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Facultad de Letras
Programa de Posgrado de Letras
1 7 ENE 2011
HORA-
FIRMA
Abril 2 008
Santiago
Agradecimientos
2
RES UMEN
3
ABSTRACT
4
Índice
Introducción 8
PRIMERA PARTE
Capítulo I
El Cautiverio feliz y la crítica literaria: Lecturas y relecturas
en torno a la obra de Pineda y Bascuñán 17
1. Historia y recepción del Cautiverio feliz 17
2. Perspecti\·as de análisis y lecturas desde los estudios literarios 24
Capítulo II
El discurso criollo: proyecciones y límites 38
1. El d iscurso criollo y la formación identitaria de América 38
2. Crítica literaria y discurso criollo so
3. Criollo, mestizo, híbrido 54
4. El criollo Francisco Núñez de Pi neda y Bascu ñán 6o
S EGUNDA PARTE
Capítulo III
La retórica del criollo: géneros discursivos entre la metrópoli
y la colonia 70
1. Relatos de cautiYos y espejos de príncipes: la apropiación de
géneros discursiYos en el Ca utiverio fel iz 75
a. Relat os de cautiYos: \·ariaciones en torno a un modelo 75
b. Espejos de príncipes : discurso politico en el Cautiverio
feliz 83
5
c. La desviación de la norma: relatos de cautivos y espejos de
príncipes en el Cautiverio feliz
2. La apropiación del discurso historiográfico 91
a. El discurso historiográfico en la Europa del siglo XVII y en
las Indias 91
b. Pautas retóricas y normas discursi,·as: el discurso
historiográfico en el Cautiverio feliz 99
c. Grandes hazañas, pequeñas anécdotas: historia en el
Cautiverio feliz 109
3. La apropiación del discurso hagiográfico 119
a. Espiritualidad barroca y hagiografía cont rarreformista:
historias de santos en el Cautiverio feliz 119
b . Hagiografía y conciencia criolla 128
c. Evangelización del indio, beatificación del territorio 130
4. Lo mismo, lo otro: coordenadas para una retórica criolla 135
Capitulo IV
La geografía del criollo: una travesía hacia las tierras
indómitas 139
1. Trazar, dividir, conquistar: la apropiación imaginaria del espacio 139
2. Los terrones secos de la Araucania: escenario de guerra, lugar de
comunión 149
3. Las ruinas de La Imperial o el imperio en ruinas 156
4. Desplazamientos de fronteras, cambios de itinerarios 166
Capítulo V
Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, traductor 175
1. Ideología de la lengua 175
2. Lengua y colonización 183
3. Lengua y evangelización 187
4. Las palabras del otro: testimonio mapuch e y narrador criollo 190
s. Hablar lo propio con palabras ajenas : la lengua mapuche en el
Cautiverio feliz 203
6. La traducción del orden social: desde Roma a la Araucanía 208
Conclusión 223
Bibliografía 229
7
Introducción
prmienen de su relación con otros campos del saber, especialmente con la historia.
El proceso a traYés del cual las letras coloniales pasaron a constituir el fundamento
de nuestra literatura y que comenzó en el siglo XIX, continúa ahora bajo un signo
muy distinto, puesto que los nue,·os presupuestos epistemológicos han abierto en la
los que hablamos quedan retrat ados con claridad si realizamos un trayecto por los
1863, bajo el alero de los proyectos de form ación de las identidades nacionales. En
' Margarita Zamora advie rte que, dura nte los siglos A.'VI ~· XVII, el d iscurso histórico estaba
determinado por un concepto de Ycrdacl definido como aquello que esta ba ga ra ntizado por una
autoridad (337), idea que cambió du rante el siglo siguie nte para mantene rse hasta ho~', en que el
concepto de historia se basa en un concepto de Yerclad que se limita a lo que puede ser Yerificado
(338). Este ca mbio en el concepto de histo ria lleYÓ a d esca lificar. a partir del s iglo XVIII , las obras
histó ricas producidas dura nte la é poca colonial puesto que no coincidía n con la idea de h isto ria
im perante en el momento, facilita ndo así s u asimilació n en el ca mpo de la literatura (339).
8
producción cultural hispanoamericana de la europea, en especial de la española 2 .
La inclusión de estos textos en el marco del canon literario significó, por otra parte,
caso del Ca utiverio feliz, desde los primeros comentaristas de la obra, como José
"haciéndole justicia que merece debemos confesar desde luego que como tal tiene
un mérito rele\·ante" (485)4, hasta la apreciación que hace casi cien años después
Miguel Ángel Vega al afirmar que "El Cautiverio f eliz posee altos \·alares artísticos.
2 En el caso chile no la valoración de los textos coloni ales se da e n dos tiempos. La prime ra
generación de intelectuales liberales -José Victorino Las ta rria, por ejemplo- deplora el corpus por
su relación con España: "Pedro de Oña, que según las noticias de algunos eruditos escribió a fines
del siglo XVI dos poemas de poco mérito lite ra rio, pero ta n curiosos como raros en el día ; el célebre
Lacun za; 0\·alle, el historiador, y el candoroso Molina, que ha llegado a granj earse un título a la
inmortalidad con la historia de su patria, son los cuat ro conciudadanos, y quizás los únicos de
mérito. que puedo citaros como escritores; pero s us produccio nes no son timbre de nuestra
literatura, porque fue ron indígenas de otro suelo y recibieron la influencia de preceptos extraiios"
(Lasta rria 84). La segunda gene ración, en cambio. \·alora la producción lite ra ria colonial como algo
~·a propio, a unque no deja de cri ticar s us cualidades estéticas . J osé Toribio Medina afirma , por
ejemplo. que "nuestra literatura, en absoluto, a pé nas si tie ne un monumento digno de recordarse:
pe ro estudiada en s u conjunto, s iguie ndo paso a paso su desarrollo. es fácil con\'c nce rse que por la
marcha natural de las cosas iba adelantando sus ideas i encaminá ndolas po r la senda ele la
em ancipación i el progreso'' (Introducción XCIV) . Si bien Mcdina parece coincidir con Las ta rria en
el escaso mé rito a rtístico de los escritores coloniales, por otra parte los recoge co mo pun to de
partida del desarrollo político e intelectual de Chile, cosa que no hacía el primero.
:1 La \'aloración de las cualidades estéticas de las obras historiográficas puede aprecia rse . por
ej em plo, e n Proceso y contenido de la novela J-!ispano-1\mericana (1953) de Luis Albe rto Sá nchcz,
quien ad\·ierte que aunque ·'es evidente que la no\'cla, en su sentido más dinilgado, no la hubo en la
época colo nial'' (106), "toda \'ida y toda obra de aquellos tiempos [época colonial] e ncierra n
gérmenes de no\'ela" (87). En el mis mo sentido se expresa Enrique Pupo-Walkcr en su emble mática
obra La vocación literaria del pensamiento histórico en América (1982) donde, si bien reconoce las
obras coloniales como parte del discurso histórico, busca valora r "precisame nte esos espacios
imaginativos que la historiografía suele pasa r por alto" ya que "en esos fragme ntos pe r\'Í\'Cn, con
toda claridad, estudios eleme ntales de inte rpretación cultural ~· de la acti\idad litera ria; ade más, e n
ellos están inscritas fo rmas primigenias del pe nsamiento americano" (17).
1 J osé Ignacio E~·zaguirrc fundame nta su afirmación ace rca de la obra con una detallada
descripció n, y concluye que ''la obra de Bascuñá n ab unda en máximas que encie rran profund a
fil osofía, máximas que habla n al corazón de un modo pa tético é irresistible'' (489). El ,·alor a rtístico
de la obra está, por ta nto, relacionado ta nto co n su ca rácter ilustratiYo en t érminos morales como
con su capacidad d e conmover al lector.
9
Bascuñán nos ha regalado en sus páginas una descripción sobria y delicada del
paisaje g ris del Imperial. Los caciques araucanos que figuran en el relato .. . no son
meras ficciones literarias, pálidos reflejos d e la realidad, sino seres ,;,·os due ños de
estaban vinculados con la tradición occid ental6, a la vez que conjuga los aspectos
lingü ísticos y semióticos d e los t extos con los antropológicos e históricos, de modo
s H a~·de n White ha trabajado la similitud entre los discursos fi ccionales y el discurso histórico.
sei1ala ndo que las narraciones históricas son "ficciones ,·erbalcs cuyos contenidos son ta nto
in ventados como encontrados ~· cu~·as formas tienen más en común con sus homólogas e n la
litera tura que con las de las ciencias" (109) . Por otra pa rte, afirma que si bie n "cons ide rados como
elementos potenciales de un rela to, los aco ntecimientos his tóricos tie ne n u n ,·alor neutral", en el
momento e n q ue son incorporados al discurso histórico pierden esta cualidad, dado que el
historiador configura los hechos de acue rdo con los impera tiYos de determinada estructura de
trama (trágica, cómica, romá ntica, irónica) (White, El texto histórico 113).
6 Mignolo seií.ala q ue "while colonial literature has been construed as an aesthetic s~·s te m
de pendent on the Renaissance concepts of poetry, colonial discourse place colonial discurs iYe
production in a context of conflicti,·e interactions, of appro priations and resistances, o f powe r a nd
domina tion" (Th e darker 7). Según el a utor, la denominación de ''discurso colonial" tie ne la Yentaja
de atraer a dh·ersas disciplinas en torno a un mismo objeto y de relati,·izar el concepto d e litera tura.
el que difícilmente pued e aplicarse en situacione coloniales sin situar la producción litera ria de las
colonias en un lugar secundario y sin ignorar, por otra pa tte. las producciones discursiYas propias
de los pueblos na tiws ("Colonial a nd postcolonial discourse" 124 - 25). Es por ello que propone
amplia r incluso más el concepto y reemplaza rlo po r "semiosis colonial" con el fin d e aba rcar no solo
la producción escri ta, sino también la producció n o ral y la escritura no alfabética. Este concepto de
discurso colonial se discute extensamente e n los a rtículos de Pa tricia Seed , "More Colon ial a nd
Postcolonial Discourses"; Hc rná n Vida!, .. The Concept of Colonial and Postcolonial Discourse: A
Pe rspecti,·e f rom Lite rary Criticis m'' y de Rolena Adorn o "Recons ide ring Colo nial Discourse for
Sixtccnth- a nd ScYe nteenth Spanish America ·· .
10
célebre articulo "Nue,·as perspecth·as en los estudios literarios coloniales
relacionales e interactivas.
no se aboca a las cualidades estéticas o literarias del Cautiverio fel iz, sino que
entiende el texto como una construcción ,·erbal que trasunta las relaciones de
que dicen relación con el advenimiento de una identidad criolla. La obra de Pineda
y Bascuñán elabora, desde el punto de \i sta del criollo, temas importantes del
11
la idea de que la condición de criollo funciona como un lugar de enunciación? del
que se genera un "uso más o menos diferenciado del lenguaje y que podría remitir a
La lectura que se propone aquí aborda t ambién uno de los aspectos más
destacables del Cautiverio f eliz, la representación del indígena, puesto que esta
obra proporciona una imagen del indígena en la \ida diaria que dista mucho de su
en una posición distinta con respecto al indígena que el español peninsular y por
- Hablo d e '·lugar de enunciación'' - y en ocasio nes de rechamente d e "ide ntidad''- para referirme a
una fo rmació n identitaria no esencialista o. en té rminos de Ga~·atri Spi,·ak, de un '·esencialis mo
estratégico". SpiYak a rgumenta que, aun cuando las categorías esenciales deben ser criticadas. no
puede n ser e,·itadas a la hora de dar cuenta del sujeto en un co ntexto social y político específico. En
pa rticular, para sujetos subalternos puede ser útil la utilizació n de este esencialis mo estra tégico para
afirma r s u identidad política, siemp re ~· cua ndo esta sea circunstancial. El lugar de e nun ciación es,
entonces, el lugar desde donde el sujeto construye su discurso, sujeto al que puede atribuirse una
identidad esencialista solo en términos estra tégicos, e n la conciencia de que se está ope rando sobre
un efecto de s ujeto, com o lo explica Spi,·ak: "that which seems to operatc as a s ubject may be part of
a n inmense discontinuous netvvork ("text" in general sense) of st rands that may be termed politics,
ideology, economics, history, sexuality, langu age a nd so on. . . Differe nt kn ottings a mi
configurations of these strands, determin ed b~· hcterogeneous determ inatios wh ich a re themseh·es
dcpcndent upon myriad circumstances, produce the effect of an ope rating subjcct'' ("Subaltcrn
Studies'' 204).
8 Antonio Cornejo Pola r se expresa en estos término para referirse al sujeto migran te, el que. como
Ycremos en el capítulo siguiente, puede analogarsc en cierto sentido al sujeto criollo. Esta a nalogía
me permite apropiarme de las palabras de Cornejo Pola r y utiliza rlas como pu nto de partida para
pensar la escritura criolla a partir de una experiencia que constru~·e al sujeto desde un luga r
distinto. Por otra parte, la referencia a un "uso más o menos difere nciado del le nguaje" también se
encuentra en las palabras de José Anton io Mazzotti. quien señala que los escritores criollos "se
encargaron de levantar el andamiaj e discursi,·o d e una for ma de la identidad hispana que se
distingue de su ho móloga peninsular en diYe rsos aspectos, pe ro s in prefigurar por ello un ideario
independentista ni mucho menos un igualamiento con las mayorías indígenas, africanas y de castas"
(" Las agencias criollas" 13 ).
12
representación más "auténtica" del mapuche. La presente tesis se desma rca de este
punto de ,·ista puesto que considera, junto con Gayatri SpiYak, que el subalterno no
puede representarse políticamente sino sólo estéticamente9, y que esto último debe
hacerse considerando que el punto de ,·ista desde el que se está reali zando esa
un intento por construir un lugar de enunciación distinto, el del criollo, quien como
en p rimer lugar a los intereses criollos y sólo de manera secundaria a los indígenas,
Bascuñá n habla sobre los mapuches, pero no por ellos. No obsta nte, la
~ Aludo a la d isti nción que hace Gayatri Spivak en "Can the subalte rn speak?", en donde dife rencia
uertreten (re presentar en té rminos políticos) de darstel/en (representar e n términos estéticos) ~
ad, ·ie rte que debe n d istinguirse, ya que representar estéticamente al subalte rno no equivale a
representa rlo políticamente: .. running them togethcr, espec iall~· in a rder to say that beyond both is
where oppressed subjects speak, act, a ncl know for themselves, leads to an essentialist, utopian
politics .. (276). Para Spivak, el subalterno no puede represe ntarse a sí mis mo, y la representación
que los intelect uales hacen de él no puede prete nde r hacerse en términos políticos sino sólo
estéticos, y ello s in perder de \ista que se realiza desde la propia subjcti, ·idad: .. thc rc a re peoplc
whose conscious ness \\·e ca nnot grasp if wc clase off our benevolcncc by constructing a homoge nous
Othc r rcfcrring only to our own place in the seat of the Samc or the Self. Hc re are subs istencc
farmers, u norganizcd pcasant labor, the tribals, a nd thc communities of zero workers on thc street
or in the countrysidc. To confron t them is not to reprcsent (uertreten) t hcm but to lca rn to
represent (da rstellen) ourseh·es'· (288-89).
13
De cierto modo, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán puede considerarse,
sido publicada sino hasta 1863, nunca llegó a las autoridades españolas, sus criticas
nunca fueron tomadas en cuenta e incluso sus lectores más entusiastas no dejaron
de anot ar sus limitaciones y defectos. Con todo, el Cautiverio feliz se erige como
monumento único en el pano rama de las letras coloniales de Chile en cuanto deja al
desde el otro lado del Atlántico y de afirmar una nu eYa autoridad en el contexto del
resto del trabajo: el primer capitulo, "El Ca utiverio fe liz y la crítica literaria:
momento sobre el Cautiverio feliz y señala el lugar que ocupa esta tesis en este
la pertinencia de lee r el Cautiverio feliz como parte de un discurso cri ollo del que se
analiza di,·ersos aspectos del Cautiverio feliz que forman parte de las negociaciones
y tensiones propias del discurso criollo. El tercer capítulo, "La retórica del criollo:
l-+
tradición cultural española, los combina y manipula para dar cuenta de su propia
realidad. De este modo, las form as que habían sido creadas para ser funcionales al
proyecto imperial son utilizadas en esta obra para dar cuenta de la peitenencia del
los utiliza el autor y cómo los modifica. El cuarto capítulo se titula "La geografía del
criollo: una travesía hacia las tierras indómitas" y aborda la forma en que el criollo
tarea prioritaria para estos últimos reivind icar la calidad del territorio que
que se hace de un espacio habla también de las form as en que circul a el poder, es
analizará el modo en que el autor describe el espacio, pero también cómo lo di,ide:
encuentra apuntalado por la idea del criollo como traductor del mundo indígena. El
indígena y considera todos los términos mapuches que el autor traduce y por tanto,
15
PRIMERA PARTE
16
Capítulo 1
El Cautiverio feliz y la crítica literaria:
lecturas y relecturas en torno a la obra de Pineda y Bascuñán
redacción fue reali zada entre 1657 y 1663 (Anadón, Estudio preliminar 16), es
e\idente que el autor continuó rescribiéndol a durante los diez años siguientes,
111
!,a kcha 1(¡ 73 se encuentra superpuesta a 1663 en el manuscrito.
11
El título íntegro de este texto. escrito por el mismo Pineda y Bascuñán. es Suma .1· Epílop,o de lo llllls
escencial que cmuiene el lihro imitulado "Cauti,·erio (eli:: ·" guerras dilatadas del reino de Chile ... ) l'ue
publicado por primera vez por José Anadón en lt)g_¡ (Santiago: Universitaria). El texto había sido hallado por
Roben A. Me eil en la Bodleian Library de Oxford. quien lo transcribió y escribió "The Happ) Capt ivit) in
the F3odleian: A Ch ilean Manuscri pt in the Yriarte Collection" ( The Bodleian Lihrm:r Record X. 5. Oxl'ord.
August. 198 1). El Cautil·eriofeli:: y la Suma son las única~ obras conocidas de Francisco úri et de Pineda y
Bascuñán.
12
V id. Prosistas coloniales del siglo XI '11: Rosales y Pineda y Bascuiiún ( 1978) y el E tudio Preliminar de
Suma y epílogo de lo mús esen cial que comiene el libro intitulado cauti,·erio feli:: y guerras dilatadas de
Chile ( 198-1 ).
17
Mucho de lo que sabemos del autor se debe a José Anadón, cuyo Pineda y
probablemente en el año 1608. Hijo del sevillano Álvaro Núñez de Pineda, qu ien
con los jesuitas en la ciudad de Concepción hasta la edad de diecisiéis años, para
mismo rango en 1648, aunque antes hubo de pasar muchas peripeci as: cua ndo
recién contaba poco más de veinte años, en efecto, fue tomado prisionero por los
puesto que constituye el núcleo narratiYo de la obra que comenzará a escribir casi
acerca de las posibles motivaciones que tuYo el autor para escribir el Ca utiverio y la
Des pués del alzamiento general de 1655, señala Anadón, la situación de Pineda y
; J o~~ Anadón agrega a los ocho documentos refere nte~ a la vida de Francisco
1
úñez de Pineda y l3ascuñán
conocidos hasta ento nces cua renta y cuatro más. entre los c ua te ~ SI.! l.! ncuentran memoriales. cartas. escrituras.
certificados. declaraciones. recibos. testamento. De par:icular inter¿s son aquellos documentos qul! Anadó n
incluyl! co mo ane xo en su libro: un memorial, varias cartas y una relación escrita al rey.
18
de una sucesión de gobernadores, fue destituido de su cargo. En \·ari as ca rtas ~
documentos constan los intentos que hizo entonces por obtener nueYos cargos o al
mérito pero más dinero o mejores amistades. Es este el contexto en que un Pineda
jm·entud dem uestra, por un lado, los peligros que debió sortear a lo largo de sus
Reino hasta llehar incluso a Lima, donde termina de componer el Ca utivel'io f eliz y
que nunca llega a ocupar. Muere en el camino a sus nue\·as posesiones en el año
1680.
Como señala Anadón, "los temas históricos del Cautivel'io fe liz y la experiencia
tristeza porque varias partes se escribiero n después de que el autor sufrió serias
por una situación histórica desfaYorable en la cual las ren.teltas indíge nas (como el
alzami ento general de 1655) ponían en riesgo las conquistas españolas, y también
por una situación perso nal des medrada, pues Pineda y Bascuñán nunca pudo gozar
19
de una situación estable ni recibir los reconocimientos que esperaba. Las fuettes
contexto: más que una reflexión teórica, están moti,·adas por el deseo del autor de
Como señalábamos, la trama argumental del Cautiverio f eliz está dada por el
acontecimiento histórico que es el cautiYerio del propio autor. El libro narra los seis
acerca de la administración del Reino de Chile. Aunque circuló durante casi dos
siglos como manuscrito, José Toribio Medina afirma que tuYo una amplia difusió n
durante la colonia 1s. Aun cuando su afirmación es difícil de comprobar, h a~' algunos
(Co rrea Bello 18); el comentario del padre Buena,·entura Aranguiz17, quien escribe:
"hacía n años qu e lo oia citar, y siempre con respeto: y entrando a rejistrarle, hallé
IJ Vi d. Denn i~ Pollard ... The King·s Justice in Pineda ) Basc uñán's Cauril·eriofeli::. ... 11 5.
J o~~ Tori hio Medina afirma en su 1/istoria de la Literatura Colonial de Chile que .. a no dudarl o. una de las
1
'
o hra!> ma. leidas en Chile i aún en el Perú du rante la Colonia fue la del maestre de campo Bascuñan .. (33-1 ).
1
" Si bien la obra dramática se encuentra hoy extra viada. Anadó n encuentra datos de su existencia en d li bro
de Guillermo Lohmann Villena. El arte dramático en Lima c/ura/1/e el r irreinmo (Madrid: /\rte Grá fica~.
19-15).
,- El padn; Buenavent ura Aránguiz recibió en los primeros años del siglo XIX un manuscrito co mpleto del
Cuuti1·erio(eli::.. del cual hizo un resumen que se encuentra también en la Biblioteca acional. Se trata del
único manuscrito conocido hasta hoy. el mismo que actualmente ·e encuentra en el Archi vo acional.
20
un dilatado volumen manuscrito, tan maltratado y lacerado que él solo era el
hasta el Perú, del prurito y esmero con que fue leido" (citado en Introducción,
General del Re ino de Chile, Flandes Indiano, no dejan duda sobre el conocimiento
Dos siglos más t arde, en 1850, J osé Ignacio Eyzaguirre llama la atención sobre
defin e como "novela histórica" y lo pondera diciendo que "es á nuestro juicio una
de las obras de mérito que produjo Chil e y enriquece n su literatura nacional" (483).
críticas que realiza contra la administración del Reino y justifica sus digresiones
comincentes, cita hechos contemporáneos y que están al alca nce de todos; y en fin
Algunos años después, en 1863, Diego Barros Arana lleYa a cabo la prim era
introducción, el historiador critica el estilo del libro, que co nsidera \lllga r, sobre
todo por la cantidad de digresiones que presenta. Concluye que Bascuñán "nos dejó
21
un libro informe en que lo útil está perdido en medio de pájinas cuya lectura fatiga
marginal, que expone una idea retomada mucho más tarde por la crítica: "Después
de estudiar su obra, casi se siente uno tentado de creer que esas digresiones
accesoria" (Vl) 19. En efecto, el interés por el libro de Bascuñán estuvo durante
la litera tura colon ial de Chile. Repite aquí la crítica de Barros Ara na relatiYa a la
pesada erudición del autor, pero rescata "el interes i novedad de sus aventuras
Pineda y 1:3ascuñ án. así como una concisa reseña de . u obra. En ella repite su crítica al libro. util iza ndo l o~
mi mo~ argumentos. pero suprime su hipótesis acerca de la import ancia de las digresio nes.
22
obra" sino "manifestar las causas que hacian interminable la lucha araucana" (335).
textos coloniales chilenos, y recibe frecuentes menciones por parte de historiado res
en cens urar el exceso con que se presentan las reflexiones morales, citas y
ejemplos. El hecho que mejor ilustra esta actitud generalizada de los estudiosos
publicada en 1940 por Gerardo Seguel, en 1948 aparecen las de Alejandro Vicuñ a y
criterio de selección diciendo que "aunque no del todo ajenos esos comenta rios a
las finalidades del libro, se puede prescindir de ellos, sin destruir la unidad de la
obra; antes bien, dejándola más li,iana y grata de leer" (9). Por su parte, Ángel
:o Es el caso de. por ejemplo, Domingo Amunátcgui Solar. Mariano Picón Salas y Maxwell Lancaste r. El
prim..:ro d..:d ica un par de páginas al Cautil-erio(eli: en su 1/istoria de Chile: Las letras chilenas ( 1925) y
opina que el autor "Se complace en ostentar erudición i acumula innumerables citas de los c~criwre~ clásico~.
d..: los li bros del Evanj clio i de los paures de la iglesia. Al interrumpir de este modo su na rración. aparece
como un pedante insoportable. En cambio. la segunda parte. en que refiere las ave n tura~ del e<Jutiverio
despierta gran interés. a pesar de la monotonía de alguna escenas .. (26). El segund o lo menciona brevemente
en su libro De la ConquisTa a la Independencia: ffis10ria cullllral de América. ( 1950) juzgando que " la
excelente novela que eslá en potencia . . . debe disimularse con tediosas refl exio nes morales. ci ta~ del
Evangelio y de la literatura patrística. hi storias milagrera ·· ( 103). También Maxwell L1 ncast..:r insiste. en el
articu lo "The happy captivity of Francisco úi'iez de Pineda ) Basc uñán .. ( 1951 ). en que .. were it not !or his
tcd ious digressions. Latin quotations and scntentious moraliLing. I3ascuñán might be favorable comparcd wit h
Uern al Díaz del Castillo or Góngora Marmolcjo. He spoilcd half of his work with rethorical tinsel.. ( 172). Es
así como Lancaster reproduce aquí. casi ci..:n años más tarde. el mismo juicio que hiciera Uarro~ Arana al
puhl icar la obra. y qw.: tan poco ayudó al estudi o de la ohra.
23
El acuerdo con respecto a la Yaloración de las digresiones que hemos
modo de lee r el texto: mientras algunos lo consideran una noYela (Miguel Ángel
fines del siglo XX, una yez asumido el carácter heterogéneo del texto. Este
reformado punto de ,·ista conduce, por otra parte, a una nueYa publicación del
texto completo, reali zada en una edición crítica por Mario Ferreccio Podestá ~-
Cautiverio f eliz persiste hast a hoy en día. Y si el interés de los primeros ha sido
ind ígena o sus normas retóricas. Del mismo modo, la idea de que la cultura colonial
21
Las citas y referencias al Cautiverio jeliz que se hacen a lo largo de este trabajo siguen esta edición
crítica.
24
es una imitación de la cultura metropolitana ha sido sustituida por la descripción
el dominio literario como en el histórico, que \'an más allá de una apreciación
exposición del argumento de 1ibro22 • Entre los estudios históri cos, cabe destacar el
referido Pineda y Bascuñán, defensor del arauca no: v ida y escritos de un criollo
chileno del siglo XVII (1977), de J osé Anadón, una muy \·aliosa im·estigación
biográfica, así como Crónica Flo rida del M estizaje de las Indias, de Alberto M.
Salas, en donde el Cautiverio fe liz sin·e de fuente para analizar los distintos modos
través del cautiverio (139-171). También merece ser mencionado entre los primeros
estudios serios y exhaustivos El "Cautiverio f eliz" en la vida política del siglo XVII
(1965), de Sergio Correa Bello. Este trabajo busca esclarecer la intención autorial
importante de la obra. En su análisis, Correa Bello recoge una a una las razones que
22
Los primeros t.:stud ios sobre el Cautiverio .feli: gc ncralmente se abocaron a estas do~ tareas. y algu nos de
ellos agregaron una breve valoración dt.: la obra . Es lo que sucede con el comentario acerca del Co111 i1·erio que
encontramos en His fOria de la literatum colonial de Chile ( 1X78) de José Toribio Med ina. Historia
ec/esichtica. p olítica y literaria de Chile ( 1850) de José Ignacio Eyzaguirre. Historia de Chile: las letras
chilenas ( 1925) de Domingo Amunátegui Solar. Amologíu de poetas hispano-americanos ( 1928) de
Marcelino Men¿ndez Pela yo. Historiogra(ia indiana ( 19ó4) de Francisco Estevt.: Harba. Escritores
represematii'Os de rlm érica ( 1953) de Luis Alberto Sánchez. y en Literatura chilena de la Conquista y de la
Colonia ( 195-l) de Miguel Ángel Vega.
incluye al Cautiverio dentro del género del tratado político en tanto Pineda y
elaborados en el marco de la historia, estos dos estudios abren caminos que más
privilegiada entre dos culturas, mientras que Correa Bello proporciona sólidos
gran Yariedad de géneros discursivos que componen el Cautiverio fel iz, así como su
del Cautiverio feliz y la critica", Raquel Chang-Rodríguez sigue el camino que había
trazado Correa Bello y afirma que la obra debe definirse como "una relación
agrega que "lo sorprendente es que en una obra que no pretende ser ' fabulosa',
23
Utilizo. metafóricamente. la idea de .. zonas de contacto'· elaborada por Mary Louise Pra t1 . qu ien las detlne
como ··places where cu ltures thar have been on histo rically sepa ratc trajcctorics in tersect or come into co ntact
with eac h other and cstablish a socicty. o fte n in contexts o r colonialism·· ( 1 ). El caut iverio sería.
precisamente. una extraordinaria instancia de contacto entre c ulturas diferentes. ta l co mo destaca Alberto M .
Salas - qui en se ce ntra e n el fe nómeno del mest izaje- y como s ugie re n nume rosas lectu ra s que se rea liza ro n
posteriormente del Caufi¡·eriofeli:.
26
describe al Cautiverio como una obra que no solo busca contar sino, sobre todo,
persuadir; la inscribe entonces dentro del "discurso del orador" (100). Lucía
lnYernizzi concuerda con Mignolo cuando indica que "es la situación procesal -esto
es, la propia del orador que pronuncia un discurso ante el juez, el t ribunal o la
Bascuñán con la noYela, sea de manera más bien laxa, como Cedomil Goic 2 -l o bien
estableciendo una relación más estrecha, como lo hacen Luis Alberto Sánchez, para
quien la obra "puede considerarse parcialmente noYela" (100) y, más aún , Fresia
Castillo Sánchez, quien afirm a qu e la obra "cumple las condiciones para ser
considerada una novela" ("El Cautiverio f eliz" 533). Otros otorgan una m a~·o r
quien la califica como "crononovela" (121) 2 5. Tampoco faltan quienes lo incl uyen
dent ro del t ipo discursiYo de las memorias, como Marcelino Menéndez y Pelayo
(39), o los que, como Dmid Bost , lo hacen dentro de la narración autobiográfi ca
(177).
y com plej idad del Cautiverio, puesto que el intento de clasificar el texto de Pineda ).
cJ Ccdomil Goic ubica al Caufi¡·erio ... entre las obras que tienen ..diversos grados de relación con la novela··
c· I.a novela hispanoamericana colo niar· 373) y más espccífi came ntc. entre aquellas que son de caráct ~o:r no
litcrario quc ut il iza retóricamente a modo de exempla narracio nes verdad eras. El relato dd cauti\·erio ~i rve
como ilustración de un estado de cosas que debe contri buir con el convencimiento del lector.
2
' También la llama ··protonovela·· o ··crónica novelada·· ) la defin e como una obra que ··pasa de l hecho
histórico a la biografía o la autob iogra fía. a lo anecdótico. a lo imaginativo ... del punto de vista en terc~.:ra
persona. te tigo imparcial. al subjetivismo del narrador en primera persona .. ( 12 1-22).
27
Bascuñán arroja resultados muy dh·ersos que Yan desde la crónica y la relación
dado paso, en los estudios recientes, a dos consensos que permitieron diversificar
A partir de la segunda mitad del siglo XX, en primer lugar, y desde posturas
narración autobiográfica como algo diYerso de las digresiones, por ejemplo, sino
asumi rlas en tanto compone ntes que se integran en un texto, pese a t odo, unitario.
En segundo t érmino, hoy en día se acepta que el Ca utiverio es, junto a otros textos
como E l Carnero (1638) de Rodríguez Freile, Los I nfortun ios de A lonso Ram írez
rígida de los géneros que en los cuales se ha escan dido el discurso colonial. Fo rm a
con ellas un conjunto de obras cuya intrínseca ambigüedad debe ser tomada como
cr. Los trabajos de de Gaspar Garrote Berna! (l9YO) y Frcsia Castillo Sánchez ( 1992). por ejemplo. discuten el
problema de la clasificación de la obra y demuestran q ue aun después de abrirse nuevas posibilidades de
anál isis. la cuestión de las filiaciones y modelos del texto sigue estando ab ierta y. en ocasiones. arrojando
nu evas 1uces sohre él.
2
- Chang- Rodrí guez afirma en este artículo la peninencia de las digresiones. argumentando que ··para
sustentar su exposición del problema chi leno el autor inserta las ex periencias de su propia cauti ve rio. Los
razonamientos no sobran: recalcan los j uicios de úñez de Pineda y Basc uñán y ubi can los problemas de
Chile en el amplio marco de anti guos males que han aquejado a la l lumanidad ... A continuación, rechaza de
ma nera ex pl ícita la disociación de la obra: ··Ten iendo en cuenta el punto de vista del chileno sobre las "'obras
fab ulosas... su deseo de dec ir las verdad y por qué esc ribe. el Cautil·erio fe/i: no puede ca lificarse de .. novela
thlstrada··. o de ··simple novel ita sin pretensiones··. Tampoco podemos mutilar la ob ra separando la narrac ión
de los razonamientos para complacer el gusto contemporáneo·· (''El propósito del Cautil·eriofeli: .. 662-663).
28
punto de partida para el análisis textual y no como un problema a reso1Yer2 B, único
modo que permite ir más allá de la la tipología textual para encarar otros
Uno de est os nueYos ámbitos críticos corresponde a lo que podemos lla mar su
textura retórica. Como texto persuasi,·o, el Cautiverio feliz presenta una enorm e
riqueza de tropos y figuras que a su ,·ez dan cuenta de los modelos retóricos y
textuales que lo ciñen y orientan. En este ámbito ha trabajado Lucía Im·erni zzi,
discurso testimonial en Chile: textos historiográfi cos de los siglos XVI y XVII "
textos de los siglos XVI y XVII: 'los trabajos de la guerra' y 'los trabajos del
trabajos de Dennis Pollard y Carmen de Mora, quienes han dedicado obras más
siglo XVII los modelos discursiYos que dan forma al relato del cautiverio: el
2
' Vid. Mignolo. Walter ... Canas. crónicas.) relaciones del de cubrimiento y la conquista ...
21
' b pccíficamente. Lucía lnver nizzi reconoce y ejemplifica en el Cuufil·eriofeli::. algunos n.:c ur~os retóricos
correspo ndientes al discurso judicial-deliberativo. utiliLando las categorías de Heinrich La usberg: la ··qualitas
ass umpti va··. donde las acciones se deben justificar apelando a hec h o~ ajenos o a circunstancias y con dicion e~
e peciales: la ··remotio··. donde la acción se justifica por haber sido cometida en una situac ión de conflicto de
conciencia producida por coacciones irresistibles: la ··cornparatio... donde se j ustifica un hecho negati vo por
sus consecuncias provechosas: la ..concessio o excusat io.. donde se justitic a una acción por no estar moti vada
por la vo luntad del sujeto: la ··deprecatio·· do nde se justifica la acción por los antecedente del auto r. rre~ia
Ca~t illo SáncheL ( 1992) ta rnbi~n ana liza con al gún detalle los rl.!cursos retó ricos utilizaJ os po r el auto r.
de~tacando las distintas parte del texto co mo el exordium. la 1wrralio. la argumentación. la rt.: futac ión. el
exempltllll y el epílogo.
29
exemplum , la nove/la, las crónicas de Indias, los relatos de cautiYos y los Acta
Sanctorum3°. Dennis Pollard, por otra parte, analiza en forma prolija la filiación
del Ca utiverio f eliz con los "espejos de príncipe" o de regimine p rincípum , textos
que aconsejan al gobernante ace rca de la mejor manera de lle,·ar a cabo su tarea.
Bascuíi.án, tanto en relación con las figuras retóricas empleadas como co n los
argumentos que el autor utiliza para manifestar su opinión acerca de los problemas
Reino de Chile Gilberto TriYiños elabora esta idea con respecto a \'ari os textos
posesión \iolenta" (93). Un buen ejemplo de ello es el rechazo, por parte del
cautiYo, de las muj eres que le son ofrecidas por los caciques, en abierto contraste
11
' S..: trata de la primera recopilación de la vida de lo antos reconocidos por la Iglesia. que apareció en el
siglo XV II. <.:!> decir. de relatos hagiográficos que Mora estudia en r..:lación con el Cauril·erio.
' Jaime Concha describe la figura del cautivo como germen de una utopía y señala tres paradojas que in~taura
1
el f..:nómcno del cautiverio: l. La ruptura de la jerarquía vertical. en cuanto el dominador pasa a ·er dominado
(el mundo al revés): 2. La transgresión de fronte ra~ en cuanto el cautiverio pasa a su un fenómeno de
transferencia : de aprendizaje mutuo: 3. La fusión o "milagro cultural" en cuanto se abre "la esperan1.a de la
compren ión interétnica y de una eventual fusión entre el cautivo y aquéllos entre quienes vive .. (7). Concha
no hace referencia a la obra de Pineda y Bascuñán. pero ejemplifica con dos casos de caut ive rios dd ~. XVI.
el de 1:3..:rnal Díaz del Castillo y el de las cartas de Pedro de Vald ivia. Vid. "Réquiem por el buen cauti vo".
30
con la actitud de los soldados españoles denunciada por los indígenas, qu tenes
reclaman ante la \Íolación de sus mujeres. Más tarde aparecen otros estudios que
prestan atención especial al relato del cautivo, como los de Roberto Castillo
SandoYal (1992) y Lisa Voight (2001); ellos desarrollan esta idea en relación a la
condición del criollo, tomando también en cuenta la gran tradición existente acerca
de los relatos de cautiverio. Voight, en su tesis "Sites of Capthity in Colon ial Latín
American Writing: La Florida del Inca, Cautiverio feliz, Caramu ru", determ ina
que la fun ción del cautiverio es desestabilizar las oposiciones entre ci\ilización y
identidad criolla.
más que hacer una afirmación tajante y general, indica la filiación y origen de
de Ch ile de Alonso González de Nájera ("No os ohidéis" 96). Por su part e, Lucía
Im·erni zzi lo emparenta con aquellos textos que, además de narrar hechos heroicos,
31
-· ··. .. ....... ,
..
marginal ("La conquista de Chile" 2'1-22). Entre estos 'textos, de orientación
Ca utiverio fe liz dentro del panorama de las letras coloniales chilenas y establecen
naturalmente, en las relaciones de poder que se dan en contexto del colo nialismo,
es decir, en las relaciones entre la metrópoli y las colonias así como las que se
establecen entre las distintas categorías sociales y étnicas al interior de las últimas.
estudiado por críticos como Ralph Bauer, Gilberto Trhiños y Mario Rodríguez. Sus
que, por una parte, la comiYencia del autor con los mapuches en el día a día sitúa a
un trato más justo y compasivo hacia los indígenas. El primer elemento me parece
particul armente relevante, puesto que Pineda y Bascuñán inaugura nueYos ámbitos
1
~ Mario Rodríguez destaca. por ejemplo que "el Cauth·erio fe/i: marca con énfasis la apa rici6 n en la trama
del relato colonial de la vida cotid iana, despojada del carácter ··fabu loso" con que había sido tratada en los
tex tos del siglo XVI y la primera mitad del XVII" ("Azar. pormenor. seducción'' -+O).
32
poemas épicos- con un dejo de humor o ironía. El cuanto al segundo elemento,
Pineda y Bascuñán con los mapuches33, puesto que no se trata de una solidaridad
Bascuñán allowed the Indians to criticize military and religious leaders, criticisms
that often go unchallenged by the author, he was in all likehood permitting the
Araucanians to articulate his ovvn concerns m·er the corruptions of Spanish societ)·"
(177).
de la literatura colonial del Reino de Chile está definido por la particularidad del
libro dada tanto por la heterogeneidad de sus modelos discursivos como por la
narración del cautiverio, que ocupa un lugar central del libro -hecho excepcional en
libro durante la época colonial, fueron las mismas que, tras la independencia,
'' Hay. sin embargo. excepciones: Ramón Soriano afir ma. en lo que considero un arranque de excesiva
confia nza. que el Cmuil-erio feli::. es .. un canto ge neroso de los derechos del indio .. (2 1). concordando con la
idea de José Anadón, quien había sostenido que la experiencia del cauti verio hab ía transformado a Pincela y
1:3ascui1án en defensor del araucano (Pineda y Bascui'ián. defensor del araucano 15).
33
3· Orientaciones para una nueva lectura
necesario explicitar el lugar que tiene esta tesis en el horizonte de los trabajos
estudios que indagan en los aspectos ideológicos del texto y aborda tambi én la
criollo, es decir, de una práctica t extual en la que pueden reco nocerse ciertos
contexto de producción.
gruesos, por tres coordenadas: En primer lugar, este trabajo pretende dejar atrás la
Mignolo, creemos que la actitud más fructífera para analizar la obra de Pineda y
importante recoger el trabajo de José Anadón -en especial el ya comentado Pin eda
y Bascuñán defensor del araucano- que destaca los intereses perso nales que
34
impulsan al autor a la escritura34. A la lu z de los datos que nos ofrece Anadón, no
debe subestim arse la agenda personal del autor que subyace a sus críticas y
opiniones. Con todo, estos intereses personales (la obtención de una recompensa
por sus senicios) o grupales (la rei\indicación de los derechos de los cri ollos) no
une lo personal con lo nacional ("El propósito" 662; "El Ca utiverio f eliz y la
narrath·a" 1364), ámbitos que son inseparables en la obra. No podemos hablar por
tanto de un propósito único, puest o que los motivos personales, la reivi ndi cación
cuanto a los propósitos que se escapan de lo personal, hay que detallar que también
aquí hay una multiplicidad de objeti\·os: tal como señala Lucía Im·ernizzi, el
propósito del autor no es solo narrar las \·erdades acerca de la guerra de Arauco y la
administración del Rei no, sino que tambi én persuadir a los gobernantes para que
permite situar al Cautiverio f eliz no solo como texto histórico sino que también
<J Como . eñala Lucía lnvernizzi. los in te reses personales :,on una parte importante del propósito de la:- obras
hi!-.toriográfit:as t:nlonialcs. de modo que no se trata de un ele mento exdusi\·o del Cwai,·erio .feli:. Por el
t:ontrario. tanto los textos historiográficos como el Ca11ti1·erio se conciben como una ··instancia creadora de
derechos y de posibilidades de lograr la realización de variados intereses y aspiraciones individuale. y de
~!upo·· (""Antecedentes del discurso testimoniar· 5H).
'' Vid. Dennis Pollard "The King · s Justice in Pineda ) BascUJ1án· s Cawi,·erio": Waltcr M ignolo ··Cart as.
crónicas y relacio nt::s del descubrimiento y la conqui ta": Cedomil Goic "La novela hi spanoameri cana
colonial".
35
Un segundo posicionamiento está relacionado con el propósito de este trabajo
de dar cuenta de la relación que existe entre las digresiones y el relato del
het erogéneo o contradictorio del texto, pocas veces los trabajos int erp retat i,·os
del cautiverio en relación con las digresiones, los comentarios morales en relación a
etnográfi cas) tienen la ventaja de ot orgar cla ridad respecto de un texto complejo y a
especifi cas de esta; sin embargo, por otra parte co rren el peligro de generalizar, en
norte de este trabajo es analizar los diversos aspectos del libro, léase las digresiones
aqu ellos trabajos que ya se han reali zado y que abarcan un solo aspecto de la obra,
aunque estos serán cont rastados con otros elementos presentes en el Ca utiverio.
autobiográfi ca del cautiverio opera como un ejemplo de las refl exiones político-
36
morales (Goic: 1982; Chang-Rodriguez: 1995; de Mora: 2000 ; Pollard: 2001). La
relación entre estas dos partes del libro puede también establecerse en cuanto las
lector hacia el se ntido que tienen ciertos pasajes del relato36: es el caso de las
moralejas que aco mpañan frecuentemente a las anécdotas del caut iverio o de los
obra: "el principal blanco a que se encaminan mis discursos no es otro que hacer
las verdades patentes; con que daremos principio a mi Cautiverio fe liz, de donde
otro \Íene a ser directo blanco de este libro" (240). Destaquemos entonces que,
analizadas por separado por razones metodológicas, las conclusiones finales del
presente estudio tendrán como objetivo dar cuenta de la totalidad del libro,
retóricos que sigue la obra como también los modelos de representación y sus
palabras, lo que se pretende es señalar no solo hasta qué punto el Cau tiverio f eliz
coincide con los modelos impuestos desde la tradi ción europea o a partir de las
necesidades del proyecto imperial, sino que sobre todo en qué difieren de ellos.
Esto supone otorgar gran importancia a los modelos retóricos y textuales, pero
1
" Roland Banhes define el código anagógico como los rasgos que enuncian el sent ido del tex to. es decir.
cuando el texto enu ncia su propio sentido ("' El análisis estructural del rel ato·· 299).
37
también reconoce que estos adquieren nue,·as form as lejos de Europa, tal como
de las primeras obras sobre el Nue,·o Mundo" (17). Por cierto, este punto de \'ista
empalma con el objetiYo general de la tesis, que es indagar en una nue,·a forma de
precisamente aquél que modifica tanto las formas discursiYas co mo los puntos de
38
Capítulo II
derechos" (Lavallé 105). Este fenómeno histórico enco ntró eco en la obra de
muchos letrados del siglo XVII, como Carlos de Sigüenza y Góngora en México,
~~- .José
Juan Arro m (1959) establece que el uso de la palabra '·criollo"' para referirse a los españoles
nacidos en las Indias se re monta a la segunda mitad del siglo XVI (específicamente, entre 1571 y
1574). Bernard LaYallé (1993) adela nta esta fecha a 1563. En cualquiera de los dos casos, puede
obserYarse el temprano uso del término para dife renciar a los recién llegados de España y a los
nacidos e n América.
3Sl
Todos ellos manifiestan en sus obras las preocupaciones del sector criollo y
los autores mencionados. Como indica Bernard Lavallé (1993 ), el ser criollo estaba
más ligado "a una adhesión a intereses locales, que al nacimiento en tierra
americana" (25), y por cierto, era una categoría que estaba lejos de responder a
era una categoría flexible tanto en términos raciales como en cuanto al lugar de
nada la adhesión a una ét ica colonial criolla (Lafayé 44) y la defensa de cie1t os
a perderse a manos de los españoles recién llegados. Aunque legalmente los criollos
:l 8Elisabeth Anne Kuznesof (1995) indica que la raza no era el criterio único pa ra ser cons iderad o
criollo, pues otros factores influía n en ello, como por ej empl o el género, el ser hijo(a) legítimo, el
nombre y el origen del cónyu ge. De esta manera , ex istía cierto margen que permitía negocia r la
categoría social del indiYiduo, de modo que un gra n número de mestizos pud o in tegrarse al mundo
hispa no. En efecto, según la autora, se ca lcula que desde un 2 0 a un 40% ele los llamados criollos
tenían sangre indígena o africana. Para Stuart B. Sch,,·artz (1995), esta flexibil idad -que se ma ntum
dura nte la primera mitad del siglo XVI- permitió no sólo considera r como criollos a mestizos e
incluso a mulatos, sino que también empañó la consideración que se profesaba a los es pa ñoles
nacid os en Am é rica. Es decir, si bien la ra za no fue en un principio determinante para ser
considerado criollo. a principios del siglo XVI ta nto los orígenes raciales como la s upuesta in flue ncia
del ambie nte a mericano y de la lactancia de nodri zas indias o negras sil'\·ieron de a rgume nto a los
espa ñoles pe ninsulares para afi rmar la inferioridad!' degradación de los criollos.
:l9 Solórzano y Pcreira señala en su Política Indiana que "Los que nace n en las Indias de padres
espa ñoles, que allí ,·u lgarmente los llaman criollos" y que ··no se puede cluclar, que sea n Yerdadc ros
Españoles, !' como ta les haya n de gozar sus derechos, honras, y pri,·ilegios, !. ser juzgados por ellos,
40
relegados a ocupar puestos de segunda categoría, en especial en el ejército y en la
encomiendas puesto que estas eran otorgadas solo por dos generaciones, al cabo de
las cuales los descendi entes de conquistadores que habían gozado de este pri\ilegio
primos europeos. Sin embargo, tal fue una identidad que encontró
Los criollos reclamaban sus pri\ilegios enfatiza ndo que los cargos y beneficios
debían otorgarse por mérito propio o de sus antepasados, y no a los recién llegados.
y ca rgos a sus séquitos y parientes era muy frecuente, por lo que los nacidos en
supuesto, que las prO\·incias de las Indias son como actuario de las de España, y acceso riame nte
unidas, é incorporadas a ellas" (219).
41
patria, e incluso su conocimiento de las lenguas indígenas4°. Esto puede leerse
frecuentemente en los memoriales que escribían los criollos al rey co n el fin de que
Era difícil, sin embargo, que estos reclam os pudieran enco ntrar eco a tra\·és
Luego infelices son, Señor, los que nacen, habitan, y sirYen en las Indias;
pues careciendo de la Real prese ncia de V.M. (a quien rend idos \·eneran)
no pueden obrar a sus ojos, con que necesitan de que su fe, lealtad , letras, y
los que no merecen que su Rey los conozca, ~- que los tenga en s u memoria
Aunque lo menciona al pasar, el que los nacidos en las Indias "veneren rendidos" al
.¡o Don Pedro de Bolínr y de la Redonda argumenta, en 1667, la Yentaja que significa para los
criollos el conocer las lenguas indígenas: '·Estos Ministros suficientes, y expe rtos, que se requiere,
son los es pa ñoles, que nacen , ~- se crian e n las Indias, e n cu~·a dh·ersidad de lenguas, que hablan sus
proprios naturales, se hallan muy wrsados; unos, porque desde niños en su prime r alimento de la
leche de las amas, las percibie ron; otros, porque con la comunicación las aprend ieron; y como esta
inteligencia de lenguas sea la que haze idoncos á los que han de ocuparse en el minis terio de la
reduccion, ~- enseñanza de los Indios ... ,·ie ne n a ser los de las Indias los que cum plen con la
obligacion de V .M.~- los que mas le sin·en en este ministerio'· ( 2).
11 Lucía Im·ernizzi ( 1988) indica que los textos conocidos como .. crónicas de In dias" comparten
ciertas características en cuanto a su situación de enunciación, entre las que se encue ntra la
co nciencia d e la distancia geográfica con res pecto a Es paña que los dej a en una situación de
marginalidad con respecto al centro del poder. Este ele mento es especialme nte releva nte en el
discurso del criollo, en donde el sentimiento de aisla miento es más agudo.
42
metropolitanos. Estos reprochaban a los criollos su supuesta falta de lealtad ~-
otros grupos descontentos y marginales como mestizos, mulatos e incl uso indios.
Los criollos, entonces, debían afirmar una y otra ,·ez su lealtad al Rey, como puede
Por otra parte, el discurso criollo buscaba desmentir los prejuicios que los
señalaban como inferiores a los españoles peninsulares y cuya finalidad era a su yez
asegu rar las prerrogativas de est os últimos. A esto hace referencia Juan de
mala intención de los que no quieren, que lós Criollos participen del derecho, y
Cielo, y temperamento de aquellas ProYincias que pierden, quanto bueno les pudo
geográfi cas y astrológicas a las que hace referencia Solórzano y Pereira en este
pasaje constituyen uno de los prejuicios más importantes que los criollos refutan en
anim ales y hombres: "Por esos años nadie dudaba de la influencia del clima
42 A pesar de la buena disposición de Solórza no y Pereira a nte a los criollos, es interesante obserYa r
que los prejuicios de la época en relación con la influencia del medio sobre el hombre no son fáciles
de desecha r. La defensa de Solózano a los derechos criollos es matizada por él m ismo más adela nte,
al afirmar que ··aunque no ignóro, que las costumbres de los hombres s uele n, como las pla ntas .
responder al hábito, y tempera mento de las Regiones, en que se crian , y hay ,·icios. que parece están
repa rtidos en las mas de ellas ... bien se puede negar, que las America nas te ngan tan comun , y
absoluta mente los muchos, que las imputan , pues abraza ndo en sí tanto, ó más, que lo restante del
Orbe, como en otra pa rte lo tengo probado, no puede n tener todas iguales constelacion es, ni deben
ser medidos por un rase ro, ó pesados con una misma bala nza, todos los Criollos, que en ellas nace n··
(2 19) . Solórza no acepta así la idea de que algu nas regiones de Am érica puedan tener una influencia
nefasta sobre sus habitantes, aunque argumenta que debido a la exte nsión del territorio es difícil
que este fenómeno ocurra e n todas pa rt es.
43
americano en los cuerpos y en las mentes ... para la gran mayoria de aquellos que
negativos, que disminuían, afeaban o debilitaban a los seres" (Lavallé 53). Era
libertad sin iugo de otro dominio. Son los Indios mas guerreros, y bien armados de
quantos se han descubierto en ambas Indias" (32). El fraile atribuye los defectos de
suponía que la ubicación y clima del territorio tenia efect os inmediatos sobre sus
alcanzaba solo a los nativos, sino también a los cri ollos, e incluso se pensaba que
una larga permanencia en las Indias causaba estragos aun a los nacidos en Europa.
causadas por el ambiente. El memorial del peruano Juan Ortiz de Cerva ntes, del
propria bolver por ellos, por ser frutos de los arboles de aca, según dize
44
conforme es el padre, sale el hijo en qmen infunde unas virtudes,
que por el suelo no pierden y junto lo uno con lo otro, con el gran
tales sugetos, que con verdad no se pueden negar (Ortiz de CerYa ntes
21).
Junto con señalar lo benéfico del clima, de los astros y de la tierra, Ortiz de
las Indias con el Paraíso para demostrar que no sólo se trat aba de lugares que no
bendecido por Dios. En el ámbito del Reino de Chile cabe destacar la obra de
una crónica acerca de su patria. Ovalle describe en el primer lib ro de su Histó rica
Relación del Reino de Chile (1646) un extenso panegírico acerca del clima, la
geografí a, las aguas, la fl ora y fauna, los recursos naturales y las riquezas del Reino.
43Este tipo de apologías pueden leerse frecuentemente en autores criollos; hacia med iados del siglo
XVII Fray Agustín Carrillo describe el Reino de Chile haciendo una exaltada alabanza, sc r1ala ndo
que .. es muy semeja nte a los de España [las proYincias], assi en la altura, y graduación, como en lo
45
El último elemento recurrente en el discurso criollo que quiero destacar es la
,·aloración del pasado indígena. La herencia de este pasado se co mirtió para los
españoles peninsulares. Los criollos exaltaban este pasado con el fin de reafirmar
su propia identidad y sentimiento de pertenencia hacia América: "the Creo les could
beginnings of self identification in the Aztec past" (353), señala René J ara
Nue\'o Mundo, bien sabemos que, más que el nacimiento, lo que marca
46
americanas. Y esto empieza a suceder desde el siglo XVI. (Poot-Herrera
180).
derechos: el objetivo era más bien recuperar aspectos de las culturas prehispánicas
heredada, pero muerta. Jara puntualiza bien los matices de esta valoración del
indígena al indicar que "for al1 the spokesmes of Creo le patriotism, t he image of the
contem porary Indian was untenable... The Creoles never once considered th em to
be part of human reality. The image of the Indian was \·aluable insofar as it
de estos últimos.
posición ambigua del criollo dentro del entramado social colonial. Esta
Corona. Lucía Santiago Castigan (1988) explica muy claramente esta ambivalencia
al indicar que el criollo, por un lado, asume la ideología del colonizador -que
47
considera propia- al defender con una actitud elitizante los intereses de una clase
los criollos serían superiores en cuanto a las \irtudes que ellos mismos se atribuían
históri co que testimonia la emergencia de una nue,·a identidad- está precisa mente
barrocas de expresión. Maraña explica que "el código barroco sÍIYe co mo ,·ehículo
casos, el modelo barroco proYee las formas y tópicos que . .. denuncian la colonia
Este amb igüedad ideológica en la que se inscribe el criollo puede ,-erse desde un punto de ,·ista
-1-1
más amplio. al considerarse una ma nifestación de un proceso que abarca a toda la historiografía del
siglo XVII. como señala Hayde n V/hite: "la historiografía del siglo XVII empezó con una \Ís ió n del
campo histórico como un caos de fu erzas en pugna, e ntre las cua les el historiador tenía que elegir y
al sen ·icio ele una o más de las cuales tenía que escribir su historia·· (Metahistoria 73). El criollo.
como escritor y cronista de su tiempo, está e ntrampado en esta el ecció n , ~- no puede decidir e ntre
seguir al servicio del proyecto imperial o reafirm a r sus derech os~- su identidad criolla.
4S
barroco45, con su formalismo excesiYo y su enre,·esamiento, sería uno de los modos
que por un lado, exige los pri\ilegios de los peninsulares y por otro, criti ca la
hab itantes americanos - tanto indigenas como criollos- tiene desde este punto de
,·ista una clara intención politica, puesto que su defensa argumenta a fa,·or de la
simple defensa de intereses indi, 'iduales o colecti,·os (aunque también lo son); las
-1s Mabel Ma raña defin e el barroco ac udie ndo a Maria no Picón-Salas, quien enumera algunas
características formales del ba rroco, como la falta de unidad narratiYa y la presencia de ornamentos
~- fo rmas enrevesadas (Picó n-Salas: 1965) . Sin e mba rgo, Ma raña destaca también la relación e ntre
estas carac terís ticas más bien estilísticas con un funda mento ideológico, como lo hacen los a utores
que definen el barroco como una oposición, dicotomía o conflicto (Welle k: 1968 ; Bustillo: 1988).
49
conciencia, desestabiliza el orden social y reorgamza el espacio simbólico de la
sociedad colonial.
La literatura escrita por criollos ha s ido estudiada con cierta regula ridad por
algunos de los puntos de \Ísta adoptados por la crítica literaria para abordar este
tema en relación con obras muy dispares, lo que nos permitirá, por un lado,
establecer el marco desde el cual se ha examinado este problema -y, por tanto,
trazar el punto de partida del post erior análisis del Cautiverio f eliz- y, por otro
lado, detectar diferencias en los conceptos que se utilizan para describir el discurso
co nstituyen rasgos fundamentales del discurso criollo; ahora indaga remos en cómo
46 Uno de los aport es más recientes a la ta rea de proporciona r una \is ión global pa ra estudiar el
fe nómeno criollo es el libro editado po r José Antonio Mazzo tti. A gencias cl'iollas: la ambig üedad
colonial en las letms hispanoamericanas ( 2 000), en donde se discuten as pectos históricos del
fe nóme no y se recogen además diversos a ii ículos cent rados en las letras del Virreinato del Pe rú.
50
La celebración de la ciudad como monumento del orgullo criollo es
Merrim puntualiza que la obra de Balbuena ilustra muy bien cómo ciertos
tales estructuras adquieren en el contexto del Nue\·o Mundo" (81-8 2). Este proceso,
a través del cual la cultura dominante se ,-uelYe inestable, puede ilustrarse en una
geográficos y retóricos, de modo que engrandece "no sólo al Imperio sino también
51
aplicarse a Pineda y Bascuñán, aunque en el caso del criollo chileno se manifieste
problemático. Los aportes más concretos con respecto a esta cuestión han sido
proporcionados por Mabel Maraña, cuyo interés por el tema ha sido permanente, y
él:
improductividad (390).
principios del orden virreina] en los márgenes del imperio, de manera que el criollo
52
se encuentra en una encrucijada que no tiene solución y que se articula -según
Juan José de Eguiara y Eguren, subraya más que nada la suma de d iYersos
elementos en el discurso criollo, como sucede cuando describe la obra como "algo
escolástico, sino un texto comprometido ~·, por necesidad, híbrido" (576). Sin
embargo, en otros momentos dest aca también la \·acilaciones del texto: "Aunque
ese ncia, su t exto fomenta una serie de contradicciones a la vez que promue\·e la
idea de un corpus simbólico común que una a todos los sujetos novoh ispanos"
(579). Estas contradicciones son para Higgins más que nada aquellas relacio nadas
Los estudios críticos que abordan la articulación del discurso criollo recogen
los elem entos que hemos reconocido como pertenecient es a este d iscurso,
destacando las diversas formas e n que se modu lan. Las descripciones exuberantes
~- Mabel Moraña describe la dinámica ce ntro/pe rife ria~· el modo e n que el criollo se inse rta e n esta
última, posicioná ndose como un sujeto triplemente ma rginal: prime ro. una marginalidad geográfica
~· política , puesto que el protagonista pro,iene de Puerto Rico, zona d ependie nte del , ·irreinato de
1ue, ·a Espa ña ; segundo, el protago nista es - por su pobreza- también marginal en términos sociales
~· econ ó mi cos y finalmente, queda al margen de la le~· cua ndo se conYie rte e n pirata.
¡S Como explica Anthony Higgins , la Biblioteca m e:n·cana es una recopilación o catálogo de los
indi,iduos, lugares e instituciones que ha bían sido impo rta ntes para la historia de la región. Se trata
de un pro~·ecto monumental cuyo pri mer tomo se publica en 1755, pero que queda inconcluso tras la
muette d e Eguiara
53
de la ciudad amencana, la exposición de la marginalidad del criollo y la
utiliza la palabra "mestizo" para dar cuenta de est e rasgo49. Las dife rencias de
énfasis que hemos observado en la forma en que los criticas explican o interpret an
49 Santa Arias, por ejemplo, señala en un artículo acerca de An tonio de la Cala ncha que el auto r se
apropia ele elementos ele la cultura hegemón ica para dar la imagen de una ·'América heterogénea,
mesti za~- criolla" (190).
54
un instrumento importante para dar cuenta del encuentro de dos culturas y su
cubano del tabaco y del azúcar (1940), Ortiz plantea que "transculturación" es el
cuenta del proceso mediante el cual una cultura dominada recibe pasivamente
proceso mediante el cual una cultura adquiere elementos de manera más acti\·a,
55
obra de José María Argüedas el modo en que la narrativa es capaz de incorporar
que le dan origen; y finalmente, que dejaría al margen los discursos que
Mestizaje 369).
función sincrética sino, al revés, enfatizan conflictos y alteridades" (Co rnejo Polar
56
Otra noción que se deslinda -aunque por un motivo distinto- de la idea de
Canclini, el mestizaje está muy asociado a fusiones raciales o étnicas y - junto a los
que no puede dar cuenta de aquellas mezclas que son producto de procesos sociales
precisamente la relación entre culturas premodernas con otras que han entrado
que hemos discutido brevemente designan mezclas culturales, aunque no t odas son
una mayor elaboración teórica, nos permite hacer ciertas distinciones útiles entre
57
modo en que cada concepto Yalora la mezcla. Tomando en cuenta estos elementos,
en lo que queda del apartado intentaré det erminar de un modo más preciso las
Afirmo con Solange Alberró que desde el comienzo del proceso de co nquista
humanidad americana dejó de ser el que arribó algún dia a t ierras americanas. En
tampoco el que se suponía era ahora" (57). Esta adaptación culmina fin almente en
condiciones y que -por otra parte- el discurso criollo desdramat iza la diferencia
(hispanos, criollos). J osé Antonio Mazzotti describe esto señalando que los autores
rest ringida históricamente: se trata de aquella que sufrieron los hispanos nacidos
El discurso criollo, tal como lo hemos descrito, refl eja un p roceso de cambio
58
suj eto ontológicamente inest able (Mazzotti) e ideológicamente ambiguo (Moraña,
apropia del pasado indígena con un fin ideológico muy concreto y se asocia a estos
pueblos sólo en cuanto ambos son víctimas de los abusos de los peninsulares. En el
cultural: los criollos que eran racialmente mesti zos se "blanqueaban" para ser
la diferencia racial entre sólo tres grupos: negros/ mulatos, indios y españoles, ya
fuesen estos últimos peninsulares, criollos o incluso mestizoss3. Esto no desca rta
una influencia o adaptación involuntaria como la que menciona Alberró, sino que
53 LaYallé recuerda que, presionado por los mestizos, el corregidor del Cuzco tuYo que esta blecer a
fines del siglo XVI I la diferenciación, con fines ad ministrati\'os y legales, entre solo estos tres grupos
raciales (47).
s~ La negación del mestizaje en el Cautiverio feliz es analizada por Ralph Ba uer en "Imperial
History, Capti\ity, a nd Creo le Identity in Francisco Núñez de Pineda:-.- Bascuñán 's Cautiverio feliz''
(1998).
59
la utilización de palabras en lengua mapuche o, según el caso, de otras lenguas
nativas.
fe liz y el discurso criollo ha sido advertido con frecuencia por la crítica. Raquel
(1982). Alli señala que "El Cautiverio f eliz es emblema del destino del criollo y su
lucha por alcanzar el dominio que le fue negado" (67). Además de centrarse en los
datos biográficos del autor, Chang-Rodriguez destaca la forma en que este intenta
conocimiento del autor pues esta sabiduría expresada tanto por su biografía como
Pineda y Bascuñán y la crítica" (1994), Yuzhuo Qiu sigue muy de cerca a Chang-
represión en que se encontraban en el nueYo mundo del siglo XVII" (109). Desde
esta perspectiYa evalúa de manera muy acertada el rol del indigena, afirmando que
"poner las criticas más fuertes en bocas de los caciques es sólo otra estrategia de
60
enmascarar su lucha directa contra los "forasteros" ... Si Pineda y Bascuñán
defendía a los indios y se identificaba con ellos como "los hijos de la tierra", es
porque los hijos nativos le servirían bien al propósito de defender sus propios
Pero sin duda alguna, el mayor aporte al tema ha sido el trabajo de Ralph
Núñez de Pineda y Bascuñán 's Cautiverio f eliz" (1998) realiza una lectura sutil
pero precisa de las formas que puede adquirir el discurso criollo. Dos son los
aspectos más destacables del análisis de Bauer: en primer lugar, describe cómo
cautiverio en la que inserta sus digresiones. Bauer destaca así cómo los americanos
que para los europeos el Atlántico di\ide el mundo en dos, es una frontera entre el
geocult ural europea que reafirma a Europa como centro. Según Bauer, Pineda y
Bascuñán transforma, a través de diversas estrat egias, el allá (over there) en acá
6J
(oYer here), puesto que reinscribe la diYisión europea al trasladarla desde Atlántico
Bauer lee la presencia de la identidad criolla mucho más allá de los explícitos
tarn poco debernos olvidarlos, puest o que indican hasta qué punto Pineda y
contenido político del libro está siempre relacionado con las demandas criollasss,
explícito con respecto a uno de los motiYOS que considera claYes en la mala
altos puestos administratiYos. El autor insin úa est e problema muchas veces, pero
sólo aquí afirma directamente que los malos funcionarios son forasteros: "En las
causas principales que habernos insinuado, para que nuestra patria, Chile, tantos
menoscabos reconosca y a menos Yayan siempre sus aumentos, es una de ellas, sin
duda, el que a gobernarle Yengan forasteros, que son los que procuran y solicitan
(814). En otras ocasiones, Pineda y Bascuñán había sido más discreto en sus
ss Sergio Correa Bello ha recogido en su libro El Cauti,·erio feliz en la vida política chilena del siglo
){1/TJ los distin tos a rgumentos que Núñez de Pineda entrega de mane ra dispersa y reitera ti,·a a lo
largo de su obra . Las explicaciones se centran en resoh·er los problemas que causa la guerra contra
los mapuches, pero está n relacionados de modo directo o indirecto con las demandas de los criollos
y co n la mala admi nistración de los asuntos india nos por parte de los peninsula res. Entre las más
frecuentes se menciona la desidia con la que los peninsulares ocupan sus cargos e n las colon ias, que
debieran ser ocupados por los criollos. También se critica la explotación y maltrato de los indios por
los encomende ros (en su mayoría peninsulares)~- el escaso premio que se le da a los soldados rasos
(en s u ma~·01·ía criollos). Cabe destacar que estos argumentos son parte d e un programa compartido
por los criollos, de modo que podemos encontra r los mismos diagnósticos ~- soluciones e n textos
históricos, ca rtas ~- memoriales como algun os de los que ha n sido citados más arriba.
62
acusaciones, probablemente porque no deseaba poner en evidencia sus
Bien creo que jusgarán algunos que el haber tocado esta materia de
natural afecto que me acompaña, así para mi part icular propio como
benemérita de las que han asistido y asisten en este reino, para que por
su cuenta corra algunos años el gobierno dél y de sus armas; que yo por
hijos de la patria tengo, y por tales los reputo, a los que están
63
beneficios personales o colectivos (que por cierto, no son injustificadas) . Por otra
parte, Pineda y Bascuñán afirma que los cargos deben ser otorgados a beneméritos,
patria" no depende tanto del lugar de nacimiento como del compromiso que se
adquiere con esta: son hijos de la patria los que tienen sus intereses y se proyectan
en ella (es decir, tienen hijos y hacienda), en clara oposición a los peninsulares que
,·olYer a España. Son t ambién beneméritos los que han servido en la guerra, puesto
autor, quien vacila entre plegarse a la disputa o intentar aplacarla, se repite en los
párrafos siguientes. Pineda y Bascuñán denuncia el mal trato que los peninsulares
sargento mayor y maestre de campo general. Acto seguido, señala que no t iene
América? Pues, si esto es así, qué razón habrá ni ley que contradiga a lo
64
Pero una vez que la balanza se inclina hacia la reconciliación, Pineda y Bascuñán
\Uelve a equilibrarla dest acando que así como los hijos deben honrar a los padres
también deben estos respetar a los hijos, lo que no siempre sucede. La delicada
posición del criollo queda aquí muy bien ilust rada: por una parte, destaca el origen
común con el hispano, tanto racial como cultural (y e\ i ta, de paso, la asociación con
positiYamente en relación con los hispanos: éstos buscan el bien co mún, aquéllos la
ganancia personal.
en relación con el lugar del criollo en la sociedad colonial, debemos reco rdar que el
y criollos se exponga de manera abierta en sólo una ocasión nos revela que - a pesar
discusión más abierta del problema. Por otra part e, la tesis también intentará
características particulares del fenómeno cri ollo en Chile. Si bien hemos hablado
acerca de un discurso criollo de ciertas características, hay que sefíalar también que
di,·ersos contextos.
dependencia política del virreinato del Perú. Para Solange Alberró, la formación de
una conciencia criolla en Nueva España estu,·o fuertemente determinada por el rol
65
que jugaron los eclesiásticos, quienes "percibieron las mutaciones de la sociedad
eclesiástica para la formación de una conciencia criolla fue fundame ntal en los
decir, en Nueva España y en Perú. En el Reino de Chile la situ ación era muy
distinta: no había una ci\ilización prehispánica tan prestigiosa que permitiera "las
68) ni un virreinato que fomentara el desarrollo de una elite capaz de encauzar las
que tmieron los centros urbanos para los criollos, de modo que a partir del siglo
o Gaspar de Villarroel- sea muy discreta al lado del panegírico que describe las
en dond e la guerra con los mapuches no formaba parte de un pasado h istórico que
66
podía ser objeto de una "recuperación simbólica" que ayudara a la conformación de
una identidad criolla. Es así como Pineda y Bascuñán intenta fundar una
indígena. Su defensa del soldado y las críticas a los letrados son constantes:
es de que su real majestad -Dios le guarde- ha )e,·antado las let ras a tal
suerte que todos tratan de seguir este camino, porque t ienen el premio
154-55).
Para Pineda y Bascuñán, el prestigio y dinero que adquieren los letrados no son
merecidos, puesto que estos no ostentan una ,·erdadera conciencia patri ótica. Lejos
Bascuñán es, así, arriesgada, una vez que en Chile los indígenas no sólo jugaban un
rol en la conformación de una identidad criolla, sino que eran, por sobre todas las
proceso distinto al de los virreinatos, y hasta cierto punto, más complejo. El orgullo
67
elite letrada y de los eclesiásticos fu e realizada en Chile también por hombres como
ó8
SEGUNDA PARTE
69
Capítulo III
Una de las interrogantes que inquiet an a todo lector del Cautiverio f eliz es la
pregunta por su género discursiyos6. Hemos revisado ya que se t rata de uno de los
discusión no termina con este consenso, pues abre paso a una segunda pregunta:
¿cuál es la función que cumplen los di\·ersos gé neros y modelos discursivos del
56 Hablo de ·'géne ros discursiYos'' más que de gé ne ros litera rios, puesto que el Cautiverio feliz -al
igual que muchas obras en las letras colo nia les- es un texto h íbrido en el que se e ncuentra n la
lite ratura, la historia, la oratoria y la política . Po r ··géneros discursiYos·· e ntiendo, siguiendo a Mijaíl
Baj tín , la elab oración de tipos relat iva mente estables de enunciados segú n cada esfera del uso de la
lengua (248). Se trata por tanto de un concepto que se ubica e nt re los dos puntos extremos que
conforman , po r un lado, las reglas inmane ntes del lenguaj e ~-. por otro, la em isión individua l. La
idea de Bajtín recupera el h echo de que cada emis ión tiene un carácte r sociológico, es decir, que no
es solame nte un fenómeno indiYidual, sino que depe nde también de un contexto extraYerbal de
producción. Bajtín indica que los enunciados que compone n los d istintos géne ros d iscursi,·os se
diferencian e ntre sí por sus distintos ti pos estilísticos, temáticos y composicio nales, ~· distingue
entre ··géne ros discursi,·os p rima rios··, que se constitu~·e n e n la comunicación discursiYa inmediata,
~- los "géne ros d iscursi,·os secunda rios'·, que surgen de cond iciones cul turales más co m plejas~- son
principalmente escritos (250 ). Lo que lla mo gé ne ros d iscursiYos corresponde a lo que Walter
Mignolo describe como "tipos discursi,·os·· (M ignolo, "El Metatex'to historiográfico" 373), ~· la
dis tinción que hace Bajtín entre discursos prima rios ~- secundarios corresponde a la d istinción de
Mignolo e ntre "tipos discursiYos" y "tipos textua les .. (M ignolo, "El Meta texto historiográfico·· 361);
el crítico a rgentino destaca que los "'tipos textua les'' está n sujetos a situaciones comun icath·as
institucionales. Con "géneros discursh·os.. me referiré por tanto a los gé neros discursi, ·os
secun da rios o a los "tipos textuales", puesto que mi objeto de estudio será n discursos escritos
e nm arcados en condiciones culturales complej as .
70
Cautiverio? ¿De qué modo se aprop1a Pineda y Bascuñán de ciertos modelos
obra, pues la riqueza de los distintos modelos y géneros discursivos que presenta es
tal, que parece muy difícil sistematizar todas las relaciones que se establecen entre
ellos. Esta complejidad se registra incluso al discutir el objetivo del libro, que no es
de Pineda y Bascuñán puede ser descrito de manera más amplia observando las
s- Estas preguntas suponen partir ele la premisa que expone Walter M ignolo pa ra defi nir la
o riginalidad que debe mos buscar en los textos coloniales: ·' La 'originalidad' de los textos escritos
dura nte el período colonial proviene de la interacción entre modelos de escritura a los que se apela
tanto para describir o narrar como para seducir a los diversos destinatarios que configuran su
audiencia'' ("Histórica, Relaciones y Tlatóllotl'' 154).
58 Como ha sido mencionado en el primer capítulo, no hay un consenso crítico respecto de el o los
objetivos con los que Pineda y Bascuñán redact a su libro, aunque la idea de que el libro contiene un
importa nte componente suasorio es ampliame nte aceptada. Lucía Invernizzi señala, por eje mplo,
que ·'el propósito de Pineda y Bascuñán no es sólo hacer patentes \·erdades ace rca de la gue rra de
Chile ... Junto con esa finalidad -la filosófica de decir verdad- el enunciante se propone alcanzar
con su discurso una finalidad pública a la que concede la máxima relevancia: actuar sob re la
conciencia de los gobernantes.·· (I nve rnizzi, "Recursos de la argumentación judicial-deliberativa"
L9).
~9 El concepto de ·'formac ión dicursiva" fue acuñado por Michel Foucault, ~· se refiere a un sistema
de d ispersión que define una regularidad (un orden , correlaciones, posiciones en fu nciona mientos,
transformaciones) entre cierto número de enunciados (62); todos los enunciados que dependen de
un a misma formació n discursiva co ns titu~·en un discurso (por ejemplo, d iscurso clínico, económico,
psiquiátrico) (181). Para Foucault las formaciones discursi\·as están reguladas a través de los
preceptos de la disciplina . ObserTamos que el concepto de form aciones discursivas es m ás a mplio
que el de géneros discursivos, es decir, que podemos encontrar diversos géneros dentro de una
misma formación o d ent ro de una disciplina. Sin embargo, y como señala Walter Mignolo , hay
géneros discursivos (o "tipos textuales") que no se relacio nan con ninguna formació n d iscursiva ,
como es el caso de las cartas ("Cartas, crónicas y relaciones'' s8). El concepto de Foucault es
importante porque introduce en la discusión el hecho de que la diferencia entre distintos discursos
se relaciona también con quién posee autoridad para hablar y de qué manera se legitima el
conocimiento. Este es un punto de su ma importancia en este trabajo, puesto que al afirma r la
existencia de un discurso criollo nos preguntamos precisamente cómo este sujeto se legiti ma para
hablar dentro de la sociedad colonial.
7L
reconocer en la obra diversos géneros (y subgéneros) discursivos, que pertenecen a
uno de estos discursos en profundidad excede con creces las posibilidades de este
trabajo; sin embargo, en este capítulo se estudiarán algunos de ellos con el objetiYo
Como ha sido mencionado con anterioridad, Mignolo (1982) suma a la lista de este
Sigüenza y Góngora, ya que - al igual que el soldado chileno- son criollos que
Al igual que el Cau tiverio feliz, Los Inforhmios de Alonso Ramírez ha sido
relacionada con diversos géneros que van desde la novela hasta la relación,
pasando por la picaresca (Julie Greer Johnson: 1981; en menor grado, Aníbal
González: 1983), la biografía (José Juan Arrom: 1987) o el híbrido género del
testimonio (Kirnberly S. López: 1996 y ÁlYaro Félix Bolaños: 1995). Por su parte, El
sea al discurso literario o al histórico (de Mora: 2001). Jaime Delgado (1986) se
72
inclina por el segundo, ya sea como "cuadro costumbrista" o "crónica", mientras
que González Echevarría (1987), entre otros, señala la cercanía de este texto con la
picaresca.
una identidad criolla y pueden ser descritas, en palabras de Walter Mignolo, como
un a
La ambigüedad genérica es, por tanto, un rasgo que suele estar presente en algunos
text os coloniales pero que tiene manifestaciones muy diversas y que no está
particulares, pero aún así parece haber una cierta jerarquía entre los elementos. La
crítica coincide en que los casos particulares son los que adquieren mayor
relevancia, como afirm a Carmen de Mora: "de este modo, los casos, mencionados
73
mientras que ]a narración histórica se reduce casi a un pretexto para lo que se Ya a
narrar después" (de Mora 70). En el Cautiverio feliz es más difícil señalar un orden
mucho más dispersa y fragmentada que las que hemos Yenido comentando.
a algunos modelos que ya han sido abordados pro]ijamente por la crítica: el relato
manera indiscutible, una gran ascendencia sobre el Cautiverio feliz, aunque no son
disposición6o. Una vez comprobada esta afirmación, la segunda parte del capítulo
6o En efecto, en la gran mayo ría de los géneros discurs iYOS (salvo los literarios) el estilo indiYidual
no es una finalidad del enunciado, s ino solo un epifenómeno (Bajtín 252) . La pregunta por la
intervención de lo individual en un género discursiYO es, por lo ta nto, especialmente pertinente en
los géneros discursivos no litera rios, puesto que la intelYención de lo individual representa muchas
wces una ,·iolación de las formas estandarizadas.
74
1.Relatos de cautivos y espejos de príncipes: la apropiación de géneros
discursivos en el Cautiverio feliz
Los relatos de cautiverio son, sin duda alguna, textos con los que la obra de
europeas y las nativas. Las historias de cautiverio permitían saciar la curiosidad por
acerca de ellos61 _
generalmente está enmarcado en un relato mayor, que puede ser una tragedia,
comedia, hagiografía, novela, o cualquier otro género literario. Los rasgos comunes
6! Como indica Roberto Castillo Sandoval citando a George Camamis, du rante los siglos A.'Vl y
XVII existieron principalmente dos tipos de relatos de cautiYe rio: el primer tipo corresponde a lo
que e ncontramos e n el Cautiverio f eliz, pues incluye relatos basados e n una realidad histórica (en
especial cauti,·erios en África del Norte~- Constantinopla); e n el segundo tipo - por el contrario- no
hay referencia a acontecimientos contemporáneos (119).
75
el momento en que el protagonista es cauti\·ado, por lo general como resultado de
(Castillo Sandoval125-128).
Pineda y Bascuñán. En el Cautiverio feliz el autor narra cómo es apresado por los
le dio en el celebro un tan gran golpe, que le echó los sesos afu era con la
instante, los acólitos que estaban con los cuchillos en las manos, le
(298).
La descripción de las crueldades que los indios infligían a sus prisioneros era
muy común en estos relatos, así como otros elementos que aparecen en el
Cautiverio, entre los que se destaca el cambio de traj e (D isc.l Cap s), de nombre
76
misionero y en curandero (Disc. 3 Cap. 8). También el deseo de recuperar la
ignoraba, porque hast a entonces podré decir que no supe lo que era levantar los
ojos de el alma a nuestro Criador y Señor, a quien inYoqué afligido, a quién clamé
En este punto observamos una diferencia sustantiva entre los relatos de cautivos en
que, si bien el fenómeno del cautiverio fue permanente en el sur de Chile y en las
ediciones, y de los cuatro best-sellers publicados entre 1680 y 1720, tres son libros
de cautivos (Operé 24). No puede obsen·arse el mismo interés por este tipo de
obra mayor.
77
Los motivos de esta diferencia radican en la función social y política que
cautiverio se interpretaba como el pecado que sometía al hombre y los indios, como
la encarnación del demonio: si el cautivo lograba pasar esta prueba impuesta por
lecciones. Pero estos relatos de cautivos tan bien recibidos en Norteamérica por su
Fernando Operé ello radica en que estos relatos contradedan los objetivos políticos
monarquía con el carácter de vasallos, una ,·ez que aceptaran el bautismo" (25). Es
nada que aportar: narraban hechos acaecidos en zonas limítrofes que carecían de
interés y de riquezas, recalcaban los fracasos de la Corona más que sus aciertos, y
que realizaban los misioneros se conocía ya mucho acerca de los pueblos nativos.
Los cautivos rescatados incluso eran recibidos con desinterés o hasta con recelo: la
comi vencia con los indígenas los había \uelto sospechosos y los ex-cautivos debían
78
esforzarse en probar que habían permanecido fieles a su rey, a sus costumbres y a
su religión.
los españoles en territorio indígena para hacerse de esclavos, muchas veces única
retribución a sus servicios. Los indios, por su parte, procedían del mismo modo, de
forma que era muy frecuente que los prisioneros de uno y otro lado se
relatos de cautivos comenzaron a aparecer en el siglo XVI en las ext ensas páginas
través de las referencias directas o indirectas que el cro nista había recibido del caso
(Operé 230-31). En ese sentido, el Cautiverio f eliz se posiciona como una obra
excepcional por la importancia que adquiere el relato del cautiverio, que además es
62ÁlYa ro Jara señala que a partir del s . XVII la maloca fue el estilo de guerra español, puesto que
después d e que Alonso de Rivera estableciera al Bío- Bío como límite entre el territorio español ~· el
mapuche ya no se hicieron grandes incursiones en este último. Sin embargo, los rápidos asaltos al
territorio mapuche - que es lo que se conoce como maloca- sen í an para obtener un botín que
muchas Yeces consist ía en los propios mapuches, los cuales se comercializaba n como esclavos (Jara
144- 15 1). Boceara señala que entre los mapuche (o reche) la maloca ta mbién au mentó de manera
importante a partir del s . XVII, constituyé ndose en un modo de ob tener ganado (277-78).
79
Uno de los casos más difundidos es el del cautivo Juan Falcón63, quien dejó
documento, en el que relat a no sólo el mal trato recibido, sino que procura recalcar
declaración de Falcón se señala que "en el dicho tiempo que estuvo cautivo tm·o
cuat ro amos, los cuales le trataron con demasiada aspereza, dándole de palos y
además que no permitían a los cautivos practi car su fe: "de ninguna manera los
consienten los dichos enemigos vivir cristianamente y cuando los hallan rezando y
encomendándose a Dios los maltratan y por ello les dan de palo y aún los quieren
matar y así de este temor mu chos no se at reven a rezar sino es a escondidas" (317),
y manifiesta de manera clara la rivalidad entre los dos bandos: "este testigo ha \Ísto
que los dichos indios est án muy jocosos de las ,·ictorias que h an conseguido contra
es sino como podrían acabarlos por que es entrañable el odio y aborrecimiento que
63 J ua n Falcón fue el único sobreYi\'iente de los ocho frailes dominicos ca ut i, ·ados durante la
destrucción de Valdivia el 24 de no\i embre de 1599 . Prestó declaración ante las a utoridades
hispanas e n Santiago poco después de s u liberación, el 18 de ab ril de 16 14 , con el fin de
proporcionar información acerca de la situación y las intenciones del enemigo. El cautiYerio de
Falcón es recogido, entre muchos otros, por Diego de Rosales, en su H istoria Genera l del Reino de
Chile (Zapater, "Testimonio de un cautiYo'' 295-301). Si bien el testimonio de Falcón es
especialmen te difamatorio con respecto a los indígenas, hay casos en que el info rme de los cauti,·os
retornados estaba mucho más cerca de la postura de Pineda y Bascuñán. El mismo Diego de Rosales
nos proporciona por ejemplo el caso del capitán Marcos Chabari, rescatado en 1627 tras veintiséis
af1os de cautiYerio. Rosales señala que Chabari fu e respetado por los indios por su fama de guerrero
~- por su conocimie nto de la lengua ma puche. El cautiYo justifica las acciones de los indios, y afirma
que "estos Indios aun que son bárbaros, son muy amigos de la ve rdad, y de que se la guardemos e n
los tratos, y por averla conocido en mi he te nido tanta cabida entre ellos" (Rosales 1015).
Destaca mos que la opinión de Pineda y Bascuñá n ace rca de los indígenas no es aislada, pero que su
s impatía por el indígena se acerca a Yeces peligrosamente a lo que pod ría haberse considerado una
t raición.
80
les tienen y cada día se van ensoberbeciendo más" (320). A través del t estimonio,
Juan Falcón demuestra que, a pesar de los largos años de cautiverio, sigue fi el a su
especial en los relatos de cautiverio- del indígena como bárbaro y cru el64.
importancia, por lo que existía una gran diferencia ent re aquellos cautivos que
permanecían fieles y aquellos que renegaban. De suma trascendencia era por tanto
"no se ha sabido jamás de ninguno que haya apost atado de la fe, ni dejándose
73). Por otra parte, los cautivos o cautivas que decidían permanecer en suelo
6 4 Por citar sólo un ejemplo, Alonso de ÜYalle coincide con Falcón en el t rato que reciben los
cautiYos por parte de los indios: "'Est a consideración [los males que los españoles hicieron a los
indios] d esnudó a los indios de todo afecto; de piedad pa ra con aquellos sus cautivos, s ÍlYiéndose de
ellos con todo rigor en los ministerios domésticos y del campo, matándolos de hambre, trayéndolos
mal Yestidos, no cuidando de sus enfermedades y haciéndoles todo el mal tratamiento que podían··
(369). La mis ma actitud puede Yerse en otros cronistas, com o tam bién señala Gilbe rto T riYiños:
··Los relatos de cautiverios en el Reino de Chil e escritos por Arias de Saavedra, Gonzálcz de Nájera y
Falcón condensan ejemplarmente, e n el caso del colonialismo español, la percepción del ca uti, ·erio
entre indios como esclaYitud "muchísimo peor" que la de los is raelitas en Egipto, como marti rio del
cuerpo y alma cristianos e n poder de bárbaros naturalmente incl inados a derramar sangre y' comer
carne hu ma na " (115) .
65 Alonso de Ovalle templa más adelante su rotu nda afirmación con la mención de algunos casos en
los que los ca utivos y ca utivas no quieren regresar: '"ta[l] vez he oído decir que se escondía n de ellos
[los españoles], porque no las \iesen, y no ha fa ltado quié n ha rehusado salir de aquella desdicha,
au n tenie ndo ocasión de poderlo hacer" (374, énfasis mío); '· ha habido, según dicen, quien se ha
resistido [al rescate] después de muchos años, a unque sus parientes lo han procurado" (375, énfasis
mío) . La seguridad con que el historiador afirma la fi delidad de los cauti, ·os contrasta fuertemente
con la fo rma en que presenta la información acerca de aquellos que desean permanecer e ntre los
indios, en donde abunda n las modalizaciones '" tal Yez he oído"' y '·según dicen". Las historias de los
renegados llega n a oídos del cronista en forma de rumores que acechan la estabilidad colo nial ,
mientras que las de aquellos que \llelYen a integrarse a la sociedad hispa na se tra nsm iten a tra,·és
de testimonios escritos, documentos legales o incluso de primera mano.
81
indígena eran juzgados duramente. Es el caso, por ejemplo, del sargento Pedro
Rodriguez, quien se fue "a vivir con los infieles en su libertad, y vicios" (1347),
indígena, ya que "muestra de modo explícito que los personajes positivos por
excelencia ... son siempre los cautivos que desean regresar a la tierra de los
cristianos, los que resisten la tentación sensual, los que conservan la religión, los
que sin·en a Dios con ejercicios virtuosos entre los bárbaros (bautizos, enseñanza
indígena marca el límite del relato de cautivos, que debe ser la historia de aquel que
pasa al otro lado y luego retorna al lugar que le corresponde: el relato del que se
que fueron muy frecuentes en la América colonial, en especial como parte del
cuando - como hemos mencionado- se trata de una obra que no aborda solamente
la historia del cautiveri o, sino que a la ,·ez reflexiona acerca de los problemas
82
b. Espejos de príncipes: discurso político en el Cautiverio feliz
de Mora y Dennis Pollard. Est e último realiza, en su t esis "Rethoric, politics and
the king ' s justice in Pineda y Bascuñán ' s Ca utiverio feliz", un análisis detall ado de
hm·e seen that the text has the character, in part , of a work of the type de regimine
principum, but that this information is diffused throughout and mixed '"ith purely
El significado político del libro es uno de los rasgos que tempranamente había
sido notado por la crítica y tratado con prolijidad po r Sergio Correa Bello, en 1965.
Sin embargo, Dennis Pollard relaciona el contenido político evidente del libro con
político dirigido al rey para aconsejarlo, enfatizando sobre todo las \'Írtudes que
Bascuñán no solo explica los problemas que tiene la administración del reino, sino
66 Cedomil Goic destaca esta característica de la obra de Pined a y Bascuñán en especial al referirse a
la S uma y Epílogo, resumen o recopilación del Ca utiverio f eliz que realizó el mis mo autor. Con
respecto al epílogo, Goic afirma que allí se ·'acentúa la función del autor como 'co nsejero' ... El
epílogo es la recapitulación de los aspectos significatiYos de la fu nción del consejero y en tal sentido
aparece dete rminada por un rasgo que los libros de regimine principum tenía n por complementario
de la descripción de las virt udes del príncipe" ("Un inéd ito'' 355). Efectiva mente, la intención
política del autor puede seguirse mucho más claramente en este texto, aunque tampoco aquí logra -
a mi entender- dar cuenta de manera sistemática de sus ideas políticas: aunque en menor
proporción, sigue habiendo gran cantidad de digresiones ;> el relato del cautiverio continúa teniendo
gran importa ncia.
83
que también propone soluciones que el rey puede aplicar para acabar con ellos. El
modelo que sigue es claramente el de los espejos españoles, que se caract erizan por
Dennis Pollard rescata los consejos que Pineda y Bascuñán da al rey para
gobernar bien, los que están centrados en el carácter del gobernante, quien debe
ser la imagen de Dios en la tierra; además, debe se r letrado, actuar según el co nsejo
de hombres sabios, ser humilde, piadoso, justo, casto, generoso, escuchar a los
pobres, poner a los hombres adecuados en el poder y gobernar para todos. Pollard
moralizador de la obra, sino que logran asociarlo a una práctica discursiva de larga
sist emática, siguen un patrón bien determinado, proponen el modelo del príncipe
6- Dennis Pollard (1986) estudia de manera d etallada las fuentes utilizadas por Pineda y Bascuñán ,
aunque en la m ayoría de los casos no es posible determinar hasta qué punto el autor del Cauti verio
estaba familiarizado con cada uno de estos autores. Entre las fu entes medievales destacan sobre
todo el De regimine principum (aprox. 1265) de Santo Tomás de Aquino y el De regimine
prin cipwn (aprox. 1287) de Egidius Romanus, que tu,·ieron una gra n influencia en España. Las
fu entes que utiliza entre los tratados escritos durante los siglos XVI y XVII corresponden
principalmente al grupo más tradicionalista con res pecto a los postulados de Maquiavelo, puesto
que rechazan la secularización del estado que propone este y mantienen la noción medieYal del
príncipe como \icario de Dios e n la tierra. Entre ellos se encue ntra el Tra tado de la religión y
virtudes que debe tener el príncipe cristian o para gobernar y conserva r sus estados (160 1) de
Pedro de Rivadeneira, Idea de un Príncipe político-Cristiano Representada en Cien Empresas
(1640) de Diego Saavedra Fajardo y el Libro a ureo del Emperador Marco A urelio (1579) de Fray
Antonio de GueYara. En menor grado, Pineda y Bascuñán recurre también a autores que intenta n
una integración e ntre algunas ideas de Maquiavelo y la moral cristiana , como es el caso de la obra de
Fadrique Furió Cerio!, El consejo y consejeros del Príncipe (1 569).
84
cristiano y conforman una colección de topoi6R respecto del buen gobierno. Con
todo, el Cautiverio f eliz está lejos de ser un espejo de príncipes propiamente tal; es
señalando que "I believe the Cau tive rio is in part a book of the type de reg imine
principum, although it is much less 0\·ertly so than others I will cite" ("Rhetoric,
con el modelo discursiYo, llamando la atención sobre una de las características del
para las discusiones políticas y morales ("El caso del español bueno" 285-
86).
distancia entre este texto y los espejos de príncipes. En última instancia, el auto r
68 Los topoi son parte de la inventio, es decir, de aquella O¡Jeración de la retórica que se ocupa del
descubrimiento de los argume ntos. En particular, los l opoi o loci proporcionan los contenidos del
razona miento o, en palabras de Heinrich Lausbe rg, se encarga de '·suministra r indicaciones para el
hallazgo de las ideas apropiadas" (312). Barthes (1970) señala que lo que en princ ipio fue un método
pa ra e ncontrar argume ntos o fórmulas Yacías comunes a todos los argumentos con el tiempo se
transformó en una rese1Ta de estereotipos, de te mas consagrados y repet idos. Es este último
significado el que inYoco aquí, puesto que Pineda y 13asc uñán recoge e n su libro argumentos
comunes acerca del buen go bierno, como lo de muestra Dennis Pollard.
SS
del Cautiverio busca presentar ante las autoridades tanto sus propios méritos como
los de su padre para obtener alguna recompensa a sus servicios. Las constantes
prop1o caso.
Pollard (1986) destaca además otros aspectos que apartan al Ca utiverio del
co mo suelen serlo estos libros, de modo que el lector debe rastrear en el texto las
lugar, las virtudes no están en un vacío, como generalmente ocurre en estas obras,
sino que se ubican en un contexto específico y como respuesta a él. Todas las
'irtudes del rey y cada uno de los consejos se relacionan con la situación pa1ticular
del Reino de Chile o con la puntual de Pineda y Bascuñán ("Rhetoric, politics" 81).
de la gran cantidad de referencias históricas y teológicas, así como del relato del
cautiverio.
porque ofrece un modelo textual desde el cual es posible apreciar muchos de los
este modelo descubrimos que gran parte de los comentarios políticos -aunque
dispersos- siguen un patrón determinado, ya que el autor criollo refl exiona acerca
de la administración del Reino de Chile apelando a \Írtudes que deben tene r los
86
c. La des viación de la norma: re latos de cautivo s y espejos de p ríncipes
en e l Cautiverio feliz
Los relat os de caut i\'erio y los espejos de príncipes son dos modelos retóricos
que permiten descifrar con mayor claridad la conformación de este complejo texto.
Dicho de otro modo: aun cuando se trata de una obra híbrida y por tanto,
fil iación con diferentes modelos discursi,·os. Por el contrario, los t rabajos de
Roberto Castillo Sando\'al, Dennis Pollard \' Carmen de Mora son \'aliosos
precisamente porque nos perm iten interpretar aspectos que podrían parecer
arbitrarios o novedosos, como respuest as a una retórica determi nada. Con todo, el
interés que ha despertado el Cautiverio f eliz entre la crítica pro\'iene del hecho de
que esta obra no reproduce los patrones de una forma mecánica ni se pliega
completament e a ellos.
mismo tiempo surgen elementos fu ertemente disrupt i,·os: en ocasiones, los indios
Dios. Esto llega a tal punto que a \'eces pareciera que los mapuches so n mejores
'cl7
quienes se han olvidado de Dios y de sus obligaciones, cediendo a la codicia.
hispánica, como un espacio utópico en el que están ausentes los males que corroen
al bando español, el cautiverio deja de estar jalonado argu ment almente por el
deseo del cautivo de volver donde los suyos. De est a manera, el Cautiverio fe liz
"' Punctum ' y 'común parecer ' en el Ca utiverio fe liz" que la especificidad de la
convertida en 'común parecer ', transfi gura a los hombres de la tierra en ' nación
de infames costumbres (. ..), sin alguna misericordia, más que crueles fieras' ". Un
poco más adelante agrega que "El ' común parecer ' separa radicalmente la
aproxima, las reúne, las concilia" (1). Lo que Triúños destaca aqu í es j usta mente el
hecho de que aun siguiendo las com·enciones de los relatos de caut ivos, el autor
son a veces bárbaros, otras, ci\ilizados y racionales; unas \·eces virtuosos y ot ras,
de aquellos que deciden quedarse entre los indios (Juan Barba, Jerónimo Bello,
Juan Gó mez, Pedro Rodríguez). Estas historias nunca podrán ser narradas por sus
88
protagonistas: son abordadas siempre desde afuera, y siempre censu radas. Pineda
y Bascuñán se mueYe, por tanto, en un terreno riesgoso, puesto que si bien regresa
rey, los que coinciden con los tópicos que comúnm ente se exponen en este tipo de
uno de los consejos en sus propias circunstancias hacen que resulte un texto muy
Cautiverio una obra que muy difícilmente puede leerse a modo de tratado; la
presentan en una secuencia lógica, sino que aparecen de modo reiterati,·o a lo largo
propiamente tal.
Los dos modelos discursivos que hemos presentado con mayor detalle -el
dos paradigmas. Parece ser que los modelos discursiYos que se le ofrecen a Pineda y
89
Bascuñán no lo satisfacen por completo; la obra parece escaparse, desviarse
revisamos otros paradigmas que han sido estudiados o mencionados por la crítica
Lo que hay que responder entonces es, en prim er lugar: ¿cómo utiliza Pineda
y Bascuñán los paradigmas textuales que tiene a su disposición? ¿Qué toma, qué
deja y qué modifica de estos? Luego indagaremos en los motivos por los cuales el
conclusiones a las que arribemos también puedan ser de ayuda para refl exionar
acerca del modo en que se utilizan otros patrones textuales que no serán abordados
aquí. Para responder a estas preguntas abordaré dos discursos que sin duda alguna
90
2. La apropiación del discurso historiográfico
aun cuando est á al serYicio de los propios intereses de Pineda y Bascuñán, que -
como sabemos- Yan más allá de narrar los hechos aco ntecidos en el Reino de Chile.
la historia colonial y describe la situación del reino para explicar los motiYos de la
reino con verdaderas experiencias -aun que con hu milde y llano estilo-, el haber
reconocido algunos escritos y obras de historia que han salido a luz y están para
salir, de algunos acaecimientos de esta guerra de Chile, tan ajenos a la ' 'erdad como
lle,·ados de la adulación los más, y ot ros del propio interez" (236); es decir, lo que
cont rario, los episodios históricos mencionados aparecen sin segui r u n orden
91
determinada por su necesidad como parte del argumento que Pineda y Bascuñán
Para analizar hasta qué punto la obra de Pineda y Bascuñán se ciñe al discu rso
siglo XVI, la cual otorgaba gran importancia al ,-alor estético de la historia, es decir,
ele,·ado. Pero más allá del valor estético, la historia t ambién debía ser magistra
forman parte de un plan divino. Por últ imo, en el discurso historiográfico eran
verdad histórica: estaba aún vigente la concepción cristiana, forjada por San
Agustín, según la cual la verdad histórica debía estar conforme a las realidades
92
sobrenaturales de la Divina Providencia. Sin embargo, al mtsmo tiempo seguía
la verdad histórica debía dar cuenta de la fama de los grandes hombres. Por último,
debe reconocer los factores por los cuales se desencadenan los hechos, como la
alguna de que estos criterios de verdad estaban aún presentes durante el s. XVII, y
Bascuñán, pero también de algunos indígenas, como Maulicá n, en los que puede
histórica cristiana est á de igual forma presente a lo largo de todo el libro, puesto
que Pineda y Bascuñan interpreta -como era frecuente entre los cronist as e
de la causa final de los hechos puede obserYarse en vari os pasajes del libro en los
69 Víctor Frankl se refiere específica mente al s. XVI, durante el cual se escribió el Antijovio; sin
embargo, la situación descrita por Frankl para esa época sigue ' i gente durante el s.XVII.
-o La impotiancia de guarda r la fama de qu ienes la merecen queda de manifiesto en esta cita del
Cautiverio feliz en la que el autor manifiesta sus intenciones: '"Si t ales escritores fab ulosos,
contemplatiYos y interesados dan sus obras a la estampa, es cierto que vacilará la fee por falta de
Yerdad, la j usticia perecerá porque las leyes tendrán diferentes sentidos, y el Evangelio en sus
plu mas muy gran riesgo de entenderse. Más conveniente y justo fu era que semejantes escritores
fuesen sepultados y faltasen al mundo, pues de ellos no se puede originar otra cosa que un gran
descrédito de la guerra de Chile y de los que han derra mado su sangre en servicio del rey y señor, y
padecido va rios trabajos y desvelos por acred itar en s us historias a los que con potestad y d ineros
han adq uirido el aplauso de tales cronistas lisonjeros, que con relaciones siniestras y contemplatiYas
dependencias intentan deslucir calificados méritos y engrandecer fa ntásticas opiniones'" (237).
93
busca alcanzar la historiografía -la verdad sobrenatural, la fama de los grandes
hombres, las causas últimas de los hechos- est e debía estar garantizado por una
autoridad: "historical facts were not transformed into "truth" until th ey were
narrar hechos que, si bien no eran comprobables -como sucedía con la invención
decir, del modelo de discurso al que debía acercarse todo aqu el que quisiera
Los historiadores de Indias carecían de modelos clásicos que los guiasen en cuanto
útil de las nuevas tierras. Esto determinó que la percepción directa de los
94
acontecimientos volviera a ser de suma importancia como criterio de verdad71 : "la
mucho más urgente a la hora de narrar los hechos de Indias, ya que los a veces
legitimación como autoridades fue para todos los historiadores de Indias una ardua
tarea, en cu:ya consumación jugó un importante rolla ventaja de narrar hechos que
esa autoridad para que el discurso adquiera validez, ya que el historiador debe
ilustrando estas virtudes con episodios de la propia ,.i da lo que, j unto a la necesidad
de ser testigo de los hechos narrados, transforma al propio histori ador en piedra
angular del discurso hist órico. Esto comienza a cambi ar sólo a partir del siglo XVIII
bajo el alero del racionalismo y luego del positi,ismo (Zamora 338), que conducen
95
Otra característica de la historiografía indiana es que, si bien el estilo ele\·ado
utiliza rl o de modo continuo, puesto que los grandes hechos heroicos estaba n
pretende refl ejar una Yerdad trascendental que extrae de los hechos que narra, sino
que es parte de esos hechos, de la realidad misma que relata, de ahí su Yalor
es que se est ableció como vehículo narrath·o más frecuente la relación, es decir, la
simple narración de hechos. La relación se comi rtió en un medio útil para dar a
-
2
La comiYencia e n la h istoriografía colonial e ntre la gran historia ;.· la historia de la Yida cotidia na
es elaborada por Beatriz Pastor, aunque e n términos algo disti ntos. Pastor postul a, e n su libro
Discurso na rrativo de La conquista de A m érica, la existencia de dos t ipos d e d iscursos d istin tos e n
la narrath·a colonial: el "discurso del éxito'' y el "d iscurso del fracaso''. El primero, cuyo paradigma
so n los tex tos de Colón y de Herná n Cortés, tra nsforma la realidad am ericana y la represe nta
siguie ndo los modelos literarios europeos, destacando los ele mentos ,·aliosos den tro del contexto de
mercado para cum plir en definiti,·a con los objetiYos establecidos de a ntemano. Los desaciert os ~·
dificul tades no se considera n nunca señales d e fracaso, sin o que se presenta n como peque ños
incom·enie ntes dentro del desa rrollo casi perfecto de un plan concebido de antema no.
Pa ralelamente, se a rticula el d iscurso del fracaso, que '·rei, ·ind ica el ,·alor del infortu n io ~· el mé rito
del sufrimiento" con lo que co n s tit u~·e "la primera representación desmitificadora y crítica d e la
realidad americana" (266). Los rasgos centrales d el d iscurso del fracaso puede n resum irse e n los
siguien tes puntos: caracterización de la na turaleza como hostil ~· destru ctiYa, valorización del
s ufrimien to como un mérito que exige recompensa, tra nsformación de la acción épica e n ta reas
cotidia nas, falta de correspondencia entre acción;.· resultado, ,·agabundeo y, finalme nte, traslado de
la moti, ·ación 'ita! desde la gloria, la riqueza y el pod er hacia la necesidad de s upeiYiw ncia.
-~ Walter Mignolo afirm a que la relació n es un rela to o informe solicitado por la corona, y distingue
e ntre aquellas relaciones en las que el ped ido de informe no es oficial (entre 1505 ;.· 1574), las que
res ponden a un requerimiento oficial - des pués de 1574- ~· las que se modela n en parte bajo el
principio o rganizativo de la relación. A partir de 1574 se oficializa un cuestiona rio de preguntas que
debe res ponder la relació n y que tiene como obj etiYo la obtención de información específica acerca
96
(González Echevarría, "Humanismo, Ret órica" 20). Para González Echeva rría, la
historiografía Indiana está marcada tanto por el modelo humanista como por la
de la retórica notarial que permite la inclusión de aspectos cotidia nos que de otro
y archivo 108).
importancia, y ha sido abordado por parte importante de la crítica. Lucía Inverni zzi
tribunal para su fallo" y por lo tanto, las "estructuras y rasgos definitorios de los
respecto a los centros de poder voh ·ía más urgente la adecuada interYención de las
del NueYo Mundo (geografía, clima, pueblos y ase ntamie ntos humanos, descripción de los
aboríge nes, su lengua , s us costum bres, etc.) ("Cartas, crónicas·· 70-73).
97
importancia al relato de sucesos que habían sido \istos o experimentados por los
también la \ida de los pueblos, puesto que la información acerca de los aborígenes
era sumam ente requerida. Los historiadores "habían colocado la política en primer
plano y sólo habían estimado todas las ramas de la acti,'idad humana de acuerdo
política dio paso al interés por la etnog rafía y la historia de la ci\'ilización" (Fueter
contiene abundantes descripciones del pueblo mapuche que son de especial interés,
de las civilizaciones llegó a tener tal importancia que incluso se dejó de lado -en
9S
algunos casos- la elaboración coherente del material, como indica Fueter: "Los
(3 21). Lo que Fueter juzga una falencia puede considerarse simplemente un cambio
después del descubrimiento de América y de los primeros relatos acerca del Nuevo
Mundo se adoptó la costumbre de iniciar las historias de los pueblos europeos con
nos permite afirm ar que este discurso se encuentra tensionado entre las
equilibrada: mientras unos se acercan más al ideal europeo, ot ros responden mejor
relación. Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán también se debate entre estos dos
otros- recibir una recompensa por sus servicios; en otras palabras, no se trata de
99
una obra solamente historiográfica. Con todo, podemos indagar qué aspectos del
propias necesidades.
mayo r o menor vínculo con el objetiYo principal. Ejemplo de esto es el relato de una
batalla que perdió Pedro de Vald ivia (Disc. 4, cap. 13) por cometer una
imprudencia: impulsado por su codicia co n respecto a las "piezas" o indios que eran
tomados en guerra para ser ,·endidos como esclavos, Valdivia im parte una orden
narrado como ejemplo de una lección con respecto a la mejor forma de gobe rnar,
como explicita el autor al cerrar el capítul o afirmando que "he referido este subceso
-que pudieran acompañarle otros- por dar a entender que no es buen gobierno
usar de todo rigor con los cien·os y amigos reducidos a nuestra obediencia, que dél
(714).
como se ,·erá en detalle. En primer lugar, es posible reconocer que el autor enmarca
100
como un castigo divino por los pecados cometidos por los españoles, en especial, la
codicia; la historia se interpreta como una gran lucha entre el bien y el mal, entre
las \Írtudes y los vicios, batalla en la que -a su pesa r- ganan los \·icios74. El autor
destaca en repetidas ocasiones que solo con ayuda di\ina pudieron los indígenas
fortalezas sin armas iguales a las suyas, si no fuese permi ción del Cielo y
directas a él, sino que también en el modo en que el escritor organiza su material.
-¡ La lucha e ntre \Írtudes y Yicios puede obseiYarse cla ramente e n la siguiente cita que deja entre,·er
el pes imis mo del au to r, puesto que augura la pre po nderancia de la corrupció n: ··es imposible q ue
ha~·a paz firme en Chile; antes se podrá es perar el pa radero ~- fin últi mo qu e tuYieron las ciudades
antiguas; po rque nuestros habitadores s iguen los pasos de aquellos prime ros conquistado res,
imitando s us accio nes y aun aventajándose e n ellas con insaciable codicia y con extrao rd ina rios
modos de ejecutarla, atro pellando la jus ticia y desqui cia ndo la razó n de s u conocido asiento. cu~·o
,·acío es f01·soso que la disenció n le ocu pe, la traició n se apodere dél, la mentira se atreYa, el ape tito
ande s uelto, \ÍYan los malos ~· l os \Ícios preYalezcan, conque la paz se sepulta, la concordia se s uj eta,
la lealtad queda abatida, la ,·erdad acobard ada, presa la razón, los buenos o primidos y, finalme nte,
destruidas las \Írtudes'' (3 12).
10 1
mu e1te de un corregidor en manos de los indígenas debido a que no sigui ó un
consejo que pudo haberl e sah ·ado la \ida. El capítulo no aborda de inm ediato la
no haber procurado con efect o remediar los menores, poni endo los ajenos
caído y derribado; teme los peligros ajenos en ti mesmo. Del suceso que
parte del plan dhino o como una lucha entre el bien y el mal, y también en la
im portancia que tienen las verdades eternas en contraposición con los hechos
accidentales.
al comienzo del libro que "se podrá entende r que mi principal asum pto no hab rá
sido encaminado a querer juzgar ni censurar estilos tan cultos y ]e,·antados como
los que h o~· se acostumbran en el lenguaje, que fuera desmedi do atre\i miento y
osado presumir querer emular lo que no alcanso" (236). Sin embargo, no debemos
tomar esa declaración de modo muy estricto, puesto que se trata de una expresión
102
retórica -la captatio benevolentiae7s- que tiene como objetivo mostrarse humilde
para agradar al lector. Esta manifestación de modesti a es parte del estilo elevado
-s La captatio benevolentiae es parte del exordio o exordium , ~- tiene como objetivo disponer al
público positivamente hacia el discurso que se proclamará evitando la sospecha de arrogancia d el
orador. En literatura, esto se hace generalme nte pidiendo discul pas por la rust icid ad del estilo
(Lausberg 249-25; Barthes 147-148).
- 6 La retórica t enía gran relevancia en el sistema educatiYo novohispano, al igual que el peninsular.
La enseñanza estuvo a cargo de órdenes religiosas como los franciscanos, que tuviero n mucha
influencia en los primeros tiempos, y los jesui tas, que desde la segunda mitad del siglo XVII
concentraron la mayor parte de la labor eclucatiYa COsorio Romero 72-75). La labor jesuítica se
destacaba por la e nseñanza del latín y seguía la Ratio studiorum ele 1599, un programa ele estudios
que entregaba pautas para la administración, el currículu m, el método y la disciplina a instaurar en
todos los colegios j esuitas. La Ratio studiorum comprendía el estudio de tres d isciplinas en orden
sucesivo: las humanidades, la filosofía y por último, la teología. Las humanidades se centraban
principalmente en lecciones de gramática latina y griega, y retórica (Farrel 342-353). Las fu entes de
la enseña nza ret órica eran principalme nte Aristót eles, Cicerón y Quintiliano, pero se utilizaba n
textos más tardíos que explicaban de manera más ordenada los principales preceptos ele la retórica.
El más difundido y reeditado fue el De arte Rhetorica /ibri (1569) de Cipria no Suárez, que se
convirtió en texto oficial para la clase de retórica (Osorio Romero 76). Además de est e manual , eran
frecuentes las lecturas, recitaciones e imitaciones estilísticas de auto res clásicos, entre los cuales se
destacan de manera especial las cartas de Cicerón, elegías de 0\idio, fragmentos de Catulo y
Virgilio ; más adelante se leían también historiado res como César y autores griegos como Esopo y
Homero (Farrel 344-346). Los rast ros ele la educación jesuita del autor son evidentes en el
Cautiverio feliz, en especial en su predilección por las citas latinas de los autores clásicos con los
que se ejercitaba comúnm ente en los colegios y en s u intento por mostrar un estilo apega do a las
normas ret óricas.
103
temporales y borrascas: Hinc tonat, hinc mzsszs abrump itur ignibus
aether (284) .
El efecto no es, tal vez, el anhelado por el autor : más que parecer elegante, el
de allegarse a los parámetros del let rado, Pineda y Bascuñán se revela co mo todo lo
detecta re.
honor caballeresco. Este es el caso de Lientur, quien defiende el honor del padre del
cautiYo -don Álvaro Núñez de Pineda y Bascuñán- aun en ausencia de éste, acto
que "enseñó también a los aduladores este valeroso capitán [Lientur] a serlo como
lo debe n ser los que profesan una limpia y verdadera amistad, manifestándola en
ausencia y con fervor" (274). Pero el caso más contundente es el de Maulicán, quien
renueva una y otra vez su promesa de de,·olver al caut i,·o a sus tierras a riesgo de su
a la palabra dada, la lealtad y el honor son \irtudes atrib uidos al mapuche, quie n
declara palabras dignas de un caballero: "p rim ero me has de ver morir por t i -le
dice al cautivo- que permitir padescas algún daño; y te doy mi palabra, a ley de
quien soy, que has de volver a tu tierra a ver a tu padre y a los tuyos" (288). Esta
104
a lo largo de todo el libro, puesto que el mapuche cumple con su palabra
historiografía europea, tanto en relación con el estil o como con los objetos del
elementos con la historiografía indiana. Uno de los rasgos más importantes que
lejanía que separa a América de España. Al igual que los historiadores de Indias,
acontecimientos que relata han sido vist os por él mismo o relatados a él por
Bascuñán advierte una y otra ,·ez del peligro que significa proveer información
errónea acerca de los hechos para obtener un beneficio, como lo hacen los
relaciones ni por informes, ni tampoco por quejas lastimosas que he oído a muchos
lo que por mí ha pasado" (752). Por otra parte, esta necesidad de verdad se hace
más urgente cuanto el rey se encuentra más lejos, ya que la lejanía hace descansar
la relación entre el rey y los súbditos en la palabra escrita; cuando esta es falsa, el
ad\ierte que "acarrea grandes daños r menoscabos a las repúblicas y reinos tan
105
remotos como Chile la falta de la real presencia de nuestro rey y señor natural"
(781 ).
Es en este mismo sentido que la narración del cautiverio se engarza con el relato
histórico: las aventuras de Pineda y Bascuñá n entre los mapuches, así como otras
experiencias personales que son narradas a lo largo del libro, son primordiales para
poder hablar como criollo nacido en la frontera del Reino de Chile. Lucía Invernizzi
condición y a legitimar la perspectiva desde la cual el enu nciante del Cau tiverio
feliz expone los hechos de la causa, sin·e la narración autobiográfica del cautiYerio
de seis meses entre los indios así co mo también el relato de plurales otras
autobiográfi cos que abundan en el Cautiverio fe liz son también el armazó n que da
su relato y, de paso, pugna por hacer valer su experiencia y por hacerse escuchar
desde uno de los territorios más remotos del Imperio. Por último, la co nfiguración
106
-a través de los relatos autobiográficos- de un sujeto enunciante proporciona al
libro una trabazón última, que si bien no equivale a una orden o una coherencia, al
menos mantiene unidas partes del libro que, en ocasiones, parecen aisladas: las
argumento que se relaciona con reclamos o petitorios que deben ser expresados en
arbitrariedades que comete la autoridad para así revertir las injusticias y obtener
también una recompensa personal. El autor censura, por ejemplo, que los cargos y
la obra y siempre terminan por relacionarse con la situación particular del autor:
- Pineda y Bascuñán manifiesta, refiriéndose a este problema, que "no me atreviera a decir con
lizura y a cara descubierta, como d icen, est as ma nifiestas ve rdades, si no fuesen las obras tan
patentes, y sin máscara alguna estas Yentas públicas [de ofi cios y encomiendas] no se platicasen,
que, por haber pasado algunos lances y experimentado en mi daño siertos tratos y cambios, referiré
los que he tocado con las manos, con algunas circunstancias, pues son el principal blanco al que se
encaminan estos discursos" (762) .
107
muchos trabajos, incomodidades y desdichas, qu e, au nque fui feliz y
descalso de pie y pierna, con una manta o camisera a raís de carnes, lleno
de pulgas y otros animalejos que me daban fastidio, que, para qu ien estaba
con todo esto, me tuviera por premiado si llegase a alcanzar a tener un pan
aunque conosco la poca medra que por este camino se t iene-, los he
encaminado a los cuatro que tengo a que sin·an al rey, nuestro seño r"
(541).
Por último, además de los reclamos, petitorios y denuncias de carácter legal que
como parte del discurso histórico. La obra se caracteriza por describir situaciones
primera mano, lo que constituye uno de los aspectos más sugestiYos de la ob ra.
lOS
c. Grandes hazañas, pequeñas anécdotas: historia en el Cautiverio feliz
su rgen por primera Yez en el Nue,·o Mundo. Unos de los modos en que los
mucho menos ortodoxa, cuyo resultado es una obra más irregular e inconsistente
que una relación, puesto que el orden cronológico solo existe en la narración del
estamos entonces frente a una relación, sino que a una obra incoherente o, al
cual estará abocado este apartado, en el que se Yerá que el aparente caos del
opuestos, de los cuales ninguno predomina so bre el ot ro. Veremos que más allá de
las coincidencias del Cautiverio f eliz con la histo riografía europea y la indiana, esta
obra man ipula de un modo único estos modelos con el fin de poner al discurso
historiográfico a su senicio.
El primer mo,·imiento retórico es aquel que busca integrar al Reino de Chile con
109
de la historia uniYersal. Es decir, quiere indicar que tanto los habitantes del Reino
uni,·ersales que rigen los acontecimientos en general; quiere señalar también que la
coloni a, como parte de la Madre Patria, se gobierna por las mismas leyes y que la
remoto como Chile. Para expresar esto, Pineda y Bascuñán se ,·ale de la explicación
América, sino todos los episodios históri cos que en ella concurren tienen origen
di,·ino y se enmarcan en el mismo plano de la histo ria uni\'ersal, determi nada por
para luego referirse a un e\'ento específico sucedido en Chile, del que ha sido testigo
directo o del que ha oído testimonios fidedignos: las mismas leyes ). las mismas
\'erdades - nos dice el autor- son igualmente ,-álidas en España que en América.
Los grandes hechos y los grandes personajes de la historia del Reino de Chile son
(Martín de Mujica, Martín García Oñez de Loyola, Francisco Lazo de la Vega) son
capítulos en los que Pineda y Bascuñán plantea en términos generales ideas que
110
capítulo 23 del tercer discurso, que sistematiza la opinión del autor acerca de la
lo largo del libro. En este capítulo se señala que esta guerra es injusta y se dan tres
Tomás de Aquino78 . En el capítulo nu e\'e del cuarto discurso sintet iza, por otra
parte, los motivos por los cuales rechaza la esclaútud de los mapuches, señalando
misma dirección que los capítulos recién señalados, es decir, establecer algunas
epílogo" como los capítulos sintetizadores- demuestran un afán por des hacerse de
Jos ejemplos concretos que acosan al texto y que impiden Yer, como los árboles en
el bosque, las ideas abst ractas y generalidades. Estas son importantes porque
políticas candentes sino que también - y diría, más que nada- porque son el puente
qu e une aquello que sucede en el lejano Reino de Chile con la historia universal y
-H En part icula r, lo que argumenta Pineda y Bascuñán es que la guerra de Ara uco no cuenta con los
t res req uis itos que Santo Tomás de Aquino establece para que la guerra sea justa . Es tos req uisitos
son: 1. La guerra debe hace rse por manda to del príncipe; nad ie más tiene la autoridad de declararla.
2. La causa d ebe ser justa, como en el caso de una cul pa que debe ser castigada o a u na injuria que
d ebe ser ,·engada. 3. La intención debe ser recta y bie n encami nada, es decir, con el fin d e obtener
un bien . Esto no se aplica al caso de Chile, porque el motor de la guerra -según Pineda y Bascu ñán-
es la cod icia y la ambición.
-e¡ El a utor j ustifica esta última afirm ación se ñala ndo que el he reje es aquél que - tenie ndo verdade ro
conocimie nto de la religión católica- blas fema o se opone a su doctrina; los mapuche no so n he rejes
puesto que nunca ha n tenido verdadero conocimie nto de Dios (697).
111
Sin embargo, la urgencia de los casos particulares parece ser insoslayable. Por
más que el autor haya intentado concentrar sus ideas políticas y exponer sus
mayor a la que parece ser recomendable como ejemplos que simplemente le den
irrupción de lo cotidiano.
pequeñas anécdotas que ilustran có mo las leyes generales o los gra ndes
anónimas. Por todas partes aparece la pequeña historia, es decir, aquellos eventos
que no tienen trascendencia históri ca pero que indican cómo los grandes
acontecimientos - movidos por las leyes generales del acaecer- tienen una
sucesos de los que ha sido testigo o protagonista, y que ilustran las ideas políti cas
que desea plantear. En el capítulo 23 del cuarto discurso narra, por ejemplo, un
haber sido aval de un hombre que le vendió trigo al ejército; en el capítulo cuarto
del quinto discurso, ejemplifica la piedad del gobernador Martín de Mujica con un
situaciones relacionadas con la \ida diaria y los problemas prácticos a los que se
112
enfrentan los soldados: el hambre, el frío, la carencia de pertrechosso; asimismo,
precisamente evidenciar aquello que hace la vida de los mapuches algo particular,
La historia adquiere por tanto otro tono, más sencillo, lejos del estilo ele\·ado y
serio que requiere la narración de los grandes hechos y las grandes verdades. En
ocasiones, incluso despunta algo de humor en los relatos, como cuando el autor
recibirlo co n una larga fiesta: "que es una de las más perversas costumbres que se
pedazos de caminar a pie t odo un día por pantanos, quebradas y riscos, muerto de
hambre y sin aliento, darle luego por descanso no dormir, y estarse parados,
la noche que el cautivo debió pasar escondido en un gallinero por temor a que un
grupo de mapuches lo matara en medio de una borrachera está también lejos del
tono elevado que se requiere para co ntar las peripecias de un héroe; el autor relata
que tm·o que permanecer "en aquel gallinero adonde, por una parte, el agua, el
so En la siguiente cita puede verse un ejemplo de la mención de detalles de la \ida cotidiana de los
soldados, quienes deben soportar grandes necesidades: "desta suerte los entran en un tercio, a la
entrada de un invierno riguroso, adonde con los fríos, yelos y aguas continuas peresen muchos, y los
que quedan vivos, cuántas desdichas padesen, cuántos trabajos y miserias tolera n, unas ,·eces
marchando a pie, desnudos, cuatro y sinco leguas, y en algunas ocaciones, como testigo de vista,
sustentándose con sogas de cuero de vaca y algunas andargas ,·iejas de lo propio, tostadas en el
fuego" (741).
1 13
\iento y frío me molestaban, y por otra, el estiércol de las [g]allinas qu e sobre mi
ha)· una búsqueda de afirmar una identidad que -sin desligarse de la cultura
Castillo puede darnos una idea de cuáles son las dificultades a las que se enfrenta el
historiador de Indias :
Berna! quiere hacer \'aler, por todos los medios, la ,·eracidad de su texto~
reclama un estilo noble, alto, propio de una habilidad retórica que Berna!
("Humanismo" n ).
114
Si bien Pineda y Bascuñán se Ye enfrentado a las mismas dificultades, lo que
propongo aquí es que, en el caso del Cautiverio fel iz, la necesidad de recurrir a
hechos de la vida cotidiana Ya más allá de las necesidades legales y económicas que
propone González EcheYarría, o más bien, que las disputas legales y económicas a
las que se enfrenta el historiador de Indias están \Ínculadas con la manera en que
el Imperio se relaciona con las colonias y con la configuración de una ideología que
en que plantea sus ideas políticas o sus demandas personales, la sentencia podría
como un texto ineficaz, por lo menos desde el punto de vista perlocutivo y en lo que
se refiere a sus objetivos legales y políticos. El libro no debe ser juzgado entonces
cómo logra explicitar, a traYés de sus grietas y costuras, los problemas a los que
A pesar de los intentos del autor por ordenar su material y sus ideas, la fuerza
de algunos hechos concretos, la importancia que tiene para él afirm ar sus propias
los pequeños detalles. Estos tien en una importancia mayor a la que se recom ienda
11 5
la particularidad de lo americano, al tiempo intenta mantener la co nexión con el
mundo hispano. La obra del criollo vacila desde un punto a ot ro , sin decidirse por
ninguno. De ahí que - desde el punto de vista del discurso histórico (no desde luego
inacabado, una obra que puede oscilar eternamente entre la afirmación de las
histórica que no conc1uye, que no tiene progresión temática ni argum ental y que
funciona solo por acu mulación: repite una y otra vez las mismas ideas - la censura a
por otros tantos ejemplos y anécdotas que podrían extenderse hasta el infinito.
11 6
Una última observación podría ser de utilidad para reafirm ar lo planteado. La
para la historia colonial del Reino de Chile que se abordan en el Cautive rio f eliz son
fund amentalmente tres: la muerte de Pedro de Valdi\ia (Disc. 3, cap. 19), la del
gobernador Martín García Oñez de Loyola (Disc. 4, cap. 15) y la matanza de los
padres jesuitas en Elicura (Disc. 2, caps. 10-12). Estos hechos constituyen piedras
término de la guerra defensiva). Así, es de suma import ancia que estos tres
Ancanamón. Estos caciques narran los hechos con la autoridad que les ot orga el
haber sido t estigos, pero también debido a que el narrador los presenta como
sujetos dignos de fe y confianza. Por otra parte, Pineda y Bascuñán relata como
testigo hechos que no tienen consecuencia histórica alguna, sino que sirven para
inYierte el rol de los narradores: los mapuches no narran solo su propia hist oria
todo lo contrario: los mapuches narran aquellos capítulos clm·es para el desarro11o
J 17
de la conquista, mientras que los acontecimientos narrados por Pineda y Bascuñán
los trabajos que deben sufrir los soldados día a día y que no son registrados por los
tiempo que rechaza las asociaciones negativas con respecto a lo americano, tiene
del texto hacia ese objetivo común; tod o lo contrario, su objetivo es más bien
,·aJ orar la experiencia de aquel que nació y \Í\ÍÓ en América, de aquel cuyo destino
R2 Pos tulo que en el Cautiverio feliz las descripciones etnográficas no están al seiYicio del poder
colonial, es decir, no buscan ofrecer al conquistado r información acerca de los pueblos abo rígenes
para lle,·ar a cabo de manera más eficiente su co nquista o ext erminación. Sin emba rgo, admito que
pueden servir a sus propósitos de manera no deliberada por el autor.
11 8
3· La apropiación del discurso hagiográfico
desarrolla este problema en relación con otro género discu rsivo que se encuentra
salva su vida, su labor evangeli zadora entre los indios, la forta leza y el
honrlarl y respeto hacia los dem ás, recue rda n esas recopilacio n es de
119
Como señala de Mora, la presencia de la hagiografía como modelo retórico del
relación entre este modelo discursivo y el Cautiverio f eliz, es preciso dar cuenta de
tu\'o como objetivo impugnar las ideas de los historiadores reformistas, de modo
propósito, puesto que impone un modelo concreto de \ida a seguir. Sin embargo, al
reliquias, ejerció también un férreo control sobre las manifestaciones populares del
(Rubial García 35-38)83. Es así como la Iglesia buscó, por un lado, aprovecharse de
la pop ularidad del género para difundir sus ideas y por otro, intentó controlar su,
Por otra parte, es importante señalar que la hagiografía también tiene puntos de
encuentro con otros discursos, puesto que co nú,·en en el mismo espacio cultural.
H:¡Es te control se ejerció a través de reglamentos como el decreto del Papa Urbano VIII , que en 1625
prohib ió imprimir libros que contuvieran sugere ncias de santidad, milagros o re,·elaciones, sin que
tll\iera n la apro bación explícita de la Iglesia a través de la sagrada Congregación de Ritos (Rubial
García 37-38).
120
los acontecimientos (ya sean de carácter público o privado) están regidos por la
que la crónica histórica, influidos por la predicación y por los recursos retóricos,
hagiografía comparte con la novela, puesto que en ambos existe una forma de
hagiografía utilizara elementos del género demostrativo, puesto que su objetivo era
R.¡ Rubial García e numera de forma más detallada los eleme ntos que comparten ambos géneros: "La
hagiografía tomó de la novela Jos s iguientes elementos: di,isión de la obra en lib ros; protagonismo
del biografiado; progresión en el tiempo y en el espacio; cambios marcados por los tonos de fo rtu na
:v las 'icisitudes, lo que le da a la narración suspe nso y un tono de aventura ; convenciones físicas
(belleza igual bondad) y familiares (linaje ilustre, familia piadosa, niñez ejemplar), y sentido de la
fama y la permanencia en la memoria de los hombres'' (3 1).
121
Como en el neJO continente, la hagiografía novohispana también se
pero que son igualmente frecuentes en la no,·ela, aunque muchas \'eces est a es
criticada por enoss. Estos mismos procedimi entos son parte también de la retóri ca
del se rmón, a través del cual muchas ,·eces se daban a conocer las \idas de santos.
La hagiografía está relacionada de este modo muy estrecho con la difusión oral de
la \i da de santos en las liturgias, serm ones y confesiones, por lo que conse rva
R:; La presencia de d igresiones en la no,·ela es ejemplificada por Sánchez Lora con el Guzmán de
Aljarache, que es criticada por su falta de unidad debido a que la narración se interru mpe
frecuentemente. La m isma crítica que se le hace también al Cautiverio feliz puede leerse a la luz de
estos datos como una inca pacidad de reconocer la presencia de un ti po de retórica con la que s í
estaban fa miliarizados los lectores del s iglo XVII.
86 Ignacio Osorio Romero (1983) destaca que en el ca mpo de la retó rica en la NueYa España, el
122
podemos leer las huellas de esta transposición en la insistencia sobre algunos
del santo (Sánchez Lora 407-447), muchos de los cuales se encuentran en los
personajes del Cautiverio f eliz. Estos hitos co mienzan con signos precoces de
traYés de visiones premonitorias. Luego sigue una \ida en la que el santo debe
libera rse de las pasiones y malas inclinaciones, y en las que debe soportar el
Bascuñán compara los tormentos que debe sobrelle\·ar durante su ca uti\·erio con la
pasión de Cristo:
causa alguna más que la atención sola de nuestra salud y vida, el padecer
cristiano .. Quién más pudo decir estas razones que ~·o, cuando me \i
123
La comparación con J esucristo se corrobora en la imagen que se describe más
una pesada cruz de madera (disc.2, cap. 23); del mismo modo, las humillacio nes y
el mal trato recibido por parte de los españoles pueden ser interpretados a la luz de
la historia sacra.
de su castidad al rechazar las muj eres que los caciques le ofrecen en repetidas
ocaswnes:
asegurar con bien -no qui ero decir que me faltasen, como a mu chacho,
está libre de ellas- que todo el tiempo que asistí cautivo entre estos
también en mis acciones, sin que de ellas pudiesen echar mano para
co nstante oración y la manifestación más directa del favor divino: los milagros. En
di\ina: el hecho de salvarse de una cruel muerte a manos de los mapuches cuando
124
es cautivado se insi núa como resultado de una inter.-ención divina. Lientur, quien
está obligado a encontrar una hierba medicinal para salvar a una mujer enferma. A
ofrecido a sanar a la mujer; al no saber qué hi erba necesitaba, pide ayuda a Dios y a
Levanté los ojos al Cielo con aquel Yerso deleitable, suave y amoroso de
rigor del invierno le tenía desnudo de sus verdes ropas, que más parecía
,·erse matisado de ellas, descubrí por entre sus cortesas y secas ramas
unas tan verdes y empin adas yerbas que, al punto las di\isé, me causaron
suj eción al tiempo que otras plantas, me pareció sin duda que sería de
deja al cautivo con fama de excelente curandero, lo que ele,·a su reputación entre
los mapuches.
obstante, es importante notar que no es solo él quien ostenta la traza del santo, sino
125
que también muchos de los mapuches que lo rodean. Maulicán es, por ejemplo, un
se mara\"ill a de la piedad de este bárbaro, que pudiera a\'e rgonsa rnos, dejando
afinidad entre los romances que dedica el ca uti\'o a Maulicán al comienzo del libro
y el que compone hacia el fin al para agradecerle a Dios su liberación, dan cuenta
dudable, / mas con tu piadoso celo/ más ,·eses me aprisionast e" (3 01- 2), apela a
Dios utilizando la misma metáfora: "Vos, Señor, sois mi refugio,/ Vos sois todo mi
cautiYerio es feliz cu ando se depende de un amo justo y \Írtuoso como Mauli cán,
pero también cuando se es cautiYo del amor de Cri st o. Ambas fi guras son
Est a relación entre los rasgos que la hagiog rafía t rad icionalmente otorga al
sa nto y la figura de Maulicán pueden parecer muy sutiles, pero el caso de Ignacio,
mapuches no están exentos de las cualidades del santo. Vemos cómo se manifiesta
es, según Sánchez Lora, característica de la hagiografía. La muerte del santo como
s- Cedomil Goic lla ma la atención sobre este punto en s u estud io prel iminar a la ed ición crítica del
Cautiverio feliz, ·'Mezclando la pluma con la espada: poesía y retórica del Cautiverio jeliz".
12ó
paideia tiene varias fases hasta llegar a la conclusión final: primero, se muestra la
la \·ida eterna; en seguida se revela -a tra\·és de la belleza física del cuerpo del
santo- la be11eza de la muerte cuando se ha lle\·ado una \ida santa, y finalm ente, la
realización de milagros post mortem que tienen como efecto la aclamación popular
del sa nto. El caso del niño Ignacio cumple con la mayor parte de los elementos de
la muerte como paideia. Ignacio se destaca por la facilidad y gusto con que aprende
facciones angelicales: "Cada vez que le miraba parecía otro en sus facciones, que las
tenía más hermosas y agraciadas, que con el agua del baptismo est aba
res plandesiente como un cristal puro y limpio" (477). Cuando muere, est a belleza
del rigo r mortis: "demás de haberse puesto más hermoso y más blanco de lo que
era, que causaba mil gustos a sus padres ~- a los demás circunstantes que le asistían,
desían con admiración que estaba el cuerpo tan tratable y amoroso, que se dejaba
dobl egar a cualquiera parte que querían mO\·erle" (495). La muerte del niño sigue
entonces sólo la vida del protagonista qu e sigue su pauta, sino que tambi én la de
127
b. Hagiografía y conciencia criolla
siguen el modelo de la hagiografía en cuanto a los hitos por los que pasa el santo a
identidad.
para defender sus prerrogativas era la calidad de la tierra española - y por tanto, la
calidad de los que en ella habían nacido. Es así como surgía la idea de que "la
Europa católica tenía la preeminencia en la santidad" por lo que "la mayor parte de
García 61). Los criollos objetaban estas ideas defendiendo la noción de que el
mano de Dios y por lo tanto, susceptible a recibir por parte de Él iguales o más
128
autoridad moral, los clérigos nacidos en Indias fueron un elemento importa nte en
la defensa de los criollos y se esforzaron por difundi r sus ideas. Los puntos más
releYantes en este proceso fue ron la apropiación del espacio americano y del
fa,·or de Dios hacia el Nue\'o Mundo. Rubial García señala que para el clero criollo
esfuerzos políticos, era una emp resa difícil que pudo lle,·arse a cabo en un número
deseos. con que suelen em barcarse, y gozando de la libertad ingenua quis ieran mas ser seño res que
eñoreados de las riquezas, pasarán e n ellas alegres d ichosamente la \ida" (Libro 1, cap 4, pág. u ) .
129
eclesiásticos. De hecho, durante el s. XVII solo fue beatificado el criollo fray Felipe
eran origen de una identidad social que otorgaba carácter y sentido a una
comunidad en relación con un espacio. Sin embargo, los criollos no podían hacer
nada por acelerar los procesos de canonización; lo único que estaba en sus manos
no solo a través de relaciones escritas sino que también en forma oral en sermones
y lecturas públicas.
Puede concluirse de lo expuesto en los puntos anteriores que la traza del santo
necesidad del escritor criollo de defender la bondad del suelo americano y de sus
y ni siquiera se insinúa aquello como posibilidad, su cercanía a ese mod elo los
propone como figuras que demuestran las bendiciones que ha recibido América y la
susceptible de ser replanteada señalando las estrategias mediante las cuales Pineda
130
La función que cumple el relato hagiográfico en el Cautiverio feliz no responde
defender los derechos de los criollos en general o para refundar las relaciones entre
,·irtudes y sus sacrificios, lo que finalm ente se suma como argumento a las razones
por las cuales debe ser recompensado por sus senicios. La penetración en la
interceder por sus ambiciones particulares, Pineda y Bascuñán aboga por la calidad
degradantes.
desordenadas de estos sino que los e,·angeliza e intenta t rasmitirles sus propios
mejor forma de enfrentarse a ellos. La rapidez con la que los niños entienden los
13 1
dogmas cristianos y aprenden las oraciOnes y la santidad del pequeño Ignacio
perfectamente compatibles con las del buen cristiano, y por tanto, afirma la
o la guerra.
cautÍ\'O sino que alcance también a algu nas figuras indígenas, como al niño Ignacio,
blancos estaba muy restringida. Si bien la recuperación del pasado indígena era
comú n entre el clero novohispano, ello tenía como objetiYo probar la presencia de
132
presente amenazador, un peligro acti\'O que ponía en riesgo la estabilidad de las
propiedades sacras a suj etos mapuches, a\·alando de esta forma la santidad del
territorio americano, que legitima también la calidad del hispano nacido en las
Indias.
sella a tra\·és de una sutil pero importante modificación que introduce en relación
con el modelo del relato hagiográfico. Michel de Certeau señala que la hagiografía
asocia la figura de un santo con un lugar, pues cada santo se caracteriza por su
que la reúne en torno a una figura y a un origen compartido. Esta estrecha uni ón
hagiografía, puesto que la \ida del santo co mi enza y termina en ese lugar,
interrumpida por una peregrinación. Como describe de Certeau, el \·iaje del santo
se devela su santidad:
the organization of the space through which the Saint passes folds and
hagiographies both ancient and modern, the life of the hero is divided, as
include the description of a foreign society. It goes and then it retu rns.
There is first of all the Yocation that exiles the saint from the city, leading
133
him to the dese1t, the counti}", or farm'l·ay lands - the time of ascesis, closed
by the saint 's il1umination. Then comes the itinerary leading the saint
(281).
ese "ir y venir" que describe de Certeau: Pineda y Bascuñán se aparta del mundo
hispano, pasa un tiempo con los mapuches y luego \l.lelve a su lugar de origen. No
en e] cual se reconoce al cautivo como santo y donde realiza los milagros y las
cautiverio es el espacio en el cual se manifiestan todas las cualidades del santo, por
modificado, así, para dar un sentido distinto a su paso por el mundo mapuche: el
territorio del enemigo es ahora lugar de santidad. Pineda y Bascuñán propone que
cruzando el Bio-Bio es posible encontrar un nuevo origen y que, t al vez, sea más
134
del territorio amencano que legitima los derechos de los criollos es aquí la
habitantes.
\'ariadas funciones dentro del libro. Fundamentalmente, podemos señalar que, por
cierto sentido, también a la Corona: el cautiYo cumple, de hecho, con una de las
en fieles senidores del poder monárquico. Pero por otro lado, el relato hagiográfico
permite afirmar la calidad del territorio americano y de sus habitantes, que llega a
ser mucho más notable que la de los mismos españoles peni nsula res: de esta
fun cionan como modelos retóricos, pero que nunca se siguen de manera estricta.
sido compuesto sin ningún orden, algunos pasajes se suceden de manera inconexa,
las digresiones restan coherencia al conjunto. Sin embargo, hemos ,·isto que en este
aparente caos hay, tal Yez no un orden, pero sí un a lógica que puede explicar -al
135
menos en parte- cómo cambian y se combinan los dh·ersos géneros discursiYos que
expresar todas las aristas del complicado entramado ideológico qu e puede , -erse en
del estado del Reino de Chile, ni el relato de cauti,·os para dar cuenta de sus seis
meses de prisión entre los mapuche. Es así como Pineda y Bascuñán debe no sólo
sino que tambi én manipularlos para que puedan senirle de medio expresiYo para
sus inquietudes.
Ca utiverio f eliz que se \Íncula con las preocupaciones del criollo: por una parte,
estos dos designios son opuestos y ninguno predomina sobre el otro; debido a ello,
no puede encontrarse en el Cautiverio feliz un eje orde nador, una conclusión o una
sin·e por un lado para afirmar la supremacía moral de los hispanos por sobre los
136
mapuche, destacando la crueldad de estos últimos. Ello se logra a través de la
Por otro lado, Pineda y Bascuñán manipula este género discursivo introduciendo
como objetivo es, precisamente, poner en tela de juicio aquello que se había
este modo entre la afirmación de los postulados ideológicos del proyecto imperial y
que afirma la prolongación de todos los deberes del príncipe a sus súbditos
estamos ante la ambigüedad del criollo, pues el autor busca establecer leyes
137
La \'acilación del criollo que hemos venido describiend o es el motor que
Pineda y Bascuñán no termina por cierto aquí. Hemos despejado uno de los
transformaciones permite determinar hasta qué punto se adapta ron los modelos
mundo, sino sobre todo, su visión acerca de una relación más justa entre la
metrópoli y la colonia.
l3S
Capítulo IV
Cautiverio fe liz, comenzando con la hipótesis de que así como el discu rso criollo
139
Yerbales del espacio9°. De este modo, se comenzó a concebir los mapas como
co nstrucciones cargadas de Yalor que sirTen a det erminados intereses y que son
parte de los Imperios, puesto que su represent ación panóptica de los t erritorios
Ra~·m ond Craib señala con res pecto a la importancia de la cartografía para el
imperio español que "descri ptions and maps \\·ere fu ndamental to the Spanish
\isualizad, possessed, and controlled" (17). La concepción del espacio cumpl e, pues,
europeo. De este modo, como subraya Santa Arias, "space must also be considered
as one of the critical issues in which colonial pov•er and emergent mu ltirracial and
multiethnic cultures can be examin ed and interpreted" ( 13). Esta idea de que la
representación -ya sea verbal o gráfi ca- del espacio nunca es mimética y que está
9" ,J.B. Harley define Jos ma pas como ·'textos culturales .. debido a que son construccio nes que
utilizan un s is te ma convencional de s ignos (196). En su a nálisis, el hace uso de he rramien tas
teóricas que fue ron concebidas ta mbié n pa ra discu rsos lingüísticos, en particula r, la concepción
fouca ultia na de que las formaciones d iscurs i\·as está n cont roladas por u n siste ma de reglas que
permi te n la ela boración de ciertos enunciados. Señala además que .. los pasos en el trazad o de un
mapa (selecció n, omisión, simplificación, clasificación, creación de jerarquías y simbolizació n) son
inhe re nte mente retóricos" (2o1) . De es te modo, resulta muy fácil trasladar las conclusio nes que saca
Ha rlcy de su deconstrucción de los mapas a las representaciones \·erbales . Harley demuestra que los
ma pas nu nca son u na representación científica u obj eth·a de la realidad, ~·a que sie m pre reflejan
normas y Yalo res sociales. Además, denu ncia la rep rese ntación ctnocéntrica de los mapa mu nd i
(idea que más adelante será desarrollada por Walter Mignolo en relació n con la representació n de
Am érica) así como la traslación de las regla de orde n social a los cód igos cartográ ficos que
permiten que los sitios de mayor rele\·ancia política o pode r económico adquiera n -a través de un
cambio en el tama ño d e los símbolos, los grosores de las líneas, Jos colores y efectos de sombreado-
preemine ncia en el mapa.
9' Ra~·m o nd Craib describe de modo elocue nte y cett ero el proceso mediante el cual mapa moderno
s in·e al poder: "By assu ming an ontological se pa ra tion bet\\·een subj ect and object a nd by o rdering
space in a uniform, infinitely repeatable fash ion, pe rcei\·ed from abO\·e by a monocula r eye, ocean ic
ho rizons could be crossed a nd land commod ified, When oYer!aid \\ith a n abstract grid, land became
a socially a nd historically flat surface for possession a nd control, a surface that was static a nd
a hist o rical .. (20) .
140
asociada a formas de dominación materiales e ideológicas se ha impuesto poco a
colonial92 •
Uno de los estudios que recoge las ideas de Harley pa ra a naliza r las
Side of the Renaissance (1995). Los capítulos del libro que Mignolo dedica al
rele,·antes en el planteamie nto que hace Mig nol o: en primer lugar, difere ncia entre
lo que llama "centro étnico" y "centro geográfi co". El primero es producto de una
<1~ Ante riores a estas consideraciones son los estudios de Anto nello Gerbi, qu ie n ya había hecho un
considerable esfue rzo por analizar las di,·ersas d escripciones que se habían hecho del territorio
a mericano. En La naturaleza de la I ndias Nuevas: de C'l'istóbal Colón a Gonzalo Fernández de
Oviedo (1978), Gerbi estudia las prime ras representaciones de la naturaleza y de los abo rígenes
a mericanos por parte de cronistas e historiadores, otorgando un luga r especial a Fernández de
o,·iedo, ·'el mejor entre los antiguos historiado res de la natura leza americana'' (24). Su valoración
de los historiadores d epende de su capacidad e interés por conocer ~- clasificar la naturaleza
americana con genuina curiosidad humanista, de modo que alaba la "a udacia digna del más
ab negado etnólogo o antropólogo" (56) que demuestra América Ves pucio al Yivir d urante veintisiete
días con los a borígenes para indaga r en sus costu mbres, y reprueba el excesivo utilitarismo de
Hernán Cortés, que le impide '·la ingenua maraYilla que frente al mundo nuevo experimentó Colón,
~- a la cual se abandonó con delicia, aunque a distancia, el humanista Pedro Mártir" ( 114). Gerbi
po ne de manifiesto -aunque sólo lo haga con respecto a Hernán Cortés- la forma en que las
imposiciones del proyecto imperial y las am biciones pe rsonales determi nan las descri pciones del
Nuevo Mundo. Es así como los intereses económ icos des plazan el interés hacia los recursos
naturales que puede n dar utilidades, pa rticularmente los recursos mineros.
93 Mignolo llama a esto "hermenéutica pluritópica'· (pluritopic he rmeneutics), término que describe
una perspectiva de a nálisis que toma e n cuenta la presencia de concepciones temporales y
espaciales alternati,·as a las del colonizador, que coexisten en las situaciones colon iales.
14 1
racionalización del espacio que tiene como parámetro el cuerpo humano y la ,-ida
de una comunidad, sus creencias religiosas y su orden ético (Mignolo, The Darker
Side 230). Los mapas europeos medievales y los mapas aztecas94 son eje mplos de
los mapas que comenzaron a elaborarse a partir del siglo XVI, basados en una
que para Mignolo -coincidiendo con Harley- este tipo de represe ntación
"ethnic centers remained, as always, attached toan observer placed at the center of
Side 233). A través de este mecanismo el centro étnico de los países en expansión
geométrica del espacio sirvió para suprimir los centros étnicos de las culturas
Los mapas europeos medievales llamados T/ o representaban el mundo como un círculo di\idido
9-1
en tres partes por una T que simbolizaba las masas de agua ~· en cuyo centro se encontraba
Jerusalén. Del mismo modo, los aztecas concebían el espacio di\·idido en cuatro en el que el centro
era el lugar sagrado, en el que se encontraban espacio y tiempo. Otras ciúlizaciones precolombinas
tenían configuraciones similares del espacio, aunque no hu biese representaciones gráficas de ellas
(Mignolo, The Dw·ker Side 230-232).
142
representación. En parti cular, los aborígenes amen canos produj eron formas
Como observa Ricardo Padrón, cuando co ncebimos el espacio como una distancia
en vez de una superficie, el espacio se vu eh·e inseparable del desplazam iento, y por
the space of a voyage, places stand in fo r actions: the route becomes the narrative
thread leading from one to the next" (97). De este modo, el discurso otorga una
95 Las relaciones que se escribía n para el Consejo de Indias exigían ta mbién la inclusión de
""pin turas ·· que ilustra ran el territorio. Alrededor de 1580, muchos aborígenes ela boraron estos
mapas , produciendo representacio nes que tomaban elementos americanos :-· europeos. Ta mb ié n se
consctYan re presentaciones territoriales anteriores (elaboradas entre 1540 y 1560) e n las qu e la
infl ue ncia hispán ica es mínima (Mignolo, The Darker Side 292-303).
143
Las Relaciones geográficas de Indias son otro antecedente ineludible a la hora
Además, las relaciones tm·ieron gran infl ujo sobre las letras coloniales, ya que
estrictamente a ellas" (Mignolo, "Cart as, crónicas y relaciones" 70). Las mismas
fun ciones de dominación y control que atribuía Harley a los mapas pueden
pragmáticas que satisfacían, entre las que se encontraban "la población de nuevas
etc. ("Cartas, crónicas y relaciones" 71-72). Más adelante se oficializa esta petición:
Juan de Ovando y Godoy, presidente del consejo de Indias en 1571, publicó las
cuestionario sufre diversas transfo rmaciones hasta que en 1577, López de Velasco,
144
cincuenta preguntas. Estas preguntas abordan, además de los nombres de las
cordilleras, ríos y lagos), la flora, las ciudades españolas y las distancias entre ellas.
sólo a través de mapas sino también por medio de las relaciones que respondían al
naturalmente, con una di,isión del espacio que impone sobre el suelo americano
primeras preguntas del cuestionario piden una di,isión del territorio en prmincias:
comarca o provincia que están, y que quiere dezir el dicho nombre en lengua
86) .
Por otra parte, el cuestionario muestra especial interés por la distancia entre
ciudad en donde reside la Audiencia: "7. Las leguas que cada ciudad o pueblo de
cayere, o del pueblo donde residiere el gobernador a quien estuviere sujeta; y a qué
partes de las dichas ciudades o pueblos estm·iere" (Jiménez de la Espada 87). Esta
145
en torno a los centros urbanos españoles, desplazando tanto a los poblados
igual que los españoles, lo que no era siempre efectivo: "n . En los pueb los de los
Espada 8 7).
distancia entre pueblos debe ponderarse a la luz de los postulados de Ángel Rama
noción del espacio. Ángel Rama elabora una idea de la ciudad latinoameri cana
explorada con antelación por José Luis Rom ero en Latinoamérica: las ciudades y
las ideas (1976). Según Rom ero, el papel fundamental de la ciudad latinoa mericana
fue perpetuar la cultura europea y ejercer su influencia sobre las regiones rurales.
La ciudad era considerada, por lo menos en el área hispánica, la forma más alta de
\ida humana, de modo que en América se conformó una red de est as, en torno a las
cuales giraba la sociedad rural. La influencia ci\ilizadora que debían ejercer las
económica, sino que era, sob re todo, una influencia ideológica : se trat aba de la
96 Ele na Altuna afirma que en el Cuestionario de 1604 . compuesto por el Conde de Le mos y
Andrade, Presidente d el Consejo de Indias, se agudiza el interés en los poblados, ciudades )'
fronteras e n detrime nto de la información purame nte geográfica . Se establece una distinción
fundame ntal entre lugares poblados )' despoblados; dentro de los primeros, se distingue entre
ciudad es. , ·illas, aldeas de indios, pro,i ncias y comunidades, mie ntras el territorio despoblado se
ca rac te rizó a tra,·és de los caminos que lo cruza ban para llegar de un poblado a otro (:¿5-26). La
fo rma d e o rganizar el espacio consistía en una red de poblados unidos a tra\'és de los ca mi nos ~
orga nizado je rárquicamente.
146
creación de una nueYa Europa en tierras americanas. Esta ideología estaba basada
imperio colonial, es decir, "un mundo dependi ente y sin expresión propia, periferia
del mundo metropolitano al que debía reflejar y seguir en todas sus accio nes y
Ángel Rama lleYa esta tesis más allá al relacionarla con la fun ción de los
justamente al grupo social que lle,·aba a cabo los planes civilizadores de la ciudad,
rep resentaban a la ciudad desde antes que esta existiera, de modo de impedir el
futuro deso rden. Se producía entonces, un fenómeno inverso, ya que "en vez de
el sueño de la cosa" (Rama 11). Las ciudades funcionaban así como focos
147
el Consejo de Indias como también en el luga r que ocupan los centros urbanos
culturales: tanto el estatus ot orgado a la ciudad como polo civilizador y ancla del
los territorios en los mapas que denuncia Mignolo, son ejemplos de formas de
posible tamb ién establecer diferencias en cua nto a la concepción del espacio dentro
desde otro lugar que los españoles peninsulares, por lo que concebían el espacio de
intermedio que reafirm a a Europa como centro étni co pero que a la Yez busca
amen ca nos y sugiere que, a partir del siglo XVII, éstos limitaro n sus marcos
148
dedicarse únicamente a la ciudad de que eran oriundos y encontrar en el excl usi,·o
marco urbano las razones de su orgull o de ser criollos (119)". No obstante, el caso
causa de la guerra de Arauco, los criollos del Reino de Chile se encontraban más
conce ntrados en la frontera con los map uches que en sus precarias ciudades. A
decir, del mundo criollo" (147). Veremos que Pineda y Bascuñán nos muestra un a
territorio araucano.
Si recordamos no sólo los célebres ,·ersos de Ercilla con los que comienza La
Araucana, sino también las más importantes crónicas del Reino de Chile, e incluso
del lugar en donde se desarrollan los hechos del Cautiverio fe liz es un hecho
dedi cados a la conquista de Chile que tienen como objetiYo destacar más que nada
149
las hazañas (o equivocaciones) de sus conquist adores dedican algún espacio a la
descripción del Reino: Jerónimo de Vi\·ar lo hace a través de las escuetas reseñas de
esquema más o menos constante que abarca diversos ámbitos, sin por ello se r
cosas que han acaecido en el Reino de Chile ... (1575) información general acerca de
Chile, su ubicación, caract erísticas geográficas (ríos, cordillera, volcanes, lagos), sus
las descripciones de los historiadores del S. XVII: González de Nájera dedica casi la
totalidad del primer libro de los cinco de su Desengaño y reparo de la guerra del
fauna, minerales y carácter de los aboríge nes. Aún cuando se trata de una obra de
detallada del Reino, al igual como sucede en obras más propiamente históricas,
escla\'ización.
150
La presencia necesaria de estas descripciones se debe, por una parte, a la
ello, tampoco están ausentes en breves escritos que carecen de cualquier ambición
enciclopédica, pero que nunca dejan de proporcionar una descripción del lugar
desde el cual están hablando. Lo hace así Agustín Carrillo en un memorial que
redacta en 1659 y cuyo fin es proponer medios para acabar con la guerra de Arauco.
El memorial, de poco más de veinte páginas, dedica casi la mitad a una descripción
resumen de la hist oria de Chile, comenzando por la invasión de los Incas h asta la
breYes que t ienen una finalidad práctica, generalmente política, y que proporcionan
Chile. Ca usas de su dura cion. Advertencias para su fin (1647), en donde describe
presenta Chile a los europeos situando en el mapa esa remota porción de la t ierra.
1S 1
Estudiaremos la representación del espacio en La Araucana un poco más de cerca
rele\·antes los pocos pasajes en los que se hace referencia al espacio americano.
historia de los araucanos. Los datos proporcionados por Ercilla son exactos y
objeti\·os98, como puede observarse en las primeras estrofas del primer canto:
152
costa del nueYo mar, del Sur llamado,
tendrá del leste a oeste de angostura
cien millas, por lo más ancho tomado;
baj o del polo Antártico en altura
de Yeinte y siete grados, prolongado
hasta do el mar Océano y chileno
mezclan sus aguas por angosto seno (I, 7) .
tradición genérica del poema épico, sino que del discurso histórico99, de modo que
podemos ver cómo rasgos de la historia y la crónica infiltran otros ti pos de textos.
excepción, ya que ofrece una \'isión de Chile que destaca la hazaña de los españoles
-entre los que se encuentra él mismo- en el lugar más remoto y apartado del
99 Aquí la afirmación de Lerner coincide con la de Pe relmuter-Pérez acerca de los moti\'OS por los
que las descripciones del paisaje americanos son tan escasas en La Araucana. Una de estas razones
se ría la obediencia a las reglas del género, ya que "en la poesía épica del siglo de o ro, así como en la
ante rior, se e ncue ntran pocas descripciones de la naturaleza ~-. cuando las hay, ra ramente son
prolij as" (130). Pe relmuter-Pérez hace refe rencia a E.R. Curtius, quien aunque afirma que "la
e pope;;a medie\'al se complace en da r informaciones topográficas y geográficas" (286), aclara que
por lo general, estas no son detalladas ya que ·'el suceder épico debe ilustra rse en s us puntos
cruciales y culminantes con una caracterización sumaria del lugar. de la misma manera que la tra ma
teatral requ iere un decorado, por primitiYo que sea, ~- a unque sólo consista en un letre ro con las
palabras ''esto es un bosque"" (287).
153
que narra Ercilla es mayor cuanto más remota y desconocida sea la región, y
mientras más rebeldes sean los indígenas que la custodian. Por otra parte, Ercilla
ciudades ni riquezas" sino que solo "unos t errones secos (aunque muchas veces
por Cortés y Pizarra. Los españoles que emprenden esta empresa no esperan
encontrar lo que obtuvieron est os conquist adores; es más, solo pueden cosechar su
propia sangre, lo único que producen los incultos campos araucanos. La conquista
de est e rincón del imperio no es heroica solo por su dificultad, sino que también
por el hecho de que ti ene como único objeti,·o anexar un territorio al imperio.
Pedro de Valdivi a, parece poco probable que la búsqueda de riquezas sea el motor
De Chile pasamos rápidamente a Arauco, que es descrito sobre t odo a través de sus
habitantes que se destacan por sus cualidades guerreras. Ercilla logra situar de
154
modo muy concreto este lejano territorio para un lector europeo, haciendo
incluso que con ello "a remate territory beco mes a center of focus for World pov,·er"
(237), puesto que las hazañas españolas de la guerra de Arauco son equivalentes a
el lugar que le otorga Ercilla a la guerra de Arauco en su poema, no hay que oh·idar
que tras esa diversidad de espacios y acont ecimientos que se describen hay un
principio que une todos los escenarios dis persos: "Lo que se poetiza, entonces, con
mejor, la grandeza del reinado de Felipe II, destinatario y realmente objeto del
poema, que se configura como alabanza del monarca español" (Goic, "Poetización"
125). Es por ello que la centralidad de Arauco en relación con la metrópoli debe
heroísmo de las duras batallas que deben sobrellevar las t ropas españolas. El
Bascuñán tiene una razón distinta para obligar al lector a internarse en pa rajes tan
L55
lejanos y, como ,·eremos, es más radical en su determinación por desplazar el
del Reino de Chile, elemento que -por ser muy corriente en las letras coloniales-
podemos esperar incluso en obras que no son parte del discurso historiográfico.
Pineda y Bascuñán no hace ningún esfuerzo por contextualizar los hechos que
escribe para un público europeo 10 o . En primer lugar, esta omisión difi culta la
poeta para señalar el comienzo del Reino de Chile (\·eintisiete grados) y de Arauco
(treinta y seis grados) adquieren solo sentido para el lector europeo que ubica en el
mapa las posesiones hispanas de ultramar, pero no dicen nada al lector local. El
posesiones del imperio español. Ercilla ubica así el territorio con respecto a la
metrópoli, para quien el espacio se racionaliza con el objeti,·o de hacerlo man ejable
y controlable.
100
Esto es cie rto para el Cautiverio , p e ro más aún p a ra Suma y Epílogo, compuesto es pecialme nte
p o r el autor para ser em;ado a la co rte d e Carlos Il y se r leído po r fu ncio narios reales . J osé Anadó n
co nfirma q ue Pineda y Bascuñán se e mpeñaba e n publicar s u libro y mandarlo a Es p añ a para
"destaca r s us mé ri tos y solicitar nueYos cargos'' (''Es t u dio prelimina r'' 8); ade m ás, según el m is m o
a uto r , Pi neda "sacó extractos, hoy perdi d os, pa ra cmiarlos a Pe rú y Es paüa'· (Prosistas coloniales
31-32).
156
La diferencia entre la forma en que Ercilla y Pineda y Bascuñán dan cuenta
del espacio se hace más dramática cuando observamos que Pineda y Bascuñán se
visión más general del espacio. Ercilla, en cambio, no solo entrega al principio una
los araucanos al fuerte de Penco, Ercilla tiene una visión en donde se le aparece
Belona, quien lo lleva a una cumbre desde donde puede observar la batalla de San
Quintín, en la que los españoles \·encen a Francia el año 1556. Cuando Belona
conduce a Ercilla a la cumbre, tenemos nuevamente una \Ísta panóptica no solo del
lugar de la batalla, sino del orbe todo. Esta perspectiva, que permite ver la totalidad
nubes 101 :
10 1
Ercilla prefiere nuevamente una visión cartográfica que pone a San Quintín en
relación con las demás posesiones del monarca, entre los que se encuentran los
cantos XXIII y XXIV, Ercilla tiene un encuentro con el mago mapuche Fitón, quien
lo lleva a presenciar - a través de una bola mágica- la derrota turca en manos de los
españoles en 1571, en la célebre batalla naval de Lepanto. Afirmo junto a gran parte
de la crítica (Lerner 36; Iñigo Madrigal 198; Goic, "Poetización" 124-125) que la
España, puesto que Ercilla tenía co nciencia de su rol como cantor del imperio. Con
todo, la conexión que establece Ercilla entre la guerra de Arauco y estas dos
con el resto del imperio, sino que además compararla con las más grandes hazañas
del bélicas del monarca y, por lo tanto, elevar su importancia al más alto grado.
Como señala Padrón, estos episodios "link events on the colonial periphery ,., ith
renowned military triumphs in the metropolitan center and then refer the whole to
a universal geography built out of a verse itinerary" (198), es decir, los elevan al
102 Cedomil Goic señala con respeto a estos pasajes que ''las guerra de Chile son narradas, desde un
comienzo, desde el punto de vista imperial como guerras justas; la rebelión de los ind ios, como
,·iolencia a la fidelidad jurada al monarca, necesitada de justo castigo. La inclusión de los espacios
!58
La perspecti\'a de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán puede suponerse
muy distinta a la de Ercilla con solo atender a la diferencia entre los co ntextos en
los que cada uno escribió su obra. Ercilla redactó su obra ya de \'Uelta en España,
habiendo \'iajado por gran parte de las posesiones de su monarca, cuyos logros
encomiaba. El criollo chileno no había aYanzado más allá de Lima en su intento por
Bascuñán, qmen no solo no establece ninguna relación entre los ohi dados
territorios araucanos y el resto del imperio español, smo que borra cualquier
des,inculada del resto del imperio. Mientras que Ercilla utiliza referencias
cart ográficas para ubicar la región que será escenario de las batallas, nombrando
Bascuñán no solo omite aquello sino que incluso se abstiene casi totalmente de
describir y nombrar los lugares por donde pasa. La representación del espacio que
de San Quintín , Lepanto y Portugal se hace e n representación de la guerra justa como man ifestac ión
del imperio e n todos los extremos del uniYerso·· ("La Araucana de Ercilla'· 114). Jaime Concha
inte rpreta la inclusión de las \ictorias en un sentido contrario y señala que .. la inclusión de Lepa n to
muestra, dentro de la concepción e rcillesca, que la e ne rgía guerrera de su pueblo encue ntra su justo
cauce co ntra los infieles otomanos más que contra los indios americanos·· ("ObserYacioncs'· 73).
Ricardo Padrón concuerda con Concha, ~·a que e n la comparación de a mbos episodios contras ta la
ci,·ilidad y misericordia que muestran los soldados es pañoles en presencia d el monarca y la
barba ridad con la que actúan en la frontera araucana (2o0- 201). La afirmació n de Co ncha supo ne
que Ercilla de nuncia la guerra de Arauco como injusta, lo que me parece poco probable, puesto que
las críticas a la codicia y crueldad es pañolas no s ignifican echar por tierra todo el pro~·ecto impe rial;
ahora bie n, aunque el sentido de la inclus ió n de la batalla de Lepanto es discutible, es cla ro que al
compa rarla co n las batallas chilenas se integra las haza ñas de la Guerra a rauca na a las conquistas
de l impe rio.
159
eleva cada tanto hacia el otro lado del océano. Pineda y Bascuñán permanece, al
río, sino que señala la distancia recorrida y muchas veces acompaña esta
información con un breve reporte del clima que hubo durante el viaje: "aunque el
dejándose caer a plomo; y a buen paso subimos las lomas y serros de Elol, que eran
los que traia marcados Maulicán para encaminarse a su tierra; y, habi endo
que el autor jamás proporciona puntos cardin ales. Su mirada nunca es cartográfica
establecer mantener una unión con una porción de territori o más amplio, a saber,
ni describe dist ancias en relación al mundo cristiano que ha dejado atrás. La única
,·ez que la mirada del soldado chileno se eleva para dar cuenta de un espacio desde
la altura es, por tanto, especialmente signifi cati,·a. Sucede durante un paseo que
w:l En otras palabras , la descripción de Pineda y Bascuñán puede asociarse a la distinción que
establece Michelle de Certeau entre una descrpción tipo '·m apa '' o una tipo "recorrido". Para
Certeau, la descripción de un lugar utilizando el modelo del mapa, da cuenta de un afá n preseriptiYo
en do nde no se toma en cuenta la utilización de los espacios por sus habita ntes. Esto se contrapone
a la descripción del espacio como un recorrido en el que se narran los lugares representando las
formas diYe rsas d e un orde n impuesto (''Spacial Stories" n S -1 22).
160
hace el soldado junto a un grupo de muchachos para buscar una hierba medicinal.
numerosos caciques que lo reciben con gusto y tratan con respeto. Se trata del
cacique Tureupillán, quien vive al sur del río Imperial. El cautivo se dirige hacia el
norte en busca de la hierba mientras repite con los muchachos las oraciones que le
ha enseñado y estos lo convencen de visitar a un tío que vive en la ribera del río:
otra banda, sobre una loma raza que señoreaba otro valle; por aquella
La vista que describe Pineda y Bascuñán es elocuente y está muy lejos de aquella
presentada por Belona a Ercilla desde la cima de una enorme montaña donde podía
vez que la batalla en la que las fuerzas españolas dominan a las francesas. La
panorámica del criollo t ambién presenta dos planos, pero muy distintos: a lo lejos
conquistas. Las ruinas contrastan poderosamente con lo que puede verse un poco
16 1
más acá, un locus amoenus ameno y fértil, en donde \'lven apaciblemente y
esparcidas a lo largo del río vanas familias mapuches. Se trata de una visión
panorámica desde sur hacia norte que llama al español no a conquistar el territorio
divisado sino a conservarlo como esce nario de una utopía. Las oraciones que el
al lugar contrastan también con los escombros de una ciudad "dejada de la mano
¿cómo la miramos viuda y sin amparo?: la que fue cabeza de las otras
hoy son sus habitadores tributarios. En este lugar dijo san J erónimo
162
concupiscencias; después que se sujetaron a ellas, experim entaron
La nostalgia por la gloria pasada se une al patetismo con el que el autor describe la
con .Jerusalén reafirma a La Imperial como cifra del dominio cristiano sobre los
del monte situado más allá del fin del imperio. Por otra parte, este pasaje insiste
Esta idea es más disruptiva en cuanto pasa por alto el valor otorgado a la ciudad
como principio rector de la sociedad coloni al. Como señalábamos más arriba, la
campo mapuche.
163
conquista, en el que el conquistador avanza a medida que va ocupando el territorio
hasta llegar al botín final, sino que se describe una travesía errática y
est á determinado por el azar. Aunque cab ría esperar que los indígenas conocieran
el espacio que ocupan, sucede más bien lo contrario, puesto que el protagonista -
gui ado por uno o varios mapuches- se pierde o se encuentra sorpresivamente con
bajo dominio del hombre, que sorprende con la crecida de un río o con la apa rició n
se pierde junto a los mapuches entre montañas y ríos. Basta recordar con respecto
pero confía en encontrar algo que pueda alhiar a la enferma. Su viaje es el im·erso
particular, del oro que -aunque no esté a la vista- seguro se encuentra escondido
araucano en demanda de un tesoro muy distinto y sin saber con exactitud qué
10
1 Ma rio Rodríguez describe algo parecido al describir cómo utilizan españoles y ma puches el
es pac io en la guerra, aunque tal ,-ez se apresura e n atribuir a la cultura mapuche aquello que es
descrito por Pineda y Bascuñá n: '·La máquina de gue rra es pañola se e mpe ña e n estriar
consta nteme nte el territorio. Desde Pedro de Valdi,·ia adelante, los trayectos de penetración en
Chile están subordinados a los pun tos: se ,-a d e un punto a otro; s ie mpre desde una ciudad o fu erte
que se fu nda a otro por funda r, de tal modo que las líneas están siempre subordinadas a un
comie nzo o a un fin. En la máquina de guerra mapuche ocurre lo contrario . Todo está subordinado
al trayecto" ("Los bárbaros en el Reino de Chile" 4).
164
quiere. No obstante, el jo\'en criollo es ampliamente recompensado en su
búsqueda, mientras que la sed de oro del conquistador nunca podrá ser saciada. Es
en cambio, los espacios son juzgados en relación con patrones morales, como
humana.
territorio araucano con respecto a la metrópoli y a los centros urbanos del Reino de
ciudad como forma ideal de organización social, demost rando la posibilidad de una
cuadriculado del mapa, y no está all í para ser utilizado y conqui stado por el
recibimiento, la fiesta en honor del ca uti\'O, el ofrecimiento de una mujer que este
la forma de una espiral, en el que se \'i\'en las mismas experiencias una y otra ,·ez y
en el que ningún lugar tiene mayor jerarquía. De esta forma, la representación del
l ó5
espaciO rompe con la pretensión hispana de la dependencia del t erritorio
espaciO que refleja más la organización social mapuche que la hispana 10s. Los
centro que sí está claramente establecido en el lado español, en el que hay una
geográficos que nunca dejan de mencionarse a lo largo de la narración son los ríos,
105 Como señala Guillaume Boceara, el poder político e n la sociedad mapuche -que es ejercido de
manera primordial por el ulmen o cacique reche (mapuche)- no es un poder centralizado ni
cristalizado, además de ser compartido por otras figuras como el chamán (machi), el j efe religioso
(boqui uoy e) y los guerreros (co na ), de mane ra que conforman una red de poder que está en
perpetuo movimie nto. Es así como Boceara afirma que ·'la característica principal d el pod er político
en la sociedad reche y, por lo general, en las sociedades multicéfalas, es la inestabilidad y el hecho
de que éste se encuentra suj eto a procesos de im·ersión y englobamiento permanentes, pues se
encarna en múltiples figuras que construyen concurrente, antagónica o co mplementariamente su
propia red " (70, traducción de Diego Milos). Esta inestabilidad del poder impide también una
j erarquización radical del espacio como la que encontramos en el lado español, en el que las gra ndes
ciudades se imponen sobre el resto del territorio y la metrópoli sobre las colonias .
166
que marcan hitos y son importantes elementos de orientación, pero que además
otorgan diversos significados a los distintos lugares. Mientras que los cerros,
Dos son - naturalmente- los ríos que se mencionan con mayor frecuencia y que
ellos, como puede deducirse, marca el paso del mundo hispano al mundo
Bío-Bio, la crecida del río con las consiguientes las dificultades para atravesarlo, la
•o6 J osé Bengoa explica que antes de la llegada de los españoles, los map uches ord e naba n s u Yida en
torn o a los r íos: "Los ríos orga nizaron el ter ritorio mapuc he, lo trazaron , lo di\·idieron y tambié n lo
llenaron de vida y movimiento" (44). Bengoa d enom ina '"sociedad r ibereña " a esta organización
socia l, económica y cultural, y des taca que los ríos e ran s istemas de comunicación que delimitaban
espacios te rrito ria les, principalmente, la cuenca del Bío- Bío, la del Ca utín y del Toltén. La
importancia de los ríos en la sociedad map uche se manifestaba también en s u origen mítico - la
lucha primordial entre la serpiente de las montañas y la del mar- que ·' no se refiere ... a u n pasado
oh·idado y preexistente, sino a una exper iencia cotidiana reiterada por la historia . Cada imierno, se
podría decir, los habita ntes del s ur p ueden observar la lucha mítica entre las culdnas Cui Cui y Tren
T ren " (43). Aunque esta sociedad r ibereña sufrió graneles cambios a la llegada de los es pañoles, en
particular en cuanto al rol de los ríos e n el sistema socia l y económ ico, la im portancia cultural d e los
ríos no desa pareció.
10- Aunque la frontera del Bío-Bío era permeable, est a fue más que nada una frontera imagina r ia qu e
separaba simbólica mente la cultu ra hispana de la mapuche : .. Es la fro ntera imaginada por los que
\iYen en s u Ye rt iente norte, quienes también, poco a poco, com ienza n a sentirse es paíi.oles,
mie m bros pert enecientes a la cultura católica y occidental, a pesar de su ind udable ca rácter mestizo.
Y lo mismo ocurrirá con quienes Yivían al s ur del Bío Bío: se saben integra ntes de la sociedad
indígena del s ur, aunque también sean mest izos·· (Bengoa 344). Esta frontera imaginaria que separa
ele modo drástico u na cult ura de la otra queda muy b ie n ilustrada en el paso del cautiYo Pineda ~·
Bascu ñán po r el Bío- Bío.
167
largo del libro. Esta primera inmersión en el río Bío-Bío, a través de la cual el jm·en
río no representa ya solo una frontera t erritorial, sino que cultural. El baño en el río
mapuches al baño matutino, hasta que finalmente cede, llegando incluso a alabar
costumbre, después me hice tanto al baño de por la mañ ana, que era el
hall ado tan fuerte ni tan \igoroso como después acá con buena sal ud -a
agua serenada, de buen porte, después de haberme lavado los brasas ~' la
cara (452).
considerarse reflejo del anterior: el bautizo de los niños y jóvenes mapuches por
168
parte del criollo. Es así como el paso por el agua afirma simultáneamente la
mapuche parece ser el lugar más propicio para ser un buen cristiano y -como
La fro ntera del Bío-Bío tiene en el Cautiverio una marca claramente negati,·a:
deYelan las mayores sinrazones -puesto que no llega allí la justicia- y donde se
fronterizos quienes, al igual que los soldados españoles, deben soportar grandes
penurias: "por ser gente pobre y desdichada la que asistía en aquél distrito, y ser
corredurías, no tenían qué comer, si no era un poco sebada, con que hacían mote, y
soldado español que se relata en el capítulo XX del primer discu rso. La escena,
español del río, y una yez que est e se franquea y los cautiYos se encuentran en
indígenas que insiste en matar a los cauth·os y que el joYen soldado man ifiesta en
L69
Yariadas oportunidades su temor, la promesa de Maulicán de mantenerlo co n vida
es suficientemente persuash·a como para que este peligro se entienda muy remoto.
Por otra parte, el río Imperial marca una fro ntera interna en el territorio
deshacerse una vez pasado el Bío-Bío, y comi enzan a e\idenciarse otras diferencias
importante puesto que divide a los mucho más ,·olubles indios fronteri zos de los
imperiales, ubicados al sur del río, a lo que se agrega la diferencia con los indios
desde donde emanan los valores y la cultura hispana en el seno mismo del mundo
Como indica Ralph Bauer (1998), el Atlántico es la frontera entre el Yiejo y el nuevo
tos Ralph Ba uer explica la impmtancia del Atlá ntico como frontera entre el nue,·o y el \iejo mu ndo y
señala que "the Atlantic becomes an ideological axis in the European geo-cultural imagination that
separates ·'over here" from '·over thcre" and that reaffirms ··Europe·· as geo-cultural centcr in
countless traYel narratiYes, no,·els, and histories during thc earl:-· modern period "(69). Agrega que,
e n estos relatos, el paso del "allá" al "acá" está acompañado por duras pruebas, como tormentas :-·
170
espac10 español hacia los territorios mapuches, transforma el "allá" (Reino de
frontera de Chile (Bío-Bío). Sin embargo, esta afirmación de Ralph Bauer puede
metrópoli. A la frontera del Bío-Bío, además, se agrega otra: la que existe en el seno
frontera, que dispone a un lado a los españoles y al otro a criollos e indígenas, tiene
como cent ro ya no la capital del Reino de Chile, sino que un lugar ubicado allende
im perial puede compartir más intereses con un español que con un se rrano y un
huracanes que muchas veces lleYan al naufragio . Pa ra Baucr. el paso de Pineda y Basc uñán por el
Bío-Bío intenta imitar este '·rito de pasaje'' a tra,·és de las dificultades que -como hemos desc rito-
tiene el cautiYo para cruzar el río: ''Pineda's colonial capth·i~· account appropria tcs the templatc of
the Etu·opean ew World s hipwreck narra ti,·c -of rcnoYal to ··o,·er there·· and rcturn to "ove r hcre'':
ho\\·e,·cr, e ngaged in the continua! semiotic proccss of re-inscribing "America" from a Euroce ntric
\Ícwpoint, his colonial narrati,·c rcmoYCS thc cosmic divide in the European geo-cultural
imaginatio n from the Atlantic into the Ame rica n landscape-t he frontier" (70).
17 1
Hemos revisado el modo en que es representado el espacio en el Ca utiverio fel iz
y cómo éste tensiona las concepciones espaciales hispanas que se imponen sobre el
se desplaza desde las consideraciones económicas a las morales, ya que los espacios
representados son caract erizados pri ncipalmente por su capacidad de ser escenario
este modo, el libro desecha las formas de apropiarse del espacio típica mente
hispanas y dest aca, al mismo tiempo, elementos de valor para los mapuches, como
los ríos, que tienen una gran importancia en la didsión mapuche del territorio así
intereses de est os últimos a los de los indígenas y señala el territorio indígena como
lugar de la refundación de los valores hispanos que han sido corrompidos por los
intereses de los peninsulares. Esta revaloración del territorio indíge na es tanto más
172
la misión civilizadora del proyecto imperial. Pineda y Bascuñán señala el fracaso de
este proyecto - por lo menos en el ámbito del Reino de Chile- al revelar los ,·icios
del mundo hispano e instaurar el espacio de la ci\ilidad entre los mapuches. Sin
mapa de las fronteras que dividen el "acá" del "allá" sin alterar su contenido: para
él, los indígenas deben ocupar el lugar que les pertenece, que no es por cierto el de
súbditos del monarca español- desde los territorios más remotos del imperio. En el
Ca utiverio no se subvierte el orden coloni al, sino que se desplazan sus fronteras; no
espacio americano. Y es precisamente este acto lo que adquiere sentido para Pineda
173
organización flexible y una estructura difusa del poder, en contraposición al
repetidas ocasiones el sistema político y social mapuche, que llega a conocer muy
bien, y postula la idea de que en este sistema - tan distinto al español- es posible
conservar los valores que están en peligro entre los propios hispanos.
174
Capítulo V
1. Ideología de la lengua
espacio cultural que tiene su propio lenguaje y, por otro, de una experiencia que ha
sido ,i,ida -al menos en parte- en lengua mapuche, pero que debe ser comunicada
qué ámbitos de la cultura tienen mayor importancia para el autor y de cómo éste se
175
establecía una estricta jerarquía apuntalada por dos nociOnes principales. La
las lenguas (Sánchez-Albornoz 54). San Agustín reafirma este mito al aseverar la
Side 40-41). Esta idea permanecía aún vigente a comienzas del Renacimiento y fu e
Luis Vives, quien señaló que "la pluralidad de lenguas es consecuencia y castigo del
soberbia, hasta estas partes haberse derramado la confusión de lenguas, porque las
hay en la Nueva España con mucho trabajo se podrían contar, tan diferentes las
unas de las ot ras que cada una paresce ser de reino extraño y muy apartado" (130).
según la cual las lenguas que están más cercas de la lengua original (hebreo, griego
y latín) tienen privilegios por sobre aquellas que se encuentran más lejos de esta
109 Es necesario agregar que, si bien esta idea fue ampliamente aceptada, la experiencia a mericana
no la ma ntuYo siempre intacta. Así lo confirma el caso de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien -
como recuerda lsaías Lerner- reco nsidera la pregunta del orige n de las lenguas a la luz de la
prodigiosa multiplicidad de lenguas con las que se encuentra: "Fernández de Oviedo no solamente
pone en d uda la verdad de la existencia de solamente setenta y dos lenguas deri,·adas de la
confusión de lenguas que relata el libro de Génesis, sino que propone, apoyándose en la novedosa
e,·idencia americana, la necesidad de aceptar la teoría de la poligénesis lingüística para poder
explicar esta variedad" ("La colonización española" 8).
176
(las lenguas vulgares). Aunque a comienzos del Renacimiento las lenguas vulgares
se dio lentamente, de modo que al imponer el Imperio español su lengua sobre sus
colonias, lo hizo no solo a través del castellano sino también a través del lat ín 11 0 •
de las lenguas, y que es probablemente menos e\idente que el anterior. Se trata del
ad,·eni miento - hacia finales del siglo XV- de una filosofía del lenguaje que
otorgaba especial autoridad a la lengua escrita (M ignolo, The Darker Side 29-
52) 111 • Según afirm a Mignolo, la escritura era entendida como resultado de una
evolución que culminaba con la escritura alfabética, considerada uno de los más
que no tuviera la forma del codex manuscrito o del libro impreso (por ejemplo,
fuera de las posibilidades corno una actividad del pasado remoto" (Mignolo, "La
colonización" 202) . El libro es, por antonomasia, la forma que adquiere la escritura
110
En la emblemática escuela de Santa Cruz de Tlatelolco, fundada por los francisca nos en 1535 para
educar a la élite indígena , se impartía u na educación comparable a la que impartían los franciscanos
e n Europa , de modo que las disciplinas fundame ntales eran el latín, la teología, la retórica , la lógica
y la filosofía. El español, por tanto, no se enseñaba, al menos no de manera oficial y, como señala
Dll\·erger , aquello que no se enseñaba en latín se impartía directa mente en náhu atl (Duve rger 176-
180).
11 1Aunque Mignolo describe aquí particularmente la ideología lingüística que imperó en España
hacia finales del siglo XV, podemos decir con Louis-Jea n CalYet que el argum ento de la inferioridad
d e la le ngua colonizada basado en la carencia d e escritura se repite e n otros contextos y épocas. En
efecto, Cah·et proporciona elocuentes ejemplos que se extienden hasta el siglo XX en el contexto del
colonial is mo francés (143-155).
177
Cajamarca entre el padre Vicente Valverde y el Inca Atahualpa, que escenifica el
conflicto entre la cultura oral y escrita. Se trata del momento en el que ValYerde
sagrado, el que Atahualpa lanza al suelo. Para Cornejo Polar, el libro que le entrega
Valverde al Inca no era solo un texto, sino más que nada un objeto de acatamiento
y adoración, es decir, un objeto sagrado. De est a forma, concluye que "la escritura
horizonte del orden y la autoridad, casi como si su único significado posible fuera el
Poder. El libro en concreto, como queda dicho, es mucho más fetiche que texto y
mucho más gesto de dominio que acto de lenguaje" (Esc ribir en el aire 41) 112 •
las lenguas derivada del mito de Babel y la valo ración de la escritura alfabética tm·o
(Sánchez-Albornoz 51). Por lo tanto, las lenguas de los indios americanos fueron
lenguas clásicas y también que el español, pero conduj eron al mismo tiempo a la
112 La asociación entre la escritura ~~ el ejercicio del poder ya había sido señalada por Ma rtín
Lienhard, quien destaca que el documento o capitulación a traYés de la cual se toma posesión de la
tierra no constata esta toma de posesión, sino que la pe!forma - utilizando el térm ino de J .L. Austin.
Para Lienh ard, la capacidad prefo nna tiYa d e la escritura está afianzada, fina lmente, e n la
concepción ctnocentrista del Yalor universal de las Sagradas Escrituras judea-cristianas.
11 :l El trabajo de proporcionar escritura a las le nguas americanas y confeccionar sus gramáticas
tam bié n reflej ó el colonialismo lingüístico, puesto que estuYo guiado por el modelo del alfabeto !'
gramática latinos, de modo que, por ejemplo, las lenguas ame rindias se describían señalando de qué
178
las sociedades indígenas contaban con formas de notación o de representación
gráfica de la lengua, estos sistemas (los quipus andinos, los glifos mesoamericanos)
incluso señala que la imposición que más extrañeza causó entre los indígenas fue
Es necesario anotar, por otro lado, que las consecuencias del descrédito de
las lenguas amerindias rebasan el ámbito puramente lingüístico hasta alcanzar casi
buen ejemplo con la obra de Bernardo de Alderete, quien publicó Del o rigen y
ella, además de recalcar la filiación directa del cast ellano con el latín, destaca la
tener "policía" (Mignolo, The Darker Side 29-37). Esta asociación entre la carencia
Sa lute, que data de 1588 . El jesuita explica las diferencias entre distintos tipos de
bárbaros y agrega que cada uno de estos tipos - que se reducen a tres- requiere de
carecía n con respecto a las letras del alfabeto latino (Mignolo, The Darke r S ide 45-52.) o a los casos
d e esa lengua (Cánovas 46-47).
1 14 Lienhard a rgu menta que "desde la Edad Media , con el prestigio creciente de la escritura y el
d esarrollo de un verdadero '·fetichis mo de la escritura ··, el testimonio oral deja de tene r valor" (La
, -oz y s u huella, 31). Esto conduj o finalmente a la s upla ntación de la cultura oral de los indios
americanos por la cultura gráfica europea, aunque -agrega Lienhard- sin que los nativos tu,·iesen
acceso a esta última.
179
un tratami ento distinto para su eYangeli zación. El primer tipo corresponde a los
bárbaros que están más cerca de los ci,i lizados, como asiáticos y orientales, y son
género humano. Estos son ante todo los que tienen régimen est able de
capacidad de tener organización política y por tanto, "policía". Para Acost a, ambas
Acosta los describe como faltos de escritura puesto que no considera otra escritura
que la alfabética; con todo, rescata que los bárbaros que se encuentran en un estado
"suplieron (parece casi increíble) la falta de escritura con tal derroche de ingenio
Au nque Ma1tin Lienha rd señala que ··el as pecto , ·isual de la escritura mesoamericana (s ignos
11.'i
gráficos dispuestos según diferentes patrones geomé tricos), su ·puesta en esce na' más corriente
Oibros-b iombos de pa pel amate), la colocación de estos 'libros· e n 'bibliotecas', pa recen aproxima r
las cultu ras gráfica mesoamericana a la eu ropea,. (La voz y su huella 43) ~· a unque efectiYa mente
algunos euro peos describieron estos regis tros gráficos como libros, podemos su poner co n cierta
prop iedad que Acosta está pensando aq uí en un libro occidental. Con res pecto a esto, Mig nolo
afi rma q ue "au nque ta nto los historiadores como los misioneros reconocieron que los a me rind ios
tenía n ma ne ras de conservar el pasado (tanto en forma oral como en sus pictografías), no llegaron a
d arles un ,·alor equiYale nte al de la historiografia e uro p ea ~· pen insular del siglo XVI." (Mignolo, .. La
colon ización., 19 7) .
180
que guardan memona de sus historias, ritos y leyes y, lo que es más, de la
t rayectoria de los tiempos y del recuento de los números con unos stgnos Y
memoriales por ellos im·entados, que llaman quipos, de suerte que a menudo los
nuestros, con todas sus escrituras, se rinden a su pericia". Incluso llega a exaltar la
nuestra escritura da a los matemáticos más seguridad que a estos hombres esos
signos suyos. Y es de todo punto sorprendente Yer con qué fidelidad guardan
memoria aún de las cosas más menudas durante muchísimo tiempo con a~11da de
tener historia o incluso poder narrar de manera coherente sin la ayuda de una
116
La clasificación que hace José de Acosta de los distintos tipos de bárbaros -cuyo fin es
desa rticular la asociación entre los indios americanos~· los bárbaros que, según Aristóteles, estaban
desti nados a ser s ie rvos naturales- tiene su antecedente en la Apologética historia suma r·ia (1559)
de Ba rtolomé de las Casas. En esta obra , las Casas propone una clasificación algo d istinta, hacie ndo
una prime ra gran di,isión entre los bá rbaros simpliciter, que so n los bárbaros propiame nte ta l es~
que corres ponden al tercer grupo de bárba ros al que hace referencia Acosta. Los otros bárba ros -
entre los que se encontrarían los indíge nas america nos- son, para las Casas, secundum quid es
decir, carecen de alguna cualidad para no ser bárbaros (como las letras o la fe cristiana) pe ro "en lo
demás pued en ser sabios y polidos y carecer d e ferocidad, extrañez ~- as pereza'' (Obras completas
1577). Sea cual fuere la clasificación, la escritura alfa bética es en ambos casos u n eleme nto cm cial en
el momento de reconocer a una nación bárbara, ya que hay algunos bá rbaros que s i no fu era por su
ca rencia de letras podrían llamarse ci,ilizados.
L8 1
combinación de palabras y cosas y - por otro- que no se podía tener
poner en forma coherente los relatos que, según algunos de ellos, los
colonización" 197).
"concepción del hablar bien que no se concebía sin la preceptiva escrita, que tenía
No podemos dejar de señalar que más allá de ciertas coincidencias con respecto
las lenguas europeas sobre las indígenas, pueden reconocerse diversas posturas
frente a la calidad del lenguaje de los amerindios. Wolfgang Reinhard distingue dos
posturas básicas para enfre ntarse a las lenguas nativas: Una supone un
problemas de comuni cación puesto que las lenguas europeas serían parecidas a las
también aquí hay diferencias entre las posturas más benévolas y las más estrictas,
según las cuales la lenguas amerindias serían similares a las europeas, pero en un
182
iso morfismo y supondría más bien que los bárbaros americanos hablan un lenguaje
2. Lengua y colonización
relación entre el idioma colonizador y las lenguas nativas se \ÍO afectada por la
colonización. En este sentido, es necesa rio hacer refere ncia al conocido prólogo de
Nebrija argumenta que "la lengua fue co mpañera del imperio" y agrega -
"después que Yuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros y
de recebir las laies quel vencedor pone al ve ncido, y con ellas nu estra lengua,
entonces, por esta mi arte, podrían ,·enir en co nocimiento della" (11) 11 7. Las citadas
justifica la empresa colonial. Louis-Jean Calvet acuña el t érmino glotofa gia para
"la t eori zación del dnculo con el otro, con el diferente, pasa por su digestió n : pues
el otro no es ni puede ser más que un est adi o antiguo de nuestra propia hist oria,
más que una forma inacabada de nuestra propia perfección" de modo que "las
le nguas de los otros (pero detrás de las lenguas se tienen las culturas, las
es parte de un discurso colonial más amplio: "el discurso colonial sobre la lengua
no sólo es racista, o despreciativo: ést as sólo son sus m anifestaciones más ligeras.
Es - ante todo y más profundam ente- fun cional, po r compl et o orientado hacia un
153). Est a política incluye la impos ición política y económica, que es inte rpret ada
lingüísti co.
184
24). La idea de unificar el imperio a través de la lengua co ntaba con múltiples
también coexistía con idiomas de raíz distinta, como el árabe y el vasco. Sánchez-
Albornoz explica este hecho señalando que "la mentalidad de la época admitía sin
estable, puesto que la Corona aplicó estrategias distintas según el lugar y la lengua
su actitud hacia ellas, lo que explica los vaivenes que pueden encontrarse en las
general, sino que estaba ligada a caract erísticas particulares de la empresa que
us Co mo hemos señalado, la política de la Corona no fue decidida y pasó por diferentes etapas . Ana
Gimcno reconoce al respecto tres grandes momentos: e n los primeros años de la co nquista se
intentó imponer el español como instrumento de e,·angclización y ci,ilización de los natiYos . No
obstante, hacia mediados del siglo XVI, los pobres resultados de esta estrategia y la dificultad de
alfa betizar a una población enorme llevaron a privil egiar la CYangelización en las lenguas nativas.
Con el tiempo, este método también comenzó a mostrar sus falencias , ya que se consideraba que las
lenguas indígenas no poseían las palabras para significar conceptos fundamentales del cristia nismo:
"~·a en 1550 se decía en una cédula que la explicación de los misterios ele la fe, con propiedad , en la
le ngua de los indios, no era posible s in cometer grandes disonancias e imperfecciones" (Gimeno
20 5) . El temor a la idolatría llevó a que desde final es del s. XVI en adelante se insistiera en la
enseña nza del español. No obstante, es necesario señalar que Felipe II nunca aprobó la prohibición
de utilizar las lenguas nativas, sino que señaló con prudencia que se intentara e nsei'iar el espa ñol a
todo indígena que estuviese dispuesto a hace rlo, como quedó consignado en la cédula del 20 de
j unio de 1596. La política de castellanización se recrudece con los años, y ya e ntrado en el siglo
A'VI II, Ca rlos III emite una cédula en la que se ordena la e nseñanza del castellano "a fin de
conseguir que se destie rre n los diferentes idiomas que se usan en aquellos dominios y sólo se hable
el castella no" (Zavala 26).
185
insistió en propagar el castellan o en la Ind ias fue religioso, pues el idioma debía
Imponer la lengua del conquistador a los nativos del Nuevo Mundo, que se
parte de la legislación indiana 1 20 • Sin embargo, los deseos, que pueden estar
entre los nativos fue ardua, lenta y muchas veces ineficaz, de modo que los
lenguas nativas sino que, en un pri mer paso, su simplificación 121 . Solo a comienzos
") Jua n Lopc Blanch destaca también las razo nes políticas de esta decisión, a rgumenta ndo q ue
1
"para el poder ciYil, la castella nización era prefe rible, por cuanto que por medio de ella podría
alcanza rse la unidad indispensable para la estabilidad del imperio. Se trataba de seguir~· a u n de
completa r los pasos dados por Roma e n la a ntigüed ad a los ancho y a lo la rgo de m u~· extensos
te rrito rios, pa ra alcanza r la unidad política - una sola coro na-, la unidad religiosa - una sola fe- y la
un idad lingüística- por toda la extensión imperial'· ( q). Con todo, es de su po ner que la m is ió n
e\·a ngelizadora le imprimió especial urgencia a la ta rea de la castella nización, es pecialme nte s i se
toma en cuenta que esta no fue una política q ue la Corona a plica ra en todo su imperio.
1 ~ 0 En Poder y lenguaje desde el siglo XVI , SilYio za,·ala ofrece un recorrido por las diYe rsas J c~·es
pro mulgadas po r la Corona respecto a la política lingüística y cita las dis posic io nes que
constituyero n sus principales hitos. Por otra pa rte, Walte r Mignolo tam bién resu me muy bien en su
artículo "Teorías renacentistas de la escritura y la colonización de las lenguas na tivas·· las
principales leyes que se promulgaron al res pecto :v· concl uye señalando la disconti nuidad entre las
ambiciones de la Corona y las necesidades practicas de los misioneros: '·podemos re\i sa r y lee r las
Leyes d e Ind ias, desde la creación del Consejo de Indias (15:l4) hasta el siglo XVIII y nota remos, con
más o me nos é nfasis, con más o menos concesiones a la política de los frail es me nd icantes, q ue el
le ma '·la lengua, compañera del imperio" se ma nifiesta en el esfue rzo de la Corona por castellaniza r
a los amcrindios que muchas w ces choca - por u n lado- con la política de la e\·angelización ~· -por
otro- con la política de la enseñanza supe rior de huma nidades en las un i,·ersidades y en los colegios
jesuitas ·· (188).
121 Bruce Man nheim est udia el caso del quechua cuzque ño, el que fue simplificado luego del Concilio
ProYincial en Lima (1583) con el fi n de pod e r ser utilizado también fu era de Cuzco. Es to !leYÓ,
finalme nte, a reducir el rico mosa ico de lenguas que había en la zona Andina a un único id ioma más
s i mpl e ~· ma nejable que sólo diera cuenta de la oposición entre el español ~· la lengua na tiva (90-91 ).
Ta mbié n señala Gimeno que la teoría de la "le ngua genera r · -que consistía en el intento de reducir la
e norme , ·a riedad de lenguas amerind ias a una sola pa ra facilita r su apre ndizaj e por parte de los
186
del siglo XIX hubo una importante masificación de la ensenanza del español
3· Lengua y evangelización
esta lengua era posible transmitir los misterios de la fe y, además, civilizar a los
indígena llevó a los misioneros a pensar en e\·angelizar haciendo uso de las lenguas
nativas. En efecto, a pesar del interés de la Corona por difundir la lengua caste11ana
indios t erminaron por utilizar las lenguas originarias como medio de conversión:
"because it was contrary to the teaching goals implemented by the Mendicant friars
and the jesuit orders during the colonial period, the Hispanicizing of the
Amerindian remained at the level of edicts, royal orders and laws" (Mignolo, The
a una política liberal en relación con las lenguas amerindias, aunque esto no
doctrineros- tuvo considerable aceptación durante el siglo XVI y contó entre sus defensores al Padre
Bias Valera y a J osé de Acosta.
187
lenguas indígenas obedecía al deseo de convertir a la población nativa con mayor
misioneros abogaban por el uso de las lenguas amerindias mientras que la Corona,
relación con América. En el Primer Concilio (1551), se reco mendó el uso del
manera más clara en la necesidad de que a los indios se les predique en su propia
lengua 122 y no hace refe rencia solo al uso del quechua, sino del uso de la lengua
(Á\ila 341-344) 1 2 3 . Por otra parte, la evangelización de los indígenas a través de las
12 2La preocupación por encontrar sacerdotes qu e s upie ran la leng ua de los indios fue m a nifiesta
d ura nte el siglo X\11 y la primer a mitad d el XVII. Debido a la falta de sacerdo tes que hablaran
lenguas nativas, los obispos decidier on o rdena r sacerdotes m estizos e ilegítimos, lo q ue estaba
pro hibido por los concilios limenses y por las leyes reales (ÁYila 3 49) .
123 Ana Gimeno señala la impotta ncia que tuYO el temo r a la idola tría y la neces idad de mantener
ciert a o rtodoxia religiosa en el progresivo inte rés en dar prioridad a la enseña nza de la lengua
es pañola , de m odo que la actitud "de respeto e inter és po r las lenguas indígenas Ya a ser sustituida
por criterios como los que sustentaba n la céd ula de Madrid del 16 de enero de 1590, en la qu e el Rey
dice al Consejo lo mucho que importa "que todos los indios sepan la lengua cas tellana ... para qu e se
les quiten las ocasiones de idolat ría y otros ú cios y cosas en q ue se d istraen por medio de s u
leng ua "" (207). A esta razón de o rden religiosa para impulsar el uso del español e ntre la población
indígena , Rod olfo Oroz agrega un moti,·o político relac ionado co n el hecho de que el
188
lenguas nativas no fue tan fácil ni efectiYa como se había pensado. Los indios
vohían muchas veces a sus antiguas creencias una vez bautizados, de modo que se
pensó que el castellano podría ser un mejor medio no solo de evangelización, sino
que de civilización. Aunque no exigió la imposición total del castellano, cosa que
por lo demás era impracticable, en 1596 el rey Felipe II instruyó que se intentara
que más difícilmente se aparejaba con la mantención de las lenguas indígenas pero,
al mismo tiempo, la que finalm ente impulsó la descripción de estas lenguas, así
verbal. Rolf Foerster destaca que los jesuitas en Chile fueron eficaces en la
adoctrinamie nto en las lenguas indígenas resultaba en privilegios para los hablantes d e esas
lenguas, a saber, mestizos y criollos, ya qu e "el cle ro mestizo y criollo tendría s iempre una no toria
Yentaj a sobre el español, por dominar mejor la lengua nath·a, mientras la población consen ·ara su
propio idioma. Pues, en tales condiciones - se argumentaba-, estos elementos serían preferidos por
la tarea de d octrina r y educar espiritualme nte a los in dios, y , por consiguiente, se llevarían el m ayor
núm ero de curatos con el goce económico inhere nte a estos ca rgos" (27).
12 -1 La política española fue bastante tolerante hasta el s iglo XVIII, cuando Ferna ndo VI -en una
cédula del 5 de junio de 1754- dispone que no se eYangelice en lenguas indígenas; más ta rde, en
1770, Carlos II dis pone que se destierren las lenguas indígenas y se hable solo el castellano (Á,ila
356-357).
12 5 Si, por una parte, uno de los argumentos más contundentes para imponer defin itivamente el
castella no a la población indígena fue que las lenguas natiYas no podían significa r conceptos
católicos y que pe rpetuaban las idolatrías, por otra pa 1t e fueron los misioneros quie nes muchas
Yeces defe ndieron y rescataron estos mismos idiomas . Christian Du,·erger rescata la enorme labor
realizada al respecto por los franciscanos, entre las que se destaca la composición de , ·a rias
gramáticas y Yocabularios de la lengua náhuatl -el Vocabula rio (1547) de Andrés de Ol mos, el
Vocabulario en leng ua castellana y mexicana (1571) de Alo nso de Malina, el Arte de la leng ua de
M ichoacán (1558) de Matutino Gilberto- así com o también la recopilación de los ueuetlatolli, los
discursos de los ancianos por parte del ya nomb rado Alonso de Olmos y por Be rna rdino de
Sahagún. La descripción que hace este último del ná huatl ilustra muy bie n el entusias mo con el que
algunos d efendieron las cualidades de las lenguas nativas. En su Historia general de las Cosas de
Nueva Espai'ia, Sahagún reproduce discursos y diálogos indígenas, los que describe señalando que
'·usan de muy hermosas metáforas y maneras de ha bla r'' (299) o "tiene mara, ·illoso lenguaje y muy
delicadas metáforas y admirables avisos" (322).
189
significado. Foerster señala que la valoración del proceso evangelizador debe
hacerse desde la perspectiva del ex opere operato, desde la cual la eficacia del rito,
cuyo significado depende de las tradiciones de las partes, se impone por sobre la
utilización de la cruz como símbolo así como en la importancia que le daban los
indígenas. Los jesuitas no censuraron los significados diYergentes que podían tener
estas prácticas para los mapuches, puesto que "para los jesuitas lo importante era
que los agregados mapuches aceptaran el rito; establecido éste, vendría un segundo
debe evaluarse en relación con la ideología de la lengua que hemos expuesto y con
mapuche est á representada, por una parte, en los diálogos que tiene el cautivo con
190
los caciques y que se realizan en lengua mapuche, los que aparecen traducidos ~-
transcritos en el Cautiverio. Por otra parte, el idioma natiYo está presente a tra,·és
importante de una cultura, el lenguaj e; también dice relación con el desafío que
representadas con la propia lengua, de modo que se hace necesario pedir prestados
ciertos t érminos de la lengua local; por último, y tal \·ez lo más impmtante, habla
en el Cautiverio f eliz no son excepcionales, sino que forman parte de los numerosos
consist encia al alegato personal" (Lienhard, "El cauti,·erio colonial" 58). Para
'" 6 Muchos de estos t estimonios se encuentran en juicios o informes legales en los que los indígenas
funcionan como testigos (Lienhard, "El cauti,·erio colonial" s8), mientras que algunos poco se
hallan en crónicas o cartas. Estas declaraciones, según Lienhard. pueden defender una causa s in
relación con la colectividad indígena; en otros casos, defi enden una causa indígena o son producto
de una cooperación entre indígenas y un grupo letrado externo (67) .
191
primera sufre modificaciones al fijarse gráficamente 127: "el discurso oral indígena
indígena) hacia el público elitista de los letrados" (La voz y su huella 69). Además,
los únicos testimonios que se reproducen serían los que pueden ayudar a la
letrada occidental.
circunst ancias debido a que debe so meterse a ciertas reglas y a la censura, ello no
impide siempre que estos testimonios reflejen, al menos parcialmente, una visión
La capacidad de estos textos de evocar el malestar del que habla Lienhard est á
direct amente relacionada con el hecho de que casi ninguno de los textos que
' 2 - Ma rtin Lienhard señala los procesos más importantes en esta reducción: fijación de una
actualización efím era del lenguaje oral, adaptación de normas gramaticales que pertenecen al
lenguaje escrit o, transformación del sistema poético del lenguaje oral (ritmo, imágenes), imposición
de una lógica occidental (Lienhard, "El ca utiw rio colonial'' 56) .
192
ocurrió con el Cautiverio f eliz128 . El Ca utiverio feliz es, precisamente, una de estas
obras que, aunque utiliza el discurso indígena en pos de un programa propio, deja
entrever el conflicto que supone la imposición del poder colonial sobre la población
parte crucial de él. Veamos en qué sentido: una ,·ez que Pineda y Bascuñán cae
tentado por los bailes deshonestos, por el alcohol y por las mujeres que se le
ofrece n; este es el preá mbulo a otro elemento que se repite: la conversación con un
algún hecho crucial de la relación entre españoles y mapuches. Sucede así con la
maltratos que él sufrió en manos de los españoles. El esquema se repite con los
reproducción de diversos discursos indígenas . Sin emba rgo, el género ép ico pod ía pe rmitirse este
ti po de recurso puesto que no se pe rcibía a menazador, a d iferencia de las descripciones ~·
testimo nios contenidos en los textos de gé ne ro histórico, ~·a que e n la épica los pe rso najes e ra n
caracte rizados según un modelo estricto y limitado (Adorno, '" Ame rindia ns in colonial Spa nish
Amcrica·· 4 -8).
'"<J Ca rmen de Mora fue quien primero lla mó la a tención sobre este aspecto del Cautiverio f eliz en su
artículo ··El esta tuto del exemplum en el Cautiverio fe liz'', al señalar que no hay e n la obra de Pineda
y Bascuñá n una verdadera progresión, sino más bien una repetición de una mis ma fórmula con
ligeras Ya ria ntes. Los eleme ntos de esta fórmula sería n, según la autora, los sigu ien tes: esta ncia
temporal en casa de un cacique, Núñez d e Pineda es agasajado e n una fiesta, descripciones y
comenta rios de las costumbres de los indios, d iálogo con el cacique e n que éste de nun cia la
actuación de los españoles, Núñez d e Pineda ,·ence las tentaciones que le brinda n las muchachas
indígenas y hace ostentación de castidad, curaciones del alma (adoctrinador) ~· del cue rpo
(cura ndero). Curiosa me nte, esta acett ada obsctYación da pie a un corolario muc ho más d iscutible
ace rca del género de la ob ra: '" la reiteración de una misma fórmula na rrati,·a y la prese ncia cas i nula
de la intriga me lleYa n a la conclusión de que esta mos a nte un tex1:o que se e ncue ntra e n un p unto
equidista nte e ntre el exempl um y la ' novel la ' ~·. e n ú ltimo té rmino, más próximo del p rime ro que
de la segunda" (17).
L93
testimonios más cruciales: El relato de Ancanamón acerca de la muerte de los
para los mapuches, mientras que para el prisionero es a la vez un ambi ente de
constante negociación con el indígena, ya qu e los ,-alares del caut ivo se encuentran
amenazados por las t entaciones, que son principalmente la bebida, el baile y las
muj eres. En relación con los primeros dos elementos, el cautivo cede poco a poco a
la presión de los mapuches a participar en las fiestas hasta llegar a afirmar que,
junto a los caciques, había "entret enido la noche con dar vueltas en el baile y
sopaipillas con mucha miel de abejas y otros regalos" Css6). La generosidad con
que los mapuches agasajan al cautivo es recompensada con el esfuerzo de este por
que después de participar en las fiestas manifi est a sus aprensiones con respecto a
da paso a estas invocaciones a Dios para lograr este propósito, mientras que, de
L94
La fiest a es, en suma: una instancia en donde el cautivo tal vez no cede al
pecaminoso de la fi est a. Ese es, pues, el cont exto en el que los caciques entregan su
sentido de las probanzas o ~estimonios judiciales que están limit ados por las
preguntas del interrogador, las que se restringen a indagar acerca de un hecho m u~·
pu ntual en relación con los intereses hispanos. En el Cautiverio feliz, en cam bio,
son los caciques quienes invitan al cauti,·o a conversar y los testimonios surgen de
Las fi est as, seguidas del testimonio indígena dan paso al elemento final que es
part e del ciclo que el prisionero repite durante todo <>u cautiverio: se t rata de la
reflexión que haee el narrador acerca de los problemas que aquejan a Chile y que
cacique, punto de pa1tida para las ponderaciones y críticas del autor. La larga
partida para las declaraciones políticas más abiertas del autor acerca de la
fund ados no solo en sus com'icciones personales sino que en la experiencia del
cacique, quien denuncia los malo::- trntos recibidos por parte de los españoles. Es
así como el texto no está anclac1o tant o en la experiencia del autor como en la
195
construye todo el argumento acerca de los problemas del Reino de Chile es el
positi\·os de la lenguas bárbaras, no puede dejar de señalar que "la lengua de los
atrás del griego y del latín en riqueza de Yocabulario, Yariado y difícil de aprender;
reducirse a muy pocas reglas" (De Procuranda JI 73) 13°. La sencillez y pobreza de
13°Vale la pe na reprod ucir las siguientes palabras de Acosta, en las que argume nta sobre la pobreza
del ,·ocabulario de las le nguas natiYas: "Como bárbaros que son, al igual que carecía n casi s iempre
del conocimiento de las cosas espirituales ~· filosóficas, es asimis mo gra ndísima su pe nuria de
palabras indias . Pero el uso ha introducido , ·oces españolas e n el idioma de los indios. Es el caso de
caballo, buey, , ·ino, t1igo, aceite y otras cosas que no conocían: recibieron de los españoles estas
cosas, pero tambié n s us nombres; a cambio de las cuales también nosotros intercambiamos otras
clases de animales o frutos que eran desconocidos para Europa. Así pienso que no h a~· que
preocuparse demasiado de s i los Yocablos fe , cruz, ángel 'irginidad, matrim o nio~· otros muchos no
se pueden traducir bien y con propiedad al idioma d e los indios. Podrían tomarse del castellano y
apropiárselas, en riqueciendo la lengua con s u uso" (De Procul'anda II 75). Es muy cu rioso que
196
YOcabulario se une a la negatiya opi nión acerca de las cualidades fon éticas de la
lengua, pues señala que la pronunciación "es ciertamente bárbara en gran parte"
(De Procuranda JI 73) y que los indios "más que hablar producen muchas Yeces
bellos. Pineda y Bascuñán califica a los oradores mapuches como discretos (912) o
cuerdos y maduros (911) y destaca el efecto que tienen los elaborados discursos
estilo, sólido, masiso y graYe, que con sus \'aron iles ,·oces y maduros años t enían los
oyentes suspensos los sentidos y potencias, y fijos los ojos en sus palabras y blancas
efecto sob re los auditores. Pineda y Bascuñán describe incluso con algo de ironía la
causa era aplaudido del co mún concurso; éste parló más de media hora
con bisarra energía y buen desgarro, aunque con palab ras tan obscuras
Acosta -gene ralmente muy prudente y amigo del sentido común- afirme la escasez de ,·ocabula rio
aú n cua ndo él mismo reconoce que las palabras que se ha n introducido del castellano corresponden
a .. cosas que no conocían., y que el castella no tambié n ha adoptado palabras nati,·as. Pareciera que
aquí predomina la ideología del colonizador la cual, como señala Louis-J ean CalYc t, inte rpreta el
présta mo como prueba de debilidad de las lenguas dominadas (Cah·et 152). En este mis mo sentido
puede inte rpreta rse el comentario de Fra ncisco Ce1Ya ntes de Salaza r, quien señala que las muje res
es pañolas hablan la lengua mexicana mejor que los mis mo indios y agrega que .. ha mostrado la
ex pe riencia que el castellano habla las le nguas de todas las nacio nes no menos bien que ellas cuando
las deprenden, y todas las otras naciones ja más con entera propiedad y limpieza ha bla n la
castellana" (130 ).
197
y encrespadas, que fu eron muy pocas las que pude dar a la memoria:
La supuesta simplicidad del lenguaj e de los natiYos se reemplaza aquí por una
excesiva elaboración de las formas, de modo que el lenguaje mapuche puede tener
las mismas Yirtudes - y también los defectos- del castellano. Aunque la actitud de
lenguas natiYas- y aunque se trata de una ,·aloración desde los propios cá nones
culturales, la postura del criollo chileno es elogiable por cuanto pondera la lengua
de un pueblo considerado violento y sin suj eción alguna, y que carece de todo
arte, puesto que el narrado compone en dos ocasiones poemas en esta lengua. Los
poemas tienen una ubicación significatiYa, puesto que uno de ellos está ubicado al
nombre de la hija de este para expresar el pesar que le causaba a la joYen mujer la
198
mapuche le es devuelta al final del cautiverio, gesto de reciprocidad con el que se
cierra la est adía de Pineda y Bascuñán entre los bárbaros 13 1• Este segundo poema
presenta traducido al español. El cautivo deja muy en claro que el arte con que está
compuesto proviene del original y recalca que los mapuches co mponen versos con
las mismas caract erísticas que los españoles: "para que se reconosca que sus
adelante la letra que cantaban, con división de sílabas, con sus sinalefas" (892).
Luego agrega: "Esto cantaban, con sus repeticiones y pausas, al son de sus
antecedentes versos" (892). A pesar del e\idente eurocentrismo con que Pineda y
puede concebir otras form as de expresión artística que las impuestas po r la cultura
Pineda y Bascuñán conoce los prej uicios que se ciernen sobre la lengua de los
indios y hace un esfuerzo por demost rar que no solo él puede componer versos con
est a lengua sino que los mismos mapuches lo hacen con toda naturalidad.
Ab-cu-du-am -in-e-ma
3 Cabe destaca r en este punto que el texto está construido sobre una serie de actos recíprocos que
1 1
determinan la relació n ent re el cautivo y los indígenas: es tán primero las recíprocas promesas que
se hacen el cautivo y Maulicá n, las que son cumplidas con entera lealtad; el interca mbio de
,·estimcntas y de otros regalos, como los poemas que se mencionan aquí y bienes o alimentos que le
son ofrecidos al cautivo y que él devuelve a tra,·és de presentes que entrega a los mapuches tras su
liberación.
199
amo-tua-lu-ga-tu-pi-chial-va- ro-e-mi
eh a -li-tu -a -ei-mi-a
que se encuentran intercaladas a lo largo del texto, puede señalar que el autor está
pensando en la posibilidad de que algún lector del texto sea también bilingüe 132 ,
como lo dice explícitamente: "vuelYo a ponerlos en lenguaje co rriente para que los
lenguarases criollos que la entienden más bien comprendan y penetren el sent ido
Bascuñán señala que transcribe el poema en mapuche para que "más bien
supone que puede haber lectores que lo entiendan, sino porque intuye que el
idioma colonizador.
3 Los criollos era n por lo general - en menor o mayor grado- bilingües, puesto que entraban
1 2
tempra namente en contacto con la población indígena. Es el caso de Pineda y Bascuí1án, quien
ap unta claramente que "moderada mente lo común y ordinario de su lenguaj e le ente ndía" (266).
Lie nh ard destaca que el contacto con las lenguas natiYas cond ujo a u na "indigenización'' del
lenguaje criollo (La voz y su huella 137), aunque ell o ocurrió en un contexto de diglosia, puesto que
el español s iemp re tuvo un prest igio mucho mayo r a cualquie r lengua nativa.
t:l:l Esto no invalida a los demás dest inatarios del texto, como las a utoridades centrales españolas;
todo lo contrario, el interés de este pasaje radica en que Pineda ~~ Bascuñán, aun cuando escribe su
obra para ser escuchado por el pode r metropolita no, in troduce subrepticiamente a otro des tina ta rio,
e n cierta medida contrario al primero: el criollo.
200
discurso, parte de las cuales se aco mpaña de una explicación o traducción. Estas
término indígena, sino que \Uel\'en a repetirse cada ,·ez que se introduce el ,·ocablo.
De este modo, vemos que el autor elige dejar a la \ista un dobl e sistema de
Ninguno de los dos términos puede ser reducido al otro y, a riesgo de repetir una y
otra yez las mismas explicaciones, el autor elige la mayoría de la Yeces mantener
Por último, cabe destacar que no hay dife rencia entre el lenguaje del na rrador
que también la intención con el que estas se utilizan. Para Calvet, el efecto de la
que las palabras mapuches aparece n tanto en las transcripciones traducidas de los
diferencia que se establece es otra : las palabras mapuches son utilizadas para
En este punto es de especial inte rés la compa ració n con, por ejemplo, el Arauco dom ado de
' :ll
Pedro de Oña, e n el que también aparece una Ya ried ad de palabras indígenas . No obstante, Rolena
Adorno esclarece q ue la intención con la que estas apa recen en el text o es la de mantener un grado
de Ye rosim ilitud, y cita las palabras introd uctorias de Oña, que d estaca que "\·an mezclados algunos
términos Indios, no por cometer barba rismo, sino porq ue. s ie ndo tan propia clellos la ma teria, me
pa reció congruencia que en este ta mbié n le corre pe ndiese la forma., ("Amerindia ns in Colonial
Spa nis h America" 5). Los términos bá rbaros se utiliza n por ser la "materia" ta mbié n bárba ra, de
modo que la asociación se establece entre el le nguaj e y el objeto de representació n, deja ndo fue ra al
na rrador. El caso de Pineda y Bascuñá n es d istinto, puesto que irru mpe él m is mo como na rrador en
esta ecuación, relacionando el uso del lenguaj e no sólo con el objeto de re presentación s ino la mbién
con el hecho de ser él mis mo un criollo bilingüe.
201
caracterizar el espacio cultural común a los criollos y a los indígenas, espacio que se
claro en el español sino también palabras que son fácilmente reemplazables por el
término hispano, tales como vochum (hijo); cha u (padre); quempo (yerno)
malguén (mosa, dama) culenes (albahaquillas del campo), coleales (cañas bravas).
que reconoce que ser padre en español es distinto a ser padre en mapuche.
lenguaje del narrador dan cuenta del Yalor y las propiedades de esta lengua en el
negatiYas que se solía otorgar a los idiomas bárbaros y es utilizada por el autor pa ra
dar cuenta de una diferencia cultural. Por otra parte, el tratamiento de la lengua se
relaciona también, hasta cierto punto, con el intento por construi r un espacio
español pero a la yez intenta mantener con el término mapuche una especificidad
202
cultural ligada a un territorio en particular, con el fin de establecer una diferencia
en el idioma español -como sucede en el caso del préstamo lingüístico- sino que
señala lo que el autor cree necesario traducir, al mismo tiempo que proporciona
una interpretación de aquello. Por lo tanto, observar qué traduce o explica el autor
Las palabras indígenas que aparecen en el Cautiverio y que son explicadas por
vestimenta y adornos. Otras categorías son muy reducidas, como la referente a las
armas, al trabajo agrícola y otros términos que se definen por su función fática más
una sociabilidad determinada que Pineda y Bascuñán capta y maneja muy bien. Es
203
el caso del t érmino marimarí que se utiliza constantemente y se explica en siete
señalando que "es como si dij ésemos ' quedáos con Dios, amigos' , o ídos en paz' "
(340). Sucede lo mismo ve illicha, expresión que, según el autor, "se usa entre ellos,
qu e es como decir ' es verdad ' o ' es así ' o ' tenéis razón '" (292).
comparte con el indio y que es tan corriente que no necesita ser explicado o
definido; el interés está, por el contrario, en describir una cultura distinta, ya sea
'35 Las palabras indígenas que el autor traduce :>' que abarcan el ámbito del mu ndo natural son las
siguientes: peng us (354, 628, 469), colea/es (300, 351, 521). culenes (344), g uape (305), p irapilín
(458) :>' huaca (634 , palabra de origen quechua, que Pineda y Bascuñá n traduce como ). Tres de
estas palabras est án referidas al mundo Yegetal, una a fenómenos climáticos y dos a accidentes
geográficos.
•:l 6 Las palabras indígenas traducidas por el autor y referentes al ámbito cultural son las s iguientes :
En el ám bito de la religión, Pillán (295, 451, 355, 737), lw ecubuyes (737), ren is (737), p erimol (738),
m aches o m achis (362, 388, 453, 455, 456, 624. 737), hueyelp urún (381), huerilcán (387),
da m entum (387), hueies o hueyes (388, 455), p i/li (388 , 390), villp ep ilbue (451), machitún (485),
gñapitún (639) , Pillán a/giie (667); en el ámbito de la organización política, toqu e en el sentido de
insignia (291, 296, 330), toque en el sentido de jefe (29 1), cacique (291, 330 , palabra de origen
taíno), reg üe (291, 298 , 330, 4 12, 492, 593), utanmapos (292 , 629, 735), r·upus (292), coja u (296,
299, 374 , 330), lepum (330, 373), curaca (629 , palabra de origen quechua), ilmines (630, 837),
p uconas (632), puelches (635), ail/areguas (721); en el ámbito de la relaciones de pa rentesco ;.·
sociales, m a lg uén (428 , 525, 8 89), ilchas (589, 890), vochum o bochum (447, 535) quempo (638,
687), digueí'ies (924), chau (588), m al/enes (654 ), auca (308), cagiiín ( 381, 523), quifíelob (438,
498) . Pueden agregarse en este punto también las palabras que tienen relación con la alimentación
(mencúes (336, 531), malgüe (413, 523, 531, 655), g uám pa ros (925), tamal (886, palabra de origen
nahua), m adi (554) , callana (622), humintas (638)) y la Yestimenta ~· adornos (pun us (321, 388,
455), llancas (498), m añag ua (525, 526), topos (942)) que conforman los dos últimos grupos de
relevancia en cuanto al ámbito semántico de las palabras traducidas.
204
relaciona directamente con la familiarización del criollo con el paisaje americano,
con términos indígenas definidos sino que solo con préstamos lingüísticos, me
parece que la información que nos proporciona María Beatriz Fontanella puede
aparecen en textos del siglo XVII, entre los que se encuentra un alto porcentaje de
términos referentes a la flora y fauna, que suman más de un 40% y sobrepasan por
mucho todas las demás categorías semánticas que analiza la autora. Asimismo,
Rodolfo Oroz nos proporciona importantes datos al analizar las palabras del
,·ocabulario que aparece en la obra del Padre Luis de Valdivia, Arte y Gramática
general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile (1606), la primera obra
De ahí que apunte los nombres de animales, como pagi "león", culpeu
Agrega además que "son escasos los vocablos que se refieren a la organización
política o social así como los que se relacionan con la \i da económica" (19),
205
mientras que hay abundancia de términos que responden a la concepción del
mapuche como guerrero y bárbaro "con mucho lujo de detalles - describe Oroz- se
hallan anotados algunos términos que causan \·erdadero horror, tales como "cortar
naturaleza nos habla de que aun en el siglo XVII, la descripción y defini ción de la
nueYos territorios, sino más que nada porque la diferencia que nos presenta el
compartido más que con una naturaleza exótica. El Cautiverio feliz no solo ignora
los términos mapuche que refieren a la naturaleza y a la guerra 137 sino que otorga
de modo que contrasta en todo sentido con la elección de los términos del padre
Es notable que, au n con su fama de beligerantes y con la tradición en la represe ntació n del pueblo
I:l -
mapuche como guerrero, no haya en todo el Ca uh'verio más que un solo té rmino indígena referente
a las armas o a la guerra. Además, no deja de ser curioso que esta única palabra ni siquie ra sea de
origen map uche, sino caribe: macana (263, 298, 610). NueYamente queda al descubierto cómo
Pineda y Bascuñán intenta arrancar al mapuche de su representación tradicional al destaca r su
organización social por sobre su ferocidad.
206
en los ámbitos que hacen referencia a creencias y ritos religiosos, y en los que
abarcan la organización social y política. Por una parte, las creencias religiosas
mapuches adquieren relieve en tanto el autor hace realidad una de las tareas
mapuche- con el cautivo, quien los bautiza y discute con ellos problemas
momentos en los que el autor establece una diferencia tajante e insalvable entre los
vicios y enfermedades que sufre la sociedad hispana: los jóvenes respetan a los
primera vista encontramos, por tanto, términos mapuches que son traducidos o
materia de los párrafos que siguen, comenzando por el tratamiento a los términos
mapuches.
207
6. La traducción del orden social: desde Roma a la Araucanía
concebían inseparables: "en ellos no hay amor ni caridad," dice Vi,·ar, "mas
demás \irtudes, y corno el demonio, nuestro adYersario, tenga gran suj eción y de
ellos sea tan reYerenciado y temido" (37) . En contraste, para Núñez de Pineda la
estos \icios no eran conocidos ni por sus efectos jamás les habían visto las
segura de más llaves de lobas, ni muralla más fuerte que unas ra mas
que al abrigo de sus padres est aban recogidas; no mentían, ni los unos a
Aun para ojos bien dispuestos, como los del padre Diego de Rosales, el orden
208
(Boceara 77-78), parecía especialmente desestructurado en contraste con las
supremo, los indios chilenos, ni su natural altiuo puede sufrir sugecion alguna. Y
otro genero de prision, ni orca, ni cuchillo ... Para los delitos no ay justicia, que los
castiga" (136) . Rosales sostiene incluso que los mapuches carecen de religión ~- por
tanto, de cultura: "Son estos indios de Chile los mas barbaras de las Indias : porque
ni co nocen al verdadero Dios, ni tienen otros dioses falsos, ni ídolos, que adorar : y
inuocaciones ... Y como no han t enido noticia del verdadero Dios: assi tampoco la
han tenido de los Angeles, ni de los buenos, que nos guardan, ni de los malos, que
cayeron y nos persiguen .. .el consiguiente, no saben pena" (155) 138 . El indígena, sin
t38 Cabe señalar que Rosales contradice e n este punto a Acosta. para quien los ma puches, a l igual
que los incas, pertenecían a l segundo tipo d e bá rba ros que si bien no conocían a l Dios cristia no
tenía n un importante grado de civilización. Acosta mencio na explícita mente a los pueblos
pertenecie ntes a esta clase: ·'se trata de una clase que está muy extendida . Com pre nde e n prime r
lugar im pe rios, como fue el de los incas, y además re inos menores y principados, como son los que
tienen muchos d e los caciques, magistrados públicos creados por la propia república , como es el
caso prácticamente de los a raucanos, tucapalenses y los de más chilenos . Tod os ell os tienen ele
comú n que viven en ciudades y no andan erra n les como las fieras, ~· también que tienen juez y j efe
designados y a cada uno se les respetan sus de rechos" (6s). Con todo, la descripción que o frece
Rosa les de los mapuches se parece mucho más a la que hace Acosta del tercer grupo de bá rbaros, a
quie ne!S califica <.le "hombres salvajes, semejantes a las bestias, que apenas tienen sentimie ntos
hu manos. Sin ley, s in rey, s in pactos, sin magistrados ni régimen de gobierno fijos, ca mb iando de
do micilio de tiempo en tiempo y au n cuando lo tie ne n fijo, más se parece a una cueva de fie ras o a
establos de a nimales ·· (67). Si seguimos el argumento de Acosta , po ner a los ma puches d e ntro del
terce r grupo de bárbaros significaría que podría j us t ificarse s u escla,·itud, pues to que .. a este tipo de
bárbaros alude Aristó teles cuando escribía que se les podía cazar como a bestias ~· d oma r por la
fue rza .. (67). Si bien Rosales no desa rrolla este a rgume nto, es notable cómo otros cronistas se
apo~·an e n la descripción del pueblo mapuche como falto de dios, ley y gobierno pa ra j us lificar su
cscla, ·itud. Es el caso de Alonso González de Náje ra. para quien los map uches ·'d emás d e no quere r
reconocer a Dios, ni cuidar el alma·· ta mpoco tiene n .. cabeza para el gobierno te mpora l, ni le~·es que
los mantengan en justicia, pues se gobiernan e n todo como irracionales lle, ·ados de sólo el a petito
sens ual de s us vicios·· (250), motivo por el cual conside ra "obra justa el habe rlos dado por esclavos··
209
siquiera el acceso a prácticas idolátricas, se alejaba de la esfera de la cultura y se lo
tabula rasa, el pueblo mapuche se presenta como aquel a quien es necesario guiar
y enseñar.
corresponden a ese campo semántico y al detalle con que se explica cada uno de
como de jefe), regüe, utanmapo, rupu, cojau, lepum, curaca, ilmines, puconas,
orden político y social. En la siguiente cita podemos apreciar Yarias definicion es:
alguna consulta o cojao - que así llaman estas juntas- para refinar sus
piedra y está en manos de los casiques más principales, que llaman toqu es,
que para afijarlos con muerte de algún español, son llamados del casique o
2 10
El pasaje es de una sintaxis enreYesada y difícil, pues el argumento se pierde en las
form ando una estructura circular, ya que el significado de lepum como lugar de
modo que establecen una relación al interior de la misma cultura. Aunque Pined a~·
Bascuñán compara el mundo mapuche con la antigua Roma 139, es decir, resignifica
de un cierto orden social, ya que los diversos términos son definidos como
elementos de un sistema organizado: para cada acción, en este caso, el cojao, hay·
'~l9 Las compa raciones entre las culturas indígenas - en este caso, mapuche- y el mundo romano son
frecuent es tanto en el Ca utiverio f eliz como en las letras coloniales en general. En particul ar, la cita
que tra nscribimos arriba ,;ene precedida de un buen ejemplo de esta analogía ; Pin eda~, 13ascuñán
anota que '"Y es as í muy de notar el a mor que este indio bárbaro mostraba te ner a su pad re, que era
un 'iejo ,·enerable, cah·o ya a poder de años, toque antiguo y principal de Repocura, su tie rra , que es
más que cacique, que los jusgo como e n los tiempos pasados los senado res ro manos, que
gobe rnaba n las repúblicas y ciudades; si bien e n aquello siglos parece - según nos da a entender
cicerón- no asistía n en las ciudades ni poblaciones s ino e n sus 'illas o chacras, como estos
naturales, que se asemeja n a los a ntiguos en muchas di spos icio n es ~- ritos .. (330). Podemos obserYar
que, al establecer un paralelo entre el cacique mapuche .r el senador romano, el a utor pone
nue,·ame nte el acento sobre el hecho de que el pueblo mapuche posee una forma de organización
política y social estable, contrariame nte a lo que solía afirmarse; por otra pa rte, n 1eh·e a
manifestarse la idea (a despecho de la contrad icción etimológica) de que es posible una forma de
rida ch·ilizada fuera de la ciudad.
211
Antonio Cornejo-Polar en su artículo "Condición migrante e intertextualidad
cómo la perspectiva mestiza 14° puede desembocar en una voz monológica a través
tratamiento del término indígena que no establezca equivalencias, sino sólo una
contiguidad con el término español, de modo de que cada uno de ellos refiera a una
cuando traduce el término lepum: "a ellos solos aguardaban en el lepum -como si
dij ese ' senado '-" (373). Aquí el término lepum establece, como en la cita anterior,
dar cuenta de este mismo término es distinta: "Llemullanca había llevado gran
qo Recordemos que, para Antonio Cornejo Polar, en el uso del lenguaj e el migrante pers iste en
marcar las diferencias entre los elementos ele origen diverso, mientras que el mestizo, s i bien en un
comienzo trabaja con elementos dispares, te rmina por realizar una s íntesis . Es así como el autor
describe la política lingüística del mestizo que desemboca en una posible voz monológica : '·se trata
entonces de una doble agencia lingüística: si en la prime ra los signos perseYeran s u filiación y
funcionan con los intertextos que efectiva mente corresponde n, d ialogando contlictiYamente con
otros que no les son afines y que mantie nen su diferencia, en una segunda instancia - que en este
punto es definitoria- las dos o más series lingüísticas ingresan en un espacio más dialéctico que
dialógico y producen al menos un efecto ele conciliación armoniosa que desemboca o puede
desembocar en la configuración ele una ,·oz fo nológica" (105).
q¡ Pineda y Bascuñán traduce, por ejemplo, colea /es como '·cañas bravas·', cu/enes como
.. albahaquillas del campo", hueri/cán como ·'pecado''~· pi/li como "alma'· .
2 12
cantidad de botijas de chicha, ovejas de la tierra, de las de Castilla y vacas allepum,
que así llaman al lugar diputado para tales llamamientos y juntas de guerra, que es
un sitio distante y apartado del común concurso media legua o una, poco más o
establece sinonimia alguna con un término español, sino que describe su ubicación
ritual de este lugar, al que se lleva la chicha y los animales que forman parte de la
ceremoma.
referencias que muestra tanto su aproximación con la cultura hispánica del autor
2 13
7. La traducción de la fe: prácticas endemoniadas y creencias hermanas
religioso, que -como habíamos adelantado- es muy distinto al que reciben los
se explica su significado; ahora bien, si se lee con cuidado, la censura que se hace
para la vacilación, una zona en que las concepciones pueden fluctuar de la virtud al
error. Tornemos, por ejemplo, el vocablo machi, cuya traducción oscila entre su
traducción del término: "Con que quedé opinado en toda aquella tierra de insigne
mache, que así llaman a los médicos y curanderos" (624) . No obstante, hay otros
significados que asedian al término machi, significados que dej an entrever que sus
prácticas no son tan inocentes después de todo. Los maches son también
detalladas de los machis aluden también a los llamados hueies, los machis
homosexuales a quienes define del siguiente modo: "solo tienen por \ril y
vituperable el pecado nefando, con esta diferencia, que el que usa el oficio de varón
hueies, que en nuestro vulgar lenguaje quiere decir ' nefandos' y más propiamente
2 14
' putos', que es la Yerdadera explicación del nombre hueies; . . . acomódanse a ser
machis o curanderos, porque tienen pacto con el demonio" (388). Los machis
moral del indígena, asociada a ciertos rasgos con los que se los ha calificado pa ra
descripción de un machi:
porque andaba sin calsones, que éste era de los que tengo en otra ocación
adYertido que llaman huey es, ... traía en lugar de calsones un pu no, que es
una mantichuela que traen por debajo de la sintura para abajo, al modo de
las indias, y unas camisetas largas ensima; traía el cabello largo, siendo así
que todos los demás andan tresados; las uñas tenía tan disformes, que
una pierna, que sólo mirarle causaba horror y espanto, con que daba a
lugar, la Yestimenta escasa, ya que los hueyes solían aparecer "desnudos en cueros,
sólo con unos punus, que son unas mantichuelas que les cubren las delanteras"
(321), desnudez que, como ya lo notaba Mignolo, constituye un signo vis ible de
falta de ci,ilidad. En segundo lugar, su asociación con la muj er, pues viste "al modo
de las indias" y se deja el pelo largo, cosa que Núñez de Pineda censura de modo
2 15
enfático más adelante, precisamente porque le parece muy femenino y por tanto,
explicaciones del vocablo machi puede descubrirse que, a pesar de la censura que
curandero. Sucede lo mismo con otros términos que pertenecen a este ámbito,
como pillán , aunque en la traducción de este t érmino nos encontramos además con
otro fenómeno.
demonio" (737), y a veces se explica que "así llaman al demonio o a su dios" (295).
Aunque hay un abismo entre el demonio y el dios, podemos pensar que para Núñez
definición que sigue: "el Pillán -que quiere decir ' dios' entre ellos, o su deidad
fin gida-" (355). El dios de ellos es entonces distinto al Dios cristiano, y por lo t anto
identifica n al Pillán -ya sea dios o diablo- con lo otro, tienen sin embargo su
que apunta hacia una concepción diferente del problema. Al eYangelizar a los niños
'~ 2La Yirulencia de esta descripción debe e nte nderse también como un modo de precave rse ante
ac usaciones de idolatría o des,iación de la doctrina. Au nque emitida casi cien años a ntes de la
redacción del Cautiverio fe liz, la cédula que cn\'Ía en 1577 el monarca al 'irrey de Nueva España en
la que ordena que "por ninguna manera persona alguna escriba cosas que toquen a supers ticio nes y
manera de ,i,ir que estos indios ten ían" (Gimeno 207) puede darnos una idea del cuidado con el
que debían tratarse mat erias religiosas.
216
y jóvenes mapuches, el cautivo se preocupa de que entiendan las doctrinas básicas
del cristianismo, y les explica -entre otras cosas- que deben co mprender el
término "Dios" comparándolo con "Pillán": "ese Pillán , que presumís, es el criador
de todas las cosas y el principio y origen de ellas; .Y no digáis Pillán, sino Dios, que
así se llama" (451). Estamos aquí ante un fenómeno común de intraducibilidad, que
se daba con frecuencia a la hora de traducir términos religiosos 143. La opción que se
tomaba la mayoría de las veces era mantener el término en español para evitar
autor señala de manera muy clara la equivalencia entre el Pillán mapuche y el Dios
demonio, sino que al dios cristiano, pero bajo un término pagano, erróneo,
diferencias culturales que pueda haber entre las divinidades, sino que se esfu erza
por ejercer su poder sobre el nombre: al decir Dios, los mapuches exilian al
217
las creencias a la imposición de una lengua, del control de la doctrina a la sujeción
parece rechazar las creencias por sí solas, sino que censura las prácticas que se
relacionan con ellas: las fiestas y las ceremonias, los bailes y los ritos. Los maches
no son rechazados por sí mismos, sino por sus prácticas: los hechizos y encantos,
los pactos con el demonio, las prácticas homosexuales. Pineda y Bascuñán reconoce
idea de tabula rasa con que operaba Rosales. La noción del indio identificado con
una cultura distinta que, por lo mismo, debe ser traducida. La naturaleza, para este
escenario ajeno del que brotan, como las plantas y los animales, sus "natural es".
Por otra parte, en la definición y explicación de términos que abarcan el ámbito del
las Yasijas y se concentra más bien en el símbolo de la cruz, que se impone por sobre los demás
elementos.
2 18
8. El criollo, traductor y traidor del mundo mapuche
con la identidad criolla. Por un lado, el libro de Pineda y Bascuñán rescata -como
el que culminan los encuentros del protagonista con los distintos caciques
crítica acerca de est ado del Reino de Chile. En este sent ido, los testimonios se
revelan como un elemento crucial del libro que n .1 elve complejo el acto del
Pineda y Bascuñán elabora su crítica. Con todo, es necesario señalar que lo que
criollos o bien por los intereses personales del autor. Esto se desprende de la
2 19
críticas, en las que los testimonios so n forzados a encaJar dentro del d iscurso
frecuencia con que aparecen en el lenguaj e directo cuyos emisores son mapuches.
Los términos mapuches no están, por lo tanto, reserYados solo a los hablantes de
ese idioma, sino que también son utilizados de manera natural por el narrador, aun
elementos que puede utilizar como forma de configurar una identidad propia. Por
términos mapuches que no eran de uso corriente (moti\·o por el que necesitan de
lector ideal del t exto: si bien este sigue siendo la autoridad real o alguno de sus
naturaleza como una otredad que merece ser explicada y centrarse en elementos
220
compleja. Si bien a grandes rasgos puede afirmarse que el autor rescata la
relacionados con la religión hay una vacilación entre dos posturas, sin alcanzar una
hacerlos totalmente equivalentes a los términos españoles. Esta estrategia borra las
est ablece un marco dentro de cual se intenta establecer una relación en términ os de
igualdad. Solo los términos que refieren a la prácticas religiosas son tradu cidos de
obliterando sus diferencias y destacando que tienen un fondo común a pesar de sus
diYersas manifestaciones.
la vacilación no está entre lo que se acepta y lo que se rechaza, puesto que ningún
221
referentes culturales del autor. En el caso de las palabras que se relacionan con la
grecorromano), sino que reconoce también que las palabras utilizadas establecen
un marco coherente y sólido para llevar a cabo esta tarea. Como se ha visto a los
largo de este trabajo, Pineda y Bascuñán tiene también aquí una actitud ambigua
proceso de lograrlo, sin embargo, el autor parece ir en ocasiones más allá de lo que
222
Conclusión
que, aunque no es el primer texto escrito por un criollo en el ámbito de las letras
coloniales chilenas, es el que expresa por primera \'ez con urgencia y dramatismo
las necesidades de este grupo social emergente. Es así como el discurso criollo que
una obra desigual y discordante, pero constituye un Yalioso testimonio del modo en
conflicto y las tensiones de una sociedad que seguía librando la batalla de la guerra
223
con el indio y la conformación de los poderes coloniales -los letrados, las
siempre con la figura del indio, a tra\·és del cual se canalizan las aspiraciones
criollas. La reivindicación del indio no debe leerse solo en las opiniones explícitas
del autor; de hecho, uno de los aportes de esta tesis es, precisamente, poner de
manifiesto los modos oblicuos a través de los que el autor rescata y utiliza al indio.
morigeradas en el texto con el fin de evitar cualquier infracción abierta del orden
colonial, mientras que de modo \·elado este se cuestiona de manera más radical.
En términos generales, puede señalarse que la apología del indio adquiere dos
solo al cautivo, sino también a los indígenas, quienes se presentan con las virtudes
espacios y establece que es del lado mapuche donde pueden volver a refundarse los
ocasiones desde los parámetros culturales del autor-narrador, como cuando señala
224
las virtudes de los oradores mapuches, las posibilidades est éticas de la lengua
este primer grupo de elementos conform a ya una \i sión de los distintos ámbitos en
los que la defensa del indígena se hace de manera no explícita, el segundo grupo de
Este segundo grupo constituye el otro modo de relación con el indio y está
Aunque Pineda y Bascuñán nunca deja de defender sus propios intereses y los de
mencionados dejan entrever la persist encia de un mundo distinto, que se rige por
sus propias leyes y que se encuentra más allá del texto. La obra del criollo deja un
hueco que le es imposible llenar, pero que desarticula un discurso compact o que se
cierra sobre la homogeneidad ideológica y cultural y que solo describe al otro como
un negativo.
además de la presencia del indígena, es la afirm ación del autor-narrador como una
225
voz autorizada que habla desde los confines del imperio y que reclama la
,·erdades en hechos concretos que, aunque tal vez cotidianos e insignificantes, dan
sus habitantes. El mismo alcance tienen la importancia del relato de cautiverio que
se dispone como la cantera desde donde se desgajan los argumentos y razones con
particular y sin reproducir el espacio cartográfico que modela Ercilla; por otra
parte, establece nuevas fronteras observando los fracasos hispanos desde allende el
Bío-Bío.
Corona como los criollos, valorar tanto la autoridad como la experiencia, retratar al
226
El Cautiverio f eliz se configura como un intento por dar cuenta de un nueYo
espacio cultural y por legitimarse como una ,·oz autorizada para "decir" este
se mantiene como un texto marginal, que circula en un par de manuscritos que son
leídos u hojeados por unos pocos, un texto que circula más como rumor -"hacía n
años que lo oía citar", decía fray Buena,·entura Aranguiz- que como documento
autorizado. En este sentido, el Ca utiverio feliz no es una obra que pueda reclamar
escritas por criollos que, ante el mismo problema, elaboran soluciones distintas. Es
así como una lectura más acuciosa de ot ros textos coloniales puede ser fructífe ra a
la hora de describir mejor las posibilidades del discurso criollo. Aunque a lo largo
queda como tarea por hacer. En este sentido parece fundam ental la relación con la
primera obra escrita por un natural de Chile, Alonso de o,·alle, puesto que el jesuita
espacio amplio que abarca tanto Europa como América, de modo que "literalmente
En segundo término, la nostalgia de ÜYalle por su tierra natal toma forma no solo
en las fabulosas descripciones del paisaje chileno sino que también, lo hemos
discurso criollo, materializadas en un "estar entre" los dos mundo que existen a una
227
y otra banda del Bío-Bío, y no ya con respecto a Europa. El t erritorio de la nostalgia
es también otro, no ya los contornos hispanos con sus ciudades, sino el indóm ito
territorio mapuche, con sus intrincados senderos y caseríos sin orden. En suma,
estos dos textos que inauguran la construcción discursiYa de un nuevo suj eto
relación con otras obras, como la historia de Juan Ignacio Malina, para así t razar el
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