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Domingo del T. Ordinario. Ciclo C. 2019.

El domingo pasado, 27 del T. Ordinario, según sus lecturas de Habacuc, de Pablo a Timoteo y de san Lucas,
veíamos la importancia de los actos de fe. La fe, dijimos, como punto de encuentro, de referencia y
adhesión: encuentro con Dios, y desde entre nosotros, referencia porque rendimos culto a Dios, y por eso
nos adherimos a Él. Una fe que nos capacita, que nos haces capaces de adecuarnos a las distintas situaciones
que se nos presentan en la vida, algunas de ellas no tan fácil, y otras tantas, son difíciles de entender. Aún
así, la fe es ese grano de mostaza que ha de ir creciendo día a día, respetando el proceso de todo crecimiento,
un proceso que tiene su tiempo. Y si hablamos de aprovechar el tiempo, San Pablo en Efesios (5, 15) nos
dice “se es sabio aprovechando el tiempo”. Por consiguiente, para saber invertir la vida y el tiempo, nos
asociabamos al pedido de los Apóstoles “Señor, aumentanos la fe”. Y, según el mismo Evangelio, la fe se
aumentaba “haciendo lo que es debido”. Por tanto, fe y deber, no son dos cuestiones opuestas, contrarias,
antagónicas. La fe se aumenta cuando cumplo mi deber como persona civil que profesa su fe en Cristo. La
fe se aumenta con mi deber dentro de mi familia La fe se aumenta, cuando hago el bien debido, y rechazo
el mal indebido. Es decir, el bien que debo de hacer, y el mal que no debo de hacer. Todo esto implica ser
cristiano y conlleva una lucha de todos los benditos días. El esfuerzo es, poner todos los medios necesarios,
para no corromper ni la fe ni la conciencia.

Hoy veremos que, la fe, es un don de Dios, pero también es una respuesta libre de cada ser humano, una
respuesta sin coacción alguna. La fe como don y respuesta, son como las dos caras de una misma moneda.
Una fe que busca de Dios por el hecho de ser Dios. Una fe sana, limpia y pura, que no está enferma. Un fe
que no descarta ni excluye sino una fe profunda que incluye, que es comunicativa y forma comunidad. San
Benito Abad decía que el ser humano, por naturaleza, es un eterno buscador de Dios. Benito habla de
Quarere Deum. San Benito supo notar que, cuando entra en un relación profunda y verdadera con Dios,
no puede contentarse con vivir de modo mediocre según una ética minimalista y una religiosidad
superficial, chabacana. Por eso, San Benito tomo aquella expresión de San Cipriano para decirle a sus
seguidores “No anteponer nada al amor de Cristo”. En esto consiste la vida cristiana, y estos es lo que
vamos a encontrar en las Lecturas de hoy. Vayamos a las lecturas.

Iª Lectura: IIº Reyes (5,14-17). 1. La lectura del Libro de los Reyes, lo ubicamos dentro de los Libros
Históricos de Biblia, y nos presenta una narración en tiempo del profeta Eliseo, discípulo del gran profeta
Elías. En esta narración se nos muestra una acción beneficiosa hacía una persona que no solamente tenía
lepra, sino que también era extranjero, y se trataba de, Naamán, el general de Siria, pueblo enemigo de
Israel. Tres características de Naamán al cual Elíseo se enfrentaba: a- enfermo de lepra; b- extranjero; y c-
enemigo. En aquellos entonces, la enfermedad de la lepra era una de esas enfermedades mal vista y mal
entendida, y no se trataba por el desconocimiento en sí de la enfermedad sino por lo que representaba
físicamente la persona que lo padecía. Era considerada la enfermedad más terrible, impura, fea y hasta
diabólica. Es decir, el enfermo de lepra era una persona descartada de la vida social pero también de la vida
religiosa. La cuestión era ¿Cómo tratar con esta persona enferma, que además es físicamente de aspecto
poco agradable, con el plus de ser extranjero y enemigo? Eliseo, un hombre verdaderamente de Dios, que
no discriminó negativamente, que no se dejó llevar por apariencias, por estatutos o parámetros sociales
limitados y retrogrados ni religiosos, sino que vio la oportunidad de hacer el bien. Eliseo es un profeta
taumatúrgico, capaz de mirar más allá, capaz de tener el pensamiento, la palabra y la acción precisa, ni
más ni menos. Pero hay que resaltar una cuestión más de Elíseo, y tiene que ver con una actitud del
verdadero hombre de Dios, y es cuando Naamán pretende ofrecer un regalo luego de ser curado. Dice la
Escritura que Elíseo se negó dos veces en aceptar lo que Naamán le obsequiba. Por tanto, la intención de
Elíseo, causa media, es hacerle ver a Naamán que Dios es la causa primera de su sanación, y Dios tiene
que ser su fin último. Al final Naamán parece entender y dice de acuerdo … de ahora en adelante, ya no
ofrecere sacrificios a otros dioses, sino solamente al único y verdadero Señor. Aquí vemos la fe como don
gratuito y respuesta libre. Por último, hay que decir que, Elíseo, es un claro ejemplo humano-espiritual o
ético-religioso que no excluye a un enfermo, extranjero y enemigo. Elíseo es una prefiguración de lo que
Cristo hará en el Evangelio. Pero a decir verdad, todos necesitamos de la sanación de Dios. Todos tenemos
algo a sanar. Todos cargamos una cuestión que necesita de Dios. Por tanto, hay que pedirle a Dios que sane,
limpié y purifique nuestros pensamientos, gestos y palabras.

IIª Lectura: IIª Timoteo (2,8-13). La segunda lectura contiene uno de los himnos cristológicos más
interesante del Nuevo Testamento. Se trata de una profesión profunda de fe de San Pablo, en donde deja
claro que Cristo es nuestra resurrección, y por consiguiente, nuestra salvación. Hay que notar que, no se
trata de una proclamación ideológica o de una profesión cristología al margen de la vida humano-civil del
Apóstol ni siquiera hamano-espiritual. Recordemos que, San Pablo está preso en Roma a causa de Cristo,
pero no hay que olvidar la injusticia humana del imperio romano, es decir, la corrupción del imperio, que

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remite a la corrupción humana, tiene mucho que ver con ese contexto del Apóstol y, desde aquí escribe.
Por tanto, san Pablo habla desde su experiencia, y desde esa experiencia predica porque la palabra de Dios,
dice Pablo, no está encadenada. La fe implica saber padecer, o padecer con pero también implica la astucia,
y la adaptación del entorno. San Pablo decide darle un sentido trascendental, un sentido profundo de fe a
su entorno, a su contexto, a su situación.

El propósito de Pablo es que otros alcancen a Cristo, y de Cristo obtengan resurrección y redención. Pero
hay que tener en cuenta que, alcanzar a Cristo, resucitar con Cristo, salvarnos con Cristo comienza aquí y
ahora. El Evangelio no puede desentenderse de la realidad humana. No puede obviar lo humano. Sino, ni
la Encarnación de Cristo ni lo que enseña Pablo, tiene sentido. Cristo sufrió y padeció, como San Pablo, en
lo humano y no solamente en lo divino o en lo espiritual. Obviamente que lo humano tiene injerencia en lo
espiritual, y por tanto, hay que tener una mirada completa del ser humano. Es un desafío enorme, no solo
para la Teología sino para todas las disciplinas, tener una mirada completa del ser humano. Una persona
implica un contexto, un entorno, una familia, una historia, una sociedad. Saber mirar en su totalidad a la
persona nos preserva de no tener esos malos y erróneos prejuicios, o esos jucios apresurados y
condenatorios que no son más que expresión de una mente reduccionistas y estrechas.

El Evangelio. El relato de los leprosos curados por Jesús, tal como la primera lectura la curación de Naamán
por medio de Eliseo, se trata de una cuestión humano-espiritual, en donde tanto uno como otro, Elíseo y
Jesús, tienen que vencer y superar los prejuicios o los juicios malintencionados, erróneos, apresurados y
condenatorios. Dice el Evangelio que Jesús estaba pasando por Samaría y Galilea, camino a Jerusalén. Es
decir, Jesús se dirigía de Norte a Sur. Esto es un dato no menor, porque los Samaritanos, desde que se divide
el pueblo judío en tiempo de Reboam hijo del Rey Salomón, hasta en tiempos de Jesús, eran mal vistos. Es
decir, los del Sur, tenian una visión negativa de los del Norte. Al Sur había quedado el Templo y los
Sacerdotes, cuando se dividieron. Y los del Norte se habían funcionado con creencias de otros pueblos
paganos. Es lo de menos lo geografíco, pero lo más decisivo e importante es la acción de Jesús con el
extranjero samaritano.

El samaritano, extranjero, y enfermo, sabe que fue curado por la acción de Dios, en la persona de Cristo, y
por eso vemos las actitudes de alabanza y adoración hacia Jesús. Pero además, el texto pone de manifiesto
que la curación física es importante pero lo es más aún porque lo relaciona a una cuestión espiritual, la
salvación. Por eso Jesús dice levántate y vete, tu fe te ha salvado. Por tanto, es interesante ver y comprender,
la magnitud de la vida de fe, del creyente, del que profesa. Del que sigue a Dios por Dios mismo. Todos
los domingos recitamos el Credo: Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creo en Jesucristo su Hijo, Creo en
el Espíritu Santo. Pero, realmente es así: ¿Creo? Una religión sin Dios, sin humanidad, sin misericordia,
sin amor, sin esperanza, sin fe no es una verdadera religión. El ser humano por naturaleza es un ser religioso,
es decir, a algo necesitamos estar ligado. En nuestro caso, estamos ligado a un Ser personal, y no a un ente
abstracto, o una entelequia, o una ideología revolucionaria. Dios es mucho más que eso, pero al mismo
tiempo, Dios es más ser cercano de nosotros que nosostros de nosostros mismos. Que importante es la fe.
Esto me hace acordar al postulado de Blas Pascal para argumentar la existencia de Dios, y que tiene que
ver con la fe. Dice: A- Tú puedes creer en Dios, si existe, no fue en vano, alguna recompensa habrá. B- Tú
puedes creer en Dios, pero si no existe, entonces no ganas nada pero habrás perdido el tiempo. C- Tú puedes
no creer en Dios, pero si no existe, entonces no pierdas nada ni ganas nada. D- Tú puedes no creer en Dios,
pero si existe, entonces lo pierdes todo.

Esto es lo que hay que despertar: una fe argumentativa, una fe que explique, una fe que de razones. Una fe
que no se quede solamente en el plano moral o social. La Iglesia necesita replantearse su fe en varias
direcciones. Sobre todo ad intra, es decir, hacia adentro. La idea central de todo el Evangelio: la necesidad
de una religiosidad que sea vivida y vida y no solamente cumplimiento de unas normas externas. El
seguimiento de Jesús es una forma de vida. No se trata cumplir escrupulosamente las normas, como hacían
los Doctores de la ley, los Fariseos, los Saduceos. Jesús a estos les decía hipócritas. Hay que pedir a Dios
que no tengamos algo de “doctores de la ley, de fariseo, de saduceo”. Nosotros somos cristianos, y por
tanto, seguimos a una persona: Cristo Jesús.

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