Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Milgram Stanley 1967 El Problema Del Mundo Pequeno PDF
Milgram Stanley 1967 El Problema Del Mundo Pequeno PDF
Universidad de Sevilla
hermosa@us.es
ISSN: 1575-6823
ESPAÑA
2003
Stanley Milgram
EL PROBLEMA DEL MUNDO PEQUEÑO
Araucaria, segundo semestre, año/vol. 4, número 010
Universidad de Sevilla
Sevilla, España
pp. 15-28
15
directamente, es posible que compartan un conocido mutuo –es decir, una persona
que los conoce a ambos. Uno puede pensar entonces en una cadena de conocidos
en la que X conoce a Y e Y conoce a Z. Además, se pueden imaginar circunstancias
en las que X se vincula con Z no por un solo lazo, sino por una serie de lazos: X-a-
b-c-d... y-Z. Es decir, la persona X conoce a la persona a que a su vez conoce a b,
que conoce a c... que conoce a y, que conoce a Z.
Por tanto, otra pregunta que uno puede hacerse es: dadas dos personas cua-
lesquiera en el mundo, la persona X y la persona Z, ¿cuántos lazos intermedios de
conocidos se necesitan antes de que X y Z estén conectados?
El interés por el problema del mundo pequeño no es nuevo, ni se limita a psi-
cólogos sociales como yo mismo. Historiadores, politólogos y especialistas en co-
municación comparten el interés en el problema. Jane Jacobs, que está interesado en
la planificación urbana, describe una cadena de conocidos en términos de un juego
de niños.
La estructura subyacente
Hay muchas formas de enfrentarse al estudio del problema del mundo peque-
ño, y pronto presentaré mi propia aproximación. Pero primero, examinemos las im-
portantes contribuciones de un grupo de trabajadores del Instituto Tecnológico de
Massachussets, bajo el liderazgo de Ithiel de Sola Pool. Trabajando estrechamente
con Manfred Kochen de IBM, Pool decidió construir un modelo teórico del mundo
pequeño, un modelo equiparable a la idea de puntos y líneas ya mostrada. Sin em-
bargo, a diferencia de mi propio modelo, que es puramente pictórico, Pool y Kochen
traducen su pensamiento en términos estrictamente matemáticos.
Para construir dicho modelo necesitaban cierta información. Primero, tenían
que saber cuántos conocidos tiene el hombre promedio. Sorprendentemente, aun-
que es una cuestión muy básica, no podían encontrarse respuestas fiables en la li-
teratura de las ciencias sociales. Así que había que obtener la información, una tarea
que Michael Gurevitch, entonces un estudiante licenciado en el MIT, emprendió.
Gurevitch pidió a una variedad de hombres y mujeres que llevaran un registro de
todas las personas con las que contactasen en el curso de 100 días. Resultó que,
como promedio, registraron nombres de aproximadamente 500 personas, de forma
que esta cifra podía utilizarse como base del modelo teórico. Entonces, si cada per-
sona conoce a otras 500, ¿cuáles son las probabilidades de que dos personas cua-
lesquiera se conozcan mutuamente? Haciendo un conjunto de suposiciones bastan-
te simples, resulta que sólo hay una posibilidad entre 200.000 de que dos america-
nos elegidos al azar se conozcan. Sin embargo, cuando preguntas por la posibilidad
de que tengan un conocido común, la probabilidad cae de manera acusada. Y de
forma bastante asombrosa, hay una probabilidad superior al 50% de que dos perso-
nas cualesquiera puedan ser enlazadas con dos conocidos intermediarios. O al me-
nos, eso es lo que indica la teoría Pool-Kochen.
Por supuesto, los investigadores eran conscientes de que incluso si un hom-
bre tiene 500 conocidos, puede que haya mucha endogamia. Es decir, muchos de
los 500 amigos de mi amigo pueden estar de hecho entre las personas que yo co-
nozco de todos modos, así que no contribuyen a ampliar realmente la red de cono-
cidos; los conocidos de X simplemente realimentan su propio círculo y no logran
traer nuevos contactos. Es un trabajo simple comprobar la cantidad de endogamia si
uno se sirve sólo de uno o dos círculos de conocidos, pero es casi imposible cuan-
do la cadena de conocidos se extiende por todas partes. Tanta gente está implicada
que el cómputo simplemente no resulta práctico.
Así que el gran obstáculo al que nos enfrentamos es el problema de la estruc-
tura social. Aunque los pobres siempre tienen conocidos, probablemente resulte
El problema del mundo pequeño 19
que tienden a estar entre otros pobres, y que los ricos hablan en su mayor parte
con los ricos. Es sumamente difícil evaluar el impacto de la estructura social en un
modelo de este tipo. Si se pudiese pensar en la población americana simplemente
como 200 millones de puntos, cada uno con 500 conexiones al azar, el modelo fun-
cionaría. Pero los contornos de la estructura social hacen de éste un supuesto peli-
groso, puesto que la sociedad no está construida con conexiones al azar entre per-
sonas, sino que tiende a estar fragmentada en cliques y clases sociales.
La aproximación de Harvard
¿Funcionaría?
La cuestión que más nos atormentaba al llevar a cabo el estudio era simple-
mente: ¿Funcionaría el procedimiento? ¿Alcanzaría realmente alguna de las cadenas
iniciadas en Kansas a nuestra persona objetivo en Massachussets? Parte del estí-
mulo de la psicología social experimental es que todo es tan nuevo que con frecuen-
cia no tenemos forma de saber si nuestras técnicas funcionarán o simplemente re-
sultarán ser ensoñaciones.
La respuesta llegó bastante rápido. Se recordará que nuestra primera persona
objetivo era la esposa de un estudiante que vivía en Cambridge. Cuatro días des-
pués de que las carpetas fueran enviadas a un grupo de personas en Kansas, un
instructor del Seminario Teológico Episcopal se acercó a nuestra persona objetivo
en la calle. “Alice”, dijo, extendiendo una carpeta marrón hacia ella, “esto es para ti”.
Al principio ella pensó que le estaba devolviendo una carpeta que se había extravia-
do y que nunca había salido de Cambridge, pero cuando miramos el rastreador, en-
contramos para nuestra grata sorpresa que el documento había empezado con un
hacendado de trigo en Kansas. Él lo había pasado a un ministro Episcopaliano en
su ciudad, que lo envió al ministro que enseñaba en Cambridge, quien se lo dio a la
persona objetivo. ¡Juntos, el número de lazos intermedios entre la persona de parti-
da y la persona objetivo ascendía a dos!
22 Araucaria Nro. 10
GRÁFICO 1.
12
11
Número total
Número totalde
10 decadenas:
cadenas:44.
44
9
Número de cadenas completas
8
8
4
4
2 2 2
2
0 0
0
2 4 6 8 10 12
1 3 5 7 9 11
¿Cuántos intermediarios?
Luego resultó que esta era una de las cadenas más cortas que íbamos a reci-
bir, y a medida que llegaron más carpetas y rastreadores aprendimos que las cade-
nas variaban de dos a 10 conocidos intermedios, con una media de cinco [véase el
Gráfico 1]. Una media de cinco personas intermedias es, en cierto modo, impresio-
nante, teniendo en cuenta la distancia que atravesaron. Recientemente, cuando le
pregunté a un inteligente amigo cuántos pasos pensaba que supondría, estimó que
requeriría 100 personas intermedias o más trasladarse desde Nebraska a Sharon.
Mucha gente hace estimaciones parecidas, y se sorprenden al enterarse de que
–como promedio– será suficiente con sólo cinco intermediarios. De algún modo, no
concuerda con la intuición. Más adelante, trataré de explicar las bases de la discre-
pancia entre hecho e intuición.
En un plano puramente teórico, es razonable asumir que incluso menos lazos
son indispensables para completar las cadenas. Pero, puesto que nuestros partici-
pantes pueden enviar la carpeta a sólo uno de sus 500 contactos posibles, es im-
El problema del mundo pequeño 23
probable que, incluso con una selección cuidadosa, elija siempre forzosamente el
contacto más viable para acercar la cadena hacia el objetivo. En general probable-
mente hacen muy buenas conjeturas pero seguramente, de vez en cuando, descui-
dan algunos atajos posibles. Así, las cadenas obtenidas en nuestro estudio empíri-
co son menos eficientes que las generadas teóricamente.
En segundo lugar, funcionando de un modo altamente racional, cada interme-
diario mueve la carpeta hacia la persona objetivo. Es decir, cierta cantidad de infor-
mación sobre la persona objetivo –su lugar de empleo, de residencia, de estudios,
etcétera– se le da al sujeto de partida, y basándose sólo en esa información, selec-
ciona el siguiente receptor de la carpeta. Todavía en la vida real, a veces conocemos
a una persona porque coincidimos en un vuelo, o porque estuvimos juntos en un
campamento de verano como adolescentes, sin embargo esta base fortuita de la
relación no puede ser completamente aprovechada por los participantes.
Hay un factor, sin embargo, que puede haber funcionado posiblemente en la
dirección contraria en nuestros experimentos, dándonos la sensación de que las
cadenas son más cortas de lo que en realidad son. Hay cierto declive en el número
de cadenas activas en cada movimiento, incluso cuando no desaparecen porque
alcanzan a la persona objetivo. De 160 cadenas que se iniciaron en Nebraska, 44 se
completaron y 126 desaparecieron. Estas cadenas mueren antes del término porque
en cada movimiento cierta proporción de participantes simplemente no coopera y
deja de enviar la carpeta. Así, los resultados que obtuvimos en la distribución de
longitudes de la cadena se dan en la tendencia general de una curva en declive. Es
posible que algunas de las cadenas incompletas hubieran sido más largas que aque-
llas que se completaron. Para dar cuenta de esta posibilidad, Harrison White de
Harvard ha construido un modelo matemático para mostrar cómo sería la distribu-
ción de longitudes de cadena si todas las cadenas llegasen a término. De acuerdo
con este modelo, hay una transformación de los datos, produciendo cadenas ligera-
mente más largas.
Merece la pena examinar varios rasgos de las cadenas, pues nos dicen algo
sobre los patrones de contacto en la sociedad Americana. Tomemos, por ejemplo, la
muy pronunciada tendencia en nuestro Estudio de Kansas a que las mujeres envia-
sen la carpeta a mujeres, y los hombres a hombres. De los 145 participantes implica-
dos en el estudio, encontramos:
24 Araucaria Nro. 10
Mujer Mujer 56
Hombre Hombre 58
Mujer Hombre 18
Hombre Mujer 13
Fue tres veces más probable que los participantes enviaran la carpeta a al-
guien del mismo sexo que a alguien del sexo contrario. No es fácil determinar porqué
esto es así exactamente, pero sugiere que ciertos tipos de comunicación están fuer-
temente condicionados por los roles sexuales.
Los participantes indicaron en las tarjetas de respuesta si estaban enviando
la carpeta a un amigo, un familiar o un conocido. En el Estudio de Kansas, 123 en-
viaron la carpeta a amigos y conocidos, mientras que sólo 22 la remitieron a familia-
res. La comparación transcultural sería útil aquí. Es bastante probable que en las
sociedades que poseen sistemas de familia extensa, los familiares estén más fuerte-
mente representados en las redes de comunicación de lo que es cierto en Estados
Unidos. En la sociedad Americana, donde los lazos de familia extensa no se mantie-
nen, los lazos de conocimiento y amistad son la base preponderante para llegar a la
persona objetivo. Me atrevería a suponer, además, que en ciertos grupos étnicos en
los Estados Unidos, se encontraría en los datos una mayor proporción de líneas de
parentesco. Probablemente, por ejemplo, si el estudio se limitase a personas de ex-
tracción italiana, uno obtendría mayor proporción de familiares en la cadena. Esto
ilustra, espero, cómo la técnica del mundo pequeño puede iluminar conveniente-
mente variados aspectos de la estructura social.
En la siguiente tabla se muestra el tipo de personas encontradas en una cade-
na típica (número 111) del Estudio de Nebraska:
Caminos comunes
Intuición y hecho
Como vimos más arriba, mucha gente se sorprendía al enterarse de que sólo
cinco intermediarios bastarán, como promedio, para enlazar dos individuos cualquie-
3 [Nota del traductor] Es decir “Algunas cadenas mueren a menos de cien metros de la
casa de la persona objetivo, después de recorrer con éxito 1500 kilómetros”.
El problema del mundo pequeño 27