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1.

Introducción
En la actualidad nadie duda del nivel cultural de los medios de comunicación en Argentina.
Incluso los estratos sociales que más sufren la carencia de formación cultural reniegan de
la calidad de los programas ofrecidos por los medios nacionales; tal vez no apelen a la forma
verbal de dudosa veracidad con la que se jactan sus compatriotas más preparados ("Yo no
veo televisión"), pero saben lo que es bueno y, por oposición, lo que no lo es. No pretendo hacer
de este ensayo un aburrido relato histórico del desarrollo de los medios masivos de
comunicación (MMC) en Argentina, sino más bien describir su estado actual, su fisonomía
moderna, su contenido, y analizar el rol que en el nuevo milenio cabe a los componentes
básicos de la comunicación de masas: emisor – canal – mensaje – receptor. Sin embargo, antes
de hincar el diente en el jugoso banquete tendremos que tomar un aperitivo con los
protagonistas (la prensa, la radio, la TV y la internet), para conocerlos. Ruego al lector sepa
disculpar a este humilde anfitrión por no poder saltearse la parte más aburrida de la velada,
pero las referencias históricas serán breves, lo prometo.
La internet, la nueva estrella de comunicación que en la última década ha venido a rivalizar con
los medios clásicos (la prensa, la radio y la televisión), reúne los componentes básicos de la
comunicación, y ciertamente constituye un medio masivo de comunicación, por lo que se
incluirá su análisis en este ensayo.
2. Los Medios
La Prensa
Los medios gráficos nacionales comienzan a surgir ya con la Revolución de Mayo, y se
desarrollan a partir de los avances tecnológicos impulsados por la revolución industrial a
mediados del siglo XIX con auge en Inglaterra. En este sentido no está de más recordar que el
desarrollo de los MMC va de la mano con los avances tecnológicos, y el surgimiento de cada
uno de ellos es en definitiva el producto de la combinación de los nuevos descubrimientos de la
época. Los diarios y el material impreso en general son hijos de la imprenta de Gutemberg
(aunque tal vez él no reconocería el menor indicio de su invento en las imprentas modernas).
Ideológicamente la prensa argentina, al igual que la radio y la TV, ha adherido a la
corriente política o artística de turno en Europa o Estados Unidos, reflejando al
mismo tiempo las tendencias nacionales, tal como ocurre en la actualidad. A pesar de ciertos
puntos de vista extremistas, el pluralismo y la oposición a la ideología oficialista han existido
siempre, aún en períodos de gobiernos de facto (en la clandestinidad, desde luego). Sin
embargo, la prensa alternativa ha tenido un público más bien minoritario y su existencia ha
sido efímera. En el mundo occidental la principal fuente de ingresos de los medios es
la publicidad. En el caso de los diarios el cálculo de rigor es que el ingreso de la venta al público
sirve para cubrir los costos de producción (de impresión y distribución), mientras que los
ingresos de la venta de espacios publicitarios constituye la utilidad de la empresa. La ecuación
es sencilla: sin publicidad no hay diario. El éxito de la publicidad de una empresa está
relacionado con la cantidad de lectores que verá el aviso publicado, y a la hora de elegir en qué
medio publicitar las preferencias se inclinan por el medio de mayor venta. Ergo, la longevidad
de los medios alternativos está subordinada a los bolsillos de los mecenas que los subvencionan
dado que, pasado un breve período de impacto en la sociedad, históricamente el público vuelve
a lo "viejo y conocido".
El mercado nacional de diarios se distribuye entre los medios impresos de Buenos Aires (55%)
y los que se editan en el interior del país (45%). Asimismo, el lugar de edición determina el
ámbito de circulación. A partir de distintos estudios realizados puede establecerse, en
promedio, que los diarios del interior guardan una relación de lectores por ejemplar
equivalente a una vez y media más que la que existe en Buenos Aires (ADIRA–Asociación de
Diarios del Interior de la República Argentina). Este defasaje en la distribución nacional, la
mitad concentrada en Buenos Aires y la otra mitad dispersa en las provincias, es una constante
que sirve para describir la disposición de la producción y el consumo de la mayoría de
los bienes y servicios de este país.
Sin embargo, los diarios de la capital aún tienen una ventaja extra sobre sus pares del interior:
sus lectores no se concentran sólo en su región de origen (Capital Federal y Gran Buenos
Aires), sino que un importante porcentaje de lectores del interior optan por adquirir los diarios
capitalinos, en desmedro de los locales o regionales. Esta conducta no se observa en los
consumidores de diarios de Buenos Aires (es decir, los porteños y los bonaerenses no prefieren
los diarios del interior en desmedro de los locales). La preferencia de un gran número de
lectores del interior por los diarios capitalinos es una actitud que merece investigarse. Es lógico
suponer que estos lectores valoran al contenido de la prensa capitalina como "de primera
mano" y mejor calidad, confiriendo a los medios impresos del interior el rol de plagistas ("copy
and paste" según la moderna terminología informática), pero esta presunción es errónea en la
actualidad ya que, descontando corresponsalías especiales o colaboraciones pagadas,
las fuentes de información son comunes a todos los medios. Aún más, los diarios capitalinos
son en general más caros que los del interior, pero para los consumidores provincianos de
diarios porteños este no es un factor disuasorio sino más bien todo lo contrario: agrega al
producto un valor asociado a la popular creencia: mayor precio= mejor calidad.
La gran desventaja del diario y otros medios impresos respecto de la radio, la televisión y la
internet, es la inmediatez de la difusión de la noticia. Un periódico no puede informar de los
ataques terroristas al Pentágono y el World Trade Center, ocurridos en la mañana del 11 de
septiembre, sino en su edición del 12, un día después, cuando todo el mundo ya ha visto
las imágenes por TV o internet y ha escuchado la especializada perorata de los analistas tanto
en la radio como la televisión. La ventaja del diario con respecto a los otros medios es, casi se
podría decir que paradójicamente, la perdurabilidad. El soporte de la noticia permite que el
lector pueda elegir en qué momento informarse, mientras que el televidente o el oyente de
radio está obligado a sincronizar su atención con el medio de difusión. El lector es libre de leer
el diario cuando lo disponga; es más, el lector puede incluso leer la noticia cuantas veces
quiera, mientras que el televidente o el oyente de radio se perderá parte de la noticia si no
encendió el aparato a tiempo, o si golpearon a la puerta o tocaron el timbre o sonó el teléfono, o
si los niños lo interrumpen para mostrarle los deberes... El televidente o el oyente de radio no
pueden pedirle al periodista que repita la información, mientras que el lector de diario puede
retomar la lectura cuantas veces sea necesario (e incluso coleccionar los artículos que estime
de interés).
La Radio
Como todo el mundo sabe, Guillermo Marconi fue el Gutemberg de la radio. Para cumplir con
la referencia histórica sólo acotaré que la radio surgió a fines del siglo XIX, con las primeras y
rudimentarias comunicaciones telegráficas inalámbricas, y se desarrolló como medio de
comunicación durante la primera (1914–1918) y la segunda guerra mundial (1939–1945).
Luego la radio empezó a utilizarse en mayor escala y se crearon radioestaciones, lo que trajo
aparejado la fabricación de más unidades de radio, que junto al potencial de difusión de
publicidad y propaganda generó la masificación del medio. En la actualidad todos los medios
de difusión llegan al público en su mismo hogar (incluso el periódico a través de los servicios de
distribución domiciliaria), pero en sus orígenes la radio contaba con la ventaja adicional de no
tener que reunir al público en un recinto para disfrutar de sus programas (a diferencia
del teatro, el cine, los conciertos, las conferencias). Por lo mismo, el público radial es
heterogéneo y masivo, más que el de los periódicos ya que éstos requieren que su receptor sepa
leer, y aún más que la internet que requiere conocimientos de computación.
Con la aparición de la televisión en la década del ‘50 la radio comienza a perder popularidad.
No obstante, con el abaratamiento de los aparatos que supone la invención de los transistores y
la tecnología de la frecuencia modulada, la radio recuperó parte de su legendario prestigio.
La desventaja de la radio en relación a la TV y la internet es, lógicamente, que transmite
sonidos y no imágenes; en este sentido incluso podría agregarse que corre en desventaja frente
al mismo periódico, que puede incluir fotos y gráficos para ilustrar sus textos. No obstante, la
ventaja de la radio con respecto a la TV es que no requiere del receptor más que la atención de
uno de sus sentidos: la audición. La gente puede escuchar la radio en sus hogares o lugares
de trabajo mientras se ocupa en otra tarea, desde los quehaceres del hogar hasta los trabajos
de oficina, pasando por la vigilancia de locales comerciales. ¿Cuántos serenos no están
agradecidos de la compañía que el pequeño aparatito les brinda durante sus eternas veladas?
La Televisión
En 1924 se logró la transmisión inalámbrica de imágenes a larga distancia, en Estados Unidos,
país cuna del desarrollo de este medio. La televisión a color, invención de Peter Goldmark,
surgió en 1954. Sin embargo, los avances más espectaculares no se produjeron sino hasta la
década del ’70.
Rápidamente la televisión penetra en los hogares de millones de personas en todo el mundo,
dejando relegados no sólo a los medios informativos clásicos sino también a los principales de
medios de entretenimiento como el cine, el teatro y el circo. En la actualidad prácticamente no
existe espectáculo que no pueda ser presenciado por millones de personas en todo el mundo;
con sólo encender el aparato el televidente puede ver un partido de fútbol en España, una ópera
musical en Sydney, o la celebración del año nuevo en Japón.
La obvia ventaja de la TV en relación a la radio y la prensa escrita es el grado de percepción que
logra en el público, ya que combina los sentidos de la vista y la audición. El principio de que
una imagen vale más que mil palabras (escritas o verbalizadas), más aún una serie continua de
imágenes, ha sumido a los otros MMC a papeles secundarios (tanto es así que todos ellos, la
radio, la prensa y la internet, rinden culto a su majestad TV divulgando
la programación televisiva). En todos los medios se discute lo que se ve por TV, mientras que es
raro ver a alguien de la TV comentando contenidos de los otros medios. Aún cuando hay
programas televisivos especializados en, por ejemplo, la internet, por lo general el discurso de
estos programas no surge de modo espontáneo sino más bien todo lo contrario: es gente del
medio internet la que adquiere el espacio para divulgar las bondades de su propio medio. Es
publicidad, no al estilo clásico de tandas entre bloques de un programa televisivo, sino que el
mismo programa es la publicidad.
La televisión por cable aparece en nuestro país a principios de la década del ’90,
constituyéndose en poco menos que una bendición para los televidentes con medios
económicos suficientes, hasta entonces esclavos de la limitadísima gama de opciones que
ofrece la televisión por aire. Recordemos que hasta entonces no había más que tres o cuatro
canales de televisión por aire y que la "libertad de elección", base de la filosofía democrática
occidental, en Argentina se parecía al estrecho abanico de opciones que aún tienen los
ciudadanos en los comicios. Los más acérrimos defensores de la libertad de elección siguen
sosteniendo que el individuo aún tiene una alternativa extrema frente a la paupérrima oferta de
contenidos de la TV por aire (que se hace extensiva a todos los ámbitos de la vida democrática):
apagar el televisor (y leer un buen libro, o cortar el césped, o arreglar la canilla del baño). No
obstante, y volviendo al ejemplo de la elección de representantes en los comicios, es curioso
que a los ciudadanos argentinos se les prohíba "no votar" si la oferta política no les satisface, el
equivalente cívico de "apagar el televisor" (que sí está permitido, faltaba más).
La TV por cable introdujo alternativas impensadas en la era de la TV por aire, canales
dedicados exclusivamente a la difusión de programas culturales (no sólo de los aburridos, sino
también documentales tan excitantes e interesantes como una buena película), canales
de deportes, de videos musicales, denoticias, y también de sexo explícito. Conviene aquí
remarcar un aspecto que, aunque evidente, constituye la clave de corte entre la TV por aire y
por cable. La TV por aire incluía, y aún incluye (desde luego), una variedad de programas en
todas las categorías mencionadas (noticias, deportes, etc.), pero eran justamente programas,
limitados en tiempo y espacio, con un horario de inicio y otro de fin. La TV por cable ofrece a
sus clientes canales cuya programación incluye nada más que contenidos de una sola categoría,
por lo que en ellos pueden verse los eventos favoritos a cualquier hora del día, cualquier día del
año, cualquier año. El sueño dorado del televidente que no tiene interés en la "cobertura
especial" que en forma simultánea los tres canales de aire están haciendo de un evento.
La Internet
Por internet se entiende una red de redes de computadoras que se encuentran interconectadas
a lo largo del mundo. Nadie es dueño de internet, simplemente cada usuario abona
el servicio de conexión para acceder a esta red de redes. Para formarse una idea de la
vertiginosa inserción de internet en la sociedad basta con observar que la radio se tardó unos
treinta años en llegar a 40 millones de personas, la TV diez años en lograr la misma cantidad,
mientras que internet lo hizo en sólo tres.
La internet no alcanza el grado de masificación de los otros medios de comunicación porque su
uso requiere del receptor algo más que saber leer y escribir, poder ver y escuchar. Es decir, todo
el mundo tiene un televisor o una radio en casa, mientras que no todos tienen computadora,
teléfono o TV por cable. Internet requiere en primera instancia que el receptor posea
determinado nivel de ingresos, lo suficiente para contar con el servicio de teléfono o TV por
cable, y una computadora más o menos moderna. Si bien el teléfono y la computadora son
bienes básicos en los hogares del primer mundo, no se puede decir lo mismo de los países
tercermundistas. Es éste, el nivel de ingresos, el factor que determina el acceso a internet. Es
necesario, lógicamente, aprender una serie de conocimientos básicos sobre computación, pero
no es posible aprender a utilizar una herramienta que no se tiene. Primero lo primero, y lo
primero es adquirir una computadora y estar abonado a un servicio telefónico (o de TV por
cable). Teniendo la computadora en casa no se necesita más que tiempo y práctica para
aprender a usarla, lo mismo que con los complejos equipos musicales de hoy e incluso una
procesadora eléctrica con una decena de funciones.
Superado el obstáculo económico (y un mínimo dominio de PC, de acuerdo) que supone el
acceso a internet, el medio constituye el paraíso de la libertad de expresión y elección. No hay
ideología, religión, arte, deporte, actividad humana, "loquesea", que no tenga un sitio accesible
para cualquier individuo del mundo (permítanme decir esto de nuevo: del MUNDO). Todo
habitante de la tierra (con una PC conectada, dejaremos esto como un supuesto en lo sucesivo)
puede acceder a cualquier página web del mundo, desde el FBI hasta las recetas de cocina de
"Utilísima", desde los personajes infantiles de Disney hasta los bancos de Malasia, desde
neonazis y skinheads hasta galerías de arte virtuales de los muesos más famosos del mundo.
Hay de todo, para bien y para mal, como siempre hubo.
La internet ha surgido como un medio ideal para ciertas actividades cuya difusión resultaba
inapropiada en los MMC clásicos, el caso más evidente es el ajedrez. Quiero detenerme un
momento en este fenómeno, ya que constituye un ejemplo por demás elocuente de la capacidad
de la internet para hacerse de un público que los otros medios simplemente no pueden
pretender. Para cualquier neófito resultan obvias las limitaciones que el ajedrez como
espectáculo, como atracción de un público masivo, presenta en medios como la TV y la prensa
escrita (¡ni hablar de la radio!). Los diarios y las revistas especializadas no pueden hacer más
que lo que han hecho históricamente, limitados como siempre por su falta de inmediatez; esto
es: brindar una crónica de lo ocurrido y reproducir los textos de las partidas. Por otro lado, no
hay productor de televisión en el mundo que esté interesado en difundir por espacio de cinco o
más horas imágenes de un tablero de ajedrez y dos rostros ceñudos, no hay empresa que esté
dispuesta a patrocinar un evento así, y sólo una pequeña proporción de la población mundial
estará interesada en seguir una larga transmisión movimiento por movimiento. No obstante los
ajedrecistas, que a escala mundial no son más que una pequeña proporción, constituyen un
público de millones de personas. Millones de personas son, sin entrar en argumentos
filantrópicos de otro orden, millones de potenciales consumidores que muchas empresas, tanto
las que producen bienes y servicios para los ajedrecistas como las que no (después de todo los
ajedrecistas son, también, personas que consumen otras cosas). De este modo la internet, sin
necesidad de robarle espacio a otro espectáculo de asistencia aún más masiva, cubre los
requerimientos de difusión del ajedrez, brindando el espectáculo a los fanáticos de todo el
mundo y un medio de publicidad para las empresas interesadas en patrocinarlo. Cualquier
internauta puede ingresar al sitio que transmite en vivo la progresión de un torneo con los
máximos exponentes del ajedrez mundial, seguir las partidas jugada a jugada, e incluso
comentar los juegos en un "chat". En síntesis, la internet tiene la capacidad de reunir a una
enorme cantidad de público al margen de su ubicación geográfica, superando sus limitaciones
en tanto disperso, convirtiéndolos en un grupo "masivo". Nadie se interesa en patrocinar una
Reunión Virtual de Filatelistas, con apenas una centena de entusiastas en Argentina, pero si
agregamos otra centena de Uruguay, otra de Paraguay, Chile, Perú, Brasil...
De pasada he mencionado el aspecto más distintivo de la internet como MMC en relación a sus
pares: el internauta tiene la posibilidad de interactuar en el medio. A pesar de los esfuerzos que
la prensa escrita, la radio y la televisión hacen para que sus receptores puedan expresarse a
través de ellos, ya sea con los productores del medio o con otros destinatarios, el tipo de
comunicación que establecen es y seguirá siendo principalmente unidireccional. Es decir, el
diario escribe – la gente lee, la radio habla – la audiencia escucha, el televisor transmite – la
gente ve y escucha ("¡Cállate y escucha!", ordena el despótico lema de Kartoon Network). Estos
medios han hecho algunos intentos por paliar estas limitaciones en los procesos comunicativos
propios del canal, como el espacio para "Cartas de lectores" en los periódicos, los mensajes
grabados o "al aire" en la radio, y otros similares en la televisión (es curioso que estos dos
últimos, la radio y la TV, se sirvan del correo electrónico, el servicio que dio origen a la internet,
como vía de comunicación con el público). No obstante, no puede hablarse en estos casos de
comunicación bidireccional ya que no se produce un flujo interactivo entre ambas partes. El
ejemplo más patético es que el locutor en la radio o el conductor en un programa televisivo
siempre tiene la posibilidad de decir "la última palabra", que no es el caso del oyente o
televidente que ya ha enviado su mensaje (incluso en las comunicaciones telefónicas
transmitidas "en vivo" el locutor puede decir lo que se le antoje una vez terminada la
conversación, mientras que el participante... bueno, ya no está "al aire" y debe conformarse con
expresar su réplica a los miembros de su familia).
Internet ofrece la comunicación unidireccional, bidireccional, de uno a muchos, de todos con
todos, texto, imágenes, sonido, y transmisión en tiempo real. Todas las posibilidades en una
sola lata. Así no sólo un ajedrecista argentino puede comentar con un colega español los
matices de una jugada novedosa mientras se desarrolla una partida de Kasparov, sino que
médicos de todo el mundo pueden asistir a una conferencia de una eminencia científica y
formular sus preguntas "on line", mientras que un grupo de personas, meros "mortales" con
acceso a internet, pueden discutir lo que les de la gana en un "chat" (nacional o internacional).
Es más, con un par de accesorios (una video cámara y un micrófono) instalados en la
computadora, mamá (cómodamente acicalada en el estudio de su casa en Córdoba) puede
hablar y ver a su hijo (que está cursando un posgrado en Alemania).
3. La Propiedad de los Medios Masivos de Comunicación en Argentina
En nuestro país son dos los grupos económicos que aglutinan la mayoría de los medios:
Telefónica Argentina S.A. y el Grupo Clarín.
Por un lado la empresa Telefónica de Argentina S.A. es dueña de Advance (proveedor de
servicio de internet), Telinver S.A. (empresa que publica las guías telefónicas), Altocity.com
S.A. (un shopping virtual), Telefónica Data Argentina (servicios web para empresas), Telefónica
Móviles S.A. (telefoníamóvil, con su producto estrella: Unifón), Terra Networks S.A. (grupo
global de internet con presencia en 43 países – el tipo de gigante comercial que absorbe a
la competencia pequeña), Telefónica Media S.A. (propietaria de 9 canales abiertos de TV y
principal accionaria de Telearte), y con el 100% de las acciones de Radio Continental.
Telefónica posee además del 50% de García Ferré (productora de películas infantiles), el 30%
de Patagonik Film Group, y el 20% de Torneos y Competencias (eventos deportivos). Sprayette
S.A., Katalyx Argentina S.A., Atento Argentina S.A. y Emergia Argentina S.A., empresas que a
su vez administran otras empresas, también son del grupo Telefónica.
El Grupo Clarín es propietario parcial o total de: Arte Gráfico Editorial Argentino S.A. (Diario
Clarín, Diario Deportivo Olé), Artes Gráficas Rioplatense S.A., Hachette Filipacchi Agea
Publicaciones S.A. (Revista Elle), Cimeco S.A. (Diarios La Voz del Interior y Los Andes), Papel
Prensa S.A. y la Agencia Diarios y Noticias (23%). En el área audiovisual con Artear S.A. (Canal
13, Volver, TN), Patagonik Film Group S.A., Radio Mitre S.A. (Cadena Mitre, Cadena 100,
Cadena Top 40). Deportes: Tele Red Imagen S.A. (TyC Sports), Televisión Satelital Codificada
S.A., Teledeportes S.A. Distribución de TV: Galaxy Entertainment Argentina S.A., (Direct TV),
Multicanal S.A. Telecomunicaciones (sí, esto también): CTI S.A., Audiotel S.A. Área Digital:
Prima S.A.(Ciudad Internet, Datamarkets, Citinet).
Resulta evidente que los esfuerzos legislativos por evitar la formación de emporios en el área de
comunicaciones, por preservar la pluralidad, han fracasado. Esto es así tanto por la habilidad
económica y legal de estos poderosos grupos financieros como por la inoperancia de los
organismos públicos competentes. Es cierto que la apropiación de los medios masivos de
comunicación en manos de unos pocos ocurre en muchos países democráticos, tal vez en todos,
pero el que sea un mal de muchos no significa que no sea un flagelo directo en contra de la
pluralidad de opinión, baluarte de toda democracia, que debe combatirse.
El emporio de los medios de comunicación no sólo otorga a sus dueños el poder de decidir
sobre la conveniencia de los contenidos a difundir (la herramienta básica de la manipulación de
la opinión pública), sino que –ante la ausencia de competencia– les permite también establecer
los términos económicos de sus propios productos. El ejemplo más evidente es la transmisión
de partidos de fútbol, que prácticamente ha dejado al público de TV por aire al margen de su
disfrute y que condiciona a las repetidoras de cable. ¿Quieren transmitir el partido? OK, este es
el precio (he decidido omitir el costoaproximado de este producto por razones de decoro, no
está bien incluir obscenidades en un ensayo).
4. Los Contenidos de los Medios de Comunicación en Argentina
En Argentina existe un ente oficial que se encarga de fiscalizar los contenidos de la radio y la
televisión, el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER). Este organismo considera a la
comunicación como un bien social necesario para el desarrollo cultural, educativo y económico
de la población. El objetivodel COMFER es asegurar la posibilidad de expresión para las
diferentes corrientes de opinión, promocionar el patrimonio cultural, y garantizar el pluralismo
político, religioso, social, cultural, lingüístico y étnico. Por intermedio de la creación de la
Defensoría de los Usuarios de Radio y Televisión se busca eliminar de estos medios los
contenidos que promuevan la discriminación, que atenten contra los derechos del niño, el
trabajador o los ancianos, la pornografía, la difusión de información falsa, la incitación a
la violencia o al delito.
Todo esto está muy bien, digamos que el COMFER –en tanto funcione– es un escudo contra
posibles atropellos a los derechos humanos, pero no puede hacer nada contra los llamados
"programas basura" cuyo contenido no viola ninguna ley (los programas más audaces, los que
viven en la frontera de lalegalidad desafiando valores morales como la dignidad,
la honestidad y la privacidad de las personas, con frecuencia afrontan procesos judiciales que
no temen perder pues aún así el rédito económico suele ser muy superior a los costos por
infringir la ley). La libertad de expresión es como una moneda de dos lados, la cuestión pasa
por ejercer la libertad de elección de forma tal que la gente sepa qué lado es conveniente
observar, escuchar o leer.
Como ya se ha dicho, el contenido de la internet es pluralista en el sentido más amplio de la
palabra; existen sitios para todos los gustos y preferencias (no obstante, no olvidemos que la
libertad de elección está subordinada a la disponibilidad de los medios de acceso). Los
contenidos de la prensa, la radio y la televisión están dados por la actualidad (las noticias y lo
que está de moda), y un juego interactivo entre las preferencias de los productores y los
consumidores (el clásico binomio dinámico: oferta – demanda). Podría decirse que es
un proceso de ensayo y error, los medios difunden un programa y miden la aceptación que
tiene en el público (el "rating").
La prensa no tiene mucho que innovar en materia de contenido, fundamentalmente es un
medio informativo, no de entretenimiento. Las noticias cubren todos los aspectos de la vida en
sociedad; no sólo se incluyen los tópicos clásicos como el quehacer político–económico y los
horrores cotidianos encuadrados en la sección de policiales, sino también los deportes, el
arte, la ciencia, la moda, la informática... En un diario de domingo pueden encontrarse noticias
o artículos especiales sobre prácticamente todos los aspectos de la vida.
Esto en cuanto a la variedad de contenidos, la calidad de los mismos es otro tema. En general
los diarios, al menos los más importantes de Argentina, tienen un nivel comparable a cualquier
diario prestigioso del primer mundo. Si el periódico dispone de un buen plantel de
profesionales y de los medios (económicos y tecnológicos) para acceder a las principales
agencias de información del mundo (DyN, Reuter, Télam, etc.), el resultado es más o menos el
mismo y no queda más que obedecer la línea editorial para decidir si las noticias sobre la
persecución de Osama Ben Laden deben imprimirse en primera plana, en la sección de
internacionales, o en un rinconcito de la última página. No es el caso de los medios de prensa
"alternativos", loables esfuerzos de la prensa independiente, cuyos descuidos pueden resultar
hasta insultantes para el lector instruido (el encabezado de primera plana de un ejemplar del
diario "Hoy Día Córdoba" de mediados del año 2000 rezaba: "La Oficina Anticorrupción
investiga a el Intendente por..."). Independientemente de la calidad del texto, incluso al
margen de la ideología del periodista que redacta la noticia, para el lector ilustrado este tipo de
descuido puede resultar la punta de un iceberg, un indicio poco acertado del profesionalismo
del personal del medio.
Los programas de radio no brillan por la variedad de sus contenidos. Los programas tipo
ómnibus, más comunes en las AM, combinan la difusión de noticias con temas cotidianos de
interés para el ama de casa (recetas de cocina, consejos para la salud, novedades de la
farándula, etc.). La radio, a diferencia del periódico, es un ámbito más propicio para la
discusión, y los programas ómnibus suelen dar un tratamiento más extenso a la noticia del día
incluyendo crónicas en vivo desde el lugar del hecho, conceptos de expertos o de los
involucrados, la opinión de los oyentes que se comunican telefónicamente... Los programas de
FM, en cambio, parecen ser un alternativa para aquellos oyentes que no quieren escuchar más
que música y, en todo caso, un breve resumen de las noticias del día y los chismes
del ambiente artístico.
La televisión es sin duda el medio más criticado por sus contenidos. Básicamente, se le critica el
desaprovechamiento de su potencial (la TV es un medio audiovisual que llega a millones de
personas de todas las edades, durante todo el día), relegando programas educativos o
instructivos por contenidos superfluos, pasatistas, o peor aún, violentos. Esto es así, pero
la responsabilidad no es sólo de los productores de televisión sino también de los televidentes.
El criterio que decide la puesta al aire y la continuidad de un programa (no sólo televisivo) es su
rendimiento en cantidad de público, el rating, que se traduce en ingresos económicos por
publicidad y merchandising. El razonamiento de los que sustentan el sistema por medio de la
publicidad es muy sencillo: si tengo una empresa de galletitas saladas y quiero dar a conocer el
producto, ¿debo insertar la propaganda en un espacio educativo de público reducido o durante
la transmisión de "Gran Hermano" o "Video Match", con un público de miles de personas
(potenciales consumidores de galletitas saladas)?
En los contenidos de los MMC hay un factor más que determina su calidad: los periodistas y
productores. En Argentina todo lo que se necesita para recibir el certificado de periodista es
trabajar dos años continuos en medio acreditado; no es necesario decir más. Para ser productor
sólo hace falta tener capital e interés por desarrollarlo en un medio masivo de difusión (aunque
tal vez también sea necesario conocer a alguien influyente del medio). Entre otras cosas, es por
eso que tenemos comentaristas de fútbol que utilizan registros de discursos del todo ajenos al
ámbito deportivo, periodistas que se conforman con respuestas fútiles ("...lo que pasa es que
los periodistas describen la realidad", le dijo el presidente De la Rúa a Mariano Grondona,
como acusándolos de un pesimismo infundado que atenta contra la situación nacional, y
Grondona pasó a otro tema), y analistas políticos o económicos que al referirse a un huevo
hablan de la clara pero nunca de la yema.
5. A Modo de Solución
Al margen de lo pretencioso que puede parecer para este modesto ensayista proponer una
solución para mejorar la calidad de los medios de comunicación en Argentina, un asunto por
demás complejo, la receta no es novedosa ni milagrosa. Tampoco consiste en tomar a los
jerarcas de los medios por la solapa y amenazarlos de muerte para que eleven el nivel de sus
productos, ni mucho menos rogar por ello. La solución, estimado lector, es la misma que
permitiría a millones de argentinos construir un país como el que queremos: elevar el nivel
cultural de la población.
Qué desilusión, ¿verdad? Pero es así de simple: la libertad de elección es posible, sólo hay que
capacitar a la comunidad para saber elegir. Afortunadamente los medios no pueden subsistir
sin el público, por lo que la gente (el lector, el oyente, el televidente y el internauta) tiene el
poder de decidir qué tipo de programas, de contenidos, quiere consumir. Un nivel cultural más
elevado y mejor distribuido no sólo creará un público exigente, sino que también pondrá del
otro lado del mostrador a periodistas y productores con aspiraciones más altruistas, con serias
pretensiones profesionales y artísticas, que redundaría en contenidos más útiles.
¿Es mucho pedir? Tal vez. Siempre va a haber programas basura, tanto en lo periodístico como
en lo que es entretenimiento, el secreto está en educar a la población para elegir algo mejor.
La cultura como eje del ejercicio de la libertad de elección puede aplicarse no sólo a la
televisión, que es el caso más patético, sino también a la radio, la prensa escrita y la internet.

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