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2012 PDF
2012 PDF
Colección El Solar
Escuela de Estudios Literarios
Universidad del Valle
Santiago de Cali, marzo de 2012
© Colección El Solar
Director: Fabio Martínez
Consejo editorial:
Julián Malatesta
Fabio Martínez
María Eugenia Rojas
ISBN:978-958-670-978-1
Ilustración de carátula: Ever Astudillo
Diseño fotográfico: Over Espinal
Diseño, diagramación e impresión:
Unidad de Artes Gráficas,
Facultad de Humanidades,
Universidad del Valle,
Cali - Colombia
Prólogo 9
El retrato 13
Metamorfosis 19
Jitanjáfora 27
La casa 35
Réquiem 41
El sueño de las migajas 47
Eva 49
Victoria 59
Una partida de ajedrez 63
Silencio 73
La cometa 77
Las gaviotas 81
Prólogo
Atardecer en el mar
Sus ojos trazan una línea con el horizonte. Allá
donde empieza a esconderse el sol y los buques se
ven pequeños. Ema adora esos momentos en los que
del mar parecen saltar luciérnagas bajo un cielo color
naranja. El viento arrastra su cabello hacia la frente,
coquetea con su vestido abrazándole la piel. Se perci-
be con intensidad un olor salino que trasiega incluso
por la casa y las personas. Pero lo mejor es la voz del
mar, te está llamando; es difícil romper esa fuerza de
atracción. “Tía”, le dice una de las niñas, Lisa. “Mi
abuela te necesita”. Todas las vacaciones es costum-
bre que sus hermanas manden a sus hijos para pasar
una temporada. Los más grandes encuentran abu-
rrido irse a la casa de la playa donde no hay juegos
electrónicos, Internet y entra con dificultad la señal
de televisión. Por eso ahora las acompañan los cuatro
más pequeños.
Lucía necesita que Ema le ayude a enhebrar una
aguja para terminar su bordado punto de cruz. Cuan-
do las hijas se casaron y partieron a la ciudad, sólo
le quedó la mayor como única compañía. En cuan-
to a su esposo, había muerto muchísimos años atrás
cuando las niñas tenían la edad de las nietas. Ema
acude con parsimonia al llamado de la madre. Pocas
veces se le ve reír, el único momento en que parece
más distraída es cuando lleva los sobrinos al baño.
Por eso los mayores dicen que la tía está loca. Si sus
hermanas o la abuela Lucía escuchan este tipo de co-
82 Ángela Rengifo
La víspera de aurora
La tía Ema me pidió que la acompañara como to-
das las mañanas. Todavía no salía el sol, pero ella
empezaba con los oficios de la casa y luego íbamos
a traer verduras frescas para el almuerzo. Hablaba
muy poco, era lo normal. Ese día –el último de las
vacaciones con mi hermano y mis dos primos– pa-
recía estar más alegre. Por eso no comprendí, ni aún
logro comprender, los reproches de toda la familia
ni menos los de mis padres: “Debiste haber avisado,
Lisa”. Cuando regresábamos del mercado, pasába-
mos siempre por los acantilados para refrescarnos.
84 Ángela Rengifo