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Retrato Familiar
Retrato Familiar
Jueves
Mi mamá se levanta a las cuatro de la mañana para arreglar la casa, se asegura de que
no haya ninguna botella de licor a la vista. Yo, que desde anoche estoy metida en el
personaje, salgo a las seis de la mañana con la excusa de un trabajo larguísimo en la
oficina para evadir el “hola, tío, qué bueno que hayan venido, ustedes saben que esta
es su casa…”
Viernes
Todavía me funciona la excusa de la oficina: no he terminado el trabajo, salgo
temprano y llego tarde.
Sábado
En el desayuno, mantengo la boca llena para librarme de las preguntas y asiento con la
cabeza para no darles tiempo de pensar. Pero, en el almuerzo, mi tío desahoga su
síndrome de abstinencia en el plato:
–¿Por qué me sirven todo junto, creen que soy un cerdo? –le grita a su esposa y a mi
mamá mientras tira el plato con la torpeza de borracho consumado.
–Mucho menos que eso –le respondo–. Usted solo es un parásito…
Domingo
–Qué falta de consideración con su tío. A él toca entenderlo, tenerle paciencia, tratarlo
con amor para que deje ese vicio –me dice mi mamá después de despedir a la familia.
–¿Con el mismo amor que tiró el plato o con el que le pega a las hijas?
–Con el amor que usted tiene que sentir porque es su sangre y su familia.
Para esta navidad voy a pedir que me hagan una transfusión de sangre (ojalá se
pudiera de animal), a ver si así me desconocen en la gran cena familiar y yo puedo
recitar sin ningún temor las frases de Andrés Caicedo, con las que he desarrollado un
lazo de lo que ellos llamarían familiaridad: “Nunca permitas que te vuelvan persona
mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca
y se te empiecen a caer los dientes. Tus padres te tuvieron. Que tus padres te
alimenten siempre, y págales con mala moneda. A mí qué. Jamás ahorres. Nunca te
vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de
conducta. Elimina las treguas, recoge tu amor en el daño, el exceso y la tembladera…”