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I. Planteamiento
1
propuesta teórica, en este estudio hay también una dimensión heurística1. Una vez
propuesto un concepto explicativo para la realidad constitucional, me sirvo de ese
concepto para ofrecer soluciones a nuevas cuestiones hoy abiertas en el sistema de
fuentes del Derecho local. En concreto: la función de la Ley en relación con la garantía
constitucional de autonomía municipal; y el valor y eficacia de las garantías de
autonomía municipal que se contienen en los nuevos Estatutos de Autonomía. Aquí las
propuestas no son explicativas sino prescriptivas. Y ya una última precisión preliminar:
queda fuera de este estudio la autonomía provincial, también garantizada por la
Constitución. Ello no obsta para que se citen aquellas sentencias que, siendo el objeto
litigioso la autonomía provincial, contienen enunciados generales sobre “autonomía
local”, agrupando así en una única categoría la autonomía municipal y la provincial.
Esta pendiente, desde el inicio de la jurisprudencia constitucional, un replanteamiento
de este tratamiento unificado de ambas autonomías2. Pero no es este el momento de
acometerlo.
2
una institución en términos recognoscibles para la imagen que de la misma tiene la
conciencia social en cada tiempo y lugar, de suerte que sólo podrá reputarse
desconocida dicha garantía cuando la institución es limitada de tal modo que se la priva
prácticamente de sus posibilidades de existencia real como institución para convertirse
en un simple nombre”5. También es tópica la afirmación de que la “garantía
institucional” del art. 137 CE sólo preserva el “contenido esencial” o un “mínimo” de
autonomía local6; y que a la Ley corresponde, en los límites de la institución, la
configuración completa del régimen local (y con ello el nivel final de autonomía del que
disfrutarán las entidades locales en toda España y en cada Comunidad Autónoma). Esta
primera categorización de la autonomía local –como garantía institucional- presentaba
desde su origen un claro carácter negativo: la “garantía institucional” actúa frente a la
Ley. Pero la realidad constitucional mostró enseguida su insuficiencia explicativa. La
jurisprudencia identificó pronto en el art. 137 CE un mandato positivo a la Ley. Así,
para dotar de competencias suficientes a las entidades locales. A la vista de esta realidad
se propuso en la doctrina una nueva categoría explicativa: la autonomía local como
“garantía constitucional” 7.
5
STC 109/1998, FJ 2. En esta fórmula se condensan varias declaraciones iniciadas en la STC 32/1981.
6
SSTC 170/1989, FJ 9; 213/1988, FJ 2; 51/2004, FJ 9; 83/2005, FJ 7
7
J. GARCÍA MORILLO, La configuración constitucional de la autonomía local, Marcial Pons, Madrid,
1998, pp. 26 y ss.
3
anterior corre la progresiva subjetivación de la garantía constitucional de autonomía
municipal: Hoy, el art. 137 CE no se limita a garantizar estándares objetivos de
autonomía municipal frente a las leyes: atribuye poderes jurídicos inmediatos a cada
municipio. Se trata de poderes jurídicos invocables directamente ante la Jurisdicción
contenciosa y, más limitadamente, ante el Tribunal Constitucional. Además, y de forma
complementaria a lo anterior, el Derecho local muestra una comprensión principial de
la autonomía municipal: se puede sostener hoy que más allá de los estándares mínimos
de autonomía (los que garantiza directamente la Constitución) el art. 137 CE ordena a
todos los poderes públicos (cada uno en su ámbito de competencia o jurisdicción) la
optimización de la autonomía municipal. Expresiones actuales de esta dimensión
principial de la autonomía municipal son: la interpretación flexibilizadora de las
reservas de Ley (en relación con las Ordenanzas municipales) y la adopción de una
hermenéutica judicial favorable a la autonomía local. Por último, en nuestros días, la
garantía constitucional de autonomía municipal ya no tiene a la Ley ordinaria como
única interlocutora: los tratados internacionales (es el caso de la Carta Europea de la
Autonomía Local de 1985) y los Estatutos de Autonomía intermedian hoy el espacio
normativo que va de la Constitución a la Ley.
4
organizativo”8. Similar planteamiento se hace comparando la realidad jurídica española
con la alemana, de donde procede la categoría de las “garantía institucional”: Lo que se
garantiza en el art. 28 II GG sería una institución consolidada, definida y aceptada en el
Derecho público alemán anterior a la Constitución. En cambio, en España, a la
Constitución no precede una “institución de autonomía local” precisa que resulte
simplemente recibida por la Constitución. Antes bien, esa institución sólo existirá por la
mediación de la ley9. Desde otra perspectiva, y ya en tiempos más recientes, se ha
cuestionado abiertamente que el concepto de “garantía institucional” pueda explicar la
creciente dimensión positiva de la tutela constitucional de la autonomía local10. Con
todo, y por relevantes y aceptadas que puedan ser las críticas, nuestra doctrina más
autorizada sigue reconociendo hoy la utilidad del concepto de “garantía institucional”11.
A mi juicio, en cambio, la realidad constitucional requiere ya de nuevos conceptos,
adecuados a la realidad que se pretende explicar.
8
A. FANLO LORAS, Fundamentos constitucionales de la autonomía local, CEC, Madrid, 1990, p. 255,
nota 42. Esta actitud crítica se asemeja a la que está presente en la doctrina y jurisprudencia italianas: lo
explica J.L. BLASCO DÍAZ, Ordenanza municipal y ley, Ed. Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2001, pp.
38-39
9
J. ESTEVE PARDO, “Garantía institucional y/o función constitucional en las bases del régimen local”,
en REDC, núm. 31 (1991), pp. 125 y ss. (pp. 127 y 130). E. AJA, “Configuración constitucional de la
autonomía local”, en Informe sobre el gobierno local, INAP, Madrid, 1992, pp. 41 y ss (pp. 49 y ss).
También: M.T CARBALLEIRA, La provincia en el sistema autonómico español, Marcial Pons, Madrid,
1993, p. 105
10
J. GARCÍA MORILLO, La configuración constitucional…,p. 32; J. GARCÍA ROCA „Un bloque
constitucional local conforme al principio de subsidiariedad (un desarrollo constitucional pendiente)”, en
Revista de Estudios de la Administración Local y Autonómica, núms. 294-295 (2004), pp. 13 y ss (p.17)
11
En este sentido, J.L CARRO Y FERNÁNDEZ-VALMAYOR, “El debate sobre la autonomía
municipal”, RAP num. 147 (1998), pp. 89 y ss.
12
C. SCHMITT, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, Madrid, 1982 (reimpresión de la
traudicción de Francisco Ayala de 1934, a partir de la primera edición original alemana, de 1927), pp.
175-176
5
público actual. Esto se observa en la doctrina alemana13 Y con más razón es extensible a
nuestro Derecho público. En el contexto jurídico alemán de 1919, hablar de “garantía
institucional” tenía un sentido que, hoy, con los notables cambios en el propio concepto
de Constitución, ha sido superado. La Constitución, a principios del siglo XX, carecía
de fuerza activa o pasiva respecto de otras leyes ordinarias. Un precepto constitucional
podía, en principio, ser modificado o ignorado por una nueva Ley (sin siquiera precisar
que se estaba haciendo una reforma constitucional). A fin de reforzar la posición de
algunas normas constitucionales (como el art. 127 de la Constitución de Weimar, que
garantizaba la autonomía local) se trajo a colación la categoría de “institución”, que ya
gozaba de un significado concreto en Derecho alemán. Y con ello, de paso, se protegían
frente a la ley ciertas ordenaciones sociales o jurídicas tradicionales en algunos Estados
del Reich (así, destacadamente, de Prusia). Las “instituciones” eran, para la Escuela
Histórica del Derecho, ordenaciones sociales superiores a las normas concretas; las
normas carecían de sentido propio al margen de las “instituciones a las que servían”14.
En el contexto del movimiento codificador europeo post-revolucionario esto era tanto
como limitar la eficacia reguladora de la ley. Las “instituciones” jurídicas eran, para la
escuela histórica del Derecho, límites a la Ley. Por eso, cuando a principios del siglo
XX se habla en Derecho público de “institución” se está aludiendo a un límite a la ley.
De ahí el sentido de que ciertas regulaciones constitucionales fueran calificadas como
“garantías institucionales”. Esta era la forma, en el Derecho constitucional de principios
de siglo, de afirmar la supraordenación de la Constitución sobre la ley ordinaria; y de
frenar, simultáneamente, la legitimación democrática del Derecho y el proceso de
integración política (II Reich)15. Dicho esto, repárese en lo inadecuado del concepto
“garantía institucional” en relación con Constituciones, como las contemporáneas de
Alemania y España, que establecen (ya directamente) su propia posición supraordenada
sobre la ley. Cierto es que tanto en la doctrina alemana como española se ha hablado
luego de una “eficacia reforzada” de las garantías institucionales (más allá de la eficacia
13
Por todos, con una posición muy crítica, H. MAURER, „Verfassungsrechtliche Grundlagen der
kommunalen Selbsverwaltung“, en Deutsches Verwaltungsblatt 1995, pp. 1037 y ss.
14
Véase sobre la creación de la categoría “institución jurídica” en Savigny, K. F. RÖHL Allgemeine
Rechtslehre, 2.Ed., Carl Heymanns Verlag, Köln, 2001, p. 326. Más referencias sobre el sentido político-
jurídico de la “institución”, en A. GALLEGO, Derechos fundamentales y garantías institucionales,
Civitas, Madrid, 1994, p.33 (nota 18).
15
J. ESTEVE, Garantía institucional…, pp. 126 y 129
6
ordinaria de cualquier norma constitucional)16. Sin embargo, no parece claro dónde esta
esa “eficacia reforzada”, sobre todo en una hermenéutica constitucional donde los
distintos bienes jurídicos son, fundamentalmente, material ponderable.
16
E. SCHMIDT-JORTZIG, Die Einrichtungsgarantien der Verfassung, Verlag Otto Schwartz,
Göttingen, 1979, pp. 33 y ss; L. PAREJO, Garantía institucional..., pp. 119 y 151.
17
Véanse sendas descripciones completas de esta transformación, en JL. CARRO, La doctrina…, pp. 77
y ss; y F. SOSA WAGNER, “La autonomía local”, en Estudios sobre la Constitución española.
Homenaje al profesor Eduardo García de Enterría. Civitas, Madrid, 1991, pp. 3195 y ss.
18
Así: J. IPSEN, Niedersächsisches Kommunalrecht, 3ª ed., Richard Booberg, Stuttgart, 2006, p. 29.
19
Por todos, E. SCHMIDT-ASSMAN „Kommunalrecht“, en E. SCHMIDT-ASSMAN, Besonderes
Verwaltungsrecht, 13ª edición, Berlín, 2003, pp. 1 y ss. (p. 15, § 9)
20
E. SCHMIDT-ASSMAN, Kommunalrecht..., p. 16 § 11
7
empleo público, poder normativo y poder financiero)21 . Todos estos poderes no sólo
aseguran una determinada imagen (institucional) de la autonomía local; son poderes
que, aunque configurables por la Ley, corresponden directamente a cada municipio, y
como tales son directamente accionables (individualmente) por cada Ayuntamiento.
Bien ante la Jurisdicción administrativa (conforme a los arts. 40 y 42 II VwVGO), bien
ante la Jurisdicción constitucional (cuando se trata de la defensa frente a leyes, en
sentido material), conforme al art. 93 I 4 b) GG. Esto es, la eficacia de la tercera
garantía de la tríada antes citada (garantía subjetiva) consiste precisamente en
individualizar a favor de cada municipio (subjetivar) las concretas garantías englobadas
en la categoría general de la “garantía institucional”.
21
E. SCHMIDT-ASSMANN, Kommunalrecht..., p.22, § 23
22
A. GALLEGO, Derechos fundamentales...,p. 79
23
J.A. SANTAMARÍA PASTOR, “Notas sobre la sentencia de las Diputaciones provinciales”, en REDA,
núm. 34 (1982), pp. 455 y ss (p. 467).
8
sociológico”24. Y exige también, a partir de esa imagen abstracta de la institución, un
juicio de recognoscibilidad: de si la institución es aún (socialmente) identificable, pese
a los límites impuestos en una ley (la cuestionada en cada caso). Este tipo de juicio sólo
es propiamente funcional en supuestos extremos: allí donde la ley prácticamente elimina
la autonomía local. De ahí el correcto funcionamiento de la técnica de la “garantía
institucional” en la STC 32/1981, donde se impugnaba una Ley que prácticamente
vaciaba de toda función a las Diputaciones catalanas. El juicio de recognoscibilidad no
presenta aquí ninguna complejidad: una ley que vacía completamente de funciones a las
Diputaciones hace irrecognoscible la autotomía provincial. Ahora bien, fuera de
supuestos extremos, como el descrito, el juicio constitucional de “recognoscibilidad
institucional” resulta inadecuado en relación con normas de alcance limitado que
ordenan la organización o el funcionamiento sectorial de las entidades locales.25 Una
norma sectorial (pongamos por caso, la que autoriza a una Administración autonómica
para iniciar la modificación del planeamiento urbanístico municipal) difícilmente puede
hacer irrecognoscible la autonomía municipal. Y sin embargo, conforme a nuestra
jurisprudencia constitucional, una norma como la descrita puede ser contraria al art. 140
CE26. En estos casos (que son los más) el Tribunal Constitucional no realiza un juicio de
recognoscibilidad de la “institución” autonomía municipal: deduce de aquella garantía
abstracta un estándar concreto (el poder municipal para iniciar la modificación del
propio planeamiento) y eso precisamente es lo que confronta con la concreta norma
sectorial que se somete a su juicio. Poco importa ahora que en la argumentación de este
juicio (que ya no es de recognoscibilidad) se siga hablando, como fórmula de estilo, de
la “garantía institucional” de autonomía municipal.
24
A. GALLEGO, Derechos fundamentales..., p. 167
25
Tempranamente: A. EMBID IRJUO, Autonomía municipal…,p. 468
26
STC 51/2004, FJ 12
9
manera, ninguna norma concreta haría “irreconocible” la institución. Pero la suma de
muchas normas legales no inconstitucionales si produciría, por sedimentación, el efecto
final de irrecognoscibilidad de la institución. A esta objeción se dijo en la doctrina
alemana que la reacción jurisdiccional bien podía hacerse frente a la norma legal que
“rebosaba el vaso” (esto es, la última norma erosiva de la autonomía local, aunque fuera
la más leve). La respuesta es, a mi juicio, claramente insatisfactoria. Pues proyecta
sobre una norma concreta (la impugnada) un reproche que no le es propio (el
acumulado). Es esencial al control constitucional de la Ley su concreción sobre
enunciados normativos concretos. Como muestra el art. 39.1 LOTC, el Tribunal
Constitucional sólo puede ampliar su juicio de constitucionalidad a preceptos conexos
de la misma Ley, y sólo en la medida en que esos otros preceptos conexos sean
intrínsecamente reprochables: no se permite, por tanto, un juicio de constitucionalidad
por sedimentación, imputando a las normas específicamente impugnadas defectos
acumulados (imputables a otras normas).
b) Junto a esta garantía mínima, directa y subjetiva, los arts. 137 y 140 CE
contienen un “principio de autonomía municipal”, tomando aquí el término principio en
sentido técnico-jurídico preciso: norma finalista (diferente a la “regla”) que impone a
27
Una descripción tripartita (subjetiva, objetiva e institucional), distinta de la propuesta en este texto y –
en mi opinión- también diferente a la explicación tripartita al uso en Alemania, en J.L RIVERO YSERN,
Manual de Derecho Local, 5ª edición, Civitas, Madrid, 2003, p. 53
28
Recientemente: SSTC 51/2004, FJ 9 y 83/2005, FJ 7
10
sus destinatarios la consecución de un objetivo final en la medida de la posible29. Esto
es, los arts. 137 y 140 CE imponen también un mandato a todos los poderes públicos
para que, cada uno en su ámbito de poder propio, desarrolle, favorezca o promueva al
máximo de lo posible la autonomía local. Hasta el límite que resulte de la necesaria
ponderación de este principio de autonomía municial con otros bienes, principios o
valores constitucionales. Tenemos, en suma, que la autonomía local garantizada por los
arts. 137 y 140 CE es tanto una garantía mínima, directa y subjetiva, como un mandato
de promoción o desarrollo al máximo de lo constitucionalmente posible.
29
En los términos de J.M RODRÍGUEZ DE SANTIAGO, La ponderación de bienes e intereses en el
Derecho administrativo, Marcial Pons, Madrid, 2000, pp. 139 y ss.
30
Así: J.L RIVERO YSERN, Manual de Derecho Local, p. 55
31
M. SÁNCHEZ MORÓN, La autonomía local..., p. 176
32
Así, CARBALLEIRA (La provincia en el sistema autonómico español), habla de „núcleo esencial“ de
la autonomía local (p. 104) para más adelante referirse a que „lo mínimo“ que la garantía institucional de
la autonomía local comprende son „aspectos organizativos básicos del ente, las potestades institucionales,
sus relaciones interadministrativas y un contenido sustancial mínimo de competencias“ (p. 107). De
gestión del interés local como „contenido mínimo“ de la autonomía local habla M. SANCHEZ MORÓN,
La autonomía local. Antecedentes históricos y significado constitucional, Civitas, Madrid, 1990, p. 186.
11
12. Al contenido esencial de la autonomía local se refiere el Tribunal
Constitucional afirmando que: “la Constitución asegura la existencia de determinadas
instituciones, a las que se considera como componentes esenciales y cuya preservación
se juzga indispensable para asegurar los principios constitucionales, estableciendo en
ellas un núcleo o reducto indisponible por el legislador...”33. En referencia a las
competencias municipales dice también el Tribunal Constitucional (esta vez utilizando
la expresión “contenido mínimo”) que: “más allá de ese límite de contenido mínimo [de
potestades para la gestión de los intereses locales] que protege la garantía institucional,
la autonomía local es un concepto jurídico de contenido legal, que permite, por tanto,
configuraciones legales diversas…”34.En la misma línea, y esta vez en relación con los
controles o tutelas sobre los municipios (en el concreto ámbito del urbanismo) dijo el
Tribunal Constitucional que: “este Tribunal ha considerado que los controles
administrativos de legalidad no afectaban al núcleo esencial de la garantía institucional
de la autonomía de las Corporaciones Locales (…) con estas declaraciones el Tribunal
Constitucional no pretendía ni podía pretender la determinación concreta del contenido
de la autonomía local, sino fijar los límites mínimos en que debía moverse esa
autonomía y que no podía traspasar el legislador”35. También ha declarado el Tribunal
Constitucional, en la línea descrita, que la autonomía local de la Constitución es
“garantía institucional de los elementos esenciales ó del núcleo primario del
autogobierno de los entes locales territoriales”36. Aunque a veces el lenguaje es
impreciso, la jurisprudencia constitucional no se refiere aquí a la posible “esencia” de
una institución (la autonomía local), sino a “mínimos” constitucionales de autonomía
local, directamente eficaces y luego configurables y ampliables por el legislador. Quizá
en 1981, recién iniciada la jurisprudencia constitucional, podía afirmarse que “de la
garantía constitucional no pueden extraerse válidamente “garantías” específicas de
determinados contenidos normativos…”37. Pero hoy, después de veinticinco años de
33
STC 38/1983, FJ 6
34
STC 170/1989, FJ 9
35
STC 213/1988, FJ 2
36
SSTC 51/2004, FJ 9; y 83/2005, FJ 7
37
L. PAREJO, Garantía institucional...p.147
12
jurisprudencia constitucional, se debe concluir que lo que propiamente garantiza la
Constitución son concretos “estándares” mínimos de autonomía local. No se garantiza
una “institución”, ni siquiera su esencia, sino “mínimos” de autonomía local. Esto
explica que el control de constitucionalidad se hay ido perfilando como juicio de
contradicción o cotejo entre enunciados normativos concretos (los “estándares”
constitucionales frente a las normas legales impugnadas), desplazando esta forma de
control al juicio recognoscibilidad del contenido esencial de una institución38.
38
En este sentido, para el art. 28 II GG: H. MAURER, “Verfassungsrechtliche Grundlagen der
kommunalen Selbsrverwaltung”, en Deutsches Verwaltungsblatt (1995), pp. 1037 y ss (p. 1044)
13
Tribunal que: “el principio de de autonomía local es compatible con la existencia de un
control de legalidad sobre el ejercicio de la competencia, si bien entendemos que no se
ajusta a tal principio la previsión de controles genéricos e indeterminados que sitúen a
las entidades locales en una posición de subordinación o dependencia cuasi jerárquica
de la Administración del Estado o de otras entidades territoriales”39. Este canon de
autonomía local, aún abstracto, ha sido objeto de varias precisiones, generales o
sectoriales, en la misma STC 4/1981 y en otras sentencias posteriores. Aunque también
conviene advertir que el grueso de la jurisprudencia constitucional desde 1988 ya no se
sirve en sus juicios de estos “estándares” constitucionales mínimos sino de los
“estándares” más elevados contenidos en la legislación básica del Estado (LBRL). Más
allá de lo establecido por la Constitución, la Ley 7/1985 (en su función de configuración
legal básica de la autonomía local) excluyó toda suerte de tutela administrativa de
legalidad. Desde entonces, el canon indirecto de constitucionalidad (para enjuiciar leyes
autonómicas) es precisamente el “estándar” de autonomía local de la LBRL, no el que
resulta directamente del art. 137 CE. Hecha esta precisión, y volviendo a los “estándares
mínimos” directamente provenientes del art. 137 CE, se puede afirmar que la
Constitución impide todo control administrativo de oportunidad de una Administración
supralocal sobre los municipios (cuando ejercen competencias propias), En concreto:
impide toda valoración de oportunidad a la hora de aprobar los Estatutos de una
mancomunidad municipal40; impide la suspensión o destitución de los miembros de las
corporaciones locales, e incluso la propia disolución de la corporación por razón de una
“gestión inadecuada” o por “motivos graves de orden público”41; prohíbe la vigilancia
administrativa genérica sobre las actuaciones y servicios locales42; impide todo control
supralocal previo al planteamiento de conflictos de jurisdicción por las entidades
locales43; y prohíbe la subrogación autonómica en el ejercicio de competencias
urbanísticas municipales con el sólo fundamento de una “actuación notoriamente
negligente” del Ayuntamiento44. También, y ahora en lo que hace al ejercicio de
competencias delegadas (donde por principio si son posibles los controles o tutelas de
oportunidad), la garantía constitucional de autonomía local veda cualquier posible
sanción administrativa a los presidentes de las corporaciones locales por razón de su
gestión45. Por último, la Constitución garantiza que los conflictos de atribuciones entre
órganos de una misma entidad local se resuelvan, precisamente, por un órgano de esa
misma entidad46.
39
STC 4/1981, FJ 3. Luego, también, aunque haciendo ya referencia al concepto de garantía
institucional: SSTC 27/1987, FJ 2; 46/1992, FJ 2
40
STC 4/1981, FJ 7
41
STC 4/198!, FJ 10 A
42
STC 4/1981, FJ 12 E
43
STC 4/1981, FJ 13)
44
STC 159/2001
45
STC 4/1981, FJ 10 B)
46
STC 214/1989, FJ 18
14
b) Desde el punto de vista funcional, la jurisprudencia constitucional identifica
dos estándares genéricos de autonomía municipal: el necesario disfrute de “poder
decisorio” propio47 y -como garantía no siempre coincidente con la anterior- el “derecho
a participar” en la gestión de los asuntos de interés municipal. Dado el tipo de litigios
hasta ahora residenciados en el Tribunal Constitucional, la jurisprudencia sólo ha
concretado algunos “estándares” mínimos de autonomía municipal en materia de
urbanismo. Como punto de partida se afirma en la jurisprudencia que el urbanismo es
materia de necesaria competencia municipal, si bien no necesariamente exclusiva48. El
alcance de la competencia urbanística municipal (que en todo caso corresponde
configurar al legislador sectorial) puede ser menos intensa en planeamiento (sobre todo,
en planeamiento general) que en ejecución y gestión49. En concreto, y por lo que se
refiere a la competencia de planeamiento, la participación municipal habrá de ser tanto
más acusada cuanto más nítido sea el alcance local de las determinaciones
planificadoras50. Así, como estándar constitucional mínimo, las decisiones de
planeamiento de alcance estrictamente municipal han de ser aprobadas inicialmente por
los Ayuntamientos51. Por último, y relacionado con la ejecución urbanística, la
jurisprudencia constitucional también garantiza directamente un “mínimo” de
participación municipal en hipotéticos procedimientos expropiatorios (de otros
Ayuntamientos) sobre el término municipal propio52.
47
SSTC 32/1981, FJ 4; 170/1989, FJ 9; 40/1998, FJ 39
48
SSTC 40/1998, FJ 39; 159/2001, FJ 4; 240/2006, FJ 10
49
SSTC 159/2001, FJ 4; 51/2004, FJ 9; 240/2006, FJ 10
50
STC 51/2004, FJ 10
51
STC 159/2001, FJ 12; 51/2004, FJ 12; 240/2006, FJ 10
52
STC 159/2001, FJ 13 b)
53
STC 4/1981, FJ 15
54
SSTC 32/1981, FJ 4; 27/1987, FJ 7; 109/1998, FJ 10
55
SSTC 109/1998, FJ 10; 104/2000, FJ 4; 48/2004, FJ 10
15
14. Acabo de describir algunos “estándares” de autonomía municipal
provenientes de la jurisprudencia constitucional. Repito que en ellos no se agota la
garantía constitucional de la autonomía municipal. Pues la jurisprudencia sólo ofrece
estándares allí donde ha habido un proceso constitucional. Pero tomando como
referencia el catálogo de “estándares” ya concretados en la jurisprudencia es posible
generar, de forma deductiva, nuevos mínimos para otros ámbitos de actuación
municipal hasta ahora ajenos a la jurisprudencia constitucional. Dicho esto, y también
como ayuda para la confección del catálogo de “mínimos constitucionales” de
autonomía local, puede resultar de utilidad una reflexión sobre las diversas vías de
formación de “estándares” de autonomía municipal por el Tribunal Constitucional y por
la doctrina. Dos son, creo, las vías de fijación de los cánones de autonomía municipal.
Una es propiamente deductiva: de la simple enunciación de la garantía constitucional
(arts. 137 y 140 CE), puesta en el contexto sistemático de la Constitución (así, el
principio democrático del art. 1.1 CE; la posible existencia de Comunidades Autónomas
-art. 2 CE- y la unidad del Estado conforme al art. 1.2 CE) se deducen algunos
elementos mínimos de autonomía local garantizados directa e inmediatamente por la
Constitución. Así se hace –a mi juicio- en la doctrina académica, desde los primeros
estudios56; y así ocurre también en la STC 4/1981, en relación con los controles
administrativos sobre las entidades locales; aquí el Tribunal Constitucional no indaga en
la imagen social de la autonomía local (fundamentalmente, porque no existe); deduce
del texto constitucional en qué debe consistir la autonomía local que menciona el art.
137 CE. La segunda vía de formación de los “estándares de autonomía local” es
inductiva: del régimen local vigente se inducen mínimos de autonomía que gozan de
relevancia constitucional. Lo normal es que la operación inductiva no contenga
confusión en el sistema de fuentes: que las garantías legales (fundamentalmente, las
contenidas en la LBRL) se tomen como referencias, apoyos o guías para la
identificación de los estándares constitucionales de autonomía local. Pero también hay
ocasiones en que los estándares legales se han recibido directamente en la garantía
constitucional, como normas constitucionales. Como se verá más adelante, en esta
operación ha sido determinante la imprecisión del concepto de “bloque de la
constitucionalidad” y su aplicación (no motivada) a la LBRL.
56
A. EMBID IRUJO, Autonomía municipal..., pp. 462 y ss.; R. MARTÍN MATEO, “La autonomía local
y el sistema normativo español”, en RAP núm. 94 (1981), pp. 53 y ss (p.61)
16
15. Hasta aquí se han identificado y descrito algunos “estándares mínimos” de
autonomía municipal, directamente garantizados por la Constitución. En lo que hace a
las competencias se ha hablado de un “derecho a la participación” en los asuntos de
interés local. Y se han visto algunas concreciones sectoriales de esa participación.
Fundamentalmente, en materia de urbanismo. De esta exposición, y aceptado el propio
concepto de “estándares” mínimos, se sigue que nuestra Constitución no contiene una
cláusula universal de competencias a favor de los municipios57. Allí donde la
Constitución contiene una cláusula de competencia municipal universal se niega
precisamente la idea “estándares mínimos” de autonomía municipal. Y se definen las
relaciones entre Constitución y Ley bajo la idea de restricción: el poder municipal
universal (atribuido directamente por la Constitución) puede ser restringido o limitado
por la Ley. Eso sí, siempre que la limitación legal sea asimismo respetuosa con el
contenido esencial de la autonomía municipal y respete el principio de
proporcionalidad58. Mas no es esto lo que, a mi juicio, resulta de la jurisprudencia
constitucional. Los arts. 137 y 140 CE garantizan directamente unos “mínimos” de
autonomía funcional a los municipios; y remiten implícitamente a las leyes (y a los
Estatutos de Autonomía) la elevación de esos mínimos. De manera que la las leyes no
restringen una autonomía municipal amplia “ex Constitutione”. Las leyes configuran y
elevan los “estándares” constitucionales de autonomía municipal. Lo dicho hasta aquí
no permite concluir, sin más, que la autonomía municipal sea ajena a la idea o principio
de “subsidiariedad”. Esta categoría, en su vertiente organizativa, significa preferencia
funcional de la organización territorial más próxima a los ciudadanos. Pero no implica
57
En el sentido del texto: J. BARNES, Subsidiariedad y autonomía local en la Constitución…,p. 54. Otra
opinión en: J.M. BANDRÉS, El principio de subsidiariedad…, p. 26; A. IGLESIAS, Autonomía
municipal, descentralización política e integración europea…, p. 289; F. CAAMAÑO, “la autonomía
local, en serio”, en El Municipio en Aragón, Diputación Provincial de Zaragoza, 2004, pp. 251 y ss (p.
262). A los efectos de identificar en el art. 137 CE una “cláusula general de atribución a favor del poder
local”, de forma similar a lo establecido en la Sentencia alemana “Rastede”, véase también J.L CARRO,
El debate…“, pp. 89 y ss (p.93); y luego en “La cláusula general de competencia municipal”, en Anuario
del Gobierno Local 1999-2000, pp. 37 y ss (pp. 48 a 51); también L. ORTEGA, “Las competencias
como paradigma de la autonomía local”, en Justicia Administrativa, número extraordinario año 2000, pp.
33 y ss (p. 39); y J. GARCÍA ROCA, Un bloque constitucional…, p. 23.
58
L. ORTEGA, „El principio de proporcionalidad como garante de la autonomía local“, en Anuario del
Gobierno Local 1997, Institut de Dret Public, Barcelona, 1998, pp. 99 y ss.
17
necesariamente la atribución de competencia universal a los municipios59. El Derecho
positivo (tanto español como comparado y europeo) muestra distintas formas jurídicas
de subsidiariedad. Hay subsidiariedad, por ejemplo, donde una norma jurídica,
constitucional o legal, impone la máxima atribución posible de competencias a los
municipios. No es necesario, para hablar de subsidiariedad, que la Constitución o la Ley
directamente atribuyan competencia universal a los municipios. En Derecho español,
como luego se verá, se puede identificar en los arts. 137 y 140 CE un mandato de
optimización de la autonomía municipal. Esto es, un “principio” de autonomía
municipal, en sentido estricto. En lo que hace a las funciones o competencias
municipales ello es tanto como ordenar a la Ley la atribución del máximo de
competencias posibles a los municipios, siempre que a ello no obsten otros bienes o
principios constitucionales.
16. A la luz de la jurisprudencia constitucional se puede afirmar que los arts. 137
y 140 CE no garantizan, más allá de los “estándares” mínimos, un posible “contenido
normal” de la autonomía municipal60. En mi opinión, no se debe mantener aquí la
simetría conceptual con los derechos fundamentales, donde la Constitución garantiza no
sólo un núcleo esencial (frente al legislador) y un “contenido normal”, directa y
subjetivamente garantizado por la Constitución aunque limitable (proporcionadamente)
por el legislador. Ese concepto de “contenido normal” tendría sentido y utilidad en un
sistema normativo en el que se partiera de un reconocimiento constitucional “prima
facie” extenso de la autonomía local. En es reconocimiento extenso sí habría sitio para
un primer núcleo de mínimos, no atacable por el legislador; y un segundo círculo de
“normalidad”, reconocido directamente por la Constitución pero limitable por la Ley
(aunque a su vez ésta sometida a límites de proporcionalidad). En suma: quizá la
propuesta de “contenido normal” de la autonomía local puede ser útil en Derecho
alemán, pues allí la jurisprudencia viene interpretando de manera extensa la garantía
constitucional de la autonomía local (del art. 28 II GG), y simultáneamente acepta su
59
F. VELASCO CABALLERO, „Autonomía local y subsidiariedad en la reforma de los Estatutos de
Autonomía“, en Anuario del Gobierno Local 2004, Institut de Dret Public, Barcelona, 2005, pp.117 y ss.
(p. 143)
60
Así lo ha propuesto M. SANCHEZ MORÓN, La autonomía local…, p. 188
18
limitación (proporcionada) por la ley61. Pero no parece correcto hablar de “contenido
normal” constitucional en un Derecho público, como el español, donde la ley ocupa una
posición de “configuración” de la autonomía municipal o más precisamente aún (según
se viene defendiendo en este estudio), de desarrollo o elevación progresiva de la
autonomía garantizada directamente –aunque sólo en sus mínimos- por la propia
Constitución.
61
J. IPSEN, Niedersächsiches Kommunalrecht...,p. 33 (si bien en jurisprudencia constitucional más
reciente se percibe una tendencia a prescindir del juicio de proporcionalidad en las limitaciones de la
autonomía municipal).
62
Similar, B. SCHAFFARZIK, Handbuch der Europäischen Charta der Kommunalen Selbstverwaltung,
Booberg Verlag, Stuttgart, 2001 (p. 302, § 5)
19
garantizada por la Constitución no es un derecho subjetivo63. En la STC 214/1989, FJ
13 c) se afirmaba una concepción sólo objetiva o institucional de la autonomía local
diciendo que “…dicha garantía [de la autonomía local] sólo se extiende a la existencia
misma de esa autonomía y, por tanto, de las corporaciones gestoras de la misma, pero
no, obviamente, al mantenimiento de un determinado “status quo” organizativo (…) la
garantía institucional de la autonomía local no pued[e] preservar al municipio
individualmente…”. Este planteamiento netamente institucional sigue claramente
presente en la jurisprudencia constitucional hasta hoy. Hay que precisar, con todo, que
cuando la Constitución niega la dimensión subjetiva de la autonomía municipal se está
refiriendo a un fenómeno muy concreto y limitado: la inexistencia de un derecho
constitucional de cada municipio a su existencia. Esto es: la Constitución no impide que
las Comunidades Autónomas, de acuerdo con las leyes, supriman o fusionen municipios
concretos. Pero de este enunciado, incuestionablemente presente en la jurisprudencia,
no se sigue necesariamente que la Constitución excluya la subjetivación de la autonomía
municipal. Ocurre, más bien, que la supervivencia no forma parte de los “estándares”
mínimos de autonomía que la Constitución garantiza a cada concreto municipio. De esta
forma se puede entender, ya fuera de nuestras fronteras, que en Derecho alemán, donde
también se niega el derecho de cada municipio a su supervivencia (frente al Land)64,
simultáneamente se afirme que la autonomía local constitucionalmente garantizada
protege de forma individualizada y directa a cada concreto municipio. En suma: la
Constitución puede proteger la autonomía local como “derecho subjetivo” de cada
municipio, aunque ese derecho puede no incluir la propia supervivencia de cada
municipio.
63
R. GARCÍA MACHO, La autonomía municipal y su protección...,p. 423; PAREJO, Garantía
institucional... p. 146; A. FANLO, Fundamentos…,p. 265
64
J. IPSEN, Niedersächsiches Kommunalrecht..., p. 31. Jurisprudencia constitucional federal constante:
BVerfGE 50, 50; 59, 216 (227); 76, 107 (119); 86, 90 (107); 103, 332 (366);
20
invariablemente desde 198165. Plasmación directa de esa concepción subjetiva es que
en caso de vulneración de la autonomía local “las Diputaciones Provinciales afectadas
podrán siempre hacer valer sus derechos y títulos competenciales ante los Tribunales
competentes”66. De hecho, es un dato frecuente de la realidad forense que los
municipios defiendan ante la jurisdicción contencioso-administrativa “su” autonomía
constitucional, la que les garantiza el art. 140 CE con el contenido concreto que le
proporciona la Ley. No se trata de la defensa, como “derecho reaccional”, del estatuto
atribuido por la ley67. Ayuntamientos y Diputaciones provinciales defienden la
autonomía local que les concede la Constitución, y no la autonomía que “de acuerdo
con la Constitución” les atribuye la ley. Así, cuando el Ayuntamiento de Madrid
impugna el Decreto de la Comunidad de Madrid 81/1992, por el que se establecen
restricciones en el uso del agua potable, invoca directamente los arts. 137 y 140 CE,
porque considera vulnerada su autonomía en materia de abastecimiento de agua a
población68. Aquí, ante la Jurisdicción contenciosa, las Entidades locales no pueden
defender más que “su” autonomía, pues justamente a esa defensa subjetiva se contrae la
legitimación procesal en los arts. 63.2 LBRL y 19. e) LJCA. Obviamente, estas
invocaciones no se proyectan frente a leyes sino respecto de actuaciones administrativas
(tal es el objeto posible del proceso contencioso). Pero lo relevante es ahora que
Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales invocan directa e individualmente la
garantía constitucional de la autonomía local como parámetro de licitud de la actuación
administrativa. La propia jurisprudencia constitucional estimula esta defensa
contencioso-administrativa de la autonomía constitucional. Así, cuando afirmar que una
norma legal transitoria sobre planeamiento urbanístico supramunicipal no es por sí
contraria a la autonomía municipal garantizada por la Constitución, pero que la
prolongación indefinida del período transitorio por falta de iniciativa administrativa sí
puede infringir el art. 137 CE, lo que podría hacerse valer “por los medios procesales
65
SSTC 32/1981, FJ 4; 27/1987, FJ 2; 40/1998, FJ 39; 240/2006, FJ 6
66
STC 27/1987, FJ 5. Similar planteamiento se expresa hoy en la STC 240/2006, FJ 2, en relación con el
nuevo conflicto en defensa de la autonomía local: “Este nuevo procedimiento viene a reforzar los
mecanismos en defensa de la autonomía local de los que ya disponen los entes locales en nuestro
Ordenamiento, el cual tradicionalmente tenía establecidas vías jurisdiccionales para que aquéllos
pudieran demandar la tutela del libre ejercicio de sus competencias…”
67
Como parece deducirse de L. PAREJO, Garantía institucional…, p. 150, y como se propone
explícitamente en M. SÁNCHEZ MORÓN, Autonomía local…, p. 167
68
Véase STS de 9 de mayo de 2001 (Ar. 7416)
21
correspondientes”69. Al compás de estos planteamientos procesales, los Tribunales de lo
contencioso no tienen objeción en considerar que ciertas actuaciones administrativas y
judiciales70 vulneran directamente la autonomía local garantizada por la Constitución a
los Ayuntamientos y Diputaciones demandantes. Esa infracción normalmente consiste
en la contravención de una norma legal que, en desarrollo de los arts. 137, 140 y 141
CE, ha dotado de competencias a municipios y provincias. O en un control
administrativo no autorizado por la ley71. Se considera, de esta manera, que la infracción
de ciertas leyes de régimen local lleva consigo la infracción de la garantía constitucional
de la autonomía local. Y no de una forma objetiva o abstracta, sino en relación con
concretos Ayuntamientos y Diputaciones recurrentes en el proceso contencioso.
Estamos, sin duda, ante un fenómeno de subjetivación de la autonomía local. Veamos
varios ejemplos significativos de la jurisprudencia contencioso-administrativa:
69
STC 51/2004, FJ 14
70
Entre las últimas: STS de 20 de julio de 2003 (Ar. 4377): un órgano judicial que dificulta la actuación
legal de una entidad local no sólo vulnera la ley sino también la „garantía institucional“ de la autonomía
local.
71
STS de 15 de marzo de 2005 (Ar. 2240)
72
STS de 22 de enero de 1992 (Ar. 631)
22
concretas modificaciones suponían, o no, una vulneración de la autonomía municipal
garantizada por la Constitución; no en abstracto, sino la autonomía del concreto
municipio autor del plan modificado73.
73
Entre otras: SSTS de 21 de febrero de 2004 (Ar. 1455); 25 de octubre de 1995 (Ar. 7711)
74
STS de 4 de julio de 2003 (Ar. 4377)
75
Aunque tampoco ha faltado allí quien califica al recurso para la defensa de la autonomía local como
„conflicto“: J. BURMEISTER „Die Kommunale Verfassungsbeschwerde im System der
verfassungsrechtlichen Verfahrensarten“, en Juristische Arbeitsblätter, 1980, pp. 11 y ss.
76
M. GONZÁLEZ BEILFUSS, „El recurso de amparo municipal en la República Federal de Alemania“,
en Anuario del Gobierno Local 1997, Institut de Dret Public, Barcelona, 1998, pp. 291 y ss (en especial,
pp. 294 y ss).
23
que el “conflicto en defensa de la autonomía local” no es homologable al recurso de
amparo del Derecho alemán, no se puede negar que el “conflicto” español también
presenta rasgos claramente subjetivos77. Más allá de la imagen romántica de
Ayuntamientos y Diputaciones litigando “en interés de la Constitución”78, un mínimo
de realismo lleva a afirmar que los Ayuntamientos y Diputaciones que se coaligan para
promover un “conflicto” constitucional actúan en defensa de “su” autonomía local. Por
ello, tiene pleno sentido que en el único conflicto en defensa de la autonomía local
resuelto hasta ahora el Tribunal Constitucional hable del “acceso [de Ceuta] a la
jurisdicción constitucional para defensa de su autonomía”79 (la suya, no la de todos)
21. Por de pronto: en todo conflicto constitucional, del tipo que sea, se defiende
siempre un poder o competencia propios. De ahí la exigencia procesal de “vindicatio
potestatis” propia de los conflictos. Esto es especialmente claro en los casos de
legitimación procesal individualizada: cuando la entidad local es destinataria única de
una Ley (art. 75 ter 1.a) LOTC); y en el caso de los Territorios Históricos vascos
(Disposición adicional 4.2 LOTC). Más allá de estos casos, incluso cuando los entes
locales han de actuar de forma coaligada (art. 75 ter 1 b) y c) LOTC) lo que defienden
es, propiamente, “su” autonomía local. Cierto es que la exposición de motivos de la Ley
Orgánica 7/1999 (de reforma de la LOTC) parecería rechazar el carácter subjetivo del
conflicto en defensa de la autonomía local cuando habla de “garantizar los intereses de
los entes locales afectados ponderando su entidad, de modo que los mismos sean
suficientemente representativos y que no se refieran a los propios de los entes locales
aisladamente considerados”. Pero también se puede afirmar que lo que propiamente
excluye la exposición de motivos de la Ley Orgánica 7/1999 son los conflictos de
escasa relevancia territorial; con ello no se negaría el carácter subjetivo del conflicto,
se estaría fijando un requisito procesal de trascendencia o relevancia para la tramitación
de un conflicto en esencia subjetivo. Al igual que el recurso de casación, que es
subjetivo pero cualificado en su acceso (art. 86.2 LJCA), las normas procesales de la
77
Otra opinión: J. GARCÍA ROCA, „El nuevo conflicto en defensa de la autonomía local“, en Justicia
Administrativa, núm. Extraordinario 2000, pp. 5 y ss (p.10); M. SÁNCHEZ MORÓN, „Comentario al art.
75 bis“, en J.L REQUEJO PAGÉS (Coordinador), Comentario a la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional, BOE, Madrid, 2001, pp. 1175 y ss (p. 1184).
78
A ello se refiere J. GARCÍA ROCA, El nuevo conflicto..., p. 17
79
STC 240/2006, FJ 7
24
LOTC habrían establecido estrictos requisitos de procebilidad en un conflicto
esencialmente subjetivo. Estaríamos ante lo que la doctrina procesal conoce
tradicionalmente como “litisconsorcio activo necesario”, esto es, la posible exigencia
legal de que en la parte actora de un proceso participen distintos sujetos con interés en el
mismo asunto80. Por último, y ya en lo que hace a la sentencia, la LOTC establece que
en la resolución del conflicto el Tribunal Constitucional declarará “la titularidad o
atribución de la competencia controvertida” (art. 75 quinquies. 5 LOTC). Es ciertamente
objetable (y evitable) la referencia exclusiva a la “competencia controvertida”, pues no
sólo en competencias se concreta la autonomía local. Pero, en todo caso, la mención
expresa a la “competencia” refuerza la comprensión subjetiva del conflicto: en la pugna
por un concreto poder (competencia), la sentencia declara que corresponde
precisamente a una de las partes en el litigio81.
80
Poco importa ahora que, al igual que las leyes procesales civiles anteriores, el art. 12 LEC se refiera
hoy sólo al litisconsorcio activo voluntario (no al necesario). Pues la inexigibilidad de litisconsorcio
activo tiene más que ver con el derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) que con la corrección
abstracta de esta posibilidad procesal. De lo que se trata hoy, en los procesos entre partres
81
Una interpretación matizadamente distinta de la sostenida en el texto, en E. FOSSAS ESPADALER,
„El conflicto en defensa de la autonomía local: un experimento constitucional fallido“, ponencia
presentada en el IV Congreso Nacional de la Asociación de Constitucionalistas de España (Valencia,
2006), p. 10 (el texto, en http://www.idluam.org/files/estudios_doctrinales/PonenciaFossas.pdf)
82
J. ESTEVE, Garantía institucional…,p. 131
83
L. ORTEGA, “Las competencias como paradigma de la autonomía local” Justicia Administrativa,
núm. Extraordinario 2000, pp. 33 y ss (p. 41); en similares términos, J.L RIVERO YSERN, Manual de
Derecho Local, p. 68. También, BLASCO DÍAZ, Ordenanza municipal... p. 39.
25
Ese mandato positivo se refiere, sobre todo, a la asignación de competencias a los entes
locales, a fin de que cobre contenido preciso la autonomía local.
23. Como en seguida se detallará, desde el principio, desde 1981, viene diciendo
el Tribunal Constitucional que el art. 137 CE garantiza un “derecho a participar” en los
asuntos de interés local; y que para tal fin es necesario que el legislador (estatal o
autonómico) atribuya competencias suficientes a los municipios y provincias84. Dice así
el Tribunal Constitucional que “la concreta configuración institucional de la autonomía
provincial corresponde al legislador, incluyendo la especificación del ámbito material
de competencia de la entidad local, así como las fórmulas o instrumentos de relación
con otras entidades públicas y el sistema de controles de legalidad constitucionalmente
legítimos)85. Al hilo de esta jurisprudencia se habla en la doctrina de la garantía de la
autonomía local como “principio de acción continua sobre toda la labor legislativa” y
del “principio de autonomía como directiva constitucional”86. La función positiva del
legislador, advertida ya por el Tribunal Constitucional desde 1981, ha dado pie a la
propuesta de sustituir la categoría “garantía institucional” por la de “garantía
constitucional”87.
24. Pero visto ya que los arts. 137 y 140 CE contienen un mandato positivo, aún
hay que precisar cuál es el alcance de ese mandato. Si atendemos a la jurisprudencia
(constitucional y judicial) se comprobará que el mandato positivo se proyecta sobre
todos los poderes públicos (no sólo sobre el legislador) y que no se limita a la obtención
de “suficiente” autonomía local. El mandato positivo al que me vengo refiriendo no es,
en la actualidad, únicamente un mandato de suficiencia; es un mandato de optimización.
A la vista de la jurisprudencia, los arts. 137 y 140 CE imponen a los poderes públicos la
consecución del máximo posible de autonomía local. Aquellos preceptos obligan a que
los poderes del Estado (fundamentalmente, los legislativos) configuren la autonomía
local de forma óptima, hasta donde lo permita la propia Constitución. Es cierto que en
ocasiones la jurisprudencia constitucional habla sólo de un mandato de autonomía
84
STC 32/1981, FJ 4
85
STC 27/1987, FJ 2; y luego: STC 109/1998,FJ 2
86
J.A. SANTAMARÍA PASTOR, Notas..., p. 71
87
J. GARCÍA MORILLO, La configuración constitucional de la autonomía local, p. 32
26
“suficiente”, pero este enunciado hay que entenderlo en un contexto competencial: la
Constitución ordena el máximo posible de autonomía local, pero no necesariamente a
través de la ley estatal. Así es como hay que entender la STC 61/1997, cuando habla de
que la ley básica estatal en materia local “…si excede de de lo necesario para garantizar
la autonomía local habrá invadido competencias autonómicas y será, por ello,
inconstitucional”88. No es que no rija frente al Estado el mandato de optimización de la
autonomía local; simplemente, en algunas materias el Estado carece de competencia
para alcanzar ese máximo u óptimo de autonomía local que reclama la Constitución.
88
STC 61/1997, FJ 25
89
En la jurisprudencia constitucional: SSTC 4/1981, FJ 3, 32/1981, FJ 3; 2/1987, FJ 2; 159/2001, FJ 12;
240/2006, FJ 7; y en la judicial: SSTS 27 de enero de 2000, Ar. 51; 22 de junio de 2000, Ar. 7568; 18 de
abril de 2002, Ar. 4834; 20 de febrero de 2003 (Ar.2126)
27
atribuir competencias a organizaciones jurídico-públicas distintas de los municipios.
Hablo aquí de “justificación suficiente” y no de “proporcionalidad” en la reasignación
de las tareas locales. Pues el punto de partida no es aquí (a diferencia de Alemania) una
competencia universal limitable por Ley (eso sí, “proporcionadamente”). Nuestra
Constitución sólo garantiza directamente unos “mínimos” competenciales a los
municipios; y encarga que, más allá de esos mínimos, todos los poderes públicos (y
entre ellos los legislativos) optimicen la autonomía municipal. No estamos, por tanto,
ante una alta autonomía de inicio luego limitable sino ante una garantía de mínimos,
aunque necesariamente mejorable. El “test” constitucional de proporcionalidad resulta
adecuado para medir la limitación respecto de algo preexistente, protegido directamente
por la norma. Pero no resulta útil cuando de lo que se trata es de valorar en qué medida
los poderes públicos satisfacen (respecto de los mínimos constitucionales) el mandato
general de mejora u optimización de la autonomía municipal. Para estos casos parece
más razonable hablar de un simple “test” de ponderación: esto es, de si un posible
defecto en la elevación de la autonomía local gozaba, en las circunstancias propias de
cada caso, de “justificación constitucional suficiente”90.
90
Corrijo con esto, parcialmente, la admisibilidad del test de proporcionalidad en relación con la
autonomía local que expuse en F. VELASCO CABALLERO, “Autonomía local y subsidiariedad en la
reforma de los Estatutos de Autonomía”, en Anuario del Gobierno Local 2004, Institut de Dret Public-
Fundación Democracia y Gobierno Local, Barcelona, 2004, pp. 117 y ss (p. 127). Con ello aproximo mis
conclusiones a las propuestas de D. SARMIENTO, “El principio de proporcionalidad y la defensa de la
autonomía local”, Revista de Administración Pública (RAP), núm. 162 (2003), pp. 145 y ss., y de J.M.
RODRÍGUEZ DE SANTIAGO, La ponderación de bienes e intereses en el Derecho administrativo,
Marcial Pons, Madrid, 2000, pp. 113 a 115.
91
Dice así el Tribunal Constitucional que “[la autonomía local] debe ser entendida como un derecho de
la comunidad local a participar, a través de órganos propios, en el gobierno y administración de cuantos
asuntos le atañen (…). Esta noción es muy similar a la que luego fue acogida por la Carta Europea de la
Autonomía Local de 1985 (ratificada por España en 1988), cuyo art. 3 («Concepto de la autonomía
local») establece que «por autonomía local se entiende el derecho y la capacidad efectiva de las entidades
locales de ordenar y gestionar una parte importante de los asuntos públicos, en el marco de la ley, bajo su
28
internacional no se habla de “mínimos” funcionales de autonomía, sino de “ordenar y
gestionar una parte importante de los asuntos públicos”. A través de la cita del art. 3
CEAL, y de su equiparación hermenéutica con lo establecido en los arts. 137 y 140 CE,
es perceptible una comprensión de la garantía constitucional de la autonomía local no ya
sólo como el aseguramiento de un mínimo de autonomía sino como un mandato de
optimización dirigido a los poderes públicos. Esto es, como una norma principial. A una
conclusión similar se podría llegar con la jurisprudencia del Tribunal Supremo92.
propia responsabilidad y en beneficio de sus habitantes” (STC 159/2001, FJ 4). Luego, también: STC
240/2006, FJ 8.
92
SSTS de 13 de marzo de 1999 (Ar.2955); 18 de junio de 2001 (Ar. 8744); 4 de julio de 2003 (Ar.
4377)
93
STC 32/1981, FJ 3. Luego también: SSTC 214/1989, FJ 13 c) y 109/1998, FJ 2. En relación con la
exigencia de “razón suficiente” habla BARNÉS de “idea de subsidiariedad”: J. BARNÉS,
“Subsidiariedad y autonomía local en la Constitución”, Anuario del Gobierno Local, 1997, pp. 53 y ss (p.
89).
29
elevación mínima de los “estándares” constitucionales no será una limitación de algo
directamente garantizado por la Constitución sino una no-optimización justificada por la
existencia de otros bienes constitucionales necesitados de ponderación (tal es el caso,
por ejemplo, de la opción constitucional por la creación de Comunidades Autónomas,
que lógicamente pone márgenes al principio de autonomía local). Aparte de la sentencia
analizada, y ya en materia de urbanismo municipal, otras sentencias constitucionales
pueden explicarse también mediante la existencia de un principio de autonomía
municipal de alcance más o menos marcado en función de su coexistencia con otros
principios o “razones constitucionales”94. Lo que se acaba de describir –y sin perjuicio
de lo que luego sigue- presenta rasgos propios de la categoría jurídica de “principio”.
Esto es, como norma diferente a la “regla” que impone a sus destinatarios la
consecución de un objetivo final en la medida de la posible.
c) Varias son también las sentencias del Tribunal Constitucional en las que la
garantía constitucional de autonomía municipal no se toma como parámetro de
constitucionalidad de una ley, sino como principio para la hermenéutica constitucional.
En estos casos, el Tribunal Constitucional interpreta diversas normas constitucionales
(reservas de ley o sobre el alcance de las declaraciones de inconstitucionalidad)
procurando, simultáneamente, la máxima satisfacción posible de la autonomía
municipal (hasta donde permite la misma Constitución). Es el caso, en primer lugar, de
la SSTC 233/1999 y 132/2001. En ambos procesos se enjucia el alcance de sendas
reservas de Ley (tributaria y sancionadara) respecto de las ordenanzas municipales. En
ambas sentencias se da un mismo iter argumental: la garantía constitucional de
autonomía municipal exige la flexibilización de la reserva de ley (tributaria o
sancionadora); el límite a esa exigencia está en que la propia Constitución, que exige un
94
Es el caso de las SSTC 40/1998 y 204/2002, ambas referidas a la exención de licencia municipal para
obras públicas estatales portuarias o aeroportuarias. En ambas sentencias se parte de que la ley debe
tender a optimizar la autonomía municipal en materias típicas de interés local, como el urbanismo. En
principio, dentro de la competencia municipal deben estar los controles preventivos urbanísticos
(licencias) y sólo con razón constitucional suficiente puede la Ley excepcionar esos controles
municipales. Dicen así ambas SSTC (FFJJ 39 y 13, respectivamente) que “la facultad del Estado de
incidir sobre la competencia urbanística, sustituyendo la previa licencia por el informe, se limita, por
tanto, a las obras portuarias en sentido estricto”. Véase también la STC 51/2004, en relación con el
planemiento urbanístico municipal, donde se habla del „principio de que la ordenación urbanística del
territorio municipal es tarea que fundamentalmente corresponde al municipio y que la intervención de
otras Administraciones se justifica sólo en la medida en que concurran intereses de carácter
supramunicipal o controles de legalidad que, de conformidad con el bloque de la constitucionalidad, se
atribuyen a las Administraciones supraordenadas sobre las inferiores“ (FJ 12).
30
mínimo de Ley en la regulación de los tributos (tasas y precios públicos) y las sanciones
municipales95. Repárase en que aquí la autonomía municipal no es canon de
constitucionalidad sino un bien constitucional que reclama su máxima satisfacción
posible por medio de una interpretación restrictiva (flexible) de las reservas de Ley
tributaria y sancionadora. En otro grupo de casos el Tribunal Constitucional modula los
efectos de su fallo declarativo de nulidad para atender debidamente a la garantía
constitucional de suficiencia financiera (art. 142 CE)96. Esto es, para evitar que de la
declaración de inconstitucionalidad de una Ley urbanística se siga el quebranto de las
haciendas municipales. En estos casos, que no versan propiamente sobre autonomía
local, sino sobre competencias urbanísticas autonómicas, el Tribunal se sirve de la
garantía constitucional de autonomía financiera como principio hermenéutico (no
propiamente como parámetro de constitucionalidad) para limitar drásticamente la
eficacia de su fallo anulatorio, pues sólo regirá para el futuro. De esta manera, el
Tribunal Constitucional tutela directamente, y al máximo de lo posible, la autonomía
municipal (suficencia financiera).
95
Según la STC 132/2001, que se sirve del criterio previo de la STC 233/1999: „...la exigencia de ley para la
tipificación de infracciones y sanciones ha de ser flexible en materias donde, por estar presente el interés local, existe un
amplio campo para la regulación municipal y siempre que la regulación local la apruebe el Pleno del Ayuntamiento. Esta
flexibilidad no sirve, con todo, para excluir de forma tajante la exigencia de ley“ (FJ 6). A mi juicio, en suma: la garantía
constitucional de la autonomía municipal impone una concepción restringida de la reserva de ley, hasta el límite en que esa
reserva (del art. 25.1 CE) aún sea recognoscible. Por eso, la misma sentencia habla luego de que el art. 25.1 CE asegura, en
todo caso, dos „garantías mínimas“.
96
SSTC 154/2002, FJ 9; 178/2004, FJ 12
97
STS de 29 de septiembre de 2003 (Ar. 6487). Crítica a esta sentencia, por otras razones (por no respetar
la ponderación de bienes constitucionales realizada de forma vinculante por el Tribunal Constitucional)
en F. VELASCO CABALLERO y S. DIEZ SASTRE, „Ordenanzas municipales y reserva de Ley
sancionadora“ en Cuadernos de Derecho Local, núm. 5, pp. 50 y ss.
31
expresión, en el ámbito jurisdiccional, de un principio constitucional de autonomía
municipal que vincula a todos los poderes públicos. Veamos.
98
STS de 25 de octubre de 1995 (Ar. 7711)
99
STS de 18 de abril de 2002 (Ar.4834)
32
plazo general de los dos meses”100. En el mismo tipo de asuntos también declara el
Tribunal Supremo que “el procedimiento de impugnación de acuerdos de las
corporaciones locales por la Administración del Estado o de las Comunidades
Autónomas debe ser interpretado restrictivamente, en cuanto implica una limitación de
la autonomía local en aras de facultades de tutela reconocidas a las Administraciones
territoriales de ámbito superior”101
100
STS de 20 de octubre de 2005 (Ar. 53 de 2006)
101
STS de 25 de enero de 2006 (Ar. 457)
102
STS de 22 de enero de 1992 (Ar. 631)
103
STS de 15 de febrero de 2002 (Ar. 2914)
104
En asuntos de Tribunales Superiores de Justicia véase también la STSJ de Madrid, núm. 1095/2002,
de 22 de octubre: solución de la antinomia entre el antiguo art. 127.2 LRJ-PAC y el art. 21.2 LBRL
(delegabilidad de la potestad sancionadora) de la manera más favorable a la autonomía municipal.
33
VI. Garantía constitucional, Estatutos y Ley
105
Muy claro: SSTC 11/1999, FJ 2
106
De acuerdo con el resultado, como medio para proteger las competencias locales: L. ORTEGA, Las
competencias..., p. 44. En sentido crítico: M. SÁNCHÉZ MORÓN, Autonomía local…, p. 159
34
configuración de la autonomía local. El punto final de esta tendencia está hoy, a mi
juicio, en la STC 240/2006.
107
SSTC 40/1998, FJ 39; 159/2001, FJ 4
108
SSTC 40/1998, FJ 39; 204/2002, FJ 13
35
expresamente el art. 84.1 b) LBRL, que prevé el sometimiento de la actividad de los
ciudadanos a “previa licencia y a otros actos de control preventivo”. Hasta aquí pocos
son los reparos a la jurisprudencia constitucional. Nada hay de sorprendente en que la
hermenéutica constitucional apoye la formulación de “estándares mínimos” de
autonomía local en normas concretas de la LBRL. En el proceso de concreción o
“estandarización” de la garantía constitucional resulta conveniente la toma en
consideración de normas concretas, y la transformación de algunas de ellas en “mínimos
constitucionales”. Pero entiéndase bien: aquí no estamos ante la constitucionalización
de la LBRL sino ante la formulación de normas subconstitucionales (mediante la
hermenéutica constitucional) por medio de concretas normas legales (que en ningún
momento dejan de serlo).
109
STC 259/1988, FJ 2
110
SSTC 27/1987, FJ, 5; 109/1998, FF JJ 5 y 12
36
vista constitucional y ordinamental”111. En suma, la LBRL contiene algunas normas
propiamente constitucionales (no sólo parámetros indirectos de constitucionalidad, en
tanto normas básicas del Estado, para el enjuiciamiento de leyes autonómicas). Así, por
ejemplo, el art. 60 LBRL, donde se tasan las posibles tutelas sobre los Municipios, se
utiliza en la STC 159/2001 (FJ 6), como canon concreto integrado en la “garantía
institucional” de los arts. 137 y 140 CE, y porque una norma urbanística catalana
incluye tutelas complementarias (respecto de las establecidas en el art. 60 LBRL) se
declara inconstitucional la norma enjuiciada. No por vulnerar una norma básica estatal
amparada en el art. 149.1.18 CE, sino por afectar a la autonomía local garantizada por la
Constitución (art. 137 CE). Algo similar se dice en el FJ 9 en relación con las formas
de coordinación competencial que establecen los arts. 10. 2 y 59.2 LBRL: son normas
propiamente constitucionales (integrantes de la “garantía institucional” de la autonomía
local) excluyentes de cualquier técnica de coordinación complementaria.
111
STC 159/2001, FJ 4
112
STC 240/2006, FJ 8:“el canon que este Tribunal deberá aplicar para resolver los conflictos en defensa
de la autonomía local promovidos frente a leyes estatales se ciñe a los preceptos constitucionales (arts.
137, 140 y 141 CE) que establecen ese "contenido mínimo" que protege la garantía institucional y que
hemos considerado definitorios de "los elementos esenciales" o del "núcleo primario" del autogobierno de
los entes locales territoriales. También el legislador básico estatal ha de respetar la garantía institucional
de la autonomía local (STC 109/1998, de 21 de mayo, FJ 2), puesto que los destinatarios del art. 137 CE
"son todos los poderes públicos, y más concretamente todos los legisladores" (STC 11/1999, de 11 de
febrero, FJ 2). Pero la legislación básica sobre régimen local no se integra en el "bloque de la
constitucionalidad" ni constituye canon de validez respecto de otras leyes estatales“.
113
„Esa norma [la LBRL] desarrolla la garantía constitucional de la autonomía local, función
ordinamental que, al estarle reservada o, lo que es igual, vedada a cualesquiera otras normas, presta a su
posición en el ordenamiento en su conjunto una vis específica, no obstante su condición formal de ley
ordinaria“.
37
básico de la LBRL sólo determina su relación especial (de supraordenación) respecto de
las leyes autonómicas. La idea de la “función constitucional”, con la que en la doctrina
se ha explicado la posición reforzada de algunas leyes115 no sirve para mejorar la
posición de la ley básica (y, por tanto, de la LBRL) respecto de las propias leyes del
Estado. Hay que señalar, en este sentido, que con la categoría de “función
constitucional” se ha pretendido explicar la posición cualificada que la Constitución o
Estatutos realmente conceden a ciertas leyes (del Estado). Es a partir de la identificación
de normas constitucionales (y estatutarias) que cualifican la función y posición de
ciertas leyes (como la Ley de Presupuestos, las leyes orgánicas o las leyes del Estado a
las que se remiten los Estatutos de Autonomía) como se ha llegado a la conclusión de
que la posición constitucional de esas leyes no se explica suficientemente con los
criterios de jerarquía o de eficacia; y por eso se ha propuesto la categoría explicativa de
“función constitucional”. Pero repárese en que la categoría de “función constitucional”
sólo sirve para explicar lo que hay: normas constitucionales que supravaloran la
posición de ciertas leyes del Estado. La categoría de “función constitucional” actúa sólo
en un plano explicativo, no prescriptivo. Por tanto, no sirve para proponer una mejora
en la posición de ciertas leyes, como la LBRL. Sirve sólo para explicar la existencia de
ciertas leyes que, por decisión constitucional (o estatutaria), cumplen una función
cualificada en el sistema normativo. Y bien, aclarado esto, enseguida hay que afirmar
que “ninguna determinación constitucional encomienda expresamente a ley alguna la
función de establecer el contenido y la garantía de la autonomía local”116. La
Constitución sólo cualifica la posición de las leyes básicas en relación con las normas
de las Comunidades Autónomas. Y por lo mismo, no se puede atribuir a las leyes
básicas ninguna “función constitucional” específica respecto del conjunto del
ordenamiento jurídico infraconstitucional117. La función característica de la LBRL será,
114
J. GARCÍA ROCA, El nuevo conflicto..., p. 14; BLASCO, Ordenanza municipal..., p. 48, L.
PAREJO, „Una visión sobre el gobierno local“, en Anuario del Gobierno Local 2004, Barcelona, 2005, p.
61
115
La propuesta explicativa es de R. GÓMEZ-FERRER MORANT, „Relaciones entre leyes:
competencia, jerarquía y función constitucional“, en RAP, núm. 113 (1987), pp. 7 y ss.
116
J. ESTEVE, Garantía institucional...p. 145.
117
Esta conclusión está implícita, a mi juicio, en el estudio citado (R. GÓMEZ-FERRER MORANT,
Relaciones entre leyes...) al negar que las leyes de bases integren el „bloque de la constitucionalidad“, y
limitar su especial función constitucional en relación con las leyes de Comunidades Autónomas (pp. 29 a
31).
38
entonces, configurar el régimen local (en sus aspectos básicos) respetando siempre los
“estándares mínimos” de autonomía local que fija la Constitución y fijando con ello a
las Comunidades Autónomas nuevos “estándares” (más elevados) de autonomía local.
118
F. VELASCO CABALLERO, Autonomía local y subsidiariedad…,p. 122
119
Así: arts. 3 y 4 del Estatuto de Andalucía; art. 3.1 del Estatuto de la Región de Murcia; art. 44 del
Estatuto de la Comunidad Valenciana; arts. 29.1 y 30.2 del Estatuto de Castilla-La Mancha; art. 22.2 del
39
regulación estatutaria de la autonomía local, toca ahora determinar la posición de las
garantías estatutarias de autonomía local en el conjunto del sistema de fuentes. Y
justamente para esta elaboración resulta especialmente útil la propuesta de explicación
de la autonomía local de la Constitución como “estándar” mínimo y directo de
autonomía y como principio de necesaria elevación u optimización de ese “estándar”.
37. Más compleja es la relación entre las nuevas garantías estatutarias y las
leyes. Por principio, las leyes autonómicas deben necesariamente respetar las garantías
de autonomía local de los respectivos Estatutos de Autonomía. Las leyes autonómicas
pueden -y ponderadamente deben- elevar los estándares estatutarios de autonomía local.
El respeto a aquellos niveles estatuarios mínimos es condición de validez de las leyes
Estatuto de Canarias; art. 5.1 del Estatuto de las Illes Balears; art. 3.1 del Estatuto de Madrid; arts. 25. 1 y
2 del Estatuto de Castilla y León.
40
autonómicas. Cuestión distinta, y no obvia, es la forma de garantizar la supremacía de la
norma estatuaria frente a la Ley autonómica. Tratándose de leyes es obvio que el juicio
de licitud estatutaria sólo puede corresponder al Tribunal Constitucional. Es dudoso que
el Tribunal Constitucional pueda juzgar la estatutoriedad de las leyes autonómicas. Pues
sólo en conflictos competenciales (en forma de conflicto o de recurso) está previsto que
el Tribunal Constitucional se sirva de los Estatutos de Autonomía como canon de
control de la ley. Pero no está claro el fundamento procesal legal para que el mismo
Tribunal, fuera de los conflictos entre el Estado y las Comunidades Autónomas, pueda
enjuiciar la validez de leyes autonómicas materiales (como las que garantizan o regulan
la autonomía municipal) por infracción de normas estatutarias. Ahora bien, aun teniendo
presentes estas dudas en seguida hay que reconocer que ya hay precedentes de control
de estatutoriedad de las leyes autonómicas por el Tribunal Constitucional120. Y que
recientemente, en el conflicto en defensa de la autonomía municipal de Ceuta, el
Tribunal se sirvió también, como canon de constitucionalidad, de la regulación material
del Estatuto de aquella ciudad. Esta ha de ser, previsiblemente, la vía para la protección
de las garantías estatutarias de autonomía municipal frente a la Ley.
120
STC 15/2000, sobre la Presidencia de la Diputación Foral de Navarra, FJ 3
121
Esta conclusión, con otros argumentos, en J. L. REQUEJO, “Sistemas normativos, Constitución y
Ordenamiento”, Mc Graw-Hill, Madrid, 1995, p. 57
41
39. Como digo, son varias las ocasiones en las que el Tribunal Constitucional ha
enjuiciado la conformidad constitucional de Leyes básicas del Estado. Y al hacer ese
juicio ha utilizado, como canon de constitucionalidad, lo dispuesto en uno o varios
Estatutos de Autonomía. Hasta hoy, el juicio de constitucionalidad no se ha limitado a
un cotejo de la norma estatal con el listado de competencias del art. 149.1 CE. También
los Estatutos de Autonomía han integrado el canon de constitucionalidad122. Este debe
ser, a mi juicio, el punto de partida para el juicio de constitucionalidad de normas
básicas estatales que queden por debajo de los “estándares” de autonomía municipal
fijados en los nuevos Estatutos de Autonomía. Dicho esto, volvamos a la jurisprudencia
constitucional hasta hoy:
122
Disiento, por tanto, de la afirmación de L. ORTEGA, Reforma constitucional..., p. 36, y luego
también en Legislación básica y Estatutos de Autonomía, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2006, pp. 99 y ss (pp. 24, 38 y 41 y ss)
123
T. DE LA QUADRA-SALCEDO JANINI, “¿Es el Estatuto de Autonomía una norma capaz de
modular el alcance de la legislación básica del Estado”, en REDC, núm. 72 (2004), pp. 135 y ss. (p. 150)
124
STC 27/1987, FJ 9
42
(art. 149.1.18 CE) (…) han de ser respetadas a no ser que, en algún aspecto concreto, su
inaplicación resulte expresa e inequívocamente de los dispuesto en el Estatuto de
Autonomía de una determinada Comunidad, como una característica específica de la
misma” (FJ 9). El Tribunal interpreta que el art. 47.5 EACV contiene únicamente una
“referencia genérica a las medidas necesarias para obligar a las Diputaciones al
cumplimiento forzoso de sus obligaciones..” y no un verdadero régimen especial de
controles sobre las Diputaciones provinciales. Y es precisamente esta constatación la
que le lleva a aplicar al caso las normas básicas sobre controles de legalidad
establecidas en los arts 65 y 66 LBRL.
40. Hasta aquí se ha afirmado la primacía del Estatuto sobre la legislación básica
de régimen local, según resulta de la jurisprudencia constitucional. Pero con ello no se
cierra la articulación de las normas básicas con las estatutarias y las autonómicas. Para
la vertebración completa de las garantías estatutarias de autonomía municipal con las
normas básicas estatales es necesario prestar atención al “principio constitucional” de
autonomía local, al que se ha hecho referencia más arriba. Por medio de este principio
constitucional se puede corregir una hipotética prevalencia de normas estatutarias sobre
régimen municipal con “estándares” de autonomía local más limitados que los
contenidos en la legislación básica estatal. Para comprender la relevancia real del
principio constitucional de autonomía local es necesario partir de una situación de
posible concurrencia normativa entre la regulación estatutaria directa del régimen local
(como la que figura en los arts. 83 y ss y 217 y ss EAC) y la legislación básica estatal de
régimen local. Por definición, tanto la legislación básica del Estado como el Estatuto de
125
T. DE LA QUADRA-SALCEDO JANINI, Estatuto de Autonomía..., p. 151
43
Autonomía son aplicables en un mismo territorio. Por eso pueden entrar en conflicto
aplicativo. Pues bien, en esta situación, el sistema constitucional contiene ya de
antemano dos criterios encadenados para primar la eficacia de una norma, en perjuicio
de la otra. El punto de partida es la aplicación de la norma estatutaria. Ya se ha visto
antes cómo la jurisprudencia constitucional le reconoce al Estatuto de Autonomía un
“plusvalor” general frente a las normas básicas estatales. Pero esta primacía aplicativa
del Estatuto está modulada ó condicionada por la propia Constitución, a través del
principio constitucional de autonomía local. Como ya se explicó más arriba, el principio
constitucional de autonomía local determina que cada norma de régimen local, en la
medida en que de ella resulta un margen más o menos elevado de autonomía local, haya
de interpretarse como un “estándar mínimo” de autonomía local, superable por otras
normas. Pues bien: en la medida en que el Estado puede fijar “estándares básicos” de
autonomía local (al amparo del art. 149.1.18 CE), y dado que esos “estándares” pueden
concurrir con normas estatutarias sobre régimen local, la aplicación del Estatuto (en
principio preferente, ya se ha dicho) puede considerarse condicionada a que su
regulación no reduzca los “estándares básicos” de autonomía local fijados por el
Estado.
41. Lo dicho se puede ejemplificar. Conforme al art. 86.4 EAC: “Los actos y
acuerdos adoptados por los municipios no pueden ser objeto de control de oportunidad
por ninguna otra administración”. Si bien se lee, este precepto estatutario no excluye los
controles de legalidad genéricos sobre los municipios. Y sabido es que tampoco los arts.
137 y 140 CE impiden directamente esos controles genéricos de legalidad (por lo
demás, normales en Derecho comparado). Sin embargo, el art. 67.1 LBRL sí proscribe
esos controles de legalidad genéricos, pues sólo prevé el control jurisdiccional y el
poder extraordinario de suspensión de “actos o acuerdos que atenten gravemente al
interés general de España”. De la simple comparación de textos normativos resulta que
el “estándar” legal básico de autonomía local para todos los municipios de España (el
que contempla el art. 67.1 LBRL) es en principio más elevado que el estatutario (art.
86.4 EAC). En la misma medida, el principio constitucional de autonomía local impide
el desplazamiento aplicativo de la norma básica estatal a manos del Estatuto de
Autonomía.
44
42. Hay que precisar, con todo, que la articulación normativa propuesta (a través
del principio constitucional de autonomía municipal) no conduce a la primacía
generalizada de la legislación básica estatal. Mucho menos amplía la competencia
estatal sobre régimen local. Veamos:
b) Por último, reitero que lo expuesto hasta aquí es un simple criterio aplicativo
en caso de conflicto: ni amplía ni disminuye las competencias del Estado sobre régimen
local. El Estado sigue teniendo únicamente la competencia básica (sobre régimen
jurídico de las Administraciones públicas) que le asigna el art. 149.1.18 CE. De manera
que la norma estatal “más favorable a la autonomía local” sólo primará (respecto de la
norma estatutaria) en la medida en que se trate de una norma propiamente básica, y por
ello aplicable en todas las Comunidades Autónomas. Hay que recordar aquí que, de
acuerdo con la jurisprudencia constitucional, la competencia básica del Estado ex art.
149.1.18 CE no le permite optimizar la autonomía local a costa de la competencia
autonómica sobre régimen local. Tal y como tiene dicho el Tribunal Constitucional “la
ley básica estatal y sectorial (…) si excede de lo necesario para garantizar la institución
de la autonomía local habrá invadido competencias comunitarias y será por ello,
inconstitucional”126. Así que corresponde al Estado establecer, con carácter básico, el
“nivel mínimo” de autonomía local; no el “nivel óptimo”. Esta es una condición
constitucional de validez para toda norma estatal sobre régimen local. Y por lo mismo,
sólo será aplicable preferentemente (respecto de una norma estatutaria) la norma estatal
“más favorable a la autonomía local” que legítimamente pueda calificarse como básica
(por amparada en el art. 149.1.18 CE).
126
STC 214/1989, FJ 3. Véase también STC 61/1997, FJ 25
45
43. Bien podría contestarse que la aplicación preferente de la norma básica “más
favorable a la autonomía local” proviene, precisamente, de haberse dictado
legítimamente al amparo de una competencia estatal. Y que por eso mismo prima sobre
la norma estatutaria. De esta manera, la preferencia aplicativa se basaría en el criterio de
la competencia, y no en el principio constitucional de autonomía local. Esto es, la norma
básica estatal se aplicaría porque es competencialmente legítima. Y por la misma razón
no sería aplicable la norma estatutaria. Mas esta posible objeción obviaría un dato
fundamental en la relación entre Estatuto de Autonomía y ley básica: un Estatuto no
condiciona la validez competencial de una norma básica estatal. La validez de la norma
estatal proviene, únicamente, de la Constitución. Un Estatuto puede condicionar o
impedir la aplicación de la norma básica estatal en su territorio; pero no condiciona su
validez. Por eso, es posible que el Estado dicte normas básicas válidas aunque contrarias
o incompatibles con las normas sobre régimen local de un Estatuto de Autonomía. El
Estado puede interpretar de forma extensiva (y legítima) su competencia básica sobre
“régimen jurídico de las Administraciones públicas” (art. 149.1.18 CE). Sólo el
Tribunal Constitucional puede corregir esa interpretación extensiva de la propia
competencia, y cuestionar así la validez de la norma básica estatal. Pero una cosa es que
la norma básica estatal no sea inconstitucional y otra bien distinta que esa misma norma
básica (y válida) sea aplicable en toda España. La aplicabilidad depende de lo que
disponga el Estatuto de Autonomía, parámetro de eficacia territorial de la norma básica
estatal. En este escenario hay que admitir que una norma básica estatal (válida) no sería
aplicable allí donde contradijera una norma estatutaria. Por eso vengo diciendo que el
simple criterio de la competencia no justifica la aplicación preferente de la norma básica
estatal frente a la estatutaria. Si esto llega a ocurrir, si la norma básica se impone sobre
la norma estatutaria, será porque el “principio constitucional de autonomía local”
impide la reducción, en una Comunidad Autónoma, del “estándar básico” de autonomía
local fijado por el Estado. Sería el “principio constitucional de autonomía local” quien,
ante dos normas legítimas y concurrentes, impone la selección y aplicación de aquella
que contiene un “estándar más elevado” de autonomía local.
46