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La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno sus derechos. En la determinación
de los derechos debe primar una objetividad bilateral, esto es a dar cada uno lo suyo. Entre otras
cosas, dignidad.
En si la justicia es un concepto que solo sacia su apetito en el fondo y la forma de nuestros actos.
En otras palabras, la participación social de unos no podrá ser justa si esta falta para otros.
Cuando su constitución, sus leyes, sus reglamentos obedecen a principios injustos o simplemente
los jurisconsultos la malinterpretan a conveniencia. La sociedad se deteriora, porque el
individualismo y la voracidad del ser humano que son el génesis de este problema ¡la injusticia!,
solo pueden controlarse con leyes.
En el final del milenio anterior e inicios de este en el que vivimos se desarrollaron los medios de
comunicación masiva, delegando de esta forma el control de la opinión pública a quien controlara
los medios. En unos casos el estado y en otros, grupos de poder de capital privado con influencia
en políticas públicas. En el caso de las “democracias” occidentales, sabemos que la mayoría de
medios pertenecen a grupos de poder.
Entonces este grupo de poder de capital privado usa el paradigma de convivencia social para
defender un modelo socio-económico falto de justicia y no es que estemos convencidos, solo
logran confundirnos porque en realidad sabemos ¡lo que está bien y lo que está mal!, ¡lo que
estuvo bien y lo que estuvo mal!
Pero es suficiente para herirnos de muerte, aprendimos este paradigma social, defendemos un
ideal magnánimamente rico, una vida alejandrina, una vida basada en la interpretación del éxito
como la acumulación de capital, idea que se sustenta en el individualismo.