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La política criminal elabora sus propuestas de lucha contra la delincuencia a partir de un

conocimiento etiológico del delito, de las causas que lo originan. Ese conocimiento lo obtiene de la
criminología. La investigación criminológica le pone de manifiesto que el delito como fenómeno
social se materializa en comportamientos personales influidos por dos grandes grupos de
condicionantes, unos de naturaleza psicológica y otros de naturaleza social. Ambos tipos de
condicionantes deben ser objeto de la intervención político criminal. En cualquier caso, si el delito
no es un hecho abstracto sino un comportamiento llevado a cabo por individuos concretos
sometidos a ciertas influencias, cualquier estrategia que quiera influir sobre aquel deberá
desplazar su objeto de estudio del hecho cometido a la persona que lo realiza, del delito al
delincuente. Eso no quiere decir que el hecho delictivo, su cualidad y su gravedad, pasen a ser
irrelevantes, pero sí que, junto a él, a la hora de establecer la pena, adquiere protagonismo la
persona del delincuente. La política criminal, a partir de clasificaciones psicológicas de los
comportamientos delictivos en función de la actitud interna del delincuente, manifestada en el
hecho, procede a una clasificación propia, de estricta naturaleza político criminal, de los
delincuentes. Ella se funda en la actitud del delincuente hacia el ordenamiento jurídico, es decir,
en su mayor o menor peligrosidad criminal. Y desde ese punto de vista está en condiciones de
identificar tres grandes grupos de delincuentes, los ocasionales, los habituales corregibles y los
habituales incorregibles. Estas tres tipologías de delincuentes son el fruto de una determinada
combinación de influencias de los dos grupos de factores antes aludidos, psicológicos y sociales,
sobre delincuentes concretos. La política criminal, si quiere ser eficaz en la lucha contra la
delincuencia, debe intentar, bien eliminar esos factores generadores del delito, bien neutralizar o
reducir sus efectos sobre los delincuentes. La eliminación de los factores psicológicos fundados en
la herencia está fuera del alcance de la política criminal. La eliminación de los factores sociales
puede, quizás, ser objeto de la política criminal, aunque más bien pertenece a la política social. Sin
embargo, la neutralización o reducción de los efectos que unos u otros factores producen en los
delincuentes individuales, y que les terminan llevando al delito, sí que puede realizarse mediante
intervenciones penales, y esa es sustancialmente la tarea que compete a la política criminal. En
concreto, la política criminal persigue intervenir sobre los diferentes tipos de delincuentes
identificados mediante la imposición y ejecución de las penas y medidas de seguridad. Estas
habrán de ser las más adecuadas, en su naturaleza e intensidad, a la personalidad y peligrosidad
criminal de cada uno de ellos, de forma que se obtengan los mejores efectos de prevención de
delitos en el futuro. Son, pues, la pena y la medida de seguridad, y los efectos preventivo
especiales que ellas están en condiciones de lograr, los elementos fundamentales del programa
político criminal. A diferencia de lo que ha sido habitual en la escuela clásica del derecho penal, el
empleo de los instrumentos preventivos ya no queda condicionado a una previa satisfacción de la
retribución por el hecho cometido. En realidad, la lucha de escuelas se ha saldado con un
compromiso en virtud del cual las pretensiones preventivas han pasado a primer plano, y el
contraste de escuelas se refiere ahora a si deben predominar las aspiraciones preventivo
generales o las preventivo especiales. Por lo demás, la admisión de las medidas de seguridad ha
posibilitado atender mejor las demandas preventivo especiales, ya no satisfechas exclusivamente
por la pena. Ahora bien, para que el político criminal sea factible es preciso que la criminología y la
penología suministren datos empíricos suficientes, procedentes de la investigación científica,
sobre cuáles sean, y de qué modo, los efectos preventivo especiales susceptibles de alcanzarse
con la pena y la medida de seguridad. A este respecto, se puede decir que se han identificado tres
grandes tipos de intervención, la intimidación, la corrección y la inocuización del delincuente, que
tienen efectos diversos según el tipo de delincuente ante el que estemos. A su tenor deberá
acomodarse la configuración del sistema de penas y medidas de seguridad. Ello sin perjuicio de los
efectos preventivo-generales, más bien indirectos, que todo uso de la pena y la medida de
seguridad conlleva. Para sacar adelante esta estrategia de lucha contra el delito es preciso que el
legislador reconfigure el derecho penal de modo que esté en condiciones de proteger los bienes
jurídicos mediante un uso eficaz de los efectos de la pena y la medida de seguridad. La política
criminal le ofrece un programa de intervención científicamente fundado en las causas del delito y
en el modo de contrarrestarlas en los delincuentes individuales mediante la reacción penal. En
consecuencia, proporciona al legislador el saber científico aplicado bajo cuya guía y asesoramiento
se ha de evaluar críticamente el derecho penal vigente, se ha de reformar, y se ha de valorar su
desempeño en el futuro. Naturalmente esta transformación del derecho penal debe incidir de
manera sobresaliente sobre el sistema de penas y medidas de seguridad, la determinación legal y
judicial de ellas, y su ejecución. A estos numerosos trabajos se ocupan con mayor o menor
detenimiento de asuntos relativos a esos ámbitos de la intervención penal. Cabe destacar, entre
muchos otros, las penas cortas de prisión y sus penas sustitutivas, la condena condicional, la pena
de multa, las medidas a imponer a jóvenes y menores, el tratamiento de reincidentes, las penas
indeterminadas o el régimen penitenciario. Por supuesto, la consolidación de las medidas de
seguridad como segunda reacción frente al delito está en el haber de esa transformación. Pero
también el sistema de responsabilidad penal y la tipificación de los delitos resultan directamente
afectados por la nueva estrategia adoptada. No se trata, desde luego, de sustituir esos elementos
básicos del derecho penal, y la depurada elaboración sistemática que se ha logrado con ellos, por
una aproximación científico social al delito y al delincuente. Así, reitera una y otra vez que solo
puede practicarse una buena política criminal desde un conocimiento y dominio profundos de la
dogmática jurídico penal. Pero no elude poner de manifiesto que determinados conceptos de la
Parte general, ciertas clasificaciones y subclasificaciones de delitos, en la medida que han
alcanzado un nivel de sutilidad conceptual excesivo, entorpecen propiamente un adecuado
empleo preventivo de la pena y la medida de seguridad. Tenemos ya, por tanto, una ciencia penal
que se ocupa de fijar los contenidos prescriptivos del derecho penal a partir de un objetivo social
claro, la lucha contra el delito. La política criminal se configura como un saber aplicado dirigido al
legislador, es decir, al poder político, que le indica los contenidos prescriptivos necesarios para
tener eficacia en la reducción de la delincuencia mediante la aplicación de penas y medidas de
seguridad sobre delincuentes aislados; los efectos indirectos de esas penas y medidas sobre el
conjunto de la sociedad o sobre colectivos singulares de ella, no son despreciables, pero quedan
en un segundo plano. Hasta ahí llega la política criminal. La tarea de identificar los intereses
sociales a salvaguardar por el derecho penal y su conversión en bienes jurídicos protegidos, o la
selección de las conductas delictivas que lesionan o ponen gravemente en peligro esos bienes, ya
no es una misión de la política criminal. Como tampoco lo es la construcción del sistema de
exigencia de responsabilidad. Pero no solo estos dos grandes ámbitos prescriptivos del derecho
penal quedan fuera de la reflexión político criminal. Lo mismo sucede con las políticas preventivas
sociales, las estrategias policiales y la mayor parte de la gestión de la administración de justicia y
penitenciaria, por no citar más que algunas áreas de intervención penal relevantes. En suma, la
política criminal tiene una función limitada, la de un empleo eficaz de las penas y medidas de
seguridad sobre delincuentes debidamente individualizados y caracterizados. Ciertamente, la
política criminal nace con unos cometidos muy relevantes, pero restringidos. Sin embargo, esa
constatación no le lleva a ampliar el campo epistémico y estratégico de la política criminal para
que se ocupe de la transformación de las condiciones sociales que fomentan el delito. Tras algunas
vacilaciones ocasionales, reduce la política criminal a la intervención, mediante la pena y la
medida, sobre los efectos que esos factores psicológicos o sociales producen en los delincuentes
singulares, con el fin de evitar que cometan delitos en el futuro.
Feuerbach define Política Criminal como la reforma regular de la legislación penal, en provecho
del bien común. Política Criminal es Política de legislación penal. Asimismo, la definió como el
conjunto de métodos represivos con los que el Estado reacciona contra el crimen.

Göppinger dice que Política Criminal es una ciencia que se ocupa de la política de reforma del
derecho penal y de la ejecución de la lucha contra el crimen por medio del derecho penal.

Von Liszt definió la Política Criminal como el conjunto sistemático de principios garantizados por la
investigación científica de las causas del delito y de la eficacia de la pena-, según los cuales dirige el
Estado la lucha contra el crimen por medio de la pena y de sus formas de ejecución. Política
Criminal es el conjunto de criterios determinantes de una lucha eficaz contra el delito.

Jiménez de Asúa la define como el conjunto de principios fundados en la investigación científica


del delito y la eficacia de la pena, por medio de los cuales se lucha contra el crimen valiéndose
tanto de los medios penales (pena) como de los de carácter asegurativo (medidas de seguridad).

Política Criminal se entiende la política que persigue el gobierno de un país en lo que concierne
a:

 Aplicación del Derecho Penal,

 Revisión del Derecho Penal,

 Prevención de la delincuencia.

 Administración de la justicia criminal (comprendiendo la policía),

 Tratamiento al delincuente.

Relación entre Política Criminal, Criminología y Ciencia Penal

Las Ciencias Penales contemporáneas se componen de tres elementos que son: La Criminología,
que estudia en todos sus aspectos al fenómeno del delito; La Dogmática Penal, que aplica y explica
las normas positivas en cuanto sean las conductas consideradas atípicas al modelo penal y; La
Política Criminal, que tiene como objeto permitir una mejor elaboración del derecho positivo y
orientar al legislador en la creación de mecanismos idóneos para el combate del delito o del
fenómeno delincuencial. Sus relaciones se definen en la siguiente grafica.

POLITICA
DERECHO PENAL CRIMINOLOGIA
CRIMINAL

Toda ciencia requiere de otras para desarrollar sus funciones, la política criminal trasciende los
ámbitos meramente legales y llega a una esfera social y antijurídica, es por eso que también se
vale de otros medios o ciencias sociales para lograr sus objetivos. Dentro de todas esas ciencias
que se relacionan entre sí, existen unas entre las que no podemos dejar de estudiar y guardan una
estrecha relación, como son la Política Criminal con el Derecho Penal, la Criminología y la
Seguridad Ciudadana. Política Criminal y Derecho Penal Para poder determinar la relación de estas
dos disciplinas jurídicas, hay que establecer la definición más aceptada de derecho penal. El
Derecho Penal, generalmente se ha considerado desde dos puntos de vista: el primero se refiere al
punto de vista objetivo, es decir aquel que se refiere al sistema normativo, dicha vertiente nace de
la definición propuesta por Von Liszt, quien establece que el derecho penal consiste “en el
conjunto de reglas establecidas por el Estado, que asocian al crimen como hecho y a la pena como
legitima consecuencia” a este derecho se le denomina “iuspuniendi”, y establece que el Estado es
el legítimo y único titular de este derecho y en donde el control social se encuentra centralizado.
Esta definición es bastante aceptada y utilizada comúnmente; pero es muy cerrada y necesita ser
ampliada, ya que el derecho penal no solo tiene que limitarse a señalar las penas y los delitos,
también tiene que incluir otros medios para hacer más efectivos el control de la sociedad. El
segundo punto de vista es el subjetivo, en el cual “el derecho penal es considerado, como el poder
que tiene el Estado como sujeto gobernante para determinar los hechos punibles y las sanciones
para cada uno de ello.”. El derecho de castigar es la facultad que tiene un Estado para actuar de
conformidad con las normas del derecho (es decir el derecho penal objetivo), al derecho penal
subjetivo se le ha señalado una doble característica, “al mismo tiempo de ser un poder, es también
un deber.” De lo anteriormente manifestado, se entiende que el derecho penal subjetivo es un
poder, ya que el Estado tiene el monopolio a través del Órgano Legislativo para dictar las leyes
penales como derecho de reserva; pero también es un deber porque en un Estado de derecho, el
derecho penal subjetivo es su principal garantía y está obligado a regularlo, en el sentido que las
leyes penales deben estar acorde a los principios constitucionales y normas internacionales,
respetando los más elementales derechos de las personas y haciendo efectiva todas las garantías
procesales. En definitiva, la definición de derecho penal debe de tener un aspecto objetivo y otro
subjetivo, ya que son complementarios y dependientes uno del otro. En tal sentido retomaremos
la siguiente definición para mayor comprensión “El derecho penal constituye el conjunto de
normas jurídicas- penales establecidas por el Estado con fines preventivos y represivos, que
comprenden los hechos punibles y las respectivas sanciones a quienes los cometen”. En
referencia a la relación de la Política Criminal y el Derecho Penal sigue teniendo una gran
importancia, aunque la Política Criminal ya no es tomada doctrinariamente para combatir al
delincuente mediante métodos represivos, sigue existiendo en la realidad de los países
latinoamericanos y en especial el nuestro, grandes violaciones a los derechos humanos y donde el
derecho penal es utilizado como un instrumento represivo en contra de los delincuentes,
imponiéndoles penas excesivas que no cumplen con la función rehabilitadora, ni de la
prevencionalidad. Es evidente que entre ambas disciplinas debe existir una íntima relación, en
cuanto que en el derecho penal en la aplicación concreta de la ley debe tomarse en consideración
la política criminal en el sentido de reflexionar y explicar sobre el efecto que tendrá la pena en la
persona condenada para la víctima y para la sociedad. Pero es necesario aclarar que el derecho
penal no es ni la primera, ni la única vía que debe utilizar la política criminal para la solución de
conflictos, es decir que esta debe prever otros medios y vías no penales. El derecho penal actúa
cuando la violación al bien jurídico ya ha tenido lugar, aplicando al sujeto infractor una sanción, la
cual tiene que ir dirigida por mandato constitucional a la readaptación, lo cual consideramos que
antes de cruzar al ámbito penal el Estado debería tomar las medidas de prevención adecuadas y
eficaces para el control de la delincuencia a través de Políticas Sociales tendientes a satisfacer
necesidades de la población o fortalecer puntos débiles que muchas veces son generadores o
detonadores de la violencia. Von Liszt, quien fue fundador de la “Escuela de Política Criminal”,
sostiene que: la política criminal aporta las directrices a la lucha contra el crimen, fin al que se
orienta la imposición de la pena. El sistema penal de un Estado de Derecho no puede basarse en la
creación de normas penales de acuerdo a criterios personales y políticos. Si así sucede, tenemos el
hecho de que ni los estudios criminológicos, ni la planificación de la política criminal seria eficaz,
quedan como ciencias obsoletas en la creación de la legislación penal; pero también trae como
consecuencia inmediata el fracaso de la finalidad del derecho penal y de la pena. Cabe mencionar
también que la creación de un sistema penal o reformas penales por medio de la simple
“ideación” de los legisladores, produce inseguridad e inestabilidad. Es por ello que es de suma
importancia que la política criminal se base en estudios científicos del fenómeno, a lo que
contribuye en gran manera la criminología, para determinar de qué manera se debe combatir la
criminalidad; y al mismo tiempo que sirva al sistema penal, también sirve de instrumento del
mismo, para lograr el objetivo de tener una legislación penal que sea eficaz y para combatir al
fenómeno que se pretende tratar.

Política Criminal y Criminología

Para Juan Bustos Ramírez, “el derecho penal solo se preocupa por el delito, la Criminología, del
delincuente y la política criminal, de la reforma legislativa” se desprende que la criminología y la
política criminal, son tomadas como disciplinas accesorias y subordinadas al Derecho Penal. Así, se
establece una idea de cómo la Criminología se relaciona con la política criminal, es evidente que
en ese contexto, estas son tomadas de una forma secundaria. A la criminología moderna le
interesa el estudio en la conducta delictiva, la víctima y el control social, busca los factores que
conducen a la criminalidad, en consecuencia, conociendo las causas que originan la criminalidad,
la política criminal puede establecer el campo para atacar la problemática a través de un
tratamiento adecuado, esta busca los medios idóneos para darle tratamiento a la criminalidad, y
que mejor apoyo, que la criminología da un conocimiento científico del problema. La delincuencia
o criminalidad y la respuesta social y estatal a la misma, se ha convertido en uno de los temas de
mayor importancia en sociedades tan violentas como la nuestra. En el país se sostiene la idea que
los diferentes grupos políticos que han tenido la oportunidad de gobernar y de cambiar la
situación del fenómeno de las maras, ya sea por medio de estudios más profundos, la reforma
correcta de la legislación, la aplicación de medios sociales de ayuda y prevención o cualquier otro
medio para el cambio positivo de este fenómeno, se han limitado a combatirlas a través de la
represión penal, con los resultados negativos que ya se conocen. Estas consideraciones suelen
escapar de las discusiones políticas sobre la delincuencia y justicia penal, teniendo como
resultado, entre otros, la aprobación de leyes y reformas sin que existan los medios suficientes
para implementarlas; se legislan fenómenos cuya naturaleza no se comprende y una vez
aprobadas las leyes, no se hace una evaluación de su eficacia. Los debates que se dan sobre la
inseguridad ciudadana son ejemplo de cómo se están ignorando los datos criminológicos que
existen sobre el fenómeno de las maras o pandillas en nuestro país. Si uno se limita a valorar el
problema de la inseguridad desde la perspectiva de los medios de comunicación y la de los grupos
políticos, uno llega a concluir que las cosas van empeorando y que el nivel de miedo al delito
también ha aumentado. La criminología estudia el delito en sus diferentes formas de aparición,
investigando sus causas, significación en la vida social y del individuo, estudia además la
personalidad del delincuente, características y sus posibles tratamientos; proporciona
conocimientos empíricos, de los cuales se derivan propuestas de política criminal. Entendiendo de
esta manera la criminología, fácilmente se percibe la importancia que tiene su estudio en una
relación con la política criminal, ya que le proporciona muchos elementos a tomar en cuenta al
momento de proyectar una adecuada lucha contra la delincuencia. Parece obvio, pero si
realmente nos preocupa la delincuencia, la Criminología es determinante para darnos
explicaciones y posibles soluciones. Pero curiosamente se ponen en marcha muchas políticas
criminales sin medir directamente su eficacia a la hora de prevenir o reducir la criminalidad.

Conclusiones:

 Una adecuada lucha contra la criminalidad es imposible sin un conocimiento de la realidad


criminógena y dentro de su función de investigar todo lo relacionado con la criminalidad,
la investigación criminológica es útil para la política criminal.
 El legislador goza de un margen razonablemente amplio para diseñar la política criminal
del Estado, según lo ha establecido el tribunal Constitucional y que, al señalar su aplicación
razonable, significa que debe hacerlo aplicando ciertos límites, como por ejemplo sin
transgredir los derechos fundamentales del delincuente y respetando los derechos
fundamentales establecida en la Constitución.
 La criminalidad es un problema de todas las sociedades ello explica la internacionalización
de las ciencias penales. Pese a la larga experiencia con ese fenómeno, en ninguna parte se
ha logrado ni mucho menos reducir. Y esto se debe a que ahora los delitos con mayor
incidencia son aquellos que usan medios tecnológicos avanzado como por ejemplo a
través del Internet se puede cometer delitos como la pornografía infantil, hurtos
empleando una clave secreta universal para poder sustraer dinero en las cuentas de
ahorro o tarjeta de créditos, entre otros delitos. Es por eso que hablamos de una sociedad
de riesgo que, a través de sus propias creaciones como el avance de la tecnología, estas
mismas pueden convertirse en un riesgo para la comisión de delitos.
 los grandes poderes como son el Poder ejecutivo, y el legislativo Del estado le
corresponde elaborar, formular y ejecutar un PLAN NACIONAL INTEGRAL DE POLÍTICA
CRIMINAL. Hoy en día ya se está aplicando estos planes de prevención charlas le brindan
roles que al cumplirlas los ayuda en su rehabilitación y estos a su vez enseñan a otros
jóvenes que recién se reincorporan a este programa a tener una buena conducta en la
sociedad. Para que exista una Política Criminal exitosa es necesario realizar auditorías de
personal, fortalecer y capacitar la Policía nacional porque por una parte, debe ser la mejor
garante de los derechos fundamentales, ya que es el primer agente que va intervenir en la
comisión de un delito y debe estar integrada directamente por especialistas; Peritos y por
otra, siendo profesional, técnica y científica en la investigación de los delitos asegura una
política sostenida de capacitación y entrenamiento de su personal . También existen las
Juntas vecinales, las rondas campesinas que participan en la prevención y erradicación de
la delincuencia El Control Vecinal; generalizada de responsabilidades por parte de los
poderes públicos en relación con uno de sus cometidos fundamentales, la salvaguarda del
orden público constituye un involucramiento en la sociedad en la lucha contra la
delincuencia.
 Los fines de una política criminal son de prevención y de erradicación, y que todos
participamos en ella y esto se da por la realidad que el País viene atravesando, el
incremento de la delincuencia; así como sus nuevas modalidades de delitos, donde resulta
necesario que cada uno prevenga y no esperar que el estado (poder ejecutivo)
exclusivamente asuma esta Función preventiva, en consecuencia, todos participamos en la
Política Criminal del Estado.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Díez, J. (12/10/2018). El papel epistémico de la política criminal en las ciencias penales. 20-12
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Medina, A. (2009). LA RETOS DE LA POLITICA CRIMINAL EN EL PERU Y LA ELIMINACION DE LOS


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