del propio Pineda y Bascuñán determina una

distancia entre este texto y los espejos de príncipes. En última instancia, el auto r

68 Los topoi son parte de la inventio, es decir, de aquella O¡Jeración de la retórica que se ocupa del
descubrimiento de los argume ntos. En particular, los l opoi o loci proporcionan los contenidos del
razona miento o, en palabras de Heinrich Lausbe rg, se encarga de '·suministra r indicaciones para el
hallazgo de las ideas apropiadas" (312). Barthes (1970) señala que lo que en princ ipio fue un método
pa ra e ncontrar argume ntos o fórmulas Yacías comunes a todos los argumentos con el tiempo se
transformó en una rese1Ta de estereotipos, de te mas consagrados y repet idos. Es este último
significado el que inYoco aquí, puesto que Pineda y 13asc uñán recoge e n su libro argumentos
comunes acerca del buen go bierno, como lo de muestra Dennis Pollard.

SS
del Cautiverio busca presentar ante las autoridades tanto sus propios méritos como

los de su padre para obtener alguna recompensa a sus servicios. Las constantes

referencias a la justicia que debe impartir el Rey no responden simplemente a una

figuración abstracta de ciertos valores, sino que corresponden a una realidad

concreta y particular, es decir, al deseo del autor de que se imparta justicia en su

prop1o caso.

Pollard (1986) destaca además otros aspectos que apartan al Ca utiverio del

modelo del espejo: en primer lugar, la obra de Pineda y Bascuñan no es sistemática

co mo suelen serlo estos libros, de modo que el lector debe rastrear en el texto las

ideas que se refieren al consejo al monarca ("Rhetoric, politics" g8). En segundo

lugar, las virtudes no están en un vacío, como generalmente ocurre en estas obras,

sino que se ubican en un contexto específico y como respuesta a él. Todas las

'irtudes del rey y cada uno de los consejos se relacionan con la situación pa1ticular

del Reino de Chile o con la puntual de Pineda y Bascuñán ("Rhetoric, politics" 81).

Tanto la dispersión como la contextualización de los consejos al rey son producto

de la gran cantidad de referencias históricas y teológicas, así como del relato del

cautiverio.

La relación entre el Cautiverio feliz y los espejos de príncipes es productiva

porque ofrece un modelo textual desde el cual es posible apreciar muchos de los

comentarios políticos que inserta Pineda)' Bascuñán en su obra. Al relacionarla con

este modelo descubrimos que gran parte de los comentarios políticos -aunque

dispersos- siguen un patrón determinado, ya que el autor criollo refl exiona acerca

de la administración del Reino de Chile apelando a \Írtudes que deben tene r los

gobe rnantes según estos tratados.

86
c. La des viación de la norma: re latos de cautivo s y espejos de p ríncipes
en e l Cautiverio feliz

Los relat os de caut i\'erio y los espejos de príncipes son dos modelos retóricos

que permiten descifrar con mayor claridad la conformación de este complejo texto.

Dicho de otro modo: aun cuando se trata de una obra híbrida y por tanto,

inclasificable en términos genéricos, ello no significa que deba mos renunciar a su

fil iación con diferentes modelos discursi,·os. Por el contrario, los t rabajos de

Roberto Castillo Sando\'al, Dennis Pollard \' Carmen de Mora son \'aliosos

precisamente porque nos perm iten interpretar aspectos que podrían parecer

arbitrarios o novedosos, como respuest as a una retórica determi nada. Con todo, el

interés que ha despertado el Cautiverio f eliz entre la crítica pro\'iene del hecho de

que esta obra no reproduce los patrones de una forma mecánica ni se pliega

completament e a ellos.

En relación con las narraciones de caut iYerio, obser\'amos que el Ca utiverio

fe liz sigue la lí nea argumental de estos relatos de manera estricta y recurre a

algunos de sus topoi, como lamentar la pérdida de libertad. No obstante, p ronto se

aparta drásticament e de su modelo, y aunque s1guen cu mplié ndose

sistemáticamente los pasos argumentales que estructuran el relato de cautiverio, al

mismo tiempo surgen elementos fu ertemente disrupt i,·os: en ocasiones, los indios

dejan de ser bárbaros, se muestran \irtuosos y muy receptiYos al conoci miento de

Dios. Esto llega a tal punto que a \'eces pareciera que los mapuches so n mejores

representantes de los Yalores y la cultura hispana que los propios españoles,

'cl7
quienes se han olvidado de Dios y de sus obligaciones, cediendo a la codicia.

Cuando el mundo mapuche se alza co mo paradigma de los valores de la cultura

hispánica, como un espacio utópico en el que están ausentes los males que corroen

al bando español, el cautiverio deja de estar jalonado argu ment almente por el

deseo del cautivo de volver donde los suyos. De est a manera, el Cautiverio fe liz

altera completamente el sentido del discurso al que recurre como modelo.

Este aspecto tan contradictorio de la obra ha llamado poderosamente la

atención de la crítica. Gilberto Tri\i ños afirma, por ejemplo, en su artículo

"' Punctum ' y 'común parecer ' en el Ca utiverio fe liz" que la especificidad de la

obra de Pineda y Bascuñán reside "sobre todo en que ficcionaliza su cautiverio de

un modo no concebible ahí donde la mitología legitimante de la conqu ista,

convertida en 'común parecer ', transfi gura a los hombres de la tierra en ' nación

de infames costumbres (. ..), sin alguna misericordia, más que crueles fieras' ". Un

poco más adelante agrega que "El ' común parecer ' separa radicalmente la

experiencia del cautiverio y la experiencia de la felicidad. Pi neda y Bascuñán las

aproxima, las reúne, las concilia" (1). Lo que Triúños destaca aqu í es j usta mente el

hecho de que aun siguiendo las com·enciones de los relatos de caut ivos, el autor

introduce un elemento impropio: la felicidad. Como es e\idente, esto constituye

una paradoj a que permite la aparición de imágenes contradictorias: los mapuche

son a veces bárbaros, otras, ci\ilizados y racionales; unas \·eces virtuosos y ot ras,

llenos de vicios: el cautiverio es lugar de sufrimiento y lugar de utopía. Pineda y

Bascuñán escribe, en cierto sentido, aquello que es inenarrable: escribe la historia

de aquellos que deciden quedarse entre los indios (Juan Barba, Jerónimo Bello,

Juan Gó mez, Pedro Rodríguez). Estas historias nunca podrán ser narradas por sus

88
protagonistas: son abordadas siempre desde afuera, y siempre censu radas. Pineda

y Bascuñán se mueYe, por tanto, en un terreno riesgoso, puesto que si bien regresa

fin almente al bando español a traYés de un intercambio de prisioneros, su

compenetración con sus cautiYadores podría ponerlo en la postura del traidor.

La obra utiliza al tiempo que transgrede el modelo del relato de cautiYo al

extremar la idea de un "cautiYerio feliz". Lo mismo sucede con el modelo discursi,·o

que proporcionan los espejos de príncipes. Como ha destacado Dennis Pollard, es

posible rastrearse a lo largo de la obra los consejos que Pineda y Bascuñán da al

rey, los que coinciden con los tópicos que comúnm ente se exponen en este tipo de

tratados. Sin embargo, la falta de sistemati cidad y el afán de co ntextualizar cada

uno de los consejos en sus propias circunstancias hacen que resulte un texto muy

diferente a los de regimine principum. Su extensión y su complejidad hacen del

Cautiverio una obra que muy difícilmente puede leerse a modo de tratado; la

constante interpolación de ejemplos, citas, anécdotas y del mismo relato del

cauti\·erio no permite establecer una secuencia ordenada de ideas. Si bien es

e\idente que el Cautiverio presenta una gran cantidad de co nsejos y opiniones en

el ámbito político y administrath·o, es también muy claro que estas ideas no se

presentan en una secuencia lógica, sino que aparecen de modo reiterati,·o a lo largo

de todo el texto. No podemos hablar, entonces, de un espejo de príncipes

propiamente tal.

Los dos modelos discursivos que hemos presentado con mayor detalle -el

relato de cauti,·erio y el espejo de príncipes- son importantes claYes para

interpretar el Ca utiverio, aunque este no responde por completo a ninguno de los

dos paradigmas. Parece ser que los modelos discursiYos que se le ofrecen a Pineda y

89
Bascuñán no lo satisfacen por completo; la obra parece escaparse, desviarse

constantemente, sin importar qué modelo retórico es el que utiliza. De hecho, si

revisamos otros paradigmas que han sido estudiados o mencionados por la crítica

en relación con esta obra -el exemplum, la nm·ela, la oratoria, la historiografía, la

autobiografía- podemos llegar a la misma conclusión: el Ca utiverio tiene sin duda

mucho de ellos, pero no se acomoda completamente a ninguno.

Lo que hay que responder entonces es, en prim er lugar: ¿cómo utiliza Pineda

y Bascuñán los paradigmas textuales que tiene a su disposición? ¿Qué toma, qué

deja y qué modifica de estos? Luego indagaremos en los motivos por los cuales el

autor necesita apartarse de los modelos discursh·os, esperando que las

conclusiones a las que arribemos también puedan ser de ayuda para refl exionar

acerca del modo en que se utilizan otros patrones textuales que no serán abordados

aquí. Para responder a estas preguntas abordaré dos discursos que sin duda alguna

se encuentran muy presentes en el Cautiverio, pero que no han sido objeto de

estudios monográficos (como es el caso del relato de cautiverio y los espejos de

príncipes): la hagiografía y la historiografía. Veremos que también aquí la obra de

Pineda y Bascuñán encuentra importantes referentes, aunque no llega a plegarse

por completo a las convenciones del género.

90
2. La apropiación del discurso historiográfico

a. El discurs o historiográfico en la Europa del siglo XVII y en las


Indias

El discurso historiográfico es un co mponente importante del Cautiverio fe liz,

aun cuando est á al serYicio de los propios intereses de Pineda y Bascuñán, que -

como sabemos- Yan más allá de narrar los hechos aco ntecidos en el Reino de Chile.

Sin embargo, el Cautiverio f eliz recurre frecuentemente a importantes episodios de

la historia colonial y describe la situación del reino para explicar los motiYos de la

prolongación de la guerra de Arauco. El propio Pineda y Bascuñán señala que "lo

que me ha movido a coger la pluma en la mano y escrebir algunos sucesos de este

reino con verdaderas experiencias -aun que con hu milde y llano estilo-, el haber

reconocido algunos escritos y obras de historia que han salido a luz y están para

salir, de algunos acaecimientos de esta guerra de Chile, tan ajenos a la ' 'erdad como

lle,·ados de la adulación los más, y ot ros del propio interez" (236); es decir, lo que

pretende - al menos explícitamente- es escribir una historia más Yerdadera que la

de algunos historiadores. Su énfasis está puesto en explicar las causas de la

dilatación de la guerra, que para él son principalmente la falta de recursos para el

ejército, la corrupción de los administradores es pañoles y el maltrato a los

indígenas. No se trata, por cierto, de una crónica coherente, ni en térm inos

cronológicos, ni respecto al desarrollo de un tema o acontecimiento; por el

cont rario, los episodios históricos mencionados aparecen sin segui r u n orden

cronológico ni un desarrollo lógico. La aparición de los acontecimientos está

91
determinada por su necesidad como parte del argumento que Pineda y Bascuñán

elabora en relación con las razones de la imposibilidad de terminar la guerra.

Para analizar hasta qué punto la obra de Pineda y Bascuñán se ciñe al discu rso

hist oriográfico y en qué lo transgrede, indicaremos en primer lugar cómo se

configuraba este discurso en el siglo XVII. Como apunta Roberto González

Echevarría, el modelo para escribir la histori a era la historiografía humanista del

siglo XVI, la cual otorgaba gran importancia al ,-alor estético de la historia, es decir,

a organizar los hechos coherentemente, mostrar una prosa elegante y un estilo

ele,·ado. Pero más allá del valor estético, la historia t ambién debía ser magistra

vitae, es decir, maestra de individuos y de naciones, indicando también las

verdades morales y aportando a la ejecución de un buen gobierno. En la tradición

española persistía asimismo un rasgo de origen medieval, el concepto

prmi dencialista de la historia, según el cual el Descubrimiento y la Conquista

forman parte de un plan divino. Por últ imo, en el discurso historiográfico eran

frecuentes las alusiones a problemas morales referidos a valores cortesanos o

caballerescos, que a veces deri,·aban en dilemas teológicos (González Eche\'a tTía,

"Humanismo, ret órica" 18 -20).

Otro punto fu ndamental para describir el discurso historiográfico del s. XVII es

el concepto de verdad histórica al que este discurso responde; en otras palabras,

cuál es el conocimiento que busca alcanzar la historiografía. Como señala Víctor

Frankl, el concepto de verdad histórica ha cambiado continuamente a lo largo del

tiempo. Durante la Contrarreforma se produjo una tensión entre varios tipos de

verdad histórica: estaba aún vigente la concepción cristiana, forjada por San

Agustín, según la cual la verdad histórica debía estar conforme a las realidades

92
sobrenaturales de la Divina Providencia. Sin embargo, al mtsmo tiempo seguía

\igente la idea -común durante la Edad Media y el Renacimiento italiano- de que

la verdad histórica debía dar cuenta de la fama de los grandes hombres. Por último,

durante la época de la Contrarreforma sigue en \·igor la noción de que la historia

debe reconocer los factores por los cuales se desencadenan los hechos, como la

necesidad, la fortuna o la naturaleza hum ana (Frankl 37-41) 6 9. No cabe duda

alguna de que estos criterios de verdad estaban aún presentes durante el s. XVII, y

por supuesto, en el Ca utiverio . Esto se refleja en el interés de Pineda y Bascuñán

por conservar la fama de su padre, el maestre de campo Álvaro Núñez de Pineda y

Bascuñán, pero también de algunos indígenas, como Maulicá n, en los que puede

reconocerse un ideal de comportamiento caballeresco7°. La concepción de verdad

histórica cristiana est á de igual forma presente a lo largo de todo el libro, puesto

que Pineda y Bascuñan interpreta -como era frecuente entre los cronist as e

historiadores- los fracasos españoles como castigo di\ino; finalmente, la búsqueda

de la causa final de los hechos puede obserYarse en vari os pasajes del libro en los

que el autor se refiere a causas concretas que influyen en el mal desempeño en la

guerra. La heterogeneidad de conceptos de verdad histórica que hemos anotado

tiene, no obstante, un elemento en común: sea cual fuere el conocimiento que

69 Víctor Frankl se refiere específica mente al s. XVI, durante el cual se escribió el Antijovio; sin
embargo, la situación descrita por Frankl para esa época sigue ' i gente durante el s.XVII.
-o La impotiancia de guarda r la fama de qu ienes la merecen queda de manifiesto en esta cita del
Cautiverio feliz en la que el autor manifiesta sus intenciones: '"Si t ales escritores fab ulosos,
contemplatiYos y interesados dan sus obras a la estampa, es cierto que vacilará la fee por falta de
Yerdad, la j usticia perecerá porque las leyes tendrán diferentes sentidos, y el Evangelio en sus
plu mas muy gran riesgo de entenderse. Más conveniente y justo fu era que semejantes escritores
fuesen sepultados y faltasen al mundo, pues de ellos no se puede originar otra cosa que un gran
descrédito de la guerra de Chile y de los que han derra mado su sangre en servicio del rey y señor, y
padecido va rios trabajos y desvelos por acred itar en s us historias a los que con potestad y d ineros
han adq uirido el aplauso de tales cronistas lisonjeros, que con relaciones siniestras y contemplatiYas
dependencias intentan deslucir calificados méritos y engrandecer fa ntásticas opiniones'" (237).

93
busca alcanzar la historiografía -la verdad sobrenatural, la fama de los grandes

hombres, las causas últimas de los hechos- est e debía estar garantizado por una

autoridad: "historical facts were not transformed into "truth" until th ey were

consecrated by the power of tradition or by the personal prestige of the autor"

(Zamora 338). El poder de la autorid ad que ostentaba el historiador permitía

narrar hechos que, si bien no eran comprobables -como sucedía con la invención

de diálogos entre los protagonistas de un acontecimiento-, no transgredían la

,·erdad hist órica por provenir de una fuente calificada y confiable.

Hemos establecido algunos rasgos dominantes del discurso historiográfico

europeo que se encontraba vigente durante el Descubrimiento y la Conquista; es

decir, del modelo de discurso al que debía acercarse todo aqu el que quisiera

escribir Historia. No obstante este modelo, la situación de los escritores en el

Nuevo Mundo no permitía siempre la justa aplicación de est os criterios. Ello se

debía a que muchas veces los escritores no eran personas suficientemente

preparadas; por otra parte, las necesidades prácticas -políticas, administrativas,

económicas, evangelizadoras- imponían la elaboración de otro tipo de t extos que

no t enían los mismos objetivos que los europeos.

La historiografía de Indias posee, entonces, algunos rasgos propios que no se

encontraban en la historiografí a europea, y que incluso modificaron est a última.

Los historiadores de Indias carecían de modelos clásicos que los guiasen en cuanto

al objet o que enfrentaban y debían además proporcionar a la Corona información

útil de las nuevas tierras. Esto determinó que la percepción directa de los

94
acontecimientos volviera a ser de suma importancia como criterio de verdad71 : "la

percepción directa, la experiencia, entonces, se constituye también en la

historiografía indiana, en la base del conocimiento histórico y de su valor de

verdad" (Lozano 37). En consecuencia, la presencia de una autoridad como garante

de la verdad histórica -que era fundamental en la historiografía europea- se torna

mucho más urgente a la hora de narrar los hechos de Indias, ya que los a veces

improvisados historiadores carecían de prestigio y reconocimiento para hacer valer

su discurso o se veían obligados a relatar hechos que parecían no estar a la altura

de los temas clásicos, y sin embargo, necesitaban ser tomados en cuenta. La

legitimación como autoridades fue para todos los historiadores de Indias una ardua

tarea, en cu:ya consumación jugó un importante rolla ventaja de narrar hechos que

habían experimentado en primera persona. Por otra parte, el componente

autobiográfico que se encuentra en estas obras forma parte de la co nstrucción de

esa autoridad para que el discurso adquiera validez, ya que el historiador debe

presentarse como un hombre fidedigno, honesto y sabio. Ello se consigue

ilustrando estas virtudes con episodios de la propia ,.i da lo que, j unto a la necesidad

de ser testigo de los hechos narrados, transforma al propio histori ador en piedra

angular del discurso hist órico. Esto comienza a cambi ar sólo a partir del siglo XVIII

bajo el alero del racionalismo y luego del positi,ismo (Zamora 338), que conducen

al historiador a desaparecer detrás de los hechos para proporcionar la ilusión de un

discurso más objetivo.

-~ El hecho de ligar la percepción d irecta de los hechos al conocimiento histórico es un rasgo


caracte rístico pe ro no exclusivo de la historiografía india na; en efecto, para la historiografía
grecorroma na era fundame ntal haber sido testigo Yisual de los hechos narrados o en su defecto,
contar con relatos fidedignos de testigos oculares . Esta noción siguió reinando incluso durante la
Edad Media, aunque solo con respecto a la historia del presente. Con relació n a los hechos del
pasado consideraba que es te sólo podía ser conocido a tra,·és de la fe (Loza no 22-39).

95
Otra característica de la historiografía indiana es que, si bien el estilo ele\·ado

seguía t eniendo un gran ascendiente sobre ella, generalmente no era posible

utiliza rl o de modo continuo, puesto que los grandes hechos heroicos estaba n

entremezclados con las dificultades cotidianas: "si la historia se ocupaba de los

momentos culminantes, de los mO\imientos políticos y militares de más relie\·e, la

relación de hechos, dado su carácter legal, narra incidentes de la vida cotidiana; no

pretende refl ejar una Yerdad trascendental que extrae de los hechos que narra, sino

que es parte de esos hechos, de la realidad misma que relata, de ahí su Yalor

antropológico e histórico, en el sentido moderno de la palabra" (González

Eche\·arría, "Humanismo, Retórica" 23)72 •

Otro de los cambios más importantes en relación con la historiografía europea

es que se est ableció como vehículo narrath·o más frecuente la relación, es decir, la

simple narración de hechos. La relación se comi rtió en un medio útil para dar a

conocer los acontecimientos y responder así a los requerimientos legales73

-
2
La comiYencia e n la h istoriografía colonial e ntre la gran historia ;.· la historia de la Yida cotidia na
es elaborada por Beatriz Pastor, aunque e n términos algo disti ntos. Pastor postul a, e n su libro
Discurso na rrativo de La conquista de A m érica, la existencia de dos t ipos d e d iscursos d istin tos e n
la narrath·a colonial: el "discurso del éxito'' y el "d iscurso del fracaso''. El primero, cuyo paradigma
so n los tex tos de Colón y de Herná n Cortés, tra nsforma la realidad am ericana y la represe nta
siguie ndo los modelos literarios europeos, destacando los ele mentos ,·aliosos den tro del contexto de
mercado para cum plir en definiti,·a con los objetiYos establecidos de a ntemano. Los desaciert os ~·
dificul tades no se considera n nunca señales d e fracaso, sin o que se presenta n como peque ños
incom·enie ntes dentro del desa rrollo casi perfecto de un plan concebido de antema no.
Pa ralelamente, se a rticula el d iscurso del fracaso, que '·rei, ·ind ica el ,·alor del infortu n io ~· el mé rito
del sufrimiento" con lo que co n s tit u~·e "la primera representación desmitificadora y crítica d e la
realidad americana" (266). Los rasgos centrales d el d iscurso del fracaso puede n resum irse e n los
siguien tes puntos: caracterización de la na turaleza como hostil ~· destru ctiYa, valorización del
s ufrimien to como un mérito que exige recompensa, tra nsformación de la acción épica e n ta reas
cotidia nas, falta de correspondencia entre acción;.· resultado, ,·agabundeo y, finalme nte, traslado de
la moti, ·ación 'ita! desde la gloria, la riqueza y el pod er hacia la necesidad de s upeiYiw ncia.
-~ Walter Mignolo afirm a que la relació n es un rela to o informe solicitado por la corona, y distingue
e ntre aquellas relaciones en las que el ped ido de informe no es oficial (entre 1505 ;.· 1574), las que
res ponden a un requerimiento oficial - des pués de 1574- ~· las que se modela n en parte bajo el
principio o rganizativo de la relación. A partir de 1574 se oficializa un cuestiona rio de preguntas que
debe res ponder la relació n y que tiene como obj etiYo la obtención de información específica acerca

96
(González Echevarría, "Humanismo, Ret órica" 20). Para González Echeva rría, la

historiografía Indiana está marcada tanto por el modelo humanista como por la

creciente importancia de la relación. La relación se caracteriza por el uso frecuente

de la retórica notarial que permite la inclusión de aspectos cotidia nos que de otro

modo no t endrían cabida en el discurso historiográfico. (González Echevarría, Mito

y archivo 108).

La relación entre la historiografía indiana y la retórica notarial es de suma

importancia, y ha sido abordado por parte importante de la crítica. Lucía Inverni zzi

se ocupa de esta conexión al sostener que la producción de los textos

historiográficos muchas ,·eces tiene el propósito de "representar hechos y

situaciones que son motivo de defensa, acusación, reclamo, alegato, protesta,

demanda, en t érminos equivalentes a los de una causa expuesta ante el juez o el

tribunal para su fallo" y por lo tanto, las "estructuras y rasgos definitorios de los

discursos enunciados en situación procesal, esto es, de los géneros judicial y

deliberativo, constituyen componentes esenciales de los informes a la corona"

(Invernizzi, "Antecedentes del discurso testimonial" 58). Los escritos

historiográficos se com·ierten de esta manera en prueba de méritos o en

documentos que buscan influir en la administración o incluso en la legalidad que

España le impone a su colonia. Invernizzi señala tambi én que estas acusaciones,

reclamos o petitorios se hacían con plena conciencia de la distancia geográfica que

separaba a los escritores de España y que el sentimiento de marginalidad con

respecto a los centros de poder voh ·ía más urgente la adecuada interYención de las

autoridades en los asuntos presentados en los informes y otorgaba mayor

del NueYo Mundo (geografía, clima, pueblos y ase ntamie ntos humanos, descripción de los
aboríge nes, su lengua , s us costum bres, etc.) ("Cartas, crónicas·· 70-73).

97
importancia al relato de sucesos que habían sido \istos o experimentados por los

escritores (Im·ernizzi, "Antecedentes del discurso testimonial" 58).

Un último aspecto falta por mencionar con respecto a la historiografía

indiana, y es la inclusión de la descripción etnográfica, que comenzó a tomar mayor

importancia con el descubrimiento de América. Como explica Eduard Fueter, la

historia había estado centrada hasta entonces en la política y se escribía desde el

punto de vista de los gobernantes o de las clases dirigentes. Esto comenzó a

cambi ar a partir del Descubrimiento, cuando la historia se ocupó de describir

también la \ida de los pueblos, puesto que la información acerca de los aborígenes

era sumam ente requerida. Los historiadores "habían colocado la política en primer

plano y sólo habían estimado todas las ramas de la acti,'idad humana de acuerdo

con sus relaciones con el Estado . . . en presencia de los pueblos americanos, la

hist oriografía moderna superó esas limitaciones. La preocupación de la enseñanza

política dio paso al interés por la etnog rafía y la historia de la ci\'ilización" (Fueter

320-321). Este cambio de perspecti,·a otorgó protagonismo a elementos que antes

no eran tomados en cuenta, como la descripción de nuevos pueblos, sus

costumbres, creencias, sistema político y adm inistrati,·o y organización social,

entre otros. El Cautiverio feliz no es una excepción en relación con la descripción

etn ográfica: a semejanza de otras crónicas que se refieren al Reino de Chile

contiene abundantes descripciones del pueblo mapuche que son de especial interés,

en este caso, por tratarse de información de primera mano.

La introducción de nue,·os aspectos a abordar en el discurso historiográfico

tuvo como consecuencia la post ergación de otros elementos: el interés en la historia

de las civilizaciones llegó a tener tal importancia que incluso se dejó de lado -en

9S
algunos casos- la elaboración coherente del material, como indica Fueter: "Los

historiadores del Nuevo Mundo so n extraños a todo interés especulativo tal co mo

el que an imaba a la historiografía política de los grandes fl orentinos. Son

coleccionistas destacados pero no elaboran sus materiales como historiadores"

(3 21). Lo que Fueter juzga una falencia puede considerarse simplemente un cambio

de perspectiva que influyó, además, en la historiografia general, puesto que

después del descubrimiento de América y de los primeros relatos acerca del Nuevo

Mundo se adoptó la costumbre de iniciar las historias de los pueblos europeos con

una descripción detallada del país y de sus habitantes (Fueter 321).

b. Pautas retóricas y normas discursivas: el discurso historiográfico en


el Cautiverio feliz

La re\isión de las principales ca racterísticas del discurso historiográfico indiano

nos permite afirm ar que este discurso se encuentra tensionado entre las

formalidades que reclama el modelo europeo - en parte humanista, en parte

medieval- y las exigencias prácticas y legales de la empresa de la Conquista. No

todos los historiadores indianos combinan estos dos elementos de manera

equilibrada: mientras unos se acercan más al ideal europeo, ot ros responden mejor

a las necesidades contingentes recurriendo, por ejemplo, a la forma narrativa de la

relación. Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán también se debate entre estos dos

puntos, aunque es importante recordar que la narración histórica en el Cautiverio

fe liz está al servicio de la máquina argumentati\·a y que el autor persigue - entre

otros- recibir una recompensa por sus servicios; en otras palabras, no se trata de

99
una obra solamente historiográfica. Con todo, podemos indagar qué aspectos del

modelo de la historiografía europea asimila el autor y cómo los adapta a sus

propias necesidades.

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán utiliza el discurso histórico

principalmente para explicar los moti,·os de los alzamientos indígenas y proponer

soluciones a la guerra, asunto que está íntimamente relacionado con la mayor

remuneración de los soldados y miembros del ejército. También dispo ne de él -a

tra,·és de la narración de pequeñas anécdotas- a modo de exemplum que le

permite dar sustento a su argumentación en torno a di,·ersos temas que ti enen

mayo r o menor vínculo con el objetiYo principal. Ejemplo de esto es el relato de una

batalla que perdió Pedro de Vald ivia (Disc. 4, cap. 13) por cometer una

imprudencia: impulsado por su codicia co n respecto a las "piezas" o indios que eran

tomados en guerra para ser ,·endidos como esclavos, Valdivia im parte una orden

apresurada de atacar, y cae en una emboscada. Este pequeño acontecimiento es

narrado como ejemplo de una lección con respecto a la mejor forma de gobe rnar,

como explicita el autor al cerrar el capítul o afirmando que "he referido este subceso

-que pudieran acompañarle otros- por dar a entender que no es buen gobierno

usar de todo rigor con los cien·os y amigos reducidos a nuestra obediencia, que dél

resultan y han resultado en este reino se mejantes infortunios co mo el pasado"

(714).

De todas formas, el discurso historiográfico europeo deja entre,·er su influencia,

como se ,·erá en detalle. En primer lugar, es posible reconocer que el autor enmarca

a grandes rasgos el acontecer histórico dentro de un esquema prO\'idencialista.

Pineda y Bascuñán interpreta la prolongación de la guerra y los triunfos indíge nas

100
como un castigo divino por los pecados cometidos por los españoles, en especial, la

codicia; la historia se interpreta como una gran lucha entre el bien y el mal, entre

las \Írtudes y los vicios, batalla en la que -a su pesa r- ganan los \·icios74. El autor

destaca en repetidas ocasiones que solo con ayuda di\ina pudieron los indígenas

vencer a los españoles, como relata a los mismos mapuches:

Las propias ruinas de estas poblaciones ~· edificios despoblados, las

muertes y cautiverios de tantos españoles y españolas nos están

insinuando, con manifiestas acciones, la recta justicia de nuestro Dios y

Señor: porque, de otra suerte, cómo habíais de ser \·osotros poderosos a

emprender una cosa tan ardua y dificultosa acometiendo a las murallas }.

fortalezas sin armas iguales a las suyas, si no fuese permi ción del Cielo y

castigo conocido del divino y prO\idente Juez (668-669).

Este razonamiento prO\idencialist a no solo puede rastrearse en estas referencias

directas a él, sino que también en el modo en que el escritor organiza su material.

Pineda y Bascuñán afirma constantemente la existencia de cie1tos valores y

fundamentos morales atemporales que dependen de un orden divino inmutable. El

reconocimiento de estos valores es con frecuencia el eje de la argumentación, por lo

que el evento histórico es solo un accidente - o ejemplo- de este \·alor

trascendental. Ejemplifiquemos: el tercer capítulo del primer discurso relata la

-¡ La lucha e ntre \Írtudes y Yicios puede obseiYarse cla ramente e n la siguiente cita que deja entre,·er
el pes imis mo del au to r, puesto que augura la pre po nderancia de la corrupció n: ··es imposible q ue
ha~·a paz firme en Chile; antes se podrá es perar el pa radero ~- fin últi mo qu e tuYieron las ciudades
antiguas; po rque nuestros habitadores s iguen los pasos de aquellos prime ros conquistado res,
imitando s us accio nes y aun aventajándose e n ellas con insaciable codicia y con extrao rd ina rios
modos de ejecutarla, atro pellando la jus ticia y desqui cia ndo la razó n de s u conocido asiento. cu~·o
,·acío es f01·soso que la disenció n le ocu pe, la traició n se apodere dél, la mentira se atreYa, el ape tito
ande s uelto, \ÍYan los malos ~· l os \Ícios preYalezcan, conque la paz se sepulta, la concordia se s uj eta,
la lealtad queda abatida, la ,·erdad acobard ada, presa la razón, los buenos o primidos y, finalme nte,
destruidas las \Írtudes'' (3 12).

10 1
mu e1te de un corregidor en manos de los indígenas debido a que no sigui ó un

consejo que pudo haberl e sah ·ado la \ida. El capítulo no aborda de inm ediato la

narración de los acontecimientos, sino que comienza apelando a una Yerdad

inalterable que luego será ilustrada con la anécdota histórica:

Es cosa averiguada y verdadera haberse originado más cr[e]cidos males de

no haber procurado con efect o remediar los menores, poni endo los ajenos

peligros a la \'Ísta por no caer incautos en los que inad,·ertidos

experimentaras otros. Que bien lo dij o san Isidoro en las siguientes

palabras: Huye-dice- de la cue,·a o foso adonde en tu presencia \Í.ste al otro

caído y derribado; teme los peligros ajenos en ti mesmo. Del suceso que

referiré en breve sacaremos la prueba de esta ,·erdad constante (248).

El providencialismo está pues en la interpretación de los acontecimientos co mo

parte del plan dhino o como una lucha entre el bien y el mal, y también en la

im portancia que tienen las verdades eternas en contraposición con los hechos

accidentales.

Otra propiedad del discurso historiográfi co que concurre en la obra es el estilo

elevado y la presencia de valores relac ionados con la moral cortesana o

caballeresca. En cuanto al primer punto, sobresale el hecho de qu e el autor declare

al comienzo del libro que "se podrá entende r que mi principal asum pto no hab rá

sido encaminado a querer juzgar ni censurar estilos tan cultos y ]e,·antados como

los que h o~· se acostumbran en el lenguaje, que fuera desmedi do atre\i miento y

osado presumir querer emular lo que no alcanso" (236). Sin embargo, no debemos

tomar esa declaración de modo muy estricto, puesto que se trata de una expresión

102
retórica -la captatio benevolentiae7s- que tiene como objetivo mostrarse humilde

para agradar al lector. Esta manifestación de modesti a es parte del estilo elevado

que Impone la utilización de la retórica clásica, parte fundamental de la

educación76. Por otra parte, el autor persigue -a pesar de sus intenciones

declaradas- legitimar su discurso a tra\·és de una prosa culta y refinada, utilizando

latinismos, metáforas y comparaciones con autores clásicos. Esto puede observarse

en el siguiente pasaje, en donde Pineda y Bascuñán describe una tormenta de

copiosas y abundantes aguas despedidas del cielo con violencia, y de

furiosos vientos sacudidas, mescladas con relámpagos, rayos, truenos y

granisos; siendo tan formidable a los mortales, que pareció desabrochar el

firmam ento sus más ocultos senos y rincones. Me trajeron a la memoria

sus efectos lo que Ovidio y Virgilio describieron de otros semejantes

-s La captatio benevolentiae es parte del exordio o exordium , ~- tiene como objetivo disponer al
público positivamente hacia el discurso que se proclamará evitando la sospecha de arrogancia d el
orador. En literatura, esto se hace generalme nte pidiendo discul pas por la rust icid ad del estilo
(Lausberg 249-25; Barthes 147-148).
- 6 La retórica t enía gran relevancia en el sistema educatiYo novohispano, al igual que el peninsular.
La enseñanza estuvo a cargo de órdenes religiosas como los franciscanos, que tuviero n mucha
influencia en los primeros tiempos, y los jesui tas, que desde la segunda mitad del siglo XVII
concentraron la mayor parte de la labor eclucatiYa COsorio Romero 72-75). La labor jesuítica se
destacaba por la e nseñanza del latín y seguía la Ratio studiorum ele 1599, un programa ele estudios
que entregaba pautas para la administración, el currículu m, el método y la disciplina a instaurar en
todos los colegios j esuitas. La Ratio studiorum comprendía el estudio de tres d isciplinas en orden
sucesivo: las humanidades, la filosofía y por último, la teología. Las humanidades se centraban
principalmente en lecciones de gramática latina y griega, y retórica (Farrel 342-353). Las fu entes de
la enseña nza ret órica eran principalme nte Aristót eles, Cicerón y Quintiliano, pero se utilizaba n
textos más tardíos que explicaban de manera más ordenada los principales preceptos ele la retórica.
El más difundido y reeditado fue el De arte Rhetorica /ibri (1569) de Cipria no Suárez, que se
convirtió en texto oficial para la clase de retórica (Osorio Romero 76). Además de est e manual , eran
frecuentes las lecturas, recitaciones e imitaciones estilísticas de auto res clásicos, entre los cuales se
destacan de manera especial las cartas de Cicerón, elegías de 0\idio, fragmentos de Catulo y
Virgilio ; más adelante se leían también historiado res como César y autores griegos como Esopo y
Homero (Farrel 344-346). Los rast ros ele la educación jesuita del autor son evidentes en el
Cautiverio feliz, en especial en su predilección por las citas latinas de los autores clásicos con los
que se ejercitaba comúnm ente en los colegios y en s u intento por mostrar un estilo apega do a las
normas ret óricas.

103
temporales y borrascas: Hinc tonat, hinc mzsszs abrump itur ignibus

aether (284) .

El efecto no es, tal vez, el anhelado por el autor : más que parecer elegante, el

lenguaje es rebuscado, las referencias y citas excesi,·as, la sintaxis oscura. A fuerza

de allegarse a los parámetros del let rado, Pineda y Bascuñán se revela co mo todo lo

contrario, aunque intente corresponder a la idea de la historiografía como

detecta re.

En cuanto al segundo punto, reconocemos en el Ca utiverio la presencia de

Yalores caballerescos que se ponen a prueba. Curiosamente, est os valores son

ostentados casi siempre por personajes mapuches, quienes imponen el código de

honor caballeresco. Este es el caso de Lientur, quien defiende el honor del padre del

cautiYo -don Álvaro Núñez de Pineda y Bascuñán- aun en ausencia de éste, acto

que es signo de lealtad y gratitud inalterables. A propósito de ello, el narrador acota

que "enseñó también a los aduladores este valeroso capitán [Lientur] a serlo como

lo debe n ser los que profesan una limpia y verdadera amistad, manifestándola en

ausencia y con fervor" (274). Pero el caso más contundente es el de Maulicán, quien

renueva una y otra vez su promesa de de,·olver al caut i,·o a sus tierras a riesgo de su

propia \ida, contrariando el deseo de los demás caciques de sacrificarlo. El respeto

a la palabra dada, la lealtad y el honor son \irtudes atrib uidos al mapuche, quie n

declara palabras dignas de un caballero: "p rim ero me has de ver morir por t i -le

dice al cautivo- que permitir padescas algún daño; y te doy mi palabra, a ley de

quien soy, que has de volver a tu tierra a ver a tu padre y a los tuyos" (288). Esta

asociación ent re Maulicán y el código de conducta caballeresco permanece vigente

104
a lo largo de todo el libro, puesto que el mapuche cumple con su palabra

protegiendo a Pineda y Bascuñán hasta su liberación.

Hemos revisado algunos rasgos que el Cautiverio feliz compa1te con la

historiografía europea, tanto en relación con el estil o como con los objetos del

discurso. No obstante, la obra de Pineda y Bascuñán también comparte muchos

elementos con la historiografía indiana. Uno de los rasgos más importantes que

tienen en común es la revaloración de la experiencia como elemento cardinal en la

idea de Yerdad a la que debe responder el historiador, así como la conciencia de

lejanía que separa a América de España. Al igual que los historiadores de Indias,

Pineda y Bascuñán funda su autoridad como historiador en el hecho de que los

acontecimientos que relata han sido vist os por él mismo o relatados a él por

testigos directos y confiables. Esto es de gran importancia una vez que la

monarquía necesita de testimonios fidedignos del Nuevo Mundo pero no puede

comprobar con certeza la veracidad de la info rm ación que se le otorga. Pineda y

Bascuñán advierte una y otra ,·ez del peligro que significa proveer información

errónea acerca de los hechos para obtener un beneficio, como lo hacen los

historiadores que él llama "aduladores"; él en cambio, señala, "no hablo por

relaciones ni por informes, ni tampoco por quejas lastimosas que he oído a muchos

pobres comprendidos en este común daño de omisiones, sino es por experiencia de

lo que por mí ha pasado" (752). Por otra parte, esta necesidad de verdad se hace

más urgente cuanto el rey se encuentra más lejos, ya que la lejanía hace descansar

la relación entre el rey y los súbditos en la palabra escrita; cuando esta es falsa, el

monarca no puede tomar decisiones justas. Es así como Pineda y Bascuñán

ad\ierte que "acarrea grandes daños r menoscabos a las repúblicas y reinos tan

105
remotos como Chile la falta de la real presencia de nuestro rey y señor natural"

(781 ).

Es en este mismo sentido que la narración del cautiverio se engarza con el relato

histórico: las aventuras de Pineda y Bascuñá n entre los mapuches, así como otras

experiencias personales que son narradas a lo largo del libro, son primordiales para

la legitimación del autor, lo que constituye el fundam ento último de la capacidad de

poder hablar como criollo nacido en la frontera del Reino de Chile. Lucía Invernizzi

lo explica muy bien al señalar que a la "finalidad de acreditar su noble y ,·irtuosa

condición y a legitimar la perspectiva desde la cual el enu nciante del Cau tiverio

feliz expone los hechos de la causa, sin·e la narración autobiográfica del cautiYerio

de seis meses entre los indios así co mo también el relato de plurales otras

experiencias personales vividas por Pineda y Bascuñán antes y después de ese

episodio"; asimismo, la relevancia de todas estas experiencias radica en que "han

constituido para él [Pineda y Bascuñán] instancias de aprendizaje, de formación y

de crecimiento interior, en las que ha adquirido un ,·asto y profundo conocimiento

de sí mismo y del mundo, una amplia perspectiva para comprender e interpretar la

realidad" ("Recursos de la argumentación judicial-deliberativa" 21). Los relatos

autobiográfi cos que abundan en el Cautiverio fe liz son también el armazó n que da

forma a un a visión de mundo criolla cuyo cimiento es una experiencia ún icamente

americana y el conocimiento que se construye a partir de esta. Pineda y Bascuñán

no solo proporciona información acerca de los problemas del Reino de Chile ni

argumentos para enjuiciar la guerra de Arauco; también se construye a sí mismo en

su relato y, de paso, pugna por hacer valer su experiencia y por hacerse escuchar

desde uno de los territorios más remotos del Imperio. Por último, la co nfiguración

106
-a través de los relatos autobiográficos- de un sujeto enunciante proporciona al

libro una trabazón última, que si bien no equivale a una orden o una coherencia, al

menos mantiene unidas partes del libro que, en ocasiones, parecen aisladas: las

narraciones de sucesos históricos y personales, los alegatos y argum entos, las

moralejas y citas se vinculan - finalmente- a través del sujeto enunciante cuya

presencia en el Cautiverio f eliz es continua y contundente.

Debemos mencionar también que el discurso historiográfico en el Cautiverio

jeliz está infiltrado de la retórica notarial, puesto que la relación de

acontecimientos históricos es parte -como en toda la historiografía indiana- de un

argumento que se relaciona con reclamos o petitorios que deben ser expresados en

términos legales. El objetivo de Pineda y Bascuñá n es denunciar la mala

administración del Reino de Chile y declararse victima inocente de las

arbitrariedades que comete la autoridad para así revertir las injusticias y obtener

también una recompensa personal. El autor censura, por ejemplo, que los cargos y

las encomiendas -que debieran ser otorgadas co mo recompensa a los servicios

prestados- sean vendidos, razón por la cual él no ha recibido retribución a sus

senicios77. Estos reclamos, que tienen relación con problemas en la distribución

justa de recompensas y con la administ ración de recursos, son un punto central en

la obra y siempre terminan por relacionarse con la situación particular del autor:

Yo soy el menos digno entre todos, que a imitación de mis padres he

continuado esta guerra más de cuarenta años, padesido en un cautiveri o

- Pineda y Bascuñán manifiesta, refiriéndose a este problema, que "no me atreviera a decir con
lizura y a cara descubierta, como d icen, est as ma nifiestas ve rdades, si no fuesen las obras tan
patentes, y sin máscara alguna estas Yentas públicas [de ofi cios y encomiendas] no se platicasen,
que, por haber pasado algunos lances y experimentado en mi daño siertos tratos y cambios, referiré
los que he tocado con las manos, con algunas circunstancias, pues son el principal blanco al que se
encaminan estos discursos" (762) .

107
muchos trabajos, incomodidades y desdichas, qu e, au nque fui feliz y

dichoso en el tratamiento y agasajo, no por eso me escusé de andar

descalso de pie y pierna, con una manta o camisera a raís de carnes, lleno

de pulgas y otros animalejos que me daban fastidio, que, para qu ien estaba

criado en buenos pañales y en regalo, el que tenía entre ellos no lo era; y,

con todo esto, me tuviera por premiado si llegase a alcanzar a tener un pan

seguro con que poder sustentarme y remediar en algo la necesidad de mis

hijos, que, por el natural amor que he tenido de senir a su majestad -

aunque conosco la poca medra que por este camino se t iene-, los he

encaminado a los cuatro que tengo a que sin·an al rey, nuestro seño r"

(541).

Por último, además de los reclamos, petitorios y denuncias de carácter legal que

se infiltran en el discurso histórico, tenemos una abundante presencia de

descripciones etnográficas que -como habíamos señalado- co mien za a aparecer

como parte del discurso histórico. La obra se caracteriza por describir situaciones

de la \ida cotidiana de los indígenas de manera muy detallada y co n información de

primera mano, lo que constituye uno de los aspectos más sugestiYos de la ob ra.

Estas descripciones abarcan ámbitos co mo la alimentación, la organización política

y social, las ceremonias, la religión, el carácter moral e intelectual de los

aborígenes, la ,·hrienda y las costumbres.

lOS
c. Grandes hazañas, pequeñas anécdotas: historia en el Cautiverio feliz

En cuanto obra historiográfica, el Cautiverio f eliz se ve enfrentad o -como es

común en la historiografía indiana- al dilema de responder tanto a modelos

retóricos europeos como a necesidades prácticas, políticas y administrati,·as que

su rgen por primera Yez en el Nue,·o Mundo. Unos de los modos en que los

historiadores de Indias intentan hacerse cargo de estas exigencias es la redacción

de relaciones, en la que se utilizaba un estilo llano y un orden sencillo para relatar

los acontecimientos. Sin embargo, Pineda y Bascuñán se Yale de una solució n

mucho menos ortodoxa, cuyo resultado es una obra más irregular e inconsistente

que una relación, puesto que el orden cronológico solo existe en la narración del

cautl\·erio; por lo demás, no se sigue orden alguno (ni cronológico ni temático). No

estamos entonces frente a una relación, sino que a una obra incoherente o, al

menos, un poco caótica. Pero esta inconsistencia puede sistematizarse, tarea a la

cual estará abocado este apartado, en el que se Yerá que el aparente caos del

Cautiverio feliz puede representarse jalonado por dos moYimientos retóricos

opuestos, de los cuales ninguno predomina so bre el ot ro. Veremos que más allá de

las coincidencias del Cautiverio f eliz con la histo riografía europea y la indiana, esta

obra man ipula de un modo único estos modelos con el fin de poner al discurso

historiográfico a su senicio.

El primer mo,·imiento retórico es aquel que busca integrar al Reino de Chile con

su historia y sus habitantes (tanto españoles co mo aborígenes), dentro del marco

109
de la historia uniYersal. Es decir, quiere indicar que tanto los habitantes del Reino

co mo los acontecimientos que en él suceden se rigen por las mismas leyes

uni,·ersales que rigen los acontecimientos en general; quiere señalar también que la

coloni a, como parte de la Madre Patria, se gobierna por las mismas leyes y que la

relación entre el súbdito y la monarquía se mantiene inalterable en un lugar tan

remoto como Chile. Para expresar esto, Pineda y Bascuñán se ,·ale de la explicación

pro\'idencialista de los sucesos; con ella subraya que no solo el descubrimiento de

América, sino todos los episodios históri cos que en ella concurren tienen origen

di,·ino y se enmarcan en el mismo plano de la histo ria uni\'ersal, determi nada por

la ,-oluntad de Dios. También -como hemos detallado en apartados anteriores- el

autor recurre con frecuencia a ciertas Yerdades o leyes uni\'ersales inmutables en el

tiempo y en el espacio, que ejemplifica recurriendo a la historia clásica o a la Biblia,

para luego referirse a un e\'ento específico sucedido en Chile, del que ha sido testigo

directo o del que ha oído testimonios fidedignos: las mismas leyes ). las mismas

\'erdades - nos dice el autor- son igualmente ,-álidas en España que en América.

Los grandes hechos y los grandes personajes de la historia del Reino de Chile son

narrados e interpretados a la lu z de estos ,·aJores y leyes: la conquista de Chile es

entendida como la victoria de la codicia y la ambición; los gobernadores ,-irtuosos

(Martín de Mujica, Martín García Oñez de Loyola, Francisco Lazo de la Vega) son

alabados por su prudencia, generosidad y sentido de la justicia; los perniciosos

(Pedro de Valdi,·ia), por su codicia y crueldad.

El intento de integración a las leyes uni,·ersales se confirma en la presencia de

capítulos en los que Pineda y Bascuñán plantea en términos generales ideas que

han sido planteadas y ejemplificadas a lo largo del libro. Ejemplo de ello es el

110
capítulo 23 del tercer discurso, que sistematiza la opinión del autor acerca de la

guerra de Arauco, la que puede deducirse de múltiples anécdotas desperdigadas a

lo largo del libro. En este capítulo se señala que esta guerra es injusta y se dan tres

razones fundamentales para ello, apoyándose en los criterios que establece sa nt o

Tomás de Aquino78 . En el capítulo nu e\'e del cuarto discurso sintet iza, por otra

parte, los motivos por los cuales rechaza la esclaútud de los mapuches, señalando

que es ilegítimo escla\'izarlos porque la guerra no es justa y porque los indios no

son herejes79. La misma redacción de la "Suma y epílogo" es un intento que \'a en la

misma dirección que los capítulos recién señalados, es decir, establecer algunas

conclusiones, generalizaciones o ,·erdades que abarquen muchos de los casos

particulares que son relatados en el libro. Los resúmenes - tanto la "Suma y

epílogo" como los capítulos sintetizadores- demuestran un afán por des hacerse de

Jos ejemplos concretos que acosan al texto y que impiden Yer, como los árboles en

el bosque, las ideas abst ractas y generalidades. Estas son importantes porque

permiten no solo aclarar la postura de Pineda y Bascuñán acerca de discusiones

políticas candentes sino que también - y diría, más que nada- porque son el puente

qu e une aquello que sucede en el lejano Reino de Chile con la historia universal y

co n las verdades inmutables de la fe cristiana.

-H En part icula r, lo que argumenta Pineda y Bascuñán es que la guerra de Ara uco no cuenta con los
t res req uis itos que Santo Tomás de Aquino establece para que la guerra sea justa . Es tos req uisitos
son: 1. La guerra debe hace rse por manda to del príncipe; nad ie más tiene la autoridad de declararla.
2. La causa d ebe ser justa, como en el caso de una cul pa que debe ser castigada o a u na injuria que
d ebe ser ,·engada. 3. La intención debe ser recta y bie n encami nada, es decir, con el fin d e obtener
un bien . Esto no se aplica al caso de Chile, porque el motor de la guerra -según Pineda y Bascu ñán-
es la cod icia y la ambición.
-e¡ El a utor j ustifica esta última afirm ación se ñala ndo que el he reje es aquél que - tenie ndo verdade ro
conocimie nto de la religión católica- blas fema o se opone a su doctrina; los mapuche no so n he rejes
puesto que nunca ha n tenido verdadero conocimie nto de Dios (697).

111
Sin embargo, la urgencia de los casos particulares parece ser insoslayable. Por

más que el autor haya intentado concentrar sus ideas políticas y exponer sus

principales demandas en su "Suma y epílogo", el relato del cautiYerio, así como

numerosas anécdotas, \Uelven a reaparecer en el documento en una cantidad

mayor a la que parece ser recomendable como ejemplos que simplemente le den

más fuerza a su argumento. Efecth·amente, encontramos que en el Ca utiverio feliz,

el intento por incorporar a Chile a la historia uni,·ersal y de someter la Yida

particular de estas tierras a las leyes uniYersales se encuentra entorpecido por la

irrupción de lo cotidiano.

El relato de las grandes hazañas históricas es interrumpido constantemente por

pequeñas anécdotas que ilustran có mo las leyes generales o los gra ndes

acontecimientos tienen una correspondencia con situaciones cotidianas ~·

anónimas. Por todas partes aparece la pequeña historia, es decir, aquellos eventos

que no tienen trascendencia históri ca pero que indican cómo los grandes

acontecimientos - movidos por las leyes generales del acaecer- tienen una

consecuencia particular. Pineda y Bascuñán relata con bastante detalle algunos

sucesos de los que ha sido testigo o protagonista, y que ilustran las ideas políti cas

que desea plantear. En el capítulo 23 del cuarto discurso narra, por ejemplo, un

complicado incidente acerca de cómo le fu e cobrado injustamente un dinero po r

haber sido aval de un hombre que le vendió trigo al ejército; en el capítulo cuarto

del quinto discurso, ejemplifica la piedad del gobernador Martín de Mujica con un

relato que demuestra su subordinación a la autoridad del obispo. También narra

situaciones relacionadas con la \ida diaria y los problemas prácticos a los que se

112
enfrentan los soldados: el hambre, el frío, la carencia de pertrechosso; asimismo,

las descripciones etnográficas cumplen la función de enumerar, de contar la

diferencia. En ellas no se resume ni se generaliza, puesto que su objetivo es

precisamente evidenciar aquello que hace la vida de los mapuches algo particular,

único y diferente de las demás formas de \ida humana.

La historia adquiere por tanto otro tono, más sencillo, lejos del estilo ele\·ado y

serio que requiere la narración de los grandes hechos y las grandes verdades. En

ocasiones, incluso despunta algo de humor en los relatos, como cuando el autor

describe el efecto que tiene sobre el viajero cansado la costumbre mapuche de

recibirlo co n una larga fiesta: "que es una de las más perversas costumbres que se

puede imaginar; porque al llegar un pasajero a la jornada mojado, molido y hecho

pedazos de caminar a pie t odo un día por pantanos, quebradas y riscos, muerto de

hambre y sin aliento, darle luego por descanso no dormir, y estarse parados,

bailando y quebrándose las cabesas con gritos y \·oces desmedidas: no sé qu e pueda

haber peor entretenimiento ni costumbre más mal usada" (348). La descripción de

la noche que el cautivo debió pasar escondido en un gallinero por temor a que un

grupo de mapuches lo matara en medio de una borrachera está también lejos del

tono elevado que se requiere para co ntar las peripecias de un héroe; el autor relata

que tm·o que permanecer "en aquel gallinero adonde, por una parte, el agua, el

so En la siguiente cita puede verse un ejemplo de la mención de detalles de la \ida cotidiana de los
soldados, quienes deben soportar grandes necesidades: "desta suerte los entran en un tercio, a la
entrada de un invierno riguroso, adonde con los fríos, yelos y aguas continuas peresen muchos, y los
que quedan vivos, cuántas desdichas padesen, cuántos trabajos y miserias tolera n, unas ,·eces
marchando a pie, desnudos, cuatro y sinco leguas, y en algunas ocaciones, como testigo de vista,
sustentándose con sogas de cuero de vaca y algunas andargas ,·iejas de lo propio, tostadas en el
fuego" (741).

1 13
\iento y frío me molestaban, y por otra, el estiércol de las [g]allinas qu e sobre mi

cabesa muy de ordinario caía" (351).

El discurso histórico en el Cau tiverio feliz se encuentra tensionado entre la

necesidad de incluir estos hechos dentro de la historia uniYersal y la de afirmar la

particularidad y la diferencia de su tierra y de sus habitantes. En otras palabras,

ha)· una búsqueda de afirmar una identidad que -sin desligarse de la cultura

hispana- Yalore también de una man era positiYa la pertenencia a la colonia. La

siguiente obserYación de González Eche\'arría con respecto a Berna} Díaz del

Castillo puede darnos una idea de cuáles son las dificultades a las que se enfrenta el

historiador de Indias :

Berna! quiere hacer \'aler, por todos los medios, la ,·eracidad de su texto~­

conferirle el mayor poder de persuasión posible. Pero se le interponen

obstáculos más difíciles qu e los que había hallado en su camino, medio

siglo antes, por las amplias calzadas de Tenochtitlán. Por un lado, la

enormidad misma de la conquista, que la eleYa al plano de la Historia,

reclama un estilo noble, alto, propio de una habilidad retórica que Berna!

no posee; por otro, tanto su condición de testigo presencial co mo las

necesidades legales y económ icas que le impelen a escribir, exigen un

estilo llano, más propio de la carta o de las fórmulas más corrientes de la

retórica notarial. No se podía narrar la toma de un reino en el lenguaje de

los leguleyos y burócratas, como tampoco en el tosco estilo de la epístola

de un soldado; ni la ,·ida cotidiana de un mero soldado con el Yuelo

retórico reserYado para las grandes hazañas de señores y príncipes

("Humanismo" n ).

114
Si bien Pineda y Bascuñán se Ye enfrentado a las mismas dificultades, lo que

propongo aquí es que, en el caso del Cautiverio fel iz, la necesidad de recurrir a

hechos de la vida cotidiana Ya más allá de las necesidades legales y económicas que

propone González EcheYarría, o más bien, que las disputas legales y económicas a

las que se enfrenta el historiador de Indias están \Ínculadas con la manera en que

el Imperio se relaciona con las colonias y con la configuración de una ideología que

justifique esta relación. Si juzgáramos la obra de Pineda y Bascuñán por la forma

en que plantea sus ideas políticas o sus demandas personales, la sentencia podría

ser condenatoria: su incapacidad para pla ntear las denuncias y demandas de

manera sistemática, clara y precisa (incluso en la "Suma y Epílogo") lo descubre

como un texto ineficaz, por lo menos desde el punto de vista perlocutivo y en lo que

se refiere a sus objetivos legales y políticos. El libro no debe ser juzgado entonces

en relación con el cumplimiento o incumpli miento de estos objetivos, sino por

cómo logra explicitar, a traYés de sus grietas y costuras, los problemas a los que

debe hacer frente el historiador de Indias y en especial, el escritor criollo.

A pesar de los intentos del autor por ordenar su material y sus ideas, la fuerza

de algunos hechos concretos, la importancia que tiene para él afirm ar sus propias

,.¡,·encias - por insignificantes que sea n- y la necesidad de describ ir lo particular y

lo concreto, hacen que la historia de los grandes acontecimientos se pierda entre

los pequeños detalles. Estos tien en una importancia mayor a la que se recom ienda

como si mples acompañantes de la gran historia, o como elementos que tienen el

objetiYo de amenizar el relato. Pineda y Bascuñán no está dispuesto a que las

experiencias particulares se pierdan entre los grandes lineamientos; todo lo

co ntrario, subraya la importancia de los pequeños acontecimientos que manifiestan

11 5
la particularidad de lo americano, al tiempo intenta mantener la co nexión con el

mundo hispano. La obra del criollo vacila desde un punto a ot ro , sin decidirse por

ninguno. De ahí que - desde el punto de vista del discurso histórico (no desde luego

si tomamos en cuenta solo el relato del cautiverio) - se presente como un t exto

inacabado, una obra que puede oscilar eternamente entre la afirmación de las

grandes verdades y la ejemplificación de estas en un ámbito concreto81 • Es un a obra

histórica que no conc1uye, que no tiene progresión temática ni argum ental y que

funciona solo por acu mulación: repite una y otra vez las mismas ideas - la censura a

la adulación, a la codicia, a la injusticia; la injusticia de la guerra y de la esc1avitud ;

la necesidad de un ejército bien pagado para terminar con la guerra-, ilustradas

por otros tantos ejemplos y anécdotas que podrían extenderse hasta el infinito.

s, Es ta oscilación entre una tendencia hacia la generalización e integración y otra hacia la


ind iú duación puede e ntenderse también en los términos que utiliza Hayden White (1998) para
diferencia r distintos tipos de explicación por a rgum entación en ob ras históricas. El historiador
explica los h echos del relato por medio de una argu mentación, que puede resul tar en una
expl icación formist a, cuando "apunta a la identificación de la caracte rísticas exclusivas de objetos
que ha bitan el campo histórico" (White, Metahistoria 24). Para el historiador form ist a, '·la ta rea de
explicación his tórica consiste en d is ipar las a prehensiones de esas similitudes q ue parecen co munes
en todos los objetos del campo. Una vez que el historiador ha establecido la unicid ad de los objetos
particula res en el cam po o la variedad de los tipos de fenómenos que el campo presenta, ha dado
una explicación formista del campo en cuanto tal'' (White, Me tahisto ria 25). Otro ti po de
explicació n que pued e resultar es la organicista, en la que se intenta '·describ ir los pa 1ticula res
discernid os en el campo histórico como componentes de p rocesos sintéticos", por lo que hay un
.. compromiso metafísico con el parad igma de la relación macrocosmo-microcosmo" (White,
M etahistoria 2 6). El historiador organicista w las entidades in dividuales co mo part es de una
totalidad mayo r, y en el caso de tener u na orientació n mística o teológica, ent iende los procesos
indi,·iduales como manifestaciones del propósito divino. Aunque White se ocupe de la histo riografía
europea del siglo XIX, su sistema de clasificaciones puede utilizarse tambié n para analizar obras
anteriores. En el caso del Cautiverio fe liz, podemos ver que los esfuerzos ele individuación y de
generalización de los obj etos del campo histórico corresponden ap roximad amente a la explicación
fo rmista y organicista de White, respectivamente. Es de inte rés destaca r que White relaciona estas
explicaciones a cie1tas implicaciones ideológicas , entre las que ha~· afi nidades electivas (es decir, no
son necesarias). Es así como la explicación formista se asocia a una implicación ideológica
anarquista y la explicación organicis ta a una impl icación consetYadora. Esto coincid e con la
posición ideológica ambigua del criollo que hemos estado destaca ndo, puesto que se trata d e un
sujeto que está entre el deseo de ma nte ner las estructuras sociales (consen ·ador) y el de cambia rlas,
creyendo en la posibilidad de realizar la utopía -como aquella que se instaura dura nte su cautiverio
feliz- en cualquie r momen to (anarquista).

11 6
Una última observación podría ser de utilidad para reafirm ar lo planteado. La

oposición entre la historia de los grandes acontecimientos y la historia de lo

particular y cotidiano se elabora de un modo interesante si tomamos en cuenta

quién es el narrador de cada uno de los eventos. Los acontecimientos t rascendentes

para la historia colonial del Reino de Chile que se abordan en el Cautive rio f eliz son

fund amentalmente tres: la muerte de Pedro de Valdi\ia (Disc. 3, cap. 19), la del

gobernador Martín García Oñez de Loyola (Disc. 4, cap. 15) y la matanza de los

padres jesuitas en Elicura (Disc. 2, caps. 10-12). Estos hechos constituyen piedras

angulares en la historia del reino porque marcan cambios importantes en el

proceso de la conquista española (el co mienzo de grandes alzamientos indígenas, el

término de la guerra defensiva). Así, es de suma import ancia que estos tres

importantísimos acontecimientos sean relatados en el Ca utiverio f eliz por tres

caciques: la muerte de Pedro de Valdivia es narrada por Naucopillán, la de Oñez de

Loyola por el cacique Quilalebo y la de los padres jesuitas, por el cacique

Ancanamón. Estos caciques narran los hechos con la autoridad que les ot orga el

haber sido t estigos, pero también debido a que el narrador los presenta como

sujetos dignos de fe y confianza. Por otra parte, Pineda y Bascuñán relata como

testigo hechos que no tienen consecuencia histórica alguna, sino que sirven para

ilustrar alguna idea: se trata de pequeñas disputas, acciones anónimas que

demuestran vicio o virtud, sucesos comunes y corrientes. De esta manera, el autor

inYierte el rol de los narradores: los mapuches no narran solo su propia hist oria

cent rada en sus mitos y costumbres; ni el historiador hispano relata los

acontecimientos de gran relevancia histórica para la conquista española. Sucede

todo lo contrario: los mapuches narran aquellos capítulos clm·es para el desarro11o

J 17
de la conquista, mientras que los acontecimientos narrados por Pineda y Bascuñán

dan a conocer lo que podría llamarse el re,·és de la conquista, es decir, la historia de

los trabajos que deben sufrir los soldados día a día y que no son registrados por los

historiadores. A través de su incl usión como narradores de los grandes hechos

históricos, los mapuches son integrados en el Cautiverio fe liz como voces

autorizadas a participar de la construcción de la gran historia, mi entras que el

historiador hispano intenta la valoración de los pequeños acontecimientos

singulares, de la particularidad de lo americano que él conoce a través de su

experiencia, por pequeña que esta sea.

La dificultad que tiene Pineda y Bascuñán en subordinar uno de estos dos

intereses (la inclusión de la historia del Reino de Chile a la historia universal y al

plan di,ino; la necesidad de rescatar sus particularidades) a otro es parte de lo que

denomino el discurso criollo. En otras palabras, postulo que la ambigüedad

ideológica en la que se encuentra el autor al demostrar su lealtad a la Corona, al

tiempo que rechaza las asociaciones negativas con respecto a lo americano, tiene

una repercusión a nivel retórico. La incapacidad de Pineda y Bascuñán de

configurar un relato histórico coherente tiene relación entonces con qu e las

descripciones etnográficas82 y las pequeñas anécdotas históricas no están al

servicio de la justificación de la conquista, lo que podría dirigir las distintas partes

del texto hacia ese objetivo común; tod o lo contrario, su objetivo es más bien

,·aJ orar la experiencia de aquel que nació y \Í\ÍÓ en América, de aquel cuyo destino

está ligado a esa tierra que describe como generosa y benévola.

R2 Pos tulo que en el Cautiverio feliz las descripciones etnográficas no están al seiYicio del poder
colonial, es decir, no buscan ofrecer al conquistado r información acerca de los pueblos abo rígenes
para lle,·ar a cabo de manera más eficiente su co nquista o ext erminación. Sin emba rgo, admito que
pueden servir a sus propósitos de manera no deliberada por el autor.

11 8
3· La apropiación del discurso hagiográfico

a. Espiritualidad barroca y hagiografía contrarreformista: historias de


santos en el Cautiverio feliz

En los apartados anteriores se ha analizado el modo en algunos rasgos del relato

historiográfico son incorporados al Cautiverio feliz y cómo Pineda y Bascuñán

expresa, a través de la apropiación de una forma discursiYa, la disyuntiva ideológica

que debe enfrentar el intelectual criollo. A continuación veremos cómo se

desarrolla este problema en relación con otro género discu rsivo que se encuentra

imbricado en el relato: la hagiografía. La presencia de digresiones morales,

discusiones teológicas y enseñanzas espirituales ha sido notado ya por gran parte

de la crítica (Goic: 1992); de un modo más específico, Carmen de Mora se ha

referido al uso de la hagiografía para describir al propio Pineda y Bascuñán:

Las vicisitudes que atraviesa Núñez de Pineda en su carrera militar al

caer prisionero en manos de los indios, la forma casi milagrosa en que

salva su vida, su labor evangeli zadora entre los indios, la forta leza y el

temple demostrado ante las tentaciones más irresistibles, el cariño que

despierta en todos aquellos que lo tratan, incluso entre sus enemigos, su

honrlarl y respeto hacia los dem ás, recue rda n esas recopilacio n es de

historias y t estimonios sobre la \ida y las acciones de los santos que

aparecen desde los primeros siglos del cristianismo (Escritu ra e

identidad criollas 267).

119
Como señala de Mora, la presencia de la hagiografía como modelo retórico del

Cautiverio f eliz es notoria, y se inscribe dentro del espíritu de la Contrarreforma y

de la espiritualidad barroca. Antes de comenzar a analizar con mayor detalle la

relación entre este modelo discursivo y el Cautiverio f eliz, es preciso dar cuenta de

algunas coordenadas con respecto a las características de este género discursi\·o

durante el siglo XVII.

Después del Concilio de Trento, la composición y difusión de hagiografías

tu\'o como objetivo impugnar las ideas de los historiadores reformistas, de modo

que estu\'O al senicio de los principios e ideales contrarreformistas y defendió la

legitimidad de la Iglesia romana, su culto y sus dogmas (Sánchez Lora 373-378). La

función de espejo que cumple la hagiografía es especialmente ventajosa para este

propósito, puesto que impone un modelo concreto de \ida a seguir. Sin embargo, al

mismo tiempo que la iglesia fomentó el ritualismo y la \·eneración de imágenes y

reliquias, ejerció también un férreo control sobre las manifestaciones populares del

culto, entre las cuales se encontraban el relato de \idas de santos y ,·enerables

(Rubial García 35-38)83. Es así como la Iglesia buscó, por un lado, aprovecharse de

la pop ularidad del género para difundir sus ideas y por otro, intentó controlar su,

en ocasiones, inapropiada fecundid ad.

Por otra parte, es importante señalar que la hagiografía también tiene puntos de

encuentro con otros discursos, puesto que co nú,·en en el mismo espacio cultural.

En primer lugar, comparte con el discurso histórico el precepto horaciano del

delectare et docere, y apunta también - al igual que la historiografía- a señalar que

H:¡Es te control se ejerció a través de reglamentos como el decreto del Papa Urbano VIII , que en 1625
prohib ió imprimir libros que contuvieran sugere ncias de santidad, milagros o re,·elaciones, sin que
tll\iera n la apro bación explícita de la Iglesia a través de la sagrada Congregación de Ritos (Rubial
García 37-38).

120
los acontecimientos (ya sean de carácter público o privado) están regidos por la

\'Oluntad divina. En palabras de Rubial García, "el discurso hagiográfico, lo mismo

que la crónica histórica, influidos por la predicación y por los recursos retóricos,

tenían como finalidad básica la persuasión. Los acontecimientos no eran relevantes

si no se les convertía en narración, es decir, en discurso interpretado a la luz de la

historia de la salvación y dirigido a enseñar y promO\·er acciones virtuosas" (76). La

hagiografía, aunque se centra particularmente en la vida de un santo, comparte con

la historiografía sus objetivos más generales, ser "maestra de vida" y presentar la

lucha del bien contra el mal.

En segundo lugar, es posible establecer algunos procedimientos que la

hagiografía comparte con la novela, puesto que en ambos existe una forma de

narrar barroca que, siguiendo los planteamientos de Helmut Hatzfeld, estaría

compuesta por tres elementos importantes: la orientación moral-religiosa, la

capacidad impresionista de e\·ocación y la tendencia expresi,·a de grandiosidad. La

cercanía de la novela con la hagiografía permite a Sánchez Lora hablar de "nO\·ela

de santos" para referirse a la última y destacar sus procedimientos novelísticos : la

utilización de diversos puntos de vista, la teatralidad, el uso de mon ólogos, la

penetración en la intimidad del santo84. También era muy frecuente que la

hagiografía utilizara elementos del género demostrativo, puesto que su objetivo era

mO\·er al auditorio hacia la realización de ciertas acciones:

R.¡ Rubial García e numera de forma más detallada los eleme ntos que comparten ambos géneros: "La
hagiografía tomó de la novela Jos s iguientes elementos: di,isión de la obra en lib ros; protagonismo
del biografiado; progresión en el tiempo y en el espacio; cambios marcados por los tonos de fo rtu na
:v las 'icisitudes, lo que le da a la narración suspe nso y un tono de aventura ; convenciones físicas
(belleza igual bondad) y familiares (linaje ilustre, familia piadosa, niñez ejemplar), y sentido de la
fama y la permanencia en la memoria de los hombres'' (3 1).

121
Como en el neJO continente, la hagiografía novohispana también se

estructuró a partir de la retórica e hizo uso de los múltiples recursos del

género demostratiYo: la alabanza de las \irtudes, el \ituperio de los \icios,

la amplificación, el exemplum, la cita de autoridades, la digresión, etcétera

. . . El recurso de citar a los antiguos o a la Biblia vinculaba al texto con un

pensa miento de validez universal y lo estructuraba a partir de la verdad

revelada o de la razón natural de los antiguos" (Rubial García 74-75).

Sánchez Lora subraya que la constante irrupción en la narració n de refl exiones

moralizantes en tono de sermón y de glosas que subrayan el ca rácter ejemplar de

las acciones del santo se asocia generalmente al ámbito de la literatura piadosa,

pero que son igualmente frecuentes en la no,·ela, aunque muchas \'eces est a es

criticada por enoss. Estos mismos procedimi entos son parte también de la retóri ca

del se rmón, a través del cual muchas ,·eces se daban a conocer las \idas de santos.

Los sermones se pliegan a una ret órica ba rroca durante la Contrarreforma, en la

que se supera el método escolástico y se introduce la noción de artificio para mO\·er

al auditorio a ciertas conductas. Se apela a la irracionalidad, se recurre a ejemplos,

historias y fábulas que impacten al auditorio para lograr el objetivo de persuadi r.

La hagiografía está relacionada de este modo muy estrecho con la difusión oral de

la \i da de santos en las liturgias, serm ones y confesiones, por lo que conse rva

muchas de sus características aun en su ,·ersión escritas6. En el Ca utiverio feliz

R:; La presencia de d igresiones en la no,·ela es ejemplificada por Sánchez Lora con el Guzmán de
Aljarache, que es criticada por su falta de unidad debido a que la narración se interru mpe
frecuentemente. La m isma crítica que se le hace también al Cautiverio feliz puede leerse a la luz de
estos datos como una inca pacidad de reconocer la presencia de un ti po de retórica con la que s í
estaban fa miliarizados los lectores del s iglo XVII.
86 Ignacio Osorio Romero (1983) destaca que en el ca mpo de la retó rica en la NueYa España, el

género más cultivado fue sin duda alguna el de la retórica sagrada.

122
podemos leer las huellas de esta transposición en la insistencia sobre algunos

argumentos, en la continua reafirm ación de \irtudes cristianas, en la di\·ersidad de

ejemplos e historias que se utilizan para ilust rarlas y naturalmente, en la presencia

de digresiones morali zantes.

La hagiografía se estructura a partir de una seri e de hitos que marcan la \ida

del santo (Sánchez Lora 407-447), muchos de los cuales se encuentran en los

personajes del Cautiverio f eliz. Estos hitos co mienzan con signos precoces de

santidad en el nacimiento y niñez del sa nto, e incluso antes de su nacimiento, a

traYés de visiones premonitorias. Luego sigue una \ida en la que el santo debe

libera rse de las pasiones y malas inclinaciones, y en las que debe soportar el

sufrimiento físico y moral. En el Cautiverio f eliz podemos obserYar algunos de

estos elementos recién mencionados: como habíamos mencionado con respecto al

relato de cautiverio, el cautiYerio mismo es interpretado -en algunos pasajes-

co mo un lugar de sufrimiento y como una prueba impuesta por Dios. Pineda y

Bascuñán compara los tormentos que debe sobrelle\·ar durante su ca uti\·erio con la

pasión de Cristo:

Verdaderamente es gran consuelo y alegría para el que tiene \WO

conocimiento de la pación y torm entos que padeció nuestro Redemptor sin

causa alguna más que la atención sola de nuestra salud y vida, el padecer

tribulaciones y trabajos; pues, hasta haberlos experimentado po r Cristo,

Señor Nuestro, no se puede llamar ninguno imitador suyo ni \·erdadero

cristiano .. Quién más pudo decir estas razones que ~·o, cuando me \i

oprimido, sujeto y postrado a los pies de una \·oluntad bárbara y si n

estabilidad en sus acciones (300).

123
La comparación con J esucristo se corrobora en la imagen que se describe más

adelante, en la que el cautivo lleva al hombro, a)udado por un grupo de mapuches,

una pesada cruz de madera (disc.2, cap. 23); del mismo modo, las humillacio nes y

el mal trato recibido por parte de los españoles pueden ser interpretados a la luz de

la historia sacra.

Otro hito importante en la vida del santo es la lucha contra el demonio,

enfrentamiento de potencias celestiales y demoníacas. Este hito es cumplido por el

cautivo principalmente al superar las tentaciones carnales que le impone el

demonio durante su ca utiverio. Pineda y Bascuñán hace gala de su entereza moral y

de su castidad al rechazar las muj eres que los caciques le ofrecen en repetidas

ocaswnes:

Doy infinitas gracias al Señor; que, habiendo asistido en compañía de

lasciva gente y en festejos deshonestos y to rpes solicitado de los propios

casiques, agasajado de las mujeres, y aun incitado algunas veces, podré

asegurar con bien -no qui ero decir que me faltasen, como a mu chacho,

diversos pensamientos malos y interiores tentaciones, que el más justo no

está libre de ellas- que todo el tiempo que asistí cautivo entre estos

naturales no falté a mi obligación de cristiano, procurando parecerlo

también en mis acciones, sin que de ellas pudiesen echar mano para

calumniar nuestra religión cristiana (590 ).

En la \ida del santo también es necesaria la catarsis y la penitencia, la

co nstante oración y la manifestación más directa del favor divino: los milagros. En

el caso de Pineda y Bascuñán, los milagros demuestran que goza de la protección

di\ina: el hecho de salvarse de una cruel muerte a manos de los mapuches cuando

124
es cautivado se insi núa como resultado de una inter.-ención divina. Lientur, quien

le salva la \ida con su opmtuna inten·e nción, le parece un "ángel de la Providencia

di,ina, despachado para ayuda y socorro de tan terrible trance y peligroso

conflicto" (272-273). Pero el milagro más importante se produce cuando el cautiYO

está obligado a encontrar una hierba medicinal para salvar a una mujer enferma. A

pesar de carecer de los conocimientos necesarios, Pineda y Bascuñán se había

ofrecido a sanar a la mujer; al no saber qué hi erba necesitaba, pide ayuda a Dios y a

la Virgen, quienes finalmente lo guían hacia el lugar indicado:

Levanté los ojos al Cielo con aquel Yerso deleitable, suave y amoroso de

Monstra te esse matrem, que en otra ocación fue mi mayor refugio ~·

amparo; y, habiendo puesto la mira en aquél despojado árbol, que el

rigor del invierno le tenía desnudo de sus verdes ropas, que más parecía

estar de t odo punto infructífero y seco que con esperanzas de ,·oh·er a

,·erse matisado de ellas, descubrí por entre sus cortesas y secas ramas

unas tan verdes y empin adas yerbas que, al punto las di\isé, me causaron

gran consuelo y alegría, habiendo considerado que yerba que en un árbol

tan seco, malisiento y deshojado se consen·aba fresca, ,·erde y sin la

suj eción al tiempo que otras plantas, me pareció sin duda que sería de

conosida virtud para mi intento (586-87).

La planta tiene un efecto milagroso sobre la enferma, quien se cura de inmediato y

deja al cautivo con fama de excelente curandero, lo que ele,·a su reputación entre

los mapuches.

Hemos reconocido las características del santo con respecto al protagonista; no

obstante, es importante notar que no es solo él quien ostenta la traza del santo, sino

125
que también muchos de los mapuches que lo rodean. Maulicán es, por ejemplo, un

modelo a seguir en cuanto a su piedad, que se compara con la de Cristo: "Quién no

se mara\"ill a de la piedad de este bárbaro, que pudiera a\'e rgonsa rnos, dejando

at rás nuestras acciones y enseñarn os a imitar a nuestro Redemptor" (3 03). La

afinidad entre los romances que dedica el ca uti\'o a Maulicán al comienzo del libro

y el que compone hacia el fin al para agradecerle a Dios su liberación, dan cuenta

también de una similitud importante entre ambas figuras87. Mientras el cautiYo le

agradece al mapuche diciéndole "cauti,·o y preso me tienes/ por tu esfuerzo, no es

dudable, / mas con tu piadoso celo/ más ,·eses me aprisionast e" (3 01- 2), apela a

Dios utilizando la misma metáfora: "Vos, Señor, sois mi refugio,/ Vos sois todo mi

co nsuelo,/ Vos de mi gusto la cárcel,/ Vos mi felís cauptiYeri o" (884-85). El

cautiYerio es feliz cu ando se depende de un amo justo y \Írtuoso como Mauli cán,

pero también cuando se es cautiYo del amor de Cri st o. Ambas fi guras son

paradigma, ya sea en el ámbito terrenal o espiritual, de prisiones que otorga n un

bien al cauti,·o: Maulicá n es la realización concreta -aunque por cierto más

limitada e imperfect a- de ese cautiYerio ,·irtuoso que es el amor de Dios.

Est a relación entre los rasgos que la hagiog rafía t rad icionalmente otorga al

sa nto y la figura de Maulicán pueden parecer muy sutiles, pero el caso de Ignacio,

un ni ño mapuche que es bautizado por el cauti\'o, deja de manifiest o que los

mapuches no están exentos de las cualidades del santo. Vemos cómo se manifiesta

lo señalado. La comprensión de la muerte como paideia, es decir, la muerte como

educadora y canalizadora de la con\'icción de que la fe puede lle\'ar a la \i da eterna

es, según Sánchez Lora, característica de la hagiografía. La muerte del santo como

s- Cedomil Goic lla ma la atención sobre este punto en s u estud io prel iminar a la ed ición crítica del
Cautiverio feliz, ·'Mezclando la pluma con la espada: poesía y retórica del Cautiverio jeliz".

12ó
paideia tiene varias fases hasta llegar a la conclusión final: primero, se muestra la

ineludible muerte a la que tiene que enfrentarse el hombre; luego, la esperanza de

la \·ida eterna; en seguida se revela -a tra\·és de la belleza física del cuerpo del

santo- la be11eza de la muerte cuando se ha lle\·ado una \ida santa, y finalm ente, la

realización de milagros post mortem que tienen como efecto la aclamación popular

del sa nto. El caso del niño Ignacio cumple con la mayor parte de los elementos de

la muerte como paideia. Ignacio se destaca por la facilidad y gusto con que aprende

las oraciones y los dogmas de la Iglesia católica, y tras su bautizo adquiere

facciones angelicales: "Cada vez que le miraba parecía otro en sus facciones, que las

tenía más hermosas y agraciadas, que con el agua del baptismo est aba

res plandesiente como un cristal puro y limpio" (477). Cuando muere, est a belleza

se extrema y su cuerpo mantiene milagrosamente su movilidad sin sufrir los efectos

del rigo r mortis: "demás de haberse puesto más hermoso y más blanco de lo que

era, que causaba mil gustos a sus padres ~- a los demás circunstantes que le asistían,

desían con admiración que estaba el cuerpo tan tratable y amoroso, que se dejaba

dobl egar a cualquiera parte que querían mO\·erle" (495). La muerte del niño sigue

rigurosamente el modelo de la muerte del santo presente en la hagiografía: no es

entonces sólo la vida del protagonista qu e sigue su pauta, sino que tambi én la de

otros personajes mapuches.

127
b. Hagiografía y conciencia criolla

Hemos subrayado los elementos que reconocemos en el Cautiverio feliz y que

siguen el modelo de la hagiografía en cuanto a los hitos por los que pasa el santo a

lo largo de su vida y también en relación con algunos de sus aspectos formales y

estiHsticos. A continuación averiguaremos el rol que cumplen los relatos

hagiográficos en la pugna de los criollos por defender sus derechos y afirmar su

identidad.

Uno de los argumentos frecuentes que esgrimían los españoles peninsulares

para defender sus prerrogativas era la calidad de la tierra española - y por tanto, la

calidad de los que en ella habían nacido. Es así como surgía la idea de que "la

Europa católica tenía la preeminencia en la santidad" por lo que "la mayor parte de

los misioneros novohispanos propuestos a la Yeneración eran españoles" (Rubial

García 61). Los criollos objetaban estas ideas defendiendo la noción de que el

Nue,·o Mundo era el Paraíso terrenal, un lugar especialmente bendecido por la

mano de Dios y por lo tanto, susceptible a recibir por parte de Él iguales o más

bendiciones que otras partes del orbess. Debido a su pri\ilegiada educación y a su

88 La importancia d e esta polémica puede rastrearse en la obra del j ur is ta Jua n d e Solórza no ~­


Pere ira, quien concilia en s u PolíO:ca Indiana am bas postu ras indicando -con respecto a la idea de
que América es el paraíso terrenal- que "no se pueda afirma r sin teme ridad por las ,·arias opiniones,
que hay sobre el luga r dond e es, ó fue el Pa raíso, el cual parece que Dios ha querido encubrir, ~·
reserYar para si, todavía no se puede negar que considerada la templan za, y casi per petua PrimaYe ra
de las mas de estas Provincias, merezcan, s ino el nombre de Paraíso, el de Huerto de deleite ó las
alab anzas del Tempe, Campos Elíseos, Islas Atlá ntidas ó F011unadas, que con m enos causa fue ron
tan estimadas, y celebradas de los Antiguos, porque ni en ellas ofende con s u frio el Im·ierno, ni
abrasa con su calor el Verano en tanto grado que con casas de caña emba rrada por fue ra se rec hazan
en muchas pmies las injuúas del tiem po, y apenas hay necesidad de mudar vestido. De s ue rte que,
si los que han llegado á habitarlas, echaran de sí los grillos de la codicia , y otros desordenados

128
autoridad moral, los clérigos nacidos en Indias fueron un elemento importa nte en

la defensa de los criollos y se esforzaron por difundi r sus ideas. Los puntos más

releYantes en este proceso fue ron la apropiación del espacio americano y del

pasado indígena, es decir, proclamar las bondades de la patria y demostrar la

interYención divina en la historia prehispánica de los pueblos indígenas, signo del

fa,·or de Dios hacia el Nue\'o Mundo. Rubial García señala que para el clero criollo

el rescate y desdemonización del pasado mexica era algo supeditado a

un interés mayor: comprobar que Dios había obrado en estas

regiones tales prodigios y mara\illas, incluso desde los tiempos

prehispánicos, que b ien podía considerárselas como una parcela del

paraíso. La existencia de portentos y milagros hacía a la NueYa

España un territorio equiparable al de la Yieja Europa, y la com ·ertía

en un pueblo elegido. Por tanto, mostrar la presencia de lo di,ino en

su tierra fue para el noYohispano uno de los puntos centrales de s u

orgullo y de su segurid ad (63) .

En este contexto puede comprenderse el alcance de destacar a figuras criollas como

santos y de lograr la canonización de alguna de ellas, cosa que, a pesar de los

esfuerzos políticos, era una emp resa difícil que pudo lle,·arse a cabo en un número

muy reducido de ocasiones. Además, por principio quedaban excluidos de los

procesos de canonización y beatificación los mestizos o negros, ya que los santos

debían proceder principalmente de grupos de blancos y con preferencia de estratos

deseos. con que suelen em barcarse, y gozando de la libertad ingenua quis ieran mas ser seño res que
eñoreados de las riquezas, pasarán e n ellas alegres d ichosamente la \ida" (Libro 1, cap 4, pág. u ) .

129
eclesiásticos. De hecho, durante el s. XVII solo fue beatificado el criollo fray Felipe

de Jesús y en 1671, canonizada Santa Rosa de Lima.

La trascendencia de la beatificación de santos locales radicaba también en que

eran origen de una identidad social que otorgaba carácter y sentido a una

comunidad en relación con un espacio. Sin embargo, los criollos no podían hacer

nada por acelerar los procesos de canonización; lo único que estaba en sus manos

era la difusión de la veneración de figuras locales, aun cuando no estuviesen

formalmente canonizadas. Es así como la literatura hagiográfica tuvo un

importante desarrollo, difundiendo las acciones y prodigios de venerables criollos

no solo a través de relaciones escritas sino que también en forma oral en sermones

y lecturas públicas.

c. Evangelización del indio, beatificación del territorio

Puede concluirse de lo expuesto en los puntos anteriores que la traza del santo

que se encuentra presente en varios personajes del Cautiverio feliz responde a la

necesidad del escritor criollo de defender la bondad del suelo americano y de sus

habitantes. Si bien ninguno de los personajes es un santo canonizado por la Iglesia

y ni siquiera se insinúa aquello como posibilidad, su cercanía a ese mod elo los

propone como figuras que demuestran las bendiciones que ha recibido América y la

calidad espiritual de sus habitantes. Esta afirmación -bastante general- es

susceptible de ser replanteada señalando las estrategias mediante las cuales Pineda

y Bascuñán intenta fundar la identidad criolla utilizando el relato hagiográfico.

130
La función que cumple el relato hagiográfico en el Cautiverio feliz no responde

a la asignada por el Concilio de Trento, es decir, a la afi rmación de los dogmas ~­

prácticas de la Iglesia romana. Muy por el contrario - al igual que en el caso de la

historiografía- la hagiografía se utili za ya sea para lograr objeth·os personales, para

defender los derechos de los criollos en general o para refundar las relaciones entre

la metrópoli y la colonia. La presentación del protagonista como un santo contrasta

con la descripción que se hace de la mayoría de los españoles, quienes so n tildados

de codiciosos, corruptos, desinteresados del bien público y carentes de \i rtudes

cristianas. Pineda y Bascuñán se distingue de sus co mpatriotas por su entereza, sus

,·irtudes y sus sacrificios, lo que finalm ente se suma como argumento a las razones

por las cuales debe ser recompensado por sus senicios. La penetración en la

intimidad de Pineda y Bascuñán es una herramienta proporcio nada por el relato

hagiográfico qu e permite exponer los sentimientos y tribulaciones del personaje

con mayor intensidad y com·encer acerca de su probidad. De este modo, además de

interceder por sus ambiciones particulares, Pineda y Bascuñán aboga por la calidad

de los criollos en general, pues él mismo es un ejemplo que impugna la idea de la

inferioridad de los nacidos en Ind ias por influencia de un clima o un territorio

degradantes.

Por otra parte, Pineda y Bascuñán demuestra fid elidad a la Corona y a su

Iglesia: a pesar de su cercanía con los mapuches, no cede a las costumbres

desordenadas de estos sino que los e,·angeliza e intenta t rasmitirles sus propios

Yalores. Del mismo modo, la e,·angelización de los indios es una inten·ención en la

discusión acerca de la calidad moral e intelectual del indio y, en consecuencia, de la

mejor forma de enfrentarse a ellos. La rapidez con la que los niños entienden los

13 1
dogmas cristianos y aprenden las oraciOnes y la santidad del pequeño Ignacio

demuestran que las aptitudes intelectuales Y morales de los aborígenes so n

perfectamente compatibles con las del buen cristiano, y por tanto, afirma la

posibilidad de someterlos a traYés de la eYangelización y no a través de la escla,·itud

o la guerra.

El hecho de que la narración hagiográfica no se relacione solamente con el

cautÍ\'O sino que alcance también a algu nas figuras indígenas, como al niño Ignacio,

es significatiYo si se recuerda que la calidad espiritual y moral de estos últimos

toda,ía era cuestionada por algunos89 y que la canonización de ,·enerables no

blancos estaba muy restringida. Si bien la recuperación del pasado indígena era

comú n entre el clero novohispano, ello tenía como objetiYo probar la presencia de

Dios en el Nuevo Mundo a partir de un mundo extinto, inofensiYo, susceptible a

conYertirse en mito. Por el contrario, en el Reino de Chile los mapuches eran un

89 La influyente teo ría de Aristóteles acerca de la senidumbre natural, qu e afirmaba la existencia de


escla,·os natu rales qu e debían estar al senicio de los ho mbres más racio nales, fue aceptada por
a lgunos de pensadores que apoyaban la esclaYitud de los indios ame ricanos, como el padre
Francisco de Vitoria y, naturalmente, Juan Ginés de Sepúh·eda. Entre aquellos que la aceptaban
exis tía la idea de que los indios carecían de las ca pacidades s uficientes como para ser educados e n la
fe cr is tiana, po r lo q ue e ra jus to reducirlos a la seJYidumbre (ZaYala 47-54). Fray Be rna rdo de Mesa ,
po r ejemplo, admite "com o razó n d e se n ·idumbre na tural de los indios la falta de e ntendim ie nto :•
capacidad;.: d e firmeza para perse,·era r en la fe y en las buenas costumbres·· (Zavala 5 1). Aunque a
consecuencia del debate entre Barto lo mé de las Cases y J uan Ginés de Sepúlwda en 1550 pre, ·a leció
-como s eñala Ro lena Adorn o (1993)- en la política indiana la idea de que el indio era un s ujeto de
razón y de voluntad, es necesario advertir qu e este debate se relaciona estrechamente co n las
necesidades y expectatins de los conquistadores ;.· encomenderos, de m odo qu e ·'cuand o se
exageraba la inca pacidad del indio, podía ser con fin es de explotació n económica (la de fensa de los
intereses de la Corona o de los encomenderos) o para justificar el paternalis m o del s is te ma
mis ional'· (Adorno, '·La discusión sobre la naturaleza de indio·· 176). Es por ello qu e casi un s iglo
después d el debate las Casas-Sepúh·eda aún era n comunes declaraciones com o las de Santiago de
Tesillo quien, en 1648, describe a los mapuches a firmando: '·fáltales ente ndimiento para
comprender lo honesto, so n como los niños, que s iguen a los que Yan delante; s i estos se le,·antan.
aquellos se conjuran, s i temen, se acobardan y huyen; Yan siguiendo sie mpre el sentir de los otros,
no tie nen constancia entre el temor y el atre,·i mie nto, e n esto son muy crueles, en aque llo muy , ·iles:
;.· fi nalmente al que no se gO\ierna po r razon , no impo rta un castigo, de do nde se saque
esclareci m iento" (26). Concl uye po r ta nto que .. el hazer la guerra es el fin de la g ue rra, es el medio
unico de la paz, y si se ata nde a la paz, será perpetuar la guerra·· (28).

132
presente amenazador, un peligro acti\'O que ponía en riesgo la estabilidad de las

co nquistas españolas. Incluso así, Pineda y Bascuñán no duda en atri buir

propiedades sacras a suj etos mapuches, a\·alando de esta forma la santidad del

territorio americano, que legitima también la calidad del hispano nacido en las

Indias.

Finalmente, la defensa del territorio y de los habitantes del Nue\'o Mundo se

sella a tra\·és de una sutil pero importante modificación que introduce en relación

con el modelo del relato hagiográfico. Michel de Certeau señala que la hagiografía

asocia la figura de un santo con un lugar, pues cada santo se caracteriza por su

relación a un lugar y por lo tanto, a una co munidad. La hagiografía cumple una

important e función cuando una comunidad co rre el riesgo de la dispersión, puesto

que la reúne en torno a una figura y a un origen compartido. Esta estrecha uni ón

entre el santo y el lugar sagrado que origina tiene un desarrollo específico en la

hagiografía, puesto que la \ida del santo co mi enza y termina en ese lugar,

interrumpida por una peregrinación. Como describe de Certeau, el \·iaje del santo

co mi enza con la pa1tida hacia un lugar en donde experimenta la penitencia hasta el

momento de su iluminación, que es el inicio del retorno al lugar de origen en donde

se devela su santidad:

the organization of the space through which the Saint passes folds and

unfolds in order to display a truth \\·hich is a place. In a great number of

hagiographies both ancient and modern, the life of the hero is divided, as

in tra\·el literature, between a departure and a return, but it does not

include the description of a foreign society. It goes and then it retu rns.

There is first of all the Yocation that exiles the saint from the city, leading

133
him to the dese1t, the counti}", or farm'l·ay lands - the time of ascesis, closed

by the saint 's il1umination. Then comes the itinerary leading the saint

back to the city . . . the time of epiphany, of miracles and com·ersions

(281).

Si nos centramos en la hechura de santo del cauti,·o podemos reconocer fácilmente

ese "ir y venir" que describe de Certeau: Pineda y Bascuñán se aparta del mundo

hispano, pasa un tiempo con los mapuches y luego \l.lelve a su lugar de origen. No

obstante, el viaje de Pineda y Bascuñán invierte las posiciones, pues el lugar de

cautiverio no es solo esfera del sufrimiento o de la penitencia sino también el sitio

en e] cual se reconoce al cautivo como santo y donde realiza los milagros y las

conversiones. Es justamente en t erritorio mapuche donde florece n las especiales

cualidades de Pineda y Bascuñán como sanador, como rétor y evangelizador, como

milagrero. El lugar de paso, que en la hagiografía común sirve solo de escenario al

período de ascetismo y que por tanto no contiene descripciones de una sociedad, se

convierte en el Cautiverio feliz en un sitio pleno de signifi cado. El lugar del

cautiverio es el espacio en el cual se manifiestan todas las cualidades del santo, por

lo que la vuelta al mundo hispano ya no tiene el interés que posee en la hagiografía

común. En efecto, al volver Pineda y Bascuñán a su lugar de origen se desvanece su

prestigio y dado el escaso reconocimiento qu e recibe, queda de manifiesto qu e no

es valorado como lo fue durante su cautiverio. El \iaje que hace el santo es

modificado, así, para dar un sentido distinto a su paso por el mundo mapuche: el

territorio del enemigo es ahora lugar de santidad. Pineda y Bascuñán propone que

cruzando el Bio-Bio es posible encontrar un nuevo origen y que, t al vez, sea más

allá de esa frontera donde la sociedad cristia na pueda regenerarse. La beatificación

134
del territorio amencano que legitima los derechos de los criollos es aquí la

beatificación del territorio mapuche, y por tanto, dignifica también a sus

habitantes.

En suma, el discurso hagiográfico que modela a algunos personajes cu mple

\'ariadas funciones dentro del libro. Fundamentalmente, podemos señalar que, por

un lado, ratifica la fidelidad de Pineda y Bascuñán a su cultura y a su Iglesia, y en

cierto sentido, también a la Corona: el cautiYo cumple, de hecho, con una de las

mayores aspiraciones de esta, que es cristianizar a los indígenas para com·ertirlos

en fieles senidores del poder monárquico. Pero por otro lado, el relato hagiográfico

permite afirmar la calidad del territorio americano y de sus habitantes, que llega a

ser mucho más notable que la de los mismos españoles peni nsula res: de esta

ma nera, logra subvertir la posición de la metrópoli con respecto a la colonia, ~~

defender sus derechos como español nacido en América.

4· Lo mismo, lo otro: coordenadas para una retórica criolla

El Ca utiverio f eliz combina un número \·ariado de géneros discursi\'OS que

fun cionan como modelos retóricos, pero que nunca se siguen de manera estricta.

Los modelos se toman y se dejan, se acatan y se transgreden: el libro parece haber

sido compuesto sin ningún orden, algunos pasajes se suceden de manera inconexa,

las digresiones restan coherencia al conjunto. Sin embargo, hemos ,·isto que en este

aparente caos hay, tal Yez no un orden, pero sí un a lógica que puede explicar -al

135
menos en parte- cómo cambian y se combinan los dh·ersos géneros discursiYos que

tienen presencia en el Cautiverio f eliz.

Es evidente, desde un primer acercamiento a la obra de Pineda y Bascuñán, que

ninguno de los géneros discursh·os que tiene el autor a su disposición le permiten

expresar todas las aristas del complicado entramado ideológico qu e puede , -erse en

su obra. Ni el memorial ni el espejo de príncipes son suficientes para exponer su

pensamiento político, ni la relación o la crónica para comunicar su opinión acerca

del estado del Reino de Chile, ni el relato de cauti,·os para dar cuenta de sus seis

meses de prisión entre los mapuche. Es así como Pineda y Bascuñán debe no sólo

combinar distintos discursos para abordar ,·ariados ámbitos de la 'ida colonial,

sino que tambi én manipularlos para que puedan senirle de medio expresiYo para

sus inquietudes.

El discurso histórico y el relato hagiográfico tienen una dobl e función en el

Ca utiverio f eliz que se \Íncula con las preocupaciones del criollo: por una parte,

demostrar una continuidad entre la metrópoli y la colonia; por otra, afirmar la

diferencia que señala al territorio americano como ún ico y señero. Naturalmente,

estos dos designios son opuestos y ninguno predomina sobre el otro; debido a ello,

no puede encontrarse en el Cautiverio feliz un eje orde nador, una conclusión o una

dirección única: el t exto se nos aparece incoherente y desordenado. O también: el

t exto es abierto y transparenta una ambigüedad, reproduce el incómodo espacio

ideológico desde el cual habla el criollo.

Postulo que esta indeterminación puede explicar también la inclusión y

manipulación de otros géneros discursi,·os. El relato de ca utiYerio, por ejemplo,

sin·e por un lado para afirmar la supremacía moral de los hispanos por sobre los

136
mapuche, destacando la crueldad de estos últimos. Ello se logra a través de la

descripción de ritos deshonestos y sacrificiales, frecuentes en est e tipo de relatos.

Por otro lado, Pineda y Bascuñán manipula este género discursivo introduciendo

como elemento discordante la felicidad que experimenta durante su prisión, cuyo

como objetivo es, precisamente, poner en tela de juicio aquello que se había

afirmado antes (la supremacía del hispano). El relato de cautiverio zigzaguea de

este modo entre la afirmación de los postulados ideológicos del proyecto imperial y

la defensa del suelo americano y de sus habitantes originarios.

Más allá de la disyunti,·a que encontramos al interior del relato de cauti,·erio,

este relato cumple dentro de la obra, en su conjunto, la función de proporcionar

innumerables ejemplos y casos acerca de di,·ersos temas, material para la

descripción etnográfica y motivo para describir situaciones cotidianas. En otras

palabras, el relato de cautiverio se transforma en un instrumento para abordar la

particularidad y la diferencia, mientras que otro género discursivo, el espejo de

príncipes, destaca mayormente una continuidad entre la colonia y América, puesto

que afirma la prolongación de todos los deberes del príncipe a sus súbditos

americanos. Además, el espejo de príncipes como género discursivo t ambién es

manipul ado por Pineda y Bascuñán, y lo hace precisamente en el sentido que

hemos venido anunciando: la tendencia de este género a generalizar y a establecer

la validez universal de ciertos principios es contrarrestada con la constante

referencia a situaciones particulares ocurridas en el reino de Chile. Nuevamente,

estamos ante la ambigüedad del criollo, pues el autor busca establecer leyes

universales pero también desea contextualizarlas en el ámbito americano.

137
La \'acilación del criollo que hemos venido describiend o es el motor que

impulsa al texto a la utilización e intervención de diYersos géneros discursivos. El

Cautiverio feliz está tensionado por requerimientos opuestos y su entramado

retórico reflej a esta tensión a traYés de su inconsistencia y de la t rasgresión de los

modelos discursivos que utiliza. La discusión acerca de la retórica utilizada por

Pineda y Bascuñán no termina por cierto aquí. Hemos despejado uno de los

muchos elementos que pueden ser determinantes en la composición de la obra y en

el modo en que son alterados los géneros discursi,·os. El estudio de estas

transformaciones permite determinar hasta qué punto se adapta ron los modelos

discursiYos impuestos desde Europa y cómo los escritores noYohispanos buscaron

nue,·os medios de expresión para dar a entender no solo la realidad de un nuevo

mundo, sino sobre todo, su visión acerca de una relación más justa entre la

metrópoli y la colonia.

l3S
Capítulo IV

La geografía del criollo: una travesía hacia las tierras


indómitas

1. Trazar, dividir, conquistar: la apropiación imaginaria d e l espacio

En este capítulo se estudiará la descripción y concepción del espacio en el

Cautiverio fe liz, comenzando con la hipótesis de que así como el discu rso criollo

tiene su propia retórica, también concibe el espacio americano de una forma

particular. En este sentido, parto de la suposición de que el criollo tensiona

también la concepción hispana del espacio y se muestra más permeable a noción

indígena del mismo.

Dentro del campo de los estudios coloniales latinoamericanos se ha dado poco

interés al espacio, concebido como un a categoría contingente y subordinada al

tiempo. No obstante, poco a poco se le ha otorgado una mayor releYancia como

elemento din ámico y susceptible de interpretación (Craib 9-10). La obra de .J. B.

Harley ejerció considerable influencia en este proceso, y aunque estaba centrada

particularmente en la desmit ificación de los mapas como traductores objetiYos de

la realidad espacial, su aproximación -que recogía los aportes de los estudios

coloniales y del posest ructuralismo- t ambién podía aplicarse a representaciones

139
Yerbales del espacio9°. De este modo, se comenzó a concebir los mapas como

co nstrucciones cargadas de Yalor que sirTen a det erminados intereses y que son

portadores de posiciones ideológicas. Esto es notorio en el uso de los mapas por

parte de los Imperios, puesto que su represent ación panóptica de los t erritorios

permite controlarlos y legitimar la soberanía sob re ellos91 • Es en ese sentido que

Ra~·m ond Craib señala con res pecto a la importancia de la cartografía para el

imperio español que "descri ptions and maps \\·ere fu ndamental to the Spanish

because, as Harley suggested, they symbollically im·ented a "Ne,,· Spain" to be

\isualizad, possessed, and controlled" (17). La concepción del espacio cumpl e, pues,

un rol impmtante en lo que O' Gorman llamó célebremente la "invención" de

América, es decir, la integración de América a los parámetros y conocimientos del

europeo. De este modo, como subraya Santa Arias, "space must also be considered

as one of the critical issues in which colonial pov•er and emergent mu ltirracial and

multiethnic cultures can be examin ed and interpreted" ( 13). Esta idea de que la

representación -ya sea verbal o gráfi ca- del espacio nunca es mimética y que está

9" ,J.B. Harley define Jos ma pas como ·'textos culturales .. debido a que son construccio nes que
utilizan un s is te ma convencional de s ignos (196). En su a nálisis, el hace uso de he rramien tas
teóricas que fue ron concebidas ta mbié n pa ra discu rsos lingüísticos, en particula r, la concepción
fouca ultia na de que las formaciones d iscurs i\·as está n cont roladas por u n siste ma de reglas que
permi te n la ela boración de ciertos enunciados. Señala además que .. los pasos en el trazad o de un
mapa (selecció n, omisión, simplificación, clasificación, creación de jerarquías y simbolizació n) son
inhe re nte mente retóricos" (2o1) . De es te modo, resulta muy fácil trasladar las conclusio nes que saca
Ha rlcy de su deconstrucción de los mapas a las representaciones \·erbales . Harley demuestra que los
ma pas nu nca son u na representación científica u obj eth·a de la realidad, ~·a que sie m pre reflejan
normas y Yalo res sociales. Además, denu ncia la rep rese ntación ctnocéntrica de los mapa mu nd i
(idea que más adelante será desarrollada por Walter Mignolo en relació n con la representació n de
Am érica) así como la traslación de las regla de orde n social a los cód igos cartográ ficos que
permiten que los sitios de mayor rele\·ancia política o pode r económico adquiera n -a través de un
cambio en el tama ño d e los símbolos, los grosores de las líneas, Jos colores y efectos de sombreado-
preemine ncia en el mapa.
9' Ra~·m o nd Craib describe de modo elocue nte y cett ero el proceso mediante el cual mapa moderno
s in·e al poder: "By assu ming an ontological se pa ra tion bet\\·een subj ect and object a nd by o rdering
space in a uniform, infinitely repeatable fash ion, pe rcei\·ed from abO\·e by a monocula r eye, ocean ic
ho rizons could be crossed a nd land commod ified, When oYer!aid \\ith a n abstract grid, land became
a socially a nd historically flat surface for possession a nd control, a surface that was static a nd
a hist o rical .. (20) .

140
asociada a formas de dominación materiales e ideológicas se ha impuesto poco a

poco en los estudios coloniales y en particular, en los estudios de la América Latina

colonial92 •

Uno de los estudios que recoge las ideas de Harley pa ra a naliza r las

representaciones gráficas de Latinoamérica es el de Walter Mignolo en The Darker

Side of the Renaissance (1995). Los capítulos del libro que Mignolo dedica al

espacio abordan la forma en que los mapas occidentales representa n el espacio,

contraponié ndolo a otras form as de representació n. Es así como logra relativizar la

cartografía occidental que de lo co ntrario pa recie ra ser la form a "natural" de

representar el espacio. En particula r, a Mignolo le interesa có mo este tipo de

sistemas simbólicos desplazó a las represe ntaciones espaciales de las culturas

aborígenes y cómo algunas de est as form as de espaciali zación alte rnatl\'a

sobreúYieron a la imposición de criterios europeos93. Dos son los puntos más

rele,·antes en el planteamie nto que hace Mig nol o: en primer lugar, difere ncia entre

lo que llama "centro étnico" y "centro geográfi co". El primero es producto de una

<1~ Ante riores a estas consideraciones son los estudios de Anto nello Gerbi, qu ie n ya había hecho un
considerable esfue rzo por analizar las di,·ersas d escripciones que se habían hecho del territorio
a mericano. En La naturaleza de la I ndias Nuevas: de C'l'istóbal Colón a Gonzalo Fernández de
Oviedo (1978), Gerbi estudia las prime ras representaciones de la naturaleza y de los abo rígenes
a mericanos por parte de cronistas e historiadores, otorgando un luga r especial a Fernández de
o,·iedo, ·'el mejor entre los antiguos historiado res de la natura leza americana'' (24). Su valoración
de los historiadores d epende de su capacidad e interés por conocer ~- clasificar la naturaleza
americana con genuina curiosidad humanista, de modo que alaba la "a udacia digna del más
ab negado etnólogo o antropólogo" (56) que demuestra América Ves pucio al Yivir d urante veintisiete
días con los a borígenes para indaga r en sus costu mbres, y reprueba el excesivo utilitarismo de
Hernán Cortés, que le impide '·la ingenua maraYilla que frente al mundo nuevo experimentó Colón,
~- a la cual se abandonó con delicia, aunque a distancia, el humanista Pedro Mártir" ( 114). Gerbi
po ne de manifiesto -aunque sólo lo haga con respecto a Hernán Cortés- la forma en que las
imposiciones del proyecto imperial y las am biciones pe rsonales determi nan las descri pciones del
Nuevo Mundo. Es así como los intereses económ icos des plazan el interés hacia los recursos
naturales que puede n dar utilidades, pa rticularmente los recursos mineros.
93 Mignolo llama a esto "hermenéutica pluritópica'· (pluritopic he rmeneutics), término que describe
una perspectiva de a nálisis que toma e n cuenta la presencia de concepciones temporales y
espaciales alternati,·as a las del colonizador, que coexisten en las situaciones colon iales.

14 1
racionalización del espacio que tiene como parámetro el cuerpo humano y la ,-ida

de una comunidad, sus creencias religiosas y su orden ético (Mignolo, The Darker

Side 230). Los mapas europeos medievales y los mapas aztecas94 son eje mplos de

representaciones espaciales en donde se privilegia el centro étnico, mientras que

los mapas que comenzaron a elaborarse a partir del siglo XVI, basados en una

racionalización geométrica del espacio, proporcionaban un centro geográfico. Los

mapas geométricos reproduj eron una superficie homogénea a la que se superponía

un cuadricul ado abstracto y libre de determinantes sociales o históricas.

El interés de est a distinción en la que insiste el crítico está en desenmascarar la

supuesta objetividad y neutralidad de una representación geométrica del espacio ya

que para Mignolo -coincidiendo con Harley- este tipo de represe ntación

"científica" no elimina el punto de \ista eurocéntrico, sino que sólo lo enmascara:

"ethnic centers remained, as always, attached toan observer placed at the center of

a community or a locus of pmver; geometric calculus created the illusion that a

universal, objective, and nonethnic observer v;as possible" (Mignolo, Th e Darker

Side 233). A través de este mecanismo el centro étnico de los países en expansión

permaneció vigente, mientras la supuesta neutralidad de la racionalización

geométrica del espacio sirvió para suprimir los centros étnicos de las culturas

colonizadas (243). El segundo punto import ante que señala Mignolo es

precisamente destacar la coexistencia de representaciones territoriales, puesto que

las culturas colonizadas intentaron mantener 'i\·as sus propias form as de

Los mapas europeos medievales llamados T/ o representaban el mundo como un círculo di\idido
9-1
en tres partes por una T que simbolizaba las masas de agua ~· en cuyo centro se encontraba
Jerusalén. Del mismo modo, los aztecas concebían el espacio di\·idido en cuatro en el que el centro
era el lugar sagrado, en el que se encontraban espacio y tiempo. Otras ciúlizaciones precolombinas
tenían configuraciones similares del espacio, aunque no hu biese representaciones gráficas de ellas
(Mignolo, The Dw·ker Side 230-232).

142
representación. En parti cular, los aborígenes amen canos produj eron formas

culturales híbridas95: representaron el espacio vaciando su centro para significa r la

invasión a su territorio y la coexistencia con otras formas de representación

foráneas (Mignolo, Th e Darker Side 309).

Las observaciones de Mignolo acerca de las distintas form as de concebir el

espacio, de sus implicaciones ideológicas y de la existencia de formas de

representación alternativas pueden amplia rse a formas de representación no

gráfica. La representación verbal de un espacio permite también descubrir diversas

concepciones de este, aun cuando -a diferencia de la imagen- el discurso deba

desplegarse necesariamente a través del tiempo para producir una representación.

Como observa Ricardo Padrón, cuando co ncebimos el espacio como una distancia

en vez de una superficie, el espacio se vu eh·e inseparable del desplazam iento, y por

lo tanto, de su representación a través del discurso: "space becomes inseparable

from a rud imental)' notion of narrative as a meaningful concatenation of events. In

the space of a voyage, places stand in fo r actions: the route becomes the narrative

thread leading from one to the next" (97). De este modo, el discurso otorga una

representación de espacio no solo co mo escenografía, sino como elemento

primordial de la narración. Finalmente, el espacio también puede entenderse co mo

metageografía, es decir, co mo una estructura espacial a trm·és de la cual se ordena

todo tipo de conocimiento (Padrón 26), de modo que el espacio se convierte en un

elemento significati,·o en términos ideológicos.

95 Las relaciones que se escribía n para el Consejo de Indias exigían ta mbién la inclusión de
""pin turas ·· que ilustra ran el territorio. Alrededor de 1580, muchos aborígenes ela boraron estos
mapas , produciendo representacio nes que tomaban elementos americanos :-· europeos. Ta mb ié n se
consctYan re presentaciones territoriales anteriores (elaboradas entre 1540 y 1560) e n las qu e la
infl ue ncia hispán ica es mínima (Mignolo, The Darker Side 292-303).

143
Las Relaciones geográficas de Indias son otro antecedente ineludible a la hora

de eYaluar la concepción del espacio en la América colonial, puesto que

corresponden al esfuerzo de la Corona de recolectar información de sus colonias.

Además, las relaciones tm·ieron gran infl ujo sobre las letras coloniales, ya que

muchas obras mantuvieron el principio organizati\'O de estas relacion es a pesa r de

ser escritas "bajo otras condiciones pragmáticas distintas . . . y no ajustadas

estrictamente a ellas" (Mignolo, "Cart as, crónicas y relaciones" 70). Las mismas

fun ciones de dominación y control que atribuía Harley a los mapas pueden

adjudicarse a estas descripciones, más allá de las e\identes necesidades

pragmáticas que satisfacían, entre las que se encontraban "la población de nuevas

tierras y el repartimiento y encomienda de los indios con la obligada secuela de 1a

designación de especies tributarias y de la tasa y modo de sus tributos a la Corona o

a los españoles que los tenían" (Jiménez de la Espada 22).

Como apunta Mignolo, entre 1505 y 1574 hubo requerimientos no oficiales de

describir los nuevos territorios y proporcionar información acerca del nombre de

las prO\incias y poblados, de sus conquistadores, de la presencia de min as y perlas,

etc. ("Cartas, crónicas y relaciones" 71-72). Más adelante se oficializa esta petición:

Juan de Ovando y Godoy, presidente del consejo de Indias en 1571, publicó las

bases para la elaboración de un Libro Descriptivo de las Indias, cuya composición

requería de una estandarización y regulación de la información pedida a los

conquistadores, de modo que se confeccionó un cuestionario que se emi ó a

gobernadores y virreyes para que fueran recopilados los datos solicitados. El

cuestionario sufre diversas transfo rmaciones hasta que en 1577, López de Velasco,

quien había obtenido el cargo de Cronista de Indias, reduce el cuestionario a

144
cincuenta preguntas. Estas preguntas abordan, además de los nombres de las

prmincias y conquistadores, el clima, la geografía (presencia de ce rros ~­

cordilleras, ríos y lagos), la flora, las ciudades españolas y las distancias entre ellas.

Hay que recalcar que el objetivo de la Corona de controlar el espacio se hizo no

sólo a través de mapas sino también por medio de las relaciones que respondían al

cuestionario. Como señala Altuna, estas relaciones responden a un modelo que

"propone una aprehensión de la realidad enraizada en lo espacial" (21) y que opera,

naturalmente, con una di,isión del espacio que impone sobre el suelo americano

las concepciones de la cultura colonizadora. Es así como -destaca Altuna- las

primeras preguntas del cuestionario piden una di,isión del territorio en prmincias:

1. Primeramente, en los pueblos de los españoles se diga el nombre de la

comarca o provincia que están, y que quiere dezir el dicho nombre en lengua

de indios, y porque se llama assi.

2. Quién fue el descubridor y conquistador de la dicha prmincia, y por

cuya orden y mandado se descubrió, y el año de su descubrimiento y

conquista, lo que todo buenamente se pudiere saber (Jiménez de la Espada

86) .

Por otra parte, el cuestionario muestra especial interés por la distancia entre

poblados españoles y en particular, por la separación entre un poblado espa ñol y la

ciudad en donde reside la Audiencia: "7. Las leguas que cada ciudad o pueblo de

Españoles estmiere de la ciudad donde residiere la audiencia en cuyo distrito

cayere, o del pueblo donde residiere el gobernador a quien estuviere sujeta; y a qué

partes de las dichas ciudades o pueblos estm·iere" (Jiménez de la Espada 87). Esta

preocupación por la red de poblaciones españolas alude a un territorio organizado

145
en torno a los centros urbanos españoles, desplazando tanto a los poblados

indígenas como a los accidentes geográficos96. La subordinación de los centros

urbanos hispanos a los indígenas se obserYa claramente en el cuestionario, que

además supone en todo momento que los indígenas se organizaban en pueblos al

igual que los españoles, lo que no era siempre efectivo: "n . En los pueb los de los

Indios solamente se diga, lo que distan del pueblo en cuyo corregimiento, o

j urisdiction estuvieren, y del que fu ere su cabecera de Doctrina" (Jiménez de la

Espada 8 7).

El ascendiente de los centros urbanos ~· la insistencia en la conformación y

distancia entre pueblos debe ponderarse a la luz de los postulados de Ángel Rama

en La ciudad letrada (1982), donde el autor establece un vinculo entre ideología y

noción del espacio. Ángel Rama elabora una idea de la ciudad latinoameri cana

explorada con antelación por José Luis Rom ero en Latinoamérica: las ciudades y

las ideas (1976). Según Rom ero, el papel fundamental de la ciudad latinoa mericana

fue perpetuar la cultura europea y ejercer su influencia sobre las regiones rurales.

La ciudad era considerada, por lo menos en el área hispánica, la forma más alta de

\ida humana, de modo que en América se conformó una red de est as, en torno a las

cuales giraba la sociedad rural. La influencia ci\ilizadora que debían ejercer las

ciudades sobre su entorno no se relacionaba únicam ente co n la dependencia

económica, sino que era, sob re todo, una influencia ideológica : se trat aba de la

96 Ele na Altuna afirma que en el Cuestionario de 1604 . compuesto por el Conde de Le mos y
Andrade, Presidente d el Consejo de Indias, se agudiza el interés en los poblados, ciudades )'
fronteras e n detrime nto de la información purame nte geográfica . Se establece una distinción
fundame ntal entre lugares poblados )' despoblados; dentro de los primeros, se distingue entre
ciudad es. , ·illas, aldeas de indios, pro,i ncias y comunidades, mie ntras el territorio despoblado se
ca rac te rizó a tra,·és de los caminos que lo cruza ban para llegar de un poblado a otro (:¿5-26). La
fo rma d e o rganizar el espacio consistía en una red de poblados unidos a tra\'és de los ca mi nos ~­
orga nizado je rárquicamente.

146
creación de una nueYa Europa en tierras americanas. Esta ideología estaba basada

en dos premisas. La primera suponía que la realidad preexistente a la Conquista era

amorfa e inerte. La segunda consideraba que la nueYa realidad americana no debía

tener un desarrollo autónomo y espontáneo; por el contrario, se trataba de crear un

imperio colonial, es decir, "un mundo dependi ente y sin expresión propia, periferia

del mundo metropolitano al que debía reflejar y seguir en todas sus accio nes y

reacciones" (Romero 14) .

Ángel Rama lleYa esta tesis más allá al relacionarla con la fun ción de los

intelectuales o "letrados" durante la colonia. El término "ciudad letrada" refiere

justamente al grupo social que lle,·aba a cabo los planes civilizadores de la ciudad,

que incluían la jerarquización de la sociedad y la co ncentración del poder. Los

letrados ejercieron su influencia a tra,·és de los signos, palabras y diagramas

gráficos que programaban la ciudad para la perpetuación del poder y de su

estructura socio-económica y cultural. Según Rama, los signos no eran solo

transmisores de las órdenes reales, sino que también -debido a su capacidad de

permanecer inalterables en el tiempo y de ser independientes de la realidad-

rep resentaban a la ciudad desde antes que esta existiera, de modo de impedir el

futuro deso rden. Se producía entonces, un fenómeno inverso, ya que "en vez de

representar la cosa ya existente mediante signos, éstos se encargan de representar

el sueño de la cosa" (Rama 11). Las ciudades funcionaban así como focos

"ci\ilizadores" (desde el punto de \ista de los conquistadores, claro está) que

extendían su influencia hacia los \'astos territorios "bárbaros". El rol de la ciudad

co mo dispositi,·o normalizador se obserYa tanto en los cuestionarios que elaboraba

147
el Consejo de Indias como también en el luga r que ocupan los centros urbanos

como afirm ación del poder imperial en las crónicas y relaciones.

En suma, los estudios coloniales han prestado atención al trata mi ento y

descripción del espacio como form a de dominación e imposición de códigos

culturales: tanto el estatus ot orgado a la ciudad como polo civilizador y ancla del

proyecto imperi al -según argumenta Rama- y la importancia qu e prese nta en los

cuestionarios de las relaciones de Indias, así como la disposición etnocé ntrica de

los territorios en los mapas que denuncia Mignolo, son ejemplos de formas de

disponer y representar el espacio que se imponen a modos alternativos concebirlo.

El siguiente apartado abordará la rep resentación del espacio en el Ca utiverio feliz

como una configuración particular de un espacio criollo. Así como Mignolo

afirmaba la existencia de representaciones espaciales distintas a la europea, es

posible tamb ién establecer diferencias en cua nto a la concepción del espacio dentro

de la cultura hispánica. En particular, puede suponerse que los criollos hablaba n

desde otro lugar que los españoles peninsulares, por lo que concebían el espacio de

una forma alternat iva. Nue,·amente, los criollos se encuentran en un espacio

intermedio que reafirm a a Europa como centro étni co pero que a la Yez busca

formas otras de pensa r el espacio, esta Yez desde América.

Bernard Lavallé ha explicado cómo los criollos describiero n los territorios

amen ca nos y sugiere que, a partir del siglo XVII, éstos limitaro n sus marcos

espaciales porque habían agotado su interés por recorrer y describir lugares

remotos, y prefirieron centrar su atención en las ciudades: "Algunos criollos

dejarán de lado completamente la descripción y la exaltación del marco geográfico

que se había co nvertido en un elemento obligado de la literatura criollista para

148
dedicarse únicamente a la ciudad de que eran oriundos y encontrar en el excl usi,·o

marco urbano las razones de su orgull o de ser criollos (119)". No obstante, el caso

de Chil e distaba mucho de coincidir con el diagnóstico de Lavallé, puesto que a

causa de la guerra de Arauco, los criollos del Reino de Chile se encontraban más

conce ntrados en la frontera con los map uches que en sus precarias ciudades. A

pesar de esto, Lavallé destaca de manera especial la descripción de Alonso de

ÜYalle de la ciudad de Santiago, que busca "demostrar a partir de sus bellezas, de

sus éxitos, de su expansión, la excelencia de la ciúlización española de América, es

decir, del mundo criollo" (147). Veremos que Pineda y Bascuñán nos muestra un a

form a distinta de constituir un espacio criollo, en el que el orgullo patrio no se

manifiesta a través de la exaltación de la ciYilidad sino en la apología del indómito

territorio araucano.

2. Los terrones secos de la Araucanía: escenario de guerra, lugar de


comunión

Si recordamos no sólo los célebres ,·ersos de Ercilla con los que comienza La

Araucana, sino también las más importantes crónicas del Reino de Chile, e incluso

simples memoriales o petitorios, la falta de una descripción general y panorámica

del lugar en donde se desarrollan los hechos del Cautiverio fe liz es un hecho

significati,·o. En efecto, desde las más t empranas crónicas hasta el casi

contemporáneo libro de Alonso de Ovalle las descripciones del Reino so n un

elemento indispensable en la escritura colonial. Incluso los primeros textos

dedi cados a la conquista de Chile que tienen como objetiYo destacar más que nada

149
las hazañas (o equivocaciones) de sus conquist adores dedican algún espacio a la

descripción del Reino: Jerónimo de Vi\·ar lo hace a través de las escuetas reseñas de

los valles que atraviesa durante su periplo. Sus descripciones se ciñen a un

esquema más o menos constante que abarca diversos ámbitos, sin por ello se r

pormenorizado: expone de forma sencilla la ubicación y tamaño del valle y su río, la

presencia de vegetales y minerales, y anota algunas particularidades de los

aborígenes, entre las que destaca su vestimenta, habitación, armas, costumbres

(matrimonios y entierros), religión, contextura física y lengua. Asimismo, Alonso

de Góngora Marmolejo expone en el primer capítulo de su Historia de todas las

cosas que han acaecido en el Reino de Chile ... (1575) información general acerca de

Chile, su ubicación, caract erísticas geográficas (ríos, cordillera, volcanes, lagos), sus

mineral es y el carácter de sus aborígenes. Mucho más detalladas y abundantes son

las descripciones de los historiadores del S. XVII: González de Nájera dedica casi la

totalidad del primer libro de los cinco de su Desengaño y reparo de la guerra del

Reino de Chile (1614) a describir la geografía, las ciudades, el clima, la vegetación,

fauna, minerales y carácter de los aboríge nes. Aún cuando se trata de una obra de

un fuerte carácter argumentativo, ello no excluye el interés de una descripción

detallada del Reino, al igual como sucede en obras más propiamente históricas,

como la Histórica relación de Alonso de Ovalle o la de Diego de Rosales, puesto

que González de Nájera aprovecha est a descripción como parte de su argumento: la

celebración de la calidad de la tierra chilena aboga por la ventaja de una

intervención drástica para terminar con la guerra de Arauco mientras que la

censura al indígena respalda la idea de la legitimidad de la guerra y de la

escla\'ización.

150
La presencia necesaria de estas descripciones se debe, por una parte, a la

necesidad de familiarizar al lector europeo con un territorio desconocido, y por

otra, responde a un elemento presente en el modelo discursiYo de la relación. Por

ello, tampoco están ausentes en breves escritos que carecen de cualquier ambición

enciclopédica, pero que nunca dejan de proporcionar una descripción del lugar

desde el cual están hablando. Lo hace así Agustín Carrillo en un memorial que

redacta en 1659 y cuyo fin es proponer medios para acabar con la guerra de Arauco.

El memorial, de poco más de veinte páginas, dedica casi la mitad a una descripción

del Reino de Chile. Menciona primero su ubicación, indicando su latitud, describe

luego la geografía, el clima, la naturaleza, a los indígenas, sus características físicas,

sicológicas y espirituales, su organización social, sus métodos bélicos y armas,

costumbres, alimentación y creencias religiosas. A continuación, ofrece un pequeño

resumen de la hist oria de Chile, comenzando por la invasión de los Incas h asta la

actualidad; fin almente, describe la ciudad de Santiago y el papel de la Iglesia

durante la conquista y colonización. Lo mismo podemos encont rar en escritos

breYes que t ienen una finalidad práctica, generalmente política, y que proporcionan

descripciones ya sea enfatizando las características y riquezas natu rales, los

pueblos indígenas o las ciudades, como lo hace Santiago de Tesillo en su Guerra de

Chile. Ca usas de su dura cion. Advertencias para su fin (1647), en donde describe

detalladamente la ciudad de Santiago de Chile y sus habitantes.

Por la enorme influencia que tuYo La A raucana (1569-1578-1589) en la épica y

en el imaginario sobre América - Frank Pierce la considera el poema épico de

mayor renombre en el Siglo de Oro-, es posible afirmar que el poema de Ercilla

presenta Chile a los europeos situando en el mapa esa remota porción de la t ierra.

1S 1
Estudiaremos la representación del espacio en La Araucana un poco más de cerca

debido a su gran ascendiente sobre las letras coloniales y porque ofrece un

interesante contraste al Cautiverio feliz.

Aunque la crítica ha destacado, con razó n, las exiguas y desprolijas

descripciones de la naturaleza en el poema épico97, no por ello dejan de ser

rele\·antes los pocos pasajes en los que se hace referencia al espacio americano.

Particularmente curiosa es la descripción del territorio chil eno que podemos

encontrar en la primera parte de La A raucana y que incluye su ubicación y

superficie (largo y ancho), además de una descripción de las costumbres, ca rácter e

historia de los araucanos. Los datos proporcionados por Ercilla son exactos y

objeti\·os98, como puede observarse en las primeras estrofas del primer canto:

Es Chile norte sur de gran longura,

q- Rosa Perelmuter-Pérez señala que, en La Araucana, la na turaleza no ocupa un lugar relevante,


pues no hay descripciones detalladas ~· el pa isaje está s ubordinado al aconteci miento bélico.
Asimis mo, destaca que las pocas descripciones que apa recen en el poema tienen como funci ón
d es,ia r el tono bélico hacia episodios más pacíficos ~· que no son refl ejo de una naturaleza obserYada
sino estilizada y modelada según normas dictadas por la tradición: 'T ópicos co mo cllocus amoenus
~· la edad de oro, así como la descripción d e los campos Elíseos ~· del paraíso terrenal, motivos todos
relacio nados con la tradición pas toril en s us manifestaciones paga nas o cris tianas, se incrustan e n
estos cuadros d e pa isaje, produciendo con frecuencia bellas descripciones que re flejan poco o nada
las pa rticularidades del contine nte americano" (14 6). En este sentido, las descripciones ele La
A rau cana están lejos de la intención de describir el Nue, ·o Mundo que está en las Relaciones, ~·a que
res ponde n más bien a modelos retóricos y literarios . Por otra parte. Jaime Concha acla ra que, si
bien lo a nte rior es cierto, puede reconocerse de todas for mas un germen descriptivista en la
re presentación del paisaj e, una tenta tiva rea lista que fracasa puesto que te rmina dando cuenta de
u n paisaje dep reciad o, en el cual .. la Cordille ra de los Andes se ve d esprestigiada como sierra y el
Canal d e Chacao aparece ta mbié n des prestigiado co mo desaguadero .. ("ObserYaciones" 76). Ha~·
que notar que esta tende ncia a despres tigiar el paisaj e es jus tamente el gesto contrapuesto al de la
ma~·or parte de los cronis tas, que tiende más bien a hiperboliza r el paisaj e america no. Un caso claro
de ello es la Histórica Relación del Reino de Chile de Alonso de Ovalle, en el que destaca el lenguaj e
grandilocuente y la exagerada adj eti,·ación para manifestar la magnificencia ele la na turaleza
india na.
q!l Me né ndez y Pelayo afirmaba ya en s u A ntología de poetas hispanoamericanos que .. las
indicaciones topográficas de Ercilla son de una precis ión y de un rigor mate máticos. a l decir de los
his toriadores ~· geógrafos chilenos .. -y agregaba- .. pe ro no son gráficos, ni re prese ntan nada a la
imaginación " (IV, XI). Es difícil sabe r exacta mente qué quiso decir Mené nclez ~· P ela~·o con esta
obser·•ació n, pero probablemente no es taba pensando en aquellas descripciones bucólico-pastoriles
que aparecen en La A raucana, sino más bien en la descripción geográfica ele Chile que aparece en
el primer ca nto, en el que des tacan los datos objetivos acerca del territorio pero no se les otorga
,·alor alguno.

152
costa del nueYo mar, del Sur llamado,
tendrá del leste a oeste de angostura
cien millas, por lo más ancho tomado;
baj o del polo Antártico en altura
de Yeinte y siete grados, prolongado
hasta do el mar Océano y chileno
mezclan sus aguas por angosto seno (I, 7) .

Como señala Isaías Lerner (80-81) , esta descripción inicial no es parte de la

tradición genérica del poema épico, sino que del discurso histórico99, de modo que

podemos ver cómo rasgos de la historia y la crónica infiltran otros ti pos de textos.

Pero sabemos que ninguna descripción es totalmente objetiYa, y Ercilla no es la

excepción, ya que ofrece una \'isión de Chile que destaca la hazaña de los españoles

-entre los que se encuentra él mismo- en el lugar más remoto y apartado del

imperio español. La lejanía de este reino se refuerza con la curiosa idea de la

desaparición del estrecho de Magallanes, que Ercilla reputa olvidada o ce rrada a

causa de algú n desastre natural:

Por falta de pilotos, o encubi erta


causa, quizá importante y no sabida,
esta secreta senda descubierta
quedó para nosotros escondida;
ora sea yerro de la altura cierta,
ora que alguna islet a, remO\ ida
del tempestuoso mar y 'iento airado
encallando en la boca, la ha cerrado (I, 9).

Es así co mo se borra la huella del descubrimiento del estrecho y la austral región

\lleh ·e a conYertirse en un lugar por descubrir y conquistar. El mérito de los hechos

99 Aquí la afirmación de Lerner coincide con la de Pe relmuter-Pérez acerca de los moti\'OS por los
que las descripciones del paisaje americanos son tan escasas en La Araucana. Una de estas razones
se ría la obediencia a las reglas del género, ya que "en la poesía épica del siglo de o ro, así como en la
ante rior, se e ncue ntran pocas descripciones de la naturaleza ~-. cuando las hay, ra ramente son
prolij as" (130). Pe relmuter-Pérez hace refe rencia a E.R. Curtius, quien aunque afirma que "la
e pope;;a medie\'al se complace en da r informaciones topográficas y geográficas" (286), aclara que
por lo general, estas no son detalladas ya que ·'el suceder épico debe ilustra rse en s us puntos
cruciales y culminantes con una caracterización sumaria del lugar. de la misma manera que la tra ma
teatral requ iere un decorado, por primitiYo que sea, ~- a unque sólo consista en un letre ro con las
palabras ''esto es un bosque"" (287).

153
que narra Ercilla es mayor cuanto más remota y desconocida sea la región, y

mientras más rebeldes sean los indígenas que la custodian. Por otra parte, Ercilla

señala en el prólogo a la segunda parte que los araucanos no defienden "grandes

ciudades ni riquezas" sino que solo "unos t errones secos (aunque muchas veces

humedecidos con nuestra sangre) y campos incultos y pedregosos" (463). Los

terrones secos de los mapuches se contraponen naturalmente a las riquezas y

ciudades de las grandes civilizaciones precolombinas que habían sido conquistadas

por Cortés y Pizarra. Los españoles que emprenden esta empresa no esperan

encontrar lo que obtuvieron est os conquist adores; es más, solo pueden cosechar su

propia sangre, lo único que producen los incultos campos araucanos. La conquista

de est e rincón del imperio no es heroica solo por su dificultad, sino que también

por el hecho de que ti ene como único objeti,·o anexar un territorio al imperio.

Aunque Ercilla critica muchas veces la codicia de los españoles y en pa rticular de

Pedro de Valdivi a, parece poco probable que la búsqueda de riquezas sea el motor

principal de la conquista de Chile, a la que se antepone el sen icio a la Corona.

Pocas estrofas se dedican a la ubicación de Chile, puesto que el foco principal de

est a está en Arauco y sus habitantes:

Es Arauco, que basta, el cual suj et o


lo más deste gran término tenía
con tanta fama, crédito y conceto,
que del un polo al ot ro se estendía,
y puso al español en tal aprieto
cual presto se verá en la carta mía;
veinte leguas contienen sus mojones,
poséenla diez y seis fuertes varones (I, 12).

De Chile pasamos rápidamente a Arauco, que es descrito sobre t odo a través de sus

habitantes que se destacan por sus cualidades guerreras. Ercilla logra situar de

154
modo muy concreto este lejano territorio para un lector europeo, haciendo

refe rencia a latitudes y grados, y lo mantiene co mo escenario principal de los

acontecimientos a lo largo de toda la obra. Julie Creer Johnson se atreve a afirmar

incluso que con ello "a remate territory beco mes a center of focus for World pov,·er"

(237), puesto que las hazañas españolas de la guerra de Arauco son equivalentes a

la batalla de Lepanto, como el mismo Ercilla asegura al compararlas en su

dedicatoria a la segunda parte de La Arauca na. Sin embargo, y aunque es notable

el lugar que le otorga Ercilla a la guerra de Arauco en su poema, no hay que oh·idar

que tras esa diversidad de espacios y acont ecimientos que se describen hay un

principio que une todos los escenarios dis persos: "Lo que se poetiza, entonces, con

gra,·edad épica es la imagen acti,·a en ,·arios frentes del imperio y de su grandeza y,

mejor, la grandeza del reinado de Felipe II, destinatario y realmente objeto del

poema, que se configura como alabanza del monarca español" (Goic, "Poetización"

125). Es por ello que la centralidad de Arauco en relación con la metrópoli debe

ponderarse de manera adecuada, puesto que aunque Arauco es, en cuanto a

escenario, central en La A raucana, ello no signifi ca que supri ma su posición

subordinada con respecto a España.

Al igual que el poema épico, el Ca utiverio fe liz también p uede calificarse

co mo una obra que arrastra al centro de la atención al territorio mapuche allende el

Bío-Bío, aunque, a diferencia de la obra de Ercilla, no justifica este escenario con el

heroísmo de las duras batallas que deben sobrellevar las t ropas españolas. El

elemento épico está ausente en el Ca utiverio y el mismo escenario de las hazañas

bélicas de Ercilla es ahora testigo de fiestas, ritos y discursos mapuches. Pineda y

Bascuñán tiene una razón distinta para obligar al lector a internarse en pa rajes tan

L55
lejanos y, como ,·eremos, es más radical en su determinación por desplazar el

centro hacia el territorio indígena.

3· Las ruinas de La Imperial o el impe rio en ruinas

El Cautiverio fe liz carece, como hemos señalado, de una descripción general

del Reino de Chile, elemento que -por ser muy corriente en las letras coloniales-

podemos esperar incluso en obras que no son parte del discurso historiográfico.

Pineda y Bascuñán no hace ningún esfuerzo por contextualizar los hechos que

narrará, tanto en el Cautiverio mismo como en la Suma y Epílogo, aun cuando

escribe para un público europeo 10 o . En primer lugar, esta omisión difi culta la

posibilidad de ubicar el Reino de Ch ile con respecto a la metrópoli, cosa que sí es

posible hacer con la descripción de Ercilla. Las coordenadas que proporciona el

poeta para señalar el comienzo del Reino de Chile (\·eintisiete grados) y de Arauco

(treinta y seis grados) adquieren solo sentido para el lector europeo que ubica en el

mapa las posesiones hispanas de ultramar, pero no dicen nada al lector local. El

refere nte es de inmediato el mapamundi y, probablemente, uno que señale las

posesiones del imperio español. Ercilla ubica así el territorio con respecto a la

metrópoli, para quien el espacio se racionaliza con el objeti,·o de hacerlo man ejable

y controlable.

100
Esto es cie rto para el Cautiverio , p e ro más aún p a ra Suma y Epílogo, compuesto es pecialme nte
p o r el autor para ser em;ado a la co rte d e Carlos Il y se r leído po r fu ncio narios reales . J osé Anadó n
co nfirma q ue Pineda y Bascuñán se e mpeñaba e n publicar s u libro y mandarlo a Es p añ a para
"destaca r s us mé ri tos y solicitar nueYos cargos'' (''Es t u dio prelimina r'' 8); ade m ás, según el m is m o
a uto r , Pi neda "sacó extractos, hoy perdi d os, pa ra cmiarlos a Pe rú y Es paüa'· (Prosistas coloniales
31-32).

156
La diferencia entre la forma en que Ercilla y Pineda y Bascuñán dan cuenta

del espacio se hace más dramática cuando observamos que Pineda y Bascuñán se

mantiene siempre a ras de suelo, describiendo lo que ve sin proporcionar ninguna

visión más general del espacio. Ercilla, en cambio, no solo entrega al principio una

descripción cartográfica de Chile, sino que se despega en ocasiones de una locación

particular para describir un panorama más amplio. Esto sucede especialarmente en

las ocasiones en las que el cambio de escenario es justificado con la aparición de

intervenciones maravillosas : en el canto XVII, mientras se desarrolla el asalto de

los araucanos al fuerte de Penco, Ercilla tiene una visión en donde se le aparece

Belona, quien lo lleva a una cumbre desde donde puede observar la batalla de San

Quintín, en la que los españoles \·encen a Francia el año 1556. Cuando Belona

conduce a Ercilla a la cumbre, tenemos nuevamente una \Ísta panóptica no solo del

lugar de la batalla, sino del orbe todo. Esta perspectiva, que permite ver la totalidad

de la tierra de una sola mirada, corresponde a la visión divina, lo que se

caracterizaba en los mapas de la época a través de la representación de ángeles y

nubes 101 :

10 1

Ercilla compone en palabras lo que


puede Yerse, por ejemplo, en el ma pa que
Carlos V encomendó elaborar, en 1546, al
italiano Battista Agnese como regalo a su
hijo Felipe II en ocasión de su asce nso al
trono. Debido a que Alonso de Ercilla
estuvo al servicio de Feli pe desd e 1548,
no es improbable qu e él mismo haya
tenido la oportunidad de apreciar este
ma pa de claro carácter simbólico ~,.
ornamental que - en palabras de Ricardo
Padrón- comierte el círculo de la ruta
de Magallanes, que está claramente
señalizada, en un emblema del imperium
sin e fine (3). Lo mismo puede decirse,
naturalmente, de la descripción de
Errilla.
157
Era de altura tal que no podría
un liviano neblí subir vuelo,
y así, no sin temor, me parecía
mirando abajo estar cerca del cielo;
de donde con la vista descubría
la grande redondez del ancho suelo,
con los términos bárbaros ignotos
hasta los más ocultos y remotos (XVII, 51, énfasis mío) .

Ercilla prefiere nuevamente una visión cartográfica que pone a San Quintín en

relación con las demás posesiones del monarca, entre los que se encuentran los

"términos bárbaros ignotos", y por lo tanto, la Araucanía. Más adelante, en los

cantos XXIII y XXIV, Ercilla tiene un encuentro con el mago mapuche Fitón, quien

lo lleva a presenciar - a través de una bola mágica- la derrota turca en manos de los

españoles en 1571, en la célebre batalla naval de Lepanto. Afirmo junto a gran parte

de la crítica (Lerner 36; Iñigo Madrigal 198; Goic, "Poetización" 124-125) que la

inclusión de estos episodios tiene como objetivo exaltar la grandeza imperial de

España, puesto que Ercilla tenía co nciencia de su rol como cantor del imperio. Con

todo, la conexión que establece Ercilla entre la guerra de Arauco y estas dos

decisi,·as victorias españolas permiten no solo enmarcar a la primera en rel ación

con el resto del imperio, sino que además compararla con las más grandes hazañas

del bélicas del monarca y, por lo tanto, elevar su importancia al más alto grado.

Como señala Padrón, estos episodios "link events on the colonial periphery ,., ith

renowned military triumphs in the metropolitan center and then refer the whole to

a universal geography built out of a verse itinerary" (198), es decir, los elevan al

tiempo que los hacen depender de un contexto más amplio 102 •

102 Cedomil Goic señala con respeto a estos pasajes que ''las guerra de Chile son narradas, desde un
comienzo, desde el punto de vista imperial como guerras justas; la rebelión de los ind ios, como
,·iolencia a la fidelidad jurada al monarca, necesitada de justo castigo. La inclusión de los espacios

!58
La perspecti\'a de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán puede suponerse

muy distinta a la de Ercilla con solo atender a la diferencia entre los co ntextos en

los que cada uno escribió su obra. Ercilla redactó su obra ya de \'Uelta en España,

habiendo \'iajado por gran parte de las posesiones de su monarca, cuyos logros

encomiaba. El criollo chileno no había aYanzado más allá de Lima en su intento por

ser escuchado por las autoridades, carecía de recursos económicos y sus

intenciones de Yiajar al Viejo Mundo nunca se concretaron. No es de extrañarse,

entonces, que la forma de abordar el problema sea distinta en la obra de Pineda y

Bascuñán, qmen no solo no establece ninguna relación entre los ohi dados

territorios araucanos y el resto del imperio español, smo que borra cualquier

referenci a que permita ubicarlo geográficamente. La omisión del autor criollo

destaca así la lejanía y el desamparo de esta región remota que se encuentra

des,inculada del resto del imperio. Mientras que Ercilla utiliza referencias

cart ográficas para ubicar la región que será escenario de las batallas, nombrando

los grados en los que se encuentran y midiendo su extensión en leguas, Pineda y

Bascuñán no solo omite aquello sino que incluso se abstiene casi totalmente de

describir y nombrar los lugares por donde pasa. La representación del espacio que

proporciona Ercilla enfoca principalmente las tierras de Arauco, pero su ojo se

de San Quintín , Lepanto y Portugal se hace e n representación de la guerra justa como man ifestac ión
del imperio e n todos los extremos del uniYerso·· ("La Araucana de Ercilla'· 114). Jaime Concha
inte rpreta la inclusión de las \ictorias en un sentido contrario y señala que .. la inclusión de Lepa n to
muestra, dentro de la concepción e rcillesca, que la e ne rgía guerrera de su pueblo encue ntra su justo
cauce co ntra los infieles otomanos más que contra los indios americanos·· ("ObserYacioncs'· 73).
Ricardo Padrón concuerda con Concha, ~·a que e n la comparación de a mbos episodios contras ta la
ci,·ilidad y misericordia que muestran los soldados es pañoles en presencia d el monarca y la
barba ridad con la que actúan en la frontera araucana (2o0- 201). La afirmació n de Co ncha supo ne
que Ercilla de nuncia la guerra de Arauco como injusta, lo que me parece poco probable, puesto que
las críticas a la codicia y crueldad es pañolas no s ignifican echar por tierra todo el pro~·ecto impe rial;
ahora bie n, aunque el sentido de la inclus ió n de la batalla de Lepanto es discutible, es cla ro que al
compa rarla co n las batallas chilenas se integra las haza ñas de la Guerra a rauca na a las conquistas
de l impe rio.

159
eleva cada tanto hacia el otro lado del océano. Pineda y Bascuñán permanece, al

contrario, con la mirada en el suelo describiendo solo a medida en que

experimenta. Es así como nunca detalla, por ejemplo, el tamaño de un valle o un

río, sino que señala la distancia recorrida y muchas veces acompaña esta

información con un breve reporte del clima que hubo durante el viaje: "aunque el

viento había amainado y suspendido su violencia, estaba en su punto el agua

dejándose caer a plomo; y a buen paso subimos las lomas y serros de Elol, que eran

los que traia marcados Maulicán para encaminarse a su tierra; y, habi endo

caminado más de dos leguas, encontramos en medio de aquellos serros otros

ranchos" (353-54). Estos datos sin·en para acompañar al caminante en su viaje y

co nfiguran un espacio contextualizado, atado a una experiencia y a una

circunstancia particular; son, además, insuficientes para dibujar un mapa, puesto

que el autor jamás proporciona puntos cardin ales. Su mirada nunca es cartográfica

y concibe el espacio en términos de su recorrido, de su \Ívencia 103 .

Pineda y Bascuñán elabora una representación del espacio que recorre sm

establecer mantener una unión con una porción de territori o más amplio, a saber,

el Reino de Chile, la capital virreina! o la metrópoli; tampoco establece relaciones

ni describe dist ancias en relación al mundo cristiano que ha dejado atrás. La única

,·ez que la mirada del soldado chileno se eleva para dar cuenta de un espacio desde

la altura es, por tanto, especialmente signifi cati,·a. Sucede durante un paseo que

w:l En otras palabras , la descripción de Pineda y Bascuñán puede asociarse a la distinción que
establece Michelle de Certeau entre una descrpción tipo '·m apa '' o una tipo "recorrido". Para
Certeau, la descripción de un lugar utilizando el modelo del mapa, da cuenta de un afá n preseriptiYo
en do nde no se toma en cuenta la utilización de los espacios por sus habita ntes. Esto se contrapone
a la descripción del espacio como un recorrido en el que se narran los lugares representando las
formas diYe rsas d e un orde n impuesto (''Spacial Stories" n S -1 22).

160
hace el soldado junto a un grupo de muchachos para buscar una hierba medicinal.

En ese momento, Pineda y Bascuñán se encuentra bajo la tutela de uno de los

numerosos caciques que lo reciben con gusto y tratan con respeto. Se trata del

cacique Tureupillán, quien vive al sur del río Imperial. El cautivo se dirige hacia el

norte en busca de la hierba mientras repite con los muchachos las oraciones que le

ha enseñado y estos lo convencen de visitar a un tío que vive en la ribera del río:

Fuimos caminando poco a poco, resando las oraciones y cantándolas

a ratos, hasta que llegamos a la sima del serro, de adonde

descubrimos un hermoso valle que hacía el río, y enfrent e dél, de la

otra banda, sobre una loma raza que señoreaba otro valle; por aquella

patte se divisaban los paredones antiguos de la ciudad Imperial que,

como los más eran de piedra, estaban todavía muy enteros.

Descubrimos también por aquellos llanos de tan apacible valle

muchos ranchos fundados en sus orillas, con muchas sementeras y

árboles frutales, que todo nos provocaba a bajar a verlos y a gozar de

la amenidad de aquellos prados (553).

La vista que describe Pineda y Bascuñán es elocuente y está muy lejos de aquella

presentada por Belona a Ercilla desde la cima de una enorme montaña donde podía

apreciarse la redondez del orbe -y las posesiones ultramarinas de Felipe II- a la

vez que la batalla en la que las fuerzas españolas dominan a las francesas. La

panorámica del criollo t ambién presenta dos planos, pero muy distintos: a lo lejos

se observa, desde el territorio mapuche, las ruinas de La Imperial, alegoría de la

derrota española y muestra patente de su incapacidad por mantener sus

conquistas. Las ruinas contrastan poderosamente con lo que puede verse un poco

16 1
más acá, un locus amoenus ameno y fértil, en donde \'lven apaciblemente y

esparcidas a lo largo del río vanas familias mapuches. Se trata de una visión

panorámica desde sur hacia norte que llama al español no a conquistar el territorio

divisado sino a conservarlo como esce nario de una utopía. Las oraciones que el

cautivo y los jóvenes acompañantes mapuches recitan y cantan mientras se acercan

al lugar contrastan también con los escombros de una ciudad "dejada de la mano

de Dios". Siguiendo el argumento prmidencialista que Pineda y Bascuñán

desarrolla a lo largo de la obra, La Imperial aparece como una ciudad destruida a

causa de la codicia nuevamente en contraste con la apacible vida de los aborígenes.

El autor hace referencia directamente a ello en otro pasaje del libro:

Pasamos el río de la Imperial por la mesma ciudad antigua y

desolada, que, cuando llegué a div:izar sus muros abatidos,

enternecido el corazón, no pude dejar de decir lo que el gran profeta

Jeremías dijo con dolorido ánimo suspirando, sobre los desiertos

muros de Jerusalén: ¿cómo están los muros por el suelo, la ciudad

desierta y solitaria?; ésta, que fue la principal señora de las gentes,

¿cómo la miramos viuda y sin amparo?: la que fue cabeza de las otras

hoy son sus habitadores tributarios. En este lugar dijo san J erónimo

las siguientes palabras, que podemos aplicar muy bien a aquellos

caídos edificios: el santo profeta habló en est e lugar místicamente,

porque en un tiempo fue copioso el núm ero de virtudes que

ensen aban en sí aquellos muros, conque imperaban y eran dueí1os

diversos afectos, porque se señoreaban de las carnales

162
concupiscencias; después que se sujetaron a ellas, experim entaron

sus ruinas (520).

La nostalgia por la gloria pasada se une al patetismo con el que el autor describe la

pérd ida de la ciudad en manos de la debilidad de los españoles. La comparación

con .Jerusalén reafirma a La Imperial como cifra del dominio cristiano sobre los

pueblos bárbaros, ahora destruida, lo que es observado sin necesidad de moverse

del monte situado más allá del fin del imperio. Por otra parte, este pasaje insiste

también sobre el tópico de la decadenci a española que ha sucumbido a las "carnales

concupiscencias", mientras que la integridad del pueblo mapuche está a la vist a.

Esta idea es más disruptiva en cuanto pasa por alto el valor otorgado a la ciudad

como principio rector de la sociedad coloni al. Como señalábamos más arriba, la

ciudad era considerada el núcleo de la cultura europea en América y los letrados

tenían en ella la función de mantener el orden y las estructuras de poder. Las

ruinas de La Imperial representan una doble impugnación a la ciudad co mo

negación de la realidad preexistente en América e instrumento del poder colonial, y

a los letrados, que superponen los intereses de la metrópoli a los de la colonia.

Pineda y Bascuñán sub,i erte así el signifi cado de la ciudad, convirtiéndola en el

origen del desorden y de la destrucción, mientras que la organización mapuche -en

forma de apacibles ranchos dispersos- cobra el significado contrario: el orden

impuesto por el damero de la ciudad es desplazado por el orden no geométrico del

campo mapuche.

La infiltración de la expen enc1a indígena del espac10 en el relato puede

rastrearse también en la form a en que se desplazan los personajes por el territorio.

En el Cautiverio f eliz no se representa el desplazami ento recto que requiere la

163
conquista, en el que el conquistador avanza a medida que va ocupando el territorio

hasta llegar al botín final, sino que se describe una travesía errática y

zigzaguea nte 10 4 . El trayecto no es directo, hay aYances y retrocesos, y en ocasiones

est á determinado por el azar. Aunque cab ría esperar que los indígenas conocieran

el espacio que ocupan, sucede más bien lo contrario, puesto que el protagonista -

gui ado por uno o varios mapuches- se pierde o se encuentra sorpresivamente con

un caserío, un claro en el bosque o una quebrada. Si bien la naturaleza no es

exuberante o sobrecogedora, se trata de un territorio que no acaba por ponerse

bajo dominio del hombre, que sorprende con la crecida de un río o con la apa rició n

de un árbol enorme y florido. El itinerario de Pineda y Bascuñán está marcado por

la imprmisación y la dispersión: cambia de lugar de permanencia a instancia de

di,·ersos caciques que lo invitan a sus casas, se desplaza en busca de lo desconocido,

se pierde junto a los mapuches entre montañas y ríos. Basta recordar con respecto

a este punto el pasaje en donde el autor se interna en el territorio mapuche en

búsqueda de una hierba. El jm·en criollo no sabe nada de herbajes medicinales,

pero confía en encontrar algo que pueda alhiar a la enferma. Su viaje es el im·erso

de la incursión del conquistador, qui en a\·anza hacia la búsqueda de riquezas, y en

particular, del oro que -aunque no esté a la vista- seguro se encuentra escondido

en lo más profundo del territorio mapuche; él, en cambio, se interna en el bosque

araucano en demanda de un tesoro muy distinto y sin saber con exactitud qué

10
1 Ma rio Rodríguez describe algo parecido al describir cómo utilizan españoles y ma puches el
es pac io en la guerra, aunque tal ,-ez se apresura e n atribuir a la cultura mapuche aquello que es
descrito por Pineda y Bascuñá n: '·La máquina de gue rra es pañola se e mpe ña e n estriar
consta nteme nte el territorio. Desde Pedro de Valdi,·ia adelante, los trayectos de penetración en
Chile están subordinados a los pun tos: se ,-a d e un punto a otro; s ie mpre desde una ciudad o fu erte
que se fu nda a otro por funda r, de tal modo que las líneas están siempre subordinadas a un
comie nzo o a un fin. En la máquina de guerra mapuche ocurre lo contrario . Todo está subordinado
al trayecto" ("Los bárbaros en el Reino de Chile" 4).

164
quiere. No obstante, el jo\'en criollo es ampliamente recompensado en su

búsqueda, mientras que la sed de oro del conquistador nunca podrá ser saciada. Es

necesario destacar que la representación del espacio se encuentra fuertemente

engarzada con el discurso moral más que con el económico. En efecto, en el

Ca utiverio f eliz están ausentes las referencias a la potencialidad del t erritorio en

cuanto a su beneficio económico, y en especial, a la presencia de recursos natu rales;

en cambio, los espacios son juzgados en relación con patrones morales, como

obser;amos en el caso de La Im perial, condenado como espacio de la degeneración

humana.

La representación del espacio en el Cautiverio fe liz está marcada por el

desmantelamiento de las estrategias hispanas para hacerse cargo del tenitorio

americano. En primer lugar, carece de una descripción general que ubique al

territorio araucano con respecto a la metrópoli y a los centros urbanos del Reino de

Chile y por lo tanto, independiza a este territorio; en segundo lugar, impugna a la

ciudad como forma ideal de organización social, demost rando la posibilidad de una

organización social Yiable que no está basada en patrones europeos o hispanos. El

espacio no se encuentra racionalizado a t ra\'és de la geometría del damero o del

cuadriculado del mapa, y no está all í para ser utilizado y conqui stado por el

hispano. Los desplazamientos de Pineda y Bascuñán desde un caserío a otro

marcan la repetición de un ritual que es muy similar en todos los lugares: el

recibimiento, la fiesta en honor del ca uti\'O, el ofrecimiento de una mujer que este

rechaza y el diálogo con un cacique acerca de la conquista española. El \iaje cobra

la forma de una espiral, en el que se \'i\'en las mismas experiencias una y otra ,·ez y

en el que ningún lugar tiene mayor jerarquía. De esta forma, la representación del

l ó5
espaciO rompe con la pretensión hispana de la dependencia del t erritorio

amencano de la metrópoli, al mismo tiempo que reproduce una concepción del

espaciO que refleja más la organización social mapuche que la hispana 10s. Los

desplazamientos del cautivo dentro del territorio mapuche no están ordenados en

torno a la idea de un lugar jerárquicamente superior ni tienen como referencia un

centro que sí está claramente establecido en el lado español, en el que hay una

patente conciencia de la periferia de la frontera con respecto a las ciudades

establecidas, asi como con respecto a la metrópoli. Esta conciencia de estar

orbitando en torno a un núcleo geográfico se suspende mi entras Pineda y Bascuñán

está cautivo, puesto que su itinerario es anárquico y azaroso.

4· Desplazamientos de fronteras , cambios de itinerarios

A pesar de la escasez de descripciones espaciales y territoriales que obserTamos

en el Ca utiverio feliz, es posible determinar la configuración de un núcleo

geográfico de gran importancia, que marca hitos en la narración y organiza el

espacio (aunque de manera no jerárquica). En efecto, uno de los pocos elementos

geográficos que nunca dejan de mencionarse a lo largo de la narración son los ríos,

105 Como señala Guillaume Boceara, el poder político e n la sociedad mapuche -que es ejercido de
manera primordial por el ulmen o cacique reche (mapuche)- no es un poder centralizado ni
cristalizado, además de ser compartido por otras figuras como el chamán (machi), el j efe religioso
(boqui uoy e) y los guerreros (co na ), de mane ra que conforman una red de poder que está en
perpetuo movimie nto. Es así como Boceara afirma que ·'la característica principal d el pod er político
en la sociedad reche y, por lo general, en las sociedades multicéfalas, es la inestabilidad y el hecho
de que éste se encuentra suj eto a procesos de im·ersión y englobamiento permanentes, pues se
encarna en múltiples figuras que construyen concurrente, antagónica o co mplementariamente su
propia red " (70, traducción de Diego Milos). Esta inestabilidad del poder impide también una
j erarquización radical del espacio como la que encontramos en el lado español, en el que las gra ndes
ciudades se imponen sobre el resto del territorio y la metrópoli sobre las colonias .

166
que marcan hitos y son importantes elementos de orientación, pero que además

otorgan diversos significados a los distintos lugares. Mientras que los cerros,

montañas y cordi11eras, valles y lagos son mencionados escasamente, los ríos

aparecen una y otra vez en la narración. Esto es sintomático en cuanto el río es un

elemento fundamental en la cultura mapuche y fue -al menos en un comienzo- el

eje geográfico que organizaba su cultura 106 .

Dos son - naturalmente- los ríos que se mencionan con mayor frecuencia y que

tienen un significado más importante: el rio Bio-Bío y el río Imperial. El primero de

ellos, como puede deducirse, marca el paso del mundo hispano al mundo

mapuche' 0 7, acontecimiento que se destaca a través de una serie de elementos que

le otorga n un dramatismo particular, como la tormenta que sobreviene al cruzar el

Bío-Bio, la crecida del río con las consiguientes las dificultades para atravesarlo, la

oportunidad de ret ornar al bando español y el juramento de fidelidad entre

Maulicán y el joven Pineda. La inmersión en el río fronterizo para pasar al bando

mapuche tiene connotaciones bautismales, y se reelabora de diversos modos a los

•o6 J osé Bengoa explica que antes de la llegada de los españoles, los map uches ord e naba n s u Yida en
torn o a los r íos: "Los ríos orga nizaron el ter ritorio mapuc he, lo trazaron , lo di\·idieron y tambié n lo
llenaron de vida y movimiento" (44). Bengoa d enom ina '"sociedad r ibereña " a esta organización
socia l, económica y cultural, y des taca que los ríos e ran s istemas de comunicación que delimitaban
espacios te rrito ria les, principalmente, la cuenca del Bío- Bío, la del Ca utín y del Toltén. La
importancia de los ríos en la sociedad map uche se manifestaba también en s u origen mítico - la
lucha primordial entre la serpiente de las montañas y la del mar- que ·' no se refiere ... a u n pasado
oh·idado y preexistente, sino a una exper iencia cotidiana reiterada por la historia . Cada imierno, se
podría decir, los habita ntes del s ur p ueden observar la lucha mítica entre las culdnas Cui Cui y Tren
T ren " (43). Aunque esta sociedad r ibereña sufrió graneles cambios a la llegada de los es pañoles, en
particular en cuanto al rol de los ríos e n el sistema socia l y económ ico, la im portancia cultural d e los
ríos no desa pareció.
10- Aunque la frontera del Bío-Bío era permeable, est a fue más que nada una frontera imagina r ia qu e

separaba simbólica mente la cultu ra hispana de la mapuche : .. Es la fro ntera imaginada por los que
\iYen en s u Ye rt iente norte, quienes también, poco a poco, com ienza n a sentirse es paíi.oles,
mie m bros pert enecientes a la cultura católica y occidental, a pesar de su ind udable ca rácter mestizo.
Y lo mismo ocurrirá con quienes Yivían al s ur del Bío Bío: se saben integra ntes de la sociedad
indígena del s ur, aunque también sean mest izos·· (Bengoa 344). Esta frontera imaginaria que separa
ele modo drástico u na cult ura de la otra queda muy b ie n ilustrada en el paso del cautiYo Pineda ~·
Bascu ñán po r el Bío- Bío.

167
largo del libro. Esta primera inmersión en el río Bío-Bío, a través de la cual el jm·en

soldado pasa efecti\'amente a territorio mapuche, se repite más adelante, cuando el

río no representa ya solo una frontera t erritorial, sino que cultural. El baño en el río

es un acto que cobra mucha importancia simbólica, ya que representa la inclusión

del cautivo en la cultura y en la comunidad mapuche. Durante su cauti,·erio, Pineda

y Bascuñán rechaza en variadas oportunidades la imitación que le hacen los

mapuches al baño matutino, hasta que finalmente cede, llegando incluso a alabar

las \irtudes de est a costumbre:

aunque a los principios llegué a sentir el imitarles en aqu ella acción y

costumbre, después me hice tanto al baño de por la mañ ana, que era el

primero que acudía a él sin repugnancia, porque real y verdaderamente

conocí y experimenté ser saludable medisina para la salud y para la

concervación de la \ida, pues en todo el discurso de mi vida me he

hall ado tan fuerte ni tan \igoroso como después acá con buena sal ud -a

Dios gracias prinsipalmente- juzgo haber sido el haber quedado

acostumbrado a refrescarme de mañana; que, ya que no puedo ejecutar

el baño por no tener a mano cuando me le,·anto un cristalino arroyo a

que arrojarme, me hago echar en la cabeza y en el selebro un cántaro de

agua serenada, de buen porte, después de haberme lavado los brasas ~' la

cara (452).

El reconocimiento de la 'irtud de esta costumbre indígena firma la inclusión del

cautivo en la com unidad y valida su forma de \ida; no obstante, al mismo ti empo se

reafirm a la fidelidad a la cultura hispana a través de un acto que puede

considerarse reflejo del anterior: el bautizo de los niños y jóvenes mapuches por

168
parte del criollo. Es así como el paso por el agua afirma simultáneamente la

fidelidad al cristianismo y la inclusión en la cultura mapuche, acontecimientos que

en el Cautiverio feliz nunca son incompatibles; todo lo contrario, el territorio

mapuche parece ser el lugar más propicio para ser un buen cristiano y -como

señalamos en el capítulo anterior- para que se reYele la traza del santo.

La fro ntera del Bío-Bío tiene en el Cautiverio una marca claramente negati,·a:

es el lugar del confli cto y de las pri,·aciones, de la \iolencia desmedida, de la

pérdida de los Yalores cristianos y de la corrupción. Es en la frontera en dond e se

deYelan las mayores sinrazones -puesto que no llega allí la justicia- y donde se

experim enta, tanto en el lado español co mo en el mapuche, los mayores

sufrimientos. Pineda y Bascuñán describe de la siguiente manera a los indios

fronterizos quienes, al igual que los soldados españoles, deben soportar grandes

penurias: "por ser gente pobre y desdichada la que asistía en aquél distrito, y ser

fronterizos y soldados perseguidos de los nuestros con malocas, entradas y

corredurías, no tenían qué comer, si no era un poco sebada, con que hacían mote, y

algunas papas" (375).

El carácter violento de esta fro ntera queda reafirmado con el sacrificio de l

soldado español que se relata en el capítulo XX del primer discu rso. La escena,

como ya se ha mencionado, responde a las muy frecuentes descripciones de los

horrores y crueldades indígenas que son descritas en los relatos de cauti,·os, y se

ubica en un momento anterior al cruce del Bío-Bío. El sacrificio se realiza en el lado

español del río, y una yez que est e se franquea y los cautiYos se encuentran en

territorio mapuche, desaparece el peligro de la muerte. Si bien hay un grupo de

indígenas que insiste en matar a los cauth·os y que el joYen soldado man ifiesta en

L69
Yariadas oportunidades su temor, la promesa de Maulicán de mantenerlo co n vida

es suficientemente persuash·a como para que este peligro se entienda muy remoto.

De este modo, la barbarie que supone este acto se asocia a la brutalidad de la

frontera, al desborde de la violencia y de la injusticia que reina en ella, disohi endo

la relación entre este sacrificio inhumano y el territorio mapuche, en donde nunca

se lleYan a cabo estos actos.

Por otra parte, el río Imperial marca una fro ntera interna en el territorio

mapuche. La distinción entre el mundo hispano y el indígena comienza a

deshacerse una vez pasado el Bío-Bío, y comi enzan a e\idenciarse otras diferencias

que no son visibles desde el territorio español. La frontera del Imperial es

importante puesto que divide a los mucho más ,·olubles indios fronteri zos de los

imperiales, ubicados al sur del río, a lo que se agrega la diferencia con los indios

serranos, más belicosos y rebeldes.

Lo más relevante de la superposición de distintas fo rmas de marcar y di,id ir el

espacio no es la di\isión política que se establece, sino la ,·aloración que se hace de

estos espacios. Es fundamental subrayar que Pineda y Bascuñán instala el lugar

desde donde emanan los valores y la cultura hispana en el seno mismo del mundo

indígena, lo que constituye un desplazamiento violento de las fronteras ideológicas.

Como indica Ralph Bauer (1998), el Atlántico es la frontera entre el Yiejo y el nuevo

mundo, el eje ideológico de la imaginación europea que reafirma a Europa co mo

centro geocultural108. El Cautiverio feliz , al narrar el paso del protagonist a desde el

tos Ralph Ba uer explica la impmtancia del Atlá ntico como frontera entre el nue,·o y el \iejo mu ndo y
señala que "the Atlantic becomes an ideological axis in the European geo-cultural imagination that
separates ·'over here" from '·over thcre" and that reaffirms ··Europe·· as geo-cultural centcr in
countless traYel narratiYes, no,·els, and histories during thc earl:-· modern period "(69). Agrega que,
e n estos relatos, el paso del "allá" al "acá" está acompañado por duras pruebas, como tormentas :-·

170
espac10 español hacia los territorios mapuches, transforma el "allá" (Reino de

Chile) en "acá", reinscribiendo la di\isión europea al trasladarla del Atl ántico a la

frontera de Chile (Bío-Bío). Sin embargo, esta afirmación de Ralph Bauer puede

completarse, ya que -por un lado- la frontera del Atlántico no desaparece por

completo al volver el autor una y ot ra vez a remarcar su distancia con respect o a la

metrópoli. A la frontera del Bío-Bío, además, se agrega otra: la que existe en el seno

de la sociedad española, entre españoles peninsulares y criollos. Esta nueYa

frontera, que dispone a un lado a los españoles y al otro a criollos e indígenas, tiene

como cent ro ya no la capital del Reino de Chile, sino que un lugar ubicado allende

la frontera del Bio-Bío.

La diYisión del mundo en dos que proporciona el Atántico es problematizada

en \·arios sentidos, y resulta en un a serie de clasificaciones que no son estables: la

diferencia entre europeos y americanos se mantiene, aunque en un segu ndo plano,

y se agregan las diferencias dentro de los europeos -hispanos \·ersus criollos- y

también dentro de los mapuches -fronterizos, imperiales, serranos. Estas nueYas

dh·isiones permiten asociar grupos que ant es estaban separados: un mapuche

im perial puede compartir más intereses con un español que con un se rrano y un

criollo puede hacerlo más con un mapuche que con un peninsular.

huracanes que muchas veces lleYan al naufragio . Pa ra Baucr. el paso de Pineda y Basc uñán por el
Bío-Bío intenta imitar este '·rito de pasaje'' a tra,·és de las dificultades que -como hemos desc rito-
tiene el cautiYo para cruzar el río: ''Pineda's colonial capth·i~· account appropria tcs the templatc of
the Etu·opean ew World s hipwreck narra ti,·c -of rcnoYal to ··o,·er there·· and rcturn to "ove r hcre'':
ho\\·e,·cr, e ngaged in the continua! semiotic proccss of re-inscribing "America" from a Euroce ntric
\Ícwpoint, his colonial narrati,·c rcmoYCS thc cosmic divide in the European geo-cultural
imaginatio n from the Atlantic into the Ame rica n landscape-t he frontier" (70).

17 1
Hemos revisado el modo en que es representado el espacio en el Ca utiverio fel iz

y cómo éste tensiona las concepciones espaciales hispanas que se imponen sobre el

territorio americano, en especial con respecto al binomio centro-margen y a la

importancia de la ciudad como foco civilizador. En concret o, la falta de

descripciones geográficas y topográficas impide representarse el territorio chil eno

como un mapa y ubicarlo con respecto a la metrópoli. Asimismo, las bre\·es

descripciones que se encuentran omiten toda relación de los recursos naturales y

por tanto, a las posibilidades de aprovechamiento económico de la colonia. El foco

se desplaza desde las consideraciones económicas a las morales, ya que los espacios

representados son caract erizados pri ncipalmente por su capacidad de ser escenario

de la virtud o del pecado, como es el caso de la destruida ciudad de La Imperial. De

este modo, el libro desecha las formas de apropiarse del espacio típica mente

hispanas y dest aca, al mismo tiempo, elementos de valor para los mapuches, como

los ríos, que tienen una gran importancia en la didsión mapuche del territorio así

co mo en las descripciones geográficas de Pineda y Bascuñán.

Además, el Cautiverio agrega a la distinción entre españoles e indios la

diferencia -y a ratos, el antagonismo- entre peninsulares y criollos, asocia los

intereses de est os últimos a los de los indígenas y señala el territorio indígena como

lugar de la refundación de los valores hispanos que han sido corrompidos por los

intereses de los peninsulares. Esta revaloración del territorio indíge na es tanto más

importante si consideramos que la ciudad desaparece en el Cautiverio como centro

de la organización imperial, siendo reemplazada por el mucho menos jerarquizado

espacio indígena. Desaparece con ella -siguiendo a Ángel Rama- el centro de

poder que permitía llevar adelante el ordenado sistema de la monarquía y cumplir

172
la misión civilizadora del proyecto imperial. Pineda y Bascuñán señala el fracaso de

este proyecto - por lo menos en el ámbito del Reino de Chile- al revelar los ,·icios

del mundo hispano e instaurar el espacio de la ci\ilidad entre los mapuches. Sin

embargo, sigue fiel a los principios más importantes de su cultura, mostrándose

como un hombre virtuoso, devoto, fiel a la monarquía y profundamente cristiano, y

despejando cualquier sospecha de traición. Pineda y Bascuñán vuelve a trazar el

mapa de las fronteras que dividen el "acá" del "allá" sin alterar su contenido: para

él, los indígenas deben ocupar el lugar que les pertenece, que no es por cierto el de

hombres libres, sino el de cristianos súbditos del rey.

Es necesario destacar, por tanto, que aunque Pineda y Bascuñán desplaza,

modifica e incluso subvierte los modos de representación y concepción del espacio

típicamente hispanos, ello no quiere decir qu e reniegue de los valores de su cultura,

sino únicamente afirma la posibilidad de Yoh·er al sentido originario de la

conquist a - conquistar al continente para el cristianismo y a los indígenas como

súbditos del monarca español- desde los territorios más remotos del imperio. En el

Ca utiverio no se subvierte el orden coloni al, sino que se desplazan sus fronteras; no

se destruye el orden, sino que se vi slumbra la posibilidad de un orden distinto; no

se renuncia a la pertenencia cultural al mundo hispano, sino que se la ancla en el

espacio americano. Y es precisamente este acto lo que adquiere sentido para Pineda

y Bascuñán como criollo, puesto que manteniéndose fiel a su herencia hispana,

busca reemplazar el poder centrali zado de la administración monárquica por una

estructura descentralizada. Al establ ecer el mundo mapuche como portador

pri,ilegiado de los valores hispánicos señala la posibilidad de que est os valores se

culti,·en en un sistema social - como el mapuche- que se caracteriza por su

173
organización flexible y una estructura difusa del poder, en contraposición al

jerarquizado orden social hispano. En efecto, Pineda y Bascuñán celebra en

repetidas ocasiones el sistema político y social mapuche, que llega a conocer muy

bien, y postula la idea de que en este sistema - tan distinto al español- es posible

conservar los valores que están en peligro entre los propios hispanos.

174
Capítulo V

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, traductor

1. Ideología de la lengua

Este capítulo aborda el problema de la representación, por un lado, de un

espacio cultural que tiene su propio lenguaje y, por otro, de una experiencia que ha

sido ,i,ida -al menos en parte- en lengua mapuche, pero que debe ser comunicada

en idioma español. Se trata entonces de responder a la pregunta de cómo la lengua

mapuche es Yalorada dentro del texto pero también -y principalmente- de cómo se

utilizan y traducen los términos mapuches que el autor inserta constantemente en

su discurso. La consideración acerca de qué, dónde y cómo se traducen y explican

los términos mapuches es relevante porque proporciona una muestra detallada de

qué ámbitos de la cultura tienen mayor importancia para el autor y de cómo éste se

relaciona y entiende aquello que le es ajeno; finalmente -y ahora en términos más

amplios- deja de manifiesto, en toda su extensión, el complejo juego de analogías

y distanciamientos del sujeto criollo con respecto al indígena.

El tratam iento de la lengua mapuche en el Cautivel'io feliz y su relación con el

castellano debe enmarcarse en la ideología de la lengua imperante en el S.XVTI, que

175
establecía una estricta jerarquía apuntalada por dos nociOnes principales. La

primera de ellas se remonta al mito de Babel, que descalificaba la multiplicación de

las lenguas (Sánchez-Albornoz 54). San Agustín reafirma este mito al aseverar la

existencia de una lengua original -probablemente el hebreo- la cual, al

desmembrarse, habría causado la división de los hombres (Mignolo, The Darker

Side 40-41). Esta idea permanecía aún vigente a comienzas del Renacimiento y fu e

reelaborada por pensadores humanistas de gran influencia en España, como Juan

Luis Vives, quien señaló que "la pluralidad de lenguas es consecuencia y castigo del

pecado" (Zimmermann 23, citado en Sánchez-Albornoz 54). Con esta idea en

mente, los cronistas de Indias se enfrentaron a la pluralidad de lenguas que

encontraron en América 109, razón por la cual es posible encontrarse con

comentarios como el de Francisco Cervantes de Salazar, discípulo de Vives, quien

señala en su Crónica de la N ueva España (¿1557-1564?): "Bien paresce, co mo la

experiencia nos enseña y la Di-vi na Escritura manifiesta, por el pecado de la

soberbia, hasta estas partes haberse derramado la confusión de lenguas, porque las

hay en la Nueva España con mucho trabajo se podrían contar, tan diferentes las

unas de las ot ras que cada una paresce ser de reino extraño y muy apartado" (130).

La co ndena de la pluralidad de lenguas viene aparejada con una estricta jerarquía,

según la cual las lenguas que están más cercas de la lengua original (hebreo, griego

y latín) tienen privilegios por sobre aquellas que se encuentran más lejos de esta

109 Es necesario agregar que, si bien esta idea fue ampliamente aceptada, la experiencia a mericana
no la ma ntuYo siempre intacta. Así lo confirma el caso de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien -
como recuerda lsaías Lerner- reco nsidera la pregunta del orige n de las lenguas a la luz de la
prodigiosa multiplicidad de lenguas con las que se encuentra: "Fernández de Oviedo no solamente
pone en d uda la verdad de la existencia de solamente setenta y dos lenguas deri,·adas de la
confusión de lenguas que relata el libro de Génesis, sino que propone, apoyándose en la novedosa
e,·idencia americana, la necesidad de aceptar la teoría de la poligénesis lingüística para poder
explicar esta variedad" ("La colonización española" 8).

176
(las lenguas vulgares). Aunque a comienzos del Renacimiento las lenguas vulgares

intentaron competir en prestigio con las lenguas clásicas, el cambio de valoración

se dio lentamente, de modo que al imponer el Imperio español su lengua sobre sus

colonias, lo hizo no solo a través del castellano sino también a través del lat ín 11 0 •

En segundo lugar, hay un elemento adicional que contrib uye a la jerarquización

de las lenguas, y que es probablemente menos e\idente que el anterior. Se trata del

ad,·eni miento - hacia finales del siglo XV- de una filosofía del lenguaje que

otorgaba especial autoridad a la lengua escrita (M ignolo, The Darker Side 29-

52) 111 • Según afirm a Mignolo, la escritura era entendida como resultado de una

evolución que culminaba con la escritura alfabética, considerada uno de los más

grandes logros de la humanidad. Esta devoción por la escritura iba acompañada de

la idea de libro, puesto que "la posibilidad de escribir en un transportador de signos

que no tuviera la forma del codex manuscrito o del libro impreso (por ejemplo,

escribir en piedras, en hojas de palmeras, en piel de cordero, o en papiro), estaba

fuera de las posibilidades corno una actividad del pasado remoto" (Mignolo, "La

colonización" 202) . El libro es, por antonomasia, la forma que adquiere la escritura

alfabética y constituye también un portador de autoridad que cumple un rol

importante en la torna de posesión del territorio americano durante la conqu ista.

Antonio Cornejo Polar lo señala claramente en su sugerente lectura del "diálogo" de

110
En la emblemática escuela de Santa Cruz de Tlatelolco, fundada por los francisca nos en 1535 para
educar a la élite indígena , se impartía u na educación comparable a la que impartían los franciscanos
e n Europa , de modo que las disciplinas fundame ntales eran el latín, la teología, la retórica , la lógica
y la filosofía. El español, por tanto, no se enseñaba, al menos no de manera oficial y, como señala
Dll\·erger , aquello que no se enseñaba en latín se impartía directa mente en náhu atl (Duve rger 176-
180).
11 1Aunque Mignolo describe aquí particularmente la ideología lingüística que imperó en España
hacia finales del siglo XV, podemos decir con Louis-Jea n CalYet que el argum ento de la inferioridad
d e la le ngua colonizada basado en la carencia d e escritura se repite e n otros contextos y épocas. En
efecto, Cah·et proporciona elocuentes ejemplos que se extienden hasta el siglo XX en el contexto del
colonial is mo francés (143-155).

177
Cajamarca entre el padre Vicente Valverde y el Inca Atahualpa, que escenifica el

conflicto entre la cultura oral y escrita. Se trata del momento en el que ValYerde

requiere la sujeción del Inca al Imperio y al cristianismo, y le entrega un libro

sagrado, el que Atahualpa lanza al suelo. Para Cornejo Polar, el libro que le entrega

Valverde al Inca no era solo un texto, sino más que nada un objeto de acatamiento

y adoración, es decir, un objeto sagrado. De est a forma, concluye que "la escritura

ingresa en los Andes no tanto como un sistema de comunicación si no dentro del

horizonte del orden y la autoridad, casi como si su único significado posible fuera el

Poder. El libro en concreto, como queda dicho, es mucho más fetiche que texto y

mucho más gesto de dominio que acto de lenguaje" (Esc ribir en el aire 41) 112 •

Bajo la tutela de esta concepción es que se describió y valoró las lenguas

amerindias, ninguna de las cuales tenía escritura alfabética. La jerarquización de

las lenguas derivada del mito de Babel y la valo ración de la escritura alfabética tm·o

consecuencias a la hora de describir y juzgar las lenguas de los nativos americanos:

"la estratificación de los idiomas habitual en Europa fue t rasladada al Nuevo

Mundo, apenas añadiendo a las lenguas amerindias en el peldaño más bajo"

(Sánchez-Albornoz 51). Por lo tanto, las lenguas de los indios americanos fueron

co nsideradas menos evolucionadas que el castellano y naturalmente, que las

lenguas clásicas y también que el español, pero conduj eron al mismo tiempo a la

ingente empresa de elaborar gramáticas y diccionarios de estas lenguaS 11 3 . Aunque

112 La asociación entre la escritura ~~ el ejercicio del poder ya había sido señalada por Ma rtín
Lienhard, quien destaca que el documento o capitulación a traYés de la cual se toma posesión de la
tierra no constata esta toma de posesión, sino que la pe!forma - utilizando el térm ino de J .L. Austin.
Para Lienh ard, la capacidad prefo nna tiYa d e la escritura está afianzada, fina lmente, e n la
concepción ctnocentrista del Yalor universal de las Sagradas Escrituras judea-cristianas.
11 :l El trabajo de proporcionar escritura a las le nguas americanas y confeccionar sus gramáticas

tam bié n reflej ó el colonialismo lingüístico, puesto que estuYo guiado por el modelo del alfabeto !'
gramática latinos, de modo que, por ejemplo, las lenguas ame rindias se describían señalando de qué

178
las sociedades indígenas contaban con formas de notación o de representación

gráfica de la lengua, estos sistemas (los quipus andinos, los glifos mesoamericanos)

fueron ignorados o absorbidos por la escrihua alfabética 11 4 . Mmtin Lienhard

incluso señala que la imposición que más extrañeza causó entre los indígenas fue

"la Yaloración extrema, sin antecedente ni en las sociedades autóctonas más

"letradas" (Mesoamérica), de la notación o transcripción gráfica - alfabética- del

discurso" (La voz y su huella 22).

Es necesario anotar, por otro lado, que las consecuencias del descrédito de

las lenguas amerindias rebasan el ámbito puramente lingüístico hasta alcanzar casi

cualquier esfera del comportamiento social. Walter Mignolo nos proporciona un

buen ejemplo con la obra de Bernardo de Alderete, quien publicó Del o rigen y

principio de La Leng ua castellana o romance que hoy se usa en España en 1606. En

ella, además de recalcar la filiación directa del cast ellano con el latín, destaca la

relación entre la lengua escrita y la capacidad de producir ciencia y literatura, y de

tener "policía" (Mignolo, The Darker Side 29-37). Esta asociación entre la carencia

de una escritura alfabética y el defic iente desarrollo de la producción de

conocimiento o la escasa organización social está prefigurada en la conocida

clasificación que hace José de Acosta de los bárbaros en De Procuranda Indorum

Sa lute, que data de 1588 . El jesuita explica las diferencias entre distintos tipos de

bárbaros y agrega que cada uno de estos tipos - que se reducen a tres- requiere de

carecía n con respecto a las letras del alfabeto latino (Mignolo, The Darke r S ide 45-52.) o a los casos
d e esa lengua (Cánovas 46-47).
1 14 Lienhard a rgu menta que "desde la Edad Media , con el prestigio creciente de la escritura y el

d esarrollo de un verdadero '·fetichis mo de la escritura ··, el testimonio oral deja de tene r valor" (La
, -oz y s u huella, 31). Esto conduj o finalmente a la s upla ntación de la cultura oral de los indios
americanos por la cultura gráfica europea, aunque -agrega Lienhard- sin que los nativos tu,·iesen
acceso a esta última.

179
un tratami ento distinto para su eYangeli zación. El primer tipo corresponde a los

bárbaros que están más cerca de los ci,i lizados, como asiáticos y orientales, y son

aquéllos que no se apartan gran cosa de la rect a razón y de la práctica del

género humano. Estos son ante todo los que tienen régimen est able de

gobierno, leyes públicas, ciudades fortificadas, magistrados de not able

prestigio, comercio próspero y bien organizado y, lo que más importa, uso

bien reconocido de las letras. Pues en ninguna parte se encuentran

monumentos literarios ni libros, si sus gentes no son cultas ni tienen, sobre

todo, una organización política (De p rocuranda indorum salute 1 63).

La capacidad de ostentar un "uso reconocido de las letras" que se compru eba en la

producción de "monumentos literarios" y libros 11 5 - los que presuponen para Acosta

una escritura alfabética- se relaciona en este pasaje de manera directa con la

capacidad de tener organización política y por tanto, "policía". Para Acost a, ambas

cosas Yan de la mano y son una muestra indudable de un mayor desarrollo en la

cultura y de un grado más alto de ciYilización. Al segundo y tercer tipo de bárbaros

Acosta los describe como faltos de escritura puesto que no considera otra escritura

que la alfabética; con todo, rescata que los bárbaros que se encuentran en un estado

interm edio de evolución hayan encontrado modos alternativos de notación, ya que

"suplieron (parece casi increíble) la falta de escritura con tal derroche de ingenio

Au nque Ma1tin Lienha rd señala que ··el as pecto , ·isual de la escritura mesoamericana (s ignos
11.'i

gráficos dispuestos según diferentes patrones geomé tricos), su ·puesta en esce na' más corriente
Oibros-b iombos de pa pel amate), la colocación de estos 'libros· e n 'bibliotecas', pa recen aproxima r
las cultu ras gráfica mesoamericana a la eu ropea,. (La voz y su huella 43) ~· a unque efectiYa mente
algunos euro peos describieron estos regis tros gráficos como libros, podemos su poner co n cierta
prop iedad que Acosta está pensando aq uí en un libro occidental. Con res pecto a esto, Mig nolo
afi rma q ue "au nque ta nto los historiadores como los misioneros reconocieron que los a me rind ios
tenía n ma ne ras de conservar el pasado (tanto en forma oral como en sus pictografías), no llegaron a
d arles un ,·alor equiYale nte al de la historiografia e uro p ea ~· pen insular del siglo XVI." (Mignolo, .. La
colon ización., 19 7) .

180
que guardan memona de sus historias, ritos y leyes y, lo que es más, de la

t rayectoria de los tiempos y del recuento de los números con unos stgnos Y

memoriales por ellos im·entados, que llaman quipos, de suerte que a menudo los

nuestros, con todas sus escrituras, se rinden a su pericia". Incluso llega a exaltar la

notación numérica al señalar que "en cómputos y divisiones no sé, a la verdad, si

nuestra escritura da a los matemáticos más seguridad que a estos hombres esos

signos suyos. Y es de todo punto sorprendente Yer con qué fidelidad guardan

memoria aún de las cosas más menudas durante muchísimo tiempo con a~11da de

sus quipos" (De procuranda indorum salute 1 65) 116 •

La carencia de escritura alfabética se relacionaba entonces con el grado de

ciYilización y con la mayor complejidad en la organización social y polít ica, y en

algunos casos, t ambién con la capacidad de producir conocimiento y guardar

registro de la historia. En otras palabras, también se pensaba que no era posible

tener historia o incluso poder narrar de manera coherente sin la ayuda de una

lengua de escritura alfabética:

Los historiadores españoles actuaron bajo la creencia de que el alfabeto

era una condición necesaria de la escritura historiográfica, puesto que de

acuerdo a los principios de la época la historia era -por un lado- una

116
La clasificación que hace José de Acosta de los distintos tipos de bárbaros -cuyo fin es
desa rticular la asociación entre los indios americanos~· los bárbaros que, según Aristóteles, estaban
desti nados a ser s ie rvos naturales- tiene su antecedente en la Apologética historia suma r·ia (1559)
de Ba rtolomé de las Casas. En esta obra , las Casas propone una clasificación algo d istinta, hacie ndo
una prime ra gran di,isión entre los bá rbaros simpliciter, que so n los bárbaros propiame nte ta l es~­
que corres ponden al tercer grupo de bárba ros al que hace referencia Acosta. Los otros bárba ros -
entre los que se encontrarían los indíge nas america nos- son, para las Casas, secundum quid es
decir, carecen de alguna cualidad para no ser bárbaros (como las letras o la fe cristiana) pe ro "en lo
demás pued en ser sabios y polidos y carecer d e ferocidad, extrañez ~- as pereza'' (Obras completas
1577). Sea cual fuere la clasificación, la escritura alfa bética es en ambos casos u n eleme nto cm cial en
el momento de reconocer a una nación bárbara, ya que hay algunos bá rbaros que s i no fu era por su
ca rencia de letras podrían llamarse ci,ilizados.

L8 1
combinación de palabras y cosas y - por otro- que no se podía tener

historia si no se poseía escritura alfabética . . . Al concluir que los

amerindios no tenían historia (aunque tuYieran memorias del pasado),

los misioneros y letrados se autodesignaron cronistas con la tarea de

poner en forma coherente los relatos que, según algunos de ellos, los

amerindios narraban de manera totalmente incoherente (Yrignolo, "La

colonización" 197).

Por último, en la falta de escritura alfabética entraba t ambién en juego la

capacidad de producir discursos orales elaborados, puesto que esta dependía de la

refl exión escrita sobre el lenguaje oral. En otras palabras, se trataba de un a

"concepción del hablar bien que no se concebía sin la preceptiva escrita, que tenía

el nombre de retórica" (Mignolo, "La colonización" 2 0 6).

No podemos dejar de señalar que más allá de ciertas coincidencias con respecto

a la manera de concebir el lenguaje, las que desembocaban en la superioridad de

las lenguas europeas sobre las indígenas, pueden reconocerse diversas posturas

frente a la calidad del lenguaje de los amerindios. Wolfgang Reinhard distingue dos

posturas básicas para enfre ntarse a las lenguas nativas: Una supone un

isomorfismo entre lenguaje y realidad, según el cual no debiera haber grandes

problemas de comuni cación puesto que las lenguas europeas serían parecidas a las

americanas, o tendrían algún grado de filiación. La mayor parte de las

consideraciones acerca de las lenguas indígenas prmienen de esta orilla, aunque

también aquí hay diferencias entre las posturas más benévolas y las más estrictas,

según las cuales la lenguas amerindias serían similares a las europeas, pero en un

menor nivel de desarrollo. La segunda postura, nominalista, rechazaría este

182
iso morfismo y supondría más bien que los bárbaros americanos hablan un lenguaje

indescifrable y de menor ,-alar, o incluso no era considerado un lenguaje

propiamente tal (Reinhard 8-g).

2. Lengua y colonización

Aparte de la ideología del lenguaje que hemos descrito escueta mente, la

relación entre el idioma colonizador y las lenguas nativas se \ÍO afectada por la

función que ejerció la difusión de la lengua europea en el context o de la

colonización. En este sentido, es necesa rio hacer refere ncia al conocido prólogo de

Antonio de Nebrija a su Gramática castellana (1942), en el que señala la

importancia de que el pueblo conquistador imponga su lengua al conquistado.

Nebrija argumenta que "la lengua fue co mpañera del imperio" y agrega -

dirigiéndose a la Reina Isabel 1- que la utilidad de su gramática está en que

"después que Yuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros y

nacion es de peregrinas lenguas, y con el Yencimiento aquellos tendrian necesidad

de recebir las laies quel vencedor pone al ve ncido, y con ellas nu estra lengua,

entonces, por esta mi arte, podrían ,·enir en co nocimiento della" (11) 11 7. Las citadas

palabras de Nebrija merecen dos comentari os, uno respecto a la complicidad de

u- La introducción a la Gramática castellana de Nebrija ha hecho pensar que Castilla contaba de


antemano con un plan lingüístico que aplicaría a las Indias; sin embargo - como acla ra Sánchez-
A.Ibornoz- Nebrija, cuya gramática salió de la imprenta el 18 de agosto de 1492, estaba más bien
pensando e n la reciente reconquista de Gra nada y miraba orilla opuesta al estrecho de Gibraltar
(so). De todas for mas, la idea propuesta por Neb rija en su prólogo da cuenta d e una Yol untad de
imposición de la lengua sobre el colonizado, aú n cua ndo toda\ia no se concebía la conquista de
América.
una concepción del lenguaje con la empresa colonial y otro relacionado con la

,-alidez de esta afirmación pa rticular dentro de la política lingüística española.

Co n respecto a la primera cuestión , ·ale la pe na recordar que la ideología del

le nguaj e est á estrechamente ligada con el gesto colonialista ; de hecho, la

teorización de la superioridad lingüística fo rma parte del engranaje ideológico que

justifica la empresa colonial. Louis-Jean Calvet acuña el t érmino glotofa gia para

referirse a la imposición de la lengua del colonizador sobre la le nguas nativas ~­

po ne especial énfasis en la interpretación diacrónica de est a relació n, según la cual

"la t eori zación del dnculo con el otro, con el diferente, pasa por su digestió n : pues

el otro no es ni puede ser más que un est adi o antiguo de nuestra propia hist oria,

más que una forma inacabada de nuestra propia perfección" de modo que "las

le nguas de los otros (pero detrás de las lenguas se tienen las culturas, las

comunidades) no exist en sino como pruebas de la superioridad de las nuestras"

(42). Es así como la interpretación de carencia de alfabet o o de escritura co mo

inferioridad, o la denominación de las lengu as nat i, ·as como "jergas" o "dialectos"

es parte de un discurso colonial más amplio: "el discurso colonial sobre la lengua

no sólo es racista, o despreciativo: ést as sólo son sus m anifestaciones más ligeras.

Es - ante todo y más profundam ente- fun cional, po r compl et o orientado hacia un

objetivo: la justificación de la glotofagia y de la política que la engloba" (Cah ·et

153). Est a política incluye la impos ición política y económica, que es inte rpret ada

co mo consecuencia natural a una s uperioridad que comie nza en el ámbito

lingüísti co.

En segundo lugar, es necesario destacar que la afirmación de Nebrija no es un

refl ej o de la política lingüística española, que no fu e coherente ni homogé nea (Oroz

184
24). La idea de unificar el imperio a través de la lengua co ntaba con múltiples

excepciOnes: en la misma península convivía el castellano con lenguas

emparentadas, como el gallego y el catalán y en menor medida, con el portugués;

también coexistía con idiomas de raíz distinta, como el árabe y el vasco. Sánchez-

Albornoz explica este hecho señalando que "la mentalidad de la época admitía sin

contrariedad la coexistencia de varias lenguas dentro de un mismo reino o señorío"

(51). La unívoca -visión de Nebrija no iba a la par co n una política lingüística

estable, puesto que la Corona aplicó estrategias distintas según el lugar y la lengua

a la que se enfrentaban. Al topar en Indias con lenguas desconocidas, se imprm·isó

su actitud hacia ellas, lo que explica los vaivenes que pueden encontrarse en las

innumerables leyes que se promulgaron al respecto (Sánchez-Albornoz so). No

obstante, puede señalarse en términos generales que la Corona intentó propagar el

castellano y naturalmente, el latín, en el Nuevo Mundo 1 1s. Esta estrategia no

respondía -como hemos venido argumentando- a aplicación de una política

general, sino que estaba ligada a caract erísticas particulares de la empresa que

constituía la conquista de América: en defi nitiva, el motivo principal por el cual se

us Co mo hemos señalado, la política de la Corona no fue decidida y pasó por diferentes etapas . Ana
Gimcno reconoce al respecto tres grandes momentos: e n los primeros años de la co nquista se
intentó imponer el español como instrumento de e,·angclización y ci,ilización de los natiYos . No
obstante, hacia mediados del siglo XVI, los pobres resultados de esta estrategia y la dificultad de
alfa betizar a una población enorme llevaron a privil egiar la CYangelización en las lenguas nativas.
Con el tiempo, este método también comenzó a mostrar sus falencias , ya que se consideraba que las
lenguas indígenas no poseían las palabras para significar conceptos fundamentales del cristia nismo:
"~·a en 1550 se decía en una cédula que la explicación de los misterios ele la fe, con propiedad , en la
le ngua de los indios, no era posible s in cometer grandes disonancias e imperfecciones" (Gimeno
20 5) . El temor a la idolatría llevó a que desde final es del s. XVI en adelante se insistiera en la
enseña nza del español. No obstante, es necesario señalar que Felipe II nunca aprobó la prohibición
de utilizar las lenguas nativas, sino que señaló con prudencia que se intentara e nsei'iar el espa ñol a
todo indígena que estuviese dispuesto a hace rlo, como quedó consignado en la cédula del 20 de
j unio de 1596. La política de castellanización se recrudece con los años, y ya e ntrado en el siglo
A'VI II, Ca rlos III emite una cédula en la que se ordena la e nseñanza del castellano "a fin de
conseguir que se destie rre n los diferentes idiomas que se usan en aquellos dominios y sólo se hable
el castella no" (Zavala 26).

185
insistió en propagar el castellan o en la Ind ias fue religioso, pues el idioma debía

propagar el cristianismo (Gimeno 196) 11 9.

Hasta aquí hemos venido lidiando con el problema de la co nvemencta de

Imponer la lengua del conquistador a los nativos del Nuevo Mundo, que se

manifiesta tanto en el prólogo a la Gramática castellana de Nebrija como en gran

parte de la legislación indiana 1 20 • Sin embargo, los deseos, que pueden estar

expresados en leyes, difieren mucho de la realidad: la tarea de promulgar el espa ñol

entre los nativos fue ardua, lenta y muchas veces ineficaz, de modo que los

misioneros comenzaron a argumentar a faYor de la e,·angelización en las lenguas

nativas co n el fin de llegar de modo más directo a los indígenas. La primera

consecuencia de la intromisión española no fue entonces la desaparición de las

lenguas nativas sino que, en un pri mer paso, su simplificación 121 . Solo a comienzos

") Jua n Lopc Blanch destaca también las razo nes políticas de esta decisión, a rgumenta ndo q ue
1

"para el poder ciYil, la castella nización era prefe rible, por cuanto que por medio de ella podría
alcanza rse la unidad indispensable para la estabilidad del imperio. Se trataba de seguir~· a u n de
completa r los pasos dados por Roma e n la a ntigüed ad a los ancho y a lo la rgo de m u~· extensos
te rrito rios, pa ra alcanza r la unidad política - una sola coro na-, la unidad religiosa - una sola fe- y la
un idad lingüística- por toda la extensión imperial'· ( q). Con todo, es de su po ner que la m is ió n
e\·a ngelizadora le imprimió especial urgencia a la ta rea de la castella nización, es pecialme nte s i se
toma en cuenta que esta no fue una política q ue la Corona a plica ra en todo su imperio.
1 ~ 0 En Poder y lenguaje desde el siglo XVI , SilYio za,·ala ofrece un recorrido por las diYe rsas J c~·es

pro mulgadas po r la Corona respecto a la política lingüística y cita las dis posic io nes que
constituyero n sus principales hitos. Por otra pa rte, Walte r Mignolo tam bién resu me muy bien en su
artículo "Teorías renacentistas de la escritura y la colonización de las lenguas na tivas·· las
principales leyes que se promulgaron al res pecto :v· concl uye señalando la disconti nuidad entre las
ambiciones de la Corona y las necesidades practicas de los misioneros: '·podemos re\i sa r y lee r las
Leyes d e Ind ias, desde la creación del Consejo de Indias (15:l4) hasta el siglo XVIII y nota remos, con
más o me nos é nfasis, con más o menos concesiones a la política de los frail es me nd icantes, q ue el
le ma '·la lengua, compañera del imperio" se ma nifiesta en el esfue rzo de la Corona por castellaniza r
a los amcrindios que muchas w ces choca - por u n lado- con la política de la e\·angelización ~· -por
otro- con la política de la enseñanza supe rior de huma nidades en las un i,·ersidades y en los colegios
jesuitas ·· (188).
121 Bruce Man nheim est udia el caso del quechua cuzque ño, el que fue simplificado luego del Concilio

ProYincial en Lima (1583) con el fi n de pod e r ser utilizado también fu era de Cuzco. Es to !leYÓ,
finalme nte, a reducir el rico mosa ico de lenguas que había en la zona Andina a un único id ioma más
s i mpl e ~· ma nejable que sólo diera cuenta de la oposición entre el español ~· la lengua na tiva (90-91 ).
Ta mbié n señala Gimeno que la teoría de la "le ngua genera r · -que consistía en el intento de reducir la
e norme , ·a riedad de lenguas amerind ias a una sola pa ra facilita r su apre ndizaj e por parte de los

186
del siglo XIX hubo una importante masificación de la ensenanza del español

(Sánchez-Albornoz 59-60), aunque tampoco ello significó la desaparición de

muchas de las lenguas nativas.

3· Lengua y evangelización

La imposición de la lengua castellana sobre los indígenas estaba relacionada de

manera estrecha con la evangelización, puesto que se consideraba que a través de

esta lengua era posible transmitir los misterios de la fe y, además, civilizar a los

bárbaros. No obstante, la dificultad de enseñar el cast ellano a la gran masa

indígena llevó a los misioneros a pensar en e\·angelizar haciendo uso de las lenguas

nativas. En efecto, a pesar del interés de la Corona por difundir la lengua caste11ana

en su creciente imperio, los misioneros que se ocuparon en la cristianización de los

indios t erminaron por utilizar las lenguas originarias como medio de conversión:

"because it was contrary to the teaching goals implemented by the Mendicant friars

and the jesuit orders during the colonial period, the Hispanicizing of the

Amerindian remained at the level of edicts, royal orders and laws" (Mignolo, The

Darker Side 53). Tanto franciscanos como jesuitas se abocaron a la redacción de

diccionarios y sermonarios que les permitieran e\·angelizar con mayor rapidez

(Dm·erger 135). La ventaja de la evangelización a través de la lengua nativa condujo

a una política liberal en relación con las lenguas amerindias, aunque esto no

suplantó la ambición de convertir al castellano en lingua fra nca; el uso de las

doctrineros- tuvo considerable aceptación durante el siglo XVI y contó entre sus defensores al Padre
Bias Valera y a J osé de Acosta.

187
lenguas indígenas obedecía al deseo de convertir a la población nativa con mayor

rapidez y eficacia, pero no se perdió de vista que el objetivo último era la

hispanización: "Se entrecruzaba el planteamiento de lo que podemos llamar una

política lingüística destinada a incorporar al indio a la cultura y modo de vida

españoles y las necesidades de la evangelización" (Ávila 355). Es así como los

misioneros abogaban por el uso de las lenguas amerindias mientras que la Corona,

aunque tolerante, intentaba recordar que el objetivo último era la incorporación de

los indígenas a la cultura hispana.

La apertura de la Iglesia a las lenguas amerindias quedó de manifiesto en los

Concilios de Lima, en los que se resolvió cuestiones de derecho canónico en

relación con América. En el Primer Concilio (1551), se reco mendó el uso del

español, aunque se permitió también el del quechua. El Segundo Concilio (1567)

tuvo como objetivo adaptar las normas al Concilio de Trento. En él se insiste de

manera más clara en la necesidad de que a los indios se les predique en su propia

lengua 122 y no hace refe rencia solo al uso del quechua, sino del uso de la lengua

nativa según la región. Finalmente, el Tercer Concilio (1583), aunque reafirma lo

expuesto en el concilio anterior, hace algunas incitaciones al uso del castellano

(Á\ila 341-344) 1 2 3 . Por otra parte, la evangelización de los indígenas a través de las

12 2La preocupación por encontrar sacerdotes qu e s upie ran la leng ua de los indios fue m a nifiesta
d ura nte el siglo X\11 y la primer a mitad d el XVII. Debido a la falta de sacerdo tes que hablaran
lenguas nativas, los obispos decidier on o rdena r sacerdotes m estizos e ilegítimos, lo q ue estaba
pro hibido por los concilios limenses y por las leyes reales (ÁYila 3 49) .
123 Ana Gimeno señala la impotta ncia que tuYO el temo r a la idola tría y la neces idad de mantener

ciert a o rtodoxia religiosa en el progresivo inte rés en dar prioridad a la enseña nza de la lengua
es pañola , de m odo que la actitud "de respeto e inter és po r las lenguas indígenas Ya a ser sustituida
por criterios como los que sustentaba n la céd ula de Madrid del 16 de enero de 1590, en la qu e el Rey
dice al Consejo lo mucho que importa "que todos los indios sepan la lengua cas tellana ... para qu e se
les quiten las ocasiones de idolat ría y otros ú cios y cosas en q ue se d istraen por medio de s u
leng ua "" (207). A esta razón de o rden religiosa para impulsar el uso del español e ntre la población
indígena , Rod olfo Oroz agrega un moti,·o político relac ionado co n el hecho de que el

188
lenguas nativas no fue tan fácil ni efectiYa como se había pensado. Los indios

vohían muchas veces a sus antiguas creencias una vez bautizados, de modo que se

pensó que el castellano podría ser un mejor medio no solo de evangelización, sino

que de civilización. Aunque no exigió la imposición total del castellano, cosa que

por lo demás era impracticable, en 1596 el rey Felipe II instruyó que se intentara

enseñar castellano a los indios que voluntariamente quisieran aprenderlo12 4 (Á,ila

356-357). Es así como la imposición del cristianismo fu e, paradójicamente, la ta rea

que más difícilmente se aparejaba con la mantención de las lenguas indígenas pero,

al mismo tiempo, la que finalm ente impulsó la descripción de estas lenguas, así

co mo su uso y conservación 125.

Pero la evangelización no se logró exclusiYamente a través de la comunicación

verbal. Rolf Foerster destaca que los jesuitas en Chile fueron eficaces en la

e\·angelización por comprender la importancia del rito mismo por sobre su

adoctrinamie nto en las lenguas indígenas resultaba en privilegios para los hablantes d e esas
lenguas, a saber, mestizos y criollos, ya qu e "el cle ro mestizo y criollo tendría s iempre una no toria
Yentaj a sobre el español, por dominar mejor la lengua nath·a, mientras la población consen ·ara su
propio idioma. Pues, en tales condiciones - se argumentaba-, estos elementos serían preferidos por
la tarea de d octrina r y educar espiritualme nte a los in dios, y , por consiguiente, se llevarían el m ayor
núm ero de curatos con el goce económico inhere nte a estos ca rgos" (27).
12 -1 La política española fue bastante tolerante hasta el s iglo XVIII, cuando Ferna ndo VI -en una

cédula del 5 de junio de 1754- dispone que no se eYangelice en lenguas indígenas; más ta rde, en
1770, Carlos II dis pone que se destierren las lenguas indígenas y se hable solo el castellano (Á,ila
356-357).
12 5 Si, por una parte, uno de los argumentos más contundentes para imponer defin itivamente el

castella no a la población indígena fue que las lenguas natiYas no podían significa r conceptos
católicos y que pe rpetuaban las idolatrías, por otra pa 1t e fueron los misioneros quie nes muchas
Yeces defe ndieron y rescataron estos mismos idiomas . Christian Du,·erger rescata la enorme labor
realizada al respecto por los franciscanos, entre las que se destaca la composición de , ·a rias
gramáticas y Yocabularios de la lengua náhuatl -el Vocabula rio (1547) de Andrés de Ol mos, el
Vocabulario en leng ua castellana y mexicana (1571) de Alo nso de Malina, el Arte de la leng ua de
M ichoacán (1558) de Matutino Gilberto- así com o también la recopilación de los ueuetlatolli, los
discursos de los ancianos por parte del ya nomb rado Alonso de Olmos y por Be rna rdino de
Sahagún. La descripción que hace este último del ná huatl ilustra muy bie n el entusias mo con el que
algunos d efendieron las cualidades de las lenguas nativas. En su Historia general de las Cosas de
Nueva Espai'ia, Sahagún reproduce discursos y diálogos indígenas, los que describe señalando que
'·usan de muy hermosas metáforas y maneras de ha bla r'' (299) o "tiene mara, ·illoso lenguaje y muy
delicadas metáforas y admirables avisos" (322).

189
significado. Foerster señala que la valoración del proceso evangelizador debe

hacerse desde la perspectiva del ex opere operato, desde la cual la eficacia del rito,

cuyo significado depende de las tradiciones de las partes, se impone por sobre la

intención de quien lo ejecuta. Particularmente, esta perspectiva se observa en la

utilización de la cruz como símbolo así como en la importancia que le daban los

jesuitas al bautismo y a la adquisición de un nombre cristiano por parte de los

indígenas. Los jesuitas no censuraron los significados diYergentes que podían tener

estas prácticas para los mapuches, puesto que "para los jesuitas lo importante era

que los agregados mapuches aceptaran el rito; establecido éste, vendría un segundo

paso: el de una mejor "comprensión" de sus contenidos simbólicos" (263). El

planteamiento de Foerster invita a mirar la cuestión del lenguaje más allá de la

oposición entre la evangelización en lengua castellana o indígena, puesto que al

interior de estas oposiciones podemos encontrar actitudes más o menos tolerantes

hacia la diferencia. En particular, la imposición de un significante se encuentra

morigerada por la tolerancia de su significado, lo que permitió una mejor

aceptación por parte de los mapuches.

4. Las palabras del otro: testimonio mapuche y narrador criollo

La representación y reproducción de la lengua mapuche en el Cautiverio feliz

debe evaluarse en relación con la ideología de la lengua que hemos expuesto y con

el particular rol que cumplió en la evangeli zación de los amerindios. La lengua

mapuche est á representada, por una parte, en los diálogos que tiene el cautivo con

190
los caciques y que se realizan en lengua mapuche, los que aparecen traducidos ~-

transcritos en el Cautiverio. Por otra parte, el idioma natiYo está presente a tra,·és

de palabras mapuches intercaladas en el texto, la mayoría de las cuales se

encuentra traducida o explicada por el narrador. La presencia o representación del

idioma mapuche se relaciona con la valoración que se hace de un elemento

importante de una cultura, el lenguaj e; también dice relación con el desafío que

supone la descripción de una naturaleza o una cultura que no han sido

representadas con la propia lengua, de modo que se hace necesario pedir prestados

ciertos t érminos de la lengua local; por último, y tal \·ez lo más impmtante, habla

del lugar desde donde se posiciona el narrador con respecto al otro.

En primer lugar abordaremos la reproducción de diálogos mapuches que,

aunque aparecen traducidos al español, dan cuenta de la presencia de

"testimonios" indígenas en el libro. Los discursos de mapuches que encontra mos

en el Cautiverio f eliz no son excepcionales, sino que forman parte de los numerosos

testimonios 12 6 insertos en textos coloniales que dan cuenta de la entrada del

discurso amerindio en el universo textual europeo, en el que aparece "totalmente

irreconocible, tergiversado, manipulado, útil únicamente para dar mayor

consist encia al alegato personal" (Lienhard, "El cauti,·erio colonial" 58). Para

Mattin Lienhard, la transcripción de testimonios indígenas forma parte de la

reducción de la lengua colonizada desde la oralidad a la escritura, en cuanto la

'" 6 Muchos de estos t estimonios se encuentran en juicios o informes legales en los que los indígenas
funcionan como testigos (Lienhard, "El cauti,·erio colonial" s8), mientras que algunos poco se
hallan en crónicas o cartas. Estas declaraciones, según Lienhard. pueden defender una causa s in
relación con la colectividad indígena; en otros casos, defi enden una causa indígena o son producto
de una cooperación entre indígenas y un grupo letrado externo (67) .

191
primera sufre modificaciones al fijarse gráficamente 127: "el discurso oral indígena

se "petrifica" por su transcripción y se des,i a de su público natural (la colecti,idad

indígena) hacia el público elitista de los letrados" (La voz y su huella 69). Además,

los únicos testimonios que se reproducen serían los que pueden ayudar a la

organización colonial, mientras que los demás no forman parte de la memoria

letrada occidental.

Aunque el discurso indígena se encuentra muy limitado en estas

circunst ancias debido a que debe so meterse a ciertas reglas y a la censura, ello no

impide siempre que estos testimonios reflejen, al menos parcialmente, una visión

de mundo alternativa. A través de pequeños detalles y en forma velada, los

indígenas cuelan su propia versión de los hechos y denuncian la opresión a la que

están sometidos (Lienhard, "El cautiverio colonial" 64-66):

independientemente de los mó,iles im·ocados para justificar el trabajo

de rescatar el discurso indígena, todos estos textos tienden a expresar,

entre líneas o más directamente, un "malestar en la Colonia", una

disidencia, una crítica del present e colonial. La simple transcripción del

discurso indígena hace aparece un abismo entre la sociedad evocada, la

de "antes", y el reino de la arbitrariedad que es - el lector no debe

ignorarlo- la Colonia (Lienhard, La voz y su huella 70).

La capacidad de estos textos de evocar el malestar del que habla Lienhard est á

direct amente relacionada con el hecho de que casi ninguno de los textos que

contienen este t ipo de testimonios llegara a imprimirse en su época, tal como

' 2 - Ma rtin Lienhard señala los procesos más importantes en esta reducción: fijación de una

actualización efím era del lenguaje oral, adaptación de normas gramaticales que pertenecen al
lenguaje escrit o, transformación del sistema poético del lenguaje oral (ritmo, imágenes), imposición
de una lógica occidental (Lienhard, "El ca utiw rio colonial'' 56) .

192
ocurrió con el Cautiverio f eliz128 . El Ca utiverio feliz es, precisamente, una de estas

obras que, aunque utiliza el discurso indígena en pos de un programa propio, deja

entrever el conflicto que supone la imposición del poder colonial sobre la población

indígena. Los discursos indígenas se encuentran a lo largo de todo el libro y forman

parte crucial de él. Veamos en qué sentido: una ,·ez que Pineda y Bascuñán cae

prisionero, comienza a repetirse una se rie de aco ntecimientos en la cual el discurso

indígena es una pieza crucial 129 . La serie -a la que ya se ha hecho referencia en el

capítulo anterior- comienza cuando el prisionero ,; sita a un cacique y es agasajado

con un a fi esta en la que hay abundancia de bebida y alimentos. En la fiest a es

tentado por los bailes deshonestos, por el alcohol y por las mujeres que se le

ofrece n; este es el preá mbulo a otro elemento que se repite: la conversación con un

cacique o con un anciano de la comunidad, quien narra la visión del indígena de

algún hecho crucial de la relación entre españoles y mapuches. Sucede así con la

fi esta que le ofrece Colpoche al cauti,·o, previa a la narración acerca de los

maltratos que él sufrió en manos de los españoles. El esquema se repite con los

' s No es el caso, naturalmente, de La Araucana d e Alonso de Ercilla, que contiene ta mbién la


2

reproducción de diversos discursos indígenas . Sin emba rgo, el género ép ico pod ía pe rmitirse este
ti po de recurso puesto que no se pe rcibía a menazador, a d iferencia de las descripciones ~·
testimo nios contenidos en los textos de gé ne ro histórico, ~·a que e n la épica los pe rso najes e ra n
caracte rizados según un modelo estricto y limitado (Adorno, '" Ame rindia ns in colonial Spa nish
Amcrica·· 4 -8).
'"<J Ca rmen de Mora fue quien primero lla mó la a tención sobre este aspecto del Cautiverio f eliz en su
artículo ··El esta tuto del exemplum en el Cautiverio fe liz'', al señalar que no hay e n la obra de Pineda
y Bascuñá n una verdadera progresión, sino más bien una repetición de una mis ma fórmula con
ligeras Ya ria ntes. Los eleme ntos de esta fórmula sería n, según la autora, los sigu ien tes: esta ncia
temporal en casa de un cacique, Núñez d e Pineda es agasajado e n una fiesta, descripciones y
comenta rios de las costumbres de los indios, d iálogo con el cacique e n que éste de nun cia la
actuación de los españoles, Núñez d e Pineda ,·ence las tentaciones que le brinda n las muchachas
indígenas y hace ostentación de castidad, curaciones del alma (adoctrinador) ~· del cue rpo
(cura ndero). Curiosa me nte, esta acett ada obsctYación da pie a un corolario muc ho más d iscutible
ace rca del género de la ob ra: '" la reiteración de una misma fórmula na rrati,·a y la prese ncia cas i nula
de la intriga me lleYa n a la conclusión de que esta mos a nte un tex1:o que se e ncue ntra e n un p unto
equidista nte e ntre el exempl um y la ' novel la ' ~·. e n ú ltimo té rmino, más próximo del p rime ro que
de la segunda" (17).

L93
testimonios más cruciales: El relato de Ancanamón acerca de la muerte de los

jesuitas se da en el contexto de una rica fiesta de abundante comida y bebida; el del

anciano Aremchéu, quien narra los primeros años de la conquista, es posterior a

una fiesta ofrecida por el cacique Neucopillán; el testimonio de Tureupillán acerca

de la muerte de Pedro de Valdivia y el de Quilalebo acerca de la muerte de Martín

Carda de Loyola t ambién vienen antecedidos por sendas fiestas.

La entrega del testimonio se realiza, entonces, dentro de un contexto festiYo

para los mapuches, mientras que para el prisionero es a la vez un ambi ente de

constante negociación con el indígena, ya qu e los ,-alares del caut ivo se encuentran

amenazados por las t entaciones, que son principalmente la bebida, el baile y las

muj eres. En relación con los primeros dos elementos, el cautivo cede poco a poco a

la presión de los mapuches a participar en las fiestas hasta llegar a afirmar que,

junto a los caciques, había "entret enido la noche con dar vueltas en el baile y

brindarnos a menudo, y entreverando platos de mariscos, rosquillas fritas,

sopaipillas con mucha miel de abejas y otros regalos" Css6). La generosidad con

que los mapuches agasajan al cautivo es recompensada con el esfuerzo de este por

participar de la fiesta, puesto que parece comprender la importancia de esa práctica

social. No obstante, esto no elimina en ningún caso su propio sistema de valores, ya

que después de participar en las fiestas manifi est a sus aprensiones con respecto a

ellas: "Grande misericordia es de Dios el tener de su mano y conservar en su gracia

a quien con semejante compañia está metido y entre un vicioso concurso

proYocado" (589). La preocupación por permanecer ,,i rtuoso en un mundo bárbaro

da paso a estas invocaciones a Dios para lograr este propósito, mientras que, de

hecho, cede a la significación social de estas ceremonias.

L94
La fiest a es, en suma: una instancia en donde el cautivo tal vez no cede al

placer -siempre se muestra rompungido y retice!1te- pero participa de ella y acepta

su significado al interior de la sociedad mapuche. Es entonces un espacio de

negociación en el cual se sobrepone el sentido de la reciprocidad al sentido

pecaminoso de la fi est a. Ese es, pues, el cont exto en el que los caciques entregan su

testimonio, el cual es proporcionado de manera libre y voluntaria. Se aleja en este

sentido de las probanzas o ~estimonios judiciales que están limit ados por las

preguntas del interrogador, las que se restringen a indagar acerca de un hecho m u~·

pu ntual en relación con los intereses hispanos. En el Cautiverio feliz, en cam bio,

son los caciques quienes invitan al cauti,·o a conversar y los testimonios surgen de

manera natural en el diálogo.

Las fi est as, seguidas del testimonio indígena dan paso al elemento final que es

part e del ciclo que el prisionero repite durante todo <>u cautiverio: se t rata de la

reflexión que haee el narrador acerca de los problemas que aquejan a Chile y que

están di rectamente relacionados con los testimonios. Los planteamientos morales y

políticos de mayor relevancia en el 1ibro tienen su origen en el testimonio de un

cacique, punto de pa1tida para las ponderaciones y críticas del autor. La larga

conversación con el cacique Quilalebo (cap. 2 - 12 del cuarto discurso) es punto de

partida para las declaraciones políticas más abiertas del autor acerca de la

ilegitimidad de la guerra ) de la escla\itud de los indios, cuyos argum entos están

fund ados no solo en sus com'icciones personales sino que en la experiencia del

cacique, quien denuncia los malo::- trntos recibidos por parte de los españoles. Es

así como el texto no está anclac1o tant o en la experiencia del autor como en la

experiencia del indio; en otras palabras, el fundamento {dtimo sobre el cual se

195
construye todo el argumento acerca de los problemas del Reino de Chile es el

testimoni o indígena. Pineda y Bascuñán pa1te aquí de la experienci a del mapuche

(ni siquiera de la propia), y le otorga suficiente credibilidad como pa ra sentar en el

testimonio indígena la base de sus recla mos y denuncias.

Además de la importancia de los testimonios indígenas dentro del t exto y la

autoridad que se les atribuye, el valor que se le otorga en el Cautiverio a la lengua

mapuche se manifiesta también de modo explícito. Pi neda y Bascuñán describe la

lengua mapuche como instrumento capaz de producir discursos razonables y de

calidad estética. Como se ha mencionado en el apartado anterior, la valoración

positi\·a de esta lengua no era la norma ; por el contrario, frecuentemente se

asociaba las lenguas indígenas a una pobre capacidad de comu ni cación, de

razonami ento y de apreciació n estética. Este prejuicio era frecuente y puede

encontrarse incluso en José de Acosta, quien aunque ferviente defensor de la

eYangelización a través de la lengua indígena y dispuesto a rescatar los aspectos

positi\·os de la lenguas bárbaras, no puede dejar de señalar que "la lengua de los

indios no le llega a cien leguas en dificultad a la hebrea o caldea; y se queda muy

atrás del griego y del latín en riqueza de Yocabulario, Yariado y difícil de aprender;

es mucho más sencilla y tiene poquísimas inflexiones gramaticales y puede

reducirse a muy pocas reglas" (De Procuranda JI 73) 13°. La sencillez y pobreza de

13°Vale la pe na reprod ucir las siguientes palabras de Acosta, en las que argume nta sobre la pobreza
del ,·ocabulario de las le nguas natiYas: "Como bárbaros que son, al igual que carecía n casi s iempre
del conocimiento de las cosas espirituales ~· filosóficas, es asimis mo gra ndísima su pe nuria de
palabras indias . Pero el uso ha introducido , ·oces españolas e n el idioma de los indios. Es el caso de
caballo, buey, , ·ino, t1igo, aceite y otras cosas que no conocían: recibieron de los españoles estas
cosas, pero tambié n s us nombres; a cambio de las cuales también nosotros intercambiamos otras
clases de animales o frutos que eran desconocidos para Europa. Así pienso que no h a~· que
preocuparse demasiado de s i los Yocablos fe , cruz, ángel 'irginidad, matrim o nio~· otros muchos no
se pueden traducir bien y con propiedad al idioma d e los indios. Podrían tomarse del castellano y
apropiárselas, en riqueciendo la lengua con s u uso" (De Procul'anda II 75). Es muy cu rioso que

196
YOcabulario se une a la negatiya opi nión acerca de las cualidades fon éticas de la

lengua, pues señala que la pronunciación "es ciertamente bárbara en gran parte"

(De Procuranda JI 73) y que los indios "más que hablar producen muchas Yeces

con la boca sonidos desagradables" (De Procuranda JI 75).

Por el contrario, en el Cautiverio f eliz la lengua mapuche se asocia a la

complejidad retórica, a la capacidad de razonamiento y de producir discursos

bellos. Pineda y Bascuñán califica a los oradores mapuches como discretos (912) o

cuerdos y maduros (911) y destaca el efecto que tienen los elaborados discursos

sobre la audiencia: "dio principio el ,·enerable \iejo a su razonamiento con retórico

estilo, sólido, masiso y graYe, que con sus \'aron iles ,·oces y maduros años t enían los

oyentes suspensos los sentidos y potencias, y fijos los ojos en sus palabras y blancas

canas" (909). Los mapuches, a pesar de no tener escritura, son perfectamente

capaces de construir discursos coherentes y reflexiYos que tengan un poderoso

efecto sob re los auditores. Pineda y Bascuñán describe incluso con algo de ironía la

capacidad retórica de los mapuches, la que llega a ser a Yeces excesiYa:

Dieron la mano a un retórico en su lenguaje, discreto, de buena

proporción y gentilhombre, compocitor de tonos y romances, por cuya

causa era aplaudido del co mún concurso; éste parló más de media hora

con bisarra energía y buen desgarro, aunque con palab ras tan obscuras

Acosta -gene ralmente muy prudente y amigo del sentido común- afirme la escasez de ,·ocabula rio
aú n cua ndo él mismo reconoce que las palabras que se ha n introducido del castellano corresponden
a .. cosas que no conocían., y que el castella no tambié n ha adoptado palabras nati,·as. Pareciera que
aquí predomina la ideología del colonizador la cual, como señala Louis-J ean CalYc t, inte rpreta el
présta mo como prueba de debilidad de las lenguas dominadas (Cah·et 152). En este mis mo sentido
puede inte rpreta rse el comentario de Fra ncisco Ce1Ya ntes de Salaza r, quien señala que las muje res
es pañolas hablan la lengua mexicana mejor que los mis mo indios y agrega que .. ha mostrado la
ex pe riencia que el castellano habla las le nguas de todas las nacio nes no menos bien que ellas cuando
las deprenden, y todas las otras naciones ja más con entera propiedad y limpieza ha bla n la
castellana" (130 ).

197
y encrespadas, que fu eron muy pocas las que pude dar a la memoria:

que también entre bárbaros hay predicadores cultos que se precian de

no ser entendidos ni entenderse (802).

La supuesta simplicidad del lenguaj e de los natiYos se reemplaza aquí por una

excesiva elaboración de las formas, de modo que el lenguaje mapuche puede tener

las mismas Yirtudes - y también los defectos- del castellano. Aunque la actitud de

Pineda y Bascuñán no es aislada -habíamos mencionado la opinión de quienes

tempranamente, como Bernardino de Sahagún, defendieron la capacidad de las

lenguas natiYas- y aunque se trata de una ,·aloración desde los propios cá nones

culturales, la postura del criollo chileno es elogiable por cuanto pondera la lengua

de un pueblo considerado violento y sin suj eción alguna, y que carece de todo

sistema de notación gráfica.

Por otra parte, el idioma mapuche también es susceptible de conYertirse en

arte, puesto que el narrado compone en dos ocasiones poemas en esta lengua. Los

poemas tienen una ubicación significatiYa, puesto que uno de ellos está ubicado al

comienzo y el otro hacia el final del cauti,·erio. El primero es compuesto por el

mismo narrador y está dirigido a Mauhcán en agradecimiento a la promesa de

preserYar su vida y devolverlo a los suyos. El poema que se transcribe en es pañol,

pero el narrador señala: "prorrumpí gososo el siguiente romance, que en su lengua

escuchó el sentido de mi intento con agrado" (3 01). El poema fu e pronunciado en

mapuche y traducido al español al momento de la transcripción, lo que sucede

también en el segundo poema. Este el compuest o por el cacique Quilalebo en

nombre de la hija de este para expresar el pesar que le causaba a la joYen mujer la

partida del cautivo. La ofrenda que le había entregado el cautiYo a su cuidador

198
mapuche le es devuelta al final del cautiverio, gesto de reciprocidad con el que se

cierra la est adía de Pineda y Bascuñán entre los bárbaros 13 1• Este segundo poema

tiene la particularidad de que se transcribe primero en mapuche y luego se

presenta traducido al español. El cautivo deja muy en claro que el arte con que está

compuesto proviene del original y recalca que los mapuches co mponen versos con

las mismas caract erísticas que los españoles: "para que se reconosca que sus

joviales voces, algunos de sus romances, const an de medidas sílabas, pondré

adelante la letra que cantaban, con división de sílabas, con sus sinalefas" (892).

Luego agrega: "Esto cantaban, con sus repeticiones y pausas, al son de sus

instrumentos; que, porque se reconosca son versos medidos, a imitación y

semejanza de nuestras líricas endechas, están divididas las sílabas en los

antecedentes versos" (892). A pesar del e\idente eurocentrismo con que Pineda y

Bascuñán defiende las posibilidades estéticas de la lengua mapuche - ya que no

puede concebir otras form as de expresión artística que las impuestas po r la cultura

europea- el esfuerzo es destacable y se expone en este pasaje de manera explícita.

Pineda y Bascuñán conoce los prej uicios que se ciernen sobre la lengua de los

indios y hace un esfuerzo por demost rar que no solo él puede componer versos con

est a lengua sino que los mismos mapuches lo hacen con toda naturalidad.

En la transcripción en lengua mapuche, el segundo poema aparece separado

por sílabas y con rima:

Ab-cu-du-am -in-e-ma

3 Cabe destaca r en este punto que el texto está construido sobre una serie de actos recíprocos que
1 1

determinan la relació n ent re el cautivo y los indígenas: es tán primero las recíprocas promesas que
se hacen el cautivo y Maulicá n, las que son cumplidas con entera lealtad; el interca mbio de
,·estimcntas y de otros regalos, como los poemas que se mencionan aquí y bienes o alimentos que le
son ofrecidos al cautivo y que él devuelve a tra,·és de presentes que entrega a los mapuches tras su
liberación.

199
amo-tua-lu-ga-tu-pi-chial-va- ro-e-mi

eh a -li-tu -a -ei-mi-a

gui-ma-ia-ta-p e-guan-mai-ta-pe-gue-no-el-mi (892).

La presencia de la transcripción mapuche, al igual que de las palabras mapuches

que se encuentran intercaladas a lo largo del texto, puede señalar que el autor está

pensando en la posibilidad de que algún lector del texto sea también bilingüe 132 ,

como lo dice explícitamente: "vuelYo a ponerlos en lenguaje co rriente para que los

lenguarases criollos que la entienden más bien comprendan y penetren el sent ido

de el romance" (892-93) 133. Pero además de pensar en un lector bilingüe, Pineda y

Bascuñán señala que transcribe el poema en mapuche para que "más bien

comprend an y penetren el sentido del poema", es decir, transcribe no solo porque

supone que puede haber lectores que lo entiendan, sino porque intuye que el

mapuche puede transmitir algo que se pierde en la traducción al español. La

relación jerárquica entre el idioma español y el mapuche se quiebra aquí no porque

se rechace el mayor prestigio social de la primera lengua sino porque se reconoce

que la capacidad expresiva del mapuche es irreductible a su transliteración al

idioma colonizador.

Una segunda instancia de consideración de la lengua mapuche se encuentra

en la presencia de palabras mapuches que se intercalan constantemente en el

3 Los criollos era n por lo general - en menor o mayor grado- bilingües, puesto que entraban
1 2

tempra namente en contacto con la población indígena. Es el caso de Pineda y Bascuí1án, quien
ap unta claramente que "moderada mente lo común y ordinario de su lenguaj e le ente ndía" (266).
Lie nh ard destaca que el contacto con las lenguas natiYas cond ujo a u na "indigenización'' del
lenguaje criollo (La voz y su huella 137), aunque ell o ocurrió en un contexto de diglosia, puesto que
el español s iemp re tuvo un prest igio mucho mayo r a cualquie r lengua nativa.
t:l:l Esto no invalida a los demás dest inatarios del texto, como las a utoridades centrales españolas;
todo lo contrario, el interés de este pasaje radica en que Pineda ~~ Bascuñán, aun cuando escribe su
obra para ser escuchado por el pode r metropolita no, in troduce subrepticiamente a otro des tina ta rio,
e n cierta medida contrario al primero: el criollo.

200
discurso, parte de las cuales se aco mpaña de una explicación o traducción. Estas

defini ciones o traducciones no solo se presentan la primera ,·ez que se introduce el

término indígena, sino que \Uel\'en a repetirse cada ,·ez que se introduce el ,·ocablo.

De este modo, vemos que el autor elige dejar a la \ista un dobl e sistema de

significación: no reduce los términos mapuches al español sino que mantiene

siempre tanto el término mapuche como su traducción o explicación en español.

Ninguno de los dos términos puede ser reducido al otro y, a riesgo de repetir una y

otra yez las mismas explicaciones, el autor elige la mayoría de la Yeces mantener

ambos sistemas de significación.

Por último, cabe destacar que no hay dife rencia entre el lenguaje del na rrador

y el de los mapuches. Como señala Cah·et , es importante señalar no solo la

presencia o ausencia de palabras que no pertenecen al lenguaje hegemónico, sino

que también la intención con el que estas se utilizan. Para Calvet, el efecto de la

introducción de estas palabras es la de est ablecer una diferencia entre di,·ersos

hablantes, diferencia que es interpret ada co mo inferioridad. En el caso de Pineda y

Bascuñán no se busca establecer diferencias ent re el narrador y los mapuches, ~·a

que las palabras mapuches aparece n tanto en las transcripciones traducidas de los

diálogos y discursos de los mapuches co mo en el lenguaj e del narrador 13-l . La

diferencia que se establece es otra : las palabras mapuches son utilizadas para

En este punto es de especial inte rés la compa ració n con, por ejemplo, el Arauco dom ado de
' :ll
Pedro de Oña, e n el que también aparece una Ya ried ad de palabras indígenas . No obstante, Rolena
Adorno esclarece q ue la intención con la que estas apa recen en el text o es la de mantener un grado
de Ye rosim ilitud, y cita las palabras introd uctorias de Oña, que d estaca que "\·an mezclados algunos
términos Indios, no por cometer barba rismo, sino porq ue. s ie ndo tan propia clellos la ma teria, me
pa reció congruencia que en este ta mbié n le corre pe ndiese la forma., ("Amerindia ns in Colonial
Spa nis h America" 5). Los términos bá rbaros se utiliza n por ser la "materia" ta mbié n bárba ra, de
modo que la asociación se establece entre el le nguaj e y el objeto de representació n, deja ndo fue ra al
na rrador. El caso de Pineda y Bascuñá n es d istinto, puesto que irru mpe él m is mo como na rrador en
esta ecuación, relacionando el uso del lenguaj e no sólo con el objeto de re presentación s ino la mbién
con el hecho de ser él mis mo un criollo bilingüe.

201
caracterizar el espacio cultural común a los criollos y a los indígenas, espacio que se

diferencia de la metrópoli y de otras regiones americanas. Esto puede apreciarse al

comprobar que no solo se utilizan palabras mapuches que no tienen un equiYalente

claro en el español sino también palabras que son fácilmente reemplazables por el

término hispano, tales como vochum (hijo); cha u (padre); quempo (yerno)

malguén (mosa, dama) culenes (albahaquillas del campo), coleales (cañas bravas).

Pineda y Bascuñán utiliza en estos casos el término mapuche -junto a su

equivalente en español- para marcar la diferencia cultural ent re ambos mundos, ya

que reconoce que ser padre en español es distinto a ser padre en mapuche.

En suma, la autoridad otorgada a los testimonios mapuches, la apreciación de

las cualidades retóricas y estéticas de la lengua indígena y la existencia de palabras

mapuches intercaladas no solo en los parlamentos indígenas sino también en el

lenguaje del narrador dan cuenta del Yalor y las propiedades de esta lengua en el

Ca utiverio fe liz. La lengua mapuche, si bien secundaria, carece de las propiedades

negatiYas que se solía otorgar a los idiomas bárbaros y es utilizada por el autor pa ra

dar cuenta de una diferencia cultural. Por otra parte, el tratamiento de la lengua se

relaciona también, hasta cierto punto, con el intento por construi r un espacio

cultural criollo. En primer lugar, por la introducción subrepticia de un lector

distinto a las autoridades españolas, el criollo bilingüe, que se cuela como

destinatario secu ndario del texto en función de su capacidad de comprender las

aspiraciones y peticiones del autor. En segundo lugar, por la preferencia de un

doble sistema de significados que permite la comprensión de los términos en

español pero a la yez intenta mantener con el término mapuche una especificidad

202
cultural ligada a un territorio en particular, con el fin de establecer una diferencia

con respecto a la península.

5. Hablar lo propio con palabras aJenas: la lengua mapuche en el


Cautiverio feliz

El campo semántico de los términos traducidos o explicados en el Cautivel'io

es de interés por cuanto nos indica no tanto la apropiación de un término mapuche

en el idioma español -como sucede en el caso del préstamo lingüístico- sino que

señala lo que el autor cree necesario traducir, al mismo tiempo que proporciona

una interpretación de aquello. Por lo tanto, observar qué traduce o explica el autor

y có mo lo hace proporciona señales que indican dónde está la diferencia en el

mundo que describe el cautivo desde otros presupuestos cultu rales.

Las palabras indígenas que aparecen en el Cautiverio y que son explicadas por

el autor abarcan diversos campos semánticos. La mayoría de las palabras puede

agruparse en un número reducido de categorías: la naturaleza (flora y fauna,

fenómenos naturales y accidentes geográficos), la religión, la organización social y

relaciones de parentesco, la alimentación (alimentos y enseres de cocina),

vestimenta y adornos. Otras categorías son muy reducidas, como la referente a las

armas, al trabajo agrícola y otros términos que se definen por su función fática más

que por su clasificación dentro de un campo semántico determinado. Est e último

grupo de palabras es muy importante puest o que se refiere a la reproducción de

una sociabilidad determinada que Pineda y Bascuñán capta y maneja muy bien. Es

203
el caso del t érmino marimarí que se utiliza constantemente y se explica en siete

ocasiones como equivalente a "besamanos" (943, 950), "salutaciones" (335, 357,

525) o "bienvenidas" (525), aunque también se t raduce de un modo más libre

señalando que "es como si dij ésemos ' quedáos con Dios, amigos' , o ídos en paz' "

(340). Sucede lo mismo ve illicha, expresión que, según el autor, "se usa entre ellos,

qu e es como decir ' es verdad ' o ' es así ' o ' tenéis razón '" (292).

Si observamos el campo semántico de las palabras traducidas o explicadas en

el Ca utiverio, en términos generales encontraremos que el grupo de las que

refieren la naturaleza es reducidísimo 135, mientras que el de las que refieren

elementos culturales, en particular referentes a la religión, la organización social y

relaciones de parentesco abarca casi la totalidad de los términ os traducidos 1 36 . El

centro de interés no está ya en un paisaj e y en un mundo natural que el cri ollo

comparte con el indio y que es tan corriente que no necesita ser explicado o

definido; el interés está, por el contrario, en describir una cultura distinta, ya sea

destacando sus semejanzas co mo sus diferencias con la española. Si bien esto se

'35 Las palabras indígenas que el autor traduce :>' que abarcan el ámbito del mu ndo natural son las
siguientes: peng us (354, 628, 469), colea/es (300, 351, 521). culenes (344), g uape (305), p irapilín
(458) :>' huaca (634 , palabra de origen quechua, que Pineda y Bascuñá n traduce como ). Tres de
estas palabras est án referidas al mundo Yegetal, una a fenómenos climáticos y dos a accidentes
geográficos.
•:l 6 Las palabras indígenas traducidas por el autor y referentes al ámbito cultural son las s iguientes :
En el ám bito de la religión, Pillán (295, 451, 355, 737), lw ecubuyes (737), ren is (737), p erimol (738),
m aches o m achis (362, 388, 453, 455, 456, 624. 737), hueyelp urún (381), huerilcán (387),
da m entum (387), hueies o hueyes (388, 455), p i/li (388 , 390), villp ep ilbue (451), machitún (485),
gñapitún (639) , Pillán a/giie (667); en el ámbito de la organización política, toqu e en el sentido de
insignia (291, 296, 330), toque en el sentido de jefe (29 1), cacique (291, 330 , palabra de origen
taíno), reg üe (291, 298 , 330, 4 12, 492, 593), utanmapos (292 , 629, 735), r·upus (292), coja u (296,
299, 374 , 330), lepum (330, 373), curaca (629 , palabra de origen quechua), ilmines (630, 837),
p uconas (632), puelches (635), ail/areguas (721); en el ámbito de la relaciones de pa rentesco ;.·
sociales, m a lg uén (428 , 525, 8 89), ilchas (589, 890), vochum o bochum (447, 535) quempo (638,
687), digueí'ies (924), chau (588), m al/enes (654 ), auca (308), cagiiín ( 381, 523), quifíelob (438,
498) . Pueden agregarse en este punto también las palabras que tienen relación con la alimentación
(mencúes (336, 531), malgüe (413, 523, 531, 655), g uám pa ros (925), tamal (886, palabra de origen
nahua), m adi (554) , callana (622), humintas (638)) y la Yestimenta ~· adornos (pun us (321, 388,
455), llancas (498), m añag ua (525, 526), topos (942)) que conforman los dos últimos grupos de
relevancia en cuanto al ámbito semántico de las palabras traducidas.

204
relaciona directamente con la familiarización del criollo con el paisaje americano,

es interesante notar que no se trata de una actitud generalizada. Aunque no trabaja

con términos indígenas definidos sino que solo con préstamos lingüísticos, me

parece que la información que nos proporciona María Beatriz Fontanella puede

sen·ir de contraste. En su artícul o "La lengua española en América durante el

período colonial" nos proporciona la cantidad de préstamos lingüísticos que

aparecen en textos del siglo XVII, entre los que se encuentra un alto porcentaje de

términos referentes a la flora y fauna, que suman más de un 40% y sobrepasan por

mucho todas las demás categorías semánticas que analiza la autora. Asimismo,

Rodolfo Oroz nos proporciona importantes datos al analizar las palabras del

,·ocabulario que aparece en la obra del Padre Luis de Valdivia, Arte y Gramática

general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile (1606), la primera obra

sobre la lengua mapuche. Oroz se sorprende de que el pequeño diccionario del

padre Valdivia contenga palabras innecesarias en el contexto de la eYangelización -

principal uso del libro- y señala que

este vocabulario ofrece mucho material que podríamos calificar de

pintoresco, es decir, aquello que despierta la curiosidad del extranjero: la

exuberant e naturaleza distinta de la europea, la fauna y flora exótica, etc.

De ahí que apunte los nombres de animales, como pagi "león", culpeu

"raposa grande", huemul "ciervo", hueque "carnero", etc.; de los pájaros

nombra entre otros el choroy "papagayo chico", la d iuca; luego;

numerosos nombres de árboles y plantas (18-19).

Agrega además que "son escasos los vocablos que se refieren a la organización

política o social así como los que se relacionan con la \i da económica" (19),

205
mientras que hay abundancia de términos que responden a la concepción del

mapuche como guerrero y bárbaro "con mucho lujo de detalles - describe Oroz- se

hallan anotados algunos términos que causan \·erdadero horror, tales como "cortar

los pies", "descabezar", "desorejar", "desnarigar", "des membrar"" (19).

La frecuente presencia de términos indígenas referidos al ámbito de la

naturaleza nos habla de que aun en el siglo XVII, la descripción y defini ción de la

naturaleza americana ocupaba un lugar importante en la producción textual y que

la escasez de definiciones con respecto a términos que refieren a la naturaleza es

producto no sólo de que la materia de Ca utiverio sea distinta a la conquista de

nueYos territorios, sino más que nada porque la diferencia que nos presenta el

autor se relaciona con la presencia de una cultura diversa en un territorio

compartido más que con una naturaleza exótica. El Cautiverio feliz no solo ignora

los términos mapuche que refieren a la naturaleza y a la guerra 137 sino que otorga

además importancia a todos aquellos que refieren a la organización político-social,

de modo que contrasta en todo sentido con la elección de los términos del padre

En este mismo sentido es necesario destacar que, al proporcionar definiciones

y explicaciones de los términos mapuches pertenecientes al ámbito cultural, Pineda

y Bascuñán no evalúa todos ellos de manera homogénea: todo lo contrario, el autor

separa cuidadosamente los distintos ámbitos de la cultura indígena y les otorga en

sus traducciones distintos grados de importancia y \·alor. Se esmera especialmente

Es notable que, au n con su fama de beligerantes y con la tradición en la represe ntació n del pueblo
I:l -

mapuche como guerrero, no haya en todo el Ca uh'verio más que un solo té rmino indígena referente
a las armas o a la guerra. Además, no deja de ser curioso que esta única palabra ni siquie ra sea de
origen map uche, sino caribe: macana (263, 298, 610). NueYamente queda al descubierto cómo
Pineda y Bascuñán intenta arrancar al mapuche de su representación tradicional al destaca r su
organización social por sobre su ferocidad.

206
en los ámbitos que hacen referencia a creencias y ritos religiosos, y en los que

abarcan la organización social y política. Por una parte, las creencias religiosas

mapuches adquieren relieve en tanto el autor hace realidad una de las tareas

fundamentales de la conquista de América: la evangelización del aborigen. A todo

lo largo de la obra una infinidad de niños y jó,·enes aprenden a orar - en lengua

mapuche- con el cautivo, quien los bautiza y discute con ellos problemas

teológicos. En est e contexto, las creencias mapuches son anatemizadas como

erróneas, y sus ritos y ceremonias consideradas diabólicas. Se t rata de los ún icos

momentos en los que el autor establece una diferencia tajante e insalvable entre los

indígenas y su propia cultura: la verdad está en el cristianismo, el error o la

ignorancia se encuentran en la religiosidad mapuche. El rechazo a la religiosidad

indígena contrasta vivamente con la admi ración que el autor demuestra po r su

organización política y social. El cautiverio le muestra un mundo exento de los

vicios y enfermedades que sufre la sociedad hispana: los jóvenes respetan a los

mayores, los soldados son premiados y admirados, gozan de una organización

polít ica estable y justa basada en el diálogo y en su capacidad razonadora. A

primera vista encontramos, por tanto, términos mapuches que son traducidos o

explicados proporcionando a los términos distintas connotaciones según el ámbito

semántico al que pertenecen . El análisis más detallado de este fenómeno será la

materia de los párrafos que siguen, comenzando por el tratamiento a los términos

que designan la organización político-social y las relaciones de parentesco entre los

mapuches.

207
6. La traducción del orden social: desde Roma a la Araucanía

Al fu stigar las creencias y alabar el orden social de sus cautivadores, Pineda

aísla ámbitos que otros conquistadores de Chile, corno J erónim o de Vi,·ar,

concebían inseparables: "en ellos no hay amor ni caridad," dice Vi,·ar, "mas

careciendo de la verdadera, que es nuest ra Santa Fe católica, carecen de todas las

demás \irtudes, y corno el demonio, nuestro adYersario, tenga gran suj eción y de

ellos sea tan reYerenciado y temido" (37) . En contraste, para Núñez de Pineda la

ausencia de la fe cristiana no implica necesariamente la falta de ot ras virtudes ~·

aun más, los mapuches alcanzan en ocasiones un estatuto ejemplar. Su inocencia es

tal que, comenta Pineda, conocieron y aprendieron el \icio de los españoles:

si entre nosotros experimentaban adulterios, insestos, robos y latrocinios,

estos \icios no eran conocidos ni por sus efectos jamás les habían visto las

caras, pues para ausentarse alguno de su casa no necesitaba para dejarla

segura de más llaves de lobas, ni muralla más fuerte que unas ra mas

verdes que, arrimadas a la puerta del rancho, bastaba para el seguro de lo

qu e entre sus pajas se enserraba; a mujeres ajenas no había quie n mirase,

ni se atreviese a hacer ningun[a] particular ofenza, ni a inquietar don cellas

que al abrigo de sus padres est aban recogidas; no mentían, ni los unos a

los otros con fraude ni engaño se trataba n ; ~· hoy, con la comunicación de

los nuestros tienen esa lición bien estudiada (698) .

Aun para ojos bien dispuestos, como los del padre Diego de Rosales, el orden

social mapuche, por su organizació n fl exible y dependiente de un poder difuso

208
(Boceara 77-78), parecía especialmente desestructurado en contraste con las

grandes civilizaciones precolombinas. "No tienen rey," afirma Rosales,

"gobernador, ni cabeza, a qmen reconozcan, y den obediencia, como a señor

supremo, los indios chilenos, ni su natural altiuo puede sufrir sugecion alguna. Y

assi t ampoco tienen policía de Alcaldes, Corregidores, alguaciles, ni menos

escribanos, recetares, procuradores, como tampoco cm·cales, grillos, cadenas, ni

otro genero de prision, ni orca, ni cuchillo ... Para los delitos no ay justicia, que los

castiga" (136) . Rosales sostiene incluso que los mapuches carecen de religión ~- por

tanto, de cultura: "Son estos indios de Chile los mas barbaras de las Indias : porque

ni co nocen al verdadero Dios, ni tienen otros dioses falsos, ni ídolos, que adorar : y

assi no saben de religion, culto, ni adoracion, ni tienen sacrifi cios, ni offrendas, ni

inuocaciones ... Y como no han t enido noticia del verdadero Dios: assi tampoco la

han tenido de los Angeles, ni de los buenos, que nos guardan, ni de los malos, que

cayeron y nos persiguen .. .el consiguiente, no saben pena" (155) 138 . El indígena, sin

t38 Cabe señalar que Rosales contradice e n este punto a Acosta. para quien los ma puches, a l igual
que los incas, pertenecían a l segundo tipo d e bá rba ros que si bien no conocían a l Dios cristia no
tenía n un importante grado de civilización. Acosta mencio na explícita mente a los pueblos
pertenecie ntes a esta clase: ·'se trata de una clase que está muy extendida . Com pre nde e n prime r
lugar im pe rios, como fue el de los incas, y además re inos menores y principados, como son los que
tienen muchos d e los caciques, magistrados públicos creados por la propia república , como es el
caso prácticamente de los a raucanos, tucapalenses y los de más chilenos . Tod os ell os tienen ele
comú n que viven en ciudades y no andan erra n les como las fieras, ~· también que tienen juez y j efe
designados y a cada uno se les respetan sus de rechos" (6s). Con todo, la descripción que o frece
Rosa les de los mapuches se parece mucho más a la que hace Acosta del tercer grupo de bá rbaros, a
quie ne!S califica <.le "hombres salvajes, semejantes a las bestias, que apenas tienen sentimie ntos
hu manos. Sin ley, s in rey, s in pactos, sin magistrados ni régimen de gobierno fijos, ca mb iando de
do micilio de tiempo en tiempo y au n cuando lo tie ne n fijo, más se parece a una cueva de fie ras o a
establos de a nimales ·· (67). Si seguimos el argumento de Acosta , po ner a los ma puches d e ntro del
terce r grupo de bárbaros significaría que podría j us t ificarse s u escla,·itud, pues to que .. a este tipo de
bárbaros alude Aristó teles cuando escribía que se les podía cazar como a bestias ~· d oma r por la
fue rza .. (67). Si bien Rosales no desa rrolla este a rgume nto, es notable cómo otros cronistas se
apo~·an e n la descripción del pueblo mapuche como falto de dios, ley y gobierno pa ra j us lificar su
cscla, ·itud. Es el caso de Alonso González de Náje ra. para quien los map uches ·'d emás d e no quere r
reconocer a Dios, ni cuidar el alma·· ta mpoco tiene n .. cabeza para el gobierno te mpora l, ni le~·es que
los mantengan en justicia, pues se gobiernan e n todo como irracionales lle, ·ados de sólo el a petito
sens ual de s us vicios·· (250), motivo por el cual conside ra "obra justa el habe rlos dado por esclavos··

209
siquiera el acceso a prácticas idolátricas, se alejaba de la esfera de la cultura y se lo

confinaba al mundo de la naturaleza: sin gobierno ni religión no son capaces de

diferenciar el bien del mal y - en consecuencia- de administrar justicia. Verdadera

tabula rasa, el pueblo mapuche se presenta como aquel a quien es necesario guiar

y enseñar.

La visión que entrega Pineda :y Bascuñán acerca de los mapuches difiere de

la de Jerónimo de Vivar y Diego de Rosales, pues no asocia la falta de Dios a la

incapacidad de establecer un orden social. La defensa del autor de la organización

social mapuche se refleja claramente en la definición de los términos que

corresponden a ese campo semántico y al detalle con que se explica cada uno de

ellos. La explicación de palabras como toque (tanto con el significado de insignia

como de jefe), regüe, utanmapo, rupu, cojau, lepum, curaca, ilmines, puconas,

puelches, aillareguas dan cuenta de un especial énfasis a la descripción de un

orden político y social. En la siguiente cita podemos apreciar Yarias definicion es:

tienen señalado y dispuesto un lugar conocido en cada parcialidad para sus

parlamentos y consejos de gue rra, que llaman lepum ; y, cuando se ofrece

alguna consulta o cojao - que así llaman estas juntas- para refinar sus

toques, insignias, como queda dicho a modo de una hacha -ésta es de

piedra y está en manos de los casiques más principales, que llaman toqu es,

que para afijarlos con muerte de algún español, son llamados del casique o

toque principal de aquella regü e o parcialidad que ha tomado la mano y

convocado para la junta de las parcialidades (330) .

(250). El esfuerzo de Pineda y Bascuñán por destacar especialmente la existencia de una


organización social es, en este contexto, notable.

2 10
El pasaje es de una sintaxis enreYesada y difícil, pues el argumento se pierde en las

constantes definiciones y explicaciones de los términos mapuches y termin a

form ando una estructura circular, ya que el significado de lepum como lugar de

"parlamentos y consejos de guerra" se retoma al fin al de la cita cuando se menciona

la "junta de las parcialidades". Esto da cuenta de la existencia de un mundo

independiente en el que cada elemento significati\·o debe relacionarse con otro, de

modo que establecen una relación al interior de la misma cultura. Aunque Pined a~·

Bascuñán compara el mundo mapuche con la antigua Roma 139, es decir, resignifica

la organización político-social a la luz de sus propios modelos culturales, en

muchos casos es capaz de definir y describir los elementos culturales en orden de

su función interna, como aquí sucede. La cita da cuenta también de la percepción

de un cierto orden social, ya que los diversos términos son definidos como

elementos de un sistema organizado: para cada acción, en este caso, el cojao, hay·

un luga r - lepum- y una autoridad - el toque principal delregüe. Los términos so n

definid os como parte de un orden territorial ~· político, lo que contrasta

fu ertemente con la asociación de los araucanos con el caos y la anarquía.

La forma en que Pineda y Bascuñán da cuenta de los términos relacionados al

ámbito de la organización social pueden leerse desde el marco qu e propone

'~l9 Las compa raciones entre las culturas indígenas - en este caso, mapuche- y el mundo romano son
frecuent es tanto en el Ca utiverio f eliz como en las letras coloniales en general. En particul ar, la cita
que tra nscribimos arriba ,;ene precedida de un buen ejemplo de esta analogía ; Pin eda~, 13ascuñán
anota que '"Y es as í muy de notar el a mor que este indio bárbaro mostraba te ner a su pad re, que era
un 'iejo ,·enerable, cah·o ya a poder de años, toque antiguo y principal de Repocura, su tie rra , que es
más que cacique, que los jusgo como e n los tiempos pasados los senado res ro manos, que
gobe rnaba n las repúblicas y ciudades; si bien e n aquello siglos parece - según nos da a entender
cicerón- no asistía n en las ciudades ni poblaciones s ino e n sus 'illas o chacras, como estos
naturales, que se asemeja n a los a ntiguos en muchas di spos icio n es ~- ritos .. (330). Podemos obserYar
que, al establecer un paralelo entre el cacique mapuche .r el senador romano, el a utor pone
nue,·ame nte el acento sobre el hecho de que el pueblo mapuche posee una forma de organización
política y social estable, contrariame nte a lo que solía afirmarse; por otra pa rte, n 1eh·e a
manifestarse la idea (a despecho de la contrad icción etimológica) de que es posible una forma de
rida ch·ilizada fuera de la ciudad.

211
Antonio Cornejo-Polar en su artículo "Condición migrante e intertextualidad

multicultural: El caso de Arguedas". Entre otras cosas, Cornejo-Polar ejemplifica

cómo la perspectiva mestiza 14° puede desembocar en una voz monológica a través

de la traducción de un término indígena como "huaca" al español "admirable cosa",

proceso en el que el término indígena "debe adelgazar sus diferencias, y desligarse

de los intertextos que culturalmente le corresponden, para facilitar, de este modo,

la producción de la síntesis" (105). Cornejo-Polar aboga en cambio por un

tratamiento del término indígena que no establezca equivalencias, sino sólo una

contiguidad con el término español, de modo de que cada uno de ellos refiera a una

parte de la experiencia y que se marque la distancia que hay entre estas. Si

observamos la labor de Pineda y Bascuñán con el lenguaje mapuche podemos

observar que en ocasiones reduce el término mapuche a uno español14', como

cuando traduce el término lepum: "a ellos solos aguardaban en el lepum -como si

dij ese ' senado '-" (373). Aquí el término lepum establece, como en la cita anterior,

su intertexto con la cultura occidental, en particular con la tradición greco-romana,

arrancando de este modo el t érmino de su contexto y de los intertextos que

establece dentro de la cultura mapuche. Sin embargo, en otro momento la forma de

dar cuenta de este mismo término es distinta: "Llemullanca había llevado gran

qo Recordemos que, para Antonio Cornejo Polar, en el uso del lenguaj e el migrante pers iste en
marcar las diferencias entre los elementos ele origen diverso, mientras que el mestizo, s i bien en un
comienzo trabaja con elementos dispares, te rmina por realizar una s íntesis . Es así como el autor
describe la política lingüística del mestizo que desemboca en una posible voz monológica : '·se trata
entonces de una doble agencia lingüística: si en la prime ra los signos perseYeran s u filiación y
funcionan con los intertextos que efectiva mente corresponde n, d ialogando contlictiYamente con
otros que no les son afines y que mantie nen su diferencia, en una segunda instancia - que en este
punto es definitoria- las dos o más series lingüísticas ingresan en un espacio más dialéctico que
dialógico y producen al menos un efecto ele conciliación armoniosa que desemboca o puede
desembocar en la configuración ele una ,·oz fo nológica" (105).
q¡ Pineda y Bascuñán traduce, por ejemplo, colea /es como '·cañas bravas·', cu/enes como
.. albahaquillas del campo", hueri/cán como ·'pecado''~· pi/li como "alma'· .

2 12
cantidad de botijas de chicha, ovejas de la tierra, de las de Castilla y vacas allepum,

que así llaman al lugar diputado para tales llamamientos y juntas de guerra, que es

un sitio distante y apartado del común concurso media legua o una, poco más o

menos" (373). En esta segunda explicación de la palabra, Pineda y Bascuñán no

establece sinonimia alguna con un término español, sino que describe su ubicación

geográfica con respecto al asentamiento mapuche y lo relaciona con el significado

ritual de este lugar, al que se lleva la chicha y los animales que forman parte de la

ceremoma.

En los dos ejemplos anteriores podemos observar cómo en ocasiones el autor

reduce algunos términos a una traducción al español y -por lo tanto- adelgaza su

espesor cultural y los conecta con intertextos propios de la cultura occidental. En

otras ocasiones, por el contrario, prefiere intentar dar cuenta de la complejidad y

de las relaciones que establece el término mapuche en su propio contexto, lo que

muchas \·eces tiene como consecuencia la construcción de largas oraciones en la

que se sucede una explicación tras otra. La traducción o definición de términos

mapuches en el Cautiverio proporciona de este modo un doble sistema de

referencias que muestra tanto su aproximación con la cultura hispánica del autor

como también su pertenencia a un uni\·erso distinto, irreductible al primero.

2 13
7. La traducción de la fe: prácticas endemoniadas y creencias hermanas

Por otra parte está el tratamiento de aquellas palabras relacionadas al ámbito

religioso, que -como habíamos adelantado- es muy distinto al que reciben los

términos que se refieren al orden social. Habíamos señalado que, en término

generales, las palabras relacionadas al campo de la religión son censuradas cuando

se explica su significado; ahora bien, si se lee con cuidado, la censura que se hace

de las creencias religiosas mapuches no es total ni absoluta; parece haber espacio

para la vacilación, una zona en que las concepciones pueden fluctuar de la virtud al

error. Tornemos, por ejemplo, el vocablo machi, cuya traducción oscila entre su

demonización y su analogía con la medicina occidental. Cuando Pineda adqui ere

durante su cautiverio el estatus de machi, "curandero" y "médico" confluyen en la

traducción del término: "Con que quedé opinado en toda aquella tierra de insigne

mache, que así llaman a los médicos y curanderos" (624) . No obstante, hay otros

significados que asedian al término machi, significados que dej an entrever que sus

prácticas no son tan inocentes después de todo. Los maches son también

"hechiseros y encantadores" (453), "endemoniados" (737) que consultan a Sat án

para efectuar sus curas y presagios.

Pero la censura no es solo doctrinaria: las descripciones más extensas y

detalladas de los machis aluden también a los llamados hueies, los machis

homosexuales a quienes define del siguiente modo: "solo tienen por \ril y

vituperable el pecado nefando, con esta diferencia, que el que usa el oficio de varón

no es baldonado por él, corno el que se sujeta al de la mujer, y a estos llam an

hueies, que en nuestro vulgar lenguaje quiere decir ' nefandos' y más propiamente

2 14
' putos', que es la Yerdadera explicación del nombre hueies; . . . acomódanse a ser

machis o curanderos, porque tienen pacto con el demonio" (388). Los machis

homosexuales se comierten en el punto más bajo al que puede 11egar la desYiación

moral del indígena, asociada a ciertos rasgos con los que se los ha calificado pa ra

situarlos en una posición inferior, co mo puede observarse en la siguiente

descripción de un machi:

En cuanto a lo primero, paresía un Lusifer en sus faccio nes, talle y traje,

porque andaba sin calsones, que éste era de los que tengo en otra ocación

adYertido que llaman huey es, ... traía en lugar de calsones un pu no, que es

una mantichuela que traen por debajo de la sintura para abajo, al modo de

las indias, y unas camisetas largas ensima; traía el cabello largo, siendo así

que todos los demás andan tresados; las uñas tenía tan disformes, que

paresían cucharas; feísimo de rostro, y en un ojo una nu be que le

comprehendía todo; muy pequeño de cuerpo, algo espaldudo, y rengo de

una pierna, que sólo mirarle causaba horror y espanto, con que daba a

entender sus viles ejercicios" (455-456).

La e,·idente demonización y el aspecto monstruoso que se le atrib uye al mache

\iene acompañado de otros rasgos menos patentes, pero que igualmente

co ntribuyen a ponerlo en una situación inferior y relacionada con el mal : en p ri mer

lugar, la Yestimenta escasa, ya que los hueyes solían aparecer "desnudos en cueros,

sólo con unos punus, que son unas mantichuelas que les cubren las delanteras"

(321), desnudez que, como ya lo notaba Mignolo, constituye un signo vis ible de

falta de ci,ilidad. En segundo lugar, su asociación con la muj er, pues viste "al modo

de las indias" y se deja el pelo largo, cosa que Núñez de Pineda censura de modo

2 15
enfático más adelante, precisamente porque le parece muy femenino y por tanto,

contrario al Yalor que debe mostrar un \·erdadero hombre 14 2 •

En su ma, cuando se observan con at ención las diYersas traducciones ~:

explicaciones del vocablo machi puede descubrirse que, a pesar de la censura que

se aplica en el ámbito religioso, Pineda y Bascuñán deja abierta la posibilidad de

entender al machi no sólo como endemoniado sino también como médico o

curandero. Sucede lo mismo con otros términos que pertenecen a este ámbito,

como pillán , aunque en la traducción de este t érmino nos encontramos además con

otro fenómeno.

El término Pillán, que designa a la d i\·i.nidad mapuche, se traduce co mo "el

demonio" (737), y a veces se explica que "así llaman al demonio o a su dios" (295).

Aunque hay un abismo entre el demonio y el dios, podemos pensar que para Núñez

de Pineda la diferencia no es gran cosa: después de todo, tener como diYi.nidad al

demonio o a un dios falso es igualmente inaceptable, como deja entre\·er en la

definición que sigue: "el Pillán -que quiere decir ' dios' entre ellos, o su deidad

fin gida-" (355). El dios de ellos es entonces distinto al Dios cristiano, y por lo t anto

equiparable o equivalente al demonio.

Estas definiciones que separan el mundo cristiano del pagano y que

identifica n al Pillán -ya sea dios o diablo- con lo otro, tienen sin embargo su

contraparte en la últim a definición que proporciona el autor para este término, y

que apunta hacia una concepción diferente del problema. Al eYangelizar a los niños

'~ 2La Yirulencia de esta descripción debe e nte nderse también como un modo de precave rse ante
ac usaciones de idolatría o des,iación de la doctrina. Au nque emitida casi cien años a ntes de la
redacción del Cautiverio fe liz, la cédula que cn\'Ía en 1577 el monarca al 'irrey de Nueva España en
la que ordena que "por ninguna manera persona alguna escriba cosas que toquen a supers ticio nes y
manera de ,i,ir que estos indios ten ían" (Gimeno 207) puede darnos una idea del cuidado con el
que debían tratarse mat erias religiosas.

216
y jóvenes mapuches, el cautivo se preocupa de que entiendan las doctrinas básicas

del cristianismo, y les explica -entre otras cosas- que deben co mprender el

término "Dios" comparándolo con "Pillán": "ese Pillán , que presumís, es el criador

de todas las cosas y el principio y origen de ellas; .Y no digáis Pillán, sino Dios, que

así se llama" (451). Estamos aquí ante un fenómeno común de intraducibilidad, que

se daba con frecuencia a la hora de traducir términos religiosos 143. La opción que se

tomaba la mayoría de las veces era mantener el término en español para evitar

desvios de la doctrina. Pero no solo se trata de un caso de intraducibilidad, pues el

autor señala de manera muy clara la equivalencia entre el Pillán mapuche y el Dios

cristiano. Ocurre aquí un fenómeno al que no nos habíamos enfrentado

anteriormente: Pillán no aparece ya designando a un dios otro equivalente al

demonio, sino que al dios cristiano, pero bajo un término pagano, erróneo,

censurable. El problema aquí no es ya la tachadura del significado, sino la

tachadura del significante. A Núñez de Pineda no le interesa ahondar en las

diferencias culturales que pueda haber entre las divinidades, sino que se esfu erza

por ejercer su poder sobre el nombre: al decir Dios, los mapuches exilian al

Pillán 144 . El ejercicio del dominio se desplaza entonces desde la transformación de

Ll:l La traducción o no traducción de términos cla,·es de la doctrina católica fu e siempre un p roblema


para los misioneros que intentaron evangelizar en las lenguas natiYas; Christian DuYerger anot a que
en el adoctrinamiento, e n náhuatl, de los indígenas de la Nueva España por parte de los
francisca nos se utilizó con frecuencia la no traducción cua ndo el riesgo de confusión era demasiado
grande, como en el caso de "cruz", ·'espíritu " o ''juicio final''. Luis de Valdiúa utiliza el mismo
recurso en su traducción del cast ellano al mapuche d e oraciones cris tianas, pu esto que mantiene sin
traducción los términos "Dios", "Santa(o)'', "Cruz", ''Amén", "Es píritu santo'', "Virge n" e "Iglesia".
l.H Esto puede leerse, naturalmente, como una actitud coincidente con la que describe Rolf Foerster
en relación con la evangelización de los mapuches por parte de los jesuitas, qu ienes seguía n la
doctrina del ex opere operato. Esta práctica es frecuente e n Pineda y Bascuñán y se observa no solo
en la traducción de ciertas palabras, sino también en su actitud hacia algunos ritos mapuches. Un
eje mplo de ello es el entierro del niño mapuche, en cuya realización coinciden tanto elementos
cristianos (la cruz que se instala en la sepultura) como mapuches (la incorporación de vasijas con
alimentos en la sepultura). Ante esta situación, el narrador hace caso omiso al sentido religioso de

217
las creencias a la imposición de una lengua, del control de la doctrina a la sujeción

de los nuevos súbditos por obra del significante.

¿cuál es, en suma, la importancia de las palabras traducidas en esta obra?

Pineda y Bascuñán inaugura en el Cautiverio feliz un espacio de vacilación. Est e

espacio aparece justamente en la disección que, a diferencia de otros cronistas,

Pineda abre entre las creencias y las prácticas de la religiosidad mapuche. No

parece rechazar las creencias por sí solas, sino que censura las prácticas que se

relacionan con ellas: las fiestas y las ceremonias, los bailes y los ritos. Los maches

no son rechazados por sí mismos, sino por sus prácticas: los hechizos y encantos,

los pactos con el demonio, las prácticas homosexuales. Pineda y Bascuñán reconoce

la existencia de un espesor cultural dentro del uni,·erso mapuche y no se pliega a la

idea de tabula rasa con que operaba Rosales. La noción del indio identificado con

la naturaleza - y despojado por tanto de toda propiedad cultural, de costumbres,

ritos y religión (Todorov 25) - ha dado paso en el siglo XVII al reconocimiento de

una cultura distinta que, por lo mismo, debe ser traducida. La naturaleza, para este

criollo, se convierte en un espacio compartido con el indio, y ya no consist e en el

escenario ajeno del que brotan, como las plantas y los animales, sus "natural es".

Por otra parte, en la definición y explicación de términos que abarcan el ámbito del

orden social y político, el autor mantiene un doble proceso de significación:

primero, en relación con la cultura occidental y luego en relació n co n elementos de

la misma cultura mapuche.

las Yasijas y se concentra más bien en el símbolo de la cruz, que se impone por sobre los demás
elementos.

2 18
8. El criollo, traductor y traidor del mundo mapuche

La discusión acerca del modo en que se valora la lengua mapuche en el

Cautiverio f eliz y cómo se traducen al español los términos mapuches da cuenta

una vez más de la configuración de un lugar de enunciación particular, relacionado

con la identidad criolla. Por un lado, el libro de Pineda y Bascuñán rescata -como

hemos ,·isto en otros ámbitos- el valor de la cultura mapuche como un modo de

establecer una diferencia con respecto a la metrópoli en la que América no aparezca

como el elemento subordinado. Esta tendencia se manifiesta en el valor que se le

otorga a la lengua mapuche y a la importancia que toma el testimonio mapuche en

la estructura del libro. Como hemos señalado, el testimonio mapuche es el acto co n

el que culminan los encuentros del protagonista con los distintos caciques

mapuches y se constituye a la vez co mo el pivote sobre el que se instala la refl exión

crítica acerca de est ado del Reino de Chile. En este sent ido, los testimonios se

revelan como un elemento crucial del libro que n .1 elve complejo el acto del

t estimonio, puesto que su centro se desplaza desde Pineda y Bascuñán - quien es en

principio el que construye el texto sobre el testimonio de su cautiverio- hacia los

caciques mapuches, quienes proporcionan en realidad la información sobre la que

Pineda y Bascuñán elabora su crítica. Con todo, es necesario señalar que lo que

puede leerse en principio como una validación desinteresada del testimonio

mapuche se encuentra atravesada - como ha sido la norma- o por lo intereses

criollos o bien por los intereses personales del autor. Esto se desprende de la

elaboración que hace Pineda y Bascuñán de los testimonios en sus reflexiones

2 19
críticas, en las que los testimonios so n forzados a encaJar dentro del d iscurso

rei\·indicatorio del criollo y son interp retados dentro de ese marco.

Por otra parte, la utilización de palabras mapuches constantemente explicadas o

traducidas también puede relacionarse con el intento de ca racterizar un espacio

distinto al metropolitano: el narrador utiliza los términos mapuches con la misma

frecuencia con que aparecen en el lenguaj e directo cuyos emisores son mapuches.

Los términos mapuches no están, por lo tanto, reserYados solo a los hablantes de

ese idioma, sino que también son utilizados de manera natural por el narrador, aun

cuando se trata de términos que son fácilmente traducibles al español. Pi neda ~­

Bascuñán utiliza los términos mapuches con el fin de marcar la especificidad de la

sociedad en la que se encuentra inserto, que si bien no es la propia, le proporciona

elementos que puede utilizar como forma de configurar una identidad propia. Por

cierto, el lenguaje hegemónico sigue siendo el español, pero la incorporación de

términos mapuches que no eran de uso corriente (moti\·o por el que necesitan de

una traducción o definición) tiene como resultado un lenguaje que marca

constantemente su lugar de enunciación. Lo mismo puede señalarse con respecto al

lector ideal del t exto: si bien este sigue siendo la autoridad real o alguno de sus

fun cionarios, Pineda y Bascuñán abre subrepticiamente la posibilidad de un lector

criollo y bilingüe, con quien el autor comparte intereses y conocimiento de la tierra.

La apropiación que hace Pineda y Bascuñán de la cultura mapuche se \Ueh·e

patente en la manera de traducir los términos mapuches. Además de descartar la

naturaleza como una otredad que merece ser explicada y centrarse en elementos

culturales, el autor separa cuidadosa mente el ámbito religioso del político-social,

de modo que la valoración de la cultura mapuche se hace mucho más rica y

220
compleja. Si bien a grandes rasgos puede afirmarse que el autor rescata la

organización política y social mapuche mientras que anatemat iza la práctica

religiosa, esta aseveración puede problematizarse si se leen con cuidado las

traducciones de los diversos términos religiosos. En efecto, tanto en el caso de la

traducción o definición de términos asociados al ámbito político-social, como en los

relacionados con la religión hay una vacilación entre dos posturas, sin alcanzar una

síntesis o una postura coherente frente al fenómeno. En el caso de la traducción o

definición de términos mapuches que pertenecen al campo de la religión, hay

diferentes actitudes frente a creencias y prácticas. En el caso de los términos que

refieren a conceptos, Pineda y Bascuñán intenta acercar sus significados hasta

hacerlos totalmente equivalentes a los términos españoles. Esta estrategia borra las

diferencias y la especificidad cultural de los términos mapuches, pero también

est ablece un marco dentro de cual se intenta establecer una relación en términ os de

igualdad. Solo los términos que refieren a la prácticas religiosas son tradu cidos de

manera peyorativa o descritos mostrando un abierto rechazo hacia estas, en

especial cuando se trata de prácticas reñidas abiertamente con la moral cristiana.

Por lo demás, Pineda y Bascuñán intenta identificar las creencias religiosas

obliterando sus diferencias y destacando que tienen un fondo común a pesar de sus

diYersas manifestaciones.

El caso de los términos referentes al campo político-social es algo distinto: aquí

la vacilación no está entre lo que se acepta y lo que se rechaza, puesto que ningún

término es traducido de forma negativa, sino más bien en la presentación de dos

formas distintas de traducir o explicar los t érminos mapuches, una articulando el

término dentro de su propio contexto cultural y el otro empalmándolo con los

221
referentes culturales del autor. En el caso de las palabras que se relacionan con la

organización social de los mapuches, Pineda y Bascuñán no se limita solamente a

explicarlos en el marco de sus referencias culturales (principalmente, el mundo

grecorromano), sino que reconoce también que las palabras utilizadas establecen

sus relaciones al interior de un sistema de signos y prácticas independientes.

En la explicación de palabras mapuches, el autor del Cautiverio ofrece diversas

formas de traducir y concebir la cultura de sus cautivadores, formas que no ofrecen

un marco coherente y sólido para llevar a cabo esta tarea. Como se ha visto a los

largo de este trabajo, Pineda y Bascuñán tiene también aquí una actitud ambigua

hacia los mapuches, que oscila entre la aceptación y el rechazo, o la asimilación y la

diferencia. Su interés por apropiarse de ciertos elementos de la cultura mapuche

está relacionado, como ya se ha mencionado en otras ocasiones, con el intento por

construir un lugar de enunciación propiamente criollo, diferente al hispano. En el

proceso de lograrlo, sin embargo, el autor parece ir en ocasiones más allá de lo que

comiene a su interés, configurando así un texto en el que aparecen fisuras que

permiten vislumbrar un modo distinto de comprender al mapuche. En

consecuencia, puede afirmarse que, en cie1to sentido, el autor reconoce la cultura

mapuche como un universo independiente que posee un lenguaje y de prácticas

sociales distintas pero no reprobables, que no pueden ser comparadas ni

asimiladas a las hispanas.

222
Conclusión

En esta tesis he intentado contribuir a una comprensión más acabada del

Cautiverio f eliz, sumando a la discusión acerca de esta obra el problema de la

textualización de un lugar de enunciación propiamente criollo. En este proceso, la

obra de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán cumple un rol importante, puesto

que, aunque no es el primer texto escrito por un criollo en el ámbito de las letras

coloniales chilenas, es el que expresa por primera \'ez con urgencia y dramatismo

las necesidades de este grupo social emergente. Es así como el discurso criollo que

caracterizamos en el Cautiverio f eliz manifiesta la posición ideológica del criollo a

traYés de las ambigüedades que se encuentran en la co mposición retóri ca de la

obra, en la manera en que se presenta y conceptualiza el espacio y, finalmente, en

el modo de traducir las palabras mapuches que se utilizan en el texto.

La empresa de Pineda y Bascuñán termina, lo hemos dicho muchas veces, en

una obra desigual y discordante, pero constituye un Yalioso testimonio del modo en

que un proceso social -el advenimiento de una conciencia criolla- se plasma en un

t ext o enunciando a un sujeto cultural distinto al español y al indio. El texto refleja

el entramado ideológico que configuran los discursos éticos, políticos y sociales en

conflicto y las tensiones de una sociedad que seguía librando la batalla de la guerra

de Arauco. Asimismo, el Cautiverio f eliz elabora la compleja relación del criollo

223
con el indio y la conformación de los poderes coloniales -los letrados, las

autoridades locales y peninsulares, la Iglesia- con los que debe lidiar.

Si bien el texto se pliega en muchos sentidos a los supuestos ideológicos y

culturales imperantes (la fidelidad a la Corona y a la doctrina cristina, el respeto

por la autoridad, la apropiación de fuentes de la cultura occidental) es necesario

destacar algunos rasgos de la obra que permiten posicionarla en la trinchera

contrahegemónica. Las propiedades de las que hablamos pueden relacionarse casi

siempre con la figura del indio, a tra\·és del cual se canalizan las aspiraciones

criollas. La reivindicación del indio no debe leerse solo en las opiniones explícitas

del autor; de hecho, uno de los aportes de esta tesis es, precisamente, poner de

manifiesto los modos oblicuos a través de los que el autor rescata y utiliza al indio.

Esto es relevante porque las justificaciones directas se encuentran siempre

morigeradas en el texto con el fin de evitar cualquier infracción abierta del orden

colonial, mientras que de modo \·elado este se cuestiona de manera más radical.

En términos generales, puede señalarse que la apología del indio adquiere dos

formas: una de ellas consiste en la atribución de características y valores propios de

la cultura hispana. Esto se observa en el hecho de que el Cautiverio rompe con el

modelo impuesto por la hagiografía a través de la atribución de rasgos beatíficos no

solo al cautivo, sino también a los indígenas, quienes se presentan con las virtudes

del cristiano. También en el capítulo siguiente podemos obsen:ar un gesto

parecido, ya que se determina el valor que el narrador otorga a los distintos

espacios y establece que es del lado mapuche donde pueden volver a refundarse los

\·alores hispanos. Finalmente, la defensa de la lengua mapuche se hace en muchas

ocasiones desde los parámetros culturales del autor-narrador, como cuando señala

224
las virtudes de los oradores mapuches, las posibilidades est éticas de la lengua

indígena o cuando oblitera, en la t raducción de palabras indígenas, cualquier

diferencia entre los significados de las palabras en mapuche y en español. Si bien

este primer grupo de elementos conform a ya una \i sión de los distintos ámbitos en

los que la defensa del indígena se hace de manera no explícita, el segundo grupo de

elementos es de mayor interés, puesto que sugiere la apertura de un intersticio en

el ámbito cultural hispano.

Este segundo grupo constituye el otro modo de relación con el indio y está

marcado por la apropiación de elementos culturales mapuches que se suman a la

argumentación velada a favor de los intereses criollos. Así se demuestra que la

organización del espacio no jerárquica que opera en el marco de la sociabilidad

mapuche es rescatada co mo alternativa a la espacialización mucho más

jerarquizada del mundo hispano. También se examina el modo en que la

tradu cción de algunos términos mapuches deja entrever la existencia de un sistema

de signos autónomo que no tiene una equi\·alencia necesaria con el español.

Aunque Pineda y Bascuñán nunca deja de defender sus propios intereses y los de

los criollos ni puede desentenderse de sus paradigmas culturales, estos elementos

mencionados dejan entrever la persist encia de un mundo distinto, que se rige por

sus propias leyes y que se encuentra más allá del texto. La obra del criollo deja un

hueco que le es imposible llenar, pero que desarticula un discurso compact o que se

cierra sobre la homogeneidad ideológica y cultural y que solo describe al otro como

un negativo.

Otro elemento de gran importancia en la configuración del discu rso criollo,

además de la presencia del indígena, es la afirm ación del autor-narrador como una

225
voz autorizada que habla desde los confines del imperio y que reclama la

especificidad del territorio que habita. En este sentido debe entenderse la

elaboración de un discurso histórico que insiste en anclar los grandes procesos y

,·erdades en hechos concretos que, aunque tal vez cotidianos e insignificantes, dan

cuenta de un contexto y lugar particular, el Reino de Chile, y de la experiencia de

sus habitantes. El mismo alcance tienen la importancia del relato de cautiverio que

se dispone como la cantera desde donde se desgajan los argumentos y razones con

respecto a la situación de su patria, y la particular representación del espacio. Este

es descrito en razón del recorrido del narrador, es decir, de una experiencia

particular y sin reproducir el espacio cartográfico que modela Ercilla; por otra

parte, establece nuevas fronteras observando los fracasos hispanos desde allende el

Bío-Bío.

El Cautiverio feliz se constituye, entonces, como un ensayo del discurso criollo

que se manifiesta a través de una representación particular del indígena y de la

conformación de una autoridad fundada en la experiencia que abogue por la

especificidad de la patria. Pero como hemos observado a lo largo de la tesis, estos

rasgos no se presentan de manera definida; todo lo contrario, el texto guarda un

peligroso (des)equilibrio en el que se intenta afirm ar tanto los intereses de la

Corona como los criollos, valorar tanto la autoridad como la experiencia, retratar al

mapuche como igual y como otro. La compleja red de avances y retrocesos, de

aseveraciones y negaciones delata, finalmente, la dificultad de configurar un lugar

de enunciación propiamente criollo en el marco de una sociedad colonial en la que

se entrecruzan poderes, intereses y razas.

226
El Cautiverio f eliz se configura como un intento por dar cuenta de un nueYo

espacio cultural y por legitimarse como una ,·oz autorizada para "decir" este

espacio, pero el objetivo no se logra, o solo se hace parcialmente. En efecto, la obra

se mantiene como un texto marginal, que circula en un par de manuscritos que son

leídos u hojeados por unos pocos, un texto que circula más como rumor -"hacía n

años que lo oía citar", decía fray Buena,·entura Aranguiz- que como documento

autorizado. En este sentido, el Ca utiverio feliz no es una obra que pueda reclamar

sucesores directos, aunque sí puede leerse como complemento de otras obras

escritas por criollos que, ante el mismo problema, elaboran soluciones distintas. Es

así como una lectura más acuciosa de ot ros textos coloniales puede ser fructífe ra a

la hora de describir mejor las posibilidades del discurso criollo. Aunque a lo largo

de la tesis se ha recurrido a ot ros textos coloniales para establecer co ntrastes y

continuidades, su objetivo no era elaborar una genealogía de textos criollos, lo que

queda como tarea por hacer. En este sentido parece fundam ental la relación con la

primera obra escrita por un natural de Chile, Alonso de o,·alle, puesto que el jesuita

propone ejes alternativos en torno en la construcción del discurso criollo. En

primer lugar, Ovalle describe su patri a desde el destierro, localizándola en un

espacio amplio que abarca tanto Europa como América, de modo que "literalmente

se "encuentra" entre dos mundos, ambos igualmente propios" (Jocelyn-Holt 36).

En segundo término, la nostalgia de ÜYalle por su tierra natal toma forma no solo

en las fabulosas descripciones del paisaje chileno sino que también, lo hemos

señalado ya, en la celebración de la ciudad. El contraste con Pineda y Bascuñán es

e\idente: el Cautiverio feliz ofrece coo rdenadas distintas para conformar un

discurso criollo, materializadas en un "estar entre" los dos mundo que existen a una

227
y otra banda del Bío-Bío, y no ya con respecto a Europa. El t erritorio de la nostalgia

es también otro, no ya los contornos hispanos con sus ciudades, sino el indóm ito

territorio mapuche, con sus intrincados senderos y caseríos sin orden. En suma,

estos dos textos que inauguran la construcción discursiYa de un nuevo suj eto

colonial proporcionan puntos de \Ísta alternati\'os que pueden ser examinados en

relación con otras obras, como la historia de Juan Ignacio Malina, para así t razar el

recorrido, ciertamente irregular y discontinuo, de esta gran empresa.

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